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LUCIANO BERTONE

CONTRATAPA

Preso en mi ciudad

30 años con Frank Bascombe

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SUPLEMENTO LITERARIO TÉLAM I REPORTE NACIONAL

Boleros y tangos: la bella tarea de sufrir por amor

AÑO 5 I NÚMERO 215 I JUEVES 14 DE ENERO DE 2016


THEROUX SE ADENTRA EN “LOS COLORES SECUNDARIOS” CON UNA PALETA MULTICULTURAL El libro Los colores secundarios, de Alexander Theroux, puede leerse como una continuación de Los colores primarios, que irrumpió en la Argentina en noviembre del año pasado, ahora los protagonistas son el naranja, el púrpura y el verde que actúan como disparadores de un viaje cultural, donde el autor nos traslada al mundo del arte, de la literatura, de la historia, de la religión con apuntes atractivos y asociaciones libres ligadas a estas tonalidades

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con el desafío implícito para el lector de encontrar las suyas. “El naranja es un color audaz y atrevido” define el autor y acota que es tímido, dado a la frivolidad y que posee un esplendor de multitudes, además de una presencia hiperespiritualizada y que “energiza a las masas”. Una vez nombrado, “el naranja brincó con los dos pies, descarado y brillante como un chicle, llevándose la vida por delante, demostrando que era digno de su nuevo bautismo”.

JUEVES 14 DE ENERO DE 2016

Boleros y tangos:

la bella tarea de sufrir por amor

OSVALDO QUIROGA

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as letras de los boleros y de los tangos dicen sobre cada uno de nosotros mucho más de lo que creemos. Así lo demuestra Martín Kohan en Ojos brujos, su último libro de ensayos. Como es habitual en sus trabajos de investigación, recordemos Ensayo de lectura sobre Walter Benjamin o El país de la guerra, Kohan se inscribe en la tradición Borges o Paz a la hora de reflexionar sobre diversos temas a través de una prosa fluida e hipnótica. “Martin Kohan –sostiene Damián Tabarovsky en un apunte que acompaña el texto– viene llevando a cabo una reflexión sobre lo popular y los mitos argentinos, sin dejarse atrapar jamás por ellos. Kohan no piensa lo popular como un entomólogo, sino al contrario, como alguien que se fascina con encastrarse en al barro de lo nacional”. ¿Quién alguna vez no dijo o pensó “me importas tú, y tú, y solamente tú”? A partir de ese famoso tema Martín Kohan deduce que lo importante de los boleros es el tú. Porque los verbos de los boleros expresan todos los significados del amor, y por lo tanto lo más fuerte es que se dirigen a un tú. Los verbos de los boleros pueden ser psicotizantes: abrázame, acaríciame, perdóname, júrame, bésame, déjate besar, háblame, pregúntame, contéstame, escríbeme, aléjate, acércate, pégame, mátame, quémame los ojos, decide tú… La lista que publica el libro es todavía más amplia. Y si alguien pensara que el amor es así terminaría volviéndose loco. ¿Pero no es así? El amor nos infanti-

MARTÍN KOHAN. ¿QUIÉN ALGUNA VEZ NO DIJO O PENSÓ “ME IMPORTAS TÚ, Y TÚ, Y SOLAMENTE TÚ”?

liza. Los enamorados crean su propio lenguaje. Y no es exagerado afirmar que el hombre se feminiza. Alguien dirá, y no sin razón, que guapos eran los de antes. A lo que habría que responder que, al decir verdad, para los guapos del 900 la única mujer era la madre. Las otras, o lo abandonaban dejándolo en la vía y eran “mujeres de la calle”, o se parecían a la mamá y entonces resultaban vírgenes intocables. En ese sentido el tango es cosa de hombres porque excluye a la mujer o la rebaja. “Lo que cuenta entonces es hablar –sostiene Kohan– (en el mismo sentido en que Barthes analizando las figuras del discurso amoroso, sostenía que lo que el enamorado no tolera es la falta de respuesta de la amada, porque soporta verse rechazado como sujeto amante, pero no soporta verse rechazado como sujeto hablante). El vínculo no es otro que el lenguaje, porque en los boleros (aunque se jure callar o aunque se le pida al otro que no diga nada) siem-

pre el yo le habla a un tú, sabiendo que ese tú lo escucha, o haciendo como si lo escuchase”. En los boleros el amor es como una religión. Es decir, es cuestión de fe, y también de resignación frente a la adversidad. Amar es disponerse a sufrir. Y en las letras de las canciones hay un goce en ese sufrimiento. Son muchos los que la pasan muy bien padeciendo. Y entonces dan vueltas y vueltas sobre los mismos lamentos. Como en el tango en el que se dice “sabe que es condición del varón el sufrir…” El amor como destino, como religión y como locura atraviesa el libro de Kohan. Tanto es así que muchas de las frases que hemos repetido a lo largo de nuestra existencia provienen de esas letras. Ni hablar de escenas o situaciones: el abandono, el

regreso, el despecho o la larga infelicidad. “La franja precisa que designan los boleros para el padecimiento amoroso no es, sin embargo, la de la certeza (ni la certeza de que habrá regreso ni la certeza de que no lo habrá), sino la de la incertidumbre”, explica el autor. No obstante, en Tomo y obligo se dice que “de las mujeres mejor no hay que hablar” y Carlos Gardel dictaminó que “Un hombre macho no debe llorar”. Desde esa perspectiva ningún hombre sería macho (¿alguien conoce a un hombre que no haya llorado por una mujer?). La caída moral, o la caída en desgracia, tópicos que Martín Kohan analiza en profundidad, parecen venir de una tragedia vernácula. Y en la tragedia no puede faltar la traición, y con ella el impulso de matar: “Hoy al verla envilecida/ a otros brazos entregada/ fue pa’ mi una puñalada/ y de celos me cegué/ y le juro, todavía/ no consigo convencerme/ como pude contenerme/ y ahí nomás no

la maté”. Quizá si el autor de Tomo y obligo hubiese leído Otelo, la mataba derecho viejo. Otro hombre del tango encontró a la mujer con otro y “amablemente le encajé treinta y cuatro puñaladas”. La traición, para el compadrito, se paga primero con la muerte y después con la cárcel. Es común que el mismo asesino se entregue mansamente a la autoridad y termine sus días encerrado, eso sí, contando con la visita de “la viejita” a la prisión. La madre siempre es central en el universo tanguero: “si no fuera por el recuerdo de mi viejita tan querida, no era yo quien aguantaba esta triste situación”. Martín Kohan, como todo ensayista notable, deja muchas puntas abiertas. Por allí se introduce el lector para reflexionar sobre su relación con esas letras que, en muchos casos, cada uno ha repetido en voz baja. A lo largo de novelas como Dos veces junio, Segundos afuera o Ciencias morales, entre otras, el autor ha reflexionado sobre cierta subjetividad que parte de un territorio, el nuestro, y se abre a un abanico de reflexiones sociales, históricas, políticas y, sobre todo, psicológicas. El subtítulo de Ojos brujos es Fábulas de amor en la cultura de masas. Guillermo Piro sostiene en la contratapa: “Martín Kohan desviste las canciones encontrando sentido en los lugares comunes de la melancolía amorosa del bolero y la física invertida del tango, donde nada se transforma y todo se pierde. O mejor dicho por Kohan: donde todo se pierde porque todo se transforma”. Lo cierto es que no podríamos vivir sin esas fábulas. Es más, no podríamos vivir sin inventar cada día el amor. Por suerte el bolero y el tango nos dan una mano en esa tarea tan ardua como maravillosa.


DE ANIMALES A DIOSES, EL BESTSELLER DEL PODER Y LA INSATISFACCIÓN HUMANA El historiador israelí Yuval Noah Harari, de visita en la Argentina tras un itinerario que lo tiene recorriendo el mundo con el éxito de su libro De animales a dioses, en el que traza una breve historia de la humanidad al ritmo de tres revoluciones –cognitiva, agrícola y científica–, sostiene que el próximo gran cambio será en los cuerpos y las mentes, y que la mejor forma para comprender la trama

social es “ver la relación entre poder y felicidad”. Hace 70.000 años la historia declaró su independencia de la biología con la revolución cognitiva, 12.000 años después la agricultura marcó otra transformación, que además supuso imaginar el futuro. En los últimos cinco centenarios, la ciencia descubrió la ignorancia, y en 50 o 200 años, anticipa Harari, llegará otra revolución.

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Preso en mi ciudad como cualquier forma artística. Leer y escribir forman parte de un mismo proceso. En cuanto a los escritores, siempre vuelvo a Macedonio Fernández, Faulkner y a Di Benedetto y a tantos otros. Sin duda, Borges y Kafka. Creo que toda la literatura de nuestro tiempo está atravesada por ellos.

SEBASTIÁN BASUALDO

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n ese sueño tuve una visión espléndida, de una claridad notable. Estaba en una cárcel. Pero yo era el preso y el guardián. Pude ver ambas perspectivas a la vez. Mi terror como recluso era la certeza de que mi carcelero sabía lo que yo estaba pensando, que podía entrar en mi cabeza y quizá controlarla o manipularla”, escribe Luciano Bertone en La Siberia de los sueños, su reciente libro de cuentos donde resuenan los ecos de Kafka y Bioy Casares para conformar un universo literario tan propio como original. “Puede tratarse de una hipótesis metafísica a partir de una figura geométrica, o de la difícil relación de un hijo con su madre ausente, recuperada por el lazo sutil de un libro casi ignorado. En los momentos más propios del autor, estas historias respiran en un paisaje que elude todo pintoresquismo y el lector descubre como un predicado de los personajes”, escribió Edgardo Cozarinsky, a propósito del autor de La razón de los sentidos. “Los cuentos fueron naciendo en el tiempo. Algunos tienen sus años. Ideas germinales que han ido cambiando. Otros comparten una dimensión espacio temporal a modo de genealogía. Crecieron juntos. Un rato uno, un rato otro. Como hermanos. Morena y Los hijos de Anto fueron inspirados por la lectura de Plinio el viejo. La coz fue reescrito muchas veces. La trama interrumpida nació de un sueño y lo escribí casi de un tirón. El infierno de Lázaro retoma un relato de los evangelios, pero su tono está relacionado con la lectura de Schwob. El proceso de la composición es casi demiúrgico” afirma Luciano Bertone durante la entrevista a Télam. Durante más de quince años Luciano Bertone se desempeñó como sonidista de cine, trabajando con directores de la talla de Ken Scott, Gus Van Sant y Héctor Babenco. En 2005, escribió y dirigió el largometraje Después de la tierra. Realizó colaboraciones y es-

LUCIANO BERTONE. EN SU RECIENTE LIBRO RESUENAN LOS ECOS DE KAFKA Y BIOY CASARES PARA CONFORMAR UN UNIVERSO LITERARIO TAN PROPIO COMO ORIGINAL

cribió guiones cinematográficos, entre los que se destaca, El desierto negro (2007), Z.U.G.A (2012) y Río muerto (2015). ¿Qué recursos del mundo del cine le resultaron provechosos a la hora de escribir La Siberia de los Sueños? La subjetiva, el fuera de campo. Hay recursos que son comunes a todos los géneros y las formas del arte narrativo. La lectura de guiones, también de teatro, resultan muy útiles para la composición. Las películas enseñan una nueva forma de administrar los diálogos, el ritmo, una especie de musicalidad que marca una cadencia. Apropiarse de toda forma y contenido que nos conmueve es muy estimulante. Estar abierto, investigar y aprehender todo lo que se pueda. Yo empecé realmente a

ver cine después de trabajar en películas. Es decir, de niño me gustaba el cine. Íbamos a las matinés a ver triple programa. Una de cowboys, una de terror y una de amor o de aventuras. Yo soy de dos ciudades pequeñas de la provincia. San Nicolás y Pergamino. Me crie con un pie en cada una. En ambas había tres cines. Siempre me interesó lo fantástico. Extraterrestres, muertos que regresan a la vida, hechos sobrenaturales, levitación, bilocación, vampirismo, licantropía, pócimas que tienen efectos mágicos. Pero sobre todo cuando algo salía mal. Encuentros cercanos me gustó mucho más que E.T. Todo lo que era inquietante o fantástico me encantaba de niño. ¿Qué películas le son indispensables? Me gusta mucho el cine documental. Hay películas que son maravillas narrativas. Obras con actores reales que superan cualquier ficcionalización posible. Crumb, de Terry Zwigoff; Gates of heaven, de Errol Morris. Grizzly

man, de Herzog. Me gusta mucho Jarmusch, su universo tan personal, tan falto de método. Fabio fue un cineasta notable, por temática y carácter. Creo que si pudiera elegir un film que me hubiese gustado escribir y dirigir es Crimes and misdemeanors, de Woody Allen. Ese balance entre la filosofía de la moral y el humor me parece casi imposible de lograr. Es una película perfecta. ¿Son afines tus preferencias cinematográficas y literarias? En materia de lecturas y de cine soy muy abierto, muy curioso. Aunque creo que tengo cierta preferencia por los autores que son capaces de tratar temas humanos profundos sin tomarse demasiado en serio. Por otra parte, tanto el cine como la literatura es una actividad plagiaria en esencia,

Pertenecés a esa clase de escritores que escriben mucho pero publican poco. En verdad, nunca fui muy afecto a publicar. Con respecto a La Siberia de los sueños, más que una decisión, se trató de un proceso bastante largo. Estaba un poco descreído del mundo editorial. Hay algunos relatos míos en antologías, producto de selecciones en concursos literarios. Pero ese proceso de ser evaluado es muy desgastante y no siempre es justo. Genera expectativas grandes y puede frustrar. Además, para alguien que escribe desde siempre, pero que sobre todo es un lector, el libro es un espacio de intimidad, de confort. En el caso de Siberia la necesidad, el empujón, vino de afuera. Había personas allegadas, familia, amigos, con ganas de verlo nacer. Y se dio que la editorial Luxemburg, cuya temática habitual son las ciencias sociales, tenía intención de iniciar una línea de narrativa y el libro les gustó mucho. Todo se dio muy naturalmente. ¿En qué está trabajando actualmente? En un relato sobre el fin del mundo desde la perspectiva de dos hermanos que atienden en una casa de electricidad de barrio. También en un guion cinematográfico que transcurre en la época de las campañas al desierto, con un director que hizo un cortometraje muy premiado y va a dirigir su primer largometraje. Y en mi primera novela, la historia de un destino completo, una especie de biografía, pero en tono narrativo. La construcción de un hombre desde su origen hasta la tragedia que lo atraviesa y lo transforma. Su cuestionamiento personal a la naturaleza de la condición humana se resuelve en la forma final de un secreto revelado.


LA DESAPARICIÓN DEL PRÓJIMO El desamparo, la falta de solidaridad, la desaparición del “otro” y una tecnología que funciona como una maquinaria de fabricar distancia, son los núcleos del nuevo libro del escritor italiano Luigi Zoja: La muerte del prójimo, que el estudioso anuda al concepto vertido a fines del siglo XIX por Nietzsche: “Dios ha muerto”. Del latín proximus, el término prójimo tiene que ver con cercanía (el paso del darse la

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mano al abrazo), vecindad, reciprocidad, “apariencia visible”, lo fraterno, intereses mancomunados, lo compartido que ha sido reemplazado por “individuos que hablan por celular o escuchan sus auriculares” –señala Zoja– en un nuevo tiempo “posthumano”. El nuevo ensayo de este escritor y psicoanalista nacido en Italia en 1943, fue editado por el Fondo de Cultura Económica.

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DIRECTOR DEL SUPLEMENTO LITERARIO TÉLAM: CARLOS ALETTO

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años con Frank Bascombe

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on Francamente, Frank (Anagrama, 2015) vuelve, a treinta años de su primera aparición, el mítico Frank Bascombe, el personaje de Richard Ford que narra su vida así como los cambios producidos en la sociedad norteamericana durante los últimos años del siglo XX y los primeros del XXI. Bascombe protagoniza El periodista deportivo, El día de la Independencia, Día de acción de Gracias y la reciente Francamente, Frank. En un artículo aparecido en el suplemento de cultura del Financial Times, Richard Ford confiesa que en los años ochenta, cuando aparece por primera vez Frank Bascombe en El periodista deportivo, nunca pensó que se convertiría en un personaje al que recurriría asiduamente en el futuro. Es más, antes de escribir El día de la Independencia, Ford estaba convencido de que no era lo suficientemente talentoso para escribir novelas conectadas y que acabaría intentando mejorar la primera en lugar de enfocarse en el nuevo proyecto. Pero, culmina, que a base de prueba y error, se dio cuenta de que lo que necesitaba para ese nuevo trabajo era el regreso de Frank: el personaje al que le fascina analizarse a sí mismo en extremo, su ironía a veces inocente, a veces cargada de napalm, el humor calmo pero preciso con el que procesa los gestos absurdos de una sociedad racista y prepotente que se cree exportadora de los preceptos de una idea de libertad que se acepta por las buenas o siendo amenazado por armas. Están, además, las lecciones que le dejan el desamor y las tragedias, y sus pasión por el baseball y por el Partido Demócrata (si alguna vez se cruzan con un Bascombe en una esquina no le digan que son republicanos, y mucho menos que apoyan al Tea-Party).

ren ver más y del que te marchaste de pronto sin mirar atrás? Bascombe aparece aquí con un diagnostico de cáncer de próstata. La fragilidad (su fragilidad) lo lleva a replantearse todo lo que hizo en el pasado. Aunque lo que más parece preocuparle a Frank es el robo que le hizo Bush a Gore en las elecciones estadounidenses del 2000.

FORD. NUNCA PENSÓ QUE FRANK BASCOMBE SE CONVERTIRÍA EN UN PERSONAJE AL QUE RECURRIRÍA ASIDUAMENTE.

Frank tiene tres virtudes: es inteligente, jamás se toma en serio (a no ser cuando baja una escalera) y no le importa ser políticamente incorrecto. Pero cuidado: cualquier lector que haya seguido la obra de Ford, quien se haya interesado en sus opiniones más allá de su escritura, quien haya tratado de conocer más detalles sobre su amistad con Raymond Carver, sabe que Frank no es el alter ego de Richard. Bascombe es una voz literaria, una de las más originales que se puedan encontrar en la literatura de los últimos cincuenta años, pero es sólo eso, no representa al autor. Puede que sea mi amigo secreto; pero sólo al modo en que los niños tie-

nen amigos secretos, un modo que pone de manifiesto aquello por lo que se preocupan y temen, pero no necesariamente aquello que piensan y creen. Frank en el Periodista deportivo. Me llamo Frank Bascombe y soy periodista deportivo. Esta es una historia de desencantos. Una novela en la que el Frank, tras escribir un buen libro, comienza a realizarle entrevistas a protagonistas del deporte, ganadores y perdedores en lo que hicieron, ganadores y perdedores en su vida privada, que con sus declaraciones van moldeando su futuro y su presente, que es fatal. Frank en El Día de la Independencia. El punto de vista de un padre sobre lo que está bien o mal en su hijo probablemente sea incluso menos acertado que el del vecino de la puerta de al la-

do, que sigue la vida del chico por una rendija de la cortina. Otra mujer, otro lugar, otro trabajo, pero el mismo Frank de siempre. Bascombe decide pasar con su hijo un feriado (no más de tres días), y esa situación le dispara preguntas y visiones sobre su vida y su país, al que quiere, pero también le recela, como esas personas que le dejan moscas muertas al murciélago que anida en el taparrollos de la cortina de su comedor. Frank en Acción de Gracias. ¿Qué es el hogar, entonces?, cabe preguntarse. ¿El sitio en que uno vio la luz por primera vez? ¿O ese lugar al que no puedes dejar de volver aunque el aire sea menos respirable y no haya futuro, ese sitio donde no te quie-

Bascombe en Francamente, Frank. –Creo que ya es hora de que te vayas. Ann abre los ojos desmesuradamente, pero no mueve los pies. –Lo sé –digo. No hay necesidad de tocar, besar, abrazar. Pero lo hago de todos modos. Es nuestro último fetiche. El amor no es otra cosa, al fin y al cabo, que una interminable serie de actos individuales. Richard Ford, tras el huracán Sandy, escribe cuatro historias que Frank Bascombe narra. Aquel lugar que Richard eligió para desarrollar a Frank, fue arrasado por el agua y por vientos de 150 quilómetros por hora. Estas últimas cuatro historias son las más humanas de la “biografía” de Bascombe. Un fenómeno natural se llevó la coreografía, pero la mente del viejo Frank siguió allí. Mandados en medio de una tormenta de nieve en Navidad, un cliente que quiere que sea testigo de cómo quedó la casa que le vendió, una mujer que visita su hogar de la infancia y recuerda un crimen, un antiguo compañero del “club de divorciados” que agoniza y lo llama antes de morir. Para finalizar, una frase de Richard Ford escrita en Flores en las grietas: Si hubiera escrito más y hubiera hecho menos pausas, no sólo me habría vuelto completamente loco, sino que, casi con toda seguridad, habría demostrado ser peor narrador de lo que soy. La mayor parte de los escritores escribe demasiado.


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