Atreverse a pensar reflexiones sobre integridad 1

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Una cosa es decir que podemos elegir actuar con integridad; otra cosa es hacerlo. La diferencia entre decir y hacer se reduce a una palabra sencilla: disciplina. Fred Kofman

NĂşmero 3 | Mayo 2015



REFLEXIONES SOBRE INTEGRIDAD Nos convertimos en lo que pensamos. Earl Nightingale



LA FORMACIÓN INTEGRAL:

EN EL ÁMBITO UNIVERSITARIO¹ Juan Manuel Cuartas Restrepo Universidad EAFIT PRESENTACIÓN Los grandes cambios que se han venido presentando en el marco de la globalización y la apertura económica han exigido, de un lado, que el Estado colombiano inicie procesos de modernización, y de otro lado, que las instituciones replanteen su rumbo en consonancia con los parámetros mundiales. Podría decirse, en este sentido, que el capital y el trabajo vienen siendo rebatidos como fuentes de riqueza, mientras que se plantean como alternativas la competitividad, la tecnología, y el conocimiento. Estas consideraciones ponen de manifiesto el papel que cumple la educación de cara a la formación del ser humano y al desarrollo de las nuevas sociedades del conocimiento, respondiendo a una doble exigencia: por una parte, lograr que la escuela sea efectivamente educadora, y por otra, prepararse para la

inserción en el mundo global a partir del manejo de la información y el desarrollo del talento creador. Estas transformaciones educativas pueden adelantarse en el marco de la autonomía universitaria, a través de propuestas pedagógicas específicas que cobren sentido en la medida en que contribuyan a la constitución de la identidad que reclama cada individuo. Se entiende hoy que la racionalidad científica de la enseñanza no se agota en el método, y que se deben recuperar los saberes que tienen que ver con la praxis, la crítica y la reflexión del quehacer donde se inscribe el educador. En respuesta a esto, se considera que la universidad debe promover y afianzar la idoneidad profesional del educador, brindándole las posibilidades para que disponga su quehacer orientado hacia la enseñanza formativa. Se prevé que en este nuevo

¹ Documento realizado por el autor en calidad de coordinador de la Sala de Humanidades y Ciencias sociales, de la Comisión Nacional Intersectorial de Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior (CONACES), Ministerio de Educación Nacional. Bogotá, 2012.

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orden pedagógico, señalado desde las nuevas estructuras sociales, las nuevas tecnologías de la comunicación y los nuevos perfiles profesionales, cobra relevancia la formación integral humana. A lo primero que se debe hacer frente es al concepto de enseñabilidad, que ha guiado los procesos pedagógicos durante décadas y centurias. Siendo otros los contextos, la necesidad de la formación en el conocimiento científico reclama la participación de la formación humanística. Este estado de cosas hace presumible la superación del concepto de enseñabilidad, con el fin de visualizar una formación que tome como coordenadas las condiciones socioculturales y cognoscitivas de los estudiantes. Así, el acercamiento al conocimiento científico no solo se produce atendiendo a las reglas internas del saber específico que lo suscribe, sino también en un marco general de comunicación que responde a la formación humanística de los estudiantes. Y para que pueda ser compartido, dicho conocimiento no se derivará exclusivamente de una estructura de enseñabilidad, que margina a un gran número de individuos, ni se entenderá como una estructura lógica o una organización del saber, que es suficiente con reproducirla. La formación integral significa por tanto la posibilidad de comunicación de los saberes, no como un fin, sino como una condición de intercambio y divulgación de conocimiento. Desde este punto de vista, lo que caracterizará a una disciplina serán sus trazados de comunicabilidad, los cuales se advertirán y poten6

ciarán en el contexto de la enseñanza, como parte de su estatuto epistemológico. Estos trazados hacen referencia a un concepto amplio de la enseñanza en un orden científico, que contempla la interlocución de saberes especializados, sociales y humanísticos. Es importante distinguir por tanto, entre la enseñabilidad de una disciplina y sus trazados de comunicabilidad, ya que el estatus epistemológico que sustenta la primera convierte al interlocutor en un sujeto abstracto que resuelve las dudas previstas en un marco teórico, construido para ser formalizado, mientras que la segunda señala en quien enseña la necesidad de una actitud hermenéutica, como traductor e intérprete del saber científico dirigido a un grupo de estudiantes en formación. Este último es el plano de la educabilidad, que rescata no solo las posibilidades intelectuales de los estudiantes, sino también las condiciones culturales y sociales que determinan el sentido y la finalidad de los contenidos. Mientras la enseñabilidad depende de la relación que se establezca entre la naturaleza de los saberes y las condiciones de su enseñanza, la educabilidad depende de las condiciones de los estudiantes, de sus competencias y de la forma como interactúan con el conocimiento. Lo anterior plantea como estrictamente necesario entender la formación para la vida, no en un sentido pragmático utilitarista, sino en virtud de una recontextualización de la enseñanza que nos haga capaces de actuar en las distintas esferas de la vida, y pueda decirse que vivimos y nos proyectamos de acuerdo con el medio que nos rodea.


LAS DEMANDAS DEL CONTEXTO Una persona capaz de conocer, pensar, actuar y sentir en el marco de los valores humanos, puede decirse que está en correspondencia con la identidad nacional y con una proyección humanística hacia el resto del mundo. Hoy más que nunca la sociedad le exige a la educación respuestas como: alfabetizar en las nuevas tecnologías, formar para el trabajo, cultivar personas dispuestas a combatir la corrupción y a humanizar las relaciones sociales. Demandas que conectan con otras de mayor alcance como la educación para todos y el futuro en presente de la formación humana. En el contexto de una formidable revolución científico-tecnológica de la sociedad del conocimiento, donde la educación es la clave, frecuentemente vivimos en una sociedad contra el conocimiento, que privilegia el impacto de las sensaciones y la información fragmentada. En este contexto, son los propios estudiantes quienes se preguntan por qué y para qué estudiar; preguntas que nacen de motivaciones profundas, y tienen que ver con expresiones pedagógicas que siembran confusión y desánimo. Primera pregunta: ¿Para qué estudiar? Tiene que ver con el futuro y la esperanza de un proyecto de vida; en otras palabras, el horizonte de representación que se encuentra en cada individuo o el sentido de la vida: la conciencia de saber quién

es quién, la gratitud con quienes nos ayudan a ser: familia, amigos, maestros. Puede decirse que la escuela se encuentra a la mitad del camino que se debe recorrer buscando dar respuesta a esta pregunta. Segunda pregunta: ¿Por qué estudiar? Está relacionada con la búsqueda de comprensión de la educación como formación integral: se trata de la dimensión de la persona como indagadora y promotora de sentido, tanto como revisora y analizadora del sinsentido. Identificamos con claridad la problemática a la que nos referimos cuando advertimos que la pedagogía que nos ha traído hasta aquí se ha propuesto desarrollar una sola dimensión de la persona: lo cognitivo-intelectual, o lo meramente corporal, anulando otras potencialidades del ser humano. Cierto es que en no pocas oportunidades el sistema escolar acentúa lo racional y teórico, en desmedro de lo ético vivencial; no obstante, no por ello el horizonte de integralidad que reclama todo individuo se ha perdido, lo que exige seguir trabajando para plasmarlo en programas de formación y acciones educativas centradas en valores y actitudes. Movilizar los mejores talentos de nuestros alumnos para definirlos como personas competentes, conscientes y solidarias, es hablar en sustantivo de la 7


formación. Lo que se busca es orientar con claridad las diferentes potencialidades humanas, y trazar diferencias en relación con aquellas concepciones educativas que solo ofrecen información y conocimientos al gusto del consumidor. Si al sustantivo de la formación se le agrega el adjetivo integral, es para señalar la totalidad de la persona, y negarse al ofrecimiento de una educación reduccionista. No hay formación integral que no cobre conciencia de la complejidad del acto de educar. Siempre se forma para algo, con una finalidad, ya sea una cultura, un proyecto, unos valores. La formación implica orientación personal a través de una pedagogía que se despliega entre maestros y alumnos, entre los integrantes de una comunidad formativa. Y se forma integralmente, involucrando en la misión y en el ambiente escolar los distintos elementos: si deseamos alumnos formados integralmente, necesitamos docentes con formación integral; en este sentido los años de educación universitaria representan un punto decisivo en la formación del individuo, la maduración de su personalidad, el desarrollo y la consolidación de sus conocimientos y de los aspectos específicamente humanos. Frente a este prospecto, es necesario que la educación superior considere la naturaleza propiamente social, cultural y humana de la persona, así como sus implicaciones en el actuar libre y responsable.

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La formación integral en la educación superior implica, de un lado, la apropiación de los contenidos propios de una profesión, como herramienta intelectual necesaria para el aprendizaje permanente y la resolución de problemas complejos que requieren de la concurrencia disciplinar. De otro lado, implica la formación en valores humanos, culturales y sociales, tales como: amor a la libertad, tolerancia, convivencia, respeto a la diversidad cultural y al entorno natural, honradez, honestidad, responsabilidad y solidaridad; así como aprecio por los valores culturales, históricos y sociales de la comunidad y el país. Este conjunto de valores deberá promover actitudes de liderazgo y compromiso social, así como el desarrollo de habilidades para adquirir nuevos conocimientos, sensibilidad ante las manifestaciones de la belleza y el arte, cultivo del cuerpo y destrezas para innovar con un pensamiento creativo y crítico en la resolución de problemas. Nuestro contexto está sometido a rápidas transformaciones que exigen la incorporación de nuevos principios de análisis y comprensión con los cuales dar razón de la sociedad en la cual se participa. Si además de esto estamos implicados en una institución social como la educativa, y nos preguntamos ¿cómo podemos contribuir a construir una sociedad más justa y solidaria?, necesitamos bajar un peldaño en nuestra elaboración teórico-social; pensar y debatir qué ideas pedagógicas pueden servirnos. Como primera medida, estamos llamados a comprender la realidad


de nuestras organizaciones escolares desde una perspectiva crítica y, en segundo término, debemos sentar las bases que nos permitan contribuir a la formación de futuros ciudadanos, que aprecien la vida en sociedad y valoren otras formas de vida, y otras expresiones, tomando como ejes la justicia y la responsabilidad colectiva. El filósofo alemán Jürgen Habermas² señala que la vía de las interacciones comunicativas entre los individuos es la base más justa posible para establecer formas de convivencia política y social, pero solo cuando estas interacciones cumplan una serie de requisitos previos, la vía de la interacción comunicativa nos servirá como criterio para valorar si nuestra sociedad tiene un nivel mayor o menor de patologías, entendiendo por patologías todas las situaciones sociales de dominio, opresión e injusticia. Partiendo de lo anterior, podemos analizar cómo funcionan las organizaciones escolares, teniendo en cuenta la función que desempeña la institución en el programa social, que cada vez se hace más transnacional y complejo, en el que intervienen tanto concepciones axiológicas dominantes

como individuos y comunidades en situación de precariedad y desfavorecimiento. Con estos primeros elementos en mente, tenemos: a) La educación reclama hoy la formación integral, que se reconoce como un derecho social. b) La formación integral es un ejercicio, entendido como tarea permanente, que involucra aventura, riesgo, preguntas en relación con lo humano. c) La educación tiene que ayudarnos a enfrentar los nuevos tiempos, para que pueda reconstruirse a sí misma como integralidad de disciplinas y comprensión social y humana. d) La formación se erige, como un estado ideal, sobre bases de justicia social, democracia participativa, pensamiento ambiental y desarrollo sostenible. e) La formación integral compromete no solo instituciones y planes curriculares, sino también compromiso ético y esfuerzo para inventar y reinventar la valoración de la existencia social, cultural, humana y ambiental.

² Jürgen Habermas, Teoría de la acción comunicativa I, Madrid, Taurus, 1981.

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LA FORMACIÓN INTEGRAL Una de las principales preocupaciones por la formación en las instituciones de educación superior consiste en asegurar que los principios y propósitos declarados en los proyectos educativos institucionales (PEI) alcancen un grado significativo de cumplimiento. No obstante, algunas de las mayores limitaciones para alcanzar los objetivos de una formación integral son: a) Asignar a los conocimientos humanísticos tan solo un carácter instrumental en relación con la formación integral. b) Considerar que una vez hechos los cursos por parte del estudiante el fin se considera alcanzado. c) Olvidar que la enseñanza por logros, si bien cualifica las tareas sustantivas de la institución, afecta los currículos y simplifica la formación integral. Para responder al anterior estado de cosas, conviene recapitular brevemente que formación significa ascenso a la humanidad; desarrollo del ser humano, en tanto que ser humano. En su significación más inmediata, el término hace referencia a toda configuración producida por la naturaleza, como cuando se habla de la forma que tiene un terreno, o el tronco del árbol en su parte interna. Pero el término también puede utilizarse como sinónimo de cultura; como

cuando decimos persona culta o persona formada. En tal caso significa el modo específicamente humano de dar forma a las disposiciones y capacidades naturales del hombre. En su obra Fundamentación metafísica de las costumbres, el filósofo alemán Immanuel Kant ofrece un primer parámetro para mostrar la significación estricta del término formación, aludiendo a las obligaciones que se tienen consigo mismo. Recogiendo esta idea de Kant, F. W. G. Hegel utiliza el término bildung (formación); posteriormente W. von Humboldt distinguirá entre formación y cultura, entendiendo por formación “algo más elevado y más interior; el modo de percibir que procede del conocimiento y del sentimiento de toda vida espiritual y ética y que se derrama armoniosamente sobre la sensibilidad y el carácter”³. La cultura, por su parte, no guarda relación con el desarrollo de capacidades y de talentos. El concepto de formación apunta por tanto al despliegue del ser de la persona desde su interioridad; despliegue que se puede entender como proceso orientado hacia un fin. Esto significa que la formación no se produce como resultado, sino que surge de un proceso continuo. Gadamer precisa: “En la formación uno se apropia por entero de aquello en lo cual y a través de lo cual uno se forma”⁴ .

³ Hans-Georg Gadamer. Verdad y Método I, Salamanca, Editorial Sígueme, 1992, p.39. Véase igualmente: José Ortega y Gasset, “Misión de la Universidad”, Revista de Occidente, Madrid, 1930, pp. 61 y ss. ⁴ H-G. Gadamer, p. 40

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No hay en el ser humano una coincidencia entre ser y deber ser; el hombre no es por naturaleza lo que debe ser. Justamente por ello necesita formación, porque su esencia es elevarse a la generalidad; trascender la singularidad. En este sentido, la persona no formada es “aquella que no es capaz de apartar su atención de sí mismo y dirigirla a una generalidad desde la cual determinar su particularidad con consideración y medida”⁵. En este caso, la conciencia enajenada permanece fuera de sí (en lo otro) sin devenir ella misma como autoconciencia libre. Pero la conciencia que se forma trasciende la inmediatez del deseo, la necesidad personal y el interés privado, para de-venir conciencia de sí. En un segundo momento, por el contrario, el individuo consigue aceptar la validez de otras cosas y encontrar puntos de vista generales para aprender más de las cosas, libremente, sin interés ni provecho propio. Hoy se percibe mejor que la formación integralmente considerada contempla un devenir del espíritu, desde su estado natural hacia la libertad; la formación es la continuación de un trabajo que el hombre va incorporando a través del lenguaje, las costumbres, los valores, el conocimiento. Se debe precisar por tanto que la generalidad a la que se eleva el individuo formado no es la generalidad abstracta de la razón, sino la generalidad concreta de la vida en co-

munidad, un proceso que se inscribe en el mundo de la vida. Pero la formación conlleva, a su vez, otras dimensiones tales como la educación de la sensibilidad artística y el tacto, que consiste en una determinada capacidad de identificación de las situaciones en las que se debe participar. “El tacto –señala Gadamer– ayuda a mantener la distancia, evita lo chocante, el acercamiento excesivo y la violación de la esfera íntima de la persona; pero no es un problema de ética, es una manera de conocer y una manera de ser”⁶. Por su parte, no se dispone de la sensibilidad estética como estado natural, por cuanto la conciencia debe formarse, trascender todo sentido natural (siempre limitado y determinado) y orientarse hacia un sentido general, sensible. Ahora bien, si la generalidad de la que se viene hablando tiene que ver con la realidad concreta e histórica de los pueblos y comunidades, esto implica que uno de sus logros reside en el sentido común, un saber orientado al obrar concreto en situaciones concretas, que no se confunde con la denominada capacidad de juicio. En otras palabras, saber que permite acoger y dominar éticamente una situación concreta. Se trata de poseer el sentido de lo justo y del bien común que habita en todos los hombres y que se adquiere a través de la comunidad de vida. No es por tanto un saber técnico que se oriente

⁵ Ibid., p. 41. ⁶ Ibid., p. 46

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por principios objetivos, sino un saber práctico que se orienta por principios generales hacia la situación concreta de los individuos. Mientras los demás sentidos nos colocan en relación con las cosas, el sentido común preside las relaciones con las personas, como una especie de genio para la vida práctica. La facultad de discernimiento, tanto como el gusto, también forman parte de la formación integral. La primera, en cuanto el discernimiento de asuntos prácticos orienta la vida misma; el segundo, como preeminencia de las apetencias individuales en relación con las cosas. Desde estas perspectivas

se puede pasar a considerar la relación necesaria de la formación integral con los contenidos de la enseñanza y su significación cultural, ética y estética. Particularmente, el desarrollo de la capacidad de narración ayuda a que la persona pueda encontrar sentido a lo que hace, no en la cadena de relaciones causales sino en el espacio de lo práctico y mediante juicios que orienten la vida. La habilidad para construir narraciones y para entenderlas es crucial en la comprensión de nuestras vidas; la lectura de los grandes autores nos ofrece horizontes inusitados en el conocimiento de nosotros mismos.

EL CONCEPTO DE FORMACIÓN INTEGRAL EN EL MARCO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR Al señalar la relación entre formación integral y socialización, se subraya de paso el papel que juegan las instituciones de educación superior a este respecto; si bien es cierto que la inducción amplia y coherente del estudiante en el mundo objetivo de su sociedad o de un sector de ella se realiza como socialización primaria, puede afirmarse que esta constituye la base para la construcción de su mundo en cuanto realidad significativa y social. No es menos cierto

que cualquier proceso posterior que induzca al individuo ya socializado a participar en nuevos sectores del mundo objetivo debe ser tenido en cuenta. Este, precisamente, es el papel que juegan las instituciones educativas en relación con la formación integral del estudiante; formación que afina su sensibilidad y sus facultades intelectuales y artísticas, que contribuye a su desarrollo moral y abre su espíritu al pensamiento crítico⁷ y al cultivo de una

⁷ J.G. Fichte, Discursos a la nación alemana, Madrid, Editorial Nacional, 1977, pp. 110 y ss.

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forma de vida en sociedad sustentada en valores de justicia y solidaridad. En este proceso, el estudiante se expone a la argumentación y contra-argumentación, a la experiencia estética y al desarrollo de sus aptitudes y actitudes morales, a través de experiencias que van estimulando y afinando su entendimiento y sensibilidad, tanto como su capacidad reflexiva. La formación integral va más allá de la capacitación profesional, aunque la incluye. En este sentido, la educación que ofrecen las instituciones de educación superior es integral en la medida en que se enfoque en el estudiante como totalidad y no lo considere únicamente su potencial cognoscitivo o su capacidad para el quehacer técnico o profesional. El ámbito de la formación integral es el de una práctica educativa centrada en la persona humana, orientada a cualificar su autonomía en el marco de la vida social. Esta situación del estudiante, en la que adquiere el conocimiento específico de los roles, requiere la adquisición de vocabularios y campos semánticos en un área particular y en otras sucedáneas, así como comprensiones tácitas, evaluaciones y coloraciones afectivas de la experiencia de aprendizajes mediados por diferentes lenguajes: análogos, imágenes, recursos tecnológicos, en fin. La educación opera sobre una interioridad pre-formada, quizá por ello la estrategia formativa consista en familiarizar al estudiante, es decir, en actuar como si aquellos valores que se desean

inculcar pertenecieran a la formación originaria y duradera de la experiencia de la vida. Desde esta perspectiva es conveniente que la acción de las instituciones de educación superior recaiga sobre lo siguiente: a) Sobre las incoherencias entre la socialización primaria y secundaria. b) Sobre la diversidad y heterogeneidad de los procesos de socialización que viven los estudiantes. c) Sobre los procesos de identificación individual con procesos de socialización. En virtud de lo anterior, gana vigencia la evaluación que se lleve a cabo de los tipos de relaciones que se establecen entre profesores y estudiantes, así como entre todos los demás miembros de la comunidad educativa. Reafirmando la estructura básica de la vida cotidiana, reforzando las coordenadas de la realidad del individuo, y cumpliendo un papel en la transformación de la realidad, se infiere que la institución educativa contribuye a la formación humana de quienes pasan por ella, en la medida en que a través de sus funciones de docencia, investigación y proyección hacia la sociedad involucra al estudiante en vivencias intelectuales, estéticas y morales que le permiten sentirse implicado y afectivamente comprometido en prácticas y valoraciones específicas. Al decir que la formación integral compromete el quehacer de la institución en su conjunto, se está señalando que todos sus miembros están involucrados con sus fines. En la interacción diaria 13


se define el clima formativo del éthos universitario. Tal interacción define prácticas administrativas, docentes, investigativas, en el marco de las cuales todos dan testimonio de su visión del mundo. El estudiante y el profesor resultan esencialmente modificados en su forma, en la medida en que de tales interacciones salgan fortalecidos, con experiencia formativa integral, no general, cuando se han puesto de relieve la dimensión simbólica del proceso de aprendizaje, la dimensión ética del manejo académico de los currículos y de las formas de evaluación del aprendizaje, la docencia de la ciencia y la finalidad cultural y crítica de la universidad. Un saber cualquiera –incluido el de las humanidades– que se trasmite con carácter exclusivamente instrumental se despoja de todo interés vital; es decir, de todo sentido humanístico. Las consideraciones hechas apuntan a la necesidad de orientar el trabajo de la formación integral hacia: a) Competencias relacionadas con el desarrollo del pensamiento crítico. b) Competencias para el discernimiento moral. c) Competencias para convivir y comprender. d) Competencias para emitir juicios éticos y estéticos.

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e) Competencias para expresarse en forma oral y escrita. En consecuencia, progresivamente nuevos elementos han de ser tenidos en cuenta para la formación integral; elementos que se basan en el deber y en el querer ser de los individuos, así como la disposición de los escenarios en los cuales se desenvolverán quienes procedan, no ya de la formación profesional, sino de la formación integral. En pocas palabras, dichos elementos serían: 1. Una visión del mundo entendida como preservación del mundo mismo. 2. La valoración de las denominadas viejas verdades de la vida en sociedad. 3. La comprensión de las formas vivas. 4. La convergencia y la coparticipación de saberes. Se entiende así que, ya por las partes, ya por el todo, la formación integral es un proyecto amplio que involucra la actitud abierta de los individuos en relación con distintos saberes y distintas rutas del conocimiento y la cultura, pero es también el proyecto mismo de la educación en todos sus planos, haciendo de ésta un bien común, antes que un sesgo de clase y de poder.



Valores Institucionales Integridad:

• Probidad y entereza en todas las acciones. • Honradez o respeto de la propiedad intelectual y de las normas académicas. • Rectitud en el desempeño, o un estricto respeto y acatamiento de las normas.

Tolerancia:

• Generosidad para escuchar y ponerse en el lugar del otro. • Respeto por las opiniones de los demás. • Transigencia para buscar la conformidad y la unidad.

Responsabilidad:

• Competencia e idoneidad en el desarrollo de nuestros compromisos. • Sentido del deber en el cumplimiento de las tareas asumidas. • Sensatez y madurez en la toma de decisiones y en la ejecución de las mismas.

Audacia:

• Resolución e iniciativa en la formulación y ejecución de proyectos. • Creatividad y emprendimiento para generar nuevas ideas. • Arrojo en la búsqueda de soluciones a las necesidades del entorno.

Excelencia:

• Calidad en los servicios ofrecidos a la comunidad. • Búsqueda de la perfección en todas nuestras realizaciones. • Superioridad y preeminencia en el medio en el que nos desenvolvemos.


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