El Camino de las Hespérides

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AVTO SACRAMENTAL ALEGORICO

COMPUESTO por Santiago Grasso

El Camino de las Hespérides

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Introducción ¿Qué es la poesía? Es un sentimiento que nace del alma, del alma herida o del alma sana, del alma esclava o del alma libre. La poesía no es una naturaleza muerta de un pintor, que realiza como obra de distracción o de aprendizaje, la poesía es un ascenso del sentimiento dentro de las verdades que la inteligencia descubre. Por su parte la poesía religiosa, es una mística que se realiza en el misterio de lo que está bajo la tiniebla divina, que ningún hombre de este mundo, puede acceder cuando solo se contempla la rutina de la vida, o cuando se deleita en la avaricia y en los ídolos de nuestra miseria interior. La poesía mística es un ojo, que tiene la capacidad de ver lo oculto, pero oculto por el misterio. No soy un barroco, nací en esta modernidad, pero lo uno y lo otro no se contraponen, si con sano equilibrio sabemos caminar por la ruta de la Fe. ¿Qué son las navidades? Son la espera paciente de la segunda venida del Señor, por ello cuando adoramos al niño nacido en el pesebre, pensamos en su Segunda gloriosa Venida; del mismo modo que nuestra alma espera su encuentro con él al fin de nuestros días, tal como lo reflejará este auto. A los católicos neomodernos les pido que no lean este auto, pues tiene sabor mitológico, y ya saben que el concilio Vaticano II, pide 3


estúpidamente alejarse de él en la liturgia. Pero aquí lo mitológico es un simple andamiaje para expresar lo oculto en el alma humana, algo que algunos no creo que lleguen a entender. A los locos de la tradición, les pido que no lean este auto, está escrito en versos modernos, aquellos que brotan del alma. ¡Horror, no están en versos clásicos! Son como una prosa meditativa. Esto les está prohibido. A los iconoclastas protestantes, pido que no lean este auto, está lleno de paganismo, como ustedes dicen. A los que solo gustan de la imagen como el cine, la televisión y el vídeo, pido que no lean este auto, porque para ustedes es largo y tedioso. A los que solo gustan del cuento, pido que no lean este auto, es todo poesía. En fin, a los pacientes, a los aventureros, a los contemplativos, a los que saben penetrar el alma humana, les doy algo para deleitarse. Aquí, si saben leer, he dejado un rutinario retrato del alma. Por último, en la poesía mística no alcanzan las palabras, ni las imágenes, ni los símbolos, porque todo se sumerge en la tiniebla divina. Perdonen la oscuridad que puedan percibir en determinados momentos. ¡Que el Niño Dios, nacido en un pesebre, sea alabado! Quilmes, 25 de diciembre de 2014 4


Personajes Ágata Eritia Egle Soledad Pitón Heracles: Mayordomo Esposo Coro

© Solo con autorización del autor.

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Acto Único Mayordomo. Como mayordomo de esta mansión, les debo decir que ya se ha ido el sol tras los montes, el rojo ocaso deja lentamente que las tinieblas cubran toda la noche. Ágata. Estamos listas, Heracles, para llegar a la cima de la montaña. Egle. ¿Ya te has puesto el vestido de bodas Eritia? Eritia. Como lo ves, hermana Egle, igual que tú. Egle. ¡Mañana será el gran día!, el esposo bajará sobre la cima, y allí se recostará en el jardín para llevarnos a su morada. Mayordomo. Ágata, toma, te falta la manzana de oro. Ágata. ¡Qué hermosa es!, Heracles. Mayordomo. Deberán cuidarla, es el regalo de bodas. Sin ella el esposo seguirá de largo. Ya salió el lucero, es la señal de partida. El esposo las espera. Ágata. ¡Adiós Heracles!, solo es necesario caminar tan solo una noche.

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Eritia. ¿Qué corto es el tiempo, verdad Egle? Egle. No sabemos, Eritia, lo que nos espera por el camino. Eritia. ¡No importa!, pase lo que pase, es una sola noche; una noche, y luego las bodas, las bodas eternas del esposo, del amado. Ágata. Ya se cubrió el cielo de un opaco intenso, ya los grillos cantan, avancemos por el camino de piedras, crucemos el bosque unidas. Egle. Ágata, entona una canción que te seguiremos. Ágata. ¿Qué te parece esta hermana Egle? Coro. Cuando el ocaso nace y se desliza sobre los montes, cuando el lucero brilla pintando de gris y azul, cuando el frío asoma y me abrazo con el viento, camino hacia mi momento. ¡Abre la puerta esposo, abre la puerta que el temor del camino se desvanece cuando tus ojos acarician mi alma! 8


Egle. ¡Qué bella canción! Eritia. Yo, por mi parte, conozco esta: Coro. El sol huye del frío azulado del viento, tus ojos, esposo mío, escapan del calor de mis manos. La noche enfría el polvo ardiente de la tarde; mi razón congela tu figura en la sonrisa del ocaso rosado. Tu voz se pierde en el polvo de la tarde y tus ojos se congelan en la escarcha de la noche. Ágata. Es necesario apurar la marcha, si queremos llegar. Eritia. Ya está totalmente oscuro, pero la luna llena asoma sobre ese horizonte de pinos. Egle. Ya desapareció la casa de Heracles, hemos avanzado bastante, pero parece que el monte ni se hubiese movido, como si estuviésemos en el mismo lugar. Ágata. El monte es amplio, no puedes apreciar lo poco que hemos caminado con su movimiento. 9


Eritia. ¿Notaste Egle? Egle. ¿Qué Eritia? Eritia. Las flores del borde del jardín comenzaron a desaparecer, la edad de la inocencia parece larga, pero pasa muy de prisa. Egle. Lo importante es no perder el camino. Ágata. Las piedras están cada vez más distanciadas. Eritia. Sí, el borde del camino ha desaparecido. Ágata. Y los yuyales lo invaden. Ágata. Egle, mira que grande es la luna. Egle. Es un bello disco y me recuerda esta canción: Coro. Mi oscuro velero nada a la costa plateada, por este cielo azul golpeando olas de tul por la proa apurada; viajando al puerto que ansío soplan velas de rocío. Eritia. En cambio a mí la luna me recuerda este otro canto: 10


Coro. Bajo las sombras de la luna navego por el mal de plata, con el alma del lucero entre niebla de estrellas. ¡Amado! Con el arco de oro, abres heridas de plata y apagas con sangre mi fuego celeste. Ágata. En cambio a mí me recuerda este: Coro. Baila hermana, en el mar oscuro de la luna, hasta que la flecha alada se clave en un corazón de oro bajo las sombras de las estrellas entre la plateada niebla de la luna. Eritia. Hermana Ágata, ya no hay camino. Egle. ¿Es la oscuridad que lo desdibujó? Ágata. Así es, la maleza lo ha cubierto todo, sigamos esta huella, debe ser por aquí. Egle. ¡Qué dudoso se hace todo! ¿Dónde nos llevará esta huella? Eritia. Supongo que allí. 11


Ágata. ¡Mira hermana, ahora hay tres caminos! Egle. Así es, debemos elegir. Ágata. ¿Cuál tomas Egle? Egle. El de la derecha es un camino hermoso, bordeado de flores, pero lleva cuesta abajo en un ligero desnivel, si debemos encontrarnos con el esposo, este camino nos aleja de él; el de la izquierda, es una huella cubierta de piedras mohosas, por las sombras deduzco que se abaten sobre él distintas plantas de espinas, posee un excelente ascenso pero tampoco éste es para mí. Tomaré el del centro, es de arena, con pocas flores y distintos arbustos a los costados, tiene un ligero ascenso, ¡éste es mi camino Ágata! Eritia. Yo iré por este hermoso camino de flores, aunque descienda de la cima del monte, ¡qué importa!, tal vez ascienda alguna vez, es cómodo, bien hecho y sin espinas. Ágata. No te conviene Eritia, es un camino que se introduce en plenas tinieblas, no puedes ver con la sola luz de la luna lo que te espera, además piensa en los lobos nocturnos, estarán al acecho. Eritia. ¡Calla Ágata!, eres siempre inoportuna. ¿Quién habló de lobos? Este camino es el más cómodo y se hizo para mí. 12


Ágata. Dirás tal vez, que no te animas a tomar otro más difícil. Eritia. ¡No!, es mío y basta, ¡vete tú por donde quieras! Egle. ¿Por qué camino avanzarás Ágata? Ágata. Por el mohoso lleno de espinos. Egle. ¿Por qué justamente por él? Ágata. Porque tiene mucho ascenso y así es más corto, aunque el más agotador. Egle. ¿Piensas en las espinas? Ágata. Sí, ellas impedirán a los lobos aproximarse, iré más segura. ¡Adiós hermanas! Egle. Mira Eritia, está loca, ¡se adentró en los espinos! Eritia. ¡No puedo verla, le deben rasgar toda la carne! Egle. ¡Pobre Ágata!, adiós Eritia, subiré lenta, pero subiré al fin. Eritia. Adiós Egle, yo voy por el camino más cómodo. Tengo más tino que mis dos hermanas. 13


Coro. La noche se hace cálida y la brisa escapa sobre los árboles, tu figura se dibuja en las estrellas y los grillos te cantan bajo el balcón de las ramas bellas. Los perros airados ladran y la luna pálida me mira sobre la palmera, y mi alma gime y mi voz se acalla y los perros aúllan a la marmórea luna, y tu figura se fija en mis ojos, Amado. Eritia. ¿Pero qué es esto? ¿Los perros aúllan?, ¿los lobos acaso?, creo que Ágata tenía razón, no importa apuraré la marcha. Coro. Yo, en el color profundo de la noche azul, suspiro en el vacío bajo nubes de tul. Tú lejos de mi hogar de mi necesidad de mi ansia total, 14


alejado, distante, navegas en la brisa alejada. Nostalgias, pasiones, que solo los grillos añoran en arrullos con sentimientos de luna abandonada. Luciérnagas, estrellas velen por el triste deseo de lejanía eclipsada. Si tan solo tus ojos firmes se posaran un segundo en mi mirada, la noche cambiaría y grabarías una eternidad en la profunda soledad de mi alma desorientada. Latón. ¡Hola Eritia! Eritia. ¿Quién es usted, que surgió del camino, como un ladrón en la noche? Latón. Soy tu amigo Latón, ¡qué bella eres Eritia! 15


Eritia. No eres mi amigo, ¡vete!, la oscuridad me impide verte el rostro. Latón. No es necesario verlo, hay quienes dicen que tengo casi diez cabezas. Eritia. ¿Cómo llegaste hasta aquí? Latón. Como hago siempre, arrastrándome entre la fresca hierba de la noche, por esto me llaman el dragón Latón. Eritia. ¿Qué quieres? Latón. Soy el que cela las manzanas. Me gustan mucho, ¿lo sabías? Me recuerdan la primera de todas... Eritia. ¡Déjame pasar!, debo llegar a la cima del monte. Latón. ¡Ja, ja, ja!, ¿a la cima del monte?, ¿no ves que vas hacia abajo?, este camino te aleja de la cima, este camino viene hacia mí. ¡Bienvenida seas! Eritia. ¿Cómo puedo hacer para retomarlo? Latón. ¿Ves Eritia que somos amigos? Eritia. ¡Dime cómo llegar al verdadero camino!

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Latón. Yo no soy un indicador de caminos, sino una sorpresa amena en los caminos; pero si fuiste descendiendo, debes salir del camino y ascender por la ladera, si es que puedes. ¿No te parece? ¡Ja, ja, ja! Eritia. ¡Gracias y adiós! Latón. No tan rápido preciosa, que la indicación no fue casual, sino interesada. Eritia. ¡Déjame! Latón. ¡Ven conmigo y no protestes! Eritia. ¡Suéltame! Latón. ¡Está bien Eritia, vete...adiós! Eritia. ¡Ay! ¡Víbora venenosa! Me ha mordido, además... ¡Oh!...no. Me ha robado la manzana de oro. ¡He perdido mi regalo de bodas!... Aquí estoy, herida y perdida en plena noche y sin el don más preciado... Coro. Es medianoche, ven y sálvame. Oscuridad, ven e ilumíname. Estoy en el abismo, envenenada. 17


Ven y sálvame. Golpeada por la serpiente, tirada entre espinos sin luz, sin luna, sin estrellas. Soledad... Relampaguea, truena en la boca de mi fosa, ven y sálvame; si Tú no vienes no existe la alborada. Soledad. ¡Hola Eritia! Eritia. ¿Quién eres tú? Soledad. ¿Yo?, a quien llamaste, escucha el canto... Coro. Soy la Soledad, compañera inseparable, muda, agónica y punzante. Soy la Soledad hiriente y loca. Soy la Soledad, compañera inseparable, fiel a tu tiempo rodante. Soy la Soledad que cuida tu noche, que vela tu lecho. 18


Soy la Soledad que jugó en tu infancia, que regó tu árbol floreciente. Soy la Soledad que te afloja, que te roe, que te desmorona, que te persigue, que te muerde, que te inmoviliza, y se sienta al pie del camino, esperando un consuelo. Eritia. ¡Oh mi consuelo!, aquí estoy sola e inmóvil en esta espesura, presa del gran dragón. Soledad. ¡Latón!...Sale de noche, cuando el fresco lo incita a buscar alimento, vive en todos los caminos, sobretodo en éste. Eritia. ¿Adónde iré? Coro. Alegre Soledad, dulce llanto de dolor; triste resignación, hermana eterna, compañera del fin de un camino desolador; premio de una carrera deformada; laureles de suaves sentimientos amargos. 19


Debes refugiarte tormenta.

Soledad. Eritia, mira

se

viene

una

Eritia. La luna ha desaparecido. Coro. Relampaguea, y los rayos de plata abrazan el horizonte. Relampaguea, y los árboles descubren sus cabezas inmóviles. Relampaguea, y un látigo de fuego zigzaguea entre vapores. Relampaguea, y la majestad de fuego, broncea Tu Presencia. Relampaguea, y los pinos inmóviles parpadean bajo el cielo, y mi pesar, y mi débil voluntad se entristece bajo la llama azul. Relampaguea, y mi alma se deshace en hilachas, y mi voz te clama: ¡Aumenta con un rayo de tu luz mi debilidad de paz.! Soledad. Allí hay una cueva, dentro de ella puedes protegerte de la lluvia que comienza a caer. 20


Eritia. Llévame allí. Sí, vamos... Coro. Horizonte tormentoso nubes pesadas de oprobio, impetuoso, colérico, nace del corazón, se extiende, se arroja sobre los verdes senos de los árboles. Tormentas del alma, sentimientos salvajes. Todo lo arrasa, todo lo abate, todo lo dispersa. Vendaval perfumado, granizo de ternura, rayos de mirada, truenos de emociones. Llueve y el agua canta entre las hojas. Tu voz resuena tranquila rozando las ramas inermes. Dame el agua rubia de tus ramas mientras los árboles inmóviles dejan caer las hojas del tiempo. Háblame con tu húmedo murmullo, para que cierre mis ojos a la fresca caricia de las gotas que resbalan sobre mi cuerpo inerte. 21


Detrás de los vidrios empañados del cielo surge la calma, pasó la tormenta, bambolean las ramas amarillas, surge la paz. Después del infierno nocturno bambolean mis sentimientos en el cansancio amarillo del alma. Corren las nubes por el cielo encapotado, corren las palabras en la pendiente del olvido. Salgo y debajo del pino oigo caer la lluvia, tus lágrimas resbalan por la verde faz. Cae el llanto suave, constante, eterno; mojas mis cabellos y besas mi rostro de fríos labios. Amado, cantas triste con notas verdes el húmedo sonar de la negra noche. Tus manos caen sobre mis hombros 22


y rompen el silencio goteando un charco donde tus ojos se agrandan sobre el barro plateado. Llora la luna... puntean las plantas repiquetean las hojas y un beso de plata fino como un hilo se adentra en mi alma, me hiela la piel, me adhiere las ropas y tus manos de rosa aprietan mi cintura y me dicen: “Aún estoy aquí”. Llueve... y tus ojos de mar y tu piel de arenas se visten de hojas verdes; de tu cuello caen perlas plateadas y suspiros de espejos. Llueve... y te acuestas en un lecho de gramilla con sábanas de vid y sarmientos ardientes. Llueve... y la vida se empapa de vida; el llanto muere en las nubes y la noche se ahoga, 23


cuando tu figura se incendia, que no la apaga ni la lluvia, ni el frío, ni la orfandad del alma. Soledad. Eritia, debes volver a caminar, sube la pendiente y vuelve al camino correcto. Eritia. ¡No puedo Soledad!, me han herido y quitado la manzana de oro, sin ella no tiene sentido que retome el camino. Coro. Bajo la luz de la luna, bajo las sombras de la noche, nos volvemos a encontrar. Tú, siempre callada sin reproches, sin gritos, sutil voz de silencio. Me me me me

miras, hablas, animas, abrazas.

Soledad, dulce y fría. Soledad, compañera callada de mis noches tibias. Solos, tú y yo, 24


bajo la luz de la luna, bajo el frío de la noche entre la bruma opaca. Ven, acaricia mis pensamientos con los perfumes de la noche, oscurece mi sombra con la luna pálida. Las ramas de los árboles bambolean al son de la música de sus hojas y el viento danza en las hojas negras de las copas inquietas. Sopla el viento, y las cimas de los árboles se inclinan bajo las caricias de las nubes heladas. Sopla el viento y los charcos, espejos negros, ondean a su paso, y las hojas amarillas se zambullen y saludan en el barro mis torpes huellas. Sopla el viento y el bosque inerme baja sus ramas y se desviste en la verde alfombra.

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Sopla el viento y mi alma gime bajo las ramas pálidas inermes al tiempo, en un frío llanto de esperanzas grises. Soledad. Llama a Heracles, él vendrá en tu ayuda. Eritia. Ya no tiene sentido, Soledad. Coro. ¡Oh mal!, negro y agudo, triste y placentero, que me abarcas, que me aferras, que me destruyes. Tus bocas, cavernas de vacío absoluto. Tus ojos, fuego infinito sin sentido. Tus brazos, dolor agudo. Soledad. Llama a Heracles, él te ayudará. Eritia. ¡Heracles!..., ¡Heracles, ven pronto! Coro. Me he sumergido en ti y tus dientes me trituran, mientras tu veneno me sumerge en el mundo ignoto. 26


Sentí el placer de tu lengua fina, sentí el olor de tu cola de reptil, me has cegado, me has arrojado como excremento inútil, en los pastizales solitarios del valle. Heracles. ¿Qué te sucede Eritia?, ¿qué haces aquí?, éste no es el camino. Eritia. Desde la aguda cárcel, te suplico guardián, me liberes; no me indiques el camino del abismo; si ves humo, no me conduzcas al fuego. Sácame del edén mágico, rompe los bastidores, quema los cartones del telón, incendia el huerto, destroza las flores, toma mi seda y dame vestidos de viaje. Heracles. ¿Pero qué ha sucedido? Eritia. Heracles, elegí mal el camino, me mordió la serpiente, perdí la manzana de oro, oí aullar los lobos, y me tomó la tormenta, te pido ayuda, ¿puedes dármela?

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Heracles. ¡Toma Eritia! Egle. ¡Mi manzana de oro! Heracles. Herí a Latón y le quité lo que te había robado, bebe esto, es un buen antídoto; luego sube por la pendiente escarpada y llegarás para ver llegar al esposo. Eritia. ¡Gracias Heracles!, me has devuelto la esperanza. Coro. ¿Podré olvidar tus ojos claros? que miran tras los cristales mojados. ¿Podré olvidar tus rizos castaños?, ¿tus manos inocentes y ávidas? Solo un vacío, un vacío de imposibles, que devora lo que puede ser y envenena la vida de tu luz. Sería tu amante, serías mi imagen, lo que quise y no pude, lo que haría y lo que dejaría, lo que debía ser y no fue, lo que me fue mandado y desobedecí. Recibe mi flor invisible que vuela en mi pensamiento hasta tu presencia perfumada de ignorancia y llanto. 28


Eritia. ¡Soledad, vuelvo al camino que me conduce al Amado! Soledad. Busca la compañía del esposo. Heracles. No te vuelvas a desviar. Eritia. Adiós Heracles, vuelvo a mi camino. Coro. Amado, si pudiera ser... Si pudiera llenar mi alma colocarme mi brazo derecho, sentir tus pasos por el mosaico, ver tus ojos frente la mesa, oír la música de tu voz y llenar el silencio de mi espacio. Si pudiera ser... que la noche brillara y la madrugada fría se descongelara con tu calor. Si pudiera ser,... que la vida diera vida y que la muerte se agotara en la flor de tu amistad. Si pudiera ser,... que mis ojos te puedan expresar lo que mi alma grita, lo que mi lengua calla. Si pudiera ser... 29


¡Ah si el tiempo volviera! ¡Si las agujas del reloj giraran inversas! Si tan solo pudiera en un minuto oír la risa, de tu voz de plata... Hoy, la luna, y las estrellas alumbran mi soledad. El recuerdo y la nostalgia permanecen de lo que fue y no es, de lo que pasó y no vendrá, de lo que se fue y nunca volverá. Ven amado, dame vida, dame muerte, desde este ángulo cierra el infinito móvil, hazme pensar, hazme sentir, hazme vivir, hazme sufrir, haz que corra por tu camino salpicado en estrellas de regeneraciones. Camina conmigo que quiero caminar contigo tomados de la mano, abraza mi cintura hacia el horizonte sin fin, hasta la noche sin tiempo, hasta el cielo sin límites. 30


Amado, si es necesario que la soledad me inunde; si es necesario que el dolor me acose; si es necesario que la amargura me ahogue; si es necesario que no conozca ni una caricia, ni una lágrima, ni un beso; si es necesario que la locura me invada, mírame tan solo desde el monte, dame un beso desde la cima y retomaré mi camino hasta nuestro encuentro final. Eritia. Ya he recuperado mi camino, trajiné subiendo la cuesta, he aquí la tan ansiada meta. Ya la luna empalidece, y los gallos cantan la pronta llegada del esposo. Ágata. ¿Cómo llegaste aquí Eritia? Eritia. Ágata, ¡qué resplandeciente estás! ¿Cómo fue tu Camino? Ágata. Comencé esa subida. Bajo mis pies las puntiagudas piedras destrozaron mis leves zapatos. 31


Caminé descalza, los abrojos me rozaban; todo era una capa de agudas espinas. Los rosales impedían el paso, se clavaban las espinas en mi blanca carne. A mi izquierda me llamaba Pitón para abandonar el Camino y correr por la ligera senda de arena límpida fácil y engañosa. A mi derecha me llamaba Egle, o alguien que la imitaba, no hablaba como ella, quería que cambiara la senda tortuosa y feroz, por la suya fácil y suave. No hice caso. La luna borró su cara bajo su manto negro de nubes, la oscuridad era la reina, oscuridad triste y lapidaria, tinieblas de ataque, tupida y agresiva. Todo, camino, entorno y piedras, estaba en mi contra, sin luz, ni consuelo. 32


Pero de mi cuerpo brotaron tenues rayos de Luz, ya no me sentí tan sola, alguien me seguía los pasos, era Heracles que me iluminaba y me alentaba, mientras Pitón silbaba y odiaba mi paso en el dolor natural, insultaba, reía y seducía, todo a un tiempo. ¿Pero qué te sucedió Eritia que tienes el vestido embarrado, el pelo desgreñado y las manos llenas de sangre? Eritia. Perdí el camino, me capturó el dragón, me robó lo más preciado, me alcanzó la tormenta en el monte, ascendí por una cuesta empinada ayudándome con las manos, y aquí te encuentro. ¿Dónde está Egle? ¿Tal vez se demoró? Ágata. No. Se ha perdido. Un camino tibio, sin dolores ni males... El camino del olvido. ¡Mira está por amanecer! Eritia. Tu camino llega hasta aquí cubierto de rosas. Ágata. Sí, pero las rosas tienen fuertes espinas, y me penetraron el alma. Ágata. Preparemos el regalo de bodas. 33


Eritia. Ágata, tu manzana es más grande que la mía. Ágata. Hermana, la veía crecer a medida que avanzaba por los espinos; ¿la tuya Eritia?. Eritia. La mía está golpeada y rajada, pero mira hermana, ¡está creciendo! Robada y recuperada; pisada, maltratada, herida; pero brilla al fin y es un regalo valioso por ser robado, peleado y recuperado. Ágata. ¡Amanece!, es la hora del esposo. Coro. Cristal de azul, ¿qué me señalas tú? Miro fijo el horizonte: el gris amarillea, el azul enrojece, las sombras se aclaran. Es el fuego que aparece y la vida que permanece. Eritia. Ha llegado la hora del Esposo. Coro. Fresco sol matinal blanqueas un sosiego de agosto, mientras exhalas los grises vapores bajo las notas de las aves. Pirámides de verde oscuro, y un quieto silencio de tiempo. Eritia. Nunca pensé que volvería a ver salir el sol. 34


Coro. Abre la puerta Amado que traigo sangre en el rostro, el sudor me corre por la frente, y las manos ajadas de abrir camino. Abre la puerta Amado que traigo el alma agotada, la sed me ahonda, el hambre me arruina y la soledad me abate. Lejos estuve pero la sed, el hambre, las espinas y la herida no son penas si tus ojos agudos se vuelven y me acarician, igual que antes igual que la partida. Abre la puerta Amado, que traigo los pies deshechos y las manos ajadas. Abre la puerta Amado que triste está mi alma. Añoro tus caricias de seda y tus besos de plata. Quiero cerrar mis ojos con la música de tus labios. Ágata. El horizonte se hizo rojo. 35


Coro. Ya es el alba. Nubes, ramas ágiles, las sombras son un canto, las grillos, melodías, los pájaros, vida del alba. Ven amado, acaríciame con un rayo de tu luz. Eritia. Sale el sol del último día, todas las horas de la noche eran mi pesar, porque no llegabas tú. Ágata. Las espinas no eran dolores, el frío nocturno no penetraba mi cuerpo, tan solo tu ausencia hacía dolorosa la marcha. Prepara la mesa Amado que llegaré para el banquete. Eritia. Abre las puertas de par en par; no mires mis vestidos, pues traigo rota el alma. Comience la música y espérame con perfumes que mi alma se despedaza por encontrarte. 36


Abre el mejor vino, carne roja en el banquete. Esposo. (Aparece mostrando la hostia y el cáliz) Aquí está mi carne, aquí está mi vino, único alimento para la boda, único sacrificio para la vida, único alimento para la eternidad. Coro. La claridad inunda el día séptimo. Hemos llegado al fin de nuestra vida, hemos tomado el néctar de la nada. Ahora, tranquilas, sin prisa, sin llanto, sin riquezas, sin hambre, sin ansiedades. Vida, aquí estamos. Sol, cúbrenos pronto.

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