Aportes andinos a nuestra diversidad cultural

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Aportes andinos a nuestra diversidad cultural. Capítulo 5. La inmigración andina en el siglo XX

la Provincia, con lo que se inicia en este campo del saber, dedicándole la mayor parte de su tiempo. Así, en 1911 publicó Historia de la República del Tucumán, y luego de algunos trabajos menores y un viaje a Sevilla para investigar en el Archivo de Indias, lanza su segundo libro, El Tucumán del Siglo XVI (1914). A éste le siguen en 1915 El Tucumán colonial, y en 1916 Historia del descubrimiento de Tucumán. Se ha sumado mientras tanto al proyecto creador de la Universidad de Tucumán, cuyos cimientos se pusieron en 1913. En 1914 lo vemos integrando el Consejo Superior de dicha Universidad en construcción e integrando su plantel de profesores. A todo esto, había obtenido ya la carta de ciudadanía argentina. En 1817 publica en Buenos Aires su segundo poemario, Los sueños son vida. En 1821 regresa a Bolivia, tras aceptar el cargo de Ministro de Instrucción Pública, Guerra y Agricultura. Fue luego enviado a Ginebra como delegado de Bolivia en la Liga de las Naciones. Al regresar a Bolivia, la Universidad de La Paz le otorga un doctorado Honoris Causa. En 1922 asume como Ministro de Relaciones Exteriores, y luego va como ministro plenipotenciario a Chile, para pasar a continuación con un cargo semejante a Estados Unidos y México. En 1924, con motivo del centenario de la batalla de Ayacucho, se traslada a Perú como embajador extraordinario, y es condecorado por ese país con la Orden del Sol. Después de otras misiones destacadas, en 1927 abandona la carrera diplomática, regresando a Argentina, donde en 1928 publica su drama histórico Los Conquistadores. La Real Academia Española lo nombra miembro correspondiente. Volvió a instalarse fugazmente en Tucumán, donde en 1932 se le ofreció la presidencia el Consejo Provincial de Educación. Al ser designado miembro de la Academia Argentina de Letras, viaja a Buenos Aires a pesar de estar enfermo. Fallece en esa ciudad el 24 de abril de 1933. Sus restos, junto con los de su padre, fueron trasladados a Bolivia, donde reposan en la Catedral de Potosí.

2. Breve historia de la inmigración boliviana y peruana a Argentina

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Como se vio, durante la Colonia y primer cuarto del siglo XIX Argentina y Bolivia formaban parte de una misma nación, y las “provincias” altoperuanas gozaban de igual rango que las argentinas, e incluso se las privilegiaba, por la enorme importancia económica de las minas de Potosí y el prestigio intelectual de la Universidad de Chuquisaca. Vimos también en qué medida el Alto Perú aportó a nuestra Independencia de España, hasta que por el notorio desinterés de Buenos Aires, y para no ser incorporada al Perú, esa región decidió erigirse en una república independiente en 1825. Los lazos parecieron entonces distenderse, con una consecuente disminución de los flujos de personas en una y otra dirección, tiempo en el que seguirá destacándose el comercio de mulas del Noroeste hacia las minas de Potosí, en largos arreos que tardaban seis meses. Ni siquiera cuando Argentina alcanzó la unificación nacional y abrió anchas sus puertas a la inmigración extranjera, los países vecinos y Perú gestionaron planes de colonización para ellos. Aunque de hecho, tan generosa invitación estaba exclusivamente

orientada hacia la población blanca de los países centrales de Europa, pues pareció desvanecerse ya por completo el americanismo de los tiempos de la Independencia. En el siglo XX, en Argentina hubo numerosos presidentes y gobernadores que eran hijos o nietos de españoles, italianos y hasta de siriolibaneses, pero no descendientes de bolivianos y peruanos, como lo puntualizó un entrevistado. Es que nuestro país había resuelto crecer de espaldas a América, hasta el punto de que el verbo reflexivo “latinoamericanizarse” estaba colmado de una connotación negativa, equivalente a una lamentable decadencia o estrepitosa caída. Tal actitud empezó a cambiar recién, y de a poco –porque aún sigue siendo resistida por un gran sector de la población–, en el último cuarto de siglo, con los procesos de integración regional, que dieron nacimiento al MERCOSUR y luego a UNASUR. La inmigración de los países andinos es muy modesta si la comparamos con la europea, la que a partir de 1880 se dio como un verdadero aluvión. A causa de ella, y no de la modesta migración de los países vecinos, en 1914 llegó a haber un 30 % de población extranjera en el país, mientras que en la ciudad de Buenos Aires alrededor de la mitad de sus habitantes eran extranjeros, y la otra mitad en buena parte hijos de ellos. Estos grandes contingentes europeos vinieron así a fortalecer la ideología blanca, europeizante, que predominara hasta entonces y en buena medida sigue dominando el país, y que explica que la mayor discriminación proviene hoy de los descendientes de estos italianos y españoles, como lo señalaron algunos entrevistados. Sin embargo, estos inmigrantes de los países vecinos nunca fueron aluvionales. Desde 1969, fecha del primer censo, hasta 2001, los inmigrantes provenientes de los países vecinos y del Perú oscilaron entre el 2 % y el 3 % de la población total del país. Hacia 1960, la inmigración europea había cesado, pues sus principales componentes, los italianos y españoles, encontraron destinos más tentadores que un país que se debatía en una angustiosa inestabilidad económica, y que, como consecuencia de ello y de una brecha social, que llegó al 41 %, se sumergió en la violencia armada. Se vio asimismo que muchos hijos y nietos de esos inmigrantes reivindicaban su nacionalidad de origen para regresar a Europa y poder trabajar allí sin problemas. Lo que motivó un incremento de la inmigración de los países vecinos fue la implementación a rajatabla del llamado Consenso de Washington en todo el continente, que destruyó las economías regionales y dejó a millones de persona en la mayor zozobra. Para peor, este plan sistemático de demolición de toda base de la independencia económica se rodeó en nuestro caso del mito, propio de mentes colonizadas, de que estábamos ingresando al Primer Mundo, y que como todo país que por su bonanza atrae a los extranjeros, nosotros teníamos a los bolivianos y paraguayos, así como Estados Unidos tenía a los mexicanos y centroamericanos. La inmigración boliviana empezó a darse hacia el año 1875, y tuvo un leve incremento con la llegada del ferrocarril. Durante la Guerra del Chaco, muchos indígenas del Oriente boliviano cruzaron la frontera, huyendo de los ejércitos beligerantes. Se hizo ya notoria hacia mediados del siglo XX, aunque en su casi totalidad era estacional y no definitiva. De Villazón partían trenes repletos de trabajadores temporarios que venían a la zafra azucarera de los ingenios del Noroeste. Poco después, en una segunda etapa,

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