Guerra Mundial Z

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seguridad estatal” de siempre. A diferencia de muchos, yo no estaba convencido de que aquel fuese un acto de guerra. Cada vez que el norte amenazaba con iniciar hostilidades, las señales eran claras. Pero ésta vez ninguna de las trasmisiones por satélite, nuestras o de los norteamericanos, mostraban intenciones hostiles. No había movimiento de tropas, ni aviones cargando combustible, ni despliegue de barcos o submarinos. De hecho, nuestras fuerzas a lo largo de la Zona Desmilitarizada comenzaron a ver que en el lado opuesto había cada vez menos gente. Los conocíamos, a todos los guardias fronterizos. Los habíamos fotografiado muchas veces a lo largo de los años, dándoles sobrenombres como Ojos de Serpiente o Cara de Perro, y hasta teníamos archivos completos sobre sus edades aproximadas, antecedentes y supuesta personalidad. Pero luego desaparecieron, se desvanecieron tras unas trincheras bien protegidas y unas torretas de vigilancia. Nuestros detectores sísmicos estaban igual de silenciosos. Si el norte hubiese estado excavando túneles, o incluso reuniendo vehículos pesados al otro lado de “La Zona,” habríamos podido escucharlos como si fueran la Compañía Nacional de Ópera. Panmunjom es el único punto de la Zona Desmilitarizada en el que los lados opuestos pueden verse cara a cara para negociar. Tenemos soberanía conjunta sobre los salones de conferencias, y los soldados de cada lado tratan de impresionar los del otro, formándose a sólo unos pocos metros los unos de los otros en el patio compartido. Los guardias eran rotados constantemente. Una noche, cuando el grupo norcoreano entró en las barracas, no salió ninguna otra unidad a reemplazarlos. Las puertas se cerraron, las luces se apagaron, y nunca más volvimos a verlos. También observamos un alto total en las operaciones humanas de infiltración e inteligencia. La llegada de los espías del norte era tan regular y tan predecible como las estaciones. Casi siempre eran fáciles de identificar, porque llevaban ropa pasada de moda, o preguntaban el precio de artículos que todo el mundo sabe cuánto valen. Los agarrábamos todo el tiempo, pero desde que comenzaron las infecciones, su número se redujo a cero. ¿Y qué pasó con sus propios espías en el norte? Desaparecieron, todos ellos, más o menos al mismo tiempo que todos los equipos electrónicos de vigilancia comenzaron a fallar. Y no me refiero a que las señales de radio fueran confusas, sino a que no había ninguna en absoluto. Uno por uno, todos los canales civiles y militares dejaron de transmitir. Las imágenes de satélite mostraban cada vez menos campesinos en los sembrados, menos peatones en las calles, hasta menos trabajadores “voluntarios” en los proyectos públicos de construcción, cosa que nunca había pasado antes. De pronto, cuando menos lo pensamos, no quedó ni una sola persona entre el Yalú y la Zona Desmilitarizada. Desde el punto de vista de la oficina de inteligencia, parecía que todo el país, cada hombre, mujer y niño de Corea del Norte, simplemente había desaparecido. Ese misterio sólo sirvió para avivar nuestra creciente ansiedad, debido a lo que teníamos que enfrentar aquí. Para ese entonces teníamos epidemias en Seúl, P’ohang y Taejón. Traducción: m_earendil

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