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UKÉMBELE Salud, Ética Clínica y (bio)Política Número 2 - Julio de 2014 - Boletín Esporádico del GdM “No sabemos lo que puede un cuerpo, no sabemos de lo que es capaz” Baruch de Spinoza.

Editorial: La jaula valórica. Declaración del GdM: Libertad Política + Esclavitud Moral. Fornicar y matar. La introducción del deseo en la clínica. Aborto en Chile: Tanatopolítica y Privatización del Útero. Estatuto ontológico del embrión, escolástica y totalitarismo biológico. Contramanifiesto: “En contra de la utilización de los hechos científicos.”

Editorial: La jaula valórica.

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n la sociedad del espectá culo, los acontecimientos cargados de sorpresa, horror o impacto son parte de la rutina cotidiana. Estos hechos revelan el mal estructural de esto que llamamos sociedad. En ella habitan formas de vida insufribles. Ası́, presenciamos por las pantallas la existencia de la inmobiliaria segregació n de clases a travé s del incendio en Valparaı́so; contemplamos el intento de incinerar la precariedad laboral y la explotació n, a lo bonzo; observamos la brutalidad de ser mujer pobre a la hora de alzarse en contra de la “ley natural”. Hace poco, una joven de 17 añ os, tras realizarse un aborto en su casa, consultó desangrá ndose en el hospital pú blico Dr. Luis Tisné Brousse, ubicado en el sector nororiente de Santiago de Chile. Allı́, el facultativo que la recibió , ademá s de atenderla, la denunció . Este hecho se hace cotidiano en muchos servicios de urgencia: los mé dicos y el personal de salud, ademá s de terapeutas, ejercen de policı́as. ¿Qué hubiera pensado el Dr. Tisné ? La visió n de los autodenominados “pro-vida”, a travé s de su gran presencia en los medios de desinformació n masiva, en las instituciones polı́ticas y con el aval de la Iglesia Cató lica, pretende imponerse. Asumen la tarea de defender su perspectiva moral contra todo aquel que trate de re lexionar. Su archiconocida argumentació n declara la existencia del derecho a la vida del que “está por nacer” suponié ndole un “estatuto ontoló gico” a un embrió n. Enfatizan que el ser humano es tal desde el momento de la concepció n y que, en tanto ser humano, es “persona con dignidad”. Visto ası́ el asunto, el aborto serı́a un crimen perpetrado contra el má s indefenso de los seres. Pero mientras por un lado se pretende convertir al fenó meno del aborto en un tema criminal y metafı́sico, por otro lado, el principio de realidad se impone, a pesar de la indiferencia há bilmente orquestada por los “pro-vida”. Sin hablar del riesgo a padecer secuelas irreversibles (incluso a morir) al que se exponen las miles de mujeres que al añ o se someten

a abortos clandestinos, los sectores ultraconservadores enredan la discusió n señ alando que el aborto es una mala metodologı́a anticonceptiva. Una “salida fá cil” a un embarazo no deseado. Finalmente, las fuerzas represivas que habitan en los servicios de urgencia, se encargará n de escarmentar a las mujeres “irresponsables” que no supieron mantener las piernas cerradas. Para hablar del aborto, se echa mano a la culpabilidad para acallar al deseo y se chantajea emocionalmente a los incautos que deben imaginarse una muerte de alguien que todavı́a no nace. En estas maneras de formatear la complejidad del fenó meno del aborto se evaden olı́mpicamente los contextos, la vulnerabilidad, el abandono y la desprotecció n a la que se ven enfrentadas las mujeres que deciden hacerse uno. Los dı́as 9 y 10 de Junio pasados, asistimos a una convocatoria para realizar ponencias estudiantiles bajo el nombre “La necesidad del aborto en Chile: principios contra sujetos” en las dependencias de la Universidad de Santiago de Chile. Participamos y presenciamos siete trabajos de estudiantes de pre y postgrado de la USACH y UdeCHILE, que abordaron el fenó meno del aborto desde diversos enfoques. Valoramos que en una Universidad que se hace llamar laica y que cultiva el pluralismo, abra sus espacios para actividades como é stas. En ellas se puede apreciar la necesidad de deliberar desde distintas posiciones, nada que ver con las clases de catecismo que imparten organizaciones de faná ticos religiosos, alejadas completamente del espı́ritu universitario: nos referimos a la “actividad formativa” organizada por Oikonomos hace unas semanas, titulada “Aborto en Chile: Libertad o Esclavitud”, que en realidad consistió en un no-debate. Una declamació n unı́voca. En este nú mero recogemos tres ponencias presentadas en aquella jornada estudiantil, las cuales se inscriben en una visió n que va a contrapelo de la tentativa de aplicar una mirada moralista y reduccionista sobre la realidad compleja del aborto. Queremos comprender y elaborar esa realidad que se resiste a entrar en el corral de los principios bioé ticos y su colchó n disciplinario ultraconservador. Si es que usted se percata de que se encuentra atrapado en esta jaula való rica, tome su Uké mbele y ú sela a discreció n.


Libertad Biopolítica + Esclavitud Moral. Declaración del GdM.

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ace algunas semanas, nuestra universidad fue ocupada como centro de reunió n para un conjunto de organizaciones autodenominadas como cristianas, que tenı́an como auditorio imaginario un conjunto de seres tan ajenos a sı́ mismos como a la vida. Dicho seminario, en lo mani iesto, se planteaba como una revisió n cristiana del tema del aborto y con una cien iticidad cuando menos cuestionable aspiraba a zanjar hegemó nicamente el tema de El Aborto (como si no existieran los-abortos) en una velada de lo má s autorreferente, en la cual el sinsentido de los argumentos esgrimidos (si es que se los puede llamar argumentos) esparcı́a la gangrena mental en el auditó rium que durante un momento fue transformado en un reducto de la represió n sexual y el fascismo ( en nombre de dios, por supuesto). Cabe decir que en lo latente, esta celebració n al no-tener-nada-mejor-que-hacer y al meterse-enla-vida-del-resto aspira a metastizar en nuestra maltrecha universidad (ultrajada por la dictadura y prostituı́da por la democracia) las mismas pré dicas moralistas que pretenden apartarnos de la vida y hacerla imposible. Entre ellos, es cierto, habı́amos disidentes. Entre ellos, es cierto, dejamos pasar una a una cada falacia y cada delirio, má s propios de un museo que de una universidad del siglo 21, y esperamos al inal de tan lamentable seminario para exponer nuestros distintos reparos. Pedimos colectivizar el encuentro, ya que é ste se llevaba a cabo al interior de nuestra universidad -pretendida laica- y por tanto como estudiantes parte de ella quisimos matizar el descalabro de algunas conjeturas de los expositores que nos parecieron demasiado apresuradas. Por nombrar alguna, el hecho de que una francesa nos viniera a enseñ ar sobre la historia del aborto en Chile y pasara a indicar tan có modamente que el aborto aquı́ habı́a sido prohibido en el ‘89 sin má s, como si ese hecho no estuviera inscrito en la historia polı́tica de nuestro paı́s, como si aquella ley hubiese sido demandada por el pueblo empoderado y no deslizada desde el nú cleo ideoló gico má s duro de la dictadura. Por lo demá s con argumentos que rayaban en el salfaterianismo nos explicaba có mo la legislació n a favor del aborto se inscribı́a en una estrategia de parte de los paı́ses desarrollados para controlar el crecimiento poblacional en los paı́ses subdesarrollados como el nuestro. Tal era el grado de seriedad del asunto. No quisiera dejar de mencionar que a falta de sensatez en el abordaje que los expositores hicieron del tema buenos fueron los blindajes emocionales con los que debieron cubrir su carencia extrema de sentido comú n al inal, al hacer pasar al frente a dos “casi abortadas” que concluyeron la presentació n con un toque de charlatanerı́a emocional que nada tiene que envidiarle a la que

producimos en serie a travé s de tanto programa de fará ndula en la TV Una de ellas señ alando que estando “muerta” en el vientre de su madre fue resucitada por dios tras una oració n de sus padres, hallá ndose latidos en su segunda ecografı́a. ¿Será que hasta ese punto queremos denigrar la producció n de conocimiento que -se supone- tiene lugar en nuestra universidad? Rá pidamente comprendimos que ante todo la inalidad de aquella reunió n jamá s serı́a colectivizarse y abrirse a un diá logo con los estudiantes y acadé micos que asistimos. Quizá incluso ellos mismos presentı́an que aquella locura pro-vida no se sostiene si se la interroga y es por eso tal vez que como condició n de existencia de aquella reunió n haya sido esencial acallarnos. Y ası́ sucedió , raudo aquel tribunal inquisidor nos sentenció como “violentos” y se apresuraron para irse, simplemente impermeables. Nuestra universidad no es plataforma para micro-caudillismos de las causas perdidas, menos si estos provienen de docentes presentados como mé dicos, sin serlo, y como directores de departamentos inexistentes, que proponen mostrar a las mujeres luego de realizarse un aborto los restos de fetos para vomitar dentro de ellas algú n sentimiento de culpa mal llevado (quizá proveniente de tanto feto y embrió n mutilado para ‘estudiar la vida’ que tanto dicen proteger). ¿Acaso no ha sido su iciente con las mutaciones curriculares provocadas por el nuevo modelo educativo institucional neoliberal basado en competencias como para ahora cultivar el fanatismo religioso en nuestra universidad? Esto conduce a interrogarnos, por tanto, cuá les será n las prioridades de las autoridades universitarias al aceptar e introducir este mal chiste con pretensió n de seminario. (Es como si no tuvieran en cuenta las condiciones de lucha por la educació n que vive el paı́s -má s fuertemente- hace 3 añ os) Ya introdujeron toda la tecnocracia de expertos en calidad de la educació n que nos dirá n qué aprender, có mo aprenderlo y có mo se miden mejor nuestros conocimientos y competencias. Ya introdujeron al banco Santander. Incluso lo metieron en nuestras credenciales, para que nos digan có mo nos tenemos que endeudar y nos precipitemos má s invariablemente a la deuda. Para colmo, ya nos introdujeron la igura de carabineros que está n de punto ijo en el frontis como si estuviesen custodiando una bomba de tiempo. Se hace necesario que la comunidad estudiantil, junto a docentes y funcionarios se empoderen para preservar y profundizar la identidad histó rica y cultural de nuestra universidad que hoy por hoy parece no encontrarse por ningú n lado.

Fornicar y matar: la introducción del deseo en la clínica médica. Andrés Garrido P.

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s impresionante ver a nivel del discurso sobre el mal llamado “tema del aborto” el despliegue de argumentos apasionados, llenos de cifras de salud pú blica y altamente so isticados para defender una posició n frente a una pregunta odiosa: ¿Usted está a favor o en contra del aborto?. Este tipo de interrogatorio no permite má s que decir sı́ o no, anulando toda posibilidad de re lexió n. Aborto, por supuesto como sustantivo, té rmino asexuado, jamá s como verbo “abortar”, quitando de escena al sujeto involucrado que es la mujer. Lo má s interesante de esto es que pese a nuestras posiciones personales, opiniones incluso sobre la legislació n vigente, las mujeres abortan porque tienen el poder de hacerlo, independiente de lo dicho al nivel de nuestros discursos. Me sitú o entonces desde este punto de partida en un debate que ha excluido a las mujeres involucradas y que ciertamente ha tambié n puesto entre paré ntesis las temá ticas del cuerpo, del sexo y de la muerte. Nos hemos visto entrampados en esta discusió n, particularmente quienes buscan compatibilizar la libertad polı́tica y la libertad sexual echando mano a argumentos liberales (sı́, de derecha) como los de libertad personal, autonomı́a individual o vida privada. Ası́ mismo quienes apelan a los Derechos Humanos como justi icació n del aborto deben señ alar que el aborto no ataca la vida y que lo que existe en el vientre de la mujer encinta no es ni tiene nada de humano. Se intenta convencer a quienes atacan a las mujeres que abortan, pues ya sabemos que a las mujeres que deciden hacerlo no les importa el nivel del discurso al momento de decidir. Citando a Laura Klein, “se transforman en abogados de las mujeres que abortan, no sus aliados. Las justi ican (como víctimas de una ley

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sexista, poco democrática o clasista), las representan (elaboran proyectos de ley y traducen a términos políticos experiencias que los exceden). No hacen peligrar al sistema, quieren ser reconocidos por él.”. O sea, el aborto sobre el cual debatimos no tiene nada que ver con la experiencia de las mujeres que abortan: é sta es una experiencia trá gica. En la gestió n de la muerte se ha tenido que transar con el Estado la posibilidad de legalizació n ponié ndole apellido al abortar, legalizá ndolo en tres casos, mientras que la realidad y las demandas de los sujetos superan con creces esos tres eventos. Para muestra, un botó n: “Es un accidente, él está casado, no lo quiere” “No quiero conservarlo, no tengo los medios” “Estoy embarazada y quiero hacerlo desaparecer. No fue querido, sería un hijo sin padre, yo estoy sola” “Quiero interrumpir mi embarazo, pero si me quito el niño me quito todo” “Es con una persona con la cual no estoy segura de que vaya a quedarme” “Estoy embarazada, soy estudiante, no puedo tenerlo y sin embargo me encantan los niños” “Si tengo este niño pierdo mi trabajo, tengo dos hijos, voy a tener que sacármelo a disgusto, yo quería otro hijo” “Tuve iebre la semana pasada y tomé un medicamento, no quiero tener un hijo anormal” Cada aborto es un fenó meno ú nico. Se instala, entonces, la pregunta: ¿Qué mujer quiere abortar? En cualquier caso se está en un trance é tico, se ve coercionada a tomar una decisió n aquı́ y ahora, decisió n que no tiene garantı́as absolutas, hay incertidumbre, pues nadie sabe qué consecuencias tendrá en lo inmediato o en el largo plazo. Esta incertidumbre, este escenario en el cual se juega la angustia, hace caer la idea del aborto libre, nadie es libre de abortar, siempre hay una coerció n, siempre hay un con licto, de no estarlo seguramente no habrı́a intenció n de suprimir dicho embarazo. El con licto es real, no podemos ignorarlo o cerrar los ojos para nuestra conveniencia, pues el otro no existe para con irmar mi propia idea de realidad, existe fuera de mı́, ú nico e irrepetible, de modo que hacer callar a la mujer que decide abortar bajo cualquier circunstancia es un acto violento, como tambié n es violento el acto de abortar. La descripció n del proceso es ciertamente horrible, pero la intencionalidad supuesta a las mujeres que abortan es la que es engañ osa, pues ciertamente abortar es un hecho sangriento donde hay muerte, pero no es un hecho sanguinario como nos hacen creer las organizaciones “pro-vida”. Ademá s de la idea de libertad citada má s arriba, se han propuesto otros argumentos para justi icar el aborto; estos han seguido el camino de la vida privada. Dere-

cho a ser dejados solos. ¿Es eso lo que buscan las mujeres que piden aborto legal? Si el sexo y el aborto son cuestiones de ı́ndole privada, no toca al Estado inmiscuirse en relació n a la violencia dentro del dormitorio, y ası́ mismo tampoco tocarı́a inanciar los abortos de las mujeres pobres... Es precisamente lo que sucede hoy en Chile y lo criticamos, hay derecho a la vida privada para quienes pueden costearlo, el Estado no interviene con quienes pueden pagar un aborto. La idea de privacidad y autonomı́a trata a la mujer y al zigoto como si fuesen entidades separadas, quitando toda la particularidad y peculiaridad del embarazo presentando a modo de pará sito o tumor al zigoto/embrió n como si se tratara de un aborto en legı́tima defensa. En la diná mica de la separació n de estos seres uno entra en contacto con el otro de manera voluntaria o accidental, y uno tendrı́a derecho soberano sobre otro de cortar la conexió n si ası́ lo desea. Esta relació n no puede dejar de evocarnos las relaciones entre empresario y empleado, arrendatario y casero. La tesis de la privacidad oscurece, entonces, el especial papel creativo de la madre en el embarazo, su experiencia, angustia, relato y deseo quedan eclipsados en este discurso ideoló gico neoliberal. Asimismo habrı́a que distinguir ya la llamada libertad de elegir de la libertad de decidir... esta ú ltima simplemente no existe. La libertad de elegir se inscribe en el discurso liberal, elijo un producto por sobre otro... pero puedo elegir no elegir y salir de la tienda. Por otro lado en la decisió n no hay opció n de no actuar. En el caso de no actuar el embarazo continú a. Quienes critican el aborto se a irman precisamente en la frivolidad de la “elecció n” para criticar toda forma de aborto, sin embargo, frente a eso es que contraponemos la idea de “decisió n”, esta exige hacerse responsable, ahı́ dó nde se pone el cuerpo para un procedimiento no hay frivolidad, despué s de todo, la mujer que aborta es quien má s padece la cuestió n. Es ası́ que planteamos que la voluntad que se juega en el aborto tiene má s que ver con el deseo que con la racionalidad.

embarazarse sin desearlo... y aú n ası́, ocurre. En los casos mencionados estos embarazos escapan a la voluntad. Quienes a irman que al abortar las mujeres no se hacen cargo de las consecuencias de sus actos, lo que está n diciendo no es que deban parir ese hijo sino que nunca debieron haber tenido la relació n sexual. Cuando defendemos el aborto por causas ajenas a la mujer se produce la elipsis al suprimir la palabra aborto por la palabra sexo. El sexo no consentido lo justi ica. Se disculpa a la mujer violada por rechazar el sexo pues se embarazó contra su voluntad, pero no se disculpa tanto a la mujer que dijo sı́ al coito pero cuyo embarazo tambié n es contra su voluntad. Se castiga entonces la separació n del goce del sexo del deber de engendrar. Si la mujer es deseante debe estar en la jaula que le corresponde por su condició n anató mica, presa de su ú tero. El castigo por la insolencia es asumir la consecuencia del embarazo. Sin embargo, cabe recordar que abortar tambié n es hacerse cargo y que la maternidad no puede ser un castigo. Con esto pretendo señ alar como se ha producido un giro tremendo en las demandas de los movimientos sociales. Si alguna vez la demanda fue aborto libre y gratuito hoy hablamos de aborto terapé utico. De “mi cuerpo es mı́o” pasamos al “derecho de autonomı́a y control del cuerpo”, el eje no es má s la liberació n sexual sino que se ha trasladado a la argumentació n en funció n de la salud fı́sica o psicoló gica, apelando a de iniciones de salud impuestas desde el hemisferio norte. Buscando la legalizació n del aborto se ha renunciado a consignas vá lidas, la negociació n nos ha acercado al objetivo, pero aparentemente se ha perdido mucho en el camino. No hablamos ya de Eros, sino de pará metros econó micos, estadı́sticos, de argumentos y no de experiencias reales. Problemas que confrontan el té rmino de la vida al inicio de esta, que obligan no a repensar la muerte, sino a legitimarla en ciertos casos, pues

La preponderancia de la voluntad en la cuestió n del abortar se relaciona directamente con el sexo. ¿Por qué es que la població n general acepta en su mayorı́a el aborto en los tres casos propuestos? Aú n entre quienes argumentan a favor de la despenalizació n del aborto en estos casos puntuales, les tiembla el piso o el alma al momento de decir aborto bajo cualquier circunstancia, desde el aborto por miseria econó mica hasta el aborto sin explicació n, hay algo ahı́ que hace ruido. La voluntad racional entra en escena con los mé todos anticonceptivos. Cuestió n paradó jica, la introducció n de la tecnologı́a del control de la fecundidad que buscaba empoderar a la mujer terminó por someterla frente al mundo a la tarea de la plani icació n y el control de la natalidad. Será desde entonces ella quien decida cuando tener hijos. Si ya desde antes ella decidı́a abrir o no las piernas, con la entrada de los mé todos no hay excusa para

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hay que decir que nacer no siempre es bueno y morir no siempre es malo. La respuesta fundamentalista y principialista hace aparecer entonces el derecho a la vida, vida desnuda reducida a un mero hecho bioló gico, ignorando las condiciones mundanas de existencia, como si esta invocació n solucionase algo. Una vida como sustantivo, valor, idea, pero jamá s con un sujeto que vive en medio de otros. Y como vida hay en el embrió n y en la mujer los principios se hacen insu icientes, la ú nica opció n posible es presentar una vida má s dé bil o victimizada que la otra, para ası́ ganar má s apoyo y votos. ¿Có mo resolver este choque de principios en el campo de batalla del cuerpo? Es entonces que se le pregunta a la Ciencia como discurso de verdad y en particular a la Biologı́a como verdad de lo humano. Ciencia como garante que permitirı́a resolver con lictos gracias a su verdad objetiva, universal, racional y neutra. Han entrado dentro del dominio de estos saberes problemas clá sicamente ajenos a su poder. La é tica es puesta entonces como servidora, el bien y el mal lo decide el estatuto que la ciencia con irme para el feto o el embrió n, in de la discusió n y de la re lexió n. Sin embargo, esa reducció n no es tan sencilla ni tan inocente, es fá cilmente desmontable y tampoco resuelve el problema. Lo que sucede es que hay manipulació n y tergiversació n de los aportes de la ciencia. Ası́ la estrategia antiabortista es tan baja que resiste todo intento de diá logo. Segú n Klein lo siguiente se aplica para ambas partes: “El supuesto es que nosotros tenemos la verdad porque no tenemos mala fe, que somos honestos porque somos buenos. La conclusión sería que los otros mienten y son arteros, en vez de pensar la posibilidad de que son diferentes porque quieren cosas diferentes, creen en cosas diferentes y piensan cosas diferentes”. Eso es lo que comporta un autómata del bien, mi causa es justa, ninguna má s lo es. Porque inalmente las palabras para de inir aborto cambian segú n las perspectivas ideoló gicas, a tal punto que describen fenó menos completamente distintos, los “pro -aborto” no hablan del feto como niñ o, sino como pará sito... Los “pro-vida” mencionan a las mujeres para señ alar lo frı́volo de la elecció n, lo facilista que es y lo asesinas que son. En esto Nietzche tenı́a razó n: “no existen los hechos, éstos son siempre ya interpretaciones morales”.

no hacerlo. La salud pú blica como verdad del “para todos” es al mismo tiempo verdad para nadie... Todos opinamos, porque podemos hacerlo, nadie patea la mesa con una a irmació n é tica que aventure una verdad que la ciencia bioló gica o estadı́stica no pueda demostrar ni siquiera formular... ¿Qué pensamos de una mujer que aborta, somos capaces de apoyarla o condenarla no siendo capaces de mostrar ni de justi icar por qué ? ¿Somos responsables de lo que deseamos o necesitamos la pura verdad para decidir? La introducció n del deseo en la clı́nica consiste precisamente en esto, hay una dimensió n de incertidumbre, hay una dimensió n en la vida de los seres humanos que no está bajo su control, muy por el contrario, son llevados por esta dimensió n que llamamos inconsciente.

en un intento de alivianar una tarea tan ardua, vinculada al contacto permanente con el dolor humano tanto fı́sico como psı́quico. La posibilidad de re lexionar y cuestionarse sobre cada acto mé dico u obsté trico posible de aparecer en el encuentro siempre novedoso con un otro distinto de mı́, con su propio relato, sus propias palabras, discursos, valores y con lictos no se encuentra en los libros, ni en los papers ni en el discurso cientı́ ico. Solo es verdad del sujeto. Es así que el cuerpo en la inmanencia, o sea en el aquí y ahora real y sustancial, es llevado por el deseo (conatus) hacia territorios insospechados. Habrı́a que recordarles a los autó matas del bien que el cuerpo no es solo bioló gico; es, como dice Castoriadis cuerpo bioló gico, psiquis, cuerpo social e imaginario, de modo que, lo natural de la vida y del embarazo, de la maternidad y de la crianza es un mito en el ser humano.

Dice Klein: “Primacía de la elección voluntaria como si fuese idéntica al deseo, como si yo fuese el que más me conozco. Como si mi cuerpo no hablase también de mí, de mis terrores de lo inconsciente y no siempre en la misma dirección que mi voluntad consciente o que mi discurso”... ¿A alguien le suena conocido esto? En la clı́nica se materializa de la manera má s impresionante en esos extrañ os casos en que las mujeres no se embarazan pese a que todo bioló gicamente está bien, a esos casos cada vez má s numerosos de intentos frustros de fertilizació n arti icial, o por otro lado a esos casos de embarazo pese a uso de mé todos anticonceptivos sean dispositivos, barrera, hormonas... Y aú n ası́ sucede no pocas veces. Citando a Spinoza: “No sabemos lo que puede un cuerpo, no sabemos de lo que es capaz”, son las pacientes quienes dará n cuenta de esta cuestió n capital en la clı́nica, olvidada por una medicina orientada a la isiopatologı́a. Ya en las primeras dé cadas del 1900, Freud señ alaba la importancia fundamental para un tratamiento el establecer la relació n entre la vida psı́quica y la somá tica. Tanto lenguaje té cnico, tanto discurso ajeno a la realidad que se vuelve cada vez má s difı́cil generar los “buenos encuentros”, señ alados por B. Spinoza, como modalidad inherente a todo tratamiento,

La maternidad fue ası́ remitida al dominio de una decisió n voluntaria. Habrı́a que señ alar parafraseando a Marie-Claire Chatel que “Nunca se conoce de antemano el vínculo sutil entre una voluntad declarada y el deseo que esta voluntad oculta; la voluntad puede desconocer el deseo, negarlo, caricaturizarlo, a veces revelarlo. La medicina de la procreación desconoce la arquitectura inconsciente compleja y vivaz que constituye el resorte de la fecundidad humana. Así el deseo se rebajó a un querer y la contracepción médica se convirtió en el arma fundamental de la lucha de liberación de las mujeres, para el cumplimiento de su voluntad”. Ahora, con iando el cuerpo a la consciencia debemos decir que siguió habiendo embarazos no deseados y abortos. Para concluir habrı́a que reconocer que el deseo no es controlable, ni menos responsable. Lo que sı́ es posible de decir es que habrı́a que ser responsable de nuestro deseo, y en este punto no negar la enorme realidad: es la mujer quien puede dar y quitar la vida y en Chile se aborta en condiciones de soledad, tristeza y culpabilizació n. Es imperioso entonces dar escucha a la experiencia y el relato de las mujeres, sus deseos, contradicciones y sufrimientos. Ese es nuestro llamado, ser terapeutas, no policı́as ni jueces. Para que abortar sea legal, voluntario y sin culpabilizació n.

Ası́ la posibilidad de la culpabilizació n del sexo y del aborto, fornicar y matar, tiene su gran asidero en la voluntad consciente. Cuando una mujer ejerce su derecho (poder) de abortar ¿Ha decidido interrumpir un embarazo o ha decidido no tener un hijo? ¿Para qué desear si la verdad basta, có mo sostener la lucha espiritual si la verdad nos suplanta, una verdad que nos asiste pero no nos necesita?... De eso se trata la avalancha de informació n entregada por uno y otro bando... 40 mil abortos al añ o, sesenta por ciento de secuelas emocionales por abortar, otras miles de muertes, unas cuantas fotos de un embrió n en desarrollo, otros nú meros que hablan de los riesgos de abortar, otros que a irman el dañ o de

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Aborto en Chile: Tanatopolítica y Privatización del útero Rodrigo Cepeda J.

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ara hablar del aborto quisiera pasar por dos nociones: la de Tanatopolı́tica y la de Privatizació n del Utero, y luego desde ellas plantear cuestionamientos y ademá s lo que quizá podrı́a ser un esbozo de polı́tica para trabajar el aborto. Primero quisiera que entendié ramos la criminalizació n del aborto en Chile como un dispositivo de sanció n tanatopolı́tica frente a los cuerpos indó ciles, e ¿Indó ciles en té rminos de qué ? En té rminos de la privatizació n del ú tero. Tanatopolítica. Entonces cuando hablamos de Tanatopolı́tica nos referimos a una té cnica de gobierno má s caracterı́stica del ré gimen soberano descrito por Foucault, «poder soberano que se expresa como poder de dar la muerte» (1). Entendemos la Tanatopolı́tica entonces como la gestió n de la muerte y de las té cnicas de violencia, en tanto que té cnica de gobierno y siguiendo las palabras de Preciado «La té cnica de gobierno que mejor ha manejado nuestra “especie” histó ricamente, ha sido la guerra, la violencia. La muerte como té cnica de gobierno.» (2). De esta manera lo que propongo es pensar la criminalizació n del aborto como sanció n que en ciertos casos termina siendo tanatopolı́tica, en el sentido de que el resultado de la prohibició n legal de cualquier aborto en chile son la muerte de bio-mujeres pertenecientes principalmente a la capa má s “marginal” de nuestra sociedad. No vemos morir a las jó venes ABC1 de abortos sé pticos, por ejemplo, sino que quienes mueren son siempre aquellas que su condició n de clase las obliga a tomar la vı́a má s insegura disponible. Por tanto el resultado de esta polı́tica la revela en tanto que tanatopolı́tica, segú n la cuá l son só lo algunos cuerpos (envilecidos) sobre los que se materializa la posibilidad de morir al abortar. En Chile el status legal del aborto criminaliza toda prá ctica abortiva obedeciendo a una má xima general que se abstrae de toda particularidad y que pregona “proteger la vida del que está por nacer”, como si esas palabras romá nticas pudieran neutralizar la poderosa podredumbre que se desprende de las prá cticas reales. Con criminalizació n y todo se producen -segú n estimaciones- 40.000 abortos al añ o, de los cuá les una cierta parte terminan en muerte, principalmente por abortos clandestinos en pé simas condiciones. Lo importante aquı́ no pasa por el hecho de que se produzca todo un mercado del aborto al margen de la legalidad en el sentido penal del asunto, pues lo que pone en vigencia al aborto como fenó meno y que, de alguna manera,

le concede legitimidad en la prá ctica, es la misma existencia de un Mercado. Es decir, que como sociedad hemos decidido darle al aborto un soporte mercantil para existir (lo mismo que de cualquier forma hemos hecho con una serie de instituciones). Lo importante decı́amos, está del lado de la evidencia. Y es que como todo buen mercado, hay que asegurar que la diferencia de precios se traduzca en la realidad. Y es ası́ como no va a ser lo mismo abortar en una clı́nica con la seguridad del anonimato y la seguridad del misotrol, que con un raspaje fuera del nosocomio. Lo que ocultamos sistemá ticamente acerca del aborto, deslizando discusiones super luas entre tanto, es la naturaleza política que atraviesa todo el espesor del asunto. Y es que, con su criminalizació n hacemos, aparecer como natural la muerte de mujeres pobres cuya situació n de clase, frente a la elecció n de abortar, se encuentra con el destino que le depara la segregació n. Entonces se hace necesario tomar aquella polı́tica con el ominoso slogan de “proteger la vida del que está por nacer” en su dimensió n tanatopolı́tica, es decir, como gestionadora de la muerte (de cierta parte de la població n). Y una vez que la consideramos en su dimensió n tanatopolı́tica, no se puede soslayar el aspecto polı́tico involucrado cuando son ciertos cuerpos los que mueren. Tampoco podemos dejar de cuestionarnos el rol del mé dico en medio de todo este entramado de té cnicas de gubernamentalidad que se ejercen sobre el cuerpo de la nació n y los cuerpos singulares. Pues un mé dico que denuncia se convierte en el brazo armado del poder que gestiona estas té cnicas de muerte. Quié n dirı́a, un microfascista, un mero ejecutor que desde su posició n estraté gica en una relació n de poder que lo habilita para ejercer mecanismos coercitivos, se encarga de mantener el ú tero de las mujeres grá vido, lo quieran ellas o no. Y lo ejerce con el resultado de sancionar aquellos cuerpos indó ciles que má s allá de toda abstracció n ideoló gica sobre el estatuto del embrió n, deciden desde la particularidad de su situació n de reapropiarse de cierta autonomı́a sobre sus té cnicas del cuerpo. Por tanto el llamado es por una parte a indagar en estas té cnicas de gobierno que gestionan la

reproducció n del cuerpo nacional y que en su extremo má s tanatopolı́tico destinará n indolentemente a priori a ciertos cuerpos a morir o a pagar condenas en instituciones disciplinarias. Privatización del Útero. El ú tero, como otros ó rganos del cuerpo (3), ha sido privatizado y puesto al servicio del Mercado como central de producció n tecnoviva de individuos. Individuos que a su vez, por el hecho de nacer en estas sociedades Occidentales, tienen como destino “natural” el de transitar perpetuamente por diversos mercados. Por EL Mercado. Este proceso se encuentra en el centro mismo de (re)producció n del Capitalismo. Como correlato material de la Dominación Mercantil (4), la vida ası́ abstraı́da en el mercado y desposeı́da por lo tanto de Sentido (5), provee incesantemente nuevos individuos que será n los consumidores y la fuerza productiva del mañ ana. El proceso de privatizació n del ú tero implica que la reproducció n biopolı́tica de “el cuerpo de la nació n”, “la població n”, “la raza”, todos estos criterios demográ icos que se concretizan en la generació n de nuevos individuos, (proceso de normalización mediante) se lleve a cabo en el terreno fé rtil que la provee LA familia. Entendida é sta no tanto como la red de individuos emparentados sino como la “empresa familiar”. Es decir como la institució n normalizadora que ademá s funciona como nexo entre las personas y el mercado, ası́ como tambié n del resto de instancias disciplinarias. Es LA familia la empresa que se encargará de llevar a los nuevos individuos a circular por los diversos mercados, principalmente como consumidores. Ası́ cada uno que nace será llevado de la mano al mercado de la alimentació n, de la educació n, al mercado laboral, al mercado inanciero, incluso una vez muertos, al mercado de la necró polis, tal es la muerte en vida del consumidor. LA familia es una institució n central a atacar, puesto que es en su seno en el cual luego de la invenció n de la sexualidad SE destina a los bio-hombres y bio-mujeres, una vez producidos como tales y signados como heterosexuales a cumplir la tarea de “reproducir el cuerpo de la nació n”, movimiento bio-polı́tico esencial en el sentido en el que tambié n de paso se naturaliza la relació n «hombres/mujeres»,

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«mujeres/hijos», «ocultando inalmente el conlicto de clase entre hombres y mujeres tras una divisió n natural del trabajo» (6). Es importante recordar aquı́ el llamado de las feministas má s radicales a poner los ú teros en huelga, es decir, a parar la fá brica. No en vano Kollontai y Reich abogaban por la abolició n de LA familia. Que los ú teros se encuentren privatizados quiere decir que su potencia generadora se encuentra inscrita y sujeta en estos circuitos de producció n, funcionando merced a la ló gica hegemó nica del Mercado. Ahora bien, esto que se describe en té rminos generales se lleva a cabo localmente en escenarios (histó ricamente) singulares. Ası́, por ejemplo, en Dinamarca preocupados por la baja tasa de natalidad, una empresa de turismo ofrece descuentos a las parejas si viajan en periodo de ovulació n, si la pareja concibe le regalará n productos para el bebé por 3 añ os y otro viaje. Ya que se ha visto que las parejas danesas que conciben tienden a hacerlo en viajes del tipo “luna de miel en el extranjero exó tico” (7). Una té cnica biopolı́tica -má s al estilo del paı́s desarrollado, por cierto- que insta a reinscribir los ú teros de sus ciudadanos nativos en los circuitos privatizados de producció n descritos. Distinto es el caso en Chile, donde la localizació n de los ú teros en los circuitos de producció n tecnoviva se da en el contexto donde una cierta moral profundamente totalitaria de “proteger la vida del que está por nacer” se ha instalado y ocupado el poder institucional y en cuyo extremo má s delirantemente fascista, el propio Presidente (8) se siente capaz de habilitar o legitimar pú blicamente a una niñ a de 11 añ os como lista para ser madre. Es decir, mantendremos lo ú teros habilitados para la (re)producció n por la razón o la fuerza. Y es por medio de la criminalizació n de todo aborto que a los ú teros de las bio-mujeres se los mantiene al interior de dichos circuitos. Dicha prohibició n genera una repartició n desigual de los riesgos frente al procedimiento mé dico del aborto con un sesgo de clase; eso, sumado a la sombra del castigo penitenciario y la exclusió n social. Ası́ nos encargamos de instar a las mujeres a abstenerse de la opció n de decidir sobre su cuerpo. Es decir, estas sanciones legales y corporales actú an como mecanismos coercitivos. ¿Es legı́timo este ú tero privatizado al servicio de la empresa familiar? ¿Es legı́tima esta tanatopolı́tica que termina sancionando a las-mujeres que reivindican para sı́ y para su historia de vida el uso de sus ú teros por fuera de la ló gica de producció n de la “empresa” familiar? Se hace necesario romper con la ló gica del ú tero privatizado y repensar otras formas de relacionarnos con é l, en tanto que colectividades y en tanto que singularidades. Cuando pensamos en los regı́menes biopolı́ticos que atraviesan nuestros distintos ó rganos vale preguntarse qué efectos tienen estas polı́ticas sobre nosotros-individuos. Llevar la discusió n sobre el aborto en té rminos de en qué momento el alma ingresa al embrió n no hace má s

que invisibilizar las prá cticas reales y sus consecuencias. Por tanto, y a modo de esbozo, las directrices polı́ticas que se desprenden del sucinto aná lisis anterior apuntan a poner en el centro de nuestra lucha contra-hegemó nica la siguiente trinidad: técnicas del cuerpo, prácticas de Gobierno y aparatos de veri icación. Reapropiarnos de los aparatos de veri icació n, es decir del conjunto de representaciones que nos dicen La Verdad sobre el aborto, implica la construcció n, por lo demá s ya iniciada (9), de un relato colectivo sobre el aborto y asimismo el cuestionamiento profundo a todas las instituciones y estrategias que nos han representado la verdad sobre el aborto, es decir, que la han construido de modo que nos preceda como sujetos polı́ticos. Ligado a la reapropiació n de los aparatos de verdad, que en el tema particular del aborto construyen su verdad, se hace necesario construir colectivamente las prácticas y saberes del cuerpo que nos hagan má s libres y a travé s de las cuales colmemos nuestras potencias. Con respecto a las prácticas de gobierno, desde su lado má s urgente, la descriminalizació n del aborto como cuestionamiento y deslegitimació n total a la tanatopolı́tica implicada en la gestió n y coerció n de los ú teros, sin aceptar que vuelva a morir una mujer má s por procedimientos mal hechos o que se le encarcele. No se trata de agotarse en tener al Estado como referente de demandas, sino que de reinventarse en la construcció n de nuevas verdades. La Revolució n somatopolı́tica implicará , cuando menos, gestionar colectivamente las prá cticas sociales. (1)(2) «Las subjetividades como icciones polı́ticas». Beatriz Preciado. Conferencia en Hay Festival, 2014. (3) «Terror anal» Beatriz Preciado, 2009. (4) “Dominació n mercantil, de inida como relació n de complicidad entre dominantes y dominados mediada por la mercancı́a”. Hombres-má quina: modo de empleo. Tiqqun, 1999. (5) “Enfermedad y Antropologı́a” en «Guı́a de Etica y Filosofı́a de la Medicina». Sergio Zorrilla, 2011 (sin publicar). (6) «El pensamiento heterosexual y otros ensayos». No se nace mujer. Monique Wittig. 2006 (7) «Hazlo por Dinamarca». El Mundo. Visto en http://mun.do/1jyqIwG (8) «Piñ era: Niñ a de 11 añ os “mostró profundidad y madurez”». Radio Cooperativa. Visto en http://bit.ly/1jyqZ2A (9) «Lı́nea Aborto Chile: El Manual ¿Có mo las mujeres pueden hacerse un aborto con pastillas?». Lesbianas y feministas por el derecho a la informació n. 2012

Estatuto ontológico del embrión: escolástica y totalitarismo biológico. Santiago Murray M.

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l debatir en torno al aborto se nos convoca rá pidamente a de inir, antes que cualquier otra cosa, si el embrió n es un ser, para lo cual la ciencia -la biologı́a en particular- ha resultado ser un garante de posiciones conservadoras. A partir de allı́ se busca levantar un estatuto ontoló gico del embrió n por identidad bioló gica. Luego, este estatuto nos impone obligaciones con “el que está por nacer”. Esta identidad bioló gica es caracterizada con algunos atributos, expresados por el mé dico españ ol Javier Vera. Se a irma que el embrió n es un ser humano porque en é l se mani iesta: 1. Novedad biológica: Nace algo nuevo al fundirse los núcleos de las células germinales; no se ha dado ni se dará una información genética exactamente igual. Se trata de un ser biológicamente único e irrepetible. 2. Unidad: Se trata de una individualidad biológica, de un todo compuesto de partes organizadas, tiene que haber un centro coordinador; es el genoma el centro organizador que va haciendo que se den las sucesivas fases en esa novedad biológica de forma armónica. 3. Continuidad: No existe ningún salto cualitativo desde la fecundación hasta la muerte; no puede decirse que en un momento es una cosa y más adelante otra diferente; todo el desarrollo está previsto en el genoma.

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4. Autonomía: Desde el punto de vista biológico, todo el desarrollo sucede desde el principio hasta el inal de manera autónoma. La información para dirigir esos procesos viene del embrión mismo, de su genoma. Desde el inicio, es el embrión quien pide a la madre lo que necesita, estableciéndose un "diálogo químico". 5. Especi icidad: Todo ser vivo pertenece a una especie. El embrión, analizando su cariotipo, vemos que desde el primer momento de su desarrollo pertenece a la especie homo sapiens sapiens. 6. Historicidad o biogra ía: Todo viviente tiene “una historia”, no es solamente lo que se ve en un momento dado (un conjunto de células vistas con el microscopio), sino que todo viviente es lo que ha sido hasta ese momento y lo que será después. (1) Es posible identi icar contradicciones y problemas en este discurso. Por ejemplo, hablar de “continuidad” en el periodo entre fecundació n y muerte, obviando cualquier circunstancia real de construcció n histó rica del sujeto: nacimiento, enfermedad o ritos, incluso pasando por alto el bautismo (rito fundamental de introducció n al cristianismo, un actor gravitante que sostiene un estatuto del embrió n en tanto ser). Presenciamos una negació n de los eventos que nos confrontan a lo diferente y que construyen una historia. Y pese a esto, se le adjudica “historicidad” a un ser que es lo que ha sido hasta ese momento y lo que será despué s, siendo esta una expresió n francamente reñ ida con la noció n de temporalidad. Por otro lado se apunta al genoma como manifestació n principal de “especi icidad”, pero su fuerza no es su iciente ni completamente determinante. La biologı́a de vanguardia, aquella de investigació n y publicaciones, reconoce la potencia del fenó meno epigené tico y la fuerza que tiene sobre un individuo el ambiente y contexto. Aú n ası́, se nos quiere convencer de que todo el desarrollo está previsto en el genoma. Tambié n es invocada la “autonomı́a” del embrió n ¿En qué medida podrá un embrió n establecer sus propias normas y formas de relació n social con una sociedad que desconoce? Desde el inicio, es el embrió n quien pide a la madre lo que necesita, establecié ndose un "diá logo quı́mico". Diá logo inespecı́ ico, presente en otras relaciones bioló gicas y entre otras especies (incluso inter-especies). Un diá logo cuyos signos carecen de signi icados, un intercambio de signos quı́micos que se de inen en sı́ mismos y no interpretan la realidad. Diá logo donde ademá s queremos que la madre obedezca en silencio. Sin embargo, má s que las contradicciones internas de este discurso, lo preocupante es que se intente construir a partir de la ciencia. Querer de inir un ser humano segú n su identidad bioló gica, aú n manipulando la disciplina misma, esconde un interé s previo. Este interé s y sus agen-

tes construyen un discurso de una objetividad pretendida porque elevan una disciplina que busca comprender la realidad a la categorı́a de verdad incuestionable, consiguiendo un garante y escondite para sus propó sitos. O sea, el debate sobre la biologı́a del embrió n, que quiere autorizar (o no) su intervenció n, es un ejercicio escolá stico. La escolá stica propiamente tal utilizó la ilosofı́a grecolatina clá sica para sostener la existencia de Dios y construir un catecismo dotado de una ló gica interna. Aú n ası́, reconocı́a francamente que “la ilosofı́a es sierva de la teologı́a.” Desde aquı́ se puede establecer un paralelismo, al presentar la biologı́a como el sustento discursivo (subordinado) para una teologı́a o ideologı́a sobre el embrió n.

¿Qué forma de gobierno se caracteriza por buscar la dominació n apoyá ndose o sintié ndose heredera de la Ciencia, la Historia o la Ley Natural? ¿Cuá l busca reemplazar la democracia y la discusió n por un discurso ú nico en torno a algo pretendidamente Universal? El totalitarismo. Al respecto, Hannah Arendt dice con claridad:

Esta “escolá stica cientı́ ica” se corresponde con otros procesos donde se invoca a las ciencias para sostener una polı́tica. Para reemplazarla, má s bien.

La biologı́a, que consiste en la aplicació n del mé todo cientı́ ico para el estudio de la vida, se trata de una forma de comprender la realidad. Una dentro de tantas. Y sin embargo, es elevada a un cará cter de discurso de verdad, discurso que autoriza (o no) la acció n polı́tica. Estos pretendidos reemplazos, lugares donde se quiere colocar la ciencia y la té cnica en vez de la polı́tica y el debate, son resabios de totalitarismo en nuestras democracias. O tal vez nuestras democracias liberales son má scaras para estos procesos, y en el fondo vivimos regı́menes totalitarios.

Primero hay que comprender que esta invocació n se realiza con un propó sito, aunque no sea declarado. Se utiliza la ciencia para justi icar un interé s tá cito: podrá ser la imposició n de una fe particular, una polı́tica natalista, o sencillamente la politizació n y el control de las formas de vivir: una biopolı́tica que se mani iesta en lo cotidiano, en los cuerpos y la dominació n de estos. Porque la construcció n del discurso ontoló gico del embrió n no se queda solamente en la comprensió n u ordenamiento intelectual de la realidad; pretende ser principio rector del gobierno de los sujetos, y muy particularmente de las mujeres.

La ilegalidad totalitaria, desa iando la legitimidad y pretendiendo establecer el reinado directo de la justicia en la tierra, ejecuta la ley de la historia o de la naturaleza sin traducirla en normas de lo justo y lo injusto para el comportamiento individual. Aplica directamente la ley a la humanidad sin preocuparse del comportamiento de los hombres. (2)

De todas formas, es un signo de nuestros tiempos el trá ico unilateral entre té cnica y polı́tica, por una con ianza ciega en un proceso de generació n conocimiento que promete objetividad y Verdad. Ası́ se puede apreciar entre los neohegelianos de derecha, como Francis Fukuyama, que sostienen un in de la Historia y decretan el gobierno de los

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té cnicos para perfeccionar el modelo. Ası́ lo denuncian algunos situacionistas que, espantados por la condena de reducció n a hombres-má quina que ejecuta el capitalismo, escaparon, no sin antes dejarnos declaraciones como esta: Entre nosotros y nosotros mismos se ha abierto un abismo de extrañeza que debe ser colmado de cualquier manera por esas iguras expertas que pretenden enseñarnos cómo servimos de nosotros mismos. Tal es la política por venir de la dominación, la biopolítica: una política que gestiona los cuerpos como continentes de almas. Se trata de hacer que nos reduzcamos a aquello por lo que el poder nos sujeta. (3) Volviendo sobre la biopolı́tica y este reemplazo de la democracia por la ciencia, la siguiente cita de Francisco Ortega aporta total claridad. La biopolítica no puede ser considerada como política [sino como] el residuo totalitario que permanece en las sociedades democráticas. Frente al discurso político asentado en la pluralidad de las opiniones, el biopoder sustituye la pluralidad por la identidad y, a la opinión, la verdad y la existencia de una única opinión “políticamente correcta. (4) Dejando inconclusa la temá tica de la biopolı́tica por ahora, se podrá concluir que, en el debate en torno al aborto, la exigencia de de inir primero un estatuto ontoló gico del embrió n antes de autorizar la interrupció n de los embarazos, y que este estatuto se sostenga en una identidad bioló gica-gené tica, responde a una estrategia que quiere cancelar el debate desde su inicio. Es una imposició n ideoló gica, que no puede o no quiere resolver polı́ticamente (esto es, en té rminos democrá ticos) que se hará o que hará n las mujeres. Se buscará una certi icació n pretendidamente racional y objetiva en las ciencias, colocá ndose al nivel de los totalitarismos que explicaron sus cursos de gobierno como la sola y justa ejecució n de leyes naturales, ajenas e intocables para los sujetos que las vivimos. Antes de abandonar la cuestió n sobre el estatuto ontoló gico del embrió n, sugiero una salida que

tendrá que ser explorada má s adelante. El sujeto no es capaz de reconocerse a sı́ mismo, sino hasta la confrontació n con el otro. Es la humanizació n en tanto sociabilizació n la que nos de ine como seres humanos. Entonces ¿Puede un embrió n reconocer a un otro? ¿Será consciente de que su existencia es sostenida por otro, má s bien otra? ¿Puede tener conciencia siquiera si, al no conocer la alteridad, no ha de inido su propia identidad? A estas preguntas, respuestas rotundas: el embrió n no es un ser humano porque no ha sido humanizado. El embrió n es un posible, que no autoriza la cancelació n de la que “ya es”. (1) Javier Vega Gutié rrez. “Estatuto bioló gico del embrió n humano.” Visto el 8-jun-14 en http://bit.ly/1tXgjPA (2) Hannah Arendt (1951). “Los orı́genes del totalitarismo”. Alianza Editorial (2009), pp 320. (3) Tiqqun (1999). “Hombres-má quina: modo de empleo”. Visto el 8-jun-14 en http://tiqqunim.blogspot.com (4) Francisco Ortega (2000). “Le dictionnaire du corps”. Ediciones CNRS, pp 58. Citado en “Bioé tica: necesidad de un balance crı́tico” de Sergio Zorrilla (sin publicar).

El Mani iesto de Madrid fue un documento redactado en 2009, irmado por cientí icos e intelectuales principalmente españoles, que surge como respuesta a las políticas gubernamentales de aquel país en vías a legalizar el aborto voluntario (lo cual se concretó al año siguiente). Su principal tesis fue que “existe sobrada evidencia cientí ica de que la vida empieza en el momento de la fecundación.” Frente a esta declaración, surge un movimiento de académicos que, sin respaldar necesariamente a quienes abortan, cuestionan la capacidad que se le adjudica a la Biología para respaldar esa posición; al decir de sus propios autores, no hay ciencia que pueda comprobar el estatuto de ser humano. Nos parece un documento de valor, en tanto describe una tendencia discursiva que reconocemos en académicos de nuestro país, incluso en la Universidad de Santiago de Chile.

En contra de la utilización ideológica de los hechos cientí icos. Contradeclaración de cientí icos españoles en respuesta al Mani iesto de Madrid (2009).

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os abajo irmantes, investigadores cientı́ icos, suscribimos el presente Maniiesto para salir al paso de la creciente utilizació n ideoló gica y partidista de la Ciencia y la investigació n cientı́ ica en relació n al debate suscitado en torno al anteproyecto de ley de interrupció n voluntaria del embarazo. Los datos cientı́ icos disponibles sobre las etapas del desarrollo embrionario son hechos objetivables, cuya interpretació n y difusió n han de estar exentas de in luencias ideoló gicas o creencias religiosas. Por ello, denunciamos el reiterado uso del té rmino “cientı́ ico” al referirse a opiniones sobre las que ni la Gené tica, ni la Biologı́a Celular ni la Embriologı́a tienen argumentos decisorios. El momento en que puede considerarse humano un ser no puede establecerse mediante criterios cientı́ icos; el conocimiento cientı́ ico puede clariicar caracterı́sticas funcionales determinadas, pero no puede a irmar o negar si esas caracterı́sticas con ieren al embrió n la condició n de ser humano, tal y como se aplica a los individuos desarrollados de la especie humana. Esto entra en el á mbito de las creencias personales, ideoló gicas o religiosas. Los cientı́ icos, como el resto de los ciudadanos, tenemos la libertad de adoptar en funció n de nuestras ideas y creencias, posturas personales frente a cualquier iniciativa legislativa, que habrá de ser inalmente aprobada por el Parlamento de la Nació n, pero consideramos importante evitar que se confunda a la sociedad, contaminando problemas de cará cter social, y por lo tanto de convivencia, con argumentos a los que la Ciencia no otorga legitimidad.

Agradecimientos al Colectivo de Género Estropajo y a La Alzada—Agrupación Feminista Libertaria por permitir el uso de sus recursos grá icos.

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