ERASE UAN ALETA QUE SE VOLVIO ALA

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A continuación se expone un artículo de la revista National geographic realizado por por Carl Zimmer el 30 de Noviembre de 2006, y que utilizamos en la Unidad Didáctica nº6: Adaptación=supervivencia.

ERASÉ UNA VEZ LA ALETA QUE SE VOLVIO ALA. El padre de la evolución fue un papá en apuros: pocas cosas afligían más a Charles Darwin que tener que explicar cómo se crearon las estructuras más complejas de la naturaleza, como el ojo. ‘‘El ojo, incluso ahora, me hace estremecer’’, escribió a un amigo en 1860. Hasta ahora los biólogos comienzan a entender la complejidad de los orígenes de la vida: el ingenioso y delicado mecanismo óptico del ojo, la ingeniería magistral del brazo, la arquitectura de una flor o de la pluma de un ave, la coreografía que permite que billones de células sumen esfuerzos en un solo organismo. La respuesta básica es clara: de una u otra manera, todas estas maravillas evolucionaron. ‘‘La idea fundamental de la evolución es magnífica: tan bella, tan simple’’, dice el investigador Howard Berg, quien ha pasado gran parte de los últimos 40 años estudiando uno de los ejemplos más modestos de la complejidad de la naturaleza: el flagelo de bacterias comunes. ‘‘El concepto es, simplemente, que la naturaleza juega con algo, lo transforma y luego pregunta: ¿eso aumenta o no las posibilidades de supervivencia? Si no es así, los organismos en los cuales se manifestó el cambio mueren y, con ellos, el concepto; si aumentan las posibilidades, esos organismos continúan con su existencia, y la naturaleza sigue jugueteando, mejorando. Es una técnica extremadamente eficaz.’’ Sin embargo, a casi 150 años de que Darwin planteara esta magnífica idea al mundo, en El origen de las especies, la evolución de estructuras complejas aún puede ser difícil de entender. La mayoría de la gente puede concebir el proceso de selección natural mediante el cual se lleva a cabo un cambio o un ajuste; por ejemplo, que un animal adquiera más pelaje o un cuello más largo. Es más difícil, no obstante, imaginar que la evolución dé origen a un órgano nuevo y complejo, con todas sus partes entrelazadas con precisión. Estudiar de qué modo se crearon las estructuras complejas es uno de los más estimulantes campos de la biología evolutiva; los indicios aparecen con notoria rapidez.


Algunos han surgido a partir de fósiles espectaculares que revelan a los precursores de órganos complejos, como las extremidades o las plumas. Otros provienen de laboratorios, donde los científicos analizan los genes que transforman a embriones sin rasgos característicos en organismos maduros. Al comparar los genes que modelan órganos en diferentes especies, se han encontrado pruebas de que ciertas estructuras aparentemente tan diferentes, como los ojos de una mosca y los de un ser humano, en realidad comparten el mismo legado. Aún queda un largo camino por recorrer para entender la evolución de la complejidad, lo cual no es sorprendente, pues muchos de los mecanismos de la vida evolucionaron hace cientos de millones de años. Sin embargo, los nuevos descubrimientos revelan el proceso mediante el cual las estructuras complejas se desarrollaron a partir de principios simples. Gracias a los estudios y a los hallazgos, los científicos siguen redescubriendo algunas reglas claves. Una de ellas es que una estructura compleja puede evolucionar a través de una serie de intermediarios más simples. Otra, que la naturaleza es ahorrativa: modifica genes ya existentes para nuevos usos e, incluso, vuelve a usar los mismos genes de nuevas maneras, para construir algo más complejo.


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