Biografía de Domingo Savio 1

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Este libro te relata la vida de Domingo Savio, un joven como tú. Fue un verdadero amigo de Jesús y nos mostró que se puede ser santo a cualquier edad. Hoy, Domingo Savio te invita a ir con él por los caminos del Evangelio.

Por los Caminos del Evangelio

Domingo Savio murió a los 15 años. Es bastante triste morir tan joven. Pero su vida fue tan hermosa y rica que un día la Iglesia lo proclamó santo y lo propuso como ejemplo para los niños y jóvenes de todo el mundo. Por lo tanto, es posible seguir a Jesús por los caminos del Evangelio a cualquier edad. Pero ¿qué ha hecho de extraordinario para ello? Nada, sino dejarse guiar por sus maestros, y desarrollar las capacidades que poseía en él. Siendo niño, no dudó en recorrer cada día muchos kilómetros para ir a la escuela y realizar su deseo de ser sacerdote. Don Bosco lo recibió en su casa de Turín. Allí puso todo su entusiasmo para estudiar, pero también para ser muy atento con sus compañeros, para impedirles hacer el mal, para ayudarlos a estar siempre contentos y convertirse en verdaderos amigos de Jesús. Con este libro conocerás a un nuevo amigo, Domingo, un santo de 15 años. Un amigo Salesiano ********************************************************


Los campos están cubiertos de llores en este mes de abril de 1842. Desde hace algunas semanas los días son cálidos y soleados. ¡Qué belleza y qué dulzura en las colinas del Piamonte italiano!

Orgullosa, con sus delicadas manos, Brígida acaricia su vientre donde duerme un bebé. Muy pronto vendrá al mundo. A sus 22 años, está muy contenta porque será pronto mamá. Durante el anochecer, acostumbraba salir a la puerta de la casa en el pueblo de Riva. Carlos, el futuro padre, es, joven y fuerte. Trabaja como herrero. - ¿Cómo está mi pequeña costurera? - le dice Carlos, tomándola por la cintura. - ¿Nos estás tejiendo un bebé?

Este joven papá de 26 años es muy cariñoso. Quiere mucho a Brígida. - Y a ti cariño, ¿cómo te ha ido? Tengo mucho trabajo. Pienso que aquí estamos bien... Somos pobres, pero estamos bien. Miran juntos el horizonte. Todo está tranquilo en esta noche. - Carlos, ¿si rezamos por el bebé que va a nacer?... Si es un niño será valiente congo tú. Si es una niña, le enseñaré a coser.

Durante la noche, Brígida siente más agitados los movimientos en su vientre. Carlos, creo que nuestro bebé nacerá pronto. No te preocupes amor mío, mañana será sábado y me quedaré en casa para ayudarte. La vecina llegó temprano por la mañana y se ve mucha agitación en la casa. El niño nació el sábado 2 de abril (en 1842) - ¡Domingo, se llama Domingo Savio ! - dice fuerte y con orgullo Carlos. Llora de alegría. Hace dos años tuvieron su primer hijo. También lo llamaron Domingo, pero sólo vivió 15 días. El padre vuelve a dar el mismo nombre a su nuevo hijo para contrarrestar su suerte. - Verás Brígida. ¡nuestro hijo vivirá!

El mismo día, a las 5 de la tarde el niño fue bautizado en la iglesia de Riva. Carlos y Brígida están orgullosos del fruto de su amor. Se llama Domingo porque "él es del Señor".


Brígida es feliz con el nuevo niño en casa. Vuelve pronto a su trabajo cono costurera para ayudar a su marido a sacar adelante la pequeña familia. Pero los tiempos son duros. Domingo es una hermosa y sonriente criatura que da mucha alegría a la joven pareja.

En 1844, la familia Savio se traslada. Carlos busca trabajo y se emplea como herrero en Morialdo. Cuando Domingo tiene a penas dos años, una nueva tragedia golpea a la familia. El 15 de febrero nació un hermanito, Carlino, pero muere al día siguiente.

Pasan los años. Domingo crece y, como muchos niños, a sus padres hace felices. Juega durante largas horas con su madre y observa su trabajo de costurera. Cuando comienza a anochecer, Brígida le dice que vaya a esperar a su padre.

Carlos es valiente, pero su oficio de herrero lo agota. Adora regresar a casa donde lo espera Domingo con mucho cariño y atención.

En la casa de los Savio todo es modesto, nada está de sobra y la familia Savio reza todos los días para agradecer al Señor los momentos de felicidad.


A los 30 años, su padre aprende aún a escribir durante la noche, después de trabajar, y toda la familia aprovecha también para instruirse. Brígida hace lo posible para que Domingo abra su corazón a Dios. Le enseña las oraciones y los gestos de la fe. Domingo acompaña a sus padres a la iglesia de Morialdo todos los domingos. Muy pronto, junto con su madre, participa en la Misa casi todos los días.

El sacerdote Don Zueca, los encuentra un día muy temprano por la mañana, sentados en el suelo delante de la puerta de la iglesia que estaba cerrada esperando para la Misa. Se sorprende de la fe de esta gente sencilla y pobre.

Como los ve siempre en la iglesia, el sacerdote les propone ayudar a Misa. Domingo tiene a penas seis años y el misal parece demasiado pesado para el pequeño. Pero se siente honrado y no dejaría por nada el servicio al Señor.

Comienza la escuela a los seis años. Como a la mayoría de los niños, le gusta mostrar con orgullo a sus padres sus progresos. En aquel año, su sacerdote le dice que podría hacer su primera Comunión. - Voy a hablar con los otros sacerdotes. En general, los niños hacen su primera Comunión a la edad de once o doce años, pero considero que tú ya estás preparado para ello. Domingo corre a casa para dar la noticia. Brígida se alegra de ver tanta felicidad en su niño, sabe que conoce muy bien muchas oraciones, y le dice: Espera que el sacerdote te de su respuesta. Te ayudaré a preparar esta gran fiesta.

En el pueblo, todos los niños hacen la primera Comunión el día de Pascua. Todo el inundo está de fiesta. Se visten con sus mejores prendas e invitan a todas sus familias y amigos. Domingo es feliz. A penas tiene siete años y toda la familia lo acompaña: Maná Brígida, su hermanita María, su hermana Raimunda y su papá.


Para Domingo, la escuela y el reencuentro con sus amigos de Murialdo se convierten en los momentos más alegres de la semana_ Pero Domingo nunca hará nada sin dar antes el primer lugar a Jesús y María. Son los frutos concretos de la Comunión.

- Mamá, sabes que el próximo año ya no podré ir a la escuela del pueblo, ya soy bastante mayor. Así es, tendrás que ir a Castelnuovo. Está bastante lejos. Me gustaría ser un pajarito para poder volar día y noche hasta Castelnuovo. - Tú no serás nunca un pajarito, pero tu papá y yo estamos orgullosos de ti y te ayudaremos a ir a esa escuela. Cuando tenía apenas diez años, Domingo recorre cada día los cuatro kilómetros de distancia para ir a la nueva escuela. Con buen o mal tiempo, Domingo se levanta temprano por la mañana para ir a clase. Vuelve a casa al medio día y parte otra vez para la escuela a las dos de la tarde. Y finalmente regresa a casa al anochecer. Son 16 kilómetros diarios. En el camino encuentra a personas adultas que lo felicitan por su valentía. También se encuentra con otros niños que lo acompañan. Durante el verano, cuando hace mucho calor, se resiste a sus compañeros que le proponen ir a bañarse al río. -Mis padres me han dicho que es demasiado peligroso. Varias personas han muerto ahogadas. Además, no creo que esté bien bañarse casi desnudo... Esta respuesta provoca menos simpatías en algunos amigos, pues, no desean que sus padres se enteren de su desobediencia por causa de Domingo. Pero él sigue su camino y trata siempre de ser un buen amigo con todos.

Otra vez la familia Savio se ve obligada a trasladarse a vivir a otro pueblo llamado Mondonio, de apenas cuatrocientos habitantes. Por fin Domingo, que ya tiene once años, puede ir a la escuela del pueblo donde enseña un sacerdote llamado Don Cugliero.


Un día en la escuela, algunos de sus compañeros meten piedras y nieve en la estufa. Cuando llegó el maestro y preguntó quién hizo eso, alguien dijo que fue Domingo.

El maestro lo castiga dejándolo de rodillas en predio de la clase y Domingo acepta el castigo sin decir nada.

Pero al siguiente día, Don Cugliero se enteró de quienes eran los verdaderos culpables y lamentándose le dice: - Domingo, ¿por qué te has dejado acusar tan injustamente? Debes reaccionar en semejante caso. - Como lo vi muy enfadado en ese momento, pensé que si descubría a los verdaderos culpables en ese momento, uno de ellos sería expulsado definitivamente debido a todas las travesuras que ya había hecho. Sin embargo, yo podía hacerme perdonar. Jesús también fue acusado injustamente

Don Cugliero aprovecha de un viaje a Turín para ver al conocido sacerdote Don Bosco, quien entrega su vida por los jóvenes y ha construido en esta ciudad un centro para los niños de la calle. Pero también recibe muchos estudiantes para que puedan estudiar en la ciudad, y en particular se preocupa por aquellos que quieren ser sacerdotes.

- Don Bosco, tengo que hablarle de uno de mis alumnos, uno de los mejores, se llama Savio. Por otro lado, sus padres están muy cerca de su país natal. Juan Bosco escucha con atención al sacerdote que le describe con mucho orgullo la inteligencia y el carácter de Domingo. Don Bosco, le aseguro que es alguien excepcional. Nunca he encontrado a alguien tan prometedor en toda mi carrera, le recomiendo verlo.


De regreso a Mondonio, el sacerdote se lo cuenta a Domingo: - ¿Don Bosco? ¿Ha ido a ver a Don Bosco por mí? Domingo no se lo puede creer y va corriendo a su casa para anunciar la buena noticia. - Papá, cuando Don Bosco vaya de vacaciones a I Becchi con los niños de Torino, irás a verlo, ¿de acuerdo? - Por supuesto Domingo, y tú vendrás conmigo. I Becchi es un pueblo que no está muy lejos de aquí.

Hay que esperar el mes de octubre de 1854 para poder ver a Don Bosco, durante sus vacaciones en casa de sus hermanos con el grupo de niños de Turín. Los grupos de música, los juegos al aire libre, los paseos, son algunos de los entretenimientos que Don Bosco propone a estos niños pobres recogidos por las calles de la ciudad.

Aquella noche, Domingo no puede dormir. Por la mañana acompañará a su padre a I Becchi para hablar con Don Bosco. Un gran acontecimiento se va a producir y agradece al Señor el hermoso día que se avecina.

El domingo 12 de octubre, Carlos Savio lleva a su hijo de doce años para hablar con Don Bosco en su pueblo natal de I Becchi. - ¿Quién eres ? - Soy Domingo Savio, aquel de quien le habló mi maestro, Don Cugliero, y venimos de Mondonio. Don Bosco lo recibe aparte, y ambos hablan de manera efusiva en dialecto piamontés.

- Don Bosco, ¿piensa que podrá llevarme a Turín para estudiar? - ¡Creo que hay muy buena tela! Domingo sonríe y recuerda las hábiles manos de su mamá confeccionando sus vestidos. ¿Para qué puede servir esta tela? - pregunta Domingo. Para hacer un hermoso traje para el Señor. ¡Entonces, yo seré la tela y Don Bosco será el sastre! Me temo que tu frágil salud no resista a los estudios. No tema. El Señor me ha dado salud hasta hoy y me dará mucha más en el futuro. - Pero, cuando termines de estudiar el latín, ¿qué piensas hacer? - Si el Señor me da esa gracia, deseo ser sacerdote. Don Bosco saca del bolsillo de su sotana un librito que ha impreso en su escuela de Turín y le dice: - Antes quiero verificar si efectivamente tienes capacidad para estudiar. Llévate este librito y estudia esta página, mañana vienes para que me la recites.


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