treintaycuatro // número cinco

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música

ohlibia.bandcamp.es

Oh, Libia! Hay muchos “si” en su historia, demasiados condicionales y subjuntivos. ¿Y si Ken Stringfellow (The Posies) no hubiera ido aquella noche al Pop In? ¿Y si Trevor Murrell, ex batería de los Wham y de Sade, no hubiera abierto una cuenta en el banco donde trabajaba uno de miembros? ¿Y si fueran londinenses? ¿Y si cantaran en español? Las coincidencias se ceban con Oh, Libia!, un cuarteto (ahora son siete) nacido hace cinco años en la Comunidad Valenciana. La música también. J. T. Prewitt, es decir, Javi Tendero (Alicante, 35 años), toca desde crío; allí donde va, carga la guitarra y canta los temas que le queman. En eso coincide con Víctor Ramírez, la otra cabeza de la banda. Este último, un valenciano de 21 años, es difícil de definir, es como si agitáramos a Daniel Johnston y Alex Turner en una coctelera. A él también le abrasan los acordes; tiene algo de genio el chaval. Empezaron a trompicones, sin disciplina. Pocos ensayos, menos conciertos. Cuando los daban, cada uno arremetía el instrumento cuando quería (o podía). Sonaban primitivos, urgentes, virginales. Esa inocencia y frescura la demuestran en su debut, un disco homónimo. Los temas hablan de amores rotos, novias imposibles y del desarraigo, no patriótico sino social. Se nota que algunos de sus miembros anduvieron por los márgenes de la amistad; algo de ese desenfoque pervive en las letras que Javi y Víctor firman a medias. Open Graves, sabe a Dinosaur Jr.; Anxiety Sickness (con entramados de guitarras a lo Felt) duele y Seventeen (mi favorita) prueban que valen, que ahí hay algo. Ese estreno suena más deprimente y oscuro, más noventas. O tal vez fuera sólo una actitud (sobre el escenario bordaban la estética shoegazer). #2, lanzado el 3 de diciembre, ahonda en esa dirección y suma nuevas referencias, de corte sesentero. El tema Useless States of Sound es pura psicodelia, como también lo son las

Texto: María Ovelar

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primeras notas de Jelly Jolly Babes; en el resto se esconden guiños a The Zombies, los Beatles y, como no, a The Auteurs, East River Pipe, Galaxie 500 o Supergrass. En Christian Suicide se sigue notando la mano de Stringfellow que mezcló el disco en París. La primera piedra la pusieron en 2009, un año antes de su debut. Viajaron a París hacinados en un coche para tocar en el Pop in (París). Alguien había escuchado sus canciones en MySpace. La sala estaba vacía. Bueno, casi. Stringfellow (su casa está a dos pasos) andaba por ahí. Al día siguiente de tocar les propuso grabar un álbum. Eso hicieron. El estadounidense bajó a Alicante, los obligó a componer nuevos temas (había desechado una media docena), mejoró su inglés cantado, devoró varias raciones de pescado fresco, les dio una paliza al tenis y grabó. Vaya si grabó. Aquel episodio los esculpió. Pulieron y sacaron brillo a un engendro tímido pero recorrido por joyas pop fáciles de retener. Han madurado. También adelgazado (o engordado, depende de cómo se mire). Bambi Martynenko ya no está para imponer cordura a las desbandadas del grupo. Aunque Pablo García Mora (Alicante, 35 años) hace su papel. Miguel Matallín, de 43 años y de Valencia (ex-Polar), da empaque al directo. La última vez que tocaron en Madrid (Nasti, 24 de noviembre) coincidieron en sus silencios (antaño no callaban nunca, siempre había ruido), coordinaron sus finales y sonaron a una. Visten mucho dos nombres como Stringfellow y Trevor Murrell. El antiguo miembro de los Wham tocó la batería en el debut. Vive en Aspe y Javi solía verlo por la caja de ahorros donde trabajaba. No se le escucha en #2, un largo más fiero, visceral y pop, con temas más pegadizos (quizá porque hay más estribillos). Pero Oh, Libia! no los necesita. Porque si bien visten mucho esos nombres, hoy son un grupo.


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