Guerra Mundial Z

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plataforma orbital tan grande que podía ser vista desde La Tierra a simple vista. Para construirla, se había requerido del esfuerzo de dieciséis países durante más de diez años, más de doscientas caminatas espaciales, y más dinero del que cualquier político de atrevería a admitir en público. ¿Qué se necesitaría para construir otra, si tal cosa llegaba a ser posible otra vez? Pero más importante que la estación en sí, era el incalculable, e igualmente irreemplazable recurso de la red mundial de satélites. En ese entonces había unos tres mil en órbita, y la humanidad dependía de ellos para todo, desde comunicaciones, navegación y vigilancia, hasta algo tan mundano y normal, pero tan vital como la predicción del clima. Esa red es tan importante para el mundo moderno como los caminos lo fueron para la antigüedad, o como las vías férreas para la revolución industrial. ¿Qué iba a pasarle a la humanidad, si esos sistemas de enlace tan importantes comenzaban a caer del cielo? Nuestro plan nunca fue salvarlos a todos. Eso era poco realista e innecesario. Sólo teníamos que concentrarnos en los sistemas que eran vitales para el esfuerzo de la guerra, y para eso, sólo tenían que permanecer en el aire una docena de pájaros. Nada más por eso valía la pena el riesgo de quedarse. ¿Alguna vez les prometieron rescatarlos? No, y no lo esperábamos. Nuestra preocupación no era cómo volver a La Tierra, sino cómo íbamos a hacer para sobrevivir allá arriba. Incluso con nuestros tanques de O2 y las velas de perclorato de emergencia,57 y con nuestro sistema de reciclaje de agua58 operando al máximo de su capacidad, sólo teníamos comida para unos veintisiete meses, y eso incluía también los animales experimentales del laboratorio. Ninguno había sido usado para probar vacunas, así que su carne seguía siendo comestible. Todavía puedo escuchar sus chillidos, y ver las pequeñas gotas de sangre flotando en microgravedad. Allá arriba no se podía desperdiciar ni la sangre. Traté de verlo como científico, calculando el valor nutricional de cada pequeño punto rojo flotante que me tragaba. Me repetía constantemente que era por el bien de la misión, y no sólo por el hambre atroz que me invadía. Dígame más sobre la misión. Si estaban atrapados en la estación, ¿cómo mantenían los satélites en órbita? Usábamos el VAT59 “Julio Verne III,” la última cápsula de abastecimiento que fue lanzada antes de que la Guayana Francesa fuese invadida. Originalmente había sido diseñado como un vehículo desechable, y después de depositar su carga, lo llenaríamos de basura y lo dejaríamos caer hacia La Tierra para que se quemara en la atmósfera.60 Lo modificamos con controles manuales de vuelo y un asiento para un piloto. Ojalá hubiésemos podido instalarle una ventana. Navegar por video no era nada divertido; tampoco lo era el realizar todas mis actividades extra vehiculares, todas esas caminatas espaciales, usando el delgado traje de reentrada, porque la cápsula no tenía suficiente espacio para llevar el equipo EVA adecuado. Casi todas mis excursiones fueron hacia el ASTRO,61 que era básicamente una estación de servicio en medio del espacio. Algunos satélites, los militares y de vigilancia, a veces Traducción: m_earendil

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