Leyendas Tradicionales

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leña al cobertizo -dijo secamen- - Sí -continuó hablando ella-. Ante el enterrador y salió de la casa. tes de morir mi madre las vi. Pero Zulima entonces se dirigió al has- las ha escondido ¡Dios sabe donde!. ta entonces desconocido y le dijo: LLegó el enterrador que cerró la - Debe ser hermoso montar a ca- puerta de un golpe. Echó la leña al ballo. Cualquier cosa sería bue- fuego. Dio un gran bostezo. El vino na con tal de salir de aquí. siempre le producía sueño. Estaba ya bastante bebido pero aún así Y entonces con un insinuante mo- su voz seguía sonando fuerte y sevimiento de caderas se subió la fal- gura. Le indicó la cama al invitada distraídamente dejándole ver do y apagó la lámpara de la mesa. sus piernas. Se echó la larga melena oscura hacia atrás descubrien- La noche había esparcido un halo do el contorno de sus pechos. Se de silencio y misterio a toda la casa. acercó a Selman. Sus cuerpos es- Tan sólo la profunda respiración del taban muy cerca. Se rozaban. Sel- enterrador perturbaba aquel silenman acarició sus turgentes pechos, cio. Selman pensaba en la dulce Zupero ella se apartó rápidamente lima y en todos sus encantos. Ésta y con una risa enigmática le dijo: se levantó con mucho cuidado de su cama. Andaba descalza por la casa. - Tengo un plan. Esta noche cuan- Hizo una señal a Selman quien se do mi padre se emborrache como levantó también con mucho cuidado. de costumbre y duerma la mona, Andando de puntillas llegaron hasta nos iremos los dos lejos de este lu- la puerta. La abrieron muy despacio. gar. ¿Si tan solo supiera donde tie- La puerta chirrió levemente, pero el ne guardado las monedas de oro? enterrador seguía dormido. Una vez fuera cogieron el caballo y lo acari¿Monedas de oro?- ciaron. Selman le cogió las riendas. le preguntó Selman. No quería que el caballo se asustase.

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