HISTORIA DEL PIRATA FLORIDAPATA

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HISTORIA DEL PIRATA FLORIDAPATA

Baltasar Esteban Fernández Negro

Año 2004

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A mis maestros: Quienes, sin ellos sospecharlo, hicieron de mi un lector empedernido y me dotaron del don de la palabra escrita para contar, no s茅 si con acierto, todo cuanto a mi imaginaci贸n asoma.

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I

El capitán Floridapata era el demonio del mar al que los otros piratas temían como a un chacal

Cinco mástiles al cielo, (de su barco presumía), y un velamen que se hinchaba aunque el más terrible viento por los mares lo arrastrara.

Tenía una ronca voz (que miedo daba) Y una pata de madera, pues le amputó la sana un tiburón con hambre de media semana

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Nadie en la tripulación al capitán soportaba, ordenando cada día: giro a babor o estribor. Casi siempre de muy mal humor.

Así que como eso frecuentemente ocurría sus hombres al agua lo lanzaron un amanecer mientras dormía.

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II

¡Qué gran susto! se llevó (al despertar de esa forma), sentir el agua en la cara salada como la sopa que su mamá le daba.

Pero como buen marino era nadaba y nadaba: a mariposa, de espalda, a braza o a crol tenía un estilo “fardón”.

Demasiado chapuzón para una sola jornada. Y como vio que tiburones por allí rondaban…

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aligeró por si las moscas y buscó una playa tranquila y salvadora a la desesperada.

Era muy tarde (y aún nadaba) buscando algo que flotara. -¿Dónde estará esa isla que siempre a los náufragos salva?

Miraba al norte. Luego en el sur oteaba. Pero sólo vio al sol que por el oeste se largaba.

Ya las fuerzas eran pocas cuando en el este lejano descubrió varias gaviotas que aún no habían cenado.

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III

Hacia allá puso rumbo: brazos, pierna y pata. Encontraría una isla en los confines del mundo.

Y más muerto que vivo (pues llegó hecho una pena) fue a parar a la Isla de la Blanca Arena.

Las estrellas lo arroparon un poco compadecidas y bajo la cálida noche con mimo lo cobijaron.

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IV

Pasó un día. Luego pasaron dos. Toda una semana. Y dos y tres… así hasta un mes.

Finalmente despertó furioso y entumecido mientras las tripas le hacían miles de ruidos.

Bostezó largamente. Abrió los ojos legañosos. Arrugó la nariz. Y al estirar los brazos los oyó crujir.

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Le dolió tanto aquello que se olvidó por un rato de estirar sus músculos como si fuera un gato.

Lo peor no había llegado desde que pisó la playa. Aquel lugar lo atrapaba como a un condenado.

Buscó muy asustado la pierna que tenía sana y con gran esfuerzo liberó al final de la jornada.

La de madera se hallaba casi enterrada en la arena, y por mucho que luchó y de aquí y de allá tiraba: ni un solo palmo recuperaba.

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Cansado ya de estirar, en dialecto pirateril, se puso a gritar y a jurar maldiciendo su mal fin.

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V

No sirvió de nada. (Nadie le escuchaba) El resto de la humanidad prefería otras playas mucho más animadas.

Con cientos de chiringuitos “paparachis" y famosos donde hacen el agosto piratas de cualquier sitio.

Como el hambre le torturaba empezó a devorar hormigas cangrejos y cuanto bicho a su lado se acercaba.

Se sucedieron las horas, los días y las semanas. Las vacaciones de la gente. Otro año terminaba.

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Cada vez con más turistas volvió de nuevo el calor poniéndose colorados como centollos al sol.

Agotando las cervezas y empachados de tortilla, huevos fritos y paella; vino tinto y banderillas.

Pero ningún barco amigo por su isla se acercaba porque cada vez eran menos los barcos que faenaban.

Y aquellos que como él, de lo ajeno se apropiaban, (entiéndanse piratas), se acogieron a la jubilación que sus gobiernos les daban

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Y ahora se entretenían en bonitas residencias, eso sí, frente al mar de sus muchas correrías.

Pasándolo “d ´abuten”. Haciéndose trampas jugando al dominó a la brisca y al tute.

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VI

Durante todo ese tiempo Floridapata vivía perfeccionando y pensando técnicas de cacería.

Haciéndose el muerto, las cosquillas aguantaba para conseguir las presas que a su campo le llegaban.

Y con rápida maniobra cerraba brazos y manos barriendo hacia su cuerpo un botín muy asustado.

Y sin demora empezaba a tragar como animal aquella redada atrapada de manera singular.

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VII

Con sorpresa fue brotando una rama con soltura de su pierna de madera alcanzando gran altura.

Floridapata quiso orar recordando a un niño trasto que hacía ya mucho tiempo se hizo dueño de la mar.

Pedía que un cocotero (o cualquier árbol frutal) de su pata le surgiera y no tener que buscar algo que lo mantuviera.

Y mira por donde sus plegarias efecto inmediato tuvieron pues a un santo, llamado Pedro,

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(pescador en otro tiempo) de veras conmovieron.

Y coco tras coco cayeron casi a la par que hormigas alacranes, cangrejos,… y toda clase de animalillos de la isla se extinguieron

Y si un trozo de papel hubiese tenido a mano, y algún calamar que otro hubiera dejado sano, se habría hecho famoso escribiendo con su tinta un recetario sabroso.

Que no hay gran infortunio que nos pueda preocupar si hay qué llevarse a la boca y hacer al hambre callar.

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VIII

Lo que si echaba de menos era aquello de ordenar, mucho más para un pirata. Todo un lobo de la mar.

Y al dejar de faenar se le secó el otro “coco” volviéndose un pobre loco que a los cocos quiso hablar.

Y en su locura discurre que la pata de madera estaba atada al muñón de la amputada pierna.

-¡Vaya un tontorrón he sido! Y lloró durante un día gritando a los cuatro vientos: -¡dos años aquí he perdido!

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Buscó una rama enseguida que de muleta le hiciera y se olvidó del disgusto recorriendo la isla entera.

Bien podría presumir después del tiempo pasado que era el rey de aquella isla: El paraíso añorado.

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IX

Envejeció lentamente siendo feliz a su modo. Hablándoles a los cocos No se sentía tan solo.

Para acabar la historia del pirata hay que añadir que “echó raíces” en la isla Y allí se quedó a vivir.

Y al descubrir que las fuerzas muy poco le acompañaban, y que su hora final próxima le esperaba,

volvió a calzarse la pata que en la orilla le aguardaba. Se tendió agotado y dijo: -Hoy zarparé de esta playa.

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Floridapata soñó que su barco iba a buscarle. -¡Izad las velas piratas, que se nos hace tarde!

Mientras subían las olas él ya feliz navega fundiéndose con la espuma y el canto de las sirenas.

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FIN

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