Aurora Boreal 7

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ISSN 1902-5815

Nr. 7 Mayo 2010

AURORABOREAL

Para los amantes del espa単ol


AURORABOREAL Próximo número

Manifiesto Promover la cultura de la lengua española en el mundo entero. Temas: literatura, arte, música, teatro, fotografía, arquitectura, diseño y cultura en general. Un foro para difundir, discutir y gozar el español entre la gente que lo habla y lo estudia. Artículos de calidad académica. Una ventana abierta a las inquietudes de los artistas.

Sumario

Editorial, Poesía, Estados de Ánimo, Puro Cuento, Minrrelato, Libros, Fragmentos, Entrevista, Escritores, Librerías, Fotografía, La columna de Edgar Ortegón, In memoriam, Los libros menos vendidos pero tal vez los más leídos una vez, Manuel recomienda leer, Música, Cine, Más Libros.

Colaboradores

Diego Arango, Yolanda Arroyo Pizarro, Ricardo Bada, Amalia Bautista, Roberto Burgos Cantor, Manuel Cabrales, Guillermo Camacho, James Cañón, Isaac Cazorla, Martha Canfield, Ben Clark, Luis Alberto de Cuenca, Luis Fayad, Ignacio Gómez de Liaño, Anna Heinz-González, Edith Imholz, Alejandro José Cáceres López, Leo Larsen, Julio Martinez Mesanza, Juan Carlos Méndez Guédez, Edgar Ortegón, José del Río Mons, Samanta Schweblin, Gloria Serpa-Flórez de Kolbe, Diego Valverde Villena, Vicente Valero, Ana Mercedes Vivas.

Corresponsales

Victor Beltrán (Alemania), Edgar Henríquez (Canadá), Fernando Perdomo (Colombia), Andrés González (Escandinavia), Angela Trezza (India), Manuel Cabrales (Italia), Edimca (Suiza).

Corrección de textos Evaristo Vilval, Edimca.

Fotografía, Apoyo Gráfíco Laura Camacho, Nanna Boss.

Carátula Foto ⓒ José del Río Mons.

Carátula posterior Foto ⓒ José del Río Mons.

José del Río Mons Catedral

AURORABOREAL PRÓXIMO NÚMERO SEPTIEMBRE 2010

Cuadros, páginas dos y tres Foto ⓒ José del Río Mons. Contacto & subscripciones

info@auroraboreal.dk www.auroraboreal.net Editor Guillermo Camacho La revista no asume las opiniones expresadas por los colaboradores

ISSN 1902-5815

AURORABOREAL® 2010 En web ISSN 1903-8690

Dalvej 15, Gentofte DK-2820


Índice Amores Perros Martha Canfield….…………………....…..….4 Un hombre y un perro Luis Fayad…..…………................……6 Tres cuentos cortos Roberto Burgos Cantor.................…..........8 La pedrada Gloria Serpa_flórz de Kolbe....................…..…....11 Pájaros en la boca Samanta Scheweblin.......….......…....…...12 Voy a comprar cigarrillos Guillermo Camacho..……....….....16 Después de martillar Yolanda Arroyo Pizarro...........…..........19 Tres mini relatos Juan de Carlos Méndez Guédez.............….20 Un libros sobre el Coco Alejandro José López Cáceres.….…23 Un señor que miraba raro y bello Alejandro José López …...24 Ojos de luna Isaac Cazorla……….....................................….25 Tres autores secretos Ricardo Bada…………………….…...26 EL tapíz de Penélope Ana Mercedes Vivas……...............…...27 Entrevista a james Cañón….……..…….....................……….28 La aldea de las viudas por Anna Heinz-González………...... 30 Ciclos contra ciclos y fábulas Edgar Ortegón .........................32 Diego Arango Arango.......……………………………….......34 El que escribe con la luz Diego Valverde Villena.....………...43 Rafael Gutiérrez Colomer y José del Río Mons…..................44 Amalia Bautista y José del Río Mons……………..................45 Ignacio Gómez de Liaño y José del Río Mons……................47 Vicente Valero y José del Río Mons…..………….............….48 Julio Martinez Mesanza y José del Río Mons…..…..........….49 Ben Clark y José del Río Mons………………....…..........….50 Luis Alberto de Cuenca y José del Río Mons…..…..........…..49 Libreria Biblos de Bogotá...................................................….57 Los 10 libros menos vendidos....….....................….................60 Manuel recomienda leer..........................................….............61 Cine de ambos lados del charco...............................................62 Libros..........................................………....................…….....63 Cine de ambos lados del charco...............................................62

José del Río Mons Catedral

Foto de internet

AURORABOREAL Editorial

Con el número 6 de Aurora Boreal celebramos el tercer año de la revista. Como todos los números anteriores, mayo 2010 ha sido un placer editarlo. En este número contamos con poetas de la talla de Martha Canfield y Ana Mercedes Vivas. En cuento y minirrelato presentamos trabajos de Juan Carlos Méndez Guédez, Samanta Schweblin, Yolanda Arroyo Pizarro, Guillermo Camacho, Luis Fayad, Roberto Burgos Cantor y Gloria Serpa-Flórez de Kolbe. Gracias a la labor del que escribe con la luz, José del Río Mons, podemos presentarles una combinación de instalaciones maravillosas de fotos y poesía de Rafael Gutiérrez Colomer, Amalia Bautista, Ignacio Gómez de Liaño, Luis Alberto de Cuenca, Vicente Valero, Julio Martinez Mesanza y un escrito de Ben Clark. En la sección de libros Alejandro José López Cáceres, Isaac Cazorla, Ricardo Bada y Anna Heinz-González nos cuentan de libros que han leído. Presentamos una entrevista al escritor de La aldea de las viudas James Cañón. Diego Valverde Villena construye la lista de los libros menos vendidos mientras el periodista Manuel Cabrales nos invita a leer a Jean-Marie-Gustave Le Clézio. En pintura el pintor Diego Arango Arango nos regala la obra de media vida. Nuestra corresponsal Edimca, esta vez desde Bogotá, entrevista a Santiago Figueroa quien nos cuenta de su tesoro: la mágica librería Biblos custodiada por tres duendes libreros. ¡Feliz lectura!

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AURORABOREAL Amores Perros Risveglio Por Martha L. Canfield

Nel risveglio la spiaggia è ricoperta di cemento. Al posto degli alberi ci sono case nuove e fatiscenti e il cielo di colore grigio piombo incombe sulle teste dei passanti. Un mito d'oggi parla dell'uomo solo in mezzo a tanti uomini e così sono sola in mezzo a questa giungla di cemento. Dileguate le rondini. I fiori coltivati si raddrizzano con un piglio eroico quasi comico nei vasi custoditi dietro i vetri. Tra un ramo e l'altro dei pochi alberi rimasti non volteggiano più passeri o foglie ormai andati via ormai cadute a terra ingiallite pestate sbriciolate con uno scricchiolio che par gemito da scarpe inconsapevoli portate in giro da cuori ottenebrati per la paura fosca di donarsi. Le strade sono sudicie e le voci che ascolti annunciano le merci con i prezzi. Non c'è un volto solare il sole non si vede. Soltanto i gatti sembrano animati da una curiosità viva e leggiadra. In fondo al vicolo un paio di occhi dolci mi fissano

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come aspettando da me una risposta. Mi avvicino e con il mozzicone della coda il cane mi saluta. Gli accarezzo la testa. E poi insieme ce ne andiamo tra i cassonetti della spazzatura per le strade deserte o popolate – fa lo stesso – davanti a porte chiuse in mezzo a volti anonimi a maschere insensibili totalmente all'oscuro della prossimità del loro prossimo.

las hojas amarillas pisadas trituradas con un leve ruido que parece queja por zapatos ignaros que ni cuenta se [ dan de llevar corazones enturbiados por el oscuro miedo de entregarse.

Despertar

Al fin del callejón un par de ojos dulces me miran como si se esperaran de mí una respuesta. Me acerco. Y con el pedacito de su cola amputada el perro me saluda. Le acaricio despacio la cabeza. Después nos vamos juntos entre los basureros ya repletos por las calles desiertas o con gente – da lo mismo – ante puertas cerradas ante caras anónimas máscaras insensibles completamente ignaras de la proximidad del prójimo.

Al despertar la playa aparece cubierta de cemento. En lugar de los árboles hay casas recientes y ya en ruinas y el cielo gris de plomo se cierne amenazante sobre los transeúntes. Un mito de hoy nos habla del hombre solo entre la multitud. Así estoy yo: sola en medio de esta jungla de cemento. Ya no hay más golondrinas, muy pronto han emigrado. Las flores cultivadas que en busca de un incierto resplandor se yerguen con un gesto heroico casi cómico se divisan apenas detrás de las [ ventanas. Entre una rama y otra de los pocos árboles que quedan ya no se ven hojas o pájaros porque se han ido o se han caído al suelo,

Las calles están sucias y las voces que se oyen anuncian precios de mercaderías. No hay rostros luminosos el sol ya no se ve. Solamente los gatos parecen animados por la curiosidad viva y alegre.

Florencia, octubre 2006


Mira y Martha Canfield

AURORABOREAL Amores Perros Mira arriva in casa

Mira llega a casa

Vorresti attraversare l’uscio forse ma non ti azzardi mi guardi intimorita Se passi da qui a lì non sai che cosa trovi e poi – magari pensi – neanche questo è un posto conosciuto Allora stai lì ferma la coda in alto vigile gli occhi pieni di dubbi Dove mi hanno portata, sembra che ti domandi e io prego che tu possa capire che questa è casa tua d'ora in poi e tu imparerai da me e io imparerò da te e insieme costruiremo un'affiatata coppia di donna e cane femmina Mira e Martha Martha e Mira e correre sarà la gioia del mattino e dormire sarà la gioia della sera e saperti vicino sarà gioia di vita e di armonia dolce e di emozione pura Aspetta non varcare quell'uscio Vengo io da te, lo attraversiamo insieme e facciamo iniziare oggi subito ora quell'unità perfetta secondo Neruda di «sei zampe e una coda».

Quisieras cruzar el umbral tal vez pero todavía no te atreves me miras con temor pasar de aquí a allí y no saber lo que vas a encontrar y luego – a lo mejor estás pensando – tampoco es éste sitio conocido Entonces permaneces quieta con la cola en alto vigilante ojos de incertidumbre Dónde me han traído, pareces preguntarte y yo ruego que tú puedas entender que desde ahora ésta es tu casa y tú aprenderás de mí y yo aprenderé de ti y juntas vamos a construir un dúo solidario hecho de mujer y de perra Mira y Martha Martha y Mira y correr será hermoso en la mañana y dormir será hermoso por la noche y saberte cerca será dicha de vida y armónica ternura y sentimiento puro Espera no atravieses ese umbral Voy yo hacia ti, para después cruzarlo juntas y dar por fin inicio hoy mismo ahora y enseguida a esa unidad perfecta según Neruda de «seis patas y una cola».

(arrivo di Mira in casa il 28 maggio 2003 14 gennaio 2010)

(llegada de Mira el 28 de mayo 2003 14 de enero 2010)

Martha L. CANFIELD (Montevideo, 1949)

Es catedrática de Lengua y Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Florencia. Ha publicado libros y monografías sobre López Velarde, Rodó, Ramos Sucre, Quiroga, Borges, Mutis y García Márquez. Es autora de una antología de cuentos hispanoamericanos (Donne allo specchio, Le Lettere, Firenze, 1997) y de dos antologías de poesía (Voces y luces, Olivares, Milano, 1998; y Poesia spagnola e ispanoamericana («La Biblioteca di Repubblica», 2004). Ha traducido al español a Pasolini, Bufalino, Edoardo Sanguineti, Valerio Magrelli, Paolo Ruffilli. Ha editado en italiano a Idea Vilariño, Carlos Germán Belli, Jorge Eduardo Eielson, Álvaro Mutis, Mario Benedetti, Rafael Courtoisie Márgara Russotto, Eugenio Montejo, Juana Rosa Pita. Es autora de cuatro poemarios en español: Anunciaciones (Bogotá, 1977), El viaje de Orfeo (Montevideo, 1990), Caza de altura (Bogotá, 1994) y Orillas como mares (Bogotá, 2005); y cuatro en italiano, Mar/Mare (Colombia, 1989), Nero cuore dell'alba (Salerno, 1998), Capriccio di un colore (Firenze, 2004) y Per abissi d’amore (Como, 2006); además de una pequeña antología, Poemas (Pequeña Venecia, Caracas, 1997). De Orillas como mares existe una edición rumana bilingüe: Ţǎrmuri precum mǎrile, traducción de Carolina Ilica, Edición de la Academia Internacional Orient-Occident, Bucarest, 2006. En marzo de 2003 recibió el premio de traducción poética del Instituto Cervantes por la antología de Mario Benedetti, Inventario (Firenze, 2001). Es asesora para Italia del Festival de Poesía de Medellín y jurado del Premio Internacional de Poesía “Pier Paolo Pasolini” (www.premiopasolini.it).

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Del libro Un espejo después

Por Luis Fayad

Leoncio camina por una tumultuosa calle de la ciudad. Lleva en la mano un periódico y una carpeta, y de la gabardina colgada del brazo puede deducirse que el atardecer está fresco, pues Leoncio no soporta el frío por leve que sea. Hace un minuto salió de la oficina, son las seis y un minuto, y se dirige al paradero del bus. Como toda la gente, camina en forma precipitada en un eterno y a veces vano intento para lograr sentarse. A pesar de ir pensando sólo en esto, advierte a su lado la presencia de un perro. Pero no lo tiene en cuenta y continúa dando grandes zancadas, acelerando cada vez más. Más adelante siente que el perro lo sigue y él lo espanta con la gabardina. El perro se detiene agachando la cabeza en un acto de sumisión. Leoncio no ha aflojado el paso y ni siquiera se acuerda del perro cuando llega al paradero. Se coloca en la fila y entonces siente que algo le roza el pantalón. El perro lo mira como si lo escrutara. Esta vez Leoncio lo examina: pequeño, magro, amarillento, el pelo se le ha caído casi en su totalidad y su cuerpo está cubierto de llagas. Leoncio reflexiona en que ahora se irá en el bus y el perro desaparecerá, y se pone a leer el periódico. La tranquilidad le dura apenas unos segundos. Las personas que esperan en la fila lo miran ahora con el mismo desprecio con que él mira al perro. A él no le importaría que creyeran que el perro le pertenece, y lo demuestra ocupándose otra vez del periódico, si el perro se quedara quieto. Pero el perro ha vuelto a rozarle el pantalón y parece tener intenciones de orinarse contra su pierna. Quizá dando una vuelta a la manzana, entre tanta gente, se despiste. Pero perdería mucho tiempo, el bus se le pasaría y tendría que esperar luego otros minutos que

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Luis Fayad Foto Daniel Mordzinski

AURORABOREAL Amores Perros

Un hombre y un perro

podrían convertirse en media hora. Es preferible y echa a andar rápido, seguido por el perro, procurando introducirse por donde haya más gente, hasta tal punto que el perro no pueda sospechar en qué lugar se encuentra. Después de dos cuadras sonríe con satisfacción: ha volteado la cabeza y el perro no se ve por ningún lado. Concluye su recorrido con paso menos rápido, se coloca en la fila del paradero, no ve caras familiares pues el bus ya ha pasado y tendrá que esperar otro, y extiende el periódico. Mientras lee al tiempo que piensa en la comida que lo espera, por tercera vez su pantalón es rozado y un peso se le instala en la pierna. Antes de mirar sonríe, se dice que es sólo impresión, pero cuando ya ha mirado no puede menos de estrujar el periódico produciendo un estruendo que no asusta en

lo mínimo al perro. Un hondo suspiro de indignación logra calmarlo por un momento, aunque su respiración se ve afectada. A los pocos minutos llega el bus. Leoncio sube y busca en vano un asiento desocupado. Aun cuando no se explica qué quiere el perro, que lo observa desde abajo, no se preocupa más y asido con una mano a la varilla de arriba pone los ojos en el periódico. La calle congestionada obliga al bus a avanzar lentamente, lo que no inquieta a Leoncio pues es soltero y con limitadas actividades. Levanta la cabeza para averiguar si han desocupado un asiento, pero, al contrario, el bus se ha llenado más. Tan distraído va que ni de esos detalles se da cuenta. Al volver al periódico su cara se llena de asombro acompañado de una leve exclamación:


a la par del bus, mirando de vez en cuando para comprobar que Leoncio continúa en su sitio, corre el perro. Leoncio sólo logra tranquilizarse después de un rato. Entonces piensa que es algo sin importancia, cuando baje entrará veloz a su apartamento y terminará la persecución. Hasta el apartamento lo sigue el perro sin descuidarlo un momento y, lo que no puede explicarse Leoncio, logra colarse antes de cerrar la puerta. Leoncio vuelve a abrirla y trata de ahuyentarlo con la gabardina. En ese momento baja una señora de otro piso y le pregunta por lo que sucede, y él cierra sin dar respuesta. Se vuelve para ocuparse nuevamente del perro. Es el colmo, está acostado sobre la alfombra mirándolo con desparpajo. Leoncio lanza iracundo el periódico, la carpeta y la gabardina sobre una silla, va a la cocina, trae una escoba y se alista delante del perro. Éste continúa con los ojos despreocupados y elude los golpes con increíble maestría. Extenuado, Leoncio deja a un lado la escoba y se sienta. Por un momento piensa en llamar a la policía, pero considera absurdo no poder deshacerse solo de su adversario. Resuelve abrir la puerta, agarrarlo y botarlo con sus propias manos. Es inútil. Apenas va a cogerlo siente un asco profundo. Se pasea por la sala mientras el perro no cesa de mirarlo, inclusive divertido, y decide dejarlo ahí. Por la mañana lo perderá de alguna forma pues tendrá más ánimos. Sosegado se dirige a la despensa, saca dos huevos, pan, chocolate, de la nevera un pedazo de carne, y golpea fuerte contra la mesa: imposible comer con la presencia del monstruo. Con la carne en la mano cree tener la solución. La coloca afuera, a unos dos metros de la puerta, e invita al perro a comer. Apenas salga cerrará como un rayo. Pero su contrincante es precavido y no va más allá del marco de la puerta. No importa, se le puede dar una patada y sacarlo así, pero al intentarlo, el perro se ha apartado y el pie de Leoncio se estrella contra la pared. Cierra dando un portazo y con la cara llena de violencia se le abalanza para acabar de una vez. Pero Leoncio es prudente y se detiene pensando en las enfermedades que pueda contraer. El perro lo mira desdeñoso, impasible, burlón. Leoncio recorre la casa en busca de una solución, y luego de golpear las paredes y zapatear, coge la carpeta,

saca unos papeles pues tiene que trabajar sobre un asunto inconcluso de la oficina, los lleva a la mesa y se concentra en ellos. Apenas ha anotado unos pocos números deja a un lado el esferográfico, se le acerca al perro y lo insulta, culpándolo de no poder cumplir su tarea. Sin dejar de dar voces va a su cuarto y trae una cobija, se detiene a unos tres pasos del perro, coge con cada mano una punta de la cobija y extiende los brazos, hace leve genuflexiones para tomar impulso, ruge, amaga aún más y se lanza en una hermosa plancha que infortunadamente termina en el piso con un golpe fuerte. Se levanta aullando, cogiéndose los labios por donde brotan algunas gotas de sangre, se pasa la lengua por los dientes y experimenta un roce extraño, áspero. Corre al baño y ante el espejo se examina la boca por dentro y por afuera y descubre que sus dos dientes superiores, blancos y relucientes, los más visibles y que no han necesitado intervención del odontólogo, están quebrados. Siente ganas de llorar pero no llora. Con dificultad se quita la corbata, la deja caer al suelo, arranca dos botones de su camisa y tambaleante se dirige a la sala y se descuelga sobre una silla. Ahí podría quedarse hasta que amaneciera, dormir plácidamente, y seguro que lo haría sin interrupciones y soñaría historias agradables, pero eso sería perder la batalla, rendirse ante un enemigo tan despreciable. De un salto se levanta y queda rígido, enhiesto, con los ojos brillantes y la cara agresiva. Se despoja del saco, se remanga la camisa, examina decidido al perro y le grita te venceré, miserable. Y en ese momento se arrepiente de no haber comprado aquel revólver que le ofrecía su primo. Aunque ya no interesa pues de todos modos será el triunfador. Amenaza con el puño al perro y lucha por tranquilizarse: es necesario mientras intenta encontrar el arma propicia para salir victorioso. Piensa en un cuchillo pero lo considera ineficaz, el perro es muy ágil, lo comprobó con el ataque de la escoba, entonces hay que descartar los ataques directos. Comienza a impacientarse de nuevo, tras una hora en que no se le ocurre nada, cuando le viene a la mente, dibujado con notable nitidez, el veneno para las ratas. Lo busca ansioso y al encontrarlo lo mira como a un tesoro, sale y trae la carne, la riega escondido en su cuarto con sigilo porque puede

darse cuenta el maldito, la coloca en un plato y vuelve a la sala. No ve al perro. Busca debajo de las sillas, hasta levantándolas varias veces, pero no está. Debajo de la mesa del comedor, inútil. Entre la cómoda, vacía. En el baño, desierto. En el cuarto, debajo de la cama y el escritorio, en vano. En la cocina, ni señas. Llega, en su afán, a inspeccionar la gaveta de los cubiertos. No deja sin recorrer y examinar minucioso hasta el último rincón gritando no huyas, no huyas. Decepcionado de sí mismo, ahora sí sollozando un poco, vuelve a arrojarse sobre el sillón, y va a meter la cara entre las manos, avergonzado por su fracaso, cuando ve que ha dejado la puerta abierta. Se recrimina, se ofende varias veces, y toma nuevamente la carne. Entonces, con el pedazo de carne en la mano, sale a la calle a buscar al perro por todas partes.

Luis Fayad nació en Bogotá en 1945. Durante los años escolares se desempeñó como guionista en teatro, televisión y radio. En los años 60 empezó a trabajar como periodista de contratos libres y de planta y a publicar cuentos y notas literarias en revistas y periódicos nacionales y extranjeros. Hizo cursos de Sociología en la Universidad Nacional de Colombia. Literatura, periodismo y otras tareas relacionadas con el arte fueron sus ocupaciones hasta su viaje al exterior en 1975. En París continuó con sus ocupaciones, al lado de otras que le proporcionaban el sustento, mientras asistía a conferencias y hacía de oyente en cursos de literatura, arte e historia en universidades, escuelas superiores e institutos especializados. También ha vivido en España y en Estocolmo. En la actualidad vive en Berlín, Alemania, adonde fue invitado por el Programa Cultural de Berlín del DAAD durante un año. Se desempeña por cuenta propia como periodista, traductor del alemán al castellano y lector de su trabajo literario y conferencista en universidades y centros culturales.

Publicaciones: Novela: Los parientes de Ester (1978), Compañeros de viaje (1991), La caída de los puntos cardinales (2000), Testamento de un hombre de negocios (2004). Relato: La carta del futuro (1993), El regreso de los ecos (1993), Un espejo después (1995). Cuento: Los sonidos del fuego (1968), Olor de lluvia (1974), Una lección de la vida (1984).

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Roberto Burgos Cantor. Foto Pablo Burgos

AURORABOREAL Puro Cuento Noticias de trastienda Batallas solitarias

Por Roberto Burgos Cantor

Antes del bullicio de los estudiantes. A la salida del colegio el parque está tranquilo. Las tres bancas desocupadas. Un viento ligero. Los copetones saltan y hay colibríes. Huyen de las mirlas hambrientas y se asilan en las ramas altas de los cinco árboles grandes: eucaliptos y urapanes. La jornada escolar continua termina a la 1:45. La araucaria sola, apartada del parque, junto al portón de la entrada, mece las ramas. Alguien dejó en su follaje un sobre blanco al que le pintaron con tinta lila un corazón pendiente de una horca. Se lee: Para Mirna, con urgencia. Lo vi porque el portero del colegio advirtió mi cara fuera de la ventana del tercer piso del edificio vecino y gritó para preguntarme si yo conocía a Mirna. Tomó el sobre de la araucaria empinándose y lo agitó encima de su cabeza. Hice con la mano un gesto de

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que esperara. Saqué el catalejo, gradué la distancia, y miré el sobre. Con un movimiento de negación entré la cabeza y los brazos y me puse a mirar detrás de los vidrios. A la sombra de los árboles está una Volvo familiar, gris, estacionada. Cada día viene por tres niños, alumnos del kinder. En el techo se mueven los reflejos de las ramas y los destellos inconstantes del sol. Miro la calle. Como mirar el cielo vacío. O las colinas al oriente. Nada en esas abstracciones repetidas, diarias: el cielo, la calle, las colinas, la luz. Los padres, las madres, los acudientes que llegan y esperan a los niños. Y de improviso, una figura inesperada. Remueve la inmaterialidad del paisaje. Me absorbe la belleza que arrastra esa mujer. Un don ajeno que no le pertenece. La lleva sin ostentación. La ignora. Inmóvil tras la ventana. El sentimiento que nace es diáfano: esa belleza no es para uno. Enseguida anticipa una nostalgia leve pero honda, brisa tenue entre profundidades de rocas de mar. Junto al costado de la Volvo que da a la calle, la mujer mira algo con dedicación en los vidrios ahumados. Se observa a sí, a ella, a su figura en esta

mañana luminosa. ¿Qué sabrá de su belleza? Hace un movimiento casi coqueto. De ensayo de bailarina. Parece sostenida por la barra y gira el cuerpo con la cabeza fija para indagar la fidelidad del espejo, o su traición sorpresiva, su esperada independencia. La mujer ajusta su blusa en la cintura, bajo la falda plisada, liviana, móvil. Se pone de frente a los vidrios de la Volvo que además captura los reflejos en las latas. Empieza con las manos a revolver sus cabellos. Parecen reemplazar al viento. Son de un tono rubio cenizo, un poco largos sin alcanzar los hombros. A veces deja al descubierto el cuello dúctil en el que refulgen los estambres dorados: secreta pelusa de duraznos que se entrega al tacto y eriza el alma de la mano, o del labio osado sin colmillos. Los dedos de la mujer y el viento juegan a un orden suelto. Me muestran la posibilidad: un orden sin modelos pre-establecidos. El mundo parece haber desaparecido para ella; se acerca y se aleja de su imagen con la impunidad de estar sola. Recibirá a su hijo pequeño. Lo tomará de la mano. Lo ayudará a cargar el morral. La mujer se distancia del paredón del colegio donde han cubierto con


pintura fresca algunas leyendas procaces o subversivas. Camina sin precisión, liberada al acaso, por el borde del parque o zona verde como la clasifican los urbanistas por esconder la vergüenza de la especulación inmobiliaria. Su mirada nerviosa y disimulada está en el portón. No abandona su territorio de espera ahora que el cabello deja filtrar el viento. Ahora otra figura altera el paisaje: un muchacho de morral y uniforme de gimnasia. Se dirige a ella con premura. Ni beso. Ni abrazo. Ni preguntas de madre o las reiteradas de acudiente. Apariencias del azar desentendido. Caminan. La mujer va adelante. El estudiante detrás. Creen haber ocultado la ansiedad. Escondidos del mundo se dirigen al refugio. Van a decirse una vez más el amor. Ella recordará algún verso que la ocasión pasada él había traído del colegio. Desarmado de experiencias y de palabras, él le dijo a la luz menesterosa de la pieza de alquiler: mi corazón batalla contra el mar. Ahora ella lo volverá a decir con la esperanza de vencer. Y se entregará.

El hombre que perdió el norte

El ventanal de cuerpo entero del suelo al techo corresponde al piso cinco en un edificio de seis plantas. Enfrente está la alameda bordeada por las vías de asfalto y en algunos tramos interrumpida por calles que la atraviesan. Por encima de los árboles grandes y viejos están los techos y tejados de las edificaciones al otro lado. Y después los cerros. De allá sale el sol de claridad brillante y luz tibia las mañanas despejadas sin nubes bajas ni cúmulos de neblina. Este amanecer de luz filtrada, apacible, aún no terminaba de irme a la cama. Hacía un momento se acababan de despedir los dos amigos que se quedaron a tomar el whisky de antes de irse y se abrió otra conversación distinta a la de la sobremesa con el resto de invitados. Estuve atento a cuidar ese trago de más que destruye las previsiones y lo entrega a uno a los encanta-

mientos de una vigilia pasmada. Al lograrlo no cargaba ningún estrago y apenas el cansancio de un día largo flotaba en el cuerpo y hacía lentos los pensamientos. Era sábado y el ritmo de vértigo desacompasado de la ciudad, buses, automóviles, carretas tiradas por caballos, motocicletas, carretillas empujadas por hombres y el hormigueo incesante, los voceadores que recogen papeles y cartones, los afiladores de cuchillos, los arregladores de ollas y planchas, los vendedores de periódicos, los altavoces de los que estacionan su carro y exhiben en el techo frutas y dulces y las ofrecen a buen precio, empezaría más tarde. Ahora el tiempo de más al mediano sosiego nocturno se instala en las calles y parques. Un hábito de solitario guardador de faro me conduce en pijama a observar por la ventana antes de acostarme. Mis conjeturas sobre el tiempo no tienen consecuencia. Algo detiene mi otar. En un escaño de la alameda un hombre con sombrero mira y mira el cielo, este edificio, los árboles, un lado, el otro lado. No se detiene. Un chaquetón de marinero abotonado hasta el cuello lo enfunda. Un aire, un gesto, una sombra, me hacen el guiño de un reconocimiento. Es un amigo que salió después del café y las abundantes raciones de licor de pera con escarcha helada y grapa, y también los entrañables abrazos que derrotan las separaciones del tiempo. A veces. Sí. A veces: tan nuevos, tan presentes. Me acerqué a la lámina transparente casi hasta tocarla con el dedo grande del pie y el aliento formó una medusa que se abrió rápido. Levanté el brazo y lo agité para saludar. Me respondió con el aspa lenta de su brazo. Parecía sin fuerza. Con lentitud se abrió paso la preocupación de cuánto tiempo había pasado desde que el hombre en la banca de la alameda se había despedido hasta este momento. Calculé sin exactitud y resultaron varias horas que incluían la desteñida parsimoniosa de la noche. Me enfundé en el gabán largo y bajé. En el ascensor estaba la vecina de arriba. Embebida todavía en los misterios de la misa temprana había confundido el botón indicador del piso. Nos saludamos y no se dio cuenta de mis pies descalzos. Ni del resplandor apagado de mi piel en el fondo del espejo. Vampiro asustado.

El conserje me observó con curiosidad y un esfuerzo visible por anticiparse a saber el motivo de mi presencia inesperada. Dejó la silla de la recepción en la cual se había acomodado sosteniéndola en dos patas contra el panal de madera de la correspondencia y disminuyó el volumen del radio con una ráfaga de noticias de inundaciones, derrumbes y accidentes de carretera. Casi al oído le pregunté por el señor del sombrero allí enfrente, en la banca. Me dio la espalda por un instante y miró a través de la pared de vidrio templado de la fachada y la puerta. Pareció comprender en ese momento y sin darle importancia me contestó que estaba allí desde que salió del edificio. Que lo había visto atravesar la calle, mirar hacia el edificio, caminar un poco hacia allá, devolverse, caminar un poco hacia acá, detenerse, volver, contemplar el edificio y de pronto sentarse. Como resignado, agregó, o tal vez sintió mucho cansancio. Entonces caminé a la calle. El portero se quedó en la puerta, mirando. El asfalto estaba frío. Mi amigo giraba su cabeza con sombrero, sus ojos se movían en un desconcierto tranquilo y los centró desde una lejanía desconocida – no tenía ninguna relación con la distancia escasa que me separaba aún de él– sin señales. Lejanía que derrota antes de ser recorrida. Él parecía despojado de cualquier destello de reconocimiento o confianza. Habitante ahora de ningún lugar desde allí observaba sin cercanía ni tensión de alerta. Apenas en un ahí que no era ahí. Dejé mi mano en su hombro. Una corriente de agradecimiento movió el gesto en su cara y se quedó en ella como una sombra tenue. Entonces tuve la sensación de que mi amigo regresaba de un territorio donde la nada y el extravío lo hacían intangible. Y estaba a punto de sonreír. -¿Y qué haces tu aquí? – le pregunté - . Se demoró en responder, buscaba las palabras enterradas en un cenagal de incertidumbre y a medida que lograba arrancarlas salió la risa que se cohibía con la vergüenza y se apoyaba en la inocencia. Al fin dijo: - Se me perdió el norte...- Abrió los brazos en señal de clemencia o disculpa o rogaba a los puntos cardinales un poco de piedad -. -¿Por qué no volviste a mi casa? – Lo pregunté por no dejarme ganar del

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silencio. No tenía sentido reclamarle su descuido con él mismo. Le veía una marca de desamparo puesta por la noche, el frío, el sereno. Y sin duda la ocurrencia de imprevista descolocación que lo había asaltado ya, una vez antes, en un amanecer de una ciudad fluvial. Uno, lo contaría mi amigo después – entre la vergüenza y el ofrecimiento de excusas– queda reducido sin mundo, apenas a una bolsa de incertidumbres vacías, desconocidas, sin tiempo, sin esquinas de agarre, sin porvenires al alcance, endebles pretextos para remontar la muerte. Con esta pregunta y su fondo de solidaridad: mi casa es tu refugio amigo, tu asilo, su rostro se despejó de pesares y sombras, de rígida ignorancia y abandonó el lenguaje de las metáforas, el norte y el frío, el infierno y los demonios, la felicidad y su plazo breve, el odio, el amor, y se refirió con palabras precisas: –¿Dónde queda mi casa? Se me perdió la dirección, la calle, los pasos. Ni siquiera encontré las huellas para volver a la tuya. Entonces fui un árbol más, aquí, de raíces al aire. Me di cuenta de que había estado en una zona donde se esperaba en balde saber dónde se está, si es que se está. Vi que en el otro hombro su chaquetón estaba cagado de pájaros mañaneros. Recordé los personajes de Hawthorne y Conrad que salen de su casa a una cotidiana, ligera, rápida, insignificante diligencia y se demoran años eternos, casi de olvido, en volver. A lo mejor los cigarrillos que compraron y fumaron cubrieron de una niebla espesa la vida antecedente. O se les reveló en esos pasos contados que el tiempo no importa. No lo pude discernir ahí frente a mi amigo con su cara de gratitud por haber sido auxiliado para salir del pozo. Lo ayude a levantarse, más pesado que sus kilos por el peso de la noche, y caminé con él, sin rebajarle el peso de mi brazo que lo rodeaba, para encaminarlo a su casa a pocas manzanas. Se entregó a mi ruta y con bajo de murmullo entonó un ritmo que acompañó de palabras con más sonoridad que significado, con la ternura de una nana. Me pareció una canción negra del río Atrato en la selva de Chocó. El aire frío de la mañana empezaba a revolverse con la luz tibia. El aroma de los jazmines me anunció el edificio en que vive mi amigo. Su fachada de lozas de piedra pulida y el nombre

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en letras de bronce. Mis pies se resentían. Antes de pulsar el botón del timbre se abrió la puerta y asomó la portera. Antes de despedirnos me preguntó con disimulada vehemencia: - ¿Estás seguro de que es aquí? Lo observé entrar y avanzar con el bamboleo leve de un buque que traspasa el oleaje adverso hasta que la penumbra del corredor que conduce a la escalera absorbió su figura.

Intimidad en los ascensores La mujer limpia el espejo al fondo del ascensor: utiliza una especie de limpiaparabrisas manual y salpica la superficie con un rociador. La puerta silenciosa se abre. La luz indica el piso 3. Un señor entra y presiona el botón del piso 8 mientras saluda: “Buen día”. La mujer interrumpe su labor y responde. El hombre sin mirarla dice: “No quiero interferir su labor”. “No” -dice ella- “descuide”. El ascensor se detiene. El hombre dice algo convencional y sale. Busca la habitación 809. Entra. Aún no han ordenado la cama. Cierra el maletín de viaje. Se echa el morral al hombro, toma el maletín y sale. Cuando oprime el botón para llamar al ascensor observa que de los tres en servicio respondió el que acaba de dejar. Se abre la puerta. Ve otra vez a la mujer. En su rostro moreno se esconde, discreta, una sombra atractiva, serena, sin énfasis. “De nuevo en el mismo vagón”, comenta el hombre. Ella sonríe. Un gesto leve que apenas si modifica su hábito de pasar desapercibida, invisible quizá. “¿Ya se va?” agrega la mujer en un tono lánguido entre afirmación y pregunta, a lo mejor para completar su sonrisa. Baja los brazos con las herramientas de limpieza. El hombre percibe dentro del uniforme de trabajo, áspero, sin gracia, una vida distinta, acaso una palpitación misteriosa, reciente. Ni siquiera las veces que ha frotado el espejo del ascensor con su imagen desconsolada o conforme han logrado gastarla. La reposada emanación de animal desconocido se agazapa en la

asepsia del hotel. El tablero de control con los botones luminosos indica que llegó al piso de la recepción. El hombre mira a la mujer con ansiedad, acepta el pesimismo que lo avasalla por la fugacidad del tiempo y contesta con una afirmación desvaída: “Sí”, como quien se encoge de hombros. Aún no se abre la puerta y la mujer vuelve a hablar: “Que tenga buen viaje”. El hombre no deja de mirarla y un pensamiento travieso a esa hora temprana lo ocupa al detenerse en los labios sin pintura, de carnosidad tierna y grietas someras. ¿Cuántos besos guarda? “Hasta otra vez”, dice el hombre con un esfuerzo inútil por quebrar la neutralidad de las repeticiones, liberarse del lastre que acumulan las imposibilidades. Sale al corredor que conduce al lobby sumergido en la claridad de la mañana que se filtra por el frente de ventanales de vidrio hasta la segunda planta. No se atreve a mirar atrás. La mujer espera que la puerta se deslice y queda sola en la penumbra del ascensor que sube. Se pone de frente al espejo para continuar la limpieza. Un sentir delicado que no reconoce la recorre. Se sabe sola y descubre la intimidad en la luz recogida. Todo la impulsa a mirarse en el espejo y su brillo de laguna oscura. Su rostro le sonríe y piensa que volverá a ponerle un toque de maquillaje. El hombre camina y recibe la electricidad de promesa en la atmósfera, su nostalgia indefinible. Pone en el aparador la tarjeta-llave. La impresión de algo en fuga, que se desvanece, lo aflige y pide con prontitud un taxi.

Roberto Burgos Cantor Nacido en Colombia en 1948. Autor de la novela La ceiba de la memoria, recientemente Premio Casa de las Américas de La Habana (Cuba), y finalista del Premio Rómulo Gallegos de este año. Además ha publicado Quiero es cantar, El patio de los vientos perdidos, Lo Amador, Señas particulares, Ella siempre es lo que será.


AURORABOREAL Puro Cuento

Autora de nueve obras. Miembro Correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua. Su carrera literaria abarca cincuenta años de producción y publicación en libros individuales, tomos colectivos de Historia de la Literatura, revistas culturales y suplementos literarios de diarios colombianos y alemanes. Experta en el estudio y difusión de la obra del poeta romántico Julio Flórez. Ha publicado una Trilogía de estudios sobre este poeta colombiano. Miembro Correspondiente Nacional de la Academia de Historia de Santander, Colombia, a partir de 2004, con la cual colabora por medio de conferencias e investigaciones históricas orientadas especialmente hacia el tema de la mujer.

La pedrada

Petra-Pedro-Piedra -“Encontramos a mi marido en el camino, muerto de una pedrada…” Petra Moreno

Por Gloria Serpa-Flórez de Kolbe

Estoy entre un charco de sangre. No puedo más. Chorros calientes me escurren por el cuello: hilos húmedos y pegajosos van bajando por mi cara. Huele a sangre. Estoy tirado entre un charco caliente. Me estoy desangrando. Me destrocé la cara al caer contra las piedras. El indio Pedro. No recuerdo bien, no recuerdo nada. El indio Pedro me quiso obligar... Estoy mal. Estoy mal, estoy solo, abandonado en este camino de herradura por donde no transita nadie. Los niños me están esperando en casa. Petra, te compré el mercadito que querías. Lo solté allá atrás porque no me alcanzaban las fuerzas. Si alguien viene, encontrará primero el costal con las papas y el maíz y un poco más adelante, la bolsa de plástico con los cuadernos y los lápices... mañana ellos entran a la escuela. Les compré los útiles. Me estoy desangrando tirado en este camino solitario. Me van a encontrar muerto con la cara enterrada en el pedregal. Lo último que le dije al indio Pedro fue que no. El se puso furioso. Seguí mi camino, anduve un poco y sentí el golpe en la nuca. Me alcanzó una pedrada, seguí tambaleándome, solté el costal. Traté de alcanzar la carretera

grande pero no pude. Solté la bolsa de plástico. Me sentía mal. La sangre me nublaba la vista. Lo último que logré ver antes de desplomarme fue mi rancho allá a lo lejos, los árboles de naranja, y Petra tal vez esperándome, recargada en la cerca. Las naranjas se van a pudrir en los árboles sin que nadie las recoja. Me estoy desangrando... siento los chorros calientes cada vez más pequeños. Un perro se acerca a lamerme la cara. ¡Petra! Mis siete niños. Maldito sea el indio Pedro... yo no podía hacerlo… no podía... no podía.

Der Steinwurf

Petra-Pedro-Piedra „Wir fanden meinen Mann am Wege tot durch einen Steinwurf...“ Petra Moreno Übersetzung: Vatsug Eblok

Ich liege in einer Blutlache. Ich kann nicht mehr. Warm strömt es über meinen Hals; feuchte und klebrige Fäden ziehen sich über mein Gesicht. Es riecht nach Blut. Ich liege in einer warmen Lache. Ich verblute. Mein Gesicht ist zerschlagen durch den Aufprall auf dem steinigen Boden. Der Indio Pedro... Ich kann mich nicht recht erinneren, ich erinnere mich an garnichts. Der Indio Pedro wollte mich zwingen... Mir geht es schlecht. Mir geht es schlecht und ich bin allein... ich liege, so wie ich hingefallen bin, auf diesem Reitpfad den fast niemand benutzt. Die Kinder warten zu Hause auf

mich. Petra, ich habe eingekauft was du wolltest. Ich habe es ein gutes Stück Weg weiter zurück fallen lassen, weil meine Kräfte nicht mehr ausreichten. Falls hier jemand entlang kommt, wird er zuerst den Sack mit den Kartoffeln und den Mais finden und, ein bisschen weiter vorne, die Plastiktüte mit den Heften und Bleistiften, morgen fängt für die Kinder die Schule wieder an. Ich kaufte ihnen diese Utensilien. Ich verblute hier, verlassen auf diesem Weg. Man wird mich tot auffinden, mit dem Gesicht in diesem Steingeröll. Das Letzte, was ich dem Indio Pedro sagte, war: Nein! Er wurde wütend. Ich ging meines Weges, lief ein paar Schritte und spürte einen Schlag auf dem Hinterkopf. Ein Stein hatte mich getroffen, ich schwankte und liess den Sack fallen. Ich versuchte die Hauptstrasse zu erreiche, aber ich schaffte es nicht. Auch die Plastiktüte entglitt meiner Hand. Ich fühlte mich elend. Das Blut trübte mir den Blick. Das Letzte was ich noch vor dem Zusammenbrechen sah, war meine noch entfernte Hütte, die Orangenbäume und, angelehnt an den Zaun, Petra, die wahrscheinlich auf mich wartete. Die Orangen werden am Baum verfaulen, wenn niemand sie erntet. Ich verblute... die warmen Ströme werden immer kleiner. Ein Hund kommt und leckt an meinem Gesicht. Petra. Meine sieben Kinder. Verflucht sei der Indio Pedro... nein, ich konnte es nicht tun... ich konnte nicht... nein...

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Gloria Serpa-Flórez de Kolbe

Gloria Serpa-Flórez de Kolbe


AURORABOREAL Puro Cuento

Samanta Schweblin En 2001 obtuvo el primer premio del Fondo Nacional de las Artes y el primer premio del Concurso Nacional Haroldo Conti con su primer libro El núcleo del Disturbio (Planeta, 2002). En el 2008 obtuvo el premio Casa de las Américas, por su libro de cuentos Pájaros en la boca y la beca FONCA de residencias para artistas del gobierno mexicano. Algunos de sus cuentos han sido traducidos al alemán, al inglés, al francés, al portugués, al sueco y al serbio, para su edición en numerosas antologías, revistas y medios culturales.

Pájaros en la boca

Por Samanta Schweblin

Apagué el televisor y miré por la ventana. El auto de Silvia estaba estacionado frente a la casa, con las balizas puestas. Pensé si había alguna posibilidad real de no atender, pero el timbre volvió a sonar: ella sabía que yo estaba en casa. Fui hasta la puerta y abrí. -Silvia –dije. -Hola –dijo ella, y entró sin que yo alcanzara a decir nada-. Tenemos que hablar. Señaló el sillón y yo obedecí, porque a veces, cuando el pasado toca a la puerta y me trata como hace cuatro años atrás, sigo siendo un imbécil. -No va a gustarte. Es… Es fuerte -miró su reloj-. Es sobre Sara. -Siempre es sobre Sara –dije. -Vas a decir que exagero, que soy una loca, todo ese asunto. Pero hoy no hay tiempo. Te venís a casa ahora mismo, esto tenés que verlo con tus propios ojos. -¿Qué pasa? -Además le dije a Sara que ibas a ir, así que te espera. Nos quedamos en silencio un momento. Pensé en cuál sería el próximo paso, hasta que ella frunció el ceño, se

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levantó y fue hasta la puerta. Tomé mi abrigo y salí tras ella. Por fuera la casa se veía como siempre, con el césped recién cortado y las azaleas de Silvia colgando de los balcones del primer piso. Cada uno bajó de su auto y entramos sin hablar. Sara estaba en el sillón. Aunque ya había terminado las clases por ese año, llevaba puesto el jumper de la secundaria, que le quedaba como a esas colegialas porno de las revistas. Estaba sentada con la espalda recta, las rodillas juntas y las manos sobre las rodillas, concentrada en algún punto de la ventana o del jardín, como si estuviera haciendo uno de esos ejercicios de yoga de la madre. Me di cuenta de que, aunque siempre había sido más bien pálida y flaca, se la veía rebosante de salud. Sus piernas y sus brazos parecían más fuertes, como si hubiera estado haciendo ejercicio unos cuantos meses. El pelo le brillaba y tenía un leve rosado en los cachetes, como pintado pero real. Cuando me vio entrar sonrió y dijo: -Hola papá. Mi nena era realmente una dulzura, pero dos palabras alcanzaban para entender que algo estaba mal en esa chica, algo seguramente relacionado con la madre. A veces pienso que quizá debí habérmela llevado conmigo, pero casi siempre pienso que no. A unos metros del televisor, junto a la ventana, había una jaula. Era una jaula para pájaros -de unos setenta, ochenta centímetros-, colgaba del techo, vacía.

-¿Qué es eso? -Una jaula –dijo Sara, y sonrió. Silvia me hizo una seña para que la siguiera a la cocina. Fuimos hasta el ventanal y ella se volvió para verificar que Sara no nos escuchara. Seguía erguida en el sillón, mirando hacia la calle, como si nunca hubiéramos llegado. Silvia me habló en voz baja. -Mirá, vas a tener que tomarte esto con calma. -Dejame de joder, ¿qué pasa? -La tengo sin comer desde ayer. -¿Me estás cargando? -Para que lo veas con tus propios ojos. -Aha… ¿estás loca? Dijo que volviéramos al living y me señaló el sillón. Me senté frente a Sara. Silvia salió de la casa y la vimos cruzar el ventanal y entrar al garaje. -¿Qué le pasa a tu madre? Sara levantó los hombros, dando a entender que no lo sabía. Su pelo negro y lacio estaba atado en una cola de caballo, con un flequillo que le llegaba casi hasta los ojos. Silvia volvió con una caja de zapatos. La traía derecha, con ambas manos, como si se tratara de algo delicado. Fue hasta la jaula, la abrió, sacó de la caja un gorrión muy pequeño, del tamaño de una pelota de golf, lo metió dentro de la jaula y la cerró. Tiró la caja al piso y la hizo a un lado de una patada, junto a otras nueve o diez cajas similares que se iban sumando bajo el escritorio. Entonces Sara se levantó, su cola de caballo brilló a un lado y otro de su nuca, y fue

Samanta Schweblin

Argentina, 1978.


hasta la jaula dando un salto paso de por medio, como hacen las chicas que tienen cinco años menos que ella. De espaldas a nosotros, poniéndose en puntas de pie, abrió la jaula y sacó el pájaro. No pude ver qué hizo. El pájaro chilló y ella forcejeó un momento, quizá porque el pájaro intentó escaparse. Silvia se tapó la boca con la mano. Cuando Sara se volvió hacia nosotros el pájaro ya no estaba. Tenía la boca, la nariz, el mentón y las dos manos manchadas de sangre. Sonrió avergonzada, su boca gigante se arqueó y se abrió, y sus dientes rojos me obligaron a levantarme de un salto. Corrí hasta el baño, me encerré y vomité en el inodoro. Pensé que Silvia me seguiría y empezaría con las culpas y las directivas desde el otro lado de la puerta, pero no lo hizo. Me lavé la boca y la cara, y me quedé escuchando frente al espejo. Bajaron algo pesado del piso de arriba. Abrieron y cerraron algunas veces la puerta de entrada. Sara preguntó si podía llevar con ella la foto de la repisa. Cuando Silvia contestó que sí su voz ya estaba lejos. Abrí la puerta tratando de no hacer ruido, y me asomé al pasillo. La puerta principal estaba abierta de par en par y Silvia cargaba la jaula en el asiento trasero de mi coche. Di unos pasos, con la intención de salir de la casa gritándoles unas cuantas cosas, pero Sara salió de la cocina hacia la calle y me detuve en seco para que no me viera. Se dieron un abrazo. Silvia la besó y la metió en el asiento de acompañante. Esperé a que volviera y cerrara la puerta. -¿Qué mierda…? -Te la llevás –fue hasta el escritorio y empezó a aplastar y doblar las cajas vacías. -¡Dios santo Silvia, tu hija come pájaros! -No puedo más. -¡Come pájaros! ¿La hiciste ver? ¿Qué mierda hace con los huesos? Silvia se quedó mirándome, desconcertada. -Supongo que los traga también. No sé si los pájaros… -dijo y se quedó mirándome. -No puedo llevármela. -Si se queda me mato. Me mato yo y antes la mato a ella. -¡Come pájaros! Silvia fue hasta el baño y se encerró. Miré hacia afuera, a través del ventanal. Sara me saludó alegremente desde el auto. Traté de serenarme. Pensé en cosas que me ayu-

daran a dar algunos pasos torpes hacia la puerta, rezando por que ese tiempo alcanzara para volver a ser un ser humano común y corriente, un tipo pulcro y organizado capaz de quedarse diez minutos de pie en el supermercado frente a la góndola de enlatados, corroborando que las arbejas que se está llevando son las más adecuadas. Pensé en cosas como que si se sabe de personas que comen personas entonces comer pájaros vivos no estaba tan mal. También que desde un punto de vista naturista es más sano que la droga, y desde el social más fácil de ocultar que un embarazo a los trece. Pero creo que hasta la manija del coche seguí repitiéndome come pájaros, come pájaros, come pájaros, y así. Llevé a Sara a casa. No dijo nada en el viaje y cuando llegamos bajó sola sus cosas. Su jaula, su valija –que habían guardado en el baúl-, y cuatro cajas de zapatos como la que Silvia había traído del garaje. No pude ayudarla con nada. Abrí la puerta y ahí esperé a que ella fuera y viniera con todo. Cuando entramos le indiqué que podía usar el cuarto de arriba. Después de que se instaló, la hice bajar y sentarse frente a mí, en la mesa del comedor. Preparé dos cafés pero Sara hizo a un lado su taza y dijo que no tomaba infusiones. -Comés pájaros, Sara –dije. -Sí papá. Se mordió los labios, avergonzada, y dijo: -Vos también. -Comés pájaros vivos, Sara. -Sí papá. Me acordé de Sara a los cinco años, sentada a la mesa con nosotros, llegando apenas a su plato, devorando fanáticamente una calabaza, y pensé que, de alguna forma, solucionaríamos el problema. Pero cuando la Sara que tenía frente a mí volvió a sonreír, y me pregunté qué se sentiría tragar algo caliente y en movimiento, algo lleno de plumas y patas en la boca, me tapé con la mano, como hacía Silvia, y la dejé sola frente a los dos cafés, intactos. Pasaron tres días. Sara estaba casi todo el tiempo en el living, erguida en el sillón con las rodillas juntas y las manos sobre las rodillas. Yo salía temprano al trabajo y me aguantaba las horas consultando en Internet infinitas combinaciones de las palabras “pájaro”, “crudo”, “cura”, “adopción”, sabiendo que ella seguía sentada ahí, mirando

hacia el jardín durante horas. Cuando entraba a la casa, alrededor de las siete, y la veía tal cual la había imaginado durante todo el día, se me erizaban los pelos de la nuca y me daban ganas de salir y dejarla encerrada dentro con llave, herméticamente encerrada, como esos insectos que se cazan de chico y se guardan en frascos de vidrio hasta que el aire se acaba. ¿Podía hacerlo? Cuando era chico vi en el circo a una mujer barbuda que se llevaba ratones a la boca. Los retenía un rato, con la cola moviéndosele entre los labios cerrados, mientras caminaba frente al público sonriendo y llevando los ojos hacia arriba, como si eso le diera un gran placer. Ahora pensaba en esa mujer casi todas las noches, dando vueltas en la cama sin poder dormir, considerando la posibilidad de internar a Sara en un centro psiquiátrico. Quizá podría visitarla una o dos veces por semana. Podríamos turnarnos con Silvia. Pensé en esos casos en que los médicos sugieren cierto aislamiento del paciente, alejarlo de la familia por unos meses. Quizás era una buena opción para todos, pero no estaba seguro de que Sara pudiera sobrevivir en un lugar así. O sí. En cualquier caso, su madre no lo permitiría. O sí. No podía decidirme. Al cuarto día Silvia vino a vernos. Trajo cinco cajas de zapatos que dejó junto a la puerta de entrada, del lado de adentro. Ninguno de los dos dijo nada al respecto. Preguntó por Sara y le señalé el cuarto de arriba. Cuando bajó, le ofrecí café. Lo tomamos en el living, en silencio. Estaba pálida y las manos le temblaban tanto que hacía tintinear la vajilla cada vez que volvía a apoyar la taza sobre el plato. Cada uno sabía lo que pensaba el otro. Yo podía decir “esto es culpa tuya, esto es lo que lograste”, y ella podía decir algo absurdo como “esto pasa porque nunca le prestaste atención”. Pero la verdad es que ya estábamos muy cansados. -Yo me encargo de esto –dijo Silvia antes de salir, señalando las cajas de zapatos. No dije nada, pero se lo agradecí profundamente. En el supermercado la gente cargaba sus changos de cereales, dulces, verduras, carnes y lácteos. Yo me limitaba a mis enlatados y hacía la cola en silencio. Iba dos o tres veces por semana. A veces, aunque no tuviera nada que comprar, pasaba antes de volver a casa. Tomaba un chango y recorría las góndolas pensando en qué es lo que

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podía estar olvidándome. A la noche mirábamos juntos la televisión. Sara erguida, sentada en su esquina del sillón, yo en la otra punta, espiándola cada tanto para ver si seguía la programación o ya estaba otra vez con los ojos clavados en el jardín. Yo preparaba comida para dos y la llevaba al living en dos bandejas. Dejaba la de Sara frente a ella, y ahí quedaba. Ella esperaba a que yo empezara a comer y entonces decía: -Permiso papá. Se levantaba, subía a su cuarto y cerraba la puerta con delicadeza. La primera vez bajé el volumen del televisor y esperé en silencio. Se escuchó un chillido agudo y corto. Unos segundos después las canillas del baño y el agua corriendo. A veces bajaba unos minu-

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tos después, perfectamente peinada y serena. Otras veces se duchaba y bajaba directamente en pijama. Sara no quería salir. Estudiando su comportamiento pensé que quizá sufría algún principio de agorafobia. A veces sacaba una silla al jardín e intentaba convencerla de salir un rato. Pero era inútil. Conservaba sin embargo una piel radiante de energía y se la veía cada vez más hermosa, como si se pasara el día haciendo ejercicios bajo el sol. Cada tanto, haciendo mis cosas, encontraba una pluma. En el piso junto a la puerta del comedor, detrás de la lata de café, entre los cubiertos, todavía húmeda en la pileta del baño. Las recogía, cuidando de que ella no me viera haciéndolo, y las tiraba por el inodoro. A veces me quedaba mirando cómo

se iban con el agua. A veces el inodoro volvía a llenarse, el agua se aquietaba, como un espejo otra vez, y yo todavía seguía ahí mirando, pensando en si sería necesario volver al supermercado, en si realmente se justificaba llenar los changos de tanta basura, pensando en Sara, en qué es lo que habría en el jardín. Una tarde Silvia llamó para avisar que estaba en cama, con una gripe feroz. Dijo que no podía visitarnos. Me preguntó si me arreglaría sin ella y entonces entendí que no poder visitarnos significaba que no podría traer más cajas. Le pregunté si tenía fiebre, si estaba comiendo bien, si la había visto un médico, y cuando la tuve lo suficientemente ocupada en sus respuestas dije que tenía que cortar y corté. El teléfono volvió a sonar, pero no atendí. Miramos televisión. Cuando traje mi comida Sara no se levantó para ir a su cuarto. Miró el jardín hasta que terminé de comer, y solo entonces volvió al programa que estábamos mirando. Al día siguiente, antes de volver a casa, pasé por el supermercado. Puse algunas cosas en mi chango, lo de siempre. Paseé entre las góndolas como si hiciera un reconocimiento del súper por primera vez. Me detuve en la sección de mascotas, donde había comida para perros, gatos, conejos, pájaros y peces. Levanté algunos alimentos para ver de qué se trataban. Leí con qué estaban hechos, las calorías que aportaban y las medidas que se recomendaban para cada raza, peso y edad. Después fui a la sección de jardinería, donde sólo había plantas con o sin flor, macetas y tierra, así que volví otra vez a la sección mascotas y me quedé ahí pensando en qué iba a hacer después. La gente llenaba sus changos y se movía esquivándome. Anunciaron en los altoparlantes la promoción de lácteos por el día de la madre y pasaron un tema melódico sobre un tipo que estaba lleno de mujeres pero extrañaba a su primer amor, hasta que finalmente empujé el chango y volví a la sección de enlatados. Esa noche Sara tardó en dormirse. Mi cuarto estaba bajo el suyo, y la escuché en el techo caminar nerviosa, acostarse, volver a levantarse. Me pregunté en qué condiciones estaría el cuarto, no había subido desde que ella había llegado, quizás el sitio era un verdadero desastre, un corral lleno de


-¿Porqué no salís un poco al jardín? -No papá. Pensando en la conversación de la noche anterior se me ocurrió que podría preguntarle si me quería, pero enseguida me pareció una estupidez. Volví a llamar a Silvia. Dejé otro mensaje. En voz baja, cuidando de que Sara no me escuchara dije en el contestador: -Es urgente, por favor. Esperamos sentados cada uno en su sillón, con el televisor encendido. Unas horas más tarde Sara dijo: -Permiso papá. Se encerró en su cuarto. Apagué el televisor para escuchar mejor: Sara no hizo ningún ruido. Decidí que llamaría a Silvia una vez más pero levanté el tubo, escuché el tono y corté. Fui con el auto hasta la veterinaria, busqué al vendedor y le dije que necesitaba un pájaro chico, el más chico que tuviera. El vendedor abrió un catálogo de fotografías y dijo que los precios y la alimentación variaban de una especie a la otra. -¿Le gustan los exóticos o prefiere algo más hogareño? Golpeé la mesada con la palma de la mano. Algunas cosas saltaron sobre el mostrador y el vendedor se quedó en silencio, mirándome. Señalé un pájaro chico, oscuro, que se movía nervioso de un lado a otro de su jaula. Me cobraron ciento veinte pesos y me lo entregaron en una caja cuadrada de cartón verde, con pequeños orificios calados alrededor, una bolsa gratis de alpiste

que no acepté y un folleto del criadero con la foto del pájaro en el frente. Cuando volví Sara seguía encerrada. Por primera vez desde que ella estaba en casa, subí y entré al cuarto. Estaba sentada en la cama frente a la ventana abierta. Me miró, pero ninguno de los dos dijo nada. Se la veía tan pálida que parecía enferma. El cuarto estaba limpio y ordenado, la puerta del baño entornada. Había unas veinte cajas de zapatos sobre el escritorio, pero desarmadas –de modo que no ocuparan tanto espacio- y apiladas prolijamente unas sobre otras. La jaula colgaba vacía cerca de la ventana. En la mesita de luz, junto al velador, el portarretrato que se había llevado de la casa de su madre. El pájaro se movió y sus patas se escucharon sobre el cartón, pero Sara permaneció inmóvil. Dejé la caja sobre el escritorio y, sin decir nada, salí del cuarto y cerré la puerta. Entonces me di cuenta de que no me sentía bien. Me apoyé en la pared para descansar un momento. Miré el folleto del criadero, que todavía llevaba en la mano. En el reverso había información acerca del cuidado del pájaro y sus ciclos de procreación. Resaltaban la necesidad de la especie de estar en pareja en los períodos cálidos y las cosas que podían hacerse para que los años de cautiverio fueran lo más amenos posible. Escuché un chillido breve, y después la canilla de la pileta del baño. Cuando el agua empezó a correr me sentí un poco mejor y supe que, de alguna forma, me las ingeniaría para bajar las escaleras.

Ehttp://www.faunatura.com/2009/06/04-nuestros-amigos-pjaros.html

mugre y plumas. La tercera noche después del llamado de Silvia, antes de volver a casa, me detuve a ver las jaulas de pájaros que colgaban de los toldos de una veterinaria. Ninguno se parecía al gorrión que había visto en la casa de Silvia. Eran de colores, y en general un poco más grandes. Estuve ahí un rato, hasta que un vendedor se acercó a preguntarme si estaba interesado en algún pájaro. Dije que no, que de ninguna manera, que solo estaba mirando. Se quedó cerca, moviendo cajas, mirando hacia la calle, después entendió que realmente no compraría nada, y regresó al mostrador. En casa Sara esperaba en el sillón, erguida en su ejercicio de yoga. Nos saludamos. -Hola Sara. -Hola Papá. Estaba perdiendo sus cachetes rosados y ya no se la veía tan bien como en los días anteriores. Preparé mi comida, me senté en el sillón y encendí el televisor. Después de un rato Sara dijo: -Papi... Tragué lo que estaba masticando y bajé el volumen, dudando de que realmente me hubiera hablado, pero ahí estaba, con las rodillas juntas y las manos sobre las rodillas, mirándome. -¿Qué? –dije. -¿Me querés? Hice un gesto con la mano, acompañado de un asentimiento. Todo en su conjunto significaba que sí, que por supuesto. ¿Era mi hija, no? Y aún así, por las dudas, pensando sobre todo en lo que mi ex mujer hubiera considerado “lo correcto”, dije: -Sí mi amor. Claro. Y entonces Sara sonrió, una vez más, y miró el jardín durante el resto del programa. Volvimos a dormir mal, ella paseando de un lado al otro de la habitación, yo dando vueltas en mi cama hasta que me quedé dormido. A la mañana siguiente llamé a Silvia. Era sábado, pero no atendía el teléfono. Llamé más tarde, y cerca del mediodía también. Dejé un mensaje, pero no contestó. Sara estuvo toda la mañana sentada en el sillón, mirando hacia el jardín. Tenía el pelo un poco desarreglado y ya no se sentaba tan erguida, parecía muy cansada. Le pregunté si estaba bien y dijo: -Sí papá.

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Por Guillermo Camacho

Lina supo que su madre no pasaría de aquella noche. La acompañó en silencio mientras los recuerdos de toda una vida se precipitaban abruptamente por su memoria. Se avergonzó de aquellos años cuando todavía era una niña y las compañeras del colegio organizaban colectas para comprarle el uniforme, los libros y los materiales exigidos por la escuela. Esa náusea inmunda le volvió de repente. Como tantas otras veces en su vida. Similar al malestar de aquella tarde en la que su padre murió. Ya entonces Lina, a pesar de ser una chiquilla que todavía jugaba con muñecas, entendió que algo grave e irreversible había sucedido. La infancia sólo fue esa continua angustia. En aquellos años difíciles Petra su madre tuvo mil oficios diversos. Todos siempre mal remunerados. La idea de La Mensa de Doña Petra surgió muchos años después, cuando Lina empezaba la secundaria. Fueron años de desasosiego. Ahí estaba Petra con su cara bondadosa agonizando en ese lecho de hospital. Lina le sentía la respiración débil. A pesar de que tenía los ojos cerrados y simulaba un sueño catártico, se sabía claramente que se debatía con la muerte en un duelo final y definitivo. El cáncer de garganta, a pesar de haberlo tenido silencioso y olvidado por treinta años, la había consumido en las últimas semanas de manera desastrosa. Finalmente le estaba arrebatando la vida. Petra ya no oponía resistencia. Lina la

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Guillermo Camacho escritor colombiano. En la actualidad reside entre Dinamarca y España.

Guillermo Camacho. Foto Michael Ellechammer

AURORABOREAL Puro Cuento

Voy a comprar cigarrillos; ya vuelvo

observó una vez más. La encontró bella y en armonía. Lista para marcharse de este mundo como quien abandona palabras colgadas de un cable de luz, como pájaros. Cada arruga de su rostro revelaba que había sido una tudesca con brío que no se había dejado vencer fácilmente en la vida. Lina la descubrió tranquila y en paz consigo misma. Lista. Preparada para la última cita. Seguramente porque sabía que Lina al fin había hallado un marido. Heiko, aquel chico suevo que volaba como aeromozo de la Lufthansa en la época en que esta compañía todavía llegaba a Bogotá. En aquellos años dorados, muchos alemanes se daban cita en La Mensa de Doña Petra acompañados de una cerveza Bavaria y aquel gulasch que inmortalizó a Petra en la ciudad. Seguramente así ellos se sentían más cercanos al hogar. Tal vez no tanto por el gulasch de Doña Petra, más bien por la mesa larga donde los clientes tudescos de toda la vida y los de paso se sentaban a compartir una cena. Las tripulaciones de Lufthansa de aquel entonces no eran la excepción. En su corta escala en la tan afamada Atenas Suramericana, se alojaban en un hotel vecino al restaurante de Petra. En Bogotá normalmente la tripulación cambiaba y una nueva y descansada continuaba el viaje rumbo a Santiago de Chile. En una de aquellas escalas técnicas terminaron enamorándose Heiko y Lina. En realidad fue Lina la que se enamoró de Heiko, un detecti-

ve de seguridad de la compañía aérea que viajaba camuflado de aeromozo. Lina recordaba la infancia como un malestar. Esa náusea de sentirse sola, insegura y desprotegida. Tal vez por eso Petra abrió La Mensa de Doña Petra, en un ataque visionario y como única alternativa cuando el marido alemán se le murió en Bogotá, esa ciudad extraña a la cual habían sido enviados a instalar unas máquinas para una imprenta de renombre. Originalmente iban a quedarse dos años pero en el camino nació Lina. La tipografía le ofreció al marido un empleo permanente porque él era un genio de las técnicas de reproducir libros por medio de presiones mecánicas. Todo marchaba viento en popa y así transcurrieron desapercibidos los primeros cinco años. Lina empezó a padecer aquel malestar que se siente en el estómago cuando se quiere vomitar la tarde en que murió su padre, y su madre decidió que se quedaba en Colombia contra viento y marea. Sus razones habrá tenido. Y ahí estaba Petra indefensa en esa cama. Le pareció notarle una sonrisa que la tranquilizó y le provocó levantarse y estrecharla entre sus brazos, pero reposaba tan plácidamente que no se atrevió a hacerlo. Lina también se quedó dormida al lado de su madre y soñó con años mejores. Lina graduada de bachiller, ayudando en el restaurante de su madre y estudiando una profesión. Petra había comprado un apartamento


En las noches Petra solía sentarse en la mesa larga con sus clientes mientras fumaba como una chimenea, siempre, toda la vida, uno tras otro hasta que se ganó el cáncer de garganta que le puso la voz ronca durante treinta años y finalmente le estaba arrebatando la vida en esa última escena por el sueño eterno. La definitiva, la decisiva, la postrera. Nunca aprendió a hablar bien el español, pero no lo necesitaba. Sus cocineras, las mismas durante toda una vida, no sólo le aprendieron los secretos de su gulasch sino que llegaron a quererla y a entenderla como si fuera su propia madre. Petra se hacía querer por todos. Siempre había un Schnaps de más para los clientes. A todos los trataba como a hijos. Le hablaban de negocios, le consultaban aventuras y odiseas. Le confesaban amores secretos y líos de faldas. Le manifestaban credos políticos. Hasta de revoluciones y armas llegaron a comentarle. Y a todos escuchaba. Por igual. También observó a Lina y la consoló durante aquellos años difíciles en que ningún chico se le acercó. Lina, desde las colectas de la escuela primaria, estuvo vetada por sus compañeros. Pringa-

Foto bucklava http://www.flickr.com/photos/9229859@N02/2900317554/sizes/l/

cómodo. Lina tuvo su primer auto. Petra incluso la matriculó en una escuela de equitación. En la mensa los clientes especulaban que Petra, a punta de vender el célebre gulash, estaba millonaria. Y en cierta medida era cierto. La Mensa de Doña Petra llevaba más de cuarenta años funcionando sin haber cerrado un solo día en todo ese lapso. Gozaba de una clientela fija y otra volátil que había oído hablar del local especialmente en las ciudades hanseáticas más extrañas y remotas. La gran mayoría de alemanes turistas en Colombia había pasado y pasaba por el gulasch de Petra acompañado de la famosa cerveza Bavaria helada de la fábrica de un famoso comerciante e industrial de la época. La Mensa de Doña Petra había sido elevada, entre los turistas y los locales, al rango de institución: uno de aquellos prerrequisitos necesarios y obligados para poder jactarse y dar crédito de que efectivamente se conocía Bogotá; como ir al Museo del Oro o visitar el cerro de Monserrate con su catedral y beber chocolate hirviente con queso derretido, se decía entre teutones y locales que había que comer en La Mensa de Doña Petra.

da de algún tabú que le cerraba puertas. Jamás se le conoció novio en la secundaria. La invitaban a las fiestas y la dejaban sentada toda la noche. Lina era bonita, pero algo había en ella que producía esa repugnancia, que la había acompañado desde la infancia desde la muerte de su padre. Heiko apareció como un regalo de los dioses. Seguramente no bajado del cielo, pero sí como una aparición milagrosa cuando Petra pensaba que Lina pasaría el resto de su vida sola y triste. Desde hacía seis años Lina y Heiko estaban casados. Se habían trasladado a Alemania. Venían regularmente a Colombia a visitar a Petra, que a pesar de sus setenta y cinco años se oponía a cerrar su Mensa. “La Mensa de Doña Petra se cierra el día que Petra se muera”, le dijo a Lina la noche de su boda con Heiko. Les regaló una mansión en Holzhausen, uno de los barrios lujosos de Frankfurt. Y sagradamente todos los meses desde el día del enlace, les hizo llegar un giro de dinero lo suficientemente abultado para mantener sin apuros la bella residencia de Frankfurt y un ritmo de vida que les permitía lujos extraordinarios. Lina y Heiko tuvieron un hijo y casualmente el día en el cual el nieto cumplió cinco años de edad, una de las cocineras de La Mensa de Doña Petra telefoneó a Lina a Alemania para decirle que Petra había sido hospitalizada de emergencia a raíz de ese dolor de garganta. Aquel malestar que arrastraba en silencio y sin jamás referirse a él desde hacia más de

treinta años y que decía era el nudo que se le había formado en la garganta cuando su marido había muerto. - ¡Eso me pasa por no llorar las penas! - decía a veces. Pero la verdad era que Petra había perdido la voz completamente durante los últimos años de su vida. A punta de gestos y cambios de la expresión de los ojos manejaba el negocio y su vida como si nada hubiera ocurrido. Bastaba una mirada para aprobar los guisos de las ollas en la cocina. Una sonrisa para fiar a un cliente o que no se le moviera un músculo de la cara para censurar un comentario de mal gusto. Con la primera operación a las cuerdas vocales vinieron un par de años difíciles donde Lina y Petra tuvieron que resolver asuntos prácticos y poner papeles en orden. Petra traspasó su apartamento de Bogotá a Lina. También el restaurante, y confesó a Lina las cuentas millonarias que poseía en Alemania, donde estuvo ahorrando las ganancias de La Mensa de Doña Petra durante más de cuarenta años. Todo pasaba a nombre de Lina. Cuando Lina se despertó aquella mañana, Petra ya había dejado este mundo, pero en la habitación se podía sentir aún su energía maravillosa que circulaba sin tensión alguna por el cuarto. Lina no sintió tristeza. La había visto morir feliz, a pesar de los dolores de garganta. Además Lina confirmó que

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mo si nunca hubiera existido. Ni una huella, ni un rastro. Nada. Lina sólo captó que la había abandonado, no cuando se cansó de buscarlo durante cinco interminables días con sus insoportables noches por hospitales y estaciones de policía por todo Hesse, como una demente, sino cuando descubrió que Heiko había vaciado todas las cuentas bancarias. Todo. Hasta el último céntimo. Íntegramente legal como le explicaron en el banco:

vida; estaba enamorada de su Heiko, todos gozaban de excelente salud y su madre le había enseñado y demostrado que la felicidad era realmente el poder disfrutar de las cosas simples de la vida.

¡Afortunadamente le dejó el hijo! Una mañana de un sábado cualquiera, como acostumbraba Heiko tanDesde entonces la náusea ha estado tas otras veces, le escuchó decir: presente. Va y viene por ratos. Ese malestar de estómago que la ha perseguido Lina, voy a comprar cigarrillos, ya toda la vida como la frase simple y llana Lina enterró a Petra con una cere- vuelvo. de Heiko: monia simple a la cual sólo permitió que asistieran sus cocineras de toda la De eso han pasado diecisiete años. Lina, voy a comprar cigarrillos, ya vida y algunos, muy pocos, clientes. Por Heiko jamás volvió. Se desvaneció co- vuelvo. supuesto sin flores como es la costumbre. Se leyeron unos poemas de un tal José Gorostiza, “Muerte sin fin” a la puerta del mausoleo en el Cementerio Central. Petra siempre habitó en el centro de la ciudad. Ahí debían reposar sus restos. Luego Lina regresó a Alemania en paz. Comunicó a Heiko que por favor no se fuera a impresionar cuando pidiera el saldo en el banco. Petra les había dejado una fortuna en dinero. - Ya lo sabía - le dijo Heiko desganado. Durante las siguientes semanas, Lina descubrió que la náusea angustiosa de toda una vida había comenzado a desaparecer. Apenas se asomaba como un espejismo que le costaba recordar como verídico. Supo que no era debido al dinero. Llegó a aquella conclusión, elemental, porque finalmente se descubrió feliz. Tenían un hijo sano y hermoso que entraba a su séptimo año de

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Foto tomada de www.larepublica.com.uy/.../ images/311000_0.gif

había tenido la suerte de tener una madre maravillosa que jamás descansó hasta verla dichosa. Le heredaba una fortuna que jamás imaginaron y que realmente no importaba a esas alturas de la vida. Lina ya había empezado a descubrir que a medida que se envejece se necesitan cada vez menos cosas materiales. La náusea también comenzaba a desaparecer. ¡Qué alivio!

- ¡Señora, sus cuentas bancarias son mancomunadas! ¡Vea, compruebe usted misma, aquí está su firma en este documento en el cual autoriza a su marido sobre todas sus cuentas. Mire usted, además acá están registradas, y hasta selladas por notarios colombianos y autenticadas por el consulado alemán en Bogotá, el poder plenipotenciario que usted le dio a su marido, el señor Heiko Schellart sobre todas sus propiedades y escrituras! Un timo perfecto.


AURORABOREAL Cuentos cortos

Novelista, cuentista y ensayista puertorriqueña. Autora de los libros de cuentos, Ojos de Luna (2007) y Origami de letras (2004) y de la novela Premio PEN Club 2006, Los documentados (2005) e Historias para morderte los labios (Editorial Pasadizo 2009). Fue elegida como una de las escritoras hispanoamericanas más importantes menores de 39 años del Bogotá39 convocado por la UNESCO, el Hay Festival y la Secretaría de Cultura de Bogotá. Ha escrito para los periódicos El Nuevo Día, El Vocero de Puerto Rico, Claridad y La Expresión.

Después de martillar Por Yolanda Arroyo Pizarro

Diana mira el cielo de su habitación y decide abrazarse. No hay lagartos ni tortugas. Ignora, por unos segundos, al cuerpo femenino a su lado. Coloca las palmas de las manos sobre sus hombros, tuerce las piernas para enroscarse, oprime los muslos con el fervor de una trenza. Reconoce ese momento. Se da cuenta de que una vez, cuando era chica, se prometió regresar en el tiempo y abrazar a la niña que lloraba. Hay un hombre que usa un martillo. La niña se extrae del dolor que siente y libera el karma. Dolor en el punto de encuentro de cada pierna. Botón que late. La curva que une su osamenta y que la punza quiere rajarse. El hombre que espera a que la madre salga al trabajo martilla como si Diana fuera de madera. También taladra al dejarlo al cuido de la nena mientras mamá va a la farmacia. Mamá busca medicinas para la fiebre de Diana. Diana se aterra. El martilleo la desquicia. Sabe que es demasiado chica para soportar tanto peso sobre ella. Suda. Intuye que desarrollará fobias, traumas de la conducta, desconfianza excesiva con todas y cada una de sus parejas. Nadie podrá jamás penetrarla, tratarla con seductor anhelo. Cierra los ojos y mira hacia la pared del lado derecho por donde ve arañas deslizándo-

se. Se promete que cuando sea grande, retrocederá en el tiempo. Diana Grande llegará justo en ese punto de la historia. Se acercará a su oído. Jurará proteger a la pequeña, cuidarla del inicuo. No nos dejes caer en la tentación, mas líbranos de todo mal. Quebrará el cuello del hombre del martillo. Disfrutará su agonizante salivar. Contará cada glándula de su lengua colgada y asqueante mientras atestigua su asfixia. Diana va a tomar clases de defensa personal en la adolescencia. Más tarde, a sus veintipico, practicará la lucha olímpica. Sabe cómo concentrarse y partir, de un manotazo, pedazos de tablas. Sabe movimientos de jiu-jitsu y llaves de karate. Regresa como su bushido único y personal para susurrar a Diana Pequeña una plegaria de protección en donde jura que nada ni nadie va a hacerle más daño. Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria. Con sus propias manos alojadas de pasión enfermiza, sostiene el cuello del padrastro muchos minutos después de que éste ya no se mueve. Durante la investigación del homicidio se hace imposible establecer un asesino, detectar un sospechoso. Diana Pequeña no cuenta con los años, ni la fuerza, ni la constitución física. La curvatura que une su osamenta y que late punzante ahora descansa relajada. Ahora ya hay más memorias felices. Ahora se han rescatado de la niñez recuerdos de una playa, de una lluvia de meteoros, de un baño de luna con las Pléyades

en el manto del cielo. A partir de este nuevo reinicio, encontrará noches en que no ha tenido que empujar con las piernas, en que no ha tenido quien le parta el centro del alma, en que ha podido dormir sin interrupción toda una noche. Diana se toca los labios y mira el cielo de su habitación. Decide abrazarse. Se escurre, por unos segundos, sobre las sábanas, para llegar hasta el cuerpo femenino que la acompaña y que despide feromonas. Resurgir entre los lagartos. Desovar los huevos de tortugas. Desembarcar, por fin, en un orgasmo que no se estrangula.

Medialengua Nervios que te calcan que se mecen en tu oleaje [sangermeño taladran la epiglotis del beso y se parten se me raja el frenillo de la lengua [que retiene el alma que mantiene mi cuerpo ambidies- [tro tocándote y tocándome tu filete lingual es mi plato [predilecto de tu boca brota una saliva sabo- [reada de banana tu entrepierna: una babosa que [camina mis paredes una lapa que atesora movimientos atrapo tus jadeos soy tu depredador

Yolanda Arroyo Pizarro

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Yolanda Arroyo Pizarro Foto: Zulma Oliveras Vega

Yolanda Arroyo Pizarro


AURORABOREAL Mini Relato

Venezuela. Autor de novelas como Tal vez la lluvia (DVD ediciones, 2009) con la que obtuvo el premio internacional Ciudad de Barbastro; también ha publicado en este género: Una tarde con campanas (Alianza, 2004); Árbol de luna (Lengua de trapo, 2000), El libro de Esther (Lengua de trapo, 1999) y Retrato de Abel con isla volcánica al fondo (Troya, 1997). Como cuentista sus títulos son: La Bicicleta de Bruno (ediciones B, 2009), Hasta luego Míster Salinger (Páginas de espuma, 2007), entre otros.

La hormiga laica

Por Juan Carlos Méndez Guédez

Inéditos

Fue la más extraña de las hormigas. Conocía su destino, su oficio, su misterio entregado a la belleza. Pero se negó a cumplir su tarea y decidió quedarse para siempre en lo más profundo del hormiguero. Las otras, la de allí, la de allá, la de más lejos y la de más cerca, fueron ascendiendo en fila hacia la carretera para buscar la euforia de un terrón de azúcar, un codo de pan, un insecto moribundo, carnoso. Cada tanto, cuando un jeep, una moto, un autobús pasaba a toda prisa por la carretera, las hormigas quedaban aplastadas contra el asfalto como un

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oscuro ideograma, como un denso signo que sólo podía leerse desde el cielo. “Nadie vive allá arriba”, susurró la hormiga en lo más profundo de su cueva pensando en nubes, en cielos azules, temblorosos, llenos de viento. “Somos la muerte que escribe un signo que nadie puede leer”.

La luciérnaga

amplían, se contradicen. Citemos tan sólo dos de las versiones más extendidas. En la primera, Maleiwa logra alcanzar a Guarico y ella vuelve a distraerlo ofreciéndole el lujoso regalo de sus tetas erectas. Así, mientras Maleiwa bebe de esos pezones de aroma intenso como la madera, Guarico logra arrojar a lo alto de la montaña el tizón. En la segunda, Maleiwa acepta su derrota, pero aguarda muchos días hasta

Vivía Guarico en lo más alto de las montañas y desesperada por el frío, un amanecer emprendió el camino hacia la cueva próxima al volcán donde vivía Maleiwa, el dios con cara de perro, el único ser que conocía el fuego y lo guardaba entre sus pies gigantes y llenos de barro. Las versiones sobre este punto suelen discrepar. Pero en general, siempre se opta por decir que Guarico logró distraer a Maleiwa mostrándole sus pechos. De ese modo algo se paralizó dentro del dios, una centella golpeó sus huesos, un temblor subió entre sus piernas como un río de sangre y lava. Guarico aprovechó la perplejidad de Maleiwa para arrancar de sus pies un tizón encendido y correr hasta sus montañas. Aquí de nuevo los relatos se

que Guarico vuelve a bajar de la montaña y en venganza la muerde en la nuca hasta que logra desmayarla. Las dos versiones coinciden en que a partir de ese momento Guarico se convirtió en luciérnaga. La obviedad indicaría que en un primer caso la transformación sería un premio, en el segundo un castigo. No deja de ser curioso que para algunos dilucidar ese punto sería el interés principal. Para otros lo fundamental consistiría en verificar que a partir de

Juan Carlos Méndez Guédez

Juan Carlos Méndez Guédez


ese gesto las personas conocieron y pudieron disfrutar del fuego. Y quizás todos se equivoquen. Tal vez la única perplejidad posible de esta historia reside en comprobar que de todo inmenso fuego, que de todo relato cargado de seducciones, engaños, y encuentros, sólo pervive, con suerte, la luz mínima, el punto casi invisible, de una luciérnaga perdida en la noche.

Sombrasdeoro y el árbol de la lluvia

El hijo mayor del sapo visita un campamento de verano

Para algunos, la noche quedará como un momento de crepitación, como un olor dulce, igual al de las aguas de un río cuando se agitan. Para otros como un salto llameante. Ninguno de los jóvenes que esa noche conversaba alrededor de la fogata comprenderá plenamente que cuando aquella figura saltó sobre el fuego, cuando se mantuvo temblorosa, soberbia y erguida como un dios agonizante, se trataba tan sólo del hijo mayor del sapo, que al descubrir en una charca el verdor de su piel, al saberse otro sapo igual al primer sapo, buscó un punto luminoso donde meditar sobre la imposibilidad de la belleza, sobre la indignidad de lo que se hereda, sobre el horror del reconocimiento. “Qué calor hace aquí, debí traerme un abanico”, murmuró el hijo mayor del sapo antes de cerrar los ojos.

Y cuando los arroyos brillaron como siete espejos, cada Sombradeoro bajó a beber de esas aguas en cuyo fondo se distinguía la silueta de un árbol que era imposible tocar, y en ese momento los pájaros se transformaron en personas: tres mujeres y cuatro hombres, y se fueron a recorrer la isla, y por ser número impar, desde ese día ya sabemos que en el mundo siempre sobrará, que en el mundo siempre faltará alguien.

Anuncios Clasificados I Hubo un tiempo cuando en Bararida no había agua. La isla seca como una piedra se elevaba sobre el mar y los pájaros seguían de largo sin detenerse en sus costas. Entonces Amaliwaka, el que todo lo construye, tomó la tierra seca de Bararida y escupió sobre ella y moldeó un árbol gigante al que llamó Garoé. Y Garoé elevó y elevó sus ramas hasta el cielo hasta que pudo apresar las nubes que pasaban de largo y las fue exprimiendo poco a poco, las fue ordeñando igual que ahora las personas ordeñan a las vacas.

A Fernando Iwasaki y Andrés Neuman

Ratón recién divorciado y algo deprimido, posición económica aceptable, hijos viviendo lejos, tranquilo, hogareño, ojos melancólicos, amante de las novelas de Isabel Allende, busca gato de ojos claros y pelambre oscura. Para pasear con él, conocer la ciudad o experimentar situaciones intensas y vivir hasta el límite. Y el agua de la lluvia fue llenando las Gatos vegetarianos abstenerse. hojas del Garoé, y las fue llenando hasta que rebosaban, y entonces siete pájaros que volaban por allí se acercaron a beber de las hojas, y bebieron tanto y tanto que al final elevaron el vuelo llevando el pico lleno con la sabrosa agua del Garoé. Entonces cada una de esas aves, a las que en su lejana tierra llaman Sombradeoro tomó una ruta distinta dentro de la isla y volaron y volaron felices, como si el agua del árbol los hubiese emborrachado, y cada uno de ellos se acercó a la tierra y abrió su pico dejando caer la gota de agua. Así, en cada lugar donde cayó la gota, nació un arroyo, y esos son los siete arroyos que ahora existen en Bararida y que llamamos: Media Legua, Fontarrón, Vinateros, Morat alfaz, Magua, Marroquina y Vari quicimeto.

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AURORABOREAL Libros

Un libro sobre el “Coco”

Ernst Theodor Amadeus Hoffmann (1776-1822), escritor y compositor alemán, una de las figuras más representativas del romanticismo alemán. Sus obras de ficción, que combinan lo grotesco y lo sobrenatural con un poderoso realismo psicológico, influyeron mucho en el romanticismo europeo. Las más famosas quizás sean los cuentos fantásticos en los que Jacques Offenbach basó su ópera Los Cuentos de Hoffmann (1880) y Léo Delibes su ballet Coppélia (1870). Muchos de sus cuentos más populares los reunió en el libro Piezas fantásticas, que además contiene una colección de crítica musical y sus propias ilustraciones. También escribió la novela Los elixires del diablo (1815-1816). Compuso música religiosa, lieder, algunos conciertos, piezas para obras teatrales; su ópera Ondina (1816) influyó en compositores posteriores, como Weber.

La letra y el garabato

Por Alejandro José López Cáceres

-Decime, ¿cómo no iba a comprarlo?

Alejandro José López Cáceres

Eso fue lo primero que le dije a mi mujer cuando regresé a la casa. Hizo, claro, aquel gesto en que se le mezclan el enojo y la resignación. Supe entonces que debía esmerarme con mis argumentos porque, desde que llegamos a Madrid, en condición de estudiantes, la nuestra es una economía de náufragos. Y, bueno, la verdad es que yo había salido con el encargo de comprar dos pollos, para la comida de la semana; pero en el camino me topé una librería y tenían exhibido, en la vitrina, un libro fabuloso: El hombre de arena, del alemán Ernst Theodor Amadeus Hoffmann. No se trataba, hay que decirlo, de una edición cualquiera. Las virtudes de este libro saltaban a la vista -no me refiero sólo a las literarias, pues ya sabemos que esta ficción de 1817 es uno de los grandes clásicos de la narrativa fantástica-: estaba impreso en cuadernillos, en formato de bolsillo; su carátula estaba hecha en policromía, con plastificado mate: -¡Una belleza, mi amor, miralo! Lo más interesante, sin embargo, era el criterio con que se había realizado. El editor tuvo la excelente idea de a n t e c e d e r a l f a m o s o re l at o d e Hoffmann, a manera de prólogo, la crítica más lúcida que se ha escrito sobre éste. Me refiero al ensayo denomi-

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Colombia (1969). Ha publicado, entre otros: Tierra posible (1999), Entre la pluma y la pantalla: reflexiones sobre literatura, cine y periodismo (2003), Dalí violeta (2005) y Al pie de la letra

nado “Lo siniestro”, que firmara Sigmund Freud en 1919. La agudeza del gran intelectual austriaco lo llevó a preguntarse cómo es que se produce, en la psicología de las personas, ese aterrador sentimiento al cual alude con su título. Dicho sentimiento es, precisamente, el mismo que está en la base de lo acontecido a Nataniel, el protagonista del relato. La historia de este personaje se remonta a su infancia, cuando su padre resultó muerto en un accidente, durante un experimento de alquimia. Nataniel siempre asocia lo ocurrido a un oscuro sujeto que acompañaba a su padre en aquel entonces, un tal Coppelius. Y lo que es peor, relaciona esta figura con una aparición recurrente en las fábulas que en esa misma época le contaba su nana: El hombre de arena. Según la tradición popular germana, se trata de un ser malévolo que viene para echarle arena en los ojos a los niños desobedientes; y, después de enceguecerlos, se los lleva para dárselos como alimento a sus hijos -viene siendo, dicho en versión hispanoamericana, el equivalente al “Coco”. Las cosas llegan a ponerse mucho más graves para Nataniel cuando ese abominable señor vuelve a aparecérsele en su vida, ya de adulto; pero esta parte no voy a contarla ahora. Lo que si mencionaré a grandes rasgos es la interpretación que, con su perspicacia característica, nos compartió Freud: lo siniestro es algo que se genera por la repetición de lo inesperado; esto, a su

vez, nos pone frente a aquello que es ineludible y ante lo cual estamos inermes. ¡Madre mía! Todavía me faltaba decir un par de cosas más sobre este libro; o sea, sobre esta exquisita edición. Al impresor se le ocurrió ilustrarlo con sumo cuidado; así que, entre un texto y otro, podemos encontrar fotografías de Freud, retratos de Hoffmann, dibujos de este segundo, portadas de ediciones antiguas, páginas manuscritas con las tachaduras originales, fragmentos de partituras inspiradas en los relatos de Hoffmann. En fin, todo esto sin contar que el ensayo trae discretas notas a pie de página -de gran utilidad- y que las dos traducciones se leen con fruición. Estaba en esas, enumerando las virtudes del volumen, cuando miré a mi mujer y me di cuenta de que mis palabras habían surtido el efecto deseado. Inclinó sus ojos para leer la carátula y pronunció en voz baja: -“El hombre de arena”… El problema que tenemos los bibliófilos es que nos comportamos igual que otro obsesivo cualquiera -como el ludópata que pasa por un casino, la diva ante una boutique o el gordo frente a una panadería-; entonces, por supuesto, recordé que en la vitrina aquella había otros libros fascinantes. Respiré profundo y me lancé: -Mi amor -dije, como si tal cosa-: he oído que los vegetarianos tienen mejor salud… -No sigás -me cortó-, no vaya y sea que te lleve el Coco.


Alejandro José López Cáceres (1969)

La casa inundada y otros cuentos

Felisberto Hernández

Por Alejandro José López Cáceres

Sí, leer por encargo suele fatigar; por eso, quienes vivimos de hacerlo no tenemos por costumbre echarnos una, sino muchas canas al aire. Eso fue lo que me ocurrió con este libro. Andaba entre los anaqueles de una biblioteca pública buscando un mamotreto que debía reseñar y, justo cuando lo hallé, se me ocurrió mirar hacia el lado. Ahí estaba la pequeña golosina: La casa inundada y otros cuentos, de Felisberto Hernández -una selección de siete relatos propuesta por Cristina Peri Rossi, con dibujos de Glauco Capozzoli y prólogo de Julio Cortázar-. Entonces pensé: “primero el gusto y después el susto”, así que solté mi trabajo y agarré aquella edición de 1975. Lo de Felisberto (Montevideo, 1902-1964) es al mismo tiempo raro y bello; quiero decir, su manera de mirar el mundo. Quizá porque sus apreciaciones sobre la vida están regidas por algo muy cercano al desvarío y, no obstante, pleno de verdad. Al recorrer sus páginas, uno se percata de que en estos cuentos aparecen perfectamente fundidos lo cotidiano y lo insólito. Estamos ante una escritura que se regodea en la digresión y se recrea en la ironía. En primer término, los relatos siempre se pausan para acotar esas percepciones inusitadas -de gestos, vestuarios, acciones, objetos-; en segundo, dichas glosas derrumban cualquier asomo de solemnidad para instalarnos en el extrañamiento o en la risa. Nunca esperábamos que las cosas pudieran ser como las cuenta él. Bien lo dijo Italo Calvino en su momento: “Felisberto Hernández es un escritor que no se parece a nadie”. Entre su ingenioso expediente de recursos, hay auténticas ocurrencias. Como aquella de andar bus-

Ha publicado, entre otros, los siguientes libros: Tierra posible (1999), Entre la pluma y la pantalla: reflexiones sobre literatura, cine y periodismo (2003), Dalí violeta (2005) y Al pie de la letra (2007). Entre el 2004 y el 2008 dirigió la Escuela de Estudios Literarios, en la Universidad del Valle, Colombia. Actualmente reside en Madrid y cursa estudios doctorales en la Universidad Complutense.

cándole biografía a los objetos. En esa preciosa obra maestra titulada “El balcón”, el narrador se sienta a un comedor que está dispuesto y nos dice: “Estos seres de la vajilla tendrían que servir a toda clase de manos. Cualquiera de ellas echaría los alimentos en las caras lisas y brillosas de los platos; obligaría a las jarras a llenar y a volcar sus caderas; y a los cubiertos, a hundirse en la carne, a deshacerla y a llevar los pedazos a la boca. Por último, los seres de la vajilla eran bañados, secados y conducidos a sus pequeñas habitaciones.” Ahora bien, en la grata desfachatez lúdica de Felisberto, incluso la identidad es algo que está siempre al borde de diluirse o de huir; de manera que, entre los muchos seres extraños que pueblan su mundo, el propio cuerpo es uno más. Así le sucede al protagonista de “Lucrecia”: “No sé por qué pensé que aquel hombre era yo y que yo tenía que seguir en sus asuntos. Pero pronto me sentí caminar”. O al de “El acomodador”: “Me juré no mirar nunca más aquella cara mía y aquellos ojos de otro mundo. Eran de un color amarillo verdoso que brillaba como el triunfo de un enfermedad desconocida”. La mayoría de los cuentos que integran este volumen presenta una estructura similar. Quien cuenta la historia -por lo general un pianista itinerante, como lo fuera Felisberto durante buena parte de su vida- es invitado a una mansión, o casa, o convento. Allí este personaje es atendido con mucha hospitali-

Alejandro José López Cáceres

AURORABOREAL Libros

Un señor que miraba raro y bello

dad mientras nos va relatando las cosas inauditas con que se topa y los dramas de sus anómalos anfitriones. Esto lo vemos en “La casa inundada”, “Nadie encendía las lámparas”, “El balcón”, “Lucrecia” y “Menos Julia”. En los otros dos cuentos que completan el ejemplar, “El acomodador” y “El cocodrilo”, se nos narran las inusitadas enfermedades que sufren sus respectivos protagonistas. El primero ha desarrollado la destreza de ver en la oscuridad a través de una rara luz que emana de sus ojos, y ahora no puede evitar entregarse a la “lujuria de ver”. Al otro, un concertista de piano devenido a golpes de fracaso en vendedor ambulante de medias femeninas, le sucede algo inexplicable: jugando con un niño, finge llorar -pronto este gesto se le convertirá en una infalible estrategia de ventas-; sin embargo, luego perderá todo control sobre el llanto y éste acabará convirtiéndose en su inexorable destino. Tan pronto como concluyo este exquisito libro, lo regreso a su estante. Me propongo retomar mi trabajo; pero, cuando cojo el volumen que debo reseñar, éste se me zafa de las manos y cae al suelo estrepitosamente. No puedo evitar pensarlo. Se tiró porque está molesto conmigo, por haberlo llamado “mamotreto” sin conocerlo siquiera. Y tiene razón. Lo recojo, lo acaricio con mi pañuelo y le presento excusas. Animismos aparte, esto es lo justo: el mundo se ve de otro modo después de leer a Felisberto.

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Ojos de luna Libro de cuentos

Y OLANDA A RROYO P IZARRO

Ojos de Luna Por Isaac Cazorla, escritor peruano

Escribir es testar. Escribir es la subversión del autor ante la muerte. He leído, con mucho gusto, los cuentos de la colección Ojos de luna de Yolanda Arroyo Pizarro y me he encontrado con un testamento. Un doloroso y precoz testamento que hereda la voz a personajes que se enfrentan a una agonía que se disfraza de mil cosas: la agonía de la niñez en una Quisqueya invicta, o la agonía de los olvidados entre el vaivén de las olas que circundan nuestra isla, o la agonía que sospecha para sí mismo un alborotador que rompe mesas en un templo, o la agonía de la libertad en el advenimiento del santo oficio, entre otras agonías más. Los personajes de este libro agonizan, me dije, en una primera impresión. Pero algunas lecturas tienen un sabor de boca. Los mensajes más importantes deben ser masticados: el bolo alimenticio del espíritu, a veces, demora un cigarrillo en surtir efecto y hacernos crecer. Este libro tiene un sabor de boca, la convicción novedosa de que la agonía no es señal de la muerte, sino un signo inequívoco de la vida misma. Porque para agonizar es necesario estar vivo. Y así, los personajes de este libro viven. Viven intensamente una vida despojada de encantos inmediatos. Una vida que nos circunda y nos rodea, que se nos atraviesa en las esquinas, invisible a veces, pero latente siempre. Una vida que es muchas vidas que hemos dejado de ver porque la ciudad es diáfana a pesar del sol, o porque han llegado a parecer fantasmas dispersos en nuestra historia, en nuestra niñez y en nuestros semáforos o tal vez no los vemos porque hemos dejado de mirarnos dentro. Los personajes de estos cuentos parecen ajenos, pero me pregunto si en realidad lo son. Me pregunto si en realidad podríamos vivir igual si es que no tuviéramos que estarlos ocultando. Los cuentos de esta colección tienen diversos calibres. Digo calibres, porque Yolanda Arroyo Pizarro tiene una vocación por el disparo aturdidor,

Yolanda dispara significados, evidencias, catalizadores y escándalos a sus incautos lectores. En muchos párrafos la ficción, espejo sublime de la realidad, nos estallará en la cara; en otros tantos, nos elevará el pulso; en unos cuantos más nos preguntaremos si todo esto es posible. Sin embargo, es en la insinuación de la ternura en donde este libro encuentra su clímax. Una ternura escondida, escondidísima, en lo más agreste de la narración, como ese lunar que sólo se ve de cerca y que hace perfecta una piel, la gota de tinta sobre el papel que atestigua todos nuestros esfuerzos, el murmullo final en el paisaje oceánico que produce una ola pequeña, que no vimos venir. No adelantaré temas ni interpretaciones sobre este con-

junto de cuentos, de ello ya están hablando propiamente los críticos entendidos. Puedo, eso sí, presentarles el libro, como a la criatura esperada de un amigo, una amiga en este caso, con quien comparto la inquietud cotidiana por la narración. He visto a Yolanda hacer estos cuentos. No tengo temor de decir, como los hermanos chismosos, que éstos son los mejores cuentos escritos por ella. Somos testigos entonces de dos carreras posibles: la que miramos hacia atrás desde sus primeros escritos y estamos en un hito, ante una promesa cumplida y, en segundo lugar, la que miramos hacia adelante y de la que sólo podemos sospechar frutos rotundos que, quienes la leemos frecuentemente, ya hemos comenzado a paladear.


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Tres autores secretos Eugenia Gallardo Guatemala

Ricardo Bada

escritor y periodista residente en Alemania desde 1963. Autor de La generación del 39 (cuentos, 1972), Basura cuidadosamente seleccionada (poesía, 1994), Amos y perros (cuento, 1997), Me queda la palabra (ensayos, 1998) y Los mejores fandangos de la lengua castellana (parodias, 2000). Editor en Alemania, junto con Felipe Boso, de una antología de literatura española contemporánea (Ein Schiff aus Wasser [Un barco de agua]), y en solitario, de la obra periodística de Gabriel García Márquez y los libros de viaje de Camilo José Cela. Editor en España de la obra poética de la costarricense Ana Istarú (La estación de fiebre y otros amaneceres, 1991), y en Bolivia de la única antología integral en castellano de Heinrich Böll (Don Enrique, 1995).

Por Ricardo Bada

En una Feria del Libro de Francfort detecté a Guatemala con un stand en el que presentaba sus libros F&G Editores, representados por Raúl Figueroa Sarti, y el buen Raúl, tal vez adivinando por su plática conmigo lo mucho que uno de sus libros me iba a gustar, espontáneamente me regaló un ejemplar de No te apresures en llegar a la torre de Londres porque la Torre Đ Londres no es el Big Ben. Su autora es Eugenia Gallardo, nacida en Cobán, Alta Verapaz, Guatemala, el año 1953, y su opus se propone como un “Calendario de 52 semanas con un Cuento por Semana”. En la portada, que parece reproducir la planta arquitectónica de un patio de la Alhambra o El Escorial, tras el título y el subtítulo puede leerse la definición de “hacer calendarios”, según el diccionario de la Real Academia. Y hacer calendarios, según ella, es “estar pensativo, discurriendo a solas sin objeto determinado”. En cambio, según doña María Moliner, es “hacer cálculos o predicciones aventuradas”.

ración. Las páginas centrales de su libro, qué quieren que les diga, ofrecen despilfarradora y filantrópicamente perlas de este calibre: “Vuelan los verdugos contaminando el cielo, ese espacio impreciso del ajuste de cuentas”. ¿No es una maravilla esa premonición del atentado contra las torres gemelas del WTC de Nueva York? Desde siempre me han seducido las literaturas de los países pequeños, como Costa Rica (que cuenta con una de las poetas más hondas del idioma castellano, Ana Istarú), o Nicaragua (donde Lizandro Chávez Alfaro escribió unas narraciones cuya verdadera dimensión saldrá a la luz algún día ojalá no lejano), o ahora Guatemala, con este libro de Eugenia Gallardo que para mí ha sido toda una revelación. Y la confirmación, una vez más, de aquello que creo que dijo Walter Benjamin, y es que la forma literaria definitoria de nuestros tiempos es el fragmento.

Confieso que la expresión era para mí por completo inédita, pero confieso asimismo que esa noche de octubre, al llegar a casa de mi amiga la doctora Klingler Clavijo, quien me dispensa hospitalidad impagable en Francfort durante los días de la Feria, agarré el libro de Eugenia Gallardo, y a pesar de que estaba súper agotado, me leí cien Para decirlo sin que se me caigan páginas de una sentada. Durante el los anillos: en cada uno de los 53 fragdesayuno, al día siguiente, lo concluí. mentos de No te apresures en llegar a la Es una de las lecturas más recom- Torre de Londres porque la Torre Đ Londres no pensantes que tuve en mi vida. Tanto es el Big Ben hay bastante más literatura que me permito disentir de la autora y más calidad literaria que en muchas cuando dice en la página 59: “Todo novelas de 300, 400, 500 y dizque tampresagiaba el fin y el principio, como las bién las hay de 600 páginas, aireadas dos pastas de este libro. Todo hacía por sus editoriales y por la crítica como suponer que las páginas centrales no nuevas obras maestras de la literatura valían la pena”. ¡Mentira!, escribí al universal, pero que no pasarían el cedamargen con indignados signos de admi- zo de una crítica seria y, desde luego, no

pasan el de una lectura inteligente: se caen de las manos antes de llegar a la página treinta. Lo que no sucede con el libro de Eugenia Gallardo, la cual, cortésmente, sólo nos obliga a leer 127 de las suyas, de las que sin embargo quisiéramos leer muchísimas más.

Abdón Ubidia Ecuador El Instituto Andino de Artes Populares, del Convenio Andrés Bello, con sede en Quito, Ecuador, editó en su día muy bien editado un librito que se titula Milenios, un ejemplar del cual llegó a mis manos porque, como dijo en ocasión sonada don Emilio Castelar, "Grande es Dios en el Sinaí" (después les cuento). Aunque no sólo ha llegado a mis manos por eso, sino también porque desde hace años mantengo una amistad recíprocamente redituable con Abdón Ubidia, uno de los buenos y por desgracia casi desconocidos escritores ecuatorianos, quien es el compilador de este breviario de sabiduría universal que se inicia con el Cantar de los Cantares y concluye con una reflexión tomada de la Historia del tiempo, del científico inglés Stephen Hawking. Tres mil años de pensamiento humano resumidos en 152 páginas que no tienen desperdicio. Abdón Ubidia, en su breve prólogo, advierte una vez más sobre lo ya sabido; que toda antología

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es arbitraria, y que esta que él nos ofrece es así porque él mismo "ha sido formado así": y añade que "ha entendido que la vasta cantera de las ideas humanas la han hecho no sólo los filósofos sino también los artistas, los científicos, los viejos sabios, los santos y los magos y, a veces, también los perversos".

montes se desgajan... Pero hay un Dios más grande, más grande todavía, que no es el majestuoso Dios del Sinaí, sino el humilde Dios del Calvario, clavado en una cruz, herido, yerto, coronado de espinas, con la hiel en los labios y diciendo: «Padre mío, perdónales; perdona a mis verdugos, perdona a mis perseguidores, porque no saben lo que se hacen». Grande es la religión del poder; pero es más grande la religión del amor. Grande es la religión de la justicia implacable; pero es más grande la religión del perdón misericordioso; y yo, en nombre de esta religión, en nombre del Evangelio, vengo aquí a pediros que escribáis al frente de vuestro Código fundamental la libertad religiosa".

Desde luego que sí, y estoy conforme con esa visión, que explica con fórceps la presencia en el libro de José María Escrivá de Balaguer; y una visión a la que por mi parte agregaría el rubro de los poetas, quienes con la sola excepción del también indigesto Neruda no figuran en este libro. Y la verdad es que no se me alcanza el por qué: porque ideas, lo que se dice realmente ideas, pueden espigarse más y mejor en Ho¿Se me tomará muy a mal si digo mero, Virgilio, Petrarca, Dante, Queve- que no hay en nuestros días ni un solo do, William Blake, Keats, Shelley, Walt político con agallas para decir eso... Whitman, Rilke, Juan Ramón, César ¡ojo!... ¿improvisándolo? Vallejo, Kavafis y Pessoa... que en toda la farragosa filosofía alemana. Donde las ideas brillan, sí, pero por su ausen- Gaby Vallejo cia, disfrazándose como tales razona- Bolivia mientos endogámicos y prescindibles. Un libro que cuando lo leí me gustó Pero así y todo, este librito Milenios mucho, admirable por diversos concepes admirable y como para llevar en el tos, es Del placer y la muerte, de Gaby Vabolsillo en toda ocasión. Sólo le puedo llejo, editado en Salta, Argentina. Es reprochar el ninguneo de los poetas, una pena que ciertas obras se publiquen como queda dicho, y el hacer que así, a la buena de Dios, o de los dioses, Kafka naciera en 1833, prolongando en en la provincia profunda, y no lleguen a medio siglo la agonía de un pobre tu- la superficie metropolitana. Pero de todos modos me consuelo pensando que berculoso: es pura crueldad. no de otro modo se publicó Azul..., de Otra cosa que echo de menos es el Rubén Darío, y encontró su camino. Y no haber recurrido más a los oradores, aunque se me podrá oponer como arno a los de hogaño, desde luego, porque gumento que Azul... vio la luz del munhoy en día la oratoria está más muerta y do en Santiago de Chile, la respuesta es enterrada que el soldado desconocido: que Santiago de Chile, en 1888, desde no, a los oradores de antaño me refiero, el punto de vista editorial era provincia. a Demóstenes, Cicerón, Savonarola, Si me apuran, y hasta sin que me apuGladstone, Jaurès y ¿por qué no?, don ren, se puede decir sin embarazo que lo sigue siendo. Emilio Castelar. En España sin rey, uno de los más tristes de sus episodios nacionales, Pérez Galdós recoge el vibrante comienzo del discurso parlamentario del librepensador y comecuras Castelar, el lunes 12 de abril de 1869, al debatirse en las Cortes el proyecto de ley que consagraría por primera vez en la historia del país la libertad religiosa. Don Emilio Castelar clamó desde su escaño:

El libro de Gaby Vallejo se centra en dos de los temas básicos del artista: el placer y la muerte, y los aborda como en una suite en tres tiempos –“Del placer y la muerte por los sueños”, “Del placer y la muerte por los sentidos” y “Del placer y la muerte por el aire, por la tierra, por el agua y por el fuego”–, dentro de cada uno de los cuales surgen las variaciones simétricas que el epígrafe promete: “El placer por la mirada” “Grande es Dios en el Sinaí; el seguido de “La muerte por la mirada”, trueno le precede; el rayo lo acompaña; y así sucesivamente. Una de las histola luz le envuelve; la tierra tiembla; los rias, en especial, “El placer por el

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agua”, es muy bella y de las que se quedan grabadas en la imaginación del lector. Y hay frases que por sí solas justifican ya ellas todo un libro: por solo ejemplo aquella que dice, en la página 21, "era el estreno de Adán y Eva en otros cuerpos". Cuando uno se ha pasado y se pasa la vida peleando con el idioma, tratando de rastrear y plasmar fórmulas felices para decir lo que casi no se puede decir ¡qué envidia siente uno al encontrarse con esa frase! Cuenta Gaby Vallejo, en la página inicial de su obra, que al llegar a Lavigny, una pequeña ciudad suiza ubicada entre Ginebra y Lausana, empezó a sentir “el insondable misterio de lo que espera detrás de toda puerta. La entrada o la salida por una de ellas era suficiente para que se produjera lo otro. La puerta era el doble eje del que llega o del que parte”. Y eso me hace recordar uno de los poemas más herméticos y hondos de la chilena Gabriela Mistral, de su libro Lagar y dedicado a las puertas: “Entre los gestos del mundo / recibí el que dan las puertas. / (...) ¿Por qué fue que las hicimos / para ser sus prisioneras?”. Gaby Vallejo descubrió la llave para salir de esa prisión. Del placer y la muerte me gustó mucho, lo leí de un tirón, lo creo bien armado y con mucha substancia, y sin embargo deja un regusto a poco, uno quisiera que fuese más. No es por hacer un reproche ni una crítica, pues el regusto a poco en realidad habla más bien en favor del libro, pero sí siente uno cierta extrañeza al ver que la autora no escribió nada, para redondear su obra, acerca de la muerte del placer y del placer de la muerte. No sólo pienso en Santa Teresa y en su "Ven muerte, tan escondida / que no te sienta venir, / porque el placer de morir / no me vuelva a dar la vida" y/o en su "que muero porque no muero”. Pienso también en esa insuperable imagen que nos regalara el pueblo andaluz cuando nombró al orgasmo “la muerte chiquita”. Son estas dos historias las que faltan, son ellas el regusto a poco de que hablé antes, y yo espero que la autora lo remedie en las muchas más ediciones que el libro se merece.


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Tres poemas de Ana Mercedes Vivas (Colombia).

Ha representado a su país en varios encuentros internacionales de poesía (Festival Internacional de Poesía de Medellín y Festival Internacional de Poesía de Bogotá, entre otros) y en el 2007 fue merecedora de Mención de Honor en la categoría de poema breve, en el Concurso Internacional de Microficción de la Cátedra Iberoamericana de Narración Oral Escénica. Ha sido traducida al inglés, portugués, francés, alemán y gallego.

El TAPIZ DE PENÉLOPE DONDE TERMINAN LOS SEMÁFOROS Esta vez no voy a esperarte como entonces. No voy a tejer ni a destejer el asombro posible de encontrarte. Mi vocación de Penélope se agotó en tus silencios. Ni ovejas quedan para cardar los hilos que tejan tu reiterado miedo de volver a casa. Nadie se ha preguntado cuál era el dibujo que trenzaba Penélope en su tela. ¿Tal vez el rostro de otro hombre diferente de Ulises?

RAÍZ DE AGUA “La lucha es de igual a igual contra uno mismo, y eso es ganar…”.

Adrián Abonizio. La ciudad parece tranquila como si la lluvia hubiera borrado los rostros del dolor que ahora nos azotan esquina tras esquina. Los árboles se abrazan, entrecruzan sus copas nos transforman, volviéndonos más hondos un poco más eternos El sol reviste el pavimento de arco iris pequeños. ¿No pasa nada aquí? Quién lo creyera... ¿No faltan aromas? ¿Están acaso completos los colores? ¿No hay un rumor de guerra un poco más allá, donde terminan los semáforos?

Este incendio -del que nadie se percatacalcina las estancias de mi cuerpo y como el loto se prende a la raíz del agua. Nadie ve su obstinado corazón contra corriente; nadie advierte su lento cabalgar hacia el abismo. Es sólo una flor abierta, un poco de hojas verdes, mariposa inofensiva del remanso

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Ana Mercedes Vivas. Foto Javier Narváez

Inició su trayectoria literaria en 1986, con la publicación de su primer poemario Verso a Verso, editado por el Museo Rayo. A esta edición le siguieron Las Trampas del Amor (1991), el poemario Cartas de la Nostalgia, con el cual obtuvo el primer premio en el Concurso Nacional Carlos Castro Saavedra (1992); La Noche del Girasol (1996), Material de Guerra y otros Materiales (2001) y Entre la Espada y la Pared (2009).


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nació y creció en Colombia. Después de graduarse como publicista en Colombia viajó a Nueva York a estudiar inglés. James Cañón tiene un MFA en Escritura Creativa de Columbia University. Debuta con la novela Tales from the Town of Widows & Chronicles from the Land of Men, la cual ha sido publicada en más de 20 países. La novela se publicó originalmente en inglés, la segunda lengua de Cañón. En el 2009 la editorial La otra orilla, presentó la novela en español en España con el título La aldea de las viudas, traducción al castellano de Juan F. Merino.

mayor fuerza en el relato. Tal vez por esta razón, los críticos apuntan hacia el realismo mágico como procedimiento predominante. Sin embargo, este humor (que no es gratuito) surge no sólo del uso de la hipérbole, sino de las circunstancias mismas del acontecimiento. Por Anna Heinz-González Por ejemplo, cuando se agotan las hostias y no hay trigo para hacerlas, una mujer comienza a llevarle arepas peEl escritor colombiano James Ca- queñas al cura y le agrega sabores hasñón sorprende muy gratamente con ta que todas terminan comulgando con ésta, su primera novela, que ha alcan- arepitas de queso. zado reconocimiento internacional con premios como el de Mejor Primera Las historias alternas están llenas Novela Extranjera publicada en Fran- de situaciones que producen desde una cia en el año de 2008. En sus trescien- leve sonrisa hasta una carcajada. Ortas cuarenta y nueve páginas se entre- quídea, una de las mujeres más feas de cruza el humor, la violencia y la equi- la aldea, logra conseguirse novio, pero dad de género a través de procedimien- pronto la guerrilla se lo arrebata y ella tos literarios claramente definidos co- sufre una diarrea incontenible. Con el mo el realismo mágico, el realismo y la tiempo se cura, y jamás volverá a tener prosa lírica. ni novio ni diarrea. Madame Emilia, la dueña del burdel del pueblo, ejerce su La aldea de las viudas (2009) recrea la oficio con mucho profesionalismo hasta historia de una pequeña población el día que tiene que retirarse porque su ubicada en las montañas de la geogra- dentadura postiza superior se le cae en fía colombiana a la que llegan las gue- una sesión de sexo oral. rrillas marxistas, se llevan a los hombres mayores de doce años y asesinan a Los nombres en Macondo (el puelos remisos. El lugar se queda en manos blo en Cien Años de Soledad), están marde las mujeres que, con múltiples difi- cados por la repetición de los Aureliacultades, van perfilando una sociedad nos y José Arcadios. En cambio en Madistinta hasta configurar una nueva riquita (así se llama la aldea en la novealdea donde prevalece “la igualdad la de Cañón), las disertaciones del entre los individuos y los géneros”. maestro Ángel Alberto Tamacá no loEl humor fino de Cañón es uno de gran convencer a sus paisanos de las los componentes que aparecen con bondades de marxismo, pero ellos op-

La aldea de las viudas un grito lírico y magistral por la igualdad de género en Hispanoamérica

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tan por agradecerle las veladas matizadas de cerveza y bautizan a sus hijos con nombres revolucionarios. Por eso uno encuentra merodeando por la plaza a Hochiminh Ospina, a Che López, a Vietnam Calderón, a Cuba Castro, a Trotsky Sánchez y hasta dos gatos, que reciben el nombre de Fidel y Castro, en una clara alusión paródica a cierto fanatismo político del siglo anterior. La obra está dividida en catorce capítulos, y al final de cada uno de ellos aparece una especie de testimonio de los actores que participan en el sangriento conflicto colombiano. El tratamiento literario tiene que ver con un realismo, a veces exacerbado hasta convertirse en naturalismo decimonónico. Estructuralmente estas historias de vida de guerrilleros, paramilitares, desplazados, campesinos, militares, están articuladas a la obra como el contexto de violencia que ocurre fuera de la aldea. Las historias de vida muestran la brutalidad de los actores del conflicto, la barbarie y la sevicia con que se enfrenta esta guerra sin sentido. Los testimonios son conmovedores. Entre ellos está el de la muerte de unos indígenas por no querer hablar sobre el sitio donde se ocultaban los guerrilleros: “Góngora dio unos pasos hacia atrás y apuntó con el revolver la cabeza del indio. Observé sus ojos: miraban en blanco más allá de nuestro líder, más allá de nosotros. Luego miré a mis compañeros y luego a Góngora, pero

James Cañón . Foto de Jerry Bauer

James Cañón


cuando Góngora apretó el gatillo, miré hacia otro lado. Más tarde, nos enteramos de que los guerrilleros les habían cortado la lengua a los indios mucho antes que nosotros llegáramos” (p. 226) Estas descripciones escalofriantes, que hacen parte de las crónicas y testimonios que recolecta un periodista norteamericano que cubre la guerra colombiana, le permiten al lector vislumbrar lo que pasa más allá de los linderos de la aldea, pero que de alguna manera, tiene su réplica simbólica en Mariquita. En el desarrollo de esa comunidad de mujeres surge una preocupación, y es la de la procreación para que ésta no desaparezca en el futuro. Intentan lograrlo con los tres “hombres” biológicos que hay en la aldea, pero Santiago y Julio fracasan. Sólo queda el cura que, pidiendo una dispensa divina, renuncia a los votos de castidad y accede a convertirse en una especie de semental, previo establecimiento de unas reglas claras, en las que sobresalen normas como las siguientes: “por respeto a Dios, todas las imágenes religiosas deberán sacarse de la habitación donde se va a consumar el acto sagrado”. O esta otra, “el padre no les va a hacer el amor, sólo estará haciendo bebés, ojalá varones” y por último: “las mujeres deberán considerar la posibilidad de darle comida al padre para que se mantenga fuerte y sano, durante toda la campaña”. A pesar de toda esta parafernalia, el cura fracasa y la frustración de las mujeres es mayor, lo que incide para que sus prácticas sexuales vayan derivando hacia el lesbia- ticas sexuales y es ante todo la comu- en este nuevo lugar y se impone el flonismo como resultado natural de sus nión de dos seres, independientemente recimiento de una sociedad donde el necesidades sexuales. de su configuración biológica. sentido del tiempo, la justicia y la libertad para esa estirpe, al contrario de lo El lirismo se toma la novela cuanCuando cuatro de los hombres de que ocurre en Cien años de Soledad, aquí do Santiago, el joven homosexual que la aldea huyen de la guerrilla y regre- sí encuentran una segunda oportuniha estado esperando la llegada de Pa- san a Mariquita, su llegada choca con dad sobre la tierra. blo, su pareja, se encuentra con los la normatividad y las prácticas sociodespojos de un hombre que regresa culturales que imperan en la nueva para entregarle el anillo de compromi- sociedad. Ellos tienen que someterse a so en el último esfuerzo de esa vida que las decisiones por consenso que toma Anna Heinz-González es alemana de nacimiento y espala consume una enfermedad mortal esa comunidad socialista y no a sus ñola de corazón. Cursó estudios (presumiblemente el SIDA). Con digni- caprichos machistas. Son aceptados de de Filología Anglo-germánica en la dad y valor, Santiago cumple el ritual nuevo con la condición de que funden Universidad de Innsbruck, Austria, de depositarlo en las aguas del río don- Mariquita La Más Nueva, cerca de la y Filología Hispánica en la Univerde vivieron su idilio, ante la tácita soli- actual aldea donde se trasladan con sidad de Valencia. Ha sido profesora de literatura en varias univerdaridad de las mujeres, que ya por en- algunas mujeres, y la novela se cierra sidades en Alemania y Austria. tonces han logrado aceptar que el con el triunfo de la vida sobre la muerActualmente reside en España. amor está por encima de las caracterís- te con el nacimiento del primer niño

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AURORABOREAL Entrevista

James Cañón

La pasión es inherente a la personalidad de todo buen artista

James Cañón Entrevista exclusiva con el escritor James Cañón, autor de La aldea de las viudas.

Por AURORABOREAL

AB: ¿James dónde naces y creces? JC: Nací y crecí en Ibagué, una ciudad en el centro de Colombia, también conocida como La Capital Musical de Colombia. AB: ¿Por qué y para qué escribe James Cañón?

familia en graduarnos de la universidad y naturalmente se esperaba que hubiese un médico, un abogado, un arquitecto, incluso un cura, nunca un escritor. Fue muchos años después, en Nueva York, que tuve el acercamiento definitivo con la literatura. Ocurrió mientras tomaba una clase de gramática avanzada. Escribí un cuento de tres páginas llamado The last Our Father (El último Padrenuestro). Al profesor le gustó mucho y me animó a escribir otros más. En realidad los cuentos eran malos y la gramática peor aún, pero por primera vez en mi vida sentía verdadera pasion por algo. Seguí escribiendo cuentos hasta que me empezaron a salir bien y logré que me publicaran dos de ellos. Entonces me presenté a la Columbia University para hacer un máster en creación literaria, y me aceptaron. Cuando terminé el master ya tenía una idea clara de la novela que quería escribir. Tardé cuatro años escribiéndola y uno más tratando de venderla. Como ves, no hay en mi historia un momento de epifanía. Simplemente un día descubrí lo que quería hacer con mi vida y no lo pensé dos veces.

JC: Es una pregunta que me hago periódicamente y cuya respuesta ha cambiado con los años. Antes escribía por puro placer, luego se convirtió en una necesidad, un componente básico para poder vivir o simplemente para estar mejor. Actualmente estoy tratando de recobrar ese gozo original que sentía al escribir. Quiero volver a escribir no porque el hacerlo satisfaga una carencia, sino mis sentidos. Algo que nunca ha cambiado es para quién escribo: escribo para mí y soy muy exigente. Si me gusta lo que escribo, entonces considero que es bueno, independientemente de lo que diga la crítica o lo que piense el lector. Naturalmente, espero que algún lector se identifique con mis escritos y mis ideas, que los disfrute o les saque algún provecho. Pero si eso no ocurre, me siento igualmente satisfecho. AB: Tenemos una sección en nuestra revista “ …los 10 libros menos vendidos pero AB: ¿Cuándo descubriste la magia de tal vez los más leídos una vez…” como los libros y tu vocación de escritor? pretendiendo recuperar la gran literatura ¿Cuáles son los escritores u obras JC: Siempre me gustó escribir. Cuando era que siempre te acompañan? ¿A qué niño, leía y escribía cuentos y poemas mientras tipo de libros vuelves siempre para mis hermanos jugaban al fútbol. Pero nunca releer? pensé en la literatura como una profesión. Mis JC: Almas Muertas de Nikolai Gogol, hermanos y yo fuimos los primeros de nuestra Winesburgh, Ohio de Sherwood Anderson,

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y Cuentos Populares Italianos. Este último son 200 narraciones que fueron recopiladas durante siglos, y que Italo Calvino tradujo a partir de los dialectos en que fueron creadas. Es una verdadera joya de la literatura y la génesis de grandes obras literarias. AB: Tu escribiste tu novela La aldea de las viudas originalmente en inglés. ¿Cómo fue ese proceso? ¿Cómo fue el proceso de corrección y edición? JC: Concebí la idea originalmente en español. Incluso escribí unas cuantas páginas de la misma en español, pero no me convencía. No sé cómo explicarlo: quería escribir una novela sobre Colombia, ambientada en Colombia, y sin embargo no parecía natural escribirla en español. Luego escribí un capítulo en inglés, y aunque estaba mal redactado y el inglés no era muy bueno, me gustó. Escribir en una lengua que no dominaba me permitía cierta distancia y me ofrecía una perspectiva original sobre el conflicto colombiano, que es la base de mi novela. Me hacía imparcial. Era como ver todo a través de un lente. El proceso fue lento y dispendioso, y la mayor parte de la edición y corrección la hizo una buena amiga que también es escritora. AB: Cuando empezaste a escribir ¿Tenías en mente modelos literarios de escritores a los que querías imitar? JC: En mis primeros cuentos traté de imitar a Faulkner, a Flannery O’Connor y a Edith


enriquecido con tus propias vivencias, pensamientos y sentimientos adquiridos en cada idioma y cultura. Lo mismo me ocurre cuando el resultado final es un cuento o un poema en español; siempre habrá en ellos ideas, sensaciones y giros linguísticos que he tomado prestados del inglés.

Wharton. Copiaba sus estilos y técnicas de narración. Nunca sentí presión por tratar de ser “original”. Imitar, para mi, consistía en deconstruir un texto y por tanto era una buena forma de entender cómo se había escrito, de aprender a escribir. Eventualmente encontré un estilo particular producto del entendimiento y del conocimiento práctico, pero también de mis propias vivencias.

AB: En Aurora Boreal tenemos otra sección “mejor restaurante …” la cual construimos basados en las recomendaciones de nuestra comunidad de aurora borealinos. En tu opinión, ¿cuáles son tus restaurantes preferidos en Ibagué y en Nueva York? JC: En Ibagué, El Portal de Calambeo. En Nueva York, Hell’s Kitchen. AB: Te iniciaste como publicista ¿Qué opinas del marketing del escritor? JC: Vender un libro y/o un escritor como lo hacen actualmente, como si se tratase de un yogurt, me parece lamentable. Prefiero los métodos antiguos: los recitales, los artículos y las entrevistas.

AB: ¿En quién está inspirado el personaje de Rosalba en tu novela La aldea de AB: ¿Cómo te imaginas cuando tengas las viudas? 70 años?

JC: A mi abuela paterna, por su tesón y buen humor; una mujer maravillosa que rompió todos los moldes sin saberlo. AB: ¿Eres más escritor que lector o eres más lector que escritor? JC: Leo mucho, muchísimo más de lo que escribo. AB: La cantante Shakira, - con su Fundación Pies Descalzos, declaró a The Economist - The world in 2010 que su fundación está demostrando que sí se puede educar a los niños más pobres. Miles de niños pobres reciben en Colombia, gracias a su fundación, comida, educación y apoyo. Por US2,- al día. Además Colombia tiene una de las poblaciones internas de desplazados más altas del mundo, razón por la cual la Fundación Pies Descalzos enfocará sus esfuerzos a este grupo. ¿Crees que desde la literatura (y el arte) un autor tiene el poder de ayudar a influir y comunicar en beneficio de una solución al problema de reducir la pobreza y combatir el desplazamiento interno de población?

JC: La literatura es una herramienta poderosa para retratar una sociedad, para crear conciencia acerca de problemas sociales e instigar un cambio. Basta con que tu libro llegue a una persona para que tenga el efecto universal que JC: Generalmente en español. una buena causa requiere, porque esa persona puede ser un Martin Luther King o un AB: ¿Qué libro estás leyendo actualMahatma Gandhi. mente? ¿Recomendarías una buena película a los lectores de Aurora Boreal?

JC: Sosegado, arrugado, pausado y otras mu- JC: En mi abuela paterna. chas cosas terminadas en “ado”. AB: ¿James, en qué idioma sueñas? AB: ¿En qué estas trabajando actualmente? JC:Estoy escribiendo otra novela ambientada en Colombia y Nueva York. También escribo cuentos con la idea de publicar una colección de ellos más adelante.

JC: Estoy leyendo Bury Me Standing de AB: ¿En cuál idioma escribes normal- Isabel Fonseca. En cuanto a películas, La vida secreta de las palabras, de Isabel mente? Coixet. JC: Si tenemos en cuenta que “escribir” literatura abarca todo el proceso desde la concepción de una idea hasta su publicación, entonces tengo que decir que siempre escribo en inglés y en español, aunque el resultado final sea en inglés o en español. El mío es un proceso muy interesante de traducción simultánea, en el cual mis ideas surgen en español y eventualmente las transformo en composiciones en inglés y viceversa. Cuando dominas dos o más idiomas, separarlos por completo es casi imposible. Entonces terminas por combinar las virtudes de ambos. El resultado es un lenguaje propio

AB: ¿Un artista es siempre pasional? JC: Sí. La pasión es inherente a la personalidad de todo buen artista. AB: ¿Tienes algún cuento escrito en español? JC: Sí, pero hacen parte de mis escritos que no pienso publicar, al menos por ahora. AB: ¿A quién admira James Cañón?

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y fábulas

Edgar Ortegón Economista. Master of Arts, Rice University. Ex funcionario del Departamento Nacional de Planeación de Colombia. Ex Director de Proyectos y Programación de Inversiones del ILPES, División perteneciente a la CEPAL. Consultor internacional en temas de planificación, inversión pública y política pública. Coautor de numerosos textos, metodologías y manuales sobre identificación, preparación y evaluación de proyectos de inversión pública, publicados por ILPES/CEPAL. Coautor con Javier Medina Vásquez de Manual de prospectiva y decisión estratégica: bases teóricas e instrumentos para América Latina y el Caribe (2007). Autor de Guía sobre Diseño y Gestión de La Política Pública (2008), Profesor visitante en la Universidad de Alcalá (España).

Por Edgar Ortegón

Los economistas, especialistas por excelencia de la retórica para combinar hechos, lógica, metáfora y narración, siempre han sabido encontrar las formas para explicar fenómenos y brindar respuestas que el público acepta como plausibles y convincentes. Así, un campo donde los economistas son maestros por excelencia se relaciona con las teorías para explicar los ciclos económicos o los periodos que se repiten una y otra vez con fases de recesión y prosperidad. Aún más, estas dos grandes fases se han desglosado en auge, recesión, contracción y reactivación. Economistas tan famosos y diversos como Kondratief, Schumpeter, Mitchell, Kydland, Prescot, Lucas, Mandel y Braudel dieron sus propias explicaciones apelando a factores y variables de índole real, monetaria y financiera como un fenómeno congénito al sistema capitalista. Incluso el mismo Carlos Marx expuso sus teorías estructurales sobre la crisis del capitalismo con ciclos de expansión y contracción. Hoy en día se acepta que estos ciclos pueden ser cortos, medianos o largos dependiendo de su duración e intensidad. Esto, al igual que pelar una cebolla, tendría capas superficiales fáciles de cortar, otras intermedias que requerirían más tiempo y precisión para trozar y otras más profundas y duraderas que demandarían intervenciones mucho más difíciles y prolongadas. Una aproximación común de todas las escuelas es el apego a la relación causa-efecto donde intervienen dos variables. La variable independiente o la causa y la variable dependiente o efecto. Esto no descarta que en el proceso de interacción aparezca una variable interviniente que como su nombre indica interviene desde cualquier lugar o de cualquier manera para afectar la relación causa-efecto. Este hecho hace mucho más interesante y complicada la explicación dada por los economistas, porque una circunstancia política, tecnológica, social, de expectativas o un fenómeno natural pueden dar pie al ciclo, ya sea hacia su auge o caída. Esta incertidumbre siempre estará presente y por lo tanto el control y predicción de los ciclos es limitado pese a los avances cuantitativos con base en la estadística y la

econometría. Aún más, la famosa economista Anne Krueger al aceptar la presencia importante y tan olvidada de variables psicológicas en el análisis económico convencional del ciclo se atrevió a decir “A veces me gustaría ser psicóloga en vez de economista, para tratar de comprender que ha pasado” (El Mundo, 29/3/2009). De igual manera, el famoso economista John Keynes a mediados del siglo pasado ya había acuñado la famosa expresión “animal spirits” para referirse a variables ajenas a las explicaciones racionales de causa-efecto de los fenómenos, y hacer hincapié en el peso que la euforia o el optimismo y el pesimismo tenían en el momento de invertir. Recientemente los economistas Ackerloff y Shiller, el primero ganador del premio Nobel en 2001, publicaron el libro Los espíritus animales (2009), donde resaltan las motivaciones no económicas y las conductas “irracionales” en el momento de tomar decisiones para revertir las tendencias de un ciclo. Es decir, estos “espíritus animales” que todos llevamos dentro serían la causa principal de las fluctuaciones y los vaivenes de auge y caída que experimenta la economía. Entre otros espíritus malignos que estarían haciendo de las suyas con las subidas y bajadas se asocian, según Ackerloff y Shiller, con la confianza, la equidad, la corrupción, la conducta antisocial, la ilusión monetaria y el gusto por las historias o explicaciones fantasiosas. Espíritus éstos tan convincentes como el multiplicador de la inversión o el cambio tecnológico mediante el cual se aumenta la demanda por trabajo, esto

Edgar Ortegón

AURORABOREAL La columna de Edgar Ortegón

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Ciclos contraciclos

hace que se aumenten los salarios reales porque se incrementa la productividad del trabajo y el capital, hasta cuando ocurra una excesiva acumulación capital durante el auge. Pero si de psicología humana hablamos para explicar fenómenos económicos, no menos interesante resultan los remedios para enfrentar el ciclo. Ahora está en boga con la retórica propia de los economistas de medidas anticíclicas en lugar de procíclicas. En pocas palabras, se nos llama a dejar de lado esa conducta de “botar la casa por la ventana” o gastar cuando la situación va viento en popa por buena cosecha o buenos precios en el extranjero de nuestros productos básicos como cobre, petrolero, bananos, flores o café. Y, por el contrario, ahora se nos invoca a “ahorrar en tiempos de vacas gordas y gastar en tiempos en tiempos de vacas flacas”. Un comportamiento tan extraño a nuestros patrones convencionales pero que en fondo es la única manera de enfrentar las crisis y evitar que se traslade inequitativamente el ajuste sobre los más pobres y más vulnerables de la sociedad. Todo esto para señalar la importancia de las emociones, conductas e impulsos de las personas o sociedades que pueden descarrilar la economía o encauzarla por senderos más estables y menos oscilantes. Esas emociones no las podemos desechar si queremos corregir los booms mal explicados o las bancarrotas más desastrosas. Nuevas explicaciones para nuevos tiempos que nuestros brillantes economistas que descansan en paz pueden estar complacidos o sorprendidos. de


Carlota Foto Š Pepe

Para los amantes del espaĂąol

www.auroraboreal.net


Puntaseca 4. Óleo/Tela 195 x 73 cm. 2009

AURORABOREAL Pintura

Diego Arango Arango Por Álvaro Medina

Ya se trate de pájaros, de cometas o de veleros, ya se trate de un único pero variable pájaro-cometa-velero, las bien diseñadas manchas de Diego Arango Arango no cesan de navegar fulgurando en el espacio. La apreciación es lírica, ocurre que la pintura de Arango Arango es lírica. Con ella pretendo descubrir la entrada, y de la manera más simple, los cuatro aspectos fundamentales de su obra: 1. El pájaro-cometa-velero Podemos verlo como una cambiante serie de pinturas, aunque en definitiva nos hallemos ante planos que se tocan o superponen buscando una armonía y un equilibrio absolutos que, en cuanto absolutos, sitúan las obras en el campo de lo abstracto. 2. La navegación

Los planos, en reposo, parecen desplazarse. Es como si quisieran abandonar su lugar o más bien buscarlo, al tiempo que sus contornos se alejan de la geometría o salen a su encuentro.

el padre. El lleva los dos nombres: Arango Arango. Tuvo que abandonar su patria pero le fue dado conservar su lengua materna. Emigrado en Mallorca, la “isla de la luz” vive con su esposa y sus dos hijas en una pequeña aldea con una iglesia y un nombre bíblico sobre 3. La fulguración El color brilla o se opaca, vibra en rica un altozano no lejos de Palma. Desde la variedad de tonos o se aplana. En cual- plaza pueblerina, la vista se expande quiera de los casos, jamás pierde su sobre una campiña fértil hasta el horicalidad de protagonista principal de zonte lejano donde se abrazan el cielo y una pintura que quiere ser pintura. el mar. 4. El espacio Mar, cielo o tierra, es ante todo espacio. Un espacio imaginario concebido para ser surcado imaginariamente por formas imaginarias dotadas de luces igualmente imaginarias. Arango Arango sabe inventar con libertad. Sobra advertir que en su pintura todo parecido es legítimo. La meta del poeta lírico es la metáfora, la metáfora que vela pero también define la esencia misma de un objeto. Lo que toca, entonces, queda en trance. El éxito de la pintura de Arango Arango es que sabe estar en trance: los pájaros son veleros y los veleros son cometas; sin embargo, estamos ante una pintura abstracta. ¿Contradicción o indecisión? Ni una cosa ni la otra. La clave nos la da una sola palabra: sugerencia. Fuente: Catálogo Galería Bucholz. 1980

Diego Arango Arango Amor a la pintura

Diego Arango Arango

Por Heinrich Vogt

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Diego Arango vive en España. Pinta damas en rosa, espantapájaros, acróbatas, mesas oscuras, casas, máscaras. Diego Arango procede de Colombia. Su madre se apellidaba igual que

Día y noche se ve envuelto en su color favorito. “Azul” hasta donde alcanza la mirada. Teme el eterno amarillo, con el inmenso blancor puede volar. Diego “El Capitán” timonea el barco de sus sueños sin meta fija pero con mano firme a través del tiempo y el espacio. Él mismo se prepara sus colores; pero, al igual que sus antepasados precolombinos, no revela la receta. En realidad es arquitecto, se nota en sus cuadros. Voluntariosas dimensiones, extrañas perspectivas. El espacio da una impresión más ingrávida que el aire. Sus figuras flotan de una manera que a uno le parece lo más natural del mundo. Su pintura tiende al mal visto ideal de una “indescriptible felicidad”. Sólo tenemos que volver a extrovertir el tesoro misterioso que todos guardamos en nuestra alma infantil. Su “Paraíso” no conoce pecado original alguno, ofrece una oportunidad a la esperanza. ¡Pinta como un niño! Lo que se quiere significar de sutil ofensa no le afecta en absoluto. En primer lugar porque lo que él más ama son los niños; además, él no produce una pintura ingenuista. Se trata de una lograda síntesis. Ha “robado” objetos al mundo y con ellos ha creado su propia realidad, in-


le esperaba el universo del arte que se le ofreció como alternativa. Con su plétora de caminos abiertos, le invitó a experimentar con nuevas o muy antiguas formas. Formas capaces de modificar nuestra imagen del mundo.

Títeres Óleo/Tela 130 x 130 cm. 2008

Diego Arango Arango se remonta al espíritu de las cosas y de las figuras, las reduce -sin desnudarlas- a su esencia para luego llevarlas al lienzo como quien diseña una escenografía de simples referencias y estética armonía. Sus evocaciones visuales llevan de la objetividad del mundo a su objetividad propia finamente desarrollada. Alado por su poético y sosegado espíritu, anota gráficamente sus observaciones, ocurrencias y sensaciones. Su arte pictórico vive de los recuerdos de un hombre estaba preparado para un mundo de enormemente atento y sensible que “paz y amor”. Sin embargo, bastó un aprecia por encima de todo la sencillez. mero paso fuera de su estudio juvenil, en el barrio Laureles de Medellín (Co“Toda suerte de arte primitivo me ha dado lombia), donde se crió, para mostrarle su impronta decisiva, y con ello me remonto que todo era distinto. Afortunadamente hasta las Cuevas de Altamira, la población precolombina o los pueblos orientales. Me ha troquelado por su sencillez, su trascendencia en el tiempo, su respeto a la forma. En la cultura contemporánea, me interesa exactamente la manera de tratar el espacio en el cuadro. En Paul Klee o Joan Miró descubro mucha semejanza con las formas primitivas del pasado. Empero, lo realmente fabuloso es la genialidad de la pintura infantil. Si mis obras, pues, mueven a alguien a investigar referencias, ‘huellas dactilares’, las encontrará con toda simplicidad en ellas. Pero ésta es la cara oficial de mi pintura, la marca cultural. Esto lo descubrí mucho más tarde, después de pintar. Para mí no existió primero la historia del arte y luego mis obras. No, primeramente creé algo. Y luego, la cultura me explicó lo que yo creaba, me enriqueció confiriendo aire y aliento a mi lenguaje. Pero primero fue mi amor a la pintura”. Ahora bien, este “amor a la pintura” en modo alguno lo ha transfigurado. Por muy fabulosa que sea la sensación de ciertas obras, hubo instantes en los que la dureza de la luz diurna penetró en sus tubos de color, y al extenderlo, sólo surgió caos y desesperanza. Como hijo de la generación de los años 60,

La Platea Óleo/Tela 170 x 170 cm. 2008

fundiéndoles vida cual un “Gepetto” de la pintura. El paraguas, la bicicleta, el triciclo, el trompo, la escalera, la casa, la flecha, el avión, la cometa o el fantoche han encontrado lugar propio en su alcoba. Un grave juego con la pintura lúdica, fuertemente troquelado por su lenguaje personal. Contemplando desde cerca y pormenorizadamente estos objetos, se reconoce que cada uno de tales símbolos, todas estas formas, celan un detalle exactamente observado, un sorprendente bosquejo de forma y color, aproximándose todo en rítmica armonía a una caligrafía del recuerdo.

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Mano Derecha Técnica Mixta: collage. 60 x 60 cm. 2008

entonces nada era la cosa fácil, ni siquiera mis relaciones con los demás pintores del llamado Grupo de Antioquía porque todos nos hallábamos en plena búsqueda de algo. Durante años me retiré a sabiendas de que poco a poco me aproximaba a lo que buscaba”.

Casas Óleo/Tela 130 x 130 cm. 2009

“Tenía junto con algunos jóvenes pintores un estudio en el que trabajábamos cada noche. Pintábamos en las mesas, realizábamos aguafuertes y, de paso, escuchábamos sólo las canciones de los Beatles y de los Rollling Stones,

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Mucho ha ya que gritara hasta enronquecer “Make love not war!”, a coro con los jóvenes barbudos que pretendían sofocar bajo flores e incienso las innumerables tribulaciones de la vida, mientras que en la guerra del Vietnam los soldados luchaban como larvas y sucumbían deplorablemente. Hoy, Diego Arango Arango ha encontrado lo que siempre ha buscado. Con quienes entonces había empezado a pintar, se intercambia aún en el camino de los sueños: “Si, Diego Arango Arango vive en el mundo de los niños alimentando las visiones en las que se diluye toda suerte de melancolía y pesadumbre. Con las que se dice que no al infierno de la vida actual, a las calamidades de nuestro siglo, al ocaso de nuestra civilización, al inseguro vaivén de esta época en la que nos ha tocado nacer. Sujetémonos a una de sus cometas, y roguemos a Diego Arango que la que para nosotros constituían una especie de haga volar” (Fausto Panesso). himnos. Estudié arquitectura para poder permitirme el lujo de pintar, lo cual para mí era A diferencia de los románticos, sinónimo de vida, mi bella enamorada. De día Arango no precisa efectos apocalípticos. era arquitecto, de noche pintor. Sin embargo, Jamás anduvo a la búsqueda de la “Flor Azul”, ni siquiera le ha interesado mayormente el “Tigre Azul” borgiano, y eso que su serie “Jaguar” constituye un homenaje a Borges. Lo único que le ha fascinado es el tigre por todos conocido: “Al otro lado de los fuertes barrotes, continuamente de un lado para otro, suave y mortífero, rebosando energía... todos lo contemplábamos. Era el tigre de Blake y de Hugo, era Shere Khan y todos los demás tigres que habían vivido antes que él y que vivirán después de él, y era la forma prístina del tigre, representante como individuo de su especie. Para nosotros era a la vez cruel y magnífico. ‘Fue creado para el amor’, dijo Norah, la muchacha” (Jorge Luis Borges). Arango lo ha pintado en muchas variaciones: un tigre muerto, un tigre amarillo, un tigre que sólo consta de pellejo. Lienzo sobre lienzo, tensión sobre fuerza, vida sobre muerte, serenidad sobre melancolía. No es raro que los tigres de Arango experimenten una metamorfosis, a veces se tornen en ranas, en ranas con piel de tigre. Como todas sus obras, tampoco estos “ tigres” son meros trasuntos, sino imágenes independientes -irónicas del mundo laberíntico en el que domina color a nivel configu-


Rosa Tarot 1. Técnica Mixta: Cristal, plástico. 80 x 80 cm. 2010

rante. Color como instrumento constructivo de lo visible y de los disponible, de lo invisible, de lo barruntado y de lo inexistente. En las obras de Arango, los límites del lienzo no definen los límites de la fantasía. Mediante formas y colores siempre nuevos, se enfrenta al único presente, crea alternativas a la realidad de las apariencias en el espacio y en el tiempo. Los cuadros de Arango llevan implícita la posibilidad de un mundo feliz. Traducción: José María domínguez, Múnich. Fuente: Catálogo Galería Vogdt+Vogdt. 1990

Por Ana María Escallón

mo, de la fuerza de vencer al tiempo con una posible riqueza espiritual pero, también, Arango se abandona a un sentimiento trágico. Por eso las "Cabezas" rígidas no presentan la expresión de un gesto sino la posibilidad de un

Rosa Tarot 2. Técnica Mixta: Cristal, plástico. 80 x 80 cm. 2010

Diego Arango es un colombiano antioqueño arquitecto que insiste en la pintura. La pintura para construir formas, la pintura para conversar con símbolos, la pintura para expresar el alma humana. Siempre ha estado con la obsesión de incluir en su trabajo de formas el misterio de una referencia infantil. Aquella que le permite despojarse de complejos, de seguir de alguna forma algo del "automatismo" surrealista que se combina con "la poesía inÉl bien lo anota en una carta. Las genua y la poesía sentimental" de Paul muertes de cada día hacen de cada "caKlee. beza" un día. Con el cambio que nos da el tiempo tenemos que descubrir que en En su trabajo se trata de enfrentar nosotros nace una persona diferente y el mundo con pocos elementos, de ver muere otra. Ésta es la idea del optimislas imágenes bajo un posible matiz donde no existen prejuicios visuales, ni inhibiciones. Arango hablaba de unos símbolos que se unen a un planteamiento lírico del color y a una atmósfera cristalina que se respira. Interpretó durante un tiempo unas casas evocadoras que presentían una especial personalidad y expectativa, después siguió una historia de objetos, animales y signos de la época. Cada uno visto a través del prisma de un dibujo liviano y un tratamiento sutil del color. Todas fueron imágenes que armaron una nueva historia de lo transitorio, de aquello que por su ingenuidad tiene carácter indefinido y que, como el tiempo, agota la inocencia. Con su nueva serie de "Cabezas" parecería que Diego Arango ha renunciado, no sabemos si temporalmente, a esos ojos inocentes y a la posibilidad de observar el mundo bajo la información precaria e infantil de las formas y ha entrado en una etapa en donde el caos del país se le filtra en sus días. Es una realidad lejana, ausente, vista desde donde reside en Galilea, Mallorca.

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cosas: banderas totémicas, paisajes o simplemente formas abstractas. Y aunque existe en ellas una restricción formal de su lenguaje, sigue manteniendo los azules evocadores de paisajes, del cielo límpido, de la casa. Y dentro de la geometría, las diagonales y verticales vuelven a recrear lo que alguna vez fue una rayuela perdida, un avión en un aire sin gravedad, una bandera simple.

Rosa rosa. 162 x 162 cm. 2008

Diego Arango está atrapado en un mundo incesante y recurrente donde se despoja también de algunas posibilidades poéticas del color para hablar directamente, casi de manera agresiva. Se deshace de lo decorativo para insistir en un reiterativo sentimiento que tiene eco. El eco de la vida y la muerte. Año1999

Ritos cotidianos Por María Margarita García

Estudio para Mural. Políptico.195 x 24-33-55 cm. 2010

"rictus". En ellas se respira un encierro. El tema se desarrolla a través de una geometría sencilla que se integra a una arcaica referencia de máscara, tal vez funeraria... En ellas insiste de una ma-

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nera obstinada. La repetición seguramente se refiere a una obsesión. Como si quisiera agotar hasta el cansancio la monotonía. La monotonía de la violencia. Las "Cabezas" pueden ser muchas

Diego Arango es otro emigrante que ha pasado casi dos décadas en tierras españolas. Cuando aterrizó en el aeropuerto de Barajas en Madrid tenía la seguridad de que regresaría al trópico para admirar el paisaje antioqueño. Pero necesitaba confrontar su trabajo con el de artistas de otras nacionalidades. Llegó a ese país con el entusiasmo de conocer a fondo la técnica del grabado en la Universidad Complutense de Madrid, oficio que aprendió y le dejó la magia de la combinación de los colores y de trabajar a partir del accidente. Cuando se encierra en su estudio, en Mallorca, une el pasado y el presente, la figuración y la abstracción, los juegos infantiles y los tiempos prehispánicos, la vida cotidiana, los mitos y los ritos. Toma el pincel para expresar ese sentimiento surgido desde el fondo de su ser. "Trato de llevar a la tela o al papel los impulsos del inconsciente y del subconsciente, de la fantasía y de las sensaciones de los hechos que me ocurren a diario". En medio de los cambios climáticos, del sofocante calor o del frío que cala los huesos, han surgido obras que se debaten entre lo figurativo y lo abstracto, algunas en las que se percibe la línea del dibujante y los planos que permiten al espectador recordar el arte del grabado. En ellas se advierte la frescura de un trabajo limpio en el que la expresión ágil recuerda los trazos infantiles con los cuales sumerge al espectador en


una recreación fantástica de la vida diaria. Su serie Mitos y Rituales condensa su actividad plástica de casi dos décadas. El color y la forma constituyen su universo plástico y son signos que invitan a interpretaciones que van desde el concepto del hombre de la ciudad hasta los conflictos inherentes al ser humano. En algunas se percibe su interés en las creaciones precolombinas. "Me interesa el arte primitivo y dentro de éste todas las formas precolombinas. Pertenecen a nuestra cultura, guardan una ideología y una manera particular de entender la figura humana. Este proceso de abstracción de nuestros indígenas me apasiona".

En el umbral de la Memoria

Diego Arango en España y Elsa Zambrano en Colombia se detienen en las huellas del pasado, en sus recuerdos, en la memoria y, a veces, en los juegos de infancia. Ambos toman el pincel para expresar ese sentimiento surgido desde el fondo de sus seres. Sin saberlo, quizás, han pasado por etapas similares, recorrido sutilmente el lenguaje abstracto e interesado por el grabado. Estos dos artistas, de generaciones diferentes, se han preocupado por la cotidianidad y tocado la historia desde sus perspectivas personales y de la vida diaria. Han tomado su pincel para hacer sus trazos característicos y sumergirse en el mundo del color. Diego Arango llegó a Madrid en la década pasada. Viajó para estudiar grabado en la Universidad Complutense de Madrid, pero resolvió quedarse unos meses más. Envió por su familia, y entre pintura y pintura han pasado once años. Ahora vive en Mallorca, lugar donde su inspiración produce obras llenas de fuerza y de color. Con su estilo particular recuerda la expresión plástica infantil. En Mallorca no han cambiado su trabajo ni su acento paisa ni la profunda nostalgia por lo autóctono. "Me interesa el arte primitivo, y dentro de éste todas las formas precolombinas. Pertenecen a nuestra cultura, guardan una ideología y una manera particular de entender la figura humana. Este proceso de abs-

Nagualica. 146 x 97 cm. 2008

Cuando se encierran en sus estudios, ubicados a miles de kilómetros de distancia el uno del otro

tracción de nuestros indígenas me apasiona", dice. Por eso, en sus trazos se advierte algo de las culturas pasadas y sobre todo la aparente ingenuidad infantil iniciada cuando dejó parcialmente el grabado. "Empecé trabajando con un lenguaje abstracto hasta que me encontré en un callejón sin salida. Entonces me preocupé por la significación, por el proceso de arte y de la comunicación". Fue por medio del grabado que se interesó en el objeto pictórico y empezó a salirse de la abstracción para encontrarse con la figuración. "La figura era tan importante para mí como el resto de los elementos plásticos". Aquel mundo infantil refleja su admiración por Miró, Klee y Picasso. "En realidad no es influencia, es cierta simpatía hacia la producción pictórica de otros artistas. Me llama la atención Miró por

su posición frente a la naturaleza, por el color y la forma. Además, porque ha tenido la influencia tanto del mundo infantil como del primitivo. Este último fue también motivo de investigación para Klee y para Picasso", afirma. En sus cuadros, donde las referencias a la naturaleza y a los animales saltan a la vista del público, surgen los colores primarios y a veces los grandes contrastes. "El manejo del color pertenece al proceso de producción de mi obra, pues cuando empecé a pintar me preocupé también por el laboratorio, por lo que algunos llaman cocina; es decir, por la organización del material y la relación con los pigmentos. Este modo de trabajar no lo he dejado nunca", dice categóricamente. Así, los trazos y los juegos infantiles se advierten en cada una de las obras rea-

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Las fuerzas de la vida Por María José Corominas

Bicho. Díptico 146 x 130 cm. 2010

Diego Arango es uno de los primeros artistas que conocí al iniciar mi estancia en la Isla, cuando él y su familia vivían en Galilea, de Mallorca. Comprendí enseguida que me hallaba ante un artista muy profesional, sin recovecos, con un rostro sereno y una mirada intensa. Diego Arango asumía la condición de artista sin vanagloria alguna y con una gran sinceridad, que desprendía toda su imagen y sus actitudes.

Casa Rayas. 100 x 81 cm. 2006

lizadas durante los últimos dos meses. Se trata de 15 pinturas, la mayoría de pequeño formato, que siguen los parámetros del arte moderno.

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Fuente: Revista Diners. 1998.

El imaginario mundo celestial de Diego Arango se componía de barcos de una o tres chimeneas que humeaban con fuerza, pequeñas construcciones de matiz ingenua que eran los puentes de mando. Banderas y trazos que nos evocaban, todos, elementos poéticos que no restaban fuerza a las composiciones. Los colores utilizados mayoritariamente por el artista eran el blanco y el azul en un repertorio de diferentes intensidades. Una obra que subyugaba por la nitidez de los pensamientos, que provocaban sus cielos blancos o azules donde paseaban pájaros de formas muy imaginativas y esquemáticas. El tiempo pasó y Diego Arango tomó conciencia de otras realidades, siguiendo un discurso que a pesar de ser nuevo resultaba coherente con las etapas anteriores, los colores dejaban de ser de gammas suaves para dar paso a los colores rojo y amarillo al azul y al verde y de manera especial el negro que anteriormente no aparecía demasiado. La serie “Rotos” es la que podemos admirar actualmente, tiene diversos temas, desde las manos en las que aparecen las rayas de vivencias astrológicas hasta diferentes maneras de plasmar algunas “odaliscas” y el tema del circo mostrado desde diferentes ópticas, como los títeres o los equilibristas, los trapecistas o las plateas de sillas vacías y desordenadas, al terminar la función. En las obras con predominio del negro como las manos y las “odaliscas”, especialmente en las primeras, tiene un importante valor el collage, especialmente los naipes que podemos apreciar entre las capas de pintura de diferentes colores y en el fondo el negro. En otros casos el


Marina 14. Óleo/Tela 162 x 178 cm. Cada panel: 162 x 89 cm. 2009

fondo es de color claro y los personajes, como las “odaliscas” o los equilibristas, consiguen contorneos en los que resulta difícil apreciar la cabeza entre los brazos, o las piernas del resto de la forma. Si las manos juegan un gran papel en esta producción, también lo hacen las redes que como una piel de cobertura envuelven otros trazos como un fondo marino o el esquema de un pie humano. Estas redes también sugieren el abrazo de elementos, desde el papel de periódico hasta el papel fino de diferentes colores, los naipes y algunas pinturas con diversas capas de material pictórico. El papel de cebolla blanco pegado en algunos fondos permite intuir la pintura que se halla debajo. Cabe decir que el tema del circo y el ambiente circense ha inspirado a muchos artistas por la variedad de situaciones y vivencias que se encuentran en él. Desde Toulouse Lautrec a Degas y de este a Picasso por nombrar algunos, el circo ha nutrido la imaginación de muchos artistas y es ahora que tenemos la posibilidad de conocer el interior del circo creado por Diego Arango que nos resulta rotundo por los planteamientos asumidos y a la vez muy poético. Fuente: Catálogo Galería Bennassar. 2008

que sugieren una lectura detenida, razonada y sobremodo imaginativa. Estoy Por Carlos Herrera Rozo tentado en pensar que su pintura es Por Plinio Apuleyo Mendoza todo un código de signos que debemos Sus barcos, casas, globos, cometas, bici- Abrir el Blog de Diego Arango es en- descifrar para entender su profundo cletas y paraguas parecen en su encan- contrarse con un mundo de imágenes significado. No se por qué mi memoria, tadora simplicidad pintados por un niño. Pero detrás hay toda la astucia, la destreza y el buen sentido del color de un inteligente discípulo de Miró y de Klee. El fácil candor es un sabio engaño, una recreación de todo el imaginario de la infancia conseguida con oficio. Diego Arango, antioqueño, arquitecto de formación, residente en Mallorca, tiene su mundo, un mundo de formas y grafismos que le pertenece tan íntimamente como sus barbas y sus lentes de relojero. A él le ha incorporado la luz marina de Mallorca, donde vive y trabaja, y todas las cosas que guarda en los desvanes de la memoria y que de algún modo remiten a un inconsciente colectivo sepultado en cuadernos escolares o dibujado con tiza de colores en el asfalto de un patio. En este abanico de propuestas que abre la nueva pintura colombiana, a él le ha correspondido el juego y la magia, la poesía de la simplicidad. ¿Por qué no, si sabe hacerlo?

Diego Arango Arango

Fuente: Revista Diners. 1998.

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Oceánica. Tríptico Óleo/Tela 219 x 195 cm. 2010

El juego y la magia


Personaje 162 x 130 cm. 2008

se esconde detrás de las imágenes para sacar a la luz lo que esconden los colores. Diego Arango nos sorprende al presentarnos su mundo, atado, como lo hicieron los antiguos cristianos, a las imágenes, para que pudiera ser leído e interpretado por cualquier persona, independientemente de su cultura y conocimientos, porque el propósito del pintor, de Diego, es que lo que no se puede captar mediante la lectura pueda aprenderse contemplando la pintura. Es como si de repente Diego Arango consiguiera el milagro de traducir el verbo a imágenes que pueden ser traducidas por cualquiera que quiera sumergirse en ese mundo venerable que entraña cada uno de sus cuadros, vasijas y esculturas. Afirme que cuando observaba sus cuadros o sus esculturas me encontraba frente a un mundo mítico y creo no exagerar por cuanto lo mítico se aplica a lo extraordinario, fabuloso y memorable, también a lo falso, porque no decirlo. En todo caso el mito mienta o miente sobre algo que esta mas allá de la realidad cotidiana empírica y comprobable. El mito es la fantasía, lo imaginario y ejerce un mágico poder y encanto sobre lo que entendemos sobre el mundo en que vivimos. Y es ese espíritu de serenidad y encanto lo que deja en el espectador el mundo pictórico de Diego Arango. Fuente: Foro internet,2009.

frente a sus cuadros, me lleva por los ras prehistóricas , y pretendo, sin consecaminos de la mitología y de las pintu- guirlo del todo, desvelar el mundo que

Diego Arango Arango (D.A.A.)

Puntaseca 14. Díptico. 146 x 130 cm. 2010

Medellín, Colombia, 1946. Estudios de Arquitectura en la Universidad Nacional de Medellín (Colombia). Actividad profesional como profesor del Departamento de Artes de la Universidad Nacional de Medellín. En 1987 estudios suplementarios de grabado, con una beca otorgada por el Gobierno Colombiano en la Universidad Complutense Madrid. Desde 1988 Diego Arango Arango vive y ejerce como artista en la isla de Mallorca.

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Exposiciones Colectivas 1976 Museo Zea, Medellín, Colombia 1985 Galería Casa Negret, Bogotá, Colombia 1986 Humphrey Fine Art and Design, New York City, USA 1987 ARCO, Feria Internacional de Arte, Madrid, España. Casa Negret de Colombia 1988 ARCO, Feria Internacional de Arte,


Madrid, España. Galería Humphrey Fine and Design. 1ª Bienal de Arte de Bogotá, Colombia 1990 ARCO, Feria Internacional de Arte, Ma drid, España. Galería Bennassar de Palma de Mallorca FIAC Edition SGA 90, Paris Francia XXIX Certamen Internacional de Pintura y Escultura. Pollença, Mallorca 1992 EROS, Pintura y Poesía, Madrid, España. Galería Bennassar de Mallorca 1992 ARCO, Feria Internacional de Arte, Madrid, España, Lluc Fluxà Galería d´art, Mallorca Patch Work World, Expo de Sevilla 92, España Arts I Oficis, Casal Solleríc, Palma de Mallorca 1994 FERIA ESTAMPA, Madrid, España 1995 ARCO, Feria Internacional de Arte, Madrid, España. Luis Pérez Galería 1996 Libros de Grabado, Casal Solleríc de Palma de Mallorca, España LA FLAUTA MÁGICA. Gravados al aguafuerte. Bruselas, Bélgica 1999 Banca March, Palma de Mallorca, España Galería 96, Berlin, Alemania 2000 Galería Dinners, Bogotá, Colombia 2001 Miami Art Fair. Galería Dinners, USA Animalia. Exposición Itinerante, Mallorca, España 2002 Qui mira qui? Pabellón de Mixtos. Ciudadella. Ayto. De Pamplona, España 2003 Mallorquíns d´adopció. Museo Krekovic. Palma de Mallorca, España 2005 “O2” Cas Pallers. Binissalem, Mallorca, España 2006 Cerámicas y Ceramistas, Pueblo Español, Mallorca, España 2007 STEBE, Sturgart, Alemania 2008 Obra en permanencia. Galería Bennassar, Pollensa. Galería Sestacio, Sineu Mallorca 2009 Obra en permanencia. Galería Bennassar, Pollensa. Galería Sestacio, Sineu Mallorca

Diego Arango Arango

1976 Galería Arca de Noé, Bucaramanga, Colombia 1980 Cámara de Comercio, Medellín, Colombia. 1980 Galería Bucholz, Bogotá, Colombia 1983 Cámara de Comercio, Medellín, Colombia 1984 El Goce Pagano, Bogotá, Colombia 1985 Galería Casa Negret, Bogotá, Colombia 1986 Museo de Arte Moderno la Tertulia, Calí, Colombia 1987 Humphrey Fine Art and Design, New York City, USA 1989 Bennassar Galería, Pollença, Mallorca, España 1989 Bennassar Galería, Madrid, España 1990 VOGDT+VOGDT Galería,Frankfurt, Alemania

Rota cuatro. 130 x 89 cm. 2009

Exposiciones Individuales

1990 Lluc Fluxà Galería d´Art, Palma de Mallorca, España 1991 “La Flauta Mágica Versus Diego Arango” Lluc Fluxà Galería d´Art, Mallorca, España 1992 Bennassar Galería, Pollença, Mallorca, España 1995 Lluc Fluxà Galería d´Art, Palma de Mallorca, España 1996 Galería 96, Grand-duche de Luxemburg 1997 Elbchaussee 96 Galerie, Hamburgo, Alemania 1998 ARCO 98, Feria Internacional de Arte. ONE MAN SHOW. Luis Pérez Galería 1998 Galerie 98, Grand-Duche de Luxemburg 1998 Galería Dinners, Bogotá, Colombia 1998 Galería Barbara Botz, Port d´Andratx, Mallorca, España 1999 Minkner Galería, Palma de Mallorca, España 1999 Pro Linguis Club, Hamburg, Alemania

2000 Minkner Galería, Palma de Mallorca, España 2000 Koldo Royo, Palma de Mallorca, España 2001 Bennassar Galería, Pollença, Mallorca 2002 Galería Dinners, Bogotá, Colombia 2002 Minkner Galería, Santa Ponça, Mallorca, España 2003 Centro de Cultura de España, Ciudad de México, México 2003 Synart Art Gallery, Frankfurt, Alemania 2004 Bonn Art Consulting, Bonn, Alemania 2005 Belmundo Gallery, Zurich, Suiza 2006 NOVO Galería D´Art, Palma de Mallorca, España 2007 Belmundo Gallery, Zurich, Suiza 2008 Bennassar Galería, Pollença, Mallorca, España 2009 Galería Cámara de Comercio, Bucaramanga, Colombia 2009 Artesnía, Soller, Mallorca, España

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AURORABOREAL Instalación

José del Río Mons - Fotógarafo

José del Río Mons Foto © Julio Martínez Mesanza

España 1951, Marino mercante. En 1981 inicia su carrera como fotógrafo en Nueva York. Desde 1984 desarrolla su profesión de fotógrafo en Madrid como realizador de spots publicitarios, productor de documentales y director de fotografía en cine. Libros publicados : Catálogo de la Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre, Animales domésticos, con poemas de Luis Alberto de Cuenca; Años jubilares, con poemario de Rafael G. Colomer; Roto Madrid, y Elogio del Desierto con poemas de Julio M. Mesanza. Documentales: Museo Arqueológico de Alicante, Museo de la Ilustración de Valencia, Isla de lobos y Las Cajas Españolas, junto a Alberto Porlan. Exposiciones: Homenaje, Santander, 2006; Desierto, Barcelona, 2007; Tunisia, Túnez, 2007; Magreb, Madrid 2008; Magreb, Pozuelo de Alarcón, 2008.

El que escribe con la luz José del Río Mons Por Diego Valverde VIllena

La etimología nos suele revelar muchas verdades escondidas. Unas verdades que nos engañan con su propia desnudez, tan evidentes que pasan desapercibidas. Y así, usamos con tal frecuencia y naturalidad la palabra “fotografía” que olvidamos su primer sentido: “escritura de luz”. Y nada menos que algo tan grande como eso, escribir con la luz, es lo que ha conseguido José del Río Mons con esta serie fotográfica. Junto a las imágenes, yuxtapuestos, hay textos de varios de los mejores poetas y escritores españoles de los últimos tiempos. Luis Alberto de Cuenca, Julio Martínez Mesanza, Amalia Bautista, Vicente Valero, Ignacio Gómez de Liaño, Ben Clark y Rafael Gutiérrez Colomer jalonan con sus palabras las fotos de José del Río, dentro de una exposición que se llevará a cabo en Ibiza el mes de junio. Libros tan logrados y tan sugerentes como Elogio del desierto, El enemigo oculto, Animales domésticos, Roto Madrid o Años jubilares son prueba de que palabra e imagen pueden reduplicar sus frutos cuando se unen apropiadamente. De que palabra e imagen, puestos frente a

frente, son dos espejos que multiplican hasta el infinito sus reflejos para abrirnos nuevas visiones del mundo. Y que reverberan sus ecos en nuestro interior para ensancharnos la vida. Y esta consagración de la luz y la palabra es obra del conradiano José del Río Mons, ungido por la luz del mar, buscador de la inalcanzable línea de sombra de la vida. Solo quien, como él, ha multiplicado su vida por libros y por mares es capaz de ofrecernos esa mirada tan sutil y tan profunda, tan llena de sentido. Tan ávida por conocer el mundo, tan pródiga en regalarnos sus vivencias. Una mirada que se acerca a nosotros para alumbrarnos, como un contador de historias en un caravasar, mientras hacemos un alto en el viaje de la vida. Porque José del Río Mons es el que escribe con la luz.


Ojos Foto © José del Río Mons

Años jubilares Rafael Gutiérrez Colomer

Por esto sólo vine (Allegro vivace) Enarbolé canciones, tal vez salmos, para blandirlos frente a vuestros ojos vine, frente a la negra isla de vuestras miradas. Apuñalé cuartillas (el blanco corazón de alguna página apuñalé) y empuñé su latido, pálpitos sorprendidos a deshora empuñé, yo, salteador de noches, empuñé corazones transportado. Mis ojeras vehementes anuncian el festín de la locura. Quizás para esto vine, solo a esto…

Rafael Gutiérrez Colomer Poeta español nacido en Santander (1937 2005). Gutiérrez Colomer, de profesión arquitecto, desarrolló una actividad artística polifacética como pintor, poeta, escritor, editor, galerista y coordinador de actividades culturales. Entre otras actividades culturales, promovió en Santander la revista 'La Draga', fue miembro del colectivo Cuévano, director de las ediciones del mismo nombre, directivo del Colegio Oficial de Arquitectos de Cantabria y de la Casa de Cantabria en Madrid, propietario de la galería de arte Rafael Colomer y prolífico poeta. Numerosos premios jalonan la labor de su abundante obra publicada. Obras: Transido en el taller de la palabra (1978), Desprendida (1979), Entre Alira y Ramar (1980), Derecha & Izquierda (1980), Cinco poemas míticos (1980), Oficio de poeta (1982), Ars Amandi (1982), Épica de mariposas (1983).


Espiral Foto © José del Río Mons

Roto Madrid Amalia Bautista

Amalia Bautista Poeta española nacida en Madrid en 1962. Licenciada en Ciencias de la Información. Ha publicado Cárcel de amor (1988), La mujer de Lot y otros poemas (1995), Cuéntamelo otra vez (1999), La casa de la niebla. Antología (1985-2001), Hilos de seda (2003), Estoy ausente (2004), Pecados, en colaboración con Alberto Porlan (2005), Tres deseos. Poesía reunida (2006), Luz del mediodía. Antología poética (2007) y Roto Madrid, con fotografías de José del Río Mons (2008). Parte de su obra ha sido traducida al italiano, portugués, ruso y árabe. Poemas suyos han aparecido en antologías como: Una generación para Litoral (1988), Poesia espanhola de agora (1997), Ellas tienen la palabra (1997), La poesía y el mar (1998), Raíz de amor (1999), La generación del 99 (1999), Un siglo de sonetos en español (2000), Con gioia e con tormento. Poesie autografe (2006) y Cambio de Siglo. Antología de poesía española 1990-2007 (2007).

Espiral El mundo avanza en círculos me dicen, o es más bien que se mueve en espiral y por tanto no avanza, se concentra o se dispersa interminablemente, sin un fin ni un principio, sin objeto y sin sentido, sin porqué ni adónde. La vida entonces vuelve a reencontrarse con lo que fue su origen, su semilla, la medida de todos sus fracasos, el hueco donde caben nuestros miedos y al que se ajustan nuestras esperanzas. Y dando por supuesto que las cosas sean así, tan crudas y tan frágiles, dime tu y yo que hacemos aquí parados, soportando el embate de la nada, el azote que nunca merecimos o ese dardo llamado indiferencia o mala suerte o época difícil. Dime aunque tengas que mentirme un poco, que no estamos perdidos, que aún hay grietas por las que puede entrar algún consuelo, que esto no es otro de esos callejones sin salida y sin luz donde espantarnos, donde perder la fe y ganar el llanto. Convénceme, prométeme la vida


Sfumato Foto © José del Río Mons

Roto Madrid Amalia Bautista

Sfumato Tan áspero el mundo, tan hiriente, que él lo difuminó para mis ojos. Tan profundo era el corte que me hacían las aristas de todo lo real, que él decidió limarlas. Tanto daño me hacía el movimiento de la vida voraz, que él lo detuvo en un instante.

Un preciado regalo contra el mundo, contra la realidad, contra la vida, contra la lucidez y contra mi tristeza.

Las fotografías de José del Río, testimonios aún mas fugaces de nuestra vida, son también fragmentos de una vida ambulante. En la ciudad , nos decía Benjamín a propósito de Baudelaire, el poeta no es mas que un flâneur: aquel que o llega a los sitios demasiado tarde o se va de ellos demasiado pronto, antes de que suceda el hecho. Ese desasosiego, que acució a otro cántaro roto también, el desasosegado y urbanita Pessoa, está en estas imágenes fotográficas. Amalia Bautista y José del Río nos han dado cada uno una ciudad que es la misma y es distinta. nos han dado de ella solo unos trozos, trozos magníficos, valiosos, perdurables. Y esos trozos juntos forman una sola ciudad que complementa, que completa mas bien, la nuestra. La ciudad que nos han dado es a un tiempo desoladora y cercana, bonita e inhóspita . Los poemas tienden a una tristeza insoluble y un tristísimo desgarramiento; el que nos produce el paso de un tiempo que todo lo devora: deseos, sueños y recuerdos. Las fotos nos llevan a lugares de la ciudad en los que quedamos expuestos a un mayor desasistimiento. Son poemas y fotos modernos, son cántaros rotos también. Claro que “pongamos que no hablo de Madrid” , diríamos parafraseando la célebre canción del juglar, que de lo que están hablando Amalia y José no es ni siquiera de sus almas, sino de la mía y de la tuya, mon semblable. Andrés Trapiello


Parada Foto © José del Río Mons

Sin título Ignacio Gómez de Liaño

Ignacio Gómez de Liaño. España 1946. Licenciado y doctorado en Filosofía y Letras en la Universidad Complutense de Madrid, ha sido profesor de Estética y Composición en la Escuela Técnica Superior de arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid, profesor de Filosofía y Metodología de las Ciencias Sociales en la Universidad Complutense de Madrid, y desde 1998, profesor de Estética en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido profesor visitante de las universidades de Osaka en Japón y de Pekín en China. Es colaborador habitual de medios de comunicación, y en prensa lo ha hecho en ABC, El País, El Mundo y otros muchos periódicos y revistas. Obra: La variedad del mundo (2009), Recuperar la democracia (2008), Hipatia, Bruno, Villamediana. Tres tragedias del espíritu (2008 ), Extravíos (2007 ), Breviario de filosofía práctica (2005), El camino de Dalí (diario personal 19781989) (2004), El diagrama del primer evangelio (2003), Sobre el fundamento (2002), Iluminaciones filosóficas (2001), Filosofos griegos, videntes judíos (2000), Musapol (1999), El círculo de la sabiduría, II: Los mandalas del budismo tántrico (1998 ), El círculo de la sabiduría (1997),

Solo los poseídos vislumbran lo completo,

la presencia sagrada que el roce apropiamos. Mas la iluminación no se reserva a uno. En vano es que los más sucumben ante ella. La puerta que conduce al planeta invisible, la puerta que se abre al espacio (exterior-interior) el cuadro vano. Nosotros mismos la cuadrada presencia, nosotros mismos la hendidura vacía. Es la iluminación. Mas esta sobreviene, cae, y nuestros cuerpos, bajo un peso y caso infinitos, zozobran y asisten sufrientes al desguace. Quien dijo que la debilidad es nuestra tremenda fuerza nos marcó con el sello de quienes no son del mundo. Quien dijo que el valor se crece ante el riesgo, habló de quienes son el pesar-de-lograrse. Pronto, muy pronto ya se cerrarán las puertas del deseo. y una luz innombrable penetrará los muros. Nuestros pasos, ligeros, se dejarán llevar por el viento que sopla donde quiere. Pronto, muy pronto ya, saber y ser feliz levitarán en único destello.

(Inédito de 1972)


Muro Negro Foto © José del Río Mons

Muro Negro Vicente Valero

...He caminado solo y he recibido solo el aliento negro de los muros más altos de la ciudad. Fui a pedir agua al lugar que me dijeron y los lagartos crujían con el calor del crepúsculo. Allí, para aquella mujer solamente, vi cómo bailaban los derviches de la oscuridad, las medusas del miedo. El agua apenas corría y en la palma de mi mano se convertía en sueño, en rama seca del bosque. Vi también al pájaro de la luz salir de aquella casa donde los muertos contaban monedas sucias. No hay camino, sobre todo no hay camino con salida, pero algún día lloverá y caerán entonces las torres carcomidas del silencio. (Esto es lo que me dije). Allí, para aquella mujer solamente, imaginé palabras llenas de polen invisible, palabras que habrá que ir a buscar un día cerca del mar, donde las dunas pobres...

Vicente Valero Poeta y ensayista español nacido en Ibiza en 1963. Ha publicado cinco libros de poesía: Jardín de la noche (1987), Herencia y fábula (1989), Teoría solar (1992), Vigilia en Cabo Sur (1999), Libro de los trazados (2005) y Días del bosque (2008). Con este último libro ganó el Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe 2007. Es también autor de los libros de ensayo: La poesía de Juan Ramón Jiménez (1988), Experiencia y pobreza. Walter Benjamin en Ibiza, 1932-1933 (1998), libro traducido al francés y al alemán, Viajeros contemporáneos (2004) y Diario de un acercamiento (2008).


Elogio del desierto Foto © José del Río Mons

Elogio del desierto Julio Martinez Mesanza

Julio Martinez Mesanza Poeta y traductor español nacido en Madrid en 1955. Licenciado en Filología Italiana.Considerado por la crítica como el más fiel representante de la tendencia épica en la nueva poesía española. Fue incluido en la famosa antología Nueve novísimos poetas españoles de José María Castellet. La crítica lo menciona como seguidor de Perse, Claudel y Borges quizás por el enfoque y el estilo personal con el que maneja sus personajes. Además de su traducción de Vida Nueva de Dante, ha publicado sus poemas en cuatro ocasiones, 1983, 1986, 1988 y 1990 con el título Europa. Posteriormente Trincheras en 1996 y Fragmentos de Europa (1998).

No me voy a mover No me voy a mover, no haré ni un gesto,

nada que alerte a la excesiva vida.

Tarda mucho en venir la hermosa guerra.

Tarda mucho en volver la guerra amiga.

Tarda el limpio desierto.Tarda el fuego.

No termina jamás la incertidumbre.


Páramo Foto © José del Río Mons

Elogio del desierto Julio Martinez Mesanza

Sobre el páramo inmenso Sobre el páramo inmenso en el que vives, un cielo lento y negro, un cielo bajo que roza los fangales y se ensucia. Un cielo que se vuelve tierra muerta, sobre la aislada casa en la que mueres. Vine a esta tierra para ver tus ojos, vine al infierno para ver tus ojos, para, antes de irme, dar algún sentido a esta confusa y breve luz dudosa.


Amaestrar el esfínter es poner fin a la omnipotencia de Dios Ben Clark Defecatio matutina, bona tamquam medicina. Defecatio meridiana, neque bona neque sana. Defecatio vespertina ducit hominem ad ruinam. Proverbio Latino

A Juan Manuel Escourido Muriel, por el título.

Semana Santa Foto © José del Río Mons

Dice el célebre ‘Poema a la Caca’ (reenviado cada día a miles de personas, desde hace ya muchos años, en forma de e-mail en cadena) en uno de sus momentos más líricos: ‘Cagar es un placer;/de cagar nadie se escapa /caga el rey, caga el papa,/caga el buey, caga la vaca /y hasta la señorita más guapa / hace sus bolitas de caca.’ El mensaje es claro: la defecación es, con toda seguridad, el último estandarte unificador de la Humanidad. Cagó Primo Levi y cagó Hitler. No de la misma forma, claro, es de suponer que las excreciones del judío (suponiendo que sólo el primero fuera judío) serían sin duda más escasos durante sus vacaciones en Auschwitz. La mierda del Führer, en cambio, debía ofrecer todo tipo de matices al olfato experto.

Ben Clark nació en Ibiza, hijo de padre galés y madre inglesa. Reside en España, donde trabaja para diferentes instituciones culturales. Ha recibido diversos premios literarios entre los que destacan el Primer Premio Arte Joven de Baleares 2005 y el Premio Hiperión 2006 ex aequo con David Leo García. Durante el curso 2004-2005 recibió una beca de creación de la Fundación Antonio Gala. Colabora con diferentes revistas literarias y con la prensa salmantina. Ha traducido a poetas como Anne Sexton y Robert Graves. Desde el año 2002 escribe semanalmente una columna para el suplemento catalán Mola del Diario de Ibiza. Su obra aparece en diversos recuentos y antologías de la poesía reciente. Publicaciones: Poesía Secrets d'una Sargantana (2001). Solstici d'Estiu (2002), Los hijos de los hijos de la ira. Premio Hiperión ( 2006), Cabotaje ( 2008), Memoria (2009).

Cagar es un placer, como dice el poema, pero no siempre es un placer oportuno. Un apretón, un retortijón traidor, un empuja que va o un aguanta que viene nos puede sumir en el pánico más absoluto. ¿A dónde huir? ¿A quién acudir? ¿Hasta cuándo? Sólo hay una respuesta: Apocalypse now. Ya lo dijo Forrest Gump: cuando un hombre tiene que ir, tiene que ir. José del Río nos sitúa con su instantánea en un momento urgente. Un momento inesperado y un momento de catarsis bolivariana cuando una criatura de Dios, bajos los ojos de Dios, defeca. Defeca y lo hace lejos del hogar, lejos de la amabilidad del trono particular, en la calle, refugio último del detritus al que este encapuchado ahora contribuye. ¿Pero acaso sólo orina? Poco importa. Aunque orinar, orina seguro; sobre este punto el poema es clarividente: ‘Vosotros que os creéis /sagaces y de todo os reís, /decidme si sois capaces /de cagar y no de hacer pis.’ Nuestro personaje asexuado –aunque bien podríamos interpretar que se trata de una mujer, aunque nunca se sabe– ha sentido la llamada en plena procesión. Y no ha sido la llamada del Señor, como cabría esperar, sino la llamada de un Poder Superior. Se trata, entonces, de una foto que nos habla de los juegos de poder que existen entre los Entes que no podemos controlar: Dios y nuestro Esfínter. Amaestrar el Esfínter es poner fin a la omnipotencia de Dios. El Esfínter es nuestro futuro. El Esfínter es nuestro pasado. El Esfínter es Dios.


Sapos Foto © José del Río Mons

Animales domésticos Luis Alberto de Cuenca

Cuando pienso en los viejos amigos... Cuando pienso en los viejos amigos que se han ido de mi vida, pactando con terribles mujeres que alimentan su miedo y los cubren de hijos para tenerlos cerca, controlados e inermes. Cuando pienso en los viejos amigos que se fueron al país de la muerte, sin billete de vuelta, sólo porque buscaron el placer en los cuerpos y el olvido en las drogas que alivian la tristeza. Cuando pienso en los viejos amigos que, en el fondo del mar de la memoria, me ofrecieron un día la extraña sensación de no sentirme solo y la complicidad de una franca sonrisa.


Reloj Foto © José del Río Mons

El enemigo oculto Luis Alberto de Cuenca

Luis Alberto de Cuenca. Poeta, traductor y ensayista español nacido en Madrid en 1950. Interrumpió los estudios de Derecho en la Universidad Complutense de Madrid para licenciarse en Filología Clásica. Es un miembro destacado de los poetas de su generación, caracterizado por cultivar tanto las formas clásicas como modernas, evolucionando hacia fórmulas personales que le han valido el reconocimiento de la crítica literaria. Fue director de la Biblioteca Nacional y Secretario de Cultura del gobierno español, obtuvo el Premio de la Crítica con La caja de plata en 1985 y el Premio Nacional de Traducción con el Cantar de Valtario en 1987. De su obra poética también merecen destacarse, Los retratos 1971, Elsinore 1972, Scholia 1978, Necrofilia 1983, El otro sueño 1987 y El hacha y la rosa 1993. Sin miedo ni esperanza recoge, en seis partes, sesenta poemas escritos entre 1996 y 2002 y su poesía completa hasta 1996, está contenida en Los mundos y los días.

La droga de la vida Envenenándome, purificándome, la droga de la vida circulaba por mis venas, camino de la noche. Fuera, un rojo crepúsculo teñía de sangre el horizonte, y las estrellas pugnaban por nacer, como puntitos de sutura en la red del firmamento. dentro de mí voraz y licenciosa, la droga de la vida me mataba.


Alka Seltzer Foto © José del Río Mons

El enemigo oculto Luis Alberto de Cuenca

Qué queda de la noche Qué queda de la noche, vida mía. Qué queda de tu ascenso a mis infiernos

Imágenes, imágenes, imágenes. Idílicas, obscenas, horrorosas. Más veloces que el viento, más heroicas que una canción de gesta, más estúpidas

y qué de mi descenso al paraíso

que el dolor, la piedad y la traición,

de tus ojos, velados por la niebla

más lentas que la espina que atraviesa

del humo y del deseo. Qué ha quedado de las llamas alegres y furiosas

el corazón del pájaro, mas locas que el amor, más sutiles que el deseo. Conmigo vais y moriréis conmigo.

que devoraron nuestros corazones. Este despedazado panorama. Imágenes Esta desolación. Estas cenizas.


AURORABOREAL Librerías

Biblos Librería En Bogotá Por Edimca

En Bogotá, Santiago Figueroa nos habla de su tesoro: la mágica librería Biblos custodiada por 3 duendes libreros Edimca: …muy agradable el ambiente de su librería … Figueroa: …Pues cómpremela porque sí es una maravilla pero de esto no se puede vivir… (risas….) Vea, yo trabajé toda la vida como ejecutivo de una multinacional suiza que es la Nestlé. Soy jubilado de dicha empresa. Obviamente vivo de la jubilación. Nunca he sacado un centavo de esta librería sino que más bien le he metido plata… La librería Biblos fue fundada con mucho afecto y con mucho amor por unas damas muy especiales, Camila y Consuelo Gaitán. Consuelo estudió filosofía y creo que Camila estudió lenguas, ambas en los Andes. Fue Consuelo la promotora y la librería cuando comenzó a funcionar, estaba en otro local ubicado en la calle que está justamente en frente a este local hace unos 20-21 años. Consuelo y Camila lograron hacer de la librería un centro cultural, de encuentro…aquí venían muchos intelectuales y hasta políticos y yo he sido aficionado a los libros y me ha gustado leer toda la vida, a pesar de que uno es ejecutivo y tal, cuando tenía un tiempito, me leía un buen libro de literatura o de historia o lo que fuere y me hice afecto a esta librería y a las Gaitán. Sí, me hice cercano a ellas y venía a las tertulias los viernes y la pasábamos muy bien. Las Gaitán tuvieron dificultades porque sostener una librería de este tipo es difícil. Cuando yo estaba en pleno tema de mi jubilación, ellas pasaban por angustias económicas en la librería. Entonces en un momento dado, yo les dije, hombre, yo me le mido a ser gerente de la librería pero sobre la base de que yo compre una participación importante, lo cual se dio. Se hizo un aumento de capital, decisión que fue acogida por muchísima gente, muchos socios. Hicimos una recogida de dineros. Eso, lo hicieron socios como Andrés Hoyos-un socio muy querido y muy cercano-otros, como Daniel Samper, Andrés Obregón, Carlos Gaviria… posteriormente, Juan Manuel Santos-para que vea que esto es de todo el mundo…( risas)

Samper…intelectuales, periodistas, pensado- Figueroa: de todo… res… Edimca: Interesante ese dato de Estados Edimca: “es decir, que esto era como un Unidos sobre el 70% de clientes que club literario… compran eso. En Bogotá, esa parte de libros catalogados como de “autoayuFigueroa: “ellos aportaban y un poco a fondo da”, es la especialidad de librerías como perdido, porque sabían que no iban a recuperar; Luz Esotérica, La Era Azul, El Arcano, etc. lo que querían era que no se perdiera este centro que venden divinamente pues es una de cultura, este nicho y esta librería… temática que - nos guste o no - es evidente que es muy importante en este Edimca: O sea que definitivamente sí momento para muchísima gente en era un lugar de encuentro para mu- todo el planeta, intelectuales o no, pues chos… hay una necesidad personal creciente de buscar lo espiritual, hay como un desFigueroa: Ah, claro… y sigue siéndolo. Y pertar…y esta realidad no la podemos sigue siéndolo…y aquí vienen… y lo que vale ignorar… de libros, básicamente es su clientela, una clientela, muy selecta, importantísima y te voy a Figueroa: Sí. ¡Pero ese tema no es la especiaexplicar por qué, y eso fue un poco el posicio- lidad de la librería para nada! namiento que le dieron a la librería, particu- Si un cliente, por ejemplo, busca las grandes larmente, Consuelo Gaitán. obras sobre ese tema, tenemos algo, pero definiEsta librería se ha dedicado siempre a vender tivamente no tenemos especialidad en eso… buena literatura, filosofía, psicología, buenos Aquí lo que se consigue BUENO es mucha temas. Cuando yo entré a la librería, la verdad, historia y literatura…Nosotros acá en Biblos, tuve algunas discusiones y divergencias con los particularmente, tenemos libreros especializasocios, porque yo dije, miren, si la queremos dos, tenemos tres libreros, todos egresados de mantener, hacer viable la librería, tenemos que facultades de literatura, que te hablan de un vender también novedades y best sellers y un autor - como pudiste ver con Germán o con poquito de autoayuda y todo ese tipo de cosas Alberto…y no conociste a David que es el “lique en realidad, pues a uno le molestan y tal, brero senior”, digamos que… acaba de volver pero hay mucha gente que pide eso…Si uno después de un periplo por el Fondo de Cultura analiza el mercado de libros en Estados Uni- Económica. Regresó porque dice que lo que en dos, yo creo que el 70% de la gente, lo que lee verdad le gusta, es este tipo de librería… es eso…temas de autoayuda, de superación y tal…entonces vendemos de eso pero no vende- Edimca: ¿Me podrías repetir los nommos con gran énfasis…Hoy en día, tú aquí en bres completos de tus tres libreros? DeBiblos consigues ehhh… finitivamente son personajes muy imEdimca : “muy democrático…” portantes de la librería. Figueroa: “muy democrático…” pero los Edimca: “de todo”… clientes son por ejemplo, tipo María Elvira

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Figueroa: ..Mis tres libreros son: En primer lugar, David. David Roa. Él vino aquí casi un niño…acaba de terminar estudios en la Universidad Javeriana, dijo que quería trabajar…la que en realidad quería trabajar era la novia… entonces yo le pregunté a la novia a qué colegio había ido…había estudiado en un colegio muy fifí y entonces yo le dije…no, no, no… usted a los dos meses se va de aquí…Entonces le pregunté a David: “…pero ¿usted quiere trabajar? Y David me dijo, yo también estoy interesado y yo le dije, venga…y ¡David se hizo aquí! Es inquietísimo…ya se ha vuelto crítico literario, se ha vuelto comentarista, es escritor y es colaborador de la revista Arcadia… …Después me lo sonsacaron un tiempo para el fondo de Cultura y hace poco…no lo sonsaqué…él volvió, y como hijo pródigo, me dijo que…que él volvía, que lo que le gustaba era el tipo de librería que había aquí…la otra es una gran librería pero digamos que es más como una corporación… por eso no se ajustó… y ese es David. David te recomienda…él es un gran lector y es una persona que está aquí para eso, para recomendarle a los clientes qué hay que leer... David, él mismo promueve y tiene como tres o cuatro grupos de lectura…Pero hay personas que aunque no vengan acá a los grupos de lectura, son clientes de acá…

Edimca : Entonces ustedes invitan básicamente a su clientela a los grupos de lectura para mantenerlos motivados aunque estos foros estén abiertos también al cliente ocasional…

estaba hablando de mi librero David. David tiene proyectos especiales, él está desarrollando la librería virtual porque queremos hacer una librería virtual en el sentido que podamos despachar libros a los clientes por pedido.

Figueroa: Claro y David es el encargado de organizarlo, por ejemplo, antes de ayer 21 de abril, tuvimos uno buenísimo, sobre un lanzamiento de un libro de Víctor Paz Otero, no sé si lo conoces…Víctor Paz Otero es un escritor de Popayán que ya tiene un libro sobre Mosquera y otro sobre Santander… Edimca: de Historia de Colombia… Figueroa: Sí, de historia. Pero presentó uno como de aforismos, muy profundo y muy bonito…

Edimca: Algo grande…

Edimca: Qué bueno añadir a Paz Otero a una lista de historiadores importantes tales como Germán Arciniegas e Indalecio Liévano Aguirre o a Salvador de Madariaga que escribió cosas magníficas, pero de este último, los libros lamentablemente ya casi no se consiguen… Figueroa: Tienes razón. No se consiguen. La biografía de Bolívar de Salvador Madariaga, eso es dificilísimo de conseguir…pero en fin, te

Figueroa: …No “Amazon”…pero una cosita donde la gente pueda consultar y leer las recomendaciones de libros que Biblos le hace y pedir el libro ahí mismo. Eso ya está muy avanzado y David es el responsable de esto. Los otros dos libreros son Alberto, que también tú conociste y Germán. Edimca: Sí, cuando pasamos por Biblos recientemente, conocimos a Alberto León Gómez (foto acá arriba) que nos atendió excelentemente. Encontró lo que buscábamos sobre Tomás González, que es un muy buen escritor colombiano, elogiado por la crítica extranjera pero poco conocido en Colombia. Por eso Aurora Boreal lo destacó en su sección “Descubrimientos” de la edición de septiembre de 2007. Pero volviendo al librero Alberto, él nos propuso también las últimas novedades de jóvenes escritores colombianos. Nos gustó esa

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Edimca: Veo una cosa muy simpática, que tienes un bar aquí… Figueroa:Sí, pero cada vez lo usan menos y cada vez vienen menos…el bar se usaba más, lo mismo que el café, lo que te puedo explicar, es que se ha reducido pues hemos tenido que desplazar las mesas para tener espacio para más libros…Como yo les decía a mis colaboradores el otro día bromeando, cada vez la gente mide menos pero cada vez hay más libros…pero es verdad…entonces aquí… libros y libros porque una buena librería, el éxito de una buena librería es tener, si se puede, todo lo que la gente necesita… Antes la librería no tenía todo lo que la gente pedía… hay gente que llega y pide un libro y si el libro no está, el cliente se va de la librería muy infeliz…ah, éstos no tienen lo que yo estaba buscando… Obviamente eso es muy complicado porque la gente busca libros muy antiguos, pero nosotros tenemos un servicio y es que le buscamos el libro al cliente… Edimca: Eso es muy importante. Eso era lo que también te quería decir con respecto a la atención de tu librero Alberto. Las personas que estaban conmigo, preguntaron por un libro en particular y Alberto les dijo que aunque en el momento no lo tenían, no había problema, que él lo podía investigar y conseguirlo; que le dejaran sus datos para poder comunicarse con ellos…eso nos gustó mucho.

atención personalizada y eficiente que nos brindó la librería Biblos a través de Alberto…por eso Aurora Boreal está acá charlando contigo… Figueroa: Sí, Alberto es especialista en literatura en general. Él es egresado de la Universidad de los Andes y particularmente se ocupa de las relaciones con los proveedores. Aunque Alberto también se ocupa en parte de la administración de la librería, su responsabilidad principal es con los proveedores. Él es el que hace los pedidos de los libros antes de que se agoten… El otro librero es Germán Clavijo, egresado de la Facultad de Literatura de la Universidad Nacional. Germán es políglota, habla como cuatro idiomas, es una maravilla, él se especializa en poesía. Él es poeta. Se ganó un concurso de la Universidad Externado de Colombia y además, muy inquieto, pues es el cofundador y representante de *“Casa Abierta”, un laboratorio de creación artística e investigación social

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Figueroa: Sí, muchas gracias por decírmelo porque no es fácil mantener una librería como ésta. Como te decía, yo no he visto nunca un peso de la librería, es una lucha día a día, ya la tenemos en punto de equilibrio, ya la librería camina, tiene una clientela estupenda, cada vez mejor, las ventas cada vez mejoran, como ya te lo mencioné, el local no es nuestro y entonces ese tema es bien delicado también… te decía que…

para jóvenes artistas en Roldanillo, Valle del Cauca. Me encanta la gente que viene aquí a preguntar por poesía, viene mucha gente joven a preguntar por libros de poesía, lo cual es bellísimo… Entonces, claro, Germán es el que los atiende… Germán es especialista también en filosofía griega y por eso el cliente que viene a preguntar algo específico sobre el tema, por ejemplo, sobre Aristóteles o Platón, es Germán quien le va a Edimca: …Vamos a crear un club de aconsejar lo que fuere… socios especiales para poder comprar el local… ( risas) Edimca: Pues te felicito porque tienes un trío de lujo Figueroa: (risas) No, no lo vende la señora dueña del local… Obviamente yo he tratado Figueroa: Sí es un trío de libreros de lujo con la ayuda de otros socios a ver si la dueña vende la casa y no. No la vende, no la venEdimca: Y hay que hacerles el honor de de…La señora inclusive tiene una oferta - que un merecido reconocimiento le pagarían el doble de alquiler por este local y Figueroa: Sí, sí, el honor y ojalá así sea… ella ya me lo dijo… y…naturalmente estoy yo, que me ocupo un poco de coordinar todo y de atender y conservar Edimca: como diciéndoles…si no les una clientela grande… conviene pues se pueden ir…


Figueroa: Sí…un poco así… pero lo que te quiero decir es que lo irónico es que ella tiene una oferta de parte de una famosa tienda de zapatos…y la verdad yo he estado tratando de encontrar un localito, claro que este sitio es muy bueno…y además la librería lleva veinte años acá y eso no se puede perder… Lo cierto es que no hemos encontrado otro local por acá, los precios se han inflado mucho por acá… está todo altísimo. Decían que iban a bajar los precios pero no, nunca bajó nada, todo es carísimo. Bueno, como te contaba, ya la librería está en punto de equilibrio y seguimos creciendo. Estamos haciendo otras actividades distintas a la librería en si, como por ejemplo, salir a eventos; nosotros vamos a ferias, a kermeses de los clubes, uno, es el club El Nogal que es muy importante; asistimos al festival del mal pensante, fuimos el año pasado. Todo ese esfuerzo es una manera de salir uno a buscar los clientes y no al revés… Edimca: Sí, y Aurora Boreal hace la reseña a esta librería porque es especial, por el tipo de libros que vende, no sólo en el ámbito de la literatura sino también en otros campos del arte. Culturalmente, muy selecto. Veo que tienes además de literatura universal, arte y arquitectura, humanidades y también libros para niños… Figueroa: Sí, aquí tenemos también muchos libros de arquitectura. Hay mucha demanda sobre el tema. Edimca: Pero lo que más se vende es historia… Figueroa: Sí, aquí se vende mucha historia pero también se vende mucha literatura. La gente busca mucha novela. Un dato curioso, el otro día hicimos el estudio y aproximadamente un 65% de nuestra clientela es femenina… Edimca: Qué interesante. Y las mujeres, ¿qué tipo de novela buscan?

Edimca : Entonces, las mujeres estamos volviendo a rescatar la tradición del siglo 19 y comienzos del 20, cuando las tertulias literarias se organizaban en las casas de las mujeres de avanzada de esa época en donde se leían los libros del momento… Figueroa: Exactamente. Pero antes de que se me olvide mencionarlo, quiero referirme a algo que me parece muy importante y es que en esta librería, tenemos una sección de libros para niños cada vez más desarrollada… Edimca: ¿Y allí los niños tienen un espacio con mesitas y sillitas para sentarse, coger un libro y manosearlo un poco? Figueroa: Sí, claro. Por ejemplo, hablaré como representante de muchos padres. Yo tengo un niño de seis años de mi segundo matrimonio…también tengo un hijo de 38 y una hija de 35 años de mi primer matrimonio, buenos lectores. Pero mi hijito de seis años es una maravilla porque es un lector empedernido…obviamente porque le hemos fomentado eso…y él viene aquí y se sienta y baja con un libro y dice en la caja: “por favor, me factura el libro a la cuenta de mi papá…” Él es muy inquieto, le fascina todo, el tema de los trenes, por ejemplo. Cómo sería de feliz en Suiza porque eso de los trenes allá es divino. Aquí no hay trenes pero…cómo te digo…todo esto que te cuento es para decirte que aquí en la librería hay para todas las edades. Yo siempre he tratado de transformar Biblos un poco como un restaurante de categoría, aten-

dido por su propietario. Con cocina muy especial y todo, en el sentido de que esto no es una cadena de fast food. Aquí, cada librero es un chef, en cuanto a que te puede recomendar un libro que él sí ya ha leído. Aunque está claro que uno no puede leerse todos los libros…Los clientes esperan que uno se lea todos los libros…Pero aquí los tenemos, por el gusto de los libreros y por el gusto mío. Nos ubicamos para ver quién ha leído qué libro…ellos son muy inquietos en el sentido de que siempre están leyendo… ¿Viste que cuando llegué hoy a la librería le traje a Germán un libro de Tolstoy? Bueno, se lo traje y se lo di para que lo terminara de leer porque… figúrate que un día, cuando Germán se lo estaba leyendo, un cliente que entró a la librería y vio que él se lo estaba leyendo, le dijo, uy, yo he estado buscando ese libro hace tiempos…y Germán, naturalmente, se lo recomendó y se lo vendió y como ese era el último ejemplar que quedaba en ese momento, no pudo terminarlo de leer… Es un libro bellísimo. Es el último libro escrito por Tolstoy y publicado después de su muerte. Se intitula “Hadji Murad”. Trata el tema de los chechenos. La novela se desarrolla a mediados del siglo 19 en las montañas del Cáucaso…. Muy actual… El libro tiene una anécdota muy linda que te la voy a contar para cerrar con broche de oro este primer encuentro con Aurora Boreal… nos la contó un respetado cliente de nuestra librería, el catedrático y político Carlos Gaviria y es la siguiente: … Cuando Witgenstein, gran filósofo del lenguaje del siglo 20, estuvo en Nueva York, a su casero, para darle las gracias, le llevó el librito de Tolstoy y le dijo: “le regalo aquí la perfección”…

Figueroa: Bueno, lectura de buena novela, buena literatura, lectura bonita… Por ahí hablan ahora de libros especiales para mujeres… ojo, que yo no he visto eso… que exista tal…pero efectivamente, las mujeres son las que piden que se les recomiende mucho. Sobre todo, las mujeres son las promotoras de los clubes de lectura de los que hablábamos al comienzo de esta charla… pero no solamente los grupos que promueve David… ellas, seis o siete amigas, forman un club de lectura y se ponen la tarea de leer un libro… Edimca: Tertulias. Figueroa: Sí, tertulias literarias.

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AURORABOREAL Los 10 libros menos vendidos

Los 10 libros menos vendidos pero tal vez los más leídos una vez Por Leo Larsen

Las novelas y relatos del escritor inglés William Somerset Maugham se caracterizan por su gran facilidad narrativa, su sencillez estilística y una visión del mundo irónica y desencantada. Maugham nació en París y estudió medicina en la Universidad de Heidelberg (Alemania) y en el hospital de St Thomas's de Londres. El éxito de su primera novela, Liza de Lambert (1897), le animó William Somerset sin embargo a abandonar la Maugham 1874-1965 medicina. Su novela Servidumbre humana (1915) se considera su mejor obra. La luna y seis peniques (1919) narra el conflicto entre el artista y la sociedad convencional, y está basada en la vida del pintor francés Paul Gauguin; cabe citar además El velo pintado (1925), Pasteles y cerveza (1930), Vacaciones de Navidad (1939), Antes de amanecer (1942), El filo de la navaja (1944) y Catalina (1948). Entre sus colecciones de relatos destacan El temblor de una hoja (1921), que incluye el relato Miss Thompson, del que más tarde se realizó una versión teatral titulada Lluvia (1928); Primera persona del singular (1931); El rey (1933), y Cuarteto (1948). También escribió comedias satíricas como El círculo (1921) y Los mejores (1923) y un melodrama titulado Al este de Suez (1922).

El ranking de los libros menos vendidos es un sondeo al pasado Por Diego Valverde Villena Nr

Libros injustamente olvidados

1

Primer amor, Ivan Turgueniev

2

Carta de una desconocida, Stefan Zweig

3

Viaje sentimental, Laurence Sterne

4

Venecias, Paul Morand

5

Carta de Lord Chandos, Hugo von Hofmannsthal

6

Morada al sur, Aurelio Arturo

7

Memorias de Altagracia, Salvador Garmendia

8

Ulises criollo, José Vasconcelos

9

Las tiendas color canela, Bruno Schulz

10

El filo de la navaja, William Somerset Maugham

Universidad de Glasgow Foto Archivo Aurora Boreal

Esta sección pretende recordar los libros injustamente olvidados.

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AURORABOREAL Manuel recomienda leer...

Jean-Marie-Gustave Le Clézio

El periodista Manuel Cabrales Foto archivo AURORABOREAL

Jean-Marie-Gustave Le Clézio © AFP PHOTO/MARC LE CHELARD

Uno de los novelistas franceses más celebrados y leídos en su país, nació en Niza en 1940. Realizó sus estudios en Niza y se doctoró en letras por el Collège Littéraire Universitaire. Su primera novela, Le procès-verbal fue galardonada con el Premio Renaudot. Le Clézio llevó una existencia nómada entre Asia y América hasta recalar, en 1970, en México. Allí fija su residencia hasta 1992, año en que se traslada a Albuquerque, Nuevo México. Es autor de más de treinta novelas. Gran narrador, capaz de unir armónicamente la trama novelesca con la Historia con mayúsculas, nos ofrece siempre una mirada lúcida y admirada hacia las «otras» culturas (África, India, América) y las entrelaza con Europa. Merecedor de los prestigiosos premios Renaudot y Paul Morand, en 2008 recibió el premio Nobel de Literatura.

El buscador de oro

Un viaje a lo profundo de la isla de Rodrigues Por Manuel Cabrales, periodista

Por esas cosas absurdas pero divertidas de la vida estuve invitado al matrimonio de la hija de una colega italiana de mi esposa acá en Nueva Delhi a finales del mes de abril pasado. Inicialmente estaba un poco reacio a ir a la fiesta porque a duras penas conocía a la colega de mi mujer pero al fin y al cabo la vida se va pasando y últimamente he tenido que participar en más entierros que matrimonios. De tal forma que no lo pensamos mucho, nos vestimos para la ocasión y nos fuimos a la celebración. Debo confesar que la novia estaba preciosa, la fiesta fue entretenida y la comida maravillosa. Un día verdaderamente quimérico, lleno de alegría. Como era de suponer, a un cierto punto de la fiesta, los novios abandonaron el lugar a toda carrera para tomar un avión rumbo a su luna de miel. Aparecieron de un momento a otro cambiados de trajes, -los dos impecablemente peinados y olorosos a perfume y colonia exquisita- dieron un último agradecimiento a los invitados y dijeron adiós. Un poco más avanzada la fiesta me acerqué al padre de la novia, que para aquel momento estaba algo más bebido de la cuenta, y con el ánimo de iniciar conversación le pregunté para dónde habían partido los recién casados de luna de miel.

- A una isla que está ubicada a 560 km al este de Mauricio, en medio del Océano Índico, me dijo antes de que un ataque de lágrimas le quitara el habla por el resto de la velada. Aquella noche después de la recepción, regresé a mi casa y hasta que no lo encontré no pude irme a la cama. Había leído El buscador de oro, no sé, veinticinco años atrás. Le había perdido el rastro a Jean-Marie-Gustave Le Clézio tal vez porque llegaron otros narradores que se robaron mi atención pero siempre recordé con nostalgia aquella historia de El buscador de oro, de ese viaje a Rodrigues, un viaje a lo profundo del alma de ese individuo al cual la intrépida búsqueda del tesoro de un corsario del siglo XVII se le convierte en la obsesión de su vida. Me metí en la cama y sólo pude dormirme cuando acabé de releer esta maravillosa aventura. Me dormí plácidamente con esa sensación única de satisfacción que se tiene después de haber releído un gran libro.

El periodista colombiano Manuel Cabrales reside entre Roma y Nueva Delhi y es colaborador de AURORABOREAL.

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AURORABOREAL Cine

El secreto de sus ojos Argentina, España.

Argentina, España.

El erizo Francia.

Incluso en sus peores mo- Una película que indaga en Drama con toque cómico mentos, el cine de Campa- el umbral de la muerte de nella se distingue. un anciano. Benjamín Espósito se ha jubilado después de trabajar toda su vida en un Juzgado Penal de Argentina. Para ocupar su tiempo libre, decide escribir una

novela sobre un peligroso caso del que tuvo que ocuparse en 1974. Una hermosa joven apareció violada y asesinada sin ninguna pista que incriminara a nadie, pero Benjamín se propuso encontrar al culpable junto a su ayudante Sandoval y a su amada jefa Irene. El reencuentro con el pasado afectará al presente de Espósito y puede que también a su futuro. D ire c t o r: Juan José Campanella. G u i ó n : Juan José Campanella, Eduardo Sacheri. Re p a rt o : Ricardo Darín (Benjamín Esposito), Soledad Villamil (Irene Menéndez Hastings), Pablo Rago (Ricardo Morales), Javier Godino (Gómez), Guillermo Francella (Sandoval), José Luis Gioia (Molinari).. F o t o g ra f ía : Félix Monti. Música: Federico Jusid, Emilio Kauderer. A ñ o : 2009.

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La ventana

A sus 80 años, Antonio espera con ilusión la visita de su hijo, al que no ve desde hace demasiado tiempo. Postrado en la cama, imagina el encuentro perfecto, con un abrazo, champán y una larga conversación que pueda aliviar la distancia entre ambos. Mientras

“El erizo” es la historia de un encuentro inesperado entre algunos de los habitantes de un inmueble de la calle Eugène Manuel, en París: Paloma Josse, una niña de once años tremendamente inteligente y con un plan secreto; Renée Michel, portera discreta y solitaria que bajo su apariencia de inculta y arisca oculta en realidad una personalidad inteligente y cultivada; y el enigmático señor Kakuro Ozu, un japonés que acaba de mudarse al edificio…

el día deja paso a la noche, Antonio reflexiona sobre su pasado, su presente y su futuro. Su último deseo es dar una vuelta por esos paisajes de la Patagonia Dirección: Mona Achache. Ina los que ha consagrado su vida, así que terpretación: Josiane Balasko (Renée decide escaparse sin que nadie le vea. Michel), Garance Le Guillermic (Paloma Josse), Togo Igawa (Kakuro Ozu), Anne Brochet (Solange Josse), Ariane D i r e c t o r : Carlos Sorin. Ascaride (Manuela López), Wladimir Gu ió n : Carlos Sorin. Re p a rt o : Yordanoff (Paul Josse), Sarah Le Picard Antonio Larreta, Arturo Goetz, Carla (Colombe Josse), Jean-Luc Porraz (JeanPeterson, Carlos Sorin, Jorge Díez, Luis Pierre), Gisèle Casadesus (señora de Luque, Marcos Lezama, María del Broglie), Mona Heftre (señora de MeuCarmen Jiménez, Marina Glazer, Ro- risse). Guión: Mona Achache. Producción: Anne-Dominique Toussaint. berto Rovira y Victoria Herrera.. F o - Música: Gabriel Yared. Fotografía: t o g ra f ía : Julián Apezteguiai. Músi- Patrick Blossier. Montaje: Julia Gréca: Nicolás Sorin. A ñ o : 2009. gory. A ñ o : 2007.


AURORABOREAL Libros

El coleccionista de mundos

Los informantes

Tal vez la lluvia Juan Carlos Méndez

La fascinante vida de Sir Richard Francis Burton (1821-1890), excéntrico oficial británico, viajero incansable y peculiar traductor de clásicos árabes, ha inspirado a Ilija Trojanow una absorbente novela de aventuras en la que sigue los pasos del protagonista por varios continentes para descubrir su atracción por otras culturas, costumbres y creencias. Ya en su primera misión en la India, Burton, incapaz de adaptarse a la vida colonial británica, aprende con avidez las lenguas del país, se abisma en sus religiones y, para espanto de las autoridades nativas, viaja de manera anónima. En Arabia, estudia el Corán y, haciéndose pasar por un médico persa, es uno de los primeros europeos en pisar de incógnito los lugares santos de La Meca y Medina. Posteriormente, en África, viaja a las fuentes del Nilo, una prueba durísima que fue el detonante de su desmoronamiento. Sólo una gran novela como El coleccionista de mundos podría explicar qué impulsó a este hombre singular que convivió con una cortesana en la India, que dedicó incontables noches a estudiar los textos sagrados, que en Arabia pasaba por un nativo y en África asumió fatigas sobrehumanas. Y también por qué, hasta hoy día, Occidente no ha comprendido en absoluto a Oriente ni sus misterios.

Cuando el periodista Gabriel Santoro publicó su primer libro, no pensó que la crítica más destructiva fuera a ser escrita por su propio padre. El tema parecía inofensivo: la vida de una mujer alemana que llegó a Colombia poco antes de la Segunda Guerra. Pero el padre de Santoro se ha sentido traicionado. En el libro hay algo que Santoro no había previsto. Entre las frases del libro hay un secreto. Ahora Santoro ha empezado a descubrir cuál es. Mientras se interna en el corazón de la vida de su padre, mientras descubre los secretos del presente, otras cosas irán saliendo a la luz: las formas en que la guerra que ocurría al otro lado del mar invadió la vida de quienes estaban de este lado; los sucesos de la década de los cuarenta, que en Colombia «destruyeron familias, trastocaron vidas, arruinaron destinos».

Nos importa la vida en una novela de Juan Carlos Méndez Guédez, la leemos mejor. Él suele ser el primero de nuestros novelistas en aprovechar las circunstancias sociales más novedosas para bucear en nuestras contradicciones. Como en Una tarde con campanas creó la novela hispanoamericana de la inmigración reciente en España, en Tal vez la lluvia aprovecha para ahondar en el conflicto del ser humano ante la libertad de su época, en este lado y al otro del Atlántico. Con su estilo ágil y poético, inconfundible por su sentido de la ternura y del humor, Juan Carlos Méndez Guédez nos entrega una novela intensa que uno disfruta de principio a fin, admirando la naturalidad con que los recursos más exigentes de la narrativa contemporánea fluyen en la transparencia de una historia que nos conmueve, que nos divierte, que no deja de interrogarnos. Tal vez la lluvia es más que una melancólica esperanza ante las situaciones absurdas que nos entrega la vida en nuestras sociedades. Es una respuesta afirmativa a lo que podemos leer hoy si queremos mirar justo el mundo que vivimos con la máxima calidad literaria. Por Ernesto Pérez Zúñiga. Juan Carlos Méndez Guédez ha publicado las novelas: Retrato de Abel con isla volcánica al fondo (1997); El libro de Esther (1999); Árbol de luna (2001) y Una tarde con campanas (2004). Con Tal vez la lluvia obtuvo el Premio Internacional de novela corta Ciudad de Barbastro.

Ilija Trojanow

Juan Gabriel Vásquez

Juan Gabriel Vásquez ha ganado varios premios de cuento, de crítica de cine y de crónica periodística en Colombia. Ha publicado las novelas Persona (1997) y Alina Suplicante (1999), Los informantes (2004), Historia secreta de Costaguana (2007), Los amantes de todos los santos (2008), El arte de la distorsión (2009). Sus relatos han sido incluidos en antologías de Alemania, Francia, España y Colombia.


MAYO 2010 LITERATURA

CULTURAL

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