Strangis #05

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ECOLOGISMO FELIZ

El plástico, ¡ajhh! Qué rechazo causa sólo escuchar la palabra. Ese material tan reacio a biodegradarse. Tan barato que cualquiera puede tenerlo pero tan contaminante que nadie sabe qué hacer con él. Te lo encuentras tirado en cualquier lado y en los últimos años ha cogido la costumbre de acumularse en grandes manchas en el Océano. ¿Cómo es posible con el empeño que ponemos en acumularlo en países vertedero del Tercer Mundo?. Además, es un derivado del petróleo, esa materia prima que nos está robando el oxigeno y recalienta el planeta. ¡Maldito plástico, como te odio! Aunque si lo pienso detenidamente me doy cuenta de que forma parte de nuestra vida. Vivimos rodeados de objetos de plástico (o que contienen piezas de este material) sin los que nuestra vida sería mucho más complicada y cara. ¿Cómo sustituiríamos a los “tapers”? ... y ¿cuánto costaría un ordenador sin piezas de plástico? Más que un Mac, seguro. Y lo mismo podría aplicarse a coches y electrodomésticos. ¿Cómo revestiríamos un cable? Aunque actualmente hay mucha gente a la que le vendría mejor que los cables vinieran desnudos de fábrica, para poder llevarlos a la chatarrería directamente. Puede que no sea un material tan maligno, puede que sea un material sin capacidad de raciocinio. Quizá la responsabilidad de todo lo que se ha hecho de plástico, del uso que se ha dado a esas manufacturas y de cómo se han desechado sea... nuestra. O sea que somos nosotros quienes estamos destruyendo nuestro planeta. (Sí, todo esto forma parte de la conspiración blatoidea, pero ya hablé de ello en Strangis #02 Involución. Así que vamos a centrarnos). Afortunadamente los poderes públicos y privados ya han pensado cómo... ¿solucionar el problema? No, han pensado cómo calmar nuestras conciencias y lo han llamado: “¡Reciclaje!”. Inspirados por este moderno concepto, la ciudadanía provee gratuitamente de materias primas a la industria. La industria produce nuevos objetos con una parte significativa de nuestros desechos (en realidad son una pequeña parte de la basura total si incluímos los desechos industriales) y nos los vuelve a vender. Así que una ínfima parte del plástico que se consume cada día entra en un ciclo de reciclado mediante el cual pagamos varias veces por un material que nosotros mismos recolectamos. Y además nos sentimos a gusto con nosotros mismos por ser tan ecologistas, ¿no es genial? Mientras, las cucarachas se frotan sus patitas porque la humanidad no se da cuenta que lo ecologista de verdad es beber donde está el agua y comer donde está la comida. Bienaventurados los blatoideos pues suyo será el Reino de la Tierra. El ciudadano feliz.



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