Boulevard Magazine

Page 72

EL ENCUENTRO

I

Luis Farías Mackey

nadvertido llega el amor. Cuando nadie lo espera y nada se busca, cuando nada se pide y nada se exige, cuando no hay posesión ni comparación, cuando nada se cela, ni se teme; cuando no hay ansia, cuando todo deseo está ausente. Hay personas que se buscan de por vida, como si para ello hubiesen nacido, como si buscarse fuera su karma y encontrarse el paraíso. Viven presintiéndose en cada instante, adivinándose en toda sombra y sospechándose en fríos crepúsculos. Caminan a ciegas tras pistas inconexas, desatinos e infortunios. Se vislumbran en lo triste de sus miradas, se intuyen en sonrisas plagadas de decepción, se deliran en insomnios y besan en sueños; pero jamás se reconocen, así choquen de frente, porque se ambicionan y buscan en el deseo que somete su mente con una idea preconcebida que los ciega a ver el amor en todo lo que les rodea. La mente destruye el amor porque piensa en primera persona: Yo soy, Yo deseo, Yo quiero, Yo poseo, Yo celo. Cuando observamos algo maravillosamente bello, como el amanecer, nos olvidamos por un instante de nosotros mismos y entonces sólo existe la belleza de lo observado; por el contrario, nuestras pasiones siempre responden a algo, tienen una causa, delatan un apego y, por ende, la presencia del Yo. Por tal son falsas. Desde el momento que buscamos, nuestra pesquisa responde a la idea que el Yo se ha hecho –atado a sus deseos y temores, a sus filias y fobias, a su mezquindad e insignificancia– de lo ansiado. Pero la única y verdadera pasión sólo puede surgir en el olvido total del Yo. De igual forma, el amor aflora cuando uno no está, cuando el Yo y sus apegos han dejado de eclipsar la luz y presencia de todo lo demás. Pero casi nunca es así, porque cuando la mente quiere algo establece un patrón con base en todo lo que hay en su conciencia, y una vez creado el patrón la mente queda atrapada en él. El deseo congela y somete la mente y aísla a los seres. La naturaleza del Yo es de aislamiento. Nuestro ego se supone absoluto, diferenciado y separado de todo lo que Es; monada aislada, hermética e incomunicable que se piensa centro acabado de un universo reducido a su ridícula pequeñez. Voraz, ambicioso e insaciable, carcomido por el deseo, nuestro ego se aísla y repele el amor, porque donde el Yo habita éste no florece. Cuando dos almas verdaderamente se tocan prevalece en su contacto lo fortuito de su circunstancia y el desmayo de sus ansias y presagios. En ese momento ninguna busca, sus Yos, aislados y aislantes, están ausentes y libres de la carga de paradigmas; no hay en su conducta patrones aprendidos, ni incómodos fantasmas. Se encuentran vírgenes de sociedad y libres de ataduras, conductas cultivadas, temores heredados, paraísos inventados, infiernos amamantados. Son, simplemente son; sin afeites y sin complejos, sin príncipes azules ni bellas durmientes, sin medidas, expectativas y fronteras. Se encuentran, reconocen y aman porque no se buscan, porque sus Yos no están ahí para eclipsar con sus recuerdos y deseos la luz del otro. En un momento único hacen sinfonía con la armonía del universo. Son, sin saberlo, el universo mismo. La modernidad confunde el sexo del Nirvana con el de arrabal; si bien ambos transportan al individuo más allá de los límites de su ego hermético, son dos maneras diversas de trascender: por la primera se trasciende el Yo, el tiempo, el movimiento, la distancia y el aislamiento en el abrazo de dos en la Divinidad, donde el Yo profundo es idéntico al principio universal: “Tat Tuam asi” (Tú eres Eso). Por la segunda se exacerba el Yo hasta niveles subhumanos de total alienación. Por igual se ha perdido la dimensión infinita de lo efímero y finito del momento de amor que en sí encierra la eternidad toda, ya que la vida hay que vivirla de momento a momento sin buscar repeticiones ni perdurabilidad. Hay que saber tocar en el amor la plenitud sin tiempo, sin movimiento, sin espacio; tocar la eternidad sin que el Yo se obstine en reducirla a la cárcel del tiempo que todo marchita. Jamás podrá la mente entender el amor porque éste es un estado del ser que la mente lo más que puede hacer es describir o nombrar, y el nombre jamás será lo nombrado. Y si la mente no puede entender el amor, menos lo puede recuperar en el recuerdo, encapsular en la memoria o congelar en paradigma. Hay que aprender a vivir el gozo del instante vivido, sin sufrir el inútil y suicida dolor de su imposible repetición, o la amargura de su permanente y falsa representación. El amor, como la vida, hay que vivirlo de momento a momento, cada uno como nuevo, único e irrepetible, como si naciésemos a cada instante y todo fuese, como lo es, desconocido e impar.

Santos, beatos, paganos y cobardes; una mitad de tontos, otra mitad de hipócritas

E

Yauyen Hiporto Gozenz l consuelo se consuela en la soledad y el viento, arremete fiero y voraz con las tropelías del infierno en la tierra; bueno o malo, noble o tonto, manso o menso; socializado el bien, se confronta con el mal, pero ahora, en este tiempo, se ha vuelto lo malo en bueno y lo noble en malo. Valores éticos o Etiicidad Maltrecha; porque hoy se respira pútrido el aroma de los cielos, el silencio de los templos, la magnanimiedad de los egregios; hoy suenan vacías, las Sonatas, las Romanzas; hoy suena igual o qué más da, el “affetuoso”, el “Minuet”, el “allegro” o el “adagio”; la “capella” o el “concierto”. Hoy, se vive sin respirar y se respira sin aliento, hoy lo mismo da, el que viene o va. Ayer, que fuera de pocos la ilustración magnánima y elevada, hoy, es de pocos o no es de nadie, sin pena o enfado, porque total, ¡ahí se va! Ayer se cuestionaba Sor Juana Inés de la Cruz: Que quién era más de pecar, “… si el que peca por la paga, o el que paga por pecar…”; pero hoy, ninguno peca, ninguno paga; hoy la carne, no se degusta, por que hoy: “… ¡se traga… por tragar..!”. Hoy se mata, sólo para ganar la gloria y el aplauso vano, y con un “Poder Ajeno”; se humilla más por soberbia pura, y se castiga sin juzgar, porque el más cruel otrora, hoy es el más cabal y aquél que honró su vida, bajo el velo siempre de la honestidad, hoy es un neófito tonto o palurdo imbécil, que navega en barcos oxidados, por los mares de vaguedades necias, que no cuentan glorias, que no llenan bolsas. Hoy, se camina con el estandarte de la falsía cobarde que se anima, por que la Ley es un texto con letras muertas para el que Juzga y Castiga, pues éste se arroga acciones ajenas, para que gane siempre, no el que le expresó en “los Hechos” sus penas y con preceptos Legales, le fundo sus males, si no el que con dinero, le llena de Frutas el Huerto, con los que le paga sus “favores”, por enderezar entuertos. Hoy, en la traición, se navega en el kayak, por los rápidos ríos del espectro radioeléctrico y se presume a cual más, como el más capaz de su sinrazón y gritan los ilusos y los tontos brillan al compás que les dicta su estulticia y los hipócritas callan al son de su descerebrada dislexia. Hoy, vivimos la “Cultura de lo Absurdo”, y ésta tiene un signo Cabal que es: “la Indiferencia”, donde la Buena Sonrisa, hoy es “Debilidad” que se Contagia y la Bonomía, hoy es un signo fatal en “Decadencia”. Y así también, la Caricia “Tierna” que ayer se expresaba, al ser amado que se iba o que llegaba, ahora es mal vista y se rechaza, porque es considerada: Lésbica o Lasciva, perversa, o mal intencionada. Hoy el triunfo transita sobre cuatro ruedas de caucho negro, con máquina grande o pequeña, que quema el gas que se eleva y envuelve al ser y lo embrutece y a la tierra la va dejando maltrecha. Por eso hoy la Gloria se mide y corona, por el modelo que dice el año de su oferta. Hoy, la ironía, hace claudicar a la paciencia y la desfachatez difumina la galantería; mientras ayer, subía y bajaba, el tono de las sonrojadas mejillas de la Dama Cortejada, por una palabra o acaso, por una blanca y romántica caricia dada, hoy en día, se entrega la “Castidad” cual si nada, con éste o aquél o el que le haga, sentirse “Mujer Deseada”. Ahora, a dónde irá la Vida Loca que se entrega, en aras de morir entre la nada, llenos de alcohol y carcajadas, que repletas de ironía, van socavando las desdichas a las “Generaciones Postreras”. En fin, cantaba mi Viejo: “…camina, camina, esqueleto, que al fin la vida comienza mañana…”.


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