Puentes03 muestra

Page 1


Noé Jitrik

Crítico y narrador Rivera, Provincia de Buenos Aires, 1928

I,II,III

Las preguntas de la encuesta son básicas. La pregunta, a mi vez, a formular, es por qué regresa esta cuestión ahora. Por un lado, es posible que nunca, salvo arranques de ingenio, haya sido resuelta satisfactoriamente y, por el otro, que es imposible resolverla y que se plantea en momentos políticamente calientes, cuando parece que solo de gente sensible, pensante e imaginativa, puede salir alguna luz sobre aquello que los responsables no ven ni por asomo. Pero me temo que la confusión es patrimonio de todo el mundo y que no hay iluminados, tampoco la literatura lo es, la realidad es una experiencia y una hipótesis, no solo para la literatura.

Julia Otxoa Poeta y narradora San Sebastián, 1953

I

de la palabra política que contempla la Real Academia Española, es “conjunto de procedimientos utilizados para dirigir los asuntos que afectan a una sociedad”. Y teniendo en cuenta que los asuntos que afectan a una sociedad son prácticamente todos los que son susceptibles de afectar también a cada uno de los ciudadanos que conforman dicha sociedad, concluye decir que lo político forma parte consustancial de nuestra realidad tanto privada como pública. En cuanto a la relación entre política y literatura, siempre me ha gustado más decir que concibo la cultura, la creación, la literatura como una actitud ante la existencia en la que estética y ética han de ir unidas en un mismo proyecto vital y creativo. En mi caso, aparte del interés por el cultivo de la calidad literaria de mi obra, permanece dentro de mí la convicción de que mi creación, además de pertenecer a un tiempo interior determinado tanto formal como conceptualmente por un largo y complejo equipaje intelectual y vital, se interrelaciona íntimamente, a través de universos simbólicos, con un tiempo exterior del que mi obra debe ser testigo, máxime si es un tiempo de

este sentido con lo declarado por mi admirado Walter Benjamin: “Lo alegórico, el fragmento, la

de nuestro presente”. Otro querido y admirado escritor, Bruno Schulz, habló de la pútrida decadencia de aquella Europa invadida por el nazismo, y lo hizo magistralclamando su desesperación desde un expresionismo que convulsiona al lector dando testimonio de los cocodrilos”. ¡Qué presente todo el universo narrado por este autor en nuestros días! La investigación estética respira en un tiempo determinado. El absurdo en la narrativa de Franz Kafka no solo hablaba de su tiempo; se adelantó también al horror futuro. Lo político como reivindicación ética está presente en muchas de las narraciones de ambos autores sin que apenas lo notemos, sutil y rotundamente a la vez.

II

Creo que he respondido a esta pregunta en mi respuesta a la pregunta número uno. Yo no hablaría de compromiso político ni de responsabilidad social de la literatura. Como ya he dicho antes, cuando me preguntan sobre este tipo de cosas siempre respondo lo mismo: para mí la literatura, la creación es una actitud ante la existencia en la que la estética es inseparable de la ética y dentro de este concepto, la escritura es también, y cuando la inhumanidad del tiempo lo requiera, voluntad de testimonio. “No es posible mirar para otro lado cuando sucede Auschwitz”, dijo Primo Levi. Respecto a si es deseable dar testimonio cuando la barbarie suceda a nuestro lado, diría que lo indeseable sería lo contrario, callarse, ser ciegos y por tanto cómplices del verdugo.

III

Yo diría que, en la misma proporción que lo han hecho siempre, hay buenas y malas literaturas, y rara vez la buena literatura camina de espaldas a su tiempo. Albert Camus, Octavio Paz, María Zambrano... son buenos ejemplos de pensadores atravesados por una poética del lenguaje exquisita, cultivaron el lenguaje, el pensamiento, y la concepción ética dentro de su creación. En nuestro país, las obras de los grandes escritores y escritoras están ligadas a los días de todos, dando testimonio en sus novelas, ensayos, relatos o poemas de un tiempo determinado. La literatura con mayúscula nunca es ciega. PREGUNTAS AL AIRE | 7


Kike Ferrari Narrador

Buenos Aires, 1972

I

No hay historia que no tenga un componente político. A veces este es más consciente, a veces menos, más o menos explícito, pero siempre lo hay. Porque la literatura habla de nuestras preocupaciones y nuestras pasiones. Y no hay nada más político que las pasiones. En cualquier

relación aparece de modo tangencial, cruzando los relatos, poniéndolos en tensión y, a veces, casi siempre, completándolos. También me parece interesante recorrer el camino inverso y pensar en qué medida la literatura ha subrayado y complejizado el pensamiento político. Digamos, por ejemplo, en la prosa incendiaria de Marx, las historias vivas y sangrantes de Trotski o el cripticismo carcelario de Gramsci.

II

No sé si es deseable, entiendo que es inevitable. Cuando escribí Que de lejos parecen moscas, por ejemplo, imaginaba estar escribiendo una de tiros. No fue hasta que empecé a recibir devoluciones de los lectores y la crítica que vi el carácter político y de, digamos, denuncia social. Y recién hoy, hace un rato, pensando en estas preguntas, reparé por primera vez en que la novela trata de un cadáver sin identidad. ¿Puede haber un tema más político que ese en este país, el de Moreno, Evita y los treinta mil desaparecidos?

III

Estimo que eso varía de acuerdo al autor y la coyuntura. Piglia suele decir que Blanco nocturno campo. Y con esto parece querer decir que la intervención de un escritor no tiene por qué ser medida en los tiempos ni en los términos de efectividad del realpolitik. Dicho de otra manera, que los vínculos entre política y literatura deben entenderse dentro de la tensión entre las particularidades y las lógicas de uno y otro mundo. Yo creo que el gran tema político de la literatura argentina actual es, por supuesto, el cuerpo. Lo que pasa sobre el cuerpo: el abuso, la explotación, la identidad, la violación, la muerte. En ese sentido Le viste la cara a Dios, de Gaby Cabezón Cámara, o la todavía inédita Los viajes de Propp, de Juan Mattio, son dos de las novelas que más clara

8 | REVISTA PUENTES

Guillermo Orsi Narrador

Buenos Aires, 1946

I,II

Ninguna, en mi caso. Hablo por mi experiencia. Durante mis años jóvenes sufrí aquello de que quienes reivindicábamos el cambio social también debíamos comprometernos con nuestra escritura. Eran tiempos en los que se separaron las aguas entre el llamado “realismo socialista” y los que se supone que vivían en sus

mayor ni diferente al de otros trabajadores de la cultura, es personal, incluso partidario, si cabe, y apasionado, en el mejor de los casos. Pero sentarse a escribir lo que entendemos como literatura es otra cosa, somos otros, siendo nosotros, somos mundos y percepciones diferentes de esa variedad y climas posibles. Por no haberlo entendido a tiempo, perdí veinte años de mi vida leyendo a muchos pero a muchos, autores cuyos nombres y ideológica”. Y las mismas dos décadas me llevó despojarme de mis prejuicios por sus posiciones políticas y empezar a leer a Borges.

III

Supongo, porque no tengo certezas al respecto, que del modo en que se han manifestado siempre en la buena literatura. Con buenas historias bien contadas y belleza estética

llamado género negro es en este sentido una zona de expresiones diversas. Ahí están Kike Ferrari, Leo Oyola, Gabriela Cabezón Cámara, Mercedes Giuffré o María Inés Krimer, por citar algunos autores de una generación que viene con todo: como amigo, sé o sospecho de sus posiciones diversas frente a lo político. Como lector, solo me entero de la profunda humanidad de sus trabajos y deduzco razonablemente sus compromisos personales con la construcción de una sociedad menos cruel.


GENEALOGÍA DEL CONFÍN.

ESPACIO GEOGRÁFICO Y ESPACIO POLÍTICO EN LA CULTURAL EUROPEA1

Franco Farinelli

P

puede ser útil empezar con una premisa: cualquier comportamiento político y moral tiene su origen en el nacimiento del confín geométrico. Esta premisa implica al parecer una inversión en el orden de la explicación común, según la cual la genealogía de la política y de la ética responde a complejas líneas de desarrollo de carácter clidiana a la organización del territorio estatal) han sido, por razones obvias, el medio más funcional para el ejercicio de las nuevas formas de poder

1

Título original:

“ politico nella cultura europea”, publicado en Carlo Altini e Michelina Borsari (Ed.), Frontiere. Polítiche e mitologie dei Módena, Fondazione Collegio San Carlo di Modena, 2008, pp. 13-25. Este texto, inédito hasta hoy en castellano, ha sido traducido del italiano por Bernat Lladó Mas. 38 | REVISTA PUENTES

solo los medios, no el origen. Del mismo modo, también las nuevas formas de la ética pueden ser interpretadas como medios para el ejercicio del poder. Sin embargo, entre el medio constituido por el confín geométrico y aquel constituido por la ética parece subsistir –siempre según esta explicación común– tan solo una relación de coexistencia debida a una única nes obvias” porque es justamente contra lo que parece evidente a primera sola posibilidad para intentar desarrollar nuevos instrumentos para pensar el funcionamiento del mundo. Esta posibilidad está ligada únicamente al hecho de estar dispuestos a poner en duda aquello que se da por sentado. Antes que nada conviene precisar que el fundamento de esa explicación común no es banal. Se trata, de hecho, de una explicación que encontramos incluso en textos de autores importantes. Jean Baudrillard


posmodernidad sería la época en la que, al contrario de lo que ha sucedido durante la modernidad, el mapa precede al territorio. Sin embargo, creo que es un error pensar que haya existido una época en la cual el mapa ha sido la copia del mundo o de la Tierra (los dos términos no son sinónimos, pero podemos de momento pasar por alto la diferencia). No es así y, de hecho, nunca ha sido así: siempre ha sido cierto exactamente lo contrario. El mundo y la Tierra son la copia del mapa y de la representación car-

en relación a la posmodernidad, como dice Baudrillard, sino desde el inicio de la cultura occidental. La explicación común (es decir,

“Cualquier comportamiento político y moral tiene su origen en el nacimiento del confín geométrico”

ha sido argumentada con rigor. De este modo, la geografía no es la simple descripción de la Tierra, ya que a través de esta descripción el mundo se semos en un Estado. ¿Qué es un Estado, un Estado territorial centralizado? Se trata de una realidad muy precisa, que surge tan solo durante la modernidad y que antes no existía. Pero, ¿cuáles son sus características, sus cualidades, sus propiedades? En primer lugar, un Estado debe ser “inmóvil”: se trata de una formación que no se mueve, que es estática. Cuando a través del cual el Estado corre el riesgo, en caso de derrota, de dejar de existir. Además, el territorio estatal debe tener tres propiedades que son en la clásica versión de Euclides, caracterizan cualquier extensión geométrica. En primer lugar, el Estado debe ser continuo, es decir, no debe haber ninguna solución de continuidad ni fractura alguna en su interior. En segundo lugar, debe ser homogéneo, es decir, totalmente constituido por la misma substancia. En tercer lugar, debe ser isotrópico y, por lo tanto, todas las partes deben estar dirigidas hacia la misma dirección. De hecho, hasta el advenimiento de la forma moderna del Estado, las cosas no eran así. Tomemos, por ejemplo, la Deutschland anterior a la formación del Estado, es decir, aún durante la primera mitad del siglo XIX: su territorio, fruto del orden aristocrático-feudal, aparecería ante nuestros ojos absolutamente pulverizado y fragmentado. Cualquier pequeño estado, y por aquel entonces existían a decenas, se componía a su vez de tres o cuatro pedacitos; partes que como tales no eran, de hecho, contiguas, ya que entre una y otra se interponían otras partes de otros pesión Kleinstaaterei, que normalmente se traduce como microterritorialidad. De esta forma se vendría a contradecir el primero de los principios que gobiernan el Estado moderno, el principio de la continuidad territorial: el territorio no es continuo. ENSAYOS | 39


otras territorialidades y que fueron suprimidas? ¿Cuáles serán las cartografías que trascenderán el Estado-nación o darán forma a un nuevo sujeto político en América del Sur? Intentar responder a esta pregunta es necesario si aceptamos con Mignolo que la idea de América Latina ha perdido vigencia y ya no nos sirve para recoger las transformaciones que experimenta esta región: “Los descendientes de africanos en América del Sur, las poblaciones indígenas del continente, desde Chile hasta Canadá, y los cuarenta millones de latinos que viven en Estados Unidos han empezado a reaccionar y a quitarse de encima la memoria imperial. Ahora hay que eje determinante en la colonialidad del ser porque da nombre a regiones vinculado en el caso de “América Latina” a las disputas imperiales del siglo XIX, sino a las memorias de los pueblos y culturas anteriores a la 54 | REVISTA PUENTES


llegada de Colón. Pero también porque traslada formas de organización social y territorial ajenas a las mismas. La cartografía moderna, que nace durante el Renacimiento con la incorporación de la malla geométrica de meridianos y paralelos, trae consigo una idea de espacio necesaria para

llama “colonialidad del saber”. Es decir, el legado colonial, la jerarquía y ciación” de la Historia Mundial, como guía del progreso histórico, como punto de llegada de la humanidad, acaba por determinar no solo lo que se debe conocer sino lo que es propiamente el conocimiento. Dicho de otro modo, todo aquel saber que no responde a la estructura del conocimiento occidental se convierte en conocimiento subalterno (forma degradada o infantil de conocer: literatura, mitología, creencia o ideología). Ahora bien, ¿qué entiende Mignolo por conocimiento o epistemología occidental? ¿Hasta qué punto puede decirse también que es un producto de la to de la teo-logía a la ego-logía, que tuvo lugar durante el siglo de Descartes, es para Mignolo el corte que nos habría situado dentro de la epistemología occidental moderna. Esta, a grandes rasgos, se caracteriza por la escisión entre el sujeto conocedor y el objeto conocido; un sujeto, por lo demás, que tiene un carácter individual (y no intersubjetivo o trans-cultural); un sujeto, para decirlo con las palabras de Mignolo, “homogéneo y ubicado en una tierra de nadie universal”. Si uno lo piensa bien, esta descripción encaja perfectamente con el sujeto que interviene se alza en el punto de proyección, que aparentemente solo es una función (es decir, cualquier persona, bajo cualquier circunstancia, puede situarse en el mismo punto y proyectar la misma visión o leer el mismo mensaje); sin embargo, esto no es así, porque el mapamundi ya ha incorporado un esquema (los tres continentes de la simbología cristiana) y una geolocalización: Europa, que es el sujeto de conocimiento. Dipesh Chakrabarty ha hecho en este sentido una dura crítica a la historiografía actual, incluida siendo el sujeto teórico soberano de todas las historias”. Una paradoja que Castro-Gómez ha expresado así: “La ilusión de observar y capturar una totalidad es únicamente posible bajo la condición de permanecer ciego a la

cartografía; ese sujeto activa la ilusión de una trascendencia que es neutral, objetiva y distanciada de la realidad. Sin embargo, adopta el punto de vista del soberano: no solo decide qué hay en el centro sino también aquello que existe y aquello que no. ENSAYOS | 55


LOS VIAJES DE LA MEMORIA OCUPADA

Marta López Vilar

La novia de Aquiles Alki Zei Traductores: Coralia Pose y Pedro Guil Madrid, 2013 Ediciones del Oriente y del Mediterráneo 359 páginas

H

ay países marcados por un extraño sentido de la tragedia, una tragedia circular que apenas cambia de nombre y de víctimas. Grecia es uno de esos lugares marcados por la convulsión. Si atendemos a todo el siglo XX, vemos que existe un inventario de guerras, éxodos y ocupaciones demasiado largo. En estos momentos, desgraciadamente, la tragedia persiste en un país acosado por la crisis que, lentamente, extingue. Basta abrir las hojas de un periódico o visitar la bella Grecia para poder presenciarlo. El poeta griego Yorgos Seferis escribió uno de los versos más reveladores para entender el sufrimiento griego: “Vaya donde vaya, Grecia me hiere”. Ir a cualquier parte es ver la herida, pero también el cuerpo tan hermoso donde está alojada esa misma herida. Y esa hermosura parte, bajo mi punto de vista, de su propia raíz. Convertir la herida en hermosura, ese es, en parte, el sentido de lo griego. Pensemos en qué ocurrió en la poesía de Odiseas Elitis, de Nikiforos Vrettacos, de María Poliduri, de Yannis Ritsos o del propio Seferis. En Grecia habita siempre la lamentación de lo bello, a pesar de la tragedia. Algo así ocurre en este libro de Alki Zei (Atenas, 1925): un inventario de la memoria triste que lucha por sobrevivir en medio de la intemperie de las cosas. Y eso sobrecoge. Sobrecoge la prosa de Zei, ya desde que leí algunos de sus libros hace unos años. Y en este sobrecogimiento tiene mucho que ver el excelente trabajo de sus traductores, Coralia Pose y Pedro Guil, que han realizado una traducción sentida, justa, con conocimiento de la belleza que tenían entre sus manos –algo que siempre debe agradecerse a un traductor–. Por ello considero que la literatura de Alki Zei es necesaria. Lo es por varios motivos: por ser buena literatura y por darnos a conocer perspectivas desconocidas para el lector español acerca de la narrativa griega contemporánea –tan poco conocida–. La novia de Aquiles tiene un marco histórico determinado y que es punto de partida: la ocupación nazi de Grecia durante la Segunda Guerra Mundial.

86 | REVISTA PUENTES


Este tema, si bien es determinante en gran parte de la prosa griega –pienso ahora, por ejemplo, en la hermosa novela Cuando el árbol canta, de Stratís Javiarás– no es demasiado conocido en España. Pero lo sobrecogedor de esta historia es la manera con la que es contada. A través de la mirada de una adolescente –Eleni o Dafni– la autora nos cuenta lo terrible de la guerra, el miedo naciendo en cada rincón del alma, pero también la pureza de unos ojos que padecen la vergüenza y el éxodo, también el amor y el deseo. Por ello hay tanta humanidad en la prosa de Zei, tanta lucidez. En ningún momento el lector percibirá una emoción falsamente exaltada, un grito. El lector percibe, ve, mira, observa y siente, también late. El lector se convierte en esa voz que narra un viaje en tren hacia un destino incierto. Comienza la novela: “El tren se prepara para partir. Eleni está de pie junto a la ventanilla y mira hacia afuera. Es decir, tiene que estar de pie y mirar. Es la primera vez que viaja en cochecama. Lleva un camisón rosa de encaje. Lo compró en las rebajas del supermercado. Los suyos estaba ya descoloridos de tanto ponerlos y lavarlos en la lavadora automática del vecindario”. Eleni, presencia frágil, vestida en camisón, protagonista de una película que, en realidad, es la propia vida de Alki Zei, ya que desde 1941 a 1945 militó en el Partido Comunista en la Resistencia, más tarde –tras la Guerra Civil griega– se exilió a la URSS, regresó a Grecia pero tras el golpe de estado de los Coroneles tuvo que volverse a exiliar hasta la caída de la dictadura en 1974. Eleni –voz novelada de Zei, como dije– que mira hacia afuera y comienza a presenciar un paisaje que eternamente se marcha, un paisaje cruel marcado por el exilio de todos los personajes que caminan por estas páginas. En el regreso de la protagonista de la Unión Soviética a Atenas los cuerpos que caminan por las calles de la capital griega se han vuelto extranjeros, caminan por una ciudad distinta, perdida de sí misma, con nostalgia de sí misma: “Un hombre con las cejas tupidas y amarillentas, pelo gris y cara consumida, caminaba de repente por las calles de Atenas. Iba buscando una calle que ya no existía, una casa que ya no existía, un amigo, camarada con el que había estado en la primera línea

de tantas batallas”. Un hombre, carente de nombre y apellidos, del que sabemos su descripción y su vacío. Nada más. Esto indica la maestría de Zei a la hora de mostrar qué somos por dentro. En ningún momento sabremos de los personajes, pero sí de su abandono, de un país tomado por la barbarie y por la obligación de la eterna despedida. Y esa herida, de la que he hablado humana. Y esa herida marca todas y cada una de las voces que recorren la novela en forma de recuerdos: el recuerdo del amor de Eleni por Aquiles, de las calles, de una infancia muerta antes de tiempo, de una hija sin patria y, sobre todo, de un viaje: París, URSS, Atenas, Roma…Viaje que es en sí pura memoria y ésta que va más allá de lo que se cuenta, de esa historia triste que nos deja tanta huella. Porque también hay lugar para la ternura en estas páginas y quizás por ello la lectura sobrecoge aún más: “Cuando era pequeña y me mandaban a la isla en verano con la familia de Lisa, decía que no podía haber mayor felicidad en mi vida. a nadie y me gustaba vagar sola por los estrechos callejones de la isla contándome historias a mí misma. Algunas veces me quedaba en casa de las tías de Lisa y otra en la de las primas. Ponía en una cestita mis cosas y por la tarde decidía en que casa quería dormir por la noche”. Recuerdos de la calma que golpean al contraponerse con las veces que el personaje ha dormido presa del miedo y del frío. La novia de Aquiles es una gran novela, una pieza que todos necesitamos para comprendernos. Un inventario que posiblemente no acabe nunca: “Y cuando la dictadura se acabe…vale, cuando los echemos…contigo, ¿ves? no me va a importar, porque lo sé, que en cuanto me desnude, aparecerá siempre sobre mis hombros, como el águila bicéfala que ponemos en el roscón de Año Nuevo, grabado para siempre: La novia de Aquiles”. Así es: este libro, grabado para siempre.

CRITERIOS | 87


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.