Sandokán.Los tigres de la Malasia

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EMILIO SALGARI

exacta de la situación en que se hallaba la factoría-, ¿dónde está el paso de entrada? -Frente a nosotros, señor. -¿No iremos a caer en medio de los espinos? -Yo guiaré. -¿Estáis prontos?- preguntó Yáñez volviéndose hacia los suyos. -Todos estamos prontos, capitán. -Cargad al grito de ¡Viva Mompracem!, para que no corramos el peligro de que nos fusilen los defensores del “kampong”. ¡Adelante! Hicieron una descarga, y tumbaron a cinco o seis dayakos que habían abandonado precipitadamente la lumbre en derredor de la cual vivaqueaban; enseguida atravesaron como el rayo la débil línea del sitio, haciendo fuego y gritando a todo gritar: -¡Viva Mompracem! Los cortacabezas, sorprendidos por aquel asalto inesperado con el cual ni soñaban, no intentaron siquiera oponer resistencia; así que el animoso grupo pudo alcanzar el bosque espinoso y ponerse bajo su amparo. Varios hombres de los que defendían el interior de la fortaleza aparecieron armados con fusiles, y se 118


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