12 minute read

CRÓNICAS CONFITADAS EN PANDÉMIA

Jaume Salat Orteu

Primera edición: abril de 2023

Advertisement

© del texto: Jaume Salat Orteu

© 2023 Tushita edicions www.tushitaedicions.com info@tushitaedicions.com

Maquetació: Sir Gawain & Co

Cubiertas: Sir Gawain & Co, a partir de una idea del autor.

Impreso en: Romanyà Valls

ISBN: 978-84-126030-5-7

Dipòsit legal: B 7490-2023

Thema: FBA, WT, 1A, 2ADS

Ibic: FA, WT, 2ADS

No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la su transmisión a través de cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, a través de fotocopia, mediante grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.

Dedicadas a Tete, Arnau y a unos interlocutores que se comunican con la mirada y los gestos, mis canes, a quienes les he robado un tiempo para estar con unas hojas en blanco.

No escribo para agradar ni tampoco para desagradar

Escribo para desasosegar

José Saramago

Escribir, para mi, es un viaje, una odisea, un descubrimiento, porque nunca estoy seguro de lo que voy a encontrar.

Gabriel Fielding

Escribir es una forma de hacer el amor con las palabras y con la palabra contar otros amores.

Mario Benedetti

Los ingredientes

PARA TI desconocido lector/a, mis mejores deseos y gracias por tener este libro entre tus manos. Te deseo, que lo que has aprendido en el pasado y lo que estás aprendiendo en estos momentos, en los que la pandemia ha puesto en valor la resiliencia, te sirvan para Superar la adversidad según la expone Luis Rojas Marcos. Además, el argumento de su libro te puede ayudar a descubrir, si a la capacidad de adaptación le añades valentía, esfuerzo, optimismo y unas dosis de sentido de humor, unas oportunidades hasta ahora adormecidas o no exploradas frente a un futuro incierto, inseguro, tecnológico, desigualitario y con millones de personas atrapadas en el umbral de la pobreza. No bastará con exhibir en la piel de tu cuerpo (no importa en qué parte) You’re so much more, ni tampoco Believe in yourself. El ser mucho más y creer en ti mismo habrás de demostrártelo. Pero no hagas de estas dos frases una pesada carga para que te ayuden a superar acontecimientos inesperados (esta vez, por una pandemia) y los que puedan venir, a posteriori, por motivos diversos. Es aconsejable tomarse las cosas, pienso, con cierta ligereza de autorresponsabilidad.

Virgilio, ya dijo, en el siglo i a.C., en La Eneida: “lo que ha de suceder, sucederá” pero, “la fortuna favorece a los audaces”. Lo que escribió el autor de la Eneida, también lo hace Jorge Bucay en su libro Déjame que te cuente, así lo interpreto yo, con otras palabras: “la fortuna no viene por jugar a la ruleta de la suerte, sino por la valentía en tomar determinadas decisiones”. ¿Decidirse o no? El poder está dentro de ti, nos dice Louise L. Hay, y en ocasiones, habrá que aprender a Reinventarse, según expone Mario Alonso Puig, para pronunciarse.

Así mismo, sí compartes lo que Séneca escribió en el año 49 d. C. en Sobre la brevedad de la vida, del ocio y la felicidad, que “es exigua la parte de vida que vivimos”, deberás accionar el Enjoy the now. Ejerciendo el “vivir el ahora”, cada nuevo día debe ser el mejor día del año. Y sí, a más a más, te dejas aconsejar por las Meditaciones de Marco Aurelio, escritas sobre el año 175 d.C., que nos sugiere que “aquello que no es bueno para la colmena, no es bueno para las abejas” te debería llevar a pensar en global para actuar en local y dar un sentido más a tu vida.

Antes de que empieces a leer estas Crónicas confitadas en pandemia, te quiero transmitir dos reflexiones: La primera, hay personas que sienten el ánimo de contar cosas, y no me refiero al ritual obsesivo, la aritmomanía, consistente en el impulso irresistible a contar objetos, números o cuántos peldaños tiene una escalera, sino a expresar las emociones mediante el arte. Sólo es cuestión de voluntad el llegar a decirlas, escribirlas, o darles forma en cualquiera de las manifestaciones artísticas existentes. Si eres una de ellas, te animo a realizarlas. Si eres de los que te gusta expresarte en movimientos (en el arte de la danza, antes que en palabras o materias) pues ¡baila tus sentimientos! No importa cómo te muevas, sino que te muevas, y mejor si lo haces conmovido/a. Y así mismo, esta es la segunda reflexión: Hay personas que tienen el deseo de conocer otros mundos, en los que también interviene la voluntad, osada o no, en salir de su espacio de confort. Estos nuevos mundos los pueden llevar a encontrar otros “yo”, que les aporten otros matices en la manera de entender las relaciones personales y, en definitiva, otras maneras de ser y de sentir. Pero, hay que tener predisposición a aprender, y a aprender lo que se pueda, a fascinarse por conocer más y no hace falta que se entienda, “yo” no lo hice, todo El Universo en una cáscara de nuez, según lo describe Stephen W. Hawking. Pero te animo a ello. En estos días de restricciones por la pandemia, he regresado a la memoria más que nunca, y rememoro recuerdos de

VIAJES realizados, títulos de LIBROS que he leído y PELÍCULAS que he visto. A algunos y algunas, los menciono en estas páginas, para homenajear a estos tres pilares de mi formación humanística. Sin olvidar a los de El club de los poetas muertos, maestros y maestras que me enseñaron a leer, que despertaron mi ánimo a curiosear y a no “hescrivir cón faltas de hortografia”. Todos ellos son ingredientes indispensables para confitar estas crónicas.

En forma de diégesis, y sin ser como las Crónicas marcianas de Ray Bradbury ni unas narraciones como las Narraciones extraordinarias de Edgar Allan Poe, parte de esta confitura son una colección de VIVENCIAS dispersas; peripecias que suceden en distintos momentos, en diversos escenarios y distantes entre sí, a dos de mis amigos, y también las relaciones que mantuvieron con un elenco de personas anónimas o que dejaron de serlo en lugares extraordinarios.

Para la elaboración de estas crónicas, he añadido a las andanzas de mis dos amigos, otros ingredientes que sine qua non resultan imprescindibles. Las he mezclado con unas cucharadas de HECHOS QUE ME SUCEDÍAN y CAVILACIONES QUE FLUÍAN, mientras recordaba las historias que había vivido, leído o visto. Y las he añadido a la narración.

Por otro lado, mientras esperaba noticias suyas, y su regreso a casa, a medida que iban pasando los días, las semanas y los meses, iba recibiendo alguna foto desde algún lugar en las distintas y distantes coordenadas geográficas de latitud, longitud y altitud. El lápiz de la mente, supongo que, para huir de la situación de confinamiento, miedo y desasosiego, no me permitía procrastinar por más tiempo las lecturas y las reflexiones sobre la imagen. Al verla, me inducía como a José Luis Sampedro, el hombre de La sonrisa etrusca, a Escribir para vivir tan pronto la recibía. Se que imaginar y exponer es arriesgado, no porque tema errar, sino porque supone atreverse a desmontar lo que Confieso que he vivido, como confesó Pablo Neruda.

Espero haber encontrado el sentido apropiado de las palabras, pues he descrito pinceladas sobre los colores de la piel, las formas del cuerpo, las miradas, las maneras de ser y no he pretendido, en ningún caso, que mis descripciones personales confitadas, fuesen lacerantes, sino más bien, endulzantes y dulcificantes.

Antes de entrar a saborear las crónicas, dos apuntes. Uno técnico: avanzo que, en el silencioso diálogo con las imágenes, ese idioma de contrastes, he tenido en cuenta que todas fueron tomadas en modo visión panorámica. Y otro de actitud, mediante la observación intenté, no sólo leer el pasar de las cosas, sino también, detener “mi pasar por ellas”.

Siento que cuando la mirada carece de esa profundidad de atención, somos personas más hechas de carne en un cuerpo que sensibilidades en la piel, y no reflexionamos de forma precisa, sobre todo lo que somos, lo que nos rodea, sobre la manera en que aprendemos a comprender el tiempo y cómo nos expresamos en él.

Para terminar con los ingredientes de la receta y la elaboración de la confitura, pensé que debería añadir, en la cocción de las crónicas, unos gramos de ESENCIA personal. Es lo que la distingue de las demás y la hace única. Espero que ésta, quede patente al saborear las páginas de este libro.

Todos los ingredientes los he ido fusionando, removiendo bien con las PALABRAS, la materia prima principal, para llamar a Las cosas por su nombre como lo hace Yael Frankel, sin reservas. Sin eufemismos.

Muchas veces me había dicho a mi mismo, que todo está en las palabras que usamos. Ellas, pienso, limitan o amplían nuestro mundo y, al mismo tiempo, son las que nos permiten conocerlo. Opino qué, según el vocablo que vayamos a utilizar o un sinónimo de él, aparecería el poder de la palabra. Y me pregunté, ¿qué llegaría a transmitir? ¿Qué estimularía? Me emocionaba pensar que podía llegar a provocar un sueño conectando con los demás y, porque no, conmigo mismo. Y me llegó, a la memoria, que existen demasiados lugares en el planeta donde a las palabras se las encarcela. Las encierran. Las someten. Las enmudecen. Las prohíben. En algún lugar, como en la novela Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, incluso las queman. Y, aún peor, en los últimos años prevalecen dos fenómenos relacionados con el lenguaje, uno es el valor de la imagen sobre la palabra y, el otro, el de la “posverdad” o lo que es lo mismo, la mentira de toda la vida, que le hizo crecer, al Pinocho de Carlo Collodi, su nariz. Hoy, el uso in crescendo que se da al lenguaje que distorsiona a propósito la realidad, provoca el desvanecimiento del verdadero poder de la palabra, que está en lo que se dice y en lo que se hace. ¡Qué lejos está el tiempo en que la palabra era sagrada! “Te doy mi palabra”. Se decía y se cumplía.

Cuando he escuchado opiniones que no me invitaban a convivir sino a enfrentarme a los demás, la filosofía y la literatura me han ayudado. Cuando me invitaban a boicotear iniciativas para soluciones más que a buscar apoyo para soluciones, la filosofía y la literatura me han ayudado. Quizá, cuando me inviten a monopolizar más que en compartir, tal vez, la filosofía y la literatura me puedan ayudar. Cuando las circunstancias me provoquen ser intratable y no sepa dejar de serlo y socializar, posiblemente la filosofía y la literatura me puedan ayudar. Frente al virus de la mentira y la insustancialidad que nos proponen la comunicación de masas debemos prepararnos, buscar vacunas, para salir airosos de la pandemia permanente de la ignorancia y la estulticia. Sin lugar a dudas, la filosofía y la literatura pueden sembrar la duda en sus falsas certezas y la verdad puede abrirse camino, como buena cizaña, en un sembrado de falsedades.

Y en el futuro, ¿qué relación tendrán la palabra y la imagen?

¿Vivirán sometidas las palabras a la dictadura de la imagen?

¿O los textos y las imágenes convivirán en una relación de igualdad? Solo puedo decir qué, en el momento en que las palabras ciertas, creíbles, con significado, con valor…, no entren a formar parte del lenguaje cotidiano, permanecerán invisibles. Olvidables. Y cuando las palabras desaparezcan si saber las causas concretas de sus desapariciones, desaparecerán de la mente de las personas. Y un idioma se perderá. Y otros, le seguirán. Y a lo que hoy llamamos “pájaro”, no sabremos, mañana, cómo llamarlo. Ni al mar, ni a las estrellas, ni al viento, ni a las flores, ni a la libertad… y, claro, si no existe la palabra libertad, no habrá seres libres. ¿Que seremos? ¿Viviremos en la anomia? Y quizá llegue el silencio. No quiero llegar a pensar lo imprudente que sería llegar al futuro sin la locura de las palabras. Sin lenguaje, ni gráfico, ni oral. ¡Hay tantas cosas para escribir! ¡Para no callar! Como lo que vivió Victor Frankl y que describe en su libro autobiográfico El hombre en busca de sentido. Las palabras y el lenguaje, además, nos hacen más inteligentes, más despiertos, nos vuelven intensos, perspicaces, ingeniosos, idealistas, contradictorios, conscientes, soñadores, revolucionarios, amatorios, rebeldes, leales, pacíficos…

Los vocablos, dichos o escritos, movilizan sentimientos. Abren nuevas expectativas. Vivir en un estado de afasia sería cómo vivir en un mundo medio hecho debajo de El cielo a medio hacer como manifestó Tomás Transtömer. Si no existieran las palabras “luna” y “estrellas” no existiría la noche. Si no existiese el lenguaje, no existiría el diálogo. Deberíamos hacer caso a Pablo Neruda cuando escribió sobre las palabras y entre hermosas cosas dijo: “me prosterno ante ellas!”.

Y no hay, tampoco que olvidar, que la raíz de nuestra crisis global es un mundo con un exceso de sinrazones, contradictorias con la naturaleza humana (o ¿tal vez no?), que nos las imponen o nos las hacen creer. Y nos conviene no olvidar, nuestro modelo de “desarrollo” suicida. Desarrollando una Economía para un planeta abarrotado, no se va ha conseguir El fin de la pobreza, según nos lo expone Jeffrey Sachs, en ambos ensayos. Hay que decir, hasta la saciedad, que queremos un planeta sostenible y sustentable: ¡No al ecocidio! Cuando se dice, eufemísticamente, que una guerra es un “conflicto armado”, es una deformación de la realidad. Cuando se escucha que la guerra es una “intervención hu- manitaria para defender no sé qué o a quién”, supone una perversión. El que agrede es un agresor. El que maltrata es un maltratador y el que no ofrece un sueldo digno es un explotador. En el perverso arte de no llamar a las cosas por su nombre, la realidad es disfrazada y nos hace olvidar lo que está en juego: el ser humano, individual y como colectividad. Pero igual de importante es descubrir La grandeza de las cosas sin nombre con Enrique Arce, que nos puede hacer crecer como personas. Cosas, como, por ejemplo, descubrir la grandeza de un tiempo de espera. O cuando la vanidad decide tomarse un día libre; también, descubrir dónde está la grandeza en alguien que lleva tanto tiempo sin encontrar respuestas que ni siquiera es capaz de recordar la pregunta. O cómo descubrir esas cualidades de las casualidades, que de primeras parecen adversidades pero que, quizás, justo lo que hacen es hacernos reaccionar y cambiar el ritmo de nuestra vida. O cómo descubrir las consecuencias de las cosas no dichas y que, aún permaneciendo calladas, supuran emociones. ¿Quizás las respuestas están en la evidencia o no de la fuerza ética de sus protagonistas? Te deseo que tengas una feliz lectura. Te invito, como hace Julio Cortázar en su novela Rayuela, a “catar” las crónicas como te de la real gana o leyendo siguiendo la numerología de las páginas. También puedes entresacar, al azar, una carta de las doce que tiene un palo de la baraja española, y leer los relatos según el número de la carta escogida. Te deseo que, igual que yo he sentido un gran gozo al decidir sobre lo que iba escribir, tú lo tengas al leer. Te soy sincero si te digo que, al seleccionar, escoger o elegir cada una de las palabras y entrelazarlas o combinarlas para construir las frases, al utilizar el punto, la coma, el interrogante, el signo de admiración, los adjetivos, los sinónimos y las batallas con los tiempos verbales, todo lo he hecho con la idea de compartir lo que sentía; de provocar un efecto en ti, lector/a, a la vez que me ayudaba a encontrar las palabras para entenderme a mí mismo. De la misma manera hago una consideración afectuosa hacia vosotras, las palabras rechazadas y a las posibilidades infinitas e interminables que tenéis , combinando elementos idiomáticos, para los que las quieran hacer expresar y compartir. Tal vez en otra ocasión pueda expresar mis vivencias y compartir mi sentir y hacerlo con vosotras.

Compartir, ¡qué verbo tan hermoso! Igual que las palabras mágicas: ayudar, amar, sonreír, cuidar, dar, confiar, abrazar, besar, soñar, acompañar, proteger, aplaudir, acoger, comprender… Tan mágicas, como necesarias son su hermosura, especialmente en este momento de crisis por la pandemia.

Quiero difundir unas palabras que le dijo, a un médico de un hospital en una entrevista que le hicieron al darle de alta, un paciente de coronavirus: “Gracias por esta nueva oportunidad de vivir”. Y añadió: “Es tiempo de transformar esta adversidad en una oportunidad de mayor consciencia colectiva, para reforzar nuestra empatía y sensibilidad hacia los demás en todos los aspectos”.

Por último, no soy nadie para darte un consejo, pero, rechaza ser una persona holgazana respecto a las grandes preguntas trascendentes. Ni escojas como opción (se hace a menudo) la respuesta más fácil sobre la que sea más adecuada. ¿Quieres La conquista de la felicidad como la expuso Bertrand Russell? Pues evita pasiones egocéntricas y ve, imparcial y tolerante, al encuentro de sentidos externos. Descubrirás, entre otras muchas cosas, que el sentido del humor es variable, aunque la sonrisa sea universal y que el sentimiento de una despedida es, en general y en todo el mundo, triste. Pero, sobre todo, ama las palabras. No importa si las “pescas” en un libro o sí las “coges” al vuelo en una conversación; si las “usas”, siembras ideas, sentimientos, emociones, saberes… Te deseo que tengas un muy buen provecho en la lectura. Y si después de leer este libro, apreciado lector, te arrepientes de haber aprendido a leer, no maldigas el día en que yo aprendí a escribir.