Grandezas del Tercer Mundo - Egipto

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GRANDEZAS DEL TERCER MUNDO El privilegio de contemplar


EGIPTO


Ese desierto que te ahoga, Egipto, es el crisol de una sabiduría subterránea y hermética. Noches de los misterios, Osiris navegando por el cielo de las resurrecciones, y el silencio del Nilo turbado apenas por el gangoso canto de los sacerdotes, los que acunan la muerte con intrigas. Oro para los muertos, lino, trigo y perfume. Resignación y arena para los que viven sobre los restos pétreos de aquella eternidad dormida en hipogeos, aferrada a ciclópeos capiteles. Triunfó un viento oriental como un alfanje que segó tu memoria. El camello sestea con mueca indiferente, amnésica, sobre un campo de glorias. Ya no hay épicas que inciten al arpista y el escriba consigne. Hoy el templo es el zoco; el rito, el regateo; los himnos rituales, cuchicheos, risas, guiños, anecdotas... el flujo de la vida resignada a vivir sin la obsesión de la inmortalidad. Hoy te basta la esperanza pequeña. Te basta el pan, el agua, la paz para tus ocios. Y, sin embargo, la Esfinge todavía persiste, lanza desde Gizé su desafío y proyecta la sombra del Enigma. (José María Lorca)


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El rey apareció con la doble corona y se sentó en la sala de audiencia: -Yo erigiré monumentos y levantaré estelas. La eternidad es lo que mi perfección ha creado, y un rey que está citado sobre sus monumentos no será olvidado. Lo actos no pueden desaparecer eternamente. Lo que ha sido hecho permanece... (Mannuscrito de 1434 a.C. proveniente de Tevas.)



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No entréis en el templo en estado de impureza. No pronuncies mentiras en su hogar. No seáis codiciosos ni hagáis distinción entre el pequeño y el grande. No cobréis de más ni trafiquéis con el grano. No robéis los bienes de los templos, y guardaos de abrigar en vuestro corazón un pensamiento culpable. (Exhortación a los sacerdotes. Época ptolomeica.)



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Acabábamos de llegar a la cima de una colina, y las pirámides se perfilaban con claridad en el horizonte... -Para mí las pirámides se construyeron solo para ser hermosas y majestuosas, para ser la primera maravilla del mundo... -Mucho después de que nuestras casas, nuestros palacios y nosotros mismos hayamos desaparecido, estas pirámides seguirán ahí. ¿Acaso no significa eso que ante los ojos del Altísimo ellas son las más útiles? (Amin Maalouf. León el Africano.)



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La plaza se iba llenando lentamente, según se iba vaciando las mezquitas, pues todos los cairotas tenían costumbre de reunirse allí tras la ceremonia para jugar a los dados, escuchar los camelos de los narradores, perderse, a veces al final de la tarde, por las callejuelas vecinas donde algunas tabernas ofrecían un atajo hacia el Edén. (Amin Maalouf. León el Africano.)



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Oh Atón, tus rayos amamantan a todo lo que existe, y cuando apareces viven y crecen para tí. Vienes en forma de sol viviente, apareces radiante, te alejas, vuelves... Estás en mi corazón. Nadie sino yo, tu hijo, te comprende, porque he salido de tu carne... Condúceme del mal al bien, líbrame de la muerte y entrégame a la vida. (Himno a Atón.)



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Todos viven porque Tú sales para todos. Rio arriba y rio abajo navegan los barcos. Los caminos se abren porque Tú luces. Los peces del rio saltan ante Ti. En las profundidades del agua penetran tus rayos. (Canto a Atón.)



Las generaciones se desvanecen, otras ocupan su lugar. ¿Qué ha sucedido con sus posesiones? Sus muros se han desplomado. Sus dignidades han desaparecido. Ninguno vuelve de allí abajo para contarnos cuál ha sido su suerte. Que nos cuente lo que necesita y tranquilice nuestro corazón, hasta que nosotros lleguemos a ese mismo sitio. Que tu corazón, pues se apacigüe. Obedece a tu espíritu cuanto tiempo puedas. (Canto en la tumba del faraón Antef.)



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En la tumba de un atiguo faraón egipcio fue allado un puñado de granos de trigo. Alguien los recogió, los sembró y regó. ¡Y los granos de trigo germinaron al cabo de cinco mil años! (Anthony de Mello.)



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Fui feliz cuando supe que su sabiduría era más grande que mi dolor. Alá me hizo desgraciado para ponerme a prueba, pero mi fe se mantiene firme. Por ello le doy gracias desde el fondo de mi corazón. (Nagib Mahfuz. El callejón de los milagros.)


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El reino de lo eterno no tiene sitio dentro de los límites de lo terreno. Todo será como era antes. El terror, el odio y la injusticia volverán a gobernar el mundo, y los hombres tendrán que volver a sufrir. Hubiera sido mejor para mi no haber nacido, pues así no habría visto cuánta maldad hay en la Tierra. (Profecía del faraón Akenatón, moribundo.)




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