Antología para 4to Grado (Primaria)

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El 10 llegó sin accidente al lugar de su destino. Miguel Ardan, Barbicane y Nicholl aguardaban con la mayor impaciencia aquel vagón-proyectil, en que debían tomar asiento para volar al descubrimiento de un nuevo mundo. Fuerza es convenir en que el tal proyectil era una magnifica pieza de metal. Al verlo con sus formas imponentes y con su sombrero cónico encasquetado, cualquiera la hubiera tomado por una de aquellas macizas torrecillas, a manera de garitas, que los arquitectos de la Edad Media colocaban en el ángulo de las fortalezas. No le faltaban más que saeteras y una veleta. Miguel Ardan pidió que se le permitiera ocuparse de su alhajamiento, para amueblarlo a su gusto, con todo el lujo que convenía a los embajadores de la Tierra que lo iban a tripular. La petición le fue concedida porque Barbicane tenía otras preocupaciones. Antes de pasar a lo agradable, el presidente del Gun-club había pensado en lo útil, y el procedimiento inventado por él para amortiguar los efectos de la repercusión fue aplicado con una inteligencia perfecta. Barbicane se había dicho, no sin razón, que no habría ningún resorte bastante poderoso para amortiguar el choque, y durante su famoso paseo en el bosque de Skersnaw logró al cabo resolver esta gran dificultad de una manera ingeniosa. El proyectil debía llenarse de agua hasta la altura de tres pies. Esta capa de agua estaba destinada a sostener un disco de madera perfectamente ajustado, que se deslizase rozando por las paredes interiores del proyectil, y constituía una verdadera almadía [balsa] en que se colocaban los pasajeros. La masa líquida estaba dividida por tabiques horizontales que, al partir el proyectil, el choque debía romper sucesivamente. Julio Verne, De la Tierra a la Luna, Chile. México, SEP-Andrés Bello, 2006.

CUARTO GRADO


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