El arte gótico

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Arte gótico de Italia Al intentar analizar ahora al arte gótico italiano, y dada la gran variedad de las escuelas que existen en este país, será más cómodo seguir, en el examen que seguidamente se inicia, un orden topográfico. Empezando por el ángulo nordeste, en Venecia, y siguiendo por Lombardía hasta Toscana, para luego descender a la Italia meridional. El más notable monumento de esta época en Venecia, es el Palacio Ducal, construido al lado de San Marcos. La residencia del gobierno de la República ocupaba aquel lugar desde muy antiguo. Ya en el siglo IX, el dux Partecipazio edificó el primer palacio, que, incendiado en 996, fue reconstruido por Pedro Orséolo. Más tarde hubo de ser reedificado otra vez, después de un segundo incendio en el siglo XII, pero no adquirió su aspecto actual, sobre todo el exterior, hasta las restauraciones dirigidas por los maestros venecianos del siglo XIV.

La obra duró varias generaciones; diferentes nombres de arquitectos directores de los trabajos se suceden en los registros, pudiendo atribuirse a varios de ellos determinadas partes del monumento. El Palacio Ducal tiene forma cúbica, es como un gran bloque de mármol bellamente dorado por el sol. La planta baja y el piso principal tienen una galería o pórtico; más arriba, el muro liso, con sólo grandes ventanales espaciados en el paramento, presenta una decoración de tablero de mármol rojizo y blanco. No existe ningún edificio que se parezca al Palacio Ducal de Venecia; todo en él está maravillosamente dispuesto: la relación con el ambiente general de la ciudad; su enlace con la iglesia de San Marcos por medio de un pequeño cuerpo entrante, donde está la famosa puerta de la Carta; sus patios y fachada posterior, ya del Renacimiento. De esta misma época son varios palacios particulares de Venecia, que repiten la disposición de fachadas de varios pisos de los palacios bizantinos, aunque ya con las formas góticas, como los de Contarini, Giustiniani, Pisani, Dándolo y Foscari, la Cá d'Oro, y muchas de las iglesias de la ciudad, algunas construidas de ladrillo, al estilo de Lombardía, como la de Santa Maña Gloriosa dei Frari y la de los Santos Juan y Pablo.


En Lombardía, la obra gótica más importante es la catedral de Milán, edificio tardío, que hasta en el momento de construirlo excitaba la curiosidad, pues se la seguía edificando cuando ya por toda Italia crecía el entusiasmo por el Renacimiento. Mandó erigirla el duque Juan Galeazzo Visconti, y el primer director fue según parece un tal Simone d'Orsenigo, de quien consta que ejercía su cargo de maestro de la obra desde 1386. Este enorme monumento que es la catedral de Milán no hizo escuela en Lombardía; su imperio acabó como los Visconti, la familia ducal milanesa tan pronto extinguida. A los Visconti suceden los Sforza, más jóvenes, y que aceptan sin vacilar las formas del Renacimiento. La Certosa, entre Milán y Pavía, comenzada por los Visconti en 1473 y concluida en tiempo de los Sforza, tiene ya un acentuado carácter del Renacimiento. En el norte de Lombardía, en la región de los lagos, las formas góticas apenas llegaron a penetrar, por el hondo recuerdo que allí persistía de los maestros lombardos comacinos. La catedral de Como es un ejemplo de estos monumentos híbridos, donde hubieron de penetrar ya elementos propios del Renacimiento cuando todavía duraba el gusto por las formas románicas.

Dos detalles de la fachada de la catedral de Orvieto: el rosetón y el gablete con mosaico sobre el arco de medio punto de la puerta mayor. El autor del rosetón consta que fue Orcagna, continuando la obra de Andrea Pisano y de Lorenzo Maitani, que entre 1310 y 1330 proyectó la fachada inspirándose en la de la catedral de Siena. En el Piamonte sucede lo mismo, tanto en las iglesias rurales como en los innumerables castillos que se conservan de esta época, sobre todo en la región de Monferrato. Es curioso, por ejemplo, que en la capital, Turín, no haya un solo monumento gótico. También resulta interesante el gran uso que se hace de la policromía mural en las obras de ladrillo, no sólo en el interior, sino en el exterior de los


edificios, cubiertos del todo con dibujos, escaques, reticulados y orlas, encuadrando las escenas piadosas y los santos. Los monumentos más típicos son los mausoleos de grandes aventureros y capitanes de Milán y Verona, con la estatua ecuestre del difunto. El monumento de Barnabó Visconti, hoy conservado en el Gastelio Sforzesco, de Milán, tiene la urna marmórea sostenida por columnas y la enorme figura ecuestre colocada sobre la urna; al lado del caballero hay dos figuras alegóricas que recuerdan sus principales cualidades: la Justicia y la Fortaleza. Los mausoleos de los Scala, señores de Verona, son más complicados todavía; tres de ellos se hallan en el ángulo de una pequeña plaza, rodeados de una bellísima verja de hierro. El primero es el del fundador de la casa, llamado por sobrenombre el Gran Can. Encima de un sencillo monumento se levanta la estatua ecuestre del terrible capitán, como si estuviera dispuesto todavía a continuar sus bélicas hazañas. Sus sucesores tienen ya sepulturas más complicadas, con una triple superposición de pináculos y la efigie militar, también a caballo, dominando el conjunto. En Toscana, los monjes cistercienses de San Galgano son los que dirigen la obra de la catedral de Siena entre 1196 y 1215. Si no constara en documentos, esto sería difícil de creer, porque, a pesar de su estructura gótica, la catedral de Siena, revestida de mosaicos y decorada por los más renombrados escultores de la época, como Giovanni Pisano y sus discípulos, parece a primera vista un monumento del arte local en que no hayan intervenido para nada los gustos y los conocimientos del estilo de aquellos monjes. No presenta al exterior los contrafuertes que caracterizan a las iglesias góticas; sus fachadas están adornadas con fajas de revestimiento de mármoles de colores diferentes, del país. Las mismas fajas decoran el interior. En el crucero hay una cúpula construida a mediados del siglo XIII, pero en todo el resto de las naves las bóvedas de crucería están sostenidas por góticos aristones, aunque todo ello aparece revestido por suntuosos mosaicos y mármoles. Es decir, en las partes constructivas se aceptan los principios semigóticos de los cistercienses, mas para ejecutar la decoración se llama a los maestros laicos del país. Posteriormente, la fachada principal fue revestida de preciosos mosaicos en los cuales impusieron sus maravillas de colores los pintores italianos de comienzos del Renacimiento; sin embargo, la estructura del edificio es gótica, y allí aprendieron, probablemente sin proponérselo, los maestros italianos que se olvidan de que construyen en tierra clásica. La catedral de Orvieto, que se levanta después en los Estados de la Iglesia, repite la disposición de la de Siena. También en ella su magnífica fachada de mosaicos (muy posteriores) no permite fijar la atención en las partes constructivas del conjunto monumental. Los arquitectos que han aprendido en la escuela de los cistercienses propagan por el Lacio y Toscana las formas del arco apuntado y la bóveda de crucería. En Pisa, el cementerio, comenzado en 1278 por Giovanni di Simone, tiene los arcos del claustro con calados góticos. La pequeña iglesia de Santa Maria della Spina, en Pisa, concebida a modo de un gracioso relicario encaramado sobre el parapeto del río Amo y junto a un puente, es una curiosa muestra de cómo el arte gótico pudo ser interpretado en Toscana en 1325. En Florencia, el Or-San-Michele, la famosa capilla del gremio de los mercaderes de lana, construida en el siglo XIV, tiene forma cúbica, y también ventanas góticas y bóvedas con aristones.


Cá d'Oro, en Venecia. Destaca ia belleza de las "loggie" superpuestas a una construcción del siglo XV. Quizás el activo comercio de sedas y pedrería determinó el gusto veneciano por la policromía, por los rotundos contrastes de color, o de luz y sombra, que hacen de sus fachadas un encaje labrado multicolor.


La tradici贸n normanda de las catedrales inglesas


Como ocurrió en buena parte de Europa, la expansión de la Orden cisterciense fue una de las principales vías de entrada del gótico en Inglaterra. Aunque muchas de tales casas monásticas inglesas se hallan ahora en ruinas a causa de las perturbaciones religiosas del siglo XVI, es posible estudiar partiendo de ellas qué aplicación se hizo, cuando se edificaron, de los métodos propios de la arquitectura cisterciense que cubría sus templos con bóvedas por arista y fue gran difusora, también, de la de crucería. Pero junto a los monjes del Cister y a los arquitectos por ellos empleados, pronto habría en Inglaterra otros constructores laicos ya plenamente capacitados en el manejo de las soluciones góticas. Consta la intervención de uno de ellos en la nueva edificación de que fue objeto, desde 1174 o 1175, la catedral metropolitana inglesa de Canterbury, después del incendio que el día 5 de septiembre de 1174 redujo a cenizas la mayor parte del gran templo que acababa de construirse. La construcción de la catedral de Canterbury se terminó en sus partes básicas en 1192. El ábside del vasto templo tiene una baja giróla sostenida por columnas de fuste monolítico, por encima de la cual corre un trifolio hasta el arranque de la bóveda de la nave central. Dato de suma importancia para el desarrollo de la naciente arquitectura gótica inglesa es que aquellos fustes columnarios son de mármol de Purbeck, procedente de las mismas canteras insulares de donde se sacarían en el futuro, durante la perduración del estilo gótico en Inglaterra, la mayoría de elementos labrados en mármol que figuran en sus iglesias. Con mucha probabilidad, pues, se empezó a utilizar entonces el mármol, material más


noble que la piedra caliza, pero que hasta aquel momento se había empleado en Francia una sola vez, en Valenciennes. Edificios religiosos directamente derivados de la catedral de Canterbury, con su completísima monumentalidad y sus grandes torres regulares, son las catedrales de Chichester y de Lincoln, la primera dañada por un incendio en 1186 e inmediatamente rehecha, y la de Lincoln iniciada en 1192 y considerablemente ampliada a mediados del siglo XIII. Siguieron a la construcción de esas catedrales, las de Rochester y de Peterborough, entre otras.

La catedral de Lincoln es una de las catedrales inglesas que ofrecen más rasgos originales, gracias a las innovaciones de que fue objeto desde poco antes de mediados del siglo XIII, que es cuando recibió su gran fachada a modo de un enorme paño rectangular, subdividida en varias zonas adornadas con arquerías, la más elevada de las cuales es mucho más alta y tiene estrechos y erguidos arcos ojivales. Esta fachada consta de tres cuerpos como colosales nichos; el del centro, altísimo y terminado en ojiva, abarca la puerta central románica y el gran ventanal gótico que sobre ella se abre. Los de ambos lados, de menor altura y terminados en arco de medio punto cobijan las dos puertas laterales. Aquella gran superficie cuadrangular con decoración arquitectónica continua y carente de esculturas tiene un aspecto solemne. Torrecillas coronadas con espiras limitan esta fachada, que rematan en su parte central un gablete triangular y pináculos. Lo más interesante del edificio se halla, sin embargo, en el interior y consiste, en primer término, en la sala capitular, lateral, poligonal y muy alta, con un vestíbulo que directamente la conecta con el interior del templo. La bóveda de la sala capitular irradia del haz de una gran columna o pilar central de sostén, como precedente de una serie de combinaciones radiales que se perpetuarán en la posterior arquitectura gótica de los templos ingleses, a la que aportarán notable riqueza decorativa.


Otro mérito de la catedral de Lincoln consiste en su valiosa escultura interior, según se comprueba en las originales claves de bóveda y en la hermosa decoración de la parte correspondiente al coro ya tardío, llamado Coro de los Ángeles, que ha recibido tal nombre a causa de las figuras angélicas que hay esculpidas en las enjutas de todas sus arquerías. El ábside, cuadrado, tiene en su exterior un gablete y pináculos, y es de un diseño amplio, claro y elegante. Otras dos importantes catedrales inglesas que precedieron en el siglo XIII a la erección de la gran y nueva abadía de Westminster, son las de Salisbury y de Wells, preciados monumentos del estilo gótico inglés en su etapa ya madura.

Galería del claustro de la catedral de Salisbury con el que comunica su sala capitular octogonal. A diferencia de Canterbury, esta catedral es una construcción de extraordinaria unidad estilística, considerada por ello "clásica" y uno de los mejores ejemplos del gótico primitivo inglés.


La tradición normanda de las catedrales inglesas La de Salisbury se empezó a construir en 1220, en un lugar espacioso, junto a una corriente fluvial, sin el agobio de edificios cercanos, y sin los prejuicios que suelen pesar sobre el plan de un edificio de tal clase, a consecuencia de intentos de edificación efectuados o planeados en fechas anteriores. Su construcción se extendió 40 años, y una vez la catedral completada, se conservó intacta, salvo por la prolongación en altura que se dio a su torre central a mediados del siglo XIV, cuando se le añadió la alta y elegante espira sólida que comunica a todo aquel monumento de gran regularidad su aspecto inconfundible en el paraje donde se halla. La catedral de Salisbury es un templo con dos transeptos, uno interrumpiendo por su mitad la longitud de la nave central y del cual surge la gran torre, y otro menos saliente, que precede al coro y al ábside. Como otras catedrales inglesas, tiene en el extremo oriental una capilla dedicada a la Virgen (Our Lady Chapel), de planta cuadrada y cuyas tres naves enlazan con la nave principal del templo al otro lado del presbiterio. Empezada a finales del siglo XII, siguiendo la pauta marcada por la iglesia benedictina de Glastonbury, la catedral de Wells, en Somerset, recibió una fachada imponente a causa de la distribución de sus masas: en lo alto, dos anchas y cuadradas torres y una parte central cubierta con dos series de esculturas, la superior de las cuales constituye un apostolado. Otras muchas esculturas, en nichos góticos, se suceden formando series verticales en el gran basamento que es la fachada propiamente dicha: cuerpo compacto que se extiende por debajo de aquellas torres, y que se tuvo muy en cuenta, después, para la disposición de la curiosa fachada de la catedral de Exeter, también adornada con profusión de estatuas. El interior de la catedral de Wells se estructuró con mucha originalidad durante la primera mitad del siglo XIV; se prolongó su nave principal hasta enlazarla con una capilla absidal baja dedicada a la Virgen, y por su derecha la nave se conectó con la sala capitular situada en un edificio anejo. En esta sala, nervaduras angulares se combinan con otras que parten, radialmente, de una elegante pilastra central, para formar una bóveda rica en arcos terceletes que forman también bellos diseños geométricos en las bóvedas de la nave de la iglesia. Del centro de ésta parte una sólida torre, cuyo sostén se organizó a base de cuatro grandes arcos reforzados con pilastras, con óculos curvilíneos encima y circulares a ambos lados, en una disposición de gran trascendencia decorativa. La escultura interior, de hojarascas, se ameniza con la presencia de realistas cabezas burlescas que aparecen entrelazadas con los adornos vegetales. Al término de la nave, y por encima de su unión con la capilla absidal aludida, hay un enorme ventanal que procura iluminación natural a todo el interior por encima del pasaje abovedado que da acceso a la capilla de la Virgen. La catedral de Wells es un ejemplo típico del gótico decorado, tema al que se volverá más adelante. La iglesia de la abadía de Westminster es un monumento cuya importancia difícilmente cabría exagerar. A la unidad y grandiosidad de este templo, donde se han coronado todos los reyes de Inglaterra y que se ha convertido en el centro histórico de la monarquía inglesa, hay que añadir ciertas cualidades artísticas que solamente de un modo ocasional y fragmentario habían antes aparecido en edificios ingleses góticos. Gracias a la influencia ejercida por el gran templo de Westminster, estas nuevas características del gótico inglés se difundieron en otras varias iglesias que


perpetuaron aquella modalidad. Una iglesia abacial prerrománica de tamaño reducido existió en el emplazamiento de la actual, en Westminster, y ya se había planeado reconstruirla y ampliarla, cuando en 1245 el rey Enrique III tomó a cargo de la corona la construcción del nuevo templo que se completó en un período relativamente breve. Es una gran iglesia de tres naves que, pese a sus peculiaridades en su tectónica y en su ornamentación, es de evidente inspiración francesa, hasta el punto de que se ha especulado con la probabilidad de que Enrique de Reynes, su primer arquitecto, no solamente tomase como modelo la catedral de Reims, sino que fuera él mismo francés. Westminster es un gran templo con contrafuertes reforzados, unidos mediante arbotantes a la gran nave central de 31 metros de altura. Posee un transepto notablemente más ancho que la nave del eje principal y contiene detrás del crucero un coro interior, con el altar y el sepulcro de San Eduardo el Confesor, y ábside con giróla, con cuatro capillas radiantes (dos a cada lado), y que por el centro comunica con la gran capilla sepulcral del rey Enrique VII, la cual se edificó durante el primer cuarto del siglo XVI. El brazo meridional del transepto forma uno de los costados del cuadrado claustro monástico y se conecta por el lado opuesto con la sala capitular, octogonal.

Fachada de la catedral de Wells, realizada durante los siglos XIV y XV y calificada como "la más hermosa de Inglaterra". Las dos torres que enmarcan el conjunto la convierten en la fachada inglesa


más parecida al modelo francés. Es famosa por la gran abundancia de estatuas encajadas dentro de la tupida red de grandes molduras que parecen cubrirla con un riquísimo tapiz escultórico.


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