Vila Viniteca. Venta a la avanzada. Cosecha 2010 by Vila Viniteca

VILA VINI TECA

DES

DEL

1932

JIMÉNEZ-LANDI 2010. MÉNTRIDA. ÁVILA. COMANDO G 2010. MADRID. Daniel Gómez Jiménez-Landi y sus socios en “Comando G”, Marc Isart (Bodegas Bernabeleva) y Fernando García (Bodegas Marañones), son tres de los jóvenes personajes que están revolucionando el panorama vitivinícola de La Sierra de Gredos (Madrid, Ávila, Cáceres y Toledo). Su apuesta por recuperar y enaltecer parcelas mágicas con viejas garnachas, les ha llevado en poco tiempo a tener un gran reconocimiento entre sus aficionados ilustrados. Las escasas producciones de estos vinos fragantes y refinados hacen que se agoten a los pocos días de salir a la venta. Es por eso que por primera vez les ofrecemos la posibilidad de comprar unas botellas a la avanzada de la magnífica cosecha 2010, seguramente la mejor que han elaborado hasta ahora. Cosecha 2010 por Daniel Gómez Jiménez-Landi. “Podríamos decir que 2010 fue un año de libro de ciencias naturales. Un año con las estaciones muy marcadas que nos recuerda a cuando éramos niños. En invierno hubo mañanas gélidas con escarcha en la superficie de las viñas. Las cotas altas, cubiertas de nieve hasta bien avanzada la primavera, dibujaban un paraje único y bello. La poda la comenzamos en enero, justo después del día de reyes, en las faldas de Cabeza de Oso. Intensas nieblas, luces apagadas, frío en los huesos y silencio en los campos. Algo místico en los cielos límpidos de febrero anunciaba los primeros días de calor y un pequeño receso dentro de un invierno frío y lluvioso. Los últimos días de marzo los dedicamos a podar nuestras mejores viñas intentando retrasar la brotación y evitar así las temidas heladas de primavera. La primavera tiene mil colores. Primero son los almendros, luego los cerezos. Rosas y blancos. Luego los atrevidos verdes de los primeros brotes de las vides de luces cristalinas. Tardes limpias y atardeceres de cinemascope: cielos rotos en amarillos, naranjas, rojos, morados, azules, negros. En Marzo comienzan las primeras labores y llegan los distintos marrones y sus olores. Al compás del arado rompiendo la tierra mojada, el heno cortado, los ocres, los cobres, el rojo de la arcilla. Abril de verdes prados, verdes rabiosos de intensidad, casi fosforitos, que alternan con los amarillos de los dientes de león, las blancos de las margaritas, los morados de los cantuesos y lavandas, el verde pardo de las encinas, alcornoques y enebros. Las cercas de piedra que rodean las propiedades de agricultores y ganaderos describen la orografía de las viñas. Viñas que conviven con higueras, olivos, melocotoneros y cerezos. Viñas que se esconden en medio de la foresta, pleno monte donde habitan un sinfín de jabalíes, ciervos, zorros y donde pastan vacas de raza avilesa. A finales de mayo los verdes prados van perdiendo intensidad y, ya en junio, tornan a amarillos una vez son cortados convirtiéndolos en forraje para los animales. La primavera en 2010 fue lluviosa también. Y llovió muy bien. Despacio, lentamente, calando las tierras. Y además, muy repartidas durante toda la estación. Llovió cada 15 días lo que permitió que los tratamientos de azufre se espaciaran adecuadamente. No hubo problemas de enfermedades. Ya son 2 años sin que el mildiu aparezca por la zona. El período de floración fue bueno sin lluvias, ni humedad, ni vientos. La garnacha es muy sensible a todo esto y puede provocar corrimiento y perder gran parte de la cosecha. Recuerdo que en 2008 perdí el 50% de la cosecha por estos motivos. Sin embargo, una vez más, en 2010 hubo suerte e hizo calor seco. Todo hacía presagiar una gran añada: mucha lluvia en invierno, una buena brotación, temperaturas templadas sin heladas primaverales, retraso en el ciclo, buena floración. En fin, esperamos ver más primaveras como la de 2010, ¡queremos más primaveras como esta! En verano todo se vuelve quietud, tensa calma en espera de la batalla. Largos días en los que el viento bate los verdes pámpanos en busca del cielo y trae consigo los profundos aromas del monte que se fijan en las pieles de las incipientes uvas. Tormentas eléctricas asoman por la cresta de las montañas avisándonos de que todavía queda tela que cortar. Rayos y truenos que invitan a la contemplación, al sobrecogimiento, al miedo y al temor de saber qué pasará con nuestras queridas uvas. Son tardes que alternan el reflejo y la luz de los últimos atardeceres de agosto y la oscuridad de los nubarrones veraniegos. Lluvias localizadas, estruendosas, bestiales, suaves y acompasadas, que a veces destrozan y otras bendicen los campos y las cosechas. Noches de verano que sosiegan el espíritu bajo la bóveda estrellada. No hubo muchas incidencias durante el verano 2010. Fue seco y caluroso aunque no en exceso. Comparado con el tórrido 2009 fue un regalo. Se podría hablar de un verano normal para la zona. El envero se produjo entre la primera y la segunda semana de agosto con unos 10 días de retraso respecto a un año tipo. Con todo esto, esperábamos empezar la vendimia hacia la segunda semana de septiembre. Sin embargo, a finales de agosto el sol calentó mucho. Ocurrió algo muy parecido a 2007. Fueron 10 días de temperaturas altas. La maduración se aceleró e hizo que la vendimia se adelantara según lo previsto. La vendimia llega sin solución de continuidad. Es un tiempo mágico donde todo es posible. En la vendimia se agolpa todo menos las horas de dormir. No hay tiempo. Una intensa adrenalina te recorre todo el cuerpo. Una mirada distinta en los ojos. ¿Cuándo vendimiar? es la pregunta del millón de dólares. La respuesta contiene el secreto en el que nos jugamos todo el año. Pero sobre todo, la vendimia es un periodo de amor. De amor hacia tus viñas, tus uvas y tus vinos. Es un periodo de unión con la gente de tu equipo después de un largo año, son días en los que la familia se reúne de nuevo para echar una mano. Grandes y pequeños abandonan colegios y trabajos para unirse a la fiesta. Todo tiene sentido. Todos somos uno. Todo tiene una razón, una explicación, una dirección, una meta común.