Español 3er. Grado

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ímpetu que atravesó la banqueta y llegó casi hasta la calle. Para su mala suerte, en ese momento pasaba por la calle un camión de refrescos que, como no llevaba carga, iba a toda prisa. Las llantas del pesado camión pasaron por un charco que estaba justo frente al lugar donde don Ramón había detenido su carrera, levantando un enorme surtidor sobre el pobre tendero. Rina y Rosa, a unos metros de distancia, se detuvieron mientras el chapuzón cubría por completo a don Ramón. El agua, mezclada con aceite y basura que se acumulaba en la calle, escurría por los cabellos del tendero, y corría por sus brazos y piernas, rígidos como columnas por la sorpresa y el frío. Las hermanas se miraron entre sí por un instante, y entonces, como si se hubieran leído el pensamiento, gritaron a voz en cuello: “¡Don Ramón, El Remojón!”, y luego corrieron hasta su casa, mientras reían y saltaban como locas. Desde ese día, don Ramón no volvió nunca más a poner apodos o a molestar a sus vecinos. Cuando llegaba a encontrarse con las hermanas, se quedaban viendo unos a otros durante unos segundos, y luego todos comenzaban a reír al acordarse del tremendo chapuzón de aquella tarde.

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