Mejorar la nutrición infantil: El imperativo para el progreso mundial que es posible lograr

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Capítulo

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INTRODUCCIÓN El informe de UNICEF Seguimiento de los progresos en la nutrición de los niños y las madres, realizado en 2009, ponía de manifiesto la grave repercusión de los índices elevados de desnutrición en la supervivencia, el crecimiento y el desarrollo infantiles, destacando la carga social y económica que suponen para los países. Dicho informe versaba sobre la situación de los programas de nutrición de todo el mundo y abogaba por mejorar y expandir la prestación de intervenciones básicas de nutrición durante el periodo crítico de 1.000 días que comprende desde el embarazo de la mujer hasta que el bebé cumple dos años, un tiempo de rápido crecimiento físico y mental. Este informe actual refuerza esas conclusiones anteriores al destacar nuevos avances y demostrar que los esfuerzos orientados a ampliar los programas de nutrición están dando su fruto, con el consiguiente beneficio para los niños y niñas de numerosos países. UNICEF explicó la naturaleza y los factores determinantes de la desnutrición infantil y materna en un marco conceptual por vez primera hace dos décadas. La desnutrición infantil es consecuencia no sólo de la falta de alimentos adecuados y nutritivos, sino también de enfermedades frecuentes, de prácticas de atención sanitaria deficientes y de la falta de acceso a servicios de salud y otros servicios sociales. Este marco conceptual es tan pertinente hoy como lo era entonces, pero actualmente está influido por los cambios recientes y los interesantes avances que se han producido en el campo de la nutrición. Nuevas evidencias han permitido comprender mejor las consecuencias de la desnutrición a corto y mediano plazo. Cada vez es más evidente que la desnutrición puede atrapar a los niños, niñas, familias, comunidades y naciones en una espiral intergeneracional de nutrición deficiente, enfermedad y pobreza. Hay un conocimiento más profundo de los mecanismos que vinculan el crecimiento inadecuado debido a deficiencias nutricionales antes de los dos años con el retraso en el desarrollo del cerebro y el consiguiente bajo rendimiento en la escuela, y existen pruebas más claras y contundentes sobre la necesidad de promover el crecimiento óptimo durante esta etapa fundamental a fin de evitar un riesgo elevado

de enfermedades no contagiosas, como la enfermedad cardiovascular, en la edad adulta e incluso en la próxima generación. La comunidad internacional, armada con estos conocimientos, hace ahora más hincapié en el retraso en el crecimiento (altura/tamaño inadecuado para la edad) como el indicador preferido para medir el progreso en la reducción de la desnutrición. Esto significa que la atención se centra menos en el peso inferior al normal (el peso inadecuado para la edad), que constituye un indicador clave para medir el progreso hacia la consecución del Objetivo de Desarrollo del Milenio (ODM) 1. En mayo de 2012, la Asamblea Mundial de la Salud, el organismo encargado de la toma de decisiones de la Organización Mundial de la Salud, convino en fijar una nueva meta: reducir la cantidad de niños y niñas menores de 5 años que padecen retraso en el crecimiento en un 40% para 2025. El Secretario General de las Naciones Unidas incluyó la erradicación del retraso en el crecimiento como uno de los objetivos de su campaña Reto del Hambre Cero, iniciada en junio de 2012. Este énfasis en el retraso en el crecimiento ha llevado a revisar los programas y estrategias nacionales con el fin de concentrar el interés en los programas integrados y de prevención.

Introducción

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