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La formación de los formadores: retos de la educación en contextos emergentes

COMITÉ CIENTÍFICO DE LA EDITORIAL TIRANT HUMANIDADES

Manuel Asensi Pérez

Catedrático de Teoría de la Literatura y de la Literatura Comparada Universitat de València

Ramón Cotarelo

Catedrático de Ciencia Política y de la Administración de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Nacional de Educación a Distancia

Mª Teresa Echenique Elizondo

Catedrática de Lengua Española Universitat de València

Juan Manuel Fernández Soria

Catedrático de Teoría e Historia de la Educación Universitat de València

Pablo Oñate Rubalcaba

Catedrático de Ciencia Política y de la Administración Universitat de València

Joan Romero

Catedrático de Geografía Humana Universitat de València

Juan José Tamayo

Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones Universidad Carlos III de Madrid

Procedimiento de selección de originales, ver página web: www.tirant.net/index.php/editorial/procedimiento-de-seleccion-de-originales

José Antonio Hernanz Moral

Sandra García Pérez Editores

La formación de los formadores: retos de la educación en contextos emergentes

tirant humanidades

Valencia, 2024

Copyright ® 2024

Todos los derechos reservados. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética, ocualquier almacenamiento de información y sistema de recuperación sin permiso escrito de los autores y del editor.

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Este libro es resultado del Proyecto de investigación de José Antonio Hernanz como investigador contratado «Beatriz Galindo» BGP1800078, en el Departamento de Educación de la Universidad de Cantabria,atravésdelPrograma«BeatrizGalindo»delMinisteriode Universidades de España. La publicación tiene el apoyo financiero de la Dotación adicional de recursos para la investigación de la Universidad de Cantabria

Director de colección: JUAN MANUEL

FERNÁNDEZ SORIA

© Varios autores y autoras

© TIRANT HUMANIDADES

EDITA: TIRANT HUMANIDADES

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ISBN: 978-84-1183-249-6

MAQUETA: Disset Ediciones

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Índice 7
Prólogo............................................................................................................................. 9 José Antonio Hernanz Moral I. Coyuntura El sentido de los fines educativos en la formación inicial docente: una mirada transformadora desde los cinco pilares de la educación ................................................................................................................................ 19 Paula Renés Arellano, María José Hernández-Serrano, Laura Alonso Díaz, Mariana Buenestado Fernández. Innovación social, género y valores ............................................................... 45 Javier Echeverría Ezponda. Algunas claves para una Bildung experiencial en la formación de formadores para la sociedad del conocimiento ...................................... 75 José Antonio Hernanz Moral. Ecología de la creatividad y de la innovación: complejidad y conciliación disciplinar en el ámbito académico y empresarial ............. 105 Itzel Natalia Lendechy Velázquez. Filosofía de las ciencias y pedagogía: Una relación polémica pero necesaria ............................................................................................................ 123 José Arturo Herrera Melo. II.Enfoques de la formación de formadores. El rol profesional del/la maestro/a: escenario y necesidades formativas en la era post-Covid. 157 Mariacarla Martí-González.
Índice
La formación de educadores en el marco de la era de la comunicación y el conocimiento. Aproximación a una perspectiva transdisciplinar............................................................................................................ 191 Juan Manuel Ortiz García. Formación y autoformación del sujeto de la educación .................... 219 Rubén Sánchez Muñoz. Filosofía de la educación, política educativa en el marco de la formación actual ........................................................................................................ 243 Maribel Domínguez Basurto, Isis Morales García.
propuestas formativas. La formación docente para una educación inclusiva, equitativa y de calidad (ODS4): un estudio comparado entre España y México ......................................................................................................................................... 273 Mariana Buenestado Fernández. Una mirada interna a la formación del profesorado de Educación Secundaria: el caso del Máster de Formación del Profesorado de Educación Secundaria de la Universidad de Cantabria. .................... 297 Ana Castro Zubizarreta, Marta García Lastra. Perspectiva académica de la tutoría en educación superior en postpandemia ............................................................................................................. 325 Carlos Alonso Pulido Ocampo. Internacionalización de la Educación Superior ....................................... 349 Sandra García Pérez. La universidad como juguetería: herramienta hibrida para el aprendizaje .................................................................................................................... 373 Cristian Pérez Ocampo.
III.De la teoría a la praxis:

En nuestro presente, se está dando una vertiginosa transformación del proceso educativo, como resultado de una constante innovación tecnológica y social; esta transformación viene acompañada de un replanteamiento estructural del rol del docente, aunque generalmente manteniendo como eje vertebrador de su actividad su identificación como formador. De este modo, la omnipresencia de la información en la sociedad del conocimiento obliga a repensar el papel del educador, no ya como transmisor sistemático y didáctico de información, sino como mentor que orienta, desafía y estimula el pensamiento crítico, al tiempo que la llegada inesperada de la pandemia de la COVID-19 ha forzado a los sistemas educativos de todo el mundo a adaptarse rápidamente a una educación cada vez más mediada por las TIC, poniendo a prueba nuestra resiliencia y capacidad de innovación en los procesos formativos.

Ahora bien, afortunadamente parece que hay consenso sobre la vigencia del requisito de la calidad en la adopción de cualquier propuesta de transformación de nuestras prácticas educativas: en el contexto de la Agenda 2030 y su llamado a una educación de calidad, se mantiene la importancia de no solo acceder al conocimiento, sino de asegurar que este sea relevante y adaptado a las necesidades de nuestro tiempo: en un mundo cada vez más interconectado y con desigualdades marcadas, la educación de calidad se sostiene como un acuerdo global, un derecho humano fundamental que enriquece a quienes la reciben directamente y que también fortalece el tejido social de nuestras comunidades.

En medio de esta transformación, el rol del formador ha evolucionado. Ya no se espera que mantenga sin más la función de vehículo de un necesario acervo cultural, sino que transite a curador de contenidos y a guía en el complejo laberinto del conocimiento, enseñando a discernir, evaluar y sintetizar información, de modo que en procesos intersubjetivos pueda crear nuevos conocimientos, todo ello sin perder la

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relevancia de la educación como formación en valores como la empatía, el respeto o la responsabilidad cívica. Podría decirse que en un mundo en el que la información es abundante pero la sabiduría escasa, los formadores juegan un papel más crítico que nunca; recordando el poema “educar” de Celaya, podríamos decir los formadores no deben quedarse satisfechos con poner un motor en la barca, sino que deben aspirar a ser brújula que guía a los estudiantes a través del vasto mar del conocimiento, enseñándoles no solo a navegar, sino también a cuestionar el mapa mismo. En este momento de grandes transformaciones culturales, su labor es esencial para garantizar que la próxima generación no solo esté informada, sino también inspirada y preparada críticamente para enfrentar los desafíos del futuro.

Por ese motivo, uno de los puntos estratégicos a tener en cuenta en la sociedad actual para que la transformación de la educación sea de calidad y promotora de una ciudadanía innovadora y crítica, es la formación de los formadores; este libro se adentra en el laberinto de este reto y se entreteje desde el convencimiento de la imperiosa necesidad de repensar esa formación; no se trata de adaptar técnicas pedagógicas, sino de revisar la esencia misma de la educación y el rol vital de los educadores en las próximas generaciones. ¿Qué cabe esperar del profesorado del siglo XXI? De entrada, que sea un agente eficaz en la demolición de la escuela como fábrica del conocimiento y en su sustitución por un ecosistema de enseñanza-aprendizaje que transforme las aulas en espacios colaborativos de co-construcción de conocimiento, en el que la proximidad y la alteridad redefinen la relación entre docentes y estudiantes. Esto exige una profunda comprensión socioemocional y habilidades de comunicación efectiva por parte de los formadores, puesto que ambas son competencias clave para hacer, en la sociedad del siglo XXI, de la educación una experiencia integral en la que la enseñanza trascienda la mera transmisión de conocimientos para convertirse en el impulso de un desarrollo humano pleno.

En efecto, la visión fragmentada de la educación, solidaria con un modelo en el que conocimiento académico y habilidades socioemocio-

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nales, éticas y creativas se ven como entidades separadas, exige quedar superada por un enfoque holístico que entrelace estas dimensiones, fomentando individuos competentes en el ejercicio de pensamiento crítico, empatía y creatividad, y no solo para el mundo escolar, sino también -y muy especialmente- para la vida: se debe buscar la formación de educandos que aprendan a mirar más allá de los límites de la sala de clases y que se saben habitantes de un mundo interconectado y globalizado, con retos y logros glocales. La educación, por lo tanto, debe reflejar y afrontar esa realidad, preparando a los estudiantes para entender, participar y prosperar en un entorno complejo y cambiante.

De esta suerte, la adaptabilidad crítica es una competencia clave en la formación para nuestro presente, caracterizado entre otras cosas por el cambio constante. Así, los enfoques pedagógicos del pasado, rígidos y prescriptivos, han quedado obsoletos frente a las necesidades cambiantes de los estudiantes y la sociedad. Como alternativa estamos llamados a pensar y poner en práctica propuestas pedagógicas adaptables y suficientemente flexibles para ajustarse a las necesidades individuales y contextos cambiantes, y que promueva un aprendizaje significativo y relevante. Esta adaptabilidad no solo beneficia a los estudiantes, sino que también desafía y enriquece a los educadores, manteniéndolos en un proceso constante de aprendizaje y crecimiento, y por lo tanto debe estar en el núcleo formativo de nuestros formadores.

Ahora bien, la formación para la adaptabilidad va de la mano de la promoción de la autonomía del estudiante. Para ello los formadores deben estar formados en la creación de ambientes de aprendizaje en los que los estudiantes no se queden en receptores pasivos, sino que realmente se conviertan en co-creadores de su educación, en los que se fomente el autoaprendizaje y la curiosidad, preparando a los estudiantes para ser aprendices de por vida, capaces de adaptarse y tomar decisiones de manera crítica en un mundo en constante cambio: como actores protagonistas de cambio, los formadores tenemos la responsabilidad y el reto de diseñar una educación que no solo informe, sino que inspire, empodere y prepare a las futuras generaciones para los desafíos

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y oportunidades del mañana. Esta formación para la adaptabilidad se nutre directamente de la competencia para evolucionar y de redefinir constantemente el significado de enseñar y aprender, lo que enfatiza el perfil innovador del hecho educativo, ya que la adaptabilidad no es simplemente una respuesta reactiva: es una postura proactiva, una disposición a aceptar de buen ánimo el cambio y a considerarlo como algo significativo y valioso.

Para que ese proceso de evolución personal sea posible, la educación debe reivindicarse como formación holísitica, recordando que un enfoque realmente integral es más que una opción, es una necesidad. La educación fragmentada, que separa el conocimiento académico de las habilidades socioemocionales y éticas, no solo es incompleta, sino que es profundamente inadecuada para preparar a los individuos para los retos y oportunidades de nuestro tiempo. ¿Cómo, entonces, podemos construir una experiencia educativa que reconozca y nutra la totalidad de la experiencia humana? Sea cual sea la respuesta, apunta necesariamente a una pedagogía que sea tan rica y compleja como los individuos a los que sirve, una que fundamente y fomente la diversidad de talentos, intereses y formas de ser.

No cabe duda de que la reflexión sobre el rol y la identidad del educador en estos tiempos de cambio nos lleva a reconsiderar no solo cómo enseñamos, sino por qué y para qué enseñamos. Como se decía más arriba, el educador del siglo XXI no es solo un transmisor de conocimiento, sino un mentor, un guía, un compañero de viaje en el camino del aprendizaje; pero esta idea no puede quedarse en un deseo o una especie de mantra teórico, y esto exige repensar la cimentación de la identidad del formador, reto recurrente en todo momento y sociedad, pero que parece necesitar de una reformulación en nuestra sociedad del conocimiento y los contextos emergentes que la configuran. De este modo, repensar la formación de formadores en contextos emergentes nos invita a reflexionar sobre algo tan nuclear en la práctica educativa como es la identidad profesional docente; qué duda cabe de que la docencia exige una fuerte carga vocacional, pero para la docencia sea

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docencia de calidad es precisa una exploración profunda y crítica sobre cómo se moldea y redefine la esencia de ser educador en nuestro presente, un momento de cambios incesantes y de gran calado, todo ello con la finalidad de forjar y reforzar su identidad como formador.

Sabemos que la identidad docente, lejos de ser un estereotipo estático, es un constructo fluido y dinámico que se nutre tanto de la formación inicial como de las experiencias en el aula, evolucionando constantemente a través de la reflexión crítica y la autoevaluación, de la misma manera que sabemos que el papel de las instituciones formadoras es crucial, no solo en tanto que proporciona herramientas técnicas, sino también en tanto que fomenta la reflexión y el cuestionamiento crítico necesarios para construir una identidad profesional sólida y adaptativa. Lo que no sabemos, y ahí nos enfrentamos a un reto mayúsculo, es cómo consolidar una identidad profesional docente crítica óptima para los retos de la educación en la sociedad del conocimiento: eso nos lleva cuestionar cuál es el horizonte en el que se sitúa nuestro ideal formativo en y para la sociedad del conocimiento, esto es, cómo impulsar un equilibrio integral entre educación, conocimiento, autonomía moral y búsqueda del bien común, cómo reconocer y configurar nuestra Bildung para el sigo XXI.

Uno de los elementos centrales del reto de la reformulación de nuestra identidad profesional docente es la innovación educativa: no se trata solo de innovación docente, sino también y fundamentalmente de innovar el modo de pensar y realizar el proceso formativo, que es la base desde la que orienta la innovación docente; por ese motivo resulta valioso mirarnos en el espejo de las innovaciones sociales que se dan en nuestra realidad, entre las que destaca la que está generando el feminismo como promotora de una mirada genuinamente inclusiva y solidaria con la ética de los cuidados: el feminismo, en su evolución como movimiento social y teórico, emerge como una innovación clave en el ámbito de la educación, particularmente en la formación de formadores en la sociedad del conocimiento. Ha impulsado una reestructuración significativa en las prácticas educativas, enfatizando un enfoque más

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igualitario e inclusivo. La inclusión de perspectivas feministas ha transformado tanto la metodología pedagógica como el contenido educativo, promoviendo una educación que abarca la igualdad de género, el empoderamiento y el desarrollo de competencias transversales -como la empatía y el pensamiento crítico- de manera más consistente con la configuración de la sociedad de nuestro presente.

En todo caso, la identidad profesional docente no es un destino fijo, sino un viaje continuo de aprendizaje y adaptación, por lo que en el proceso formativo de formadores debemos alentar a ver cada desafío como una oportunidad para el crecimiento personal y profesional, adoptando una mentalidad de aprendizaje continuo, que es una de las competencias clave para que esa identidad profesional docente se mantenga no solo dinámica, sino también viva. Esa disposición al aprendizaje y adaptabilidad enriquece la enseñanza al tiempo que sirve como un modelo valioso para los estudiantes, preparándolos para prosperar en un mundo que cambia rápidamente; en la sociedad del conocimiento, el alumnado no atisba la calidad de su aprendizaje en el aluvión de información que recibe en el aula, sino que la ve claramente en la praxis cotidiana de un profesorado que contribuye a transformar la escuela de fábrica del conocimiento a laboratorio de co-creación de conocimientos: la educación de calidad se realiza en una comunidad educativa de calidad. Por ese motivo, la comunidad educativa y el apoyo entre pares se destacan como recursos esenciales en este viaje. Los espacios de diálogo y colaboración permiten a los educadores compartir experiencias, estrategias y desafíos, construyendo una red de apoyo que fortalece la resiliencia y fomenta la innovación pedagógica. Estos intercambios enriquecen la identidad profesional docente, proporcionando perspectivas diversas y estrategias compartidas que ayudan a los docentes a navegar los desafíos de la educación de nuestros días.

Como puede verse, nos encontramos con un conjunto heterogéneo de retos que están reconfigurando el contexto en que realiza la formación de formadores en nuestro presente, tan complejo y problemático como lleno de oportunidades para transformar a mejor la sociedad a

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través de la educación como proyecto a lo largo de la vida. En este sentido, el diálogo con y entre los autores de este libro invita a sumergirnos en una reflexión profunda sobre la formación de formadores y la arquitectura contemporánea de la educación, presentando una intersección crítica de desafíos y oportunidades, enfatizando que los formadores no son meros transmisores de conocimiento, sino actores principales en el proceso del desarrollo humano de sus educandos.

En este proceso dialógico ponemos en el centro la reflexión crítica, que aquí se reivindica como herramienta poderosa que nos permite examinar la actualidad y proyectarnos hacia el futuro. Frente a sistemas educativos tradicionalmente rígidos y prescriptivos que muestran con claridad su obsolescencia, queremos destacar la necesidad acuciante de reevaluar y transformar nuestra aproximación a la enseñanza, especialmente ante los retos de nuestro presente. La reflexión se convierte, entonces, en el puente entre el diagnóstico de las deficiencias actuales y la visualización de soluciones futuras.

Este libro colectivo invita a educadores, tomadores de decisiones, estudiantes y a todos los interesados en la educación a unirse en un esfuerzo colectivo para repensar y revitalizar el proceso de formación. Es una propuesta para redefinir juntos lo que significa enseñar y aprender en este siglo y, en última instancia, para construir un futuro educativo más inclusivo, adaptativo y transformador. La formación de formadores en contextos emergentes no solo apunta a la reflexión sobre la identidad profesional docente, sino también a la necesidad de impulsar nuevos contratos sociales sobre la educación que garanticen que la próxima generación esté equipada para navegar y prosperar en un mundo en constante cambio.

Por todo ello, las contribuciones aquí presentadas no son el final de una conversación, sino el principio. Nos invitan a discrepar, a desafiar, a crear y a actuar. Nos recuerdan que la educación es, en última instancia, un acto de esperanza, una afirmación en la convicción en el poder del conocimiento, la comprensión y la eticidad para transformar nuestras

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vidas y nuestro mundo. Estas aportaciones son espejos que reflejan la complejidad, los desafíos y las esperanzas de un campo en constante transformación. En ellos, se entreteje una invitación a considerar no solo lo que la educación es, sino lo que podría y debería ser. Ojalá también constituyan un llamado a la acción para todos los involucrados en la educación, ya que la reflexión crítica no es realmente crítica si no se expresa en la praxis, en este caso en el acto educativo: la verdadera esencia de ser educador reside en la capacidad de evolucionar, inspirar y liderar con el ejemplo, no solo educando mentes, sino también tocando corazones y moldeando el futuro.

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I. Coyuntura

El sentido de los fines educativos en la formación inicial docente: una mirada transformadora desde los cinco pilares de la educación

Paula Renés Arellano. Departamento de Educación. Universidad de Cantabria. paula.renes@unican.es

María José Hernández-Serrano. Escuela Universitaria de Magisterio. Universidad de Salamanca. mjhs@usal.es

Laura Alonso Díaz.

Departamento de Ciencias de la Educación. Universidad de Extremadura. laulonso@unex.es

Mariana Buenestado Fernández. Departamento de Educación. Universidad de Cantabria. mariana.buenestado@unican.es

RESUMEN

Los sistemas educativos requieren de docentes comprometidos con su labor profesional, que piensen y reflexionen sobre las realidades a las que se enfrentan diariamente para afrontar los retos presentes y futuros. En un mundo tan globalizado como el nuestro, los fines de la educación exigen una formación de futuros docentes que miren hacia los ODS (Objetivos de Desarrollo sostenible), con capacidad para responder a la Agenda 2030, y con voluntad para liderar procesos de transformación y propuestas de mejora educativa. Con el objetivo de responder a los grandes retos sociales, este trabajo presenta una aportación teórica-reflexiva que se inicia con los fines, aquellos que orientan las acciones educativas del profesorado, para avanzar sobre la necesidad de replantear la formación de futuros docentes sobre dichos fines, sobre los ODS, y sobre los retos que plantea la Agenda 2030. En esta línea, se revi-

san los informes UNESCO de la última década y se realiza una aproximación a los nuevos pilares de la educación, prestando especial atención al quinto pilar propuesto “Aprender a transformarse uno mismo y la sociedad”, porque entendemos que teorizar sobre la educación y sus fines debe implicar un impacto en la práctica, con acciones que necesariamente tendrán que ser transformadoras, tanto para docentes como discentes. Concluimos con la búsqueda de una reflexión a largo plazo que consiga involucrar a los estudiantes de magisterio en su compromiso por un futuro transformador y sostenible.

Palabras clave: fines educativos, formación inicial docente, pilares de la educación, profesorado, educación transformadora.

ABSTRACT

Education systems require teachers committed to their professional work, who think and reflect on the current realities in order to face present and future challenges. In a globalised world the aims of education require the training of future teachers who look towards the SDGs (Sustainable Development Goals), capable to respond to the 2030 Agenda, and able to lead processes of transformation and proposals for the educational improvement. With the aim of responding to the great social challenges, this paper presents a theoretical-reflexive contribution that begins with the aims, those that guide the educational actions of teachers, to advance on the need to rethink the training of future teachers on these aims, on the SDGs, and on the challenges posed by the 2030 Agenda. In this line, the last decade of the UNESCO reports are reviewed and an approach to the new pillars of education is made, paying special attention to the proposed fifth pillar "Learning to transform oneself and society", because we understand that theorising about education and its aims must imply an impact on practice, with actions that will necessarily have to be transformative, both for teachers and learners. We conclude with a long-term reflection that manages to involve teacher education undergradutaes in their commitment to a transformative and sustainable future.

Keywords: educational aims, initial teacher training, pillars of education, teachers, transformative education.

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