La utilización de un moderno teléfono celular en manos de un trabajador informal o la ropa deportiva de primera marca utilizada por un joven que habita en un asentamiento precario, interpelan a los grupos sociales y sus reglas de “buena” administración de la economía doméstica, quienes, a su vez, ven profanados sus pequeños objetos de distinción. La indignación moral se expresa comúnmente en clave de crítica a la racionalidad de estos nuevos consumidores, estigmatizados como ilegítimos beneficiarios de un estilo de vida al que no deberían aspirar –ni el Estado debería proporcionar–.
Figueiro analiza los mecanismos que regulan el endeudamiento, el ahorro y el consumo en los sectores populares para comprender un poco más acerca de los gastos denominados improductivos, que se ejecutan sin una utilidad aparente.