Español 5to. Grado

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con sólo poner una palabra en el buscador de internet, voilá, aparece toda la información que se pudiera desear y más. Otras cajas tenían vestidos con muchos brillitos, adornos y cinturones anchos, de esos que te hacen cintura de avispa, trajes roídos con sus corbatas anchas y coloreadas, y unos zapatos horribles que parecían de payaso. Lucía se quiso probar los vestidos: —Seguro que éste lo usó mi mamá en alguna cena importante. Sebastián se puso un traje que le quedó todo colgado. —Soy el papá y voy a la oficina —al mismo tiempo que daba vueltas. Ximena no se quería quedar atrás y se puso unas zapatillas con un tacón tan delgado que se rompió en cuanto dio el primer paso. —¡Qué tortura usarlos! ¿¡Quién obligaría a mamá a ponérselos!? Seguro que no hizo su tarea y la castigaron obligándola a caminar con estas zapatillas. Entre los tres husmearon en las demás cajas, hasta llegar al fondo de la habitación, donde se encontraba de pie, como mirándolos, el espejo. La primera en quedar maravillada fue Lucía, quien dijo: —¡Es tan, pero tan parecido al del castillo de la princesa! ¿Verdad, Ximena? Cuando va al baile y luego el príncipe se enamora de ella. Sebastián la interrumpió —¡vamos a seguir de chismosos!, ¡bah!, ¿a quién le interesa un mugre espejo? Sin embargo, Ximena no salía de su asombro frente al espejo, por lo que tomó uno de los vestidos y empezó a limpiarlo. Repentinamente, sus ojos se abrieron más de lo normal, no podía creer lo que veía atrás de la superficie empañada, como si fuese una ventana. Al fondo se veía un pueblo distinto con un cielo color lila; más allá, del lado derecho, había muchos árboles que eran gigantescos, cuyas copas eran de color morado, azul, rosa, como si se tratara de un campo de algodones de azúcar. III Dentro de la habitación se escuchó un sonido, algo así como las trompetas que anuncian que alguien llega y la superficie del espejo se hizo primero aguada, como de bombón, luego como si fuera de flan de vainilla, y cuando los tres se acercaron fueron jalados al otro lado, atravesando aquel misterioso espejo. Llegaron a un camino de piedritas y empezaron a caminar asustados. Al avanzar unos cuantos metros, a un lado vieron una cancha circular de futbol donde jugaban sólo niñas, más adelante, en un enorme poste de luz color amarillo, una señora arreglaba algunos cables y espantaba a unos pájaros de tres ojos y cuatro alas; un señor gordito y con sombrero barría la calle, empujando algunas piedritas y sacando una lengua azul. 101

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