ma, lo mismo, y don Santos Villa con la misma misión. Todos a la cárcel, sin tocar sus intereses”.
Estupefactos, los ahí reunidos protestaron, argumen-
Contestando a eso el cura Hidalgo: “Así discurren los
tando que serían ellos las únicas víctimas de tanta temeridad.
niños que nunca miden las circunstancias de una situación; no
calculan que las pequeñeces más insignificantes, teniendo el tacto necesario para unirlas, formarían un todo vigoroso. A la voz contra los gachupines mañana todo nos sobra. Al negocio sin perder un momento; el miedo, a la faltriquera”.
Así, en aquella madrugada del día 16 de septiembre del
1810, comenzó a verse claramente el nacimiento de una nueva
nación. La gente suele seguir a quien tiene poder; quien no lo tiene simplemente no puede, y nadie lo sigue. Por siglos la gente
de poder, en la Nueva España, fueron los gachupines; por ello, cuando el pueblo vio que el cura Hidalgo llevaba amarrados y
humillados a aquellos poderosos, se percató de lo poderoso que estaba resultando ese cura de pueblo, y lo siguieron.
Tres importantes oleadas tuvo este movimiento inde-
pendentista: la primera, la iniciada en ese 16 de septiembre, aquí los principales caudillos fueron Hidalgo y Allende, con-
frontados por sus diversas maneras de decir, pensar, y actuar, perdiendo la vida ambos al ser aprehendidos y fusilados; la se-
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