EMILIO SALGARI
-Lo sospecho, señor Yáñez- respondió el mestizo. En aquel momento se oyeron voces en la proa, exclamando: -¡Hogueras! -¡O incendio! -¡Mira hacia allá! -¡Arde el río! -¡Señor Yáñez! ¡Señor Yáñez! De unos cuantos saltos se puso en el castillo de proa, donde se habían reunido algunos hombres de la tripulación. Toda la parte alta del curso del río, que descendía casi en línea recta con sólo un ligero serpenteo, aparecía cubierta por infinidad de puntos luminosos, que ya se agrupaban, ya se dispersaban, para reunirse poco después en líneas y masas espesísimas. Yáñez había quedado tan sorprendido, que estuvo silencioso algunos minutos. -¿Algún fenómeno capitán?- preguntó concisamente Sambigliong. -No lo creo- repuso por fin Yáñez, cuya frente se oscurecía cada vez más.
52