Los Guardianes del Equilibrio: La Balanza

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nes. Parece aburrido y algo perdido. Le saludo y me siento a su lado, con las rodillas bien pegadas a mí. Hace fresco, pero se agradece después de tanto jaleo dentro de casa. Miro hacia el horizonte, que está cubierto de negras montañas sin una sola luz artificial, y respiro profundamente. —¿Qué te pasa, enano? –le digo. Mi hermano mira hacia el otro lado y me acompaña con un suspiro de cansancio y resignación. —No hay ningún chico de mi edad. —Lo dices como si tuvieras diez años –me río. Pero le entiendo, yo me siento igual. Parece ser que todos son de la edad de Eli o incluso mayores. No voy a negarlo, me siento muy pequeño al lado de los demás. —Tú y yo no nos llevamos tanto. Solamente dos años de nada, hombre. Timeo sonríe, pero sigue algo apagado. —Ya, pero es que además no entiendo lo que dicen. No sé, Hugo, me siento fuera de lugar, y eso que ésta es mi casa. Sin saber muy bien qué decirle lo acerco hacia mí. En momentos como éste no sé cómo actuar. Espero que Timeo comprenda que con este abrazo intento suplir mis silencios. El cielo está lleno de estrellas. Apenas hay una sola nube tapando las maravillosas vistas de una montaña tan poco habitada como Tardía, y pienso que eso a nuestros invitados les gustará. Ya son las nueve de la noche y han llegado todas las familias. Cuando entro junto a Timeo para cenar, logro ver a mucha gente nueva. Imagino que son los Da Silva, así que no me tomo el interés de saludarles. La cena de hoy es algo diferente a lo que estamos acostumbrados en mi casa. Hay diversas mesas y sillas distribuidas por 21


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