Anjani - César Antezana

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Yerba Mala



Anjani


César Antezana Lima (La Paz, Bolivia)

Es parte del colectivo trans/cultural ALMATROSTE (desde el 2004), de la editorial artesanal del mismo nombre (desde el 2007) y del fanzine La zurda siniestra, coorganizadoras de la FLIA La Paz (Feria del libro independiente y autogestionado). Ha publicado el libro de narrativa Zzz… y los poemarios El Muestrario de las pequeñas muertes (Ed. Almatroste), Cuerpos imperfectos (en el marco del II concurso de poesía Edmundo Camargo) y Masochistics (premio nacional de poesía Yolanda Bedregal, 2017). Co-organizadora del Festival Sudaka de poesía marica, ha egresado este año de la Maestría en Literatura de la UMSA de La Paz. Creyente de la praxis anarquista, reivindica el feminismo CUIR en toda su monstruosidad.


César Antezana Lima

Anjani

Y erba M a l a

Cartonera


©César Antezana Lima, 2020 ©Editorial Yerba Mala Cartonera, 2020 Proyecto social cultural y comunitario sin fines de lucro.

yerbamalacartonera@gmail.com

http://yerbamalacartonera.blogspot.com www.facebook.com/yerbamalacartonera @yerbamala_c 70751017, 72793774 Proyectos análogos: Eloísa Cartonera (Argentina), Sarita Cartonera (Perú), Ediciones la Cartonera (México), Animita Cartonera (Chile), Dulcinéia Catadora (Brasil) y muchos más en casi 20 países.

Impreso en: Imprenta “Magda II” en alguna parte de Cochabamba Impreso en Bolivia Esta publicación ha sido posible gracias al apoyo desinteresado de Magda Rossi


Para Yuri, nuestro hermano



Todo lo que está herido hiede Todo lo incompleto hiede El hedor es terror I hate you

Rodolfo Hinostroza

Lo que siguió era parecido a soltarse de las manos mientras girábamos en círculos

Roberto Oropeza

Descubrirán las cajas de vino y los gargajos debajo de la cama, en la almohada y al borde de las paredes de la pieza en la que tuve miedo y me sentí solo como se siente un enfermo minutos antes de la última arcada

Juan Malebrán



Anjani

Vengo de las habitaciones en que alguna vez tuve miedo vengo de sus intenciones de aniquilar el espacio vengo de su ademán frívolo de preservar el instante de la epifanía que enmohece en nuestros ceniceros descascarados vengo de las inquietudes de tu piel, de sus aerostáticas revoluciones por minuto vengo de las comisuras de tus labios, asoladas por el amanecer que apelmaza allí los desechos del día anterior, los remanentes de una fiesta absurda que nos empeñamos en prolongar como una bocanada sagrada de tifus Tengo grosellas en almíbar para nuestro antojo de burguesía y te enfadas como un niño que nunca ha sabido aceptar la suerte del rodaballo ¿hasta cuándo jugarás a escabullirte del ruido ambulatorio que provocan los instrumentos de los indios? Bebemos sake del tiempo de los molinos, de aquel entonces en que las lagunas rebosaban difteria y se encontraban asolando las ciudades en forma de pantanos Las campesinas mascullan secretos con los arrozales y escupen una desdicha mutua que termina agriándonos la boca, que ahora solo sabe decir palabras salvajes de coloración indescifrable Hablo por mi piel urgida de tatuajes, de mingitorios abrumados por el sexo de los hombres y por los versos de los poetas desnudos que como telarañas nos envanecen en el tiempo de las lluvias primiciales fingimos estar muertas y la dinamita estalla en un desborde absurdo de pólvora y caracolas traídas de territorios ajenos

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Y confiamos este destino de querernos al solipsismo estratégico de las guerrillas Los pequeños hombres rotos se tutean en medio de una sobria retirada en cámara lenta Demolemos los cementerios y los envolvemos en misterios que nunca tuvieron porque allí solo yacen los muertos como yacen en el carrusel los animales de yeso, los niños que no tienen tiempo, los cigarrillos liados con tabaco viejo y la insulina que regurgita en el intermedio de una aburrida pieza de Chopin Cuánto detestábamos a Chopin y su lentitud desplegada como una bocanada en forma de hembra que sube despacio, casi dramáticamente, por una larga escalera con un acabado en caoba negra Ahora, solo eres un muerto que colinda su deseo con otro tipo de texturas, que escarba en bibliotecas libres de ántrax y que adorna su pelo de enjambre con detalles rurales de retama y colihue

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Anjani

No quiero mirar tu catre vacío porque se apelmaza mi escritura con esas sutiles formas de silencio

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Arrastramos la ceniza de las huellas de los conquistadores y jugamos a escondernos en los meandros de la puna, a confundirlos con un canto que nunca hayan escuchado antes y que sin embargo reconozcan con terror Esperamos el paso del tiempo que no les perdonará habernos estrellado contra las piedras del Bósforo, que los señalará con gestos de orbe desacomodado tentando la burla en cada trazo maniqueo de sus cartógrafos y sus silabarios, de sus preceptivas literarias en itálicas deslucidas Destruimos sus palacios y nos guardamos solo un poco para las dos disfrutamos con la avidez más hermosa del mundo un pasaje en griego antiguo, aunque nadie sepa hablar una mierda de griego antiguo entre nosotras nos abandonamos al silencio de las catedrales que ofician la llegada de diez siglos de carrera hacia ninguna parte Hacia nosotras

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Anjani

Los arándanos traen buena suerte lo sé ahora que dicen que estás muerto y me siento más extraviada que nunca en la espesura del continente

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Duermes profundamente este sueño de metales y campesinos que recitan milagros como vertientes cuajadas Ellos adivinan el mundo en su tragedia más delicada y nos salvan de las lágrimas subsidiarias del rencor y de la venganza En esto también coincidíamos y lo recuerdo ahora que dicen que estás muerto y suena Berlioz desafinado: nos enfurecía hasta el colapso nervioso el romanticismo libidinal lleno de juventud tísica y herrajes rurales como niebla de selva oscura desparramada a lo largo de un continente urgido de Francia y sus vocablos inútiles como toda palabra, mezclada con la espuma y el opio y la sultana Tú, que siempre miraste con desprecio la poesía escrita para llorar y amar y alentar el desove Sé que en secreto escuchabas sinfonías tergiversadas guardando discos de vinilo en cajas de zapatos horribles y colores infortunados Sé que entonces te echabas a llorar como si fueras un delicado instrumento demasiado joven para tener 53 años Le temo a la humedad de los gusanos y a sus estrafalarios gestos intelectuales rodeados de humo y sacarina en polvo Los camiones de mudanza confunden nuestros ademanes de niñas pobres y se aprovechan de nuestra vergüenza arrancándonos los dientes Las fronteras tienen portones inconclusos con tickets de precios exorbitantes que no pudimos pagar jamás

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Anjani

Aunque sepamos recitar poesía del siglo XVIII Nos esforcemos en el ejercicio vano de la traducción de etnografías locales O mendiguemos siquiera la comprensión de los eruditos y sus becas extranjeras

Todo será en vano Ahora más que nunca Ahora que te has muerto Ahora que dicen que todo ha terminado

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Mientes cuando dices que has muerto un vecino te vio ayer comprando algo de pan, rezongando por el precio de las afeitadoras y los mentolados tratando de sonreír a pesar del barro en tus zapatos

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Anjani

Las mariposas nocturnas asolan tu habitación, empapada por la repentina luz de una lamparilla incolora, sudorosa trepan ahora con indecencia a lo largo de nuestras buenas intenciones y se acurrucan como serafines de la mala suerte detrás de la cama, sobre el escritorio, arriba del estante, husmeando en la ropa colgada en el baño, entre los plásticos que descansan dando gritos en el basurero del patio Ellas me llenan los pulmones de presentimientos ajenos a la fe de nuestros padres ellas me desvían la mirada y la repletan de anuncios sobre antioxidantes y perforaciones dentales insoportables ellas me hablan con palabras que ahora ya no están, que simplemente yacen ahí afuera, en la vereda, desordenadas, atragantándose en el pelillo incómodo de los animales domésticos

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Voy cediendo al viento que lo arrasa todo, hasta estas ganas incontenibles de abrazarte delgado, deshaciéndote un poco en la oscuridad de los ácaros

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Anjani

Mis manos entorpecen el desmontar de los metales no puedo con los cordeles de los estantes con sus sonidos estilográficos, casi elocuentes Y los árboles frutales me observan de pie

tristes, inmóviles, exiguos

No puedo cambiar de paisaje y esta simple certeza me humedece los ojos

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Encuentro una botellita llena de ansiolíticos e imagino el secreto de la destilación de tu cuerpo

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Anjani

Preguntas por la muerte como si todo esto no se tratara de ti empujas a los invitados te fumas todos los cigarrillos, te ríes e intentas mostrarte ajeno a este mobiliario desdentado A veces creo que solo quieres hacernos llorar, y en las inmediaciones del desastre, un poco, lo consigues

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Supongo que siempre soñaste con regresar a los ennegrecidos andenes de la terminal y deslizarte sigiloso por sobre los techos enrojecidos de revoluciones que nunca sucedieron rebuscando en los escombros siniestros la habitación aquella en que nos criaron nuestros padres Son incontables las salidas que tramaste y que ahora sostienes entre tus manos amarillentas como entradas vencidas para alguna función absurda y macabra como las últimas flores que las lluvias nos permitieron tener Algo de esperanza barajada con torpeza en esas largas noches en las que jugando a suicidarnos saltábamos por la ventana adivinando en la oscuridad dónde caeríamos para poder encontrarnos de nuevo y entonces aguardar calladas hasta el amanecer

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Anjani

Hoy que ya no eres mi hermano, hoy que nos abandonaste sin barullo ni querella olvidando tu discurso herético neo platónico de lo uno en el infinito ¿o decías lo uno en el universo? Hoy recuerdo aquel domingo en que me iba de casa para siempre cuando lloré delante de toda la familia incomodando tontamente a nuestros invitados Quisiera arropar tu vientre desnudo por los días de la fiebre por los usos desordenados de la asfixia untar tu cuerpo largo y delgado con algo de grasa espesa para el frío que traen las montañas y sus ambiguas hendiduras Evitar que el estaño del brujo mal pagado descubra en su vientre el secreto de tu vientre

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Aún guardamos en nuestras manos de niñas pequeñas monedas de diez centavos

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Abro la mano y empiezan a retozar


Anjani

Ocupaste los espacios vacíos que nos dejaron las mudanzas perdimos el equilibrio de tanto movernos alrededor de las viejas montañas las usaron como desahucio para vencernos ellas detuvieron nuestros deseos, las nubes, las viejas aves que prometían el regreso Pero nunca tuvimos regreso Las ciudades del altiplano nos habitaron con sus entrañas de piel gastada hacia adentro y nos desviaron de las razonables promesas de tus libros inútilmente les creímos cuando despedazaron los horizontes y reanudaron las grandes batallas en capítulos televisados

En última instancia, los desaforados miedos nos provienen de ellas y sus movimientos oscilatorios

Quizás nosotras terminamos siendo los ojales de tus trajes apelmazados como el paso del tiempo dibujado en el algodón gastado de los uniformes de las colegialas todas estuvimos alguna vez deslucidas y ansiosas por carabineros borrachos que retumbaron la calle empinada de sus botas inexactas y sobrecargadas Me ves llorar me tomas de la mano corres conmigo calle abajo y me rescatas apenas a tiempo subiéndome a un bus largo y azulado que recorre rezongando toda la triste avenida Buenos Aires y eso es todo y entonces despierto y tú sigues muerto 29


Una maleta revienta sus entrañas perfectas de plástico y naftalina contra los bordes motosos de tu habitación Los objetos encuentran formas extrañas para llorar con nosotras

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Anjani

Te odio y algunas señales no caducan se quedan como soplo en el corazón como paso apurado al borde de la calzada la imposibilidad de sostener la mano arriba el miedo de salir a la calle con algo demasiado ajustado el desagüe que se tapa en un momento extraño incómodo acaso el escozor en el ojo derecho el tropiezo en las piedras levantadas de una calle aún invertebrada a esta ciudad que se regodea siempre en hacernos a un lado

Como este vestido que deshilacha su ruedo

¿Puedes destilar los sonidos de los dientes que perdimos debajo de las piedras hembras, debajo de los universos ambidiestros de los que a veces nos hablabas?

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Bach amontona sus sonidos y reza como una mantis elegante y rabiosa que susurra el secreto de los animales nos desconcierta, haciéndose hierática y agresiva lista para dar un par de golpes y después echarse a husmear monoxidades de nostalgia apabullante Por esas lágrimas le amaste alguna vez recreadas en el terso lugar de tus creencias y contramarchas asediadas por ese grupo de notas histéricas repitiéndose en grados secuenciales, cada vez más complejas, cada vez más disfuncionales al sistema linfático y sus coronarias

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Así, más o menos, desapareces de nuestras caricias hasta convertirte, poco a poco, en polvo que alimenta a las astromelias


Anjani

Colecciono tubitos de plástico que recojo de las jardineras públicas me ayudan a cerciorarme de los algoritmos de la selva desnuda los escondo en las negruras de mi piel y nadie las percibe cuando compro pan, o salgo a fumar los imaginarios estatutos de la clarividencia que nos regaló mamá

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Todos aprovechan tu ausencia infinitesimal para desordenar tus cosas, meticulosamente dispuestas como en un concierto de música barroca

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Anjani

En un envase de vidrio, manchado por el hollín de los paisajes adosado por las mugrosidades que a veces las frituras le prestan a la existencia, descubro sedicioso, un incienso a medio arder

Nuestro padre lee a la sombra de un ciprés y aúlla nostálgico por los caminos que abundan en las ciudades que imaginó inocentes, sin oquedades

Tú te ríes incluso desde la ausencia de esos cacharros y sus envolturas

Mi padre aúlla

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Alguna vez amé las fisuras de las cañerías, los rincones en que celoso amontonabas tus trapos renegridos de alcohol y virutilla pero ahora me es imposible recobrar entera esta memoria gangrenosa de asfalto y machimbre Eres el límite de un trazo que recompone otros límites, en el intenso lienzo familiar en que un cerdo caprichoso se come a hurtadillas los restos de nuestra ropa el menaje de mamá nuestras revistas pornográficas mientras la bocina del camión de la basura nos deja gritando jitanjáforas

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Anjani

Deambulamos con desorden atravesando esta fauna extranjera que nos corrompe y tiemblo ante la posibilidad de extraviar el dinero que pusiste en mi mano y te ríes y te odio y maldices como si nunca hubieras jugado con los temores de los niños

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Ahora creo en los muertos y en sus extrañas formas de conducir los destinos de la nación de los pájaros en los horarios de los registros civiles y las oficinas ministeriales que concurrimos cabizbajos, almidonados e inútiles Si tan solo pudiéramos lamernos la palma de la mano en paz mientras apreciamos este derroche de alegría popular

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Anjani

Te amaban los dioses desterrados porque presintieron que tú los podías devolver a la vida en este barrio mal acostumbrado a las moscas indecisas desearon demasiado para tu pobre cuerpo asediado por la neurosis de una existencia corta, angular y quejumbrosa Y quedaron en tu piel manchada, los intentos de un absurdo ritual pagano para devolverles el aliento y presagiar entonces nuestro propio fin del mundo, registrado por el vaivén de la cámara en un plano secuencia demasiado largo como contenemos a veces el aliento meridiano de una bofetada astillosa Antes de acostarnos juntas hermano, contemplando el relinchar de los caballos dame de comer otra vez abedules y lentejas porque solo el suicidio de los dioses nos mantiene despiertas y anonadadas a pesar de las moscas y sus elocuentes mantras

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Tus libros están destruidos por la humedad que los devora con la desidia del clima cálido y rebalsan grotescamente de un saquillo de yute descompaginado sonríen como idiotas que no entienden su irreparable destrozo, su destino de basura de barrio y me miran como si quisieran morderme luego, como si hubieran perdido su calidad de objetos cultos y domesticados

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En estas sucursales de la periferia, todo se torna salvaje y numerario


Anjani

Nadie como tú para hacer desaparecer nubes en el cielo

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Arreglo la ropa y le doy la espalda a tu cama negruzca Reconozco entonces el tono de tu voz leyendo el primer capítulo de aquella insoportable obra kantiana mal escrita y cómo entonces te brillaban los ojos, y cómo sudabas con la estufa eléctrica

yo solo quería irme a la cama y masturbarme antes de dormir para no tener que sentirme como una tonta de nuevo para sobrevivirte un poco

Quisiera poder escucharte una vez más, con la fuerza de tus poros abiertos y tu fe en el porvenir de los monstruos

Lo valioso estaba en la petaca de libros que guardabas debajo de la mesa en la que te embriagaste, tantas veces, supersticioso dispuesto a salir con un arma en la mano derecha y los pelambres de una conexión mal soldada en la otra

Pobre anacoreta tercermundista que planeabas robos espectaculares que tenían como víctimas a los más grandes bancos imaginarios de nuestro vecindario abandonado

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Doblo la última camisa y como todo, la arrojo hacia un saquillo de yute sin fondo


Anjani

La pedagogía de los cuerpos envueltos en bolsas de papel grasientas cartones que resisten al tiempo hasta el preciso momento en que se deshacen entre mis dedos bolsas de plástico que atestiguan traslados de antaño, cuando la vida aún podía reconstruirse lejos de la ruta azulada del camión de los hartazgos Nuestras viejas tradiciones adosan cheques sin fondo: proyectos mecanografiados en una perfecta secuencia de azul y rojo sellos que prometen contratos que nunca llegaron empleos demasiado lejanos memorándums sin valor alguno, que sin embargo se festejaron en un momento absurdo ¿Sirve para algo esta pormenorización del deterioro?

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Los necrológicos que buscan papá y mamá son parte austera ya de sus lágrimas Exagerando los silencios gangrenados por el tiempo, supurados de incontables infecciones cavilosas e invisibles que de pronto retozan en sus cuerpos flácidos y temblorosos, pequeños y risibles

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Me dan ganas de echarme a llorar con ellos


Anjani

hemos devuelto la pieza en que la muerte ha campeado sus escombros y nos abandonamos ahora a extrañas presunciones como las deudas que nos esperan después del velorio y su tizne prodigioso lo digo yo, que nunca he sentido el agror de las frutas secas yo, que no creo en la buena suerte, porque sé que los abandonos crecen desesperados en la pelambre de los muertos

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Abundan insectos en las plazas como hinchadas de polietileno ellos carcomen la tibieza de los abrazos y se mueven despacio, conforme nuestro tiempo de ángeles y cansancio De los techos se desperezan largos suspiros como hirientes muestras de la pena de nuestras sombras Y oímos risas que nos llegan de algún lugar en el que las reminiscencias las protegen del tiempo y de la sequedad quizás ambas son la misma primitiva forma en tu cuerpo, en tu boca desenfrenada, sonriente en tu cuerpo hinchándose un poco en mi propio cuerpo ¿Tienes miedo, aún después de la muerte?

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Ediciones Yerba Mala Cartonera Para no desesperar en las trancaderas, para dejar pasar las propagandas de la TV, para aguantar las marchas, para caminar subidas sin darse cuenta, para bailar al ritmo de la cumbia del minibús o para cuando tengas simplemente ganas de leer. Un libro cartonero, casero, tu mejor cómplice.

Otros títulos: Cecilia De Marchi, Blanco Viscarra en Cartón, Antología Cuento y poesía Claudia Piñeiro, Dos valijas Giovanni Bello, Mixtape Beto Cáceres, Línea 257 Melgarejos de todas partes, Cuentos desde Tarata Juan Malebrán, Bozal Ingrid Bringas, 1000 watts de amor electrónico Juan Pablo Salinas, Moscardon bistrot Elvira Hernández, Santiago waria - Santiago rabia Rodrigo Hasbún, Familia Vicky Aillón, Liberalia Liliana Colanzi, El ojo Rosario Barahona, Cosas consabidas Crispín Portugal, ¡Cago pues! Lucía Carvalho, Universo 127 Lourdes Saavedra, Lullaby Carmen Boullosa, Tres odios Roberto Oropeza, Ferro Giovanna Rivero, Tun, tun tun, ardía tu corazón


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