Guerra Mundial Z

Page 154

oficina, y la mochila rosada de “Hello Kitty” de Reiko. Me tomó mucho tiempo, pero para el tercer día tenía casi todo lo que necesitaba, todo menos un arma decente. ¿No había nada? [Sonríe.] Esto no es Norteamérica, en donde había más armas de fuego que personas. Es verdad —un otaku de Kobe sacó esa información directamente de los registros de su Asociación Nacional de Armas de Fuego. Pero quizá una herramienta, un martillo, una barra de acero… ¿Y qué asalariado promedio le hace mantenimiento a su propia casa? Pensé en usar un palo de golf —de esos sí había muchos— pero recordé lo que le había pasado al hombre del apartamento del frente. Encontré un bate de béisbol hecho de aluminio, pero había sido usado tanto y estaba tan deformado, que ya no servía para nada. Busqué en todas partes, créame, pero no había nada lo suficientemente fuerte, duro o afilado como para defenderme. Pensé que una vez que llegara a la calle, quizá tendría mejor suerte —un bastón de un policía muerto, o hasta el arma de algún soldado. Ese tipo de pensamientos fue lo que casi me cuesta la vida. Estaba a sólo cuatro pisos de altura, ya casi terminaba, y ya no me quedaba más cuerda. Cada sección que hacía me permitía alcanzar varios pisos, y en el de más abajo, conseguía más sábanas para hacer otra cuerda. Sabía que aquel sería el último tramo. Para ese momento tenía mi plan de escape bien organizado: aterrizar en el balcón del cuarto piso, entrar en el apartamento a buscar más sábanas (ya me había dado por vencido con la idea de conseguir un arma), bajar hasta la acera, robar la motocicleta más decente que viera (aunque no tenía ni idea de cómo conducir una), alejarme hacia el horizonte como uno de esos viejos bosozoku,48 y quizá hasta recoger una mujer o dos en el camino. [Se ríe.] Mi mente ya no estaba funcionando bien. Incluso si la primera parte del plan hubiese funcionado y hubiese llegado al suelo sin problemas, con mi cabeza en ese estado… bueno, lo que importa es que no lo logré. Aterricé en el balcón del cuarto piso, iba a abrir la puerta deslizante, y me encontré mirando directamente el rostro de un siafu. Era un hombre joven, de veintitantos años, con un traje hecho pedazos. Le habían arrancado la nariz de un mordisco, y apretaba su rostro ensangrentado contra el cristal. Salté hacia atrás, me agarré de la cuerda, y traté de subir de nuevo. Mis brazos no me respondieron. No sentí dolor ni calambres —mis músculos simplemente habían llegado a su límite. El siafu comenzó a gemir y a golpear el cristal con sus puños. Desesperado, traté de columpiarme de un lado al otro, tratando de desplazarme por la pared del edificio, y quizá aterrizar en el balcón de al lado. El cristal se rompió y el siafu trató de agarrarme de las piernas. Me impulsé con las piernas contra la pared, solté la cuerda, y me lancé con todas mis fuerzas contra el otro balcón… y fallé. La única razón por la que estoy aquí hablando con usted, es porque mi caída en diagonal me llevó hasta el balcón de más abajo. Aterricé sobre mis piernas, me tropecé, y estuve a punto de caer por el otro lado. Entré al apartamento y de inmediato comencé a buscar si había otros siafu. La sala estaba vacía, y el único mueble era una mesa baja tradicional que estaba apoyada contra la puerta. El dueño debía haberse suicidado como los demás. No olía Traducción: m_earendil

www.comunidadzombie.blogspot.com


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.