COMO SE GANAN LOS JUICIOS

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INTRODUCCIÓN A LA EVIDENCIA

Ahora bien, al describir los tipos de requisitos que permiten que la simple información se eleve a la categoría de evidencia/ no se ha mencionado uno muy importante. Se trata de la confiabilidad, uno de los criterios básicos, pero en ninguno de los ejemplos dtados dio el caso de que el juez instructor rechazara la infonnadón porque fuera falsa. Esto se debe a que los jueces intructores prácticamente no tienen ningún poder para excluir la información que, según ellos, es falsa. Eso le corresponde al jurado; su función es: determinar la credibilidad de un testigo}' y el juez debe dejar esa tarea en manos de ellos. Cuando pone a prueba la verdad de una información, lo hace suponiendo de que, por lo menos, el testimonio se presentó de buena fe.. independientemente de cuán débil o de segunda mano pueda ser. Es triste pero el testimonio falso o perjurio, un delito grave, rara vez se castiga e, incluso, es perfectamente admisible. Si el jurado le cree a un testigo falso, como ocurriera en el ejemplo de las varillas para cortinas, en el capítulo 1, es muy probable que se cometa una injusticia. Y como ya se ha dicho y se repetirá cada vez que venga al caso, si el jurado comete este tipo de error, entonces no hay remedio, ni apelación excepto en los cases más raros. La injusticia que procede qe tal error afectará de manera permanente a la parte perjudicada por ella. El falso testimonio es.~ en la misma medida .. poderoso y nefasto. Usted seguramente ha dicho o ha oído decir más de una vez la frase: uNo puedes demostrar eso: Es simprernente tu palabra contra· la mía!, Lo que por lo general quiere decir este desafío es., "'con1o yo no lo hice por escrito . siempre puedo negarlo después~~. Las personas que razonen así co1neten errores hoiTendos por confia~ en lo que no es n1ás que una antiquísima falacia. La declaración de un testigo que difiere de la otro o de una docena de testigos, quienes afirman que el primero está n1intiendo, es más que suficiente para resolver un caso. Si el jurado cree a ese testigo, y son libres sus n1iembros de hacerlo, entonces pued~n dar un veredicto que diga, en efecto, que todos los que cuenten una historia diferente están mintiendo y deben perder. Los juicios de este tipo se presentan todos los días, y entre los abogados qué entablan litigios desde hace mucho tiempo no hay ninguno que no haya perdido algunos de tales casos. Con1o uno de esos casos que yo paradójican1ente me cornprc¡metí a defender, considérese la historia de una joven casada ocurrida hace varios años. Se le acusó de contratar a un matón para n1atar a su n1arido, a fin de que ella pudiera cobrar quince n1il dólares de

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