4 VERSIÓN FINAL OPINIÓN Maracaibo, jueves, 19 de marzo de 2009
Opinión
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Defendamos al Zulia EFRAÍN RINCÓN MARROQUÍN
D
e nuevo se pone a prueba el valor de los zulianos para emprender las luchas que hagan falta para defender lo que por derecho nos corresponde. Las circunstancias nos indican que es hora de levantar nuestra voz y empuñar el arma de la dignidad y la grandeza de nuestro pueblo, en contra de quienes pretenden desconocer los esfuerzos que hemos llevado a cabo los zulianos para labrarnos un mejor porvenir, alejado de las corruptelas e ineficiencias de un gobierno centralista y autoritario que quiere el control absoluto de cuanto existe en el país, incluyendo el propio destino de cada uno de los venezolanos. El país escribió una nueva página de su historia en 1989, cuando después de muchos años, se aprobó un proceso que oxigenó las deterioradas bases del sistema democrático imperante desde 1958, como fue la descentralización político-administrativa. El primer paso de esta reforma del Estado fue la elección popular de gobernadores y alcaldes y, posteriormente, un conjunto de leyes que transfirieron a los estados y municipios una serie de competencias que con anterioridad las ejercía exclusivamente el poder central. Desde entonces las regiones empezaron a transitar un camino que promovió el aprovechamiento de sus extraordinarias potencialidades económicas, sociales y geográficas,
hasta entonces olvidadas por gobiernos más preocupados por mantener desde Caracas la burocracia central que por el desarrollo de los estados y municipios. Los cambios a partir de esa fecha son notables, y de ello el Zulia es testigo de excepción, pues, a partir de esa fecha se inició un verdadero proceso de desarrollo que lo ha erigido en una de las regiones más prósperas del país, gracias al empuje de gobernantes convencidos de la necesidad de invertir con probidad, eficiencia y creatividad los recursos provenientes del fisco nacional, en obras y proyectos que han mejorado la calidad de vida de la población a través de la prestación de mejores servicios de salud y educación, aunado a la modernización de la infraestructura vial, portuaria, aeroportuaria del Estado. No cabe duda que el Zulia del 2009 es mucho mejor que el teníamos en 1989, razón suficiente para que todos los que vivimos en esta noble tierra, sin distingos de ningún tipo, nos unamos para defender con valentía los beneficios que hemos recibido gracias a la descentralización. Beneficios que no le pertenecen a nadie en particular, pues, los verdaderos protagonistas de ese cambio somos los zulianos de la mano de líderes fundamentales de la región, como son los gobernadores Manuel Rosales y Pablo Pérez Álvarez, entre otros ilustres zulianos.
Convencido estoy que aun no hemos evaluado en su justa dimensión el proceso descentralizador que ha experimentado Venezuela en estos últimos 20 años. Los beneficios han sido tanto de naturaleza social y económica, como política. En 1989 después de los acontecimientos del “Caracazo”, la democracia venezolana experimentó en profundidad el deterioro de sus instituciones, deslegitimándose aun más los partidos políticos y la reciente administración de Carlos Andrés Pérez. Frente a esa crisis de legitimidad, gran parte del peso político de la nación estuvo en los hombros de los nuevos gobernadores y alcaldes, elegidos por vez primera en los comicios de 1989. Durante ese crítico período que vivió Venezuela (1989-1993), los gobernantes y alcaldes le dieron la cara al país, sirvieron de válvula de escape impidiendo que nuestra democracia se desmoronara completamente; fueron capaces de proveer la legitimidad de la cual carecía el gobierno central y otras instituciones de la República. A partir de allí, la descentralización permitió un contacto más directo entre gobernantes y gobernados, otorgándole mayor representatividad y legitimidad a autoridades elegidas popularmente, y apoyadas en la Constitución para adelantar gestiones más eficientes y con mayor sensibilidad social.
Ahora se consulta a los zulianos y no a los burócratas del gobierno central, acerca de las obras y proyectos que verdaderamente necesita el pueblo; y, por supuesto, no se reciben órdenes desde Miraflores para invertir con honestidad los recursos, cuyos beneficiarios somos todos los zulianos, sin importar diferencias políticas ni de otra índole. Esa es la esencia de la descentralización, traducida en desarrollo, autonomía y progreso a favor del pueblo y no de un proceso autoritario y centralista que pretende apoderarse del país violando la Constitución y la sagrada voluntad popular. La grandeza del Zulia, la historia de un pueblo valiente y aguerrido, el orgullo de pertenecer a una tierra noble y generosa, nos convocan para que sin miedo luchemos por lo que nos pertenece y quieren arrebatarnos. No es hora de lamentos ni de temores, es momento para que nos enfrentemos con la justicia que nos asiste y la hidalguía que nos caracteriza como pueblo, en contra de quienes aparentando ser zulianos, quieren entregar el Zulia al centralismo, olvidando que la historia más temprano que tarde juzgará su traición a los zulianos y a La Chinita. Profesor Titular de LUZ
FRASES
Golpe de estado permanente ANGEL RAFAEL LOMBARDI BOSCÁN
P
alabras como “socialismo” y “revolución” no aparecen en nuestro texto constitucional vigente. Por lo tanto es una incongruencia, por no decir, provocación, estar alentando la construcción de un proyecto antidemocrático como el que actualmente publicita el oficialismo. Lo grave de todo esto es que la “ley” ha servido de subterfugio para apuntalar los caprichos del “cabito” de turno. Si alguien aún alberga dudas sobre el talante totalitario del actual régimen sólo tiene que repasar las asombrosas y demenciales medidas con relación a la expropiación de empresas y fábricas, la persecución fiscal y la limitación en el otorgamiento de divisas para los viajeros, el desconocimiento a las legítimas autori-
dades recientemente electas de la llamada oposición, el hostigamiento a la Iglesia, empresarios, medios de comunicación, estudiantes y sindicatos. Lo último, y no menos grave, ha sido la de revertir fundamentales competencias que se habían obtenido a través del proceso de la descentralización y la reforma del Estado. Estamos en presencia de la voladura y desmantelamiento de la institucionalidad democrática sin necesidad de recurrir a la violencia desbordada. El doble rasero, el miedo y la persecución son las armas del régimen. El país está fracturado en dos mitades, la legalidad es un parapeto hecho a la medida del poder de turno y el país se ahoga ante el fracaso de un mal gobierno cómplice de
la inseguridad desbordada y la corrupción más obscena. “Viva el Rey, muera el mal gobierno”, fue la consigna del movimiento comunero en la Provincia de Maracaibo en el año 1781, el pueblo, los “comunes”, protestó en contra de las autoridades locales y provinciales que impusieron una política fiscal injusta. Hoy, ese mismo pueblo, tiene el derecho y el deber de protestar ante tanto atropello, abuso de poder, y sobre todo, los más groseros desplantes de un pésimo e irresponsable gobernante insensible al fracaso.
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