Revista ANTAÑO 2017. Nº 17

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Sumario SUMARIO Antaño Antaño Antaño

Foto portada: Plaza España 1933. Foto portada:

Cedida por portada: Montserrat Camacho Paniagua Foto Plaza Foto España 1933. Cedida por Montserrat portada: Plaza España Camacho Paniagua 1933. Cedida por Montserrat Camacho Paniagua Plaza España 1933. Cedida por Montserrat FotosCamacho Papel Vegetal: Paniagua

Casa de “La Habana”.

Cedida por Felisa Cáceres Morillo.

Fotos Papel Grupo de Vegetal: amigos llegando a Plaza España. Fotos Papel Vegetal: Cedida por Montserrat Camacho Paniagua. Casa de “La Habana”. Cadida por Felisa Cáceres Fotos Papel Vegetal: Casa de “La Habana”. Cadida por Felisa Cáceres Morillo Morillo Casa de “La Habana”. Cadida por Felisa Cáceres GrupoMorillo de amigos llegando a Plaza España. de amigos Camacho llegando aPaniagua Plaza España. CedidaGrupo por Montserrat Cedidade poramigos Montserrat Camacho Grupo llegando a PlazaPaniagua España. Cedida por Montserrat Camacho Paniagua

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La Dirección no se responsabiliza ni se identifica, La Dirección no se responsabiliza ni se identifica, necesariamente, con las opiniones expresadas por los necesariamente, las opinionesniexpresadas por los La Dirección secon responsabiliza se identifica, colaboradores de lanorevista. colaboradores decon la revista. necesariamente, las opiniones expresadas por los ISSN de la revista Antaño: 1695-9949 colaboradores de la revista. ISSN de la revista Antaño: 1695-9949 IMPRESIÓN: ADISER HORIZONTES. CASTUERA ISSN de la revista Antaño: 1695-9949 IMPRESIÓN: ADISER HORIZONTES. CASTUERA IMPRESIÓN: C.C.E. SERENA DE FOMENTO, S.L. Depósito Legal:(Badajoz) BA-171-2000 Castuera IMPRESIÓN: ADISER HORIZONTES. CASTUERA Depósito Legal: BA-171-2000 Depósito Legal: BA-171-2000

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SUMARIO SUMARIO

Presentación “Antaño 17” Mª José Fernández Calderón Pag. 5 Presentación “Antaño 17” Mª José Fernández Calderón Pag. 5 Presentación “Antaño 17” La sociedad de jornaleros “El Trabajo” de Castuera. Mª JoséLópez Fernández Calderón Antonio Doroteo Rodríguez Pag. 6-7-8-Pag. 9 5 La sociedad de jornaleros “El Trabajo” de Castuera. Antonio Doroteo López Rodríguez Pag. 6-7-8- 9 sociedad de jornaleros “El Trabajo” de Castuera. De cómoLaPedro de Valdivia se las ingenió Antonio López Rodríguez Pag. 6-7-8- 9 para ser De designado Gobernador de Chile. cómoDoroteo Pedro de Valdivia se las ingenió Sergio Millar paraSoto. ser designado Gobernador de Chile. Pag. 10-11 De cómo Pedro Sergio Millar Soto.de Valdivia se las ingenió Pag. 10-11 paracine,….más ser designado Gobernador “”Cine, cine, cine por favor”” de Chile. Sergio Millar Soto. Pag. 10-11 “”Cine, cine, cine,….más Maricarmen Rodríguez Pulgar. cine por favor”” Pag. 12-13-14-15 Maricarmen Rodríguez Pulgar. Pag. 12-13-14-15 cine por favor”” D. Vicente“”Cine, Mena cine, Pérez:cine,….más Perfil biográfico Rodríguez Pag. 12-13-14-15 D.deVicente Pérez: Pulgar. Perfil biográfico del autor Maricarmen “viñetasMena castueranas” del Parrilla autor de “viñetas castueranas” Miguel Salas Pag. 16-17 D. Vicente Pérez: Perfil biográfico Miguel SalasMena Parrilla Pag. 16-17 autorSierras” de “viñetas castueranas” “El Paisajedelentre Salas Parrilla Pag. 16-17 “Elpara Paisaje entre Sierras” AsociaciónMiguel la Protección del Patrimonio de La Serena Serena “Don JuanAsociación de Zúñiga”para la Protección del Patrimonio de Pag.La18-19-20-21 “El Sierras” “DonPaisaje Juan entre de Zúñiga” Pag. 18-19-20-21 Asociación para la Protección del Patrimonio de La Serena Manuel Godoy “Don Juan de Zúñiga” Manuel Godoy Jorge Soubrier González Pag. 22-23Pag. 18-19-20-21 Jorge Soubrier González Pag. 22-23 Manuel Godoy de Castuera La Estación de Ferrocarril Jorge Soubrier González La Estación de Ferrocarril José Jerónimo Rodríguez Carrasco. de Castuera Pag. 24-25Pag. 22-23 José Jerónimo Rodríguez Carrasco. Pag. 24-25 Estación de DE Ferrocarril de Castuera HERALDICALaEN LA VILLA CASTUERA. José Jerónimo Rodríguez Pag. 24-25 LA VILLA DECarrasco. CASTUERA. Escudo enHERALDICA fachada deENGabriel y Galán Escudo en Gabriel y Galán Cándido Sánchez y L.fachada Vicente de Pelegrí. Pag. 26 HERALDICA EN LA yVILLA DE CASTUERA. Cándido Sánchez L. Vicente Pelegrí. Pag. 26 Escudo en fachada de Gabriel y Galán GASTRONOMÍA TÍPICA. Cándido Sánchez y L. Vicente Pelegrí. Pag. 26 TÍPICA. Cazando GASTRONOMÍA por Extremadura Cazando por Extremadura Juan-Pedro Plaza Carabantes. Pag. 27-28 GASTRONOMÍA TÍPICA. Juan-Pedro Plaza Carabantes. Pag. 27-28 Cazando por Extremadura OFICIOS DE UNA VIDA PlazaVIDA Carabantes. Pag. 27-28 OFICIOS DE UNA MagisterioJuan-Pedro en Castuera Magisterio Castuera Antonio Jesús AlonsoenRomero Pag. 29-30 OFICIOS Jesús DE UNA VIDARomero Antonio Alonso Pag. 29-30 Magisterio en ABUELOS. Castuera LAS HISTORIAS DE LOS Antonio Jesús Alonso Pag. 29-30 LAS HISTORIAS DE York, LOSRomero ABUELOS. Un castuerano en Nueva años 20. Un castuerano en Nueva York, años 20. Salvador Alfaro Morillo (1888-1972) LAS HISTORIAS DE LOS (1888-1972) ABUELOS. Salvador Alfaro Morillo Luis Vicente Pelegrí Pedrosa Pag. 31-32-33 Un castuerano en Nueva Luis Vicente Pelegrí PedrosaYork, años 20. Pag. 31-32-33 Salvador Alfaro Morillo (1888-1972) ESTABLECIMIENTOS CON SOLERA Vicente Pelegrí CON Pedrosa Pag. 31-32-33 ESTABLECIMIENTOS SOLERA HermanosLuis Guisado Hermanos Guisado Mª José Hidalgo de Morillo Gallego Pag. 34-35-36 ESTABLECIMIENTOS Mª José Hidalgo de CON MorilloSOLERA Gallego Pag. 34-35-36 Hermanos Guisado CURIOSIDADES Y ANÉCDOTAS DE CASTUERA. Mª José Hidalgo Morillo Gallego Pag. 34-35-36 CURIOSIDADES YdeANÉCDOTAS DE CASTUERA. Patios, limoneros y naranjos Patios, limoneros y naranjos César Velasco Morillo Pag. 37-38-39-40 CURIOSIDADES Y ANÉCDOTAS DE CASTUERA. César Velasco Morillo Pag. 37-38-39-40 limoneros y naranjos MemoriasPatios, castoreñas César Velasco Morillo Pag. 37-38-39-40 Memorias castoreñas Ricardo Peralta Ortega Pag. 41 42-43 Ricardo Peralta Ortega Pag. 41 42-43 castoreñas RecuerdosMemorias de mi infancia en Castuera Peralta Pag. 41 42-43 Recuerdos de miOrtega infancia en Castuera FernandoRicardo de Peralta Ortega Pag. 44-45-46 Fernando de Peralta Ortega Pag. 44-45-46 Recuerdos CASTUERA de mi infancia en Castuera PREGÓN CARNAVAL Fernando deHistoria Peralta CASTUERA Ortega Pag. 44-45-46 PREGÓN CARNAVAL El Carnaval tiene Su El Carnaval tiene Su Historia Julio Fernández Moreno Pag. 47-48 PREGÓN CARNAVAL CASTUERA Julio Fernández Moreno Pag. 47-48 Carnaval tiene Su Historia RESEÑAS ElBIBLIOGRÁFICAS Julio Fernández Moreno RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS Buen Suceso Sánchez Mendoza. Pag. 51 Pag. 47-48 Buen Suceso Sánchez Mendoza. Pag. 51 RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS Buen Suceso Sánchez Mendoza. Pag. 51


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Retomamos la Revista ANTAÑO, con una nueva edición, después de 19 años, de su comienzo. Un comienzo con ilusión, que aunque no ha tenido una temporalización marcada y concreta, los que se comprometieron con este proyecto, no han perdido esa ilusión en cada publicación y le siguen poniendo las mismas ganas. Una revista donde se recoge además de nuestra HISTORIA, el trabajo generoso de personas que siguen interesadas y no dejan de investigar para darnos a conocer de forma más exhaustiva lo que nos precedió, de dónde venimos y cuales han sido las épocas, momentos y acciones que nos han traído al Castuera de hoy. Todo nos marca, hasta lo que creemos más insignificante. Mientras confeccionábamos esta revista se nos fue Begoña López Blanco, Licenciada en CC Políticas y Sociología, colaboradora en este proyecto y autora del artículo “La fiesta de San Juan”, en el número 16 de la Revista Antaño.

Quiero terminar con una pequeña reflexión y frase, por muchos escuchada: “Quien no conoce su HISTORIA está condenad@ a repetirla”; con esta contribución importante para el PUEBLO DE CASTUERA, para las PERSONAS que lo componemos y que aportamos, aquí entramos tod@s, cada uno a nuestra manera, nuestra “condena” a repetir errores es cada vez más leve.

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La recordaremos sonriente y luchadora. Aquí dejó parte de su semilla que seguiremos regando para que algún día otros tengan sus frutos. U.P. Castuera

Gracias a TOD@S, a todas las personas que hacen posible la continuidad de esta revista ya que nos permite seguir preservando y dando a conocer nuestra historia, la HISTORIA DE CASTUERA, a quienes investigan y elaboran artículos para continuar con este bonito proyecto, a quienes se encargan de recopilar, ordenar y maquetar, un trabajo importante y que sin su mediación no llegaría al siguiente eslabón igualmente importante, a los lectores interesados o que están por interesarse. Mil Gracias a TOD@S

Mª José Fdez. Calderón Concejala de Cultura

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A ntaño La Sociedad de Jornaleros “El Trabajo” de Castuera. Antonio D. López Rodríguez. Lcdo. en Historia.

Nuestra vida gira en torno al mundo del trabajo. Las condiciones laborales en las que nos desenvolvemos están regidas por la legislación laboral actual, emanadas a su vez de las reformas implementadas en las últimas décadas por sucesivos gobiernos de distinta significación política. Esta legislación laboral está enmarcada en la Constitución Española de 1978 que en sus principios generales enumera los deberes y derechos de los trabajadores en España. Un punto importante entre los derechos de los trabajadores, que ampara esta misma Constitución, es la libertad de asociación y sindicación (Art. 28). Pero esta cuestión, clave en el desarrollo de las sociedades democráticas occidentales, ha tenido una trayectoria azarosa en la Historia reciente de España moviéndose durante décadas entre la prohibición y la represión.

El precedente más cercano en el tiempo del actual marco constitucional democrático, donde hubo libertad de asociación y sindicación, fue la Segunda República Española, véase el Artículo 39 de su Constitución. Así, mientras que en Europa se estaban alzando propuestas totalitarias para resolver las desastrosas consecuencias del final de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y de la crisis económica de 1929, en España se optaba por la vía democrática, constitucional y reformista de la Segunda República. Las medidas a favor de la normalización del mercado laboral fueron tempranas por parte de las nuevas autoridades. El 4 de mayo de 1931 era ratificado por el gobierno provisional republicano el Convenio adoptado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre la extensión de las leyes y reglamentos de trabajo a los asalariados agrícolas1. A su vez desde los Ministerios de Trabajo y de Agricultura se pusieron en marcha medidas legislativas que pretendían paliar las enormes desigualdades sociales y laborales que existían en el medio rural español, especialmente en regiones como Extremadura. En esos momentos las condiciones laborales y socioeconómicas para cientos de familias de Castuera eran muy duras. El paro estacional y los bajos salarios garantizaba una abundancia de mano de obra barata que facilitaba la supervivencia de un sistema caciquil dominado por la gran propiedad. Mencionar para ello los datos que da el profesor Martín Baumeister exponiendo que “el

Portada del Reglamento

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1 Bizcarrondo, Marta. Historia de la UGT. Entre la democracia y la revolución, 1931-1936. Editorial Siglo XXI, Madrid, 2008. (p. 30).


A ntaño cultivo del trigo en los secanos del sur de España, los jornaleros tenían que contar con 188 días sin trabajo al año; en los viñedos era 142 días, en la aceituna 120 días. En las zonas mixtas de cereales y leguminosas eran 97 días”2. Además describe un panorama que se repetía en nuestros pueblos: “El humillante ritual de buscar trabajo en la plaza por las mañanas, donde los capataces y los intermediarios de los propietarios contrataban la mano de obra, no tenía con frecuencia ningún resultado.” En relación con estos datos está el elevado número de jornaleros a los que afectaría directamente esta situación y que alcanzaba en Castuera la cifra de 628 (Ver Cuadro I). Completa el panorama expuesto la información sobre el deficiente grado de alfabetización existente en Castuera para el año 1930, donde más de la mitad de la población de Castuera, hombres y mujeres, no sabían leer ni escribir (Ver Cuadro II). Cuadro I. Archivo IRA-IRYDA. Ministerio de Agricultura. Castuera, 1932. POBLACIÓN DE HECHO Varones Hembras 4.620 4.599

Totales 9.219

SABEN LEER Y ESCRIBIR Varones Hembras 2.169 1.613 Varones 2.400

NO SABEN LEER NI ESCRIBIR Hembras 2.921

Cuadro II. Fuente: Instituto Nacional de Estadística (Castuera, Censo 1930). Braceros/Jornaleros 682

Sociedades Obreras 2

Pequeño propietarios

Arrendatarios o aparceros 214

264

2 Baumeister, Martín. Campesinos sin tierra. Supervivencia y resistencia en Extremadura. (1880-1923). Diputación de Badajoz y Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, Madrid, 1993, (p.115).

El nuevo tiempo político que trajo la República pretendió desde sus inicios mitigar esa desigualdad estructural de la llamada “cuestión social” del campo extremeño. Para ello, además de medidas legislativas claves como la constitución de los Jurados Mixtos, fue muy importante la libertad de asociación y sindicación de los trabajadores. Esta coyuntura de libertades provocó un gran auge de nuevos partidos políticos y de sindicatos de clase. Habría que remontarse a la época de la Primera Guerra Mundial para advertir una efervescencia política parecida cuando se constituyeron sociedades y agrupaciones socialistas en la comarca de La Serena, teniendo a Quintana de La Serena como centro principal. En el caso de Castuera contaría con un destacado auge del asociacionismo político y sindical a partir de la proclamación de la Segunda República. Durante los dos primeros años se constituyeron dos Sociedades Obreras, ambas de orientación socialista y adscritas a la Unión General de Trabajadores (UGT). Más tarde se crearía la Federación Local de sociedades obreras de Castuera. De las dos Sociedades la primera en constituirse fue la que aglutinó a los jornaleros que tomó el nombre de “El Trabajo” y la segunda fue nombrada como “La Alianza”. Esta última reunía a los trabajadores agrícolas que al menos contaban con una yunta, y por tanto además de trabajar en sus pequeñas propiedades o tierras arrendadas aspiraban, mediante el asociacionismo, a conseguir más tierras a través de la nueva legislación republicana. Precisamente de la Sociedad Obrera “El Trabajo” se conserva un reglamento en el Centro Documental de la Memoria Histórica en Salamanca3. A través de este documento se conoce cuáles eran sus principales objetivos, cómo era su organiza-

3 España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Centro Documental de la Memoria Histórica (Salamanca). Político-Social Extremadura, 37.

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A ntaño ción interna, dónde se reunían o quiénes fueron sus principales dirigentes. Dicho reglamento se estructura en seis capítulos en los que se distribuyen un total de 41 artículos. El primer capítulo del reglamento sintetiza la razón de ser de su existencia como organización: 1º.- Procurar que los salarios alcancen a cubrir las necesidades de sus asociados. 2º.- Evitar que la jornada de trabajo sea excesiva velando por el exacto cumplimiento de lo legal. 3º.- Intervenir en representación de sus asociados en todas cuantas peticiones hayan de hacerse a la clase patronal, a las autoridades y a los Poderes Públicos. 4º.- Establecer grupos cooperativas y de previsión con arreglo a las disposiciones vigentes. 5º.- Hacer uso de las Leyes vigentes para la defensa de sus intereses, sometiendo las cuestiones litigiosas a los Jurados Mixtos u otros Tribunales especiales, captando el arbitraje legal en todos los conflictos sociales o económicos y no acudiendo al derecho de huelga más que cuando se agoten todos los recursos antes mencionados previo el cumplimiento de los plazos y disposiciones legales en su planteación (sic) y tramitación”

El segundo capítulo se centra en la gestión de los socios, sus derechos y deberes, incluso detallando las cuantías de las cuotas. Éstas consistían en un pago de una peseta como cuota inicial y de 70 céntimos mensuales. El capítulo tercero explica las funciones de la Junta Directiva, que constaría de un presidente, un vicepresidente, un tesorero, un secretario y tres vocales, además de relatar las labores que éstos debían asumir como directivos. En el documento aparecen dos nombres, el del secretario y el presidente, que serían Antonio González y Antonio Balsera. El capítulo cuarto, compuesto de un sólo artículo, expone la necesidad de revisar las cuentas a través de una comisión revisora. El siguiente capítulo, el quinto, establece un calendario de reuniones y cómo debían de estructurarse tanto temática como organizativamente dicha sesiones. Y el último capítulo establecía el número mínimo de socios, 15, además de precisar que el reglamento podría ser reformado en todo y en parte. Finalmente acordaron que en caso de disolución sus fondos y efectos se entregarían a la Federación local de sociedades y caso de no existir esta última pasarían a la UGT. Las reuniones de esta sociedad de jornaleros se realizaban en la Casa del Pueblo que en aquéllos momentos estaba ubicada en el número 24 de la calle La Fuente. Allí también se reunían, ya por esas fechas de 1932, la Agrupación Local Socialista que fue inscrita en el Gobierno Civil pacense por Basilio Sánchez Morillo en marzo de 1931, casi un mes antes de la proclamación de la República. Este reglamento societario que llevaría consigo el vecino de Castuera Miguel Romero Morillo (ver Imagen 2), socio con el número 609, representa la lucha por la consecución del trabajo y por mejorar las condiciones en el que éste se desarrollaba en un momento histórico crucial y aún no muy alejado de nuestro presente. Este pequeño documento, con sus seis capítulos, formaba parte de una cultura de clase siempre subalterna y maltratada a lo largo de nuestra historia. Perteneció

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Datos del socio.


A ntaño a uno de aquellos obreros agrícolas que ya desde muy jóvenes dejaron la escuela y los juegos para empezar a trabajar como porqueros, o echando “el moreno” en la cuadrilla de esquiladores, o de “machorrero” en alguna de las grandes fincas de La Serena. El nombre que le dieron a la Sociedad ya era una declaración de intenciones: “El Trabajo”. Finalmente este reglamento también representa la persecución y la represión política consustanciales al régimen franquista. El golpe militar, la guerra y la victoria de los rebeldes seguidores de Franco aniquilaron los partidos políticos y los sindicatos de nuestros pueblos, incautando sus sedes y requisando o destruyendo toda su documentación. Esos documentos, donde también estaba el reglamento de la Sociedad “El Trabajo”, acabaron en los fondos del Colegio de San Ambrosio, en Salamanca, donde funcionó la Delegación de Servicios Documentales de la Presidencia del Gobierno. En el llamado durante la Dictadura, Archivo de la Cruzada, la Dirección General de Seguridad y la Guardia Civil utilizó sus fondos como departamento de antece-

dentes para la represión política4. Con la muerte del Dictador, el inicio de la Transición política y la paulatina democratización de las instituciones del Estado los fondos de la represión pasaron al Ministerio de Cultura5.

4 Hernández, Severiano. “Los archivos estatales ante la llamada Ley de Memoria Histórica en España”, en Represión, Derechos Humanos, Memoria y Archivos: una perspectiva latinoamericana. José Babiano (Edit.) Madrid, Ediciones GPS Fundación 1º de Mayo, 2010. (pp. 71-75). 5 González Quintana, Antonio. La política archivística del Gobierno español y la ausencia de gestión del pasado desde el comienzo de la Transición”, en Generaciones y memoria de la represión franquista, de Julio Aróstegui y Sergio Gálvez (eds.). Revista Hispania Nova, Número 7, 2007. (pp. 109136) (p. 116).

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A ntaño ¡Ah, señor Gobernador, que su Majestad os debe mucho! De cómo Pedro de Valdivia se las ingenió para ser designado Gobernador de Chile Sergio Millar Soto, miembro del Instituto de Investigación Histórico-Aeronautas de Chile. Pedro de Valdivia supo utilizar los más variados recursos para sobrevivir en la vorágine de aventuras en que se vio envuelto desde que abandonara a su mujer doña Marina Ortiz de Gaete y a su numerosa familia en Castuera, en una ansiosa espera que, por decisión unilateral del conquistador, se prolongó dos décadas, durante las cuales logró hacerse gobernador del más austral de los territorios de la Corona española en el Mundus Novus que hacia 1500 describiera Amérigo Vespucci. Valdivia fue considerado por sus contemporáneos como un hombre audaz, prudente y notablemente serio en sus emprendimientos; pero también alegre, generoso, apasionado por el juego y las mujeres, violento y arrebatado en ocasiones. Quizás lo más destacable de su personalidad fue su espíritu aventurero que merecía sin duda algunos epítetos que los autores clásicos indilgaron a Ulises, como el de polytropos Odysseus, ’el de las muchas vueltas o muchos trucos’, o el de polyméchanos ‘el de muchos recursos’, cualidades innatas que le hicieron reaccionar vivamente ante las innumerables dificultades que encontró durante la invasión y conquista del territorio chileno, como lo fue, por ejemplo la obtención del título de gobernador de Chile, que examinaremos en este comentario. Dejaremos para otra ocasión, sin embargo, las ingentes tribulaciones que debió sortear en Venezuela como soldado en las huestes de Jerónimo de Ortal, gobernador de la provincia de Paria, o en Perú con el marqués Francisco Pizarro, donde participó, con el rango de maestre de campo, en la famosa batalla de Las Salinas (6 de abril de 1538) que dio por tierra con la intención de don Diego de Almagro por apoderarse de Cuzco, pretensión que le costó la vida al adelantado y descubridor de Chile. En esa ocasión la fidelidad de Valdivia hacia los hermanos Pizarro fue debidamente compensada con una mina de plata en Porco y una rica encomienda en el valle de la Canela en Collao, en los alrededores del Lago Titicaca. Pero ni siquiera esa perspectiva de vida tranquila y holgada en la altiplanicie boliviana lograron aquietar su espíritu emprendedor y aventurero que le impulsó incluso a suplicar al marqués Pizarro para que le enviare al sur, a reivindicar el territorio chileno que Almagro había abandonado. Pizarro, renuente incluso, accedió a los ruegos de Valdi-

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via dándole las provisiones de teniente de gobernador para emprender la conquista de las provincias de Chile; comisión que Valdivia inició en enero, arribando, ya en agosto de mil quinientos cuarenta, a Copiapó, deslinde septentrional de territorio chileno, del cual tomó posesión en nombre del Rey, en circunstancia que debió hacerlo en el de su jefe, Pizarro; lo que implicaba, según lo dice el notable historiador chileno Diego Barros Arana que “el país que Valdivia conquistase estaría sometido al gobernador del Perú, cuyo nombre debería aparecer en todos los documentos públicos, como las actas de toma de posesión del país, la fundación de las ciudades, la creación de cabildos i los poderes e instrucciones para nuevos descubrimientos. El conquistador de Chile debía someterse a estas prácticas invariables para demostrar su dependencia del jefe inmediato de quien emanaban sus facultades” (Barros, 1909, p. 310). Un mes después de haber fundado la ciudad de Santiago (12 de febrero de 1541), en marzo, Valdivia instituye el Cabildo de Santiago, nombrando a los alcaldes, regidores, procurador, además del tesorero y escribano y alguacil. En el acta respectiva se hace llamar “teniente de gobernador i capitán general de esta provincia del Nuevo Extremo por el mui ilustre marqués don Francisco Pizarro, gobernador i capitán general por S.M. en las provincias del Perú”. Sin embargo, sólo dos meses después, en la sesión del Cabildo del 10 de mayo se esparció el rumor, ciertamente premonitorio -pues implicaba conocimiento de un acontecimiento futuro-, de que el gobernador Pizarro había sido asesinado por los partidarios de Almagro, razón al parecer suficiente para que los cabildantes sugirieron elegir a Valdivia por gobernador y capitán general de la provincia de Chile en nombre de S.M. (El asesinato de Francisco Pizarro se produciría el 26 de junio de 1541, noticia que se conoció en Chile sólo dos años después, en septiembre de 1543). El Cabildo designó al Procurador de la ciudad Antonio Pastrana para comunicar dicho principio de acuerdo a Valdivia. Pastrana lo hizo el 31 de Mayo. Valdivia se negó rotundamente a aceptar dicha designación en razón de que estaría violando el principio de jerarquía. El Cabildo insistió y Valdivia reiteró su negativa; pero el Cabildo resolvió entonces llamar al pueblo entero de Santiago a un Cabildo Abierto que decidió proclamar prácticamente a la fuerza a Valdivia como Gobernador. Dice al acta del Cabildo Abierto que el pueblo “arremetiendo al señor teniente (Valdivia) lo tomaron y lo levantaron en hombros contra su


A ntaño voluntad y le llamaron “electo gobernador” en nombre de su majestad” (Arciniegas Rosa, 1943, pág. 121). Valdivia, desde el anonimato, había orquestado la parafernalia que le daba una envoltura de legalidad a su designación como Gobernador, lo que trae de inmediato a la memoria las reticencias de Julio César para ser coronado como rey de Roma. Desde entonces Valdivia comenzó a usar el título de “electo gobernador y capitán general en nombre de S.M. por el cabildo, justicia e regimiento, y por todo el pueblo de esta ciudad de Santiago del Nuevo Estremo en estos reinos de la Nueva Estremadura”. (Estas dos toponimia al parecer análogas difieren sin embargo en su significación pues, si bien es cierto que, dejándose llevar por el entrañable amor a su tierra, Valdivia aplicó el nombre de Extremadura al ‘reino’ que había conquistado, denominó a sus ciudades ‘del Nuevo Estremo’, refiriéndose –pensamos- al hecho de que los territorios americanos conquistados por España llegaban ahora hasta el extremo austral del Mundus Novus de Vespucci, que era el paralelo 41 de latitud sur, hasta donde había descubierto su capitán en la mar Bautista Pastene en 1544. La oportunidad para enmendar el rumbo hacia la legalidad y obtener la provisión de gobernador por el Rey se le presentó a Valdivia cuando a la capital del Perú llegó el obispo Pedro La Gasca enviado personal del Rey para desarticular la rebelión de los encomenderos encabezada por Gonzalo Pizarro. Valdivia navegó hasta el Perú para ponerse a las órdenes del enviado real y combatir en contra de quien en un tiempo no lejano había sido su amigo y camarada incondicional. A las órdenes de La Gasca y junto al general Pedro Hinojosa y el mariscal Alonso de Alvarado Valdivia participó en la batalla de Jaquijanuana donde las fuerzas rebeldes fueron derrotadas y Gonzalo Pizarro ejecutado. Como premio a la lealtad hacia el Rey, el pacificador La Gas-

ca le otorgó a Valdivia el título de gobernador el 23 de abril de 1548: “En 23 del mismo se despachó Pedro de Valdivia por gobernador e capitán jeneral de la provincia de Chile, llamada Nuevo Estremo, limitada aquella gobernación desde Copiapó, que está en 26 grados de parte de la equinoccial hacia el sur, hasta 41 norte sur, derecho meridiano, y en ancho desde la mar la tierra adentro cien leguas hueste leste. Diósele esta gobernación por virtud del poder que de S.M. tengo”. (Relación del licenciado Pedro de la Gasca al Consejo de Indias sobre la campaña de pacificación del Perú fechada en el Cuzco el 7 de mayo de 1548. En Barros Arana Diego. Obras Completas, Estudios Históricos, Tomo VII, pág. 168y 169, Imprenta Cervantes, Santiago 1909). No podía ser de otro modo pues las provisiones de gobernador eran atributo exclusivo del Rey en virtud de de ley civil que, a su vez, refrendaba el origen divino del poder real: los gobernadores (y otros funcionarios del Estado) recibían su autoridad directamente del monarca, o por delegación en otro funcionario estatal, como era la prerrogativa que tenía el pacificado La Gasca. Después de las cruentas represalias que siguieron a Jaquijaguana llegó el momento de gloria para Valdivia: el delegado del rey había expedido ya la provisión real que le designaba gobernador ‘con todas las de la ley’ y en un momento en que Valdivia pretendió dar cuenta a La Gasca sobre su participación en la batalla recién finalizada le interrumpió el delegado real diciéndose (según versión del propio Valdivia) “Ah, señor Gobernador, que Su Majestad os debe mucho”. Por fin Valdivia podía considerarse gobernador en forma, y rebosante de felicidad y orgullo, se dirigió hacia el sur a reemprender la conquista de la Nueva Extremadura.

Plaza San Juan. Autor: Garrorena. Al fondo casa de D. Pedro de Valdiva

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A ntaño “Cine, cine, cine... Más cine por favor María del Carmen Rodríguez Pulgar. Licenciada en Historia y Cronista Oficial de Castuera. A los buenos cinéfilos castueranos… José María García (La Tienda Chica), Eloy Holguín, Aurora Navas, Manuel Vélez, Angelines Segura. ... in memoriam. Por deleitarnos con las extraordinarias películas de sus vidas. Aprovechando una vez más las páginas de ANTAÑO y los versos de Luis E. Aute, ponemos voz a los deseos de muchos de nuestros vecinos. Para quien la quiera escuchar… En la historia del cine hay una primera etapa durante la cual la imagen, auxiliada por pequeños textos debe bastar para sugerir todos los aspectos de lo narrado. El sonido con la voz humana, la música y el ruido, no se divulga hasta los años treinta del siglo pasado. Durante estos treinta primeros años, el cine se desarrolla como industria y alcanza cierta madurez estética. Cuando el sonido se incorpora al Séptimo Arte, se convierte en un fenómeno de masas inserto entre un “emisor” y un “receptor”. Con él, se duplica en poco tiempo el número de espectadores y se revolucionan los modos expresivos. Sólo a partir de los años treinta se puede hablar de avance estético y lingüístico con relación al cine mudo. De todas las innovaciones técnicas, sólo el color (1935), tendrá un éxito rotundo. La televisión y los avances tecnológicos introducidos en los medios de comunicación de masas, han logrado amenazar en los últimos años, la aparentemente sólida industria cinematográfica. Todas estas etapas por las que ha atravesado el Cinematógrafo, han quedado reflejadas en la evolución del cine en Castuera a lo largo de la anterior centuria. Según las fuentes consultadas, el primer Cine que funciona en nuestra localidad, se fecha en la década de los veinte. La sala, donde se proyectaba cine mudo, estaba ubicada en la Calle Nueva y contaba con cuatro palcos. Su propietario fue D. Emilio Hidalgo, alias “Bigote”. D. Emilio iba a Madrid al menos una vez al mes a recoger las películas. Fue allí

Cine Bigotes. Parte de atrás de la pantalla. Cedida por Ramón Morillo Caballero

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donde, haciéndose eco de la moda de la época, adornó su rostro con un elemento tan cuidado y característico que le dotó de por vida de tan inconfundible apodo. En el mencionado local actuaron Estrellita Castro o hipnotizadores de fama reconocida.

D. Emilio Hidalgo “Bigotes”

A principios de los treinta, en la Segunda República, la familia del socialista D. Ángel Sayavera abre otro cine en un local situado junto a la antigua Casa del Pueblo, en la C/ de El Polvo, antigua fábrica de tinajas propiedad de D. Manuel Holguín, en régimen de alquiler. Una vez finalizada la guerra, traslada el negocio a la gran cerca de una casa situada en la calle principal de Castuera (C/ Santa Ana). En estos años este cine itineraba por distintas localidades de la Serena proyectando películas durante los veranos, incluso abren nuevas salas en localidades como Zalamea. Son momentos en los que se producen pequeñas pugnas entre el cine mudo y el cine sonoro. En la guerra este local de la C/ Nueva se destruye y D. Emilio traspasa el IDEAL CINEMA a su yerno, sucesor y heredero D. Enrique Rodríguez Hidalgo, “Maestro Enrique”, herrero de profesión. Tal personaje era conocido, además de por sus trabajos de forja, por su gran sentido del humor. Tal como nos recordaba Vélez, al preguntársele por la próxima película que sería proyectada, él respondía con “La bala que retorció la esquina” o “El charco mojado”. En la feria de septiembre actuaron artistas como Pepe Pinto, Juanito Valderrama, La Niña de La Puebla o Rafael Farina. En una ocasión, durante un mes entero de un frio invierno de postguerra, actúa diariamente la compañía de teatro de “Los Picazos”. Para aprovechar al máximo el local, los espectadores se llevaban sus sillas. En el cine de verano se dispensaba granizada exquisita y gaseosa. Una joven con


A ntaño un cajón de madera y cristal colgado del cuello vendía almendras tostadas que, previamente habían preparado las mujeres de la casa (Mujer, cuñada y suegra del Maestro Enrique). El acomodador se llamaba Juan “El Altavoz”, proyectaba Pedro Enrique Rodríguez (Tío de Mora) y los porteros eran Antonio Malanda y Canchurrines. Al principio de la década de los cuarenta, IDEAL CINEMA pasa a la C/ de El Polvo, al local que durante la contienda había ocupado la familia Sayavera. Contaba con dos salas (verano e invierno). Su entrada la tenía por la Calle de El Polvo. Tras atravesar un largo pasillo, se abría un patio donde se hallaban los servicios, a la derecha bajando por unas pequeñas escaleras. Al fondo la sala de invierno que contaba con una capacidad de unas trecientas localidades. En el piso superior estaba la sala de proyección y en las traseras, el gran espacio que acogía la sala de verano. Todavía conservaba el antiguo horno de la fábrica, que luego se aprovechará como barra del bar. Su capacidad era de 500 a 600 localidades. Estas salas fueron utilizadas en los años sesenta y setenta para celebración de eventos sociales. El IDEAL CINEMA cerrará sus puertas a principios de los ochenta. En un principio el precio de las entradas era bajo, oscilando entre un real a dos pesetas, para pasar en 1977 a 35 pesetas y finalmente subió a 50 cuando las películas proyectadas eran de destape. En invierno los domingos había dos sesiones: la infantil (a las 16 ó 17 horas) y la vespertina (8,30 ó 9 de la tarde).

en abogados. Fue entonces cuando se pasa el relevo al CINE COVADONGA de la familia Atalaya de Tena. En la segunda mitad de la década de los cuarenta, la empresa Atalaya abre un nuevo cine en Castuera, el CINE COVADONGA. Se le pone este hombre por considerarse esta familia descendiente de los primeros cristianos del antiEl cine como local guo Reino Astur. El nuevo de celebraciones cine tiene dos salas: la de verano, situada en el Paseo de Santa Ana, local en el que estaba situado la fábrica de tinajas de la familia Chamizo, en este momento hipotecada, siendo adquirida por la familia anteriormente mencionad. Su capacidad era de 500 a 600 localidades y contaba con bar y generador eléctrico para los múltiples apagones que se producían en aquellos primeros años de andadura. El proyector era de la marca PHILIPS F.P. 5 con motor sincronizado y bombos de 1500 mts., según nos cuenta D. Eduardo Atalaya. La sala de invierno estaba situada en la calle de Santa Ana, esquina con la calle Arcos, en un antiguo almacén de maderas. Estaba diseñada en pendiente siguiendo tipo barco, con solería de madera. Contaba con unas 400 localidades. El Cine Covadonga funciona hasta principios de los años ochenta. Fue allí donde se proyectan las primeras películas del recién estrenado CINE CLUB DE CASTUERA, dado de alta en la Federación de Cine Clubs de Extremadura como Asociación Cultural, pasando a ser uno de los Cine Clubs más antiguos junto con Hervás y Villafranca de Los Barros.

Se vieron películas como “Raza”, “Los últimos de Filipinas”, westerns, “La Guerra de Papá” etc. Los llenos estaban garantizados. Tras la Segunda Guerra Mundial, D. Enrique se asocia con D. Juan Martín, apodado “el de los jamones”, personaje enriquecido por la venta de Wolframio de las minas de El Valle a Alemania. La pretensión de ambos fue la de construir una gran sala acorde con las nuevas necesidades. El presunto socio se echó atrás y los litigios legales se convirtieron en una constante hasta el final de sus días hasta el punto de hacerle perder gran parte de sus ahorros

Cine Covadonga. Local de verano (actual Edificio Europa) 1945.

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A ntaño En su andadura, el Cine Club atraviesa dos etapas: La primera abarca de 1976 al 78. La junta directiva estaba compuesta por Pedro Torrado (vocal), Fernando A. Muñoz, Manuel Vélez y Juan J. Orozco. Las películas de autor (“Canciones para después de una guerra”, “Pantaleón y las Visitadoras”, “Banana”, etc.) se intercalaban con otras comerciales. Una vez proyectada la película, se pasaban algunas reseñas y tenía lugar un pequeño cine-forum. Después la película se pasaba al Cine Club de Quintana para proyectarse en el Cine Azul.

Editada en la Universidad Popular de Castuera

La segunda (principios de los ochenta hasta 1988 aproximadamente), aunque proyecta en un principio en el Cine Covadonga en sus salas de verano e invierno, pronto se trasladará al recién inaugurado Cine Avenida, propiedad de D. Diego del Pozo (C/ Zurbarán). La Directiva estaba formada por Francisco Hidalgo, Pedro Auzmendi, Salvador Cabanillas, Baldomero Cáceres y Buensuceso Sánchez. El CINE CLUB proyectaba los martes. Con la entrada, se repartías fichas técnicas con una pequeña sinopsis y al finalizar la sesión tenía lugar un cine fórum, al menos al principio de su andadura. Contaba con unos ochenta asociados que pagaban una cuota para los gastos. A los no asociados se les cobraba el precio de la entrada habitual. A veces se realizaban semanas culturales con ciclos de grandes autores como C. Chaplin (Tiempos Modernos), Eisenstein (Iván el Terrible), Carlos Saura (Cría Cuervos), Luis Buñuel (Ese oscuro objeto del deseo), Berlanga (La Escopeta Nacional), B. Bartolucci (Noveccento), P.P. Passolini (El Decamerón), W. Allen (Interiores), F. Fellini (La Dolce Vita), L. Visconti (El Gattopardo) I. Bergman (Fanny y Alexander), Stanley Kubrick (La Naranja Mecánica), Bertolucci (La Luna), A. Hitchcock (Psicosis), Truffaut (El pequeño salvaje), Liliana Cavanani (Portero de noche), O. Welles (Campanadas a medianoche) entre otras como Nosferatu (Murnau), La Vida de Brian (Terry Jones), La Colmena (Mario Camus), Asignatura pendiente (J. Luis Garci), etc.

Recorte de periódico sobre Cine CLub de Castuera

En los años ochenta, se hace cargo de la actividad cinéfila la recién inaugurada Universidad Popular de Castuera. Se funda en 1988 El AULA DE CINE, regentada por Mª del Carmen Caballero Tena-Dávila, Modesta Sánchez y Angelines Segura, quienes se encargaban de hacer la programación mensual, recoger y devolver las películas, recortar entradas, hacer las fichas técnicas y las sinopsis, etc. En más de una ocasión la recaudación no daba para sufragar los gastos, con lo que el Ayuntamiento tenía que aportar parte del dinero. Se estrena con “El nombre de la Rosa” de Jean Jacques Annaud. También se documentaba la proyección con una reseña que se le facilitaba a los espectadores. En los años noventa, se continúa con la actividad cinéfila y, contando con la colaboración de la Universidad Popular de Castuera y de profesores del Instituto “Manuel Godoy” se pone en pie la asociación “V.O. CASTUERA CINÉFILA” que llega a publicar una pequeña revista dirigida por Francisco Rebollo. Se proyectaba en el Cine Avenida. Por último, cuando se construye la nueva Casa de la Cultura en la C/ Gabriel y Galán, se proyectan en el salón de actos y sala de proyecciones, películas comerciales de forma intermitente.

Revista Mensual

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Con nuestro más sincero agradecimiento a todos los castueranos que, de una manera u otra, contribuyeron a enriquecer nuestras vidas con el “Séptimo Arte”, sacando emociones, haciéndonos, en definitiva, más sensibles, más humanos.


A ntaño ...”Más cine por favor, Que todo en la vida es cine, Y los sueños cine son.” L.uis Eduardo Aute. FUENTES: -Centro de Documentación de Castuera. CEDER La Serena. -D. Antonio López Rodríguez. -Dña. Mª del Carmen Donoso Holguín. -D. José Mª García de Tena. -D. Eduardo Atalaya de Tena. -D. Paolo Atalaya de Tena. -Dña. Ana Fernández Sánchez. - D. Juan José Gallego Morillo.

-D. Baldomero Cáceres. -Dña. Buensuceso Sánchez. -D. Pedro Torrado. -Universidad Popular de Castuera. -Dña. Aurora Navas. -D. Francisco Hidalgo Gallego. -Dña. Fita Hidalgo Gallego. -Dña. Emilia y Doña Filomena Hidalgo Bárcenas.

IDEAL CINEMA

COPLILLAS:

Hemos conocido todos

El señor de SAYAVERA

las competencias enormes

se sienta en la taquilla

de los dos cines del pueblo

y a eso de la media tarde

triunfando el señor Bigote.

no le queda ni una silla.

No es porque pusiera

Bigote, desesperado,

películas de gran valor,

va y le dice a El Civilillo

sino porque a Sayavera

recórreme todo el pueblo

le han cortado el contador.

y tráeme aunque sea chiquillos.

Está visto que la luz sirve para alumbrar y el que no la tiene

Mª del Carmen Rodríguez Pulgar. CRONISTA OFICIAL DE CASTUERA

a oscuras se ha de quedar. No hay más remedio que el que no ve gota se quede ciego. Bigotes por dar la lata de balde levanta el trapo y con tan mala pata que no acuden más que muchachos. 15


A ntaño D. Vicente Mena Pérez:

Perfil biográfico del autor de “Viñetas Castueranas” Miguel Salas Parrila. Licenciado en Filosofía y Psicología. NOTA INTRODUCTORIA (Ángel David Martín Rubio): El nombre de don Vicente Mena, aparece vinculado al título de uno de los pocos ejemplos de bibliografía específicamente relacionada con Castuera. Aquí residió durante algún tiempo y volvió años más tarde para participar en el homenaje a Pedro de Valdivia del que hablamos en nuestro anterior artículo.

Vicente Mena Pérez nació en La Almarcha (Cuenca) el 22 de enero de 1896. Fue el único hijo de Constantino Mena González y de Purificación Pérez Nielfa

En julio de 2015, se puso en contacto con nosotros don Miguel Salas Parrilla, natural también de La Almarcha (Cuenca), autor de varias obras de carácter literario e histórico y que estaba elaborando una biografía de Mena, junto a la de otros almarchenos ilustres. No sin intercambiar información durante unos meses, finalmente don Miguel Salas completó su trabajo y hoy le agradecemos habernos enviado para “Antaño” este resumen de una biografía que puede leerse íntegra en su libro: “Almarchenos célebres” (Cuenca: Diputación, 2015). Allí pueden encontrarse también las referencias documentales del presente artículo.

Dado que su padre estaba empleado de conserje en el palacio arzobispal de Toledo, realiza Vicente Mena en 1920 los estudios eclesiásticos en el Seminario Conciliar San Ildefonso. El 5 de abril de 1919 es ordenado sacerdote en la catedral toledana. Es coadjutor de la parroquia de Consuegra desde el 25 de abril de 1919 hasta el 23 de octubre de 1920, y desde esa fecha hasta enero de 1922 capellán del cardenal primado Almaraz. El 22 de febrero de 1922 obtiene licencia del arzobispado de Toledo para dedicarse a sus investigaciones históricas en Madrid. Desde 1927 a 1936 es capellán de la condesa de Casa Ayala, tutor de sus sobrinos y administrador de la finca urbana que ésta tenía en Príncipe de Vergara nº 17. En este inmueble tenía por entonces su residencia en la planta baja. Como capellán de la cuarta condesa de Casa Ayala, doña Beatriz López de Ayala y Morales-Arce, residía temporalmente en el palacio que ésta tenía en Castuera. Al menos tres de sus obras (que llevan títulos extremeños) las firma en esta época y dos de ellas las imprime en Villanueva de la Serena y en Badajoz: - Comentarios a la vida de Pedro de Valdivia conquistador de Chile, escrita por don Antonio Miguel Romero y Gil de Zúñiga. Madrid, C/Amparo 80, 1929, 74 págs.

Castuera: Palacio de los Condes de Casa Ayala

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- Viñetas castueranas. Villanueva de la Serena, impresor Nicolás Diestro, 1929, 122 págs.


A ntaño - Leyendas extremeñas, Badajoz, Imp. Antonio Arqueros, 1931, 318 págs. La condesa ejerció de mecenas y sufragó sus investigaciones históricas durante sus estancias más o menos prolongadas en tierras extremeñas. A lo largo de toda su vida fue un prolífico escritor. Cultiva tanto la prosa como verso; sus géneros preferidos son la narración histórica, la lírica religiosa y el teatro. En sus artículos muestra una prosa poética muy similar a la de Azorín o a los escritores de la generación del 98. Cuando estalla la Guerra Civil (1936-1939) está veraneando en Arenas de San Pedro (Ávila), ciudad que es liberada en septiembre de 1936. Entonces se alista como sacerdote soldado voluntario en el Regimiento Farnesio 10º de Caballería. Por orden del BOE del 13 de febrero de 1937, junto con otros 35 presbíteros, fue ascendido a la categoría de alférez a efectos de sueldo por el tiempo que durase la contienda. Desde 1940 a 1942 consta que dice Misa en la parroquia madrileña de los padres agustinos San Manuel y San Benito y que vive en la C/ Fernán González 23-1º derecha. Desde 1940 a 1943 regresa a sus investigaciones históricas. El 9 de febrero de 1943 es coadjutor de la parroquia de San Marcos, junto a la plaza de España, cargo que sigue ostentando el 20 de noviembre de 1949. Mientras que fue coadjutor vivió en la casa que la parroquia tenía adjunta. Además, en 1943

presta sus servicios como maestro (fue el número uno de su promoción) en el grupo escolar Ezequiel Solana. En 1942 en Radio Nacional de España emite el programa: Llamad y se os Vicente Mena en la época en que abrirá, pedid y se os se publicó sus libros dará (¿1942-1952?8). La franja horaria era los viernes en el paso de la tarde a la noche. Basándose en una labor evangelizadora y en la caridad cristiana, recogió alimentos, medicinas, ropa y dinero para las familias necesitadas. El 6 de enero de 1948 participa en Castuera en el homenaje al conquistador de Chile, Pedro de Valdivia (Cfr. artículo de Ángel David Martín Rubio en “Antaño”, nº 16, pp. 18-21). Fallece en Madrid, en el hospital de San Pedro, el 4 de septiembre de 1954, como consecuencia de un accidente de automóvil que había tenido cuatro días antes en el kilómetro 30 de la carretera de Valencia junto a Arganda del Rey. Está enterrado en la Sacramental de San Justo.

Ante la Delegación del Perú cuando le dieron el premio por su obra sobre Pizarro

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A ntaño “El paisaje entre sierras” Un proyecto de investigación y puesta en valor del entorno natural e histórico de las sierras de Castuera INTRODUCCIÓN Es indudable que el devenir histórico de Castuera ha sido en gran medida condicionado por su situación geográfica, a los pies de la elevación de las sierras de Tiros-Benquerencia. Y este hecho, el de la inmediatez de la Sierra, ha supuesto que la actividad humana haya tenido que interactuar muy estrechamente con la Naturaleza a lo largo del tiempo, lo que ha generado un “pasaje cultural” de una acusada personalidad, muy patente en el pasado en los planos económico, social, medioambiental, etc., pero que lamentablemente en la actualidad se muestra cada vez más desdibujado, perdiendo de vista esa riqueza cultural. Podría decirse que el pueblo vive “de espaldas” a sus sierras, lo que redunda en el abandono de un entorno privilegiado y el desconocimiento de los importantes recursos patrimoniales (históricos, arqueológicos, geológicos, antropológicos,…) que ésta posee. Por este motivo, conscientes del altísimo valor de estos recursos y el peligro y amenaza constantes de desaparición y expolio a que están expuestos, desde la Asociación para la Defensa del Patrimonio de La Serena Juan de Zúñiga se propone un proyecto integral de investigación y puesta en valor 18

de esa importante carga patrimonial que atesora la Sierra de Castuera. Se trata, en definitiva, de recuperar ese “paisaje cultural” para la ciudadanía: devolver a todos lo que es de todos.

SOBRE EL TERRENO: LA ACTUACIÓN EN UN PAISAJE CULTURAL “ENTRE SIERRAS” El proyecto plantea la consecución de unos objetivos generales, amplios y ambiciosos debido al importante volumen patrimonial a manejar, y para ello se ha desarrollado una propuesta metodológica, un modus operandi que pasa indiscutiblemente por una ejecución secuenciada y con gran variedad de enfoques. Además, todo ello debe ir aparejado a una escrupulosa programación y periodización, con un desarrollo lógico y coherente en el tiempo. El primero de los planos enunciados, relativo a los objetivos que se persiguen, se fundamenta en: 1) estudiar e interpretar la riqueza patrimonial, medioambiental e histórica del paisaje que rodea a la localidad de Castuera; 2) intervenir desde distintas disciplinas científicas en distintos puntos de interés de dicho entorno; 3) divulgar todas las actuaciones que se lleven a cabo desde cualquiera de las disciplinas científicas implicadas


A ntaño

en el Proyecto. Precisando un poco más los puntos indicados, decir que el entorno de Castuera está enclavado en una zona de frontera entre tres biotopos: el representativo de la propia Sierra, el semi-estepárico por el norte y al sur por la zona adehesada del Bercial. Precisamente, las Sierras de los Pinos y Las Pozatas configuran un espacio en el que se concentran magníficas muestras geológicas, etnográficas, arqueológicas, históricas, medioambientales y antropológicas. Así, podemos observar en un mismo entorno cómo conviven las huertas tradicionales serranas de resabio morisco con concentraciones de enebros, que crecen en

los farallones de la sierra, donde también es posible admirar muestras de fósiles marinos. Además estos crestones han sido aprovechados desde antiguo como cimiento y protección de los grupos humanos que habitaron estas sierras. En este sentido puede destacarse una larga serie de ocupaciones y fortificaciones que arrancan en el calcolítico, pasan por la edad del Bronce, la época romana y la andalusí. E incluso, también es posible interpretar este entorno como un “paisaje de guerra”, conservándose importantes restos del último conflicto bélico, desde trincheras a un campo de concentración de prisioneros. Todo ello en un radio de 1’5 km. 19


A ntaño

A tenor de esta complejidad y riqueza culturales, que obliga a contemplar la ejecución del proyecto desde multitud de ámbitos científicos, es indispensable una actuación interdisciplinar desde ámbitos tan diversos como la Historia, la Arqueología, la Antropología, la Geología, etc. En cuanto a la metodología, y la secuenciación de la misma, el primer paso para encarar el proyecto pasa de forma obligada por la recopilación sistemática de toda la información existente sobre dicho entorno y sobre la propia localidad de Castuera, presente en la bibliografía existente hasta el momento, documentación histórica y fuentes cartográficas (cartoteca histórica, vuelos aéreos, etc.). Teniendo en cuenta esta información se pro20

cedería a la segunda fase de trabajo, centrada en la valoración del Patrimonio Histórico y Arqueológico, mediante la realización de una prospección arqueológica. Esta intervención se desarrollará de forma sistemática en el entorno de estudio para valorar y catalogar todo el patrimonio arqueológico, histórico, artístico y etnográfico, y, ejecutada por un equipo integrado por un arqueólogo, un historiador y un número de estudiantes universitarios y/o voluntarios que podrá oscilar entre 6 y 12 personas. Los distintos hallazgos serán registrados con coordenadas UTM y situados en plano. De este trabajo se derivará el pertinente Informe Técnico de Prospección Arqueológica que incluirá todos los datos recogidos en campo, las fichas que


A ntaño se adjuntarán a la Carta Arqueológica de Extremadura, planos (realización de un SIG específico para el Proyecto), fotos, y una valoración global del trabajo y sus resultados. De dicha valoración se obtendrá una serie de conclusiones en cuanto a actuaciones concretas sobre el Patrimonio, o lo que es lo mismo, se obtendrá una visión global de los recursos patrimoniales con los que cuanta el entorno y de las condiciones de idoneidad de los mismos para actuar sobre ellos. No obstante, dada la monumentalidad de algunos elementos ya conocidos, se propone la realización de sondeos arqueológicos en tres yacimientos de altura localizados en la Sierra, cuya cultura material va desde la Prehistoria a la época andalusí pasando por la conquista romana. Por tanto, se obtendría así una lectura diacrónica de la evolución cultural de este espacio prácticamente hasta la Reconquista. Estos trabajos se llevarían a cabo mediante la modalidad de Curso de Arqueología para estudiantes de los

Grados de Historia y Arqueología en convenio con la Universidad de Extremadura. Finalmente, la última fase del trabajo se centra en la divulgación y difusión de los resultados obtenidos tras el trabajo de campo. Para ello se plantea la realización de Jornadas técnicas y de “Puertas Abiertas”, con explicaciones in situ, exposiciones temporales, realizaciones de cuadernos didácticos, charlas-coloquio, visitas guiadas,… Estas actuaciones, centradas en una primera temporada en el Patrimonio Histórico y Arqueológico, serán implementadas en temporadas sucesivas con actuaciones sobre Antropología y Etnografía, Geología, Medioambiente, etc., contando con la colaboración de Universidad de Extremadura, Asociación Geológica de Extremadura, Grupo de Estudio de Historia Contemporánea de Extremadura, Instituto Geológico y Minero de España.

A ntaño

Asociación para la Protección del Patrimonio de La Serena “Don Juan de Zúñiga” asociacionjuanzuniga@gmail.com

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Manuel Godoy

A ntaño

Jorge Soubrier, licenciado en Geología, Geotécnica, Hidrogeología y Minería. En 1973 se creó el Instituto en el pueblo, Castuera. Yo acababa de presentar la tesis de licenciatura y me ofrecieron ocupar la plaza de Ciencias Naturales. No era mi intención dedicarme a la enseñanza sino a la geología aplicada, pero me lo ponían tan fácil. Así, no tenía más que buscar. Me quedé ese curso 73-74. En tanto, José María Caballero le buscó un nombre, eso sí, sin consultar a Fernando VII ni a ningún otro Borbón, y…: Manuel Godoy, le pondremos Manuel Godoy. En los libros de historia no tenía buen cartel el Príncipe de la Paz, pero siempre he pensado mal de los libros de historia. El nombre fue aceptado. Cierto que un geólogo no es el más adecuado para escribir de este señor del que tanta gente ha opinado, pero me explico: hace muchos años, recién casado, me topé en casa de mi tío Carlos con la enciclopedia de Roque Barcia (1), un voluminoso diccionario meticulosamente elaborado por este autor y publicado a finales del siglo XIX. Abierto a voleo uno de sus cinco

volúmenes, me llevó a Godoy (MANUEL). Y, sorpresa, el tal Roque Barcia escribía bien de Manuel Godoy. Quien quiera que lea las páginas que tengo fotocopiadas, no verá en el extremeño a ese ser tan nefasto para la historia de España en el tránsito entre los siglos XVIII y XIX. Quien quiera que esas páginas lea no captará el espíritu corrosivo y embustero que, con tanta frecuencia, han utilizado y aún esgrimen muchos ‘historiadores’ de ese periodo tan desgraciado de nuestro país para denostar a este señor. Claro que Roque Barcia (1821-1885) era un recalcitrante republicano, poco amigo de los Borbones y mucho menos de Fernando VII. Es evidente que cada vez lo ponen mejor, más historiadores -menos manipulados- alaban su actividad como estadista de Carlos IV, al igual que ya hiciera este republicano que, les recuerdo, fue contemporáneo suyo.

El protagonista en versión de Goya, cuando era todopoderoso en España

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A ntaño Porque sí, Manuel Godoy y Álvarez de Faria, duque de la Alcudia, de Sueca y de Evoramonte, Grande de España de primera clase y con otros treinta títulos más, entre los que se le conoce en especial como Príncipe de la Paz, nació allá por 1767 y, según R. Barcia, no nació en Badajoz, sino en Castuera, este pueblo de La Serena que hoy es bastante más conocido por sus corderos, quesos y turrones y otrora (a principios del pasado siglo XX) por la minería del plomo. Manuel Godoy, al parecer simpático, educado, bien parecido y con seguridad muy avispado, dominó la Corte, la Política y la Hacienda de España durante tres lustros a caballo de los siglos XVIII y XIX, cuando tenía entre los juveniles 25 y hasta los 40 años de edad, al encariñarse con él Carlos IV y su esposa, Mª Luisa de Parma y cederle gran protagonismo y poderes para el gobierno del país. Este país, siempre ubérrimo en las altas esferas de incompetentes, incultos, ambiciosos y envidiosos, lo echó… como a tantos otros. -----------------(1) Roque Barcia (1879): “Diccionario General Etimológico de la Lengua Española. Barcelona. 5 volúmenes. Godoy (Manuel): 2º volumen, pp. 972-976. Un Borbón posterior, Fernando VII, hijo de aquéllos y representante de todos los adjetivos mencionados, a más de ‘deseado’, absolutista, manipulador, rastrero, feo y extraordinariamente pernicioso para España, le cogió ojeriza y no cesó de perseguirle. En la noche de San José de 1808 acontece el Motín de Aranjuez, del que Godoy salva la vida y escapa de milagro, para malvivirla desde entonces y hasta su muerte muchos años después, en 1851, en el destierro de Roma y París, cuarenta y tres años viviendo más cerca de miserias que de riqueza alguna. Como escribió Roque Barcia hace casi 150 años, “su último deseo de que sus restos mortales fuesen trasladados a su patria, tampoco se vio realizado” y en la “Isla de los españoles” de un cementerio parisino continúan hoy, en tanto no son reclamados por mis paisanos para ocupar un lugar de honor, quizá por que cuando mandaba -escribe R. Barcia- “mando acertadamente que los cementerios, hasta entonces en las iglesias, se construyesen extramuros de las poblacio-

nes, marchando medio siglo delante de su época”. En 1967, con motivo del bicentenario de su nacimiento, la ciudad de Badajoz puso una placa conmemorativa en su casa de la calle Melchor de Évora, sin siquiera dedicarle entonces la propia calle a quien -dicen- es su paisano. Su verdadero pueblo natal, Castuera (según cita R. Barcia, que fue -recuérdenlo- contemporáneo suyo, por más que se empeñen desde Badajoz) dio su nombre al Instituto de Bachillerato en 1973. En 1999 se celebraron también en Castuera unas Jornadas sobre Manuel Godoy, que continuaron en 2001 en Badajoz con motivo del 150 aniversario de su fallecimiento en París. Y eso ha sido casi todo, creo que bien poco. La historia de este personaje, tal como nos la transmite Barcia, no parece demasiado subjetiva, no irradia amor ni admiración ciega hacia Godoy, pero tampoco denota odio o desprecio. El republicano enciclopedista (contemporáneo de Manuel Godoy, vuelvo a insistir, que le dedica un texto bastante extenso en el contexto de un Diccionario Etimológico) se detiene en Godoy intentando ubicar al personaje en su sitio, evidentemente sin demasiado éxito, puesto que ha perdurado la campaña iniciada por “El Deseado”, hijo y sucesor en el trono de Carlos IV (si olvidamos el inciso de José Bonaparte/Pepe Botella), el peor de los monarcas que tuvo que sufrir este país… y ya hay para elegir. Miren ustedes, particularmente soy de la opinión de que lo más probable es que no hubiera profanación de tálamo nupcial ni cuernos en vinagre. Quizá se trató tan sólo de alguna esporádica ’ménage a trois’ sin más, muy en boga en Francia antes de su Revolución y especialmente entre los círculos cortesanos. Tal como actuó mientras pudo sobre España, unos 15 años, digo yo que habría sido magnífico para nuestro país si Fernando VII hubiera interrumpido su ciclo vital jovencito y este otro personaje hubiera proseguido ostentando el poder en vez de malvivir en el extranjero. Pero esa es otra historia, historia virtual que, si hubiera sido real, ni Alfonso XIII ni Franco hubieran existido, ni Adolfo Suárez o la Pasionaria hubieran pasado a la historia, ni Joaquín Sabina ni yo estaríamos aquí. Ya saben: el efecto mariposa. 23


A ntaño La Estación de Ferrocarril de Castuera José Jerónimo Rodríguez Carrasco. Licenciado en Historia. Asociación Cultural “Fuente Albalá” de Malpartida de la Serena. El ojo del ciclope mecánico se abría paso con su haz luminoso en medio de la oscuridad cerrada de la noche. Todavía colgaban algunas estrellas del techo celeste, impenetrable y negro. Mientras, los rutilantes reflejos del faro se hacían más intensos en los raíles a medida que avanzaba con su imponente figura la máquina metálica y aumentaba en intensidad el relincho de los muchos caballos de acero que había dentro de la locomotora. Su presencia se había hecho notar tras aparecer, de súbito, doblando una curva y pasar por debajo del puente de la carretera que va hacia La Siberia. Llegaba a la estación de Castuera el tren. Procedía del Este. Unas veces era el largo “Tren Correo”, que venía de Madrid o Barcelona con media hora de retraso o más, y otras era el corto “Ferrobús”, de tan solo dos vagones, que había salido de la cercana estación de Cabeza del Buey…Eran los trenes de mi infancia, los que tomaba con mis padres, Enrique y Francisca, y mis hermanos, “Enriquito” e Inmaculada, para ir a Badajoz, nuestra estación de llegada. Poco tiempo antes se había activado la alarma de un paso a nivel con barreras en un camino cercano.

Sabina Hidalgo y sus amigas en la estación del tren.

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Entretanto, en el vestíbulo de la estación, sentados en un banco podíamos observar las ráfagas de luz de los coches que se aproximaban tras la rendija de la puerta que daba hacia la carretera. Estos automóviles, cuyo ruido cortaba el silencio de la noche, traían a los escasos viajeros que a esas horas intempestivas de la madrugada venían a montarse en esos trenes que recuerdo pasaban entre las cinco y media y las seis y media de la mañana. El tiempo de la espera, marcado por ese gran reloj antiguo de dos caras en la zona de los andenes, pasaba lento. Allí en medio de las baldosas se levantaban algunos viejos árboles con plantas de periquitos en su base–ya desaparecidos-, testigos mudos de innumerables despedidas, de los que partían, y del regocijo de los que llegaban. A veces, se veían en la lejanía los ojos brillantes de algunos gatos que cruzaban rápidos las vías antes de esconderse en algún parapeto de los muchos que albergaban los alrededores de este lugar. Mientras, el Jefe de Estación se afanaba en su función de guardagujas para activar las palancas que hacían que se desviase hacia una vía distinta algún tren que se cruzara en sentido contrario.

María Morillo Atalaya con una amiga en la estación del tren.


A ntaño Casi una hora antes de la salida del tren que nos llevaría a la capital provincial tomábamos un taxi para desplazarnos desde Malpartida de La Serena, nuestro pueblo, hasta la estación de Castuera, distante una docena de kilómetros. Previamente, con varios días de antelación, mi padre había avisado a alguno de los taxistas de la zona para conducirnos hasta allí, bien a Victoriano García, malpartideño, con su antiguo “1500” marrón, matrícula de San Sebastián, bien a Ricardo, de Zalamea, con su “131”. En el trayecto echábamos de 15 a 20 minutos. El acceso a Castuera lo hacíamos por la travesía de la carretera comarcal 513 hasta una desviación a la izquierda que conducía hasta el parque de la ermita de Santa Ana para luego tomar la larga avenida que terminaba en la estación de ferrocarril, distante varios kilómetros de la población. Un doble bocinazo, el grave y potente de la locomotora y el agudo y más leve del Jefe de Estación, indicaban la puesta en marcha del tren. Atrás iba quedando la imagen cada vez más diminuta del uniformado ferroviario con una bandera roja enrollada en la mano.

en raras ocasiones, en alguno de los apeaderos, entonces ya en desuso y casi abandonados, como el de Quintana de La Serena. Muchos años después, ya de mayor, me enteraría que el general Luxán quien le daba nombre a la avenida de la estación no era otro que Francisco Luján, el célebre personaje de origen castuerano y ministro de Fomento en el siglo XIX, que contribuyó a hacer posible la llegada del tren a estas tierras serenenses. Ahora, en este año 2016, se cumplen 150 años desde la inauguración de la estación de Castuera hacia 1866, y esperemos que todavía acoja durante largo tiempo la entrada y salida de numerosos trenes. Como broche de cierre, sirva también este artículo para sumar esta pequeña voz escrita al coro general de reivindicaciones, que está clamando por una mejora de las infraestructuras ferroviarias en Extremadura.

Para alcanzar los 156 kilómetros y los 18 apeaderos o estaciones que nos separaban de nuestro destino, Badajoz, el tren empleaba tres horas. El convoy, como si fuera un lento reptil, iba desplazándose sobre las ondulantes vías y se detenía en todas las estaciones: Campanario, Magacela, Villanueva de La Serena…, y,

Estación de Ferrocarril de Castuera en la actualidad.

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A ntaño Heráldica en la Villa de Castuera

Escudo en fachada de Gabriel y Galán, nº 11 Luis Vicente Pelegrí Pedrosa. Doctor en Historia.

Dibujo de Cándido Sánchez García.

Volvemos sobre este escudo que ya tratamos en otro número de Antaño (Nº 4). Ahora podemos afirmar con certeza a qué apellido corresponde y tener incluso una idea de los colores ideales de cada cuartel: primero y cuarto, en oro –fondo amarillo- una cruz floretada de gules –rojo-; 2º y 3º, a la inversa, en gules un castillo de oro. A pesar de que la cruz floreteada adopta la forma de la cruz de Alcántara, se trata de uno de los apellidos hidalgos más antiguos de Castuera: Fernández Daza. Estos mismos motivos se repiten en el escudo de la casa del marqués de la Encomienda, -Calle Díaz de Villar, que pertenece aún a esta familia de origen castuerano. La talla, como es usual en los escudos de esta villa, es de estilo barroco, con adornos florales y de lambrequines. La fachada pertenece al modelo que ya definimos 26

hace muchos años como de portada y bandas de cantería, propio de la arquitectura tradicional de la Serena, de moda en los siglos XVI al XVIII, y que dan personalidad a nuestros cascos históricos, a pesar de los muchos ejemplos que se han perdido en nuestro pueblo en las últimas décadas, ante la desidia cómplice de las instituciones que deberían de haber velado por mantener estas señas de identidad de nuestro patrimonio histórico, no sólo mediante regulaciones sino también mediante incentivos. Aún estamos a tiempo de cambiar de políticas. Afortunadamente, los elementos de cantería de esta fachada, como de otras no menos meritorias, se encuentran ya protegidos por el PGOU recientemente aprobado. En este caso incluso por prescripciones de la Junta de Extremadura.


A ntaño Gastronomía Típica

Cazando por Extremadura Juan Pedro Plaza Carabantes. Miembro de la Federación Española de Periodismo y Escritores de Turismo (FEPET)

Cazar en Extremadura es una importante forma de ocio, negocio y turismo; por lo que, furtiveando y ramoneando por el monte de las palabras de los demás, tomo mi plumífera arma y escribiré, desde mi sillón, sobre los aspectos turísticos de la caza en Extremadura. La caza tiene en nuestra Región una tradición secular que se pierde en la noche de los tiempos; que ha pervivido en armonía con otros aprovechamientos compatibles con la conservación del medio ambiente, como la agricultura y la ganadería extensiva. Tierras fértiles de clara vocación agrícola donde se siembran miles de hectáreas de cereales, donde abunda la perdiz y la liebre; extensos pagos de viñedos y olivares, con el zorzal como protagonista; grandes penillanuras donde la ganadería extensiva aprovecha los ricos pastos y en los que encuentra un lugar idóneo la perdiz, el conejo y la liebre; dehesas de encinas y alcornoques, que producen buenas hierbas y nutritivas bellotas, especialmente atractivas para las palomas torcaces, en invierno, y dan protección a las tórtolas en verano. Toda esta diversidad hace posible que las especies de caza menor encuentren comida y refugio suficiente; y la caza mayor, con la montería como modalidad mas extendida, en lugares de gran valor paisajístico, conforman el importante elenco cinegético extremeño. Ahora que se ha abierto la veda. Ahora que es época. Ahora que breñas, dehesas, sierras, montañas, alcores, desfiladeros..., gracias a las primeras lluvias del otoño, tras un largo y seco verano, se visten con una amplia gama de verdes que

acallan falsos tópicos de sequía, colores pardos y secos de nuestra Región, el último paraíso. Tras la floja temporada pasada, dicen los cazadores que, este año, las especies cinegéticas se han reproducido con éxito; y el campo, otoñado en todo su esplendor, estará listo para recibir a los cazadores; para alegría de ellos y de muchos de nosotros en la mesa, el último lance de un día de caza. La caza genera una enorme riqueza en nuestra Región, además de darla a conocer entre los que vienen a cazar. Por nuestras especiales y maravillosas condiciones bioecológicas, auténtico paraíso cinegético de caza mayor y menor; con problemas, sin duda, quién está libre de ellos; con una nueva ley de caza que empieza su andadura; con unas posibilidades turísticas al alza, aunque no suficientemente aprovechadas todavía, al menos en ciertos mercados emisores. Cazar en Extremadura tiene una profunda y larga tradición e historia; presente en pinturas y grabados rupestres, de gran belleza y precisión en la descripción de la fauna paleolítica, fruto del agudo sentido de la observación del cazador; en el “Libro del Arte de Cetrería” del llerenense D. Luis de Zapata; o en el “Libro de la Montería” de Alfonso XI, en el que aparecen los grandes espacios cinegéticos extremeños, como son las comarcas de la Sierra de Gata y Hurdes, las altas sierras de Gredos; las últimas estribaciones de los Montes de Toledo; las míticas “Sierras de San Pedro”, “ La Liberia” o la “Campiña Sur” para la gran caza mayor, sin olvidar las “Sierras de Jerez”, en el suroeste de la provincia de Badajoz. 27

A


A ntaño Según mis informadores y expertos cazadores la perdiz, la reina de la caza menor, ha criado muy bien gracias a la primavera pasada; en la que si no llovió en demasía, lo hizo muy bien, como si estuviera programada por control remoto. El conejo sigue siendo deficitario en numerosas zonas y salvo raras excepciones, poco abundante; aunque la liebre está al alza. Codornices, palomas torcaces, zorzales, tórtolas… por los mismos atenores. En cuanto a la caza mayor, todas las especies siguen aumentando de forma generalizada: Corzos, venados y jabalíes, especies estrellas de nuestros montes, tienen todo a su favor, por ser una caza reglada y unos espacios cada vez mas grandes, por el abandono del campo en algunas zonas.

Si no tiene tiempo, si no le gusta o sabe cocinar cualquier cosa, no se preocupe; porque otros lo harán por y para nosotros. Disfrutaremos, seguro, con el festival de sensaciones gustativas, de texturas y aromas de las carnes de caza, y de los acompañamientos ideales para sus guisos: especias, hortalizas, vinos, licores, frutas y frutos secos: En estos momentos, son muchos los restaurantes que organizan jornadas gastronómicas temáticas dedicadas a la caza, mayor y menor, a lo largo y ancho de nuestra extensa geografía nacional; ofreciendo platos muy bien elaborados, a pesar de las dificultades que ofrece cocinar la caza, porque cada especie necesita una preparación y elaboración diferente, por la textura muscular de cada uno de las partes de los animales cinegéticos que campean por nuestra dilatada geografía.

Octubre de 2016

Todo está, por lo tanto, preparado para la actual temporada de caza en Extremadura. Y eso lo saben los buenos aficionados, los de aquí y los que van a venir a cazar en cualquiera de los grandes espacios cinegéticos regionales.. Buenas, y mas, autovías, carreteras y caminos; acogedores hoteles, hostales y casas de turismo rural; sabrosos restaurantes y mesones; cómodo aeropuerto; líneas de autobuses abundantes; gasolineras, armerías, tiendas especializadas; rehalas, perros y perreros; empresas organizadoras, cotos, reservas de caza; ojeadores, veterinarios, furtivos, seprona, buenos precios, abundancia de caza... Huele a monte mojado; huele a “taco” en el cortijo; huele a aromas de cocina de campo; huele a aromas de cocina en mesones, bares y restaurantes extremeños... que elaboran una cocina sabrosa, llena de matices, de unas carnes salvajes ecológicas y galopeadas en el campo, con sabor a monte, a jara, a tomillo, a aires limpios y aguas cristalinas. Manolo “Chicha”, cazando con su perro

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A ntaño Oficios de una vida

Magisterio en Castuera Antonio Jesús Alonso Romero. Licenciado en Filosofía. La mujer con delantal blanco que se sienta a la derecha de sesenta y dos niños de ambos sexos, fue —y lo sigue siendo—mi madre. Se llamaba Tomasa Romero Pérez, y aunaba en sí dos reconocidos apodos en el día a día de Castuera: por línea paterna pertenecía a los Gabrielitos, extendidos hoy por toda España, y por la materna a los Careto, que aunque más reducidos no son por ello menos recordados en el pueblo. Para todos, conocida como Tomasita del Careto, nació hija póstuma, aunque, tal vez para compensar un tanto ese lastre, lo hizo con el cielo como techo. Sí, en una de las curvas del camino que conducía de la huerta de su abuela —Madre Teresa--, mi abuela Remedios se dejó caer de la burra y, arrellanándose como pudo en la cuneta, la echó al mundo. Es obvio que la lectura de “La nacencia” le procurase siempre una particular sonrisa. Llegó, pues, al pueblo nacida. Y llegó a él para disfrutarlo, amarlo e inculcárselo a sus hijos con tanta fuerza como para que yo, ahora, haga lo que estoy haciendo. Por cierto, a propósito de su padre —Tomás Romero Rodríguez--, me decía que nunca notó su falta, dado lo querida que siempre se sintió por todos los que la rodeaban; y que hablando con su madre, mientras contemplaban la fotografía militar, aprendió que la dulzura era su cualidad más inmediata. Nunca olvidaría a su primera maestra —Dña. Esperanza—que, cargada de hijos pequeños, llegó de Castilla al pueblo a hacerse cargo de otro rebaño más. De ésta, logró ser alumna a capa y espada, enfrentándose, pequeñita, a madre y maestra que por diferentes razones le proponían otra escuela y maestra. Pero no, lo tenía tan claro que no hubo arreglo posible, gracias a lo cual llegó a disfrutarla toda su niñez hasta su traslado a otro destino, en que la ayudó con sus hijos y con los bultos de mudanza. Mas quien marcaría su derrotero pedagógico, ya adolescente, fue otra maestra. Se trataba de Dña. María Granero, la cual llegó a decirle a su madre y a su abuela —Teresa Nogales Hidalgo— que “se quedaran

sin camisa para darle estudios a Tomasita” (sic). En los primeros años treinta, aquella familia hortelana se embarcó en esa aventura. Tres hermanos se afanaron como leones para que su hermana llegase a ser maestra nacional, según la terminología de la época. Y si el mayor posponía su boda, el más pequeño, ya sargento y con el ingreso aprobado en la Escuela Normal y la posibilidad de continuar estudiando si se enrolaba en el Ejército, hubo de volver al pueblo ante la falta que sus brazos hacían en la casa. Tres hermanos, Antonio, Luis y Manolito, siempre en pro de la niña: su Tomasita. Guiada y supervisada de cerca por Dña. María y su marido, preparaba y superaba exámenes, que la iban aproximando al sueño propio y de toda su familia. Si su abuela, pese a calcular en reales con suma facilidad, era analfabeta, su madre se prometería a sí misma, lográndolo, que nadie le escribiría las cartas a su novio Gabrielito en su largo periplo militar. Y ella, la nieta, con espectacular caligrafía, destacaba además en Historia y Labores. Todo rebozado con una memoria inusitada y una conversación sugestiva, cualidades que tanto benefician a quien se dedica a la enseñanza. Fue en su último año de carrera cuando, siempre apoyada por Dña. María, ya residente en Badajoz, la familia llegó a cuestionarse la necesidad de su traslado a esa ciudad. Se alojaría en la calle Prim, número 11, domicilio particular de la que desde un principio, y sin descanso, se había constituido en su mentora. Pero no fue posible. El curso comenzó con la muerte de su león mayor, el cual, por cierto, murió soltero; prosiguiendo con la ruptura sangrienta de España en dos, que sólo los que la sufrieron en propia piel, y aún viven, podrían calibrar mejor que nadie lo fatídico de aquella guerra y lo lastimoso de su personal mala suerte. Porque una guerra civil la pierden siempre todos. Así, Badajoz se vería sustituido por la huerta refugio de la abuela Careta y la Escuela Normal de Magiste29


A ntaño rio por una habitación de adobe y cañizo, en donde Tomasita, ya de luto para siempre, reunía a los niños de las huertas aledañas que, como ella y su familia habían dejado el pueblo huyendo de bombardeos y ametrallamientos. Pagos en especie -- unos huevos, unas habas o un quesito de nazurón-- a esa mujer que inculcaba amor, respeto y fe tras las cuentas o el dictado. Y de esta manera, entre las horriblemente lógicas muertes y locuras, pasaron esos años que nos siguen lacerando a todos los que no queremos olvidar, para que no vuelva a ocurrir nunca otra catástrofe de esa índole. Ya sin madre y sin dos de sus hermanos, y sin maestras el pueblo de Castuera, regresó a la calle de Eras con su abuela y su “tita” Inés y abrió escuela en los altos de la casa del Moreno, lugar en cuya terraza se sitúa la foto desde la que tantos ojos nos contemplan. Año cuarenta, y uno, y dos, y ninguno más porque ocurrieron dos cosas, una en el pueblo y otra en la vida de Tomasita. De un lado, ya suficientemente fortalecido el nuevo régimen, llegaron maestras tituladas al pueblo; de otro, también llegó al pueblo un aparejador de Madrid, que habiendo elegido entre Navarra y Extremadura, le hizo tilín a la señorita del delantal blanco. Cerró, pues, la escuela que para sobrevivir había abierto y, casándose en Madrid, pasó

a dedicarse con el mismo empeño a su marido y a los dos hijos que después fuimos viniendo. Con una niña en brazos, deambuló de Peraleda del Zaucejo a Zarzacapilla, de Granja de Torrehermosa a Cabeza del Buey, de Puebla de la Calzada a.... en esos terribles años cuarenta en que los pueblos de la bolsa de Extremadura —los de dentro y los de fuera—estaban sin luz, con agua escasa, y siendo pasto tanto de los maquis como del cacique de turno. Porque después de la guerra, había llegado la victoria con su verdadera cara y con su penosa cruz. Es de recibo que, como colofón a su carrera pedagógica, esa hija saltibanqui de Tomasita consiguiera por su personal esfuerzo, y, desde luego, por todo lo que de ella aprendió, ser maestra nacional con, tan sólo, dieciocho añitos recién cumplidos. Lo cual sería motivó de equívoco para algunos inspectores que visitaron sus escuelas en Castuera y en La Nava. Agradezco mucho a “Antaño” la oportunidad que me ofrece no de hablar de mi madre, mujer de Castuera, sino de poder disfrutarlo en una revista tan “pueblerina” y tan nuestra. Pero agradezco aún más a personas como Carolina Pino González y Aurea Pulgar del Pozo mis conversaciones con ellas, gracias a las cuales mi orgullo de hijo no encuentra límites.

Tomasa Romero Pérez con sus 62 alumnos.

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A ntaño Historia de los Abuelos

Un Castuerano en Nueva York, Años 20. Salvador Alfaro Morillo (1888-1972) Luis Vicente Pelegrí Pedrosa. Doctor en Historia.

Un día de 1921. Puerto de Málaga. Un castuerano embarca en el “Panay”. Ligero de equipaje, pero con una maleta llena de ilusión, juventud y proyectos en busca del sueño americano. Mientras que la mayoría de los emigrantes españoles en aquellas fechas se dirigía a Argentina, Venezuela, o a la entonces próspera isla de Cuba, nuestro protagonista, Salvador Alfaro, escogió el menos fácil pero interesante destino de Nueva York. Deseoso de conocer mundo, aprender, prosperar y retornar pronto a su tierra para volcar en ella lo adquirido fuera, como han hecho cientos de extremeños a lo largo de nuestra historia. Salvador fue pionero en un destino que siguieron otros paisanos. Mejorar la economía familiar y buscar nuevas oportunidades eran las causas principales para emigrar. En el caso de Salvador pesaba más la segunda. En su casa había una posición económica desahogada, gracias al trabajo del padre, Mauricio Alfaro, riojano de origen, vendedor de seguros de incendios que, ampliando mercado, llegó a Castuera en la década de 1880. La población, que se acercaba a los 8.000 habitantes, vivía el ciclo de expansión industrial y demográfica que arrancó en 1866 con la llegada del ferrocarril y se extendió hasta la crisis económica y política de la década de 1930. En aquella época Castuera era más lugar de atracción que de emigración. No faltaba el trabajo en minas, telares, fábricas de tinajas... que producían para exportar. Pero no fue sólo aquello lo que fijó aquí el negocio de Alfaro, una castuerana, Manuela Morillo, con quién se casó, puso el resto. No sólo sacaron adelante a sus hijos sino que también dieron cabida en su casa a los sobrinos de Manuela, como un puñado de hijos más.

Manuela Morillo y Salvador Alfaro.

Mauricio, con espíritu empresarial, dio un giro a su actividad. Ducho en el arte de la madera y la ebanistería, decidió pasarla de afición a oficio. Con ayuda de sus hijos, entre ellos Salvador, fabricaron ataúdes, -el trabajo incluía amortajar al difunto-. La mal llamada gripe española que asolaba Europa –causó casi tantas víctimas como la Gran Guerra-, disparó tristemente la clientela. A pesar del próspero negocio familiar, Salvador quiso ensanchar horizontes. Con los ahorros de aquellos años emprendió la aventura americana. El coste del pasaje y la provisión de un mínimo para comenzar una nueva vida al otro lado del Atlántico no estaban al alcance de cualquiera. Acabada la travesía del Atlántico, Ellis Island era el primer destino provisional. Escala obligada de los inmigrantes antes de entrar en el país, hasta cumplir un periodo de cuarentena para prevenir epidemias, sobre todo la citada gripe y, de paso, arreglar papeles y permisos. Estados Unidos 31


A ntaño estaba en la vanguardia de la Segunda Revolución Industrial. Eran los felices años 20. Ni de lejos se atisban los nubarrones del Crack del 29’y la Gran Depresión, la primera gran crisis global del siglo XX. Las comodidades que, décadas antes, se antojaban lujos, son ahora alcanzables a una masa de clase media trabajadora con futuro. El trabajador convertido en consumidor. El automóvil es el símbolo de la fe en el progreso tecnológico y resumen de los nuevos materiales, carburantes y formas de organización de la nueva era. Las grandes empresas del sector favorecen que sus trabajadores los adquieran, incluso como adelanto de salario ¿qué mejor publicidad de marca? Salvador fue uno de estos aventajados empleados. Trabajó en una cadena de montaje. Consiguió un preciado carnet de conducir y se puso al día en adelantos técnicos, no sólo de mecánica sino también de otros oficios. Salvador disfrutó el auge vital de Nueva York en los primeros años 20’: los cabarets, teatros, cines, primeras estrellas de cine, las vanguardias de moda y, posiblemente, los garitos clandestinos donde se burlaba la Ley Seca que hizo el negocio de la Mafia. Los electrodomésticos se venden en grandes almacenes y hacen la vida más fácil. Una gran nación con proyecto, inmersa en su Destino Manifiesto que la estaba convirtiendo en la primera potencia industrial y tecnológica, tras el suicidio de Europa en la Primera Guerra Mundial. Capaz de

Carnet de Conducir

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integrar a todo aquél que, respetando las reglas del juego, quisiera sumarse a la gran expansión, mientras aquella durase. Los rascacielos compiten en altura. Eran años de vivir intenso y deprisa: la velocidad era sinónimo de belleza en sí misma para la poesía futurista. –“una motocicleta a toda velocidad es más bella que la escultura griega” (Marinetti)Todo un Nuevo Mundo. Pero a ocho mil kilómetros de distancia, en Castuera, había poderosas razones para volver. Una familia y, sobre todo, el amor de una prometida: Ana Bravo Peña. La moza era de buena familia, como se decía entonces, y con buena dote. Y ella buscó a Salvador una oportunidad laboral que no podía dejar pasar: trabajar como chófer de doña María Gironza –de soltera: María de la Cueva y Godoy, casada con Luis Gironza y Cáceres-, destacada propietaria. Las fincas por visitar y administrar eran numerosas, y doña María no era una terrateniente absentista al uso, que se limitase a esperar las rentas en su casa –vivía en la mansión de la C/ Corredera, cedida hoy día por sus herederos como Residencia para la Tercera Edad-. Deseosa de controlar y gestionar directamente su cuantioso patrimonio, necesitaba un chófer y persona de confianza a quien delegar parte del trabajo. Salvador Alfaro era la persona adecuada. De vuelta traía un carnet de conducir y una colección de herramientas de vanguardia: una cortadora

Pasaporte


A ntaño de cristal, juegos de llaves y destornilladores de estrella, un abecedario para marcar y personalizar vajillas de plata –imprescindible para prevenir la tuberculosis, aún temida en aquellos años previos a la penicilina-. Un verdadero capital que en unas manos hábiles, como las suyas, podía asegurar el porvenir de una familia. Además de un caudal intangible: las experiencias vividas y los conocimientos adquiridos. Tan contenta estaba la patrona con su empleado que, como ajuar, le regaló un lote de caoba. Con sus conocimientos de ebanistería, Salvador convirtió la dura madera en un dormitorio que hoy conservan sus nietos. A pesar de las desigualdades, las relaciones en una economía agraria y ganadera tradicional, como era Castuera en la segunda mitad de los años 20, aún se basaban en la confianza entre familias. Todavía no se veían venir los duros años de conflicto, violencia y enfrentamientos clasistas que esperaban a la vuelta de la esquina..

una década. Su primo, Eusebio Cabanillas, afiliado al Partido Comunista, lo sacó del grupo. Fue uno de los niños que, como hermanos, se habían criado en su casa. –Según su hijo, Salvador, incluso fue obligado a conducir la camioneta-. Verse implicado involuntariamente en aquel episodio no le impidió años después trabajar para Regiones Devastadas, en la empresa pública de reconstrucción de posguerra. Fuera como fuera, se trataba de un acontecimiento capaz de marcar trágicamente la vida de una persona de bien. Lejos quedaban los felices 20’ en Nueva York, cuando la fe ciega en la tecnología y la prosperidad imparable, parecían una nueva religión de la modernidad.

Alfaro convalidó el carnet de conducir en España, en la Real Escuela de Automovilismo, en Madrid, y obtuvo licencia de chófer que incluía parte del equipo profesional: chaqueta de cuero y gorro de charol. Alfaro adquirió para su jefa un imponente vehículo Citröen. Tan amplio que delante de los sillones traseros cabían una silla y un catre. Allí viajaban los niños y los criados. En Castuera, en aquellos años, era todo un acontecimiento ver un automóvil. Sólo unos pocos aventajados sabían conducirlos. Pocas décadas antes, algunos galenos discutían aún si era o no perjudicial para los órganos internos la aceleración que provocaban estos ingenios. Alfaro iniciaba una saga de chóferes y taxistas que continuó su hijo mayor, José María. Paradojas de la vida, Alfaro estuvo apunto de ver su último día tras bajar de una camioneta, junto a un nutrido grupo de vecinos y amigos. Era el 25 de julio de 1936, día de los fusilamientos del Arenal, sin ningún tipo de juicio o causa previa. Comenzaba la espiral de represión y odios que, bajo la excusa de una guerra y su posguerra, azotó Castuera por

Reloj fabricado por Salvador Alfaro. * Fotos cedidas por Mauricio y José Vicente Alfaro.

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A ntaño Heráldica en la Villa de Castuera

Los Guisado

Casi 90 años en el sector de la carpintería y tres generaciones de esta familia de Castuera, dedicándose a la carpintería, fabricación y venta de muebles. María José Hidalgo de Morillo. Coordinadora Cultural.

Muebles Guisado, puede considerarse un estableci-

José el de la Brisa (Que luego dirigiría la fábri-

miento con solera, pero para que sea considerado

ca Muebles. Castúo), Antolín, Juan María, Diego del

como uno de los inolvidables, nada mejor que dar a conocer su historia y la dimensión que ocupó en

Pozo, José Chamizo, Eugenio López… Todos afanados en la febril fabricación de alcobas, comedores

la vida de Castuera y su comarca. Y ¿Quién mejor para contarla que algunos de sus protagonistas?

y todo tipo de muebles que los novios, previamente a la celebración de sus bodas, iban encargando

Ellos son Paco Guisado Tena y su hijo Francisco Guisado Ruiz.

con tan sólo dos meses de antelación y elegidos por un catálogo con láminas que Francisco Guisado les mostraba. La madera que se utilizaba gene-

Todo comenzó con otro Francisco, Guisado Cáceres, el abuelo. Corría el año 1930 y estaba en plena juventud, 20 añitos. Era un chico inteligente y emprendedor. Se había formado en el oficio trabajando desde niño como aprendiz en la acreditada “Carpintería Mendoza” de Castuera que regentaba magistralmente Manuel Antonio Mendoza Fernández. Eran tiempos en los que casi todo se fabricaba en una carpintería y no había demasiadas en el pueblo por lo que Francisco Guisado, decide emanciparse de su maestro y abrir una propia. Lo hizo en un local familiar en la Calle Pilar, en frente de donde vivía con sus padres.

ralmente era de Haya y Abedul para mobiliario y Nogal para puertas. Los tableros llegaban por tren o en camiones procedentes, normalmente, desde un almacén de Mérida que los tenía de importación. También les suministraban maderas almacenes más pequeños que existían en el propio Castuera como el de “Antoñito de Enemesio” y el de “José de las Gasiosas”.

El trabajo en una carpintería requiere más de una persona y más en aquellos años en los que era todo artesano por lo cual pasaron por allí, como ayudantes, siendo muy jóvenes: Natalio, Habas, 34

Los hijos de Paco Guisado Cáceres y otros aprendices, fabricando vino casero en el patio de la carpintería.


A ntaño Los encargos se multiplicaban, fabricando toda la portería de casas nuevas y las estanterías para bares y comercios como por ejemplo el de Modesto Cáceres (actual Comercio de Juan Cabanillas) por decir alguno. Tal volumen de trabajo, hizo que Francisco se la jugara comprando una “máquina combinada”. Esta valiosa máquina hacía molduras y escopladuras; cepillaba y cortaba, una maravilla que al ser la primera que hubo en Castuera hizo peregrinar hasta ella, a otros carpinteros de la localidad que le solicitaban a Francisco su aprovechamiento. Todo iba “viento en popa” cuando en Julio del 36 estalló la Guerra Civil española. Fue como un telón que cierra una función teatral… En esos años de conflicto bélico, no hubo ningún encargo de muebles, ni puertas, ni estanterías… todo quedó suspendido… Tampoco llegaban tablones en camiones. Francisco, sólo fabricaba utensilios y enseres de primera necesidad (paneros, batideros, recogedores, artesas, jaulones…) y aprovechando cajones en los que venía el tabaco por ejemplo, que lo de reciclar, reutilizar y reducir no es cosa tan nueva… Terminada la contienda fratricida, el telón del teatro comenzó a correrse de nuevo y fue descubriendo poco a poco, la normalidad de la vida. Francisco Guisado Cáceres restablece su actividad de carpintero, es lo que se le da bien, e inicia una nueva etapa en la que además, contrae matrimonio con Manuela Tena Morillo, una bella mujer de Castuera con quien tuvo cuatro hijos varones, aunque uno de ellos solo alcanzó los dos meses de vida. Los otros

Manuesla Tena Morillo y Paco Guisado Cáceres con sus hijos

tres: Juan, Carlos y Paco, desde niños, se enredan en la carpintería ayudando a su padre, adquiriendo vocación y afición. Así fueron “colgando” los estudios, uno a uno y entrando a trabajar muy jóvenes en el mismo oficio que su padre. Esta era la fuerza que Francisco Guisado necesitaba, con la que logró una gran empresa familiar en la que los trabajos comenzaron a bullir de nuevo. En esta nueva etapa la carpintería se ubica en la Calle Iglesia, a medida que van creciendo, los hijos de Paco Guisado van cogiendo el relevo y continúan con la empresa, realizando grandes encargos: todas las puertas del Colegio Tena Artigas, del Instituto Manuel Godoy, de casas grades como la del Farmacéutico “Tena Dávila”… etc. Esto les exige contratar ayudantes. Pasando por allí, jóvenes de Castuera como: Gaspar López, Manuel Sánchez Martín, Amalio López (Porri), Juan Fernández, Benito Holguín, Guillermo Sánchez, Antonio Galán, Manuel 35


A ntaño chísimo en los pueblos de alrededor: Monterrubio, Quintana, El Valle, La Higuera... Paralelamente a su vida laboral a los Hnos. Guisado, le acontecieron los hechos “normales” en la vida personal: sus noviazgos, sus bodas, la paternidad… Y aquí queríamos llegar, a sus hijos, porque los de Carlos y uno de los de Paco, también han querido seguir en esta honorable profesión. Ahora Los hiijos de Paco Guisado Cáceres, aprendices y empleados.

Romero, Antonio Fernández (Nana)… etc. muchos siguieron luego trabajando en esta actividad por su cuenta. Francisco Guisado Cáceres vivió hasta 1988 y hasta dos meses antes, estuvo en la carpintería creando útiles para que las personas de este pueblo tuvieran una vida más feliz.

corren otros tiempos así que además de mantener la carpintería, han abierto sus propias tiendas en la Calle Cervantes de Castuera, en las que venden todo tipo de muebles, colchonería y decoración. Francisco Guisado Ruiz, nos dice que ahora lo más demandado son los muebles de cocina y los armarios empotrados… Y así, de la manera que os he contado, las tres generaciones de carpinteros, dejando a su paso, un

Los Hermanos Guisado, siguieron trabajando unidos con buen éxito en su profesión… de lo que he-

trabajo bien hecho, han conseguido que los Muebles Guisado, sea hoy, una firma con solera en el

mos dado y damos, buena fe los que aquí vivimos y quienes nos visitan, rodeados de sus creaciones en lugares tan placenteros como: El Mesón, Cafetería Paraíso II, Los Naranjos, Pub Astor, La Esquina, El Yubels, El Alba, La 3JL, Las Cuevas, El Tena, El Plaza, El Moreno, La piscina... Y sin querer decir la gran cantidad de puertas de calle, balaustradas de escaleras… etcétera, que han salido de sus manos. Trabajando también, mu-

pueblo, muy conocida en toda la comarca y perdurable.

Paco Guisado Tena con sus amigos de Castuera en una boda.

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A ntaño Curiosidades y Anécdotas de Castuera

Patios, Limoneros y Naranjos

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla y un huerto claro donde madura el limonero...” Antonio Machado

César Velasco Morillo. Licenciado en Historia y Geografía. Director del Museo Pérez Comendador Leraux. “El hábitat es un espacio existencial que se concreta en la casa ”(Norberg-Schulz); “Una de las grandes fuerzas integrantes de la vida del hombre” (Bachelard). Pierre Georges definió la arquitectura popular, y por ende la casa, como un “producto de la tierra, del medio natural y de la estructura social”. Romanos y árabes adaptaron la tipología de las casas a la climatología seca y calurosa de muchas de nuestras regiones del Sur peninsular, y organizaron la vivienda, la casa, en torno a un patio con un pozo que recoge las aguas de lluvia, de aquí una de las razones de que en nuestros pueblos muchas de las cubiertas a dos aguas no fueran iguales, sino mayor el tejado que daba aguas al patio. En ocasiones el pozo además de aljibe recibe las aguas de manantiales localizados, en nuestro caso, en las proximidades de los crestones de cuarcita de las sierras de las Pozatas y los Pinos.

cocina grande con una chimenea en el suelo. En el patio, al que dan las ventanas y puertas de acceso, pozo naranjo o limonero. Caí entonces en la cuenta, cuantos patios, cuantos pozos, cuantos limoneros y naranjos en las casas de Castuera. En la casa de mis abuelos Antonia y Silverio, hoy de mi tía Matilde, en la Plaza de San Juan, tras pasar las tres crujías de las habitaciones dispuestas a un lado y otro del pasillo con el típico “enmorrillado” llamado “verea” y escalera de acceso al “doblado” con los “atrojes” para el grano; y antes de llegar a la que fue cuadra y pajar, hoy cocina, el patio con pozo y naranjo. En la de mi tío Manolo, en la misma plaza, creo recordar que también, y en la de Valdivia, con un brocal de una sola pieza. En la de la tía Buensuceso en la calle Arrabal, y en la Calle Calvario, sigue sombreando y dando limones sin parar el de mi tío

Esto lo observaba, una mañana de lluvia, en ese destartalado aparcamiento abierto en uno de los sitios con más memoria de Castuera: La Corredera, lugar que deja al aire, adobes y ladrillos, sillares y mampuestos, arcos y estructuras… el paso y peso de los años. Desde la medianera que da al aparcamiento podemos ver la casa de los Gironza en sección, el primer cuerpo de la casa, cubierto a dos aguas, se abre a la calle y a un patio, tras este lo que debió ser una

Patio de casa medio derruida en corredera de San Juan.

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A ntaño

Patio de Convento de las monjas en corredera de San Juan

Silverio y mi tía Juana. Patio, pozo y limonero. En casa de mi tía Antonia, en la que nacimos todos, en Ramón y Cajal, quiero recordar uno en el primer patio, el del pozo, pero “Mamatoña” no dejaba crecer la hierba y fueron tantas las reformas de la casa, que me pierdo, aunque creo que hubo uno a la entrada de ese espacio abovedado “portalón”, entre los dos patios. En casa de mis abuelos, recuerdo junto a la pared de la casa de Camilo, en un arriate alto, una higuera, pero no un limonero, no sé si llegó a haberlo, recuerdo un patio grande pero ya cubierto con uralita, del que tengo grabado el gruñir y trajín de mí primera matanza desde los brazos de mi abuelo César, y más tarde una función circense- teatral de la chavalería del barrio en la que destacó por encima de todos, Paco, el hijo de María y Francisco el albañil, que años más tarde se casó con Chelo. Allí, en aquel patio, algunos de ustedes verían la TV en aquella Philips en blanco y negro que sobre un mueble giraba para el salón o para el patio según las estaciones. Pero no recuerdo la presencia de limoneros, la memoria no me alcanza… Bueno me quedé sin memoria y sin más cosas, a mediados de 2007, al morir mi padre.

En el vecindario, como en todo el pueblo, abundaban patios y naranjos o limoneros. En casa de Camilo Amaro hemos jugado mucho con Daniel y con Eugenio en aquella puerta que daba acceso desde el rincón de los mártires, al primero de los dos patios de la casa. Al otro lado, en la pared de los Atalaya, arriates bajos con hiedra y alguna parra, de dónde cogíamos la tierra para ponernos barro cuándo nos picaba alguna avispa -la abuela Manuela lo mismo te ponía una inyección que te aplicaba remedios y ungüentos tradicionales -. También en el patio grande de los Atalaya, hoy casa de Paolo, pozo y naranjos, tal vez un limonero y eso sí, un refugio de la Guerra. En casa de Eugenio y Mª Victoria, patio, pozo y limonero, cuando la tienda de Manolo Alcalde e Isabelita Donoso aún tenía aquella puerta verde de cristales pequeños y un anuncio de las máquinas de coser ALFA. Naranjos son los dos que flanquean aún la ermita de los Mártires, hubo otro, recóndito, en la casita de la ermita, tras la puerta de dos hojas, en ese patio diminuto en el que se resguarda-ron del sol durante años “Margarita” y el tercero de los naranjos que de abril a mayo esparcían fragancias de azahar por las calles Mártires y Buensuceso. También en las casas de otros amigos de entonces: Josemari, Antonio y Tomás Calderón. En la de Antonio García, hijo de Gonzalo en la Calle Ramón y Cajal, en la de Vicenta, se asomaba por la tapia del patio que daba a los Arcos, en esta calle desde la Farola hasta la Plaza de Abastos, los patios y las casas, en su mayoría, corrían paralelos a la calle y los limoneros y naranjos se asomaban por encima de las tapias: Dª Conchita la Comadrona, la casa de Pedro Sánchez Risco, junto a la mercería de Jenaro, la de Isidoro y más arriba la de D. José. En la calle Santa Ana, la que fuera vivienda de Am-

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A ntaño brosio, un patio pequeño y limonero, también la de Vaquero ( hoy de Rey), hacia la plaza en la calle Prior: Juan Cabanillas, Bar Tirantas, la casa de Dª Aurora, más arriba, casi en la Plaza, la de los Chiroles y en el Casino. En las calles Huertos, Arriba, Arrabal, Cruces y Laguna creo que en casi todas. Hipólito me dice que en su casa no hubo limonero, pero estamos de acuerdo que los hubo en la de Manolo Tena Mora, Ernesto, más arriba, Alejandro Crespo y en la de Francisco José Méndez Benegasi –“…compañero del alma, tan temprano…” -- , y en otras muchas de la Calle Benquerencia, había limoneros o naranjos. Como en tantas otras: San Benito, Calle Nueva, Callejón de Velarde, Espronceda, calle del Polvo, Calle Colón. En la Calle del Pilar, los Alfaro siguen manteniendo en pie: memoria, casa, patio, naranjo y limonero. Pero ninguno de estos recuerdos supera el de la bóveda que formaban los cuatro formida-bles naranjos en el primero de los patios del Convento de las monjas, luego residencia, en la Calle de la Corredera. El Convento fue la “Arcadia” y la “Capilla Sixtina de los cítricos”, sucesión mágica de patios, arcos, pesebres, pajares, refugios, pozos, cancelas, rejas, portones y portalones, diligencia y cosechadora, cercas y olivares. Allí, en aquel primer patio, se celebró la Primera Comunión de muchos de nosotros, recién clausurado el Concilio Vaticano II. Decorado y acto en estricta humildad, coherencia y consciencia. Ellos y Ellas (niños y niñas), todos con el mismo traje, ordenados, impolutos, desterrados ya los atributos y símbolos marciales. D. Gerónimo ofició la ceremonia. El olor a azahar y la pulcritud y esmero de aquellas monjas, Sor Victoria, Sor Dorotea, Sor Julia, Sor Mar-

Patio de casa particular en corredera de San Juan

garita… rectas y sensibles, jóvenes e inteligentes, bajo la “autoritas” italiana de Madre Teresa, mujeres de voces modeladas en otras geografías, vistieron aquel patio de blanco y aroma. Los naranjos y limonero lo cubrieron de verde y sombra. No hace tanto supe que aquellas siervas de Cristo, contaban entonces con 25-26 años. Cuanta dedicación y vocación, cuanto amor y alegría, cuanta belleza y sentido común. Tesoro y recuerdo de mis años infantiles en aquel patio que aún existe. En aquellos años (60-70), era habitual que quedáramos en los primeros peñascos de la Sierra de los Pinos ( de esto el que sabe es Francisco Vázquez), mirador desde el que se veían festoneados del verde de los cítricos, tejados y tapiales de las calles Arrabal y Huertos; Pozo Nuevo, y más allá, en dirección a las eras y el camino de Sevilla, el naranjal del Arenal y en dirección contraria, los naranjos del camino de las Pozatas, que supongo dan nombre hoy al Restaurante los Naranjos. Pero el olor a tierra recién regada y a naranjo, me viene de un poco más lejos; del estanque, la noria y los naranjos de la “Huerta del Prao”. Por lo que se ve era, este nuestro, un buen clima para los cítricos, pese a las enormes pelonas de enero, en pantalón corto, Arcos abajo y años atrás, camino de 39


A ntaño la Escuela de San Benito, en la que nos esperaba D. Críspulo.

naranjos y limoneros! Tal vez estos patios recordados, fueron el reducto inexpugnable del matriarcado…

El patio, fue ese espacio de la casa abierto al cielo, y cubierto de ramas, hojas y soles multiplicados que esparcían su aroma. Lugar de la casa, que junto a la puerta de la misma, sirvieron para mitigar los calores y alargar las conversaciones en las noches de verano.

Casas, patios y naranjos o limoneros… muchos, sucumbieron a las necesidades del desarrollo, a los deseos de mayor espacio, novedad y modernidad, a la uniformidad de los materiales y técnicas constructivas. En la vecina Córdoba, en cambio, desde 1921, se organizaban certámenes para engalanar los patios y hoy son Patrimonio de la Humanidad. Creo que en Castuera, en la población, el árbol por excelencia pertenece a la familia de los cítricos: naranjo o limonero, sin saber concretar si se trata de lucero, berna, común, real, mesero, verdellí, eureka, femminello, interdonato o monachelo. Y sin llegar, tampoco, a entender de que forma pudieron la “Fanta” y la “Mirinda”, de naranja y de limón sustituir y destronar a aquellos surtidores inagotables de limonada y salud que se cobijaban de los rigores extremos del clima en el corazón de nuestras casas, prodigando entre sus moradores su sombra, frescor, aroma y sabor.

Corral, que una vez que las tareas del campo perdieron presencia en la casa (cuadras para las bestias, graneros- atrojes- en los doblados, gallineros, zahúrdas y estercoleros) o que las condiciones económico-sociales permitían la separación de las actividades agrícolas y ganaderas de las propiamente dedicadas a vivienda, fue convirtiéndose en patio-jardín (huerto cerrado). “Locus amoenus”, lugar idílico, ameno, lugar de seguridad y tranquilidad, sombreado, apartado del ruido, espacio de labores y tareas femeninas, de risas y duelos, de juegos. Espacio para la confidencia, para la soledad y el silencio. Para el blanco de la cal y las labores y el negro implacable de aquellos lutos sucesivos, sucesorios y eternos… ¡Cuantas historias de coser y cantar en los patios bajo la presencia de

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A los que están. A mí madre y mis tíos: Casilda, Matilde, Silverio, Antonia y Juana.


A ntaño Memorias castoreñas Ricardo Peralta Ortega. Valencia, Noviembre 2015.

A pesar de mi buena memoria (en parte por las razones que luego referiré), no guardo muchos recuerdos de mis primeros años de vida en Castuera, carencia que seguramente es debida a algunas de estas circunstancias: En primer lugar, y como causa fundamental, debo citar mi pérdida de contacto con el pueblo y quienes fueron mis amigos. A diferencia de mi fraternal interlocutor, prácticamente no he vuelto por aquí y, desde luego, no he mantenido esa fluidez de relación que él conserva con sus antiguos amigos. No tiene sentido lamentarme ahora porque, en definitiva, son decisiones que se toman en el esfuerzo por abrirse camino en la vida, pero no deja de ser verdad que, con frecuencia, te vienen a la memoria el recuerdo de una u otra de las personas que fueron tus amistades y de las que te gustaría saber cómo les ha ido en su respectiva aventura por abrirse igualmente ese difícil camino. En segundo lugar, creo que la escasez de dichos recuerdos se debe también en buena parte a mi escaso arraigo en Castuera, circunstancia ésta que es el resultado de diversos factores, siendo el primero de ellos la ausencia de raíces familiares en este pueblo. No teníamos ningún antecedente familiar aquí y si llegamos a Castuera fue por razón de su proximidad geográfica a Don Benito, cuna de mi padre y en donde permanecía su familia y a la que él deseaba unirse consiguiendo destino profesional en dicha localidad. Pero en Castuera no teníamos ningún vínculo familiar y esta carencia (sin tíos ni primos) condiciona la ausencia de relaciones más allá de las estrictamente familiares. Más importancia, en mi débil arraigo en el pueblo, atribuyo al tipo de escuela al que acudí. La escuela es, en mi opinión, el principal factor de sociabilidad en la actualidad, y ello en la medida en que, de una parte, te proporciona los conocimientos básicos para comprender el mundo y, de otra, te relaciona con personas que se encuentran en tu misma

Don Julián Checa

situación vital. Pero la escuela de D. Julián Checa, mayormente por circunstancias ajenas a su voluntad, tenía notables deficiencias en ambos aspectos, ya que se trataba de una única aula en donde nos amontonábamos decenas de críos (sin ninguna chica) de edades comprendidas entre los 4 y los más de 10 años, lógicamente con los más diversos niveles 41


A ntaño de conocimiento, lo que impedía llevar a cabo una educación homogénea e impelía al maestro a limitar su enseñanza a la asignación a cada alumno del estudio memorístico de una parte del libro adecuado a su nivel educativo. Es obvio decir que este método educativo iba acompañado de un fuerte autoritarismo para controlar a un colectivo tan heterogéneo, autoritarismo que se basaba en el frecuente recurso a una vara que con frecuencia descargaba sobre nuestras infantiles manos. Pero también en el otro aspecto referido de la sociabilidad proporcionada por la escuela, la de D. Julián presentaba deficiencias notables ya que la citada acumulación de alumnos de tan diversas edades y niveles socioculturales otorgaba un papel hegemónico a los chicos de más edad, posición que condicionaba y distorsionaba extraordinariamente la posibilidad de una relación y convivencia normal entre críos de la misma edad. En este punto también hay que destacar la ausencia en aquella escuela de cualquier espacio idóneo para el deporte o el ocio, limitándose los recreos a dejarnos bajar a la calle (la escuela estaba en el piso superior de una vivienda), en donde no había ningún elemento para ocupar razonablemente ese tiempo. (He de reconocer, no obstante, que esos recreos me permitían acercarme a la casa de Pepe, del que luego hablaré, situada en frente de la escuela y disfrutar de unas exquisitas rebanadas de pan con nata que me preparaban sus hermanas, a las que debo unos dulces recuerdos que aquí y ahora quiero agradecer. He destacado este papel de la escuela porque, en mi opinión, la situación de mi fraternal interlocutor en este punto fue muy distinto, ya que él, igual que otros de mis hermanos, acudieron a las nuevas escuelas que suponían la existencia de distintas aulas, en las que los críos se agrupaban por edades, con una homogeneidad vital y de conocimientos notable, y contando además con espacios de deporte y ocio, resultando de este modo en su caso muy positivo el papel socializador de la escuela. Pero en mi caso, si la escuela de D. Julián no cumplió esas funciones, tampoco mejoró la situación cuando abandoné la misma, pues tras superar el ingreso, mi 42

padre decidió que los dos primeros cursos del bachillerato inferior los cursara (ante la inexistencia de una institución adecuada en el pueblo) como libre, examinándome en el instituto de Badajoz, y encargándose de mi preparación él mismo, quien, seguramente por las exigencias de su trabajo profesional y la carga de 6 hijos, se limitaba nuevamente a indicarme las lecciones correspondientes de las distintas asignaturas que debía aprenderme memorísticamente para luego cantárselas a última hora de la tarde. Como comprenderéis, este sistema educativo implicaba la separación de cualquier ámbito de relación con otros estudiantes, pasándome el día encerrado en casa y compensando mis muchas horas de aburrimiento con permanencias en las oficinas de la notaría, ubicada en el piso superior de la vivienda, en donde compartía las experiencias y sucesos de la misma con Pepe, uno de los oficiales de la notaría y del que guardo un magnífico recuerdo por su afán de explicarme los secretos de aquella incomprensible profesión. A las carencias indicadas debe añadirse la práctica inexistencia en aquellos años de las mínimas infraestructuras municipales de deporte u ocio, pues no había ni piscina ni polideportivo, limitándose el campo de futbol a un descampado, a espaldas de las casas de los maestros, en el que las porterías las construíamos con nuestra imaginación y un par de buenas piedras que delimitaban su extensión horizontal. Sólo puedo hacer memoria del local del Frente de Juventudes de la Falange, en el que creo recordar que disponían de un billar, así como del local de Acción Católica que contaba con una pequeña pista que se utilizaba para frontón y baloncesto. Como se ve, muy escasas posibilidades para una población cercana a los diez mil habitantes y que, fuera de los períodos de feria en que aparecían los futbolines y los coches de choque, nos obligaban a ocupar el ocio con lo que más abundaba en aquella sociedad: de una parte, la pobreza, con juegos tan austeros como el escondite en torno a la iglesia, los bolindres, pídola, el palo y la mocha, etc. y, de otra, la violencia, con apedreos de los que siempre salía alguno lastimado, normalmente entre los que no se habían protegido con las ruinas dejadas por Regiones


A ntaño

Don Julián Checa con sus alumnos.

Devastadas. Otro ejemplo de esa pobreza era el empleo de los domingos en, tras asistir a la ineludible misa (en aquellos años, en incomprensible latín y con sermones interminables que los hombres eludían saliéndose en masa de la iglesia al comenzar los mismos), ir en paseo a la estación a poner una perra gorda en las vías del tren y que las aplastara el paso del mismo. Las tardes de esos domingos se empleaban en ir a alguno de los 2 cines (el Atalaya y el Bigotes) y luego paseos por la calle Santa Ana dando buena cuenta de una bolsa de pipas con sal, pues todavía no se conocían las modalidades ligths. A partir del tercer curso de bachillerato y hasta el de preuniversitario, en que nos fuimos de Castuera, estudié interno en el Colegio de los jesuitas de Villafranca de los Barros (sufriendo una inmersión en un mundo presidido por la oración y el estudio, ajeno a la normalidad vital, alejado de cualquier presencia femenina, en una dinámica deformadora de cualquier desarrollo normal de la personalidad que merecería un relato específico), limitándose mi vida en el pueblo en esos últimos 5 años a los períodos de vacaciones

(Y alguno de ellos, como el de Semana Santa, centrado en asistir a los Santos Oficios, nuevamente en latín y además interminables, seguidos de las aburridas procesiones religiosas). Todas estas circunstancias creo que explican en buena parte mi escaso arraigo en Castuera y la consecuente debilidad de mis recuerdos. No obstante, puedo afirmar que, pese a ese contexto de autoritarismo, clericalismo, pobreza y clasismo (guardo imborrable el recuerdo que me produjo ver a los grupos de hombres, campesinos casi todos e incultos en su mayoría, prestos a emigrar a Alemania, a ganarse la vida en unas condiciones de dificultad extraordinaria, no muy distintas de las que hoy viven otros emigrantes que vienen a Europa), la vida es capaz de extraer rasgos positivos, que tuve ocasión de apreciar en quienes fueron mis amigos y por los que guardo afecto, ya que con ellos, y menos, lamentablemente, con ellas, compartí los primeros pasos de una vida que si, como en un árbol nos ha llevado por ramas distintas, no puede desconocer que salimos de un tronco común y de unas raíces extremeñas que seguimos amando. 43


A ntaño Recuerdos de mi infancia en Castuera Fernando de Peralta Ortega. Octubre de 2015. Decía Rainer María Rilke que la patria de un hombre es su infancia. Si eso fuera así, mi patria sería mi infancia en Castuera, desde que nací a finales de 1954 hasta el día 7 de enero de 1968, fecha en la que marché (en realidad no me marché, me sacaron) de allí para llevarme a Játiva donde me esperaba otra lengua, otra cultura, otros paisajes y otras gentes. Nací en la calle San Benito, en lo que fue conocida como la casa de Don Juan Bravo, y a los pocos meses la familia se trasladó a la calle Pío XII, que ahora es del General Luxán. Aquella casa era la antigua fábrica de tejidos de Juan de Tena García, tal y como rezaba la leyenda que había en el umbral de la puerta de entrada y en un mosaico en la parte superior y central de la fachada, reproduciendo una moda que he visto en muchos edificios industriales de la época; ahora se halla tapada con pintura sin que yo, salvo mejor criterio, alcance a ver la más mínima mejora estética en tal camuflaje. A pesar del cambio de barrio, seguimos yendo con harta frecuencia a la calle San Benito, pues mi madre trabó gran amistad con Las Saludes, que eran las costureras de la familia y allí me ajustaban la ropa que a mis hermanos mayores ya no les servía. Aún recuerdo las voces repetidas de “estate quieto”, “ponte derecho”, “no te muevas” o “voy a subirle la sisa”.

desde aquel punto hasta la estación. En aquellos momentos saltarlo era casi una hazaña y si hoy pasara a su lado posiblemente ni lo viera. La casa era, y sigue siéndolo, una de las más singulares del pueblo. Es una suerte de palacete andaluz. Tras la puerta de madera de doble hoja en ojiva se abre el zaguán cerrado por una cancela de hierro en cuya parte superior pone la fecha “1931”. La verja abre a un patio interior techado con una estructura acristalada al que dan puerta habitaciones y estancias. En medio hay una fuente, creo recordar que octogonal, con ranas de cerámica que debían en su origen escupir agua hacia un pivote central. No lo sé con certeza pues nunca la ví funcionar y con los años las ranas iban padeciendo el paso de los mismos y los pasos cercanos, los míos, los de mis hermanos

En la casa de la calle Pio XII la familia ocupaba la planta baja mientras que la planta alta albergaba el despacho notarial de mi padre y el archivo del distrito notarial. Tras la edificación principal se hallaban el jardín y los patios y lo que llamábamos el cercado. Espacios estos que a los ojos infantiles aparecían anchos y propicios para el desarrollo de juegos y aventuras más inventadas que reales. Aquella casa, como todas las demás cosas que conformaban mi mundo de niño me parecía enorme. Lo mismo cabría decir de la sierra, en cuya ladera se hallaba en parte el pueblo, y que hoy se ve reducida a su justa medida de poco más que un cerro. E igual pasaba con el mojón de granito que, colocado en la puerta de mi casa, marcaba el kilómetro que distaba 44

Palacete primeros del siglo XX con patrones decorativos arabescos en Avda. General Luxán


A ntaño y los de nuestros amigos, puesto que en aquel patio jugábamos partidos de futbol, a las cartas, a darnos pelotazos con las pelotas verdes que venían con los zapatos Gorila y a otros muchos. Es fácil que por cada pelotazo o balonazo que algunos de nosotros se llevara las ranas recibieran cuatro. En esas condiciones la supervivencia de tales anfibios de cerámica era difícil. Efectivamente, no consiguieron sobrevivir, y cuando abandoné definitivamente aquella casa, donde un día hubo unas ranas quedaban los tristes pivotes que las anclaban y por donde fluyó en tiempos el agua.

de Sigfrido o que había un tal Harold Lloyd que andaba escalando fachadas y colgándose de relojes angustiosos. Y muchos poemas que aprendidos de memoria y convenientemente recitados podían lograr que obtuviéramos de mi padre una pequeña retribución. Quizás de entonces me venga el gusto por la poesía que aún conservo.

La planta baja estaba ocupada por la familia y en ella estaban los dormitorios y demás dependencias domésticas. A mitad de la escalera que unía planta baja y alta estaba el doblado donde se acumulaban trastos y cachivaches y que en un tiempo sirvió de sala de proyección en sesiones de cine infantil que organizaba y cobraba mi hermano José Luis, haciendo competencia, ilícita evidentemente, al vecino cine de verano de Atalaya.

Una, la primera, se producía cada año, y era cuando el piso de la notaría era literalmente asaltado por los encuadernadores de los protocolos notariales con sus botes de cola, sus agujas de coser pliegos, sus cuchillas, sus mazas de madera, los pergaminos para las tapas, el cuero para hacer las correas que las cerraban. Era una maravilla y me extasiaba ver como convertían pilas de folios en tomos perfectos y ordenados. De entonces me viene el deseo (fallido como otros tantos) de dedicarme a la encuadernación.

El piso alto se hallaba en su mayor parte ocupado por la notaría de mi padre. Todo el patio interior de la casa estaba rodeado interiormente por una galería que corría volada sobre el mismo y en el centro de una de sus paredes había un mosaico con un Corazón de Jesús adornado con faroles. Allí se hallaba también el archivo de protocolos del distrito notarial, con innumerables tomos despidiendo un tufo insoportable de polvo y humedad. Tener la notaría dentro de casa hacía esta un espacio muy ameno puesto que siempre había trajín de gente entrando y saliendo y pasando por medio del patio interior de la casa. Hoy eso no suele ocurrir, pero en aquellos tiempos no resultaba tan extraño que los profesionales en los pueblos como médicos, abogados, etc... Tuvieran el despacho en su mismo domicilio. Allí, en el piso de arriba, era donde estaban también los libros que juntamente con la escuela me dieron las primeras luces. Especialmente una obra de tres tomos grandes que se hallaban en un mueblecito de madera oscura y fabricado especialmente para ellos. Se llamaba la obra “El Libro de nuestros hijos”, aunque como digo eran tres volúmenes. Se perdieron en el traslado de Castuera a Játiva, aunque luego muchos años después mi hermano Juan Carlos los encontró y me los regaló generosamente por su parte. En ellos, a edad muy temprana, conocimos mis hermanos y yo que Hera y Juno eran la misma persona, que Hércules no paraba de trabajar en las cosas más peregrinas, que Brunilda se arrojó a la pila funeraria

Crecer con la notaría dentro de casa me producía, a mí al menos, dos experiencias periódicas que recuerdo con gran cariño.

La segunda era más cotidiana que la anterior. Se producía cada dos o tres días y era cuando acompañaba a Pepe García, el del bar Ojosnegros y que era copista de la notaría de mi padre, a notificar las actas de protesto de letras de cambio. Tenía yo pocos años e iba de su mano de establecimiento en establecimiento. Había uno que era fijo en el recorrido: una zapatería que había al lado del Parque de Santa Ana. Lo mejor de aquellos paseos matutinos era que siempre me caía alguna golosina: chicle o chupachups. Hoy notario, y como casi todos mis compañeros de profesión, odio las actas de protesto pero por lo engorroso de su tramitación y no por el dulzor que me dejó el recuerdo de mis paseos con Pepe. Son mis primeros recuerdos los que se corresponden con la Escuela de Regiones Devastadas (hasta años después no me enteré qué significaba eso) y guardo un gran cariño a Don David y Doña Leonor, a Don Antonio y Doña Ana. Y a Nori, la hija de los primeros, que cuando hice la primera comunión me regaló dos libros de historia, uno sobre Viriato y el otro sobre Aníbal. Este último me valió, bastantes años después, la matricula de honor en historia haciendo cuarto de bachillerato en el Instituto de Játiva al recitar de carrerilla los nombres de las principales batallas de las guerras púnicas. Iba a la escuela de la mano de mi hermana Marisa, ambos ataviados con nuestros “babies”, y allí nos 45


A ntaño enseñaban las primeras letras y las primeras reglas ortográficas y gramaticales escribiendo al dictado El Quijote. El maestro leía y los niños por turno íbamos cantando si la palabra se escribía con –b- o con –v-, si llevaba acento y donde, si había una –h- intercalada o si había diéresis. A veces ibas por el pasillo y oías saliendo de las distintas clases las voces de los coros infantiles que recitaban las tablas de multiplicar. Todos los días llevábamos a la escuela el vaso de plástico en el que nos servían el agua y la leche en polvo que mandaban los americanos. Recuerdo perfectamente los bidones de cartón en los que venía aquella leche, y se me quedó pegado a la pituitaria el olor que desprendía. En el mes de mayo acudíamos a la escuela con flores y recordábamos cantando que el 13 de mayo la Virgen María bajó a Cova de Iría. En aquella escuela y en aquellos años tomé conciencia de la muerte; me enteré que la gente se moría y fue cuando falleció el padre de Lillo y además que aquello producía dolor como lo denotaba la cara de mi amigo. En aquella escuela hice mis primeros amigos y a algunos de ellos aún los conservo, como Jesús Vázquez, Atanasio Balsera y sobre todos el ya nombrado Lillo. Con ellos pasé muchas horas en un edificio abandonado que había sido una antigua carpintería, muy próximo a las escuelas, jugando y aprendiendo a fumar. Y también en lo que se llamaba de forma pomposa El Parque, que no era ni parque ni cosa parecida. Hoy sí lo es y hace honor a su nombre pero entonces era un cuadrado cercado de banco corrido y baranda, de aproximadamente la superficie de un campo de futbol, de tierra sin una sola planta o mata

y como único adorno en su centro un templete de hierro al que acaso alguna vez subió la banda municipal. Aquel templete era como la torre de Pisa: se hallaba inclinado porque uno de sus pilares de hierro estaba doblado. Atravesar aquel parque en verano en las horas fuertes de sol era un acto de valentía. En él se jugaba al futbol, al palo y la mocha, la lima, a pídola, y a las canicas, bolindres las llamábamos entonces y que se compraban en El Chino o en algún otro sitio. De vez en cuando en el parque aparecía un socavón pues bajo de él estaban las galerías de los refugios antiaéreos que dejó la guerra civil. En el extremo del parque y pegada a la ermita se hallaba la caseta en la que los domingos. Tras la preceptiva misa, mi padre nos compraba los tebeos. Allí se vivía de una manera muy pegada al campo, pues no en vano salías de casa y ya estabas prácticamente en las eras y en los campos de trigo, o en los olivares. Gran parte del ocio infantil lo empleé en tareas agrícolas. Para cuando marché de Castuera ya había segado, trillado, recogido la oliva, esquilado ovejas, ordeñado cabras y no sé cuantas faenas más. Hasta había suministrado combustible en las horas en que zascandileaba por la gasolinera de Doña Plácida que había (y sigue) en la esquina de la que fue mi calle. En aquella calle pasé mi infancia con los que la habitaban, los hermanos Chamizo, luego llegaron los Cancho, Jesusito, etc… pero ninguna chica. Ellas formaban un mundo aparte e invisible a mis ojos. No formaron parte de mi infancia. Las descubrí en otros sitios cuando marché de Castuera y entré en la adolescencia, y eso será otra historia u otra patria.

Alumnos años 60. Cedida por Ramón Morillo Caballero.

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A ntaño El Carnaval tiene su historia (Pregón carnaval Castuera 5 de febrero de 2016). Por Julio Fernández, exdirector C.P. Tena Artigas.

Buenas noches castueranos y visitantes! Antes de nada, quiero agradecer al señor Alcalde, don Francisco Martos, y a la Teniente Alcalde, doña Piedad Roso, la deferencia que han tenido conmigo al ofrecerme este año dar el pregón del Carnaval. Aunque no he nacido en esta villa, a lo largo de los cuarenta años que llevo viviendo en ella, tengo tantos y tan buenos amigos que me vais a permitir que ocupen parte de mi corazón y mi discurso. Por tanta buena gente, gracias, Castuera. No voy a perderme en recursos retóricos sobre la historia o significado del Carnaval porque supongo que todo el mundo lo sabe, y si no, que se lo bajen de internet. Río en Brasil, Venecia en Italia, Cádiz, Badajoz y tantas otras ciudades tienen su Carnaval. Y Castuera también tiene el suyo, y de él, sí quiero hablaros. De aquel año 1987, cuando por primera vez tres murgas, nos subimos al escenario del Cine Avenida. Y fue a partir de ese año cuando en Castuera renació el Carnaval, pues no tengo memoria de haber visto antes ninguna manifestación. Y renació con tanta fuerza que las calles y la caseta se llenaron a reventar de cientos de disfraces multicolores, de murgas y comparsas cantando, de un ir y venir de gente, de vistosos pasacalles y de entierros de la sardina. Yo os quiero recordar a unos, y contar a los más jóvenes, algo de la historia de nuestro Carnaval. Historia, sí, porque el Carnaval de esta villa, y de cualquier pueblo, forma parte de su historia. La historia es un mosaico compuesto por miles de teselas. Y, fijaos bien, cuando miramos un mosaico y falta una tesela, enseguida lo advertimos. ¡Falta esa! Entre tantas nos damos cuenta que falta una, y entonces la historia no está completa. Y porque el Carnaval, además de diversión, es crítica, música y poesía, es decir literatura popular, coloquial, pero literatura al fin. Y qué es la literatura sino un ir y venir entre la memoria y la historia. La historia se fabrica en la memoria. Por eso vamos ahora a recordar.

Murga “Gramática parda” ensayando

¿Cuántos de vosotros no habéis dicho alguna vez “¡Chucha, qué calor!”. Pues nosotros, Gramática Parda, lo cantamos en 1988, y os contábamos además que habían descubierto que algunos ganaderos echaban agua a la leche de sus vacas. Decíamos: “me voy a meter en todo, / me echen lo que me echen, / que para echar no hay quien gane / al agüita de la leche.” Eso es historia. Muchos recordarán el traslado de la Cruz de los Caídos, ubicada entonces en el centro de esta plaza: “Con la Cruz, ¿pues qué pasó?/ Que el Alcalde se la llevó. / Y ¿a dónde ha ido a parar?/ Frente al cementerio está”. Se lo dijimos en el 91. Y nos hicimos eco también del cambio en la Rusia comunista con la llegada de la Perestroika, porque a nuestro Ayuntamiento se le ocurrió la idea de colocar una antena parabólica en la Sierra para beneficio del pueblo: “La Perestroika viene ya. / La parabólico no está”, cantábamos. Igualmente comentamos la huelga del 14 de diciembre del 88: ”Un piquete informativo / destinado a clausurar / bares y establecimientos / a la Bolera fue a dar/Dirige Pedro Torrado / y coordina Juan Romero / y, al fracasar en su intento, / avanzan sin miramiento / p’al Chato el del Pozo Nuevo”. Esto es historia, como lo es la apreciación de nuestros compañeros de la murga Enemigos del pucherazo, 47


A ntaño

Murga “Gramática parda” actuando en el “Garden”

que daban a conocer cómo tiendas y otros establecimientos aumentaban sus ventas en estas fechas. Así decían que: “En llegando Carnavales / la Pachanga y Cabanillas / venden telas y retales como si fueran rosquillas”. Así de multitudinario y festivo era el Carnaval de entonces. Y recordarán que mi compañero y amigo Juan Antonio Tena, con los niños y niñas del Tena Artigas, os advertía: “Y dice el plovelbio chino, y chino no equivocal /, si no tienes un leal / y tu mujel te domina/a nadie culpes de ná / polque a ti te tocó la china”. Más teselas que añadir al mosaico. Incluso nos atrevíamos a adivinar el futuro. Los de Gramática Parda, vestidos de caballeros medievales, les vaticinábamos en 1995 la que se nos venía encima: “Que nuestro voto en todas las elecciones / fue p’a que hubiera entre toos más igualdad. / Ahora a Felipe le han crecío los ladrones / y hay más chorizos que en Coto de Galán”. Y tanto, que entonces eran chorizos de anilla y ahora son de los gordos y buenos, de los de la tripa el culo o morcones. Pues lo avisamos. En estos últimos años, y aún hoy, estamos sufriendo los recortes en tantas áreas sociales: desahucios, familias que no ganan para llegar a fin de mes, jóvenes universitarios diplomados, licenciados, con másteres y que hablan varios idiomas engrosan las listas del paro o emigran fuera de España. Ante esta desesperanza, las alternativas son el optimismo y el valor de decirle a la cara de quien competa 48

que nos están negando derechos y pisoteando nuestra libertad, que las leyes no se aplican por igual y que malgastan nuestros impuestos o se apropian de ellos. El Carnaval es crítica, educada, elegante, sin ofensa, pero seria, dura y razonable. Crítica necesaria como el aire que respiramos. Al fin y al cabo esa debe ser la poesía del Carnaval porque, como diría Gabriel Celaya, “la poesía es un arma cargada de futuro”. Por eso desde el Carnaval podemos y debemos reclamar nuestros derechos, y vosotros, los más jóvenes, especialmente, tenéis que denunciarlo con voz enérgica: que os devuelvan vuestro lugar en el futuro, el que os habéis ganado a pulso. Os animo a ello este Carnaval, mañana, pasado, al otro día y siempre. A los que seguís componiendo letra y música para vuestras murgas y comparsas, a quienes ideáis disfraces y os pasáis tardes y tardes cosiendo, cortando y pegando, os animo; porque estáis colocando teselas en el mosaico de la historia, estáis haciendo historia, dando impulso a estas fiestas golpe a golpe y verso a verso. No podemos renunciar a la trayectoria de un Carnaval que renació con fuerza, no debemos flaquear sino mantener con mano firme el colorido y ambiente festivo que tuvo el Carnaval de aquellos tiempos. Así se hará posible que año tras año desde esta caseta y en todos los rincones del pueblo, podamos hinchar los pulmones para gritar con orgullo: ¡VIVA EL CARNAVAL DE CASTUERA!



A ntaño Reseña bibliográfica. Reseñas bibliográficas Buensuceso Sánchez Mendoza. Bibliotecaria Reseña bibliográfica. Reseña bibliográfica. Reseña bibliográfica. Buensuceso Sánchez Mendoza. Bibliotecaria Buensuceso Sánchez Mendoza.Bibliotecaria Bibliotecaria Buensuceso Sánchez Mendoza.

Buensuceso Sánchez Mendoza. Biblioteca Municipal Gonzalo Soubrier

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Selección de libros Selección de delibros libros Selección “RECUERDOS Y VIVENCIAS” SEPARATAS UNA FAMILIA DE LA SERENA, CON PODER Año: 2001 “RECUERDOS YVIVENCIAS” VIVENCIAS” Año: SEPARATAS UNA FAMILIA SERENA, CON PODER Año: 2001 “RECUERDOS VIVENCIAS” DE SERENA, CON PODERAño: Año: 2001 MANUEL MIGUEL RAMOS “RECUERDOS SEPARATAS UNA FAMILIA “RECUERDOS SEPARATAS UNA FAMILIA DEEDE LALALA SERENA, CON PODER 2001 HISTORIA COROS YYYVIVENCIAS” DANZAS 2004 POLÍTICO INFLUENCIA (1840-1920) Autor: HISTORIACOROS COROSYYYDANZAS YDANZAS DANZAS Autor: Año:2004 2004 POLÍTICO EEINFLUENCIA (1840-1920) Autor: MANUEL MIGUEL RAMOS HISTORIA COROS DANZAS INFLUENCIA (1840-1920) Autor: MANUEL MIGUEL RAMOS HISTORIA COROS Año: 2004 POLÍTICO MIGUEL RAMOS HISTORIA Año: E INFLUENCIA (1840-1920) Autor: MANUEL MIGUEL RAMOS “CASTUERA” Luis Vicente Pelegrí POLÍTICO Año: 2015 LÓPEZ “CASTUERA” Autor: Luis Luis Vicente Pelegrí Año: 2015 LÓPEZ “CASTUERA” Pelegrí Año: LÓPEZEsta obra reúne textos de “CASTUERA” Autor: Luis Vicente Pelegrí Año: 2015 de premios de investigación Año: 2015 Pedrosa XIII2015 Edición “CASTUERA” Autor: LÓPEZ Año:2015 2015 Pedrosa Edición premios investigación Esta obra reúne textos de de Autor:Año: Atlas del congreso Internacional. 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“ANTOLOGÍA DE POETAS EXTREMEÑAS”

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