LOS CAMINOS DE LA MUSICA - EUROPA Y ARGENTINA

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Argentina, estrenado por Antonia Mercé en París; Buenos Aires y Títeres de Honorio Siccardi; Blanca Nieves, La ciudad del humo y El retorno, los tres de Luis Gianneo, etc. Estos creadores empiezan a componer sus obras sinfónicas hacia fines de la década de 1920. Es cierto, las posibilidades de una inmediata audición eran escasas, entre otras razones porque sus autores aún no habían podido ofrecer, por su juventud, suficientes pruebas de su talento y su dedicación a la música. Recordemos que hacia fines del siglo XIX ya se deseaba, aunque infructuosamente, contar con una orquesta estable de conciertos. En 1877 se crea la Sociedad Orquestal Bonaerense; en 1879 empiezan a realizarse los conciertos de verano del Jardín Florida; lo mismo sucedió con los conciertos del Salón Operai Italiani a partir de 1892. En 1898, el Conservatorio de Música de Buenos Aires creado por el compositor y pedagogo Alberto Williams organizó su actividad sinfónica, firmemente apoyada por una entidad creada ese mismo año, El Ateneo. Históricos fueron los conciertos dirigidos por Alberto Williams en la Biblioteca Nacional, en los años en que Paul Groussac dirigía esa institución. Luego viene una larga y fecunda actividad que omitimos por ser atendida, en esta publicación, por el Lic. Pablo Bardin. Los primeros de esta generación en iniciarse en el terreno de la composición de obras orquestales fueron Honorio Siccardi, Juan José Castro, Jacobo Ficher, Juan Carlos Paz y Luis Gianneo, para sumarse, ya en la década de 1930, los restantes músicos de la misma generación. Es justamente en esta década cuando compone José María Castro una obra sintomática de lo que se convertirá en su verdadero perfil estilístico. Se trata del Concerto grosso, de 1932, una creación que refleja, no sólo en la alusión barroca del título sino en gran cantidad de detalles, la adhesión de Castro a la tendencia neoclásica tal como había sido elaborada por Stravinsky en la década anterior. Es que Stravinsky hizo escuela en la Argentina y José María fue su más convencido seguidor. Luego, en 1936, la Orquesta Filarmónica de la APO da a conocer, bajo la dirección del propio compositor, la Obertura para una ópera cómica, una de sus partituras más difundidas. Juan José Castro, por su parte, comienza a crear sus obras orquestales en la década de 1920, con los poemas sinfónicos Dans le jardín des morts, A una madre y La Chellah, a las que seguirán las Sinfonía argentina, De tierra gallega, los Corales criollos, la Suite introspectiva, conciertos para piano, para violín, etc. Entre 1927 y 1930 surgen dos obras sinfónicas de Luis Gianneo que reflejan una actitud romántica ligada al sinfonismo poemático. Se trata de Turay-Turay y de El tarco en flor, ambas llamadas a evocar la particular atmósfera del Norte argentino, que tan fuertemente marcó su sensibilidad y aún su carácter. Autor independiente, también vibró ante ciertas manifestaciones de modernidad, como es el caso del neoclasicismo, que se advierte en su Obertura para una comedia infantil, de 1939, y en Sinfonietta, de 1940. Pero también indagó por el camino del serialismo, como ocurre en el Poema de la saeta, donde se asoma al mismo tiempo a ese hispanismo que entre nosotros tanto debe al influjo de Falla. Conciertos, poemas sinfónicos, la Sinfonía de las Américas son apenas una parte de su extensa producción que se - 126 -


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