Cuento juntos caminamos seguros

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ermán, Vinicio, Manuel y Nina son compañeros de clase y vecinos. Y no solo eso, son los mejores amigos del mundo, y forman un grupo súper solidario y divertido.

Juntos caminamos seguros y vivimos sin miedo Editado por: Zonacuario, Comunicación con Responsabilidad Social Cía. Ltda. www.zonacuario.com info@zonacuario.com Julio Zaldumbide N24-764 y pasaje Miravalle, La Floresta (593) 381 4340, 252 3464 Quito – Ecuador

Conocen sus gustos y sus problemas, sus sueños y sus temores. Saben en lo que son excelentes y aquello que les cuesta un montón. Se acompañan, se ayudan y se cuidan. Cuando uno de ellos tiene un problema, los demás se dan cuenta inmediatamente, como si lo adivinaran.

Juntos caminamos seguros y vivimos sin miedo

©Terre des hommes, ayuda a la infancia www.tdh.ch www.tdh-childprotection.org Pradera N30-258 y Mariano Aguilera. Edificio Santonrini, piso 3, Quito (02) 290 1806 / (02) 256 8068 Quito – Ecuador

Unión de Organizaciones Campesinas de Cotacachi (UNORCAC)

Redacción: Aracelly Díaz Ilustración: Andrés Pabón, Diego Aldaz Diseño y diagramación: Fernanda Mena

González Suárez 2038 y Quiroga, Cotacachi (06) 291 5602 / Fax. (06) 291 5977 Fundación Tierra de Hombres

Impresión: XXXX Impreso en Ecuador Primera edición Diciembre, 2016 1000 ejemplares

Pradera N30-258 y Mariano Aguilera. Edificio Santonrini, piso 3, Quito (02) 290 1806 / (02) 256 8068 www.tdh.ch facebook.com/tdh.ecuador

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Además de que estos cuatro chicos son amiguísimos, sus familias se llevan muy bien. Todos son muy activos en la comunidad: los papás de Germán son dueños de la tienda del barrio; la abuelita de Nina es una experta bordadora y tiene un taller en el que trabajan la mamá de Manuel y la tía de Vinicio. Y así, todos son amigos, conocidos o compañeros de trabajo. Todos compran los alimentos en el mismo mercado, caminan por las mismas calles, van al mismo centro de salud, al mismo banco, usan el mismo bus, juegan en la misma cancha e, incluso, los domingos se bañan en el mismo río. Por eso, cuando llega alguien que es “afuereño” (como llaman a quienes vienen de otra parte del país o del extranjero), es detectado enseguida, no puede pasar desapercibido.

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Hoy es un domingo especial: domingo de minga. Todos los vecinos han acordado reunirse para trabajar unidos y dejar más lindo al barrio. La minga es eso, trabajo. ¡Pero también es fiesta! La comunidad se encuentra, comparte y une fuerzas en pos de un objetivo común. Y no hay mejor objetivo que hacer que el lugar donde vives esté más limpio, más seguro, más reluciente. Hombres y mujeres de todas las edades participan: ancianos, adultos, adolescentes, niñas y niños. Todo está perfectamente organizado: hay que cortar la maleza y sembrar árboles, pintar puertas y paredes, barrer y poner la basura en su lugar. Todo eso se hace entre gritos y risas, entre chistes y canciones, refrescándose con un jugo de naranja o endulzando la vida con un dulce de manjar.

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A todos les gusta participar en la minga, compartir tareas y sueños, comida y proyectos. La solidaridad es la clave. Todos trabajan por el bien de todos. Si tú pudieras ver al pueblo en minga, te sorprenderías y seguro te darían unas ganas locas de ser parte. Ese día, todo funciona como un gran juego de video: la gente sube por aquí, baja por allá, salta, corre, supera obstáculos, toma la posta y hace relevos. Ladrillos van, escaleras vienen, brochas suben, trapos bajan, basura desaparece y lindas flores aparecen. ¡Es genial! No hay turista o visitante que no se detenga a ver esta secuencia de acciones, como si de una película se tratara. Y todos se quedan boquiabiertos.

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Pero así como hay personas que admiran esta escena con verdadera fascinación, hay otras personas que dedican su tiempo a tareas cuestionables: - Mira, Jacinto, ¡cuánto muchacho fuerte, cuánta chica hacendosa! - Así veo, Azucena. No me esperaba esto, sí que es una grata sorpresa. Hay mucho “material” aquí. La extraña pareja anotaba en un cuaderno cada cosa que veía, cada nombre que escuchaba, cada dato que le llamaba la atención.

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Parecían amigables. Trataban de entablar conversación con todos; incluso hacían intentos por ayudar. Y como todos en el pueblo eran hospitalarios, no tardaron en incluirlos en las labores. - Acabamos de llegar del Norte y quisiéramos instalarnos en este lindo pueblo. - Claro, ¡bienvenidos, vecinos! El recibimiento fue cordial. Sin embargo, ni a Germán, ni a Manuel, ni a Nina ni a Vinicio los nuevos vecinos les dieron buena espina. - Son extraños, ¿no les parece? - Sí, aunque parecen amables, hay algo que no me gusta de ellos.

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La abuelita de Nina estaba encantada con los recién llegados, porque a doña Carmita siempre le interesaba conocer gente. Era una gran anfitriona. - Ven, Nina. Saluda a doña Azucena, bríndale un juguito. - Pero qué niña tan linda… ¿Cómo dices que te llamas? Y la nueva vecina llenó de elogios y preguntas a Nina: que cuántos años tienes, que qué saludable te ves, que qué lindo que sepas hacer tantas cosas, que si tienes mamá y papá, que cuál es tu casa, que si quisieras conocer mi país, que si tienes o no tienes cédula, que si yo a tu edad ya era independiente y trabajaba, que preséntame a tus amigos. A Nina no le gustó nada, nadita, el interrogatorio de Azucena. Y bastó un gesto para que sus amigos, como adivinando, se acercaran a “rescatarla”. A la profe Silvana tampoco le causaron una buena impresión los recién llegados, porque ella había escuchado todo lo que le preguntaban a Nina, así que se acercó acompañada de los papás de la niña. La profe hablaba con firmeza y todas las personas adultas se acercaron a respaldarla.

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El siguiente paso fue denunciar a los maleantes. Ahora, el pueblo sabe que hay personas que alejan de sus familias a los niños, niñas y adolescentes, con engaños o con violencia; que les prometen maravillas pero lo que realmente quieren es explotarlos, haciéndoles trabajar aislados, con hambre, enfermos y golpeados.

Desde entonces, todos los habitantes están alertas y, cada semana, se reúnen en la casa comunal para informarse y dialogar. En esas reuniones, también están las autoridades del gobierno, el municipio, la policía y otras instituciones. Por eso, los niños, niñas y adolescentes de ese lindo pueblo están verdaderamente protegidos.

Nerviosa, Azucena dejó caer su cuaderno. Un policía lo recogió y descubrió que habían anotado cada detalle y habían tomado fotos a todos los niños, niñas y adolescentes del pueblo sin la autorización de sus papás. ¡Eso es ilegal! Varias personas se animaron a decir lo que esta pareja de delincuentes les había ofrecido para que sus hijos viajaran con ellos. Todo lo que había empezado como promesas amistosas se había transformado en presiones y chantajes. 14

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Juntos caminamos seguros y vivimos sin miedo Uniรณn de Organizaciones Campesinas de Cotacachi (UNORCAC) Gonzรกlez Suรกrez 2038 y Quiroga, Cotacachi (06) 291 5602 / Fax. (06) 291 5977 Fundaciรณn Tierra de Hombres Pradera N30-258 y Mariano Aguilera. Edificio Santonrini, piso 3, Quito (02) 290 1806 / (02) 256 8068 www.tdh.ch facebook.com/tdh.ecuador


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