Manual de Uso Cultural 9 - Marzo 2011

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04 Tema del mes Roger Waters ‘The Wall’ 12 Perfil Jesús de la Rosa 14 Cine La dolce notte 18 Escenas Bertolt Brecht 22 Televisión ‘Treme’ 26 Música Led Zeppelin. Nacho Vegas 32 Literatura Marguerite Duras 36 Arte Marcel.lí Antúnez 40 Histo ria Estación Espacial MIR 42 Viajes Úbeda 44 El Cierre

Edición) Asociación Think Again Redacción) Miguel Pradas, Jesús Peña, Sergio Sánchez Diseño) Sergio Sánchez Colaboradores) Antonio Gómez Hueso, Emilio Perianes, Regina López, Juan Jesús Millán, Nacho Gutiérrez, Laurent Wauquier, Irene Urbano, María Sánchez, Alejandro Díaz, Manuel España, Agustín Linares, Francisca Castillo, Miguel Blasco, José Luis Picón, Silvia Álvarez, Isabel Bono, Sergio Contreras, Francisca Castillo, Irene Urbano, Isabel Rivero Armengol, David Dueñas, Carmen Alcaraz, Estefanía Podadera, Esperanza García Guerrero, Álvaro Fernández Depósito Legal) MA 3069-2009 ISSN) 2171-3979 Dirección de contacto) manualdeusocultural@gmail.com Teléfonos) M. Pradas (650.963.622), S. Sánchez (651.141.293), J. Peña (645.623.693) Manual de Uso Cultural es una publicación gratuita de la asociación Think Again. No se hace responsable de la opinión de sus colaboradores. Prohibida la reproducción total o parcial de sus contenidos.


ESO YA NO SEPARARÁ NADA

POR MIGUEL PRADAS.

Roger Waters visita España este mes con la gira de ‘The Wall’, un disco que Pink Floyd engendró en 1979 y que, hasta hoy, sólo se ha tocado una treintena de veces en directo. Llega con esa aureola de malditismo que brota cuando las bandas se disgregan por cuestiones intestinas, cuando la música aflora inmersa en la neurosis de su creador o cuando un artista hace algo para ir contra el mundo. ‘The Wall’ emerge ahora con Waters como único Pink Floyd: el guitarrista David Gilmour permanece ajeno a la gira, con la herencia de lo que alguna vez se votó como el mejor solo de rock de la historia (en ‘Comfortably numb’); el teclista Rick Wright se aferra ya al sueño de los justos; y el batería Nick Mason se halla enclaustrado en la visión idílica de sus diez ferraris. ‘The Wall’ emerge asentando ese grito autobiográfico de Waters que no se ha callado en tres décadas, enladrillado, erigido para caer sin remedio. Infancia,

adolescencia, juventud, como se examinó a sí mismo Tolstói, pero más allá. Waters explora vivencias adultas, un matrimonio fallido. Hasta que todo revienta. «En todos mis años como juez, jamás había oído a nadie que merezca más el castigo pleno de la ley». Con cerdos que sobrevuelan a la audiencia y aviones que se estrellan contra el muro hasta ahora infranqueable. Algo así pasa en la película de Alan Parker de 1982, aunque a Waters no le gustara el careto de Bob Geldof, el protagonista, su álter ego. El niño sin padre, pero con la musa del poeta; más tarde, figura del rock a la que se le nubla la mente. Sueños de grandeza dictatorial con bramidos en un suburbio londinense y martillos danzantes. Y ese juez escéptico y severo que decide que la pared tiene que caer: «No hace falta que el jurado se retire a deliberar». Hay que socializarse porque el muro, tumbado en miles de fragmentos, ya no separará nada.


‘The Wall’: No es fácil golpearse el corazón contra el muro de un loco POR ALEJANDRO DÍAZ.

Ven, déjame que te recuerde qué fue lo que pasó con el muro. Papá voló a través del océano y dejó sólo el recuerdo. El día más feliz de nuestras vidas fueron profesores que se reían de nuestras emociones. No necesitamos educación alguna. No necesitamos control de nuestras mentes: «Ningún oscuro sarcasmo en el aula». Sólo el muro cuando decías: «Maestros, dejad en paz a los chicos». Tu madre no tenía tampoco ninguna respuesta si le preguntabas: «¿Debería construir el muro?, ¿realmente tirarán la bomba?». Y el cielo azul que nos daba algunas lecciones sobre las despedidas. Espacios vacíos donde solíamos hablar y que fuimos poblando de ladrillos. El rock and roll, una fría mujer que por fin te hizo sentir un hombre. Volar. Huir. Grietas en el hielo, bajo nuestros pies. Hasta que vimos lo que alguien dejó escrito allí: «No penséis que necesito nada, porque después de todo, todo era un ladrillo más en el muro». Y otro más. Y otro más. Vaci-

labas con decir adiós, «goodbye cruel world». No había nada en el mundo que pudiera hacerte cambiar de opinión. Por entonces tampoco quedaba nadie allí fuera. Nadie en casa cuando llamabas a aquella chica y con tus sorprendentes poderes de observación te adelantabas al silencio metálico de una cinta en el contestador. Sentías las ansias de volver a volar, pero ya no tenías donde hacerlo. El muro era alto.

Un golpe helado en vena más y acariciaría las estrellas. Así en la noche más pura bramabas en el desierto: «¿Alguien más aquí siente lo mismo que yo? ¿Hay alguien ahí?». Atravesando océanos, mis labios se movían pero ya no podías oírme. Paralizado, me preguntabas: «¿Ha de continuar el show?, ¿tengo que estar en pie con los ojos fuera de órbita a la luz del foco?». Y me encargaba de transmitir las malas noticias: «Pink no está bien, se queda en su habitación de hotel y nos envía como banda sustituta». Decidimos que sería mejor aprender a correr como el demonio. Guardar nuestros sucios sentimientos otra vez bien adentro. Y cada uno cayó a un lado del muro. Un día supe que quisiste regresar a casa, saber al fin si debías sentirte culpable por todo ese tiempo. Te imaginé loco, sobre el arco iris, y al juez gusano dictando su veredicto: «Amigo mío, has revelado tu más profundo miedo y te sentencio a ser expuesto ante tus semejantes. Echen el muro abajo».


Tema delmes

06

Roger Waters The Wall Live Los fans del Rock más grandilocuente tienen una cita a finales de marzo: Roger Waters interpretará de nuevo ‘The Wall Live’ en Madrid –con entradas agotadas– y Barcelona en un nuevo éxito de público de la obra maestra de Pink Floyd, treinta años después de la publicación del apoteósico álbum que marcó una era y veinte desde su revisión en un monumental concierto en la entonces recién reunificada Berlín. Los afortunados podrán ver de nuevo a su creador reproduciendo íntegramente el kafkiano y alegórico muro. Roger Waters razona el motivo de volver a interpretar su obra cumbre con una comparativa entre el momento en que se concibió y el presente: «Cuando lo compuse me tomó mucho tiempo superar mis complejos. El miedo, las burlas, la vergüenza y el castigo resultaron una alegoría de lo que le sucedía a la Humanidad: el racismo, la religión, el nacionalismo y la diferencia de

géneros que siguen presentes. Retomar ‘The Wall’ es traer a la palestra la vigencia de la obra». ‘The Wall’ nos enfrenta a una densa obra de tintes autobiográficos acerca de la crisis existencial que bebe directamente de la vida del mismo Waters. Pink, el protagonista, un ser débil marcado por la sobreprotección de su madre, la ausencia de un padre y la postguerra de la II Guerra Mundial, muestra frustraciones comunes: el fracaso sentimental, las drogas y la presión por ser una figura pública. Ficción y realidad se mezclan y Waters transforma todo en ladrillos que van construyendo el muro que protege y aisla a Pink, encerrándole en un caparazón pero también dejándole en una prisión fantásticamente agobiante y autodestructiva. Dice la historia que el embrión temático de ‘The Wall’ surgió en un concierto de la gira de ‘Animals’ en Montreal. ¿La anécdota? Un fan de comportamiento

agresivo en las primeras filas provocó que Waters le escupiera a la cara; éste contrariado, comenzó a fantasear con la idea de un muro entre escenario y público que le aislara y protegiera al mismo tiempo del exterior. Ello le llevó a desarrollar un concepto que culminó en una de las cumbres creativas musicales. En 1979 se publicaba el disco, grabado entre abril y noviembre con Bob Ezrin a la producción junto a Waters y David Gilmour. El disco, dividido en dos partes, se basa en el absorbente aislamiento social, familiar, conyugal y personal del protagonista como punto de inflexión, cuando el muro le desconecta del resto del mundo con el último ladrillo. La infancia, los aviones, las bombas y los helicópteros representan una postguerra en la que el sistema arcaico y retrógrado de la Gran Bretaña de la época se adivinan en el clásico ‘Another Brick in the Wall Part II’, máximo exponente de


todo ello con un coro escolar recitando el famoso estribillo. La temática nos conduce a la autodestrucción que le aparta de todos y enajena a medida que adquiere notoriedad pública. La soledad, la crisis existencial, todo se acentúa con el abandono de su pareja en ‘Don’t Leave Me Now’, punto de inflexión que culmina en el intento de suicidio. La locura da paso a ‘Comfortably numb’: Pink entra en un estado mezcla de ataraxia y locura. No obstante, el exterior le reclama en ‘The Show Must Go On’ y Pink quiere romper el muro mas éste no le deja salir. Surge el gran dictador que proclama ira y odio hasta que en ‘Stop’ se encarcela, acepta el grotesco juicio y consigue enfrentarse al muro existencial y a cada uno de los ladrillos emocionales que lo componen, así como a la condena a derribar ese muro que se lo llevará por delante. El dramatismo de la obra supuso un cambio de rumbo en la Música hasta incluso en la manera de concebir los espectáculos en vivo. Por algo se han vendido más de cuarenta millones de copias en todo el mundo y sigue siendo el doble álbum más vendido de la historia y trascendió a lo musical cuando Alan Parker lo llevó a la gran pantalla. Hace diez años se publicó una excelente edición en directo del disco en formato doble y boxset titulado ‘Is Anybody Out There?’ muy recomendable para aquellos que deseen conocer qué encontrarán a partir del próximo 25 de marzo. | Isabel Rivero Armengol | Pieza gráfica: Irene Urbano


08 Cuando un ciclo se agota... Luego vuelve a renacer La canción que ‘originó’ la música moderna, es decir la música pop, es según los entendidos, ‘Be My Baby ‘ de The Ronettes (para nosotros: ‘Tú serás mi baby’ de Les Surfs) y el padre indiscutible Phil Spector. Nada que objetar. Al principio te parece la típica exageración de un comentarista pedante y engreído, hasta que luego valoras lo que había antes y lo que hubo después y humillas la razón, gozosamente, ante la realidad. El ‘muro de sonido’, el otrora bajo continuo, que daba fondo y forma a la canción, fundía además una historia de amor adolescente en la estructura de una sonata barroca, y todo en dos minutos. Fue considerado el acabose, cuando en puridad era sólo el principio del ‘continuose’, como diría Mafalda, de una explosión sonora y generacional que no hizo más que madurar durante los años 60 para cambiar el concepto de música popular vigente hasta entonces. Y cuando parecía llegarle el agotamiento, a la vez «Casi 30 años después que la perfección vuelve el superviviente, en continente el inventor, el genio» (HiFi para todos) y contenido; tras la fructífera rivalidad entre yanquis y británicos; cuando el rock bebe en las fuentes del blues, del jazz y de la música clásica, cuando la fuente se ha secado y las azucenas están a punto de marchitar, aparece una nueva corriente, o el fin de una saga, como diría el marqués de Le-

guineche, que es la del rock sinfónico. Y con él, una nueva dimensión. El concierto multitudinario como espectáculo novísimo, como naciente género musical en el que la audiencia ha de someterse a una peregrinación, a las impertinencias exigidas por la experiencia mística de asistir a un evento que muchos recordarán como crucial en su experiencia de melómanos. Y todo ello mediado por un disco, también iniciático, como lo fue el del hoy convicto Spector, diez años antes: ‘The Dark Side of the Moon’, de Pink Floyd (1973). De repente, y tras el mismo escepticismo en nuestro país, rayano en el desprecio, que habían despertado los Beatles, escucho a través de Radio Renascença, de Lisboa, el disco que funde definitivamente la música clásica y el pop. Un álbum, entonces LP, que había que escuchar sin interrupciones, sin respirar entre tema (que no canción) y tema, y en el que un coro prodigioso y unos solistas excepcionales se veían envueltos por la presencia innovadora de los sintetizadores, cuyos efectos de sonidos volvieron a hacerlo, a marcar un antes y un después en la historia de la música del siglo XX. El compositor era, y es, Roger Waters, y sus letras versan sobre la avaricia, el envejecimiento, la enfermedad y la muerte, y nos mostraban de alguna manera la madurez de una generación que, hasta el momento, se niega a aceptar el declive.


En la grabación estuvo Alan Parsons, y muy cerca estaban Emerson, Lake & Palmer, procedentes de King Crimson. Luego vinieron Génesis, incluso Supertramp, pero... Casi treinta años después vuelve el inventor, el genio, el superviviente, para invitarnos a una nueva edición de aquel fenómeno irrepetible, ‘The Wall’, el hijo de la cara oculta de la Luna, de la ‘Atom Heart Mother’, del ‘Ummagumma’ inicial . Títulos míticos en un mundo que lleva décadas inmerso en un descenso musical inevitable: desde que este Icaro iniciase el vuelo, el ascenso irrepetible de la canción popular a los cielos de la noche interminable, la de los rayos láser acariciando las estrellas envueltos en el humo de un tabaco que no es tabaco, mientras un cerdo volador nos recuerda que hay muros innecesarios que nos separarán para siempre, si no los derribamos a tiempo. Podría ser sólo una apología del Apocalipsis si no hubiese compuesto también, entre otras cosas, la banda sonora de ‘When the Wind Blows’ (1986), película de Jimmy Murakami sobre el día después, el Armagedón de dos ancianos, y Jim con la voz de John Mills (ni se os ocurra verla doblada) como metáfora de una humanidad pesimista, o informada, según otros. A ver si va a resultar que la música pop es algo más que un entretenimiento intrascendente. A ver si va a resultar que el tiempo que le he dedicado, además de placentero, no ha sido un tiempo perdido. | Emilio Perianes | Pieza gráfica: Sergio Sánchez


10 ¿Quién se quemó los dedos con el cigarro? Lo dijo Roger Waters: «Al final no sentía ninguna simpatía por el protagonista de la película». Luego lo intentó arreglar. «El impacto sobre los sentidos era tan continuo y fuerte que no me permitió sentirme involucrado con él», dijo refiriéndose a Bob Geldof, actor que encarnó a Pink en la versión cinematográfica del disco-proyecto-espectáculo conocido como ‘The Wall’, o como el videoclip de los martillos que ponen a veces en la MTV. Por cierto, quien fuera guitarrista de Pink Floyd y arquitecto principal del muro, Roger Waters, aún continúa manos a la obra, entre ladrillos y gotelé, recorriendo el mundo y desnudando su frustración en uno de esos clásicos revivals ‘que no te puedes perder’. Y entre otras, estará este mes en Barcelona y Madrid. Según dicen unos, el muro empezó a crecer cuando nuestro hombre recibió un escupitajo en la cara disparado por una fan. Bastante disgustado, su mente fantaseó con la idea de crear una barrera entre el escenario y la audiencia. Ese fue el germen, luego vino la reflexión sobre la esencia del rockstar, la alienación, la frustración, la locura y el rechazo por la vida que llevaba. Así surgió un disco memorable que giraba entorno al auge y caída de una estrella de la música llamado Pink. Y como un nuevo Flaubert, Waters dijo: «!Pink soy yo¡». Pero… ¿Quién se quemó los dedos, impasible, con el cigarro como sucede

en una escena de la película? ¿A quién encontraron en el estudio rapado y sin cejas, irreconocible, una noche al llegar de un concierto mientras grababan ‘Wish You Were Here’ en 1975? ¿Sobre todo, a quién le escribió esa canción Dave Gilmour? ¿Y ‘The Dark Side of the Moon’? ¿De quién hablaba la canción ‘Shine on You Crazy Diamond’?¿Quién construyó un muro imaginario que le impedía comunicarse con el exterior? La respuesta es la misma persona que muchos años después le dijo a un periodista: «Vivo con mi madre, no recuerdo haber tocado nunca en un grupo de música llamado Pink Floyd». Está escrito en los libros de historia: Syd Barrett y Roger Waters se conocieron en plena adolescencia y montaron el grupo The Abdabs. Syd le propuso cambiar el nombre de la banda y así inauguró uno de los grupos más influyentes de la historia de la música. Pink, por Pink Anderson. Floyd, por Floyd Council. Dos míticos músicos de blues. Barrett, un genio de la composición desde muy joven, catalizaba toda la energía de los primeros Pink Floyd. Sólo grabó con ellos el primer disco de la banda, ‘The Piper at the Gates of Dawn’ (1967). Su deterioro físico y mental era cada día más evidente. «No podía ni sostener la púa». «Se quedaba conciertos enteros mirando al infinito y dando un solo acorde». Su mirada se apagó repentinamente. Para su segundo disco,


David Gilmour le sustituyó. Syd compondría las canciones pero no actuaría en directo. Mal negocio, pensó alguno. Un buen día, cansados de sus extravagancias, alguien dijo: «¿Hoy no recogemos a Syd?». Y otro, nadie recuerda quién fue, respondió: «Que le jodan». Actuando quizás como lo que criticarían muchos años después en ‘The wall’. Esquizofrenia, síndrome de Aspergen, abuso del LSD, o incluso cierto complejo de Hamlet. Para Gilmour, quizás el Pink Floyd más cercano a Barrett, «su caída hubiese ocurrido de cualquier manera, era algo con raíces profundas». Aunque pensaba que la experiencia psicodélica «pudo actuar como un catalizador», no creía que Syd «pudiera vivir con la fama y lo que ello conlleva». Historias negras del rock and roll y un puñado de anécdotas para forjar una leyenda. «Cuando realmente saltaron las alarmas, fue en el momento en el que Syd encerró a su novia bajo llave tres días, dándole, ocasionalmente, galletas por debajo de la puerta», relata el crítico Jonathan Meades. Se pasaba el día en la cama. «Mientras estoy tumbado puedo hacer todo lo quiera, si me levanto sólo podré hacer una cosa», pensaba. Cuentan que en su última actuación en directo se descolgó la guitarra en mitad de un tema, apagó el amplificador silenciosamente y se fue, sin decir nada, tranquilo, a casa de su madre. Syd murió en 2005 olvidado por todos, pero el muro continúa vivo... | Nacho Gutiérrez | Pieza gráfica: Laurent Wauquier


Elperfil

EL ÚLTIMO QUEJÍO DEL POETA

POR SERGIO SÁNCHEZ.

Miro una y otra vez uno de los pocos fragmentos audiovisuales sobre Triana que en la red existen. Es una pena la poca repercusión, porque no me canso de escuchar el quejío amargo del maestro De la Rosa, que dejó a la música andaluza y española huérfana de uno de sus referentes históricos. La voz de Jesús, madura y atrayente, se solapa perfectamente con los acordes de guitarra, con el piano y con el órgano, con los platillos y con el desconcertante triángulo que casi siempre viene precedido de un gran ‘gong’ desafiante. Y hablo en presente porque nunca este grupo ha dejado de ser contemporáneo. Triana, cuna del rock progresivo andaluz, fue durante solamente unos años el barrio principal de todas las ciudades del Sur ibérico. Y De la Rosa, con su rostro impenetrable y serio, lideró una generación de músicos que se atrevió a fusionar lo mejor del flamenco y lo más destacado del rock nacional de los años 70 y 80.

Quizá, como suele decirse, es el tiempo el que pone a cada uno en su lugar. Lo hizo con Jim Morrison, cabeza pensante de The Doors; con Ian Curtis, la desgarradora voz veinteañera de Joy Division; con Kurt Cobain, cuando el grunge empezaba a dar sus primeros pasos sin andador; o con el enorme Enrique Morente, que hace unos meses pereció tras intensos años de dedicación a la fusión flamenca. Y lo ha hecho casi a la perfección con Jesús de la Rosa, aunque le debe a éste algo más que un mero reconocimiento. Lamentablemente, la Muerte se llevó también a este cantante, tan actual e influyente –pese a pasar ya más de treinta años desde su fatídica desaparición en un accidente de coche–, que parece que nunca se fue. Pero uno, al escuchar detenidamente los punteos de ‘Quiero contarte’, los gritos oprimidos de ‘Sé de un lugar’ o los giros argumentales de la extensa ‘Abre la puerta’, está contento. Porque


13 muchos de los coetáneos de Jesús, y otros músicos posteriores, han seguido de una u otra forma la senda iniciada por Triana. Los Ramones, en una esfera totalmente opuesta, se llevaron gloria similar. Los compases finales de El último de la fila y la arena que Manolo García guardó en sus bolsillos. La tristeza y el llanto dolido de Extremoduro en sus melodías de interior. Los cánticos de Manolo Tena. El andalucismo de Alameda o Medina Azahara. La capacidad rítmica y melódica de la banda Avalanch. Cada uno a su manera, pero todos rindiendo homenaje a las ascuas que quedaron tras apagarse el fuego trianero. La garganta de De la Rosa, el piano, la guitarra española y la batería (Tele fue uno de los percusionistas más virtuosos que ha dado este país) recuerdan al olivar jiennense, a los pueblos blancos de la Almería perdida, a las marismas onubenses, al olor de Sevilla durante la Semana Santa, al aliento de la biznaga malagueña, a los patios cordobeses, a la alegría gaditana, a la espontaneidad granaína. Y al Sol. ¡Ay, el Sol!, tan presente y tan ausente en las canciones de Triana, como decía De la Rosa en ‘Luminosa mañana’: «El pájaro cantaba la triste melodía que brota de la tierra sin cesar ni un momento. Luminosa mañana, henchida de sufrimiento, hoy he visto la luz que todos llevamos dentro. De pronto me vi como un extraño, comencé a caminar sin saber a donde ir, sin saber».


Cine

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La dolce notte Federico Fellini vs. Michelangelo Antonioni

Han cumplido cincuenta años casi a la par dos grandes películas italianas: ‘La dolce vita’ (1960) y ‘La notte’ (1961). Fellini y Antonioni. Ese año de diferencia que las separa nos puede servir para establecer ciertos vínculos y relaciones entre ambas. Algo une a los protagonistas de los dos films (Marcello Rubini y Giovanni Pontano) más allá de que los interprete el mismo actor, Marcello Mastroianni. Encontramos a dos hombres confundidos, desubicados, con una vocación literaria en horas bajas, menguante o directamente extinguida. Marcello Rubini quiere ser escritor pero ha de conformarse con ser periodista de la prensa rosa. Giovanni Pontano es escritor, goza de cierto prestigio, pero se ha desencantado con su escritura.

Los dos parecen tener una disposición alegre que esconde una profunda sensación de vacío, de tristeza y desconsuelo. Otro punto chocante: en ‘La dolce vita’ parece que se haya colado un personaje de Antonioni. Me refiero a Steiner, interpretado por otro grande, Alain Cluny. A simple vista es el personaje más amable, culto, equilibrado y razonable de cuantos desfilan por la película de Fellini. Ha conseguido alcanzar la respetabilidad social: oficio, casa, mujer e hijos. Ha fingido muy bien que es una persona normal. Todos quisiéramos tener un amigo tan sensato como Steiner. Da sabios consejos, monta fiestas estupendas en su ático, está dispuesto siempre a echarte una mano. Tiene un finísimo y elegante



16 sentido para apreciar el arte. «Eres demasiado primitivo», le dice una amiga poeta, como un pináculo gótico. «Estás tan arriba que ya no puedes oír las voces en las alturas...» Unas secuencias más tarde, el bueno de Steiner les pega un tiro a sus dos preciosos hijos y después se vuela la tráquea con una escopeta. Este hecho inesperado perturba gravemente a Marcello. Lo decanta hacia su declive final. Steiner sabía apreciar en él al escritor por encima del gacetillero de revista del corazón. Sin Steiner, Marcello se abandona. Si este trágico suceso no tuviera lugar, ¿no podría convertirse el frívolo Marcello Rubini en el serio Giovanni Pontano? ¿No conseguiría madurar y centrarse? Me pregunto ahora: ¿es un hecho realmente inesperado la muerte de este personaje tan antonioniano? En una charla con Marcello, Steiner confiesa: «A veces por la noche esta oscuridad y este silencio me oprimen. La paz me da mucho miedo. La temo más que a cualquier cosa. Ima«Steiner sabía apreciar gino que es sólo apariencia, y que en él al escritor sobre oculta el infierno. el gacetillero» Pienso que es no ver a mis hijos mañana. El mundo será maravilloso, dicen. Y no sé en que se basan si hasta una llamada de teléfono basta para que se acabe todo. Debemos vivir fuera de las pasiones, de los sentimientos. En la armonía de la obra de arte lograda. En ese orden encantado.

Deberíamos amarnos tanto como para vivir fuera del tiempo, distantes». La frágil apariencia de la normalidad. Parece que los dos directores desean hablarnos sobre el peligro que esto esconde, sobre la muerte y el amor y sobre todas las cosas de apariencia extraña que surgen cuando menos las esperamos y que, en realidad, son siempre subterfugios de algo distinto. Más ecos. ¿Cómo empieza ‘La notte’? Con la visita a un amigo enfermo que se muere en la flor de la vida. Otro hecho que escapa a la lógica humana y que trastorna profundamente a Giovanni. Por la noche acude con su mujer a una fiesta tan hueca como las que aparecen en ‘La dolce vita’. Cuando todas las fiestas terminan y dan paso al amanecer, la claridad del alba y el ligero fulgor del nuevo día hace que las dos películas concluyan. ¿Cómo? Giovanni se da cuenta de que su matrimonio es una farsa, la rutina ha apagado cualquier llama. Marcello despide definitivamente a una joven, ¿su musa?, ¿la literatura?, y emprende el camino de regreso a la vulgaridad. Ver a Giovanni y a Marcello como el mismo hombre o como el hombre que podrían haber sido, como dos personas normales o como dos personas que fingen ser normales (como Steiner) y a fuerza de fingirlo de alguna manera lo son o llegan a serlo. Pero hay un hueco. Es ese hueco lo que une íntimamente a los dos personajes. Esa incapacidad os sigue estando tan vigente como entonces. | Miguel Blasco


17

‘vals con bashir’

‘ODIO EN LAS ENTRAÑAS’ Martin Ritt, 1970

POR REGINA LÓPEZ MUÑOZ.

Los criterios por los que una película llega a convertirse en ‘notable’ son variados. Se puede valorar la estética, la historia, el guión o la banda sonora, pero la excelencia exige la conjunción todas las variables. Y excelente es la película de animación documental del israelí Ari Folman, quien se vale de lo mejor de cada género para presentar una historia tan dura como humana basada en su experiencia como soldado durante la matanza de refugiados palestinos en Sabra y Chatila (Líbano). Las lagunas en la memoria de Folman se disipan con los testimonios de los que fueron sus compañeros, hombres que viven a la sombra de la culpa por la locura de esa primera guerra de Israel con Líbano. El film atrapa al espectador gracias a una magnífica animación, una acertada banda sonora y una historia llena de contrastes y momentos agridulces. | C. Alcaraz

Brutal es la intriga que se desarrolla en las profundidades de las minas estampadas por el neoyorquino Martin Ritt en ‘Odio en las entrañas’ (1970), envueltas en reivindicaciones laborales, explosiones provocadas, grupos secretos y policías infiltrados. Ahí está Sean Connery frente a Richard Harris, palabras mayores en el verdor y la negrura, The Molly Maguires contra las fuerzas del orden. Un grupo de violentos mineros encabezado por Connery provoca accidentes para evidenciar la explotación a la que se somete a los trabajadores. Y ahí se sitúa el personaje de Harris, arrinconado con un intenso juego de miradas para que el espectador reflexione, entre la delación y el posicionamiento a favor de los derechos laborales, entre la salida aparentemente menos dolorosa y la que parece más justa. | Miguel Pradas

La sangre nunca ha sido fácil, salvo para unos pocos elegidos como los Coen, que han sabido demostrarlo a lo largo de su carrera ya desde su ópera prima, allá por 1984. Veinticinco años después, Zhang Yimou se ha aventurado a remakear este magnífico e inquietante noir trasplantándolo al universo colorista y vaporoso de sus películas más taquilleras en occidente (‘Hero’, ‘La casa de las dagas voladoras’), añadiendo además un «Zhang Yimou hace un toque humorístico. El resul‘remake’ del inquietante tado del experimento, como ‘noir’ de los Coen» se puede uno imaginar, es de lo más pintoresco; y todo irá bien siempre y cuando el espectador se cuide de las odiosas –y a menudo inevitables– comparaciones, cosa bien difícil cuando el propio título en castellano remite al referente de partida (en chino y en inglés, el título sería algo así como ‘Una mujer, un revólver y una casa de comidas’). La ‘Sangre fácil’ de Zhang Yimou salpicará las pantallas españolas en abril.

Ari Folman, 2008

SANGRE FÁCIL


Escenas

BERTOLT BRECHT Teatro como motor social Dos pequeños ojos tras unas gafas redondas y un flequillo que nace más allá de donde murió la frente peinado a conciencia hacia delante, en una foto en blanco y negro. Podría ser cualquier personaje de mitad del siglo pasado si no fuera por la fina línea que baila entre el cinismo y la preocupación, y que se dibuja en unos labios apretados. Este año se cumple el cincuenta y cinco aniversario de la muerte de Bertolt Brecht, uno de los más influyentes y críticos dramaturgos del siglo XX. Bertolt Brecht nació en Augsburgo (Alemania) en 1898 en el seno de una familia burguesa. En una Europa a punto de ebullición, pronto se rebeló contra su propia clase para defender el cambio social a través del arte. La Primera Guerra Mundial, que vio

como auxiliar médico en un hospital militar, dejó una fuerte impronta en su vida y obras, siendo el tema principal de sus primeros textos. El teatro de Brecht se centra en las ideas y las decisiones, en el reconocimiento de la realidad y en la voluntad de evolución social. Pero más allá de la función reflexiva, ¿qué deleite iba a encontrar el espectador del teatro burgués en asistir a las salas? «Nuestro teatro debe suscitar el deseo de conocer y organizar el placer que se experimenta al cambiar la realidad. Nuestros espectadores deben no sólo aprender cómo se libera a Prometeo encadenado, sino también prepararse para el placer que se siente liberándolo», explicaba Brecht. Con la ascensión del nazismo comienza el exilio para la familia Brecht,



un viaje que los llevaría a Dinamarca, Suecia, Finlandia, Estados Unidos y Suiza. Y es en el exilio donde alcanza la madurez creativa y donde escribe algunas de sus obras más famosas: ‘Madre coraje’, ‘Galileo Galilei’ o ‘El círculo de tiza caucasiano’. Piezas en las que consigue librarse de las pesadas cadenas doctrinarias y expresarse con una gran fuerza poética. Su actitud crítica lo convirtió en un molesto actor social. Lo enfrentó a diferentes partidos y gobiernos de los países a los que emigró, aunque siempre se mantuvo en un seguro límite crítico. Para algunos, una buena forma de evitar convertirse en un mártir de su causa; mientras que para otros fue una hábil y cobarde estrategia de supervivencia. Paul Jonson –en su libro ‘Intelectuales’– dibuja un afilado perfil de Brecht destacando su audacia para manejarse como negociador con Alemania Occidental, moverse por Europa con pasaporte austriaco (país neutral entonces) y respaldado por el apoyo económico de Alemania Oriental. Apoyo que, sabiamen«Su actitud crítica te, depositaba lo convirtió en un en sus cuentas molesto actor social» suizas. «Cuando se ve que nuestro mundo actual ya no cabe en el drama, entonces resulta que el drama ya no cabe en este mundo»: esta frase que Brecht pronuncia a mitad de los años 20 revela ya la necesidad que sentía el autor de modificar las reglas dramáti-

cas de juego. Mientras la máxima del teatro clásico es provocar la catarsis mediante la identificación completa del espectador con el actor, para el autor alemán es justamente esa empatía –y la abstracción de la realidad que conlleva– lo que hay que evitar. El teatro épico o dialéctico cultivado por Brecht busca crear en el espectador una sensación de ‘extrañamiento’, de ‘distanciamiento’ (verfremdung) que conduzca a la reflexión crítica. Efecto que consigue mediante recursos y técnicas como la interrupción de la acción por un narrador, música que rompe la tensión dramática o con carteles que anuncian lo que va a ocurrir. El público debe ser en todo momento consciente de que el mundo sobre el escenario es un decorado y, los personajes, simples actores. El actor, disfrazado más que caracterizado, puede representar uno o varios papeles que son, en sí, conceptos o arquetipos y no individuos reales. Ya desde su segunda obra, ‘Tambores en la noche’, se define ese estilo discursivo-estético que elevará a Brecht a los libros de dramaturgia. Un estilo que conjuga armónicamente el fondo y la forma para hacer caer los decorados más allá del patio de butacas: «Todo esto no es más que puro teatro. Simples tablas y una luna de cartón. Pero los mataderos que se encuentran detrás, esos sí que son reales» (Fragmento final de la obra ‘Tambores en la noche)’. | María Sánchez | Piezas gráficas: Juan Jesús Millán


‘abt ii’

Teatro Cervantes (07/04)

‘TENGAMOS EL SEXO EN PAZ’

QUE ALGUIEN LLORE A BERNARDA ALBA

POR Francisca Castillo.

¿Por qué casi nunca hablamos de sexo? ¿Por qué, si lo hacemos, siempre lo abordamos desde el complejo y el estereotipo? Ya que el sexo es una parte central de nuestras vidas, ¿por qué nos resulta tan difícil compartir las experiencias que lo rodean? Huyendo del bombardeo pornográfico, del tópico y del chiste fácil, ‘Tengamos el sexo en paz’ es una comedia trepidante en la que, desde Adán y Eva, se muestran situaciones cotidianas en torno al encuentro carnal. | T. Echegaray

Bernarda Alba, diosa de la fertilidad destronada, por antonomasia viuda. Muerta rosa aún no marchita. Cinco hijas como cinco dedos de la mano, en la mano el bastón y en el bastón el mando, y en el mando el golpe que cierra ventanas al hambre de hembra de los temporeros. Bernarda Alba, matriarca andaluza. Suspiro universal del querer negado. Venus de barro, inmisericorde parca de pobre asilo. El pueblo lenguaraz entona el romance «Venus de barro, de Pepe el Romano. Las hermanas bordan en inmisericorde parca sudario de alpaca iniciales algebraicas, suma de de pobre asilo» dinero y perfidia. Angustias musita la maldición de los balcones enrejados, bajo los tejados los crespones negros, agua estancada en la acequia. Pestilente arde en las calles el verano inoportuno. Y bajo la tierra, los sueños de estirpe, sepultados en el vientre de Adela, matriz y tumba. Se cierra el telón a ras de desconsuelo. Que alguien llore a Bernarda Alba, por Dios bendito.

Teatro Echegaray (18 y 19/03) American Ballet Theatre´s ABT II es una compañía clásica compuesta por catorce jóvenes bailarines de extraordinario talento, cuidadosamente seleccionados en distintas partes del mundo. Valores firmes que representan la excelencia en la danza: son la cantera del American Ballet Theatre (ABT), una de las más destacadas compañías del siglo XX. En su decimoquinta temporada, el ABT II trae un repertorio que es reflejo de las tradiciones del ABT. | Teatro Cervantes


Televisión

Azote musical y cotidiano de David Simon Una de las frases más repetidas durante esta década pasada ha sido aquella de que el mejor cine ya no se ve en pantalla grande, sino en televisión. Y no es raro que el tópico se reafirme una y otra vez si nos acercamos a series como ‘Los Soprano’, ‘Dexter’, ‘Perdidos’, ‘The Boardwalk Empire’, ‘Generation Kill’, ‘Carnivàle’ o la genial ‘The Wire’. El gran cine ha mudado su piel para vestirse de gala en la mal llamada caja tonta. Y es, precisamente, en esta línea, donde se sitúa ‘Treme’, la nueva creación de David Simon (‘The Wire’, ‘Generation Kill’) y Eric Overmyer emitida por HBO, una serie inteligente, reflexiva y compleja, que explora la cultura de Nueva Orleans y que narra un drama coral sin estridencias ni sentimentalismos.

‘Treme’ se ubica en los barrios de Nueva Orleans castigados por el huracán Katrina. Tres meses después del desastre, sus habitantes se niegan a abandonar las ruinas y luchan por reconstruir sus vidas, unas vidas enraizadas en el espíritu ancestral y rítmico de la ciudad sureña. David Simon, en una nueva exhibición de talento, construye una red entrecruzada de personajes que intentan sobrevivir a su dura cotidianidad: Batista, un risueño mujeriego que a duras penas se gana la vida con su trombón; Janette, una chef que intenta sacar a flote su restaurante; Davis, un disc-jockey alocado, divertido y enamorado hasta la médula de la música de su ciudad; Ladonna, una mujer fuerte, de gran carácter, que lucha con desgarro por



encontrar a su primo desaparecido tras el huracán; Albert, un indio jefe que vuelve a su castigado barrio para rescatar el legendario Mardi Gras; o la familia Bernette, Creighton y Toni, que denuncian hasta el hastío las injusticias y consecuencias provocadas por la catástrofe. Los personajes de ‘Treme’ resurgen, como el ave Fénix, de la ruinas de Nueva Orleans. Y lejos de quedar aislados unos de otros en su dramática rutina, Simon los une en su quehacer diario a través de dos aspectos: el azote del desastre, que los persigue tres meses después de haberse producido el huracán, y el sueño por rescatar el esplendor de la mágica y vibrante Nueva Orleans. No hay que olvidar que la ciudad de Louisiana es la cuna del jazz y D. Simon lo sabe y lo explota de una manera inteligente y sutil. Desde el primer capítulo la música queda taraceada en cada fotograma, mostrando una forma de vida única que sigue palpitando tras el desastre. El ritmo se filtra por las ruinas, la humedad y el lodo, y las melodías de «Es una crítica a la jazz, blues y gestión de Bush en la catástrofe del ‘Katrina’» country suenan en cada situación o esquina de la ciudad: pasacalles, desfiles, desgracias, grabaciones, garitos, abrazos, ritos de vudú, jam sessions, entierros, o en las barbacoas del mismo Kermit Ruffins. Otra de las genialidades de la serie es la capacidad de D. Simon para

conseguir que la realidad y la ficción se den la mano en ‘Treme’, desplegando el mismo lirismo cotidiano que ya había utilizado en ‘The Wire’. El drama de los personajes se desarrolla sin aspavientos, con un lenguaje frugal, local y sencillo. Y, en ocasiones, por la cercanía con el espectador y la espontaneidad con que los personajes pululan por la serie, da la sensación de que estamos presenciando un documental sobre la forma de vida de los habitantes de Nueva Orleans. Esto se debe a que la vida en Treme se destila sin más pretensión que conseguir eso: la vida misma. De ahí que músicos consagrados aparezcan interpretados por ellos mismos, fundiéndose con total naturalidad con el reparto de la serie: Kermit Ruffins, Elvis Costello, Allen Tousaint o Steve Earle. En el excelente reparto, la serie cuenta también con viejos conocidos de ‘The Wire’ como Wendell Pierce o Clarke Peters y con actores de la talla de Melissa Leo y John Goodman. Además de buena música y dramas personales, ‘Treme’ es una crítica a la pésima política de Bush y a cómo gestionó la catástrofe del ‘Katrina’. Tal como hizo anteriormente en ‘The Wire’ y ‘Generation Kill’, D. Simon rescata su realidad más próxima, hiriente e injusta para mostrarla en su máxima desnudez. Y de nuevo lo consigue sin caer en la demagogia, construyendo historias emotivas, deliciosos retazos de música y cine de calidad. Así es ‘Treme’: puro Simon. | Manuel España


‘THE WEST WING’

‘Downton Abbey’ Julian Fellowes, 2010

POR SERGIO SÁNCHEZ.

Sorkin, aquel genio de la televisión que ha creado, entre otras, la estupenda y cancelada ‘Studio 60’, tiene en ‘El Ala Oeste de la Casa Blanca’ (su traducción al spanish) su baza mediática. Los entresijos de la suite presidencial estadounidense no son lo que parecen desde el exterior: crisis políticas internacionales, conflictos armados, disputas dentro del propio partido... Unas siete temporadas para disfrutar de puro cine americano en pequeñas dosis televisivas. Amén Aaron.

La sensación de la temporada en Inglaterra. Los pasillos del underground londinense se adornan con sus imágenes, las caras de sus protagonistas acaparan los anuncios de la prensa... No es raro, pues, que en la calle se suela escuchar cómo es posible que ‘Downton Abbey’, un remake de una serie de hace un par de décadas, haya superado a su hermana mayor. Así, una única temporada centra las rivalidades y amoríos de la nobleza y los sirvientes de un antiguo palacio británico.

Sí, puede que ‘Manual de Uso Cultural’ adolezca de una devoción infinita a la Home Box Office (HBO), pero es que la calidad de los argumentos de sus series y la temática caleidoscópica de las mismas convierten a esta cadena americana en una de las más relevantes: la familia Soprano, los drogadictos y pandilleros de ‘The Wire’, la aridez salvaje de ‘Deadwood’, la bestialidad latina de ‘Roma’ o el sarcasmo cinematográfico fiel a ‘Entourage’. Pero, ¿qué demonios «¿Qué demonios les pasa al resto –como suelen decir los yanquis– les pasa al resto de de televisiones?» televisiones? AMC triunfó con ‘Mad Men’ y ‘Breaking Bad’, pero la retahíla de zombis no ha sido tan esplendorosa, y las conspiraciones de ‘Rubicon’ se quedaron en agua de borrajas. De las Islas Británicas rescatamos las comentadas ‘Misfits’ y ‘Downton Abbey’, además de ‘This is England’. Ah, no olvidemos ‘Skins’, ideal para adolescentes treintañeros. Y un consejo: escapad de los habituales prime-time de ABC y NBC..., casi siempre fiascos.

Aaron Sorkin, 1999

GUÍA DEL AUTOESTOPISTA TELEVISIVO


LED ZEPPELIN EL CUArto disco No era fácil predecir que lo que presenciamos ese tiempo iba a pasar a la historia, sobre todo con la que está cayendo ahora a nivel musical. Como todo el mundo, supongo, soy más cándido con los recuerdos que con la realidad. La realidad sólo consigue perturbarme. Aquello fue otra cosa. Eran los setenta. Ya estaba acabando el movimiento hippie de buenas actitudes. Ahora ya había base para complicar un poco las cosas. Tocaba empezar a disolver esa pasión con una técnica más depurada y beberse de un trago ese cóctel. Es así como la música volvió a nacer hace cuarenta años, cuando Led Zeppelin grabó su cuarto álbum. Por aquel entonces, en Reino Unido se

discutía –y se aprobaba– la integración monetaria en el sistema decimal mientras el Arsenal conseguía un título de liga después de casi 20 años de sequía. Asuntos de Estado que camuflaron el aterrizaje de los cuatro componentes en Basing Street Studios a grabar su nuevo álbum. Está visto que luego estos últimos hechos pasaron más a la historia que los primeros. Fueron unos 3 meses, si mi anciana memoria no me falla. En las Navidades del 70 empezó todo. Había pinchado discos en algún bar del centro de Londres, sabía defenderme con algunos instrumentos, pero al fin y al cabo no podía pedir más a mis 24 años. Es así como mi trabajo era sencillo. Consistía en servir a quien me pidie-



se ayuda en tareas como: reponer una bombilla, preparar el té o asear el estudio. Me pregunto muchas veces: «¿Por qué acabarían aquí?». Sinceramente, no lo sé. Imagino que Ian Anderson, líder de los Jethro Tull, les indicaría lo cómodo que se sintieron durante el transcurso de la grabación de ‘Aqualung’. Paz, té, paseos por zonas verdes, puras y espacio para la creación. Con el transcurso de los años me he ido sorprendiendo más de lo que pasó. Sí, Led Zeppelin había escogido nuestro estudio para grabar su cuarto álbum. El que dirigía el cotarro era el guitarrista, Jimmy Page. Era alucinante cómo lo tenía todo producido casi desde el momento de la composición. Venía muy ofuscado por las críticas que habían recibido del último trabajo. ‘Led Zeppelin III’, lógicamente –aunque no recomiendo seguir por patrones lógicos– fue su tercero. Fue un disco inusual con añadido de folk y acústica algún que otro ‘avezado’ crítico se encargó de catalogarlo como una copia de Crosby, Stills, Nash & Young. Robert Plant, la voz del rock, era como su segundo de a «El guitarrista Jimmy bordo. Y el resto, Page era el que John P. Jones, el dirigía el cotarro» bajista, y John Bonham, batería, iban más a lo que les decían y eran como más cercanos. Supongo que algo tuvo que ver para que se diera lugar una reunión sobrecogedora mientras les llevaba el té. «Tenemos que distanciarnos de todo. Tenemos que ser más oscuros. Más

difíciles de interpretar. Derribemos estereotipos». Eso fue algo de lo que pude percibir. Y así fue como a los pocos días empezaron a dibujar símbolos y a hablar de un misticismo exacerbado. Habían decidido asociar un símbolo por componente y ese sería el título del álbum. No había visto cosa igual. Estaban creando algo que pasaría a la historia del rock más importante y una de las piezas más influyentes. Cortes como: ‘Stairway to heaven’, ‘Rock´n´ Roll’ o ‘Black Dog’. Y no era suficiente para ellos con el sonido. Tenían un sentido creativo inimaginable. Tardaron semanas durante la grabación en decidir sus símbolos. Jimmy Page jamás habló en privado de lo suyo. Era un buen director pero era un ser reservado. Escogió una especie de inscripción: ‘Zoso’. Aún hoy se desconoce lo que era. John Paul Jones no se complicó y escogió casi por casualidad un símbolo de un libro que había por el estudio. Simbolizaba la unión de cuerpo, mente y alma. John Bonham eligió la Trinidad con círculos concéntricos. Y Robert Plant, que suele hablar a menudo del sentido de la justicia, eligió de forma casual su icono. Yo llevaba una camiseta de mis tiempos de estudiante. Vio la pluma, el círculo. Se acercó. «¿Qué es eso?». «Es Maat, símbolo egipcio que representa al dios de la justicia», respondí. Pasaron 6 ó 7 meses de aquello. Me compré el disco en cuanto salió y, aunque no sabía cuantificar el valor de la justicia, intuía su carga artística. Y mi parte de fortuna. | Sergio Contreras | Piezas gráficas: Álvaro Fernández


‘ok computer’

‘Backspacer’ Pearl Jam, 2009

POR CARMEN ALCARAZ.

Mientras Dover triunfaba con el ‘Devil came to me’ y Oasis se repetían con el ‘Be here now’, los jefazos de EMI se echaban las manos a la cabeza cuando Thom Yorke y sus amigos les enseñaron el disco que querían editar. «No hay ningún single pegadizo como ‘Creep’», dijeron. 14 años después y nadie ha creado nada nuevo desde entonces. El ‘Ok Computer’ nos aconsejó que tuviéramos cuidado, que el mundo no volvería a ser el mismo. Supo hablarle a las masas, y todavía lo hace, con un lenguaje inteligente, vanguardista y profundo (sólo los Beatles lo hicieron). La enajenación de la vida contemporánea era su temática y la utilización de la tecnología para provocar una emoción de soledad profunda era su herramienta. Oasis estaba bien, pero… ¿No os ‘suenan’ un poco antiguos?. Y Dover, bueno, mejor no hablamos... | Nacho Gutiérrez

Los grupos modernos tienen demasiados medios y poco contenido. Por eso me gustan tanto los ‘nuevos’ discos de bandas míticas. Supongo que por ver si están en la onda o si la onda les pasó por encima. Y sí, sé que no es una novedad editorial, pero vendió tan poco que todavía siguen promocionándolo. Y sí, sé que este disco no gusta. Sé que los grandes ultras de Pearl Jam, los melenas con camisas de franela atadas a la cintura y gorros de lana, se sienten decepcionados y piensan que es una auténtica… Pero bueno, supongo que porque nunca he sido fan del todo este disco me parece, cómo decirlo, ¿un pelotazo?. ‘Gonna see my friends’ es un parte-caderas-rockero como diría el Luqui desde el purgatorio del cuarenta al uno. Y ‘Just breathe’, una de las canciones más bonitas que he escuchado últimamente... | N. Gutiérrez

El flamenco es mucho más que un género musical o una danza, es un ser vivo, una cultura que llega a arrastrar hasta a los que, por ignorancia tal vez, nos mostramos reticentes a su embrujo. Porque al escuchar los acordes de una guitarra española o un ritmo de palmas, es difícil no dejarse llevar por las raíces y emocionarse en los ‘quejíos’ de una desgarrada voz. Y como ser vivo crece y se reproduce, enriqueciéndose gracias a las aportaciones de músicos y creadores como Javier Limón, un visionario que ha sabido mirar a los ojos del flamenco y hacerlo suyo. Con respeto y elegancia, el productor ha llevado de la mano a los grandes como Niño Josele, Enrique Morente o Montse Cortés, aportando su buen hacer a la grandeza de estos consagrados artistas. Y alimentando y mimando a esta criatura surge un disco como ‘Mujeres de agua’, en el que Limón acompaña al oyente a un viaje por el Mediterráneo de la mano de doce voces femeninas que cantan lo mejor de aquí y allá y que, con sabiduría ancestral, nos hacen comprender por qué el flamenco, ese ser, es patrimonio de la humanidad.

Radiohead, 1997

Criatura flamenca


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nacho vegas: LAS INMENSAS PREGUNTAS

POR DAVID DUEÑAS.

La llegada de ‘La zona sucia’, nuevo largo de Nacho Vegas, me sirve de pretexto para dar un rápido repaso a su discografía y a las claves que la convierte en parada obligatoria. Tras abandonar Manta Ray, Vegas inició su carrera en solitario –siendo ya un icono del mundo indie– brindándonos un magistral disco de debut al que tituló, casi premonitoriamente, ‘Actos inexplicables’. Un álbum que abriría la caja de pandora y marcaría buena parte de los derroteros por los que transita el quehacer creativo del bardo asturiano. Encontrándonos con un autor descaradamente desnudo, cosa que sorprendió y que marcó la difusa línea que separa la adoración del desprecio. Inestable terreno sobre el que se mueven sus composiciones, una tierra de nadie donde habita el insondable abismo en el que nos sumergen sus letras. Un salto cuantitativo y cualitativo se produjo con el siguiente disco –doble

para más señas– al que llamó ‘Cajas de música difíciles de parar’, título que definía con exactitud todo lo que nos íbamos a encontrar al enfrentarnos a su contenido. Este intenso nuevo trabajo, donde las simas interiores de su autor toman mayor fuerza, despejó todas las dudas mostrándonos a un creador de una profundidad antes desconocida en la escena nacional. ‘Cajas de...’, que para muchos es la biblia de Vegas, se vio superado por el espléndido ‘Desaparezca aquí’. Diez cortes magistrales, vibrantes, donde no sobra ni falta nada, ni tan siquiera un punto de esperanza dentro de tanta oscuridad. Uno de los mejores discos de rock que hemos tenido la oportunidad de poder disfrutar en mucho tiempo, donde el mayor deseo del artista consistía en sobrevivir. Toda una lección de cómo hay que afrontar determinadas cosas. En ‘El manifiesto desastre’ nos encontramos con un Vegas aún más personal, aún más cercano, si cabe, a todos los


31 miedos que le rodean y anclado en ese malditismo que le persigue y que él niega insistentemente. Un disco que es un exabrupto, un compendio de canciones que nacen de dos importantes rupturas, una amorosa y otra de dependencia, un espacio donde el arrebato y la serenidad coexisten creando un clima de extrañeza que te atrapa del primer al último segundo. No quiero dejar pasar la oportunidad sin hacer un alto en los enjundiosos ep’s que jalonan la aparición de todos sus largos. Unos trabajos cuidados, tanto en su contenido como en su continente, con el mismo celo que sus hermanos mayores y que albergan obras de altura. Interesantes son sus colaboraciones. Destaca ‘El tiempo de las cerezas’, mano a mano con Enrique Bunbury, donde se produjo una simbiosis que mostró diferentes posibilidades a los dos, y el liviano ‘Verano fatal’, donde Vegas y Rosenvinge marcan un punto de complicidad que queda patente incluso en los silencios. Sin duda, lo que lo convierte en tan altamente adictivo es la crudeza de sus letras, plagadas de personajes limítrofes que habitan en la mediocridad, adictos al consumo de sustancias ilegales, que se asienta en la desesperanza mostrando la cruda realidad interna, ese averno que todos albergamos pero que no mostramos por falta de valentía Atrévanse a cruzar la línea y acérquense con los sentidos alerta al cancionero firmado por Nacho Vegas, pero sepan que posiblemente las ‘inmensas preguntas’ no hallarán respuesta alguna.


Literatura

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Marguerite Duras Alma confusa en el tiempo detenido Este 3 de marzo, Marguerite Duras (Gia Dinh, Vietnam, 1914 - París, 1996) se encontraría acariciando el siglo de vida si no hubiera sido doblegada por aquel cáncer de garganta que ennegreció la cultura francesa hace ahora 15 años. La mano inmisericorde de ‘El amante’, el alma confusa de la ‘Hiroshima mon amour’ materializada por Resnais, la mirada infausta sobre la prostituta de ‘Baxter, Vera Baxter’, la cámara sin impostura de ‘Nathalie Granger’: en ellas se transfigura el protagonismo de Duras, todoterreno del acto creativo, autora de novelas y relatos cortos, de obras de teatro y guiones cinematográficos, también directora de películas. Fue puntal de la ‘nouveau roman’, movimiento literario de libertad rotunda y acceso peliagudo. «El verdadero

escritor no tiene nada que decir, lo que cuenta es cómo lo dice», clamaría desde su púlpito Alain Robbe-Grillet, con el cadáver de la novela social decimonónica bajo la alfombra. También fue gregaria del pelotón de la ‘nouvelle vague’, tendencia fílmica que aplaudió la bohemia y la improvisación, a modo de ‘ola’ de frescura e inmediatez. Desde la retaguardia, en el papel de guionista, también con el rol de una ideóloga, contribuyó a estirar la corriente. Como si fuera el hilo musical inabarcable de ‘India song’ (obra teatral de 1973, filme de 1975), Duras extiende lazos que conectan sus vivencias en Vietnam (la desnudez de la juventud), con la reconstrucción de la falta de amor familiar y con esos rasgos enmarcados en la etiqueta de autobiográficos que, quizá, nunca terminaron de darse. Ahí



34 se alza ese juego entre los sueños realizados o los nunca cumplidos, como el que acontece en esa novela,’Emily L’ (1987) de sospechosa precisión, basada en hechos reales (o no), que explora relaciones conyugales. Susurros de «suavidad perniciosa», como en ‘India song’, parecen ahogarse entre los focos de las primeras planas de sus historias: siempre hay otro ‘algo’ con Duras. Hay delirios pausados, pero palpitantes; hay recuerdos que se difuminan ahora y que, más tarde, se reformarán anárquicos cuando a nadie (quien sostiene las páginas) le resulte conveniente. La Indochina francesa late en varias de sus obras, sobre todo, en ‘El amante’. «No hay mejor sitio para tener un ‘affaire’ que Ho Chi Minh City, porque lo que ocurre en Saigón, se queda en Saigón», se dijo alguna vez de Vietnam. Sin embargo, ese joven chino que surgió durante una travesía por el Mekong ante una Duras de 15 años sí que trascendió para protagonizar la más reconocida de sus novelas, ‘El amante’ (Premio Goncourt en 1984), y también la más descar«El joven chino del nada, ‘El amante Mekong protagonizó de la China del su novela más famosa» Norte’ (1990). La realidad se aplicó a la escritura: «El amante chino ha eclipsado a todos los amores de vida. Sin duda porque era un amor sin enunciado, sin declaración», precisó al respecto la autora francesa, quien vivía por entonces, junto a su madre y sus dos hermanos, en la ribereña Sa Dec.

Para cuando ‘El amante’ vio la luz a en los 80, Duras ya contaba con una sólida reputación sustentada, sobre todo, en ‘Moderato cantabile’ (escrita en 1958 y llevada a la gran pantalla por Peter Brook en 1960) e ‘Hiroshima mon amour’, un guión que Alain Resnais convertiría en celuloide en 1959. La imaginería de la francesa se consolidaba en el cine y ganaba premios: ‘Hiroshima...’ era reconocida en el Festival de Cannes y su guión era nominado al Oscar, pleno de horror y dolor, como vehículo de lo abyecto, de la violencia y la pasión; con ‘Moderato...’, Jeanne Moreau fue elegida mejor actriz en Cannes por su caracterización como la esposa desabrida que recupera el interés por vivir (para morir) tras un fatal tiroteo. Eran los tiempos (1960) de ‘Le trou’ de Jean Becker, ‘El manantial de la doncella’ de Bergman o ‘La dolce vita’ de Fellini, pero propuestas como las inpiradas por Duras o el Antonioni de ‘La aventura’ (premio del jurado en Cannes en 1960), anómalas y reflexivas, irían acodándose en el anverso de la cultura. También era 1960 el año de ‘El año pasado en Marienbad’, escrita por Robbe-Grillet, dirigida por Resnais y convertida hoy en el paradigma del desafío a los límites de la estructura narrativa y el realismo esperado. Duras bien podría haber tenido algo que ver con esta película, porque el tiempo ahí, ambiguo y caprichoso, discurriría y se detendría, luego volvería a arrancar y, más tarde, se pararía definitivamente de cara a la eternidad. | Miguel Pradas


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‘EL EXTRANJERO’

‘LA INVENCIÓN DE MOREL’

ALIANZA / EMECÉ. 7,50 €. 124 PÁG.

ALIANZA. 7,50€. 136 PÁG.

Egoísmo apático. Las primeras palabras que se asientan en el cerebro al cerrar ‘El Extranjero’ por su cubierta son egoísmo apático. En ciento veinte y algunas páginas Albert Camus (1913-1960) diseña un mapa para que el lector se pierda en el laberinto adictivo de Meursault, un tipejo común –querido por unos, indiferente para el resto– que se descubre, ajeno en sí mismo, caminando con anticipo hacia la muerte como castigo a la insustancialidad de su vida. Pobre Meursault, no invitaste al llanto al sepelio de tu progenitora. Pobre Meursault, por la gloria de Francia y de sus franceses y por tu egocentrismo práctico, alejado de todo sentimiento distante del hedonismo (placer y venganza intuitiva), te hallaste en un patíbulo de Argel donde la gélida caricia del metal cercenador te regaló la libertad. | Jesús Peña

Una gran carta de amor es esta historia narrada por el fiel amigo del maravilloso Borges. Bioy Casares plasma en poco más de un centenar de páginas las sensaciones y sinsentidos de una experiencia única, la de un hombre que, perseguido por las autoridades, escapa a una isla aparentemente desierta que esconde un enorme secreto, tan indescifrable y místico que el sólo hecho de pensarlo hace tambalear los cimientos del mundo tal y como se conoce. Con un lenguaje fluido y culto, se describe minuciosamente el intenso sufrimiento del protagonista, enamorado por siempre de una mujer que no puede percatarse de su presencia... La intensidad narrativa del texto llega a ser definitiva para el entendimiento de una obra que permanece impasible al paso del tiempo. | Sergio Sánchez

Albert Camus, 1942

Adolfo Bioy Casares, 1940

TENNESSEE WILLIAMS

POR ANTONIO GÓMEZ HUESO.

El próximo 26 de marzo se cumple el centenario del nacimiento de la máxima figura de la dramaturgia norteamericana y uno de los escritores más sobresalientes del siglo pasado: Tennessee Williams. Afortunadamente hay dos obras suyas representándose por el país. La primera, hasta el 10 de Abril en el Teatro Español de Madrid, es ‘Un tranvía llamado deseo’, montaje de Mario Gas; la segunda es ‘Gata sobre el tejado de cinc caliente’, que Álex Rigola ha adaptado para «Su teatro plantea el Centro Dramático Nacional, problemas íntimos y que ha estado en cartel del del ser humano» Valle-Inclán hasta el 27 de febrero. Confiemos en que hagan su temporada por provincias y lleguen a nuestra ciudad. A nivel internacional, se anuncia que uno de los actores de moda, James Franco, protagonizará en Broadway ‘Dulce pájaro de juventud’, otro de los títulos emblemáticos de Williams, cuyo teatro, complejo, intenso, pasional, no envejece porque los argumentos que plantea tienen que ver con los problemas íntimos del ser humano: la soledad, el dolor, la pasión.


Arte

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Marcel.lí Antúnez ORIGINALIDAD Y CONMOCIÓN La visita reciente a Málaga de La Fura dels Baus con ‘Degustación de Titus Andrónicus’, una obra teatral mezclada con la performance para disfrutar con los cinco sentidos, suscita hablar de un artista cuya trayectoria es de las más potentes e inquietantes del mundo escénico. Desde sus comienzos en 1979, siempre les ha interesado la incorporación del público en la acción de sus obras, cultivando la provocación y el asombro. Todo comenzó cuando se cruzaron las vidas de sus fundadores Pera Tantiñá, Carlos Padrissa y Marcel.lí Antúnez en el pueblo de Moià (luego fue enriqueciéndose con más miembros): allí parten con un teatro sin asientos donde el mismo público hacía de límite orgánico, hasta alcanzar los macro espectáculos para miles de personas. En está evolución, La Fura ha ido introduciendo conceptos y estrategias de artes paralelas como son

el cine, la opera, teatro de texto, la interactividad…, y elementos estructurales de carácter tecnológico y/o digital. Cabe recordar que el arte español no goza de muy buena salud, no a nivel comercial –económico–, sino a nivel calidad, dado el bajo número de artistas y de obras que carecen del peso argumental y emocional del que una obra de arte no debería sustraerse. Es por esto que me gustaría destacar la obra artística de uno de sus miembros: Marcel.lí Antúnez Roca, uno de los creadores españoles más originales y conmovedores, que ha logrado traspasar las fronteras con éxito. Su separación de La Fura en 1989, como resultado de su efervescente vena investigadora, lo llevó a realizar proyectos de lo más innovador y heterogéneo, mezclando los conceptos clásicos de representación (instalación–teatro– performance–música…) y gestando un


‘Admiración’, 1899. Museo de Arte Moderno (MOMA), Nueva York.


38 fuerte carácter argumentativo y una línea de crecimiento artístico con mucha personalidad. Ahora, con la distancia, es posible establecer varias constantes en su estética argumental, como lo es la carne, el cuerpo (humano y no humano), lo visceral, el yo y el ego, el otro, el nacimiento y la muerte, entre otros más. Al poco de abandonar La Fura, funda el colectivo Los Rinos, cuya actividad llegó hasta 1992. Se mantenía el espacio de la performance y la acción como formato; usaba estructuralmente las artes visuales, el graffiti, la pintura y el dibujo; y a nivel discursivo seguía el tema del sacrificio y la materia orgánica. En 1993, con la instalación interactiva ‘Joan, el Hombre de Carne’, comienza su singladura tecnológica. Consistía en un robot de forma antropomórfica recubierto con carne que reaccionaba al sonido del entorno mediante un ordenador interno: se trató de una obra pionera en España, digna de exhibirse en ‘Ars Electrónica’, que dejó perplejo a quien pudo verla. Desde este momento intercaló proyectos de acción–performance con instalaciones y el uso de nuevas «Con ‘Joan, el Hombre tecnologías. de Carne’ comienza su Sus acciones, singladura tecnológica» como proyectos artísticos, destacan por no tener parangón, nadie conseguía (ni se atrevía) a combinar tecnología con propuestas arriesgadas en temática y concepto, con una articulación escénica tan compleja. La Fura era capaz de desarrollar complejidades de este tipo, pero sin entrar

tanto en la tecnología. Sólo el australiano Stelarc se le acercaba en la potencia de conceptos y en el uso de tecnología, pero éste no en las mixtura temática de las performances. ‘Epizoo’ (1994): en esta época nadie en España hacía algo parecido y en el extranjero habían ciertos proyectos que se acercaban tímidamente. Esta acción consistía en que el público, tanto por Internet como en directo, podía manipular el cuerpo de Marcel.lí mientras representaba la pieza, por medio de un exoesqueleto robótico. En ‘Afasia’ (1999), Marcel. lí actuaba ante su público mediante una versión renovada del exoesqueleto desde el cual controlaba toda la acción escénica y con un paralelismo conceptual a ‘La Odisea’. ‘Pol’ (2002) es la tercera evolución de su exoesqueleto en tecnología vestible, que su autor denomina como mecatrónica, inspirado en mezcla arquetípica de fábulas europeas sobre el amor. La puesta en escena combina su presencia con la incorporación de cinco robots que van compartiendo la multiescena con dos personas más. ‘Transpermia’ (2003) es una experiencia investigadora con la agencia espacial rusa, utilizando la ingravidez y mezclando el concierto, la performance y la conferencia. En ‘Membrana’ ya había una vuelta a los orígenes: la acción y la carne eran más protagonistas, pero incorporando la máquina y los nuevos media. Se componía de ‘Protomembrana’ (2006), donde habla sobre la diferencia de géneros, y de ‘Hipermembrana’ (2007) se reflexiona sobre el mito. | Agustín Linares Pedrero


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BECKETT FILMS

GERARDO RUEDA

LA COLECCIÓN SERRA

Fundación Picasso (hasta 01/06)

POR SILVIA ÁLVAREZ MENA.

El Museo del Patrimonio Municipal de Málaga (MUPAM) acoge hasta el próximo 27 de marzo la primera gran exposición antológica en la provincia de Gerardo Rueda (1926-1996), en la que pueden verse 60 obras, entre pinturas, collages, sobre papel y esculturas, que muestran la evolución a lo largo de su carrera. ‘Vista desde mi ventana’ (1946), ‘Mesa’ (1986), ‘Dunas’ (1992) o ‘Luminosa’ (1996) son algunas de las obras que se muestran en esta exposición. | EP

La muestra ‘La colección Serra’ acoge hasta junio en la Fundación Picasso Museo Casa Natal de Málaga veinticinco cerámicas realizadas por Pablo Picasso y que ofrecen una nueva perspectiva de las múltiples posibilidades expresivas que el arte de la alfarería adoptó en manos del artista malagueño. De todas las exposiciones realizadas por la pinacoteca en el año 2010, esta muestra fue la que registró la mejor acogida: la visitaron más de 101.600 personas. | FP-MCN

Es el título homónimo de la muestra que el CAAC de Sevilla celebra –hasta el 20 de marzo– acerca de la producción audiovisual de Samuel Beckett, creada para distintos formatos: cine, tv, teatro u ópera. La proyección en monocanal de estas obras –que ocupan los espacios de la zona monumental del cenobio– trasciende el formato tradicional de ciclo de proyecciones para permitir una visión conjunta de unidad orgánica subyacente, tal como recoge la idea curatorial. La muestra contempla también la compleja red de imágenes recurrentes o ritornellos (según la expresión utilizada por Deleuze en ‘El agotado’, su ensayo sobre estas obras), siempre abundantes en las creaciones del experimental literato. Destacamos la presencia de una de sus obras más significativas: ‘Film’. En ella, la voz de un veterano Buster Keaton calla, las palabras se agotan en su subjetividad, con el propósito de llegar a una imagen pura, «nada más que una imagen», y alcanzar el punto en que surge desde toda su singularidad. Creación pura desde la nada circundante.

MUPAM (hasta 26/03)


Histo ria

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ESTACIÓN MIR DIEZ AÑOS EN EL FONDO DEL PACÍFICO La tierra se queda pequeña y sus recursos se vuelven escasos. Se acerca el día en el que el planeta azul será inhabitable. No son augurios apocalípticos, como dicen los ingleses es «the ugly truth», la cruda realidad. Y como el día del juicio se acerca el hombre busca nueva casa. Razón: desalojo por exterminio. La ‘conquista del universo’ recordará el siguiente 23 de marzo que la estación espacial Mir, cuyas cenizas ahora reposan en las profundidades del océano Pacífico, cumple una década de silencio. La Мир, paz en ruso y primera estación espacial habitada de manera permanente, estuvo en órbita cerca de quince años. El desmembramiento de la URSS, un incendio en 1997 seguido de varios accidentes menores más, y el impulso a la Estación Espacial Internacional forzaron su jubilación.

Evolución del diseño Salyut 7, el diamante de la astronáutica soviética –parte, a su vez, del programa militar Almaz– fue ensamblado, unos 400 kilómetros lejos de la Tierra, por módulos entre 1986 y 1996. Circunvalando el planeta cada dos horas, sirvió de centro de experimentos y observación. En esa década + lustro, numerosos cosmonautas y astronautas recorrieron sus estancias. Los primeros, Leonid Kizim y Vladímir Solovio. El que más, Valeri Polyakov: 438 días sin aterrizar. Las nacionalidades se cuadran con mayor rapidez. Principalmente Rusia y sus satélites, Japón y algún que otro americano y europeo. En 1985, Thomas Reiter, alemán, se convirtió en el primer científico nacido en el Viejo Continente en dar un paseo por el espacio. Con el final de la Guerra Fría y el acercamiento de los gobiernos americano


y ruso, personificado en las figuras de Al Gore y Victor Chernomirdin, la Mir se convirtió en la avanzadilla de una cruzada espacial liderada, a día de hoy, por la ya nombrada Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés). Esta alianza se materializó en 1995 con la llegada del Discovery, primera nave estadounidense en atracar en la Mir. ISS El 20 de noviembre de 1998 Zarya, módulo primario de la ISS, se situó a unos 360 kilómetros de la Tierra e inauguró la construcción de una plataforma desde la que alcanzar el infinito. Esta megaestructura –en la que participan la NASA, la Agencia Espacial Federal Rusa, la Agencia Japonesa de Exploración Espacial y las agencias espaciales europea, canadiense, brasileña e italiana– suma más de 4.500 días en órbita y ha recibido a 19 expediciones. Con una velocidad de 28.000 kilómetros por hora, orbita sobre la tierra cada 92 minutos. CARRERA ESPACIAL ISS, Mir y demás misiones más allá de la atmósfera tienen un origen común: la Carrera Espacial. Con tal denominación se entiende la competición, en el entorno de la Guerra Fría, entre Estados Unidos y la URSS por el liderazgo en la astronáutica (1957-1975). Tuvo a la URSS como dominadora en casi todas las misiones. En casi todas menos en la que de verdad contaba: el ‘turismo lunar’, que encumbró al programa Apolo y a Neil Armstrong. | Jesús Peña


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ÚBEDA - BAEZA RENACIMIENTO EN LA LOMA, ENTRE OLIVARES No es necesario buscar excusas para perderse por Andalucía, pero, en determinadas ocasiones, las excusas sirven de guía. Marzo, tercer mes del calendario gregoriano, es también el último en la recolección de la aceituna. Y como hablar de olivos es pensar en Jaén, este marzo de 2011 nos marchamos a la comarca de La Loma, responsable del 15% del aceite que se produce en todo el mundo, para ver cómo invierno y primavera se despiden escondidos entre la arboleda. Pese a la bucólica presentación, el objetivo de esta escapada de fin de semana no es el turismo agrícola, sino el cultural. Visitamos Úbeda y Baeza, ambas declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, ambas estandarte del esplendor renacentista de la Alta Andalucía. El plan es sencillo. Por su mayor cercanía con Málaga elegimos

Baeza para pasar la noche del viernes, en la del sábado nos emborracharemos con Úbeda, nuestro segundo y último destino once kilómetros hacia el este. El domingo por la tarde: café en Jaén, cerca de la plaza del Deán Mazas, y a bajar las Pedrizas. BAEZA Centro geográfico de Jaén, Baeza es relatora oficial del paso de la historia por Andalucía. Asiento de numerosos pueblos, en ella se sienten con especial belleza los vestigios de romanos, musulmanes y cristianos del Renacimiento, siglo éste, el XVI, en el que fue cabeza del reino que hoy nomina la provincia. Los enclaves más emblemáticos del «nido real de gavilanes» que cantaba el Romancero son la Casa del Populo (en la actualidad enclave de la oficina de turismo, otrora lugar de la Audiencia Civil


y de las Escribanías Públicas), el Arco de Villalar (erigido en honor a una batalla con el mismo nombre disputada en 1521), la fuente de los leones, la antigua Universidad (en cuyas aulas impartió lecciones de gramática francesa Antonio Machado), el palacio de Jabalquinto, la Iglesia de Santa Cruz y la Catedral de la Natividad de Nuestra Señora, levantada sobre cimientos árabes. ÚBEDA Algo más de 400 kilómetros cuadrados, algunos menos de 40.000 habitantes. Úbeda, la de los cuatro ríos, se despierta cada mañana frente a Sierra Mágina vestida con aire castellano, aunque se sabe andaluza y se siente humanista. Cuna de la civilización, fue cabeza de puente en las guerras de Granada. Su arquitectura se reparte entre dos estilos: el Gótico Tardío, que domina los edificios religiosos, y el Renacimiento, que se asoma imponente desde las casas nobiliarias: metáfora, a su vez, del poderío de las dos familias más importantes de la historia de Úbeda: los Molina y los Dávalos. El programa dominical es extenso. Desayuno fuerte y marcha ágil por el trazado arquitectónico ideado por Andrés de Vandelvira. En la agenda están la Plaza del Salvador, de diseño italiano, el Palacio Vázquez de Molina, la Colegiata de Santa María (iglesia mayor de la ciudad), el hospital de San Miguel (donde murió San Juan de la Cruz) y el Museo Arqueológico. | Jesús Peña | Pieza gráfica: Estefanía Podadera


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LO QUE ESCONDE UN FLEQUILLO

POR ISABEL BONO.

Nada como pasar la yema de los dedos por el título de un libro. Paso el dedo por ‘Ayer’ varias veces. Envidio los títulos ajenos. Me acuerdo de El hierro, de la isla. Aprendí hace tiempo que hay que viajar con un solo libro. Me llevé el más gordo. ‘Claus y Lucas’ son las tres primeras novelas de Kristof en un solo tomo. Pensaba que me durarían toda la semana, pero acabé con él la primera tarde. No necesité más, esos dos hermanos se te quedan agarrados a la sangre durante días. Después vino ‘La analfabeta’, un manual de instrucciones para escritores en ciernes y para algunos consagrados que sólo saben mentir. Porque si Agota Kristof me ha enseñado algo, es a no mentir. Hace tiempo leí una entrevista donde contaba con una frialdad pasmosa que no entendía por qué tuvo que huir de su país, Hungría, sólo porque a su marido iban a encarcelarlo. Que no entendía por

qué tuvo que sacrificarse ella (vivir en Suiza, trabajar en una fábrica, aprender un idioma odioso, dice), sólo porque su marido no quería pasar quince años en la cárcel. Y lo dice con ese inocente flequillo sobre los ojos mientras te ofrece pastitas de té. Y no creo que sea «‘No importa’ es otro mala, y no sé título que le envidio si es del todo a Agota Kristof» sincera ni si la sinceridad está sobrevalorada, pero a mí me fascinó su inocente egoísmo. ‘No importa’ es otro título que le envidio. No suelo creer que lo que escriben otros sea autobiográfico, pero en el caso de Kristof me cuesta pensar que no lo sea. Ahora leo ‘Ayer’. Despiadado, no encuentro otra palabra. Ojito con Agota Kristof, ojito con esta santa señora de aspecto inofensivo porque puede clavarte un cuchillo entre las cejas sin que te des cuenta. Eso sí, tiene de bueno que nunca te matará por la espalda. Algo es algo.


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PREMIOS

POR JOSÉ LUIS PICÓN.

Los meses finales de cada año, en la antesala de la gran celebración del consumismo que es la Navidad, asistimos indefectiblemente a las intentonas de las grandes editoriales para que sus últimos títulos se cuelen entre los regalos de las fiestas. Y entre todas las estrategias siempre destaca la de Planeta con su Premio de Novela, dotado con 601.000 euros que a buen seguro la editorial tiene por costumbre amortizar. El esquema del palmarés se repite con asiduidad: «A Alfaguara le hizo un ganador la promoción gratis contrastado y, la Academia Sueca» como finalista, una apuesta de futuro. Algunos ejemplos sólo de la última década: Eduardo Mendoza / Carmen Amoraga (2010), Ángeles Caso / Emilio Calderón (2009), Álvaro Pombo / Marta Rivera de la Cruz (2006), Lucía Etxebarria / Ferrán Torrent (2004), Antonio Skármeta / Susana Fortes (2003) o

Bryce Echenique / María de la Pau Janer (2002). Pero con lo que no contaba el imperio Planeta en la última Navidad era con la reñida lucha con una editorial de la competencia, Alfaguara, a la que la promoción se la hizo nada menos que la Academia Sueca y le salió gratis. No es moco de pavo que le den el Nobel a un autor que va a publicar pocas semanas después su próxima novela, como ha sido el caso de Vargas Llosa con ‘El sueño del celta’. Junto a Eduardo Mendoza y Vargas Llosa se colaron en las listas de más vendidos dos habituales, Umberto Eco y Ken Follett. Por cierto, hablando de mercadotecnia editorial, la promoción de la última de Follett incluía colocar pilas de ejemplares en la mitad de los pasillos de unos grandes almacenes, lo que provocó más de un tropezón. Todo sea por vender libros y que los consumidores se los regalen. Aunque jamás vayan a ser leídos. Pero es que hacen tan bonito en las estanterías…


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EL REGRESO

POR ESPERANZA GARCÍA GUERRERO.

Irene detuvo el automóvil en el apeadero de la gasolinera, no necesitaba repostar, ni le apetecía entrar en la cafetería. Sólo quería contemplar de lejos como las primeras casas del pueblo, comenzaban a desperezarse con la luz del amanecer. Siempre supo que para bien o para mal algún día regresaría, estaba pegada a ese lugar porque ella era una prolongación de aquella tierra. Pero nunca pensó que la vuelta se dilataría tanto. Bajó la ventanilla del vehículo, recogió su pelo en un absurdo moño sostenido tan sólo por un bolígrafo y encendió un cigarrillo, no le apetecía fumar, sabía que luego lamentaría el sabor amargo a nicotina que dejaba en la boca, y la acidez que produciría en el estómago, pero no le importó. A veces prefería imponerse esa sanción, así mientras lamentaba la secuela del castigo, dejaba descansar su mente. Dio la última calada, introdujo la

colilla en la lata vacía de coca-cola que llevaba bajo el asiento. Se miró en el espejo retrovisor, deshizo el moño dejando que la melena cayera con libertad sobre los hombros, exhaló un intenso suspiro, e inicio la marcha por aquel serpenteante camino. A medida que recorría las pronunciadas curvas, entraba en una espiral que la deslizaba hacia sus inicios, pero en vez de sentir rechazo por la situación, para sorpresa, se despertó en ella la añoranza por un tiempo que siempre quiso desterrar. Desde que se marchó, todos los recuerdos han confluido en aquel pequeño pueblo, haciendo que se sintiera unida a su origen por el cordón umbilical del pasado, y ahora regresaba a él para recomponer los jirones del presente, porque si algo le había ensañado el paso de los años, era que para avanzar debía afrontar el ayer, y para eso debía volver a visitar el lugar donde halló el cuerpo del padre colgando de una soga.


MÁLAGA Café Negro, Café con Libros, Café del Viajero, Librería Luces,

Centro Cultural Provincial, Galería Alfredo Viñas, Rayuela, Áncora, CAC, Cincoechegaray, Galería Isabel Hurley, FNAC, Hotel del Pintor, Café Citron, Ateneo, La Casa del Libro, Fundación Picasso, Café Álamos 38, Clandestino, Galerías Goya, Instituto Municipal del Libro

UNIVERSIDAD DE MÁLAGA Comunicación, Filosofía y Letras, Psicología y Educación, Empresariales, Industriales, Informática, Telecomunicaciones, Medicina, Derecho, Aulario López Peñalver, Aulario Gerald Brenan, Bellas Artes, Biblioteca General, Rectorado

RINCÓN Café La Galería, Café Bar Marlin JAÉN Librería Metrópolis, Café Deán, Café del Consuelo MADRID, BARCELONA, VALENCIA, SEVILLA, CÓRDOBA



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