Aportes andinos a nuestra diversidad cultural

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Aportes andinos a nuestra diversidad cultural. Capítulo 4. Los Collas

Carga a veces petacas de cuero llenas de oro y plata. Interviene en todos los actos de la cría y no hay dios que no le obedezca. Protege especialmente a los guanacos y vicuñas. Toda la naturaleza es el templo de la Pachamama, pero las apachetas conforman los centros principales de su culto. Son montículos de piedras que van formando de a poco los arrieros y viajeros a orillas del camino o en las encrucijadas, casi siempre en las cumbres. También se hacen apachetas a la entrada de los campos de cultivo y los corrales. Allí se depositan las ofrendas, que consisten en coca o llicta, el acullico, tabaco, chicha u otra bebida fermentada. Pero puede propiciársela en cualquier parte, dándole de beber, comer o fumar. Lo más común es volcar un poco de chicha en la tierra antes de tomar, aclarando que es para ella, o depositar la ofrenda en un hoyo cavado en la tierra. Tal ceremonia se denomina “la Corpachada”, y se realiza especialmente el 1º de agosto, que es su día. Otra ofrenda importante es la que se le hace durante la señalada. Los trozos de orejas que se cortan al ganado son puestos en un tarro o porongo, el que se entierra. Se echa encima una piedra blanca por cada animal que la persona posee. También le atribuyen una importancia especial a Inti, o Tata Inti, el Padre Sol, el que junto con Killa, la Luna, eran objeto del principal culto en el Incario, como ya vimos. También Illapa, representación del rayo, el relámpago y el trueno, sigue pesando en el imaginario de los habitantes de los altiplanos y valles interandinos del Noroeste argentino, donde es temido por su poder destructor. Se dice que cuando un rayo cae cerca de una persona, sin matarla, le transfiere poder curativo, y pasa a ser venerada como un agente benéfico para la comunidad.

3. Los Collas hoy

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Los Collas –o también Kollas– son hoy la segunda población indígena del país, aunque pasaría a ser la primera si todas las personas de este origen se reconocieran como tales. En el primer lugar estarían los Mapuche, pueblo que ha alcanzado asimismo un mayor grado de conciencia y desarrollo, lo que le permite acompañar a los Collas en la primera línea de la lucha de los pueblos originarios, aunque últimamente los chaqueños, y en especial los Tobas o Qom, se están mostrando muy combativos. Todos estos grupos van dejando de ser una humanidad sumergida, casi invisible, para constituirse en una fuerte presencia social, y también en una parte insoslayable de nuestro patrimonio simbólico. A pesar de la pobreza, la marginalidad y su escaso conocimiento de los códigos de la modernidad occidental, que se les presenta como “la” civilización, están lejos aún de convertirse en cosa del pasado. Su valiente resistencia cultural a la barbarie económica que se les impone como una necesidad del progreso, nos está marcando más bien la delgada –por ahora– senda del futuro, como lo ponen de manifiesto las experiencia de Bolivia, Chiapas y otras partes de América. La cultura Colla –la que opera hoy como un fuerte nexo entre Argentina y Bolivia, y por ser parte de la civilización andina también con el Perú–, constituye una pieza insoslayable no sólo de nuestra diversidad cultural, sino también de nuestra identidad

“El Ekeko”, dibujo de Luis Scafati. El culto a esta deidad aymara de la abundancia entró en Argentina con la migración boliviana.

como argentinos, pues fueron los representantes del principal proceso civilizatorio precolombino de América del Sur. Por otra parte, no están empeñados en “conservar” su cultura, sino más bien en potenciarla para alcanzar su propia modernidad, desarrollando y no traicionando sus raíces andinas. Esto se ve claramente en Bolivia y también en la Quebrada de Humahuaca, donde a las reivindicaciones culturales, formuladas con el entusiasmo de quien cree plenamente en su identidad y la valora, se suman las políticas, que apuntan al reconocimiento pleno de los derechos consagrados por la reforma constitucional de 1994, en su artículo 75, inciso 17. Luego del culto a la Pachamama, al que ya nos referimos, el Carnaval constituye acaso su más importante manifestación cultural, el que en Bolivia alcanza su apogeo en el Carnaval de Oruro –declarado por la UNESCO Patrimonio Cultural Inmaterial de

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