Español 5to. Grado

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LITERATURA

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Contesta las siguientes preguntas.  ¿Por qué se hablaba de la Mulata por todas partes?  ¿Qué diferentes explicaciones se dieron de su encarcelamiento?  ¿Por qué el carcelero contestó que al barco únicamente le faltaba andar?

La Llorona La sola mención de La Llorona causa calosfrío a los niños y a las muchachas de cierta edad, y hace santiguar a las viejas. La Llorona es en todas partes una mujer que se aparece después de muerta, a ciertas horas de la noche; recorre los barrios más apartados de todos los pueblos, dando lastimosos alaridos; llega a las tapias de los cementerios y allí se convierte en humo, según la opinión general, sin que nadie pueda asegurarlo bajo su palabra, porque al oír los alaridos, se cierran las puertas, ventanas y mirillas como por encanto, y no hay quien ceda a la tentación de investigar lo que pasa en la calle. La Llorona escoge por lo común las noches de Luna para sus excursiones, y se aparece vestida de blanco y con el cabello suelto. La Llorona es a veces una joven enamorada, que murió en vísperas de casarse, y trae al novio la corona de rosas blancas que no llegó a ceñirse bajo el velo nupcial; es a veces la viuda que sucumbió entre los horrores de la miseria y viene a llorar la suerte de sus infelices huerfanitos; es la esposa muerta en ausencia del marido a quien trae el beso de despedida que no pudo darle en su agonía. No han faltado en algunos pueblos quienes, intrépidamente, quieran desengañarse de la Llorona. Le esperaron en el escampado que hay a orillas de la población y cerca del bosque, en cuyos laberintos suele internarse. Eran ya las altas horas de la noche; la luna brillaba cercana al occidente, las hojas de los árboles no se movían. Después, interrumpieron el silencio los aullidos lejanos de los perros; cesó en seguida todo rumor; se hizo oír más tarde un gemido a corta distancia; se les erizó el cabello a los jóvenes y alistaron palos y espadas como si éstos pudieran defenderlos del espíritu. La mujer, con su ropa blanca como la nieve, suelto el negro cabello, se adelantó con paso firme. El más valiente de los que la esperaban quiso asirla de un brazo, pero halló que era impalpable. Los demás, un tanto acobardados, quisieron herirla pero la muerta dio un segundo gemido. Le vieron el rostro: era bella y derramaba, una tras otra, gruesas lágrimas. Entonces se apartaron dejándole libre el paso. Los jóvenes quedaron aterrados. La Llorona se internó en el bosque; ellos, a toda prisa, regresaron a sus casas. Roa Bárcena, José María, “La Llorona” (adaptación) en Obras, vi. México, Imprenta de Victoriano Agüeros, 1910.

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