Las tres princesas, de Washington Irving

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COMENIUS “ALL ABOUT US”. TASK: STORIES FROM MY COUNTRY

LAS TRES PRINCESAS. ADAPTACIÓN Personajes: rey, reina, soldados, capitán, Kadiga, princesas, Hussein Baba. En tiempos antiguos reinaba en Granada un rey musulmán llamado Mohamed, el Zurdo. Un día, paseando por Sierra Elvira, vio una caballería que venía de una lucha del país de los cristianos. Llevaban una hermosa joven. El sultán se enamoró de ella y la hizo su esposa. Ella no estaba muy contenta porque el rey era muy viejo y echaba de menos a su familia cristiana. Poco tiempo pasó y tuvieron tres lindas princesas, cosa que apenó al rey porque quería hijos. Rey: ¡Felicidades mujer! Nuestras hijas son preciosas Reina: Gracias rey Mohamed. ¿Qué nombre le pondremos? Rey: Zayda, Zorayda y Zorahayda. Las niñas crecieron y el rey vio un peligro. Un astrólogo, que adivinaba el futuro, le dijo que sus hijas se irían muy lejos de él cuando fueran mayores. Así que llevó a las princesas y a Kadiga, la sirvienta a un lugar lejos de su palacio. Rey: Debo llevar a mis hijas a un lugar seguro, donde nadie pueda hacerles daño. Las llevaré al castillo de Salobreña, cerca de la playa. Pero no podrán salir del castillo. Rey: ¡Kadiga! Tú cuidarás de mis hijas en el castillo y cuando crezcan y sean bellas mujeres, me avisas para llevármelas conmigo. Las princesas tenían de todo en el castillo: comida, fuentes de agua, jardines… Pero se sentían muy tristes porque no podían salir nunca y estaban encerradas. Un día Zayda vio un barco por la ventana. Los soldados moros bajaron del barco a tres prisioneros cristianos españoles muy guapos y jóvenes. Soldados: Adelante, seguid adelante prisioneros, que vamos a Granada. ¡Arre caballo, arre! Las princesas quedaron enamoradas de esos prisioneros y empezaron a hablar de lo guapos y fuertes que eran. Les daba mucha tristeza ver que estaban atrapados por los caballeros moros. Kadiga, al ver que ya habían pasado diez años y que las niñas habían crecido, avisó a Mohamed y este fue a buscarlas a Salobreña. Rey: Hijas mías, hace ya diez años que no os veo. Estáis muy grandes y bellas. Debéis veniros conmigo a Granada. Hoy saldremos para allá. Y así fue. Las princesas se fueron a caballo, tapadas sus caras con velos, junto con los soldados y el mismo rey. Pero por el camino… se encontraron con los caballeros que llevaban los prisioneros. Los tres jóvenes se quedaron mirando directamente a las princesas sin decir palabra. C.E.I.P. San Miguel (Armilla)

Teacher: Yolanda Egea

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Eran preciosas. Rey: ¿Qué miráis insolentes? ¿Os atrevéis a mirar a mis hijas? ¡Os castigaré por ello! El rey sacó su cimitarra, una espada que usaban los árabes, y cuando estaba a punto de matarlos, se oyó la voz del capitán de la guardia. Capitán: Por favor su majestad, no los mate. Esto sería muy malísimo para nosotros. Son caballeros españoles que han estado luchando como los valientes en las batallas. Por ellos nos pueden dar mucho dinero. Rey: De acuerdo, no los mataré. Pero, no los perdono. Llevadlos a las Torres Bermejas y les das un trabajo muy duro y penoso. Todos siguieron su camino y llegaron a Granada. Las princesas fueron a vivir a una Torre de la Alhambra, desde donde se veía la muralla y la colina. Allí tenían de todo: jardines, fuentes de agua, canto de los pájaros… sin embargo estaban muy tristes por los que había sucedido. El rey estaba preocupado. Rey: ¡Kadiga! ¿Qué le pasa a mis hijas? Cada día están más penosas. Adivina qué les pasa y me lo dices. Kadiga: Sí, su majestad. Cuando tenga noticias, se lo digo. Una noche, mientras estaban las princesas descansando, empezaron a escuchar una música. Eran los caballeros españoles cantando con su guitarra cerca de las Torres Bermejas mientras descansaban. Las princesas se asomaron con cuidado a las ventanas para que no las vieran. Zorayda: ¡Oh, qué bien cantan! Son estupendos. Quisiera escuchar estas canciones todos los días. Zayda y Zorahayda: Sí, es fabuloso. Kadiga vió que las princesas estaban felices y tuvo una idea. Fue, a escondidas, a hablar con Hussein Baba, el soldado que vigilaba a los prisioneros y le dio unas monedas. Kadiga: Toma soldado. Te doy estas monedas y hacemos un trato. Las princesas llevan mucho tiempo tristes y, hoy, han escuchado a los prisioneros cantar y se han puesto felices. Te pido que lleves por la noche con cuidado y escondido a los prisioneros al pie de la torre para que le canten esas canciones a las princesas. Hussein Baba: Bueno, lo haré por el puñado de monedas de oro que me has dado. Y así, todas las noches, las princesas escuchaban desde su ventana a los prisioneros. Se habían enamorado. Sin embargo, una mala noticia llegó, acompañada de una sorpresa.

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Kadiga: ¡Ay, niñas mías! Han rescatado a los jóvenes españoles y en pocas horas se irán de aquí para siempre. He hablado con ellos y quieren que os vayáis con ellos a Córdoba y os caséis con ellos. Vuestro padre los matará si se entera. Las princesas se quedaron sorprendidas. Pasaron del llanto a la felicidad. Tenían que hacerlo con cuidado. Kadiga habló otra vez con Hussein Baba y le volvió a dar más monedas de oro para que ayudase a escapar a las princesas. Kadiga: Debes sacar a las princesas de la Alhambra sin que les pase nada. Hussein Baba: Cuenta con ello. Iremos por los pasadizos secretos que hay bajo la montaña. Y así sucedió. Hussein llegó a la torre y puso una escalera desde la ventana para que las tres princesas bajaran. Kadiga: ¡Venga, niñas mías, bajad por la escalera! Bajaron los dos mayores, menos Zorahayda. Era incapaz de dejar la torre. Sus hermanas, Kadiga y Hussein Baba: ¡Venga Zorahayda, baja! No pierdas la oportunidad. Zorahayda: No hermanas. Iros sin mi, no puedo abandonar la Alhambra. Me quedo. Todos empezaron a llorar. Pero no no podían esperar más, los podían descubrir. Los caballeros españoles salieron con sus caballos a galope con sus princesas y Kadiga se fue también con ellas, por miedo a que le cortaran la cabeza por ayudar a sus más queridas niñas. Las princesas se casaron con los príncipes y vivieron muy felices en Córdoba. Sin embargo, Zorahayda se quedó allí, triste y sola, porque no quiso escapar. Dice la leyenda, que a veces se escucha en la Alhambra el llanto de Zorahayda y una música de laúd, instrumento que utilizaba la princesa para olvidar que había perdido a sus hermanas y a su amor.

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