REVISTA RAÍCES DE PAPEL Nº 4 oct-nov-dic 2010

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SUMARIO EDITORIAL

PREGUNTAS CON RESPUESTA CARMEN SILVA Entrevista al Escritor JUAN RUIZ DE TORRES ¿Hay poesía en un huevo frito? JUAN CALDERÓN MATADOR Entrevista al Poeta BLAS MUÑOZ PIZARRO El que silba entre las cañas JAVIER BUENO JIMÉNEZ (ARVIKIS) Entrevista a la Escritora SILVIA CARPENA SÁEZ El Beso JUAN CALDERÓN MATADOR Entrevista al Pintor MIGUEL DORRONSORO La fascinación por los tacones

ARTÍCULOS REYES CÁCERES MOLINERO Diálogo Lorca/Dalí 3


ANTONIO ENRIQUE Una casa en Noviercas MARCOS CALLAU VICENTE José Antonio Labordeta, una eterna canción de libertad AURELIANO SÁINZ ¿Por qué todos los relojes marcan las 10 y 10?

POESÍA JULIA GALLO SANZ Sin Élitros Prestados Dueños de la calle CARMEN RUBIO Recado para un poeta Patio Andaluz LUÍS ARRILLAGA El tiempo derrotado ISABEL MIGUEL Se hizo la noche abrigo en mi perchero ANA MARIA CASTILLO MORENO La tarde y tú, conmigo JUAN MANUEL PÉREZ ÁLVAREZ XXII OSWALDO ROSES Poema que no escribe nada ROLANDO REVAGLIATI A León Felipe

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FRANÇOISE ROY El lucífugo animal nocturno DIEGO FERNÁNDEZ GONZÁLEZ Escalofríos Daños Colaterales FERNANDO FIESTAS Epitafio ÍÑIGO LAQUERRÁ Helado oscuro MARCOS CALLAU VICENTE A un barco varado en ciudad sin mar PABLO VOLUMEN Cuidado

NARRATIVA ALEJANDRO MORENO ROMERO Aquella noche CARMEN GRACIA Agenda interrumpida FEDERICO FAYERMAN Bukowski club MARÍA DEL MAR GARRE GARCÍA Rayos de sol RICARDOS HERNÁNDEZ MEGÍAS La maldición

RESEÑAS JOSÉ IGLESIAS BENÍTEZ Relumbres de espejuelos 5


LIBROS RECIBIDOS REVISTAS RECIBIDAS

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Raíces de Papel Revista de la Plataforma Cultural Raíces de Papel Nº 4 – octubre-noviembre-diciembre - 2010 Dirección: Javier Bueno Jiménez (Arvikis) y Juan Calderón Matador

Plataforma Cultural Raíces de Papel C/ Benito Castro, 11 2º Izq. 28028 Madrid raicesdepapel@gmail.com http://raicesdepapel.blogspot.com/ Ilustraciones de Portada y Contraportada: Ayesha

López Rubio

http://ayesha-thelazycat.blogspot.com/ ayesha_lr@yahoo.

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EDITORIAL

Octubre ha llegado a nuestras vidas como mensajero de buenas noticias. Tras varios meses de lectura y deliberaciones por parte de los jurados, por fin se han fallado los certámenes literarios que habíamos convocado en colaboración con Ediciones Cardeñoso: II Certamen de Poesía "Poeta Juan Calderón Matador" y I Certamen de Microrrelatos sobre el Cine "Arvikis-Dragonfly". La tarea no ha sido fácil ya que la participación ha sido abundante y reñida, dada la calidad de las obras presentadas. A la convocatoria de poesía han respondido setenta y cinco poetas, siendo ocho los poemarios que llegaron a la final, a la de microrrelato concurrieron ciento ochenta narradores, de los que fueron seleccionados cuarenta y dos para publicación de sus obras. El poemario ganador resultó ser "El que silba entre las cañas", de Blas Muñoz Pizarro. En cuanto a la narrativa se alzó con el primer premio el microrrelato titulado "El beso", firmado por Silvia Carpena Sáez, se concedieron dos Menciones de Honor, una a "Corazones solitarios", de Eugenio Rey Huerta, y la otra a "The birds", de José Daniel Palma LLera.

Ambos libros, publicados por Ediciones Cardeñoso, serán

presentados en Madrid el día 12 de noviembre, coincidiendo con la entrega de premios. Desde aquí queremos felicitar a los ganadores y seleccionados, y, por supuesto, animar a todos aquellos que en esta ocasión no lo han conseguido a volverlo a intentar en próximas convocatorias. Y si lo expuesto anteriormente nos ha llenado de alegría y, por qué no decirlo, orgullo, no ha sido menor la que nos ha causado la concesión del Premio Nobel a Mario Vargas Llosa. Un galardón muy merecido y que se ha hecho de rogar, pues la candidatura del escritor peruano llevaba varios años en danza, dando la impresión de que nunca lo conseguiría; tanto es así que el propio Vargas Llosa creyó, al escuchar la noticia oficial vía telefónica, que se trataba de una broma. Este reconocimiento ha llenado de júbilo a las letras hispanas en general, y a las españolas en particular, por estar tan estrechamente ligada a España la trayectoria literaria del escritor. Congratulaciones, don Mario, desde la revista Raíces de Papel, por unir a su larga lista de reconocimiento este que, hasta ahora, le faltaba.

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PREGUNTAS CON RESPUESTA

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CARMEN SILVA

Entrevista al Escritor

JUAN RUIZ DE TORRES

¿HAY POESÍA EN UN HUEVO FRITO?

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Todos hemos tenido alguna vez un profesor que antes de entrar en su aula hacía que repasáramos bien nuestros deberes, nuestra indumentaria y hasta nuestra sonrisa porque temíamos, una reprimenda, un desafortunado encuentro, cualquier cosa que superase nuestras reacciones. Pero entrábamos en el aula y no ocurría nada. El profesor impartía una clase magistral y salíamos reconfortados de ella. Esa es la sensación de inseguridad que

siempre experimento cuando tengo

por

cualquier razón que enfrentarme a don Juan Ruiz de Torres: magnífico poeta y mejor amigo del que solo he recibido cosas gratificantes, pero Ruiz de Torres coarta, asusta, intimida, quizá sea su sapiencia lo que te hace temer un fallo y no poder estar a su altura. Porque D. Juan Ruiz de torres es Dr. Ingeniero Industrial, Dr. Filología Hispánica, Lic. Informática, Profesor universitario en España, Colombia y EE UU; experto de las Naciones Unidas. Trabajó en I.B.M. durante muchos años, cuando todavía la informática estaba en pañales Fundó y dirigió desde grupos de teatro profesionales y literarios, hasta Ateneos Asociaciones de poesía… Ha publicado

novela,

relato,

veinticuatro poemarios, Una antología consultada y comentada plaquetas... Entre sus publicaciones en otros géneros, están Inventario de la Poesía en Español 1951-2000 (base de datos de 4000 poetas de lengua española). Ha sido traducido a catorce lenguas. Crítico literario, editor y director de una decena de revistas, Gestor cultural… Habla francés, inglés, italiano, griego y ruso. Y para colmo se casa con una de las mejores poetisas de la España actual. Díganme, queridos lectores, si después de leer este currículo se atreven ustedes a sentarse tranquilos frente a él y preguntarle “cositas” como por ejemplo: Usted ha sido profesor de ingeniería mecánica, de aritmética, de economía y de otras muchas cosas. ¿Hay poesía en un circuito eléctrico, en una raíz cuadrada, en el PIB, o durante ese tiempo prescindió de los versos? ¿Hay poesía en un huevo frito? Mire, a estas alturas, sé que todos tienen su opinión formada sobre este tema; yo no soy quién para enfrentar la mía contra la suya. Y sí: Hay poesía en una raíz cuadrada; todo depende de cómo se la mire.

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Lo ve, sus respuestas son más rápidas que mis preguntas. Usted todo lo hace a lo grande, no escribe un libro de poemas, escribe sesenta, No estudia una licenciatura, estudia 3, o 4,No se doctora en una ciencia, se doctora en dos. No habla un idioma, habla cinco, no le traducen a dos lenguas le traducen a quince No figura en una antología figura en no sé cuantas, y ni siquiera se casa una vez como hacen la mayoría de los mortales. ¿Por qué ese afán de hacer tantas cosas? Perdóneme pero esto no es una pregunta, sino un inventario. Esas cosas no interesan a los lectores. Y a estas horas no se me ocurre nada escandaloso que confesar. Confiese. Su esposa Ángela Reyes es una poetisa excepcional ¿Quién ha aprendido más ella de usted o usted de ella? Quizás yo le enseñé cómo es la poesía. Ella, desde luego, me enseñó cómo es la buena poesía. La figura de Gestor Cultural es una figura que podríamos denominar reciente. No obstante usted ha ejercido de ello desde hace muchos años. Cuéntenos

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los Ateneos que ha creado en España y fuera de ella. En España, ninguno: Ya estaban todos creados. Otros: En Cali, Colombia; en Santiago de Chile; en Atenas, Grecia. Pero además de Ateneos su vida se ha prodigado en pos de la poesía, más que de la propia de la de otros poetas. Ha fundado revistas, asociaciones, diccionarios, recitales...Háblenos de sus creaciones. No me acuerdo; Me he pasado la vida haciendo cosas, fundando instituciones y publicando libros a otros. De la utilidad de todo ello no estoy hoy nada seguro.

Cuando usted creó en España componentes

recitaban

en

La Asociación Prometeo

calles

y

plazas

¿cuéntenos

de Poesía, sus esa

aventura?

No creo que valga la pena repetirla. La poesía no es para las calles y plazas, aunque fuera la Plaza de Colón. En que fechas sucedía esto y cuántos formaban las filas de Prometeo. Supongo que se refiere a las Ferias de la Poesía, que no fueron, desde luego, las únicas actividades de Prometeo en la calle. Todo ello, entre 1980 y 1986. ¿En Prometeo? Éramos entonces una cincuentena, quizás más. La Asociación Prometeo de Poesía ha viajado a diferentes países, incluso ha 13


publicado un libro conjunto con poetas rusos. ¿Hay más libros conjuntos? Y viajes a cuantos lugares han viajado los componentes de la Asociación Prometeo de Poesía, llevando por el mundo sus poemas.

Prometeo publicó unas sesenta colecciones de poemas, o antologías, que no es lo mismo. Prometeo ha viajado a Estados Unidos, Grecia, Italia, Portugal, Puerto Rico, Rusia, Túnez, Yugoslavia y algún país más. Y a muchas ciudades en España. En la Asociación Prometeo han figurado grandes poetas ¿Puede decirnos algunos de

los

más

valiosos?

O

mejor

dicho

de

los

más

reconocidos.

¡Madre del Señor! No, yo no me meto a valorar a los poetas. Según sus propias palabras sólo se sabe de memoria un poema suyo escrito en 1952 ¿Qué dice ese poema para ser único? No he dicho que sea único. Sólo que es el único que recuerdo de memoria. Es un poema sin importancia; no vale la pena repetirlo.

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En la primavera del 2007presentó usted el libro titulado “El bosque del tiempo”, en sus propias palabras previas a los textos, pensaba que tal vez ese sería su último poemario. ¿Cuántos ha escrito después? Ninguno. He publicado una edición digital de mi poesía y un libro que recoge poemas no publicados antes, pero escritos en su casi totalidad antes de 2007. ¿Puede el poeta marcarse su propia fecha de Jubilación o debe verter sobre el papel todo cuanto fluye de su pensamiento hasta el fin de sus días? Claro que el poeta puede decir "Hasta aquí", como puede decir "No volveré a viajar a la isla de Malta". ¿Se seca el pensamiento de los poetas? Como el de cada quisque. Cuando se seca. A usted le he escuchado repetir muchas veces las palabras de Luis Rosales en las que asegura que un solo verso excelente puede salvar un poema. ¿Cuál es su más preciado verso? Creo que dije antes que no recuerdo mis poemas. Pero, se me ocurre uno: "Derrama sangre mi palabra, ¡Y no sé qué la hiere!" (Conste que lo he tenido que buscar). ¿Cuántos libros de poemas tiene publicados? Poemarios, veintiocho; Plaquetas, una quincena; Antología, cinco. De ellos, tres al alimón con Ángela Reyes y uno con ella y Alfredo Villaverde. ¿Le queda mucho inédito? Ni un poema.

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El término minimalista, está muy asociado a su forma de ser. Tal vez por ello puede hacer tantas cosas al mismo tiempo, porque solo acepta lo esencia ¿es así? Seguramente el problema es que soy perezoso; por eso me conformo con poemas muy cortitos. Eso de la esencia, no sé, no sé. También ha creado editoriales y una biblioteca de libros de poesía que cuenta con ¿Cuántos ejemplares? La biblioteca de poesía de la Asociación Prometeo llegó a tener unos veinte mil volúmenes. Se cedió a la Biblioteca Regional de Madrid. La verdad es que nadie se animaba a recibirla. Y gratis, claro. Cuéntenos el último proyecto, el que pondrá en práctica al final del verano. Un libro de cuentos, con demasiados cuentos Y por último háblenos de la salud de la Asociación Prometeo de Poesía. Bien, gracias, ¿Y la suya?

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JUAN CALDERÓN MATADOR

entrevista al poeta

BLAS MUÑOZ PIZARRO

EL QUE SILBA ENTRE LAS CAÑAS Ganador del II Certamen de Poesía "Poeta Juan Calderón Matador" 17


Blas Muñoz Pizarro, tras ganarse la jubilación como profesor de Latín en un Instituto de Valencia, su ciudad natal, ha retomado con fuerza la actividad como escritor, abandonada por voluntad propia durante el periodo como docente. En los años sesenta publica en revistas las primeras obras poéticas, en 1981 ve la luz su primer poemario Naufragio de Narciso, pero es en 2007 cuando comienza con rigor su carrera literaria. Desde esa fecha se han multiplicado los premios literarios, tanto en narrativa como en poesía. Hoy nos sentamos frente a él para hablar de El que silba entre las cañas, poemario ganador del II Certamen de Poesía "Poeta Juan Calderón Matador".

En primer lugar quiero felicitarle por este premio merecido, en reñida pugna con 75 poemarios. Tengo que decirle que estoy muy orgulloso de que su nombre se haya unido al mío a través de El que silba entre las cañas, un título precioso para un poemario muy sólido y bello. ¿Por qué ese título? Gracias, Juan. Soy yo quien se siente honrado. En cuanto al nombre del libro, fue él el que me asaltó durante una lectura de César Simón. Pensé enseguida que ése era el título deseado. Más tarde supe por qué. Ese título abre un mundo de sugerencias sin decir del todo su secreto; es en sí, sólo por eso, un brevísimo poema. La cita inicial acota su sentido: el que silba es el tiempo, el tiempo entre las cañas. Muchos de estos poemas siguen una pauta oriental al esconder en su interior una estructura de cuartetos, es decir, de cuatro tiempos (de nuevo la palabra tiempo): sus versos son breves y aparentemente frágiles como las cañas pintadas en las aguadas japonesas, y por ellos pasa, cantando, el tiempo de la escritura. Entre esos versos pasaba mi propia vida mientras eran escritos y entre ellos espero que suene la resonancia del acorde de quien los lea. ¿Cómo definiría este poemario? Como un ejercicio de libertad y de búsqueda frente a la tiranía ineludible de la forma y del tiempo. La cita de Wang Wei (que acompaña en el inicio a la de César Simón) viene a decir que comienzo su escritura sin saber a dónde me dirijo. Y así fue. Hay un poema inicial en el que me propongo hablar “de la palabra sola que florece en los labios”: durante su escritura me sometí a un modelo de versificación que daba homogeneidad 18


formal a todo el poemario, pero sin saber previamente, ante la hoja en blanco de cada poema, qué iba a decir. Al ser terminado, era el poema, cada poema, fragmentariamente, el que me había dicho a mí, y no a la inversa. En su conjunto, los 47 poemas del libro expresan de ese modo, de principio a fin, un largo fragmento de mi vida interior ya que conservan el orden de su escritura. Sólo forcé, a modo de resumen ― casi a modo de epitafio ―, el contenido del poema final.

¿Le ha llevado mucho tiempo escribirlo? Dos años, del 2007 al 2009, al mismo tiempo que otro libro, formalmente muy distinto, de poemas rimados. Ambos, iniciados y terminados a la vez. ¿Qué supone para usted haber ganado este premio? Algo esencial para un escritor: un reconocimiento. Y, también, algo no menos esencial: la edición de una parte de mi obra. ¿Por qué decidió presentarlo a éste y no a otro certamen? Aunque finalizado hace un año, este libro estaba pendiente de revisión. Mientras tanto estaba embarcado en un tercer proyecto: otro libro, que terminé a finales de abril. Volví entonces, hace cinco meses, a éste. La revisión fue rápida pues sólo alteré la disposición formal de los versos. En mayo se cerraba el plazo de presentación de este Certamen y no lo dudé. Me gustó que se ofreciera la edición sin premio en metálico, y me gustó que la presentación se hiciera por correo electrónico. Pensé que detrás no habría ningún interés extraño, al revés de como suele suceder, desgraciadamente, en muchas otras convocatorias. En el fondo la razón es muy simple: fue el primer concurso aparentemente fiable que se me ofreció al terminar de revisar este libro. En estos tiempos en que cualquier persona puede mostrar su obra de forma digital, y llegar a un amplio número de usuarios ¿Cree que los certámenes literarios siguen teniendo interés?

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Sí. En mi caso, al menos. No basta, todavía, la presencia en la red de unos poemas para que su calidad sea reconocida por sí sola. La resonancia de los premios sigue siendo necesaria para ser leído, aunque esto sigue siendo relativo. Desgraciadamente, es casi imposible que un buen poeta sin relaciones pueda recibir el reconocimiento de un premio mediatizado por las grandes editoriales de poesía. Son más los buenos poetas desconocidos que los mediocres sobrevalorados. Sé que no es el primero que gana, podría decirnos cuáles han sido los otros galardones recibidos? Yo volví a escribir hace tres años, después de un silencio de más de veinticinco. De la década de los 70 destacaré el Premio Nacional de Poesía “José Antonio Torres”, de Tomelloso, que me fue concedido en 1971. En aquel jurado estaban Eladio Cabañero, Francisco García Pavón y Félix Grande. De los veinte premios obtenidos desde mi regreso puedo citar el Primer Premio de relatos del Concurso Literario de la UDP, de Madrid (2007), el Premio Aula de Poesía ‘Pedro Antonio de Alarcón’, de Valdemoro (2008), el Accésit de los Premios del Tren “Antonio Machado”, Madrid (2008), o el Premio de Poesía “Fray Luis de León”, Madrigal de las Altas Torres (2010). En cuanto a libros, mi obra “La mirada de Jano” fue finalista del Premio Loewe (2008) y obtuvo, poco después, el premio bianual de Poesía “Paco Mollá” de Petrer (2008). Fue publicada un año después (2009). Hay personas que muestran en sus currículos una lista interminable de premios ¿Es un negocio para algunos autores esto de los concursos? Para algunos, puede; para la mayoría, no. Se pueden ir tapando pequeños agujeros económicos, pero sólo los poetas adscritos a las editoriales más potentes suelen ganar los premios mejor dotados, aquellos que se publican en las cuatro más conocidas. A veces no se guardan ni las formas. ¿Cuales son sus objetivos al concursar? Al principio, al volver a escribir después de tantos años, concursar era un modo de ponerme a prueba. Ahora me mueve el convencimiento de que ésta es la única forma de 20


abrirme a este mundo cuya puerta cerré y que apenas he entreabierto. Mi edad no me va a ofrecer nuevas oportunidades en este sentido si no las fuerzo. Las editoriales son poco proclives a publicar poesía, ¿Lo ha intentado alguna vez, y si lo ha hecho, ha recibido muchas negativas? La autoedición o la coedición están ahí para cuando no tenga otra posibilidad. De momento, los premios van dando salida a mi obra. No he llamado a la puerta de ninguna editorial. Me temo que no habría respuesta. No siempre los poetas leen a otros colegas, ¿Es usted lector asiduo de poesía? Sí. Lo he sido en mi silencio. Y lo soy ahora. Apasionadamente. ¿Cuales son sus poetas de referencia? ¿Cómo ser breve al querer responder a esto?: Los clásicos castellanos (todos, con Juan de la Cruz y Quevedo al frente); Rosalía, más que Bécquer; Juan Ramón y Machado; Neruda, Vallejo y casi toda la generación del 27 (sobre todos, Cernuda); Miguel Hernández, Gil-Albert, Valente, Claudio Rodríguez, Brines, Gamoneda..., sin excluir a nadie: sólo exijo de un poema que sea una obra perfecta. En otras épocas (o en otro momento) habría citado otros nombres. Omito poetas de otras lenguas para no ser demasiado extenso (sólo citaré a Homero, Virgilio, Rilke, Kavafis, Elliot, Montale, Valéry, Espriu o Pessoa). ¿Qué opina de esa teoría que circula por los mentideros y dice que un solo buen verso puede salvar a un mal poema, y un solo buen poema puede sustentar a un mal poemario? No comparto esa opinión. Luís Felipe Vivanco (otro poeta que fue uno de mis referentes de juventud) dice que el endecasílabo de Campoamor “...la soledad de dos en compañía...” es uno de los mejores versos sueltos de la poesía castellana. Puede ser. De hecho, se ha convertido en una frase famosa. Sin embargo, el poema en el que está no tiene salvación. Transcribo solamente cuatro versos (es más que suficiente): “Sin el 21


amor que encanta,/ la soledad de un ermitaño espanta./ ¡Pero es más espantosa todavía/ la soledad de dos en compañía!”. Un solo buen poema puede salvar a un autor; más aún si se trata de una obra maestra (las “Coplas...” de Manrique, o el “Madrigal” de Gutierre de Cetina, por ejemplo), y al ser recordado y transmitido en antologías “salvará” el nombre del poeta, pero no correrá la misma suerte el libro del que fue sacado, si ese libro no lo merece.

¿Qué es más importante a la hora de escribir poesía, la inspiración o el oficio? El oficio. En el oficio incluyo la capacidad de autocrítica. Hay que sentarse a escribir y entonces uno escribe. Y corrige. Y elimina o salva. Y lo digo yo que no escribí nada durante años porque no quise (aunque no sepa por qué). Cuando he querido (sin saber tampoco por qué) lo he hecho. Y me atrevo a decir que nunca hay que escribir bajo el influjo de una emoción, tan fácil de confundir con la inspiración, porque entonces no hay distancia, no es en realidad una e-moción sino una con-moción. Y en la conmoción no se puede gobernar la palabra, la materia con la que se esculpe o se modela esta forma del arte. Sus primeros pasos en este campo se remontan a los años sesenta, luego hay un largo silencio de, aproximadamente, cuarenta años. ¿Qué ocurrió durante ese tiempo, se marchó la musa o fueron otras circunstancias las que lo motivaron? No han sido cuarenta años. Hasta 1971 escribí, como hemos hecho todos en nuestros inicios, unos doscientos poemas, más o menos imperfectos. Entre 1971 y 1973 compuse un libro (“Naufragio de Narciso”) que publiqué en 1981. Entre esas dos fechas inicié otro libro, complejo y difícil, que dejé inacabado exactamente en su mitad. En el año 2007 (algo más de veinticinco años después) retomé y acabé la escritura de esa obra interrumpida, tal vez mi mejor libro hasta hoy (“La mirada de Jano”, citada antes). ¿Por qué ese silencio? No lo sé. El libro iniciado tenía una estructura tal vez imposible para mi capacidad de entonces, y eso pudo bloquearme. Además, ya casado y con hijos, me planteé cambiar de trabajo y opositar. Gané las oposiciones de Latín en 1983 y me dediqué de lleno a la enseñanza. Y así hasta el año 2007. Y no hay un por qué.

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En cualquier caso la vuelta ha sido arrolladora, pues desde el año 2007 sus laureles no han decaído, al contrario, cada vez acumula más reconocimientos. ¿Se arrepiente del tiempo perdido? No. En esos veinticinco años largos no experimenté la nostalgia de la creación poética. Profesionalmente y personalmente me he sentido completo. No he tenido ninguna sensación de pérdida o de mutilación. Creo que seguía siendo poeta al leer poesía, cosa que no he dejado de hacer en ningún momento. Se dice, y lo creo, que el lector es, en el acto de lectura, un creador. ¿Nos puede recordar los títulos de sus publicaciones y decirnos de cuál de ellas se siente más satisfecho? Ya he contestado antes. A los dos libros citados (y, por supuesto, al premiado en su certamen) se pueden añadir una separata titulada “De la luz al olvido” (2009), un libro compartido con cuatro poetas amigos titulado “El limonero de Homero” (2009), nombre de nuestra tertulia semanal, y media docena de libros, también colectivos, en los que entidades convocantes de premios han divulgado relatos o poemas galardonados.

¿Tiene mucha obra inédita en sus cajones? Dos libros inéditos, otro en curso, casi terminado, y una docena de poemas largos. Y, por supuesto, muchos de los doscientos poemas escritos en mi juventud, que no he destruido todavía por alguna razón sentimental e injustificable. Pues le deseamos que muy pronto pueda ir dándole salida, bien sea a través de premios, o reclamado por alguna editorial importante que quiera apostar por su magnífica forma de escribir. Ojalá la poesía, alguna vez, recobre el lugar destacado que hace años ocupó. Mientras llega ese momento, al que confiamos que usted colabore, le agradecemos el tiempo que nos ha dedicado y le felicitamos nuevamente, no sólo por este logro sino por su interesante trayectoria.

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JAVIER BUENO JIMÉNEZ (ARVIKIS)

ENTREVISTA A

SILVIA CARPENA SÁEZ

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EL BESO Premio del I Certamen de Microrrelatos sobre el Cine "Arvikis-Dragonfly"

La palentina Silvia Carpena Sáez es la flamante ganadora del I Certamen de Microrrelatos sobre el Cine "Arvikis Dragonfly", una mujer joven, siempre con ganas de aprender, como lo demuestran los ocho idiomas que habla. Ha estudiado Publicidad y RRPP en la Universidad Pontificia de Salamanca. Ya en los primeros años de adolescencia sintió la llamada de la literatura, consiguiendo su primer reconocimiento a los doce años, en un certamen de periodismo patrocinado por el periódico El Norte de Castilla. Silvia, ¿Cómo llegaste a conocer las bases del I Certámen de Microrrelatos sobre Cine Arvikis-Dragonfly?

A través de la Web www.guiadeconcursos.com El microrrelato que has presentado ¿está basado en algún hecho real o experiencia que conozcas? No. He intentado imaginar una escena en la que la improvisación tomara forma de guión maestro. ¿A que actores contemporáneos, o no, ves tú interpretando los personajes de esta historia ?

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Sin duda, la protagonista sería Audrey Hepburn y él sería Milo Ventimiglia. ¿Y dirigiendo la película? Roberto Benigni. ¿ Te has presentado por la temática del concurso, o esto ha sido indiferente? La temática del concurso ha sido clave para que me presentara. ¿ Cuales son tus actores/actrices favoritos?

Mi actriz preferida es Audrey Hepburn y mis actores favoritos son Bruce Willis y Roberto Benigni. ¿Y tu director/a favorito? Alejandro Amenábar. ¿Cuantas veces al mes vas al cine? Tres o cuatro. 27


Dinos, por favor, en tu opinión, tres obras maestras indiscutibles de la historia del cine La vida es bella, Seven y Psicosis.

¿Cuál es la última película que has visto en un cine? Come, reza y ama. ¿Cómo ves el futuro del Séptimo Arte? Veo que tendrá que pasar épocas difíciles pero, sin duda, resistirá. El futuro del cine depende de cómo sepamos sobrellevar el presente. ¿Te atreverías a escribir un guión de cine?

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¡Claro! De hecho, tengo algunas ideas para un corto (entre risas)… Sé que también escribes poesía ¿En qué campo te sientes más cómoda en el de la poesía o el de la narrativa? Pues quizá hace unos años hubiera optado por responderte que me sentía mejor en el campo de la poesía pero, en la actualidad, me encuentro más a gusto en la narrativa. ¿Qué tipo de Poesía haces, rimada, libre, verso blanco? Hago poemas con rima asonante en los pares y generalmente me ciño a versos octosílabos. ¿Te quedas en el relato o alguna vez afrontarás la novela? Creo que por el momento me quedo en el relato. Soy demasiado “publicitaria” como para extender un pensamiento hasta un número importante de páginas. ¿Cuáles son tus aspiraciones literarias? Me gustaría tener una sección en una revista o en un periódico para poder concentrar, en tan sólo una página, las metáforas de lo que vivimos en el día a día. Y para terminar, ¿Que opinas de la Plataforma Cultural "Raíces de Papel y sus certámenes literarios? Creo que es una genial propuesta para abogar por la cultura. Iniciativas como ésta hacen que muchos de nosotros sigamos cultivando, semilla a semilla, nuestro interés cultural. Muchas Gracias por estas palabras que nos han acercado a tu personalidad, te felicitamos por el premio, y te deseamos mucho éxito en todos tus proyectos; tu juventud y buen hacer es un aval importante para conseguirlo.

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Ilustraci贸n de Enric Delpueblo

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JUAN CALDERÓN MATADOR Entrevista al Pintor

DORRONSORO

LA FASCINACIÓN POR LOS TACONES Tras la sonora y contundente firma "Dorronsoro" se esconde el pintor Miguel Dorronsoro Obregón. La formación académica del artista se ubica en su Cantabria natal, concretamente en la Escuela de Arte Eduardo Pisano, a la que está vinculado durante diecisiete años, llegando a colaborar en la misma como profesor, labor que más tarde traslada a la Academia Marañón-Estudios, de Torrelavega. En la actualidad reside en la ciudad de Benidorm. ¿Dónde nació usted, Dorronsoro? En Santander

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¿Es mucho pedir el año de nacimiento? jajaja…para nada, 1964 Miguel, ¿qué lleva a un pintor a cambiar la luz del Cantábrico por la del Mediterráneo? Pues mira, te diré que fue el AMOR. Vine de vacaciones y conocí a quien hoy es mi marido. ¿Influye el paisaje en la inspiración del artista? Como has dicho antes “la luz”, da igual que no pintes paisajes, pero influye en tu estado de ánimo.

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¿Dónde ha encontrado más inspiración en su tierra natal o en su nueva ubicación? En mi tierra pintaba un poco más a “salto de mata”, es decir, además trabajaba y estaba mucho más estresado, dormía poco para aprovechar…pero allí nacieron obras con las que me siento muy cómodo. En Benidorm es diferente, mi vida es otra. La paz, el sosiego, la tranquilidad, el apoyo y la ayuda de Helmut. Creo que mi obra es mucho más madura.

Quizás sea por desconocimiento mío, pero en la obra suya que conozco no he encontrado marinas, algo chocante en un artista tan vinculado al mar. ¿Es que no busqué bien o es que no le atrae esa temática? Has buscado perfectamente y no sabes cómo me gusta la pregunta. El mar me encanta, naturalmente, es casi mi fuente de vida; Pero ocurre que artísticamente, le temo. Me parece tan perfecto, tan inmenso y misterioso, con esa fuerza tan descomunal, con tanta vida, con tanta muerte dentro de él, con esos indescriptibles colores…y ahora te pregunto yo a ti…”cómo crees que un simple pintor podría plasmar todo eso en una marina…? Pero he de decirte que estoy en ello, pronto podré expresarlo como realmente quiero…

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¿Podríamos situar su trabajo dentro de alguna corriente pictórica? ¿Cuál sería ésta? Bueno…no me gusta “situar” mi pintura en ninguna, pero ¿podría ser el expresionismo? No sé…tal vez ¿Con qué pintores se siente más identificado? Me identifico mucho con la pintura de Kokoschka, Freud, Bacon, Valdés, los impresionistas, Gustav Klimt (se me olvidan muchos) Si tuviese que elegir un solo pintor de toda la historia ¿ con cuál se quedaría? Lucian Freud

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¿Y si le preguntase el título del mejor cuadro del mundo? jajajajja “La preguntita” se las trae, no sé…creo que diría “El Beso” de Klimt. Pero es resumir demasiado, hay verdaderos genios de la pintura y por lo tanto obras geniales en el mundo. España está llena de artistas, su nómina de pintores es interminable, muchos muy buenos; ¿Da la vaca leche para todos? ¿Es posible vivir de la pintura? Mira, ahora mismo de la pintura pueden vivir muy pocos, eso es obvio y además lo sabe todo el mundo, pero cuando no sabes hacer otra cosa (como es mi caso) y sientes continuamente el deseo de expresarte mediante este medio, pues…no te queda otra. Claro!!! Eso si puedes, te lo permite tu bolsillo o vives a duras penas. Hay que encontrar algo “genial” que te diferencie y que tu aportación a la pintura sea un hecho, de otra forma estamos perdidos.

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Una de sus últimas exposiciones ha tenido como temática exclusiva el universo del calzado, ¿por qué eligió este tema tan curioso? ¿Es usted, quizás, fetichista de los pies? Más de los tacones que de los pies, me encantan. He estado casi dos años pintando zapatos. Siempre he dicho que si fuera mujer llevaría unos taconazos…Creo que tienen mucho que contar, sobre todo los que han andado tanto…y tanto Tengo que decirle que a mí me han encantado las obras de dicha exposición, repletas de fantasía y cromatismo. Sus cuadros incluso han dado el salto al cine, y han aparecido en la película "No digas nada" del director Felipe Jiménez Luna, ¿cómo surgió esa oportunidad? No la he visto, por cierto. Me lo propusieron en Torrelavega, yo trabajaba de secretario en un Club de fútbol e iban a sacar algo con referencia a ese equipo. Vieron mi obra, les gustó y me lo propusieron. ¿Volverá a repetir la experiencia o simplemente ha sido una anécdota en su carrera? Me encantaría, siempre cuando veo una película, una serie o cualquier anuncio, me fijo irremediablemente en las paredes. Me parece una excelente forma de darte a conocer. También me encantan las portadas de las novelas. No quiero despedirme de usted sin felicitarle por ese Primer Premio que le han concedido recientemente en Madrid, en el Concurso de Pintura y Arte por la Igualdad y Contra el Racismo. ¿Le preocupan los temas sociales? ¿Los aborda con frecuencia a la hora de crear? Gracias. Por supuesto que me preocupan, aunque poco lucho por causas a veces tan injustas, me solidarizo con mi pintura y expreso la tristeza y desasosiego que sienten muchas personas en el mundo. Intento dotar a mis personajes del abatimiento y desconsuelo que por ellos, a veces siento. Le agradecemos le tiempo que nos ha dedicado y le deseamos éxito en su trabajo. 36


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ARTÍCULOS

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REYES CÁCERES MOLINERO

DIALOGO LORCA/DALI EXPOSICION EN CAIXA FORUM “Dalí, Lorca y la Residencia de Estudiantes”

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El otoño madrileño nos ofrece una

original exposición conmemorativa del

Centenario de la Residencia de Estudiantes, organizada por la “Obra social La Caixa” junto con la “Sociedad estatal de Conmemoraciones Culturales” y la colaboración de la “Fundación Gala-Salvador Dalí “ y la “Fundación Federico García Lorca”. La muestra es una mirada inédita a la relación artística entre Salvador Dalí y Federico García Lorca. Arranca en 1922 cuando ambos estudiantes se conocen en la Residencia y abarca hasta 1929. Son ocho años de intensa amistad y complicidad intelectual. Tiempo en el que comparten experiencias a la luz de diversas influencias las vanguardias europeas- tiempo en el que son pioneros de una modernidad que más tarde se bifurcaría en dos caminos distintos. Se trata de una relación compleja teniendo en cuenta el potencial estético y la fuerte personalidad de los dos artistas. Durante estos años se respetan mutuamente, se valoran y se influyen mientras cada uno va tomando un camino diferente hacia su propio viaje artístico.

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La exposición reconstruye ese trayecto mostrando

cuadros y documentos

escritos, no solo del mundo creativo de los dos protagonistas sino también de algunos de sus coetáneos: hay piezas de Picasso, Miró, Cezanne, Le Corbussier, Giorgio de Chirico o Ernst, entre otros. Un total de más de 300 piezas que ofrecen un retrato del bullir estético del momento. Resultan muy ilustrativas las cartas de Lorca y Dalí, atentos siempre a la modernidad, latente entonces especialmente en Francia e Italia y plasmada en revistas, libros, fotografías o películas Se concluye con un interesante documental titulado “Dialogo en la residencia” de Manuel Gutiérrez Aragón en torno a las cartas entre los dos artistas. Una serie de retratos, autorretratos y fotografías de estudiantes de

la Residencia que consigue

reflejar con acierto y atisbar un poco el ambiente de esos años y adentrarnos en el espíritu del centro neurálgico de la cultura española en el primer tercio del siglo veinte. En su inicio se encuentran los orígenes de Lorca en el teatro y la música con su deliciosa obra “El maleficio de las mariposas” que incluye figurines del pintor Rafael Barradas. También se rastrean los primeros pasos de Dalí que llegó a Madrid para estudiar en la Academia de Bellas Artes de San Fernando pero ya poseía formación artística. Son años en los que irrumpen

cierta

los diferentes istmos de

vanguardias europeas: el cubismo, el purismo, la objetividad,

las

el futurismo, o el

surrealismo. Lorca y Dalí se dejan impregnar de estos movimientos.

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La exposición se estructura en tres bloques temáticos cuyos títulos se han extraído de la obra de ambos, bloques subdivididos a su vez en otros epígrafes. El primer bloque, titulado “Residencia de Estudiantes”, comprende los años 1922-24. Es el momento del encuentro entre Federico y Salvador en la residencia, junto con Buñuel y otros estudiantes , momento en el que se crea un punto de inflexión que supone una alianza con la vanguardia. Esta etapa está marcada por una postura crítica contra lo tradicional y académico, especialmente la poesía sentimentaloide, de ahí nace

el proyecto

llamado “Cuaderno de los putrefactos” una

serie de laminas

dibujadas por Dalí acompañadas de textos de Lorca. Avanzamos en el tiempo y en la exposición y nos encontramos con el segundo bloque bajo el epígrafe “Hay claridad”. Comprende el tramo temporal entre 1925 y 1928. Asistimos a la madurez artística de los dos protagonistas, inmersos en el trabajo y en la producción de ideas nuevas, fascinados por los conceptos esenciales de regreso al orden, el número, la proporción y la geometría, siempre bajo el paraguas de las vanguardias. Es muy interesante la visita de Lorca a Cadaqués en 1925, invitado por Dalí, etapa que da lugar a la producción de bellas obras de ambos. Otra idea novedosa es la de “rehacer a Poussin según la naturaleza” o la llamada “voluntad pedagógica” ligada a la modernidad que contrapone lo bueno y lo malo y en la que se muestran los extremos estéticos.

Lorca escribe la “Oda a Salvador Dalí” y este le dedica el cuadro “Sant Sebastiá”. Sus lecturas de las revistas L,Esprit Nouveau o Valori Plastici con sus teorías en torno a lo metafísico y la “vida moderna” les conducen al dialogo y a la

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controversia. El postimpresionismo y los argumentos del fotógrafo alemán también Franz Roth dejan huella en ambos. Ya comienzan a asomar sus divergencias en su manera de enfocar el arte. Aunque algunos temas son comunes su mirada es diferente: Lorca es más lírico y Dalí se expresa con más crudeza. El proyecto de la revista Gallo impulsada por ambos constituye el principio del distanciamiento. Son muy gráficos y novedosos los espacios dedicados a “Marineros, mujer y mar” que expresan las distintas interpretaciones de Federico y Salvador, así como el llamado

“Academias y claros de luna” inspirado en el manifiesto del futurista

Marinetti y su frase “Acabemos Sorprendentemente,

con el claro de luna” refiriéndose a la poesía.

la luna aparece en las obras tanto de

Lorca como Dalí, pero

vista con otros ojos. El periodo entre 1928-29 supone el final de su mutua influencia estética y culmina el alejamiento entre ambos, este bloque temático se titula Estética Fisiológica en expresión de Lorca para referirse a Dalí. Salvador está cada vez más imbuido por el surrealismo de André Bretón y muy inclinado hacia la obra de Jan Arp o Ernst mientras que la estética filosófica sigue presente en la poesía y en los dibujos de Lorca. Los puntos de convergencia en los que se habían compenetrado hasta el momento se convierten ahora en la llamada “subjetividad radical”. El comisario de la muestra Juan José Lahuerta ha señalado que hasta ese momento hubo entre ambos un “decisivo dialogo artístico, no solo amistad”. En 1929 el poeta marcha a Nueva York y Dalí se instala en Paris. La exposición

ofrece una mirada inédita y una visión transversal de las

vanguardias europeas, permanecerá en Caixa Fórum hasta el 6 de febrero para luego viajar a Granada.

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ANTONIO ENRIQUE

UNA CASA EN NOVIERCAS Es Noviercas una de tantas aldeas, en tierras sorianas, con el sagrado Moncayo al fondo, que poco pueden decir al viajero que transite en dirección a Ágreda. Su silueta en el horizonte se muestra, no obstante, inequívoca: un alto torreón cuadrangular y la torre de su iglesia a unos cien metros; el caserío, al pie de ambos, apenas si de lejos se percibe por lo minúsculo y espaciado, todo ello sobre una colina donde en verano el sol refulge sobre las mieses que la circundan, creando una flama que desvirtúa los perfiles. Y sin embargo, estamos ante uno de los enclaves literarios españoles de mayor y más estremecedora significación humana.

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Los hechos fueron así, los hechos escuetos. Estamos en 1868, otoño. Huyendo de los efectos revolucionarios de la Gloriosa, que le es hostil, Gustavo Adolfo Bécquer se refugia en Noviercas, en el número 27 de la calle del Moral: una casa sórdida, de doble planta, una ventana en la baja, dos en la primera, y otra en el sobrado, bajo el tejado con chimenea a la derecha, según se mira. La puerta, adintelada y rústica, queda bajo la vertical de la chimenea, la ventana del sobrado y una de las ventanas de la primera planta: casa de piedra, angosta, primitivísima, sombría. Delante de la casa, donde hoy transcurre la calle, había un huerto. En este huerto es fama que Casta Esteban, esposa de Gustavo Adolfo, faenaba con el azadón las horas que las tareas domésticas le dejaban libre. Apoyado en el flanco derecho de la casa, había un muro haciendo escuadra, y tras él un corral. Tras de su puerta, Gustavo Adolfo, avisado de que, en su ausencia, Casta recibe a un hombre, acecha, aprovechando que ha salido de madrugada con su hermano Valeriano, volviéndose después sin que nadie le viera. Y allí oculto tras la puerta, ve, en efecto, que un hombre llama a la puerta de la casa, se le franquea, y Casta y el hombre se besan en el mismo umbral. No es una leyenda, ni un melodrama, es la página amarga de aquel poeta que fue acusado –por Valera, nada menos- de escribir “suspirillos germánicos”. Un hombre, en fin, atormentado, como tantos otros cuyo talento crea disparidad con la vida. Pero que supo, a diferencia de todos ellos, sus contemporáneos, poner la poesía al alcance del hombre de las multitudes y, simultáneamente, abrir la perspectiva al simbolismo, del que nace toda la poesía posterior… Esto, y las secuelas derivadas de la sífilis, que padeció. El hombre es Hilarión Borobia, el novio que Casta dejó para casarse con Gustavo Adolfo en mayo de1861; hombre corpulento, irascible, espeso, bronco. Le ha seguido a Casta a Madrid, convirtiéndola en obsesión de su vida. Hilarión reta a Gustavo Adolfo en la plaza del pueblo y por poco no le mata. Acto seguido, allí en Noviercas mismo, Gustavo Adolfo abandona a Casta junto con los dos hijos mayores de ambos; el pequeño, nacido en diciembre de ese mismo año de 1868, se queda con Casta. No volverán a encontrarse hasta que Gustavo Adolfo esté próximo a morir en 1870, en el piso de Claudio Coello, en Madrid. De los tres hijos que tuvieron, Gregorio terminará, con el tiempo, en la cárcel, acusado de robar para mantener a su propia familia, Jorge sienta plaza de soldado raso en Orán y su rastro se pierde en la historia, y Emilín ya no es hijo de Gustavo, sino de Hilarión. El primogénito y el benjamín habían sido bautizado en Noviercas, el pueblo de los padres de Casta –ella había nacido en la vecina Torrubia del Campo-de quienes era la casa, en su iglesia parroquial de los santos Justo y 45


Pastor; está al confín de la calle del Moral, con sólo ascenderla. Entre la iglesia y el torreón se ubica la mencionada plaza pública. Allí se alzaba la fuente, donde Casta iba a por agua. La gente del pueblo –unas trescientas almas, en la época-, cuando Emilín vino al mundo, murmuraba que tenía toda la cara de su verdadero padre.

Bécquer había inspirado en Casta un solo poema, apenas una cuarteta de versos forzados, pero premonitorios; en él Gustavo Adolfo se ve como “un corazón para el amor ya muerto”, mientras que a ella la mira como la flor de un páramo: “Tú creces de

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mi vida en el desierto / como crece en un páramo la flor”. Julia Bécquer, sobrina del poeta, hija de Valeriano, que tan cerca estuvo de ella en la infancia, nos la describe diciendo que “era guapa, pero antipática; tenía en la cara algo trágico y desagradable”. Pero lo cierto es que, fuera como fuese, Casta es, indiscutiblemente, la mujer de la vida de Bécquer, y no sólo porque fuera la madre de dos de los hijos de ambos. La misma escasez de inspiración que provocó en el poeta revela, precisa y paradójicamente, lo cerca que estuvieron uno de la otra, tanto que no fuera preciso plasmar otros sentimientos que los de la vida diaria. A todo esto, Gustavo Adolfo había tenido múltiples amores y descuidaba la vida hogareña hasta extremos desesperantes para toda mujer. En Noviercas, ella se hace cargo de todo, siempre, además, con la reticencia de Valeriano, cuya relación con su cuñada era pésima. En la casa de marras, en una era cercana, es fama que Valeriano trazó el famoso retrato de su hermano, el que pasará a la historia, entre tantos, como arquetípico y definitivo. Casta, además, cuidaba de los dos hijos de éste y su esposa Winnefred, una irlandesa al parecer insoportable también para Casta. A dos años de la muerte de Gustavo, Casta vuelve a casarse, esta vez con Manuel Rodríguez Bernardo, hombre calmo, afable, recaudador de Hacienda, sin otro talento que procurar un buen pasar a su familia. Borobia le mata a la salida de un baile de carnaval de donde había sido expulsado, de un trabucazo, en 1873. Borobia muere poco después en Beratón, aldea soriana donde sitúa Bécquer el escenario de su leyenda “La corza blanca”. Es sorprendido robando su iglesia con una partida de malhechores y el pueblo le mata allí mismo. Ya era conocido como el Rubio. Casta queda en situación de desamparo. Conocidos eran sus sablazos a los amigos y conocidos del poeta, quienes, finalmente, colaboran en un libro firmado por ella, titulado Mi primer ensayo. No se resuelven sus penurias y su estado mental empeora. Casta Esteban muere en el madrileño hospital de la Princesa víctima de horrorosas quemaduras, al prenderse en su casa sus vestidos con el aceite de un quinqué, incendio previsiblemente intencionado. Cuando en 1913 se rescaten de la madrileña Sacramental de San Lorenzo los restos mortales de ambos hermanos Bécquer para trasladarlos apoteósicamente a Sevilla, nadie se acordará de ella. Pero lo cierto había sido que Casta se casó ilusionada, con veinte años aún no cumplidos, y la vida con Gustavo fue amargándola: sus desvíos, sus infidelidades, su trato tantas veces displicente, como también sus numerosísimas ausencias. Era una hija del Moncayo. Igual que la machadiana Leonor, nacida en Almenares, a poco de aquí. (¿Qué tienen las hijas del Moncayo, que enamoran a los 47


poetas andaluces?). No podía ser, la vida juntos. Gustavo sí, tuvo sus devaneos, sobre todo con marquesitas, que le encantaban, a diferencia de las encallecidas manos de su esposa, pero también es cierto que se desvivió porque nada les faltara, a su familia; su correspondencia epistolar con Casta refleja un carácter benévolo, e incluso débil, de que Valeriano le acusaba. Ninguno tuvo la culpa. Esta casa de Noviercas está hoy en el abandono. Sobre las rejas de la ventana de la planta baja, que da al cuarto donde el poeta acostumbraba a escribir, hay un letrero de “se vende”. Un vecino, a mi pregunta de cómo la Diputación soriana no mete mano en el asunto, me dice que pertenece a una señora que vive en Cataluña y que vende sólo con la condición de quedarse con la primera planta. Uno no comprende. Un poco más allá, siguiendo la calle que desemboca en un caminillo entre las mieses, se llega a un paraje singular, como son todos éstos que dan con el Moncayo, desde aquí una inmensa pirámide azul, en el centro transversal de la península, lugar sagrado donde las tribus célticas terminaron uniéndose en sus ritos con los iberos: lugar el más simbólico de la Hispania primitiva. Y de todo ha quedado una atmósfera poderosísima, una vibración telúrica que todo lo impregna, de lo que Bécquer se nutrió, tanto aquí como en la inminente Veruela. O como en esta ermita, a donde va a dar el sendero que sale de su casa en Noviercas: Virgen de los Remedios, se llama. Y es tradición que aquí estuvieron los cuerpos descabezados de los Siete Infantes de Lara, antes de ser trasladados a Salas de los Infantes. Y hasta este paraje se llegaba Gustavo Adolfo con sus bártulos de escribir, como de pintar, Valeriano. Y de aquí, de este aire, y estas espesuras misteriosas, es la leyenda “Los ojos verdes”. Es Noviercas. Aquí está.

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MARCOS CALLAU VICENTE

JOSÉ ANTONIO LABORDETA, UNA ETERNA CANCIÓN DE LIBERTAD

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Aquel domingo despertó bajo un sol extremadamente pálido, sólo había que bajar a la calle para darse cuenta. Esas calles desiertas de toda la ciudad estaban repletas de semáforos mudos y el Ebro, que dicen siempre guarda silencio al pasar por El Pilar, esta vez parecía no querer avanzar permaneciendo mucho más callado que de costumbre. La razón es que había muerto un poeta, “El Abuelo” como todos lo conocíamos, pero con él se nos había marchado mucho más que una vida, con su marcha se esfumó la imagen del mejor espejo en el que los aragoneses nos habíamos mirado, con él se nos fue una canción de libertad. En efecto, la libertad fue su única bandera mientras que su palabra sincera, su eterna canción y su carisma nos hablaba del amor a una tierra por la que luchó durante toda su vida y que defendió activamente como Diputado en el Congreso desde el año 2000 hasta el 2008. Razones suficientes para ser adorado por todos sus paisanos, Labordeta representó el principal referente cultural, social, musical y político elevando así la autoestima de todos los aragoneses. En sus actividades políticas participó en la creación del Partido Socialista de Aragón, se presentó al Senado por Izquierda Unida y finalmente formó parte de la Chunta Aragonesista siendo elegido Diputado por Zaragoza. Fue un pacifista acérrimo defensor del “No a la guerra” y se manifestó en contra al Trasvase del Ebro. En sus últimos días se le concedió la Gran Cruz de la Orden de Alfonso X El Sabio, un reconocimiento del gobierno a una vida dedicada a la defensa de la libertad y el pueblo. Licenciado en Filosofía y Letras fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Zaragoza en el año 2010. Impartió enseñanza en el Instituto Nacional de Bachillerato Ibáñez Martín de Teruel y en el Colegio Menor San Pablo.

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Su faceta como cantautor fue la más conocida siendo uno de los más reconocidos exponentes en España, iniciando su carrera musical en 1968 con su álbum “Andros II” y publicando veinte álbumes más durante toda su vida. En cualquier caso, José Antonio siempre dijo que sus canciones eran poemas musicalizados y siguiendo la estupenda referencia de su hermano Miguel Labordeta publicó doce poemarios a lo largo de su trayectoria sin tener en cuenta todo el material inédito. Su actividad poética es mucho más extensa pero desconocida para el gran público y además de suponer sus comienzos nunca fue abandonada a lo largo de su vida. Esta obra poética le llevó a convertirse en editor y posteriormente al periodismo llegando a fundar el periódico “Andalán” que contribuyó a la formación del Aragón democrático. Después de todo esto vendría el mundo de la canción, a priori el más conocido. Posteriormente trabajaría con Antonio Artero en el documental “Monegros” donde ya se fraguó el germen de “Un país en la mochila”, una famosa serie de TVE en el que José Antonio, durante veintinueve programas, mostró al público la cara más oculta de la España más desconocida y sus gentes. El resto de su extensa obra literaria se completa con dieciséis obras entre novelas, cuentos, artículos y memorias.

Pero si queremos un ejemplo claro de la gran importancia que José Antonio tuvo para todos nosotros nada mejor que la impresionante reacción de la gente, del pueblo, tras su fallecimiento. En Aragón no había sucedido nada parecido desde la muerte de Joaquín Costa. Desde las 18:00 horas del domingo hasta la medianoche del lunes más de 26.150 personas de distinta índole y de diferentes partes del mundo (Estados Unidos, Francia, Italia, Inglaterra…) visitaron la capilla ardiente del artista instalada en el

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Palacio de la Aljafería. Familias enteras se situaban en filas que llegaron a los tres kilómetros de largo mientras no dejaban de llegar coronas de condolencia, entre otras, la de Joaquín Sabina donde se podía leer: “Gracias por tu ejemplo”. Quizá esa sea la clave, el ejemplo que ha dado con su vida y su lucha a todo el mundo. El momento cumbre ocurrió cuando espontáneamente todo el personal se prestó a entonar el “Canto a la libertad” como en una única voz, la del profundo sentimiento. Al día siguiente hubo una emotiva despedida en la zaragozana Plaza San Felipe, en el Parque Grande (que, a partir de ahora pasará a llamarse José Antonio Labordeta) y una multitudinaria despedida musical al féretro a cargo de los músicos de la ciudad. Este adiós probablemente no sea suficiente porque ningún adiós lo sería pero recordemos siempre que José Antonio pedía ser recordado humildemente en sus propias palabras: “Como un árbol batido, como un pájaro herido, como un hombre sin más”

En cualquier caso, aunque numerosas han sido las palabras de cariño escritas estos días, desde aquí queremos añadir unas pocas más: La

escritora

Sofía

González

miretounapoesiacadadia.blogspot.com,

Millán,

autora

del

blog

ha querido dedicar a la memoria de José

Antonio este emocionado texto poético:

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“Caminante que abres paso con tus versos en la tierra, entre las frondosas ramas tus versos de tierra y agua, versos de la madrugada en libertad de tu patria. La arboleda te sonríe, eres parte de sus ramas, aquí y allí suenan versos, versos como pajarillos, verdes como la hojarasca, versos de Aragón, tu dama. Tú moviste corazones, hoy los corazones hablan, sigues más vivo que nunca y presto a pedir palabra. Eres tú, por siempre seas, la voz frondosa del agua”. (Sofía González Millán)

Para terminar, la escritora Marta Navarro García, autora del poemario “Ocho islas y un invierno”, es probablemente quien mejor resume todo el sentimiento que José Antonio Labordeta despertó en todos nosotros con su poema “En los latidos de las palabras” publicado en un libro-homenaje titulado “José Antonio Labordeta: Creación, compromiso, memoria”. Creo que es el mejor colofón posible para este texto que ha pretendido ser un humilde homenaje y un necesario recuerdo.

En los latidos de las palabras Hay ciudades que buscan sus raíces en los latidos de las calles, en el interior de sus heridas, ciudades que necesitan voces que rompan silencios, mochilas que albergan pueblos desconocidos, poetas que rompen el mármol de los días mediocres, canciones cómplices que viajan de norte a sur. Siempre hay países que buscan entre sus uñas gente que anide en la dignidad sin colchones y sin mortaja, que conozca el valor de la victoria del heno, que escuche el grito silencioso de los ríos y sus cicatrices. Para salir ileso de los vestíbulos de la nostalgia, para sobrevivir a las tormentas cotidianas hay que besar con fuerza las palabras. 53


Y él, con su gorra y su aire de piscis ciclotímico resignado, sabe bien cómo borrar el alquitrán y las moscas de los mundos hostiles, sabe acallar a los guardianes de las serpientes, sabe morder el óxido del olvido y acariciar la memoria de la nieve. Y él, con un embarcadero de tormentas en la voz, ha navegado en tierras de secano sin naufragar. Siempre con un mar de bolsillo en la mirada, siempre con un rastro de tertulias y amigos en los tobillos. La memoria de esta ciudad, otras veces tan ingrata, sabe bien “que no amanece por nada”. (Marta Navarro) Gracias a Marta Navarro y a Sofía González por su participación e inestimable ayuda. Hasta siempre, José Antonio. Tu canción de libertad nunca dejará de sonar en nuestra memoria.

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AURELIANO SÁINZ

¿POR QUE TODOS LOS RELOJES MARCAN LAS 10 Y 10?

Ciertamente, todos los relojes en un momento determinado marcan esa hora, al igual que las del resto del día, por lo que la pregunta completa sería: “¿Por qué todos los relojes en los anuncios publicitarios marcan las 10 y 10?”. Quizá el lector o lectora de este artículo no haya reparado en este hecho; es lógico, estamos tan inmersos en un mundo sobresaturado de publicidad que ya no nos detenemos casi ni a mirarlos, a menos que por necesidad tengamos que informarnos de algún producto determinado que nos interese comprar y necesitáramos más datos. No voy aquí a hacer la crítica tan conocida hacia la publicidad, puesto que, además de ser profesor de imagen y diseño, he realizado numerosos trabajos dentro del cartelismo, especialmente en campañas de tipo institucional. Reconozco que hay una publicidad inteligente y bien hecha, que personalmente me gusta mucho; sin embargo, lo que suele molestar es la invasión publicitaria que se produce en determinados medios, especialmente los televisivos.

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En clase Aparte de haber publicado libros y artículos sobre la publicidad, la suelo trabajar con estudiantes universitarios que van a ser futuros profesores, puesto que necesitarán en el futuro saber orientar a sus alumnos en la descodificación de los mensajes publicitarios. Así, y de modo regular, trabajamos el diseño gráfico y la interpretación racional de los anuncios, especialmente los que pertenecen a la publicidad estática, ya que deben realizar los cuadernos didácticos de la publicidad. Durante este curso, en cuarto de Psicopedagogía, un día que estaba proyectándolos en la clase, un alumno me interroga: “Aureliano, ¿por qué todos los anuncios de relojes marcan las 10 y 10?”. Me pareció interesante la pregunta, pues mostraba cierto interés en ese enigma alrededor del cual se ha escrito bastante. Por mi parte, no quise darle en ese momento ninguna aclaración que satisficiera su curiosidad, sino que acudí al largo archivo que tengo y les proyecté una selección de anuncios de marcas de relojes con la intención de que observándolos en la pantalla pudieran dar alguna respuesta que tuviera una cierta lógica. Las respuestas que entonces recibí por parte de ellos eran vagas e imprecisas, sin que pudieran justificarlas claramente. Para que el lector o lectora pueda seguir un camino paralelo al que llevé en el aula, muestro aquí algunos de los anuncios que proyecté en la clase.

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Veamos los cuatro primeros de las marcas Chanel, Gucci y Lotus y Thomas Sabo: todos aparecen de manera frontal y aislados, es decir, sin que los porten ningún personaje. Claramente se aprecia la hora de la que hemos hablado: las “10 y 10”. Si observamos detenidamente a los tres primeros, comprobamos que el nombre se encuentra en la parte superior de la esfera, de modo que la posición de las agujas “enmarcan” y destacan el propio nombre del reloj. Esta sería la razón fundamental por la que se utiliza este ángulo, de aproximadamente 120º, para el uso de la posición de las agujas en aquellos relojes que se nos muestran de manera frontal a nuestra mirada. Las objeciones comienzan a aparecer cuando vemos que el reloj número 4, de Thomas Sabo, ya que tiene el nombre en el lateral derecho. Por otro lado, podríamos preguntarnos: ¿Y por qué no podrían ser las “9 y cuarto”, con las agujas en horizontal? o también ¿no valdría las “2 menos 10”, dado que forman el mismo ángulo? ¿Y si los relojes los viéramos con cierta angulación?

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Como podemos observar, el cambio de la posición frontal con respecto al espectador no afecta a la hora que se ha usado como paradigma de la mejor forma de presentación publicitaria de los relojes. Llama la atención que en el anuncio 5, correspondiente a la marca Gucci, el nombre en este caso se encuentra en la parte inferior de la esfera, por lo que podría pensarse que, siguiendo la lógica del mejor enmarque, debería marcar las “8 y 20 minutos”, con un ángulo de las agujas hacia abajo; sin embargo, este ángulo, como veremos, no es grato visualmente. Resulta curioso que incluso en escorzos tan pronunciados para la vista del espectador, como es el caso del anuncio 8 correspondiente a la marca Bulgari, se siga utilizando esta hora. El colmo es el anuncio 10, de la marca Joy, en la que todos los relojes, masculinos y femeninos presentados, marcan las “10 y 10”. ¿No sería más atrayente que aparecieran otras horas? Lo cierto es que si se mostraran de este modo, tendríamos la sensación de que los relojes estarían parados, puesto que para marcar horas distintas no sería razonable posiciones diferenciadas entre unos y otros. En ocasiones se presentan en los anuncios como si estuvieran portados por personajes masculinos o femeninos, de los que únicamente se pueden ver las muñecas.

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En los anteriores anuncios, hemos mostrado desde la elegancia clásica de Pulsar y Emporio Armani, pasando por otros más cercanos a la cotidianeidad, como son los de Mandarina Duck o el de D&G, hasta la propuesta de tipo erótico de Calvin Klein (CK). Lo más sorprendente es que en el anuncio 16 la hora se ve invertida con respecto a la mirada del espectador, y, sin embargo, el reloj sigue marcando inexorablemente las “10 y 10”. ¿No sería mejor que marcara las “8 y 20”, de modo que el ángulo que forman las agujas se viera hacia arriba? La respuesta la encontramos en la Gestalt o Psicología de 60


la Forma, que nos dice que independientemente de la posición en la que nosotros veamos la presentación, pervive en la memoria la “mejor de las formas” que se han afianzado en nuestro subconsciente. Es frecuente, por otro lado, el que la publicidad acuda a personajes famosos para anunciar sus productos. Esto ya no es ninguna novedad, puesto que tanto deportistas de élite, como personajes de la gran pantalla aparecen al lado de la marca para reforzar simbólicamente el valor del producto anunciado.

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Sería larga la lista de los nombres famosos que asoman en los anuncios publicitarios para promocionar marcas de relojes. Sólo por curiosidad, he traído estos ocho anuncios; pero la lista sería muy grande. Aquí vemos a Brad Pitt, Leonardo DiCaprio, Roger Federer, Sharon Stone, María Sharapova, Jorge Lorenzo y Fernando Alonso. Es una pequeña muestra, pues ya sabemos que cualquier famoso puede anunciar distintos productos, siempre que no entren en la misma marca ni el mismo personaje en nombres de la competencia (por ejemplo: Rafa Nadal no podría anunciar Rolex, puesto que ya lo hace Roger Federer). ¿Y qué horas marcan los relojes de los personajes famosos? Pues inexorablemente las “10 y 10”. En esto parecen estar todos de acuerdo. Algunas razones de peso A la publicidad comercial no se le escapa ningún detalle que pueda favorecer la promoción del producto anunciado y busca todos los recursos que empujen, en última instancia, al ciudadano a la adquisición de ese producto que la marca comercializa. El contenido de este artículo –las 10 y 10 horas- no es un juego o adivinanza que se les haya ocurrido a los publicistas como divertimento con el que entretener al público. No. Las razones se apoyan en que gran parte de lo que vemos, especialmente en el campo de la publicidad, no se contempla de una manera racional y pasa al inconsciente del observador, para resulta que esa información visual actúa en los mecanismos y pulsiones ocultas que subyace en la mente de toda persona.

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Como he indicado, la Gestalt o Psicología de la Forma abordó los estudios de aquellas configuraciones que eran las más gratas para los individuos.Y en base a estos estudios vamos a ver las razones por las que el ángulo que forman las agujas cuando están en las “10 y 10” son las idóneas para el anuncio de relojes convencionales (no digitales). La primera razón, y la más fuerte de todas, es que tradicionalmente el nombre de la marca se encontraba en la parte superior de la esfera del reloj, por lo que ayudaba a que fuera más visible. Se optaba por la forma simétrica ya que resulta más placentera a la vista que la asimétrica. Por ejemplo, la que comentamos y ya estandarizada es más agradable a la vista que las “10 y cuarto”, que presenta asimetría. Pero aquí no acaban los motivos de esta opción hacia esa hora. Existen connotaciones visuales que nos han marcado desde la infancia y que permanecen como estructuras profundas en nuestro inconsciente. Esto pude explicárselo a los alumnos de Psicopedagogía que habían estudiado en cursos anteriores la evolución del arte infantil y comprendieron bien lo que les decía a partir de comparaciones que les realizaba entre anuncios y dibujos de los niños. Así, podemos ver que hay una semejanza entre la forma de las agujas en esta posición y una sonrisa, puesto que el círculo de la esfera del reloj recuerda a un rostro y las agujas a los labios de la boca, como puede comprobarse por las semejanzas que se dan entre el anuncio de TagHeuer y el dibujo del sol de una niña de 7 años.

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Otras de las evocaciones agradables es a la forma de los pájaros volando que se dibuja desde pequeños y que es una invención propia de los niños, pues es un fragmento de los cicloides que ellos mismos trazan. Esto podemos entenderlo comparando entre el anuncio de una marca de cervezas en el que aparece un reloj con un par de mariposas volando y el dibujo de un niño de 5 años, en el que ha trazado un cielo lleno de pájaros en forma de “V”.

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También hay una connotación inconsciente ligada al ámbito emocional: aquella que la asocia con los brazos en alto y a punto de saludar o abrazar, con ciertas similitudes a los ángulos que se forman la parte inferior de los corazones. Para que comprobemos esta afirmación, traigo un anuncio de relojes Swatch y el dibujo de un niño de 4 años. La forma de las pequeñas figuras con los brazos que se asemejan al ángulo de las “10 y 10” es bastante clara.

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Otra connotación visual, aunque en este caso pertenezca al mundo de los adultos, es aquella que asocia el ángulo de las agujas con la “V” de la victoria que se hace con los dedos índice y corazón cuando se logra un triunfo. Si miramos al anuncio 24, con Fernando Alonso como protagonista, observaremos que el logotipo de la marca Viceroy es precisamente una “V”, que coincide con la letra por la que comienza en nombre, pero que hay relación con la que se forma con los dedos para remarcar el triunfo en una competición. Podríamos seguir hablando de más connotaciones, aunque no fueran de tipo visual. Así podríamos preguntarnos por qué se ha adoptado la posición de las agujas marcando las “10 y 10” y no las “2 menos 10”, cuando poseen el mismo ángulo. La razón hay que buscarla en que, en el primer caso, alude a un avance, a “más”; en el segundo, a algo que todavía no se ha alcanzado, a “menos”. También, teniendo en cuenta que en nuestra cultura habitualmente puntuamos de 0 a 10, siendo la segunda la calificación más alta en los exámenes y las pruebas, la idea de “10 y 10” connota una duplicidad de la máxima puntuación. De ahí que sea tan frecuente que en los anuncios de relojes aparezcan deportistas, triunfadores en sus disciplinas, como simbolización de ese triunfo o máxima puntuación repetida. No quisiera aburrir a los lectores de este pequeño trabajo y que parezca una verdadera obsesión la búsqueda de similitudes o connotaciones. Por ello cierro con otras dos

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evocaciones visuales, como las de la hora y el escote femenino, en el anuncio de Longines, o con las velas al viento en el de Corum…

¿Siempre las 10 y10? Un dicho popular asevera que “toda regla tiene su excepción”. Así, en el archivo publicitario que poseo hay cientos de anuncios que cumplen esta “regla” que he comentado en estas líneas, aunque también tengo algunas excepciones. Para entenderlo, hay que saber que dentro de las líneas que marcan las estrategias publicitarias también se encuentran las de “llamar la atención”, “provocar”, “romper las normas”, “ser originales”, etc. Esto es origen de algunos anuncios que desean romper con la ya estandarizada del “10 y 10”. Como muestra de esta “rebeldía” a la regla no escrita que preside la gran mayoría de los anuncios de relojes, traigo este anuncio de la marca Rolex que marca las “2 menos 10”, en un intento de llamar la atención a partir de salirse de la norma.

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POESÍA

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JULIA GALLO SANZ

SIN ÉLITROS PRESTADOS Despiertan al azar las inquietudes. Tropiezan. Irrumpen cuando el alba somete a veredicto los rincones que el forro trata de soslayar. Cobija el hombre tanto desajuste de estrellas en el cobalto propio del cielo que lo arropa, que ve la noche azul de mineral teñida. ¿Cómo pasar la prueba sobre el cuero del mundo -concedido de paso, a modo de alquilercon la clarividencia de sabernos pupilos? Un día y otro y otro…, durante el tiempo mismo que vivir nos otorga como préstamo-trampa, en la anchura del plazo que se estrecha, ¡seré!

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Seré yo. Seré idea. Seré tierra acampada, perspectiva que al ojo trata de seducir. Y será frontispicio la entidad de mi todo. No crecerá el herbaje mientras no eliminemos la grama que lo ahoga. Las flores y las cruces, el rocío en la hierba, son frutos del camino. Habitan tantas dudas en los cauces del tiempo que sería cruzada, propia de valerosos, luchar con los muñones que la experiencia deja. Conjuga laberinto Minotauro y carreras en ambiguos tamales, sinuosos y ciegos, porque todos llevamos el pecho corneado. Herimos y nos hieren. Vivimos con heridas, exhaustos por afanes de poder y avaricia; y en estos mil pecados, llevamos penitencia. Soliloquios de tumba conocen nuestros huesos; de la cruz a la fecha, sendos nos igualamos: colonos de la vida, penitentes en suma. Portea el peso propio el hombre a las espaldas camino de su Gólgota… ¿Para qué tanto absurdo, tanta ignorancia, tanta, de vivir con torpeza? Y cuando llegue el día en que nos examinen de amor al semejante, conseguir buenas notas en la prueba final, constituirá el indulto. ¡Ah!, si la noche arbitra solapar certidumbre, no seré quien coarte su piadosa engañifa 70


para que al sol rebrote la esperanza sin riendas. Tan sólo la bondad, que como ajuar del hombre contiene en sus esencias la belleza del cosmos, puede eclipsar la pena y embridar arco iris Se mirará ese día al espejo del túnel buscándose la imagen en la eterna morada, y se verá volando sin élitros prestados. (Del libro RETROVISOR CON LLUVIA 1º Premio “Manuel Molina” Ateneo Científico, Literario y Artístico de Alicante – 2010)

Foto de Mª Mercedes Álvarez (Flickr)

DUEÑOS DE LA CALLE La Calle brinda su innata condición de anfitriona. Acoge, sin mirar, aspecto y alharaca, despliega vericuetos, confluencias,

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ofrenda sus facha-das y guarece. La Calle es libertad, admite todo rol, toda cuartilla, las hojas del otoño, excrementos de chucho, papel de caramelo, cigarrillos. Todo cabe en la Calle: la verbena, la feria, el atentado, el arte para el pueblo, los artistas, los puestos de castañas en invierno, el yonky sin estrellas ni futuro, la meretriz con nómina en la esquina, el chapero, el alcalde, la beata, los nenes, sus canguros, los lisiados, currantes sin su curro, los libreros. La Calle es curativa, despeja y distrae soledades: Me salgo a la calle a respirar un poco, que se me cae la casa, la memoria, los muertos, las ausencias… Siempre es fiesta en la Calle en primavera, en verano, rebrote de epidermis; mas, su peor basura es el despido que tira sus escombros ¡a la p…calle! Todo cuestión de crisis…, o de clima. No la ensuciemos.

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CARMEN RUBIO

RECADO PARA UN POETA A Leopoldo de Luís Se recogió la tarde como un cuerpo que duerme. Tu voz lenta llegaba ordenando la urdimbre al pensamiento. De tu palabra supe que todo nuestro mundo se reduce a una isla, que se nos pierde el nombre, que hay momentos para olvidar -de forma intencionadaen el andén, el fardo más pesado. Tu voz era la arena donde el mar siempre vuelve, ese tren que se marcha sin dejarnos del todo.

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Si fuera tu palabra... No podía meter la luz en un dedal ni calcular el aire de tu vuelo, mas tu voz iba dejando un rastro para encontrar la fuente, ese color acorde en el paisaje, quizás el breve espacio que en nuestro tiempo somos.

PATIO ANDALUZ (Óleo) Un patio de baldosas. En las tapias, la espuma de un limonero en flor. Una descolorida mecedora que, sin vaivén, acuna a un anciano dormido. -una raya de sol que se inmiscuye, a través del ramaje, la señalaEn el portón, un lienzo a guisa de cortina. Paz y sombra. Geranios. Por la ventana -casi- asoma el rostro de una mujer que corre los visillos. Todo lo que fluía calla ahora. Arriba, cielo o lumbre, bate graciosamente su azul monotonía. Tic-tac. La tijereta rural de la chicharra va mordiendo el mantón amarillo de la siesta.

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LUIS ARRILLAGA

EL TIEMPO DERROTADO Nace el sol en el pecho desgarrado como bandera de los sueĂąos nacen los lirios de la sangre en este manantial de luz y duermevela los ojos se acostumbran al suplicio y en las praderas de la noche una cruz se levanta para saciar la lluvia que descansa en la carne hay una claridad insomne en el futuro los siglos se acumulan en un bolsillo roto mientras la luna culebrea por los caminos viejos porque el tiempo traiciona los instantes de dicha y abandono el tiempo derrotado en el confĂ­n del labio cuando el frĂ­o sucumbe y los besos silencian este dolor que yace en mi cintura.

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ISABEL MIGUEL

Se hizo la noche abrigo en mi perchero siendo la misma esencia de lo oscuro, navega entre sus sombras el futuro sin avistar ningĂşn puerto certero. Soledades y nieblas en mi armario como espectros colgando insatisfechas viven, siendo fantasmas de otras fechas caducas ya en un viejo calendario. He pintado paredes con la vida y, a falta de jardĂ­n, pongo en macetas brotes nuevos de savia contenida. Y hacia el sol y hacia el viento abro mi casa y, en lid contra el pasado y sus caretas, cedo paso a la luz... y el tiempo pasa.

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ANA MARIA CASTILLO MORENO

LA TARDE Y TÚ, CONMIGO Tremolina de luz, besos y viento para el mar de tu rostro oscurecido, para ese mar lejano donde aguardas un sol definitivo. Te pienso en la atalaya de la encina, vislumbrando en la tarde mi destino. Me sé pájaro indómito, insaciable. A tu amor me dirijo. La tarde está sangrando. Se detiene un instante ante mí. Yo la acaricio. En un gemido manso se me duerme. A tu sueño la envío. Será cendal amante entre tus manos, un vuelo blanco, un lírico suspiro, eterno amanecer para tus ojos. ¡La tarde y tú, conmigo! (del poemario "El Despertar de las Adelfas")

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JUAN MANUEL PÉREZ ÁLVAREZ

XXII Árbol de la trascendencia que, junto a la blanca tapia de la luz, del fondo surges e invisible te levantas por encima del tejado de la solitaria casa del mundo, por fuera oscura, y por dentro iluminada. Mensajero de oro puro, música de las montañas, limpio perro de silencio, lago de agua enamorada. Yo, a la sombra tuya canto, patria dulce, fiel morada. Son tu tronco el sentimiento y tus ramas la palabra. Surtidor de confidencias,

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sobrenatural cascada, vida y ley del universo y sus sensibles pantallas. Arlequín de los colores y texto de mental carta, eres la Sabiduría , eres alegría y alba. Infinitas son tus hojas, cada una una esperanza, enunciados de un mensaje que es el tiempo y nunca cambia. Son tu tronco el sentimiento y tus ramas la palabra. Son tus labios en el viento - cada hoja de tus ramascuchillos de fría nieve que sus silbidos desatan, y son tus raíces profundas capitales deseadas, que a través de tierra oscura nos conducen a tu patria. Debajo de tu corteza, la savia del sentir pasa, hacia tus frutos verbales que en el paladar del alma se deshacen en delicias y en alimento nos sacian,

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cual sue単os que verdaderos en nuestro cuerpo se encarnan, Son tu tronco el sentimiento y tus ramas la palabra.

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OSWALDO ROSES

Poema que no escribe nada Como recuerdo quiero la brevedad de una pequeña palabra entre la fría soledad de los tiempos: poco más que eso es la fuerza del corazón. Como recuerdo tan sólo quiero una lágrima hablada por una caricia hacia la noche, color de sangre, color de sobreexistencia nimia. Como una hoja de luz caída, caída 81


más y más para un corazón que se ha abierto aun, aun más antes que el mundo. Como una gota de silencio íntimo – ¡oh!, como un ave extraña – que, de improviso, aparece con su pan de cuerpo indetenible, de maravilla tácita o espiritual, de libertad imaginada.

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ROLANDO REVAGLIATI

A León Felipe El sueño y la locura son un lagarto, León el que nace en Zamora y sigue creciendo en [Salamanca el poeta maldito, el emperador león de los [lagartos el viento el viento el viento es la canción lo que se ha roto Manos de los arzobispos raposas y payasos que tienen la palabra vehementes exiliados doña Muerte y don Amor, en fin grandes buzos y enormes pescadores el grandísimo generalísimo se queda con todo amaso tu decir, el salmo es tuyo 83


una obra nombrando, ĂŠstas son mis llaves existo luego de llorar, aullar y blasfemar El borracho cuando se desploma (y el mestizo) tambiĂŠn es un lagarto.

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FRANÇOISE ROY

El lucífugo animal nocturno ! El lucífugo animal nocturno (pelagia noctiluca) que en medio de ti late con pertinaz golpeteo de pulsaciones, perdido en el universo de luz que lastima sus ojos y descolora su pelambre, desdibuja la campana que le repica en la palma. Ese lucífugo animal nocturno inaugura el piélago de azogue donde tus objetos celestiales no visibles giran. ! Alto brilla el sol, pelagia diurluca. Refulge ennegrecido en el jardín que posee tu alma más reciente, el jardín donde yo solía darme baños de luna y en la húmeda arcilla del cual me fuiste a enterrar. Ahora, me persigno en los visiteos espectrales de las medusas: broto de nuevo, despierto del suelo antes yermo, primaveral, excesiva, abandonada a la rauda luminiscencia del imborrable sitio. No adolezco de tu ausencia. Nupcias post-mortem de donde he de regresar carente de tu mirada de espejo, revestida del manto capitular, embajadora de la calma, del sextante, de la destreza, de los remotos dones que se descarrían en camino.

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DIEGO FERNÁNDEZ GONZÁLEZ

ESCALOFRÍOS Llegaban camionetas envueltas en el ruido, rugiendo por la densa tristeza de los campos. Llegaban hombres fatigados, prófugos del horror vivido; hombres sin honores, sin nombre ni apellidos, sin medallas; oscuros como escombro amontonado camino de otro infierno inmerecido. Llegaban sin ropa ni zapatos, sin un caballo de cartón para aquel niño que se escondía tras sus cerrados ojos. Llegaban con el corazón ennegrecido. No existía abono suficiente para ennoblecer la tierra mancillada; no existían regalos canjeables por miembros amputados, no existía dulce vino, ni cerveza amarga para celebrar victorias ni derrotas...

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Llegaban por el hueco de las sombras dejando escalofríos entre las piedras. (Del poemario “ La embriaguez de los salmos”)

DAÑOS COLATERALES Cada día, los niños juegan a la guerra sobre las cenizas aún calientes de sus casas. En la muda de sus dientes brotan espadas afiladas en la oquedad de sus colmillos y sus sonrisas diminutas no llegarán a ser de nieve.

Cada día, caudillos militares pasean orgullosos sus heridas por los huecos de las anchas avenidas. Enhebran la aguja del orgullo en el aire viciado de sus cuerpos y sacan pecho, arremangando sus camisas para exhibir sus tatuajes. Cada día, anónimos soldados mutilados parten de la estación central, desde donde se fletan trenes atestados de dolor. 88


Van desvistiendo a sus esposas mientras fuman pólvora y tabaco y los reclutas se emborrachan con el agua oxigenada del recuerdo del cabello de sus novias. Cada día, los carniceros de ángeles separan los cuerpos de las plumas de las alas en los mercados oscuros y vacíos. Los gatos persiguen a las moscas y las ratas andan ocupadas en roer las ensangrentadas camisas arrojadas a las alcantarillas. Y, de vez en cuando, un fuerte remolino rompe el sosiego y arrastra por el aire los corderos del rebaño hasta los altares de mármol donde esperan, con las cuencas de sus ojos vacías, las calaveras de los dioses olvidados. Sobre los duros peñascos, donde jugaban los niños, van creciendo algunas cruces, para hacer más duradera la memoria de aquellos muertos que llaman “daños colaterales”.

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FERNANDO FIESTAS

“Yo me entrego a mi muerte, con puñados de infancia.” Alejandra PIZARNIK

“EPITAFIO” Como llama de un silencio que no apagará ninguna hoguera quedará para la memoria y para la eternidad la luz de las puertas sin nombre; quedará nuestro exilio y cuanto hicimos juntos como este letargo del que nunca despertaremos. Quedará para las ventanas y para la voz del piano el visillo de la promesa no cumplida, elevada sobre los corazones,

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con un suspiro de piedra que nunca se agota. TambiĂŠn tu perfume, tus huellas dactilares, la pecera y el misterio, el olor a casa dormida, todo quedarĂĄ resumido en baldosas y fechas.

Dibujo de Fernando Fiestas

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ÍÑIGO LAQUERRÁ

Helado oscuro “La felicidad está en la sala de espera de la felicidad”. (Eduard Punset)

En el umbral el membrete. ¡Vete! La cucaracha vestida de regalo: ramillete de complejos o espejos hechos añicos. Abanicos. Presa de pánico y arrabal, el camino del mal bien entendido.

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Porque no es feliz quien puede ni quien quiere sino quien es pera.

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MARCOS CALLAU VICENTE

A un barco varado en ciudad sin mar (Dedicado a Segovia) Alejado de la pĂŠtrea huella romana por calles empedradas donde resuena la historia 94


los inciertos pasos de mi vida me llevaron a escuchar el imposible concierto callejero de un piano viejo y solitario estancado en la Plaza Mayor Ante la dama de las catedrales su estirado y gótico rumor dibujó mi camino para adentrarme en un paisaje que, desde entonces jamás olvidaré Caminé por el portón de San Andrés hasta el jardín de los poetas y una vez allí intenté descifrar si todo aquello era real o sólo una parte de un poema forjado en lejano lugar o en pupila enamorada Finalmente me detuve a escuchar las voces de los más sabios y ocupé mi lugar El atardecer llegó insolente derramado por la cuesta de San Juan De la cruz la sombra el río descansó y por respeto calló ante la majestuosa estampa del Alcázar Aquí, desde el barrio de San Marcos mientras el ocaso descarna la ciudad un barco nacido de un sueño antiguo persiste varado entre dos ríos, en un paisaje sin mar que cada noche resucita bajo una luna lejana y una fábula medieval.

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PABLO VOLUMEN

CUIDADO Me quedé en la barra esperando a que ellas bajaran, habían ido un momento al servicio. Una de ellas era la nieta de mi jefa, y son dos cosas por separado, o te quedas sin chica esa noche o pierdes tu puesto de trabajo. Prefería ser un perdedor, de lo que fuera, de algo. Tenía que tener cuidado, pero el vestido blanco que ella llevaba no lo tenía, no tenían cuidado sus pendientes ni sus labios pintados, sus ojos no tenían cuidado, 96


su pelo rubio no tenía cuidado, sus curvas no lo tenían, ni sus caderas ni sus piernas, tampoco sus tacones altos. Yo iba a tomar mis precauciones, pero a mí el cuidado me traía sin cuidado, yo respetaba a las abuelas, pero era un descuidado con las nietas. Ella no tuvo cuidado con sus labios, por eso, los míos tampoco lo tuvieron.

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NARRATIVA

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ALEJANDRO MORENO ROMERO

AQUELLA NOCHE Aquella noche podíamos haberlo pasado divinamente si no llega a ser por el Chato Ortega, que siempre la anda liando. Mira que le dijimos: “Anda, Chato, estate tranquilo y no la líes, que todavía es temprano y para qué queremos problemas”. Pero como el Chato Ortega, cuando se mama no rige, hasta que no se meó en la puerta de la comisaría, no paró. Al principio creímos que con salir corriendo lo íbamos a remediar, como otras veces, pero aquella noche tuvimos la mala suerte de que venía de frente una lechera de la pasma y nos cortaron el paso. Cada uno tiró para un lado pero ellos eran cuatro y, como se saben el barrio de memoria, los jodíos, nos fueron encarrilando como ganado hasta que nos dieron el alto contra las rejas del parque, que no se pueden saltar. Total, que al Chato Ortega se lo llevaron entre dos, el cabo Briones y el agente Galindo, que lo habían visto mear donde no debía. El Chato iba muy manso y hacía bien porque con Galindo, que es como una nevera, no valen coñas. De Galindo no se sabe que le haya tocado la cara a nadie, y menos a pringaos como nosotros, que mira que es raro, pero es que si te agarra por el cogote y te zamarrea, te cruje hasta el DNI y desde luego, se te quitan las ganas de cachondeo para un mes. El inspector Larrea dijo: “De estos dos me encargo yo”. Mandó al agente Ramírez a por el coche y se nos quedó mirando al Zacarías y a mí como si nos fuese a tirar a la papelera.

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-

Y vosotros dos, ¿qué? ¿También os gusta mear en la pared? Porque os aseguro que os vais a mear los tres. ¡Hombre, joder, ni que fuerais críos! ¡Que ya tenéis una edad, digo yo!

Al Zacarías, que ya debe de andar flojo de muelles, se conoce que con el sobresalto, se le escapó un pedo, un pedo largo y quejumbroso, como la sirena de un petrolero. Y yo, cuando lo vi al Zacarías, tan mierdecilla y tirándose aquel cacho de pedo, la verdad, que no lo pude remediar y me entró la risa tonta. El inspector Larrea no tiene mucha mala leche de por sí, por eso creo yo que se quedó un momento como pasmao, aguantándose la risa. Pero es que hay detalles que cabrean mogollón, así que le tiró un revés al Zacarías, poca cosa, pero el Zacarías se encogió y la leche se la llevó la reja del parque. Como el inspector Larrea es zurdo, además de la mano, se machacó el reloj contra los barrotes, que para mí que fue lo peor. Lo cual que aprovechando que andaba doblado y con la mano en el sobaco, echamos a correr, pero, claro, en tres segundos lo teníamos detrás. Las cosas que no pasan en un año, hay que joderse, pasan en un minuto. Al volver la esquina del parque, que está bastante oscura, vimos que el inspector Larrea patinaba sobre un pie y desaparecía detrás de un banco. En un pis pas se levantó y entonces nos quedamos cagados perdidos porque parecía que le sangraba la cara. “Verás tú si, encima, nos van a echar la culpa a nosotros”, pensamos, a la vez, el Zacarías y yo. Apretamos a correr pero, de repente, nos encontramos con una cosa enorme que se nos echaba encima. “¡La pringamos, el Galindo!” dijo Zacarías, pero no había terminado de decirlo cuando nos estrellamos contra las gigantescas tetas de Sara La Verdugona, que seguro que iba camino del parque en busca de negocio. Al inspector Larrea le faltó un pelo para acabar en el mismo sitio que nosotros; menos mal que frenó en seco. Sara La Verdugona, con sus dos metros y sus noventa kilos cumplidos, casi no echó cuentas ni del Zacarías ni de mí, pero se conoce que le pareció que Larrea iba en mal plan y como, entre la oscuridad y la cara manchada, no lo debió de conocer, le arreó con el bolso. Sara es de las que llevan en el bolso la maquinilla de cobrar con tarjeta, de manera que el inspector Larrea se tambaleó y si La Verdugona no lo agarra, se desnuca. El Zacarías y yo nos escabullimos pero, al cabo de cien metros o así, nos entró el

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regomello de saber en qué habría acabado todo. Nos daba mucho reparo pero también mucho morbo, así que nos metimos por una puerta del parque, que aún estaba abierta, y escondiéndonos en el seto que hay detrás de la verja, llegamos hasta donde se escuchaban las voces de Larrea y Sara La Verdugona:

-¡Deja que los agarre, deja tú que yo los agarre, que se van a enterar! ¡Y tú, leche, que por poco me matas, que parece que estás tonta! -¡Pero, hombre, Luisín, cómo iba yo a imaginar que eras tú! ¡Anda que te has puesto bueno! ¡Tanto depósito para las cacas de los perros y mira tú para lo que sirven! ¡Tú no te preocupes, que la toalla es lo de menos. Ahora mismo te doy con un poco de colonia y tan ricamente!” - ¡Colonia tuya, no, joder, colonia tuya no, que es lo único que me faltaba! El Zacarías y yo salimos de naja, antes de que nos fuera a entrar la risa. Ahora que lo pienso, aquella noche, bien mirado, lo pasamos pipa. Claro que la verdad es que los jubilatas, ya, a nuestra edad, nos divertimos con cualquier chorrada.

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CARMEN GRACIA

AGENDA INTERRUMPIDA ¡De cuántas cosas podría hablar el ciprés del claustro si tuviera el don de la palabra! Valentín apoyó la mano sobre su tronco y elevó la mirada hasta el final del mismo. El cielo estaba espléndido y su cabeza, aunque menos azarada, la tenía puesta en el hogar perdido. Dio unas palmaditas al árbol y se dirigió hacia la capilla del monasterio.

Reinaba la armonía. Sólo las notas del canto gregoriano resonaban en el sagrado recinto de Silos invitando al recogimiento y a la reflexión. Él las escuchaba con devoción desde el banco de atrás en el que estaba sentado. Había pasado una semana inolvidable junto a su amigo Manolo, monje de esta comunidad, gozando de la paz que emanaban de los muros y habitantes. Llegó hasta allí de manos del destino. Una llamada telefónica desencadenó el ansia de querer estar en soledad. Una vez más, las palabras dichas en un momento de ofuscación martilleaban sus sienes.  ¡No, María, no puede ser! , gritaba desaforadamente a su esposa que le escuchaba tensa sentada en el sillón.  No comprendo que Dios nos haya jugado esta mala pasada.

 Desde luego, espetó, la culpa no es mía porque en mi familia no hemos tenido 102


ninguna persona con taras, y ya ves, nuestro hijo es “mongólico”, y para más “INRI”, es el único varón. La culpa y castigo tienen que ser tuya y de los de tu parte .

Comenzó el juicio que parecían no tener fin. El Juez, al ver que no había acuerdo en entre las partes, firmó la sentencia de separación del matrimonio. Los actos judiciales los había emprendido Valentín García de la Parra. Libre y señor de sus actos, el resentido galán emprendió una loca carrera a la caza de mujeres, queriendo vengarse de la vida misma. Se sentía defraudado, engañado y manipulado, eso sí, él era muy hombre y le parecía que en el mundo no había nacido varón que le superara en nada.

Llegó el tercer verano de su separación y pensó que sería bueno descansar en el pueblo y más barato porque, con la vida de “calavera” que llevaba, los dineros desaparecían como por encanto y se marchó a pasar unos días a la casa heredada de sus padres. El varón herido empezó a destapar los muebles cubiertos por sábanas blancas para impedir que el polvo los deteriorara, se sirvió una copa y recorrió la casa con los sueños a flor de piel. Hizo un alto cerca de la chimenea. Allí estaban sus libros de escolar, junto con otros muchos que sus padres y madrina le habían regalado, pero le sorprendió uno que hasta entonces no había visto; no tenía título alguno en el lomo y lo cogió con curiosidad. Se sentó y empezó a leer el que resultó ser el diario de su padre; se detuvo en la página 33: “Hoy se nos ha ido Ramón con Dios, él no se ha dado cuenta de lo que le sucedía porque su intelecto no le daba para más, era un niño de esos que las gentes llaman “mongólico”. Gracias Señor porque nos has dejado a su hermano Valentín. Descanse en paz”. No salía de su estupor el señor García de la Parra. Nunca nadie le había dicho que su hermano tuviera ese síndrome. Sólo que había muerto. En un momento de serenidad se le hizo la luz y pensó cómo se había dejado llevar por la ofuscación de tal manera; podría haber sido él el “tonto” y el muerto. ¡Qué poco había valorado la vida! Ahora todo estaba claro para él. La existencia se le tornó negra y se le rompió en mil pedazos. Su cabeza era como un molino de viento sin saber dónde

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detenerse. María no le perdonaría jamás los malos tratos que le había inferido y veía difícil dar marcha atrás. El día en Silos seguía su ritmo. Los monjes hacían sus oraciones. Sólo él continuaba sumido dentro de sí mismo, aunque más sereno y con las ideas más claras. El chirrido de un gozne mal engrasado, irrumpió en el recinto, apagando por un instante, el espléndido Libera me, Domine.

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FEDERICO FAYERMAN

BUKOWSKI CLUB

Alterio caminó a grandes pasos por la calle de la Ballesta bajo la pluma del escritor, hasta detenerse frente al número 5. Subió las ruidosas escaleras de madera hasta el cuarto piso. Punto y aparte. Derio Frey, arrastró la silla y se sirvió un güisqui del viejo mueble bar. El timbre de la puerta sonó taciturno sobre el papel, y Alterio, acompañado de una rubia de ojos claros y curvas cerradas entró en el salón. Él, pelo largo, cara ancha y gesto disgustado. Una pequeña mesa llena de cuartillas y una papelera repleta de hojas arrugadas componían junto al mueble-bar el paisaje casero. En la habitación de al lado, a través del hueco de la puerta, se distinguía una cama arrimada a la pared bajo la ventana y una estantería, amontonada de libros. ooo O ooo Alterio solía frecuentar el Bukowski Club, desde las nueve de la tarde que abrían hasta que le invitaban a salir para echar el cierre y mostrar a los trasnochadores los artísticos

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grafitis que lo adornaban. Aquella noche de domingo había tenido que subir nuevamente al pequeño estrado, leer otro relato de Derio y soportar los aplausos merecidos pero no dedicados a él. Bien es cierto que Alterio, aprovechaba la voluntaria ausencia de Derio para cambiar algunos párrafos y a veces equivocarse a propósito y mirar de reojo al atento auditorio buscando una señal de rechazo al texto. Pero no solía tener éxito, como mucho, los presentes aprovechaban esos lapsus para llevarse el vaso a los labios o para pedir otro cóctel con una seña sutil al camarero. Al fondo del Bukowski, bajo una fotografía del escritor norteamericano, Ana levantó la botella de cerveza ofreciendo un brindis a Alterio. -Excelente tu lectura del relato, -dijo Ana sarcástica, mientras desenredaba su pelo con los dedos. -Gracias por nada,-susurró Alterio tomando asiento a su lado con cara de pocos amigos. Chocaron las cervezas. El estrado volvió a ocuparse y ambos callaron mirándose a los ojos. Ana encendió un cigarro y compartieron el humo, silenciosos. Ooo O ooo ¿Queréis beber algo? –peguntó Derio, mientras se servía otro güisqui. Desde la cocina llegaba el repiqueteo de una tapa de cacerola mal cerrada, que dejaba escapar olor a guiso tradicional. -Queremos hablar contigo, -contestó Alterio, rechazando la invitación y sentándose a horcajadas en una silla frente al escritor. Queremos que nos liberes, que nos dejes vivir nuestra propia vida. Queremos desarrollarnos sin tu tutela. . -Sabéis que eso es imposible, dijo Derio apagando dentro del vaso el cigarrillo que se le había consumido entre los dedos. -Yo os he creado y os iréis solo cuando yo lo desee. Entonces Ana extrajo una pequeña pistola de su bolso y apuntó a Derio. -No seas absurda Ana, dijo el escritor. Aunque le temblaba la mano, Ana disparó. Ooo O ooo

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Esa noche, Alterio salió del Bukowski un poco antes de las dos de la madrugada y esperó a Ana en la calle. Cinco minutos después volvió a entrar y la buscó inútilmente entre el humo, en la sala, en la cocina y en el aseo. Intentó preguntar por ella, pero los clientes, concentrados en el orador, le ignoraron. Se sintió invisible, como si ya no existiera. Como si nunca hubieran existido ninguno de los dos. ooOooo Una hora antes, bajo la fotografía del novelista, al fondo del Bukowski, y envuelta en volutas de humo, una morena de uñas escarlata le miró fijamente mientras se aproximaba. Derio frenó su silla de ruedas y alguien le acercó el micrófono. Sacó unas cuartillas manchadas de sangre del bolsillo interior de la chaqueta y leyó su relato. Los aplausos ahogaron el ruido que provocó su cuerpo al desplomarse sin vida.

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MARÍA DEL MAR GARRE GARCÍA

RAYOS DE SOL Segundo premio del Certamen Literario del IES Celia Viñas. Almería "Para May, mi gran amiga y poeta" Cuando me llamaron por teléfono y me avisaron de que mi hija Elena estaba en el hospital, mi mundo se vino abajo. Ella era lo único que tenía. Mi vida no ha sido fácil: con dieciocho años me fui a estudiar lejos de casa con mi novio, Luís. Mis padres me rechazaron. Me licencié en periodismo. Nos casamos y comenzamos la vida en común, poco tiempo después nació nuestra hija. Sin embargo, la felicidad fue demasiado fugaz. Cuando la niña tenía pocos meses, mi marido murió en un trágico accidente de tráfico que me dejó rota por dentro. A partir de ese momento, me dediqué por entero a sacarla adelante. No fue tarea fácil, estaba en una ciudad desconocida, sin el apoyo de nadie. Apenas tenía amigos y mis padres seguían sin hablarme. Conseguí un buen trabajo en un periódico, y hasta aquella tarde de abril, las cosas no nos fueron demasiado mal. Elena era una niña feliz, despierta y alegre, como su padre. La miraba a ella y creía estar viéndole reflejado en su rostro lleno de pecas. Mi hija era y siempre será la razón de mi existencia. Por ello, aquella llamada del hospital me partió en dos. Recuerdo que caí de bruces sobre la alfombra, haciendo añicos la fotografía enmarcada que Luís, la niña y yo nos hicimos en el parque. 108


Rápidamente, me dirigí a la clínica en taxi y comencé a buscarla desesperadamente. Irrumpí en la sala de espera como un ciclón, y abracé con fuerza a mi amiga Sofía en cuanto la encontré. Ella se había encargado de llevar a la niña al hospital, pues se encontraba en su casa aquella tarde, mientras yo redactaba un importante artículo para el periódico. Presa del dolor y la angustia quise hablar con el médico. De repente, apareció. Era un hombre de treinta y pocos años, alto y atractivo. Pese a lo abrumada que me sentía, algo en sus facciones me hizo recordar, pero ahora no tenía tiempo de pararme a pensar, una sólo cosa me tenía absorbida: Mi hija. El doctor me condujo dentro de la habitación. Rápidamente, abracé a Elena, que estaba dormida. Según las pruebas que le habían practicado,—comenzó diciendo, mi hija padecía una enfermedad del riñón y necesitaba un trasplante urgente. Rompí a llorar. El facultativo me tendió su pañuelo de tela para que enjugara mis lágrimas, a pesar del llanto me fijé que tenía bordadas las iniciales “A.F. ”. Lo miré a los ojos, unos profundos ojos castaños que evocaban en mi interior ciertos recuerdos del pasado. No había duda, el doctor Fernández era una persona cercana y amable. Pese a haberme conocido aquella misma tarde, rápidamente simpatizó conmigo. Me dio varias indicaciones, y salió de la habitación, dejándome a solas con la niña. Elena estaba muy pálida. Gotas de sudor perlaban su frente, y sin embargo, ya no tenía fiebre. Posé mis labios sobre sus párpados, con dulzura, y abrió lentamente los ojos. Le costaba hablar, pero hizo un esfuerzo, y se dirigió a mí. —Mamá… Acaricié su frente y apreté su mano derecha suavemente. Le expliqué con delicadeza lo que le ocurría, y rompió a llorar. La abracé aún más fuertemente, y la atraje hacia mí. Permanecimos un buen rato así. A pesar de su corta edad, mi hija era increíblemente fuerte y madura. Supo enfrentar la situación con valentía, como yo siempre le había enseñado. Me pidió que no la dejara sola en ningún momento, y yo se lo prometí con decisión. De repente, su rostro se iluminó. Señaló la ventana, y me miró. Me di la vuelta lentamente sin soltar su mano, y sonreí yo también. Una luz radiante acarició nuestros rostros. Cuando Elena era muy pequeña y la llevaba al parque, siempre le decía que su padre estaba dentro del sol y nos protegía. Los días de nublados, ella sabía que no la había abandonado, sólo que las nubes ocultaban al astro del día, pero estaba ahí. Los meses siguientes transcurrieron entre pruebas médicas y noches en vela. El doctor Fernández se convirtió en un gran apoyo para mí. Durante las guardias nocturnas, 109


acudía a la habitación y me ofrecía unas palabras de consuelo. Decía que mi hija parecía una niña muy especial. Yo notaba que las dos le atraíamos increíblemente, pero no lograba adivinar qué era. Surgieron donantes en Valencia, Barcelona, Oviedo, San Sebastián, Sevilla… pero ninguno compatible con Elena. La desesperación comenzaba a apoderarse de mí con fuerza, pues no sabía qué hacer. Mi hija se mostraba más serena y optimista que yo. Una tarde, llevaba varios meses confinada en el hospital cuidando de la niña mañana, tarde y noche, fui al parque que solía visitar con Luís. Necesitaba pensar y alejarme de ese lugar por unas horas. Estaba atardeciendo, pero el sol aún se prendía de los columpios y los bancos de madera en un último intento por aferrarse a las horas del día. Anduve lentamente por el césped, y tras dar varias vueltas, me senté en un banco. Saqué la foto de los tres que llevaba en a cartera y se me saltaron las lágrimas. Al sacar un pañuelo del bolso me encontré con el que el doctor me había prestado el día que ingresaron a Elena. Con tantas ocupaciones como había tenido últimamente con mi hija, se me había olvidado devolvérselo.

Lo sostuve entre mis manos durante unos instantes,

concentrándome en su bordado. “A.F. ", pero seguía sin recordar. Sumida en mis pensamientos, me apoyé sobre el respaldo del banco y suspiré. En ese momento, apareció él. Me resultó extraño verle vestido de calle, sin su habitual bata blanca, pero ahí estaba, frente a mí, ofreciéndome su mejor sonrisa, como siempre. Él se sentó, y posó su mano derecha sobre mi hombro. Sabía que había estado llorando. Mis ojos, aunque de un atractivo verde cristalino, estaban completamente enrojecidos. El doctor se dio cuenta de que su pañuelo estaba entre mis manos. Al ir a devolvérselo, me dijo que me lo quedara. Sonreí levemente y asentí en forma de agradecimiento. Bajé la mirada mientras él me miraba. Pasamos mucho rato en silencio. —Nunca te he dicho mi nombre de pila. Tan sólo conoces mi apellido. —Cierto. Supongo que nunca te lo he preguntado… ya sabes todo lo que ha pasado. —Entonces… ¿para ti siempre seré el doctor Fernández?, centró su mirada en un punto a lo lejos. —No, eres mucho más que eso. Acaricié su mano. Me has ayudado mucho durante todo este tiempo. Me miró nuevamente, y sonrió. —Y tú a mí, más de lo que te imaginas, señaló. —Me llamo Aitor. Aitor Fernández, —continuó Aquellas palabras hicieron que me diera un vuelco el corazón. Una idea cruzó mi mente durante una fracción de segundo, pero no… no podía ser posible. 110


—Me gusta tu nombre. Me sentí algo estúpida al decir aquello, pero él rió levemente. —Vaya, gracias… Elisa. —Elisa Robles. Ese es mi nombre completo. —Es curioso que hayamos compartido tantas cosas estos meses y, sin embargo, no conociéramos nuestros nombres. —Simples nombres. Algo más allá de ellos, están las personas, con su pasado, su presente… —…Y su futuro. Me acerqué más a él. Era increíblemente especial sentirle cerca, muy cerca de mí. Y de nuevo, las dudas volvieron a mi mente. Aquella sensación ya la había vivido antes, pero ¿cuándo?... Necesitaba saber, conocer datos de su vida. Quería más. —Háblame de ti, —me atreví a decir, rompiendo el silencio. —No hay mucho que contar…, entrelazó sus dedos y suspiró. Nací en Madrid, me crié en Valencia hasta los ocho años. Me fui a estudiar medicina a Harvard gracias a una beca, pues aunque mi familia era bastante pudiente, desde muy joven he querido salir adelante por mí mismo.

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Aitor describió mi propia historia con aquella frase. Yo también me había ido lejos de mi conservadora familia y su dinero para hacerme a mí misma sin ayuda de nadie. Mis padres jamás lo comprendieron. Ellos querían que fuera abogada, como mi padre, y no periodista. Deseaban verme casada con alguien que estuviese “a mi altura”. Para ellos, Luís nunca fue suficiente para mí, pese a la elevada situación económica de su familia. Aitor prosiguió. Mi sospecha iba en aumento, pero permanecí callada. —Mi profesión es fundamental para mí, pero aún más lo son aquellos que realmente me importan… —¿La familia? –deseaba que él no estuviese en mi misma situación. —Por supuesto. Calló y su tono de voz adquirió un tono más triste. Hace unos años, perdí a mi hermano en un accidente de tráfico. —Para mí fue muy duro… era mi hermano mayor. El otro conductor había consumido drogas, pero sobrevivió. Luís no tuvo tanta suerte Mi corazón comenzó a latir con fuerza. No. Otra vez no. No era posible. ¿Y si eran alucinaciones mías? Mis ojos se abrieron de par en par, y agarré su mano fuertemente. —Elisa, ¿estás bien? —Tu hermano… comencé a balbucear, tu hermano… ¿Luís? —Sí, Luís… —…Fernández Segura. Aitor me miró. Su rostro cambió por completo. Ahora, los dos comprendimos. Traté de hablar, pero no pude. Él estaba fuera de sí. Entonces, el tiempo pareció pararse, nos abrazamos como nunca. Aitor, el hermano de Luís, aquel que se atrevió a hablar conmigo el día que él me presento a sus conservadores padres, estaba de nuevo junto a mí después de tantos años. ¿Cómo no le había reconocido? Hablamos durante largo rato. Una llamada telefónica hizo que nos marcháramos rápidamente al hospital; habían encontrado un donante compatible con Elena. No cabía en sí de dicha. Cuando recorrí el pasillo del hospital para conocer al futuro donante, mi corazón, cansado por las emociones de aquella tarde, creyó paralizarse nuevamente por un instante. Un señor mayor, de pelo algo canoso y rostro sufrido, de mediana estatura e impecable presencia, apareció ante mí. El donante de mi hija, aquel que salvaría su vida, se llamaba Miguel Robles… mi padre. Elena fue trasplantada esa a primera hora de la mañana del día siguiente. La operación fue mejor de lo esperado; no había duda de que Alberto era un gran profesional. Tras la intervención, fui a vela. Me sentí plenamente feliz. Mi hija saldría adelante. 112


Pocos días después, mi padre, ya restablecido, y yo, hablamos. Curamos las heridas del pasado, y nos decidimos a vernos de vez en cuando. Sofía, mi gran amiga, consiguió el número de mis padres buscando en mi agenda una tarde que fue a casa para traerme ropa limpia al hospital. Tras aquellas palabras, nos fundimos en un sentido abrazo, los tres. Mi pequeña Elena, que ya estaba en casa, bastante recuperada, se sumó al abrazo. En ese momento supe que mis padres había pagado todas las facturas del hospital. Sofía contempló emocionada la escena. Nos abrazamos. Tiempo después Aitor y yo iniciamos una relación que devolvió la luz a nuestras vidas. Sse vino a vivir a casa. Mi familia se llevaba genial con él, y Elena estaba encantada. De vez en cuando, le obsequiaba con dibujos para su consulta. Siempre tuvo alma de artista. Miré a la foto de los tres, tenía un marco nuevo. La sostuve entre mis manos, y, al darle la vuelta al marco, observé que tenía grabada una inscripción: “Los rayos de sol a veces desaparecen, pero siempre están ahí. Son las nubes las que los ocultan. Ahora, el cielo está despejado”. Bajé al parque, y cogí a Elena en brazos. A lo lejos, Sofía, con su hija de la mano, conversaba con mis padres en un banco. Elena se fue a jugar con ella cuando, tras darle un beso, la dejé en el suelo. Verla correr, tan llena de vida, era el mejor regalo para mí después de tanto sufrimiento para ambas. Saludé a Sofía y a mis padres con una sonrisa. Papá dejó de leer el periódico. Luego supe que leía mi artículo sobre becas Erasmus para jóvenes estudiantes. Había entendido que no podía luchar contra mis ideales, contra quien quería ser y era. Me sentí plena y aliviada. De repente, mientras contemplaba a mi familia, completamente sumida en mis pensamientos, una mano tocó mi hombro por detrás. Me giré: era Aitor. —Pensé que no vendrías. —Le dije mientras le daba un beso. —Sabías que lo haría. —Cualquier momento aquí es más importante que una reunión en el hospital. Con gesto risueño me cogió de la mano. Comenzamos a pasear por el parque. El sol bañaba con sus rayos el lugar. Nuestros pasos se encaminaron hacia el columpio en el que Elena jugaba. Nunca imaginé que aquel momento pudiera llegar a hacerse realidad, ni en mis mejores sueños.

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Nueve años han pasado desde entonces. Nuestras vidas han sido completamente plenas. Aitor consiguió el puesto de director de un hospital público, y nos fuimos a vivir a Valencia, junto al mar, con mis padres. Sofía y su hija nos visitaban en vacaciones. Cuando mi padre se jubiló, comenzó a escribir asiduamente una columna en mi periódico. Siendo su única hija la jefa de redacción, resultaba imposible negarle este favor. Mi madre dejó de lado su ajetreada y superficial vida social y cambió las tardes de compras con las amigas por asiduas visitas a la Cruz Roja, ofreciéndose como voluntaria. Luís, mi hijo menor, está estudiando segundo de primaria, de mayor quiere ser médico, como su padre. Y Elena, mi niña Elena, está estudiando Bellas Artes lejos, muy lejos de Valencia. Nos visita en vacaciones y festivos. Hablamos casi a diario por teléfono y videoconferencia. A pesar de la distancia, estamos más unidas que nunca. Es feliz, se le nota. Está haciendo lo que le gusta, y gracias a su esfuerzo y dedicación, está estudiando la carrera de sus sueños donde siempre quiso. Lo peor de todo esto es que cada día la extraño más… suerte que Carlos cuida de ella. Es un buen chico. Dicen que están saliendo, pero ella nunca me lo confirma. Se pone colorada, y comienza a reír. Sigue conservando sus pequitas, y se siente completamente bien. Adora a su hermano pequeño. Trata de estar unida a nosotros, pero, cuando viene a Valencia, la veo paseando sola por la playa, bajo los rayos de sol del atardecer, buscando serenidad dentro de sí misma. Es como su madre.

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No sé si te estarás preguntando en este momento por qué te he contado mi historia. Quizás, porque aquella noche, cuando ibas completamente drogado y te llevaste por delante la vida de Luís, también te llevaste una parte de mí. Quería que supieras lo que sufrí, y cómo la vida nos recompensó a mi hija y a mí tras la desgracia. Ignoro si estás arrepentido o no. Sólo quería que supieras que esos rayos del sol que llevas diecinueve años sin ver tras las rejas, son los que a mí me recuerdan a él cada día, los que me hicieron salir adelante pese a todo, subiendo cada día un peldaño más. —Señora, la visita ha terminado. El agente se dispuso a llevarse al preso, pero yo lo detuve durante un instante. —Espere un momento, se lo suplico. El policía, sin soltar a aquel hombre, se detuvo en seco. —En un año saldrás de aquí. Espero que, para entonces, seas plenamente consciente de lo que hiciste y rehagas tu vida. No te guardo rencor, a pesar del gran daño que nos causaste. El rencor envenena y anula nuestra razón. —Sé que no sirve de nada, pero le juro que si pudiera volver atrás en el tiempo, jamás hubiese hecho lo que hice. Era muy joven entonces, y no sabía lo que hacía. Tenía dieciocho años entonces. Mi corazón, liberado de rencores y sufrimiento, le perdoné. —Deseo sinceramente que salgas de aquí y sigas un nuevo camino. Sé que, pese a todo, lo conseguirás. No vuelvas a caer… no lo hagas. Me miró agradecido, asintió, y se fue con el agente. Salí de la prisión, y caminé. Me dirigí al parque. Me senté en un banco, tú ya sabes cuál. Y entonces, cerré los ojos, me apoyé sobre el respaldo, sostuve un pañuelo bordado en mis manos, y sentí los rayos del sol acariciando mi cara.

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RICARDO HERNANDEZ MEGÍAS

LA MALDICIÓN

(A Julia Rodríguez-Moñino, que nacida en Extremadura no conoce sus leyendas y supersticiones).

La noche es muy negra. Tan negra, que ni los tenues rayos de luz de las pobres luminarias dispersas por el caserío, son capaces de traspasar tanta oscuridad como lo envuelve. El aire huele a tierra mojada. El ambiente está cargado de electricidad por la última tormenta de la tarde. Dentro de la humilde vivienda se ha dormido poco esta noche y el espacio interior está aun más cargado que el exterior y a punto de estallar. A las cuatro de la madrugada, el amo de la casa se ha levantado con los ojos enrojecidos por la falta de sueño y se ha dirigido con pasos muy lentos, como acobardado, hacia el cuartucho del final del pasillo.

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- Padre, vamos que se nos hace tarde –exclama muy bajito descorriendo la sucia cortina que hace las veces de puerta. - Ya estoy listo, hijo. Yo aparejo la burra –le responde un hombre viejo y seco como un sarmiento que se levanta, completamente vestido, del destartalado catre con jergón de dura borra, con su raída chaqueta al hombro. Un silencio hondo y negro como la muerte se extiende entre los dos hombres desde ese momento. Cuando poco tiempo después salen de la casa llevando el hombre joven la burra del cabestro, el viejo se detiene por un instante y con ojos brillándole con destellos de acero, abarca con su dura mirada el portal ya cerrado de la casa, en la que sólo se escucha la queja del perro, con el que no ha contado nadie para esta nueva jornada. - Vamos –más bien le ordena el hijo, que impaciente y como escondido tras el animal, espera. La distancia hasta la ciudad es larga, muy larga, y hay que hacerla a pie. No por muy conocida, deja de entrañar cierto desasosiego cuando el camino se adentra por entre los altos riscos que les rodean; los dos hombres son campesinos y llevan en su remota memoria ese miedo ancestral del hombre de campo hacia la noche y hacia la sierra. También la burra va inquieta y afila sus orejas o se sobresalta cuando al paso de los tres viajeros, el cárabo levanta asustado su vuelo. El silencio de la noche lo llenan multitud de desconocidos ruidos que bajan desde lo alto de la sierra: una rama que se troncha señala, quizás, el paso de alguna alimaña; la lúgubre llamada del búho; el inquietante y ubicuo llanto del mochuelo; el tañido de algún campano o el tintineo de alguna esquila que señalan la presencia de animales de pasto. Un aullido largo, muy largo y lejano que hace 117


rebrincar a la burra y poner los pelos de punta a los hombres, denuncia la temida presencia del lobo por entre la espesura de los matorrales.

La negrura de la noche se ha ido suavizando hacia Oriente; una claridad lechosa y esperanzadora para el ánimo de los caminantes, va ganando la partida. El amanecer se descuelga desde las altas cimas entumeciendo con su rocío los cansados miembros de los hombres que ahora caminan más deprisa. La burra, ajena al sentir de los acompañantes, olisquea el frescor de la humedecida hierba e intenta rumiar los tiernos tallos que nacen en las cunetas del camino. Pero no hay tiempo aun para el descanso y el fuerte tirón de las jáquimas le desaconseja de la momentánea parada reconstituyente. La amanecida es un espectáculo de luces y colores en la reverdecida sierra para unos ojos que sepan admirar tanta belleza. Pero no es este el caso. Los dos hombres caminan en silencio, abstraídos ambos en profundos y doloridos pensamientos, mientras que con sus ojos caídos en el suelo, parecen mirarse las puntas de sus, endurecidos por el tiempo, borceguíes de cuero. - Fría mañana –dice entre dientes el más joven.

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- Sí, fría –contesta con desgana el más viejo. Y durante mucho trecho mantienen el mismo silencio. Cuando el sol se levanta sobre las cumbres, dueño y señor de los espacios, calentando el aire y sacándole brillo al cuarzo del granito, ha cambiado completamente el paisaje para los viajeros. La sierra ha suavizado sus laderas que ahora se adornan de jóvenes plantones de olivos, mientras que en la tierra no labrada abundan las perfumadas flores de la jara. Ya todo es movimiento en su entorno. La luz del sol enciende la vida de todo cuanto les rodea. Bandadas de aves han desentumecido sus alas y vuelan presurosas hacia sus comederos, mientras que, cercanos, se oyen los ladridos de los perros, que obedientes al silbido de los pastores, conducen los rebaños de ovejas. ¡Qué amanecer tan hermoso si los ánimos estuvieran predispuestos! Nadie ama tanto al campo como quienes se han dejado durante años el sudor sobre su superficie; ni nadie sabe apreciar con tanto rigor la belleza de sus tonos, como quienes en cientos de amaneceres han estado atentos a los cambios del clima. Quien vive de la tierra, ama intensamente la tierra, porque ella es el sustento y la despensa de su casa. Por ella mata y por ella muere el campesino. Y tanto es su amor por su tierra, que llega a adquirir su piel el mismo color y las mismas arrugas que se contemplan en sus surcos. Han pasado muchas horas desde que salieron de casa y ya el cansancio se acumula en sus cuerpos. El paso se acorta haciéndose cansino, mientras que los músculos se van endureciendo por el largo caminar. Cuando los rayos del sol se clavan como dardos en sus endurecidas pieles y roba de sus cuerpos el agrio sudor, deciden con sus miradas descansar bajo una frondosa encina.

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La burra, ahora sin aparejos, trisca las frescas hierbas que crecen en las cercanías. Del zurrón, saca el más joven las pobres viandas que les preparó la mujer antes de partir, pero no hay ánimos ni para tomar un bocado. El hombre joven saca de su raído chaleco la manoseada petaca con tabaco picado y la ofrece sin mirar a su padre, que la toma, y lentamente lía un robusto cigarrillo. Como no tienen nada que decirse, expeliendo por la nariz dos gruesas columnas de humo, el hombre viejo se aleja y va a sentarse sobre una piedra, donde estático y renegrido como un roble alcanzado por el rayo, contempla la lejana línea del horizonte por donde han venido.

Por primera vez, el hijo contempla abatido y pesaroso la querida figura del padre, mientras que de sus endurecidos ojos se escapan dos furtivas lágrimas que, avergonzado, limpia al momento con el sucio y sudado dorso de su mano. Lentamente, agota hasta ahogarse la última calada de su cigarrillo, se acerca a la venerable estatua de su padre, mientras éste disimula no haber oído sus pasos.

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- Padre, no haga usted más duro este momento. Usted sabe que le quiero; que le queremos todos en casa, pero que no había más remedio que dar este paso. No puede ser de otra manera. - Lo sé. Y nada os reprocho. Yo también os quiero y lo comprendo. No sufras y sigamos el camino. Tenía que ser así y así será. - Pero es que usted, con su silencio… - No es lo que tú piensas. Estoy así, porque viene a mi recuerdo, que hace ya treinta años, en un día tan hermoso como éste, en esta misma piedra donde yo ahora estoy sentado, me pidió mi padre descansar cuando lo llevaba camino del asilo. Ya ves, la vida se repite y ahora me toca a mí pasar por este trance. Pero lo asumo sin la más mínima queja. Un rayo que le hubiera herido; una daga que le hubiera atravesado; una víbora con su mortal veneno, no hubieran hecho más daño en el ánimo del hombre joven, que ahora, descompuesto, se sienta a los pies de su padre mientras rumia para sus adentros el dolor producido por las palabras de éste. Mucho tiempo pasan así: el uno sentado sobre la piedra; el otro a sus pies. Los dos, en un profundo y respetuoso silencio a la espera de tomar una decisión. Cuando el hombre joven se levanta, lo hace con presteza, con renovadas energías que le salen de su renegrido rostro. Se acerca a la burra; la vuelve a aparejar; la acerca de las bridas hasta donde su padre espera y le ordena: - Suba padre. Tenemos prisa. El hombre viejo se asienta sobre el lomo del animal que, fustigado por el joven, emprende la marcha. Pero el equino no ha tomado el camino de la ciudad. Obediente a la voz de su amo, ha emprendido la vuelta a casa. 121


- Padre -le escucha decir la burra al hombre joven– hoy quiero terminar con la maldición de esta familia. Volvamos a casa, que Dios nos dará fuerzas con que seguir adelante. No quiero que mis hijos, ni mis nietos, tengan que pasar el sufrimiento que yo he padecido estos días. Ni quiero con los años verme en el pellejo de usted. Hoy termina esta desgraciada historia. Y la burra, no sabemos si porque ha entendido las palabras de su amo, o porque añora su cuadra y su pienso, parece que camina más deprisa que cuando salieron.

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RESEÑAS

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JOSÉ IGLESIAS BENITEZ

RELUMBRES DE ESPEJUELOS Manuel Pecellín Lancharro, Humanista, Filósofo y Creador

“Relumbres de espejuelos”, sacaba el sol moribundo de los berrocales extremeños, según nos narrara, en inolvidable poema, el poeta de Guareña, Luís Chamizo; y esa misma metáfora, sobre las luces cambiantes del crepúsculo que se reflejan en el granito pulido por las lluvias del invierno, le sirven a Manuel Pecellín Lancharro (Monesterio, 1944) para titular este volumen donde se recogen “Relatos. Aforismos. Personajes”, como nos indica el subtítulo. Obra miscelánea, como se puede colegir, e interesante en sus tres apartados que nos muestran a un autor pleno de madurez creativa, filosófica y humanística. Y he utilizado conscientemente estos tres adjetivos que pueden calificar respectivamente cada uno de los epígrafes, y el resultado final del conjunto, con la suma de los tres. Porque, como humanista, uno de los más grandes de que puede presumir Extremadura en este último siglo, se nos muestra en toda la obra, con una agudeza de análisis en los personajes, en los acontecimientos, en los relatos, en todo el libro, donde va dejando claro que, como al clásico “nada humano le es ajeno”.

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Porque, filósofo, profundiza en el pensamiento propio y extraño, apunta ideas que urgen al razonamiento, nos invita a la reflexión serena o nos conduce a conclusiones lógicas o inquietantes. Porque con una creatividad que a veces le desborda las emociones, nos pasea por paisajes conocidos o visitados, nos inquieta con sus historias, o con las historias de sus personajes, y nos divierte con unas narraciones breves, cargadas de ironía, de claridad y de ternura. Y estas tres notas para todo el libro. Pero podemos analizarlas parte por parte, porque cada una de ellas participa más o menos de cada una de las características señaladas. Así, los “Relatos” recogen la parte más “creativa” del libro, con historias, en ocasiones evocadoras de unos tiempos idos, en ocasiones hilarantes, en ocasiones ocurrentes… Relatos que nos muestran la realidad que fue, que es, a través de unos personajes humanísimos que, en muchos casos, están sacados de la misma vida, pero que el autor sabe pintar magistralmente con pinceladas cortas y precisas. Filosofía, razonamiento, pensamiento profundo y denso, pero transparente, sobre cosas cotidianas, sobre este duro oficio de escribir, que al fin y al cabo son sus cosas cotidianas, o sobre la realidad diaria en este duro oficio de vivir en que ejercemos todos, cada cual a su manera y cada cual con su papel, es el principal rasgo que puede definir a sus “Aforismos”. Y, por último, el humanismo con que se acerca a los “Personajes”, el conocimiento clásico con que los afronta, con que afronta sus obras o su vida, sus vivencias o sus anécdotas, la manera respetuosa y cercana de tratarlos, desde Averroes al poeta Manuel Pacheco; desde el impresor Plantino o su principal cliente, Benito Arias Montano, hasta el filósofo Nietzsche; desde Bartolomé Torres Naharro al bibliófilo y bibliógrafo Rodríguez-Moñino, por citar únicamente algunos de los nombres que den una idea de la vasta erudición que atesora Pecellín y que nos lega a sus lectores. Más de medio centenar de personajes del mundo de la cultura a lo largo de la historia, desde la Edad Media a la contemporaneidad más absoluta, recoge en este último apartado. Todo ello con la misma prosa fluida y cuidada con que avanza desde los relatos primeros, sin decaer en los aforismos, breves y sabrosos.

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Un libro, como vemos, interesante por demás, editado por Beturia Ediciones en su Colección “La Quintana”, con una portada surrealista y sugerente, espléndida, del pintor Eduardo Naranjo y un magnífico soneto de Santiago Castelo como pórtico. Un libro, amigos, para no perderse.

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LIBROS Y REVISTAS RECIBIDOS

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