CIEMPIÉS DE PÁGINA. Microrrelatos

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Dise単o y textos: Sergi Cambrils Ilustraciones: Internet (manipuladas) WWW.SERGICAMBRILS.COM info@sergicambrils.com


INDICE

NIÑO 13 HULKA 14 EL PRIMER DÍA 16 COMPULSIÓN OBSESIVA 19 LA VENGANZA 20 HIJA ÚNICA 23 CABEZUDO 24 POR BULERÍAS 27 LA PAREJA PERFECTA 28 POR TODO LO ALTO 31 LO PIENSO 32 DICE 35 POCA VOLUNTAD 36 GRAN RESERVA 39 HECHIZO 40 ARTE MODERNO 43 MENSAJE ESCRITO 44 SANDUNGUEO 47 MATRIMONIO 48 VOTO SECRETO 51 HUMOR DEL BUENO 52 HACER LA COMPRA 55 EL ESCUCHADOR 56 COMPAÑERO DE PISO 59


CANUTOS 60 EXCLUSIVA 63 SEÑALES 64 AMISTAD 67 MEDICINA DE ANDAR POR CASA 68 PASÓ UN DOMINGO 71 LA CASA ENCANTADA 72 EL PERDÓN 75 TENTACIÓN 76 CÁNCER 79 OTRA DIMENSIÓN 80 ASAMBLEA EXTRAORDINARIA 83 FONDO POLÍTICO 84 TODOPODEROSO 87 «B» 88 MORIRSE DE RISA 91 LA MOTO INVISIBLE 92 LA GABARDINA 95 VISIÓN DE LORO 96 A SU SERVICIO 99 BAÑO DE AMOR 100 CREMALLERA DE DOS 103 7 SEGUNDOS 104 LA PAREJA 107


MATRIX 108 SUPERPODERES 111 LA AYUDANTE 112 EL MIURA 115 PALABRAS 116 MOMENTOS DE FELICIDAD 119 NO QUIERO DECIR NADA 120 VELOCIDAD 123 COMPLICIDAD 124 DESCANSO ETERNO 127 REALIDAD O FICCIÓN 128 ESCLAVO DEL PIJAMA 131 RAYOS X 132 DUELO 135 CACHEAR 136 SONÁMBULO 139 DEBATE POLÍTICO 140 TRASPLANTES 143 EL IDIOMA DE LOS PÁJAROS 144 CORTADO 147 GATO 148 CATA DURA 151 HACIENDA SOMOS TODOS 152 BRASAS MALIGNA 155


TRIBU 156 PIEZAS 159 TELETRANSPORTACIÓN 160 LA CARTERA 163 ZOOILÓGICO 164 EL GRAN HOTEL 167 HUY-HUY 168 ABUCHEOS 171 UTILIDADES DEL CAVA 172 HACER UN FAVOR 175 SELLOS 176 CIUDADES 179 MANERAS DE PONERSE UNA CHAQUETA 180 ORDENADOR «PERSONAL» 183 MOMENTOS ETERNOS 184 FAMILIA 187 EL REGALO 188 BIGOTE 191 ARDER EN RISAS 192 FACEBOOK 195 EL DESCUBRIMIENTO 196 OCUPACIÓN HOSTIL 199 ¡AGUA VA! 200 FAVORES 203


VIGILANCIA 204 APOGEO Y DECADENCIA 207 LA MADRE 208 LA SOLISTA 211



Cien microrrelatos ilustrados de unas cien palabras que forman un ciempiĂŠs en espiral


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NIÑO

Las galletas que mi madre ha comprado para el desayuno no se deshacen bien en la leche y, justo hoy, no puedo recrearme en dejarlas blandas. A pesar de ser un día decisivo me quedo embobado viendo los dibujos animados y pierdo la noción del tiempo hasta que mi madre se percata de la hora que es. De un zarpazo me sienta en la silla de los peinados y me planta una raya al lado, aplana con saliva los pelos rebeldes y me perfuma. «Estás listo» exclama. Me da un beso y me desea suerte en la entrevista de trabajo.

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HULKA

Ahora, durante la crisis de los cuarenta, mi vida está llena de avatares y cambios personales. Me pasa como al increíble Hulk, pero en rojo. Me enfado por cualquier cosa y, cuando no puedo contener mi ira, mi blanca figura toma ese color endemoniado. Cuando estoy con gente es lo peor. Debo esconderme en cualquier sitio, normalmente un lavabo, y aguantar como mi cuerpo se llena de varices asquerosas y nódulos que supuran un líquido lechoso. En cuestión de minutos mis músculos se hinchan de tal manera que destripan mi ropa y me quedo con cara de tonta con lo único puesto que ha aguantado el empuje de mi transformación: mis braguitas elásticas de punto de cruz.

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EL PRIMER DÍA

Espero el metro disfrazado de superhéroe con mi acordeón colgado del cuello. Los remolinos de aire serpentean mi capa negra mientras accedo al vagón, ahí está mi público. Empiezo tocando los “Pajaritos” para animarles durante unos minutos y, cuando me parece, paro en seco para dar mi toque personal. Consiste en permanecer inmóvil y en silencio, observándoles bajo mi máscara de plástico. Enseguida se crea una tensión rara que los mantiene a la espera. Es en ese punto cuando tomo aire profundamente y, con cierta parafernalia y voz de ultratumba, proclamo: “Sooooy… Bat-man”. Las primeras monedas empiezan a sonar en la Bat-taza.

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COMPULSIÓN OBSESIVA

«Le pasa a mucha gente» me dice convencida mi psicóloga. Sus sesiones me ayudan a estar centrada. Cada lunes cojo el metro desde «Colón» y durante el trayecto hasta su consulta me reconforta pensar que el vagón transporta gente como yo. Estreno un jabón cada mañana; hago pis en un orinal y observo su color; me huelo las manos continuamente; rezo cuando veo algo rojo; guardo mis uñas cortadas en una cajita de plata; pienso en cometer un crimen cuando corto pan; creo en mi mejoría mientras Silvia tenga su consultorio en la parada «Esperanza».

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LA VENGANZA

El ascensor cerró herméticamente sus puertas, los tenía a mi merced. A la señora Gertrudis, la vecina cotilla del quinto que siempre me interrogaba y al señor Lorenzo, mi casero, el que cada año me subía el alquiler. Los tenía allí, resoplando y tapándose disimuladamente la nariz, soportando lo que empezaba a fraguarse. Inesperadamente un chispazo nos dejó a oscuras y nos quedamos atrapados sin poder abrir las puertas. Era el momento preciso para que mis legumbres favoritas hicieran efecto y se aliaran conmigo para servirles, sin compasión, la ansiada venganza en plato frío.

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HIJA ÚNICA

Por muy gemelas que fuéramos quería pensar que mis padres tenían una preferida y sabían bien a quién dar más cariño. No dudaban a quién acurrucar en la cama y darle un beso en la frente para desearle las buenas noches. Tenían claro, cada año, a quién preparar la mejor fiesta de cumpleaños para verla contenta y, espero que en un futuro, los estudios a la mejor universidad sean para su favorita. Solamente me dolía que, para estar seguros, levantaran mi blusa y comprobaran que yo era la que tenía ombligo. La otra, técnicamente muy bien hecha, suplía mi presencia la temporada que, según la custodia compartida de mis padres, debía cambiar de casa.

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CABEZUDO

Mientras me tomaba una cerveza y un aperitivo en la terraza de un bar, uno de los cabezudos que desfilaba en el pasacalle vino decidido a declararme su amor. Abandonó a sus semejantes y a los gigantes para acercarse a mí. «Te quiero» me dijo con vehemencia. Contagiada por la alegría de los niños, el confeti multicolor y la charanga que animaba el inicio de las fiestas le invité a sentarse. No se quitó su desproporcionada cabeza de cartón-piedra durante las tres horas que conversamos, pero no me importó; tuve un novio que se llamaba relampago34 al que nunca conocí.

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POR BULERÍAS

El Tribunal apreció cierta rigidez en su mirada cuando empezó a hablar. Sus facciones también se tensaron y una sílaba puñetera se quedó trastabillando en su garganta tornando escarlata su semblante. No había dormido en toda la noche pensando que su tartamudez le impediría explicarse, pero cuando su padre y hermanos, también presentes en la sala, arrancaron un débil taconeo y una sutil cadencia con las palmas, la joven gitana se levantó flamenca de su silla y, con una dicción perfecta, cantó por bulerías su versión de los hechos.

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LA PAREJA PERFECTA

Desde que estoy casado con mi mujer aún no he hablado con ella. La conocí en Kecamatan Sarmi, una isla perdida de Indonesia donde se habla uno de esos idiomas raros, el Liki creo recordar. Ha dejado su poblado y se ha venido conmigo a Madrid. Es indudable que me quiere mucho, pero se niega a aprender el castellano. Su extraña lengua me obliga a colgarme una pizarrita del cuello para comunicarnos por medio de trazos sencillos. También gesticulo con las manos, pero me encanta ruborizarla cada noche cuando, con la tiza, le dibujo sobre la tablilla un espléndido plátano.

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POR TODO LO ALTO

He visitado a mi abuelo en la unidad de quemados del hospital. Le ha estallado la “mascletà” que daba inicio a las Fallas. Su gran pasión le ha pasado factura y ahora yace en la cama como una momia, cubierto completamente con un aparatoso vendaje que solo le deja asomar sus ojos de pena. Está muy grave, pero cuando mis padres le hablan de que existe una nueva empresa de ritos funerarios que introduce las cenizas del difunto en carcasas explosivas para que los restos se mezclen con la pólvora y viajen por el aire, su mirada se ha iluminado.

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LO PIENSO

Es difícil que entre en un banco y no piense en atracarlo. Es un pensamiento automático. Hoy está lleno de gente y me toca hacer cola para acceder a la ventanilla. Delante de mí hay una señora gorda que me mira de arriba a abajo. Me da asco. Pienso en escupirla. Me recorre un escalofrío imaginando una cruenta carnicería con el cuchillo que llevo escondido: primero me cargo a la obesa, luego al resto de la fila y, al final, me quedo solo lleno de sangre frente al chico que me vendió las preferentes. No hay peligro, únicamente lo pienso.

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DICE

Mi papá siempre dice a mi mamá cuanto la quiere; dice que es la mujer de su vida. La sonroja delante de sus amigos cuando le dice «te amo» en todos los idiomas; le recuerda cómo se conocieron en lo alto de la Torre Eiffel y, continuamente, le dice que están hechos el uno para el otro. Hoy le ha dicho que mañana la llamará para felicitarla y le dedicará una canción por la radio, que esa misma noche le preparará una cena estupenda y luego saldrán a bailar juntos. Mi papá quiere mucho a mamá, al menos eso dice.

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POCA VOLUNTAD

Hay otra vida después de la muerte, puedo certificarlo. No es nada del otro mundo, pero notas que existes aún sin poseer cuerpo, y eso es suficiente para tener una inexistencia digna. Que nadie pueda verte te lleva a asistir con curiosidad a la ceremonia de tu funeral y compruebas con satisfacción que asisten todos; te respetan. Mientras hablan de ti con orgullo te diriges a la pequeña sala acristalada para hallarte postrado en un magnífico ataúd y engalanado para la ocasión. Pero ahí se ríen de tu última voluntad cuando, en tu lugar, encuentras una urna llena de tus cenizas.

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GRAN RESERVA

Mi mujer tiene que enterrarme, ese es el pacto. Es mucho más joven que yo aun siendo septuagenaria, no puedo concebir que muera antes, pero una amargura me alerta cuando la observo marchita y sin luz sentada junto a la ventana. Ha perdido mucho. En cambio, yo gano con el tiempo, estoy fuerte como un toro bravo. Lo atribuyo al vino tinto que bebo desde mi juventud, y no una copita al día como recomiendan, sino bastantes más, tres botellas caen seguro. Temiendo que no cumpla el pacto, por primera vez, lleno mí copa del incoloro, inodoro e insípido líquido.

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HECHIZO

Todas las noches de verano los mosquitos esperan a que me duerma para clavarme su aguijón. No tiro insecticida ni utilizo difusores eléctricos porque me parecen tóxicos, así que para combatirlos preparo, por primera vez, la habitación con incienso y velas negras aromáticas de citronella, coloco un plato de cebolla rallada en la mesita de noche y me unto con vinagre. Es un remedio casero inofensivo y de gran eficacia, al menos eso dice mi curandera. Por la mañana descubro que les he ganado la batalla, no tengo picaduras, excepto dos enormes bultos en la entrepierna que antes no tenía.

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ARTE MODERNO

Habían asesinado a una obra de arte en la exposición de una joven promesa del panorama artístico. Así lo entendí cuando me detuve delante del lienzo en cuestión, rajado por uno de los extremos. Pensé que algún enemigo del artista se había ensañado con un objeto punzante movido por la envidia o la venganza, ocasionando aquel daño irreparable. Llamé al vigilante de la sala para advertirle del destrozo producido, pero me ignoró totalmente, como si ya conociera su estado. Me dirigió una sonrisa pícara y, sin aclararme nada sobre aquel asunto, anotó algo en una libreta.

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MENSAJE ESCRITO

‒¿Qué hace vuestro hijo ahí fuera arañando la ventana? ‒No la araña, está escribiendo algo sobre el cristal empañado. Tendrías que ver como se expresa, es un auténtico maestro de la metáfora, la alegoría y la paradoja, entre otras figuras literarias. ‒Por lo visto también sabe escribir al revés, se lee perfectamente: «Tonto quien lo lea»

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SANDUNGUEO

Estuve un año fingiendo que me gustaba el reggaeton. Me vestía con camisetas ajustadas sin mangas y cubría mis inicios de calvicie con una ridícula gorra rapera que mi novia me regaló. «Vamos a perrear» me decía los sábados. Durante la semana ensayaba con ansia movimientos sensuales y lascivos delante del espejo para ponerlos en práctica en la discoteca. Yo le seguía el juego y, en medio de la pista de baile, a la vista de todos, ella movía sus caderas al ritmo de la música restregando su enorme trasero por mis partes hasta que conseguía enrojecerlas como un tomate.

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MATRIMONIO

Parecen oírse otras frecuencias cuando ya no revolotean las mariposas en el estómago. Escucho con demasiada intensidad los ruidos humanos, sobre todo los de mi marido. El pobre no lo sospecha, pero no puedo con el galope de su nuez cuando mata la sed ni con la limpieza interior con la que se recrea para sacar al monstruo verde de su garganta. Lo desprecio por eso y me siento culpable. Hay tantos ruidos desagradables que no aprecias nada más, así que te adiestras con resignación a los ronquidos, a los eructos e incluso a los pedos matutinos. A todo.

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VOTO SECRETO

Cuando fui a votar al colegio electoral reconocí tras la urna de metacrilato a una vieja amiga. Me costó reconocerla, pero al guiñarme un ojo y lanzarme un beso invisible me di cuenta que era Guillermina, mi gran amor de juventud. Recuerdo con cariño mi relación con ella, pues, aunque muy jóvenes, siempre se basó en el respeto y la sinceridad; nunca tuve secretos para ella. Estaba contento de volverla a ver después de tanto tiempo, así que tras ejercer el voto, siendo fiel a mis convicciones, le murmuré al oído el partido por el que había votado.

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HUMOR DEL BUENO

Nunca pensé que aquella leve cojera que un día trasladé a los escenarios daría tantos triunfos a mi carrera como showman. Al principio, el público apenas la advertía, pero con el tiempo se acentuó, y, paradójicamente, se convirtió en lo más importante de mis actuaciones. Sin bastón, y a duras penas, arrastraba mi pierna lisiada mientras contaba chistes, e incluso inventé una absurda coreografía para exagerar, aún más, mi desgracia. Cuanto más empeoraba mi estado mayor era el éxito, por lo que en varios meses, cuando reaparecí a escena en silla de ruedas y sin pierna no le di importancia.

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HACER LA COMPRA

Ser socio de aquel novedoso centro comercial tenía sus ventajas. Cada mes recibía por correo un cupón de descuento, además de una relación de productos exclusivos para llenar la cesta de la compra. Estaba bajo mínimos así que fui a abastecerme. Me dejé aconsejar por el papelito y compré lo anotado: kilos de amor para mover montañas, unas latas de ilusión en almíbar, optimismo en cápsulas y, aunque no lo necesitaba, me acerqué a la sección gourmet para darme un capricho con una bandeja de hamburguesas.

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EL ESCUCHADOR

Con una oreja pegada en la base de un vaso y éste apoyado en el tabique adecuado escucho las conversaciones que mi vecina mantiene consigo misma o, quizás, con ese gato persa con el que vive. Habla de lo desdichada que es por no estar con alguien, por no encontrar el amor. Y la pobre no levanta cabeza, cada noche la oigo llorar desconsoladamente y me da mucha pena, debería motivarse con las cosas sencillas que la vida nos ofrece: la luz del sol, leer un libro, pasear por el campo…o como hago yo, disfrutar con un simple vaso.

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COMPAÑERO DE PISO

Una cadena extra de ADN había convertido a nuestro nuevo compañero de piso en un ser muy especial. Cuando decidimos que podía compartir los gastos no nos importó su aspecto físico, parecía buen chaval, y además era solvente, pagó por adelantado un año de alquiler. Tenía dos brazos de más en el costado y una llamativa piel de color azul pitufo. Nos explicó que era una mutación biológica, y lo entendimos. Pero hasta que no le vimos tomar cervezas de la manera que lo hacía creímos que era la reencarnación de algún dios con la idea de salvar el mundo.

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CANUTOS

Me tragué con deleite el humo de los últimos cigarrillos sin filtro que quedaban en la cajetilla donde había dibujado un dromedario, y no un camello, como muchos creen. Todos saben que un camello tiene dos jorobas y un dromedario una; así que no deberían confundirnos con falsedades, no estamos tontos. La marca de tabaco debería ser más precisa y llamarse Dromel. Las jorobas de estos animales son un tema serio, albergan en su interior una sustancia lechosa parecida al yogurt para alimentarse, y no el semen reprimido de la bestia como algunos afirman sin conocimiento. Hay que ser precisos.

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EXCLUSIVA

Existían principios sólidos que guiaban la labor del reconocido periodista. El principal era el respeto por la verdad, el rigor en la búsqueda de información fidedigna. Se le consideraba uno de los mejores, era concienzudo y conseguía reportajes relevantes, concisos y estrictos en un tiempo record. Su último cometido le llevó un poco más. Investigaba una cuestión que no era de este mundo, difícil de contrastar. No dábamos crédito a la sorprendente exclusiva que dio al mundo, pero confiábamos ciegamente en la veracidad de sus fuentes, tanto, que hoy podemos responder sin dudas sobre lo qué hay tras la muerte.

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SEÑALES

Desde la muerte de mi marido llenaba la casa de señales para no olvidarme de las cosas. Tenía mis truquillos para ir funcionando. Por ejemplo, dejaba a la vista una pinza de madera para acordarme de tender la ropa, una estampita de la Macarena me indicaba la cita diaria con la psicóloga…pero, sobre todo, utilizaba decenas de papelitos amarillos adheridos en lugares estratégicos con notas para tener en cuenta lo básico: ir a comprar, hacerme la comida, lavarme, etc. Ayer recordé que no estaba sola; tras mover un antiguo baúl, encontré anotado en un descolorido papelito «recoger a los niños».

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AMISTAD

«¿Cómo saber si somos amigos de verdad?» Se lo preguntaba siempre cuando salían de vacaciones y tomaban cervezas en una soleada terraza mientras sus mujeres hacían las típicas compras turísticas en el centro de aquel bonito pueblo costero. «¿Podría vivir con vosotros si mi vida diera un vuelco y me arruinara completamente?» conjeturó. «¿No crees que esa situación límite demostraría la autenticidad de nuestra amistad? Aquí con las birras todo es perfecto, nunca nos hemos necesitado para nada importante». «Hombre, no seas tan catastrofista, sabes que somos amigos desde siempre» le contestó. «Pero dime…¿podría?» «Hombre…tendría que preguntárselo a mi mujer»

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MEDICINA DE ANDAR POR CASA

Era uno de esos días que mi cuerpo pedía limpieza general. Me puse el delantal y enderecé a fondo mi corazón en la desordenada habitación de los niños, la última vez se asustaron con mis convulsiones. Mi estómago estaba en la cocina, eliminé de la nevera todo lo que me perjudicaba, no debía provocar al que bombeaba. Todo estaba en orden en las habitaciones correspondientes al hígado y los pulmones, aun así limpié el polvo superficial. Alivié el escozor de la laringe fregando el largo pasillo de la entrada. Y al sótano decidí no bajar, la almorrana no me molestaba.

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PASÓ UN DOMINGO

Era un domingo sombrío y lluvioso cuando el marchito anciano se dispuso a ver en el apartamento donde solía meditar una película que estaba mal sincronizada. Parecía no importarle lo más mínimo que las acciones y el audio no se correspondieran, de tal manera que en una escena donde debían escucharse los aplausos de un grupo de personas se oían los llantos de la escena siguiente sin encajar para nada en el discurso. Sentado en su sillón marrón permanecía atento a la pantalla, inmóvil, meditando sobre alguna cuestión. La cinta llegó a su fin y el viejo seguía allí, deshabitado, pálido.

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LA CASA ENCANTADA

Eddie era un fantasma invisible que habitaba desquiciado en la casa de los Sanders. Se empecinaba en que fuera una casa encantada, y para ello movía mesas, cuadros y decenas de objetos. Encendía y apagaba luces e inutilizaba aparatos eléctricos, pero no asustaba a nadie, ni a las hijas. Ni sesiones de espiritismo, ni estudios psicofónicos ni nada, siempre encontraban alguna razón lógica para explicar aquellos hechos. Con el ego espectral tocado, un día decidió prender fuego a la casa para que la familia valorara su poder, y aun así los padres culparon a las hijas por fumar en casa.

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EL PERDÓN

Su nueva mano es más bonita que la antigua, eso le digo. Es de oro puro, o de acero dorado, no sabría decirlo. Brilla mucho, la veo como una joya, como un elemento decorativo que le otorga cierto glamour a pesar de ser inarticulable, de una única posición, como la de un playmobil. Una risilla se me escapa durante cada San Valentín cuando trata de ajustar en esa rígida concavidad un precioso ramo de rosas rojas que me regala complaciente, sin tener en cuenta mi torpeza con las tijeras de podar que en otro tiempo lo llevaron a odiarme profundamente.

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TENTACIÓN

Cada noche, antes de acostarse, abría el primer cajón de la mesita y sacaba la fotografía de su querida hija. Le daba un beso, se santiguaba y la dejaba sobre el mueble para sentirla. Una madrugada se desveló por el estallido de una tormenta con un pensamiento demasiado sombrío. Se quedó observando aquel inocente rostro en la penumbra, y cabizbajo le pidió perdón por no poder resistir la tentación de abrir el segundo cajón. Allí, entre calzoncillos y envuelto en un paño blanco, estaba el único trueno que lo salvaría de su profunda amargura y lo llevaría junto a ella.

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CÁNCER

Normalmente, quien elabora el horóscopo de los periódicos no se arriesga lo más mínimo en sus conjeturas; eso suponiendo que sea una persona. Lo típico es encontrarse con frases estándar que podrían valer para todos: organizará una cena con amigos, vigile su colesterol, ambiente familiar algo revuelto, procure no hacer excesos, sea sensible a los sentimientos de su pareja…de ese tipo. Pero hoy, en la última línea de Cáncer, mi signo, he leído una sentencia devastadora que no da opción a medias tintas. Han puesto día y hora a mi muerte para hoy a las doce, y faltan unos minutos.

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OTRA DIMENSIÓN

El ajustado jersey de cuello alto estaba sobre la cama cuando me dispuse a ponérmelo. Lo orienté adecuadamente para introducir mi cabeza por donde se le supone, pero enseguida perdí el rumbo en la oscuridad de aquel tejido de poliéster. Envestí hacia desvíos demasiado estrechos sin éxito y tuve que rectificar la trayectoria para encontrar la salida adecuada. Me faltaba el aire y cabeceaba desorientado en la elasticidad claustrofóbica de aquella prenda hasta que una abertura se adaptó bien a mis sienes. Al fin respiraba, ya la tenía fuera, pero no me encontraba en mi habitación. No sabía dónde estaba.

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ASAMBLEA EXTRAORDINARIA

En una importante junta de trabajo uno de los veinte ejecutivos bosteza sin abrir la boca para disimular el aburrimiento de aquella reunión. La segunda vez que lo hace no puede contenerse y abre completamente las mandíbulas, estira los músculos faciales, segrega saliva e incluso lagrimea sin colocarse una mano sobre la boca. Ese poderoso mensaje no verbal llega al presidente de la empresa situado en un extremo de la mesa, y por unos segundos se respira un incómodo silencio. Contagiado le responde con otro bostezo de características parecidas, convirtiendo la asamblea en una cadena de mudos cantantes de ópera.

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FONDO POLÍTICO

El estudiante de psicología seguía por la tele un mitin electoral sin prestar demasiada atención al discurso del candidato y sí a los figurantes colocados estratégicamente tras él. Los imaginaba pensando cosas sencillas como su color favorito, qué iban a cenar o la compra semanal. Durante la emisión se encuadró en la pantalla un gesto clave del político para que, junto con sus persuasivas palabras, el mensaje llegara al espectador con la intención estudiada. Pero el joven seguía atento al segundo plano donde, en ese preciso instante, uno de los extra se hurgaba con vigor el interior de la nariz.

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TODOPODEROSO

Con el primer mordisco al melocotón se marcaron a la perfección los perfiles de un territorio imaginario parecido a nuestro país. Animado, le di un segundo mordisco a otra zona aterciopelada y se formó otra región hermana. Seguí así hasta componer un atlas de mordeduras, un mundo propio. Cautivado por mi pequeño planeta frutal, contemplé su abrupta superficie a la altura de mis ojos; así era perfecto, por lo que decidí en ese punto detener mi creación. Coexistió escasos segundos. Con el ruido de mis tripas y mi apetito mañanero continué devorando su jugosa carne hasta quedarme con el hueso.

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«B»

Curiosamente, con el paso del tiempo, me di cuenta que iba dejando actividades y cosas que empezaban con la letra B. Antes estaban ligadas a mi vida por completo, e inexplicablemente las he ido abandonando. Ya no iba en bici, por ejemplo, ni tomaba birras ni bravas con los amigos, ni me bañaba en la playa ni en casa, claro. No bajaba la basura ni barría y nunca iba a Barcelona. Allí vivía Beatriz, mi ex, también la dejé. No tocaba el bombardino, ni bailaba, ni besaba, ni bromeaba, ni buscaba lo perdido,... pero hacía otras cosas, el abecedario era amplio.

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MORIRSE DE RISA

En la maleta llevaba a la mujer más alegre del mundo. La conocí en un local de moda, de esos que se llenan de gente guapa. Nos miramos y enseguida nos acercamos a la barra, nos presentamos y tomamos cubatas. Era un pibonazo y parecía estar a gusto conmigo, se tronchaba con mis chistes. Tras mil chupitos multicolores fuimos a mi casa, había tensión sexual. Se cachondeaba mientras la desnudaba y la ataba en la cama. «Eres malo», decía desternillándose. Me desnudé yo y siguió con su guasa burlándose de mi miembro, incluso cuando saqué del armario la sierra eléctrica.

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LA MOTO INVISIBLE

Salí de casa equipado con todo lo necesario para sentir la velocidad de mi vieja moto invisible: el casco, el mono de piel de una pieza, los guantes de cuero y las botas antideslizantes de media caña. Iba protegido de pies a cabeza, estaba listo para salir a la carretera. La tenía aparcada junto al coche, también invisible, así que le quité el candado, la desbloqueé y me subí en ella. Le di al pedal con fuerza dejando caer todo mi peso, varios movimientos de muñeca para darle gas y a rugir como un león. Pequeños placeres de la vida.

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LA GABARDINA

La gabardina era una prenda para climas lluviosos, sin embargo yo la usaba prácticamente en todas las estaciones. En verano, por trabajo, colgaba en su interior complementos fáciles de vender; relojes, gafas de sol, cds…Solía dar vueltas por el parque y cuando veía grupos de gente la abría extendiendo mis brazos para que vieran la mercancía. En otoño, cambiaba de género, la llenaba de tabaco, marihuana, crack…Era otro tipo de clientela. Este invierno pasé una mala temporada y pensé en meterle unos explosivos. Pero con la calidez primaveral recapacité y acabé usándola para exhibir mi porte desnudo a las mozas.

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VISIÓN DE LORO

Por la mañana, cuando me voy al trabajo, le pongo la radio al loro para que no se sienta solo, es el amo de la casa hasta que vuelvo por la noche. Esta a cuerpo de rey, le dejo mijo, alpiste, algo de fruta y agua. Además, la jaula está abierta para que tenga libertad por el apartamento. Cuando llego no me recibe con su típico «hola calvorota», me lo encuentro muy alterado junto a las manchas de humedad formadas en la pared de la cocina diciéndome, entre arrullos y chillidos, que ahí está el rostro de mi difunta esposa.

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A SU SERVICIO

Las madres podrán estar muy disgustadas con sus hijos pero nunca les faltará un plato en la mesa por muy enfadadas que estén; son madres. Les desmigajan el pescado difícil y lo colocan en el borde de su plato mientras se zampan de un suspiro las croquetas que ellas han cocinado con tanto cariño. Les sirven su Coca-Cola fresquita con una rodajita de limón y como auténticas chachas están al servicio de sus caprichosas peticiones culinarias. Todo está riquísimo, pero jamás lo dicen. Solo cuando están con gente. Ahí, al parecer, sus croquetas son las mejores del mundo.

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BAテ前 DE AMOR

Desde mi vientre sube un aleteo de mariposas algodonadas que anidan en el laberinto de mi azotea y mudan, borboteantes, en hormigueos, cosquillas y lテ。grimas efervescentes mientras te espero arrodillado en la calle. Por fin sales al balcテウn, pero no exhalas palabras de primavera ni promesas de abrigo como solテュas. Me lanzas, sin esperarlo, la bravura de una ola que disuelve mis ilusiones y las transforma en una espesa niebla que trepa hasta ti para atraparte y estrangularte.

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CREMALLERA DE DOS

Tenían un perfil dentado que se unía desde su planta. Cuando lo hacían bien y su engranaje no se enganchaba el resultado era digno de ver. Empezaban de los tobillos a las rodillas suturando en el recorrido lo más blandito. Con avidez continuaban hasta el sexo soldando los muslos en uno gordo y deforme. Las partes nobles casaban en una morcillona y se amalgamaban las barrigas y los esternones para converger en una prominente nuez. Desde ahí, y siguiendo los latidos de un gran corazón, continuaban el cierre hasta la cabeza para conseguir lo mejor: un gran beso de amor.

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7 SEGUNDOS

El suicida eligió un rascacielos con grandes ventanales y más de cien pisos de altura para dejarse caer. Durante la caída conoció a personas maravillosas que le hicieron valorar –fugazmente–, lo efímero, lo pasajero y lo transitorio de la vida, por lo que sus planes iniciales por expirar se transformaron enseguida en un planteamiento más digno. Sin demorarse aprovechó al máximo el poco tiempo del que disponía. Nunca es demasiado tarde, pero esa vez sí lo era. Sin embargo, a media altura y sin esperarlo, se enamoró a primera vista de una preciosa joven pelirroja que le prometió amor eterno.

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LA PAREJA

La cena que debía reconciliarles tampoco hizo su efecto, no había remedio. El muy zopenco volvió a sacar su sensibilidad de albañil y construyó sobre la mesa un muro de ladrillos que los separaba. Ella, compungida y aguantándole todo, llevaba una gran maza para derruir lo que él erguía, evitando así que se montara un espectáculo en el restaurante. Pasaron la velada de ese modo, él haciendo pared y ella tirándola. En la última cimentación perdieron el contacto visual, y él, acostumbrado a su posterior demolición, corrigió su conducta y la echó abajo arrepentido. Pero ella ya no estaba allí.

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MATRIX

La colocación de espejos envolviendo la sección de verduras del supermercado hizo que la compra de ayer se convirtiera en una tarea apasionante. Aun sabiendo donde me hallaba, confundí lo real con lo ficticio debido a una ilusión óptica de proyecciones. En los laterales y la parte superior del estante me vi atrapado en secuencias infinitas de mí mismo eligiendo los tomates más maduros, paralizado en una coreografía de movimientos encadenados que me inmortalizaron mil veces y abandonado a espejismos y permutaciones paralelas que no me permitieron salir de allí hasta el cierre del comercio.

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SUPERPODERES

Los mejillones al vapor tenían muchas papeletas para que el hombre del apetito voraz se encontrara indispuesto en el baño por algo que anoche había comido. Solía chulear de su gran capacidad para zampar, como si en ello radicara la facultad que lo hacía especial. Los moluscos estaban malos, olían a viejo y, aun así, el superhombre del buen saque se los comió todos, se bebió el jugo rancio y rebañó con pan el recipiente. No me extrañaba que su cuerpo estuviera girado y poseyera otro gran poder: el de evacuar, a la vez, por arriba y por abajo.

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LA AYUDANTE

Todas las noches voy a verla trabajar, y cada noche está más maravillosa. Desde el escenario el mago saluda al público y, al azar, hace subir a alguien para empezar su truco. Hace un poco el paripé con el señor y lo encierra en una caja de madera. Ella se mueve alrededor luciendo piernas y zarandeando sus caderas para dar vistosidad a un espectáculo muy visto. Acaba colocándose junto al ilusionista para pasarle las afiladas espadas que él introduce sin gracia. Al final llega a sacar algunas manchadas de sangre, pero ella está genial, mantiene todo el rato su encantadora sonrisa.

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EL MIURA

Antes de salir adopto la apariencia de Frascuelo Segundo. Si lo que quieren es marcha, la tendrán. Sin que nadie me vea, paso a verle en los chiqueros y le musito a la oreja una copla de Rocío Jurado, la Chipionera, eso lo relaja. Le acaricio el lomo con mi montera y le digo que no rehúya rematar sus suertes, que confíe en mi lidia y que no tenga miedo, yo estaré a su lado dando los capotes precisos para que el público disfrute. Que los ignore, y que, sobretodo, no se ponga panza arriba, nadie debe notar que nos apreciamos.

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PALABRAS

No merecía su perdón. Le había faltado al respeto y me arrepentía cada día por ello. Fue una tontería sin importancia y, aun así, sentía que había roto el vínculo sagrado por el cual nos comprometimos el día que nos dimos el “sí quiero”. Me gustaría contárselo para aliviar mi angustia, pero sabía que, por muy bien que se lo explicara, ella no lo entendería. Estuve varias semanas dando largos paseos y pensando sobre el tema, convencido de que debía existir una combinación de palabras concretas que en un orden específico podrían aclarar mi error, pero era incapaz de encontrarlas.

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MOMENTOS DE FELICIDAD

Cada vez que el crítico gastronómico visitaba un restaurante usaba sus cualidades para valorarlo. Lo primero que hacía era sonarse bien la nariz, el no hacerlo podía afectar significativamente el sabor y, por lo tanto, hacer una mala crítica. Nada de vino, agregaba sabores, era mejor el agua porque los aclaraba. Comía pequeñas raciones y las masticaba muy bien para sentir como surgían nuevas sensaciones y se desvanecían otras. Lo anotaba todo en una pequeña libreta, y al final, con discreción, pagaba y se iba. En su casa, donde nadie le veía, degustaba latas de dudosa calidad, y también era feliz.

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NO QUIERO DECIR NADA

Hoy es el día internacional de la sonrisa. Qué alegría, qué maravilla. Hay días para todo, pero no quiero decir nada por no herir sensibilidades. Pienso sobre semejante patochada y, por desgracia, me corto de cuajo el dedo índice con el cuchillo del pan mientras me preparo un bocata de chopped. También podría proponerse el día de los dedos cortados y hacer un día especial por ello, o el día del chopped. Pero no quiero decir nada, me pongo pálido, pierdo mucha sangre y estoy a punto de desmayarme. Pero eso sí, con una sonrisa.

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VELOCIDAD

Fotografiar la velocidad no es nada fácil, diría que imposible, pero hay fotógrafos que creen capturarla cuando toman la instantánea de una bala al disparar un revólver o realizan una fotografía justo antes de que un suicida impacte contra el suelo. La imagen que reproducen es espectacular –sobre todo la del suicida-, pero nada tiene que ver con la velocidad porque la congelan en esa fracción de tiempo. Es posible que el verdadero mérito radique en estar ahí mismo para fijar lo impactante. Y luego, tranquilamente en casa, es cuando observan la estampa y recrean el movimiento en su mente.

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COMPLICIDAD

Había varias monedas en los bolsillos de mis vaqueros cuando mamá los puso en el bombo de la lavadora. Era culpa mía no vaciarlos, pero su obligación también era revisar la ropa sucia antes de lavarla. Las averías eran continuas debido a esos descuidos, y para que la bronca de mi padre no recayera toda sobre ella, yo reconocía parte de la culpa. Las reparaciones eran caras y el fontanero ya parecía como de la familia por sus continuas visitas. La última vez no nos cobró, pero sentó a mi madre sobre la lavadora para aprovechar el traqueteo del centrifugado.

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DESCANSO ETERNO

Estaría genial un periodo de descanso en un nicho acolchado, como yaciendo muerto, para desaparecer un tiempo de ti mismo y que todos creyeran que estás de vacaciones en una isla paradisíaca mientras tú permaneces allí estirado, sin notar que vives. Sería solo unos días, una semana a lo sumo, para volver con las pilas cargadas. La única manera de anular tu conciencia, o esa voz que te persigue allá donde vayas, es haciéndote mucho daño. De ahí que haya estado tentado muchas veces en volarme la tapa de los sesos y conseguir el ansiado descanso, pero al final siempre me achanto.

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REALIDAD O FICCIÓN

Si una chiquilla quiere comprar un ramo de flores a su abuelita por su cumpleaños y lo consigue con suma facilidad, seguramente es una satisfacción para ella y una alegría para su abuela, pero una trama muy floja para nosotros si tenemos que engancharnos con esa historia. En cambio, si la nieta decide apuñalar a su amiguita en un callejón cuando salen del colegio para robarle el dinero, parece que esa opción exagerada genera un conflicto más impactante que nos mantiene alerta, aunque con los tiempos que corren es más una realidad que una ficción.

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ESCLAVO DEL PIJAMA

¿Sabes qué es salir durante siete años seguidos todos los fines de semana? Cientos de viajes con mi buga a los polígonos más recónditos para desfasarnos con la música y el alcohol. Viernes, sábados e incluso domingos; siempre al pie del cañón. Todo por la fiesta, por echarnos unas risas, por acabar ciegos y, como no, por pillar cacho con alguna piba para contar luego los detalles erótico-festivos. Estamos muy unidos, siempre lo estaremos, y lo sabes, así que no te lo tomes a mal si por primera vez te digo que no me apetece salir. Ya llevo el pijama puesto.

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RAYOS X

Eres de las que miran fijamente, y eso está bien, pero intimida un poco. Examinas de tal manera a las personas ajenas a tu círculo que, sin darte cuenta, pareces una detective en busca de pistas, las escaneas de arriba a abajo con esa indiscreta mirada que no sabes disimular, y por mucho que te diga, no lo remedias. Queda muy feo cuando lo haces y preguntas en plan cotilla sobre sus temas privados. Te lo comento cariñosamente, y lo único que haces es escuchar atenta todo lo que digo, mirándome fijamente. Y eso está bien, pero intimida un poco.

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DUELO

Piensa en tu banda sonora favorita o en una mĂşsica que te motive. Si no puedes porque tienes la cabeza llena de negros nubarrones, prueba en hacer el muerto en las aguas de tu mente y piensa en verde, en un prado lleno de vacas pastando por ejemplo. O en blanco, en una guerra de bolas de nieve. O mejor aĂşn, en todos los colores y pinta un precioso paisaje en tu pensamiento. Si consigues evadirte en los detalles de esa Ăşltima imagen, aprovecha la circunstancia y, sin que noten tu amargura, entra con firmeza en la oscuridad del dĂ­a.

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CACHEAR

Un veterano agente de policía se ayudó de un implacable movimiento para separar los muslos de una mujer que no debía estar en el escenario donde se preveía el intercambio. Sin pensarlo y creyéndola sospechosa, la embistió por detrás levantándole los brazos para apuntalarlos violentamente contra un coche. Abierta de piernas, se restregó sobre sus nalgas mientras la palpaba de arriba abajo. Y con ese “savoir-faire”, la sujetó fuerte de sus caderas, le subió la falda y hurgó en lo más recóndito de sus bragas por si ahí escondía la mercancía. Pero no había nada, solamente un gran paquete.

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SONÁMBULO

Mi madre ha encontrado un remedio para que mi sonambulismo no se convierta en un peligro para mi. En ese estado me da por hacerme cortes con los cuchillos de la cocina y, más de una vez, me han encontrado fuera de casa, caminando como un zombi por la carretera con el riesgo de ser atropellado. Desde hace unas semanas, me acurruca en un saco de dormir que dispone sobre mi cama y lo cierra hasta arriba. Me dice que alegre esa cara, que es como ir de acampada, pero a mí, más bien, me parece una camisa de fuerza.

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DEBATE POLÍTICO

En un piso de estudiantes de Valencia, cuatro jóvenes esperan con ganas el debate sobre política nacional que emiten todos los sábados por la noche; se lo pasan en grande. Unas horas antes, como con el fútbol, beben cerveza, fuman canutos y se ponen a tono para estar ingeniosos. Disponen el sofá cerca de la tele, cogen posiciones y cuando aparecen los tertulianos que van a deliberar sobre la situación del país, eligen al que quieren interpretar y quitan el sonido del televisor. Con el que estudia Empresariales se tronchan; pone la voz del pato Donald a un señor de apariencia muy seria.

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TRASPLANTES

Es una buena noticia que a un hombre le hayan injertado tres plantas en su cuerpo. Gracias a los avances de la ciencia la operación se llevó a cabo como quien cuida un pequeño huerto. Le cavaron surcos en las zonas enfermas, las abonaron con un fertilizante especial, plantaron los esquejes elegidos y lo regaron con abundante agua. En poco, le brotaron unas preciosas hortensias en el lumbago de su espalda, se le entrelazó una parra leñosa en su brazo dolorido y en la pierna que cojeaba se apuntaló un robusto ciprés. El mantenimiento y cuidado era mucho más sencillo.

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EL IDIOMA DE LOS PÁJAROS

Ella no tiene habilidad ninguna para recogerse el pelo, está como muerta. Se lo deja suelto cuando la brisa entra por su ventana y se centra en la respiración de los peces de su acuario, en el ruido que hace su gato al moverse y en el frenético aleteo de un pequeño colibrí que entra confiado para posarse en su hombro. Sigue medio muerta cuando le introduce su alargado pico en la oreja y le bisbisea sonidos que nadie entendería. Pero, inexplicablemente, su gorjeo le cambia la cara, la hace sonreír y, al fin, sus ojos apagados se llenan de vida.

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CORTADO

Mientras me tomaba una cerveza escuché sin querer la conversación que dos mujeres mantenían en la mesa de al lado. Una le afirmaba a la otra que no se sentía culpable por incorporar a su dieta su propia leche materna, decía que era el único lácteo que le estaba permitido. Le contaba que la bebía regularmente y que su sabor era como la leche de coco. Pidieron dos cafés más al camarero, y al oírlo no pude impedir imaginármela con su teta fuera, exprimiéndola como quien ordeña a una vaca y convirtiendo, de ese modo, el café solo en cortado.

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GATO

Todos los días conduzco hasta el pueblo vecino por la carretera secundaria que los une y, cada vez, observo con perplejidad el cadáver de un animal muerto al que, seguramente, atropellaron al intentar cruzar. Parece un gato, pero no estoy seguro. Nadie se digna a quitar los restos y, al ser aplastados continuamente por las ruedas de los vehículos, está irreconocible. La cuestión es que por la forma podría ser un perro pequeño, una liebre o, como he dicho, un gato. Un día, decido detenerme para solucionar mi duda y descubro que efectivamente es un gato. Pero no está muerto, está desinflado.

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CATA DURA

Deberías airearte un poco, estás pálida. Las muestras tienen un olor potente y te estás saturando. Déjalo estar, puedes estar satisfecha. Como bien has dicho, la primera corresponde a pizza cuatro quesos. La siguiente es un guiso marinero del cual has identificado los ingredientes principales: pulpo, ajo y cebolla. Perfecto. A pesar de que la venda en los ojos te ha impedido ver el color rojizo, has reconocido la remolacha. Y los trigueros son inconfundibles, hasta yo los he percibido al destapar el envase. Me choca que no hayas averiguado lo que tú has comido oliendo tu propia muestra de orina.

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HACIENDA SOMOS TODOS

La joven insensata no sabía matarse. Lo intentaba con métodos que había visto en películas; como atiborrarse de pastillas, tirarse de un puente, colgarse de una viga, cortarse las venas, plantarse delante de un tren e, incluso, hacerse la ruleta rusa con un revolver. Procedimientos inútiles que solo consiguieron lesionarla sin alcanzar su objetivo. Un día, sin buscar nada, la muerte llamó a su puerta. Era el cartero con una notificación de Hacienda, una citación. Su maltrecho corazón no lo soportó, se quedó fría con la carta entre sus manos y sin poder hacerlo a su manera.

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BRASAS MALIGNAS

Durante las hogueras de San Juan descubrimos a un señor alto con dos chichones en la frente y un aro en la nariz al que las llamas no le producían dolor. Más bien lo contrario. Las acariciaba con deleite y, como quien espera una reconfortante ducha al final del día, se iba metiendo en ellas. Su carne chamuscada acabó por transformarse en una antorcha humana, y no paraba de reírse mientras condenaba a las personas que se aproximaban a su lumbre. Tardó bastante en hacerse brasa, pero cuando lo hizo aprovechamos para meter nuestra parrilla de longanizas y chorizos criollos.

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TRIBU

El chico que no tenía amigos se dispuso a vestirse. Se puso por primera vez una camiseta XL de los Lakers y encima una enorme sudadera de marca. Los pantalones también eran anchos, puestos dejaban ver la ropa interior. Las zapatillas eran bajas, muy vistosas y con una lengüeta grande. Se llenó de cadenas y colgantes, salió a la calle andando en suspensión y moviendo los hombros de lado a lado. Se encontró con el cabecilla del grupo y le hizo el saludo estipulado: palma, puño, dedos y codo, para acabar con un golpe en el pecho. Ya los tenía.

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PIEZAS

A su lado pasaba las tardes haciendo puzzles interminables, y en ese pique divertido por comprobar quien colocaba más piezas escuchábamos una música desordenada y sin sentido que jamás entendí. Era Jazz. Ahora es la banda sonara de mi vida y la que me ha animado a desplegar de nuevo uno de esos rompecabezas en la mesa del comedor. Me preparo una taza de té como solíamos hacer y, sin saber cómo, la tiro al suelo rompiéndola en mil pedazos. Se me eriza el vello y me quedo mirándolos con la mente en otra parte, esperando a que se reconstruyan.

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TELETRANSPORTACIÓN

Instantáneamente me vi en otro lugar, integrado en la actividad cotidiana de otros seres. Sonaba una música ininteligible que me obligaba a trotar alrededor de unos sencillos asientos de cuatro patas provistos de un respaldo, colocados de forma circular y sobre un manto de vegetación rasurada. Pude apreciar como aquellas criaturas se estremecieron al verme aparecer repentinamente entre ellos. Pero, aun así, continuaron con aquel extraño ritual que, al parecer, no permitía ninguna distracción. Seguimos dando vueltas y vueltas hasta que la música cesó de golpe y, rápidamente, como una avalancha, todos ocuparon los asientos. Yo me quedé de pie.

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LA CARTERA

Como último recurso me llamé al móvil desde el fijo. No podía haberlo perdido, no había salido de casa en todo el día. Dejé que hiciera los tonos pertinentes mientras me movía por las habitaciones en busca del rastro sonoro. Estaba solo, por lo que enseguida advertí su musiquilla característica en el comedor. Lo encontré tirado bajo los cojines del sofá, junto a una cartera que no pertenecía a nadie de mi familia. El móvil seguía sonando y, tentado por el absurdo, me dio por contestar a mi llamada. “¿Diga?”. Me quedé callado. Al otro lado se oía una respiración.

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ZOOILÓGICO

El mundo, a veces, daba señales de volverse loco. Prueba de ello era el caso de un joven gallego aparentemente normal que vivía aún con sus padres. No salía de casa los días de lluvia y viento, y atesoraba una valiosa colección de miniaturas de comida de plástico: hamburguesas, pasteles, frutas, verduras y hasta platos combinados. En realidad, su proyecto más ambicioso era abrir en unos años un zoológico de peluches a los cuales alimentaría con sus incontables reproducciones gastronómicas. No era extraño verlo trabajar con su ordenador y conectar un jugoso percebe en la ranura usb para recopilar información.

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EL GRAN HOTEL

En la copa del árbol más majestuoso del bosque abrieron un gran hotel para insectos. Era un lugar idóneo para la anidación de mariquitas, abejas, crisopas o avispas salvajes. También solían alquilar las habitaciones otros insectos algo más dañinos como pulgones, cochinillas u otros ácaros. De puertas para adentro no había problema, cada especie hacía su vida, pero cuando coincidían en la recepción del complejo hotelero, las peleas y trifulcas entre ellos llenaban el hall de cadáveres. El director del hotel no quería poner remedio a esos terribles conflictos porque, según él, evitaban posibles plagas en plantas y árboles próximos.

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HUY-HUY

Me despierto por un croc-croc interno que me remueve las tripas, corro al baño ay-ay, levanto la tapa y choff-choff, justo uff-uff, un prop-prop ruidoso me desatasca, me alivia oh-oh, dejo correr el agua del grifo, doy un sorbo glupglup, presiono el jabón líquido xhiff-xhiff y me limpio las manos, las seco a golpes placa-placa en mi cara y el cogote, me despeja, me miro al espejo, estoy blanco, olisqueo, sniff-sniff, que asco, mete tufo puaj-puaj, me marea, meto dos flus-flus al aire con la colonia jeje-jeje, mejor, vuelvo a la cama, me duermo zzz-zzz, otro croccroc, huy-huy, no llego.

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ABUCHEOS

Estiré todo lo que pude un calcetín que no tenía pareja. Su tejido elástico se tensó casi el triple de su longitud y, esperando el ruido del desgarro, en su lugar sonó un sonido pomposo propio del descorche de una botella de cava: ¡Ploff!. Había obtenido otro calcetín idéntico, se había duplicado como en una mitosis. Observé mi proeza y los expuse en el atril para que se vieran, me di besos cargando las puntas de mis dedos y enganché una enorme medalla dorada en mi frac negro. Luego me incliné al público con una reverencia, esperando los aplausos.

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UTILIDADES DEL CAVA

Debemos agitar la botella como una maraca para multiplicar el efecto de las burbujas y del chorreo. Retiraremos el envoltorio de papel metálico y, con una mano firme en el cuello de la botella, haremos lo mismo con el bozal de alambre que retiene el proyectil de corcho. Hay poco tiempo, por lo que es importante no perder de vista el blanco fijado durante la celebración, así, cuando lo apuntes, el tapón impactará a lo bestia contra él. Podemos tener una copa al lado para aprovechar la bebida que salga a borbotones y celebrar si el disparo ha sido certero.

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HACER UN FAVOR

Me endulzas desmesuradamente cuando quieres pedirme un favor. Siempre lo haces. Me untas con una sabrosa mantequilla y luego me esparces mermelada de arĂĄndanos como si fuera una tostada. Me pones carita de gata, sacas tus garras y con esos ojazos me lames enterito. Como ves que no me tienes, chorreas mis pies con miel de romero y te los comes lasciva. Solo cosquillas. Pruebas con nata montada en el cuello, Nocilla en las orejas y esos chispeantes Petazetas ahĂ­ abajo, en la entrepierna. Con la humedad de tu boca siento como explotan y me digo: venga va, lo que quiera.

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SELLOS

No enviaba cartas, solo daba lametones a los sellos antiguos que guardaba en cajas. Los relamía hasta que la saliva tomaba un sabor amargo debido a esa goma rancia, comparable -para mí- a un buen puro o a un gin tonic con mucho limón. Los disfrutaba en la terraza, sentado en mí hamaca, observando las formas que adoptaban las nubes. Me quedaban pocos, para una semana a lo sumo. Ahora los fabrican todos adhesivos, nada placenteros de chupar, insípidos. Unos compañeros de trabajo me hablaron de las gomas de borrar Milan y los champús con aromas florales como posible sustitutivo.

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CIUDADES

La ciudad donde viví no había sido objeto de ningún saqueo o combate bélico, simplemente llevó una conducta inadecuada y, en consecuencia, se quedó despoblada, sin vida. Su enfermedad fue como un dominó de órganos internos que la llevaron a la muerte; la convirtieron en una ciudad fantasma. La naturaleza fue reclamando el terreno a los edificios deshabitados y las plantas introdujeron sus poderosas raíces en las paredes, pavimentos y muros que la conformaban. Evidentemente me fui de allí. Ahora vivo en una ciudad que tiene calles efervescentes en verano y calles desiertas teñidas de líneas azules discontinuas en invierno.

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MANERAS DE PONERSE UNA CHAQUETA

Había once maneras de ponerse una chaqueta; y cierto es que el señor Esteban empleaba una de ellas. Cada mañana, una vez vestido, abría el armario y cogía su favorita, una de pana con botones. Iniciaba el proceso cogiéndose los puños de la prenda que iba inmediatamente debajo de la chaqueta -normalmente un jersey de cuello alto- e introducía por la correspondiente manga uno de los brazos (primero el derecho) y luego el otro. Se la ajustaba bien y la abotonaba; le quedaba pintada. Y sí, era una manera efectiva y correcta de ponérsela, pero muy aburrida. Igual que él.

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ORDENADOR «PERSONAL»

El otro día enterramos al ordenador. Le hicimos una sencilla ceremonia en el jardín para despedirnos de él y le dimos sepultura junto al ciprés. Fueron seis años intensos. Papá, últimamente, lo espabilaba cada mañana como podía: primero le daba a la tecla “Esc”, enseguida a “F9” y luego seleccionaba una de las opciones que el médico de computadoras le había recomendado para mantenerlo con vida. Murió de sopetón, colgándose por completo y sin poder intervenirlo. Afortunadamente pudimos transmitir sus conocimientos a otro más nuevo y veloz, pero mi padre aún sigue de luto sentado junto a su tumba, llorándole.

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MOMENTOS ETERNOS

El muñeco fue el primero en cerrar los ojos. Luego lo hizo el ventrílocuo que le daba la vida en el escenario. Le siguió el público que contemplaba el espectáculo desde los butacones del teatro; todos se abandonaron a un sueño inmediato. Las calles próximas también cerraron sus párpados y la ciudad se paralizó como quien pulsa la pausa del mando a distancia. Esa alteración continuó a nivel global hasta sumir a toda la humanidad en un estado parecido al coma. Y fue entonces cuando decidí bajar para observar in situ y sin agobios que había fallado en mi creación.

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FAMILIA

No me acostumbraba a estar en el salón, en una casa, con una mujer y dos niñas. Observaba la situación sentado en el sofá, haciendo como que leía el periódico. La televisión daba las noticias y aquella mujer entraba y salía de la cocina con algo en las manos cada vez: primero una jarra de agua, luego cubiertos y servilletas, cuatro vasos, platos…preparaba la mesa. Olía a hervido; a coliflor. Las niñas me hicieron sentar en la mesa, y la mujer, con los ojos vidriosos y como si me conociera, me preguntaba cada noche cómo había pasado el día.

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EL REGALO

Como era el cumpleaños de mamá lo que íbamos a celebrar, y siendo en pleno océano como iba a ser, estábamos todos ocupados en buscar regalos para ella. Por casualidad, descubrí que la caracola de mar que ella usaba como instrumento para hechizar a los navegantes, si te la acercabas a la oreja y escuchabas con atención, además de guardar el sonido de las olas también emitía un arrullo casi imperceptible que desvelaba sus verdaderos anhelos. Descarté entonces el espejo recubierto de preciosos corales que encontré en el camarote 115 de un enorme trasatlántico que se hundió por un accidente marítimo y le regalé unos zapatos humanos que hallé intactos en ese mismo compartimento; por si decidía transformarse algún día y pisar tierra firme con el marinero de sus sueños.

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BIGOTE

Hice una búsqueda al Google de mujeres con bigote. Fue un impulso absurdo al que no había que buscarle el sentido, simplemente me vino y ya está. Me lo tomé como un pasatiempo divertido para navegar por la red, y comprobé que había cientos de entradas e imágenes relacionadas con el tema. Entre todas ellas descubrí un rostro familiar, el de mi hermana. Fue un hallazgo controvertido. Tenía un mostachito de hormiguillas, parecido al de Cantinflas. Pensé que alguien le había gastado una broma con ese programa de retoque fotográfico, pero al ampliar la imagen y examinarla concienzudamente observé que no.

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ARDER EN RISAS

Caí en la tentación de acariciar lentamente el hipnótico fuego que ardía en la chimenea de mi hogar, y lo primero que aprecié al quemarme la mano derecha fue el olorcillo a piel chamuscada. Luego, algo inaudito: empecé a reírme como un niño al que le hacían cosquillas. Era muy chocante y a la vez desternillante, por lo que decidí poner la otra mano para seguir disfrutando de aquella extraña situación. Me caían las lágrimas, colapsado y encanado por las irrefrenables carcajadas que iban consumiéndome en aquel infierno de llamas, sin apenas poder respirar. Muriéndome de la risa.

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FACEBOOK

El resplandor de las vías me tienta cuando se aproxima un tren a toda velocidad. También lo hace la altura de un rascacielos o el precipicio de un acantilado. Son situaciones escalofriantes que motivan mi acercamiento a los bordes. No por acabar con mi vida, sino por sentirla más intensamente. Mi corazón palpita a mil por hora cuando pendo de un hilo y siento que un paso en falso podría llevarme al abismo; aun así tengo la sangre fría de conectar la cámara del móvil, sonreír pletórico al objetivo y, con el brazo estirado, plantarme un selfie para compartirlo en Facebook.

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EL DESCUBRIMIENTO

La chica que movía su coleta como un helicóptero nunca enseñaba sus dientes. De hecho, nadie la había visto sonreír jamás. Tímidamente, se acercaba la mano a la boca para ocultarlas: cuando tenía que hablar con alguien o se comía la manzana del almuerzo en el patio del colegio. Pensé que llevaba aparatos o tenía muchas caries o le habían crecido colmillos o tenía halitosis o qué sé yo. Fuera lo que fuera tenía algún complejo y lo escondía. Hoy, a pesar del tiempo transcurrido, tengo una cita con ella y sigo sin conocer el misterio que encerraba su boca.

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OCUPACIÓN HOSTIL

Estoy sentado en un banco del parque viendo como una bandada de patos juega en el estanque. Me recreo en esa visión idílica hasta que un señor se sienta a mi lado sin saludar. Se limita a mirar al frente como una esfinge. Enseguida se sienta otro señor a su lado y hace lo mismo. Poco a poco el banco se va ocupando de extraños que van apretujándose entre ellos hasta acabar desplazándome a un extremo del asiento. Los miro iracundo, mudo de asombro. Se sienta otro. Cae la tarde en el parque y mis posaderas notan el húmedo césped.

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¡AGUA VA!

Un botijo se zarandea en el extremo de una viga por la vibración que unas pisadas ejercen al andar sobre ella. Por sorteo le toca al obrero más joven realizar la arriesgada tarea de ir a por él. Acepta sin rechistar y, sin mirar abajo y extendiendo sus brazos en forma de T, avanza como un funambulista hasta llegar al borde. Cauteloso recoge el recipiente de barro que mantiene fresca el agua mientras sus compañeros, en un lugar seguro, aplauden su coraje al someterse a tan despiadado reto que, finalmente, acaba en traspiés y les priva de echar un trago.

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FAVORES

El actual barbero que me corta el cabello en el pueblo tiene pluma y entona canciones de la radio mientras hace su trabajo. Lleva el ritmo con el pie, mueve la cabeza e incluso silba cuando no se sabe las letras. No es muy hablador, y eso se agradece. Los anteriores que tuve siempre iniciaban las conversaciones preguntándome sobre mi vida personal, pero este es diferente, va a la suya. Hace unos días, por curiosidad, le pregunté si los barberos se cortaban ellos mismos el cabello o hacían algún intercambio de favores entre ellos. Me respondió que se hacían favores.

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VIGILANCIA

Visto desde arriba, los usuarios de la ciudad eran como colonias de hormigas que se movían de casa al trabajo y del trabajo a casa. Los fines de semana ese rutinario movimiento cambiaba; se movían muy poco o incluso se mantenían quietos. Si hacíamos un zoom al grupo de viviendas arquitectónicamente semejantes y elegíamos una al azar, podíamos espiar a través de la ventana a una familia mientras desayunaba, y constatar como uno de los miembros, el más joven, observaba sorprendido la pantalla de su móvil donde un mensaje wassap anunciaba que su amigo Manuel acababa de abandonar el grupo.

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APOGEO Y DECADENCIA

La inestable vida de la famosa cantante pop que había alcanzado los peldaños más altos en el mundo de la música y había sido considerada por la crítica como un portento de la naturaleza capaz de fascinar a todos con la electricidad de su voz y el sensual zarandeo de sus caderas, sentía que ciertamente ya no era el centro de las miradas ni era valorada como antes, por lo que tras un tiempo sin aparecer en los medios, hoy, ha vuelto a brillar con luz propia declarando en una rueda de prensa que se ha puesto un tercer pecho.

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LA MADRE

Una madre cansada de la vida se despierta inestable, con ganas de acostarse de nuevo, pero no lo hace porque sus hijos alborotan en la cocina, quieren el desayuno. Se ve ojerosa en el espejo del baĂąo, se asea y respira hondo. Se pellizca la cara, se dice a si misma que debe controlarse y, forzando una sonrisa, se dirige a la cocina. Al llegar acaricia -sin estrangular- los cogotes de los gemelos, ignorando la batalla campal con los cereales. TambiĂŠn consigue dominarse y no zurra a la pequeĂąa. Tan solo le sugiere amablemente que quite los deditos del enchufe.

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LA SOLISTA

Ocho y media de la tarde. Me visto elegante para el concierto. Un taxi me lleva al Auditorio con el tiempo encima. En el camerino desenfundo la flauta, caliento rápido con algunos arpegios y al oír los aplausos salgo al escenario. Me sitúo delante de la orquesta y, junto al director, saludo al público presente. Baja la batuta y empieza el concierto. Tengo la capacidad de estar en otra parte mientras interpreto la partitura, por lo que repasando mis últimas acciones antes de salir de casa me temo que con las prisas no he cerrado la clavija del gas butano.

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