Formación Cívica y Ética para el maestro

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Olvidemos las maravillas de una técnica y que amenazan con la destrucción y a nosotros nos hostiga con la miseria. No está allí nuestro camino; no es la ciencia de los modernos que nos ofrecen la idea de salvación, sino el humanismo de los antiguos lo que nos abre una esperanza. Aquí estamos, con nuestro presente y nuestra historia. Con un pasado poderoso a enseñar-

nos las posibilidades de un futuro verdaderamente nuestro. Sirvamos pues; hagamos nuestro oficio de hombres; con la humildad de la verdadera conciencia, que es la sabiduría, aprendamos, despiertos la humilde tarea de la colaboración humana, que preservará a nuestro país y, después, a nuestro planeta, de los acometimientos de la indolencia y la soberbia. Vea: Humanismo de Palenque. Museo Virtual. www.humanismodepalenque.unam.mx Museo Virtual de la Cosmogonía Antigua Mexicana. www.bigbangmex.unam.mx

La dignidad, eje de la condición humana Juliana González Valenzuela Profesora Emérita Facultad de Filosof ía y Letras, UNAM Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana [Declaración Universal de los Derechos Humanos], ¿qué ha de entenderse por dignidad humana? ¿Qué lleva implícita la idea de dignidad, tan recurrente, tan constantemente invocada, dejando tácitos sus significados? Sabemos que la etimología latina de “digno” remite primeramente a dignus (-a —um); “dignum es sinónimo de decet” y su sentido es “que conviene a”, “que merece”; implica posición de prestigio, “decoro” en el sentido de excelencia; corresponde, en su sentido griego, a axios (άξιος), digno, valioso, apreciado, precioso, merecedor. De ahí deriva dignitas: dignidad, mérito, prestigio, “alto rango”. “Dignidad”, así, parece tener significado en varios órdenes: axiológico, ontológico, trascendental, ético y jurídico-político. En sentido ontológico puede considerarse como el valor propio del ser humano, distintivo de su especificidad, de su naturaleza propia o esencial y de

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su grandeza, cifrada fundamentalmente en su libertad. Dignidad, libertad y humanidad se corresponden expresamente en las concepciones del humanismo renacentista, y en especial en la tan conocida Hominis dignitate oratio (Oración sobre la dignidad humana) de Giovanni Pico Della Mirandola, donde el “supremo artesano” crea al hombre diciéndole: No te dimos ningún puesto fijo, ni un rostro propio, ni un oficio peculiar, […] para que el puesto, la imagen y los oficios que desees para ti, los tengas y poseas por tu propia decisión y elección. Para los demás [seres] hemos prescrito una naturaleza contraída dentro de ciertas leyes. Tú, no sometido a cauces algunos angostos, te la definirás según tu arbitrio. […] Te coloqué en el centro del mundo, para que volvieras […] la vista a tu alrededor y miraras todo lo que hay en este mundo. Ni celeste, ni terrestre te hicimos, ni mortal, ni inmortal para que tú mismo, como modelador y escultor de ti mismo más a tu gusto y honra, te forjes la forma que prefieras para ti. Podrás degenerar a lo inferior […] podrás realzarte hasta los órdenes superiores de la vida por tu misma decisión.

Bloque 2

Supeditemos, en el sentido más amplio, la necesidad de comer, al deber de no matar, y olvidemos las maravillas de la civilización que ha llevado al mundo a la pugna al parecer sin posible conciliación.


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