Transrealidad

Page 1

TransRealidad

Santiago Moya

T

ans

Realidad

Santiago Moya

0


TransRealidad

Santiago Moya

T

ans

Realidad

FotografĂ­a y textos : Santiago Moya 1


TransRealidad

Santiago Moya

Índice

1. I ntro

………………………….

7

2. Terra I ncognita

………………………….

13

3. EsquizO pedia

………………………….

57

4. FotoE mas

………………………….

105

………………………….

157

………………………….

201

5.

TransR ealidad

6. nO tas

2


Santiago Moya

3

TransRealidad


TransRealidad

Santiago Moya

I ntro

Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos. Jorge Luis Borges, “Elogio de la sombra”

4


TransRealidad

Santiago Moya

Memoria del agua (2012)

5


Santiago Moya

TransRealidad

Al artista se le había evaporado el alma; se había desecado el pozo de sus ideas y ya no encontraba la inspiración. Hacía semanas que andaba buscándola en los parques de sus paseos, pero ahí sólo veía deambular otoños de un gris desvaído. De repente, las obras amontonadas en el rincón de su estudio le hablaban de horas dilapidadas. Siempre había buscado interpretar el entorno con un voluntarioso realismo, pero en el camino algo se había extraviado y el globo de la ilusión había reventado vomitando un ejército de arañas. Le preguntó a su paleta, que siempre le había dado buenos consejos y solía conducir sus manos espontáneamente. Ahora los colores se habían encallecido en la madera, ni siquiera se humedecían con el agua, se habían convertido en parches de un ocre indefinible y astroso, una muerte circular. Le preguntó a sus manos, pero éstas habían optado por hacer mutis. En cuanto las ponía a trabajar en los temas acostumbrados, parecían deshacerse como terrones de arcilla, para después, tercamente, plantarse inamovibles en la mesa. “Estoy muerto”, se dijo. Y oscuramente resolvió claudicar, y sólo encontró consuelo en la espesura del dormir. Una noche de sueño difícil, antes de la vigilia, entrevió la hoja de una ventana de madera, que no consiguió abrir. La noche siguiente advirtió que algo le permitía enlazar con el sueño previo y, secretamente agradecido, perseveró hasta abrir la ventana. La estancia se inundó súbitamente con una ola de aguas verdosas en las que flotaba un archipiélago de nenúfares y hojas caídas. “¿Qué cauce es este, por el que parecen discurrir el Ganges y su contrario, agrupados en un estanque?”, se dijo en el sueño. Picado por la curiosidad, traspasó el dintel y nadó hasta naufragar en el fango de la orilla, donde el velero del día acudió en su rescate y le despertó.

6


Santiago Moya

TransRealidad

La siguiente noche, y ya confiado a la maravilla de poder hilvanar los sueños, se adentró por las veredas de un parque en penumbra, donde creyó vislumbrar los altísimos techos de un invernadero, que pudieran abovedar todo el planeta aunque apenas eran visibles al ojo. Los senderos se hacían más regulares a medida que los caminaba, hasta que se encontró en el interior de una suerte de laberinto organizado en avenidas, que espejeaban como el cristal tornasolado. Su mano acarició las paredes rectilíneas, que no eran sino formaciones de paralelepípedos de cristal, apilados regularmente hasta donde la mirada alcanzaba. Puerilmente comenzó a contarlos, y desistió al llegar a 777. Pensó : ”Estas avenidas son infinitas, como este sueño con que las invento”. En ese momento despertó. Cada vez acortaba más el lapso de vida consciente y dedicaba más tiempo al subconsciente, región donde ahora prefería morar. La siguiente noche se adentró sin rumbo en el dédalo refulgente de calles. Al detener su vista en los cristales, los descubría repletos de imágenes difusas, algunas de ellas no del todo desconocidas. Razonaba : “Son imágenes de sueños antiguos, son retazos de mi vida onírica en un desorden sin remedio”. Observó que algunos de ellos se hacían transparentes al fijar la mirada, y volvían a desvelar su contenido al sorprenderlos de reojo. Los había de una belleza casi insoportable que obligaba a apartar la vista, indefensa ante tal amasijo de colores. El trámite vano del día le condujo a la última noche de sus visiones; se descubrió a sí mismo escogiendo algunos cristales al azar, superponiéndolos, intercambiándolos con mano temblorosa. “Los cristales, por sí solos, están yertos”, concluyó. “Debe haber un demonio que los desapila al azar, los reúne, los baraja en su

alquimia, luego nos impregna el párpado por dentro, y toda la noche estamos leyendo sus jeroglificos. Esta debe ser la materia que da forma a los sueños”. Mientras esto se decía, sus manos, permutando con avidez, iban seleccionando cristales, y elaborando formaciones translúcidas que transitaban por escenas inestables de lo más diverso.

Despertó, y aquella mañana mientras miraba su rostro a medio afeitar, la mano derecha trazó en el vaho del espejo una palabra compuesta : TransRealidad. Quizá era una de ésas, que a veces viajan desde el sótano de las palabras increadas, esperando un espejo que las transcriba. Y en el espejo permaneció la palabra, y ya no la quiso borrar. Fue entonces cuando en la trastienda de su mente, una lucecita se encendió sola y algo le susurró: “Cada noche te son concedidas

millares de escenas, de rostros, de paisajes. Con este tesoro puedes configurar las nuevas realidades, que conversan entre sí, se mezclan y superponen; las que todavía no existen. Las combinaciones son inagotables y tu tiempo es finito. ¿A qué estás esperando?” Un relámpago de luz blanca le traspasó de arriba a abajo, y en la luz viajaban como bandadas de meteoros los recuerdos de tantos cristales entrevistos; los monstruos tornasolados de la otra orilla.

Y aparecieron barcas que arenizaban desde las tormentas del aire hacia su orilla final; y aparecieron santuarios que en su vientre reseco ensoñaban cauces y junglas; y aparecieron los bancos de peces translúcidos que pueblan el fondo abisal de los sueños; y aparecieron pianos que interpretaban solos los Nocturnos no compuestos por el fantasma de Satie …

7


Santiago Moya

TransRealidad

Todo el día estuvo aprisionado en su sofá, sobrevolado por un circo vertiginoso de engendros admirables. Desde entonces, el artista ha dictaminado una nueva ley para su vida, y se ha autorizado a sí mismo a obedecerla cada noche: la ley es soñar, soñar mucho, soñar con exceso, con alevosía, soñar con la urgencia del montañero perdido que no puede asirse a otro saliente para permanecer vivo. Los colores han vuelto a humedecerse en la paleta, se han multiplicado y apenas encuentran acomodo al entremezclarse con algarabía. Y ante todo, las manos, sus manos de pintor, ya quieren trabajar solas de nuevo. Apenas dan abasto durante las horas del día para ir reproduciendo, con una urgencia casi cómica, los mundos superpuestos de cristal que proceden directamente de las avenidas del sueño.

8


Santiago Moya

9

TransRealidad


TransRealidad

Santiago Moya

Terra I ncognita

_“Vete de viaje, explora todas las costas y busca esa ciudad” _dice el Kan a Marco_. “Después vuelve a decirme si mi sueño responde a la verdad.” _“Perdóname, señor: no hay duda de que tarde o temprano me embarcaré en aquel muelle” _dice Marco_ “…pero no volveré para contártelo. La ciudad existe y tiene un simple secreto: conoce sólo partidas y no retornos.” Italo Calvino, “Las ciudades invisibles”

10


Santiago Moya

TransRealidad

Aqua Sanctorum (2011)

11


TransRealidad

Santiago Moya

ORACIÓN DEL CAMINANTE

El caminante se ha detenido en un recodo de la senda. Siendo un pasaje que sus botas nunca hollaron, tampoco le es del todo desconocido; los recodos huelen de una manera especial, y es un aroma de encrucijada que ya ha paladeado en vertientes montañosas del Kirguistán, pero también en Ordesa, en la falda del Popocatépetl, en roquedos del monte Kenya, en el valle del Draa. El caminante ha pisado el barro anfibio del camino recién llovido, y cada paso ha fraguado en huella, y cada huella virgen en el lodo es una pregunta formulada al terreno, aún por responder. Tantas preguntas en cada tránsito. Y el camino de cuando en cuando contesta. Y a veces la respuesta es torva y viene con la ventisca desde los altos perdederos donde se despeñan las cumbres en lo oscuro. Otras veces es afable y cálida, y se resuelve en atardeceres de fuego apacible que se le han ido grabando en la piel y en la memoria. Cada collado tiene algo de umbral; apenas se alcanza el punto más alto, las aguas que se escurrían hacia el noroeste, de repente derivan hacia el sudeste; a un lado fraguarán arroyuelos que serán torrentes que se precipitarán hacia gargantas que se convertirán en ríos caudalosos que desaguarán al océano occidental; por la otra vertiente harán lo mismo, pero encontrarán su camino hacia el cálido mar que yace al oriente. Para el viajero es asunto importante conocer cada punto de inflexión tras cada recodo. Afianza un pie en la ladera norte y otro pie en la orientada al sur, y de pronto siente un escalofrío de poder, una potencia de sombra, una sensación de cabalgar sobre el eje del planeta; nada en el mundo es equiparable a esta sensación. Sabe que el paisaje no le será más respetuoso que lo que estrictamente dictamine la naturaleza; si ha de acabar con él, lo hará, pero no bajo argumentos caprichosos. En alguna torrentera nacida de nieve reciente, no lejos quizá de un recodo en el que paró a descansar, un tumulto de espuma parece articular:

"Estás advertido; si quieres seguir a partir de aquí, te has de encomendar a tus fuerzas, o al azar, o a la mezcla de ambos. Ninguna de estas rocas te será traidora, pero tampoco te evitará sudores ni la necesaria concentración. Ante tu más mínimo descuido, aquí estoy: no juegues conmigo. No llames a la muerte. No te odio, no te amo, no te juzgo. Será de tus huesos lo que tú decidas que sea …"

12


TransRealidad

Santiago Moya

Y mientras prosigue su ruta sin mirar atrás, una calavera solamente presentida parece despedirle y decir: “Hasta la próxima, amigo”. Y así han transcurrido las estaciones, los días, las desilusiones, los trenes, las mujeres, las llamadas, los libros, las nubes. Todo para desembocar de repente en este recodo concreto del sendero, a esta hora concreta de la tarde. A la ribera de este río improbable que atraviesa las ruinas de una basílica perdida en la espesura. El paisaje más absurdo adquiere un raro sentido, una lógica ancestral, un orden monumental y silencioso que rige siempre todos sus avatares con la naturaleza en soledad Hay demasiada verdad en todo lo que desfila ante sus ojos. Por eso entona mentalmente una vez más esa oración que celebra el miedo y el agradecimiento, la oración que acompaña a sus pasos en cada viaje, y que siempre comienza con las mismas palabras:

“Madre Naturaleza: libérame del peligro, pero no me liberes hoy ni me liberes del todo”

13


Santiago Moya

14

TransRealidad


Santiago Moya

Moonfall (2014)

15

TransRealidad


TransRealidad

Santiago Moya

ORBIS TERTIUS, SUS ESTACIONES

Dia 7 de Emergias En este día que, al igual que mi estado de ánimo, ha amanecido plomizo, aprovecharé para tomar un descanso en el itinerario y escribir unas líneas en el diario de mi viaje por esta singular región. En los dominios de Orbis Tertius, el tránsito de los climas parece obedecer a unas normas diferentes de las que uno podría esperar. O quizá es que mi propia percepción se ha deteriorado con el tiempo; lo cierto es que transcurren estaciones diferentes a las que estamos acostumbrados. Aquí no hay primavera, no hay otoño definido, los inviernos y veranos parecen estar embebidos en un sistema más complejo, más incalculable. La primera estación se denomina Prepluvias, y es la que marca el preludio del monzón. Los habitantes ancestrales de la llanura debían empezar a planificar su éxodo a la búsqueda de cuevas en las montañas, para asegurarse el abrigo antes de que empezara el temible ciclo de tormentas e inundaciones. Prepluvias da paso inexorablemente a Pluvias, y entonces continuas borrascas azotan la llanura, cuya vegetación florecerá exuberante semanas después. Las tormentas más virulentas culminan Pluvias, y entonces sobreviene Emergias, período en la que las plantas ofrecen profusamente sus frutos y nacen las bestias que han sido concebidas en los cruentos días del agua, propicios para la hibernación. Lentamente Emergias va diluyéndose en Aferventus, la de los vientos secos, tiempo en que los primitivos habitantes provocaban fuegos controlados para despejar la tierra que debía ser labrada. Neblinas matinales sobrevuelan las charcas, ofreciendo un espeso cobijo a los nenúfares gigantes, que florecen desmesurados a la par que vida anfibia en forma de batracios descomunales de especies casi siempre desconocidas para mí. Cuando Aferventus detiene el grácil baile de humaredas y nieblas, va conquistando el terreno Inihelion, y los riachuelos empiezan a desecar su cauce. Es una estación corta, mero preludio a la tórrida Perihelion, cuando reina un intenso calor y la calima lo invade todo. La tierra dormita bajo el sol ardiente, y sólo al reaparecer los primeros fragores del trueno al fondo del horizonte, se anuncia el nuevo advenimiento de Prepluvias.

16


Santiago Moya

Sudeste (2015)

17

TransRealidad


TransRealidad

Santiago Moya

EL MUNDO SUMERGIDO

A Matías se le había muerto recientemente el único hermano que decía tener, y se había quedado solo. Solo y con añoranza ficticia, que es la soledad más triste. Al poco tomó la costumbre de visitar el sitio del valle donde yacía Torredelagua, el pueblo de su infancia, sepultado hacía añares desde la construcción de la presa. El hombre se sentaba en un promontorio sobre las aguas y las miraba menguar lentamente al avanzar la sequía, callado durante horas. Allí yacía su mundo sumergido. Yo a veces le acompañaba en alguno de esos atardeceres y compartíamos orilla y panorama sobre las aguas quietas. Hablábamos poco, pero en alguna ocasión me contó "mi madre está allá abajo, en el pueblo". "Pero usted es huérfano, Matías", le decía yo. Sin hacerme caso, proseguía: "Ahí nací yo, y años después el pobre de mi hermano", y señalaba un punto de las aguas, y luego otro un poco más allá. "En esa casa creció mi madre, y antes de ella, mi abuela, y antes, mi bisabuela", y señalaba otro punto. En otro lugar de las aguas, Matías había besado a su primera novia. En otro, había tenido su primera pelea de chico. La sequía del último año fue poco a poco revelando la torre de la iglesia, y luego la iglesia entera. Y así, lentamente fue emergiendo, tejadito a tejadito, todo el pueblo. Aprovechando ese advenimiento del pasado, Matías un día bajó a los lugares que poblaban sus recuerdos o sus fantasmas, para abrazar a la madre imaginada. Las copiosas lluvias del otoño siguiente volvieron a sepultar al pueblo bajo una losa de agua espesa. Pero Matías ya no regresó.

18


Santiago Moya

TransRealidad

Waterworld (2015)

19


TransRealidad

Santiago Moya

LAS CIUDADES DIVISIBLES

Nos cuentan los testimonios escritos que Cristalda se construyó a imagen y semejanza de su recíproca, llamada Monalda. También explican que algo se torció tras esa original epifanía, porque con el transcurso de los años ambas se fueron convirtiendo en algo parecido a ciudades complementarias. Las dos yacen hoy a ambos lados de una infranqueable garganta, cuyo río resuena, fragoroso, kilómetros abajo. Pocos sabrían decir realmente si Cristalda fue generándose paralelamente a su hermana, o si en realidad el mismo día en que Monalda se constituyó como ciudad, simplemente surgió de manera especular entre las peñas de la vertiente opuesta. Lo cierto es que ambas parecen querer constantemente ponerse contrapuntos y contrapesos : por cada jardín que se construye en Monalda, en Cristalda aparece inadvertidamente un solar; por cada parterre allí, una escombrera allá; las cúpulas y torreones de una se ven tercamente correspondidas por pozos y excavaciones en la otra; su simétrica ubicación geológica en el valle hace que, mientras que en una el sol invade calles y plazas, la otra permanece en la fresca umbría, y a medida que el astro avanza se va cumpliendo la inversa. Tan sólo al breve momento del mediodía parecen equilibrarse los claroscuros, pero esto escasamente dura un minuto, como si esa homogeneidad les fuera inconcebible. También se ha comprobado que, por una veleidad climática sin explicación, hay un ciclo de siete años en los cuales el hondo torrente prefiere alimentar más a los acuíferos subterráneos de Monalda, y entonces ésta se va poblando de pozos y surgencias, afloran las aguas por doquier, se colman fuentes y estanques, y la ciudad deviene fértil, húmeda, orgánica, insalubre; exactamente en la misma medida en que Cristalda se deshidrata progresivamente y la sequía se apodera de cultivos y parcelas. Pero esto dura exactamente siete años, tras los cuales Cristalda va recuperando sus feraces verdores y rellenando albercas y lagunas, que por el contrario en Monalda tienden a desecarse. A lo largo de las épocas, lógicos intentos de interrelación se han producido entre ambas: amagos de invasión, de emigración, de expedición, de anexión; todos en vano. Un aparente embrujo parece querer separarlas, aunque a la vista siempre han permanecido una de la otra. Migraciones de sus habitantes se producían de manera cíclica; unas, huyendo de pestes y plagas que menudeaban en la ciudad húmeda; las de enfrente, buscando alivio a su mortífera sequía. Siempre los unos y los otros con la codiciosa vista puesta en la ciudad del lado opuesto, la que hubiera resuelto sus carencias. Pero no se conoce éxito en ninguna de estas empresas: la ancha garganta ha resultado siempre infranqueable por más kilómetros recorridos en busca de una pasarela que cruzara al otro lado. Se sabe de cientos de intrépidos espeleólogos monaldianos que perecieron ahogados en los insanos pozos del subsuelo, en busca de ese mítico pasadizo que desembocara en la Cristalda seca. Y no se ignora que un número similar de infortunados anónimos cristaldianos intentaron en vano una empresa similar.

20


Santiago Moya

TransRealidad

Hubo un tiempo en que los habitantes de Cristalda encendían fogatas en las piras de sus colinas a la manera de los antiguos fareros o piratas, con la intención de obtener respuesta de sus vecinos. Sin embargo, cada fuego que se apagaba en una, al instante tenía su correspondiente en la otra, con idéntica intensidad y duración, como siguiendo una pauta inexorable. Esto, que en un principio se había entendido como indicio de mutuo acercamiento, derivó en malentendido, acabando por interpretarse como una burla. Nadie entendía los mensajes luminosos del contrario, ni el porqué de su perfecta simetría. Finalmente ambas ciudades terminaron por darse la espalda, y llevan décadas ignorándose con rencor. Sin embargo, mágica es la relación que las une: de seguro desconocéis que por cada nuevo infante que nace en Cristalda, un desfile mortuorio surca las calles de Monalda. Que cada joven monaldiana cuyo corazón es maltratado por un amante cruel, provoca un súbito arrebato amoroso en una sorprendida joven de la ciudad complementaria. Hay quien incluso afirma que si un vagabundo desahuciado desaparece en una, con toda certeza resurgirá al instante en la otra, desmemoriado y pujante, desnudo y vigoroso, con imparable afán por recomenzar su vida.

21


TransRealidad

Santiago Moya

Esquizo pedia

Lo que no sabía entonces es que a veces perder la cordura constituye una respuesta adecuada a la realidad. Philip K. Dick, “SIVAINVI”

22


TransRealidad

Santiago Moya

A contramuerte (2013)

23


TransRealidad

Santiago Moya

ANAMNESIA

Mi última mirada fue para el techo de la librería recién bombardeada. Después, morí. Y así he permanecido, cadáver, durante un tiempo que no sabría calibrar con certeza. La primera impresión tras cruzar el umbral no fue demasiado espectacular; aparte de la inapelable rigidez del cuerpo y de cierta simplificación en la percepción de los colores (todo se mostraba en un tono entre plateado y azul), mi cerebro permanecía despierto y activo. Al poco, noté cómo una sombra entraba en mi interior y tomaba posesión de mi carne inanimada, como un espíritu posee un espejo y controla a voluntad su reflejo. Pensé inmediatamente en aquellos enjambres que me solían visitar en vida: los insectos que pululan por el subconsciente, y allí moran y se reproducen. De sobra sabía yo que si circulaban con libertad demasiado tiempo, acababan mostrando tendencia a convertirse en ideas, llegaban a la región consciente y allí ya, deambulando en peligrosa libertad y complicados de manejar, podían campar a sus anchas, fomentar relaciones a contra natura, instigar sutiles homicidios. Y, cosa que nunca llegué a aprovechar, eran capaces de engendrar palabras, frases, razonamientos, argumentos: las semillas de mi novela inexistente. Razoné, en mi nuevo estado: “Quizá son insectos que proceden del futuro, ya que he perdido mi pasado, y vienen a traer a mi

memoria recuerdos del día de mañana, de la semana que viene, del año venidero, del futuro: lo único que me queda. Imágenes para rellenar mi cerebro con actos aún por suceder que dictaminen mi porvenir, si es que eso tiene algún sentido ahora”. Pero esta vez era diferente: lo que me poseía no aparentaba ser un tropel de insectos transparentes. Esta presencia parecía más bien algo compacto, un ente oscuro, concreto, externo. Ese Alguien desde entonces ha estado recorriendo mis avenidas internas, canturreando al andar, abriendo y cerrando puertas, celebrando ciertos cónclaves con otros entes cuyo aspecto no alcanzo ni a sospechar, esbozando una suerte de relato que va dejando grabado en mi memoria sin pedir permiso. A veces he podido percibir retazos de la peripecia difusa que transcurre en mi interior: una eventual hoja seca colándose por la ventana y aterrizando en un escritorio; la frase de una canción, cantada a un volumen mucho más elevado que el resto de los versos y que de alguna manera revela un secreto; un rastro de café derramado in fraganti sobre una espalda; una frase extraída de “Alicia a través del espejo” trazada brumosamente en un cristal.

24


Santiago Moya

TransRealidad

No alcanzo a hilar el significado de todas esas imágenes, pero advierto en ellas una suerte de mensaje encriptado para mí. El texto que se me ha ido grabando de forma autónoma, no es debido a mi intervención; yo quizá habría comenzado un relato de intriga y romance, como siempre pretendí en vida, pero línea a línea esta historia se empeña en ser otra cuyo sentido desconozco. Seguramente fue la sombra que me recorre quien escribió un mensaje en la pared del cuarto, para que yo lo leyera al despertar. Nunca sabré qué o quién es lo que me ha estado habitando. Ayer lo sentí susurrar: “Quiero irme ya. Sácame de aquí”. Y así, acabo de resucitar, de la manera más natural. Mi ojo recién abierto ha reparado en el escrito grabado en el muro: “Toda mirada que presencia la destrucción, sólo puede combatirla con belleza” Urge ponerse en pie y salir inmediatamente de este ámbito desolado. Voy a poblar mis pupilas con vegetación para compensar tanta barbarie. Voy a levantarme y a emprender de nuevo el camino, apartando los cascotes de este edificio en ruinas. Y terminaré por fin esa novela, escrita a medias en mi cerebro. Gracias, seas quien seas.

25


Santiago Moya

26

TransRealidad


Santiago Moya

Las ciudades invisibles (2015)

27

TransRealidad


TransRealidad

Santiago Moya

ESPECULOGIA La Hermandad Secreta de los Espejos Maggie R. Knutt se sentaba cada tarde en su mecedora frente al espejo de madera de cedro que su bisabuela había adquirido, cien años antes, a un anticuario griego. Intentaba contemplarse, pero todo lo que conseguía extraer del reflejo era la imagen una joven apenas esbozada, de desnudez descolorida, que cuando posaba de perfil mostraba un vientre grávido, próximo al alumbramiento. La Maggie de fuera del espejo tentaba sus pechos ajados, mientras que la joven del espejo, perpleja, parecía repetir el movimiento sobre unos senos tersos, níveos, henchidos de venas. Silvia V. Tsvetáieva recibió en su espejo la imagen de su marido, acicalándose en el baño de otra casa. Nos cuenta una sorprendente noticia del Pravda (julio de 1978): “…la mujer afirmó, tras ser interrogada anoche por agentes

policiales, que había entrevisto en el espejo de su cuarto de aseo, como en una borrosa película, la imagen de su marido ante un espejo ajeno. Al parecer, a espaldas del sujeto surgió la imagen de Claudine Dèjart, a la sazón vecina del matrimonio, y con quien el sujeto inequívocamente estaba teniendo relaciones extramatrimoniales, en palabras de la esposa”. Silvia concedió “absoluta credibilidad a lo que el cristal le había transmitido”, y cuando el esposo retornó a su hogar la misma noche, fue recibido por una oleada de treinta y siete puñaladas. La policía apenas podía dar crédito a sus oídos cuando escuchó el relato de una Silvia V.Tsvetáieva absorta en la contemplación de algún punto en el espejo de las dependencias policiales.

Edgar A. Wilson, un joven de Baltimore, fallecido a causa de la tuberculosis en el año 1.907, se había hecho enterrar en un ataúd provisto de un espejo en el interior de la tapa. Conocida había sido su obsesión por los enterrados vivos, eventualmente aquejados de catalepsia. El hombre había acordado con su esposa que, a la muerte de éste, ella revisaría cada día un espejo "recíproco" colocado en su dormitorio, donde se supone que podría vigilar cada uno de sus movimientos de Edgar dentro del féretro. Miss Weber en su alcoba, observa cómo el espejo, además de devolverle la imagen del fondo del dormitorio, progresivamente va añadiendo elementos: una bicicleta flotando en la estancia; un pasaje anómalo con arcada de piedra que no debería estar ahí; una acera en miniatura. Al final, el espejo ya no le devuelve la imagen del dormitorio, sino la de un rincón de Ferrara, que ella apenas recuerda, donde residió cuarenta años atrás. Un lugar que, aparentemente, se pierde espejo adentro. Esa noche, Miss Weber se sueña aventurándose descalza por una callejuela en miniatura, y a la mañana siguiente es encontrada inerte por la doncella en el sofá. El espejo está roto.

28


TransRealidad

Santiago Moya

Traum Meister (2013)

29


TransRealidad

Santiago Moya

NORMAS DE CONDUCTA EN LOS SUEÑOS LÚCIDOS

Mi querido Dr. Freud: Desde la estima sincera que profeso por usted, debo confesarle mi desaliento más profundo. Con dolor se lo digo, pues he intentado por todos los medios comprender las razones por las cuales para usted mi trabajo alcanza siempre conclusiones ambiguas, etéreas en el mejor de los casos, y equívocas en la mayoría de las ocasiones. Hace aproximadamente dos semanas le hice llegar el relato de un espeso sueño que tuve hace tiempo, pidiéndole que lo analizara con especial mimo desde su experiencia tan vasta, ya que éste sueño concentra algunas de las imágenes más vívidas que el mundo del subconsciente me ha ofrecido nunca. Ahora, al leer la carta con su análisis, me animo a responderle, sumido en un confuso mar donde se mezcla la contrariedad con ciertos oasis de alivio. Cierto es que algunas de sus conclusiones coinciden con las mías; la presencia de unos amenazantes caballitos de tiovivo, entre los que destaca uno especialmente inquietante de color azabache, revelan la existencia de un trauma infantil, cuya causa conozco bien, aunque no revelaré. Tampoco desdeño su opinión acerca de la aparición de una enorme Mantis que podría no ser otra cosa que el trasunto de un atávico miedo al castigo materno. Incluso estaría dispuesto a aceptar que la imagen con la boca femenina vomitando insectos uno tras otro puede representar cierta pulsión sexual reprimida, en su intento feroz por expresarse. Pero, querido Dr. Freud, constato con desesperación que para usted parece existir un único destino en todos los sueños: el icono omnipresente de la Libido, el tigre del deseo sexual latente. En mi sueño aparece un plato con dos huevos y una dudosa guarnición vegetal, lo cual para usted es inequívocamente un símbolo fálico y le sirve para retornar obstinadamente a mi represión sexual, justificada por las dos rapaces que, vigilantes, parecen querer ocultar y censurar la escena. Estoy seguro que el secreto es más sencillo y reside en mi aversión infantil a este tipo de comida. Tampoco creo que el personaje central de mi sueño, el gigantesco esqueleto parlante, me prefigure a mí como un carcelero o verdugo que en lo más hondo de sus deseos pretende asesinar al padre, figura que usted proclama para sí. Estoy convencido de que tal personaje no es otra cosa que el arquetipo ancestral del Traum Meister, el Maestro del Sueño, la voz en la sombra del Antepasado que aconseja, discrimina y reorienta el itinerario onírico desde su trono de sabiduría ancestral. Ese que nos ayuda a interpretar con perspectiva humana los misterios de la consciencia más profunda.

30


Santiago Moya

TransRealidad

Querido Freud: la escalera de caracol en mi ensoñación, no es otra que la que conduce a mi despacho, aquí, en el torreón de mi morada de Böllingen. No creo que represente, como usted afirma, un descenso al “negro pozo del ocultismo”, del que usted al parecer quiere rescatarme. Usted no ignora (porque lo hemos experimentado juntos aquí en mi casa), que los espectros de mis antepasados moran a sus anchas por este torreón, y dejan oír sus pasos invisibles con frecuencia a ciertas horas de la noche. Ellos me acompañan y me ofrecen consejo; lo afirmo a pesar de que usted no oculta su desprecio por mi visión de las cosas y desde que nos conocimos, ha pretendido a toda costa que yo no sea otra cosa que un eficiente discípulo. Llevo meses comprobando que su camino y el mío han tomado direcciones diferentes, estimado Sigmund, y me temo que nos hallamos en dos vías divergentes sin retorno. Sin embargo, pese a todas nuestras discrepancias, que considero ya insalvables, en estos tiempos en que me consta que su salud pasa por momentos complicados, deseo transmitirle a distancia un afectuoso abrazo de colega y amigo, pues ya desconfío de que alguna vez se lo pueda dar en persona. Carl Gustav Jung. Zürich, abril de 1913.

31


TransRealidad

Santiago Moya

FotoE mas

Aquí comienza el campo inexplorado redondo a causa de los ojos que lo miran Vicente Huidobro, “Altazor”

32


TransRealidad

Santiago Moya

Duet (2013)

33


TransRealidad

Santiago Moya

HOMBRE QUE MIRA A UNA VENUS PINTADA [15] Le planteo al lienzo un hombre a contramujer dos cielos dementes colisionando generando un breve encefaloplaneta que nos reúne, nos intergermina. Filamentos fosforescentendimientos alumbran tu espalda luminicuarzo y así puedo verte cristalina toda esa película interna femenina cuando ensueñas que sueñas que imaginas pudorosa de albergar tanto significado tanta carga emocional de un solo pliegue viniste algo anfibia regusto final de algas dama trémula semilíquida translúcida creo descubrirte con mi prisa de pinceles pero la tarde te difumina en sombras y asoma tu mitad balconera de mujer y giras a explorar el vagamundo oscuro atmosferando tu propio estado venus y retornas a lo virgen de tus grutas maquinando una venganza fría oblicua de alfil afilado o ninfa confusa. En un vaivén llegaste por tubos del aire una doblez te orilló en mi parque marino y ahora, un poco sirena desorientada desnuda ante el vaho del semiespejo maquinas tu vuelta a la calma orgánica a las hondas pluviselvas de tu origen.

34


TransRealidad

Santiago Moya

Te mojas las manos en mi perplejidad contraluz de agua, líquidos comienzos deteniendo la tarde con la punta de tus dedos de tus dudas ( qué daños vendrán y con qué sangres qué tamaños te reserva tu frasco de vida ) y quieres orinar fieramente contra el mundo y creas un desorden de gotas hacia el suelo a cuenta de futuros desengaños tu piel emana desafío en tres posturas tentando a la pupila del cabrero que soy yo con mis desniveles mis andenes mal entendidos buscando sin suerte la llave de un futuro pleniposeerte. Y cuando mano y pincel se retiran de tu cuerpo bajo mi trémula ordenanza para legar tu silueta inacabada el óleo muta en sangre seca y se diluye el lienzo regresa a su entramado vegetal y el tragaluz me trae rumores que preludian un difuso arrepentirme un leve recomenzar.

35


Santiago Moya

36

TransRealidad


Santiago Moya

TransRealidad

El arte de la fuga (2011)

37


TransRealidad

Santiago Moya

CANTO CRANEANO Está la tarde como queriendo sacarme una prosa de las manos y yo, entre voluntarioso y distraído atiendo lejanamente. La tarde me invoca desde lejos va resonando en sus leves grúas ladridos procedentes de qué parques donde otros eucaliptos urden brisas para comunicarme qué . . . Pero es que me distraigo mis dedos aparentemente encuentran delicia en el polvillo, un cabello casual un duelo de mil gotas ventanales que ajedrezan el rincón a contraluz. ¿Qué quieres, tarde? ¿No ves que estoy sumido en mi canto craneano, mortecino? Propones extremidades, y yo tan sólo fluyo desde el mundo hasta mis pozos. Compongo un ajedrez de tablas delicadas y al poco, me dejo transportar por el sueño del sueño con que sueño y sueño loterías, navegaciones sueño aspersores, sueño velámenes con hembras claras, con aves sueño

38


TransRealidad

Santiago Moya

sueño que sueño diablo arterial danzando dormido en los palacios de la sien. Sueño que sueño porque sueño multiplicación de sombras que nunca me devuelve Realidad. Y ahí sigues, tarde, a tu pesar intentando ese último aspaviento de la calma al rojo y del rojo al añil ofreciendo tu cintura en vals al sexo proponiendo desafíos y lloviznas revelando esquinas de qué juegos malhumorada por la ausencia de mi mitad balconera. Mayordomo en constante fuga impotente me ves partir patinando por banquisas fugadizas hacia hielos de la nada y en la nada me reciben las solemnes escaleras y alfombras de la nada salones y galerías inexistentes mandíbulas batientes de la nada donde las ideas retumban contra las hondas criptas sacerdotales por las que el pensamiento falto de luz, calla se despeña rueda desa par ec e .

39


Santiago Moya

40

TransRealidad


TransRealidad

Santiago Moya

Haiku (2012)

41


TransRealidad

Santiago Moya

HAIKU

Nos van desvelando las gotas de lluvia un parque marino.

42


Santiago Moya

43

TransRealidad


TransRealidad

Santiago Moya

TransR ealidad

Ts'ui Pên diría una vez: “Me retiro a escribir un libro”. Y otra: “Me retiro a construir un laberinto”. Todos imaginaron dos obras; nadie pensó que libro y laberinto eran un solo objeto. J.L. Borges , “El jardín de senderos que se bifurcan”

44


TransRealidad

Santiago Moya

Sincronicidad (2012)

45


TransRealidad

Santiago Moya

EL CORONEL EN SU LABERINTO

En el preciso instante en el que el coronel Aureliano Buendía iba a recibir la descarga del pelotón de fusilamiento, inexplicablemente pudo percibir una colección de hechos que estaban sucediendo al mismo tiempo. El eco de unos pasos en la escalera de caracol del palacio que su ausencia había dejado abandonado. El sonido del acorde de un viejo piano arrinconado en un teatro de Berlín. El chapotear de tres piedras al sumergirse en el lago Erie, lanzadas por una niña desconocida. Su primer pensamiento fue:

“Estoy soñando que me encuentro aquí, frente al paredón, y en mi sueño esos tres relatos juegan un papel cuyo sentido solamente podré desentrañar cuando haya despertado”. Insatisfecho por la explicación, elucubró una segunda alternativa:

“Acabo de morir fusilado, y mi mente en el último estertor, revive el momento con una consciencia múltiple, capaz de situarse en tres emplazamientos dispares entre sí, pero simultáneos en el tiempo”. Pudo elaborar aún un tercer escenario de posibilidades:

“No es un sueño y me enfrento al paredón, y esas tres realidades que entreveo no tienen ninguna relación entre sí, pero confluyen en este instante por alguna razón que ignoro.” Brumosamente intuyó que, en el registro etéreo de las cosas del mundo, cuatro escenarios estaban danzando juntos una realidad concordante y bella: el lago ondulante, la escalera en penumbra, el viejo teclado y la pared a su espalda.

46


Santiago Moya

TransRealidad

Supo en ese momento que apenas disponía de una décima de segundo para desentrañar ese nexo difuso que tenía que ver con el discurso de su vida, que iba a cesar.

“Quizá” _ le dio tiempo a razonar _”quizá existe un código, un Aleph enigmático, un punto del universo invisible en el que estos sucesos tienen algún sentido, y lo tienen al producirse necesariamente en este mismo instante. Si tuviera que definir un objeto que representara a este núcleo, elegiría un espejo esférico perfecto, que reflejara cualquier punto del planeta sin apropiarse de ninguno”. Y en esas estaba cuando la descarga lo dejó fulminado en tierra, marcando nueve balazos en el paredón.

47


Santiago Moya

48

TransRealidad


Santiago Moya

3 mundos (2011)

49

TransRealidad


Santiago Moya

TransRealidad

INSTRUCCIONES PARA HIPNOTIZAR ARAÑAS EN PARÍS

Las arañas invadirán París; esto es inevitable, nostradámico. Tras las lápidas de Père Lachaise se van reproduciendo, inmisericordes; oh, París, grandiosa prostituta, ¿qué corriente de flores malignas te va infectando el espinazo? De cualquier rendija brota el musgo, los adoquines ceden, vacilantes minerales que en lo oscuro confiesan su retirada, sus sagas claudicantes. Habría que recuperar la matriz pura de suelos arenosos que sustenta a los cementerios para anticiparse a las hordas de arañas, y recitar, en esta urbe arterial y embravecida, de ciclópeas arcadas como enrojecidos ojos de un gigante manco, un exorcismo de liberación para que el porvenir se lave de ácidos completamente en el vientre del Sena, se tienda pacífico al sol de mediodía, inmaculado ya y limpio de arácnidos. Primero hallaremos la disposición de los cementerios, lo cual es sencillo, pues en los mapas antiguos, los cementerios también muestran su despliegue de élitros de piedra y sus penumbras estatuadas, solamente hay que localizarlos y atraparlos en cuerdas de lápiz rojo, nunca azul porque un mapa de París que se precie es tan azulado como París mismo. Sobre el azul de París el lápiz rojo señalará su recinto violeta rodeando cada cementerio, y sólo entonces tendremos por cierto que ninguno hemos omitido, que somos sabedores de toda una estrategia basada en lápidas vacías. Menos simple, más laboriosa y tortuosa será la tarea de excavar la tierra madre bajo la cual yacen los tentáculos de carbono, dilucidar a base de ingenio la clave de cada cementerio, montar guardia ferviente cada noche no lunar bajo las ancestrales estancias, hasta que de tanto mortecino bisbiseo, de tanto musitar los moradores internos, vayan surgiendo las nuevas galerías, los pasajes prístinos, las otras arquitecturas, las que sustentan de verdad el mecanismo del subsuelo. Y entonces, insomnes, recorrerlas, con bastones de cedro y puño de pelo de chivo, firmemente agarrados con la mano, a expensas del recelo de gendarmes absortos, a espaldas del furor del populacho aún dormido, andar en Elíseo avance, flotar suavemente hacia Montmartre, escandalizar con fantasmal desnudez a los mendigos nocturnos en Bois de Boulogne, y así ir extirpando de la oculta raíz de la ciudad inferior la cifra de todos sus pasadizos. Y no solicitar jamás ninguna ayuda.

50


Santiago Moya

TransRealidad

Entonces iremos observando cómo va encontrando su camino al exterior todo ese aire adormecido en la entraña, cómo se abren paso las vías minerales de interior por el puro goce itinerario de la expansión, con la fresca delectación de lo aireado, hasta paulatinamente confluir, entramarse, progresar a caño abierto, huracanarse hacia el centro de la urbe donde ya late esperando el corazón de tierra orgánica, el inmenso lagarto latente. Y así habremos hallado en qué profundas bóvedas catedralicias, entre miríadas de caparazones de lemming, truena el lento redoble del corazón de la piedra. No resultará fácil, pero lo averiguaremos. Solamente así podremos hipnotizar a las arañas que ahora infestan los cementerios, aventar los pasadizos que esas obreras espantosas han perpetrado para apoderarse del secreto de París. Las hipnotizaremos tan sólo con adelantarnos y conquistar el corazón matriz de la intraurbe. Y luego marcharemos en barcazas nocturnas río abajo para escapar de vengativas arpías, oscuramente satisfechos, en la brumosa compañía de presbíteros y travestidas.

51


Santiago Moya

52

TransRealidad


Santiago Moya

Morador (2013)

53

TransRealidad


TransRealidad

Santiago Moya

MORADORES – ILUMINADORES

__ "Buenas tardes" __ dijo el Principito __ "Buenas tardes"__ dijo el artista. __ "¿Qué hace usted en esta casa?"__ preguntó el Principito. Disfrutaba paseando por el campo, y cuando encontraba una casona abandonada, simplemente entraba y la recorría en silencio.

__ "Yo hago arte. ¿Y tú?"__ contestó desde la penumbra el sujeto, que acababa de dejar un candil encendido sobre una repisa. __ "Me gustan las casas sin gente”__ explicó el pequeño. “A veces, el viento las hace susurrar. Crujen un poco las cancelas, los picaportes desprendidos o los cartones entre la maleza. Entonces, parece que por unos momentos la casa te habla de su pasado. Es bonito." __ "Pues yo pertenezco a la Hermandad de los Moradores-iluminadores"__ repuso el artista, encendiendo otra vela. __ "¿Moradores-iluminadores?"__ dijo el Principito, sorprendido. __ "Sí. Encendemos candiles en mansiones antiguas. La condición es que deben estar abandonadas. No es nada complicado, pero requiere su solemnidad"__ y el hombre dio un paso atrás, entornando los ojos. __ "Esto me recuerda a unas imágenes dibujadas en un libro sobre Prehistoria. Los habitantes de las cavernas aparecen iluminando con teas las paredes, para poder dibujar sus animales allí. ¿Es algo parecido a ese arte?"__ preguntó el Principito. __ "No exactamente"__ repuso el hombre, tomando una palmatoria. __"Nosotros sólo encendemos luces, y después nos marchamos. Pero guardamos cierta simultaneidad: ahora mismo hay decenas de compañeros realizando esta misma labor, en otras tantas casas solitarias". El Principito miró juguetear los frágiles resplandores sobre el techo. Pensó : "No creo que los hombres del Paleolítico estuvieran

tan bien organizados".

__ "Y ¿qué pasa cuando se apagan las luminarias?"__ le inquirió de nuevo.

54


Santiago Moya

TransRealidad

__ "Pues en verdad no pasa ... nada"__ contestó el hombre. __ "Simplemente, se extinguen de forma natural. Ninguna luz debe ser repuesta, sustituida o trastocada . Nuestra labor es, por decirlo así, crear una geografía discontinua de humildes velas encendidas en moradas dispersas. Eso es todo." __ "Pero si lo hacéis en soledad, individualmente, ¿quién podrá apreciar este arte?" __ y el Principito torció el gesto, sin terminar de comprender.

El artista, que al parecer había completado su labor y se había sentado en una frágil silla a contemplarla, miró al pequeño.

__ "Ciertamente es un arte inabarcable. Nadie puede comprobar la simultaneidad de estas pequeñas iluminaciones. Para hacerlo, debería ser una especie de divinidad, o al menos, disfrutar de una percepción sobrenatural ¿no te parece?"__ sonrió. El Principito volvió a contemplar la estancia, que de repente se había convertido en una obra de arte efímera y mortecina. Nunca se le hubiera ocurrido que hubiera gente dedicada a tales oficios. Sin embargo, en el fondo, algo dentro de él estaba muy conforme con aquella labor. Pensó : "una llama se debilita y acaba por extinguirse aquí, mientras otra, quizá no muy lejos, en otro lugar semiderruido, está a

punto de ser encendida. Si tuviera un rato libre y pudiera escoger una ocupación, quizá elegiría caminar muy lentamente hacia una de esas moradas inútilmente iluminadas, como un devoto camina hacia el Templo vacío".

55


Santiago Moya

56

TransRealidad


Santiago Moya

TransRealidad

Bellacqua (2015)

57


Santiago Moya

TransRealidad

Estimado señor : Llevo mucho tiempo observándole, y no puedo seguir callada: creo que puede usted cambiar mi vida. Lo supe desde aquel día cuando le paré en la calle para comprobar si me reconocía fuera de mi local de trabajo, y usted me mandó a la mierda. Ni siquiera me miró a la cara y menos mal, porque aquel día iba sin peinar. Bueno, iba peinada, pero tenía el alma sin peinar y se me trabó la lengua tres veces. Creo que balbuceé “cabronazo” en francésbúlgaro, cosa que, evidentemente, no ayudó. Además, cometí el error de mirarle a los ojos. Quizá es por esa razón que me he decidido a observar sus evoluciones desde entonces, pero a escondidas, con prudente nobleza, como debe hacerse. Tiene usted una extraña querencia por las calles mal iluminadas, por la orilla del río donde se ve al fondo la fábrica metalúrgica, por los senderos con hojas, por los jardines cancelados. Ronda usted las viejas librerías carcomidas, los puentes de piedra y los clubs de putas jóvenes. Los suele mirar desde la acera de enfrente, la de los viejos tristes, los niños vagabundos y los sátiros que las espían cuando ellas se refrescan en la ventana. Sé cuál es su banco, su bar preferido, su línea de metro, el cine donde suele ir a ver la película erótica los martes por la noche. Hay veces que, creyendo estar solo en la sala oscura, me ha tenido usted rumiando palomitas de caramelo un par de filas atrás. Siempre le sigo de cerca: procuro hacer cola justo detrás de usted, respirando su aroma. Huele usted como a moho, a isla mojada. Sé que ha estado en Lanzarote por esa estúpida razón. Quizá Madeira, no estoy segura. Quizá Madagascar. A veces, en sus sueños calientes, me siento en la barra del pub, muy cerquita de usted, proponiéndole sandalias, pantorrillas y ombligo, esperando o temiendo a que se fije en mí. Creo que una vez lo hizo, pero yo me dirigía al retrete y usted me confundió con la camarera, y me pidió impaciente un vermut. A menudo me hace usted sentir como si me orinara con urgencia, aunque luego compruebo que no es cierto. He leído después que eso le sucede a las mujeres inseguras cuando hacen el amor, pero a mí me sucede al verle cruzar la calle con semáforo en ámbar. En los restaurantes pido lo mismo que usted, pero sin pimienta; en las tiendas de libros compro lo mismo que usted, pero la edición en piel. Me va usted a arruinar, o a cambiar la dieta. Desde que le vi comprarse las memorias del Marqués de Sade me atrae con más fuerza todavía, aunque reconozco que no entiendo su obsesión por Jung y los filósofos alemanes en general; pero no importa, me compraré “Sincronicidad”; podría valer como avanzadilla para cercarle, como pisapapeles o como excusa de robotisa encontradiza.

58


Santiago Moya

TransRealidad

O, si todo lo demás falla, para arrojárselo a la cabeza: otra muerte que achacar al psicoanálisis. Ya conozco de vista a sus atorrantes amigos; sé que usted les quiere, aunque les desprecia, y confieso que, cuando le vi escupir a los pies de una mujer que le arrebató el periódico a la carrera, quise ser ella. Quise responderle, insultarle, leerle la sección de deportes desnuda, hacerle un sombrero de papel para calzárselo a usted, desnudo también (qué le vamos a hacer, caballero...), hacerle a usted cosquillas con el pubis, que me hiciera el amor de una forma inhumana en un portal de una bistro infecta. ¿Es o no es preocupante esto, señor? Sé que le gusta la pintura paleolítica, las escaleras de Klee, las ventanas de Magritte, la comida italiana servida en bares griegos. Sé que es usted un fornicador compulsivo en el burdel privado sus sueños, que le intrigan ciertas lenguas perdidas, que el vinagre le produce casi tantas náuseas como la hipocresía y que, a pesar de declararse políticamente de derechas, cree que Fidel sí es un líder carismático. Puede que, de tanto joder en Cuba, se me hizo usted un comunista transitorio, caballero. Esto último me lo dijo una amiga de su madre (a la que no tengo el gusto de conocer) que, por cierto, añadió que le consideraba un poco canalla pero en el fondo buenazo, que siempre le había ayudado con las compras cuando era pequeño. De hecho, confiese que aligeraba usted el peso de sus bolsas hurtándole en secreto las tarrinas de dulces y los tebeos femeninos. Le digo que puede cambiar mi vida porque siempre he pensado que un hombre como usted tendrá una llave de juguete para mi cinturón de castidad hecho con piezas de Lego, y acabará haciéndome moderadamente infeliz. No descarto que usted se enamore transitoriamente de mí, o de mi cola de caballo, o de la nuca que ésta descubre, o simplemente de mis tetas pizpiretas, o de mi trasero, antes de que aquéllas apunten al infierno o éste se escriba en rotundas mayúsculas. En los malos tiempos que pasemos, si quiere enfádese conmigo; le permito que no me dirija la palabra. Pero asegúrese de enamorarse de algún rincón de mi cuerpo. Busque siempre ese sótano con mi nombre para refugiarse .Yo, por mi parte, le prometo reservárselo para proporcionarle un consuelo en oferta exclusiva. Aunque, acto seguido, le denuncie a la policía por fríos tratos. Usted escriba, si así lo desea, sus insultos en mi espalda, que yo los leeré a base de espejos, y luego me arrancaré la piel y la expondré como poesía hiperrealista. Cómo sería la cosa si usted y yo dejáramos de ser dos muñecos de papel enfrentados, que el viento ocasionalmente hace bailotear, como chuscamente dispuestos a la pelea... Respetando el silencio elocuente que se ha establecido entre nosotros, le diré que cuando tomo sin revolver mi café endulzado con miel, después de beberme la amargura, los últimos tragos saben más dulces que un sueño húmedo. Mi paladar, o mi vagina, o los dos en conexión, beben con ansia esperando ver la luz dorada del fondo de la taza: lo bueno vendrá al final, esperando amenazante como la crecida.

59


TransRealidad

Santiago Moya

No me importaría que nuestra película consistiese simplemente en un largo plano tántrico de ambos, sentados frente a frente, desnudos, observándonos. Yo le miraría a usted, alternativamente, a los ojos y a las pelotas, como jugando invisibles partidos de tenis con ellas. En cuanto a usted, puede mirarme lo que quiera, aunque yo sé que si pudiera, se fijaría durante las dos horas en el arco de mi espalda, como buscando una salida que humedecer. Así que esta tarde, cuando usted vaya a pasear en el parque, sepa que estaré ahí, tontamente agazapada tras una palmera. No se asuste, por favor. Cuando mire a la estatua del jardín, yo imitaré su pose de piedra, para que nada le resulte extraño. Y no le importe que, en lugar de darle maíz a las palomas, se lo vaya quitando y espantándolas. Últimamente, el mucho pensar me da hambre y tiendo a retar a animales asustadizos. Me pondré mis tetas planas postizas y un enorme bigote rojo para que usted no me reconozca, o para que al menos finja no reconocerme. Le prevengo: ninguno de los dos fumamos, pero le pediré fuego. Espero que no me lo ofrezca, pero que capte vagamente la indirecta. Y, sobre todo, mándeme a la mierda otra vez. Le juro que no juraré en francés-búlgaro. Que no le miraré a los ojos. Que le devolveré el periódico que nunca le robé por la espalda. Pero mándeme mucho a la mierda, aunque sea con la mirada. Como aquella vez. Creo que es la frase más tierna que le veré callarse. Suya, o no.

( Carta anónima hallada en un burdel de París )

60


Santiago Moya

61

TransRealidad


Santiago Moya

62

TransRealidad


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.