Revista DíaCrítica Nro.6

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DÍA-CRÍTICA I Salimos en este nuevo número de Día-Crítica, al encuentro de la Colombia hermana, infinitamente hermana en Bolívar: viva en su dolor y viva, también, en su esperanza. Nos inscribimos en el devenir de las luchas populares contra la oligarquía apátrida y proimperialista que, durante demasiados años, ha manejado a esa tierra, tan cercana y entrañable, como si se tratara de una finca. Nos identificamos plena y solidariamente, en especial, con la tragedia de los desplazados: a los hermanos y hermanas a quienes no sólo les arrebataron el derecho a la tierra, sino el mismísimo derecho a la vida. (Paréntesis necesario: la frontera que tantas veces nos ha disociado, debemos comenzar a entenderla y a vivirla como un umbral; un umbral fraterno y creativo. Para ello, es absolutamente necesario extirpar de raíz la presencia del paramilitarismo que, bajo el camuflaje de la más falaz de las desmovilizaciones, ha trasladado a Venezuela sus prácticas criminales.) II Creemos, ante todo, en el ilimitado universo humano que es la Colombia popular: en el nosotros colectivo colombiano que nunca podrá sernos ajeno ni resultarnos indiferente. Nuestra convicción nuestramericana está puesta en un Pueblo que tiene todo el derecho a ser y existir con dignidad y en paz. Pero no cualquier paz, evidentemente, sino la paz que se funda en la justicia y la igualdad; en la inclusión de todos los colombianos y en las colombianas, sí, en una sociedad radicalmente nueva; reconstituida democráticamente desde las bases populares. No es gratuito, en este sentido, que Piedad Córdoba sea la presencia central de nuestro conversatorio: uno no puede sino sentir admiración por su decisión de luchar sin tregua, asumiendo todos los riesgos y todos los peligros, por la dignidad del Pueblo colombiano. III La paz —tal y como la imagina, la desea y la proyecta la oligarquía colombiana— es un cementerio. Así ha sido desde siempre: véase sino el horroroso espesor de normalidad que tienen la muerte, el crimen, el sicariato: con saña cainita, marcan y definen la historia contemporánea de Colombia. Ello es así porque la oligarquía ha pretendido y pretende imponer, a cualquier costo, su viejo sueño que no es sino un contrasentido histórico: una Nación sin Pueblo. Por eso, entre otras cosas, su odio por la Revolución Bolivariana y por el Comandante Chávez. ¿Puede ignorarse que el Plan Colombia, estandarte de los godos de hoy, tiene como objetivo final el traslado de su dinámica de guerra imperialista a Venezuela? ¿Puede ignorarse, viendo la realidad de la América del Sur, que el uribismo no puede ni podrá servir a la unidad sino a la disolución y a la pérdida de nuestro destino? (Nadie ha dado aportes más sólidos que Chávez, mirando el esce-

Gonzalo Ramírez Quintero nario político nuestroamericano continental, a la causa de la paz en Colombia: los medios de la oligarquía y las transnacionales de la comunicación no han hecho sino tergiversar la realidad y secuestrar la verdad que, en realidad, es lo único que saben hacer.) IV Ochenta años de la masacre de las bananeras, sesenta del asesinato del inmenso Jorge Eliécer Gaitán: estos dos aniversarios, nos recuerdan, con un dolor tan infinito como inexpresable, que Colombia es una memoria sangrante. Los dos grandes crímenes del ayer nos recuerdan que, para nada, la situación ha cambiado: el paramilitarismo, el sicariato, la violencia estructural como producto de la exclusión y la desigualdad en todos los terrenos, cubren el suelo colombiano, uso una expresión de José Emilio Pacheco, con la fijeza y la inflexibilidad del infierno. V Hay una Colombia que aprendimos a querer en su pensar y en el poetizar, en su narrar y dramatizar, en su pintar y en su esculpir, en su filmar y en su musicar: la nómina de sus grandes creadores y creadoras es muy larga y demuestra el irreemplazable e indiscutible aporte de Colombia a la soberanía y fortaleza cultural de Nuestra América. (Si nos pusiéramos a citar nombres, no sólo cubriríamos sino que excederíamos, con creces, el espacio para la presentación de este nuevo número de Día-Crítica.) En innumerables ocasiones, la creación cultural se ha convertido en la voz, recordemos a Gaitán, del país nacional para negar y contradecir al vil e infame país político, afirmando un mundo de vida radicalmente diferente frente al horror cotidiano de la violencia sin fin. Hoy sentimos, por ejemplo, que la voz del magnífico Aurelio Arturo habla en y para el presente: Mirarás un país turbio entre mis ojos/ mirarás mis pobres manos rudas,/ mirarás la sangre oscura de mis labios:/ todo es en mí desnudez tuya. VI El uribismo es la expresión contemporánea de lo peor y más abyecto del pasado: es Colombia en tanto que servil colonia yanqui al precio y al costo social que sea. Pero hay otro pasado: un pasado cargado de contemporaneidad de futuridad, una tradición emancipadora, que se encarna en Bolívar y se prolonga en Uribe Uribe, Gaitán, Camilo Torres Restrepo, Carlos Pizarro, Luis Carlos Galán, Jaime Pardo Leal: en tantos combatientes anónimos y en tantos dirigentes obreros y campesinos. Esa tradición emancipadora, su fuerza y su grandeza, nos permite reafirmar lo dicho, con lucidez, por el Presidente Rafael Correa: Colombia será el escenario de la nueva y victoriosa batalla de Ayacucho del siglo XXI en Suramérica. n


12 Miguel Guédez

Juan Calzadilla

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22 32 40

Medófilo Medina

Manuel Sutherland

Miguel Márquez

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Carolina Lozada y E.C.L.

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Coral Pérez

Otilio Carvajal

Día-Crítica

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LO QUE LAS PALABRAS DEBERÍAN SER

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LA literatura infantil ante el espejo

comic: los aviones

conversatorio con piedad córdoba

portafolio: los paños menores de jotamario arbeláez

Enrique Hernández D´Jesús

Renán Vega Cantor

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el pensamiento crítico en un mundo incierto

Elizabeth Zamora Cardozo

Luis Darío Bernal Pinilla

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aurelio arturo, poeta del pasado y la naturaleza

defensa del festival de poesía de medellín

la masacre de bahía portete y el desplazamiento de los wayúu

la muchedumbre política en colombia

Diego Jaramillo Salgado

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a sesenta años de el bogotazo

la crisis mundial sistémica del capitalismo

FRAGMENTOS DESCOSIDOS

Luis M. T. Río.

16

¿dónde vive juan loyola? ¡el artista!

Manuel Ruano

Giordana García Sojo

David Sánchez Juliao

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las sutiles armas de la nueva conquista

BOLíVAR quijote de américa de, juvenal herrera

utrera, entre la senda y la rueda

Miguel ángel bustos: el velorio de lo que se me muere 4

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Miguel Ángel Bustos

“EL VELORIO DE LO QUE SE ME MUERE” Manuel Ruano

“Tenemos el infierno hecho por la memoria, y el paraíso, hecho por el olvido.”

DÍA–CRÍTICA · Nº 6 oct–nov, 2008

Jorge Luis Borges

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“Es necesario para ser rebelde una gran castidad, la misma que se requiere para ser poeta” Aldo Pellegrini (Prólogo al libro: Van Gogh el suicidado por la sociedad de Antonin Artaud)

Con la dramática impunidad y la inconstancia de un mar de Poe, que arroja a la orilla los restos de un naufragio, tengo en la memoria muertos, tablas flotantes, fantasmales agonías de una época tenebrosa, así como cartas perdidas, libros extraños hallados en algún lugar de la infancia, postales de paisajes ignotos y, quizá, otros sobrevivientes que, por una u otra razón, lograron salvarse del desastre. Y de aquellos paisajes y personajes ausentes, resuenan necesariamente los versos de Quevedo: Vivo en conversación con los difuntos/ y escucho con mis ojos a los muertos”. De ese modo, ahora, recuerdo al poeta Miguel Ángel Bustos. Siempre tan hundido en sus pensamientos y con un constante asombro en sus ojos, que estremecía a más de uno de sus amigos. Tengo la certeza de que gran parte de su obra (tanto poética como pictórica, así como sus artículos de opinión, aparecidos en la prensa de Buenos Aires, que en buena parte fuera destruida por la dictadura militar en los momentos del secuestro del que ya no volvería nunca), han dejado en la memoria crítica del

país, la misma impresión visionaria del asombrado gesto que delataba en Miguel Ángel, su constante desvelo ante las cosas que sucedían en ese momento histórico de la nación y en su conciencia de poeta. Impresiones, lo sé, que han quedado como huellas dactilares del olvido en la memoria de quienes no podemos olvidar... Vale la pena transcribir una nota aparecida en el diario La Voz, en el que su mujer, Iris Alba, relata parte de aquel drama: “De pronto suena el timbre, serían más o menos las diez y media. Era muy raro, nuestros amigos no iban a venir a casa a esa hora. Me acerqué a la puerta y pregunté quién era. “Policía –me responden-: abran o procedemos”. Miguel Ángel me mira y hace una seña con la cabeza, que sí, que abra. Entran cinco individuos y me muestran una tarjeta amarilla, que cuando hice la primera denuncia me confirmaron que pertenecían a la Policía Federal. Me dicen que me meta en la cocina con mi hijo, que estaba atemorizado. Durante hora y media sentimos unos ruidos feroces en la casa. Cuando nos permitieron

salir… ¿Cómo explicar? La casa parecía ser sobreviviente de un bombardeo. Los cuadros destruidos, los libros de Miguel Ángel, sus queridos libros, tirados y destrozados… `Lo llevamos en averiguación de antecedentes´, me dijeron. `No es por nada, es pura rutina dentro de los momentos que vive el país´. La indignación no me dejaba hablar. Cuando se estaban por ir le dicen a mi esposo: `Llevate una manta que hace frío´… Miguel Ángel fue al cuarto de Emiliano, al Submarino amarillo, como nosotros llamábamos a la habitación de nuestro hijo porque estaba arreglada así como un homenaje a los Beatles, en quienes reconocíamos todo el movimiento creativo que habían desencadenado… Miguel Ángel se llevó una manta de ese cuarto y yo me quedé mirando desde su ventanita, a pesar de que era tan chiquita que no podía ver nada.” Afortunadamente su obra édita (hoy agotada) se salvó de aquellos heraldos de la muerte y, al menos, hoy quedan los ejemplares celosamente protegidos por quienes fuimos sus amigos y valoramos su obra.


Por ese entonces, dirigía Panorama el periodista Tomás Eloy Martínez, que años después (1975) encontraría en Venezuela ejerciendo funciones de asesor del Papel Literario del diario El Nacional y como colaborador de otros medios como el Suplemento Cultural del diario Últimas Noticias, dirigido en esa época por Nelson Luis Martínez. En las pág i nas de Pa nora ma, Miguel Ángel realizó una nota acerca de mi libro Según las reglas, libro que había sido distinguido en el concurso latinoamericano de la revista Imagen de Venezuela. El libro fue como la llave secreta para nuestra amistad. A Miguel Ángel, tengo la certeza, le habían impresionado aquellos poemas y lo hizo ver en su nota, donde dice, entre otras consideraciones, ya que lo ve como “Un poema narrado que persigue la íntima música del español hablado en estas tierras, una poesía que subordina la imagen a los usos de una actividad concreta, es la que lleva a cabo en Según las reglas, el poeta argentino Manuel Ruano… Los sonidos de Ruano, ese sonido que surge cuando se lee a un poeta, mantienen una tensión angus-

La selva de cuarzo “Hay poca plata, viene bien una salamandra de hielo en el fuego” Miguel Ángel Bustos

Era la época de la dictadura del general Lanusse. Mi hermano Eduardo, artista plástico (Buenos Aires, 19452003), era ya un preso político en la cárcel de Villa Devoto por lo que el gobierno de entonces consideraba un delito de cierta gravedad. El hecho fue muy notorio y Miguel Ángel, periodista al fin, conocía los pormenores del caso y de los reclamos políticos del movimiento. Recuerdo que hasta el filósofo Jean Paul Sartre, había enviado su solidaridad para con los otros detenidos: el arquitecto Soto, el obrero Pedro Bonet (fusilado luego en Trelew) y mi hermano Eduardo.

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Días vertiginosos Conocí a Miguel Ángel Bustos en los ya lejanos días de 1972 en la redacción de la revista porteña Panorama, de la Editora Abril, que, por ese entonces estaba situada en las cercanías de la avenida Leandro N. Alem y 25 de Mayo, es decir, en las proximidades de la estación Retiro del Ferrocarril Mitre. Una zona frecuentada durante el día por empleados de oficina y, por la noche, por marineros y gente que busca diversión, debido a la variedad de locales nocturnos que por allí proliferan. Recuerdo que en algún momento, un poeta venezolano, Juan Liscano, se alojó en una residencia en esa misma cuadra y a la que yo concurrí varias veces, y en una oportunidad, acompañado por el poeta René Palacios More. Fue por esos días que el poeta Liscano me comprometió a hacerle una entrevista al poeta Eduardo Azcuy acerca de los mandalas para su revista Zona Franca. Y yo le hice una entrevista a él, también, con motivo de su libro de ensayos de la literatura venezolana. Un libro que contenía el análisis de los grupos vanguardísticos y las voces más prominentes del momento en la patria de Bolívar.

tiada en ciertos poemas… Sin embargo, esta ansiedad adquiere un tono machadiano y de emoción más directa cuando se dirige a cosas que le son muy queridas como ’Oda salvaje para una vieja pistola Browning‘… Son palabras de Bustos que se refieren, entre otras cosas, a la historia viva de un arma que había pertenecido a un personaje famoso y de la cual conservo una memoria y una anécdota muy peligrosa para aquellos días tan vertiginosos en la convulsionada urbe de Buenos Aires. En una palabra, él denominó esa reseña como Los viajes de manuel, haciendo también mención de mi periplo viajero por varios países latinoamericanos (Perú, Chile, Bolivia…) que él mismo había realizado años atrás, siguiendo la misma cosmovisión de Patria Grande que iluminaría la perspectiva estética surrealista y de idioma común: lo grandioso latinoamericano y de profundo contenido de amor por la lengua hispana, donde la referencia al poeta andaluz Antonio Machado no es caprichosa, pues él fue y no otro, quien dijo que la patria del poeta es el idioma. También recuerdo que en esa misma redacción a la que tuve que acudir muchas veces, estaba un periodista que más tarde fue director de las páginas culturales del diario Clarín, Marcelo Pichón Riviere, hijo de un famoso psicoanalista.


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“Resultaba por lo demás curioso que por el hecho de no ser políticos, tuviéramos que confrontar, necesariamente, con la señora Política para sobrevivir a la persecución o al crimen. De ahí que retomáramos el sentido surrealista en cuanto a la vida y el arte y un rotundo no al realismo social o al arte panfleto”

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Con Miguel Ángel comenzó una estrecha amistad, y muchas veces nos citábamos en algún café de las inmediaciones de Panorama. A veces, como dije, en la misma redacción de la revista, ya que había comenzado a hacer algunas colaboraciones, entre las que se contaba una entrevista al poeta peruano Antonio Cisneros realizada en la Ciudad de los Virreyes, Lima. Además, de cuando en cuando, intervenía en un programa de televisión de Canal 7 (a unos pasos de la revista Panorama, en un espacio del poeta de la generación del setenta Horacio Salas), con el fin de relatar pormenores de mi periplo poético, y que más tarde concluiría con la muestra Poesía nueva latinoamericana, editada en el Perú en 1981. “La pluma es lengua del alma”, decía El Quijote. Y ese, en verdad, era en parte el credo que generaba la escritura de muchos poetas de la generación de Bustos y de la que le siguió, también: la de un cronista en medio de una selva oscura, donde se habían desatado todos los demonios del infierno, y donde la vida para más de uno era un acontecer clandestino y violento, donde la entrega, la delación policial y los procedimientos domiciliarios, eran moneda corriente entre los argentinos, cuando no la muerte o el secuestro sin reglamento o previo aviso. Donde los atentados, a veces, eran una respuesta a la supresión de los derechos civiles y la expresión antiimperialista del pueblo y la política entreguista de los partidos de la llamada “izquierda tradicional”. Hay un poema de Bustos escrito el 11 de junio de 1960, que quedó entre su poesía inédita, llamado Despedida, que dice así: Santifica el lunes niño en tu mirada Haz el milagro de reír en la tierra. Amor que sabe aguarda tu voz. Santifica al malo, golpéalo en tu corazón que brota. Santifica el aire no esperes el día, de mano en mano vienes tan niño y pequeño. No quiera el alma temblar sin tu pureza.

La moral de los pájaros “Ajedrez misterioso la poesía, cuyo tablero y cuyas piezas cambian como en un sueño y sobre el cual me inclinaré después de haber muerto”. Jorge Luis Borges

Debo confesar que tengo la impresión, hoy día, de que la imaginación de Miguel Ángel Bustos era de naturaleza oceánica por lo extensa y, además, brillante por lo crepuscular. En todo caso iluminaba por su carácter interno, en nomenclaturas metafóricas que anunciaban un lenguaje propio de íntimo dolor (un dolor que por instantes nos recuerda a Artaud) en notas que van de la piedad, la culpa o la conmiseración espiritual. Y de eso, precisamente, muchas veces conversábamos al mencionar el dolor y la tortura, tanto física como espiritual, que estaba tan en boga por esos días en las dependencias policiales o en los calabozos (muchas veces secretos) de la dictadura. El dolor, la crueldad, el bestialismo oficial, que también arrancara a otros queridos amigos escritores, como lo fueron Roberto Jorge Santoro ( creador del g r upo Barrilete) o el cuentista y compañero del grupo El escarabajo de oro, Oscar Barros y su compañera, la poetisa Lucía Álvarez, así como también la nieta del poeta Leopoldo Lugones, Piri Lugones, entre otros, a quienes conocí en Canal 7 durante aquellos penosos días de hace más de treinta y cinco años. Resultaba por lo demás curioso que por el hecho de no ser políticos, tuviéramos que confrontar, necesariamente, con la señora Política para sobrevivir a la persecución o al crimen. De ahí que retomáramos el sentido surrealista en cuanto a la vida y el arte y un rotundo no al realismo social o al arte panfleto, tan acreditado por algunos sectores adictos a un proyecto de Proletkult.

¿Había alguna escapatoria ante estas maniobras maniqueístas de un arte social? Posiblemente. En todo caso, éramos (aquí lo incluyo a Miguel Ángel como uno de los propulsores) fieles a la poesía misma y a un idioma común latinoamericano. Pero más allá de los tres pilares esenciales del surrealismo argentino: la libertad, el amor y lo maravilloso, en el poeta de Fragmentos fantásticos había creído, estoy seguro, en una cuarta cualidad, el espacio mediúmnico de sus escritos, lo que corroboraba la célebre frase de Rimbaud: “El poeta se hace vidente mediante un largo, inmenso y razonado desorden de todos los sentidos”. Y yo notaba algo de seráfica agonía en él, como en Fijman, un poeta del martinfierrismo que había muerto de plena lucidez en el Hospital Borda. Y ese “desarreglo de todos los sentidos” tuvo que darse en Miguel Ángel, en su obra poética. Era como un dictado obsesivo que se apoderaba de su pluma. Habría que agregar que él, también, tuvo una temporada en el neuropsiquiátrico por una dolencia hereditaria, la epilepsia, que en la antigua Grecia era considerada una “enfermedad sagrada”, como le gustaba decir… Esa experiencia que recordaría el mismo mal de Dostoievski, de Artaud o de Van Gogh, también lo acercó a Jacobo Fijman, convertido al catolicismo e inmortalizado en una novela, Adán Buenosayres, por otro brillante poeta del martinfierrismo, Leopoldo Marechal, rebautizándolo a Fijman como Samuel Tesler. Aquí, habría que añadir que fue el mismo Marechal, quien prologara Visión de los hijos del mal, acaso el mejor libro de Bustos aparecido en 1967 en Sudamericana. Aquel interregno de rarísimo cuño, acaso, fue el que introdujo a Miguel Ángel en un buceamiento perpetuo en su espiritualidad, para reflexionar a cada paso, en aquella metafísica elemental que separa la vida de la muerte. En In nomine patris, dice:


O sea, el mismo escenario que también diera nacimiento a El Himalaya o La moral de los pájaros, 1970, que coronara una sinfonía fantástica de la poesía, donde sus propios dibujos cobran una dimensión casi religiosa del discurso poético, dotándolo, es verdad, de una segunda potencia del lenguaje. Y eso mismo llegó a confesárselo a la poetisa Alicia Dujovne Ortiz en una entrevista en enero de 1971: “La naturaleza no me transmite más que su atrocidad. Un vivero me parece un conjunto de fantasmas, porque puedo alucinar lo que veo, deformar un objeto hasta sus proporciones cósmicas. Un pájaro se convierte en un ángel. Es como un aparato de proyección que me permite leer en los seres mi propia cosmogonía. Y todo lo que percibo es terrible. Tengo la percepción permanente de que algo acecha

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Ilustraciones: Walter

Para un buen morir sábanas almidonadas, una luz tenue tocando cosas tocadas, voces, susurros de voces a ras del sueño, el menor ruido. Que ya cuando volquemos los ojos el Gran Espantajo Mortal barrerá las lágrimas agitará los vientres clavará las lenguas. Yo no. Yo no. Y alguien saltará la venganza arrancará la hoja, anhelante. Mientras la luna quiebra cristales en los ojos de piedra.

en el cielo, de que se van a venir abajo los planetas, de que los seres humanos que están conmigo se van a jugar y me van a dejar solo en un desierto helado, mineral, de cuarzo…” Era un sentimiento, presumo, de soledad infinita que lo acompañaría hasta sus últimos instantes y que, sin duda, compartió con el autor de Molino rojo, en sus frecuentes diálogos en el hospicio. ¿Qué consecuencias tuvo de todo esto? Yo creo que de un valor irrefutable en su posición tanto ética como estética. Cuando lo conocí, él incentivó en mi conciencia la idea, la percepción de que el dolor no existe, pero sí el miedo a ese dolor; porque decía que el “dolor”, es un estado mental manejado por la voluntad. A mí, en esa época me atraía la lectura de Schopenhauer y por sobre todas las cosas, la filosofía de la existencia, tema que a él también le apasionaba, ya que era un adepto a la filosofía. Sin embargo, la idea del dolor era ya una obsesión estremecedora y no podía arrancarla de su cabeza. Ahora: ¿por qué el dolor? Acaso porque aquella sensación le abría un espectáculo todavía más asombroso de los momentos que recordaba en los instantes más dramáticos de su ser. Tal vez, era algo parecido a lo que experimentó Artaud al escribir L´ombilic des limbes: “Querría hacer un libro que perturbe, que sea como una puerta abierta con acceso a un lugar al que nadie hubiera consentido en ir; una puerta simplemente conectada con la realidad.” Tengo la impresión de que en Miguel Ángel Bustos hubo un largo alarido que desembocó en lucidez y en ritual, a pesar de los anticonvulsivos, los antidepresivos, los antiopresivos y los antieméticos, que denuncia una sociedad asfixiada por el horror de la censura y el militarismo imperante. El mismo clima, acaso, que decidió cuando lo acallaron para siempre durante la dictadura del general Videla, hace ya treinta y dos años (24 de marzo de 1976). De ese mismo año es un texto mío, Reafirmación de un arte independiente, publicado en la revista Tiempo real de la Universidad Simón Bolívar, Nro. 5, en la que hago hincapié en lo siguiente:


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Un poeta como Miguel Ángel Bustos, supo decir: “Oye cielo/ tu hijo maligno pide el oro inmortal/ Que la uva buena, la seguida de amor alzado por el sol,/ transparente crece en rama y aire frío sobre el cóncavo/ jardín del Paraíso perdido.” Para conseguir ejemplificar ese señalar torturado de un ser rico y contradictorio que no puede contentarse con solamente lo humano y su “emergencia”. Lo verdadero casi siempre adquiere el sentido de lo brutal. Sólo aquellos que tienen esa imagen antropocéntrica pueden saber qué es desligarse de esas cosas. No podría desnudar esa idea sin desnudar esa apreciación.”

Hay un poema de Miguel Ángel que seleccionara para Poesía nueva latinoamericana (1981), que lo he tratado de analizar con él en algún café de la avenida Córdoba o en su propia casa, en las afueras de Buenos Aires. Se trata de Hospicio de Sacré Coeur, perteneciente a Visión de los hijos del mal, que aborda y sintetiza esa dramática contemplación, como un preaviso de las amargas horas que el destino le tendría reservado. Aquel libro que me dedicara con tanta generosidad y con palabras esperanzadas en la fe de una Patria Grande Latinoamericana y que, como dije, el escritor Leopoldo Marechal (1900-1970) le prologara así: “Su inclinación a lo metafísico no se realiza de un modo `conceptual´, sino en el modo `experimental´, sabroso en sus penurias y penoso en sus iluminaciones”. Un poeta, es verdad, extraviado en una selva urbana de símbolos y extrañas plantaciones místicas.

Años más tarde, escribí dos textos para mi columna El trayecto de lo imaginado, en el Suplemento Cultural del diario Últimas Noticias de Caracas. Y en la antología de la Poesía nueva latinoamericana, dije lo siguiente: “Poeta fuera de orden en el panorama de las últimas décadas. Dotado de una imaginería implacable, con faunas secretas y destellos cósmicos, donde el lenguaje adquiere una connotación épica, a la vez que una hondura musical precisa. Bustos funda una leyenda órfica ‘que opera en ciertos niveles como un mantra arcaico’, estableciendo una inédita versión del bien y del mal. Un caso milagroso, quizás, en las letras argentinas. Admirador de las grandes catedrales góticas del arte que desafían a la razón y provocan a la inteligencia…” “Malleus maleficarum” “Nunca la lanza embotó la pluma, ni la pluma la lanza” El Quijote

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Recuerdo una anécdota del año 1972, cuando se produjo la ya célebre “Masacre de Trelew”, en la que fueron fusilados por la dictadura militar un grupo de presos políticos el 22 de agosto. Se había inaugurado en el país el Terrorismo de Estado. Esta fecha está muy viva en el pueblo argentino, no sólo por la cobardía del acto en sí, lo que fue repudiado internacionalmente por tratarse de una traición a los derechos humanos y a la muerte de amigos, sino porque representaba un gesto bochornoso de nuestra historia y para nuestra dignidad intelectual. Ese día, concurrimos con varios periodistas de Panorama a expresar nuestro último adiós a esos jóvenes patriotas ultimados por una sed de venganza que venía desde el pudridero más vil de aquella dictadura. Nos encolumnamos detrás de una larga


fila de personas que venían a lo mismo en el local del Partido Justicialista (léase peronista) en Avenida de la Plata de la Capital Federal. Tengo viva aquella postal fúnebre en la memoria. La multitud, el silencio, la frustración que se podía palpar de toda aquella gente de pueblo que iba agigantándose lentamente en aquella calle bonaerense. Y aunque la tarde era fría, nadie se movía del lugar. Miguel Ángel conversaba con uno y otro del grupo de periodistas. Y en todo el frente del local, podían verse las coronas de flores enviadas por distintas agrupaciones y personajes políticos y el interior del mismo, donde estaban los ataúdes de aquellos dieciséis héroes populares. Cuando ya comenzaba a anochecer y las luces artificiales eran más vivaces a los ojos de quien narra, se presenta un elemento inesperado (o desde hacía rato esperado, según el punto de vista): la provocación policial. Aquel hostigamiento al dolor popular, tenía por misión deshacer aquella masiva concurrencia. Esa fuerza estaba al mando del

cuerpos que estaban siendo velados. Yo traté de hacerle entender que no lo intentara, que nuestra protesta debía ser desde el exterior sin poner en peligro nuestras vidas. Él no lo sintió así y se metió en medio de una cortina de gases lacrimógenos y policías encasquetados y armados hasta los dientes. Sé que se abrazó a uno de los ataúdes gritando y llorando que el dolor no existe, que el dolor no existe, mientras la policía golpeaba brutalmente su cuerpo para hacerlo desistir y sacarlo del lugar. Cuando ya había caído la noche y perdido toda comunicación con él, tuve que dar aviso a su mujer Iris Alba para enterarla de lo sucedido. Lejos de comprender mis palabras, ella me dio una respuesta inesperada que me dejó con una sensación amarga… Aquella velada lloré de rabia. En tanto que Miguel Ángel quedaba detenido en una celda de la Policía Federal. Pero esa no sería la última vez. En otra oportunidad, cuando regresaba con dos familiares míos de una marcha de la que no recuerdo bien el motivo,

comisario Villar, un experto asesino en este tipo de acontecimientos, al frente de unas tanquetas Shortland de asalto para iniciar la represión. Horas más tarde se supo que el objetivo era secuestrar aquellos cuerpos para impedir que la autopsia pusiera en evidencia que habían sido ejecutados a quemarropa. Como era de esperarse, las tanquetas derribaron la puerta de la sede del Partido Justicialista y ante ese ultraje, la gente empezó a responder con piedras e insultos a los uniformados. Miguel Ángel, que hasta esos instantes permanecía a mi lado, me dijo que iría dentro del local a defender los

lo vi a Bustos salir de las dependencias policiales de la Comisaría 6ta. había estado detenido por protestar desde la sede del diario El Mundo, donde en esos momentos laboraba. Fue en 1974. El periódico había sido ocupado por sus trabajadores y sus instalaciones habían sido desocupadas posteriormente por la policía, y, entre otros, el poeta era detenido por defender el lugar de trabajo. La casualidad hizo que lo viera esa medianoche y, como es natural, le acompañáramos hasta su casa en la zona norte de la provincia de Buenos Aires. Cabe aclarar, que yo había trabajado en ese mismo periódico un par de

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“Cuando ya comenzaba a anochecer y las luces artificiales eran más vivaces a los ojos de quien narra, se presenta un elemento inesperado (o desde hacía rato esperado, según el punto de vista): la provocación policial. Aquel hostigamiento al dolor popular, tenía por misión deshacer aquella masiva concurrencia”

años atrás, y tenía por jefe de redacción a un poeta de la generación de Bustos, Julio Huasi, que terminó sus días en España suicidándose con un balazo en la cabeza. ¿Quién fue Julio Huasi? Fue un poeta y periodista popular. De él había escrito Nicolás Guillén: “Ya tiene bien ganado un hermoso futuro en el esplendente pero difícil rumbo que él mismo ha buscado: el de su pueblo. Allí no existe el mezquino maquiavelismo ni la malsana adulonería y esnobismo de los pisaverdes que rondan el arte y la cultura”. Había nacido en 1935 y escribió, entre otros, el libro Los increíbles, como “increíbles” eran las notas que me comisionaban: hacer denuncias desde la morgue de los manicomios y comprobar cómo se pudrían los cadáveres o salir, por ejemplo, en la portada del diario recibiendo la protesta de la gente frente al Ministerio de Bienestar Social, reducto del “Brujo” José López Rega, creador de la Alianza Anticomunista Argentina. Pero, como se dice en la profesión eran gajes del oficio; aunque nada tenga que ver con la poesía. Pero volviendo a Miguel Ángel Bustos, diré que nace en Buenos Aires en 1932. Todos parecen coincidir en que era el mayor de cuatro hermanos y que de su abuelo materno heredó el gusto por la poesía. Le encantaba recordar una frase del Sartre de Las palabras: “Se escribe para sus vecinos o para Dios. Yo tomé el partido de escribir para Dios con la intención de salvar a mis vecinos.” Eso era parte de entretenimiento en nuestras charlas, citar poetas, escritores, bichos raros que amenizaran la tarde o, simplemente, bromear acerca de los libros aptos para leer o rechazar. Casi siempre coincidíamos en los que son imprescindibles de leer: textos como Pluma, lápiz y veneno de Oscar Wilde; Wagner de Baudelaire; El Marqués de Sade de Apollinaire; La Magia de Yeats; Cómo leer y por qué de Ezra Pound; El anarquista coronado de Antonin Artaud; Función de la poesía y función de la crítica de Thomas Eliot; Los perfumes de Maeterlink; Los ídolos de Manuel Mujica Lainez; Conferencia sobre Góngora de Federico García Lorca; El discurso a los cirujanos de Paul Valery; Las crónicas de Vallejo;


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Los apócrifos de Borges; Poética musical de Stravinsky, etcétera, etc. En 1951 (como se sabe) concluyó sus estudios secundarios y comenzó a encarpetar sus primeros poemas. También le atrae la filosofía e ingresa a la Facultad; aunque no concluye la carrera. Cuando le conocí, como ya dije en 1972, tenía un bebé llamado Emiliano al que tuve en brazos en una de mis visitas al poeta. Entretanto él hacía bromas acerca de las frases que venían de la calle y que estaban en inglés y provenían de unos chicos que jugaban béisbol. Miguel Ángel bromeaba diciendo que le parecía estar en Vietnam. En uno de sus poemas de Corazón de piel afuera (1956) que fuera prologado por Juan Gelman, dice: “mi corazón/ clavado a pico de sangre/ en las vigilias desnudas de mi cuerpo.” Parodiando esa misma atmósfera, en un reciente libro mío Concertina de los rústicos y los esplendorosos, retomo aquel estado de angustia que vivíamos en tiempos de dictadura: Cuando mi país fue cadáver Cuando mi país fue cadáver, se pudrieron sus amaneceres; alucinaron para siempre sus noches y se descoyuntaron sus modales. En ácidos del imperio fueron a dar sus mares. Y su cuerpo empezó a heder, cuando la ignorancia sentó plaza de nueva escuela. Desde los maitines, horras criaturas de la pus lo invadieron todo: posaron sus patas sobre libros y cuadros. Eso sí: nuevos circos de la palabra hubo y sus convidados de piedra, miraban como idiotas de recién llegados al banquete... La muerte seguía dando dentelladas. Piojos sobrevivían a cualquier razonamiento. ¡Ah, venerable sentido común! ¿En qué vil estómago estarás a estas horas? ¿Qué repugnante Maldoror masticará tu idioma?

Su último domicilio, de donde se lo llevaron, estaba ubicado en la calle Hortiguera 1521, piso 6º - Dpto. B- de Buenos Aires. Los heraldos de la muerte (recordando a Vallejo), llegaron y destruyeron todo escrito o papel de Miguel Ángel, lo que dificulta hoy su exégesis. Su hijo, Emiliano Bustos, editó su Obra en prosa, fruto de sus trabajos en diversas publicaciones bonaerenses. Y a partir del secuestro: silencio. Un agonista de su mundo interior “De todo laberinto se sale por arriba” Leopoldo Marechal

La memoria es un territorio incuestionable que no se puede acallar a pesar del tiempo y de los conflictos a los que muchas veces está sometida la inteligencia. Por eso, de Miguel Ángel tengo en la memoria el timbre grave de su voz, unos ojos azules siempre llenos de asombro y una imagen de modestia que no era calculada ni de pose. Porque (y en esto también me incluyo) nunca creímos en una poesía política; aunque estábamos muy conscientes de que la política ahoga a la poesía. No existe en el poeta un compromiso con los grandes temas sociales si eso involucra una publicidad de su obra; no obstante concordábamos en que éste sería un miserable si permaneciera ausente de las luchas sociales de su época. Tuve, como dije, la suerte de ser amigo de Bustos. Nos hermanaba una misma concepción estética y una misma concepción ética libertaria. Como anteriormente lo había hecho él, viajé por varios países latinoamericanos buscando ese lenguaje de lo maravilloso, es decir, la Casa de la Poesía en la que se concentrara el Canto y confluyera (como mucho antes lo ambicionara Ezra Pound), la extensa vertiente de la tradición en nuestro caso, la tradición lírica española como herencia natural al lenguaje poético. Habíamos tenido la experiencia viva de muchos poetas martinfierristas como Francisco Bernárdez, Marechal, Borges, Girondo y otros, como los de Boedo: Raúl González Tuñón, Olivari, Arlt, que habían sembrado muchas de esas propuestas a lo largo de su escritura.

En tanto que Leopoldo Marechal ya había prologado a Bustos como a “un místico salvaje” en 1967 y en consonancia a mí (más modestamente) dos años después en Los gestos interiores, libro con el que había obtenido el Primer Gran Premio Internacional de Habla Hispana, editado por Losada y en la que el autor de Adán Buenosayres me contaba desde ya, en esa “quintaesencia del arte por la palabra”. Marechal, había sido excluido durante años por los regímenes militares y, justamente, había sido reivindicado por las jóvenes promociones de escritores como el grupo Barrilete o El escarbajo de oro, revista a la que pertenecí durante algún tiempo, identificada con la izquierda independiente y el existencialismo sartreano y camusiano. Tomando como bandera muchas de las consideraciones y fundamentaciones de El hombre rebelde. Y ese compromiso poético, podría decirse, se aplicaba a una especie de anarquismo primigenio que alternaba con la clandestinidad cuando el momento lo requería y una profunda devoción por los imperativos populares. Una anécdota: cuando los militares arrasaron con la edición de la revista Primera Plana por contener un reportaje a Marechal en la que exponía un tema candente acerca de la Revolución Cubana y que la censura oficial mandó secuestrar, ya se presentía un estado de intolerancia oficial. Dicho sea de paso, las voces eran de procedencia clandestinas, las señas eran encubiertas y yo mismo fui portador más de una vez de prensa considerada prohibida, esa que corría de mano en mano por aquellos tenebrosos días en la porteñísima Santa María del Buen Ayre, en la que las paredes escuchaban y los soplones estaban por todas partes. Un poema de Bustos, de El Hima-

laya o la moral de los pájaros (1970), dice:

Mare tenebrarum En aquel tiempo del triste colegio, en aquel que jamás recuerdo; soñaba con tigres y pájaros en lucha y mi corazón era el desierto y el cielo, el sol


y la luna de aquel mundo final. Llegó hasta mí un sacerdote, llegó y me dijo: por lo que piensas morirán tus ojos, tu piel será maldita, como la piel de las momias, amarás a dios en todo lo que te destruya. Me senté junto al muro más cruel y lloré la lepra del cielo. Cayó mi corazón, lo perdí. Y reyes ya de sangre pájaros y tigres me acosan para siempre y todas mis aguas, todos mis ríos, huyen muertos hacia el atroz y calmo Mar de las Tinieblas. Y el ángel de la locura, el ángel de la fiebre mira, en mí al monte coronación del Verbo; escribo para que me sea dado el Silencio.

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En una palabra, Bustos sentía que debía ir más allá de los límites de lo cotidiano. Como otros poetas e intelectuales estaba consciente de las arbitrariedades que cometía el establishment, con sus procedimientos nocturnos, sus delatores periodísticos, sus torturas y desapariciones en todo el país. Y todavía, aún hoy, no le encuentro explicación el por qué me dijo al darme su libro El Himalaya o la moral de los pájaros (su hermosísimo e iluminado poemario) que tal vez, ahora, no lo escribiría. Era, pienso, un señalamiento que lo mostraba en toda su agonía y en toda su naturaleza de hombre y poeta. Hay en todo esto una parte que nunca podrá revelarse por lo íntima y desencadenante de valores que sólo el poeta conoce y sufre… Creo que nos hermanaban muchas otras cosas, entre ellas la de haber estado detenido en una de las celdas de la comisaría 6ta. (en distintas épocas), cuando yo apenas tenía quince años por una revuelta estudiantil, falsamente acusado de haber arrojado una bomba molotov a un patrullero policial. Eso fue en 1958. Y allí estuve y permanecí encerrado junto a un “punguista” (ladrón de billeteras de las líneas de colectivos) que me sermoneaba acerca de la moral y otro tipo acusado de algo non sancto, hasta que

mi padre pudo sacarme por ser menor de edad y estudiante de bachillerato y porque, en definitiva, luchaba por una causa justa. Sin embargo, en el caso de Bustos, su detención todavía fue algo más terrible: una acusación de violencia (a no ser la del pensamiento) a la que él jamás, presumo, se aproximaría, siendo, como dije, un intelectual acostumbrado a accionar su arma interior: el amor y, lo repito, el pensamiento. Cuando entró el gobierno popular de Cámpora, se produjo una asonada popular de tal magnitud que uno de sus decretos de Estado, fue el de poner en libertad a todos los presos políticos. Y otro dato importante con el que cierro esta memoria: entre los manifestantes que estábamos presentes esa noche frente a la puerta misma de la cárcel de Villa Devoto, lo encontré entre la multitud a Miguel Ángel, participando de aquella fiesta del pueblo, es decir, cantando como yo las mismas consignas, los mismos sueños, las mismas esperanzas. ¿Habría que agregar algo más? No lo sé. Tal vez la de decir que parte de su familia era de procedencia alemana y que su nombre completo era Miguel Ángel Bustos Von Joecker. En 1975, tuve la imperiosa necesidad (al igual que muchos otros) de abandonar el país, después de que se sucedieran cuatro allanamientos en mi domicilio en los que afortunadamente, no hubo detenciones. Una vez en Venezuela y al año siguiente, me enteré de la desaparición de mi querido amigo y de otros que también fueron secuestrados para no volver a saber de ellos jamás. Hoy, con mucha tristeza, recuerdo las palabras del poeta Julio Huasi –mi jefe de redacción en el diario El Mundo: - “Escribí esta nota a lo Hemingway” … Y un tiempo después, en el exilio, como el propio Hemingway, se metía un balazo en la cabeza en una habitación solitaria del viejo Madrid. En Santiago de León de Caracas, 2007. n


Utrera, entre

cursiva * T o d o l o e s c r i t o e n

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Miguel Guédez

hemos visto / a la vera del bosque, en la mañana”, así Miguel Ramón Utrera abre sus puertas de noble madera poética, y nos convida a situarnos en “los caminos de la sierra” al sur del estado Aragua, en el vivo diálogo de la naturaleza que atraviesa el alma del poeta y ahí anida. ¿Por dónde vas Utrera, por qué senda te has perdido? “Ya tiene el día sin surcos / una blanca sementera”; “Juncos de cristal”; “espigó el silencio”. Situados donde estamos, bajo nuestra condición de hombre subordinado a la tecnología, en el umbral del siglo XXI ¿Cómo sentir las evocaciones de un mundo poético con plena vitalidad, con qué memoria olorosa y táctil? Si ahora mismo pudiéramos estar leyendo estas líneas mientras un saxo trepa por paredes que se multiplican, y estrepitosamente vibra junto a otros ecos de pronta distancia. Si la cacofonía de la nada nos confunde y la saturación de los sentidos es aun aturdida con ráfagas de puños imperceptibles, ¿indiferencia? Si la tecnología nos

dor, que esos motivos poéticos servían para ilustrar:“El norte es una lloviznita menuda de la sierra que no se siente venir y que cae todas las mañanas cuando se acaba el invierno”.

absorbió y respiramos y vivimos y morimos en ella. En las ciudades populosas, con ese movimiento de gente y luces artificiales por todas partes, no se nota la noche. ¿Por dónde vas, Utretra, por qué senda te has metido? Nacido en 1908 en San Sebastián de los Reyes, Utrera dedicó su virtud poética a enaltecer el paisaje de su pueblo natal y de sus cercanías. Nombró el mundo que lo rodeó con el mismo vocabulario de sus pobladores, se hizo inteligible para ellos: el norte viene, llorando / ternuras por los caminos. Además de humanizar la naturaleza “para darle significación”, entendió, gracias a su férrea vocación de educa-

Ilustración: Walter

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“Es hora al fin, de referir este hecho. / Decir lo que

¿Por dónde vas Utrera, por qué senda de este siglo? Henry Miller cree que “el poeta moderno parece darle la espalda a su público, como si lo despreciara… Justifican su importancia haciéndose deliberadamente inintelegibles”. Yo me pregunto, ¿no es acaso esa resistencia por mantener los vínculos con la naturaleza, por realzar el paisaje ante el cual se abrieron sus ojos, un verdadero reto para un hombre nacido en el siglo XX? Utrera tomó la decisión de escribir sobre estos temas nativos, consciente de la vida en las ciudades, es decir, que no por ingenuidad de los avances tecnológicos y sus ruidos, ofrendó su espíritu al campo. César Vallejo advirtió en uno de sus lúcidos ensayos: “La poesía nueva a base de palabras o de metáforas nuevas, se distingue por su pedantería de novedad y, en consecuencia, por ser compilación y barroquismo. La poesía nueva a base de sensibilidad nueva es, al contrario, simple y humana y a primera vista se la tomaría por antigua o no atrae la atención sobre si es o no moderna”. Esta sensibilidad “simple y humana” es la que el poeta Utrera nos demuestra en toda su poesía, y que este fragmento de Estos pasos de ahora, nos sirva de ejemplo:


nsayo en este e

per

el Ra Migu a e c tene

Utre món

ra

la senda y la rueda Para pulsar el corazón del campo debemos conocer todas las sendas: la de sombra fugaz, agria y desnuda, y la que purifica torvas huellas; la que torna al silencio de los días con las palabras buenas. Preparemos los pasos. Nuevos pasos para un camino impar, sin asperezas; para un surco de sueños donde ahora se colmará de luz la nueva siembra.

“Para desgracia nuestra, los que creyeron que con la caída de Gómez la sombra se disiparía, tal vez no advirtieron lo que en esa época se estaba gestando: ‘se fue el dictador, pero nos cayó encima el petróleo (la peor de todas las sombras) y los malos gobiernos’”

sombra se disiparía, tal vez no advirtieron lo que en esa época se estaba gestando: “se fue el dictador, pero nos cayó encima el petróleo (la peor de todas las sombras) y los malos gobiernos”. Me resulta imposible no acotar lo que dijera Holderling: “el hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando piensa”, a propósito del “–hombre y sueño–” expresado por Utrera, cuyo “diálogo puro”, si bien no acabará totalmente con la sombra, porque sombras temerarias siempre habrán, sí es capaz de enfrentarla, y herirla. ¿Qué nos quiere comunicar Miguel Ramón Utrera? ¿Por qué el campo, los pájaros, los niños, por qué esa sombra en medio del amor? Nosotros, ahora, ¿seremos capaces de sentir realmente esa humanidad que él nos ofrendó en letras? Pareciera que cada vez nos alejáramos un poco más de ese mundo sencillo y encantado. “Dime de alguien que hoy día viva su vida. Dependen siempre de lo artificial que le rodea, todo desagradable”. Ya podrás ver, Utrera, ¡en qué rueda andamos metidos, y sigue girando! n Bibliografía: -Miguel Ramón Utrera. La Otra Claridad. Prefacio y selección Harry Almela. Editorial: La Liebre Libre. 1993. -Jesús Enrique Guédez. Miguel Ramón Utrera. Documental. Ediciones Letra-Imagen. 1991. -Miguel Ramón Utrera. Obra poética. Publicaciones de la Alcaldía del Municipio San Sebastián de los Reyes.

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¿Por dónde vas Utrera, por qué senda del olvido? Sobre la poesía de Utrera existe un manto de silencio en el país, a pesar de haber sido merecedor del Premio Nacional de Literatura en 1982, distinción de la cual, en un acto de dignidad poética, aceptó sólo el reconocimiento, pero rechazó el dinero. Este gesto demuestra su convicción de que no se escribe para concursar, por prestigio, ni por ninguna de esas fatuidades institucionales. Sin embargo, entre sombras, Utrera poseía una clara visión de lo que era Venezuela. En su poema, La sombra temeraria, retrata la angustiosa situación que se vivía en el país durante la dictadura gomecista . “Desde muy niño escuché decir en la casa que teníamos una sombra encima”. Más tarde, pasada la adolescencia, viajó a Caracas a estudiar y se instaló cerca de la Federación de Estudiantes, pese a esto, no se invo-

lucró en la política. Durante esos años difíciles el poeta comenzó a padecer esa sombra que tanto escuchó mencionar de niño:“No hay vocación completa. No hay negocio completo. No hay nada que se pueda dar en el país en pro de un beneficio común que no sea interferido por esa sombra que por todas partes aparece”. Esta sombra nos sigue, de puntillas; se oculta en todas nuestras horas claras; y así mismo se infiltra en nuestras voces con leves ademanes de fantasmas. La entrevemos, siguiendo nuestros pasos, y trepando por todas las palabras; inasible, fugaz, sin rumbo fijo, pero presente siempre y siempre extraña. Guardemos ya nuestras mejores voces. Deshilando las hebras de este sueño, esperemos la luz de la mañana. Cuando el día retorne con sus sones, en el diálogo puro –hombre y sueño– se rasgará la sombra temeraria. Para desgracia nuestra, los que creyeron que con la caída de Gómez la


e H l a n e de Juv

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arcía Sojo

a c i r é m A e d e t o j i Qu r

Giordana G

r a v í Bol rera

entro de la iniciativa de dotar a los Consejos Comunales de textos clave en la conformación de una conciencia emancipada del pueblo venezolano, la Fundación Editorial el perro y la rana creó la Biblioteca para los Consejos Comunales, conformada por cien títulos de 50.000 ejemplares cada uno. Entre ellos contamos con el valioso Bolívar Quijote de América de Juvenal Herrera, compendio de ensayos imprescindibles para desentrañar el alcance discursivo y humanístico de Simón Bolívar. El pensamiento de Bolívar arropa necesariamente cualquier ideario o accionar emancipatorio. El bolivarianismo cose, recodo a recodo, la búsqueda de una nueva forma de convivencia entre los hombres, la de la libertad plena y la conciencia generadora de soberanía e independencia. Es Bolívar una presencia constante, “poeta de la acción” y sagaz hacedor de futuro, su prosa cala en cada americano libre, empujándonos al batallar incansable, al pensar comprometido y a la crítica creadora. Para comprender su enseñanza y llevarla a la práctica hay que adentrarse en el entendimiento de Bolívar el hombre, conocer las asperezas que enfrentó su devenir y de las que surgió un ser humano de gran humildad, capaz de renunciar a todo por la fuerza de una idea: liberar América y unirla desde la rebeldía y para la autonomía. Juvenal Herrera, estudioso vehemente de la vida y la obra de Bolívar, poeta y militante de las causas obreras y campesinas, reúne en este libro joyas sobre el proyecto bolivariano, textos que nos ayudan a entender por qué el pensamiento de Bolívar “trasciende los tiempos”: Desde la preclara visión de Jesús Enrique Rodó, pasando por Miguel de Unamuno, quien da el mote de Quijote al que sabe “un soñador sin límites en su generosidad”, hasta un Vicente Pérez Silva, quien trae luz a la visión que de Bolívar hiciera otro grande de la historia de las insumiciones: Carlos Marx. Al leer el ensayo La bacanal de las fieras, del mismo Juvenal Herrera, encontramos análisis que descubren la paridad de acción entre el imperio norteamericano de entonces y el de hoy, presto siempre a utilizar títeres para engullir y colonizar. Escribe Juvenal: “¡Qué extraordinaria semejanza hay entre los escritos infames de Santander contra Bolívar y los de los funcionarios de Washington! …unos y otros tenían una unidad de propósitos que llevaron a la muerte de Bolívar y Colombia”.

Desde entonces, desde Santander y su traidora manada de acólitos, no ha cesado la sangre en Colombia, no ha cesado la ingerencia imperial y la guerra como política de Estado en Nuestra América; el destierro de Bolívar, el complot para arruinarlo y desacreditarlo, no distan en nada de las actuales tácticas mediáticas de desinformación y felonía; por ello, no es descabellado investigar la muerte del Libertador, la cual, cada vez más, parece haber sido provocada (como mantiene el presidente Chávez ); el magnicidio también es una estrategia recurrente del lobo yanqui. La historia desenmascarada y reencontrada, es la historia que hallamos en estas páginas tan atinadamente agrupadas por Juvenal Herrera. Es la historia viva de Bolívar y las circunstancias que hicieron de él y sus ideas, la esperanza de un futuro libre. Ahora es tarea nuestra difundir, analizar y llevar a la acción, las enseñanzas del héroe y del hombre. Damos entonces la bienvenida a esta pertinente edición de Bolívar Quijote de América, en honor de todos los que con su escritura han propagado la vastedad del ideario bolivariano, mirando hacia la Patria Grande que hoy nos reclama y requiere con urgencia. Juvenal Herrera (1940 – 2008), hermano colombiano, ha publicado más de veinte libros de ensayo y poesía, entre ellos: Bolívar, El Hombre de América; Convocatoria antiimperialista; Simón Bolívar, vigencia histórica y política; Fascismo yanqui y represión política en América Latina; La situación actual del movimiento obrero colombiano; Presencia de María Cano; Poemas disparados; Canto desde la tierra; Los fuegos del alba y Los laberintos del amor. n


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AR LAS SUTILES DÍA–CRÍTICA · Nº 6 oct–nov, 2008

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a inserción de América Latina en el proceso de globalización es inevitable, independientemente de que esta sea buena o mala. Inevitable como lo fueron la conquista, el saqueo o la esclavitud. Pareciera que existe en nuestro continente un aire de predestinación a la tragedia de la dependencia. Cabe, entonces, preguntarse: ¿Alcanzaremos a ser libres e independientes algún día? De esta pregunta se desprende otra, no menos atrevida: ¿Qué hemos hecho para ser libres e independientes? Y de esta nueva pregunta se desprende una tercera: ¿Lo que hemos hecho, ha sido acaso hecho por el camino correcto?

Es triste ver en nuestras ciudades capitales —y Bogotá, en Colombia, es la más patética muestra de ello— cómo su desarrollo urbanístico es muestra del turnarse de los imperios en nuestro dominio. El centro histórico de casi todas nuestras ciudades, aquel en donde nacieron al ser fundadas por españoles y portugueses, responde a lineamientos arquitectónicos de corte colonial ibérico. Luego, hacia el punto cardinal de su desarrollo, la arquitectura es de tipo francés, más adelante inglés y finalmente estadounidense. Un paseo de Sur a Norte por Bogotá, o de Norte a Sur por Ciudad de México, corroborará lo dicho. ¿Y de allí hacia adelante qué sigue?, nos preguntamos colombianos y mexicanos acudiendo al manejo del cáustico humor que nos caracteriza; y, en tono de burla, respondemos: ‘De allí en adelante seguirán construcciones chinas de techos angulados y pequeños dragones tallados’. De nuevo, el humor como afirmación de la desventura y como reconocimiento de la predisposición y el acondicionamiento para aceptar la fatalidad.

No est á desfas ado, entonces, el prestigioso sociólogo Orlando Fals-Borda cuando sostiene que ‘globalización’ no es otra cosa que el término actual para referirse a la continuada dominación de la que hemos sido víctimas por parte de las naciones europeas occidentales desde el siglo XVI. Sin embargo, para consuelo de muchos, agrega que, a juzgar por la suerte que han corrido los imperios hasta hoy conocidos, no hay mal que dure cien años… pues todos terminan derrumbándose tarde o temprano. ¿Debemos, entonces, esperar el derrumbe natural —el tsunami histórico— para ser libres? ¿No sucederá que, tras la esperada barrida de ese mar de la historia, nuevos imperios nacerán y sacarán provecho de nuestra predisposición a la dependencia? ¿Que podríamos hacer para fortalecernos de tal forma que ningún otro imperio de soles o de lunas nacientes o menguantes, o de estrellas o dragones, entre a dominarnos? La respuesta a tal pregunta es muy simple: debemos evitar que ello suceda. Tenemos la obligación histórica de no permitir que el fenómeno se repita. Pero, hablando concretamente de los tiempos presentes y del fenómeno que ahora nos acosa, ¿es esta presente demoníaca corriente de globalización... evitable? ¿Cómo deben las nuevas generaciones responder a ese reto de ‘derrotar’ la globalización, evitándola?


pios de los pueblos. “Ya que nuestros gobiernos son eurocéntricos y genuflexos, como tantas veces se ha afirmado —sigue diciendo Fals—, no aprecian las riquezas naturales, humanas y culturales de nuestros entornos. Al eurocentrismo se le responde con el aprecio orgulloso por lo que somos y tenemos, y por lo que podemos llegar a ser. Lo contrario sería fomentar una subordinación injustificada que nos llevaría a una homogeneización inaceptable”. Vale la pena, a esta altura de los raciocinios, preguntarse:, ¿acaso esa categoría de legitimación del ‘eurocentrismo’ contribuyó a permitir los execrables crímenes históricos ya mencionados —conquista, ‘saqueo’, esclavitud, colonialismo—, de modo que ahora pudiéramos considerar la globalización como el umbral de un nuevo crimen que, en la acentuación de nuestros niveles de miseria y entrega, solo conduciría a los latinoamericanos a un estado de ‘modernización de la pobreza’ o a un ‘subdesarrollo globalizado’? Fals-Borda opina que no cabe duda de que esos crímenes son “totalmente imputables a la llamada ‘civilización occidental y cristiana’, cuyos epígonos se han distinguido por la explotación, la exclusión y la guerra. La miseria y la pobreza se han multiplicado en el mundo desde hace seis siglos, bajo el manto protector de la cruz y la espada. Bajo el sofisma de las buenas intenciones otromundistas, fue en apariencia justo convertir la pólvora china en mosquetería y dinamita mortal, pero eso sin duda ha constituido un crimen impune de lesa humanidad” —concluye.

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La respuesta tendría dos variantes, conectadas e interdependientes: la económica y la cultural. El fracaso histórico de América Latina se debe en parte a la sospecha de que es posible un equitativo desarrollo económico divorciado de procesos de afirmación cultural y de orgullo de la pertenencia. Es preciso, al buscar las primeras luces en el entendimiento del problema, tener claro que América Latina no es una. En la enorme porción de tierra que la compone, conviven múltiples culturas y disímiles cosmovisiones. Sus sectores populares, los más deprimidos —oh, paradoja— son los más afirmados culturalmente. Sus clases medias son amorfas, desafirmadas, avergonzadas de su pertenencia y alienadas en los ideales de la clase-media-universal. Sus oligarquías son depredadoras y desprovistas de sentido social. Pero todas esas clases, bajas, medias y altas, han sido víctimas del ‘eurocentrismo’, el que, desde los albores de nuestra historia, nos ‘vendió’ la categoría mental de que Occidente era el centro del universo y de que su pensamiento era el único válido y legítimo. Esa categoría de legitimación del ‘eurocentrismo’ permitió los más execrables crímenes de la Historia: la esclavitud, la conquista, el colonialismo, el holocausto, y otros. A ese respecto, Fals-Borda piensa que la globalización es evitable, si en los países subordinados como los nuestros “aplicamos políticas de desarrollo local (por esa razón llamadas de ‘glocalización’)”. Pero según él, esas políticas deben depender, necesariamente, de movilizaciones populares y buscar afirmarse en actividades culturales y en tradiciones que definan los perfiles pro-

David Sánchez Juliao

“El fracaso histórico de América Latina se debe en parte a la sospecha de que es posible un equitativo desarrollo económico divorciado de procesos de afirmación cultural y de orgullo de la pertenencia. Es preciso, al buscar las primeras luces en el entendimiento del problema, tener claro que América Latina no es una”

MAS

DE LA NUEVA CONQUISTA


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Pero no seamos pesimistas. Podría, no obstante, haber una salida. Aunque jamás hemos sido modernos, un buen entendimiento del término ‘posmodernismo’ podría conducirnos a una ‘sana anarquía’, en el sentido de considerar cada entidad o instancia cultural como la única y legítima, afirmándose en sí misma y exigiendo respeto al tiempo que respeta las otredades. Esta ‘gran cruzada’ cultural tendería a reforzar los sentidos de identidad y pertenencia ya existentes en los amplios sectores populares al margen de la economía —mestizos, indios, afrodescendientes, pobres en general— y a renacerlos, si alguna vez los hubo, o a generarlos, en la clase media ‘educada’, poseedora de las destrezas y la información, y motor de la economía. Sucede que siempre fuimos colonia, eternamente subordinados. Siempre se nos negó ser, pues siempre fuimos en función de otros: los dominadores. Y de tanto querer ellos que fuéramos como ellos y de tanto querer nosotros ser como ellos, terminamos siendo dos cosas en una : una doble caricatura, la ajena y la nuestra propia. Bástenos con saber que en Colombia se organizan con frecuencia concursos para elegir a “La Audrey Hepburn colombiana” o “El Schwarzenegger latinoamericano”. Recordemos al pensador colombiano William Ospina, cuando afirma: “La tarea más urgente de la humanidad en general es la tarea de reconocerse en el otro, la tarea de asumir la diferencia como una riqueza, la tarea de aprender a relacionarnos con los demás sin exigirles que se plieguen a lo que somos o que asuman nuestra verdad. Frente a los fascismos que hoy resurgen en tantos lugares del planeta se alza esta urgencia de hacer que en el mundo persista la diversidad de la que depende la vida misma. El triunfo de un solo modelo, de un solo camino, de una sola verdad, de una sola estética, de una sola lengua, es una amenaza tan grande como lo sería en el reino animal el triunfo de una sola especie o en el reino vegetal el triunfo de un solo árbol o de un solo helecho”.

“El triunfo de un solo modelo, de un solo camino, de una sola verdad, de una sola estética, de una sola lengua, es una amenaza tan grande como lo sería en el reino animal el triunfo de una sola especie o en el reino vegetal el triunfo de un solo árbol o de un solo helecho” Pero sea esta la oportunidad para rendir tributo a nuestro acervo cultural, pronunciando uno de nuestros más dicientes refranes castellanos: “No hay mal que por bien no venga”. Ello, en el sentido de que “un punto interesante en este vertiginoso proceso de globalización es que el mismo nos está generando una conciencia de la diversidad latinoamericana —como lo afirma la escritora argentina Alex Ferrara—. Bien podríamos trabajar en la construcción de nuestra ‘Latinoamérica globalizada’ —dice la escritora— para que así el mundo se entere de nuestras riqueza y diversidad, de la inmensa fuerza que significan tantos millones de hispanohablantes en el planeta, repartidos en un vastísimo territorio. No en vano Bush y Kerry, en la pasada contienda electoral de los Estados Unidos, empezaron a balbucear frases en nuestra lengua en busca del codiciado voto hispano. ¿Cuándo empezaremos a hacer valer esa fortuna cultural si no es ahora?”. Lo que anota Alex Ferrara, mucho tiene que ver con la ‘sana anarquía’ de la que hablábamos, en el sentido de propender por la conciencia de la diversidad y por el orgullo de cada pertenencia, considerándola como única y legítima pero en franco respeto a las otredades. En ese sentido, el mismo ‘Benemérito de las Américas’, don Benito Juárez, podría considerarse anarquista al afirmar: “El respeto al derecho ajeno es la paz”. Ello, si tomamos como un derecho humano y fundamental aquel de sentirse único y universal desde esa unicidad. “No hay que asustarse, sin embargo, ante el término ‘anarquismo’ —sostiene Fals-Borda—, pues este responde a una filosofía respetable y a una búsqueda alterna de organización sociopolítica, muy superior a las fórmulas conocidas burguesas, o las de ‘la Ilustración’. El anarquismo filosófico nació entre príncipes de ‘la Rusia Zarista’ que llegaron a apreciar a los campesinos siberianos autonómicos. No se trata, pues, de anarquía vista como desorden. En América Latina, debido a la baja densidad demográfica en mucho de su territorio, fue posible poblar muchos vastos territorios aprovechando las lejanías, los intersticios y las márgenes de las sociedades. Lo que dejaron intocado los hacendados, fue ocupado constructivamente por indígenas, negros cimarrones, campesinos antiseñoriales pobres y colonos raizales. Las autoridades europeizantes no podían ver a estos grupos sino como díscolos, porque rompían la rutina del poder formal


y autoritario de los centros. Pero allí, en los centros, es en donde se ha cocinado y se siguen cocinando la violencia y las guerras, las ambiciones personales y la libido imperandi. De allí han salido las consignas de sangre y fuego que han hecho trizas a Colombia. Por eso, en cambio, creo que se refuerzan los sentidos de pertenencia e identidad en los sectores populares de base, y que los valores antiguos positivos, por la vida y la cooperación, pueden renacer con políticas adecuadas, en manos de gobernantes que tengan corazón y entrañas, y verdadero amor por sus pueblos”. Volvamos a William Ospina: “En esta defensa de la diversidad cabe la lucha por la existencia de muchas naciones distintas, con sus lenguas distintas, con sus culturas, con sus indumentarias, con sus dioses y, si se quiere, con sus prejuicios. Y así se ve mejor el peligro de las hegemonías y de los imperialismos. Cuando la guerra de los ‘boers’ en Sudáfrica, a comienzos de siglo, Chesterton se declaró partidario de los nacionalistas sudafricanos en nombre del nacionalismo inglés. Acusado de traición respondió: ‘Yo soy nacionalista. Ser nacionalista no es sólo querer a la propia nación sino aceptar que los demás tengan la suya. Ser imperialista, en cambio, es en nombre de la propia nación querer quitarle su nación a los otros’”. América Latina no puede, pues, despegar hacia un equitativo desarrollo económico sin conocimiento

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y conciencia de su pasado, su Historia, su cultura —sus múltiples culturas—, su potencial como usuaria de una lengua hablada por casi 500 millones de personas y como poseedora de inmensos recursos naturales. Sólo ese convencimiento permitirá a nuestro continente saber qué es y quién es en el contexto de las naciones del mundo; y sólo ello le permitirá saber para quién genera riquezas y en busca de qué. Finalmente, digamos que la sana conciencia y una práctica mesurada de nuestra predisposición al disfrute de la existencia, podría permitirnos presentarnos ante el mundo como alternativa de felicidad en el marco, eso sí, de la aplicación de un modelo de desarrollo equitativo y propio. Un modelo no copiado de modelos conocidos, en el que la lengua común sea un factor de unión, respetando los dialectos indígenas vivos al igual que la cosmovisión que ellos encarnan. Y ahora, la gran pregunta: ¿Cómo deben responder los jóvenes de hoy al reto que todo lo expuesto les plantea, y por donde tendrían que empezar? La esperanza de una nueva América Latina, nacida de un cambio radical de sus actuales estructuras, depende de que sus nuevas generaciones se preparen para ser líderes y agentes de cambio. Líderes y agentes de cambio en lo social, lo cultural, lo económico y lo político, sin dejarse sobornar, comprar ni cooptar por los dueños del poder, como ha sido la costumbre en nuestros pueblos. Es urgente que empiece a darse el relevo en las dirigencias del Continente, y que empecemos a expulsar por las vías democráticas a aquellos que han sido los culpables de nuestra pobreza, nuestra condena al sufrimiento, a la inequidad y al subdesarrollo. A aquellos que han sembrado y alimentado la violencia y las guerras. Y muy importante: debemos, en la nueva concepción de una América Latina justa, mirar hacia las alternativas, de todo orden, a que acudieron nuestros pueblos fundantes para resolver los problemas que el vivir en este mundo les planteaba. Esos pueblos tienen mucho que enseñarnos, pues de no haber sido destruidos a sangre y fuego por la voracidad del conquistador, esta América Latina de hoy sería muy similar a la que sus buenos hijos aspiramos que sea. *David Sánchez Juliao es escritor colombiano con formación en literatura, comunicaciones y sociología. Ha publicado novelas, cuentos, fábulas y testimonios, con prestigiosas editoriales de Colombia y otros países. Ha sido muchas veces Premio Nacional de Cuento, Premio Libro de Cuentos y Premio de Novela Plaza y Janés con “Pero sigo siendo el rey”, de la cual, como de otras de sus obras, se ha hecho una versión para televisión ampliamente difundida en muchas lenguas. Los trabajos de Sánchez Juliao han sido traducidos a más de 12 idiomas y sus producciones Contador de Historias I y II, prensados por Discos MTM en la voz del propio autor, circulan ahora en Colombia y en el exterior con igual fuerza que sus libros. n


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¿DÓNDE VIVE JUAN LOYOLA?, L

a incursión de Juan Loyola (1999) en el territorio de las artes visuales neoespartanas no fue invasión, sin embargo transformó la geografía artística de la isla, tras inaugurar su galería “La piel del cangrejo” (1976) desde donde mostró la contundencia de un planteamiento plástico de vanguardia, junto a otras jóvenes promesas del arte latinoamericano y reconocidos maestros nacionales que confluyeron en un momento interesante para la plástica insular.

20 Loyola sobresalió con su irreverente propuesta de Cajas negras (1985), ensamblajes de madera con espejos rotos, muñecas desmembradas, alambres retorcidos, fotos quemadas y diversos materiales de deshecho, obras que fueron duras denuncias contra una sociedad de consumo que él conocía al dedillo, por ser parte de ella como exitoso comerciante de Zona Franca y por su vinculación con quienes detentaban el monopolio de las exportaciones del Puerto Libre. Loyola llegó a Margarita en el 75 buscando hacer fortuna en el campo comercial, materia que dominaba con propiedad por acompañar exitosas empresas de su madre en La Guaira, su ciudad natal. Pero al presenciar el atraso existente en materia de artes visuales, su espíritu creador lo impulsó a promoverlo, quedando atrapado por sus redes. Fue artista autodidacta de breve incursión por la Escuela de Artes Cristóbal Rojas. Pero Porlamar le dio herramientas y motivos para emprender un

periplo creativo dentro de la plástica nacional que lo acompañaría hasta su muerte ocurrida en Caracas el 27 de abril de 1999, producto de una grave insuficiencia cardiaca. Su propuesta fundamental siempre lo vinculó al riesgo y la irreverencia contra los quistes cancerígenos de la sociedad. Con ella enfrentó a cuantos y a quienes consideró corruptos o traidores a la patria, mostrando su desacuerdo con valentía en los escenarios institucionales más notorios y neurálgicos del país. Así lo haría en la sede del Poder Judicial donde presentó su más impactante performance: Asalto por Dignidad a los Tribunales de Justicia y a las Oficinas del Congreso Nacional de la República de Venezuela (1990), donde irrumpió junto a sus discípulos (cual kamikazes) explotando con sus cuerpos, grandes bolsas plásticas que contenían pigmentos de caucho con los colores primarios, (para él, símbolos del tricolor nacional), y reptaron por el piso cual serpientes, fundiéndose en las

mezclas que formaron un pastoso tono marrón semejante al estiércol. Todo esto por denunciar la podredumbre imperante en aquel asiago momento de nuestro país. Este acto alcanzó tal significación, que fue titular de primera plana en numerosos medios de prensa mundial y ese mismo año le hizo acreedor del premio: Medalla de Oro de la ciudad de Bruselas y el premio especial del jurado del Festival de Cine Súper 8 y Video de esa misma ciudad. El tricolor nacional fue símbolo principal en su obra, a través de él denunció atropellos con gran contundencia. Fue audaz cuando la burocracia legalista impedía su uso más allá de los actos protocolares. Con sus colores pintó chatarras de automóviles abandonadas por décadas en las carreteras del país, provocando reacciones policiales que culminaban con la detención del artista, pero causaban la remoción de la chatarra. También pintó grandes rocas, postes derruidos y tubos que atentaban contra la seguridad ciudadana, generando similares actuaciones por parte de las autoridades. La poesía, el video, la fotografía y el arte corporal formaron parte de sus destrezas, junto con la escultura, la pintura y el arte conceptual. Aunque sus creaciones fueron frecuentemente excluidas de los escenarios oficiales nacionales y escasamente se hallan en las colecciones oficiales nacionales, sus obras alcanzaron gran nivel de receptividad entre la crítica internacional, provocando elogios de importantes


¡EL ARTISTA!

(1979-85), el resto de su ingenio creador fue efímero y en buena parte quedó oculto o perdido en la frágil memoria de una época que no asimiló la profundidad de su propuesta, conformes con aplaudir su histriónica apariencia, sin percibir que esta era parte de un juego en el cual el artista les hizo partícipes. Cuando Loyola constató la revulsión que causaba su arte entre la dirigencia artística oficialista, impidiéndole penetrar los espacios museísticos, y consciente de la fascinación que ejercía su exótica figura sobre algunas mentes burguesas del país que lo consideraban como rara avis, tomó la decisión de abandonar los esfuerzos por acercarse al estamento artístico oficial y se dispuso a burlarse de sus detractores, emprendiendo nuevas formas de golpear la docta vanidad de los críticos valiéndose de los nuevos ricos que coreaban su irreverencia. Para lograrlo requería generar un producto accesible que le sirviera cual “celestina”, de quinta columna para penetrar en las mansiones burguesas a costa del sacrificio de su propia trascendencia. Así surgieron sus obras del bad painting, y con ellas su triunfo sobre la ortodoxia de los especialistas y el mal gusto de los ricos. Así inició su etapa “abstracta” (1986) de gestos líricos y títulos eufemísticos matizados de patriótica poesía, en series como: Venezuela, entonces yo te escucho, “Venezuela, tú me dueles demasiado”, “Para acabar con la ausencia”, “Venezuela, ya te escucho el olor de tu futuro”, etc. Lienzos de formato áureo, texturas de mastique para revestir paredes, fondeados acrílicos aplicados con aerógrafo, tonos

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figuras artísticas como Oswaldo Guayasamín, Julio Le Parc y el crítico francés Pierre Restani, entre otros, además de ser invitado a destacados eventos y bienales de Europa, Latinoamérica y las Antillas, obteniendo destacados elogios por ello. Ninguna de sus chatarras o sus intervenciones de calle sobrevivieron a su tiempo, pero sus expresiones de arte corporal con la bandera como símbolo, forman parte del subconsciente colectivo y hoy son cotidianos en la escena nacional sobre rostros, cuerpos e indumentaria de numerosos partidarios del gobierno y la oposición, sin conciencia sobre quién fue Juan Loyola, ni qué significó para el arte ser el primer venezolano que se atrevió a utilizar esos símbolos para protestar, y que hacerlo significó un riesgo personal para él, incluyendo vejaciones, maltratos físicos, secuestro policial y hasta encierros, en momentos que la oficialidad lo prohibía. Loyola refundó el patriotismo en sus obras y en sus riesgosas actuaciones públicas, cuando decir Patria era una herejía para los propios gobiernos apátridas. Su voz solitaria se alzó para reivindicar mayorías y minorías silenciosas (indigentes, indígenas, homosexuales, etc.) en momentos de gran tensión política y social. Luchó por causas que sabía perdidas, sin perder el glamour de artista universal, obteniendo por esto, un lugar prominente entre los jóvenes artistas de su época que seguían su ejemplo con respeto y admiración. Con excepción de Cajas negras (1975-78 ) y Cartones corr ugados

Luis M. T. Río.

pasteles en connivencia con colores primarios, detalles de espátula para resaltar un tricolor sin estrellas; obras sinuosas de contrastes básicos y agradables al ojo ignaro. Juan Loyola se aprovechó de la burguesía y gracias a ella realizó sus mejores instalaciones en salones VIP de hoteles cinco estrellas. Sus exposiciones personales encontraron un público cautivo exhibiendo su vanidad consumista frente al boato de los marcos de sus cuadros. todos querían tener en su casa un cuadro de Loyola. Él lo tenía claro, sabía que los hoteles de lujo habían sustituido a los museos y fungían de nuevos templos donde adorar al “becerro de oro” y allí se concentraba su mercado. Con cada venta de esos “adorables chorizos”, el artista colocaba en las manos del comprador, un video con las evidencias de sus auténticas obras de arte, sus más arriesgadas y críticas actuaciones contra el sistema que ellos representaban, y paradójicamente esto aumentaba sus ventas y el precio de sus telas, seguramente por la vanidosa ostentación de sus clientes al colgar en sus paredes tales “muestras de su genio”. Camino hacia ese objetivo lo encontró la muerte cuando recién cumplía 47 años, frustrando su gran proyecto artístico de crear y sostener un Centro Latinoamericano de Arte Joven, donde se albergaría la nueva vanguardia artística latinoamericana del siglo XXI, financiada por su propio talento y por los cuadros que compraban sus aplaudidores, sin percatarse que ellos eran instrumentos de su último performance. Sin duda Juan Loyola es un patrimonio artístico venezolano por redescubrir, afortunadamente no lo hallaremos en los cuadros que visten el lobby de los grandes hoteles, ni en las mansiones de exclusivas urbanizaciones de todo el país. Ahí nunca estuvo el artista, pero sí queda la huella de la irreverencia de este talentoso creador que penetró las élites ecónomicas y sociales para burlarse de ellas. ¿Habrá alguien que se atreva a buscarlo? n


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S

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EL NADAíSMO

in pretender entrar, como se dice, en comparaciones odiosas, me permitiré en las líneas que siguen hacer un paralelismo entre el Nadaísmo colombiano y El Techo de la Ballena, de Venezuela, con el pretexto de extraer algunas conclusiones que pudieran servirnos para iniciar un debate en torno a los grupos literarios en Latinoamérica. La pregunta es ¿en qué aspectos se identifican o diferencian El Techo de la Ballena y el Nadaismo, en materia de propuestas, ejecutorias, influencias comunes y alianzas. En principio no me plantearía esta pregunta si no estuviera seguro de que son más las coincidencias que unieron a ambos grupos que las diferencias que podrían surgir de examinar dos contextos, dos realidades muy distintas entre sí, en cuyos contextos ambos grupos se insertaron. Un contexto social del lado colombiano y un contexto político del lado venezolano. Ese parangón al que me remito debería comenzar teniendo en cuenta que el movimiento nadaísta permanece aún soterradamente activo, humeante como un volcán, al punto de haber pasado ahora a una fase retroprospectiva que sorprende por su inventiva editorial, no sólo en materia de producción literaria de sus representantes vivos, sino también de lanzamiento de testimonios inéditos, siempre bajo el signo del Nadaísmo. A tiempo que, lejos de resignarse a sucumbir, continúa generando información polémica, año tras año, como corolario de un largo historial colectivo de autos de fe, insurgencia, ritos, y procesos que sus apologistas más radicales, Jotamario, Eduardo Escobar y Armando Romero, se empeñan en llevar hasta el día del juicio final. Es así como el Nadaísmo ha llegado a ser no sólo el grupo literario de más dilatada historia en hispanoamérica, sino el más prolífico en actuaciones y en obra recogida en publicaciones. Una historia a rastras La historia de El Techo de la Ballena es más corta, elíptica y se puede comprimir en una obra que reúna siete u ocho años de manifiestos, humor viscoso, exposiciones, fueros y desafueros contestatarios, tal como se aprecia en una fortuna crítica escueta y austera, reducida

a dos o tres expedientes testimoniales, entre los cuales cabe citar la antología de El Techo de la Ballena compilada y prologada por Ángel Rama. La gran fortuna crítica del Nadaísmo (considerado dentro de ésta la literatura escrita por los que lo adversan) se explica en parte por la continuidad de este movimiento, desde su fundación en 1959 hasta hoy, a lo largo de lo que quizás ha sido, sin duda, el más dinámico y controversial capítulo de la moderna literatura colombiana. En este sentido, el hecho de que haya tenido sus principales cronistas entre sus miembros más polémicos, ha contribuido a darle al Nadaísmo mayor unidad y a garantizarle, pese a los destrozos del tiempo, las deserciones y la muerte, coherencia con sus presupuestos iniciales, vale decir, el ataque a la moral burguesa, el humor desaforado, la subversión contra la institución clerical y la prédica de la anarquía como forma subversiva contraria a la supervivencia de una cultura oligárquica expresada no sólo a través del mantenimiento de diferencias de clase, sino también en el cuerpo retórico de una tradición poética que los dadaístas combatieron. Por otra parte, el hecho de que el grupo hubiera tenido desde su nacimiento un perfil generacional no sólo contribuyó a estrechar supremamente los nexos ideológicos y literarios entre sus integrantes, sino también a volver estos vínculos profundamente afectivos y hasta casi consanguíneos. Y esto ha sido también por mucho tiempo garantía de su supervivencia en el tiempo. No ocurre lo mismo con El Techo de la Ballena, cuya trayectoria fue más breve y coyuntural, como conviene a una empresa que tuvo un compromiso más inmediato, más fáctico con los acontecimientos, aunque no menos corrosivo y transversal que el que asumieron los nadaístas. Y si la brevedad de aquel no va en detrimento de su importancia, no es menos cierto lo que apuntó


FRAGMENTOSDESCOSIDOS Juan Calzadilla

Y EL TECHO DE LA BALLENA: ANOMALÍAS Y COINCIDENCIAS Ángel Rama cuando en el prólogo de la antología citada dijo que El Techo de la Ballena “fue hijo directo de una circunstancia histórica que se diluye a medida que esta circunstancia se trasmuta, pierde sus características y cede a las formas más tradicionales de la creación: el libro, la tarea individual, el arte”. Según Ángel Rama, El Techo “fue la confirmación del fracaso, de una derrota con que se inicia el consabido sálvese quien pueda”. Aunque disentamos de esta última afirmación, lo cierto es que El Techo fue frenado por la pérdida de impulso para continuar existiendo más allá de la desaparición de las condiciones adversas que lo originaron, y contra las cuales nadaba, terminando por entregar las banderas a sus individualidades más persistentes y correr con esto la misma suerte de la mayoría de los grupos de vanguardia en Hispanoamérica, es decir, su extinción.

Cuando se habla de influencias En cuanto a las influencias principales que actuaron en ambos grupos yo encuentro una coincidencia entre lo que afirma Jotamario cuando dice que “ni la poesía española ni la poesía colombiana nos servían como fundamentos válidos para sustentarnos”, y lo que en esta misma dirección en El Techo apuntaba Edmundo Aray en un manifiesto para celebrar tres años del grupo publicado en el diario Clarín de Caracas en 1963, en donde sostiene que: “Lo que en principio pareció a los eternos mantenedores del orden y la tradición un simple juego dañino y rabioso, a tres años de trabajo se muestra al país como uno de los esfuerzos mayores de revisión verdadera de nuestro aletargado mundo cultural, y que en última instancia, si no mostrara otros valores efectivos, cuenta

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Las razones de un liderazgo No creo de interés hablar aquí de liderazgo en un caso tan específicamente colectivo como fue la actuación de El Techo de la Ballena frente al doble compromiso de expresarse y de minar, cuanto fuera posible, las bases del sistema. Pero es evidente que en El Techo carecíamos de la mística grupal que al Nadaísmo infundió un conductor tan carismático como Gonzalo Arango, fundador del movimiento, poeta y, sobre todo, polemista insigne. Y no obstante que, a despecho de su ascendiente, su autoridad, venida a menos, haya sido cuestionada en 1973, acusado como fue de ideas religiosas y expulsado del movimiento, aunque reivindicado poco después en calidad de profeta, tal como se le reconoce entre sus adeptos, mote de profeta con el que pasó a la posteridad después de su muerte temprana, en 1976. Es evidente que, en ausencia de un liderazgo semejante, la cohesión del Techo de la Ballena dependió mucho más de la coherencia de sus propuestas transitorias y de sus desafíos al terrorismo de Estado que se practicaba en Venezuela, de su apoyo a la revolución cubana, que de unos nexos generacionales que no existieron y cuya falta, por eso mismo, contribuyó a que los integrantes del grupo tuvieran una concepción del hecho literario más heterogénea, abierta y menos solidaria de lo que fue la del Nadaísmo, cuestión que puede apreciarse comparando la concepción ballenera del poema con la tónica coloquial, desaforada, irreverente o narrativa, que sirve de denominador común a las poéticas de Gonzalo

Arango, Jaramillo Escobar, Jotamario Arbeláez, Eduardo Escobar, Armando Romero y Elmo Valencia, para sólo citar a los que están entre los vivos, y sin que esto desmerezca en nada el tono personal que cada uno de estos poetas ferozmente mantuvo. La diversidad de estilos y registros temáticos en los poetas de El Techo, aparte de corresponder a diferencias formales y generacionales, indiscutiblemente llevaba consigo un ingrediente de anarquía, desprecio a la literatura o desparpajo que contribuyó a la dispersión del grupo. Así pues, los nadaístas fueron poetas que escribieron con rabia contra el sistema, obsesionados más por lo absoluto y sin olvidarse de que ellos mismos eran parte del sistema que se trataba de dinamitar. ¿No era esta una posición suicida como lo entendió el profeta? De allí que expresaran en sus textos no sólo un inconformismo raigal y una visión fatalista de la historia, sino también un frenesí autodestructivo que encarnó en actitudes masoquistas exacerbadas tan pronto por inclinaciones suicidas como las que alentaban a Amílcar Osorio y a Eduardo Zalamea o francamente místicas como en el caso de la extorsión que Gonzalo Arango hace de su propio yo para, fraccionando al Nadaísmo, convertirse a una suerte de cristianismo primitivo, sin que cesara por eso de teclear increpaciones como ésta: “Yo Gonzalo Arango/ tirano del mundo/ me sentencio a la PENA CAPITAL de pasar la vida/ frente a una máquina de escribir/ escribiendo la palabra MIERDA/ por los siglos de los siglos de los siglos.


“Otro tipo de indagación en torno a las relaciones de ambos grupos podría conducirnos a una consideración de los géneros en que escribieron, lo que implica decir que el aspecto innovatorio de sus propuestas, en cuanto a las formas mismas, se sustenta en una oposición radical al realismo en todas sus manifestaciones”

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en su labor el haber propuesto las más firmes investigaciones polémicas sobre el arte, la literatura y la crítica venezolana”. Ese elemento común de rechazo a la lírica y la crítica tradicionales para los nadaístas y para los balleneros remite en ambos movimientos a un recurso, al Surrealismo, o si se quiere a la tradición de la poesía francesa, tal como, por su parte lo reconoce Jotamario al escribir que “prácticamente desenterramos a Lautréamont, a los surrealistas, a Rimbaud, en nuestro propósito de cambiar la vida”; (Este cambiar la vida está tomado de Rimbaud y por lo tanto Jotamario lo subraya). Aunque el precedente surrealista en El Techo de la Ballena pueda verse también en algún momento con carácter de adscripción o militancia, como cuando se lanzó en un diario de Caracas el manifiesto anticlerical titulado Para aplastar el infinito, y como podría también observarse en el uso de la escritura automática para componer alguno de sus textos principales, tal los casos por ejemplo de Dictado por la Jauría, del suscrito, y de Los venenos fieles, de Francisco Pérez Perdomo, hay que decir sin embargo que la invención fantástica o la apelación al absurdo, a la metáfora insólita y al humor negro y corrosivo, como recursos del habla que se ponen a disposición de la escritura en su afán de hiperestesiar la experiencia de los hechos, no es resultado, como podría pensarse, de una mera adopción o copia del lenguaje surrealista, sino consecuencia del desarrollo de formas imaginantes o meta-dialectales, como dirían los lingüistas, inherentes a un comportamiento expresivo radical, a tono con nuestras realidades, y surgido como reacción al medio en donde nuestras agrupaciones tuvieron que actuar por impacto y, como decía Edmundo Aray, a dentellada limpia. Si se puede hablar de un modelo tomado en préstamo como fue el caso del Surrealismo en nuestro Techo de la Ballena, nada nos impide aceptar que lo que del modelo surrealista pasó al lenguaje ballenero no se dio sin una profunda transformación del lenguaje personal. Adriano González

León en un manifiesto de 1964 en la revista el Rayado sobre el techo, Nº 3, lo expresa de este modo: “Pareciera que todo intento de renovación, o más bien de búsqueda o de experimentación en el arte, tendiera, quiérase o no, a la mención de grupos que hicieron propuestas en este sentido, a comienzos del siglo XX, tales como Dadá y el Surrealismo. Si bien es cierto que tuvimos muy en cuenta estas experiencias al fundar El Techo de la Ballena, no pretendemos revivir actos ni recurrir a gestos a los que el tiempo ha colocado en el justo sitio que les corresponde en la historia de la literatura”. Faltaría añadir a esa búsqueda de fundamentación en otras raíces lingüísticas, que Jotamario opone a la lírica española y a la tradición local, las numerosas afinidades que se filtran corrosivamente a través del cuerpo visceral de la poesía Beat y especialmente de la de Ginsberg, Kerouac, Corso y Ferlinguetti, influencias o más bien afinidades que quizás tienen más consistencia entre los nadaístas que en el lenguaje de los balleneros, si exceptuamos tal vez a Caupolicán Ovalles, quien por otra parte resulta, de cara a lo que estamos diciendo y si comparamos su poética con la del resto de sus compañeros de El Techo, el más francamente próximo al estilo desenfadadamente conversacional e irreverente de los nadaístas, como se desprende de su poema político Duerme ud. Señor Presidente: El presidente vive gozando en su palacio Si en vez de dormir/ bailara tango con sus ministros y sus jefes de amor/ nosotros podríamos oír de noche su taconeo de archiduque o duquesa Podríamos reír solo de verle ridículo esperando los aplausos de toda la gendarmería frenética. A esas componentes afines, inspirados en poéticas en otros idiomas y articulados a la nuestra, no escapa la recuperación de la oralidad que procede de algunos poetas de la tradición colombiana, como son León de Greiff y Barba Jacobo, de la misma forma en que se incorporan al lenguaje poético las escatologías de uso corriente en la jerga de los barrios, tal como se encuentran atisbadas primeramente en la obra de Mario Rivero, quien de alguna manera significó para los dadaístas el faro que para los balleneros representaron las obras de Dámaso Ogaz y Juan Antonio Vasco. Otro tipo de indagación en torno a las relaciones de ambos grupos podría conducirnos a una consideración de los géneros en que escribieron, lo que implica decir que el aspecto innovatorio de sus propuestas, en cuanto a las formas mismas, se sustenta en una oposición radical


al realismo en todas sus manifestaciones que, en literatura y pintura, continuaba cultivándose en ambos países, por la época en que esos grupos emergieron. Y esta oposición que veía de manera evidente la importancia del cuidado de la forma en la escritura no llevó en El Techo de la Ballena ni en el Nadaísmo, creo yo, a una preocupación formalista o perfeccionista y ni siquiera a preguntarse por el problema de estilo, sino que más bien hizo burla de todo aquello que pudiera parecer demasiado literario, frío, retórico o formalmente sacrificado a la libertad para hacer de los géneros literarios el uso que se quisiera. En alguna parte yo lo digo de la siguiente manera, evocando aquella época: “En la naturaleza de todo lo que escribo no hay el menor asomo de estilo. Nunca lo hubo, además. Confieso que no me ha preocupado el problema de tener estilo. Incluso no sé de qué se trata cuando me hablan de estilo. “Para mí que lo tengo y consiste en no tener estilo alguno, en no haberme ocupado jamás de tener estilo”.

“El Nadaísmo y El Techo de la Ballena fueron agrupaciones contestatarias surgidas casi simultáneamente en Colombia y en Venezuela en medio y como expresión de violentos cortes históricos y rupturas que sacudieron a las estructuras socio-políticas y a la cultura de ambas naciones”

La disección de los géneros La división de los géneros en el caso de El Techo de la Ballena está menos sujeta a incertidumbres dado que sus narradores, González León y Salvador Garmendia se declaran desde un primer momento novelistas confesos, incapaces de parir un sólo verso. En El Techo las especificidades parecen resistirse más a las trampas que la narrativa tiende a todo poeta, y así vemos que Pérez Perdomo, Contramaestre, Calzadilla, Ovalles, Ogaz y Hurtado, consagraron sus manes casi exclusivamente a la actividad lírica salvo en ocasionales incursiones narrativas, no muy satisfactorias, en los casos de Aray, Juan Antonio Vasco, Calzadilla y Ovalles. Orígenes comunes El Nadaísmo y El Techo de la Ballena fueron agrupaciones contestatarias surgidas casi simultáneamente en Colombia y en Venezuela en medio y como expresión de violentos cortes históricos y rupturas que sacudieron a las estructuras socio-políticas y a la cultura de ambas naciones. “A partir de los años sesenta —escribió Jotamario Arbeláez— toda América fue una gran conmoción poética. Cuba era un foco de soles sobre la esperanza del hombre nuevo. En todos los países se fundaron movimientos y revistas que llevaban los aires de la renovación del lenguaje y la atronadora sensibilidad del momento que era el siglo XX. Así se dio en Colombia y en Venezuela, este país que amamos tanto como si parte de él fuera nuestro, ese milagro de la expresión contestataria, con toda la violencia de un humor pérfido y una confrontación carnicera, que en Venezuela se llamó El Techo de la Ballena y en Colombia el Nadaísmo.”

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Tentaciones narrativas Hay que decir no obstante que si el Nadaísmo fue un movimiento predominantemente lírico, o en cuyo origen estuvo la poesía, no deben olvidarse las tentaciones narrativas que no ocultan y en que más bien incurren sus representantes, como es el caso, por ejemplo, de Jotamario, quien afortunadamente para los que admiramos su poesía, se confiesa un novelista frustrado, autor de una poesía novelada a cuadros cosidos con agujas de sastre.

Jotamario es el fragmentarista explosivo de una gran autobiografía, que es también la de una Colombia violentamente marginada. Gonzalo Arango, sin abandonar la poesía, se presenta como un precursor del relato policial en Colombia, en tanto que Eduardo Escobar anunciaba su novela de quinientas páginas titulada Ejemplos de metamorfosis; y Armando Romero y Elmo Valencia siguen trajinando ambidextra y exitosamente la poesía y la narración. Jaime Jaramillo Escobar, el más metafísico y marmóreo de los nadaístas, es como un jinete del apocalipsis criollo erigido en estatua barnizada por la luna romana de una plaza de De Chirico. Jaime se ha encargado de petrificar los gestos de una parodia real que no está bien armada hasta que él consigue desplazar la historia por un teatro de marionetas. Armando Romero, benjamín del grupo, cruzó las fronteras del Nadaísmo para vagar como un hippy, morral al hombro, por varios países, antes de recalar en Venezuela en donde se hizo protagonista de la más corrosiva farsa que escritor alguno haya contado para poner al desnudo, en una novela hilarante como La piel por la piel, los terrores y miserias de la universidad venezolana.


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Ese contexto fue, en efecto, el mismo que instó a los balleneros a formar un frente artístico-literario en la enguerrillada Caracas de 1961, para rotular un postulado subversivo que se puede resumir en las siguientes palabras, que tomo del manifiesto publicado en el Rayado sobre el Techo Nº 3: “No es por azar que la violencia estalle tanto en el terreno social como en el artístico para responder a una vieja violencia enmascarada por las instituciones y leyes sólo benéficas para la oligarquía del poder que las elaboró. De allí los desplazamientos de la Ballena; como los hombres que hasta ahora se juegan a fusilazo limpio su destino en la guerrilla, nosotros insistimos en jugarnos nuestra existencia de escritores y artistas a coletazos y mordiscos.” Aunque a este respecto, como conclusión, Jotamario no puede dejar de advertir que el humor, aún el más inocente, es un arma mortífera, así se emplee, como es su caso, para refutarse a sí mismo: ”Existió sin embargo —dice— una gran diferencia con El Techo en que nuestro amor por la revolución no resistía la violencia de un cañonazo, pues en realidad fuimos unos anarquistas enculillados tal vez por las influencias contrarrestantes del budismo Zen y Krishnamurti, Aurobindo y Lanza del Vasto, influencias que no sólo nos alejaron del compromiso, sino que nos mantienen con vida.” Es cierto que El Techo podía reclamar para sí una mayor cuota de compromiso frente a la violencia política que operaba desde el poder en Venezuela, e incluso una mayor dosis de delirio utopista y de empedernido experimentalismo a ultranza, pero en la poesía nunca llegamos en Venezuela, por ese tiempo ni después, a un desarrollo del desorden de los sentidos de tal virulencia como el que proveía a la tribu nadaísta de un culto irrestricto y desenfrenado a la insensatez y el escándalo. Nunca pudimos remedar la persistencia en los prosaísmos de una épica inspirada en el vulgar anecdotario de la vida corriente, como la que se desprendió para Colombia misma del magisterio nadaísta.

Las artes plásticas o la insubordinación informalista Otra analogía importante es la pasión por las artes plásticas y el afán con que ambos movimientos se esmeraron en integrarlas al programa de subversión intelectual. Si bien esta característica es más resaltante en El Techo de la Ballena, para el que la pintura jugó rol un decisivo en la propuesta innovadora de los sesenta. Pero mejor sería explicarlo. La fundación de nuestro grupo ocurrió en un momento en que las vanguardias plásticas alcanzaban en Venezuela un clima tenso e insoportablemente oficializado. El hecho de que en el grupo militaran pintores y críticos de arte precipitó aún más, a través de manifiestos y exposiciones, la alianza de la literatura y el arte para propiciar un resultado que nunca hubiera llegado a un punto tan candente y radical si cada disciplina hubiese marchado separadamente, o si no se hubiesen complementado de la manera en que lo hicieron; la integración de ambas manifestaciones, literatura y arte, puede apreciarse desde un primer momento en el lanzamiento del grupo en marzo de 1961, a través de la exposición “Para restituir el magma”, cuya intención, más que mostrar obras, aún si fueran de signo experimental, fue provocar un escándalo. Un escándalo a partir de la declaración a la prensa de un supuesto robo de cuadros de la exposición producido justamente antes de la inauguración de ésta: Los almanaques no registran todo lo que puede decirse acerca de la ballena es el hombre cósmico exigiendo su grito es un gesto es una actitud El Techo de la Ballena Al igual que los cantantes de moda gozará de una extraordinaria popularidad. El Techo de la Ballena reina entre los amantes frenéticos dueño de todos los tambores y de una reconquistada materia (Fragmento del Manifiesto del primer Rayado, 1961) La idea metafórica que se perseguía con este dictado automático escrito a varias manos era desmontar de su pedestal oficial a las corrientes que en ese momento se decían de vanguardia para mantener su hegemonía en el status y seguir disfrutando, tal como lo venían haciendo, de las prebendas y recompensas que recibían a cambio del compromiso de entregarse incondicionalmente al sistema. Terminaré con un breve testimonio que en cierta ocasión Jotamario se dignó obsequiarme después que lo garrapateó en una hoja de libreta, en un auditorio de Bogotá donde leíamos juntos: Francisco Pérez Perdomo, espeso y catastrófico, una y todas las noches colgantes


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del filo de un párpado, viendo pasar la lenta procesión de los astros descompuestos; Juan Calzadilla, un cirujano loco desmembrando el cuerpo social con la sola anestesia de su sonrisa ensangrentada; Caupolicán Ovalles ciudadano de piernas quebradas turbando el sueño del señor presidente con la misma irreverencia con que cacique Ojo de Perla utilizaba la piedra filosofal para producir patatas podridas; Dámaso Ogaz dándonos un concierto en un huevo; Edmundo Aray, burlándose del valiente Marshall y poniéndolo a morir extendido cuan largo era en la larga calle orinada de cerveza nacional; Efraín Hurtado, incisivo en la confesión ante el inspector que no es otro que el pudor que preserva de la podredumbre. Ah, y el torrentoso Adriano González León, el hombre que lleva siempre su país en una maletín, escribiendo su ensayo “Una peste llamada el Nadaísmo”, para dejar constancia histórica de que este movimiento había sido anterior al sida. En conclusión El Techo de la Ballena y el Nadaísmo fueron movimientos polémicos y justamente fue de la controversia de donde mayormente se nutrió la desafección al sistema que los impulsó a lograr los objetivos superiores que al traducirse a la literatura y el arte produjeron obra innovadora y subversiva. Que a sus enemigos principales los hubiesen encontrado entre la gente que se decía de izquierda y que se arrogaba el título de verdaderos revolucionarios, no es más que una formalidad o si se quiere una ley propia de las contradicciones del sistema, una ley de la cual ambos grupos supieron sacar partido para apuntalar con ello la previsión de que con el Nadaísmo y el Techo de la Ballena se estaba poniendo término no sólo a la historia de los grupos literarios, sino también a la del reino de las utopías en materia literaria. n


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la crisis 28

P

ocas veces como ahora los aparatos de propaganda se han llenado de tan malas noticias para la “humanidad”. Una sombra parece haberle puesto fin a la ilusión del crecimiento armónico y el bienestar en gotas. Atrás quedaron las risas prepotentes del absolutismo de mercado, la payasada del fin de la historia y el techo de la evolución.

¿Qué es la crisis para nuestros “queridos” aparatos ideológicos? A nadie (gente decente, es decir, socialista) le resulta extraño que la penosa economía burguesa se haya mostrado incapaz de explicar qué demonios sucede en el mundo. A diario, miles de corbatas repiten una monserga vacía y aburrida. Los aduladores del sistema se enredan y emanan una ristra de explicaciones metafísicas que sólo en sesiones espiritistas avanzadas ellos mismos podrían entender. A menudo suelen hablar de crisis en las finanzas, irresponsabilidad empresarial e incluso platican sobre “malvados” políticos o empresarios alejados del capitalismo “bueno”. Es risible la forma esotérica como tratan de explicar lo que su condición de clases les impide entender. Es jocoso ver cómo se confunden en fruslerías que tratan de ocultar la esencia del problema que tratan de tapar con ideología barata. Decir que la crisis es un castigo de Dios, o de las malas elecciones humanas, es equivalente a admitir que su ignorancia los empuja a inventar lo más idiota que se les ocurra. La idea de defender un sistema ineficiente, anárquico, explotador, salvaje e irracional es lo que los nubla. La izquierda que se cree tal, aún huyéndole al marxismo, repite lo mismo que ellos (usan las mismas herramientas) pero se “lamentan” por los daños sociales de lo que no entienden.

¿Qué es la crisis en realidad, porque sucede lo peor y sólo se ven comiquitas (13 de abril)?

Segundo a segundo las empresas de propaganda (mal llamados medios) realizan especies de lockout comunicacionales, nos filtran las noticias de tal modo que convierten cada espacio en un centro de reproducción de falsa conciencia que nos impide saber el porqué, el cómo y el cuándo. Con el tema de la crisis esta realidad se torna tan dramática, que asemeja a la marranada comunicacional del 13 abril de 2002 en Venezuela, que mientras se efectuaba un golpe de estado sangriento y se cumplía un rescate popular presidencial inédito, que en apenas 37 horas barrió con una dictadura fascista, nuestros medios se encargaban de colocar en sus señales comiquitas, series infantiles, etc. Distorsionar los sucesos es un arma letal para evitar que alguna vez cambien.

Cómo se come, o cómo nos come la crisis sistémica del capital A medida que avanza la humanidad crea formas más inteligentes de relacionarse, de transformar su entorno y desarrollar la vida de manera plena, al satisfacer con mayor facilidad y abundancia las necesidades sociales que permiten la reproducción de la existencia. A medida que evolucionan las fuerzas productivas (medios de producción sumados a la técnica o experticia en el proceso productivo) y además crece la población en número y necesidades, lo lógico es que se produzcan más y mejores cosas. Por ello, la forma más fácil de entender la crisis radica en observar cómo se produce menos, se dejan


sistémica del capitalismo ¿Por qué nos esconden la gravedad del asunto?

Ilustraciones: Alfredo Rajoy

mundial Manuel Sutherland

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ruinas, proviene de los impuestos que pagan los trabajadores a nivel mundial y que ello se revertirá en una calamitosa pérdida material, para un mundo en el que hay 925 millones de seres humanos que padecen de hambre crónica y en el cual anualmente fallecen 75 millones por causas tan grotescamente absurdas como padecer de hambre, luego que desarrollos de genética sencillos podrían contribuir a producir alimentos para 10 veces la cantidad de seres humanos que habitan el planeta que la burguesía mundial hunde en la inanición.

¿Por qué se da la crisis si debemos ser “inteligentes” y prever su desarrollo? La clase social (la burguesía) que dirige al fenecimiento a nuestra especie, es la culpable de crear las condiciones de este penoso transitar. ¿Cómo? Simple, los patronos imponen a sangre y hambruna el modo de producción capitalista, que frena el progreso de la humanidad y ahoga las posibilidades de un completo desarrollo humano, es decir, polifacético y opuesto a la esclavitud de tener que volcar la casi totalidad de nuestro tiempo a la lucha por comer, vestirse y dormir a resguardo. Lo que nos obliga a vivir como animales, sobreviviendo porque una clase social se apropia del trabajo colectivo, ordena

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de emplear factores productivos (máquinas y recursos naturales) y quienes laboran empiezan a perder sus (alienantes) empleos, debido a que no hay dónde trabajar y no hay quién pueda pagar esos productos. Como decía el socialista utópico de Fourier: “La miseria surge de la abundancia” Así de fácil. Por ello detrás de las noticias de las espectaculares caídas de Wall Street (única forma burguesa de evidenciar los problemas) ellos esconden los miles de empleos que se pierden, que según la OIT —moderadamente— se estima la pérdida de 20 millones de empleos más, aunado a los 400 millones de abiertamente desocupados, que sin contar a los millones de tercerizados y trabajadores atrapados en la informalidad, pululan nuestras calles en la actualidad. Así, disfrazan las quiebras de las empresas (el inefable y nada zurdito FMI calcula las pérdidas por la crisis en 600 mil millones de dólares), maquillan la desvalorización de las gigantes empresas (Merryl Linch se vendió al 10% de su valor en bolsa, y el banco Inglés Nothern Rock se nacionalizó luego de perder el 85% de su valor bursátil en 4 meses) y disimulan las “ayudas” financieras como si fuesen colaboraciones de un estado neutral, cuando sabemos que el más de trillón de dólares que han prestado a la burguesía en


“Otra de las cosas es el crédito (pronto estallará la crisis de la tarjetas de crédito). Con los empréstitos a 0,06% de interés anual, sin inicial, respaldo ni perspectiva de pago, las empresas prestan locuazmente a sus compradores como única forma de vender lo que ya nadie puede comprar. Con ello, obtienen un ingreso de papel que jamás será materializado, porque nadie podrá pagarlo”

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producir lo que no debe, en el momento erróneo y en cantidades divorciadas de las necesidades evidentes de la humanidad. Decía el amigo Vladimir Lazo, que quienes reproducen y difunden el estilo de vida burgués son nuestros actores y actrices, que hacen y satisfacen el ego reprimido de lo que “quisiéramos” hacer todos y no podemos. Por ejemplo, Maryorie De Sousa, actriz de novela, asegura tener cerca de 780 pares de zapatos, casi todos de reciente data, ¿es eso necesario, un zapato nuevo, cada día por 2 años seguidos? Fácil es ver que el factor detonante esencial de la crisis, radica en la sobreproducción como resultado indeseado de la voraz competencia y aniquilación de productores en el campo de batalla del mercado, donde la avaricia y codicia premian a quien pueda destruir y tragarse (fusión y compra de empresas) a otros. ¿Sobreproducción? —Pero si hay hambre y escasez— preguntaría algún chico de los nunca sale en televisión. En efecto, se sobreproducen los bienes en los que el capital se valoriza de manera extensiva, los productos en los que se capta mayor ganancia. Por ello, de la abundancia y anaqueles repletos brota el anhelo suprimido en la desgracia de ver todo lo que jamás se puede tener. Así, se emplean millones de obreros y recursos millonarios a producir lo que jamás se venderá, lo que ocasiona las cíclicas (y cada vez más profundas) pérdidas de empleos e ingresos que conlleva al cierre de fábricas, campos y que la inmensa posibilidad de producir y satisfacer las aspiraciones de cada ser humano, sean apagadas en la infame noche del capitalismo. De allí, es de donde deviene el subconsumo, como resultado de la sobreproducción, la competencia y la sustitución de fuerza de trabajo por maquinaria, a fin de desplazar a otros burgueses por la vía de abaratar costos. El subconsumo es otra contradicción insalvable que el sistema no puede absorber. Igualmente se desprende a simple vista, que lo producido por miles de millones de trabajadores es apropiado por cientos de expropiadores que apenas ya ni administran la riqueza que arrebatan, de hecho, el amigo, Atilio Borón comenta que las 200 transnacionales más grandes del mundo tienen ingresos superiores a todos los países del mundo, salvo los nueve de mayores ingresos. La anarquía en la producción se presenta como la irracionalidad y locura en sentido trágico, la propiedad privada alienta a utilizar los recursos de forma individual y ciega, sin discusión, ni consenso, lo que hace que los millonarios y burócratas inviertan el producto de nuestro trabajo en cualquier cosa menos en lo que ameritamos, o que pueda solucionar algún problema social; así se empuja el carro de la crisis. Ejemplo de ello, es el nuevo estadio de los Yankees de New York que costó 1.300 millones de dólares, un derroche en plena crisis mundial cuando se calcula que en ese país hay 46 millones de pobres, 20 millones de desempleados y 100 mil familias que recientemente fueron despojadas de su casa por el iceberg de las

hipotecas subprime. Cualquier sociedad “ligeramente” civilizada vería como una imbecilidad primitiva, construir ese estadio, mientras millones mendigan y padecen el infierno que le fascilita el patrón, la pobreza. Cuando todo este (des)orden caótico se acrecienta, los inversionistas se refugian en la especulación, debido a que es cada vez más difícil valorizar el capital (ya se hace casi imposible invertir productivamente en algo) por ello, empiezan a hacer fraudes donde se pueda y se empiezan a traspasar deudas impagables de mano en mano, crean dinero ficticio, corrridas de bolsas, bancarrotas, etc. De esa forma agravan la crisis, arruinan a muchos y se enriquecen muy pocos, acentuando el proceso de centralización y concentración de capital. Otra de las cosas es el crédito (pronto estallará la crisis de las tarjetas de crédito). Con los empréstitos a 0,06% de interés anual, sin inicial, respaldo, ni perspectiva de pago, las empresas prestan locuazmente a sus compradores como única forma de vender lo que ya nadie puede comprar. Con ello, obtienen un ingreso de papel que jamás será materializado, porque nadie podrá pagarlo. Esa empresa no podrá continuar funcionando, dejará de pagar su préstamo al banco, que no podrá pagarle a la arrendataria, etc. Luego estas sociedades despedirán gente, y esa gente no podrá pagar sus compromisos adquiridos, lo que acarreará la agravación de una crisis de la cual apenas vemos el 1% de su desarrollo, aunque ver que en EEUU obreros se organicen y tomen una fábrica bajo su control es un signo de que las cosas están muuuuuuyyyy mal.


¿Qué hacer? ¡Nada de tirarse a la venta! 31 DÍA–CRÍTICA · Nº 6 oct–nov, 2008

Es necesario entender a nivel de esquema que: La crisis es terrible, muestra que el capitalismo no da para más, es ineficiente, ineficaz, destructivo y representa un freno para el desarrollo de la humanidad. El capitalismo no tiene parches, ni remiendos. Cualquier forma de “ablandarlo”, hacerlo “solidario o esconderlo tras una jerga seudosocialista es ANTIREVOLUCIONARIO, un lastre muy peligroso, que nos trata de compeler a salvar un cáncer de 300 años de salvajismo y agobio. La solución es extirparlo. El capitalismo no muere de forma natural, como los dulces abuelos que fallecen mientras duermen. No, el capitalismo bajo la crisis se hace más agresivo, una máquina más genocida aún. De hecho, el capitalismo sale de sus crisis con las guerras, es un sistema donde el crimen se registra positivamente en el PIB. Deber es organizarse para radicalizar nuestras posturas, entender qué es la crisis y formar a nuestros compañeros en la lucha profunda y estructural contra el TODO, el sistema. Nuestra meta tiene que salvar a la humanidad del desastre caótico de la burguesía. Debemos zafarnos de las crisis energéticas, ecológicas, económicas, es decir, aplastar a los causantes de la crisis sistémica del capital. La única forma de liberarnos es enterrar el sistema que nos oprime, el capitalismo, en cualquiera de sus presentaciones. n


EL BOGOTAZO DÍA–CRÍTICA · Nº 6 oct–nov, 2008

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uando se hace referencia a El Bogotazo, es decir, a la revuelta del pueblo bogotano tras el asesinato del dirigente liberal Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948, se cree que fue allí donde se originó la violencia en Colombia. Sin embargo, la historiografía actual muestra cómo ese momento crítico de la historia nacional no hizo más que desencadenar procesos procedentes desde el origen de la República liberal en 1930 que dio por terminado un largo período de predominio del Partido Conservador, iniciado en 1886, que se lo denominó República Conservadora. Hay quienes afirman que más de sesenta guerras civiles durante el siglo XIX, a partir de la formación de la República hasta la Guerra de los Mil Días con que se abrió el siglo XX, dan cuenta de una incubación de la violencia que se expresó en diferentes momentos de la posterior historia nacional.

Quizá esta última tesis pueda ser contradicha por tres décadas de relativa estabilidad hasta que asumió el gobierno el Partido Liberal. No obstante, la amenaza de volver a las armas, por parte de los liberales para llegar al poder se repitió reiterativamente ante el férreo control de los conservadores, que condujo a periódicas denuncias de fraudes en cada debate electoral, con el infaltable apoyo de la Iglesia católica. En verdad, desde la vigencia del Concordato, firmado entre el Estado colombiano y la Santa Sede en 1887, se impuso un control y una exclusión

extremos. Cuando la acción ideológica y doctrinaria de la Iglesia no era suficiente se acudía a las formas punitivas o de control cuasiabsoluto de la burocracia. Si el ejercicio de gobierno no posibilitaba el reconocimiento de la institucionalidad y de reglas de juego colectivas, se invocaba la visión apocalíptica de la religión a través de fundamentos mesiánicos y satanizadores que propiciaban en el ciudadano común y corriente el temor de que la no sujeción en esta vida a las determinaciones del gobierno serían luego cobradas por Dios en el juicio final y la amenaza de una condena posible era suficiente para mantener al grueso de la población dentro de un domesticado rebaño. Con mayor razón si se tiene en cuenta que hasta la década del cincuenta del siglo anterior los índices de analfabetismo superaban el 70 por ciento y que durante todo ese período la Iglesia católica ejercía el control de la educación incluyendo, en la mayoría de los casos, la universitaria. De otra parte, el predominio de las ideas liberales y conservadoras y de los partidos que las adoptaron como su guía se vio amenazado por la presencia en la esfera nacional de doctrinas socialistas triunfantes en la URSS, a través de la Revolución Bolchevique. En efecto, en 1919 se fundó el Partido Socialista que feneció entre 1923 y 1924, dejando sembrado en el imaginario popular la posibilidad de otra sociedad, a la cual se podía llegar por instrumentos y formas de acción diferentes de las que implementaban los dos partidos tradicionales. Tendencia

Diego Jaramillo Salgado

Colombia

Dossier

A SESENTA AÑOS DE


Ilustraciones: Alfredo Rajoy

“Los cimientos del largo período de dominio de la cultura conservadora y católica fue confrontado por los gobiernos liberales, no tan radicalmente como se correspondería con los postulados de su doctrina, y por los avances de los movimientos socialistas y comunistas”

de reforma agraria y una legislación laboral que consagraba algunos de los derechos laborales a los cuales tenían acceso trabajadores de países industrializados. Sin embargo, su iniciativa se tornó débil ante la ausencia de un Partido Liberal sólido que lo respaldara. Al contrario, muchos de sus copartidarios hicieron alianzas con el conservatismo para aminorar el empeño del mandatario por radicalizar sus reformas. Por eso este gobierno se registra en la historia como uno de los pocos que intentaron implementar un proyecto liberal en la esfera del Estado. Los otros dos que le sucedieron, incluyendo su segundo mandato, se distanciaron en mucho de este intento de modernización del país. Política que le hacía concesiones al ala falangista y fascista del conservatismo, dirigido por Laureano Gómez, bajo el criterio de no agudizar las contradicciones. Cuando ellas ya se habían tensionado en extremo desde el momento mismo de su pérdida del poder en 1930, radicalizadas por el auge de proyectos liberales, comunistas y socialistas. Esas circunstancias, y muchas otras de sus conflictos internos, favorecieron la división del Partido Liberal en 1946, en la campaña electoral a la presidencia entre un sector oligárquico en cabeza de Gabriel Turbay y otro izquierdista, el de Jorge Eliécer Gaitán. Fue así como el Partido Conservador logró de nuevo el poder con Mariano Ospina Pérez, período en el cual se radicaliza la violencia y el conservatismo instaura en Colombia una de las primeras formas de terrorismo de Estado que crearon las condiciones conducentes al asesinato de líder liberal en 1948.

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reafirmada luego en 1926 con la creación del Partido Socialista Revolucionario, y con su conversión en Partido Comunista en julio de 1930. De tal manera que la historia cultural encuentra en la vida política nacional, a partir de su acción política y de la de un sector del liberalismo en el cual se encontraba Gaitán, demandas a través del paro laboral, la huelga, la toma de fábricas, las movilizaciones obreras y campesinas. La lucha política no se reducía a la participación electoral, incluso se la cuestionaba y se llamaba a la abstención, e igualmente se invocaba la revolución violenta como forma de acceder al poder. Tanto que en 1928 el PSR adelantó en firme un plan insurreccional, rápidamente abortado por la acción policial y por la inexperiencia de los militantes de esa época. Cien años de soledad le advertirían al mundo que parte de la frustración y del abandono del pueblo colombiano quedaron grabados con sangre en la inolvidable matanza de las Bananeras el 6 de diciembre de 1928. Justamente, confrontando una acción de esta nueva política, desplegada por medio de la huelga de las bananeras en la Costa Atlántica colombiana. Los cimientos del largo período de dominio de la cultura conservadora y católica fue confrontado por los gobiernos liberales, no tan radicalmente como se correspondería con los postulados de su doctrina, y por los avances de los movimientos socialistas y comunistas. Especialmente en el primer gobierno de Alfonso López Pumarejo, quien lo denominó “La Revolución en marcha” a través del cual intentó socavar la intervención de la Iglesia en la educación, lograr tímidos esbozos


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La violencia se radicalizó rápidamente hacia formas nunca antes vista; sobre todo originada desde la esfera misma del Estado. El objetivo inmediato eran los sectores izquierdistas del liberalismo y las expresiones socialistas que junto con el comunismo propugnaban por una sociedad socialista o comunista. Sin embargo, fueron eliminados también liberales que sólo acreditaban su ligazón partidaria y activistas de organizaciones sociales, fogueados en la lucha social. Los llamados a extirpar de la sociedad el cáncer del comunismo y del libre pensamiento fueron razón suficiente para justificar la barbarie. La lucha política obligó a liberales y comunistas a unirse para enfrentar la acción que conducía a su eliminación. Los hechos más sobresalientes se produjeron en Bogotá con masivas movilizaciones que condenaban la descomposición estatal, como la recordada “Marcha del silencio” que concentró en silencio a un pueblo y cuya voz sólo se produjo a través de su líder indiscutible: Jorge Eliécer Gaitán.

“Paralelamente, el socialismo marxista se desenvolvía, con su referente bolchevique en cumplimiento de las directrices que imponía la III internacional en el Occidente europeo. Experiencias que marcarían a Gaitán en su formación personal y que se expresarían posteriormente a lo largo de la lucha política en que estuvo inserto”

El liderazgo de Jorge Eliécer Gaitán Gaitán nace en Bogotá el 23 de enero de 1898. Su padre un “veterano radical de las guerras civiles” del siglo XIX, vendedor de libros de segunda; es decir, de libros viejos, y su madre, una maestra de escuela. En esas condiciones, sin una pertenencia o ligazón con las élites aristocráticas y oligárquicas, era difícil llegar a ser el dirigente que fue. Su oratoria, puesta a prueba muy temprano en algunos debates electorales que lo dieron a conocer como un joven avezado y con serias argumentaciones políticas le permitieron algunas relaciones no suficientes como para que se destacara en la nación en el ejercicio político de la época. Tampoco su paso por la universidad lo dio a conocer de manera destacada. Su tesis de grado de derecho en 1924, marcó su horizonte ideológico detrás del cual caminaría gran parte de su vida: las ideas socialistas en Colombia. No porque diera cuenta del proceso de los proyectos socialistas hasta entonces tímidamente realizados en el país. Más bien porque su búsqueda en clásicos de la economía política y el liberalismo, y su contrastación con algunas tesis generales de Marx le permitió plantear hasta dónde Colombia era terreno abonado para su aplicación y cuáles las limitaciones que encontraba. No sin dejar un espacio para entrever su simpatía con algunas de sus tesis y con la experiencia histórica que Rusia vivía a partir de la Revolución Bolchevique. Podría decirse que su estancia en Italia, entre julio de 1926 y el mismo mes de 1927, realizando estudios de especialización en Derecho Penal, y luego en Europa hasta 1928, marcó definitivamente no sólo su desarrollo


“No sólo demostró el autoritarismo del gobierno conservador y la barbarie que desató en la Costa Norte colombiana; sino que aclaró para sí mismo y para el país la entrega de los intereses nacionales al que denominó ‘el amo del Norte’, y el servilismo y la entrega de los funcionarios colombianos a las determinaciones de la United Fruit Company”

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intelectual posterior sino también su definida vocación política. De una parte, porque pudo lograr una sólida formación en el derecho penal con uno de los intelectuales más reconocidos internacionalmente en este campo, Enrico Ferri. Desde su condición de maestro, es significativo que reconociera en su alumno formidables capacidades académicas al destacar sus resultados durante el período en que fue su tutor. De igual manera, en esta segunda mitad de la década del 20 se impuso en aquella península europea el nacionalsocialismo con el liderazgo de Mussolini, cuyo origen lo ubicó en doctrinas socialistas, encarnado luego en la figura totalitaria de su personalidad que más tarde lo aproximó al fascismo alemán. Paralelamente, el socialismo marxista se desenvolvía, con su referente bolchevique, en cumplimiento de las directrices que imponía la III Internacional en el Occidente europeo. Experiencias que marcarían a Gaitán en su formación personal y que se expresarían posteriormente a lo largo de la lucha política en que estuvo inserto. De hecho, su vida se movió siempre en esas dos direcciones: excelentes procesos en que puso a prueba su probada formación intelectual en el derecho penal; muchos de ellos tomados luego como paradigmas en el desarrollo profesional y académico de los juristas, y una práctica política con frecuentes altibajos, pero puesta en la cresta justamente un año antes de su asesinato. Su regreso a Colombia en 1928 corrobora esta línea de conducta. Asume con valor la investigación de la masacre de las bananeras en la Costa Atlántica colombiana del 6 de diciembre de ese mismo año. Rápidamente construye un juicio público contra el gobierno conservador de Miguel Abadía Méndez y descarga la responsabilidad en él, en los empresarios gringos de las bananeras que habían constituido allí un enclave oprobioso para la soberanía nacional, en el comandante militar de la zona, Cortés Vargas, y en el ministro de Gobierno de quien dependía su acción. Proceso que fue seguido paso a paso

por la población de los núcleos urbanos; por cierto muy en ciernes en el país, y que se le facilitó por haber logrado ser elegido al Congreso de la República como representante en la Cámara de Representantes. En él no sólo demostró el autoritarismo del gobierno conservador y la barbarie que desató en la Costa Norte colombiana; sino que aclaró para sí mismo y para el país la entrega de los intereses nacionales al que denominó “el amo del Norte”, y el servilismo y la entrega de los funcionarios colombianos a las determinaciones de la United Fruit Company. Razones suficientes para que en lo sucesivo enfatizara en la necesidad de fortalecer los intereses nacionales, calificado por unos como un nacionalismo con inclinaciones fascistas y por otros como uno de los elementos que le daban un contenido populista a su doctrina. Es válido también tener en cuenta que fue una forma de contacto directo con uno de los sectores más fuertes del movimiento obrero en ese período: los trabajadores de las bananeras, que, conjuntamente con los de las petroleras de Barrancabermeja y los de las ferrocarrileras, eran la vanguardia de los movimientos sociales en la lucha contra el régimen conservador y en un proceso de construcción de organización política marxista. Orientación política a la que declaraba pertenecer el Partido Socialista Revolucionario que con el liderazgo de Raúl Eduardo Mahecha, Ignacio Torres Giraldo, María Cano y Tomás Uribe Márquez marcaron la ruta de las organizaciones marxistas en el país. Luego, en 1933, funda la Unión Nacional de Izquierda Revolucionaria (UNIR). Diferenciándose del Partido Liberal, en tanto se colocaba a la izquierda de sus principios doctrinarios, y del Partido Comunista, invocando una postura socialista pero por fuera de la ortodoxia que imponía la URSS; conducta que asumiría hasta 1947. Año en que logró tener control de la dirección del primero y su hegemonía, con un claro liderazgo que lo proyectaba como seguro ganador de la contienda electoral para la presidencia en 1950. Sin embargo, aceptó cargos burocráticos durante los gobiernos liberales. No siempre con eficacia en su ejercicio, como le sucedió en una primera experiencia como alcalde de la capital, entre junio de 1936 y febrero de 1937. Apenas empezaba a dar consistencia a un proyecto de gobierno se le ocurrió ordenar un uniforme para los taxistas y la reacción inmediata de todos ellos lo obligó a renunciar; por supuesto, con la complicidad de liberales y conservadores que no aceptaban que obtuviera buenos resultados en el trabajo que


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realizaba. Luego, en 1940, fue ministro de Educación de Eduardo Santos y ministro del Trabajo, entre 1943 y 1944, en el segundo período de López Pumarejo. Por eso, no se puede concluir que su experiencia burocrática en los gobiernos respalde el prestigio que fue adquiriendo. Más bien podría decirse que sus esporádicos pasos por la administración lo desgastaron en su imagen pública, en gran parte porque lo hacía en gobiernos con los cuales no había mayor compromiso con sus políticas, pues pertenecían a un partido del cual era un díscolo seguidor. Si bien fue un crítico radical de algunos principios de los comunistas y especialmente de la práctica del partido que los defendía, en diferentes momentos de la historia política acudió a hacer alianzas con ellos. Particularmente, cuando el movimiento sindical en ascenso se vio en la necesidad de avanzar hacia formas federadas de índole nacional con la formación de la Confederación de Trabajadores de Colombia (CTC) en 1938. Acción que fue respaldada esta vez por el gobierno de Alfonso López Pumarejo rompiendo una tradición de hostilidad hacia el movimiento sindical por parte de los regímenes conservadores y la Iglesia católica, que veían en su desarrollo la encarnación del comunismo y el avance hacia la desestabilización del país; tesis que adquirió bastante relevancia con las movilizaciones de los trabajadores bananeros, puestas a prueba con la masacre de 1928. Superaba también este gobierno la ambigüedad en que se movió su antecesor, Enrique Olaya Herrera, cuyo carácter conciliacionista, a través del gobierno de la Unidad Nacional, pretendía, supuestamente, no hacer tan traumática la transición a la República Liberal que él iniciaba. Sin embargo, en la práctica no hacía más que dar continuidad a muchas de las políticas conservadoras. De otra parte, las relaciones con los comunistas se volvieron necesarias porque el liberalismo como tal no apoyaba orgánicamente las acciones que realizaba Gaitán. En su seno había un sector renuente a admitir su liderazgo y los principios políticos que lo hacían aparecer más próximo a los comunistas que a su organización política. Coadyuvaba a la adopción de esta postura la fuerte arremetida de la Iglesia católica al descalificar estas acciones hasta el punto de tomar determinaciones de excomulgar a quienes pertenecieran a estas asociaciones sindicales. De allí la explicación de su inmediato liderazgo, junto con el Partido Conservador, de un proceso para formar otra federación, finalizado con la fundación de la Unión de Trabajadores de Colombia (UTC) en 1946, obediente de sus directrices y de las de un sector liberal que no comulgaba con la orientación de la CTC. Sin embargo, las relaciones del Partido Comunista con Gaitán no iban más allá de obtener réditos políticos

dentro de sus estrategias, pues no tenían una representación de sus doctrinas favorable a alianzas más duraderas. Ni siquiera por la orientación de la Internacional Comunista de favorecer la formación de frentes populares que disminuyeran el ascenso del fascismo y del nacionalsocialismo. Quizá sus planteamientos doctrinarios, en lo relacionado con la simpatía por un tipo de socialismo, hubieran facilitado un más estrecho acercamiento; pero el comunismo encontraba en él la encarnación de signos populistas que consideraban peligrosos para lograr el triunfo revolucionario. Su énfasis en su imagen de caudillo, su discurso nacionalista, su desprecio o subestimación de la organización política y la reiteración en símbolos de raigambre popular eran suficientes para advertir que no fuera una convivencia provechosa. Mayor peso tenía esta elaboración cuando la asociaban con rasgos fascistas que consideraban heredados de su estancia en Italia a través de la figura y doctrina de Mussolini. Por eso en la contienda electoral para la presidencia de la República de 1946 su apoyo fue para Gabriel Turbay que si bien había cumplido acertadas participaciones de negociación e intermediación con movilizaciones de trabajadores y en su juvenil formación política había coqueteado con el socialismo, no tenía el arraigo popular de Gaitán. Además, era avalado por la oligarquía aristocrática del Partido Liberal que, en este caso, le imprimió al debate electoral un toque racista y clasista por los rasgos de pigmentación morena y el origen popular de su contrincante. Luego su secretario general, Gilberto Vieira, y posteriormente la Historia del Partido Comunista declararían su error, pero, como en tantos otros casos, ya la historia la ubicarían en los anaqueles de las causas perdidas. Un intento de corrección se produjo después de que los dos candidatos liberales perdieran la elección y dieran pie al triunfo del Partido Conservador con Mariano Ospina Pérez. Sobre todo cuando su ascenso al poder representó la rápida entronización del terrorismo de estado contra liberales, socialistas y comunistas. Esa circunstancia hizo que tanto el liberalismo ahora dirigido monolíticamente por Gaitán, porque sus jefes huyeron

“Sin embargo, las relaciones del Partido Comunista con Gaitán no iban más allá de obtener réditos políticos dentro de sus estrategias, pues no tenían una representación de sus doctrinas favorable a alianzas más duraderas”


despavoridos al saberse derrotados, como el Partido Comunista coincidieran en llamar a sus bases en 1947, a formar autodefensas para contrarrestar el ejercicio devastador de la violencia ejercida desde las estructuras mismas del Estado. Esas que luego fueran denominadas cuadrillas de bandoleros y que más tarde, hacia finales de la década del 50 dieran lugar a la formación de los embriones de la que luego, en 1964, fueran las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FARC). De tal manera que las acciones políticas en contra del autoritarismo y del terrorismo de Estado durante 1947 y hasta la muerte de Gaitán fueron desarrolladas conjuntamente, dando pábulo a la consideración de la supeditación del líder liberal a las orientaciones comunistas, imagen suficiente para hacer caer sobre él todo el peso del falangismo de Laureano Gómez, del conservatismo en el poder y de la Iglesia católica que desde sus púlpitos avivaba la hoguera que fue envolviendo de violencia el territorio nacional. El Bogotazo: la revuelta de un pueblo al que le asesinan su esperanza Un seguimiento a la literatura y prensa de la época muestra con claridad la certeza de la afirmación de Gerardo Molina, el historiador del liberalismo en Colombia, de que en este país hubo anticomunismo antes de que esas doctrinas y sus prácticas se aclimataran en su historia política y cultural. Por eso no se puede

1 El texto que sigue es una transcripción de parte de un subcapítulo de mi libro Satanización del socialismo y del comunismo en Colombia 1930-1953.

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aceptar que esta tendencia en el país sea producto de la guerra fría. Más bien, ésta tuvo un terreno abonado en estructuras culturales e institucionales que prohijaron su desenvolvimiento posterior. La Iglesia católica había enarbolado desde la mitad del siglo XIX las banderas anticomunistas, cuando en el país apenas si se musitaban ideas del socialismo y del comunismo cuya predica era común en Europa. Luego las radicalizó en las conferencias episcopales de 1913 y 1916, en las que ordenó la excomunión de todos los que leyeran periódicos en los que se pregonaban el Liberalismo radical y el Socialismo. Determinación que se hizo más contundente cuando se formó un partido de corte marxista como el PRS y el Partido Comunista. Se produjo así una satanización de todas las prácticas consecuentes con estas orientaciones. Por eso, cuando “el 15 de noviembre de 1947 Laureano Gómez anunció en el Eco Nacional un plan para torpedear la Conferencia Panamericana” que estaba citada para abril del año siguiente, y “el 13 de febrero de 1948, La Patria de Manizales anunció que Gaitán recibe dinero soviético para organizar una sublevación durante la Conferencia Panamericana” (Gilhodes, 2000: 48), se configuraban las condiciones para generar la más aguda represión, durante su desarrollo, a todas aquellas fuerzas identificadas detrás de estos propósitos. A la vez se incrementaban las voces clamando por la eliminación de la izquierda liberal encarnada en Gaitán y el comunismo que veían como su aliado. Por eso, cuando Juan Roa Sierra disparaba sobre el cuerpo de Jorge Eliécer Gaitán,1 el 9 de abril de 1948, en la central carrera séptima de Bogotá, se daba cumplimiento a un deseo estimulado desde múltiples direcciones. Incluso de aquella recreada en algunos análisis del carácter esquizoide del asesino, o la de un complot del comunismo internacional para sabotear la Conferencia Panamericana, o la de una acción deliberada y planificada por el conservatismo en el poder y, en particular, del ala falangista de Laureano Gómez. De todas maneras, horas más tarde, cuando los médicos anunciaron su deceso en una importante clínica de la capital, el autor del atentado compartía con la víctima el mismo destino que sus balas le habían trazado al estadista, porque sólo bastó escuchar el accionar del arma y el desplome de su destinatario, para que los transeúntes agarraran su cuerpo y lo arrastraran descargando sobre él el peso de la rabia desatada y de las esperanzas frustradas.


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Mientras sectores del pueblo raso pateaban la cabeza del asesino, dirigentes medios del liberalismo y activistas comunistas se apoderaban de algunas de las emisoras y llamaban a engrosar la muchedumbre, que a la altura de ese momento marchaba con palos, varillas, machetes, piedras, y una que otra arma de fuego al palacio presidencial con el cuerpo del asesino a exigir responsabilidades y la dimisión del presidente o su destitución, si la fuerza daba para ello. Es de destacar que esta primera reacción se produjo por el ciudadano común y corriente, aquél que había llegado a la capital como única opción de vida dejada por la violencia y la pobreza en las regiones en donde tenían sus parcelas; el desocupado que recorría a diario las calles con la única esperanza de conseguir algún trabajo2; el embolador, el hacemandados; aquellos que solo eran ocupados ocasionalmente, como el obrero de la construcción o el zapatero, y entre ellos, el truhán, el ladrón, el atracador, el que varias veces se había ensayado como asesino: la plebe. Esa que el literato mostró en la novela El Día del odio, reivindicando su ser y dando argumentos para su razón de ser, esa que en su conducta, en ese acontecimiento, se revirtió en una reacción al régimen político por la vía de la desesperación por el rompimiento del símbolo mesiánico que los podía rescatar de la podredumbre y no por el camino intelectual o de militancia política como otros lo hicieron;3 reacción que no expresó otra cosa diferente del “resultado de siglos de abominación consuetudinaria”. (Osorio Lizarazo, 1998: 107). Era el signo del odio, del desespero, del desbordamiento de las pasiones hacia la búsqueda de lo más recóndito de los sentimientos humanos anulados por la exclusión, la explotación, las acciones inhumanas. Su paso más avanzado no llegaba a la supresión de las “causas” o condiciones de ese estado o situación, sino a su sustitución, a su suplantación para que sintieran en su carne el desgarre del desprecio, o a su eliminación: así lo expresaba uno de los personajes de la mencionada novela: “Porque si un día nos diéramos cuenta de la verdá, y nos amarráramos los calzones y nos saliéramos a la calle, 2 Población que era bastante alta puesto que”las fuentes de trabajo eran escasas y, por ejemplo, el nivel de los precios para la clase obrera en Bogotá entre 1942 y 1949, ascendió a 149%”. (Molina, 1978: 205). 3 Es sugerente transcribir lo que el novelista, sólo tres años después de ese nueve de abril, a través del narrador, introduce como caracterización de ese sector social: “En ese conjunto radica una fuerza bruta irresistible. Sus individuos están proscritos y hostilizados: pero en el fondo de su abyección están listos para el motín, para el desorden, para la sedición vindicativos. La esencia de sus vidas están signadas por el caudal de un odio deliberado o inconsciente, que cubre todo lo que les es ajeno y hostil, todo lo que les está vedado y les es inalcanzable. Están postrados; sobre ellos pesa la vindicta y el desprecio público, que los despojan de su condición humana con el amparo cómplice de la ley y de la moral. Son incapaces de promover la subversión, porque la indigencia y la nebulosidad de sus existencias les han atrofiado el sentido de su poder y el objeto ennoblecedor de la rebelión. Pero el día en que ese odio contenido, palpitante, impreciso, se incendie al contacto de un episodio cualquiera, los proscritos, los humillados, los vencidos, se convierten en víboras de fuego, y su violencia desenfrenada confiere contornos épicos al disturbio”. (Osorio Lizarazo, 1998: 107).

com’una revolución, com’una tempestá, hacíamos temblar a esos mantecos disgraciaos. Y les cortábamos los pescuezos”. (Osorio Lizarazo, 1998: 135). De allí que, pasando de la ficción, en cuanto la novela lo sea, a la realidad del analista político y del historiador, en cuanto así la reconstruye, es fácil aceptar que: “Cuando unos hombres empezaron a embriagarse por primera vez en su vida con licores finos y cuando algunas mujeres de procedencia humilde pudieron vestirse con trajes lujosos y con abrigos de visón, expresaban a su manera el repudio de la sociedad que les negaba esos bienes y, quizás, exteriorizaban las lecciones de odio a las oligarquías, que habían aprendido de su conductor”. (Molina, 1978: 215). Rápidamente, el flujo arrollador de la movilización anárquica fue superior a cualquier forma de organización o de dirección. Cuatro son los factores que Gerardo Molina encuentra para que se hubiera llegado a ello: “La espera inútil del resultado de las conversaciones con el jefe de gobierno; la presencia en las calles de muchos maleantes evadidos de las cárceles, la ausencia de una organización y dirección del movimiento y la circunstancia de que en esas horas cruciales la ciudad estuvo desguarnecida”. (Molina, 1978: 215).


“La insurgencia popular del 9 de abril quebró momentáneamente el andamiaje institucional del Estado y creó una verdadera ‘dualidad de poderes’, que en muchos casos sustituyó órganos de poder constitucional, para convertirse ella misma en poder”

Bibliografía consultada Alape, Arturo, 1989: “El 9 de abril, asesinato de una esperanza”. En Nueva Historia de Colombia. Bogotá: Planeta, pp: 33-56. Alape, Arturo, 1989: “El 9 de abril en provincia”. En Nueva Historia de Colombia. Bogotá: Planeta, pp: 57-80. Archila, Mauricio, 1991: Cultura e identidad obrera. Colombia 1910-1945, Bogotá: CINEP. Braun, Herbert, 1987: Mataron a Gaitán. Vida pública y

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En este último aspecto referido a Bogotá, circunstancia que favoreció, en un primer momento, el agrupamiento de tropas para defender al mandatario, pero no impidió el vandalismo generalizado ni que fueran logrados objetivos mucho más políticos como el incendio de sedes de periódicos, entre ellos el conservador El Siglo, de muchos edificios de la administración pública y de la casa del dirigente conservador falangista Laureano Gómez. Tampoco que el control de la protesta se hiciera casi imposible en los diferentes focos producidos en la ciudad y dejara regados en las calles cadáveres que en sus rostros aún guardaban signos del rictus de la venganza; muertos cuya cantidad nunca se precisó y que se multiplicó cuando el ejército hizo descargas a la multitud en diferentes sitios de la ciudad. Por eso se puede estar de acuerdo con la conclusión de que: “La insurgencia popular del 9 de abril quebró momentáneamente el andamiaje institucional del Estado y creó una verdadera ‘dualidad de poderes’, que en muchos casos sustituyó órganos de poder constitucional, para convertirse ella misma en poder”. (Alape, 1989b: 76). Se produjo así un “desquiciamiento y parálisis transitorios de los aparatos institucionales”. Especialmente en regiones como Barrancabermeja donde se llegó a elegir alcalde popular y a consagrar un verdadero poder popular, sofocado sólo a través de una negociación con los trabajadores que tenían el control de la zona petrolera, vulnerado luego por la acción represiva de los organismos militares que tomaron el control de la zona. En otros lugares la insurgencia popular había alimentado la fantasía de que la revolución estaba triunfando porque escuchaban por la radio arengas de socialistas, como Gerardo Molina, y de liberales llamando a replicar en el país la epopeya que supuestamente estaba viviendo la capital, derrocando al gobierno oligárquico o conservador; dependiendo de quien tomara los micrófonos. n


Colombia

Dossier

La muchedumbre

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Del motín bogotano de 1893 a la marcha del 4 de febrero D de 2008

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igo, para empezar, lo más obvio y aceptado por el número de personas que salieron a las calles a condenar a las FARC. Las marchas del 4 de febrero de 2008 fueron un acontecimiento impresionante. Han pasado pocos días y quizá por ello aún no encontramos análisis de cierta profundidad que rompan el nivel de la impresión. Para sectores del establecimiento tal análisis no es necesario. Les parece provechoso dejar el acontecimiento en suspenso para tratar de extraer ganancias políticas. Entre los lugares comunes que se repiten está aquel del 4 de febrero como evento sin precedentes. En la historia cada hecho es único e irrepetible, pero en Colombia, este país que vivió el 9 de abril de 1848 el “sin precedentes”, a propósito de multitudes políticas no puede usarse de manera tan inopinada. Este año conmemoramos los sesenta años del levantamiento popular espontáneo de abril y del genocidio con el que fue respondido por el gobierno de entonces. El año que viene tendremos los ochenta años de las jornadas de las masas urbanas del 4 al 9 de junio de 1929 y el año pasado conmemorábamos la movilización formidable: los treinta años del Paro Cívico Nacional del 14 y 15 de septiembre de 1977. No son los anteriores los únicos acontecimientos de ese tipo. En distintos momentos de la historia contemporánea de Colombia la muchedumbre política se ha hecho presente. Es cierto que los individuos participantes en las diversas protestas no estaban recordando las anteriores. Pero en el análisis sí hace falta entrar en el examen de las trayectorias de esos hechos colectivos. Para los sectores alternativos sí es necesario superar la perplejidad y buscar profundizar en análisis que deben abrirse paso por entre las espumas de la impresión. El Polo Democrático Alternativo sumergido en el remolino del desconcierto en los días anteriores al 4 de febrero y en la fecha misma ofreció un pobre espectáculo. Al

Medófilo Medina

invitar a esta mesa redonda la inquietud de los organizadores era la de crear espacios de reflexión sobre un acontecimiento aportando una perspectiva histórica de contraste. No es la única manera de ganar distancia, pero es un procedimiento importante. Son conocidas obras y autores de quienes han investigado los hechos y trayectorias de la multitud política. Es el Marx del XVIII Brumario y son los trabajos de los historiadores George Rudé y Eric Hobsbawm. En el período reciente Loic Wacquant, con sus estudios sobre La marginalidad a comienzos del milenio, aporta un enfoque para comprender las lógicas y las posibilidades de acción de las muchedumbres en la era de la globalización y bajo el efecto catalizador de políticas neoliberales. En la exposición de los primeros pensadores citados un aspecto que de entrada se destaca es el de la ubicación histórica de esas manifestaciones políticas entre 1730 y 1850. Período que va desde la etapa previa a la Revolución francesa y que se extiende hasta la Revolución Industrial. La premisa común que Rudé destaca es la de constituir años de transición que condujeron a la nueva sociedad industrial. Para las movilizaciones de la era de la globalización la transición está atada a la descontextualización geográficopolítica de los procesos de trabajo y su reconfiguración en el escenario planetario. Los fenómenos ocurridos en Colombia destacan a la muchedumbre socialmente abigarrada de múltiple composición. Es cierto que al hacer una disección de


política en Colombia

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una sociedad que en la larga historia del conflicto interno y en la ubicua connivencia con la economía del narcotráfico ha construido su visión de la vida colectiva sobre el pragmatismo amoral. Pero el aspecto de mayor fondo es el siguiente. La persistencia de las formas de la muchedumbre política se explica en un país que no ha logrado aclimatar las pautas de una cultura democrática y que carece de canales efectivos, orgánicos, de tramitación de las demandas. Así los comportamientos espasmódicos, la salida abrupta de las tensiones es funcional históricamente, al menos al nivel del clima político emocional, de una sociedad atravesada por el autoritarismo. Los Paras son brutales pero son defensores del establecimiento, de un orden, han actuado para afianzar un modelo de acumulación. Sus atrocidades pueden indignar, pero no sacan de casillas a grandes sectores de la sociedad atrapados en las redes de la obediencia. Las guerrillas son antisistémicas, se remiten a otro orden. Son intolerables para la gente inscrita en pautas de obediencia, pero resultan insufribles, porque la gente no vive feliz en ese mundo de redes de obediencia y jerarquía. Los motivos de la propia insatisfacción individual y la incapacidad de transformar ese mundo, desemboca con angustia en esos torrentes aluviales que condenan al diferente, al desobediente. Por supuesto suscribo el hecho de que ese

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las diversas muchedumbres se encontrará que algunos sectores se destacaron más que otros pero sin que se hubieran configurado como el núcleo dirigente: los estudiantes el 13 de marzo de 1909 al lado de los artesanos, los estudiantes otra vez en 1929. Pero las 20.000 personas que marcharon el 6 junio, las 30.000 que lo hicieron el 7 y las muchas más que acompañaron el féretro del estudiante Bravo Pérez el 8 de junio de 1929 no se sentían convocadas por nadie, compartían el repudio explícito a la rosca apoderada de las empresas públicas y la administración de la ciudad de Bogotá y en el fondo el rechazo a un régimen político desprestigiado, incompetente y represivo. El paro de 1977 fue convocado por las centrales obreras pero la gente que salió a las calles el 14 y el 15 de septiembre muy probablemente no tenía idea de quiénes eran Tulio Cuevas, Pastor Pérez, Baena o Apécides Alvis, dirigentes de las cuatro centrales obreras que habían convocado al paro. Esos eventos de 1893 a 2008 no son a mi juicio los hitos para una historia de la sociedad civil sino mojones para la historia política de un país que aún hoy no ha podido construir esa sociedad civil que sigue siendo el desideratum. Desde el punto de los objetivos, en sus diversos capítulos la muchedumbre se identifica en un objetivo generalmente plasmado con gran economía, en una fórmula: Abajo el tratado con los Estados Unidos, Contra la Rosca, Mataron a Gaitán, Abajo Rojas, Contra la carestía de la vida, Contra Las FARC. Lo importante en cada caso es la realización de análisis minuciosos de las premisas históricas concretas que permitan el esclarecimiento de los fenómenos que están en el fondo pero que encontraron en una consigna, en una frase, la grieta por donde irrumpe la avalancha de las aguas contenidas. A propósito del 4 de febrero resulta para muchos (as) indignante la crucial asimetría entre la disposición para condenar los crímenes de las FARC y el olvido de los genocidios y demás atrocidades de los Paras. Ello es posible en


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diferente concreto es condenable, pero pregunto qué convierte a un genocida en una cifra de mi mundo, qué me lleva a cubrirlo bajo el manto del silencio o de la complicidad moral. La remisión al papel de los medios y al ensamble en un mismo tejido de las redes de la parapolítica no son suficientes para explicar la asimetría de la que hablo y que pondrá otra vez en evidencia la convocada marcha del 6 de marzo. Por otro lado el pragmatismo amoral compele a la gente a buscar y usar la ocasión de unirse como las gotas en una ola que quiere precipitarse contra aquel conjunto que es señalado como el malvado. Será entonces una catarsis purificadora que sin embargo tendrá una longitud de onda muy limitada y que sobre todo dejará, pasado el carnaval, instalado de nuevo el malestar, la manía o la anomia. Por ello no creo que la muchedumbre política sea un factor idóneo para la construcción de un país democrático. La muchedumbre política suele ser paradójica. No salgo de mi asombro como historiador, cuando una y otra vez me encuentro comparando dos muchedumbres que se escenificaron con pocos días de diferencia: la del 9 de abril, la del levantamiento popular espontáneo y la del 17 del mismo mes en el entierro del Gaitán. En la primera la orgía de la rebelión y la revancha, la segunda: la de la multitud compungida, sumergida en un dolor insondable que escuchaba en silencio a uno de los enemigos políticos del caudillo asesinado: el dirigente liberal, Carlos Lleras Restrepo. Quizá la misma gente o al menos en buena parte participó en las dos multitudes, pero en la segunda vez ya había regresado a las redes de la obediencia bipartidista, católica, a la reinscripción en el ordenamiento jerárquico. La muchedumbre política y sus resultados. Cómo juzgar el fenómeno desde el punto de vista de su eficacia. No se puede extraer una regla, De las muchedumbres registradas en Colombia las hay que se asocian a resultados acordes, al menos parcialmente a las exigencias. Las hay sin resultados ciertos y también se tienen las que ofrecen unos resultados adversos a las intenciones que se pusieron de manifiesto los protagonistas durante la movilización. Desde esa perspectiva me referiré a ciertos resultados de la protesta del 9 de marzo de 1909, a las jornadas de junio de 1929, al 9 de abril de 1948, al Paro Cívico de 1977 y haré una glosa algo hipotética a la marcha del 4 de febrero. En la primera los resultados fueron importantes: el retiro por parte del gobierno de la discusión de la Asamblea Nacional Constituyente de los tratados con los Estados Unidos y con Panamá que habían sido el detonante de la protesta. La caída del gobierno del general Reyes que había devenido en dictadura. La protesta presentó un alto nivel de eficacia. Las jornadas de junio se proyectaron también como movilizaciones con evidentes éxitos. En primer lugar cayó la rosca que medraba mediante la corrupción en las empresas de servicios públicos, salieron del gobierno los funcio-

“La muchedumbre política suele ser paradójica. No salgo de mi asombro como historiador, cuando una y otra vez me encuentro comparando dos muchedumbres que se escenificaron con pocos días de diferencia: la del 9 de abril, la del levantamiento popular espontáneo y la del 17 del mismo mes en el entierro del Gaitán. En la primera la orgía de la rebelión y la revancha, la segunda: la de la multitud compungida, sumergida en un dolor insondable que escuchaba en silencio a uno de los enemigos políticos del caudillo asesinado” narios más repudiados de la administración conservadora de Abadía Méndez. En este aspecto importantes resultados pudieron verse al instante: “El 8 de junio la comisión es recibida por el presidente de la República. Mientras transcurre esta reunión, una muchedumbre, acompañando el cadáver del estudiante asesinado, se dirige al palacio. En esas condiciones el presidente no ve otra salida que aceptar el cambio de Cortés Vargas, jefe de la policía nacional y verdugo de los obreros de las bananeras, del ministro de Obras Públicas y del gobernador de Cundinamarca. Sin embargo, el presidente se resiste a sustituir a Ignacio Rengifo, ministro de Guerra, el personaje más odiado y a la vez más representativo del régimen conservador. Cuando los manifestantes declaran que continuarán hacia el palacio, cae también” (fragmento tomado del libro de Medófilo Medina: La protesta urbana en Colombia en el siglo XX, Bogotá, 1984, pág. 42). En el mediano plazo la incidencia de junio tuvo alcances históricos. Tiene razón Gerardo Molina cuando señaló a propósito de junio de 1829: “La suerte del conservatismo quedó definida en aquellas jornadas y desde entonces ya nadie dudó de que sus días de dominación estaban contados” ( Las ideas liberales en Colombia, T. II, pág. 235). Al contrario de las anteriores jornadas, los resultados del 9 de abril de 1948 fueron contrarias a las reivindicaciones de las masas gaitanistas. La represión cruenta desencadenada por el gobierno de Ospina Pérez puso fin a la lucha que venía dándose desde 1945 entre los círculos del poder reaccionario y los sindicatos, las organizaciones de izquierda y del liberalismo gaitanista. La victoria de la reacción impuso la orientación política y removió los diques que obstaculizaban el desencadenamiento de la violencia. El Paro Cívico Nacional de 1977 alcanzó éxitos en el corto plazo. En el curso de los ocho meses siguientes el salario mínimo nominal registró aumentos en tres ocasiones. El salario real promedio en


la industria subió en un 16. 1%. Al paro siguió un auge en el movimiento huelguístico y en los paros cívicos municipales y regionales. A más largo plazo el paro estimuló una cruda polarización engendrada por unas lecturas distorsionadas de la protesta de septiembre. La Insurgencia quiso ver en el PCN una insurrección frustrada. El evento había que replicarlo pero acompañándolo de la acción armada. El M-19 se encaminó hacia la radicalización militar y lo propio hicieron las FARC en una línea de acción que se afianzó en la VII Conferencia de la organización en 1982. Por su parte el establecimiento asimiló el paro como la inminencia de la revolución y generó una política antisubversiva pero extendiéndola al conjunto de la sociedad. El hito inicial de esa política fue la adopción del decreto 1923 del 6 de septiembre de 1978 que estableció el Estatuto de Seguridad. No podría decirse de manera simplista que el PCN originó la nueva etapa de violencia en la que se sumergiría el país desde finales de los años setenta pero por lo menos es claro que contribuyó a su agudización. El sentido común en el que se construyeron las marchas del 4 de marzo de 2008 fue el de respaldo a la política de aniquilamiento militar de las FARC. Ese sentido dominante no es incompatible con los matices y reservas que pudieron expresar algunos de quienes tomaron parte en las marchas. Hubo voces numerosas que establecieron relación con el proyecto de la reelección de Uribe. Pero no hay razón para pensar que las coordenadas del 4 de febrero puedan prolongarse por un cierto tiempo. No se ven en la escena fuerzas y mecanismos capaces de retener orgánicamente el cúmulo de sentimientos y disposiciones de actuar que se manifestaron en las movilizaciones. Es bien posible que quienes se sintieron más estrechamente vinculados con el 4 de febrero se encuentren con ambigüedades y con el fortalecimiento de tendencias contradictorias con el sentido que tuvieron las marchas. n

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Bogotazo

Marcha en oposición a FARC


Colombia

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La masacre de A

continuación presentamos un resumen del artículo titulado “La cosmogonía wayúu y la masacre de Bahía Portete1”. Lo hacemos de esta manera con el objetivo de dar a conocer unos hechos ocurridos el 18 de abril de 2004 en la Guajira colombiana, donde fueron asesinados por un grupo paramilitar varios wayúu, entre los que había mujeres y niños. Tal situación los obligó a abandonar Bahía Portete y desplazarse hacia otros lugares de Colombia y de Venezuela. Al describir los hechos, intento mostrar cómo la violencia en Colombia afecta a las comunidades indígenas, vulnerando sus condiciones de vida, sus preceptos culturales, y la posibilidad de vivir en el territorio que ancestralmente les corresponde. La violencia en Colombia. Los paramilitares unos de los protagonistas de esta historia1 Los orígenes de los grupos paramilitares en Colombia se sitúan a finales de los años cuarenta, cuando la policía armó a elementos irregulares, denominados Chulavitas, Pájaros y Limpios, para asesinar a liberales. Estos grupos aparecieron primero que la guerrilla2. Su función era des1 Zamora Elizabeth. “La cosmogonía wayúu y la masacre de Bahía Portete” en Libro aniversario de la Facultad de Ciencias Politicas de La Universidad del Zulia. LUZ. Maracaibo. Edit. Astrodata 2006. 2 La guerrilla colombiana se origina tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en 1948. Ante la matanza ordenada por el presidente conservador Mariano Ospina, campesinos liberales armaron grupos de autodefensa. Luego, el

mantelar cualquier tipo de organización social, fuera del statu quo. Desde ese entonces mantuvieron relación con las fuerzas militares. Algunos eran ex presidiarios a quienes se les pagaba su trabajo con la libertad o con tierras. Chulavitas, Pájaros y Limpios también eran dirigidos por caudillos locales, terratenientes o políticos. Según cifras aceptadas por liberales y conservadores, 300.000 personas fueron asesinadas entre los años 1948 y 1953. Los liberales, por su parte, organizaron bandas de resistencia que atacaban a los conservadores3. En el fenómeno paramilitar ha jugado un papel importante la creación en los años ochenta del MAS -Muerte a Secuestradores- organizado por el Cartel de Medellín. El MAS se consolidó como ejército privado del narcotráfico. En 1995, pasan a denominarse Autodefensas de Colombia.

27 de mayo de 1964, se fundan las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército Popular, FARC-EP después de que el —gobierno del Frente Nacional— acuerdo donde liberales y conservadores se turnarían el poder-, declarara ‘Republicas Independientes’ y ‘focos de subversión comunista’ a las comunidades campesinas de Marquetalia, Villarrica, Río Chiquito, El Pato y El Guayabero. Los respaldaba la ‘Operación Soberanía’, conocida también como ‘Operación Marquetalia’, enmarcada en el Plan LASO (Latin American Security Operation) dirigido por el gobierno de los Estados Unidos. 3

Ob.cit.


Elizabeth Zamora Cardozo

Bahía Portete y el desplazamiento de los wayúu Violencia en la frontera: La masacre de Bahía Portete Bahía Portete, está ubicada en la Guajira colombiana. Allí aproximadamente cincuenta familias vivían de la pesca. También era un lugar dinamizado económicamente por el contrabando proveniente de Curazao, Panamá y Aruba. Por muchos años los wayúu estuvieron al margen del conflicto interno en Colombia4. Sin embargo, el 18 de abril de 2004, paramilitares fuerte4 La Península ocupa una extensión de 15,300 Km2 aproximadamente, de los cuales 12,000 Km2 corresponden a Colombia en el departamento de la Guajira y 3,300 Km2 pertenecen al estado Zulia en Venezuela. La capital de La Guajira colombiana es Riohacha, en Venezuela es Paraguaipoa, que en wayúunaiki significa “frente al mar”. Según el censo realizado en Colombia en 1993, la población wayúu constaba de más de 130.000 habitantes, de los cuales unos 68.000 son mujeres y 62.000 hombres. El Censo Binacional realizado en Venezuela en 1992 registra 168.308 wayúu en Venezuela.

mente armados —coinciden los testigos en señalar que en un número aproximado de 150— llegaron a la aldea. Doce personas fueron masacradas. Treinta se contaron como desaparecidas. Los wayúu tuvieron que huir, unos hacia otras partes de la Guajira, y otros hacia Maracaibo en Venezuela, donde la Cruz Roja registró más de trescientos en condición de desplazados. Esa misma semana comenzaban los diálogos de paz con grupos paramilitares, sindicados de perpetrar la masacre. Según Amnistía Internacional, los paramilitares llegaron al pueblo, interrogaron a varios niños sobre el paradero de sus padres, y mataron a algunos de ellos al considerar que les estaban mintiendo. Torturaron a varios de los adultos antes de asesinarlos. El testimonio de Alberto, uno de los testigos, es elocuente: “Ay hermano, siento que el corazón se me sale por la boca. Usted no sabe lo que es tener que salir corriendo para que no lo maten y, después escuchar los gritos de los peladitos, de mis dos hijitos a quienes me los quemaron vivos sin que yo pudiera hacer nada…,los quemaron vivos dentro de mi camioncito. También le cortaron la cabeza a mi mamá y a mis sobrinas las picaron en pedacitos. No les dispararon, sino que las torturaron para que escucháramos sus gritos y mientras tanto con una motosierra las cortaron vivas, hermano”5. 5 Chávez, Jorge. “Cómo los paramilitares exterminaron a una comunidad wayúu”. Ultimas Noticias, Caracas, Venezuela 23 de mayo de 2004.

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Según Alfredo Molano, la lógica del paramilitarismo es que entra y masacra. Entonces los campesinos huyen. Se van. Y se da una operación de trasiego de gente: gente nueva, que les guarda fidelidad. Se apoderan de tierras de los campesinos que han huido a zonas ocupadas por la guerrilla. Los paramilitares se quedan tranquilos, los nuevos residentes estarán organizados en función de sus intereses y los del ejército. La Organización de las Naciones Unidas (ONU), señala que los paramilitares son responsables del 80% de las atrocidades que ocurren en Colombia.


“AYúDENOS NO NOS DEJEN SOLOS”

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Venciendo el miedo que implicaba realizar cualquier denuncia, los wayúu escribieron una carta dirigida a la Organización Nacional Indígena de Colombia, ONIC, donde relataban los sucesos. “El 18 de abril en la mañana llegaron los paramilitares a la comunidad Wayúu de Bahía Portete, a violar nuestros derechos, maltratándonos y violando a nuestras hijas, torturando a niños para que hablaran donde se encontraban sus padres; los mataban o se los llevaban. Fueron torturados, violados, o asesinados y picados, niños, mujeres, jóvenes y ancianos. La comunidad indígena Wayúu de la Guajira, Colombia, quienes hemos sido desplazados de nuestro territorio ancestral por parte de elementos pertenecientes a grupos paramilitares (mal llamados Autodefensas), las cuales llegaron a la comunidad apoderándose del territorio, maltratando, matando y destruyendo nuestro cementerio símbolo de antepasados y demostración de propiedad. La forma como fueron asesinados, las mujeres, jóvenes y ancianos (torturados, violados y picados)(sic) estamos preocupados por encontrar a nuestros hijos desaparecidos que no sabemos si están muertos o vivos, algunas versiones dicen que a los niños los quemaron, en algunas partes de la comunidad se encontraron parte de algunos miembros de los cuerpos de los niños. Los habitantes de la comunidad son 580 de diferentes clanes, quienes abandonaron “con el dolor de su alma” su territorio, sus animales, sus pertenencias ancestrales, allá en el territorio no hay nadie todos emigraron a diferentes partes, para buscar seguridad y protección para nuestras vidas. En ningún momento ni el alcalde de Uribia como máxima autoridad y capital indígena de Colombia, hizo ningún pronunciamiento frente a estos hechos y lo mismo el señor Gobernador de la Guajira, donde todo el mundo en el departamento tenía conocimiento de la masacre. Ante estos hechos lamentables acudimos a ustedes para que como Organización Indígena velen por nuestra protección y nos sirva de intermedio ante los organismos de Derechos Humanos, ONU y ante el mismo estado-Colombia. Agradeciéndole de antemano a ustedes por la gestión emprendida. “Comunidad Indígena Wayúu Alta Guajira”: 12 muertos y 30 desaparecidos. Masacrados: Nicolás Barros Ballesteros, Arturo Epiayu, Alberto Everts Fince, Rolan Everts Fince,Rosa Fince Uriana,Diana Fince Uriana (desaparecida), Reina Fince Pushaina (desaparecida, menor de edad, 13 años). Margarita Epinayu, Rubén Epinayu (menor de edad, 16 años). Niños que fueron asesinados y como se señala le cortaban miembros de su cuerpo para que fueran reconocidos. Una joven del Clan Epinayu, la sacaron de su casa y aún no ha sido encontrado su cuerpo. Además de todas estas personas, hay muchas más que están enterradas en las diferentes zonas de Portete.

Solicitamos a ustedes como organización de los étnicos formen una comisión lo mas pronto posible para que se trasladen al lugar de los hechos y así comprueben la realidad que estamos viviendo. Busquen personas nativas que los lleven al verdadero lugar de los hechos y que no los engañen. No hay denuncias ni actas de defunción de los muertos, ya que tenemos miedo que nos sigan acribillando como lo han hecho con los demás, ya que los representantes del Departamento de la Guajira no han tenido en cuenta este conflicto. El defensor del pueblo no puede decir que es sólo un muerto, ya que él no se ha pronunciado respecto a la situación. AYUDENOS NO NOS DEJEN SOLOS. INDÍGENA S WAYÚU ALTA GUA JIR A . ONIC

Thursday, May. 06, 20046” Los wayúu como desplazados y desterrados: “Tengo pesadillas todas las noches sobre las cosas que nos hicieron. No creo que pueda volver a sonreír. Hasta eso nos robaron.”7 La historia construida en una vereda, en un poblado, es historia que identifica al que construye; con lo construido. Quien pasa a la condición de desplazado, ve desdibujada las referencias a lo propio, para ser entonces, “el otro”. Dejar atrás el terruño, los proyectos personales y comunitarios, se ha convertido en vivencia cotidiana para numerosos colombianos, víctimas de una guerra —como todas, absurda— que a su paso no ha dejado más que el espectro de una sociedad mutilada. El de los desplazados es uno de los dramas más cruentos en la historia contemporánea de Colombia. Según la Consultoría de Derechos Humanos y el Desplazamiento (CODHES), entre 1999 y 2004 cada día fueron desplazadas un promedio de 864 personas en todo el territorio colombiano. Para el primer semestre de 2005, habrían sido 153.463 las personas que debieron abandonar sus hogares 8. En un documento firmado por la Asociación de Cabildos del Norte de Cauca, los habitantes de la zona plantean lo siguiente: “Conocemos de sobra la paupérrima situación que arrastran los desplazados, parias en su propia patria, que reciben trato de pseudos ciudadanos e infrahumanos […] son estas las razones más que suficientes para no abandonar nuestro territorio, y pensamos que si nos van a masacrar en otro sitio, también lo pueden hacer aquí.”9 Según Alfredo Molano, el desplazamiento es cosa de estudio de la demografía y la física “pero el destierro 6

En ONIC. 26 de mayo de 2004.

7 NOTICIAS ACNUR. “ACNUR apoya a cientos de indígenas Wayúu forzados a huir hacia Venezuela”, fecha: 21 Mayo 2004. 8 CODHES en Diego Henao, “Diáspora wayúu desde la Alta Guajira”. www.codhes.org.co. 9 Minga en resistencia.” Por la defensa del plan de vida de los pueblos indígenas del Norte de Cauca”, abril 2002, p.11.


Ilustraciones: Walter

10 Alfredo Molano, “Cultura, territorio y desplazamiento” en La segunda expedición por el éxodo. Bogotá, impresol, 2003, p. 46-47. 11 Testimonio de Nancy Rodríguez Poloche. “Cultura, territorio y desplazamiento” en La segunda expedición por el éxodo. Bogotá, impresol, 2003, p. 46-47. 12 Que la Guajira es la tierra de los wayúu, y que son una etnia dividida entre dos países, es un acuerdo general, sin embargo, aun cuando “la Guajira es una sola” y los wayúu puedan transitar libremente de un lado a otro, esta división ha derivado en que existan “guajiros del lado colombiano y guajiros del lado venezolano”. Esto puede observarse en el citado relato de José Epinayú. Mi papá quería que yo fuera un doctor y quería mandarme para Lorica y me negué; cuando me dijo que fuera a estudiar a Venezuela también me negué porque me tocaba cambiar de apellido. Tenía que cambiar el Pushaina por un Montiel, Velásquez, Fernández o González. Al indígena en Venezuela no le dicen Wayúu sino guajiro. El colombiano no es bien recibido en ese país.

tras pertenencias cuando huimos de Portete. Tenemos seis familias viviendo en una pequeña casa. No tenemos ropa o hamacas para dormir. Para los Wayúu, dormir en el suelo, es dormir como animales. Nunca en nuestras vidas hemos tenido que pedir ayuda. Vivíamos nuestras vidas de manera digna. Ahora es urgente que nos ayuden”13. Según artículo firmado por Actualidad Étnica14 , el éxodo iniciado el 18 de abril se extendió por toda la Alta Guajira, donde específicamente en los municipios de Maicao – frontera con Venezuela –, Uribia, Manaure y Maracaibo (Venezuela), los censos registraron a poco más de mil personas. Sin embargo, subraya Actualidad Étnica, que los desplazados pudieron haber alcanzado las tres mil personas, ya que se encontraban en sitios donde no se tuvo acceso como Bahía Honda, Punta Soldado, Punta Aguja, Way, Punto Fijo y Media Luna. Al mismo tiempo la particularidad de los wayúu, al funcionar en clanes, con respecto a otros grupos de desplazados, es que buena parte de los indígenas fueron acogidos por sus propias familias. Ese elemento no posibilita vislumbrar la magnitud del fenómeno. Por otro lado, muchos prefirieron no registrarse por miedo a represalias. Los wayúu se reúnen para recordar a sus muertos El 18 abril de 2005 al cumplirse un año de la masacre; más de cuatrocientos wayúu se reunieron para recordar a sus muertos. Recorrieron el sitio. En su condición de líderes, los acompañaron las mujeres ancianas. Matronas, que como piaches, realizan rituales en busca del descanso de los muertos. Hace apenas una semana la abuela caminó por entre la ranchería que desde hace un año ningún indígena había vuelto a visitar. Los ranchos caídos y el silencio profundo eran la única compañía de esta vieja que miraba con dolor en el alma los lugares en donde habían sido asesinados 15 13 ACNUR. Ob cit. 14 Actualidad Étnica. “La tragedia del pueblo wayúu”. 28 de mayo de 2004. Nospam etniasdecolombia.org.

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es otra cosa, es un ‘desterre’, un brutal corte de la raíz que se hunde en el pasado y dice quién se es, para dónde se mira, y hacia dónde se va”10. Nancy Ramírez Poloche, representante de la etnia indígena pijao, ubicada en Coyaima, al sur de Tolima lo destaca: “Para nosotros el que nos obliguen a salir de nuestra tierra, es tanto como que nos quiten la vida, que nos quiten todo lo que es de nosotros, porque fuera de nuestra tierra no nos valoran como lo que somos. Abandonar nuestra tierra es abandonar nuestra cosmovisión, es abandonar todo aquello que nos pertenece, todo lo que hemos construido a través de nuestra cotidianidad, pues es muy distinta a la que llevan las personas de la ciudad”11. Víctimas de la masacre de Bahía Portete, y en precarias condiciones llegaron los wayúu a Maracaibo. La relación entre los indígenas de ambos lados de la frontera, facilitó las posibilidades de cobijo en casa de amigos y parientes ubicados en el lado venezolano12. Sin embargo, la mayoría de los hermanos wayúu vivían en condiciones de extrema pobreza. “Nuestros compañeros Wayúu venezolanos nos han acogido en sus casas, hemos sobrevivido gracias a ellos”, señaló uno de los recién llegados. Pero hay días en que lo único que tenemos para comer son mangos hervidos. Los niños están mal alimentados… Necesitamos de todo, añadió un Wayúu. Tuvimos que dejar todas nues-


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Los wayúu ceden ante las leyes “alijuna” El diario La Opinión de Cúcuta, publicó una reseña en la que se relataba la historia de una mujer wayúu quien, portando la foto del hombre que asesinó a su hijo, se presentó ante el fiscal que investigaba los crímenes cometidos por los miembros de un grupo paramilitar, que había sembrado el terror en Maicao, allá en la Guajira colombiana. Era junio de 2004, varios fiscales recopilaban las pruebas que servirían para vincular a los paramilitares que operaban en la zona en varios asesinatos. Según la reseña el Frente Contrainsurgente Wayúu, una facción del bloque norte de las AUC habría logrado el control de la población fronteriza de Maicao. Sin embargo, faltaba quien se atreviera a testificar. El valor de la mujer wayúu no sólo permitió esclarecer el homicidio de su hijo. Su actitud contagió a los demás miembros de la comunidad indígena, blanco de los ataques del grupo armado ilegal, para colaborar con la Fiscalía y cedieron a sus tradiciones para lograr la captura de 34 paramilitares involucrados en actos de extorsión y concierto para delinquir16. 15 ONIC, Abril 15 2005 16 La Opinión de Cúcuta,” Los Wayúu de Maicao se enfrentan a los paramilitares” Departamento del Norte de Santander. Colombia, 23 de octubre de 2005.

Después de un pequeño altercado en el que la madre del menor se vio involucrada, el paramilitar había amenazado al niño de 13 años, porque éste se atrevió a defenderla. Intuyendo el desenlace, la mujer envió al muchacho a vivir en otra localidad. Un día en que fue a visitarla, el hombre le disparó en la cabeza. Escuchado el relato, el fiscal le explicó a la madre que para llevar el caso adelante, debía obtener evidencias técnicas. Entre esas estaba la exhumación del cadáver. Había sido enterrado en el cementerio de la ranchería El Edén. Sacar su cuerpo implicaba interrumpir su viaje a Jepira, el lugar de los indios muertos. La mujer dudó. Prefirió consultarlo con el Consejo de Ancianos y de Mujeres. Después de horas de deliberación, la comunidad wayúu aceptó el “modo alijuna”. El 11 de octubre de 2004 un forense, un antropólogo y un odontólogo examinaron los restos. Los wayúu solicitaron como condición, que no se le tomara fotos, ni se le realizaran videos al cadáver. Todo esto sirvió para desmantelar una red paramilitar. El asesino del menor, habría sido ajusticiado por sus propios compañeros. ¿Por qué la masacre de Bahía Portete? En Actualidad Étnica, se publicó un artículo donde se planteó que “lo que viene ocurriendo en la Guajira encierra una serie de factores complejos que tienen como telón de fondo el interés de unos actores por controlar unos circuitos económicos relacionados con

“EL 18 abril de 2005 al cumplirse un año de la masacre; más de cuatrocientos wayúu se reunieron para recordar a sus muertos. Recorrieron el sitio. En su condición de líderes, los acompañaron las mujeres ancianas. Matronas, que en su condición de piaches, realizan rituales en busca del descanso de los muertos”

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de sus hermanos y otros 12 más habían desaparecido para siempre; en su recorrido en la casa donde mataron a Rosa Fince Uriana encontró un huesito del tabique nasal, es la primera parte de su cabeza, explotada con una granada, que han podido encontrar. La abuela busca con paciencia y recordando lo que le dicen sus sueños, el lugar en donde está cada parte de los cuerpos mutilados, pues de otra manera no habrá descanso para sus almas.15 Según la tradición, cuando el wayúu es asesinado, lo caminan, le amarran los pies, le colocan algunos objetos y pequeños animales, con el propósito de expresar rechazo al homicida y propiciar acciones, donde participe el espíritu del muerto. A los wayúu de Bahía Portete, la violencia les robó la posibilidad de llorar a sus difuntos como demandan sus costumbres.


17 Actualidad Étnica. “La tragedia del pueblo wayúu”. 28 de mayo de 2004. Nospam etniasdecolombia.org

daderos guerreros, y la guerra terminó cuando acabaron con el último Cárdenas, Toñito. En la reciente masacre, el hecho de asesinar a mujeres y niños, de destrozar sus cuerpos con hacha y de profanar los cementerios, lugares sagrados de los wayúu, da cuenta de que esta guerra tiene otra naturaleza y que los intereses que están detrás desbordan toda noción tradicional18. Violencia que cercena cultura El relator especial de la ONU para asuntos indígenas, Rodolfo Stavenhagen expuso que en Colombia se estaba dando un verdadero etnocidio y genocidio contra las comunidades indígenas.19 Destacó la preocupante situación de las comunidades pequeñas, a quienes el conflicto hace más susceptibles de desaparecer. Según el informe, la violencia política contra los indígenas se incrementó en los años noventa, donde la tasa es 100% mayor a la media nacional. El reporte fue protestado por el gobierno de Álvaro Uribe, sobre todo el uso de los conceptos de “Genocidio y Etnocidio”. Pero, ¿cómo podría denominarse a sucesos que vulneran la posibilidad de existencia de los grupos étnicos colombianos? Se quebranta una cultura acabando materialmente con sus integrantes, lo que se expresa en el asesinato de sus dirigentes. También cuando se obliga a sus miembros a convertirse en desplazados. En el camino dejan atrás no sólo un territorio, sino un lugar impregnado de significados. De símbolos. De historia. Para constituirse entonces en comunidades dispersas. Plantea García Sanclemente que el gobierno obviamente ha olvidado los más de tres mil dirigentes y militantes de la Unión Patriótica asesinados por el terrorismo de Estado con expresa y hasta confesa intención. Pretende ignorar también que muchos de los macroproyectos ligados al capital extranjero han contribuido a la destrucción del hábitat natural de los indígenas, poniendo en peligro su supervivencia, profanando sus lugares sagrados, irrespetando su cultura, y poniendo en riesgo la perennidad de su memoria colectiva20. La lucha por la supervivencia es parte de la historia de los grupos indígenas de América. La preservación de sus costumbres y la reivindicación de los derechos territoriales, se han constituido como las principales fuentes de conflicto. Esta situación se agudiza aún más, cuando existe una realidad político-social como la de Colombia. Hemos visto un ejemplo con los wayúu. Sin embargo, son varios los grupos afectados. La realidad de los indígenas en Colombia no es más que la demostración de cómo la violencia cercena culturas. n

18 Alfredo Molano. “La masacre no fue guerra”. El Espectador, Bogotá, Col, 13/6/2004. 19 En Cesar García Sanclemente “Colombia sigue de tumbo en tumbo”. Miércoles 13 abril 2005 Bellaciao. http://bellaciao.org/es/article. 20 Ídem.

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el contrabando, el narcotráfico, el tráfico de armas, y la puesta en marcha de proyectos de desarrollo. Esos intereses chocan con el propósito de los wayúu por defender su autonomía territorial. Por tal razón, para algunos dirigentes indígenas esto no puede ser valorado como un conflicto meramente local y transitorio.17 Y se plantean las siguientes interrogantes: ¿qué interés representa ese inmenso territorio desértico y habitado por indígenas que viven agobiados por la pobreza? Como en otras regiones del país, en la Guajira las tierras de los wayúu compaginan a la perfección con el desarrollo de los megaproyectos. A las explotaciones de las minas del Cerrejón y de las salinas de Manaure, hay que añadirle la proyección de exploraciones de petróleo y gas en la península, para lo cual culmina un estudio de factibilidad por parte de la compañía Chevron-Texaco, asociada con Ecopetrol para tal fin, que pretende, entre otros proyectos, la construcción de un gasoducto que transportaría entre 150 y 200 millones de pies cúbicos diarios de gas natural. Son varias las versiones, que tratan de explicar las razones de la masacre. Con unos u otros argumentos, todas apuntan al hecho de que la presencia de los wayúu en la Península sería un obstáculo para los intereses de grupos foráneos, y que los autores materiales de los asesinatos, fueron paramilitares. El sociólogo colombiano Alfredo Molano, uno de los intelectuales que más conoce sobre el tema de la frontera colombo-venezolana, en un artículo titulado: “La masacre no fue guerra”, nos proporciona su versión de los hechos. Destaca que tres días antes de los sucesos, las autoridades wayúu solicitaron al Estado (Sistema de Alertas Tempranas de la Defensoría, Vicepresidencia de la República, Ejército Nacional) su protección. No hubo respuesta. El 18 de abril las amenazas se cumplieron. Los entes gubernamentales luego, atribuían el suceso a “diferencias personales entre los paramilitares e indígenas wayúu de la zona”, específicamente se trataba de un enfrentamiento de las Autodefensas y un grupo de indígenas autodenominado: “Guerrilleros de la Sierra”, los cuales se disputarían el dominio del puerto de Bahía Portete. La versión fue confirmada por un paramilitar. Esto habría tranquilizado a la opinión pública. Todo quedaba como un enfrentamiento entre bandas que se disputaban el control de la Alta Guajira. “Una figura recurrente y eficaz para garantizar la impunidad”, subraya Molano. Pero los hechos son tercos. En principio podría pensarse que se trataba de una de las tantas guerras de castas que suelen estallar en la región. Quizás muchos pudieran haber recordado la famosa guerra entre Cárdenas y Valdeblánquez, que, aunque no eran familias wayúu, se dio bajo la Ley Guajira. Murieron únicamente hombres, ver-


Colombia

Dossier DÍA–CRÍTICA · Nº 6 oct–nov, 2008

L

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Defensa

lego a esta ciudad, Medellín, mítica en tantos y contradictorios sentidos, pero llego a la ciudad construida por el imaginario de los creadores y sé que este Festival Internacional de Poesía, organizado anualmente a través de 18 ediciones por el Grupo Prometeo, que reúne a 74 poetas de 55 países en esta ocasión, cuenta con nombres propios que convocan tenazmente, de nuevo, a la posibilidad de transformar el mundo con la metamorfosis de esa obstinada elaboración de los versos. Con sueños que reinventarán mañana la sacudida valiente y sorpresiva de la interioridad, los muchachos y muchachas que intentarán traducir el universo o a encarnar la fiebre existencial con una nueva arquitectura humana, más apta a los reclamos de la aurora que a los silogismos clasistas e infernales de la guerra. Esos nombres propios creo que hay que subrayarlos en este momento, cuando algunos, muy pocos en realidad, pero nocivos en su minúsculo radio de opinión, intentan sabotear de una manera indigna, por la mala fe de las infundadas afirmaciones, tan provocadoras de riesgos de altísima tensión y de peligros varios, lo que estos amigos del más humilde de los menesteres han conquistado. Me refiero a Fernando Rendón, Gabriel Jaime Franco, Gloria Chavatal, Luis Eduardo, por nombrar sólo a quienes dirigen esta ronca cruzada por la paz en mitad de las balas, los que, más allá del escepticismo y la rabia desértica, han apostado todo lo que tienen por una vida que realmente califique como tal, y que de paso, hay también que anotarlo, conmueve a todos los poetas del mundo. No entiendo, y lo digo de verdad con dolor, esa furia desproporcionada, inmerecida, tendenciosa, enana en lo moral, y hedionda en su laberinto, que mueve a quienes pretenden ocultar, rebajar, pervertir, desprestigiar, esta lograda transparencia del espíritu con la escatología de la mezquindad, la envidia, la decadencia feroz de la derecha política, para-poética, militar en su empaque de tiranuelos pontificando y maldiciendo. No entiendo cómo se le ocurre a alguien soslayar los hechos con argucias mediáticas, tergiversar realidades indiscutibles desde lo

que no puede ser más que terrorismo intelectual que trata de disminuir, achatar, perturbar, manosear, o vomitar sobre esta insurrecta y vigorosa presencia que se defiende sola y solamente por el hecho de poner por encima de todo, de las diferencias, de los combates, de los tumores y las heridas, del resentimiento y la venganza, el valor imponderable de la palabra poética para que todo cambie definitivamente de algún modo y en algún tiempo en este mundo, tan lleno de horrores, de intolerancia fascista, de miserias y de fosas comunes. Tratar de enlodar con mentiras apoyadas por la prensa apasionada, fervorosa, y tal vez ejemplar concreción del envidiable ensayo que busca conectar las fuentes vitales con la gente, las irrigadas zonas de la imaginación y el ritmo contra el despojo y la iniquidad, no es otra cosa que introducir una horrenda y vergonzosa maledicencia para intentar hacer daño, fracturar, separar, herir; para coquetear con una inmunda señora encopetada que infértil y desdentada quiere, tan ridícula y torpe, ponerle obstáculos a un gesto audaz, valiente, probo, hermoso, que tiene lugar nada menos que en Medellín, sobre la metralla y los desplazados, sobre el desempleo y la pobreza hiriente y homicida. “Inmundo es el rostro de quien no reconoce los hallazgos del alma”, decía André Breton, inmunda su elocuencia y la perfidia del encono. Sucia es la palabra de quien se solaza con los gusanos laboriosos de podridas arborescencias que lo habrán de aniquilar más temprano que tarde. Sucio el duelo que desearía propiciar porque no pudo amar ni disponerse al olvido cuando era necesario y piadosamente callarse. El Festival Internacional de Poesía de Medellín, es un regalo que tenemos en América Latina y nadie será capaz de malograr esta alegría cumplida. Dejemos que la muerte desfile con todas sus miserias y se ría de vez en cuando en el estiércol de su engaño. En definitiva, Ella, la muerte, pertenece a otro mundo, el inmundo, al margen y muy, muy lejos de nuestros sueños. ¡Qué viva Medellín! ¡Qué viva su Festival Internacional de Poesía! n


del Festival de Poesía

Medellín

de

Miguel Márquez

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Colombia

Dossier

Aurelio Arturo Luis Darío Bernal Pinilla

Poeta del pasado y la naturaleza DÍA–CRÍTICA · Nº 6 oct–nov, 2008

E s inquietante que un país como Colombia,

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necesitado, de manera especial en los actuales momentos, de definir su identidad nacional, de defender su soberanía cultural, no sólo de un cultismo snob pretendidamente universal, sino de la ramplonería facilista y utilitaria de los medios masivos de comunicación, se permita desconocer la obra poética de Aurelio Arturo, una de las más limpias y logradas de nuestra historia literaria, y de las más significativas y novedosas del Continente en la pasada centuria. Nacido en la Unión, población del Departamento de Nariño en el sur de Colombia, este poeta, autor prácticamente de un solo libro “Morada al Sur”, que vio la luz en 1906 y sembró su memoria y su obra magnífica en 1974, es considerado hoy, luego de ser desenterrado por las jóvenes generaciones de estudiosos de la literatura nacional, como el más importante poeta colombiano de todos los tiempos. Escoltado, sin duda otros tres inmortales, José Asunción Silva, Porfirio Barba Jacob y León de Greiff.

memoria, la eficaz integración de ésta con elementos oníricos, el “desdoble metafísico” en busca de realidades pretéricas y el agudo raciocinio ontológico, son algunos de los mecanismos que Arturo utiliza para lograr atrapar en el presente de su creación estética, ese pasado que constituye la metrópoli de su universo poético. El poeta consciente de que ese pasado, que esa realidad que fue y no es, no se deja captar fácilmente por esa labor de la memoria, exclama con un hondo dejo de nostalgia:

Temática de la Poética de Arturo Es el pasado, en su doble posibilidad particular e histórica, el tema constante, relevante y casi único de su preocupación poética, el ”leivmotiv” de su obra. El sencillo y convencional recurso de la

En el umbral de roble demoraba, Hacía ya mucho tiempo, mucho tiempo marchito, El alto grupo de hombres entre sombras oblicuas, Demoraba entre el humo lento

alumbrado de remembranzas (Morada al Sur,II) 1 Otras veces el poeta nos narra delicadamente la mutua colaboración del sueño y la memoria, como cuando dice: Vinieron mis hermanos por juntar con mi sueño, Espigas de sus sueños… (Vinieron mis Hermanos) No puede encontrarse en la brevísima obra de Aurelio Arturo, un poema que de alguna manera no se refiera primordialmente al pasado. Incluso en aquellos que parecen elaborados a partir de una perspectiva actual y utilizando el modo indicativo, se nota siempre la presencia de un pretérito que se materializa de diversas formas. Pero todo poeta que pretende trabajar sobre la geografía del pasado, de su pasado, sin duda extrovierte aquello que además de importarle intelectualmente, dejó en él una huella tan profunda que sigue preocupándole en el presente. 1 “ARTURO, Aurelio, Obra e Imagen”, Instituto Colombiano de Cultura, Bogotá 1977. Toda la poesía de este trabajo viene de este libro, salvo otra indicación.


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Pueden reconocerse en la obra poética de Arturo tres grandes tópicos que pueblan ese pasado: La Infancia/la niñez; La interrelación hombre/naturaleza y La Mujer/la amada.

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La Infancia/La Niñez La primera inquietud que Arturo destaca de su pasado es la infancia, la niñez en su “Morada al Sur”. Con una ternura y una delicadeza que confiesan una época sin duda feliz, Arturo escoge momentos tan singulares, tan íntimos y al mismo tiempo tan concretos de ese pasado, que nos participa el gozo de sus primeros años. El calor abrazador y seguro de la nodriza, la melodía de la voz materna, el respeto por los trabajadores de la hacienda, la penumbra de los salones, el campo y la noche tibia, noche donde miraba las estrellas. La marca de la niñez, definitiva en todo hombre, aparece sublimada en la obra de nuestro poeta: Un largo, un oscuro salón, tal vez la infancia. Leíamos los tres y escuchábamos el rumor de la vida, En la noche tibia, destrenzada, en la noche Con brisas del bosque. Y el grande, oscuro piano, Llenaba de ángeles de música toda la vieja casa. (Canción del Ayer) Otro gran interés temático de Arturo, es la interrelación hombre/ naturaleza y su profundo sentimiento ecologista, tan hondo que su trabajo creador y su penetración en aquella temática le hicieron merecedor a que los Partidos Verdes europeos lo tengan entre los precursores del ambientalismo universal, y su retrato esté a la entrada de varias de aquellas organizaciones políticas. Pero además, aquella interrelación no se produce en el poeta a la manera tradicional, es decir, mirando simplemente a la naturaleza, describiéndola a distancia. Arturo logra una comunidad entre dos elementos de un todo orgánico. Nos entrega una visión totalizadora. Tanto la naturaleza como el

hombre reconocen su mutua colaboración, y éste abandona cualquier rencor por los males causados por aquella en la vida del ser humano. Arturo busca, como lo dijera Camacho Guizado, “la abolición de la distancia que separa el plano humano del plano de la naturaleza… y no sólo entre el hombre y la naturaleza, sino entre los tradicionalmente llamados “reinos de la naturaleza”. El Poema Sol nos muestra esta sui generis conciliación poética: Mi amigo el sol bajó a la aldea A repartir su alegría entre todos, Bajó a la aldea y en todas las casas Entró y alegró los rostros… El sol se fue sin esperar adioses Y todos sabían que volvería a ayudarlos, A repartir su calor y su alegría A poner mano fuerte en el trabajo. … Pero ahora el sol está muy lejos, Lejos de mi silencio y de mi mano, El sol está en la aldea y alegra las espigas Y trabaja hombro a hombro con los hombres del campo.2 Los diversos reinos de la naturaleza, que por definición habíamos aprendido como separados, se encuentran en Arturo “fusionados” en un lenguaje unívoco: En la noche balsámica, en la noche, Cuando suben las hojas hasta ser las estrellas, (Canción de la Noche Callada) En las noches mestizas que subían de la hierba, 2 CAMACHO GUIZADO, Eduardo, ”Sobre Literatura Colombiana e Hispanoamericana”, Instituto Colombiano de Cultura,Bogotá,1978,p. 92.

Jóvenes caballos, sombras curvas, brillantes, (Morada al Sur,I) El pájaro burlón El arrendajo Melodioso o rechinante como una Cerradura oxidada (Tambores) Y es que Arturo entiende que el hombre ha sido de alguna manera, una prolongación, una extensión de la naturaleza. A pesar de que aquél ha tratado de actuar sobre ella, de domesticarla por decirlo así, olvidamos su trascendencia, su perpetuidad vital. El poema “Yerba” reconoce esta realidad histórica: No cae la hierba No Como las gotas de fuego Que llovieron sobre las ciudades de la planicie: Se arrastra Se desliza Y se quiebran las columnatas Porque ha llegado el reino oscuro y áspero Y el hombre está lejos O yace bajo la yerba … Y cubre huellas Ciudades Años. Arturo presenta siempre, además, la inter-acción hombre/naturaleza. Fundir (“con-fundir”, anota Guizado) mediante la palabra, algo que la concepción tradicional reconocía como separado. Olvidamos, y Arturo nos lo recuerda, que los nombres que tienen las acciones del hombre, no son más que la adaptación simbolizada en sonidos, el lenguaje, de acciones similares que desde tiempos inmemoriales realizó la naturaleza.

“Tanto la naturaleza como el hombre reconocen su mutua colaboración, y éste abandona cualquier rencor por los males causados por aquella en la vida del ser humano. Arturo busca, como lo dijera Camacho Guizado, “la abolición de la distancia que separa el plano humano del plano de la naturaleza…”


El hombre ha organizado el mundo dentro de miles de categorías: políticas, religiosas, científicas, etc. Tanta división impide muchas veces, en ese proceso de especialización, tan propio de la modernidad, descubrir la totalidad. Los esquemas nos hacían creer que la naturaleza no era más que una copia de las profundizaciones mentales del hombre. Al no aceptar tales limitaciones, Arturo alcanza una visión profunda de lo que le rodea, una concepción totalizadora de la realidad, como en este verso de un verismo extraordinario : “El viento viene, viene, vestido de follajes/ y se detiene y duda ante las puertas grandes (Morada al Sur, I). Obviamente el poeta devuelve a la naturaleza, al viento, la capacidad que siempre ha tenido de vestirse, de detenerse y, por qué no, de dudar.

Lo anterior deja ver que Aurelio Arturo, se hizo poeta trajinando con el pasado, manantial inagotable de su oficio. Así lo reconoció en el título que le dio a su libro Morada al Sur. En aquel libro congregó toda su alma para narrar esa memoria lejana que había perdido por el tiempo y la distancia, pero que logró recobrar en su poesía. Y así lo afirma: He escrito un viento, un soplo vivo Del viento entre fragancias, entre hierbas Mágicas; he narrado el viento; sólo un poco de viento (Morada al Sur ,V) Aurelio Arturo al sembrarse definitivamente en la naturaleza en 1974, dejó a la poesía colombiana y latinoamericana del siglo XX una de las obras más cortas que haya escrito poeta alguno en estas latitudes, tan dadas a la exhuberancia. Pero sin duda una de las más singulares, más profundas, más elaboradas y de mayor elegancia, belleza expresiva y sobriedad. n 55 DÍA–CRÍTICA · Nº 6 oct–nov, 2008

La Mujer/la amada En la muy escasa, aunque notable literatura crítica conocida sobre la obra poética de Aurelio Arturo, no se ha profundizado en el tema de la amada. Y es que, la relación-pasión entre sexos no fue la mayor inquietud estética del poeta. No deja de ser diciente, el que de los 37 poemas de Aurelio Arturo, agrupados por primera vez en el libro Obra e Imagen, solamente unos pocos evocan a la mujer/ amada. El amor-pasión, como decíamos, es casi marginal en el poeta,

ante la presencia predominante de la naturaleza y del pasado, como entes con vida propia. La grandeza de Arturo, en cuanto a su originalidad, quizá la más importante expresión de su altísima calidad estética, no se da, así mismo en sus poemas “amatorios”. En ellos acude, curiosamente al verso tradicional. Y es que en ellos falta el “fuego” del amante, la pasión, la lujuria, o están tan escondidos, que casi no se perciben. O tal vez Arturo está de acuerdo con Borges, quien ha justificado la ausencia del amor-pasión en su obra al enfatizar: “Mi intimidad es mi intimidad”. I ndud a blemente q ue el a mor informa toda la obra del poeta colombiano, pero no precisamente el amorpasión, al cual pretendimos referirnos en estas líneas. Es el amor por la naturaleza, por la realidad que lo circunda, por la vida. Su concepción de amor es más amplia. Como alguien dijo, casi mística. La ternura que Arturo expresa en toda su poesía, la manera como habla de la luna, del viento, del potro, de las hadas, demuestra en Arturo al gran amante. La sensibilidad de estas frases extractadas al azar de diversos poemas suyos así lo confirma: El pájaro toche en la rama, llamita; manzana de miel;esa tierra protegida por un ala perpetua de palomas; de Vicente, el menor, que era como un ángel;una agujita de agua; acaricio la yerba.


Colombia

Dossier

Pensamiento Crítico en un

El

M u n d o i n c i e r t o Renán Vega Cantor

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Texto íntegro leído por el Dr. Renán Vega Cantor con motivo de la entrega formal del Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2007, el 7 de agosto de 2008 en el Teatro Teresa Carreño de la ciudad de Caracas.

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“Si nuestra América no ha de ser sino una prolongación de Europa; si lo único que hacemos es ofrecer suelo nuevo a la explotación del hombre por el hombre (y por desgracia esa es hasta ahora nuestra única realidad), si no nos decidimos a que ésta sea la tierra de promisión para la humanidad cansada de buscarla en todos los climas, no tenemos justificación: sería preferible dejar desiertas nuestras altiplanicies y nuestras pampas si sólo hubieran de servir para que en ellas se multiplicaran los dolores humanos, no los dolores que nada alcanzará a evitar nunca, los que son hijos del amor y la muerte, sino los que la codicia y la soberbia infligen al débil y al hambriento. Nuestra América se justificará ante la humanidad del futuro cuando, constituida en magna patria, fuerte y próspera por los dones de la naturaleza y por el trabajo de sus hijos, dé el ejemplo de la sociedad donde se cumple la ‘emancipación del brazo y la inteligencia’. Pedro Henríquez Ureña, Patria de la justicia. Aunque el tema central que nos convoca en esta ocasión está directamente relacionado con la vigencia del pensamiento crítico, no es posible efectuar un análisis abstracto del mundo de las ideas al margen de la realidad social en la que vivimos, sin caer en un idealismo vacío e insustancial. Si concebimos al pensamiento crítico como una filosofía de la praxis, debemos referirnos a la historia, a los problemas concretos, a las luchas prácticas y a las expectativas reales de sujetos de carne

y hueso en una situación específica. En concordancia con esta proposición, en esta oportunidad quiero referirme a tres tópicos que versan principalmente sobre Colombia, el país de donde vengo y donde vivo. En su orden: primero, la desgracia de ser un país rico en recursos; segundo, el intocable terrorismo de Estado; y, tercero, qué podría hacer el pensamiento crítico en un contexto tan desolador. 1. Colombia: la desgracia de ser un país rico Colombia, el país en el que vivo, está atravesada por las más tremendas contradicciones del mundo contemporáneo. Es un territorio con una extraordinaria diversidad, riqueza natural y cultural, en cuyo seno se encuentran todos los pisos térmicos y una gran variedad de paisajes y de climas, dos costas, escarpadas montañas, extensas altiplanicies y llanuras, bosques, selvas y ríos caudalosos. Allí se alberga una gran riqueza natural, que es también una de las razones de nuestra desgracia, como les sucede a los países que cuentan con recursos. Como parte de esa riqueza natural contamos con minerales, maderas, agua y biodiversidad a granel. En biodiversidad, Colombia es uno de los cuatro territorios más ricos del mundo, por sus numerosas y variadas especies de plantas y animales, un tesoro invaluable hoy como ayer apetecido por los poderes imperialistas. En esos suelos fértiles desde hace miles de años se han desarrollado complejas

sociedades y culturas, un resultado de la mezcla étnica, voluntaria y forzada, como producto de las sucesivas fases de sometimiento de las comunidades aborígenes desde comienzos del siglo XVI. Algunos de los pueblos originarios descendientes de nuestros primeros padres, sobreviven arrinconados en tierras de ladera o en lo profundo de la selva, pese a todas las campañas de exterminio libradas contra ellos en los últimos cinco siglos, por los conquistadores europeos y sus descendientes criollos. En total, en el actual territorio colombiano existen unas ochenta etnias, que agrupan a algo más de un millón de seres humanos, con sus propias formas de organización social, costumbres y tradiciones y muchas de ellas conservan sus lenguas vernáculas. Como parte de esa diversidad cultural, sobresale el aporte de los pueblos africanos que fueron traídos brutalmente como esclavos y que, en medio de la opresión, la discriminación y la explotación, dieron origen a comunidades de libertos y campesinos que se asentaron en diversos sitios del país, en especial en sus zonas costeras, en valles y esteros. La mezcla de europeos, pobres y ricos, con los indígenas y los negros esclavizados dio origen a los campesinos colombianos, mestizos por excelencia que hasta hace no mucho tiempo eran la mayoría indiscutible de la población y que en la actualidad representan el 25 por ciento de todos los habitantes del país. Colombia es entonces, un cr isol de pueblos y culturas, en donde


la violencia que nos ha asolado durante los últimos sesenta años. En Colombia desde los tiempos de la colonia se formaron poderosos terratenientes, cuyos herederos actuales son amos y señores de cuerpos y almas, apoyados por las altas jerarquías de la Iglesia católica y el ejército, en consonancia con la santa alianza entre la cruz y la espada. Eso ha dado origen a una terrible polaridad social, en la cual terratenientes de toda especie (ganaderos, propietarios ausentistas, exportadores de productos primarios, narcotraficantes y paramilitares), que representan solamente el 0.4 por ciento del total de propietarios, son dueños del 61 por ciento de las tierras del país, de las más productivas y de las mejor situadas, y el 54 por ciento de pequeños propietarios (campesinos minifundistas, colonos, indígenas, comunidades afrodescendientes) sólo poseen el 1,7 por ciento de la tierra, como resultado de lo cual existen 8 millones de pobres rurales. En Colombia, a diferencia de otros países de América Latina (México, Cuba o Perú) nunca se llevó a cabo una reforma agraria que intentara democratizar la propiedad y uso de la tierra, y los tímidos intentos de corte redistributivo a la larga terminaron por fortalecer el poder de los terratenientes, ligados a otras fracciones del capital, tanto nacional como extranjero. No es de extrañar, en este sentido, que empresas multinacionales como la United Fruit Company (hoy Chiquita Brands) haya constituido un enclave territorial en la costa atlán-

tica colombiana durante las primeras décadas del siglo XX y que esas mismas empresas estén impulsando ahora mismo una nueva apropiación de tierras y riquezas a lo largo y ancho del país. Eso ha cobrado fuerza en los últimos años con la apertura incondicional a los monopolios transnacionales y nunca antes en la historia nacional se habían registrado tales niveles de inversión extranjera como los actuales —se pasó de 3.768 millones de dólares en el 2000 a 10.085 en el 2005— y, por supuesto de utilidades remitidas al exterior —que saltaron de 673 millones de dólares en el 2000 a 6.535 en el 2007, con un crecimiento de casi el 1.000 por ciento. Esta característica estructural de monopolio terrateniente del suelo, se ha acentuado en los últimos años, con el despojo de cinco millones de hectáreas de tierra por parte de fuerzas paraestatales. Estas tierras, como expresión de una típica revancha terrateniente, han sido arrebatadas a los campesinos y apropiadas por viejos y nuevos hacendados, para ampliar sus fincas ganaderas, sembrar palma africana y otros cultivos de exportación, ahora usados para producir necrocombustibles. Este hecho explica el despojo y el destierro de cuatro millones de colombianos en su propio país, lo cual nos ubica entre los dos países del mundo con más desplazados internos, disputándonos palmo a palmo con Sudán un deshonroso primer lugar en tan indigna acción. Como las clases dominantes de Colombia nunca han querido repartir ni

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se hablan más de medio centenar de lenguas, con una notable diversidad regional y variadas costumbres y tradiciones. Esa diversidad cultural está seriamente amenazada por voraces empresas transnacionales que, en alianza con capitalistas locales, se están apropiando a mansalva de las tierras, recursos y saberes autóctonos. Estas prácticas de biopiratería buscan expropiar conocimientos ancestrales, muy útiles a grandes conglomerados transnacionales en su pretensión de mercantilizar la naturaleza. El Tribunal Permanente de los Pueblos que terminó sus sesiones en Bogotá hace pocos días verificó “el peligro inminente de extinción física y cultural de 28 pueblos indígenas, que en la mayoría de los casos están formados por menos de un centenar de personas por pueblo, debatiéndose entre la vida y la muerte”. Y concluyó que “su desaparición de la faz de la tierra constituiría, en pleno siglo XXI, además de una vergüenza para el Estado colombiano y para la humanidad entera, un genocidio y un crimen de lesa humanidad por su acción u omisión institucional de atender a estos pueblos que de manera irreversible están a punto de extinguirse”. Colombia es, al mismo tiempo, uno de los países más injustos de nuestra América y del mundo, puesto que a la par con esa inestimable riqueza natural, humana y cultural, existen los más aberrantes niveles de desigualdad, una característica estructural de nuestra sociedad, que explica en gran medida


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Banquete

un centímetro de tierra, han expulsado violentamente a los campesinos hacia los límites de la frontera agrícola, con lo cual se ha poblado el país, a costa de indígenas y comunidades afrodescendientes, mientras las mejores tierras siguen en manos de los grandes propietarios. Esa expulsión campesina llegó a las ciudades, desde finales de la década de 1940, originando una urbanización acelerada y profundamente antidemocrática, porque en las ciudades se ha ido reproduciendo, a su modo, la injusticia del mundo rural, pues un puñado de potentados, ligado al capital financiero, se ha enriquecido a costa del hambre de tierras urbanas de los más pobres, que cíclicamente llegan huyendo de la violencia y de la miseria que impera en los campos colombianos. Eso explica que hoy por hoy la mayor parte de la población del país malviva en las ciudades (algo más del 70 por ciento), y millones de personas no cuenten con los más elementales servicios públicos, estén desempleados, vivan del rebusque diario y se encuentren arrinconados en barrios tuguriales. Al mismo tiempo, en esos espacios urbanos, como parte de la lógica injusta del capitalismo, existen guettos de riqueza de las clases dominantes y de reductos de las clases medias, como se aprecia en Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla y otras ciudades del país, en donde se vive con todas las comodidades y el confort de las elites de los Estados Unidos o de Europa. No es difícil documentar la magnitud de la horrorosa desigualdad de la sociedad colombiana: hay veinte millones de pobres y 7 millones de personas viven en la absoluta miseria, lo cual quiere decir que uno de cada dos colombianos es pobre y uno de cada seis es indigente; el desempleo afecta, según cifras oficiales, a dos millones doscientas mil personas y si a ellas le sumamos las que sufren el subempleo y otras formas disfrazadas de desempleo, tenemos que el desempleo real cobija a unas 9 millones de personas, el 41 por ciento de una población económicamente activa de 20 millones. Y la gran mayoría de los que tienen empleo soporta condiciones laborales indignas e inhumanas, como

“las reformas tributarias de los últimos años han aumentado la desigualdad, puesto que han disminuido o suprimido impuestos a los ricos con el pretexto de aumentar la inversión de capital privado, tanto nacional como internacional” producto de la flexibilización y precarización laboral, de la pérdida de derechos, de la imposibilidad de organizarse sindicalmente, de la contratación temporal y de la ampliación de la jornada laboral, porque en una especie de revolución conceptual en la astronomía, que erizaría la piel de Kepler y Copérnico, el actual gobierno determinó extender por decreto el día de las seis de la mañana a las diez de la noche, para que los empresarios no paguen horas extras ni recargos nocturnos. Para completar, las reformas tributarias de los últimos años han aumentado la desigualdad, puesto que han disminuido o suprimido impuestos a los ricos con el pretexto de aumentar la inversión de capital privado, tanto nacional como internacional, mientras que se ha generalizado el impuesto al valor agregado y las tributos directos que pagan los asalariados y los pobres. De esta forma, en tanto que un trabajador paga impuestos sobre sus ingresos, las empresas cotizan, cuando lo hacen, sobre sus ganancias y no sobre su patrimonio. La concentración de la riqueza es de tal índole que hace de Colombia un país terriblemente injusto, como se

comprueba con unos pocos datos del Informe de Desarrollo Humano, versión 2005: “58 personas pobres (del 10% de menores ingresos) reciben el mismo ingreso que 1 persona rica (del 10% con mayores ingresos), Colombia es el undécimo país más desigual del mundo con un Coeficiente de Gini de 57,6.; El 20% más rico de los colombianos consume el 62% de los bienes y servicios y el 20% más pobre consume el 3%”. Un dato sintético nos indica que el ingreso acumulado del 80 por ciento de los colombianos es inferior a los ingresos totales del 10 por ciento más rico, los verdaderos dueños del país. Esta profunda desigualdad de la sociedad colombiana ha sido preservada históricamente mediante varios mecanismos. Al respecto, vale mencionar los elementos ideológicos de que se han valido las clases dominantes en Colombia para mantener su hegemonía, entre los cuales sobresalen los mitos desmovilizadores y, más recientemente, el uso del poder mediático. Esas clases dominantes se han encargado de construir dos mitos de larga duración, tanto para uso interno como fuera del país. El primer mito sostiene que la Colombia actual desde temprana época, a fina-


“En Colombia se han privatizado las más importantes empresas públicas y la salud, la educación y la cultura se han convertido en negocios rentables para llenar el bolsillo de los capitalistas nacionales o internacionales. Igualmente, Colombia es un país militarizado al extremo, hasta el punto que hoy tiene un ejército de 400 mil efectivos y cuenta con más policías y soldados que profesores, médicos o enfermeros” bia es la democracia más antigua y más sólida de América Latina. Esto no deja de ser una falacia o un mal chiste, sobre todo para los que vivimos en ese país. Es una falacia, como puede probarse mencionando, de paso, algunos aspectos políticos, económicos y sociales. En términos políticos, durante más de un siglo y medio las clases dominantes han usufructuado el poder valiéndose de dos partidos, el liberal y el conservador, que se han turnado o han compartido el control del gobierno y del Estado, cerrando cualquier posibilidad de participación política a fuerzas diferentes, mediante el asesinato y la persecución, siendo este otro de los factores estructurales que explica la constante violencia en Colombia, incluso, cuando en el seno mismo de esos partidos tradicionales han existido personajes que se han atrevido a cuestionar la injusticia y la desigualdad, han sido vistos como sujetos peligros y las clases dominantes no han dudado en eliminarlos, como suce-

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les del siglo XVIII, se convirtió en una sociedad mestiza, en la que, por ende, nunca ha existido discriminación étnica ni desigualdad racial. Esta falacia, repetida hasta la saciedad, fue construida para invisibilizar a indígenas y afrodescendientes, justificar la apropiación de sus tierras y de sus riquezas, legitimar su persecución y exterminio y entregar sus suelos a empresarios locales o extranjeros, como viene sucediendo con las empresas petroleras desde comienzos del siglo XX. Con este embuste de un pretendido mestizaje democrático, las clases dominantes de Colombia han buscado marginar, cuando no exterminar a indígenas y negros, considerados como inferiores, para no reconocerlos ni como seres humanos ni como comunidades o individuos con derechos, sino solamente como peones o como carne de cañón y de urna. El segundo mito desmovilizador, más acentuado que el primero y de difusión internacional, asegura que Colom-

dió con el caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán en 1948. En términos económicos, cuatro grupos monopólicos, estrechamente ligados al capital imperialista, son dueños de las más diversas actividades económicas y productivas, siendo los que finalmente deciden quién hegemoniza el poder político. Esos grupos económicos dominan los medios de comunicación, ahora en alianza con capital español, y por eso en Colombia, dos canales de televisión privados, dos cadenas de radio y un periódico de circulación nacional dictaminan qué se dice y se piensa en nuestra sociedad. Es una dictadura mediática de los grandes grupos económicos, a través de sus empresas periodísticas, que configuran un cartel del terrorismo ideológico y cultural y son los puntales de la guerra informativa contra la población y contra todos los que consideran sus enemigos (como lo han podido comprobar recientemente los gobiernos de Ecuador, Venezuela y Nicaragua). Allí se encuentran pocas familias, como los Santos, Ardila Lule, Santodomingo y los grupos Prisa y Planeta de España. ¿Qué democracia puede haber en un país de 45 millones de habitantes, en el cual sólo unos cuantos empresarios de los medios controlan todo lo que se mueve y produce, incluyendo la información? En términos sociales, la desigualdad y la injusticia estructural del país se han agravado con la aplicación del recetario neoliberal, la apertura comercial y la arremetida imperialista durante los últimos 20 años. Así, En Colombia se han privatizado las más importantes empresas públicas y la salud, la educación y la cultura se han convertido en


Con todas estas características, si se pudiera usar el término de democracia para hablar de Colombia, lo cual es un verdadero contrasentido, habría que hablar de una “democracia genocida”. 2. Sesenta años de terrorismo de Estado y de impunidad Ufanarse por parte de las clases dominantes que Colombia es la democracia más antigua y sólida del continente, ha servido para ocultar ante la faz del mundo el terrorismo de Estado más prolongado de nuestra América y uno de los más constantes en todo el planeta. En efecto, en mi país ha existido en los últimos 60 años (desde poco antes del asesinato de Gaitán el 9 de abril de 1948) una interminable impunidad estatal —junto desde luego, a la impunidad de las clases dominantes—, que ha sobrevivido a todos los cambios experimentados en nuestro continente y en el mundo. Mientras que en el Cono Sur y en Centroamérica se terminaron las dictaduras militares de seguridad nacional, con su estela de sangre, terror y desaparecidos, en Colombia no hubo necesidad de recurrir a la dictadura abierta, porque con el régimen existente, aparentemente civil y democrático, se han podido cometer, hasta ahora, tantos o más crímenes que los realizados por las dictaduras de Videla, Pinochet o los generales brasileños, todos juntos. Según la ONU, Colombia es uno de los pocos países de nuestra América donde todavía hoy se sigue ejerciendo la horrorosa práctica de la desaparición forzosa. Aunque la guerra fría terminó hace dos décadas, en Colombia se man-

tiene, con la misma lógica anticomunista y contrainsurgente de siempre, puesto que el solo hecho de pensar, no digamos diferente, sino simplemente de pensar es un delito, del que se derivan todas las consecuencias posibles: acoso, persecución, señalamiento, cárcel, exilio, desaparición o muerte. Es bueno enfatizar que en Colombia no se prohíbe la disidencia o la protesta, sino que simplemente se mata al que disienta o proteste, como alguna vez lo dijera el periodista Antonio Caballero. Mientras en otros lugares (El Salvador, Guatemala) se dieron procesos de paz que implicaron para las clases dominantes de esos países impulsar algunas tímidas reformas sociales, económicas y políticas y reconocer la existencia de los adversarios como interlocutores válidos, en Colombia la oligarquía criolla no quiere repartir nada, ni un centí-

“Aunque la guerra fría terminó hace dos décadas, en Colombia se mantiene, con la misma lógica anticomunista y contrainsurgente de siempre, puesto que el solo hecho de pensar, no digamos diferente, sino simplemente de pensar es un delito”

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negocios rentables para llenar el bolsillo de los capitalistas nacionales o internacionales. Igualmente, Colombia es un país militarizado al extremo, hasta el punto que hoy tiene un ejército de 400 mil efectivos y cuenta con más policías y soldados que profesores, médicos o enfermeros, lo que hace que, en términos de inversión militar con relación al PIB, sea el tercer país más militarizado del orbe, sólo superado por Israel y Burundi. Este crecimiento desmesurado del gasto militar ha sido posible por la “ayuda” de los Estados Unidos que le suministra al gobierno colombiano más de dos millones de dólares diarios para la guerra interna. Por tal razón, tenemos el dudoso privilegio de ser el tercer país en recibir “donaciones” monetarias para la muerte por parte de los Estados Unidos, por debajo de Israel y Egipto. (No por casualidad, como lo ha señalado Noam Chomsky, existe una correlación directa entre ayuda militar estadounidense y violación sistemática de los derechos humanos, como se confirma en el caso de nuestro país). Como lo subrayó el Tribunal Permanente de los Pueblos: “Colombia parece presentarse (…) como un verdadero laboratorio político institucional donde los intereses de los actores económicos nacionales e internacionales son plenamente defendidos a través del abandono por el Estado de sus funciones y de su deber constitucional de defensa de la dignidad y de la vida de una gran parte de la población, a la cual se aplica, como si de un enemigo se tratara, la doctrina de la seguridad nacional, en su versión colombiana”.


Guerrilleros

recordar algunos hechos. En los últimos 20 años han sido asesinados 3.000 dirigentes sindicales, constituyéndose en el país del orbe más peligroso para ejercer cualquier actividad gremial, hasta el punto que de cada 10 sindicalistas asesinados en el mundo, 9 lo son en Colombia. En esa lógica de terror contra los trabajadores, con la participación de empresas multinacionales (Coca-Cola, Chiquita Brands, Nestlé, La Drumond...), han sido aniquilados sindicatos completos, como sucedió con el de los bananeros en Urabá o con el de la palma africana en el departamento de César y otros han sido sistemáticamente perseguidos, como la Unión Sindical Obrera que agrupa a los trabajadores petroleros, cien de cuyos dirigentes y miembros han sido asesinados después de 1988. Como parte de esa lógica del terror, en Colombia se planificó y ejecutó el genocidio político de una organización de izquierda, la Unión Patriótica, que fue aniquilada en las décadas de 1980 y 1990, con el asesinato de 5.000 de sus militantes, incluyendo senadores, concejales y alcaldes. El asesinato de dirigentes campesinos, de defensores de derechos humanos, de periodistas, de profesores, de estudiantes, de luchadores sociales ha sido y es la pauta típica del terrorismo de Estado hasta el día de hoy, sin que sus responsables, asociados en gran medida al capital privado, a las fuerzas armadas y a los terratenientes, sean condenados y antes por el contrario hoy sean vistos como prósperos empresa-

rios o salvadores del país, que se pavonean orondos de sus crímenes, tanto en Colombia como en el exterior. En este país se ha generalizado el terror de múltiples formas por parte de sectores de la extrema derecha, mediante matanzas indiscriminadas desde 1981, cuando apareció en escena el primer grupo paramilitar en el Magdalena Medio. Desde entonces hemos vivido horrores indescriptibles, masacres de una inconcebible sevicia, crímenes que son el telón de fondo de lo que en forma benigna se ha llamado la parapolítica, por lo cual están detenidos más de 30 senadores de la coalición de gobierno. La parapolítica simplemente es un eufemismo para camuflar la magnitud de los delitos de lesa humanidad que ha producido la alianza macabra de grupos de matones con políticos, terratenientes, militares, empresarios y multinacionales, con la finalidad de eliminar a todos los seres humanos considerados como enemigos y obstáculos de la acumulación de capital mafioso imperante en Colombia. Porque, de paso, en ese país si que se aplica la notable distinción de Leonardo Sasccia, cuando dijo que “la mafia es un capitalismo ilegal, mientras que el capitalismo es una mafia legal”.

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metro de tierra, ni redistribuir ingresos, ni mejorar las condiciones de vida de la población, y por ello ha optado por la vía de la tierra arrasada, mediante el Plan Colombia y la instalación de bases militares de los Estados Unidos en nuestro suelo. Ese terrorismo de Estado, tan prolongado e impune como el de Israel (cronológicamente coinciden con terrible exactitud) y solamente superado por el campeón mundial del terrorismo de Estado (por supuesto el de Estados Unidos), ha perdurado mucho más tiempo que las dictaduras de Stroessner en Paraguay, de los Somoza en Nicaragua, de los Duvalier en Haití, o de Trujillo en República Dominicana. Se ha mantenido incluso más allá de la “dictadura perfecta”, la del PRI mexicano. Ese terrorismo de Estado, apoyado en grupos paramilitares, utiliza símbolos y nombres similares en dos períodos históricos distanciados por medio siglo, en la época de la primera Violencia y en la actualidad. Los sicarios conservadores de la década de 1950 se autodenominaban pájaros y el más famoso de ellos era conocido como El Cóndor, amigo íntimo de políticos conservadores y de militares que llegaron a la presidencia de la República. Hoy los grupos emergentes de paramilitares se proclaman como las águilas negras, y su cercanía con el poder político y empresarial es evidente, como para comprobar que no es mucho lo que ha evolucionado la fauna parasicarial en Colombia, ya que en medio siglo sólo se ha dado una mutación semántica que nos ha llevado de los pájaros a las águilas negras. La persistencia del terrorismo de Estado en Colombia ha dejado una impresionante secuela de víctimas, una contribución a la historia universal de la infamia, de la cual solamente quiero


prácticas terroristas que han evidenciado ante la faz del mundo en el último año, pero sólo son un pálido reflejo del terrorismo de Estado que los colombianos comunes y corrientes han soportado durante más de medio siglo. Lo que está aconteciendo ahora confirma que en Colombia, el Estado y las clases dominantes se han convertido en fichas incondicionales de los Estados Unidos en nuestra América, para fungir como el portaaviones terrestre de la guerra preventiva y como punta de lanza de los intereses del imperialismo en su sed insaciable de apropiarse de riquezas y recursos. Para hacerlo posible, Estados Unidos directamente o por intermedio de Colombia necesita sabotear los procesos autónomos y soberanos que se impulsan, entre logros y tropiezos, en distintos países sudamericanos. Desde luego, ese comportamiento internacional del Estado colombiano tampoco es nuevo, puesto que durante los últimos sesenta años, para vergüenza de nuestra América, sucesivos gobiernos han respaldado o participado en hechos tan lamentables como la Guerra de Corea, a comienzos de la década de 1950, o la criminal invasión a Irak en los últimos cinco años. El gobierno colombiano actual ha sido el único de la región en aplaudir las maniobras de la IV flota imperial de los Estados Unidos en el Mar Caribe y en respaldar a la Unión Europea en su directiva xenófoba y racista contra los inmigrantes. Como parte de esa historia de traición

de los gobiernos colombianos a otros países sudamericanos, recordemos que en 1982, el presidente de entonces fue el único de Sudamérica en respaldar al Reino Unido y a Estados Unidos en el conflicto de las Malvinas. ¡Todos estos acontecimientos demuestran que el síndrome de Caín también es una característica estructural de las clases dominantes de ese sufrido país! Cabe preguntarse, ¿por qué ha persistido durante tanto tiempo ese terrorismo de Estado con todas sus secuelas de sangre y horror? Puede responderse diciendo que una razón fundamental se encuentra en la permanente resistencia de importantes sectores de la población al modelo capitalista gansteril existente en nuestro país. Porque, a pesar de la violencia estatal y paraestatal, en Colombia en las últimas décadas se ha dado un extraordinario proceso de resistencia con variadas formas de lucha, en donde han participado indígenas, campesinos, comunidades afrodescendientes, trabajadores sindicalizados, estudiantes de escuelas y universidades públicas, trabajadores de la cultura y algunos intelectuales y entre la que hay que situar también el surgimiento de la insurgencia armada. El terrorismo de estado existe porque, a pesar de todos los esfuerzos y propaganda, las clases dominantes no han podido erradicar de importantes sectores de la población colombiana, la semilla de la rebelión, de la inconformidad y de la resistencia.

Bucaramanga

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De la misma manera, en Colombia hay miles de desaparecidos por razones políticas o reivindicativas desde 1977, cuando fue raptada y luego desaparecida en la ciudad de Barranquilla por organismos de seguridad del Estado Omaira Montoya Henao, una bacterióloga de 34 años y militante de izquierda. Esta práctica criminal no ha cesado y se mantiene hasta el día de hoy. Si se hiciera un minuto de silencio por cada uno de los muertos, torturados y desaparecidos que se han presentado en Colombia en los últimos sesenta años, tendríamos que permanecer callados, por lo menos, durante dos años continuos. Tal es la magnitud de la impunidad del terrorismo de Estado imperante en Colombia, del cual es cómplice y copartícipe el imperialismo estadounidense y ese conjunto de delincuentes que se autodenomina comunidad internacional. Por todos aquellos que he nombrado (sindicalistas, indígenas, dirigentes campesinos y populares, defensores de derechos humanos, estudiantes, profesores, mujeres e intelectuales) y que han sido asesinados, torturados o desaparecidos nunca se ha convocado a una marcha por parte de los poderosos medios de comunicación, ni se han organizado conciertos para escuchar a cantantes destemplados, como si, sencillamente, esos muertos y desaparecidos nunca hubieran existido o no fueran importantes. A esos colombianos humildes y pensantes que han sido asesinados y masacrados por el capitalismo colombiano quiero recordarlos en esta ocasión y rendirles un tributo de reconocimiento, porque su lucha forma parte de la memoria y de la dignidad de quienes no se han resignado a creer que la violencia en Colombia es un castigo divino, sino que es producto de un sistema profundamente injusto y desigual y que han soñado con un país decente, muy distinto al actual, gansteril y mafioso. Bombardear un país vecino, violar el derecho internacional humanitario y las leyes de guerra —usando los símbolos de la Cruz Roja, TeleSur y de una ONG humanitaria de Barcelona— calumniar e inculpar a presidentes de otros estados, oponerse al derecho de asilo…, son


“A pesar de la violencia estatal y paraestatal, en Colombia en las últimas décadas se ha dado un extraordinario proceso de resistencia con variadas formas de lucha, en donde han participado indígenas, campesinos,

comunidades afrodescendientes, trabajadores sindicalizados, estudiantes de escuelas y universidades públicas, trabajadores de la cultura y algunos intelectuales” pueden aplicárseles de manera textual las palabras de Bertolt Brecht: “Quien no sabe la verdad sólo es un estúpido, pero quien la sabe y la llama mentira, es un criminal”. En contravía con ese pensamiento sumiso y servil, en “estos tiempos de mentira e infamia”, como diría Antonio Machado, los intelectuales críticos deben preservar en la labor de desentrañar todas las formas de explotación, opresión y sometimiento, asumiendo el papel de cuestionar las mentiras que a diario nos repiten los medios de intoxicación masiva y los intelectuales domesticados, que sólo buscan embellecer al capitalismo y nublar el entendimiento de la gente. En el mundo incierto en el que nos ha tocado vivir, a esos intelectuales críticos les corresponde ayudar a diseñar instrumentos analíticos, adecuados a las urgencias de nuestra época, que ayuden a entender lo que está pasando, recuperando al mismo tiempo las innumerables luchas y rebeliones que los humillados y ofendidos han librado a través de la historia y contribuyendo a construir alternativas para rescatar la esperanza. Como no podemos permitir que los medios piensen por nosotros, puesto que eso sólo conduce a que se ame a los opresores y se odie a los oprimidos, es imprescindible seguir pensando y actuando en contra de los lugares comunes que pretenden eternizar al capitalismo. Por eso, hemos querido dilucidar el sentido de las patrañas terminológicas de moda (expresadas en términos vacíos y sin sentido como “sociedad del conocimiento” o “imperio”,

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3. ¿Qué puede hacer el pensamiento crítico? En el contexto antes señalado, vale preguntarse qué función tiene el pensamiento crítico en una sociedad como la colombiana, en la cual se ha impuesto, tal vez como en pocos lugares del continente, el pensamiento único de clara estirpe neoliberal, impulsado por los medios de comunicación, las clases dominantes y las multinacionales, todo esto, junto con la violencia, ha llevado al arrinconamiento y a la asfixia de la intelectualidad de izquierda, la mayor parte de la cual fue cooptada por el propio capitalismo en las últimas décadas. Esto ha hecho que ciertos escritores, investigadores y profesores universitarios, provenientes de la izquierda, se convirtieran en los intelectuales orgánicos de las viejas y nuevas formas de dominación capitalista e imperialista, llegándose al extremo de que hoy algunos plumíferos justifican y aplauden como legítimas las acciones ilegales del régimen colombiano. Estos mercenarios del pensamiento, que han alquilado y vendido su conciencia a muy bajo precio, cumplen la función de justificar el terrorismo de Estado contra la población colombiana a nombre de la pretendida guerra contra el terrorismo, de las supuestas ventajas del libre mercado y de las migajas que les caen al asumir una postura de genuflexión incondicional ante Estados Unidos. Todo eso, además, sólo busca hacer presentables las políticas más antipopulares y vendepatrias que se registren en los anales de la historia nacional. A todos esos burócratas del pensamiento,

y muchas más), pero no para quedarnos en la pura crítica, sino para invitar a profesores, estudiantes, líderes sociales, activistas, dirigentes populares y sindicales a que con esfuerzo intelectual superen los múltiples obstáculos y ayuden a diseñar alternativas al capitalismo realmente existente. La propuesta que ha sido desarrollada en esta obra, busca recalcar que el conocimiento tiene una función social, máxime si presume de ser crítico, porque en la actualidad es urgente recrear la educación política de las nuevas generaciones, evitando los manuales que tanto daño nos hicieron, para incentivar a la gente a pensar por cuenta propia, a no tragar entero lo que dicen los medios de desinformación, ni a creer en toda la propaganda que nos anuncia a diario que estamos ante el fin de la historia y que enfrentar al capitalismo es inútil porque ante el mismo no existen alternativas. En este sentido, reivindicamos un tipo de reflexión proscrita en el mundo académico, que recupera el lenguaje clásico de diversas vertientes emancipatorias, entre las cuales sobresalen variadas interpretaciones marxistas, ambientalistas, feministas, anarquistas, indianistas y críticas de la razón instrumental. Esa reflexión no ha buscado quedarse en la mera contemplación, sino que busca construir con comunidades educativas, docentes y sindicales, entre otras, propuestas teóricas y metodológicas que permitan acercarnos a la comprensión de este mundo incierto, así como en el diseño de instrumentos de conocimiento que integren a grupos humanos, a partir de sus necesidades y expectativas concretas. En esta investigación se plasma un esfuerzo de síntesis que intenta romper con las especializaciones restringidas en el ámbito de las ciencias sociales que tanto nos constriñen, y analizar grandes problemas de la humanidad, tales como el ecocidio planetario, las formas de explotación del trabajo, la mercantilización de todo lo existente, el impacto contradictorio de la tecnociencia, las transformaciones educativas y su relación con las políticas imperialistas del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional… El objetivo


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ha consistido en presentarles a los profesores, activistas y dirigentes sociales un panorama amplio de los principales cambios mundiales e indagar cómo inciden en diversos aspectos de nuestra realidad cotidiana, y cómo podría aprovecharse esa información en el trabajo intelectual y político práctico en el aula de clase, en el barrio, en el sindicato y en otros espacios. Esto se ha hecho porque consideramos que el conocimiento no debe quedar en manos de expertos que lo monopolizan, sino que el saber tiene una función social que debe ayudar a la gente a enfrentar, con razones y argumentos, los problemas que la afectan. A este respecto, son iluminadoras las palabras del poeta cubano Roberto Fernández Retamar cuando afirma: “La tarea de los intelectuales latinoamericanos y caribeños no puede ser repetir miméticamente lo que una y otra vez Occidente nos propone como verdades (desde el mentido ‘Descubrimiento’ hasta la supuesta evaporación del imperialismo), sino arribar al pensamiento propio de lo que Bolívar llamó un ‘pequeño género humano’: el cual, por otra parte, sólo de esta manera logrará desembocar de veras en esa patria que es la humanidad, como sentenció José Martí”. En esta perspectiva, quisiera bosquejar algunas de las tareas del pensamiento crítico en estos momentos, a saber su irreducible carácter anticapitalista y antiimperialista, recuperar la idea de totalidad concreta para el análisis y comprensión de la imposición mundial del capitalismo, y, por último, vincularlo a las luchas históricas de los oprimidos.

“Consideramos que el pensamiento crítico, en Colombia y en nuestra América, tiene que ser anticapitalista y antiimperialista, porque si ha de ser crítico tiene que ir a la raíz de los problemas y quien quiera entender y transformar la injusticia y la desigualdad hoy en nuestro continente”

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De una parte, consideramos que el pensamiento crítico, en Colombia y en nuestra América, tiene que ser anticapitalista y antiimperialista, porque si ha de ser crítico tiene que ir a la raíz de los problemas y quien quiera entender y transformar la injusticia y la desigualdad hoy en nuestro continente en el sentido profundo del término se encontrará en el camino, tarde o temprano, con el capitalismo y el imperialismo, algo evidente en el caso colombiano. Sin esas categorías analíticas no es posible entender la acumulación mafiosa de capital y la constitución de una burguesía gansteril, que se ha hecho hegemónica no sólo en Colombia sino en otros países de nuestra América y el mundo. En la obra que hemos escrito se encuentran innumerables ejemplos de las diversas formas de explotación y de dominación ejercidas por el capitalismo y el imperialismo en los más diversos campos, que van desde la economía, hasta el medio ambiente, pasando por la cultura, la ciencia y la técnica. La óptica anticapitalista permite, en nuestro entender, ir al fondo del asunto de lo que hoy acontece en el mundo y en nuestro continente, porque nos recuerda que es menester ir más allá de las apariencias relucientes de las mercancías y de los supermercados, hasta los hombres y mujeres de carne y hueso que soportan en la vida diaria la explotación, en las maquilas, en las zonas francas, en las fábricas de sudor y de muerte, pero también en las oficinas, en las escuelas, en los consultorios y en todos los lugares de procesamiento informático. Porque los

trabajadores siguen existiendo, a pesar de las transformaciones experimentadas por el mundo laboral en las últimas décadas, y continúan siendo el soporte fundamental del capitalismo, quien recurre como siempre a la extorsión de fuerza de trabajo como fuente de acumulación y de ganancia, sin importar la forma ni el tipo de trabajo que se realice. Ese pensamiento, decimos, precisa ser antiimperialista, porque si algo se ha querido escamotear en las últimas décadas es la existencia de la dominación internacional y de la opresión nacional. El término imperialismo incluso avergüenza a sectores de izquierda que en lugar de usar esa denominación han optado por emplear nociones insustanciales y banales, como las de “globalización” o “era de la información”, con los cuales nos quieren dar a entender que las relaciones internacionales se trasformaron hasta el punto que ya no hay ni dependencia ni dominación entre países, sino interdependencia y ayuda mutua, como expresión del triunfo del mercado. Esa retórica insustancial ha sido desmentida por la dura realidad en los últimos tiempos, como se demuestra con las guerras típicamente imperialistas libradas por Estados Unidos desde diciembre de 1989, cuando fue invadida Panamá. Desde entonces, las continuas agresiones a los países pobres han evidenciado que el imperialismo sigue siendo tan cruel como siempre. En


consecuencia, en vísperas de conmemorarse el bicentenario de la primera independencia, hay que proclamar con José Martí la imperiosa urgencia de una segunda emancipación de nuestra patria grande, de todos los imperialismos, incluyendo el europeo, que hipócritamente se presenta como defensor por excelencia de los derechos humanos, mientras, aliado con los Estados Unidos, preserva sus pretensiones de superioridad sobre los pueblos de otras latitudes y respalda el terrorismo y los crímenes de Estado en Palestina, en Afganistán, en Irak, en Turquía, en Colombia…

“Escudriñar los mecanismos actuales del sistema capitalista requiere de un esfuerzo por integrar diversos saberes que nos permitan aproximarnos al conocimiento de la forma como el capital se despliega y subordina todo lo que encuentra a su paso, incluyendo la naturaleza” No por azar el reino de España, una caricatura del imperio que fue desarticulado en América mediante la lucha organizada de los pueblos de las colonias en el siglo XIX, pretende dos siglos después reescribir junto a las clases dominantes de nuestra América la historia heroica de los mantuanos y sus descendientes, que tanto temor le han tenido siempre a los indígenas, negros, zambos, mestizos, pobres y humildes, la sabia vital que con sus variados colores tiñe las sociedades de este lado del mundo. En concordancia con sus intereses empresariales, esa España monárquica participa activamente en la celebración oficial de la independencia que preparan las clases dominantes de estos países, para presentarse juntos como los adalides de la libertad y de la democracia, mientras auspician la penetración de las empresas y bancos españoles en todo el continente, los cuales no se distinguen precisamente por respetar ni a la gente ni a los ecosistemas. Otra característica del pensamiento crítico que nosotros reivindicamos en esta obra estriba en pensar los cambios experimentados por el capitalismo a partir de la idea de totalidad, cons-

seguir acompañando las luchas de los oprimidos, aprendiendo de la historia y de la realidad de esas luchas y bosquejando salidas a la crisis civilizatoria de nuestro tiempo. Estamos convencidos de la urgencia para el pensamiento crítico de rescatar las luchas de los oprimidos y de los vencidos, porque, como decía Walter Benjamin, solamente andando con aquéllos sin esperanza no es permitida la esperanza. O como lo planteaba más cerca de nosotros José Martí: “Con los oprimidos había que hacer causa común, para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores”. Es imprescindible recuperar la historia de las luchas de los pobres, oprimidos y explotados del continente, porque ellas son un espejo para el presente y el futuro. Las experiencias de indígenas, afrodescendientes, campesinos, colonos, obreros, mujeres pobres, recorre la historia de Colombia y América Latina, como un ejemplo vivo y palpitante. Con sus sueños y expectativas han proyectado otro tipo de vida y de sociedad, con valores de igualdad, ayuda mutua, cooperación, sacrificio y entrega. Todos estos valores cobran actualidad, ante la avalancha individualista propia del capitalismo, que pregona todos los días, como características supuestamente innatas al ser humano, el egoísmo, la sed de ganancias, el aplastamiento del adversario, el fetichismo de la mercancía y del dinero. El pensamiento crítico no parte de cero, sino que recupera una memoria de esperanza y dignidad, una evocación de las luchas anticapitalistas y antiimperialistas que se han dado a lo largo de la historia de nuestra América y que han cobrado actualidad en los últimos años en Venezuela, Bolivia, Ecuador, México, Cuba, Argentina, Colombia, Brasil y en muchos otros lugares, porque como dice el poeta Juan Gelman, con esto termino: “Llegó la muerte con su recordación/ nosotros vamos a empezar otra vez/ la lucha/ otra vez vamos a empezar/ otra vez vamos a empezar nosotros/ contra la gran derrota del mundo/ compañeritos que no terminan/ o arden en la memoria como fuegos/ otra vez/ otra vez/ otra vez/”. Muchas gracias... n

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truyendo explicaciones que permitan entender la lógica central del capitalismo en esta fase de despliegue planetario. Casualmente, los sucesos del 11 de septiembre de 2001, demostraron la ineficacia de las teorías débiles y fragmentarias para poder explicar lo que estaba sucediendo —es decir, la imposición mundial del totalitarismo capitalista— y a partir de ese momento diversos autores rescataron la importancia de la crítica de la economía política, como eje analítico medular para entender la lógica del capital y todas sus contradicciones. Escudriñar los mecanismos actuales del sistema capitalista requiere de un esfuerzo por integrar diversos saberes que nos permitan aproximarnos al conocimiento de la forma como el capital se despliega y subordina todo lo que encuentra a su paso, incluyendo la naturaleza. Y ese esfuerzo analítico también precisa de una gran apertura mental, que no se opone a la firmeza política, para interrelacionar lo que pasa en el mundo y lo que sucede en nuestros países, a partir no de un universalismo abstracto sino de un análisis concreto que integre lo mejor del pensamiento emancipatorio universal con el legado de nuestros grandes pensadores, los que han vivido y luchado al sur del Río Bravo, y que desde el siglo XIX se han atrevido a eso, a pensar, y no simplemente a copiar y a imitar, porque como indicaba José Martí: “Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen el decoro de muchos hombres. Estos son los que se rebelan como fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos la libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana”. Por último, una característica distintiva del pensamiento crítico radica en plantear y volver a insistir en que no se conoce por conocer sino con una finalidad política expresa de carácter emancipatorio, yendo contra las tendencias pasivas, contemplativas y conformistas. Por ello, el pensamiento crítico debe


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urante cincuenta años los Nadaístas han impuesto en Colombia una forma particular de poesía, que evidentemente ha tenido sus vasos comunicantes con los Grupos contemporáneos de México, Ecuador y Venezuela: El Corno Emplumado, Los Tzantzicos y El Techo de la Ballena, poetas, que de una u otra manera comprendieron la necesidad de subvertir el orden con manifiestos, actitudes poéticas, formas de expresiones, propuestas irreverentes, panfletos, exposiciones e instalaciones que provocaban al espectador y creaban sensibilidades de las atrocidades que cometían los gobernantes del momento y se desmarcaban de lo tradicional, de la prosodia y del lenguaje engolado. Una visión, unos adelantados a lo que hoy se está viviendo en esta Patria Grande, en esta Latinoamérica nueva, cargada de múltiples ideas, de caminos saludables, sedimentados en diferentes argumentos, necesarios para expresar la diversidad de culturas, cuyo centro se plantea en la dignidad de nuestros pueblos, en nuestras cosmogonías, en las raíces profundas, siempre presentes en el alma, sobrepuesta a los desmanes de los conquistadores y a los penetradores culturales que tanto daño le han ocasionado a nuestros pueblos. La ideología castradora de los colonizadores y la ideología contemporánea del imperialismo crearon nudos fuertes para sojuzgar las costumbres y los hábitos de nuestros primigenios, de nuestros aborígenes. Se da en los Dadaístas una fascinación por la crítica, que contribuye a una renovación del lenguaje, a una transformación de los valores establecidos, en la creatividad y en la capacidad de englobar el aire y el espíritu de la nueva poesía colombiana. Los poetas se arraigan a su mundo interior, a sus vivencias, a sus nuevos planteamientos, al cambio radical de lo establecido. Es una lucha contra el abismo de la lógica reaccionaria, y con este nuevo saber le proporciona al alma caminos de libertad, donde los sentimientos y las ideas juegan papeles profundos, elevando al máximo la relación entre palabra y oralidad, entre significado y armonía, entre música y lengua terrena. Las actitudes Nadaístas se configuran como centro de acción. Como arma y contingente de una condición necesaria en el mundo moderno, activando la anarquía, el desparpajo, el performance, los engranajes de la creación como actitud perpetua. El Nadaísmo fue y es un movimiento literario, y se diferencia de El Techo de la Ballena, quienes mezclaban lo literario con lo plástico, el Homenaje a la necrofilia de Carlos Contramaestre, fue una exposición que marca al grupo venezolano. Los Nadaístas responden a una actitud filosófica y literaria, haciendo hincapié su ofensiva al academicismo, a la pacatería religiosa. Desentrañan al hombre, sus vestimentas, es el desnudo de los existencialistas latinoamericanos. Son sus atuendos de colores atrevidos, sus tablas callejeras, la acción era la brújula Nadaísta, la presencia propia. Su dictado era el origen y el fin del Nadaísmo: Nada, la nada, el nada, lo nada. Son tales sus principios, que aún siguen sus postulados. Su estética la desolación, y siguen vivos, y con el mismo entusiasmo, por supuesto más elaborado, menos pasional, más pasional y más enamorados. Siguen provocando, profanando, manifestando, unos con las mejores ideas, y algún descarriado con sus desplantes borgianos, para terminar arrepintiéndose en el carro de las lamentaciones. Pero el que nos toca a nosotros, acá está, y así hablaba en sus años de mozo. “El nadaísmo nació en medio de una sociedad que, si no había muerto, apestaba. Apestaba a cachuchas sudadas de regimiento, apestaba a sotanas sacrílegas de sacristía, apestaba a factorías que lanzaban por sus chimeneas el alma de sus obreros, apestaba al pésimo aliento de sus discursos, apestaba a incienso de sus alabanzas pagadas, apestaba a las más sucias maquinaciones políticas, apestaba a cultura de universidad, apestaba a literatura rosa, apestaba a jardín infantil, apestaba a genocidios, apestaba a miserias, apestaba a torturas, apestaba a explosiones, apestaba a pactos”. Con estas palabras Jotamario Arbe-

Fotografías: Enrique Hernández D´Jesús


Enrique Hernández D’Jesús

JOTAMARIO ARBELÁEZ

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láez, organizaba en los años 60 del siglo pasado, reuniones con Armando Romero y Elmo Valencia (El Monje Loco) en Cali, donde nació el Movimiento Nadaísta de los caleños. Los primeros manifiestos, sus primeros poemas fueron leídos en la librería Nacional de la Plaza Caycedo. También comenzaron las históricas reuniones con Gonzalo Arango “De la Nada al Dadaísmo”, Eduardo Escobar, Jaime Jaramillo Escobar (X-504): “A nosotros no tienen que reprocharnos nada, porque no hemos ofrecido cosa distinta a la desesperación y la poesía” y con Amilkar U. El de la “Vana Stanza”, compartían, una destreza ética y estética con todas las inquietudes de una sociedad en convulsión, de seres desesperados, provenientes de la violencia y del engaño, que sentían por la muerte del líder Jorge Eliécer Gaitán, así como la muerte de Marilyn. Eran jóvenes atrevidos, llenos de sueños, llenos de utopías, y de su manifiesta consigna “No dejar una fe intacta ni un ídolo en su sitio” y buscaban en los maestros virtuales, en un hilo comunicador, en los vasos comunicantes y en el amor loco, la generación Beat americana, el Aullido de Allen Ginsberg, las propuestas de Jack Keroauc, William Burroughs, los incendios de Ray Bradbury, las canciones de Bod Dylan, “Una temporada en el infierno” de Rimbaud, también siguen las pautas de los Dadaístas y de los Surrealistas, la propuesta social como bandera, y comulgaban con “El ser y la nada” de Sartre, “Las moscas” de Camus, Las Flores del Mal de Baudelaire, Cuaderno de regreso al país natal de Aimé Césaire, Saint John Perse, Dylan Thomas, Los condenados de la tierra de Franz Fanon, la Revolución Cubana, el Che Guevara, Lumumba, Douglas Bravo, Marulanda, Camilo Torres, Charles Chaplin, Buster Keaton, la poesía metafísica, William Blake, Federico Nietzsche, ¡ah! y el modo de ponerse en la boca el cigarrillo a la manera de Humphrey Bogard en Casablanca, el copete de James Dean, el neorrealismo italiano, Ingrid Bergman, Fellini en La Dolce Vita, Agustín Lara y su eterno Farolito, Bola de Nieve, los ballenatos, los enanos y el erotismo de Henry Miller, Charles Atlas, el rock, la música del caribe, los Beatles, los hipies lujuriosos, Marilyn Monroe, el Cartero de Charles Bukowski, Edith Piaf, María Félix, el tango, por supuesto con el corte de pelo de Gardel, Cantinflas, las hermosas mujeres de cabelleras largas y los eternos bluyines que han llevado en estos 50 años, a pesar de ser premios nacionales, doctores Honoris Causa de universidades griegas, premios internacionales, de compartir con filósofos como Fernando González, publicistas, amigos de Carlos Contramaestre, de ser funcionarios culturales, poetas en todos los festivales de nuestra América y del mundo. De forcejeos, confrontaciones y escándalos poéticos. ¿Han cambiado, se han trasmutado, se hicieron la cirugía, se introducen pelos en la cabeza, mueren en accidentes automovilísticos, cambian de pensamientos políticos, se montan en el barco del trueno y desatan tempestades en círculos cerrados de aventureros de la literatura, y en círculos abiertos de los seguidores enceguecidos de estos movimientos. Gonzalo Arango tan necrofílico como Carlos Contramaestre, motivadores, almas eternas, soñadores, y quienes hermanaron el Dadaísmo con El Techo de la Ballena, Juan Calzadilla, Caupolicán Ovalles, Edmundo Aray, Ramón Palomares se matrimonian con su cosmogonía y forman parte de los Nadaístas, y así son portadores de vasos comunicantes, integrados o no a los grupos, pero quienes siguen a los poetas Aurelio Arturo y Juan Sánchez Peláez sembrando el sentir y la línea de Oliverio Girondo y César Vallejo. Despojado de todo tipo de adornos retóricos y apelando a un prosaísmo callejero cargado de ironía y de tonificante humor negro, Jotamario Arbeláez ha sido el sobreviviente de esa tendencia que ha cifrado en un tratamiento constante del coloquialismo urbano, enfocado y dirigido en la profesión de su padre sastre, de la que parte con la intención de interpretar el mundo y la realidad. Ello lo asume en Paños menores, una saga autobiográfica que es, por extensión la vida del poeta contemporáneo.


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Su poesía está signada por el tono conversacional, por esos momentos en que la palabra aparece iluminada, trastocando todos los sentidos y los rincones visionarios acompasados del corazón desbordante, en el aire, en los sueños y en la eterna utopía del poeta. Es su infancia el reflejo, los cortes de tela que su progenitor le deja para construir colores y caminos de esperanzas y sorpresas, en las gavetas donde se guardan las tijeras, donde renacen los fantasmas, las intuiciones verbales que le han creado cuerpo y vida a la poesía de Jotamario. El diálogo está en los secretos visibles que perduran desde la memoria hasta ese encuentro con lo cotidiano y la realidad. Es un contacto con las costumbres, con la ingenuidad de sus personajes, dígase abuelo, padre, quienes viven montados en las bombillas eléctricas, y en el arrullo de la máquina de coser, o bien la silla del abuelo en la puerta del almacén. Seducen sus afinidades del atajo imaginario, con el destello accesible a los sentimientos y la ternura. Una poesía donde la palabra es pura. Orientada por valores humanos, en la cual el poeta contribuye al sincretismo mágico del acento literario, de ese viaje ilusorio de la palabra, del azar necesario, en el mejor sentido del lenguaje poético. El Premio Internacional Víctor Valera Mora, en su II Edición consideró al poemario titulado Paños menores, “por la fuerza vital de sus imágenes, su propositiva relación con la historia que de lo universal conduce a lo familiar y personal, por su poética contemporánea y por la manera en que renueva el lenguaje coloquial entretejido con ironía y humor, propiciando un sugestivo acercamiento con el lector”.

POEMAS


DEL LIBRO PAÑOS MENORES A ntepasados Mis antepasados entraron a sangre y fuego en América conquistando y arrasando Mis antepasados se defendieron con los dientes de esta invasión de bárbaros Mis antepasados buscaban el oro para cuadrar las arcas de sus monarcas y saciar sus propias sedes Mis antepasados ocultaron el oro de sus ritos al sol bajo tierra y bajo las aguas Mis antepasados nos robaron la tierra Mis antepasados no pudieron recuperarla Cómo siento en el alma no haber estado en el cuerpo de mis antepasados ¿De parte de cuáles de mis antepasados me pondré contra cuáles?

Poemas de invierno

Vivo en un barrio obrero, en una casa vieja, en pantuflas, y sobre la misma mesa donde mi padre por las noches corta los pantalones que ha de entregar al otro día para que los nueve que somos quepamos en el comedor,

Ilustraciones: Luis Soria

E l profeta en su casa

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Llovió toda mi infancia. Las mujeres altas de la familia aleteaban entre los alambres descolgando la ropa. Y achicando hacia el patio el agua que oleaba a los cuartos. Aparábamos las goteras del techo colocando platones y bacinillas que vaciábamos al sifón cuando desbordaban. Andábamos descalzos remangados los pantalones, los zapatos de todos amparados en la repisa. Madre volaba con un plástico hacia la sala para cubrir la enciclopedia. Atravesaba los tejados la luz de los rayos. A la sombra del palo de agua colocaba mi abuela un cabo de vela y sus rezos no dejaban que se apagara. Se iba la luz toda la noche. Tuve la dicha de un impermeable de hule que me cosió mi padre para poder ir a la escuela sin mojar los cuadernos. Acababa zapatos con sólo ponérmelos. Un día salió el sol. Ya mi padre había muerto.


para que el techo no se desplome por las lluvias, para que en nuestros pies brille el betún de la decencia, escribo mis poemas herméticos, trastorno la gramática, me doy en poseer un mundo que no tengo, leo a Paul Valery y a Tristan Tzara.

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Esta mesa donde mi padre ha parido tantos pantalones de paño ha sentido sobre su lomo también correr mis palabras absurdas, desde cuando él se iluminaba con una lámpara Coleman hasta ahora que yo la profano con mis babas intelectuales.

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Entre sus patas se levantó mi infancia contemplando a mi padre en el billar de su trabajo con tantas ilusiones puestas en mí cuando creciera. Mi educación fue pagada con panes que el tiempo multiplicaría. Pero crecí para la indiferencia, para el ocioso sol, para los sueños. Sólo las piernas del amor, sólo las copas de la risa, en los colchones del nihilismo perdí las plumas de mi vuelo. Escribo mis poemas herméticos, pero de vez en cuando pienso. Pienso, por ejemplo, que esto debe cambiar. Que debemos sonreír todos de la sala hasta la cocina, estar del lado de la vida como las matas de los tarros, cantar victoria bajo la ducha de las mañanas esplendentes. Que mis hermanas no se avergüencen cuando en la calle les preguntan: ¿Qué está haciendo ahora su hermano? ¿Cuándo se va a afeitar la barba? ¿Si es tan inteligente por que no trabaja en un banco? Pero el diablo me hizo poeta para que ardiera en plena vida. Los buses pasan veloces rumbo a la guerra del día levantando una polvareda bestial que penetra en la casa por las ventanas, por el techo, por las hendijas de la puerta, dejando rucio el hermetismo de mis poemas y lecturas. Estornudo como un burgués que se ha resfriado en los montes alpinos. Blasfemo entonces y en bata de baño salgo a la calle a descansar y veo muchos niños descalzos con coladores de café persiguiendo a las mariposas que el invierno ha mandado adelante, y veo al perro corriendo detrás de las motocicletas o levantando la pata contra los hidrantes resecos, y veo muchos hombres con palas cavando surcos en la calle para sembrar alcantarillas más modernas y poderosas. La señora que aplica las inyecciones pasa con su maletín descosido y me saluda buenas tardes joven cómo está su mamá y mi mamá cante que cante en la cocina frente a una pila de platos o frente a mis camisas sucias que aún acaricia con ternura. Un niño se acerca a la puerta a decirme que le venda un helado atraído por el aviso que clavó Estrella en la ventana.


Yo le digo que la nevera está dañada (en realidad me da mucha pereza venderlo). Y el niño se marcha con su cabecita pelada recibiendo el yoyo del sol que sube y baja en el firmamento y una pelota de caucho que le lanzan desde la otra cuadra. ¿Cómo encontrar palabras que digan algo que no es algo? En la esquina varios obreros pulen zapatos en un torno y por sus pechos sin camisa rueda el sudor de la alegría, y me provoca ir a sentarme junto a ellos a oírles hablar de sus cosas particulares, de sus familias, del engrudo, de los campeones de box, de las chicas del ‘Tunjo de Oro’. Pero me da miedo aburrirlos, sé además que me tienen bronca pues piensan que soy un inútil y un haragán de siete suelas. La muchachita que trabaja en el almacén Sears, estudia inglés y usa una falda roja demasiado ceñida para su edad sale a esperar el bus apresuradamente y me sonríe como si ya estuviera muerto. De la carpintería emerge el olor de la cola, virutas vuelan por el aire, canta la sierra circular construyendo pupitres.

E l retorno del profeta La calle aún sin pavimentar por donde pasan los mismos buses echando polvo sobre la comida de los que quedan. Ha desaparecido, casándose, la hermanita que ocupaba la cabecera de la mesa y comía lentamente, hablando, entre sorbos de agualimón, de las menudas incidencias ocurridas en la oficina con un sentido del humor adquirido en medio de tanta negrura. De su esposo quedan las huellas en las poltronas de la sala donde se sentó varios años el periódico entre las piernas a tomar el tinto de casa, irradiar su colonia, besar la novia y cambiar impresiones con mi padre del podrido mundo político, del progreso de la ciudad por las próximas olimpíadas, del impuesto predial y la música del momento. Ahora

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Hay tantas cosas para mirar en esta calle, los nidos en las cuerdas de la luz, la rata muerta desde el sábado entre periódicos del viernes, el tendero dormitando bajo su parasol con el bigote bombardeado por los moscos, el albañil poniendo tejas en la casa nueva y gritándole al ayudante que le suba el martillo, en este ambiente es imposible ser un poeta hermético, digo, qué clase de poeta soy yo que me emociono con la vida, calzo mis arrastraderas y me entro a acostar porque no demoran en salir de la escuela los niños con sus caucheras.


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hace parte del clan de las máquinas voladoras con derecho a las alas por el mundo en sus vacaciones. La puerta ha sido reforzada con aldaba y pestillo para protegerla de los embates de los ladrones nocturnos de moda, hijos posiblemente de los que antaño por el método de ventosa descendieron del entejado, forzaron el armario sustrayendo algunos vestidos entre ellos el uniforme del colegio, la cadena dorada con la virgen del matrimonio, unos cortes ajenos y la plancha de hierro con su parrilla. Estrellita hace cuentas para diciembre que terminan las cuotas del tocadiscos, pedirá vacaciones y tal vez vaya al mar si le aprueban el nuevo crédito. Si protesta es contra las nubes de barro del invierno de la barriada y contra las latas de los buses que le despedazan las medias. El otro hermano poeta menor ha desenterrado mis manuales de karma yoga dulcificándose su genio, se ha dejado crecer la barba y trabaja por las mañanas viendo ensamblar tractores en las afueras. Las otras tres menores ya no lo son y pronto terminarán sus cursos de mecanografía, de bordado flordelisado, y un día la menor será maestra rural en las zonas verdes de esta ciudad que crece. Y ya Ceci mudó de dientes. Y tumbaron la casa del zapatero. Y murió doña Blanca quien nos fiaba la carne de la semana. Se mudaron los Mora ya graduados en sus autos a sus osarios. Con algunos retazos rezagados de paño inglés de la época de los ‘jóvenes iracundos’ mi padre se ha dedicado a la confección de chalecos de seis botones para ocupar las horas del día y el pedal de la máquina y no albergar el ocio en sus huesos, chalequitos que el hijo cantante ahora se pone sin pedir permiso para salir a las calles a exhibirse como ‘el muñequito de la economía’. La gran mesa de cortes hase desvanecido. Un carpintero fabricó el comedor de esa mesa, otra mesa y seis sillas, a cambio de las patas torneadas y las gavetas repletas de hilos de tiza. Mamá tiene una mano vendada, se ha enterrado una aguja lavando la ropa y han tenido que zanjarle toda la palma en un hospital económico por lo que ahora tiene que lavar y planchar, ir al mercado y hacer la comida, tender las camas y barrer la casa con la sola mano buena que tiene. Yo retorno del mundo de los huyentes, de las islas de la memoria, más famoso que nunca, fracasado como ninguno.

L a corte del cortador Abuela peinaba una trenza blanca que le daba hasta el lejano nacimiento de la nalga, no tenía un solo diente en todo su cuerpo y gustaba comernos a sus nietos los duraznos de las mejillas con sus encías. Trajes de medioluto llenaban el armario de medialuna traído a lomo de mula desde su casa del Río Negro


hasta la casa de este barrio de Cali donde parquearon sus pesares. Su esposo por la carne había descendido dejándole el retrato con un bigote sepia apuntando al techo y dos mujeres y dos hombres que pariera en la pieza de los trebejos. Uno de ellos mi padre muy pronto alzó sus velas y se fue a ver el mundo al pueblo vecino. En ese tiempo el mundo era más pequeño, era más largo el tiempo y enorme el corazón como la sonrisa. Novias tuvo mi padre que a la crónica se le escapan, seguramente bellas tras el marco de sus ventanas donde salían hasta el ombligo a escuchar a la luna a la luz de sus serenatas. Madre entretanto en un país vecino lleno de frutos, demoraba en nacer. Padre tenía entonces una edad que le permitiría ser mi hijo a caballo por las montañas. Me contaba en la cama donde nací muchos años después que no hay agua más dulce que la bebida del sombrero ni sueño más despierto que debajo de un árbol en la tormenta. Comió carne de monte, se amamantó de cocos y vagó por las vegas sin rumbo fijo.

Bogar el chocolate mañanero ante la primicia del sol y roer el queso en presencia de la misma vaca que lo produce y aventura un mugido como saludo. Sabe padre por el olfato que en esa fonda caminera canta una axila de la estirpe de las flores salvajes de los barrancos y demora la cuenta y la despedida. Debe ser una Adelfa, una Hortensia, una Margarita, una Dalia, una Rosa, una Flor de Loto. Lo verá en la quebrada cuando pase otro día a nado la tierra. Lleva siempre entre su bolsillo un libro de versos de don Ramón de Campoamor y con ese libro enamora a diestra y siniestra. No hay campesina resistente al empalagoso español ni al bigote incipiente que lo recita.

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Una luz a varios kilómetros es volver a la vida y a la esperanza. Se aceleran corazón y caballo. Se entra gritando. La posada sobre la piedra. Hacerse a la confianza del posadero con las tres brasas en la cara, los dos ojos y el infierno del cigarrillo. Aguardiente para alisar la piel de gallina, fríjoles con arroz para el hambre de largos caninos. Dios es grande en la Biblia y atravesando los profundos cañones de las montañas. Al fin una almohada para tender el sueño, una manta espesando sobre su cuerpo, olorosa a jazmín machacado con la rodilla. Y a roncar bajo el cielo insomne que comienza a resfriarse con la neblina.


Con el fondo musical del murmurio de la quebrada la mujer con nombre de flor poco a poco se despetala. Retira de sus labios la dulzaina y la golpea tres veces contra la palma de la mano, enrolla su metro, guarda el paño de agujas en su cartera y de Abriaquí parte a caballo el errante sastrecillo para otro pueblo. Ha oído que lo esperan en Sopetrán.

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A lomo de mula

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Abuela hizo ensillar las bestias de carga Puso sobre ellas ollas, colchones, maletas llenas de ropa Retratos de parientes antepasados, bacinillas, peinillas para hacerle frente a la selva, dos hijas y dos hijos con ganas de hacer la vida Se arrellanó ella misma sobre su mula Dio la orden de partida a las dos de la mañana Y desde el oscuro pueblo antioqueño descendieron en busca del valle Del prometido valle que secara sus lágrimas Atravesaron montes tan tupidos que no podían circular las palabras Vadearon ríos y vertientes evadieron movedizas arenas Acamparon en cualquier parte al abrigo de fieras y rebaños de nubes Cocinaron lo que la naturaleza les iba dando Rechazaron peregrinos perdidos que querían sumarse a su caravana Y cada día el corazón les daba un tumbo más fuerte Porque sentían que se iban acercando a la ciudad donde el aire era tibio La abuela peinaba una trenza más larga que su espina dorsal Y un pañuelo amarrado a su frente humedecido con el agua de cada río Le evitaba la insolación En los riscos de Támesis una mula rodó por el desfiladero Y mi padre apenas alcanzó a decir mamacita Cuando ella ya lo subía por el pelo a otra mula A falta de brújula con el Sur como Norte Para evitar devolverse se embocaron por entre las paralelas del autoferro Que los hacía brincar de la vía cada semana que pasaba pitando y echando chispas Cuando alcanzaron el valle Descubrieron que la tierra era plana Y en tierra plana la felicidad se les antojó al alcance de su tristeza Dieron gracias a Dios por el paraíso Pusieron a descansar los jumentos Hasta el dolor en la cintura se les hizo glorioso Blanda tierra para morir habían descubierto Llegaron a Santiago de Cali en el 35

Pasto de llamas La primera vez que estuve a punto de morir fue en un incendio. De esto han pasado mil y una partes de mi vida, pero aún vivo entre llamas,


ensortijadas llamas en la ceguedad de esa noche elegida por mis padres para asistir a la función vespertina de “Lo que el viento se llevó”. Había dejado madre una vela sobre la repisa alumbrando una vitela del ángel de la guarda atravesando un lago. Mis inconscientes seis años o el viento con el codo o la mano de las tinieblas provocaron el derrumbamiento del cabo y la vela encendió al ángel que puso fuego al dormitorio, fuego que hablaba lenguas ante mis ojos ardorosos, fuego que no lograba dominar con mis lágrimas. Yo gritaba llamando a mis padres a quienes el viento se llevaba muy lejos y mi abuela había muerto en otra película y no había ángel de la guarda a quien demandar auxilio. El fuego pegó en las cobijas de mi cama y milagrosamente sólo sentí unas nerviosas cosquillas que inquietaban mis piernas y más arriba hasta el cielo y que me declararon invulnerable al peligro del elemento. Con la tranquilidad de un santo de piedra me levanté y bailé entre las llamaradas danzantes, llamas exentas de pavura a estas alturas de mi desconcierto, hasta pronto alcanzar la puerta del cuarto tras la cual encontré a mi abuela con el pelo suelto peleando con un viento del demonio.

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CONVERSATORIO con PIEDAD CóRDObA

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Ilustraciones: Alfredo Rajoy

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Primero que nada queremos expresarte que estamos felices de que estés entre nosotros. Desde la Fundación Editorial El perro y la rana, hacemos la revista Día-Crítica: su sello tiene que ver con los dossieres, desde hace tiempo pensamos en uno sobre Colombia, un país hermano con una realidad con el cual tenemos una viva relación que es absolutamente definitoria. Bien lo dijo Rafael Correa: “En Colombia debe librarse el Ayacucho del siglo XXI en Nuestra América”. Tu presencia ha sido fundamental como vocería de la otra Colombia, en la que creemos que es la verdadera, la central, que no es la Colombia de las oligarquías, de los paramilitares, del poder, sino la Colombia que quiere construir otra forma de hacer las cosas y que es por supuesto la Colombia popular. Queremos poner sobre la mesa una reflexión de Estanislao Zuleta en su Elogio de la dificultad para oírte hablar sobre ella: “Una sociedad mejor es una sociedad capaz de tener mejores conflictos, de reconocerlos y contenerlos, de vivir no a pesar de ellos sino productiva e inteligentemente con ellos, solo un pueblo escéptico maduro para el conflicto, es un pueblo maduro para la paz”. Bienvenida con estas palabras…

Piedad: Gracias por invitarme. Yo comparto mucho la filosofía de Estanislao Zuleta, tal vez de los libros mas provocadores que tiene es el Elogio de la dificultad. Hace unos días hablaba con uno que fue de sus grandes amigos Álvaro Bejarano en la ciudad de Cali, a veces uno pareciera perder la esperanza y la capacidad de luchar, son tantas las dificultades y las complejidades de Colombia que a veces uno creyera que cualquier esfuerzo es imposible para desbaratar esa complejidad pero también esa misma complejidad le inyecta a uno de energía para encontrar salidas. Sabemos pues que una sociedad sin conflictos no existe, pero no piensa uno que la sociedad de conflictos no es la de matar y matar gente y de desaparecer gente. Yo pienso, como dice Correa, que “Colombia es la meta”, la mira deseada, ahora se está dando una convulsión social absolutamente dura, concentrada en quienes hacen alentadora la razón de ser de la nacionalidad, la multietnicidad de Colombia, son los indígenas levantados hoy, no solo los indígenas caucanos, sino los afrodescendientes, hoy los negros se levantan y se juntan con los indígenas. Estas nuevas dificultades son la posibilidad de una lucha transformadora, una lucha revindicadora que signifique el fin de los conflictos de interés en Colombia. Día-Crítica: ¿Se puede afirmar que con estas expresiones populares que vienen de la Colombia profunda se puede romper el nudo gordiano que tiene tensada la situación con el gobierno? Ya hoy editorialistas de El Tiempo, anuncian que se debe tener cuidado con esta situación, y es que se han dado cuenta de la real consistencia de las luchas. Hace algunos años los indígenas marchaban cinco días y luego se levantaba el paro, igual pasaba con los


negros, aunque ya no pasa lo mismo, como es el paro de los corteros de caña que va para largo, esto es, tal vez, lo más importante que está ocurriendo en Colombia desde hace muchísimo tiempo. Este es el principio de cosas mucho más importantes que van a pasar en Colombia y yo sí soy mucho más optimista que quienes creen que ya no hay nada que hacer. Esto nos permite tener mejor contenido para un movimiento que se está volviendo rostro, piel, carne, ella es la pieza que nos hace falta para poder hablar de Latinoamérica unida.

Día-Crítica: ¿Qué opinión tienes sobre los desplazados y el problema de la tenencia de la tierra en Colombia? Colombia ha asistido a una contra reforma agraria muy sangrienta, son cuatro millones de desplazados internos, es decir, tenemos a todo El Salvador deambulando por todo el país sin ninguna posibilidad, este caso podría uno asimilarlo a la población del Paraguay. En este caso dueños de tierras de algunas regiones con la ambición de acumular más riqueza porque sus intereses van de la mano con la expan-

Día-Crítica: Quisiéramos hablar sobre el hermanamiento del pueblo colombo-venezolano en una realidad que históricamente nos ha separado ¿qué planes hay en Colombia más allá de lo gubernamental en función de la integración colombo-venezolana? Si uno es honesto debe decir que nada. Y lo tiene que decir desde una lectura gubernamental, porque hay toda una intención de que la integración de América Latina no se dé. Una muestra de esto, es el hecho de que la opinión pública aplique medidas mediáticas muy concretas para que el país no se

impregne de insurrección y es el hecho de tener una sociedad dominada desde el poder por factores vinculados al delito que permiten consolidar la guerras, consolidar el imperialismo, con un concepto de terrorismo que quiere decir que todo el que tenga intenciones de construir una sociedad distinta es terrorista. Hay sectores mediáticos y del poder que vinculan a Chávez y a Evo con ese eje del mal. Todos los que buscamos la unidad latinoamericana somos terroristas, todos los que buscamos que Venezuela y Colombia sean un sólo país, como lo deben ser además, son tachados de terroristas, nosotros somos una sola articulación cultural. Y eso tiene mucho que ver con el intercambio humanitario y todo lo que pasó, que nos vimos envueltos como en una película de terror, porque se cayó no solamente la liberación de unas personas, sino la liberación de Colombia como pueblo. Ese susto, ese terror que yo diría que es una especie como de izquierda light porque el socialismo tiene como premisa la defensa de la vida, del ser humano, pero sin embargo en ese panorama surgen actores y rompen un dique que es imposible de parar, es imposible atajar a la gente que ya está conciente de que hay otra forma de vivir. Surgen movimientos espontáneos y una crítica independiente que busca alcanzar la unidad con Venezuela. Con Estados Unidos no nos une nada, en cambio entre nuestros países es otro el sistema de relaciones. Lo que comenzó y está interrumpido con el acuerdo humanitario es el fin del conflicto y de la guerra en Colombia, porque son conflictos más de conveniencia que otra cosa.

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Día-Crítica: La crisis norteamericana ¿de qué manera influye? Lo que para ellos es malo para nosotros puede ser una gran posibilidad, nosotros tenemos tiempo tratando de convencer al Departamento de Estado que la guerra no es la vía para resolver el conflicto. Yo creo que la caída de la bolsa se dio en un muy buen momento para Colombia, nosotros creemos que es la caída de sus voceros, Álvaro Uribe Vélez. Con el triunfo de Obama no caerá el imperio pero las cosas se darán de manera distinta, su triunfo nos va a permitir airear propuestas impensables, entonces no tener más recursos para financiar la guerra, no tener recursos para asesinar a líderes populares, no tener recursos para silenciar la voz de quienes defienden ideas distintas para nosotros es una inmensa alegría. La clase media ya está tocada por ese modelo que penetró todas las arterias del Estado, un Estado mafioso y paramilitar que se metió con los recursos públicos.

sión del proyecto paramilitarista en el país. El paramilitarismo no es la lucha contra la guerrilla es el brazo armado de un proyecto de concentración de la riqueza económica, política y social de la tenencia de la tierra y del control territorial, cuando aquí se habla de una Nueva geometría del poder con la participación popular, allá se habla de una geometría del poder para abortar todo el avance, un modelo que se apropia de los puertos, de las zonas de mayores posibilidades de desarrollo. Los desplazados han hecho un trabajo interesante en este sentido, tomando zonas de Bogotá como la Cruz Roja y Acnur, para decirle al mundo que no aguantan más y que no es simplemente un problema de las FARC, o de quienes estamos en contra de este sistema social tan injusto que ha borrado los rostros de niños y niñas, que los ha invisibilizado porque les ha quitado el derecho a tener Patria, el derecho a ser colombianos porque son despatriados en su propia patria.


armados, porque no se puede pensar en Colombia en sentarse a las mesas de diálogo desarmados cuando existe todo un historial de genocidio de la Unión Patriótica (UP). Cuando existe además el señalamiento de que, quienes no estamos de acuerdo con ese sistema de exclusión y de miseria somos terroristas a favor de las FARC. Pero cada vez es tan ridícula y tan caricaturesca que la gente se va dando cuenta de que es un ardid, las FARC no son el problema en Colombia, las FARC son una consecuencia de un sistema absolutamente injusto al servicio de unos intereses que no son los colombianos, quienes tenemos eso claro tenemos la obligación de planteárselo al país. En mi caso, yo tengo claro que no estoy con el terrorismo, porque estaré con él en la medida en que esté de acuerdo con los indígenas, con los negros o en contra del desplazamiento, es una categorización que le sirve a unos pendejos pero no le sirve a nadie más y yo creo que uno tiene que ser muy claro: la posibilidad de acabar con esas conceptualizaciones tiene que ver con los liderazgos, con la posibilidad de que quienes buscamos cambiar el modelo de vida estemos dispuestos a jugárnosla toda. En la movilización de los negros e indígenas, a la cual se van a sumar los trabajadores portuarios y los vivien-

“Igual que se revienta aquí el intercambio humanitario, la razón de este quiebre es que las FARC habían tomado la decisión de entregar a los rehenes y también abrieron la posibilidad de una resolución política a través del diálogo”

Fotografía: Marcelo García DÍA–CRÍTICA · Nº 6 oct–nov, 2008

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Día-Crítica: Lo que ha sido la política exterior en Colombia es, evidentemente, la búsqueda de enceguecer al Pueblo colombiano ante la ingerencia de Estados Unidos en la política de Colombia. ¿Cuáles son los mecanismos de participación de Colombia para que las cosas realmente comiencen a cambiar porque cualquier propuesta de disidencia la vinculan inmediatamente con las FARC? Hay que empezar por reconocer que en Colombia hay una fatiga con el poder tal y como se ha establecido, pero también hay que buscar la posibilidad de que se den cambios porque el conflicto en Colombia le interesa sólo a unos sectores y no se quiere resolver porque la voluntad política que debería darse, está a favor de que no se resuelva. Cuando ha habido posibilidades de diálogo con la guerrilla, que no está acabada, no se ha resuelto nada, porque se revientan los debates y la discusión. Igual que se revienta aquí el intercambio humanitario, la razón de este quiebre es que las FARC había tomado la decisión de entregar a los rehenes y también abrieron la posibilidad de una resolución política a través del diálogo. Había una agenda abierta de discusión política sobre la posibilidad de una constituyente, ya se había hablado de la posibilidad de sentarse a la mesa

d istas, q u ienes los apoyamos no estamos pendientes de que nos den una cosita para negociar con ellos, no q ueremos negociar con ellos, lo que queremos es cambiar el status quo. La guerra en Colombia es un negocio, está sujeta a los intereses de no permitir ningún cambio, es una guerra de larga duración y de baja intensidad que le conviene perfectamente al sistema establecido e instaurado. Cada vez se vuelve más visible que Colombia es el portaviones de Estados Unidos, la oposición venezolana está muy bien relacionada con la derecha colombiana, se conocen las estrategias para desestabilizar porque en el centro de sus debates no está el ser humano, sino el petróleo, el carbón, la explotación de los recursos naturales, los combustibles, todo lo que les permite mantenerse y mantener en sumisión a mucha gente. Porque lo lamentable de las izquierdas es que se categorizan de tal manera que empiezan a parecerse a quienes nos han dominado, y lo peor de eso es que en lugar de enfrentarse con nuestros enemigos se enfrentan con quienes están tratando de liberar un pueblo.


mismas condiciones, más aún, ustedes lograron liberarse de una clase de dirigente que se apoderó de las riquezas del país durante mucho tiempo, lo que ahora les duele a ellos es no poder seguir robando, no poder seguir disfrutando, no poder seguir siendo ellos. En el caso colombiano hay una concepción muy Liliputesca de la política, es esa condición de que uno en Colombia habla y lo matan, sí, es verdad, pero esa es la condición con la que tenemos que jugar porque no van a poder matar a todo un pueblo que se está levantando y yo quiero que eso quede muy claro. Como Francisco de Miranda, así estamos trabajando muchos: buscando el apoyo internacional para hacer un grupo más fuerte. Día-Crítica: Quisiéramos introducir el tema de la frontera y hablando de la nueva geometría del poder, el compañero geógrafo Ricardo Menéndez nos habla ya no de fronteras, sino de umbrales, un concepto muy bonito, además que como idea es más definitoria del proceso bolivariano porque propone la frontera como una zona

de intercambio, es decir, una zona permeable. ¿Qué significa la frontera para usted? Si yo la visualizo como nos han acostumbrado a los colombianos durante mucho tiempo, para mí, es una zona de puro terror, es una zona de confrontación, de temor, porque no es precisamente la frontera poética que se describe con el término de umbral, sino también la frontera política de la que hablan los nuevos presidentes de América Latina. Yo creo que eso no debe existir porque son creaciones, es como cuando se habla de la discriminación a las mujeres, que no son más que construcciones societarias que se dan para subyugar a alguien sea en razón del género, en razón de la raza, y si vemos por qué se levantan las fronteras es precisamente para impedir eso que nos debe unir, impedir que seamos, una sola región, un solo país como lo soñó Bolívar. La frontera hay que pensarla de manera diferente porque vemos que está llena de gente que quiere pasar de un lado a otro como en el caso de los desplazados, y eso no hay que rebuscarlo con mucho esfuerzo, es sólo volver

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Yo para la izquierda colombiana soy las FARC, y nunca en mi vida he agarrado un fusil, nunca he pertenecido a estas fuerzas y no es que piense que ser guerrillero es una lacra, ese no es mi criterio, pero para la izquierda colombiana es más importante acabar conmigo que acabar con Uribe. Aquí lo bueno es que, como decía Gaitán: El pueblo está siendo superior a sus dirigentes. Me recuerda a Alpher, a Estanislao Zuleta: Un pueblo que no participa es un museo de cera, y un país de gente que no participa es simplemente un mapa, diría yo, con puras coordenadas donde la gente se mete como en un corral. Quiero volver sobre un tema y lo dijo el presidente Chávez en estos días: Todas las revoluciones no son iguales, lo que aplica para Venezuela no necesariamente aplica para Colombia y esto es absolutamente cierto. La preocupación de nosotros es cómo realmente dignificamos la vida de la gente, cómo le llevamos felicidad a la gente. Pero ¿cómo lo vamos a hacer? Precisamente será pensando en esa centralidad que es el ser humano. Lo que hizo Chávez aquí es muy difícil de llevar a Colombia, porque no son las


Día-Crítica: Para la reelección de Uribe, por ejemplo Petare que es una de las zonas caraqueñas donde hay mayor concentración de colombianos, obtuvo un voto mayoritario. Bajo esta perspectiva ¿cómo ve usted las próximas elecciones en Colombia? En un recorrido que hice este fin de semana por algunas parroquias le dije a las personas presentes: cierren los ojos y piensen 15 años hacia atrás y piensen en el gobierno que tenían en ese tiempo y si quieren volver a eso, todos respondieron: ¡Ni locos!, y le dije a los colombianos, si ustedes están aquí tan aburridos por qué no se regresan a Colombia que allá se pasa muy bueno. Muchos de ustedes se vinieron huyendo de la guerra, aquí con sólo pasar la frontera un niño puede tener derecho a la salud, allá ni un niño ni nadie, no hay derecho absolutamente a nada. Esto lo digo de manera metafórica para expresar lo siguiente: pareciera desde afuera que la reelección de Uribe es irrefutable y es irreversible, él ha descalificado a sus opositores y le está pasando como al cuento de “El pastorcito mentiroso” que cada vez anuncia que vienen las FARC, y la gente empezó a darse cuenta de que eso no es así. Hace 5 o 6 meses yo ni me hubiese imaginado que me iba a reunir con el expresidente Samper para preparar el nuevo debate electoral. Igualmente hay sectores de la derecha que están cansados del régimen de Uribe, no solamente por lo mafioso, sino por lo corrupto y esas son cosas de la dinámica política q ue estamos viviendo muy parecido a lo que pasó aquí en Venezuela, y es que los partidos pierden fuerza porque dejan de solucionarle los problemas a la gente. Yo creo que la elección del 2010 va a ser distinta y Uribe no va a estar solo, además es posible que lo metan preso. El panorama electoral que viene es el de los valientes, el de la gente ética, de la

Fotografía: Marcelo García

“El desmonte del Plan Colombia esta íntimamente ligado con la solución del conflicto en Colombia, están ligados porque no es cierto que este plan sirvió para acabar con los cultivos de destinación ilícita”

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al discurso de Bolívar, volver al discurso de la liberación, como dirían: vuelve la espada de Bolívar por América Latina. La única tranquera real que existe es la impuesta a los colombianos a través de un gobierno que cada vez más se subyuga al gobierno de los Estados Unidos, entre otras cosas porque no hay nada más dañino para una sociedad que tener un presidente secuestrado, como es el caso del presidente Uribe que está preso por sus amigos, vive permanentemente enajenado por el gobierno de Estados Unidos, no tiene capacidad de pensar ni de moverse tranquilo porque está vinculado con el tema paramilitar que a su vez está relacionado con el narcotráfico, esto lo lleva a hacer cosas, por ejemplo jugar al doble discurso con Chávez: un día públicamente es amigo de Chávez pero por debajo dirige toda la posibilidad de que los paramilitares se infiltren en Venezuela y desestabilicen el gobierno en todos los lados de la región. La frontera es un tema interesante desde lo político y también un tema muy bello desde lo cultural, desde la gente, desde los pueblos. La frontera es cada vez más porosa y están pasando cosas novedosas.

gente que quiere sacar a Colombia de esa conflictualidad delincuencial. Día-Crítica: ¿Qué viabilidad tiene el desmontaje real del Plan Colombia y cuáles son las raíces históricas del uribismo? El desmonte del Plan Colombia está íntimamente ligado con la solución del conflicto en Colombia, están ligados porque no es cierto que este plan sirvió para acabar con los cultivos de destinación ilícita, al contrario, aumentó. El informe último de las organizaciones entre ellas la ONU da cuenta del aumento de un 25% del cultivo de amapola y la materia para la producción de cocaína. El narcotráfico en vez de desparecerse se acopla a formas distintas. Yo pienso que así como les preguntan a las FARC si van a dejar el narcotráfico, como si en Colombia no existiera el narcotráfico solo si no está ligado a las FARC, más pendejos fueron quienes terminaron creyendo que cuando se cayó la cortina de hierro y la URSS, se acabaría el comunismo y se acababa el socialismo, pensaron que el capitalismo era la solución y desde todos estos países se erigió el narcotráfico como una cortina de hierro de verdad. Quienes estamos avocados a la salida política y negociada del conflicto en Colombia, debemos ver el narcotráfico como un correlato de las naciones, en este sentido, es muy importante la relación con EEUU y con España que se apoderó de la salud en Colombia, así como de temas que son fundamentales para el ejercicio de la ciudadanía como la educación, en la medida en que se abre ese debate estamos en la vía correcta. Por ejemplo, ya se abrió con las FARC una conversación pública que antes no se había dado y eso lleva a un debilitamiento del Plan Colombia que fue utilizado solamente para perseguir dirigentes sociales, para matar defensores de derechos humanos, para perseguir a la guerrilla, aunque no la acabaron, y para criminalizar las luchas y legalizar la delincuencia desde las prácticas públicas del Estado, cuando un Estado empodera una política pública supuestamente contra los paramilitares y las penas son tan irrisorias, entonces lo que


Esto no solamente se ha consolidado con este señor, Colombia no es una colonia como es Puerto Rico, nosotros somos un país invadido que además no ha tenido la posibilidad de discutir sus propias políticas porque nos las imponen. En Puerto Rico al menos pueden discutir algunas cosas, nosotros estamos peor que el coloniaje que se vive allá, y hay algo que ha derruido el concepto de democracia, el concepto de ciudadanía y sobre todo la discusión no solamente de la democracia profunda y la reconceptualización de la democracia a partir de la participación directa de la gente, sino cómo esto está afianzado, avalado y erigido sobre el paramilitarismo que es la manera como a través del terror y el miedo se consolida este proyecto. Uno sabe que las campañas políticas las avala dinero del narcotráfico y eso no lo puede negar nadie, pero nunca había sido tan consistente, tan claro, que el proyecto de este señor era manejado por el paramilitarismo. El hecho de que cinco o seis personas influyentes en Colombia reconozcan que los paramilitares son su ejército, un ejército exterminador de la gente, de sus tierras, de sus derechos, de sus propiedades, que ha significado el rompimiento ético y moral del proyecto político de una nación. El presidente Pastrana no estaba pensando en democratizar el derecho de acceso a la tierra, ni en democratizar los mecanismos de acceso al poder. Por ejemplo, el Caguán fue exitoso en términos de participación de la gente, pero cuando tuvimos que ir nos apartamos, porque sabíamos que cuando se llegara a la discusión de los 12 puntos se rompía el diálogo y se rompió. Pero lo que yo no puedo decir, aunque Pastrana no haya sido el más preclaro presidente del país,

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Por otra parte, y respondiendo a la segunda pregunta, los antecedentes de Uribe están en el Partido Liberal apoyado por los eliotopos de la política colombiana, por presidentes como Turbay, como López, por medios de comunicación tan importantes como El Tiempo, uno de sus ministros es dueño de este diario, y en ese orden de ideas se le debilitan los apoyos a Uribe, porque una cosa es querer quedarse con las riquezas del país y otra cosa es que se quieran apoyar en el pa ra m i l ita“cuando un Estado empodera una política pública rismo. En Colombia supuestamente contra los paramilitares y las es muy perverso que penas son tan irrisorias, entonces lo que hace esta se haga una reforma política pública es validar lo que supuestamente a l a c on s t it uc ión como par te de u n debe ser penado. Y si a esto le agrega que en lugar proceso de paz, que de apresar a estos paramilitares los extraditan se reforme la consa Estados Unidos para que no hablen, pues es una titución para incluir decisión política muy perversa” la parte de derechos f undamentales de Colombia, que es casi una poesía y es Antioquia, además, nunca me imaginé que quedan algunos elementos de la que una persona tuviera la capacidad constitución que impiden que estos de prepararse para gobernar un país y derechos se puedan ejercitar, es decir, además camuflarse como él se camusi bien es cierto que quedan claras las fló, es decir, a mucha gente le hizo creer libertades civiles en Colombia, por que era un demócrata, que al ser del otro lado las garantías sociales son partido liberal y fundar una fracción, inexistentes, precisamente y en prile hizo ver a mucha gente que él era la mer lugar: porque no hay una voluntad renovación de la política. Lo que pasa es cultural de transformar situaciones que Colombia es un país tan escindido y conductas y pautas de comportaque uno no se explica ¿cómo Bogotá no miento de la gente y, segundo: porque sabía quién era el papá de Álvaro?, o hay una actitud muy clara de no persea, ¿de dónde sacó las ganancias, ¿de mitir que se den los recursos ni que dónde sacó tantas tierras?, es más, uno se transforme, por ejemplo ¿ cómo de sus abogados que es José Gaviria, es funciona el Banco de la República o una de las personas más influyentes del la Banca Central?, o ¿de qué manera país. Jamás Pablo Escobar imaginó que se entregan los recursos naturales del su sueño se pudiera convertir en realipaís? o ¿se pueden ejercer derechos dad en cuerpo ajeno, toda su gente está como la educación y la salud? gobernando en el país. hace esta política pública es validar lo que supuestamente debe ser penado. Y si a esto le agrega que en lugar de apresar a estos paramilitares los extraditan a Estados Unidos para que no hablen, pues es una decisión política muy perversa. No creo que el Plan Colombia se acabe, lo que sí creo es que no va a haber un presupuesto tan grande para seguir manteniéndolo. Hombre, yo que conozco a Álvaro Uribe de hace tantos años, porque somos de la misma región


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Fotografía: Marcelo García

“En Colombia el acceso a la universidad está muy limitado y una de las cosas que debiéramos erradicar es el examen de admisión, porque es una manera de justificar la exclusión, porque la universidad en vez de ser una inversión para la formación de la nación, se convirtió en un mecanismo de dominación social”

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es que él estaba avalado en el paramilitarismo, o que lo eligió el narcotráfico. Hoy el presidente del senado está acusado de haber recibido 250 millones de pesos y esas son cosas que uno nunca va a saber porque son difíciles de demostrar, lo que sí es raro es que todos sus amigos sean ladrones, que todos sus amigos sean paramilitares. Día-Crítica : El movimiento estudiantil ha sido un movimiento hacia la nueva Colombia, aunque aquí en Venezuela se ha capitalizado hacia la derecha: ¿Cuál es el papel que juegan los estudiantes en el proceso de cambios políticos de Colombia? Los procesos de liberación de los pueblos no son iguales, lo claro es que el movimiento estudiantil colombiano es un movimiento de liberación, es un movimiento de soberanía, es un movimiento de independencia. Está muy ligado a quienes estamos buscando que en Colombia haya otra salida, lo digo muy claro: Colombia es la meta, para que América Latina se una. Entonces los estudiantes colombianos son acusados de pertenecer a las FARC porque el gobierno no encuentra otra explicación a algo distinto, es un movimiento que se está solidificando y esto se aproxima mucho a la resistencia de la clase campesina en el país. Recordemos que por un momento, negros e indígenas estaban enfrentándose por tierras pero este conflicto los unió. El movimiento estudiantil antes se enfrentaba porque había pequeños grupos, ahora están muy unidos y nos ha ayudado su pre-

sencia, ellos son jóvenes, son el presente y el futuro. Aquí las discusiones son de otro nivel con los estudiantes, porque no son las mismas condiciones. En Colombia el acceso a la universidad está muy limitado y una de las cosas que debiéramos erradicar es el examen de admisión, porque es una manera de justificar la exclusión, porque la universidad en vez ser una inversión para la formación de la nación se convirtió en un mecanismo de dominación social: los que saben son muy pocos y los que no tienen capacidad de saber son muchos. Un grupo como RCN, se apropió de un pedazo de tierra de la universidad e hizo una biblioteca, eso no es lo que el pueblo quiere. Nosotros necesitamos producir e incluir, no necesitamos dádivas, tenemos que cambiar el estatuto universitario que es represivo, está hecho para no pensar, para la sumisión, para obedecer. Día-Crítica: ¿Y cómo están los medios de comunicación en Colombia? Ese sí es el verdadero terrorismo, son medios de desinformación, que en Colombia los dueños de ellos son los de los grupos económicos, cuando uno va a ver de quién es Caracol, es del grupo

Prisa y de quién es RCN del grupo Sarmiento Angulo, el grupo económico más fuerte de Colombia que obligó a los obreros a acabar con la huelga, no por justicia sino porque lo estaban quebrando a él. Entonces ha sido aterrador el papel de los medios. Por eso, Telesur es una alternativa, una estrategia maravillosa, afortunadamente aquí tienen este panorama mucho más claro que en Colombia. En ningún momento los medios habían sido tan fuertes para impedir los cambios, la formación de opinión son sólo especialistas en mantener sus privilegios. Día-Crítica: A propósito de los intelectuales y artistas, hace poco la Real Academia Española organizó un encuentro en Cartagena y Gabriel García Márquez, quien es para nosotros un referente, confesó que había ido a rogarle al rey de España que fuera a Cartagena para que los colombianos se sintieran honrados con su presencia. Cuál es la presencia de los intelectuales y artistas en el proceso de transformación de esa Colombia humanista e integrada que soñamos. Yo no sé por qué algunos artistas están tan convencidos de que la mayoría de los colombianos seguimos muy


“escriben libros y libros y libros sobre las FARC, pero hace más de 20 años que no han entrevistado a ningún guerrillero” ter con nadie, escriben libros y libros y libros sobre las FARC, pero hace más de 20 años que no han entrevistado a ningún guerrillero ni siquiera como para tener respeto frente a lo que escriben. Es más, quieren que se acaben, pero que no se acaben las ONG´s, para poder seguir escribiendo mierda en esos libros. Yo creo que la responsabilidad de los intelectuales en la conformación de la patria latinoamericana es muy importante porque además tienen que empujar desde el pensamiento crítico a quienes están escribiendo desde los árboles. Yo concibo el pensamiento, la creación intelectual y artística desde el compromiso, desde la provocación intelectual, de ahí en adelante me queda muy difícil entenderla. Es muy rico escribir novelas llenas de fantasía, pero en una sociedad

tan conflagrada como la nuestra, en una patria latinoamericana que por primera vez lucha por consolidarse, el pensamiento no puede ser ni etéreo, ni abstracto. Saramago que es tan crítico con las FARC también lo dice. Entonces me parece que el papel de los intelectuales con los seres humanos debe ser comprometido: un intelectual colombiano que tiene a 4 millones de desplazados, 5 mil ejecuciones extrajudiciales, en un país donde hay 30 mil desaparecidos, no puede estar escribiendo ¿cómo se hace una receta de café? O ¿cómo se mejora la harina para que crezca el pan? Y para eso no se necesita ser revolucionario, si la gente se esta muriendo de hambre, si un vigilante gana 50 dólares mensuales y no le alcanzan para vivir uno no puede ser ciego a eso. n

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preocupados sobre lo que representa y significó España en la vida de nosotros. Es como una especie de adicción palaciega, es como una especie de arrobamiento conceptual que considera que todos vivimos felices sobre todo en Cartagena, que es un lugar donde basta salir de las murallas para ver barrios sumidos en la más profunda pobreza, que lo menos que podría hacer uno es cambiar la estatua de Colón por la de Beco Piojó que fue un negro que luchó por la liberación de los esclavos y por el derecho a ser personas, creo que eso hubiese sido mucho más provocador y más interesante y si el señor rey de España quiere ir de vacaciones a caerse a mentiras sobre lo que es Colombia pues que lo haga, eso no es Colombia, en absoluto, es más, ni siquiera es Cartagena que es lo más tenaz. Entonces la preocupación palaciega de García Márquez es la de muchos intelectuales colombianos con excepciones muy honrosas como el caso de Renán Vega Cantor, por ejemplo, o Alpher Rojas o Medófilo Medina, que están trabajando por un pensamiento crítico, a veces yo me pregunto ¿y estos intelectuales a quién le escriben? ¿Con quién se comprometen? Hablan de cosas tan abstractas que a uno lo que le queda claro, es que no se quieren comprome-


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DOS PASOS DETRÁS

La literatura infantil ante DÍA–CRÍTICA · Nº 6 oct–nov, 2008

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ntre todos los sistemas genéricos de la literatura es el escaque de la infantil y juvenil la que menos mudable ha sido en esa búsqueda incesante de eliminar las colindancias. Su universo ha sufrido pocos cambios. Lo que antes fuera el género que más registros poseía se ha ido quedando en la compartimentación tradicional, como si lo demás corriera a su alrededor y ella prefiriera la habitación del estatismo por juicio de conservarse.

La Poesía en la Era Digital es un híbrido sin márgenes ni fuentes; la novela se trasfunde con vitalidad nutricia con otras formas escriturales; el teatro busca la comunicación donde a veces ni el texto es ya el primer elemento encargado de empujar la acción dramática; el ensayo se engarza con la poesía y/o con las técnicas de la narrativa para dimensionar su intención comunicacional. Y así se reorienta la naturaleza literaria por derroteros menos seguros aunque mucho más creativos. Lamentablemente nuestra literatura infantil y juvenil, no va por la misma senda de riesgos. El poema para niños o jóvenes sigue afiliado a su sonoridad habitual y no se deslinda del ruedo temático, salvo muy honrosísimas excepciones. Todavía la animalia vestida, travestida o transfigurada invade las fabulaciones poemáticas y el “nené rosado” e ingenuo de los “por qués” persiste en el asunto. Asimismo las modalidades estróficas han tenido poca variación. Aún aparecen volúmenes que a la usanza decimonónica, sin nuevos arropamientos o búsquedas, utilizan formas clásicas como el Romance, el Ovillejo, el Segel, la Décima o la Octava Real para engañar a los párvulos con el sonsonete ya desfasado. En los amplísimos territorios de la narrativa, con la justificación de casos

muy señalables, el dato común indica hacia una estación donde se perpetúan los modos de contar que nos legaran los clásicos. Poco hay de renuevos. La anécdota prevalece sobre la escritura, como si el arte de las bellas letras solamente tuviera habitaciones para el cuento que se cuenta y no para el vehículo sobre el que ha de viajar el cuento desde el libro hasta el lector. Un ejemplo palpable es la devastadora instauración de la tiranía de Harry Potter. Saga que ha encantado por la hiperbolización de temas y personajes muy socorridos en la historia de la literatura infantil, que tiene muy poco o nada de Arte Literario, pero que condensa con fluidez las claves que proveyeran de tanto éxito a los clásicos de Aventuras. Hay mucho de Tolkien, Salgari o Dumas en el modo conque la Rowling nos subyuga, pero muy poco o nada en la vocación de perpetuidad conque esos mismos autores, con su arte de narrar, dotaron sus obras. La ligereza expositiva se aviene como anillo al dedo de un consumidor ya dopado por un mercado en donde predominan las facturas fáciles y las técnicas del embobamiento por lo ramplón y nimio. ¿Por qué un cosmos tan refrito como el que plantea Harry Potter moviliza? Por las mismas razones por las que la Coca Cola es (sin serlo) el refresco más

sabroso del planeta. Así de sencillo. No mas te llevas a la boca el primer sorbo del líquido y las glándulas gustativas se ensanchan hasta no permitirte la justa evaluación del producto. Y junto a ello la maceración del grano, la sinfonía mediática que te ha hecho creer en que tal efecto es estigma y sinónimo de calidad incomparable. Es una campaña de valorización que subvierte la autoridad del consumidor hasta tontalizarlo, hasta convertirlo en un autómata capaz de reproducir mecánicamente que la coca cola y Harry Potter son el mejor invento de Dios sobre la tierra. Y no es que sienta una especial aversión contra la saga de la ROWLING, a mí también me ha entretenido, solo intento advertir sobre la asimilación de este modelo que ha pautado el estallido de un neomagiquismo repelente. Pero, de cualquier modo (a la corta), no es la fácil corrupción del género lo que me entretiene al confeccionar estas notas sino el declive de la creatividad ante la gran avalancha de otros modos menos humanos de entretenimientos para los niños y adolescentes. Me parece que se viaja por el trillo que no lleva al camino. Ahora es un signo de (aparente) bienestar que nuestros hijos jueguen con tarequitos electrónicos que se adaptan a la TV o al ordenador. Nidtendos y otros enseres, reproducen juegos (las más de las veces vacíos), que se apoderan de los inocentes y van, poco a poco, consumiendo, más que otra cosa, el bello tiempo de la infancia. La gente viaja a otro país y lo primero que adquiere es un raro juguete de esos. Ni lo piensa. No importa que el bejigo no tenga zapatos o capa para la lluvia; si hay que elegir: lo primero es el tareco. Podrían revisarse las listas en la aduana. Al llegar el aparato a casa se sustituyen todos los demás recreos por las


el espejo. Otilio Carvajal a través de la imaginación, con la vida. Y, seguramente, mucho más digno de lástima. Hay mucha responsabilidad de todos los actores que inciden en la formación de los hombres de mañana. Y los escritores no podemos rehuir a nuestra impronta dentro de ese coro pluritonal. Un niño que no lee será un hombre menos feliz y desde luego virtualmente desamparado ante las muchas trampas que el devenir de sus días le pondrá en el camino. No dudo que la proliferación del vandalismo se deba (aunque sea un poco) a la falta de formación ética y estética (sí, también estética) de los individuos, y no es, pues, otro vehículo que el de la literatura el dador más importante para conectar al infante con la tradición de los mejores hábitos. Con furor, los autores de literatura infantil y juvenil, clamamos por la crisis universal de la lectura; con justicia culpamos a las sociedades consumistas que delinean un sistema de vida muy apartado de la justa evaluación de los valores espirituales; con emoción incontenible culpamos las invenciones fascistas conque la farándula (lívida y magra), se ha apoderado del tiempo vital de nuestros adolescentes, pero… ¿estamos realmente escuchándonos, leyéndonos? Creo que muy poco. La literatura infantil y juvenil contemporánea es aburrida y se encuentra en un desfase estético alarmante. Y ante tal estado, difícilmente aparecerá el lector.

Ilustraciones: Walter

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competiciones o campañas bélicas que propone el nuevo regalo. Horas y meses y años, pasa el párvulo delante del display. Todos como encantados. La madre puede hacer las tareas domésticas que el hijo no la fastidia más que para lo básico; el padre puede tomarse su tiempo y hasta su copita de añejo, porque con el artefacto nuevo, el chamo ya no le exige que lo lleve al zoológico. La casa se ha vuelto un escenario feliz. Terminó la Era de los juguetes regados por el piso, del librero desordenado, de los soldaditos de plomo apostados tras las patas de la cama, de las paredes manchadas por el cuero sintético del balón, una rueda de un carro por allá, un globo a medio inflar bailoteando en el aire, los saltos sobre la cama porque el nené quería tocar el cielo con la punta de los dedos. Terminó, por fin terminó esa manía del chiquito querer disfrazarse de bandido, de escribir una z con la espada en la frente de los enemigos (¿invisibles?), de convertir la pielera en un barco llamado El Rayo, de besar la lámpara de noche y decirle ¡oh, lady Mariam!, de gritar como un demente –juro, juro, por la bolsa del canguro..., de… ¡Se acabó! Ya el chico dejó de ser un muchacho normal y le hemos convertido en un niño dopado, en una criatura que crecerá sin conocer la gran metáfora de la vida (cómo se despiertan a las princesas después de haber sido envenenadas). Pero el germen del belicismo audiovisual, que ha ido socavando a la familia, dictaminará que no le hará falta dicha metáfora, que conque sepa cómo agrede y se defiende un soldado de comando es suficiente para vivir en el mundo que se le ha reservado. No solamente es inválido el niño del sillón de ruedas al que miramos con el rabillo del ojo mientras entre dientes agradecemos a Dios porque el nuestro sea físicamente normal, también lo es aquel al que se le ha ido atrofiando la imprescindible necesidad de dialogar,

Ningún niño y menos un adolescente será atraído por algo que no se incorpore a su ritmo, a la vida profunda que le rodea (mágica, en colores, sonora), a los nuevos destinos de este nuevo mundo. Si no somos capaces de percatarnos de que lo que fue tabú ayer es hoy pan comido, que lo que la didáctica señalaba como intenciones malformadoras son ya un leitmotiv en el diario acontecer de las horas, que es imprescindible readecuar las vías de comunicación y construir puentes nuevos para el diálogo, que la facturación escritural se repite en autor tras autor, en libros tras libros, que hay poco de invención o de hallazgo: estaremos perdidos. Es necesario acercarse al lenguaje conque el niño se comunica con los elementos que le circundan, tan distintos a los de hace unos años. Y no me refiero con ello a estrechar los límites de la imaginación, sino a crear ambientes y modos escriturarios que le resulten atractivos para que el libro se entronice entre sus intereses. El marasmo en el que ha caído el libro infantil y juvenil solamente puede ser derrocado con una grande orientación hacia la creatividad. Es hora de salir del libro bonito y penetrar en la Era del libro profundo, del libro que apueste por la conquista, del libro que salve al párvulo totalizado. Y en ello, debe irnos la vida. n


Lo que las palabras DÍA–CRÍTICA · Nº 6 oct–nov, 2008

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n poeta como este no puede ignorarse. Hay que leerlo, recitarlo, cantarlo con otras palabras. Lo que no podemos unos, otros lo hacen. Cualquier poema de Humo (2006)1, poemario de Alejandro Silva, es un acierto sin acertijo (iba a terminar diciendo: “no hay pérdida, cualquiera es revelador”, pero delata el prejuicio de que el poeta no decae). Muchos, “amparados por la ebriedad”, como dice un poema. Pero más que desde la ebriedad, mejor decir que del lado de ésta, desde su precisa lucidez (no es una paradoja). Todos, sin “patetismo intelectual”, como también dice otro poema. 1

Más que decir el hombre o la mujer: el poeta. El poema que es, o el poema que dice. La palabra es el poeta. No las palabras como piedra de tranca. O palabras como límites propios. Aunque francos, sinceros los poemas, siempre espejos de nuestras pequeñeces. No es el decir tropezado, fragmentario. Tampoco es el poema impreciso. Y menos, el poema edulcorado. Tampoco la lucidez por la lucidez, sino lucidez con carne de experiencia. Es el poema unido a su sustancia, con sentido encarnado en su “mejor decir” (¿otro prejuicio escondido?; sin embargo, el decir no es cosa sino de modo propio y plural, no de un método único). Aunque no basta eso. Además de la autenticidad de la emoción necesariamente expresada, una verdadera voz poética, un verdadero poeta es a quien no le salen sucias las palabras. Insistamos: podridas, desvirtuadas, enrarecidas de lo que no le es propio, aun cuando siempre te acusan, te desnudan, en el alcance y en el límite. Alejandro 1 Publicado por la Fundación Editorial El perro y la rana.

Silva no es de los que se le pudren las palabras al salírseles y quedárseles ahí en el papel público. Es que las palabras salen purificadas de él, ancladas al poema sin impurezas o ruidos. Palabras filtradas hasta llegar a su propia verdad o certeza, que no es decir blancura ni respuestas, sino nitidez y crudeza a la vez. Palabra que se reduce, se encierra en sí. No disecada la emoción en palabras desvirtuadas. Ninguna palabra se desdice. Para ser clásicos o canónicos, y por puro interés, digámoslo así: es un demiurgo del estilo, del buen ritmo (¿otro prejuicio de uno?) y de la imagen fiel a la emoción. No infiel a sí mismo, que es decir al cuerpo autónomo del poema. Doble virtud: su estilo es coherente lo mismo que impecable (aunque viéndolo desde otro posible prejuicio suene a herramienta de fino orfebre). Crudo y transparente el contenido de nuestro poeta, no obstante el estilo rebosado de fluidez insólita de agua. Exuberante en su propio barroquismo emocional. Fluido en todo sentido. Lengua de la calle, con los ojos extraviados. Todo lo mezcla la ebriedad y la palabra del cuerpo. Más que

la estética “maldita”, “asmática”, de la desvergüenza, de la putrefacción, como a sí mismo se nombra, es poeta urbano. Habla a las calles y de las calles, que es más que nombrarlas, lo que es de la calle y a veces lo que es ser de la calle, como nombrar al perro que camina sin vernos, porque olvidamos que somos parte de la calle con todo. La calle y sus mujeres a la intemperie. El poemacalle, otra forma de intemperie (sin la pura queja o plegaria): “La calle es un infame atentado contra el olvido”, “La calle se adorna con collares de quejidos/ se viste de oscuro para gritarnos su edad”, “La calle exige su diezmo de semen / a los violadores”, “La calle asegura que caminamos al revés / que es ella quien nos pisa las suelas”, “Pero la calle no olvida / Dibuja siluetas de otros tiempos / nos trae las formas de amantes descarriadas / batallas perdidas con las horas/ tristes llegadas”. También el mensaje insidioso, inquietante, limpio, acusador. No el poema-tema, es el tema y sus otros temas, los tantos temas íntimos vueltos versos. Ese referente tan personal en la memoria que el sujeto-otro difícilmente adivina en su origen. Es ese poema-confesión: “Nos levantamos cada mañana / con la resaca lamiéndonos el culo”. El poematestimonio: “…once meses y ocho días perdidos / del año de mi nacimiento/ y un caldero donde cocino a fuego lento/ mi juventud y mis huesos/ para bebérmelos y calmar mi resaca”. Palabras que sí comparten: “…cíclica nocturnidad de los finales/ mientras sigo aquí / esperando algún regreso”.


Ningún tono sobrio, altisonante, sino lo que no es un artificio como fin, y menos un artilugio. (Aunque hay artificios perfectos: sugestivos, auténticos, precisos, lúcidos, como los de los poetas Max Aub y Antonio Cisneros. O el poema-imagen-tema de Juan Calzadilla, desplegándose por la sola razón del pensamiento decantado hasta su última lógica irreductible y también auténtica en su emoción: de los pocos herederos del estilo de Simón Rodríguez. Mas, ¿ será artificio el poema racional?). Pero hay palabras que envenenan más que envenenadas, más que altisonantes. No es el uso de la inteligencia

más que la emoción como raíz de ésta, que aunque auténtica, difícil une lo intelectivo con lo emocional. En todo caso, una construcción (verbal o lírica) irónica en el uso de su escaso, por justo, artificio: el tubular blanco, refiriéndose al cigarro. Y otros artificios, recurrencias del estilo repitiéndose en la estructura, como en el poema Lenguaje, en esa arquitectura de pares: cemento inútil, verdor daltónico, estúpido rojo, liturgia incolora. La hermosa intuición del ritmo. Dos o tres poemas son indudablemente extraordinarios. Una confesión de oficio es Veneno (no de las palabras, en sus resonancias):

Coral Pérez

Voy a bajarle el cierre al deseo a olvidar todos los acordes de la guitarra olvidaré los lápices enamorados en mi cuarto que los use la soledad me bañaré con el perfume del silencio Voy a borrar toda la poesía de mi memoria cazaré las mariposas que habitan en mi estómago celebraré con sombras Bajo la Santamaría de mis amores agujereados muertos en batalla convertiré en polvo mi república de odio Seré sólo labios pene ceguera Confundiré los nombres febriles féminos todos los lugares todos los recuerdos Juro que dejaré mis recuerdos al pie de un árbol para que convierta en dulces frutas venenosas los rastros de mis amores muertos

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Ilustraciones: Alfredo Rajoy

deberían ser


Este místico oficio sucio en esencia Grito palabras sordas en este centro de angustias Ese aletear constante me consume me infesta de nadas Inútil oficio Herencia antigua de pesares Erudición de la mierda Desdóblate llega primero a tu destino oscuro arrástrate como un perro maltrecho hambriento de imágenes suma cada pesar del error supremo Sufre poeta tu locura desesperada Mete tu dedo en las llagas del mundo sangra moribundo desposeído toma tu porción en el cáliz sangriento de dios mastúrbate bajo la luna escribe con semen la historia de los hombres Pobre de ti miserable esqueleto puta lengua de finas manos Arquéate de dolor que para eso naciste para llevar las cruces de la impotencia para morir de sed en este vacío infinito que para eso eres hombre y no mula Lame cuentos brotados de esquinas sube al tren del sacrificio indeseable piérdete poeta salva sólo la minúscula partícula del llanto los lápices mezquinos e incoloros con los cuales esculpiste falsedades salva la noche y su maldición encubierta ahógate en cada líquido indecente copula con la bestia de los tiempos engendra los monstruos que han de comer tus carnes serpiente de veneno con apariencia de vino acecha en cada rincón de lo humano No lo olvides miente poeta que en la mentira habita la última esperanza.

“Un preclaro arte poética es Oficio. El más revelador, quizá, y sugerente. El más terrible por hablar de un oficio de blasfemo y a la vez hacerse blasfemo por el verbo que desgarra”

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Un preclaro arte poética es “Oficio”. El más revelador, quizá, y sugerente. El más terrible por hablar de un oficio de blasfemo y a la vez hacerse blasfemo por el verbo que desgarra. Nos deja su “suma” sutil de verbos-actos de múltiples caras, no exentos de ironía. Su propuesta de oficio entretejido por verbos que como mandatos inician esos versos. Aunque mandatos hechos desde el poema mismo, no desde el verbo del poeta: es el poema que te lee, te convierte en su verbo. Justo un arte poética, lo que sobrepasa al poeta, lo que encarna el propio poema o la propia voz del poema. Estos son algunos de los verbos-artificios para conjurar-te; también como construcciones coherentes de artificios repetidos en sus espejos: “llega”, “suma”, “sufre”, “mete tu dedo”, “mastúrbate”, “arquéate”, “lame cuentos”, “piérdete”, “salva, “ahógate”, “copula”, “engendra”, “acecha” (y pido perdón por la licencia de que queden aquí en su voz literal, escogidos y desarticulados del verso entero). Cuánta ironía y verdad elemental y pura al modo de nuestro universal Pessoa: “Este místico oficio /sucio en esencia… /Inútil oficio… / ‘Desdóblate…‘/ No lo olvides / miente poeta”:


La poética de Alejandro Silva es confesión de un oficio. El oficio de ser. Su voz. n

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Lenguaje es otro poema sobre el oficio de escritura y sobre el trato con la palabra propia, que no es otra cosa que la emoción sacrificial frente a la escritura: “Me entrego como verdugo al placer del sacrificio /al gemido orgásmico de la justa sentencia”. E insistiendo sobre la palabra y su certeza, escribe: “…alg una palabra definitiva/ que se parezca al hombre”, “…un poema blasfemo/ o un poema incompleto”, sabiendo que nunca es suficiente sólo decir. Incluso, el poema como escritura del olvido, también un motivo tan de Pessoa (otra vez perdón por las referencias y comparaciones, pero cuántos no dicen la misma “esencia” en tantas formas renovadas): “Hago de este lenguaje escupido a mansalva / el peor de los olvidos / Toda palabra significa infierno / Este umbral sombrío no pretende arrepentimientos…”. En fin, apropiándome de uno de sus versos, así explico los poemas de Humo: “carentes de toda capacidad de cálculo” que no sea la fidelidad a la palabra y a la emoción propia. Una limpieza que sobrepasa el hallazgo, el gusto (iba a decir alcance, otro prejuicio) de prescindir de puntos, comas. Limpio de puntos y comas, limpios, más limpios aún, brotando otro veneno: el humo doble del cigarro y la ebriedad, el sexo, la calle. Cada persistencia trasvasada en un verdadero “plante” o confesión de los principios más elementales: “Dile sobre todo que he sido humano/ que aún lo soy”, junto al sentimiento de tino filosofador, de angustia evasiva: “A veces el tiempo se recicla…/ Ya no es lo mismo…”, “La muerte puede también ser/ una forma definitiva de amor”, “Inventarle un cuento donde el final/ queda en el cielo y/ el principio en su primera visión de la luz…”. Más las ironías en el tiempo, en el sueño y en el olvido de lo humano y lo no humano, de lo justo y lo injusto, lo real: “El tiempo es un hoyo negro”, “¡Vida carente de forma!/ Los niños son de Dios/ sus lágrimas del suelo/ su alegría del olvido…”, “Por ahora espero sólo la mañana/ para seguir olvidando como queremos/ siempre olvidar que la muerte es nuestro único premio”, “La vida es una forma eterna de sueño”.


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