Los Murales de Anáhuac

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° Rodrigo Velázquez Solórzano ° Av. Chabacano Mz. 2 Lt. 1 Col. Granjas Independencia. C.P. 55290 55-64807625 rodrigovzsr@hotmail.com 2° Edición, 2020 Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin autorización escrita del titular. Diseño de Portada: Rodrigo Velázquez Solórzano Diseño Editorial: Rodrigo Velázquez Solórzano


INDICE EL ANHELO

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LA SULTANA DEL NORTE

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MÉXICO Y ESPAÑA

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ESTADO DE MÉXICO

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DOMINGO DE RESURRECCIÓN

45

ARENA Y GRAVA

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EL ORGULLO DE DON SIMÓN

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SECRETARÍA DE MARINA

68

ANSIEDAD 73 NATALIA 79 DECISIONES DE MARZO

84

LA SEMEJANZA

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ANOTHER BRICK IN THE WALL

99

LA CONTRARREFORMA

102

AULLIDO DE PERRO

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EL CENTRO DE SALUD

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LA FUERZA DE RESERVA

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RODRIGO VELÁZQUEZ SOLÓRZANO MEXICANO (1986)

143

LA ENCRUCIJADA

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CAMINO HACIA EL MICTLÁN

168

LA PIEDAD

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LA DEVOCIÓN

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EL CAPITAL

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EL CONCEPTO

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LA GRAN DEPRESIÓN

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CONFESIONES PERSONALES

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SOBRE LA EXISTENCIA

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LA TRAGEDIA

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“Ten cuidado de las cosas de la tierra: haz algo, corta leña, labra el suelo, planta nopales, planta magueyes. Tendrá qué comer, tendrás qué vestir. Con eso estarás en pie, serás verdadero, con eso andarás. Con eso se hablará de ti, se te alabará. Con eso te darás a conocer”. Huehuetlatolli


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EL ANHELO A Oscar Lira y el Maestrín

—Esta es la otra casa, el diseño fue obra del pintor y escultor zacatecano, ganador del Premio Nacional de Ciencias y Artes, Manuel Felguérez. De ahí la naturalidad de la luz en su estructura, la estética de las líneas en las habitaciones y los jardines, el fino decorado con muebles alemanes. ¿Ves aquel jarrón esbelto de colores negro y turquesa que adorna el cuarto? Es una pieza de la colección personal del ceramista Gustavo Pérez. Por un momento Israel se llenó de orgullo. —Quiero que disfrutes de una buena vida hijo mío, que tengas gusto por la estética. Puedes llegar a comprar en subasta cuadros originales de Rafael Coronel o de Duchamp si eres dedicado y cauteloso para manejar el dinero. Ahora bien, ya habrás notado que el diagrama que te di a memorizar corresponde a la configuración del equipo que está en la habitación. No es sencilla su composición; son siete equipos distintos en una semi red en Unix, más los cinco routers y switchers que usamos como señuelo, que junto con las modificaciones del hardware y el software hacen nuestro trabajo preciso y profesional, comparable al de los hackers rusos que tenia Putin. Israel miró por unos segundos a su hijo mayor y le dijo. —En la ESCOM vas a tener buenos maestros, aprovéchalos para que tu vida sea mucho mejor que esta. —¿Mejor que vivir en El Pedregal? —New York, Paris, Moscú, Tokio; con el tiempo podrás elegir en dónde estar, pero nunca te separes mucho del negocio. La red es


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omnipresente y por sí misma puede llegar a funcionar, pero requiere de tu supervisión. Lee mucho, aprende varios idiomas, no sólo inglés, viaja, haz contactos. Haz muchos contactos ahora que entres a la escuela porque el mundo será tu hogar. Eso sí, recuerda que nunca podrás controlar ni el cuatro por ciento del mercado y de los productos que están en la Deep Web; drogas, diamantes de África, armas, cuernos de rinoceronte, hackers, pornografía infantil, falsificación de identidades, o los Financial Services que es nuestra rama. Sé ambicioso pero no ciego. Me explicabas al venir que alguien te localizó por correo electrónico, que acertó con nuestro apellido. Te voy a enseñar a no dejar ningún rastro en la web. Necesito que superes al legendario Bogachev, que generes un programa superior al GameOver Zeus con el que extrajo más de cien millones de dólares de los bancos estadounidenses antes y después del estúpido mandato del imbécil de Trump en la Casa Blanca. Tienes que aprender cómo se descifran las bases de datos de los bancos, en específico las de tarjetas de crédito, las palomas, como les llamamos. En la Hidden Wiki está nuestro negocio, así que para empezar hazme algunas preguntas. —¿Cuánto dinero tienen las tarjetas que clonamos? —De dos mil a cinco mil dólares. Sirven para cualquier cajero, siempre que compren tarjetas con el PIN incluido. El límite de retiro por día es de quinientos dólares en los cajeros, pero también se puede retirar efectivo de las cajas registradoras de las tiendas comerciales sin un límite diario. —¿Por qué cobramos sólo en Bitcoins? —Libertad, seguridad criptográfica. Los bitcoins no sólo tienen una función monetaria, representan una nueva filosofía económica. No están regulados por bancos, empresas o gobiernos. Las transacciones son peer-to-peer, se pueden comprar y pagar prácticamente sin comisiones, y hay ganancias, todo es por las ganancias. Tienes que ir generando una cuenta en Airbit para que te explique a detalle cómo se componen y se utilizan. —Me dijiste que todo lo enviamos por correo postal, pero, ¿y las aduanas, qué pasa con las inspecciones en las aduanas?

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—Sobres tamaño carta con tres milímetros de espesor. Etiquetas de envío por DHL o FEDEX, que no están sujetas a las inspecciones aduanales. Las clasifican con una máquina y ni siquiera las mira una persona; para órdenes más grandes las enviamos por USPS expreso internacional, con un etiquetado que es para documentos de negocios. Se eliminan las inspecciones, mandamos todos los pedidos dentro de las primeras veinticuatro horas después de recibir los bitcoins. Al terminar esta frase, Israel le señaló a su hijo un sillón en el cual se acomodó mientras que Israel concluía la explicación de pie. —No aceptamos ninguna otra forma de pago además de bitcoins. No hacemos envíos los fines de semana ni los días festivos. El costo de envío está incluido en el precio del producto, no ofrecemos la opción de actualizar el envío de coste añadido. —¿También estaba pensando en cuánto tiempo se tardan en llegar al comprador? —De tres a cinco días para todas las regiones de todos los países. Tenemos un par de “oficinas” en varias capitales para hacer este trabajo. Si demora más el envío, se lo notificamos al comprador a través de un correo electrónico, encriptado, claro está. Después de una pausa y un momento de reflexión de parte de Israel, comentó lo siguiente. —No enviamos a Chile, Perú, Sri Lanka y Somalia. Pablo se quedó callado por un momento, sabía que su papá más que contestar esas preguntas, deseaba leer los emails que había impreso desde su celular para verificar en qué medida fue o no una casualidad que esos mensajes estuvieran en la cuenta de su hijo. —Voy a prepararme un café papá; ten, aquí están los correos. Israel tomó los papeles que traía su hijo en la mano, ocupó su lugar en el sillón mientras este salía de la habitación y comenzó a leer.

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07-06-2029 Querido Amigo. Mi esposa es una partera que trabaja en el hospital de la Universidad de Togo en el África Occidental. Expreso mi propósito esperando contar con su comprensión, elevo fervientes oraciones a Dios para poder concluir esta transacción bancaria lo antes posible y con responsabilidad. Soy hombre de familia y le comento que mi esposa sufre de insuficiencia cardiaca, que tengo cuatro hijos y que vivo en el numero cuarenta y ocho de Bolingo en la capital de Lomé. Tengo la intención de darle a mi familia una vida mejor y con usted, Dios me ha dado la oportunidad para hacerlo; espero hacer buen uso de ella. Sé que usted estará muy sorprendido ya que no me conoce en persona y que no me ha visto antes, pero no se preocupe, ahora voy a decirle más sobre este proyecto. Le indicaré que tuve un cliente, un ingeniero llamado Sergey Dema Solórzano, que murió en un accidente de coche en mi país con su esposa y su única hija, el veintiuno de abril del dos mil catorce, dejando tras de sí la suma de nueve punto seis millones de dólares en el BAO (Banco de África Occidental). La gestión de dicho banco me ha emitido varios avisos para que les pro porcione la relación familiar de mi cliente; de lo contrario los fondos serán confiscados y serán transferidos a la cuenta del gobierno como fondos no reclamados. Desde entonces estoy esperando que alguien se ponga en contacto conmigo para la reclamación del dinero, ya que el banco no puede liberar los fondos a menos que los familiares presenten oficialmente la reclamación de acuerdo con la política bancaria. Pero por desgracia el nominado al monto era su hija quien, como ya le he dicho, murió también en el accidente sin dejar nadie atrás para la demanda del fondo con el banco. También podría interesarle saber que he estado esperando y buscando a los familiares de mi cliente durante catorce años, pero todos mis esfuerzos me llevaron a callejones sin salida, ya que no hay he-redero al fondo. Después de estos varios intentos infructuosos, decidí rastrear su apellido por internet. Después de varios meses, encontré tres familias con el mismo apellido, pero decidí contactarlo a usted primero. Usted debe entender que cuando sucede algo como esto

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normalmente se espera a un familiar, se publica un anuncio en los periódicos y se da una notificación a la embajada, porque suele su-ceder que finalmente aparezcan falsos solicitantes. Por lo tanto, el banco sólo debe confiar en el abogado del cliente fallecido, para quesea él quien proporcione un heredero al fondo, así que el banco da algunos años para esto, y si no hay reclamante se adelanta entonces la administración enviando el dinero al departamento de reconversión de deuda y la cuenta está cerrada. Ahora la pregunta es quién dirige el departamento de reconversión de deuda y quién es la administración. La respuesta es simple, el presidente del banco, el director general del banco y otros consejeros del banco. Estas son las personas, y estos fondos son compartidos por ellos y nadie hace preguntas; en realidad estos temas nadie los discute. Por lo tanto, si tengo esta oportunidad y la dejo perder, sería un “tonta-man” que nunca ha vivido. He puesto plenamente todo en su lugar y ya que esta es una oportunidad abierta a cualquiera, no veo nada malo en lo que hago, siempre y cuando no esté haciendo daño a nadie. Mi conciencia está tranquila y no tengo ninguna razón para preocuparme. Sólo te puedo decir que es el destino el que nos juntó. Estoy seguro de lo que hago y por eso estoy comprometiendo toda mi carrera en este proyecto. He llegado a la conclusión de que puedo trabajar con usted, pero necesito su respuesta lo antes posible de manera que pueda conocer su opinión sobre este asunto. Quiero decirle que mi mayor preocupación y el miedo que tengo es que al final de esta operación me vea traicionado por usted, debido al hecho de que va a tener ventaja en esta transacción porque el banco se comunicará con usted directamente, pero yo siempre estaré ahí para guiarlo sobre qué hacer o decir en cualquier momento hasta que el fondo sea aprobado y transferido a su cuenta. Al recibir su próximo correo indicando su disposición y voluntad de trabajar conmigo, yo llevaré de forma rápida su nombre al banco y traeré una carta de certificación que lo respalde. Una vez hecho esto, le enviaré un ejemplar del texto de la carta de solicitud que deberá llenar con la información de su cuenta, poniendo la reclamación del fondo. Al terminar esta operación, vamos a compartir las ganancias, cincuenta, cincuenta. Esto es cincuenta para usted, cincuenta para mí por mi esfuerzo. Los arreglos se han hecho para el

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buen funcionamiento de esta operación, siempre y cuando siga mis instrucciones y ponga su máximo apoyo en esta operación. Al hacerlo, el fondo será liberado y se transferirá a su cuenta bancaria para nuestro beneficio mutuo. Usted siempre puede comunicarse conmigo a mi número privado (228-931-207-03) en cualquier momento, para más discusión sobre este tema. Saludos cordiales. 11-06-2029 — Sólo el narcotráfico en México es capaz de inventar una historia así. 18-07-2029 Estimado Solórzano. Le doy las gracias por su comprensión y buena voluntad de trabajar conmigo para lograr este objetivo. Le aseguro que esta transacción es legítima y se llevará a cabo con éxito sin ningún problema, siempre y cuando siga mis instrucciones. También quiero que esté consciente de que esta transacción no es un juego de niños, usted tiene que ser serio. Se requiere de una gran voluntad y energía de su parte; además, se necesita tiempo y apoyo financiero, entonces los costos se dividirán por igual, cincuenta, cincuenta. Ahora, todo lo que tiene que hacer es seguir mi consejo y las instrucciones que permitirán la libe ración de los fondos. Usted no tiene que preocuparse de nada, porque este acuerdo se llevará a cabo en virtud de un contrato legítimo que nos protegerá de cualquier violación de la ley, tanto aquí como en México. Sólo confíe en mí y siga mis instrucciones y direcciones. Tengo toda la información necesaria sobre la cuenta bancaria de la víctima y su certificado de defunción que voy a entregarle a usted en el momento apropiado para liberar la transferencia de los fondos a usted como familiar de los fallecidos. Ahora, lo que necesito de usted son los detalles de la tarjeta bancaria que va a proporcionar así como una copia de su pasaporte para asegurarme de que estoy

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tratando con la persona adecuada. Este es el procedimiento normal de la banca. Mientras tanto, tenga en cuenta que el balance de la cuenta debe estar en cero, por lo que sobra decir que no hay dinero en ella y que usted no tiene nada que temer. Antes de pasar a la operación dejemos todo claro para que no existan malentendidos en el futuro. Los dos estamos muy conscientes de que usted no es un verdadero familiar de mi cliente fallecido, y también sabemos que no está conectado a la familia, sólo que ambos gozan del mismo apellido, que es la razón por la cual lo estoy involucrando para lograr este objetivo. Para su información, no debe existir intervención de terceros, dada la naturaleza de este negocio. Para que confíe en mí, puse mi pasaporte, mi licencia y unas fotos de mi familia. Como se puede ver, soy un hombre casado y por eso estoy haciendo todo lo posible por asegurar el futuro de mis hijos y salvar la vida de mi esposa. Voy a estar esperando su ID para conso lidar nuestra confianza y tan pronto como lo reciba le enviaré el formato que tiene que llenar para la liberación de los fondos en el banco. Una carta de solicitud servirá para presentarlo de forma oficial como familiar de mi cliente fallecido. Si obedece mis instrucciones y orientación de manera adecuada esta transacción se concluirá antes de diez días hábiles sin ningún obstáculo. Espero su respuesta y le recuerdo que puede llamarme para los debates orales. Smith Ogba. 31-07-2029 —No sé si lo que necesitas es lavar dinero o si te dedicas a la falsificación de documentos. No me importa, mejor hablemos claro, te cobro trecientos mil pesos por darte una copia de mi pasaporte, y cuatrocientos mil por mandártelo a la dirección postal que tú me indiques. Pablo dejó pasar unos minutos más en la cocina para que su papá leyera con calma los emails. Después regresó a la habitación con una taza de obsidiana en la mano. —¿Qué te pareció? Le seguí el juego, ¿hice mal?

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—No parece nada importante, pero aun así los voy a rastrear. Israel plantó sus ojos color avellana en los ojos verdes de su joven hijo. —Nuestro negocio es de millones de dólares, desde ahora debes de comenzar a ser precavido. Sé que apenas vas a cumplir los dieciocho, que sabías poco o casi nada de esto, pero lo cierto es que pueden buscar acercarse a ti para llegar a mí. Entiendo que sólo hace un mes te graduaste de la “Juan de Dios Bátiz”, cosa que me da orgullo porque yo también estudié allí, pero ya va siendo hora de que madures, para eso te traje y por eso te animaba a que ingresaras a la ESCOM, pero en fin, poco a poco, una última pregunta y nos vamos. —¿Y la policía, el FBI, papá? —El FBI... Somos imposibles de rastrear. Esta casa, que es hermosa, a su vez es una fortaleza, ya conocerás sus secretos. No niego que saben asestar golpes, que tienen tres o cuatro agentes dedicados a su trabajo, por eso mi preocupación por estos emails. De vez en cuando algún novato cae, pero es más publicidad que otra cosa, hijo. Y esto que te digo no es por exceso de confianza, sino por causa de conocimiento; somos más inteligentes, siempre tenemos que serlo. Lo que hacen ellos es fingir ser compradores, o nuevos distribuidores en la Hidden Wiki, se infiltran en la Deep Web, es cierto, pero nada que no controlemos si somos precavidos. Israel y Pablo evadieron sus miradas y se quedaron callados por un momento. —Te voy a traer aquí dos o tres horas, algunas veces los sábados, otras los domingos que no haya nadie aquí para que aprendas con calma, ¿de acuerdo? —Sí, papá.

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LA SULTANA DEL NORTE A Virginia y Homero Silva

¡No quería someterse a la amenaza! ¡No necesita ser cómplice de ningún cártel de la droga! Es su rancho, ¿por qué habría de entregar su quinta, la huerta con los naranjos? Álvaro Treviño, tranquilo y satisfecho con su forma de vivir, había escuchado hablar y había platicado en muchas ocasiones del cártel de los zetas. Sabía que habían llegaban a controlar estaciones completas de la tras nacional petrolera Pemex en el sexenio del inepto de Peña Nieta, y que la extorsión junto con el secuestro de empresarios eran sus dos principales actividades después del cambio del régimen en el país. Había visto pasar en varias ocasiones las pipas de gasolina con la marca inconfundible del cartel de los zetas por las carreteras de Linares rumbo a la ciudad de Monterrey. Estaba bien informado sobre el cártel de los zetas por los periódicos, la televisión, la radio y las historias que los amigos de la ciudad y el rancho contaban; aún así, no esperó nunca verlos en su mesa. Él vivía sereno en una inmensa y ostentosa privada en donde su casa y la de sus vecinos desbordan de nueva y lujosa arquitectura. Cuando se junta Álvaro con sus vecinos para hacer una parrillada, él nunca deja de observar los floreros; le gusta fijarse en los muebles, en el tapiz de los sillones, en que si tienen o no sus amigos un buen juego de cuchillos para cortar la carne que tanto disfruta marinar la burguesía norteña. Le agradan las casas, la decoración de las casas. Él


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se ha esmerado en mejorar la suya durante bastantes años. Considera que es una persona amable. Vive tranquilo en su residencia con lámparas de traventino romano. Le enorgullece el escritorio que tiene en su biblioteca, es moderno y de caoba, fue tallado a mano por el escultor Enrique Carbajal. Mandó traer madera de Valle de Bravo para colocarla como duela en su amplio y radiante comedor. Las grandes habitaciones de su hogar están diseñadas al capricho de su buen gusto. Los amplios armarios, las ventanas con vidrios pigmentados con un sutil verde turquesa le dan felicidad. La colección de libros que posee y que ha ido recopilando y leyendo durante cincuenta años, lo hace sentirse diferente. Cada detalle de los muebles de su casa resalta por el impecable color blanco que predomina en su hogar. Hay blanco por todos lados, blanca es toda la estructura exterior de su casa, blancas son casi todas las paredes en el interior de su hogar. Podría estar satisfecho con su vida, a sus sesenta y cinco años conserva claros los recuerdos de las pequeñas cantinas de Monte Morelos donde creció; porque no siempre tuvo dinero, se lo ganó a pulso para poder, en estos años de su existencia, disfrutar de asistir los domingos a misa con su familia. Ya casi no bebe pero jamás ha soltado el trago. Aprendió a disfrutar de la cerveza a partir de los catorce años. Está orgulloso del colegio particular donde estudian sus tres nietos. Monterrey es para él una ciudad en donde puede disfrutar de su chequera. Él fue quien decidió ampliar el jardín de la privada donde vive, trabajando se ganó el dinero que ostenta. Le agrada el pasto, los quioscos de madera iluminados por la noche. La luz de las luciérnagas lo relaja a tal punto que se ha llegado a quedar tres horas observando su parpadeante destellar de luz amarilla, verde y azul. Es un gran lugar en donde vive. Puede dejar su casa sola durante días sin preocuparse por colocar el cerrojo de las puertas. Alvaro piensa que la parte sur de Nuevo León es un buen sitio para estar con su familia. Quiere mantenerlos viviendo allí, no tiene por qué alejarse de los elegantes centros comerciales a los que va a comer tres o cuatro veces por semana, no tiene por qué arriesgarse a que secuestren a sus hijos o a sus nietos, su deber es cuidarlos. Le pre-

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ocupa lo que le ha pasado porque su esposa no tiene a nadie más que a él, y él ya no tiene las fuerzas que poseía antes para defenderla como quisiera. Le puede dejar el suficiente dinero para que jamás se preocupe por nada, pero eso no es consuelo ante lo que le está pasando. Sus dos hijos no la quieren a ella. Nunca supo ser buena madre, se la pasaba preocupada por complacerlo a él, por arreglarse todos los días para él. A ellos los cuidó bien, pero sin mucho ánimo. Él fue quien le pidió tener cinco hijos. Fueron tres niñas y dos varones. Y a pesar de que ya casi no bebía, después de haber tenido aquel encuentro comenzó a tomar con más frecuencia que antes sus vasos de coñac. Comenzar a beber por la mañana y hasta el anochecer se convirtió en su rutina cuando escuchó que tenía como fecha de entrega el día sábado. Álvaro Treviño a ratos se encierra en su biblioteca. Su esposa no le dice nada porque él ha cultivado un carácter fuerte que le da el control de su familia, el derecho y el gusto de aislarse y embriagarse cuando lo desee. Mantiene con firmeza el cuidado de sus hijos, a pesar de que ya son adultos. A todos les dio escuela y trabajo, carácter y amor por la familia. Sus cuñadas, sus compadres, sus primos, todos lo respetan, no dudan de él, no sospechan nada. Siempre ha sido un poco esquivo, irónico y a veces hasta reservado, por eso no le inquieren o le mencionan nada. Rumoran entre ellos que ha estado bebiendo mucho estos últimos días pero nadie se asombra, ni se atreve a decirle que suelte la copa. Lo dejan solo porque saben que es parte de su ser. Tiene ese espíritu, el de disfrutar de la neblina que baja en los días fríos del cerro hacia su casa. Él sabe que su residencia es la más grande, la mejor colocada. En lo alto de la privada donde construyó su hogar puede ver la bella arquitectura de las demás casas. Se alegra del hermoso paisaje adonde regresa todas las tardes del trabajo, de sus negocios, de sus comidas en restaurantes de lujo donde cierra contratos y dice algunos chistes. Pocos distritos en Monterrey son como el lugar donde él vive, donde el clima es tan variado y agradable. ¿Por qué habría de someterse al cartel de los zetas? Ubicado en una zona privilegiada, goza de docenas de kilómetros bien diseñados para trabajar, vivir y crecer en paz. Grandes edificios de cristal, hoteles de hermosa piedra roja, amplias avenidas, abundantes árboles y parques donde salir a caminar o a pasear al perro.

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El planetario es uno de sus lugares favoritos. Mucho mejor construido que el de la comprimida Ciudad de México. El planetario de la Ciudad de Monterrey tiene un jardín de la ciencia, un pequeño río con sus aves multicolores, un museo temático lleno de juegos infantiles y con espacio, figuras de arcilla colocadas en vitrales hermosos que enaltecen la historia prehispánica del territorio mexicano. Qué a gusto se siente Álvaro Treviño viviendo en la Sultana del Norte. Disfruta de salir de cacería con su cuñado; ha llegado a pagar más de tres mil dólares para matar a un animal, en específico; a una joven cebra. De niño les disparaba a los conejos en la sierra. La sensación de la escopeta es algo que sus manos necesitan para estar tranquilas. Ese golpe en el hombro que llega a su cuerpo cuando la pólvora explota al salir disparada la bala que empuja a su vez al rifle contra su hombro, le encanta. Perder lo que tiene no es opción. Bien comprende que son varias las personas que han secuestrado y que los cárteles siguen secuestrando. Y más que varias, son muchas las historias de levantamientos de algún conocido y hasta de algún familiar cercano. Su ahijado entre ellos. Monterrey Nuevo León está acuartelado. La Guardia Nacional lleva seis o siete años en las calles. Álvaro Treviño, como buen empresario, sabe y tiene su propia opinión política. Lee a diario el periódico la Jornada para comprender que un ex presidente estúpido utilizó a los militares para reprimir a la población, sabe que Felipe Calderon utilizó la pasada guerra contra el narcotráfico como pretexto para inmovilizar a dirigentes sociales, que Estados Unidos permite el tráfico de armas con el fin de dañar a México. Los enfrentamientos en Monterrey y en todas las provincias del país, no han sido pocos ni casuales, van bien dirigidos, son específicas las órdenes de a quiénes buscar y a quiénes dejar pasar como si no existiesen. No por ello deja de ser irreal el peligro, las muertes fortuitas, casuales y provocadas. Numerosos muertos por una bala dirigida o perdida es la historia de los últimos diez años de México. El cártel del golfo, los zetas, la familia michoacana y hasta el cártel de Sinaloa, se disputan el territorio de Monterrey. Paso inmejorable a Estados Unidos, frontera de miles

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de millones de dólares y de desaparecidos. Álvaro Treviño está nostálgico, no deja de preocuparse por su familia. En su tristeza, no puede evitar platicar con la señora que llega cuatro veces a la semana para limpiar su casa. Mientras Álvaro Treviño supervisa que limpie bien la cocina, le comenta que él también teme salir por la noche. Ella, curiosa y atenta, escucha hablar a su patrón sobre las huertas de naranjo mientras seca un traste. No sospecha que amenazaron al señor Treviño, sólo nota un ligero cambio en su patrón. Lo ha visto antes beber durante días así que ese no es el indicio, sino el tono de su voz, el excesivo interés que muestra en su trabajo, la forma en que se talla el ojo, se lo ha irritado demasiado. Se ve extraño, elegante como siempre, bien peinado su cabello blanco pero con la cuenca del ojo izquierdo a punto de sangrarle. Como sea, ella tiene sus propias preocupaciones, sus propias historias que contar. Lo interrumpe la señora de la limpieza al recordar, por asociación de ideas, a un hermano que fue secuestrado. Según narró ella, era un pelado grande y bragado con casi los dos metros de estatura; fuerte, mucha masa corporal, pero no obeso. —Fíjese que iba con su esposa y sus dos hijas por la carretera rumbo a San Miguel de Allende a visitar a uno de sus hermanos; salió de casa un poco tarde según me dijeron las hijas de este pelado. Como a eso de las siete de la noche apenas se estaban subiendo al auto. Se retrasaron a causa de que una de sus hijas, la menor, Mónica, se salió con el novio al parque, o eso dijo ella, pero la verdad es que se fue a la casa de ese muchacho para estar a solas, una sabe de esas cosas. Pero aunque hubiera llegado temprano, eso ni hubiera cambiado nada —continuó narrando la criada—. Ya los estaban cazando. Tomaron la salida de Monterrey, la que desde hace dos años están repavimentando. Sí sabe cuál, ¿verdad?, la que tiene un hermoso paisaje de cerros verdes y preciosos árboles con hojas entre amarillo y castaño. Fue sobre la carretera donde los detuvieron, a la altura de donde empieza el poblado de Monte Morelos. Se le cerraron dos camionetas azules. Su cuñada se lo contó con nostalgia y duelo en una comida. Le ex-

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plicó que cuando vio que se le estaban cerrando las dos camionetas, este pelado frenó a todo lo que daba su coche. Les gritó a sus hijas y a esposa que se sujetaran. Tan fuerte fue el frenado que dejó la marca de las llantas en el asfalto —todavía se pueden ver cuando pasa uno por ahí —le dijo la señora de la limpieza a Álvaro. Aun así, aunque frenó con todo el pedal, se estrelló contra una de las camionetas que se le habían estado cerrando. Se bajaron más de seis personas armadas. Se lo llevaron a él y a su esposa; a las hijas no las tocaron. Y no crea usted, señor Álvaro, que se tardaron mucho en saber de ellos; bueno, de ella —corrigió la criada —encontraron a mi cuñada tirada a sólo kilómetros de donde la subieron. Eso sí, golpeada, inconsciente, toda llena de sangre en las piernas, en los brazos, la cara, el pecho, hasta en las nalgas. De él no volvimos a saber, nunca llamaron para pedirnos dinero. Jamás se encontró el cuerpo, nada, cosa terrible para mi cuñada. Cuando veía en las noticias de que habían descubierto los militares una narco fosa en Monterrey ella siempre lloraba. Déjeme le digo por qué: lo que pasa es que tenía que ir a ver los cuerpos descompuestos. Triste esperanza de que uno de ellos fuera su marido. Así se la pasó más de dos años, buscándolo entre otros muertos. Qué desgracia no saber siquiera si está vivo el marido, ¿no lo cree? Álvaro suspiró al escuchar el relato y se volvió a tallar el ojo. Regresó a la conversación sobre su rancho y al hacerlo desvió la mente de su criada. Álvaro Treviño empezó a decirle a la señora que todavía no termina de sembrar las hectáreas que él quisiera. Le hacía falta dinero para contratar más trabajadores. Treviño piensa que algunos de ellos son buenos amigos, leales, muy honrados. Un segundo después se quedó callado y se fue a su estudio a pensar en todas las personas que dependían de él. Admiró sus libros. Las familias de los trabajadores que le daban su riqueza no podrían vivir sin los contratos que él conseguía. Si él viviera tan sólo unos cuantos kilómetros más hacia el oeste, en una de esas mansiones con varias hectáreas de bosque como patio, no hectáreas como las suyas que se utilizan para la siembra, sino hectáreas para disfrutar de pura buena gana, esa sí sería otra vida, no estaría amenazado como se encuentra ahora; o quizá sí, ahora no está seguro de nada. Se puso a imaginar cosas, a engañarse a sí mismo

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pensando que a los verdaderos ricos no los secuestran, ellos tienen guardaespaldas, federales en la puerta de su casa, cenas con los gobernadores y con el presidente, negocios internacionales, él quisiera vivir así. Es consciente de que en todo Monterrey secuestran, nadie se salva; lo sabe de antemano. Pero lo suyo no es un secuestro, le han pedido su rancho, que colabore. Dos opciones le gritaron sin alzarle la voz. Recuerda que se acercaron a él mientras estaba comiendo en un pequeño restaurante de Linares. Ya lo habían estado observando, aprendiendo sus hábitos. Por eso se aproximaron de la mesa de enfrente de donde se había sentado. Le explicaron quiénes eran, y cómo vivía él. Le dieron el nombre de sus hijos y sus nietos. —Ni pretendas levantarte —lo amenazaron—. Hay otros tres afuera, todos armados y tienen una sola orden, que si sales primero que nosotros te maten —agachó la cabeza, se encogió en su asiento al escuchar eso. Miró por la ventana, vio coches estacionados pero a ninguna persona. Los escuchó callado, nervioso, tosió un poco. —Le entras o lo tomamos a la fuerza —le dijeron. Silencio. Después de un momento, Álvaro negó despacio con la cabeza. —Bueno, ya sabes cómo están las cosas. Piénsalo, en unos días te marcamos a tu celular. Para el momento en el que estaba meditando en su biblioteca recordando la amenaza, ya le habían llamado. Los mandó furioso a la chingada. Siempre había sido un cabrón bragado. ¿por qué cambiar ahora? Él también sabía lo que es disparar una bala a una persona. Hacía tres años le había metido una bala en los pulmones a uno de sus cuñados. Además, no tenía a quien pedirle ayuda. Si hasta los pinches federales y militares andan en esos desmadres, ¿a quién acudir entonces? ¿No había renunciado el administrador del Palacio Municipal de Linares porque el pinche alcalde se coludió con el narco? Bien sabía que los zetas llevaban a las personas que secuestraban al cuartel de la policía federal. Se lo había dicho él, su amigo, el administrador que renunció. Pero mucho antes de eso Treviño ya sabía esas cosas. Pueblo chico infierno grande. Casa en la ciudad de Monterrey, pero hectáreas para ser trabajadas en el pueblo de Linares. Cuando Omar

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mató un jaguar y lo comenzaron a buscar porque está penado por la ley del Estado, todo el pueblo supo que Omar se fue a esconder a la petaca. También se supo rápido cuando una noche a uno de sus trabajadores lo levantó un grupo de militares sin ninguna orden ejecutiva, porque así son de culeros. Detienen a quien se les antoja por la noche. Se lo llevan para ver si pueden extorsionar a alguien. Luego sale en los periódicos locales que se llegan a enfrentar unos militares con otros militares. Todo se sabe. Y es que la gente escucha, el pueblo reconoce lo que pasa. Quizás hasta ya sepan que me van a ir a buscar, pensó Álvaro. Armas, eso era lo que le hacía falta. Tenía algunas escopetas guardadas. Las usaría todas. Eso fue lo que concluyó el viernes. Al otro día despertó ya bien seguro de lo que tenía que hacer: dejar a su familia en su casa de Monterrey, despedirse tranquilo de su esposa, con cariño pero sin insinuarle nada. Así que se arregló aquel día, se puso una camisa negra, pantalón de mezclilla y botas. Le mar có a Lencho con su IPhone al salir de su elegante hogar. —¿Qué pasó compadre, ya prepararon la carne enchilada, o qué? Si no, no importa, lo que quiero es que me juntes a todos los trabajadores y los saques de la huerta, tienen el día libre. —¿Y eso por qué? —Pues porque voy a ir para allá con una querida y necesito es tar bien solo. Ya sabe cómo es la gente de chismosa. Así que váyalos corriendo a todos, compadre. Ya el lunes le cuento a quién llevé ahora. Álvaro Treviño tomó carretera, pero antes de llegar a la huerta se detuvo a beber una cerveza. Fue al mismo restaurante donde lo habían amenazado. Al sentarse, lo primero que pidió fue una Bohemia bien fría; le ofrecieron Tecate light, pero la cerveza light se le hacía para señoritas. El mesero se la llevó de mala gana, una sola cerveza no implicaba una buena propina. Mientras se la tomaba, un alto relieve en las personas le llamó su atención. Parecían mucho más reales que cuando se platica con ellas. Como si estuvieran pintadas al óleo, enmarcadas e irrepetibles en una galería, hasta los objetos le resaltaban. Se quitó sus gafas rectangulares y ahumadas para apreciar su diseño, se las colocó para fijarse en cada detalle del movimiento de los cuerpos, comprendía su lenguaje corporal como si él hubiera

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estudiado para ello. Apreciaba las aspas de los ventiladores colgados en el techo, el estilo de comer de las otras personas. Respiró hondo, se terminó su cerveza. Miró con alegría a su alrededor. Por las ventanas observó los coches que se encontraban estacionados y se acordó de los zetas y de la güera. Nunca la quiso de amiga pero jamás quedó mal con ella. Ella podría ayudarle. Pensó en llamarle, tenía su número. Esa güera seguía siendo buena amiga de la familia de su esposa. Todavía mantenía contactos con el narco la desgraciada. ¿No fueron a la casa de la güera los militares con sus trajes verdes y sus guantes negros a robarle y desmadrarle sus muebles? Le quitaron los televisores, destruyeron su cocina, rompieron las puertas, quebraron los vidrios y la obligaron a que se encuerara para agarrarle bien las chichis y las nalgas, y todo fue a plena luz de día, en la elegante privada de la rioja. Y según contó en un cumpleaños de la sobrina de Álvaro Treviño, fue por una orden del gobernador, un ajuste de cuentas. Nada excesivo, sólo poner en balance las cosas. Ella vendió droga donde no le habían permitido, así que ambos, el cártel y el Estado, decidieron mandarle una advertencia, sólo para que se calmara y pensara mejor las cosas. Aun así, todavía hacía envíos de droga en la frontera. Ella podría ayudarlo. Valdría la pena llamar a la güera, contarle lo que le estaba pasando. Quedar a deberle un favor no sería tan malo. Lidiarse con una parte del narco, eso es lo que estaba pensando Álvaro Treviño. Para pura madre valía la güera. La misma chingadera. No. Se enfrentaría a ellos, defendería él solo su rancho. Se talló el ojo irritado, pagó la cuenta y salió rumbo a la huerta. Al llegar la encontró sola tal como lo había ordenado. Se sintió tranquilo de que sólo se escucharan los ruidos habituales de los insectos; el aroma a tierra y a naranjos lo calmó. Contempló su otra casa. La admiró durante un largo rato pero no entró. Atravesó su enorme camioneta Lobo en la puerta de su quinta y después cargó con meticuloso cuidado las tres escopetas que tenía. Una la dejó a dos metros de la entrada, bien pegada a la barda; él también se quedó a un costado pero un par de metros atrás de donde había dejado la escopeta, en una silla de mimbre que tenía, como a siete metros de la camioneta. Esperó a que diera la hora del plazo. Ya no pensó ni hizo nada. A las cinco de la tarde, sumido en el silencio de su

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hermosa huerta mientras contemplaba con ansia y tranquilidad las hojas frondosas de los naranjos, escuchó el ruido de tres motores de camionetas. Cerró los ojos, apretó con fuerza la escopeta que tenía en su mano y se colocó en posición para dispararle al primero que viera. Se mantuvo en calma con la escopeta bien sostenida entre sus manos. El sonido de los motores cesó, segundos después varias ráfagas de disparos aturdieron sus nervios y sus tímpanos. Asustado pero firme observó que su camioneta Lobo estaba siendo atacada. Una camioneta de toneladas se desplomaba, se hundía un par de centímetros en la tierra. Aun así el cartel de los zetas mantuvo los disparos bajo control para no incendiarla. Álvaro se preparó para disparar, sus manos estaban ansiosas, apretaban y soltaban la escopeta en ínfimos segundos y milímetros. Su robusto cuerpo se llenó de ansiedad. Sintió la presión con que se había sujetado las botas porque le lastimaban al estar de pie. Tenía que matarlos. Reaccionó rápido. Se dio cuenta de que eran dos los que primero buscaron precipitarse por arriba de la camioneta desecha. Sólo necesitó ver dos centímetros de ellos; un poco de sus manos y de su cabeza le bastó para soltar el primer disparo que fue certero. Le demolió el rostro al que estaba de su lado izquierdo. No dejó de disparar. Agotó todas las cargas de la primera escopeta. Tomó la otra que había dejado sobre la silla y fue descargándola a cada paso que daba, pero la vació sin darle a nada más que a su propia camioneta. No le importó. Ganó un par de metros y confianza. Recogió la última escopeta que había colocado pegada a la barda y se preparó para descargarla contra los narcotraficantes. Un solo disparo de su última arma le bastó para colocarse rápido en la entrada de la quinta, atrás de la camioneta desecha. Los vio por un segundo cara a cara. Se apresuró a dispararles de nuevo pero soltaron una ráfaga de balas precisas contra su cuerpo antes de que él pudiera siquiera presionar el gatillo otra vez.

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MÉXICO Y ESPAÑA A Ernesto Velázquez Solórzano

Llegó el veintitrés de diciembre por la noche al aeropuerto de Barajas, España, sin embargo antes de poder salir a caminar por las calles de Madrid, en la última revisión de documentos, un policía le pidió su pasaporte, lo detuvo de forma imprevista y lo llevó a una sala pequeña y apartada con otros extranjeros, todos eran latinoamericanos; argentinos, guatemaltecos, chilenos, peruanos, venezolanos. El pretexto para atajar su camino fue, según le dijeron, que su boleto no tenía fecha de regreso a Culiacán, Sinaloa. Él explicó el motivo. Lo había obtenido por un amigo que trabajaba en Aeroméxico, era un derecho laboral ganado por el sindicato, ellos podían obtener boletos para sus amigos, les hacían un descuento de empleado pero sin fecha de regreso. Así lo expedía la empresa, así había visitado Bilbao el año pasado y así había conocido París y Alemania el año antepasado. Ahora regresaba a festejar el cumpleaños de su hermana a la que le había llevado una bolsa de tamarindos y otra de hojas de Jamaica. —Mire mi pasaporte. Ahí vienen registradas mis entradas y mis salidas de la unión Europea, revíselo. Pero el policía hizo caso omiso. Le dejó sobre una mesa una hoja para que la firmara. —Sin leerla. No es necesario que la lea. Es para asignarle un abogado que lo asesorará mientras está detenido en el aeropuerto —le


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gritó. Él la leyó y la firmó de mala gana mientras el policía lo miraba con menosprecio. —Ahí está su hoja...—se aguantó las ganas de terminar su frase y decirle culero. Después de firmar el papel, lo trasladaron por varios pasillos apartados de la terminal de documentos, hasta llegar a una pequeña recepción donde apuntaron su nombre en una libreta y le avisaron que sería deportado en el primer vuelo de regreso a México. Cruzó la recepción y entró a un cuarto grande. Era como el cuarto del orfanato donde creció con su hermana, un área rectangular llena de literas con unas cuantas ventanas que mostraban las pistas de aterrizaje y despegue cubiertas de nieve por la temporada. Al entrar escuchó a una señora replicarle a un policía. —Por lo menos déjenme salir a escupir a la calle. Esto le causó gracia y le arrebató una sonrisa. No le quedaba más que la resignación. Fue a una de las literas vacías y se acostó con la intención de dormir pero no lo consiguió. Se quedó ahí varios minutos moviéndose de un lado a otro sin poder acomodarse. Una colombiana, que estaba enfrente de él, lo observaba con curiosidad. Molesto porque no había nada que pudiera hacer, comenzó a platicar con una salvadoreña que se encontraba en la litera de abajo. Tendría veinte años la salvadoreña, una chica bastante vulgar pero no era fea. Como sea no platicó demasiado con ella a causa de su desesperación y el tono de voz de la chica, que se llamaba Alejandra. Le desagradaba el sonido agudo de sus expresiones así que se bajó de la litera. —Ahorita regreso —le dijo—. Voy al baño. Pero en lugar de eso se acercó a platicar con una peruana que estaba haciendo la limpieza del lugar. Sólo que ella, como buena trabajadora inmigrante, no le hizo caso y continuó trapeando el piso sin responderle a nada de lo que le preguntaba. Se decepcionó y volvió a la litera más abatido que antes.

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La salvadoreña estaba en la cama donde él se había acostado. No le dio importancia pero sabía lo que significaba, así que y se acostó junto a ella en la litera de arriba. Platicaría con quien fuera. “Para qué estoy de solitario estando aquí”, pensó. “Prefiero platicar con ella que hacerme el dormido o andar recordando los bares donde me embriagaba en Sinaloa”. Así que durante media hora estuvieronpreguntándose sus trivialidades, pero al poco rato de que comenzaron a entenderse bien, la luz del lugar se apagó. “Hora de dormir”. Escucharon al policía que lo gritaba a lo lejos. —Todos a guardar silencio. Continuaron platicando en voz baja otros minutos, pero al cabo de un rato ambos comenzaron a decir menos cosas y a tocarse con erótico entusiasmo. Se desnudaron bajo la única cobija que había y comenzaron a disfrutar de sus cuerpos sin reparo y sin tomar en cuenta a los demás detenidos en el lugar. Aquella noche llegó a la misma cama donde él estaba con la salvadoreña, la colombiana que lo observaba desde que llegó. Corrió con suerte, porque la salvadoreña no sólo era vulgar al hablar, sino también en la cama. “A la mierda España”, pensó Oscar al despertar. El día comenzaba a clarear cuando sintió un beso en la mejilla. La colombiana estaba de su lado izquierdo y aún dormía. La salvadoreña, después de darle dos besos en la mejilla se bajó de la litera para dormir en la otra cama. Él se levantó y fue al teléfono de monedas que había en una esquina del enorme cuarto; se veía a lo lejos como una esperanza. Al llegar observó la lista de números pegada a un costado del teléfono. Eran de las diversas embajadas que había en España. Descolgó el auricular y marcó los ocho dígitos de su casa, escuchó un breve silencio seguido de un tono repetitivo de llamada sin destino, lo estuvo oyendo hasta que el silencio regresó al teléfono. Volvió a repetir el acto en dos ocasiones más. Digitar sin depositar monedas o sin introducir la clave LADA in-

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ternacional no tenía importancia, el acto de tomar el auricular y presionar los números en determinado orden lo relajó por un momento. Marcar a su embajada no tenía sentido, a su hermana en España tampoco, sería deportado en un par de horas, lo sabía de antemano. Al ir caminando de regreso a la litera donde pasó la noche, observó a un señor sentado frente a la única mesa del lugar. Parecía estar muy triste, su ropa se veía demasiado desgastada; sus ojos cansados y su postura encorvada denotaban melancolía. Caminó rumbo a él, tomó asiento y le dirigió un cordial “hola” en espera de una respuesta. El señor levantó la vista cauteloso y con movimientos torpes. Se miraron unos segundos. —¿Y a usted por qué lo detuvieron? —Por el boleto de avión, ¿y a usted? —Porque venía con mi hijo. Bueno, vengo a ver a mi hijo. Lo que sucede es que yo tengo a toda mi familia viviendo aquí en España. —¿Desde cuándo viven en Madrid? —Ya seis años. Yo era el único que no quería venir. Silencio. —¿Y al final por qué cambio de parecer? —Acaba de nacer mi nieta. —¿Y por qué lo detuvieron? —Porque venía con un niño que no era mío. —¿Que no era suyo? —Me lo prestaron. El señor volvió a bajar la mirada y esperó unos momentos para decir en voz mengua y lenta: —Pagué un poco de dinero. Es más fácil entrar a España si vienes con un niño que te acompañe y que tenga la piel clara, pero los policías sospecharon y me detuvieron.

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Oscar se sorprendió de la pasmosa facilidad con que confesó eso. —¿Y el niño? —No sé. Otra pausa. Ahora más larga y melancólica. —Ya estando en Madrid. le devolvería al niño a un conocido para que siguiera ayudando a más gente a entrar, pero me engancharon. Ambos callaron mientras veían al suelo. El señor se levantó después de un minuto y caminó al baño. Oscar regresó despacio hacia la litera y antes de acostarse se le quedó mirando a la colombiana. La observó y se dio cuenta de que le gustaron más los senos de la salvadoreña, así que se acostó a dormir con ella. Se tapó con la cobija y la abrazó. Le tocó un muslo y le besó el cuello. Ella no despertó. Estuvo ahí un rato hasta que se aburrió de abrazarla. La fue soltando poco a poco para subir y abrazar a la colombiana. Puso el primer pie fuera de la cama y al estarse levantando vio entrar al policía que lo había detenido. Fue hacia él para preguntarle sobre su equipaje y su pasaporte que aún no le regresaban. —¿Qué tal la colombiana? Lleva aquí una semana, ¿sabías? No te creas especial. El mexicano levantó los hombros y no dijo nada. —Vámonos, ya te programaron en un vuelo de regreso a ese lugar que llamas Méjico. El policía lo escoltó un par de pasillos hasta una puerta que conectaba con las pistas de aterrizaje. De ahí lo subió a una camioneta blanca con los interiores en gris. Lo llevó a las escaleras de un avión de Mexicana. Acompañó a Oscar hasta su asiento y le entregó el pasaporte. El policía dio media vuelta para bajar del avión pero apenas caminó dos pasos cuando escucho decir: —Hey, poli. El gendarme español giró para ver la mano izquierda del mexicano que le enseñaba su dedo más preciso en clara señal de grosería. Lo miró con enfado pero se resignó a continuar su camino y bajar del

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avión. Los demás pasajeros ya habían abordado, Oscar fue el último en acomodarse en su asiento. Antes de que partiera el avión, se acercó una aeromoza para decirle a Oscar que no se preocupara, que ya estaba a punto de regresa a casa. Oscar le pidió un vaso de agua a la aeromoza. Después se abrió la escotilla del avión que estaba junto a él y miró por la ventana la pista de un país hermético y cuidado. Luego escuchó por el altavoz las instrucciones de apagar el celular y colocarse los cinturones.

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ESTADO DE MÉXICO Con cariño para Sandy Irene Ruiz Orozco

Varios pasajeros iban medio dormidos por el calor de abril. Las ventanas de la combi no se podían abrir y la temperatura subía en ese pequeño espacio lleno de incomodidades y hedores intensos a gasolina quemada. A tal grado era funesto aquel calor que Erika no dejaba de sentir el sudor que le escurría por el cuello y la espalda. Enfadada porque además de que su coche se había descompuesto un par de días antes, Erika no encontró otra forma de llegar a San Cristóbal aquel domingo más que abordar el Metro en la terminal de Polanco, entrar al vagón, viajar de estación en estación y trasbordar en dos ocasiones, primero de la línea naranja a la azul y luego de la línea azul a la línea B del metro. Al salir de la última estación de la línea B en la terminal Ciudad Azteca, Erika se dio cuenta de la enorme diferencia de clases entre ella y la gente de Ecatepec. Pero su amor por Armando la animó a caminar y colocarse a un costado de la Avenida Central, hasta donde había llegado, para estirar su mano derecha en señal de que le interesaba recorrer un largo camino de hora y media en una combi mísera que anunciaba su ruta con pequeños letreros en colores verdes y rosa fluorescente colocados en el parabrisas de enfrente y que decían; “San Cristóbal, 30-30, Palacio Municipal”. Erika estaba logrando soportar el transporte público gracias a su entusiasmo por volver a besar a su ex novio Armando, lo extrañaba mucho. Ya en camino a San Cristóbal, sólo el chofer y una joven bonita


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junto a él recibían algo de aire en aquella miserable combi. Sus ventanillas eran las únicas que se podían bajar por completo. El poco aire que entraba a la combi, sin embargo, estaba tan seco que molestaba respirarlo, sentirlo fluir por la cara no refrescaba, sino que hastiaba a los pasajeros que estaban despiertos. Además del calor, la obesidad de dos señoras que iban apretando a Erika sin timidez o inquietud por ella, fue otro plus de aquel día en el que ni siquiera consigío pedir un uber a causa de que la aplicación no respondía. Qué fastidio para Erika, que estaba acostumbrada a viajar en su hermoso charger, tener que soportar el horrendo Estado de México con su espantoso y destartalado transporte. Erika casi no se podía mover a causa del único lugar que encontró, y que fue entre dos señoras con severos problemas de sobre peso. Cuando Erika quiso sacar de su bolsillo el dinero para ir separando el cambio con el que pensaba pagar, no lo consiguió. Le estorbaban tanto las caderas llenas de grasa que se desparramaban del pantalón de las tremendas gordas a su lado, que intentar moverse con fluidez era impensable. Enfadada Erika por esa funesta situación, sólo deseaba llegar con Armando para besarlo y platicar con él. Así que tuvo que esperar a que una de las señoras bajara para poder acomodarse de forma más o menos decente en los incómodos asientos de terciopelo lustroso y negro donde estaba semi jorobada por la diminuta altura del transporte donde tenía que ir más que sentada, aplastada. En el camino, Erika fue escuchando un poco de música electrónica que sus audífonos le hacían llegar desde su IPhone, con eso se logró distraer un poco del lugar donde estaba. Pero las avenidas con docenas de baches, sin direcciones y hasta con topes rotos y deformes le recordaban a cada instante por dónde estaba circulando. Agregándole, además, que el olor a gasolina quemada de la combi la iba atosigando en todo momento. Erika creyó que llegaría a tiempo a su cita. Supuso que el tránsito en el que se detuvo la combi sólo correspondía a un pequeño tramo de la avenida. Erika tuvo suerte y así fue.

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La combi sorteó el nudo de coches que se hizo en una glorieta a la altura del Bulevar de las Alondras. Eso le dio ánimo a Erika para creer que llegaría justo a tiempo a su cita. Pero a un kilómetro de donde la estaba esperando Armando, la velocidad del transporte disminuyó de nuevo hasta avanzar sólo un par de metros por minuto. Impaciente Erika por la hora que ya era, inclinó su espalda un poco hacia adelante para mirar por la ventanilla de la combi, como si al ver la fila de autos en la carretera tuviera la respuesta de por qué se detenían. Las bocinas de los coches comenzaron a sonar y la mente brillante del chofer decidió improvisar un camino para cruzar entre varias calles y avanzar “más rápido”. —¿Por qué tanto transito? ¿Hay marcha o algo? —preguntó un señor. El chofer escuchó la pregunta y respondió que no, pero que habían cerrado varias calles. — ¿Y por qué? —preguntó Erika un poco desconcertada. —Porque es domingo de bicicletas —respondió una señora. Todos los pasajeros pusieron una mueca de resignación, desagrado, y comprensión obligada. Una aceptación fastidiosa los acomodó en su asiento para no hablar más. <<No puede ser>>, pensó Erika. <<Pinche Estado de México. Siempre con sus versiones feas de lo que hacen en el Distrito. Ahora a ver por dónde nos lleva este pendejo>>. El chofer comenzó a maniobrar por calles estrechas, cuarteadas, grises y llenas de topes. Parecía hormiguero aquel atascadero de autos. Estorbándose con los demás autos que también buscaban camino sin encontrar dirección, la combi comenzo a circular por carriles opuestos para que al final dieran a una calle cerrada por dos enormes macetas de concreto. Así, despacio y librando a otros conductores que también estaban buscando el camino “más corto”, el chofer se tardó más en llegar al centro de San Cristobal donde Erika por fin se pudo bajar de la combi. Con media hora de retraso, Erika se apresuró a dirigirse casi corriendo afuera del Oxxo donde la tendría que haber estado esperando

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su antiguo novio. En lo que caminó rumbo al Oxxo se demoró otros cinco minutos. Ya afuera del lugar acordado, Erika se quedó parada observando a su alrededor, buscando al chico que anhelaba abrazar. No lo encontró. Aguardó unos minutos con la esperanza de que llegara. Erika creyó verlo en varias ocasiones y lo confundió hasta con personas a las que no se parecía. Después de media hora de esperar, Erika se resignó a volver a su casa sin haberse despedido de su amor. Una o dos lagrimas salieron de sus ojos por no haber llegado a tiempo. Pensó que de nada le sirvió peinarse tanto y maquillarse, Armando no la vería más. Marcó con su celular en varias ocasiones al celular de Armando, pero él no le contestó. Aunado a la tristeza de no ver a su ex novio, Erika tenía que subirse de nuevo a una combi para regresar a hogar. Caminó un par de metros rumbo a la avenida en donde veía pasar el odioso transporte público, cuando escuchó la voz fuerte de Armando diciendo su nombre. Giró para ver salir a su ex novio del Oxxo sosteniendo una paleta de hielo que se acababa de comprar. Armando la estuvo observando desde adentro del Oxxo todo el tiempo que Erika lo buscó con la mirada. —No te compré nada porque pensé que no llegabas. —Pero ya llegué. Armando le dio un beso a Erika en la mejilla, ella sonrió y le dio un abrazo enérgico y amigable mientras buscaba seducirlo un poco acercando con delicadeza sus senos al pecho de Armando. —Acompáñame al hospital a ver a mi hermana, tengo que llevarle sus lentes que se le olvidaron en la casa. Me marcó para pedírmelos. —¿En qué hospital trabaja? Yo te marqué y no me contestaste. —Está cerca de Plaza Aragón, y no te contesté porque se me agotó la batería. —No quiero, vengo de allá. Erika hizo un gesto de fastidio al pensar en el regreso. —¿No llegaste por Indios Verdes, no tomaste la autopista?

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—Vengo en combi, se descompuso mi auto y nadie me quiso prestar el suyo. —Ni cómo remediarlo, tenemos que ir para allá. Erika hizo una mueca de fastidio que Armando no atendió. —¿Me acompañas o no? —Ya qué. —Si no quieres quédate aquí, a mí me da igual, tú fuiste la que me pidió la cita. Erika ofendida y sumisa se resignó a lo que le pedía Armando. —Vamos, sirve que por fin conozco a tu hermana y que me voy acercando a mi casa. No sé cómo vives aquí. Armando y Erika se dirigieron a tomar la combi en la Avenida Morelos. Le hicieron la parada cuando la vieron acercarse, la abordaron y al ir subiendo se fijaron que los únicos dos asientos vacíos estaban uno enfrente del otro. No tenían más remedio que sentarse separados y apretados entre las demás personas. —¿Ya te conté el primer día de trabajo de mi hermana en el hospital? Erika negó con la cabeza. Su cara de fastidio por la gente y el calor no le interesó a Armando. —Le tocó el turno de la tarde, entraba a las dos y salía a las once. Como fue su primer día, ya sabes, la pusieron a pesar a las personas, a tomarles su estatura y preguntarles su edad. Se le fue el día haciendo eso. Nada muy importante. Lo interesante pasó en la noche. Al final de su turno, el doctor con quien le tocó trabajar la llevó a conocer el hospital, los consultorios, los laboratorios donde se hacen las ecografías, etc. —¿Qué es eso? ¿Eco... que? —Eco-gra-fí-as... Es donde hacen los ultrasonidos. Para las imágenes de los bebes. —Mmmm.

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—Bueno, de ahí fueron al auditorio y al final la llevó por un pasillo a media luz y de noche en la parte más apartada del hospital cuando ya no había casi nadie trabajando. Mi hermana estaba bien nerviosa, ¿a dónde crees que la llevó? —¿A dónde? —¡A la morgue! Erika miró fijamente los ojos de Armando, las personas que iban con ellos en la combi voltearon a verlos de reojo. Iban atentos al relato de Armando. —Me dijo que son dos puertas enormes de acero inoxidable, pesadas y herméticas. Que al entrar con el doctor estaba todo oscuro, así que no se esperaba lo que vio cuando el doctor prendió la luz. Era un cuerpo sobre una mesa todo hinchado y pálido, el cuerpo de un hombre que murió ahogado. —¿Cómo que murió ahogado? —Lo asesinaron. Lo encontraron flotando en no sé dónde, o al menos eso me dijo. —¿Por qué la llevó a ver eso? —La explicación que le dio el doctor fue que si iba a trabajar en el hospital tenía que prepararse para lo que fuera desde el primer día. Que en un hospital llega gente con fiebre y gripe. —Gripa. —Gripe, Gripa, no sé. Hasta personas balaceadas y atropelladas. Que si un día la necesitaban en urgencias tendría que ir y que lo mejor es que fuera preparada. —¿Pero en la escuela de enfermería ya la habían llevado a la morgue, no? Me supongo. —Sí, pero no es lo mismo que te digan <<tal día vamos a ver un cuerpo en descomposición con tales características>> que te lleven por sorpresa y sin saber qué vas a ver. Erika asintió al comentario de Armando con una expresión de ca-

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llado espanto. Aún le molestaba el calor, lo incómodo del transporte la crispaba. —¿Y qué hizo tu hermana? —Pues nada. Dice que se quedaron ahí un rato. Que el doctor le explicó no sé qué cosas sobre el cadáver. —Debe tener mucho corazón tu hermana para ser enfermera. Pero mucho corazón. —Sí, y la mente y la sangre bien fría. Porque un error y les quitan la cédula profesional. Yo una vez fui a urgencias porque me rompí el brazo al caerme de un balcón, vi a un niño atropellado, lo llevaban en una camilla y nada más de verlo pasar me desmayé, ¿tú crees? Erika comenzó a reír. Las demás personas que lo iban escu chando en la combi también rieron, pero de forma discreta. —Ay corazón, sí te creo, eres bien miedoso. —La verdad es que esa profesión es para valientes. ¿Qué te estaba contando? —Lo del recorrido por el hospital. Pero dame paleta. —Ya me la terminé. Si viste que me la estaba comiendo, ¿por qué no me pediste? —Bajando me compras una, eh, pero sígueme contando. Los pasajeros continuaron escuchando a este Armando. Erika comenzaba a sudar de nuevo como todos los ahí presentes, pero era la única que se notaba no estaba acostumbrada a esa forma de transportarse. —Ah sí. Luego ya se fueron. Así fue su primer día, ¿cómo ves? —Difícil. —Y deja que te cuente el segundo; rezos a los muertos. —¿En serio? —Lo que sucede es que a los muertos tienen que hacerles la au-

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topsia cuando lo pide el familiar directo. Pues para poder hacérse las bien tienen que pedirles permiso primero. Cada vez que les van a hacer un corte con el bisturí les piden disculpas o les rezan algo. Dice mi hermana que si no lo hacen, el cuerpo se pone duro, como si se enojara, ¿crees eso? —Me imagino que sí. Lo que pasa es que ya somos demasiado secos, dejamos de creer en la gente que lo vive por tonta desconfianza. —O por temor. Armando se dio cuenta de que ya habían pasado Ciudad Azteca y que estaban llegando a Plaza Aragón, cerca del hospital. Tomó de su bolsillo derecho un billete de cincuenta pesos y le pagó al chofer los dos pasajes. Le dijo dónde bajaban y el conductor los dejó enfrente del hospital. Al ir saliendo de la combi, los pasajeros iban siguiendo con la mirada a Erika y Armando. —Se supone que mi hermana nos tiene que estar esperando en el segundo piso junto al elevador, le dije que llegábamos más o menos a esta hora. Ven, vamos a entrar. Armando y Erika ingresaron al hospital, pasaron por la sala de recepción con sus sillas azules alineadas y atornilladas al suelo mientras se miraban de reojo con el gusto de volver a verse. Respiraron el aroma a medicina del hospital y ambos recordaron al mismo tiempo pero sin decirse nada uno al otro, aquellas aspirinas que se tomaron por la mañana hace más de tres años después de una fiesta en Cuernavaca. Caminaron hasta el elevador que se encontraba en la parte de en medio del edificio, presionaron el botón de ingreso y esperaron a que se abrieran las puertas. Entraron. Llegaron al segundo piso. Y cuando iban saliendo del elevador vieron a Tania recargada en uno de los muros con su uniforme de enfermera pulcro y planchado. Armando, al ver a su hermana, fue a darle un abrazo para después presentarle a Erika. Luego le entregó los lentes que llevaba en el bolsillo de su camisa. —Me dice tu hermano que llevas cinco años trabajando aquí. —¿Cuándo dije eso?

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—No, apenas tres pero parecen como veinte. Los tres rieron por la respuesta de Tania. Aunque Erika no se quejó de nada con Armando, la verdad es que ya estaba harta del calor y de tener que acompañarlo. Lo que ella quería era estar con él en alguna plaza comercial tomándose un café o caminando sin rumbo, pero de la mano. —Por el horario y la gente, ¿verdad? —dijo Erika. —Por las historias. Diario ocurre algo. Algún chisme, que no fallan, o alguna realidad asombrosa como lo que le acaba de pasar a una chica del piso de arriba. Déjenme les cuento. Ariadna mi amiga llegó tarde a su horario de trabajo, así que las demás enfermeras le dijeron que le tocaba bañar a la gente en camilla, a las personas que están en coma. Pero sucede que la gente en coma es muy sensible, casi no puedes moverlos porque pueden llegar a fallecer. Por eso se les dan baños de esponja. Al parecer, cuando los mueven para llevarlos a la tina, cuando los cargan o los acomodan en la tina, fallecen por el movimiento. Pero tampoco los puedes dejar en la misma posición siempre porque se les hacen llagas. Son muy sensibles, hay que tener mucho cuidado con ellos. Entonces esta chica fue a bañarlos, y como ya lo había hecho antes, no se preocupó demasiado en cómo los atendió. En un turno de ocho horas bañó a cuatro personas que estaban en esa sala, se terminó su turno y se fue a su casa. Al otro día volvió a llegar tarde y de nuevo le tocó bañarlos con la esponja, pero cuando fue a verlos se dio cuenta de que los cuatro que había bañado habían fallecido. Ariadna se deshizo al darse cuenta de eso. El hospital dio informes a los familiares de los cuatro internos pero desde luego no les dijo nada de que fue culpa de la enfermera. Aunque en realidad nofue su culpa, esas cosas pasan, sólo que la gente no lo sabe. Sólo se les dice que su familiar ya no respondió al tratamiento y ya. —Increíble —dijo Erika. El tono de voz con que Erika dijo la palabra increíble convenció a Tania del interés y la impresión que le causó a Erika la historia. Pero lo cierto es que fue pura hipocresía por parte de la ex novia de Armando, porque ella estaba ansiosa por salir de ahí. Así que cuando Tania comenzó a contar la historia. Erika sólo pensó en el tiempo que

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estaba desperdiciando ahí parada. —En ocasiones el trabajo es muy gratificante, la gente llega a quererte mucho, pero otras te va de los demonios. Armando asintió con la cabeza al escuchar las palabras de su hermana. —Armando, ¿te puedo pedir otro favor? Mi mamá me pidió que le mandara estas medicinas contigo para sus triglicéridos. ¿Se las puedes llevar ahorita? —Claro, yo se las llevo. Erika al escuchar esto exhaló una bocanada de aire en obvia señal de fastidio. —Bueno hermano, me despido, tengo que regresar a trabajar, nos vemos en la noche, me compras algo de cenar, cuídense y que se la pasen bien. Tania abrazó a su hermano y se fue a trabajar. —Ven, vamos de regreso —dijo Armando a Erika en tono risueño. —Estoy harta del pinche Estado de México. Sabes que mañana me voy a vivir a Querétaro, que te quiero mucho, que por eso vine a verte, pero hoy no me vuelvo a subir a una combi, cuídate mucho Armando. Bye. Erika, al despedirse, intentó darle un beso en los labios a este Armando pero él giró un poco el cuello para que los labios de Erika tocaran su mejilla. Erika se desconcertó, ese beso pudo arreglar lascosas, hacer que ella lo acompañara todo el día adonde él dijera. El rechazo del beso hizo que Erika se fuera llorando rumbo al metro, camino a Polanco, en dirección a Querétaro. Lo que Erika nunca supo es que Armando no fue malintencionado, rechazó el beso por la sencilla razón de que no quería apresurar las cosas.

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DOMINGO DE RESURRECCIÓN

La impresión de sentir el agua fría en la espalda la tomó por sorpresa. Con sus cincuenta y ocho años de mujer casada Doña María no esperaba que alguien le faltara al respeto de esa forma. Dos cubetazos de agua le empaparon el cabello, el vestido y los zapatos a una mujer trabajadora que siempre le dio un cariño enorme a sus hijos y que como enfermera retirada del Instituto Mexicano del Seguro Social, mantenía el hábito del cuidado especial y meticuloso a todas las personas. Doña María volteó para ver quién le había hecho tal cosa y no reconoció la cara de ninguno de los dos tipos que a su lado se reían de la broma que le habían jugado. El escalofrío del agua le causó tal impresión a doña María que soltó la bolsa del mandado para ver cómo se desperdiciaba en el suelo la fruta y la carne para el desayuno. Más indignada por su mandado regado en el suelo que por el agua en su cuerpo, abrió la puerta de su casa en donde se encontraba parada y subió pronta la escalera alfombrada que daba a la sala de su hogar. Al dejar atrás el último escalón, vio que uno de sus hijos estaba limpiando la mesa del comedor y se detuvo en seco para llamarlo de un grito por su nombre. Enrique reaccionó rápido y confuso a la voz de su madre; le sorprendió que su mamá le gritara de aquel modo. Ella era una señora tierna y amigable, así que cuando Enrique giró su rostro para verla, no necesitó palabras o explicaciones para intuir los hechos. Con mirar un instante a su madre entendió lo que había sucedido, dejó caer el trapo con el que estaba limpiando al suelo y luego sacó de su bolsillo derecho su celular para dejarlo en la mesa y comenzar a bajar rabioso las escaleras en busca de los culpables. Soltó una ojeada rápida por la calle y dio, por puro instinto, con los tipos que habían mojado a su mamá. No pensó ni por un instante en hablar con ellos, se les dejó ir encima con unos puños curtidos y duros por


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el trabajo con la pala y el martillo. Le pegó con tal fuerza al primero que el segundo no tardó en comprender lo que estaba pasando. Para cuando reaccionó el segundo, él también ya estaba recibiendo una serie de golpes tremendos en el cuerpo y en la cara. El otro se levantó del leñazo que lo había derribado con la boca sangrando para responder con igual nervio a lo que le habían hecho. Se agarraron entre los tres con férreas ansias manejando con fuerza y precisión sus cuerpos acostumbrados al desgaste físico por labores relacionados con la carga y la construcción. Se arrojaban golpes que casi siempre atinaban y causaban algún aturdimiento y sangrado en el otro. Estuvieron midiéndose y golpeándose los tres hasta que se metieron a la pelea otros dos tipos que estaban por ahí parados. Fueron cuatro los que comenzaron a patear al hijo de la señora que ya se encontraba en el suelo en clara desventaja. Pero eso no duró mucho tiempo porque una cadena de acero oxidado golpeó las costillas del que había recibido el primer golpe de Enrique, e inmediatamente después en la cabeza de uno de sus amigos. Los demás retrocedieron un par de pasos cuando se escuchó un grito de amenaza a los montoneros. La pelea continuó y volvió a recibir a más personas a su escenario. Llegaron cuatro varones morenos y robustos para proteger a Enrique que ya se estaba levantando del pavimento, pero los otros no se amedrentaron y rabiosos se arrojaron dando golpes y recibiéndolos. Continuaron peleando como buenos hijos de familias urbanas de la colonia Veinte de Noviembre hasta que un grito y un chorro de sangre los alarmó a todos. Uno de los que le arrojó agua a la señora volteó a ver de dónde provenía tanta sangre y se percató de que a su amigo la cadena del otro le había arrancado la oreja de un golpe. Se quedaron atónitos mirando cómo sangraba el rostro de Fernando y fue hasta entonces cuando se separaron por completo. Al mismo tiempo que la sangre brotaba de la oreja de Fernando, Don Simón se aproximó con su revólver del cuarenta y cuatro en la mano para soltar un tiro en el suelo que hizo que se echaran a correr los que golpearon a su hijo. Vieron entonces que unos huían rumbo a Circuito Interior y a los menos hacia Río Consulado. —Gracias por ayudar a mi hijo y a mi esposa, vengan a mi casa por un trago de mezcal, les debo por lo menos eso.

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Don Simón los escoltó a la sala de su casa y una vez acomodados todos, les ofreció de su cantina estilo rustico una botella de mezcal Escorpión y otra de Oro de Oaxaca para el momento. Eufóricos y alegres por el alcohol gratis, no tardaron en beberse el líquido y en destapar otras cuatro botellas de mezcal durante todo el día y la noche. Don Simón decidió dejar a los muchachos en la sala para que disfrutaran de su victoria mientras él y Doña María iban a su recámara a descansar. Y a pesar de que Doña María quería revisarlos para ver si estaban bien, Don Simón le dijo que los dejara embriagarse tranquilos en la casa. La convenció para que no fuera por gasas ni Merthiolate de su botiquín. La adrenalina y el alcohol comenzaron de inmediato a hacer efecto, e pasaron la noche interrumpiéndose a gritos unos a los otros para completar la historia que apenas habían vivido. Comenzaron a cantar y a vociferar su felicidad hasta la llegada del Domingo de Resurrección con una energía y un brío que parecían inagotables. Después de catorce horas de escándalo, se quedaron en la sala borrachos y dormidos. Ya por la mañana el frío los despertó, así que decidieron ir cansados, adoloridos y con mal aliento, rumbo al mercado para curarse la resaca con unos consomés y varios tacos de barbacoa.

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ARENA Y GRAVA A Virginia Solórzano Roldán

Los materiales para la construcción forjaron su carácter. Ernesto, por ser hijo de un campesino, conoció el cansancio físico desde pequeño. Trabajó durante años para su padre en una casa de materiales donde aprendió de memoria las longitudes de los tabiques y el peso de los rollos de alambre; el uso del cincel y el marro le dieron una fuerza muscular que se le notaba al caminar y que siempre ocupó en sus frecuentes peleas. Ernesto nunca fue muy querido por sus maestros a causa de su carácter, pero aun así nunca dejó de buscar aprender algo de ellos. La abigarrada manera de su forma de ser lo hizo andar de una ciudad a otra, de una escuela a otra. Ernesto Velázquez tenía ganas y razones para escaparse de su casa e irse a vivir a Guadalajara. Como lo hizo con todos sus hijos, Don Simón despertaba a Ernesto a las siete de la mañana para llevarlo a la escuela. Salían de su casa, que se encontraba muy cerca del metro Eduardo Molina, para cruzar por la avenida Río Consulado y el mercado de la 20 de Noviembre, que se encontraba junto a la escuela primaria Atzaxacatl a la que asistía Ernesto. Así, en menos de diez minutos, Ernesto estaba molestando a sus maestros. Siempre fue un niño complicado de instruir debido a sus malos hábitos, y casi todas esas malas conductas fueron inculcadas por su padre. Don Simón fue quien le enseñó a tomar cerveza mientras trabajaba en la calera, fue él quien le dio por primera vez a probar un pulque de guayaba y de apio. Lo ponía a cargar bultos de cemento y


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llenar costales de arena de sol a sol con nada más que la alimentación básica y un vaso de cerveza. Los hijos de Don Simón apenas lograban sostener bien la pala y él los ponía a trabajar con los otros macheteros de la borda y siempre que les hablaba lo hacía para darles una orden, gritarles y regañarlos con improperios. Don Simón creció huérfano. Llegó de las parcelas del estado de Hidalgo a la Ciudad de México a causa de una tía que lo reclamó como suyo cuando murieron sus padres. Así que fue su tía Ester quien le dio golpe tras golpe durante su infancia. Nunca paraba de gritarle y de regañarlo, lo humillaba por su forma de sentarse en la mesa y hasta por su forma de preguntar las cosas, era irónica y sarcástica con él, así que Ernesto tuvo varias ventajas que no tuvo Don Simón; vivir con sus padres, tener una casa y convivir con sus hermanos todos los días. Don Simón creció, vivió y murió enajenado. Se hartó de ganas de tener un hogar propio y para ello no desdeñó las manos de Ernesto ni las de sus demás hijos con tal de conseguirlo. En cuanto podían hacer alguna labor significativa y tomar cerveza, los mandaba a las minas de Cuajimalpa para que ayudaran a llenar los camiones con arena y grava. Don Simón les enseñó a manejar desde pequeños, él era quien vendía la arena y la grava para quedarse con el dinero. A sus hijos los mandaba a la escuela, les daba alimentos, agua, ropa y cuando andaba de buen humor los aconsejaba sobre la importancia de tener mujeres, dinero e inteligencia. En la mente de Don Simón era lo más justo, trabajo infantil por escuela y casa; algo que Don Simón no tuvo. Carlos, el primer hijo de María Luisa, la segunda esposa de Don Simón, era ocho años mayor que Ernesto y él también ayudó a mal educar a su hermano. Sólo buscó enseñarle a usar los puños firmes y precisos para golpear a los demás, a ser impulsivo y confiado. Carlos quería a Ernesto, pero siempre lo sobajaba, no pocas veces lo molestó burlándose de él, por eso Ernesto desquiciaba a los maestros. La pobreza y los malos hábitos no se llevan bien a la hora de tener que ser educado. En el recreo de la primaria a Ernesto le gustaba esquivar las piedras que sus amigos le aventaban, le gustaba jugar así, probándosea sí mismo. Se colocaba al otro extremo del patio para que seis o siete

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niños lo tomaran como blanco. Le arrojaban piedras para intentar descalabrarlo con verdadero interés y ánimo, o por lo menos poder darle una pedrada en el cuerpo. Diez minutos transcurrían en aquel juego sádico que el mismo Ernesto proponía y donde una lluvia de pedazos de cascajo de una primaria mal construida llegaba a su cuerpo con el aire seco de febrero. Como siempre salió ileso de ese juego, Ernesto, valeroso, se jactaba de sus reflejos; algo de brío y energía le permitió sobrevivir, a los cuatro años de edad, a la dura carrocería de un Mustang. Su familia lo daba por muerto cuando le pasó eso. Tirado frente a su casa a mitad de la calle, ensangrentado y pequeño, no se veía manera de que sobreviviera aquel niño mestizo de cabello negro y piel de bronce. Fue una tarde de diciembre cuando su hermano Enrique presintió algo porque sus preocupaciones no le permitieron escuchar nada. Enrique estaba poniéndole cera a la pintura del Súper Bee mientras pensaba en el hijo que no le permitían ver y cuidar. Se encontraba a un costado de su casa, muy cerca de la acera, cuando algo lo impulsó a girar la cabeza hacia la calle y ver los ojosinertes de su hermano Ernesto. Arrojó el trapo amarillo y sucio con el que estaba puliendo el coche y corrió para ayudar a su hermano, lo tomó entre sus brazos para subirlo a un camión de volteo Torton que aún tenía media tonelada de arena en la caja de carga. Colocó a su hermano en el asiento del copiloto y lo llevó lo más rápido que pudo a urgencias en el hospital de la Raza donde atendieron a Ernesto de inmediato para lograr salvarlo de sus heridas externas y de sus hemorragias internas, pero a pesar de ello su cuerpo no daba señales de una notoria mejoría después de siete semanas de tratamiento y cuidados intensivos. Ernesto se mantenía en un estado muy grave, casi en coma. Tres semanas después de que se estabilizaron sus órganos, lo llevaron a casa, aún débil y herido. Al enterarse del estado de salud de Ernesto, una comadre de su mamá lo pidió prestado por unos días. Le prometió a Doña María Luisa que regresaría con él en una semana, le dijo que la dejara llevárselo a su iglesia para que lo ayudaran, que con tantita agua bendita y una misa a su nombre, se curaría

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poco a poco y por completo, que sólo era cuestión de rezarle al santo niño de Chalma para que Ernesto se aliviara. María Luisa siempre fue una mujer devota a la religión católica, así que lo pensó poco, lo platicó con su marido y aceptó, con el consentimiento de su familia. Trinidad, la amiga de María Luisa, se llevó a Ernesto. La señora y el niño volvieron de Chalma una semana después, un miércoles por la mañana. Ernesto comenzó a mejorarse de sus heridas cuando regresó al cuidado de su madre. Logró recuperarse del todo, incluso con el tiempo se le notó más energía. Por eso terminó la primaria sin recibiruna sola de las miles de piedras que sus amigos le llegaron a tirar a su cuerpo y a su cara. Aprendió los quebrados y a multiplicar mentalmente como pocos. Le dieron su certificado de la primaria sin pena ni gloria para el resto de su familia, pero con satisfacción para él mismo. Cuando ingresó a la escuela secundaria, la venta de fierros viejos era su ocupación de fin de semana. Su padre lo mandaba junto con su hermano Alejandro a poner un puesto de compra y venta de alambre en el tianguis de los sábados. Sus demás hermanos, más grandes que ellos, continuaban con el oficio de la calera; eran macheteros y choferes de camiones de redilas por las tardes y estudiantes aguerridos por la mañana. La cuestión del dinero seguía siendo la misma para cuando Ernesto iba ya en tercero de secundaria. Todo lo que Ernesto y Alejandro ganaban en la calera y con la compra y venta de alambres, era para su padre. Para ese entonces, Ernesto ya tenía diecisiete años y llegó a ellos dando dos tropezones en la escuela y varios en su casa. Aunque la venta de varillas de tres cuartos y los rollos de alambre recocido de cincuenta kilos, no sólo le dieron dinero a Don Simón Velázquez; a sus hijos les forjó un recio espíritu; fuertes espaldas, piernas y brazos anchos. Un año después de regresar de Guadalajara, Ernesto terminó la secundaria de mala gana. Se tardó treinta y seis meses más en llegar al final del tercer grado cuando Ernesto ya tenía una piel curtida por el sol, fuertes músculos por el trabajo de cargar y descargar toneladas de arena y grava.

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La primera vez que expulsaron a Ernesto de una secundaria fue a sus quince años; la razón, defender a su hermano Alejandro. Resulta que un maestro le aventó un borrador para darle justo en la cara a Alejandro por no poner atención a lo que le estaban enseñando. Dos días después de ese acontecimiento, Ernesto, Alejandro —que era un año más chico que él—, y Carlos, esperaron al maestro afuera de la escuela. A discreta distancia lo persiguieron por dos calles aledañas a la secundaria y en la esquina donde pasaba el extinto Ruta, lo golpearon sin darle aviso. La gente miraba atónita la fuerza de los Velázquez, su ira, el profundo resentimiento con el que pateaban al maestro que no logró ni meter las manos al ir cayendo al suelo. La otra causa por la que expulsaron a Ernesto de otra secundaria, cuando ya había cumplido los diecisiete años fue una bala. Ernesto recordaba que un estudiante de otra secundaria diurna intentó entrar a su escuela que ese día ofrecía una tardeada para los alumnos. Ernesto llevaba un revólver aquel jueves. Su padre lo había disparado una semana antes por la noche; estaba borracho. Don Simón quería apagar la luz de una lámpara en lacalle que al entrar por la ventana de su cuarto no lo dejaba dormir. Se levantó de su cama para dispararle a la bombilla que por la mañana habían colocado los trabajadores de la Comisión Federal de Electricidad, justo enfrente de su recámara. Ernesto se acordó del revólver aquel día de la tardeada para tomar la decisión de llevárselo a la escuela secundaria escondido entre la cintura del pantalón y la camisa. Lo tomó del buró del cuarto de Don Simón cuidándose de que nadie lo viera. Cuando llegó a la escuela, no les dijo nada a sus amigos del revólver. Sólo empezó a alardear del arma después de tomarse una de las garrafas de mezcal que varios de sus amigos metieron de contrabando. Ya briago, Ernesto no pudo evitar el impulso de querer disparar, fue entonces cuando vio que una persona intentaba saltar la barda para entrar al colegio, así que le disparó al muchacho que veía moverse sobre el muro, no con intención de matarlo, sino de presumir ante sus amigos y de asustar al extraño. Aún no cumplía los dieciocho años cuando entre varios maestros lo llevaron a rastras a la Alcaldía Miguel Hidalgo el jueves que disparó

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una bala. Lo detuvieron sólo un día y medio en los separos gracias a que Don Simón pagó la fianza. Ernesto eludió el tutelar de menores porque su padre sobornó al juez de la Alcaldia, para el enojo y disgusto de los maestros de Ernesto. En los separos de la Alcaldia Miguel Hidalgo, Ernesto se pasó la mitad del primer día inconsciente en el pestilente piso de la celda a causa de ser asfixiado. Lo sujetaron por la espalda dos gañanes robustos, prietos y traidores, que al ver a un muchacho con unos zapatos medio decentes no la pensaron dos veces para ahorcarlo hasta que se desmayó. Al despertarse en aquel espacio inmundo, pequeño y sucio, el frío de los pies no le molestaba tanto a Ernesto cómo la mugre que se le había impregnado. Se le incrustó hasta en las uñas de los pies porque también lo despojaron de sus calcetines azules que tanto le gustaban y que había lavado bien para usarlos en la tardeada. Para cuando Ernesto comenzaba a despertarse, los tipos que lo asaltaron ya tenían cuatro horas de haberse marchado. Fatigado, con hambre y con una resaca pulsante en su cerebro, el olor a excremento y orines le causaba nauseas. El lugar que al principio estaba semi vacío se fue llenando y apestando cada vez más a gente y a orines con forme anochecía. La mayoría de los que encerraban eran vagabundos o vendedores ambulantes, nada de qué preocuparse, pero en la madrugada encajonaron a un tipo de piel muy blanca con manos obesas y una panza enorme. Traía golpes, sangre, mugre, odio, fuerza y ganas de hacerle pleito a quien se dejara. No medía más de un metro con sesenta centímetros; sin embargo, causaba a quien lo viera en ese momento, cierta ansiedad desagradable. Ernesto y los demás se callaron al advertir que entraba entre los empellones y madrazos que le propiciaban los gendarmes. Al estar dentro de la celda, este imbécil tomó a un borracho que se encontraba recargado en una esquina y lo empujó a otro lado, se acomodó en su lugar para comenzar a pegarle a la pared con los antebrazos provocando sonidos sordos y pausados hasta que se cansó de gritar que su esposa era una perra. La celda se mantuvo tranquila y tensa hasta que tres horas después de que ingresó el chaparro gordo, los policías llevaron a la celda a alguien que parecería ser un integrante de la Mara, un pandillero de El Salvador,un asesino por antonomasia. Dieciséis años se le veían

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en el mentón aún no desarrollado al muchacho, pero su piel tatuada y curtida daba una sensación de amargos años. Su rostro de piedra y una rajadura enorme en el cráneo imponía temor al que lo veía. Este ser se plantó en medio de la celda y comenzó a mirar uno por uno a los detenidos. Los escudriñaba con cuidado para que notaran su irritación de toro acuchillado. Continúo mirando uno por uno a los encerrados hasta que se encontró con los ojos del tipo obeso con piel blanca. Lo tanteó a él un poco más que a los otros pero no hizo nada. Se fue a una esquina a dormirse sentado. Transcurrió la noche. Ernesto pensó en Guadalajara, en lo que había platicado con su amigo Pepe una madrugada que se emborracharon en el patio de su casa. Al atardecer del otro día, Don Simón se llevó a su hijo Ernesto a la casa. Cuando llegó el padre de Ernesto con su hermano Enrique y lo vieron salir descalzo de la celda, empezaron a reírse para después abrazarlo. Al llegar a la calle de Sericultura donde vivían, su hermana Cristina y su madre le dieron un plato de arroz y un agua de sandía que bebió con ansiedad y gusto. Después de probar aquellos alimentos de preparación simple, pero deliciosos, se fue a descansar tarde y noche en su recámara. Se quedó profundamente dormido, así que para las cuatro de la mañana cuando una cubetada de agua fría lo despertó, sintió el líquido como un machetazo en la espalda. —No quieres estudiar. Ponte a trabajar, cabrón —le gritó Don Simón—. Por tu culpa ya no tengo mi revolver. A trabajar para que me lo pagues. Ernesto, temblando y desconcertado por el agua fría que le arrojaron a su cuerpo, se cambió los pantalones y la playera. Se puso “ropa de carácter” como le decía Don Simón a la ropa de trabajo para salir de su casa e ir a la calería. Saludó a los macheteros, dos eran hermanos suyos, y comenzó a trabajar cansado y fastidiado. Lo pusieron a llenar un camión con bultos de cemento Tolteca. Se le fue el día a Ernesto cavilando una sola cosa que ya antes había pensado, partir solo y con unos pocos pesos a Guadalajara; quería nueva vida, en la que no tuviera que levantarse en la madrugada para llenar un camión con grava o cemento, o para ir a las minas a recoger tabiques, un esfuerzo físico que le dejaba las manos ensangrentadas.

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El menosprecio de su familia era otro buen motivo para largarse de su casa. Porque aunque lo querían, siempre lo vieron como el más escandaloso y borracho de sus hermanos. Esa noche de sábado, en el frío de la oscuridad, tomó el Súper Bee de ocho cilindros y le quitó los quemacocos. Se lo llevó de madrugada para que su familia no se diera cuenta que se lo estaba robando. Tenía copia de las llaves pero le pertenecía a su padre. Se sentía indomable en aquel coche deportivo de un color rojo brillante, puso música de José Alfredo en la radio y recorrió la autopista de Querétaro rumbo a Guadalajara a más de ciento ochenta kilómetros por hora. Con aquella máquina de una ingeniería preciosa, aceleró lo más que pudo en una recta hasta reventar el velocímetro, forzó tanto el motor durante varios kilómetros, que casi pierde la vida contra otro auto. Llegó a Guadalajara por la mañana. Se detuvo en una cantina para desayunar, y beber un poco, tenía las cosas bien pensadas, conocer el pueblo de Tequila antes de buscar trabajo. Mientras desayunaba unos huevos con jamón, se acordó de su amigo Pepe. Un compañero de la primaria que terminó por dedicarse al contrabando de piezas de autos, de camiones o de lo que llegara a sus manos. Las remataba a muy buen precio en las refaccionarias de la Lagunilla. En una ocasión, Pepe llegó en la casa de Sericultura cerca de Circuito Interior. Llegó con un camión repleto de tocadiscos punta de diamante que el mercado había vuelto a poner de moda y le pidió ayuda a Ernesto para guardarlos ahí mientras encontraba quien se los comprara. Necesitaba de un tiempo para conseguir un buen precio por ellos y que valiera la pena el riesgo de habérselos robado de madrugada en una tienda SONY ubicada en el andador peatonal de Madero en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Los descargaron en el patio y los cubrieron con una lona enorme que parecía carpa. Después, fueron a la vinatería por dos botellas de Presidente, conectaron uno de los aparatos para escuchar a José Al-

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fredo Jiménez; en específico, el Corrido del caballo blanco, por eso, meses después, Ernesto pensó en Guadalajara. Se embriagaron con densidad aquella noche, platicaron de sus ansias yaspiraciones, apenas tenían cumplidos los dieciséis años. Al terminar el desayuno, Ernesto regresó al coche y se dirigió a su destino. Trazó el camino en su mente y exigió habilidad y astucia a sus sentidos. Comenzó a maniobrar en las curvas de tal forma que en el camino logró apreciar la vastedad de la carretera, de la tierra árida y sin trabajar. Soltó una mano del volante y se mantuvo a velocidad constante hasta llegar a Tequila. Observó que el pueblo era pequeño, de casas de adobe, limpio y con unos caminos de tierra y otros de asfalto. Fue recibido a la entrada del municipio por una persona que amablemente se ofreció a llevarlo a conocer las destilerías. Cuando lo invitó a probar el licor en una pequeña factoría casera, Ernesto aceptó sin reparo. Le dieron a beber directo de las barricas, le vendieron garrafas de tequila a muy bajo costo, saboreó mezcal que ardía durante horas en su mente y en su estómago, bebió acompañado de unos extraños que conoció en la pequeña fábrica y que, como él, estaban llegando al pueblo con ganas de aventura. Se pasó la noche cantando y tomando hasta que se quedó dormido. Le robaron el coche sin darse cuenta. Al despertar del otro día lo primero que hizo fue palpar su pecho. Fijarse si había perdido su collar de mecate donde traía colgando la imagen del Santo de Chalma. Después de que la sintió con sus dedos se tranquilizó. Desde niño la llevaba. Luego se fue acordando del lugar donde estaba, buscó entre sus ropas las llaves del Súper Bee, y no encontró nada. Molesto por su descuido, caminó durante horas sin rumbo hasta que se resignó a llamar a su casa desde un teléfono público ubicado en una esquina. Tuvo que cargar el mandado de varias señoras que regresaban del mercado a su hogar para tener unas cuantas monedas de a peso. Marcó desde una cabina telefónica roja de la compañía MAXCOM con la esperanza de que contestara su hermano Alejandro, pero el auricular fue levantado por su padre. Ernesto le dijo a

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Don Simón que no tenía dinero para regresar a la Ciudad de México, que tenía hambre, que estaba solo y cansado. —¿Verdad que no en cualquier lugar hay árboles de tortilla, cabrón? Ya no tienes gasolina, verdad? Pero cuando regreses te va estar esperando la carretilla y la pala. Alejandro fue por Ernesto en el Valiant negro por órdenes de su padre. Mientras esperaba, Ernesto se quedó dormido en una banca de fierro en el kiosco de la plaza.

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EL ORGULLO DE DON SIMÓN A la Familia Velázquez

Como sus hermanos, Alejandro poseía un recio espíritu que lo llevó alguna vez a dispararle a su cuñado. Mientras arreglaba el motor de un camión Torton en el enorme patio de su casa donde se guardaban en grandes bloques millares de tabiques, docenas de bultos de cemento, toneladas de grava y arena en pirámides descompuestas, le acometió un impulso que le hizo desviar su mirada hacia la calle para ver a su hermana de diecinueve años corriendo desesperada con su vientre embarazado. Le tomó sólo un instante notar que llevaba el rostro golpeado y la ropa ensangrentada. Claudia, en su desesperación por llegar a los brazos de su madre, no se detuvo a mirar a su hermano o a los vecinos que estaban en la calle y que al notar su angustia la siguieron con la mirada hasta que abrió la puerta de su casa, para subir entre llantos y lágrimas la escalera alfombrada. Al término de la escalinata cruzó corriendo un pasillo lleno de fotos elegantes donde se retrataba el día de bodas de cada uno de los hijos de Don Simón. Llegó jadeando hasta el final del pasillo donde empujó una puerta de caoba tallada para entrar a una recámara amplia y limpia, bien amueblada, con un ventanal enorme y en donde se fue a tirar desconsolada a los brazos de su madre que se encontraba sentada en su cama contemplando la nieve del Popocatépetl. Doña María recibió entre sus brazos a su hija que no podía dejar de sollozar. No era la primera vez que llegaba Claudia con el rostro golpeado y ensangrentado, así que Doña María no necesitó ninguna explicación para saber lo que le había pasado aquella tarde a su hija. Claudia suspiraba con el aliento entrecortado y pausado, sin dejar de compadecerse a sí misma a cada instante; sin embargo comenzó a


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llorar todavía más fuerte y con más desesperación cuando escuchó y vio entrar a su hermano Alejandro. Alejandro, al verla pasar por la calle con el vientre embarazado y la sangre en el rostro, no dudó en seguirla hasta la recámara de su mamá. Llegó casi al mismo tiempo que ella al cuarto de mosaicos de color azul cielo. Se quedó un instante observando la situación; primero enfocó a su hermana, luego en otra percepción a su madre y a su hermana, y por último sintió la vastedad del Popocatépetl en el Valle de Anáhuac que se podía admirar en su vivo esplendor por aquel ventanal enorme del cuarto de su madre. Fue entonces cuando Alejandro decidió ir al armario de su padre para agarrar de un cajón el revólver del cuarenta y cuatro que Don Simón le había enseñado a disparar. Tomó también las llaves del Súper Bee rojo que se encontraban en el buró y preguntó en dónde estaba el pendejo que pronto tendría que darle la cara a él. Claudia reaccionó a las palabras y a los duros movimientos de su hermano para decirle que lo había visto salir de su casa para su trabajo. Alejandro estaba furioso porque sabía que Mario había ido a ocultarse a su miserable oficina y salió de la casa decidido a cazarlo como el animal que era para él. Alejandro partió de la casa empuñando el revólver en su mano izquierda, mientras que con la derecha alistaba la llave para encender el coche sin dificultades. Al acomodarse en el Súper Bee, dejó el revólver en el asiento del copiloto y pisó el acelerador a fondo con su bota terrosa y negra para dirigirse rumbo a Tlalpan, sorteando calles con pericia mientras alimentaba en su mente la idea de asesinar a su cuñado. Cuando llegó al edificio donde trabajaba Mario, muy cerca de la Universidad y de la terminal del metrobús de Xola, Alejandro esperó durante cuatro horas con sus pantalones de mezclilla levies llenos de grasa y su cuerpo fuerte y robusto. Ansioso y resuelto a dispararle, se mantuvo paciente y decidido cada minuto de aquella espera. Cuando por fin vio a su cuñado aparecer por la puerta del edificio, le descargó una ráfaga de tres balas que acertaron precisas en el cuerpo de Mario. Al mismo tiempo que Alejandro veía caer a su cuñado, estaba encen-

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diendo de nuevo el auto, y junto con el eco de los disparos en su cabeza, Alejandro regresó enfurecido y nervioso a la calle de Sericultura donde toda su familia ya lo esperaba en la sala. Sorteando los coches que le estorbaban en el camino, vigilando por los retrovisores que no lo siguieran y pasándose varios semáforos en rojo, llegó a su hogar para soportar y asimilar la cara de ansiedad de sus hermanos y de su padre, que junto a Doña María Luisa y su hermana, lo estaban esperando. Ya en la sala, Alejandro colocó el revólver sobre la cantina de estilo rústico donde estaba recargado, y se quedó ahí de pie, sintiendo el disgusto y la preocupación de su familia. Tenía Alejandro la cabeza inclinada hacia el suelo, pero su porte emitía sobriedad y mesura. Todos los allí presentes esperaban a que Don Simón hablara. Ya estando ahí Alejandro, Don Simón, siempre elegante y con un montón de dinero, esperó unos minutos a que su hijo se tranquilizara para decirle que tal vez lo mandaría a vivir a Sonora, pero que eso dependía de lo que hubiera ocurrido. Tendrían que esperar a mañana para enterarse si había matado o no a Mario. Le dijo que mientras tanto, Carlos, el hijo mayor de Don Simón, lo llevaría a vivir con Lorenzo. Ya habían hablado con él y estaba de acuerdo. Así que Don Simón sacó del bolsillo de su camisa un rollo de billetes de mil pesos y las llaves del Valiant para dárselas a Carlos. Alejandro no replicó. Sólo abrazó a su padre. Se despidió de sus hermanos y les pidió una disculpa a Claudia y a su madre por mortificarlas. Carlos y Alejandro salieron de la casa en mutuo silencio para entrar al coche y dirigirse a la colonia Peralvillo en donde Lorenzo había logrado hacerse de varias refaccionarias de autopartes y tener un pequeño imperio que le permitiría a su hijo Gerardo cerrar el Calígula de Insurgentes, pagar la cuenta de todos los presentes y emborracharse sin reparos en tan prestigiado table dance. Pero antes de llegar con Lorenzo, Carlos se desvió para ir a una cantina donde ya los conocían y que era segura para ellos. Al entrar a la Colonial, los recibió de muy buena gana un argentino

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que terminó de trovador y mesero a causa de su voz aguardentosa, su piel clara y sus errores económicos. Los llevó a una mesa cerca de la barra y les entregó la carta. —Dos pulques blancos. —No, yo quiero un caballito de mezcal —dijo Alejando. El mesero sólo dio un paso para alcanzar la barra de servicios donde le pidió al cantinero lo que habían ordenado. —No ha pasado ni un mes de la pelea del mercado y ya armaste otra, cuéntame, ¿cómo fue?, ¿por qué se los madrearon? Alejandro estiró su brazo derecho y tomó su trago antes de que el Gaucho lo dejara en la mesa. Le dio un trago. —Fue culpa de Arturo. Eran las cuatro de la tarde y ya no teníamos dinero, así que entre Ernesto, Arturo y yo salimos de la casa para asaltar cualquier puesto en el mercado. Pero como ya traíamos pique con Efraín y su hermano, fuimos a partirles su madre a la verdulería. Lo de los otros dos pendejos no fue nuestra culpa. Se metieron donde no debían. Les tuvimos que partir también su madre y pues de paso les quitamos el dinero y los celulares. Para qué intentan defender a los otros pendejos. Los otros dos eran del puesto de agua, de ahí de La Michoacana. Pero ni nos aguantaron, hubieras visto; salimos caminando. Sólo escuchábamos los gritos de las señoras, sentíamos las miradas de la gente que pasaba y las ganas de los imbéciles de los otros puestos que también querían meterse. Pero como bien saben del apellido Velázquez, ni se acercaron. Nos fuimos a la vinatería y compramos otras tres botellas de Jose Cuervo, después nos regresamos a la casa, ya sabes, como nos enseñó Don Simón. Carlos miraba a Alejandro de forma seria pero con una pequeña mueca de risa en la cara. —¿Y tú? ¿Dónde andabas ese día? —Trabajando, cabrón. Supervisando la construcción de los nuevos departamentos de los herederos de Slim en Coyoacán, a un par de cuadras de la Cineteca Nacional que por cierto ayudé a remodelar hace ya un par de años.

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Alejandro alzó con su mano derecha su caballito de mezcal para brindar por la ingeniería civil del Politécnico. Se terminó de un trago su mezcal. Esperó a que su hermano se acabara también de un trago el pulque de su tarro y pagaron la cuenta para ir a la casa de Lorenzo. En el trayecto, Carlos miraba con atención por los retrovisores. Conducía alerta de cualquier patrullero. Escuchaban a los Beatles por la estación de Universal Stereo. Alejandro ya estaba menos nervioso para ese momento y jamás olvidaría los alegres arpegios de Lady Madonna en la voz de Paul McCartney que durante poco más de dos minutos le harían recordar a su amada novia Benilde. Al llegar a la casa de Lorenzo, parquearon el coche detrás de un tráiler propiedad de su hermano y tocaron el timbre. No tuvieron que esperar que la puerta se mantuviera cerrada porque se abrió de inmediato. Los recibió Lorenzo con un sólido abrazo. Pasaron los tres a la sala donde ya Lorenzo había destapado una botella de Tequila Herradura, edición conmemorativa. —Ahora sí te volaste la barda, cabrón. —¿Qué querías que hiciera? No es la primera vez que le pega. —Ya sé, ya sé. Estuvo bien. Sírvete un tequila y otro a Carlos, ahí están los caballitos. —A mí no me sirvas. Yo me tengo que ir. —Cómo que no. Te tomas una conmigo y con Alejandro. Sírvele Alejandro. Y dime Carlos, ¿cómo has estado? —Cuidando de este menso. ¿Ya te contaron lo que pasó en Veracruz? ¿Lo que nos gastamos en reconstruir el Súper Bee? Cuéntale Alejandro. —No fue tanto. Y yo lo pagué. Me salí de la carretera. En una curva ya de regreso al D.F., bueno, ahora, Ciudad de México, venía medio tomado. Como fui a la boda de un amigo de la vocacional que hace un par de años que no veía, me dio gusto estar ahí. Me la pasé toda la noche con otros amigos de la escuela que también llegaron a

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la boda. Tomé toda la noche, ya sabes, viva el Politécnico y las ingenierías. Al otro día por la mañana me la curé con un par de Noche Buenas, ves que en Veracruz hace un calor de la chingada y que se antojan las cervezas bien muertas. Me entoné un poco y cuando venía de regreso con los babosos de mi escuela porque les di un ride, me distraje, agarré mal una curva y fuimos a parar entre la maleza del cerro. Se rompió la direccional y los amortiguadores. —¿Y los rines? —También se desmadraron. Los cuatro. —Bueno Lorenzo, como te dije me tengo que ir. Me cuidas bien a este cabrón, no lo dejes salir ni a la tienda. Si necesitan tortillas, mandas a alguien más, ¿estamos? —Nos vemos en la semana —dijo Lorenzo. Carlos le dio un abrazo a su hermano Alejandro, le dio el dinero y se regresó a la casa de Sericultura. Los otros dos se quedaron platicando y bebiendo hasta que la madrugada y el alcohol los durmió. Al llegar Carlos a la casa de su padre la encontró vacía, todos habían regresado a sus actividades, al trabajo diario. Don Simón se encargaría de cuidar bien a Alejandro, Carlos y toda la familia lo tenían bien presente. Sólo Claudia y doña María Luisa hicieron algo diferente. Fueron a un hospital particular en Lindavista para que atendieran a Claudia por los golpes que le habían dado. Al no encontrar a nadie en la casa, Carlos dejó las llaves del coche sobre la cantina y se fue caminando a su hogar, vivía cerca de ahí y no tenía prisa. Por la noche, una llamada interrumpiría el sueño de Don Simón. Era la hermana de Mario. Eufórica le decía que demandarían a Alejandro, que Mario estaba en el hospital de La Raza recuperándose de la cirugía y que de esta no se escaparía Alejandro. Lo llevaría ajuicio y lo encerraría en la cárcel. Don Simón la escuchó tranquilo, después le preguntó en qué habitación se encontraba Mario y Samanta se lo dijo sin pensar, pero intuyendo lo que haría Don Simón.

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A la mañana siguiente, Arturo llevó a Don Simón al hospital. Apenas estaba clareando el día con su hermoso color bermellón cuando al entrar a la clínica, Don Simón y Arturo se dirigieron a la recepción y pidieron ver a Mario Duarte. Subieron tranquilos y callados por el elevador hasta el cuarto piso, luego se dirigieron a la habitación donde Mario estaba recuperándose de la cirugía que duró tan sólo dos horas. Al entrar a la habitación, Arturo fue quien se acercó a Mario y le tocó en el hombro para despertarlo. Este abrió los ojos y se sorprendió al ver a Don Simón y Arturo en la habitación. —Te voy a dar ahorita y te voy a transferir mañana diez mil pesos —dijo Don Simón. Arturo sacó un rollo de billetes del bolsillo de su camisa Scapino y los dejó a un costado de la mano izquierda de Mario, luego Don Simón sacó otro rollo de billetes de la misma cantidad y denominación que el fajo anterior para colocarlos sobre un buró que estaba junto a la cama. Mario desconcertado, enfadado y humillado rechazó tímido y cauteloso el dinero con un movimiento de su mano. De la bolsa interior de su talego, Don Simón le dejó otro rollo de billetes de mil pesos en el buró. Arturo percibió la flaqueza de espíritu que acongojaba a su cuñado y sin preguntarle le mostró otro fajo de billetes que traía en su bolsillo izquierdo del pantalón y se lo puso en la mano. Mario cerró los ojos y les pidió amablemente que se fueran. Así se acordó que no habría demanda y que Alejandro estaría tranquilo.

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SECRETARÍA DE MARINA A Edwin Martínez

Su esposa siempre se levantaba primero que Adrián para ir al cuartel. Ella tenía su propio coche y su propia arma que nunca dejaba de portar colgada en su cintura. Tres años mayor que él, lo amaba con la trivialidad de utilizar la palabra incondicional. Aquella mañana, Adrián tomó el cordón que se había zafado de una de la última de las cuencas de su zapato y lo volvió a incrustar, jaló con fuerza de los herretes hasta que toda la piel del zapato se ajustó al contorno de su pie derecho. Amarró el cordón con un nudo de eslabón para después calzarse el otro zapato pero sin ajustarlo con las agujetas; lo dejó sin apretar porque las ganas que sentía de ir a orinar lo estaban molestando desde hacía media hora, así que se dirigió al baño antes de anudar el cordón de su zapato. Recién había despertado Adrián y comenzaba a prepararse para ir a la base militar. Aunque llegaría tarde a la oficina, su rango en la Marina le daba el privilegio de asistir con retraso. Al terminar de orinar, jaló la palanca del escusado para después abrochase el pantalón del uniforme, luego colocó el pie izquierdo sobre el inodoro para inclinarse un poco y atar con fuerza el zapato izquierdo repitiendo el mismo nudo de eslabón. Después de atarse los zapatos, se colocó frente al espejo del baño y admiró su fuerte cuerpo y su inmóvil rostro de amplias cejas y curtida expresión. Orgulloso de su persona, volvió a la recámara para vestirse la camisa blanca de corte naval que su esposa había dejado sobre la cama. Bostezó un poco. Después, con la mano extendida, se golpeó dos veces la yugular con exagerada fuerza. Se limpió las lagañas y


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estiró su cuerpo con ímpetu hasta que un ruido de su pecho tronó. Exhaló un rugido que terminó de despertar su mente y su cuerpo aquella mañana todavía oscura de septiembre. Al ver la cama, recordó los senos y las nalgas de su mujer para sentir en todo su cuerpo un placentero escalofrío. Pensó también en sus amantes, sonrió con pedantería por su excelente vida. La iluminación de su casa era agraciada, las ventanas permitían la entrada de la luz justo en la colocación de los muebles que tanto le gustaban. Era jueves y se dirigiría al campo de tiro en la Secretaría. Una mueca de sonrisa apareció en su rostro nuevamente. Él sabía hacer feliz a su esposa. La sabía acariciar y le gustaba comprarle algún regalo cada tres o cuatro meses para tenerla contenta. Regresó al baño para enjuagarse la cara y el pelo. Terminó de arreglarse y se dispuso a salir rumbo a su trabajo. Caminó hacia la cocina por las llaves de su coche que se encontraban en la mesa, las tomó y las guardó en el bolsillo izquierdo del pantalón. Después sintió bastante sed porque se pasó la noche haciendo el amor en la cama con su mujer, así que fue al frigorífico y sacó una jarra de jugo de naranja que había preparado su esposa por la mañana. Bebió directo de la jarra de vidrio y dio un par de sorbos mientras la pequeña luz del refrigerador se apagaba de forma paulatina y uniforme. Adrián, alejó la jarra de su boca y la sostuvo a la altura de su pecho para poder respirar después de pasar aprisa un par de tragos del jugo de naranja. Volvió a levantar la jarra para beber un poco más del néctar amarillo que siempre le pareció a él como agua de sol. Sació su sed y puso la jarra vacía en el fregadero de la cocina. Sintió escurrir por sus labios y mentón una gota de jugo que limpió con el dorso de su mano. Se fijó que no se hubiera ensuciado la manga derecha de la camisa en o alguna otra parte de su uniforme. Al cerciorares de ello, se dispuso a marcharse de su casa. Incrustó la llave en la puerta y liberó el cerrojo. Salió. Volvió a incrustar la llave, pero ahora del lado opuesto de la puerta para poner el cerrojo. Fue hacia su Golf rojo y encendió el automóvil que tanto le gustaba, al que había dedicado horas para mejorarlo y acelerar el motor a su más propio agrado. Acomodándose en el asiento del piloto, pensó en conectar su celular por bluetooth al estéreo del automóvil, pero prefirió estirar su brazo derecho para sacar de la guantera

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una memoria USB, la colocó en la ranura del estéreo y utilizando los botones del aparato seleccionó la carpeta del grupo Radio Kaos para después dirigirse a la Avenida Central. Cruzó el puente vehicular de Guadiana y salió rumbo al Distrito Federal. Tomó el Eje Tres hasta Calzada del Hueso para llegar a la Secretaría de Marina. Casi todo el camino fue escuchando y cantando el track de Botas Negras que era la primera canción de ese álbum y que no traía en el celular. Al estar frente a la entrada vehicular del estacionamiento disminuyó la velocidad, mostró su credencial al policía militar y este alzó la pluma de metal pintada con franjas verdes y negras. Saludó a un par de amigos que se encontró en el estacionamiento para dirigirse al edificio principal que se distinguía por el enorme escudo naval que ostentaba en color dorado. Caminó por los pasillos y vio las plantas de sombra, a las secretarias, los escritorios, un par de copiadoras y a más secretarias amigas suyas. Justo en cada esquina de los andadores saludaba a algún conocido. Al llegar a su oficina, revisó por una hora los ingresos y los egresos del costo de los uniformes y las armas de a división del puerto de Veracruz que le llegaban a él. Los conocía bien, pero siempre era puntual y meticuloso en su trabajo. Un rato después de estar haciendo eso, miró su reloj de pulsera, vio la hora y con gusto se levantó para ir al campo de tiro como cada jueves. Al llegar, se registró con su letra firme e impecable. Pidió una cuarenta y cinco semiautomática. Línea siete de tiro, le dijeron y le señalaron. El tipo era nuevo en el puesto, así que no se detuvo a platicar con él. Se colocó frente al blanco de tela reforzada con silueta humana. Cargó el arma con la familiaridad que nunca se permitió perder desde que lo entrenaron. Sintió el peso del metal, apuntó al pecho de la silueta y se percató de que la tela no había sido reemplazada. No se molestó, tenía tiempo de sobra. Dejó el arma en el recargo de la línea de tiro y fue a buscar al encargado para decirle que había que reemplazar el objetivo, que buscara uno nuevo mientras él descolgaba el otro. Así lo hizo el encargado mientras que Adrián caminó los treinta metros de la línea de tiro por la parte lateral exterior para llegar al objetivo. Se acercó por el costado izquierdo de la silueta humana hecha de tela. Apenas estiró el brazo para desprender una de las pinzas que sujetaban la silueta cuando cuatro disparos resonaron con precisión rumbo a él pero acertaron en la silueta de tela.

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Después de la descarga de los disparos se escuchó el grito de su mujer furiosa. —Si me vuelves a engañar, te mato cabrón.

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ANSIEDAD Para Ricardo Emmanuel Trujillo

Mujeres, mujeres, mujeres. Llegamos a las cinco de la tarde para colocar la lona verde que me habían prestado unos amigos de la carrera de mecatrónica, y a esa misma hora comenzamos a beber. Como Diego no guardó en el refrigerador las doce cervezas del cartón que le dijimos que comprara en la noche del viernes, las Indio estaban tibias e inapetentes. Así que teníamos que hacer la vaquera para comprar otro líquido que beber mientras se comenzaban a enfriar las cervezas en el refrigerador, pero la única cantidad que alcanzamos a juntar entre siete estudiantes sin trabajo, fueron ochenta y seis pesos. Pensamos entonces para qué nos alcanzaría. Ningún vino, eso era claro, tequila tampoco, whisky; menos. —Dos garrafas de mezcal. Eso y un Sprite de tres litros bien frío están bien, en lo que acomodamos el sonido y las sillas para la fiesta —les dije. El patio de la casa de Diego era pequeño, fue fácil poner la lona que tenía más o menos las mismas dimensiones que el patio. El piso de cemento del patio estaba lleno de cuarteaduras. Las paredes no fueron recubiertas por la arena fina, el albañil no terminó de hacer su chamba. Se quedaron así, con los ladrillos mostrando su perfecta forma rectangular uno sobre otro. Para cuando acabamos de colocar la lona y conectar el estéreo a las bocinas, ya nos habíamos terminado la primera garrafa de mezcal, y como apenas eran las siete y nosotros habíamos convocado hasta las ocho a todos nuestros amigos, fuimos al refrigerador para ver si las cervezas ya estaban frías. Algunas ya se habían enfriado, así que abrimos un par para tomárnoslas.


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Usamos como asientos unas cubetas de plástico, de esos botes grandes donde se guarda la pintura. Nos juntamos en un disque círculo para brindar con nuestros vasos de unicel. Entonces empezamos a platicar de la escuela y de las materias que teníamos reprobadas. Juan cursó cuatro asignaturas de quinto semestre pero tenía reprobadas ocho. —Cómo que debes ocho, si cursaste cuatro, a ver explícame —le dije. Juan comenzó a reír con su enorme cuerpo gordo y prieto. —Sí güey. Cuatro que reprobé y cuatro que debía, son ocho. —No mames, gordo, te pasas de pendejo. Eres una mamada. Después de escuchar las estupideces del gordo, Diego entre broma y frustración, nos platicó el problema que tenía con su novia. —Es bi, me tengo que andar cuidando por ambos lados, ¿creen? Todos comenzamos a reír. —Eso no es para preocuparse —le dijimos. —Al contrario, está chido. Convéncela para que hagan un trío—le dije en broma. —Qué más quisiera —me respondió. —Pero es muy caprichosa, es como ella quiere, cuando ella quiere. Llevo tres meses diciéndole que se depile toda y no me hace caso, que tengo ganas de tomarle unas fotos y hacer un video con ella y nada más no afloja. Luego ni me deja bañarme con ella, le pone el seguro a la puerta. —Pues qué pendejo eres —le coreamos todos. Y platicando estupideces nos fuimos bebiendo todas las cervezas del cartón de caguamas. Dieron las ocho de la noche y no había llegado nadie a la casa. Comenzamos a tomar otra ronda de cervezas para empezar a quejarnos de lo caro y ojete que era pagar la colegiatura. Comentamos

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que al entrar a la carrera nos podíamos embriagar con menos dinero. Antes era más barato comprar el material para las prácticas de laboratorio, las fuentes de energía y los transformadores. En lo que continuamos bebiendo dieron las ocho y media. Apenas habían llegado a la casa cuatro personas y eran cuatro güeyes. Destapamos otra ronda de cervezas. Ya un poco borrachos, brindamos por la ingeniería, por sus integrales y sus derivadas. Nos empezamos a burlar de los pendejos que estudian diseño de modas, administración, contabilidad y esas carreras sin matrices inversas. Pero eso si, envidiábamos sus salones mixtos llenos de mujeres hermosas. Soñábamos despiertos con lo que haríamos si en nuestros salones de ingeniería por lo menos hubiera dos mujeres. Pinche ingeniería decíamos, está llena de puro tornillo y ni una tuerca. Y las chicas que llegan son puro cascajo, esa era nuestra realidad en la carrera. Nada de mujeres, y las que por un error estudiaban nuestra carrera estaban re-feas. Como si nosotros fuéramos muy guapos, recordé. Puro panzón, greñudo, apestoso y fodongo. Sin más qué hacer que estudiar logaritmos, programación, secuencias mecánicas, beber y cantar a todo pulmón unas rolas de La Cuca. Para las diez de la noche, ya habíamos destapado otras dos rondas de cerveza y el patio estaba lleno de gente. El grupo de rock estaba terminando de instalarse para comenzar a tocar unos covers de los Fabulosos Cadillacs y Molotov. Nosotros continuábamos bebiendo, qué más podíamos hacer sino ponernos pedos. Vimos llegar a varias chicas con sus novios y de nuevo nos quejamos de la pinche ingeniería solitaria. No era posible que lo más cerca que estábamos de una mujer fuera un tipo de nuestro salón con pelo largo, que si lo veías de espalda te daba la finta de tener caderas y vagina. Para la una de la mañana, la mayoría ya estaban tomados y se podía sentir un ambiente genial de fiesta universitaria; escotes, blusas pegadas al cuerpo, pantalones ajustados, cuerpos moviéndose, y en nuestro caso, miradas buscando encontrar una chica facilona y borracha. Destapamos la otra garrafa de mezcal que nos quedaba y nos la comenzamos a beber. Para las tres de la mañana varias personas ya se habían ido de la

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casa y yo estuve durante unos minutos durmiendo, ajeno al ruido y al mundo, como buen borracho, tirado en el suelo. Mis amigos, después de reírse de mí, me llevaron cargando a una cama, o eso me contaron ellos al otro día. Al parecer, primero me quedé dormido en una silla y después en el suelo. A las cuatro de la mañana ya no había casi nadie en la casa. Y fue más o menos a esa hora, si no mal recuerdo, cuando llevaron en brazos a la chica, porque se caía de borracha, a la cama donde estaba yo durmiendo. Cuando la pusieron a mi lado me despertó un poco su presencia. Al verla la recordé vagamente porque me gustó su rostro y sus nalgas. Le presté atención una o dos veces en la fiesta, me había gustado, pero no me interesé en hablarle. Me acomodé sólo para seguir durmiendo, pero cuando sentí su brazo rodeando mi cuerpo, pensé que me abrazaba para dormir más cómoda, así que no le dije nada. Sólo que además de abrazarme comenzó a besarme el cuello. No lo pensé dos veces, me desperté para voltearme y besarla sin recelo, comencé a acariciarle la espalda y después las nalgas, primero sobre el pantalón, después debajo de su pantalón, pero sin meterle la mano en los calzones. Ella, no tardó en empezar a tocarme el cuello, la nuca y la entrepierna. Ya entrados en calor, nos metimos debajo de las cobijas para quitarnos la ropa y arrimarnos todo lo arrimable. Nos olvidamos de la poca gente que aún estaba en la fiesta para disfrutar lo nuestro. Ella arriba de mí, luego de ladito, después yo arriba de ella. También lo hicimos de a perrito y hasta un sesenta y nueve nos aventamos. Sólo que después de estar un rato en la pasión, ella me detuvo y me hizo una seña con sus ojos, dándome a entender que volteara a mirar sobre mi hombro. Al voltear para fijarme por qué me había detenido, vi una pequeña luz, después un rectángulo gris, una mano y un brazo, luego enfoqué todo un cuerpo. Era mi amigo Diego grabándome con su celular. No sé cuánto tiempo estuvo ahí antes de que nos diéramos cuenta. Lo reconocí, le sonreí y le dije que se fuera. Se rió y guardó su celular. Dio media vuelta y se marchó. Continuamos con lo nuestro hasta venirnos de puro goce. Nos quedamos dormidos al poco tiempo de haber tenido un par de orgasmos. Me desperté a eso de las siete de la mañana, tenía que regresar a

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mi casa a un desayuno familiar. Se festejaba el cumpleaños de un hermano de mi papá. Me vestí y la desperté para preguntarle su nombre pero ella continuó durmiendo sin hacerme caso. Me fui. Jamás volví a verla.

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NATALIA

Nada cambió para la inmensa mayoría de campesinos mexicanos que lucharon por tierra y dignidad. Al mantenerse el régimen, era importante para el proletariado saber quiénes llegaban a Guadalajara la capital de Jalisco. A sólo quince años de la proclamación oficial del término de la Revolución Mexicana, un tren partía de Sonora hasta el centro de Jalisco recorriendo los páramos llenos de nopales y tunas, moviéndose por las llanuras amarillas con la fuerza de su locomotora. Natalia se encontraba a bordo de esta máquina similar en dimensiones a la construida en Rusia y nombrada como El Transiberiano. Natalia observaba por la ventana de marco dorado el camino construido por los oriundos del lugar para que el tren circulara de forma suave y dócil. Como la locomotora se encontraba sorteando una curva, Natalia logró observar la alineación perfecta de los rieles para darse cuenta de que en todo el trayecto, al costado de las vías del tren, tanto en las largas rectas de la tierra de los Mochis, como en las pequeñas pendientes y curvas de los cerros, así como por todo el Estado de Nayarit, había siempre tres líneas de alambre que sujetas a ramas gruesas y torcidas, formaban una división entre la tierra ya expropiada y la que estaba por expropiarse. Esa inmensa y delgada alambrada la fue viendo todo el camino. No le parecía a Natalia que aquellos alambres tuviesen un origen humano, en realidad le daban la impresión de haber despuntado de la tierra de forma natural, le hacían pensar a Natalia en las cercas de madera que rodeaban la estación del tren a la que estaba a punto de llegar. En el camino iba recordando que en los banquetes ofrecidos por su familia a políticos y banqueros, se mencionaba mucho a una familia aristócrata de Sinaloa la cual resultó mejor preparada y consciente de


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los procesos revolucionarios que los propios campesinos de este país. Y gracias a esa conciencia y a un grupo de militares y extranjeros que les ayudaron, esta familia logró hacerse del control nacional para su tengue y merequetengue. Los sinaloenses mantuvieron el régimen dando una o dos concesiones a los campesinos que cansados y sin saber bien lo que habían logrado, poco a poco fueron regresando a sus parcelas junto a los pozos de agua de donde se abastecían del vital líquido que al beberlo les permitía soportar sus jornadas extenuantes al servicio del terrateniente. El inicio de la construcción de un monumento enorme, nuevo y brillante en la capital, difundió entre millones de mexicanos la falsa idea de que esa ya era una tierra libre y nacional. En esos últimos minutos en que la locomotora disminuía su velocidad y Natalia comenzaba a recoger sus papeles de la escuela que había dejado a un costado de su cuerpo en el asiento de piel violeta, dirigió su vista a su regazo donde llevaba su elegante sombrero de palma y lo tomó para darse cuenta por enésima vez de lo mucho que le gustaba. Llegó a la estación sin percatarse. Pero cuando se supo ahí, sintió en su ser toda la madera que componía los muebles y el piso, en las paredes y los cuadros. Estaba sosegada aunque un poco nerviosa. Tenía que tomar un autobús que salía de la estación cada media hora para poder llegar a la calle de Netzahualcóyotl. Le indicaron que una vez ahí, caminara un poco hacia el sur; según le había explicado su tía en una carta, debía avanzar hasta toparse con un inmenso árbol sin una sola hoja, para encontrarse con una puerta amarilla. Luego tenía que tocar en la ventana que se encontraba debajo de un hermoso y elegante balcón. Tuvo que esperar unos minutos en la estación antes de poder abordar el autobús. Hizo el recorrido tranquila, sentada junto a una ventana como en la locomotora.

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Mientras comenzaba a observar la nueva ciudad donde se encontraba por primera vez, logró ver en una calle una pequeña cafetería que le gustó por su decorado con tulipanes dibujados en las paredes. Así que se levantó rápidamente para pedirle al conductor que le diera permiso de bajar. Este, sin mayor respuesta, se detuvo y observó a Natalia bajar con buen ánimo para regresar un par de metros hasta la cafetería. Llegó al café y al sentarse frente a la mesa de mimbre del local, una pequeña niña de doce años, hija de los dueños, le preguntó qué le gustaría tomar. Natalia pidió un té de fresa. La chiquilla muy amable y cordial estaba bajo la supervisión de su padre que la veía desde la barra, mientras que su madre se encontraba tejiendo en la entrada del local cerca de las puertas corredizas de cristal. El cielo encapotado de otoño entraba perfecto en la cafetería. Natalia colocó su sombrero sobre la mesa y sacó de un pequeño bolsillo de su vestido floreado un estuche donde traía guardados unos pendientes turquesa que tenían un grabado Olmeca adornado en plata. Los contempló con gusto porque sabía que a su hermana le encantarían. Adoraba, al igual que ella, esas cosas de las antiguas culturas prehispánicas. Natalia estaba en verdad contenta de haber llegado a Guadalajara. La universidad le autorizó su cambio de escuela, y no sólo eso, mejor aún, de carrera. Estaba feliz por cómo se estaban dando las cosas en su vida. Por eso saboreaba con calma y gusto el té de fresa. Por eso quería disfrutar su primera tarde en las calles de Guadalajara. Así que después de haber terminado su té, de haberlo pagado y haberle sonreído con afecto a la niña, salió tranquila en busca de una calandria. A pocos pasos de la cafetería encontró una y subió en ella. Quería recorrer la ciudad antes de llegar con su tía. Comenzó a moverse la carroza azul marino tirada por dos bellos y jóvenes caballos blancos. Rondó por los hermosos jardines de Guadalajara que eran, desde hace años, los mejores y más extensos de México, llenos de flores y manzanos. Se mantenían así por un acuerdo de la gobernadora con un empresario minero de la región para conservar bellos y limpios todos los parques y todas las calles de la ciudad. Con presupuesto

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gubernamental y particular, decidieron dar mantenimiento a gran parte de la ciudad. También estaban modernizando el alumbrado y las tuberías del agua potable para las casas. Estaban reparando las banquetas y jardineras. Habían desarrollado negocios en beneficio de unos cuantos. Esto lo sabía bien Natalia porque su tía era la gobernadora. Así que también le interesaba ver bien la ciudad para poder comenzar una plática amena al llegar a la casa de su tía. Mientras Natalia disfrutaba del paseo, se fijó en un par de obreros que estaban plantando unos árboles en un jardín sin inaugurar. Cuando se concentró en lo que estaban haciendo, una bala hirió su pierna, otra su brazo, otra el costado de su estómago, y otra más su pecho. Y mientras ella comenzaba a morir en la calandria, los vestigios de la revolución se mantenían vivos.

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DECISIONES DE MARZO A Isabel Bucio Moreno

Molesta por lo que había dicho su mamá, Teresa comenzó a empujar la carretilla con pesadez. Ezequiel, el hermano mayor de Teresa, aún no regresaba de la vocacional ocho. Ezequiel tenía una clase de inglés que lo obligaba a levantarse desde las seis de la mañana para volver a las cuatro de la tarde a su casa los días sábados. Raquel, la madre de Tere, tenía que preparar la comida para su marido antes de las tres de la tarde, así que mientras la licuadora molía la sandía, Raquel estaba enjuagando la carne, pensando en los ingredientes de la salsa y meditando en cómo distribuir el dinero del gasto. En la casa de Teresa dominaba un ambiente de silencio y quietud hasta que desde el fregadero de la cocina Raquel le gritó a su hija que se asomara a la calle y buscara al camión repartidor de gas. Teresa dejó de ver la televisión y obedeció en el acto a su mamá. Movió su pequeño y fuerte cuerpo de niña entrada en la adolescencia y partió de la sala hacia la puerta de metal que marcaba la frontera de su casa con la calle. La abrió para salir y mirar en dirección sur en busca del camión amarillo, viejo y desgastado que repartía los tanques de gas en su colonia. No vislumbró nada. Luego, caminó un poco para asomarse a una calle paralela a su casa donde usualmente el camión llegaba a estacionarse varias horas frente a una tortillería a la sombra de un pino enorme que desquebrajaba con sus raíces la banqueta, pero en ese lugar tampoco estaba. Teresa regresó para decirle a su madre que no había encontrado el camión repartidor de gas, pero antes de poder soltar palabra escuchó la orden. —Dile a tu hermanito que te acompañe y ve por el tanque a la casa del señor Fernando.


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Teresa miró extrañada a su madre. —¿Y cómo me lo llevo? —Súbelo a la carretilla. La llave para que quites el tanque está en el cajoncillo debajo del fregadero. Ya puedes cargarlo, así que ve. Teresa abrió el cajón de mala gana y tomó la llave que servía para desatornillar el tanque de gas. Luego fue a cambiarse la falda que traía por un pantalón de mezclilla, se quitó los zapatos para ponerse sus converse color vino y sólo se dejó puesta su playera negra, hasta los calcetines se cambió para ir por el gas. Después caminó al patio en busca de su hermanito, al salir al patio el radiante sol de marzo que la deslumbro e ilumino su cabello castaño la puso de malas. —Ven para acá. Acompáñame por el gas. Adriel dejó caer la escoba que intentaba balancear por todo el patio en la palma de su mano. —Pero me llevas en la carretilla. Teresa cerró los ojos por un instante al mismo tiempo que los músculos de su cara se tensaban. —Sí, sí, anda, acompáñame. Adriel corrió junto a su hermana. Fue con ella a la parte trasera de la casa y la miró utilizar la llave de tres cuartos de pulgada para desconectar la manguera que unía la tubería del gas con el tanque. —Ve por la carretilla, está cerca del zaguán. Tráela y fíjate si tiene aire la llanta. Adriel fue corriendo para obedecer la orden de su hermana. Regresó arrastrando los pies, Adriel estaba jugando a que traía piedras muy pesadas en los zapatos y que le costaba trabajo caminar. Se colocó Adriel a un costado de su hermana y entre los dos tomaron el tanque para subirlo con cierta facilidad en la carretilla. —Adelántate. Ve y ábreme la puerta mientras yo empujo esta cosa. Adriel se echó a correr con su enorme vitalidad de niño bien nutrido, ágil y un poquito regordete para abrir de par en par la lámina de

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metal azul que era la puerta, esperó a que su hermana apareciera con la carretilla y a que terminara de salir para cerrarla. Pero un pocoantes de lograr esto la mano de su madre se interpuso para sostener la puerta justo antes de que se emparejara. Raquel salió y miró a Teresa con algo de arrebato y le dijo: —No se vayan a tardar. Ya sabes que si llega tu papá temprano y no está la comida se va a enojar. Acuérdate lo que pasó hace quince días. ¿O quieres que te pegue otra vez? Así que no se tarden. Teresa terminó de enfadarse. Su madre cerró la puerta y regresó a la cocina. —¿Me llevas? —Espérame. Adriel miró ansioso el momento en que su hermana terminaba de bajar la carretilla del concreto gris de la banqueta al concreto negro de la calle cuarteada por las lluvias y los enormes camiones que con su peso iban haciendo disparejo el pavimento. —¿Ya me puedo subir? —preguntó Adriel sin esperar respuesta. Dio un brinco y se colocó junto al tanque de gas en la carretilla. —Hasta la esquina y te bajas. Teresa comenzó a empujar la carretilla con pesadez. Entre el peso de su hermano y el del tanque de gas no faltó momento en el que Teresa estuviera a punto de irse de lado rumbo al suelo con niño y carretilla. Su hermanito intentaba mantenerse quieto pero los baches de la calle no fueron estorbos pequeños por librar cada vez que pasaban por un hoyo en el asfalto, Teresa sentía que su hermanito terminaría aplastado por la carretilla y el tanque de gas. A punto de acabar la calle había un tope, Teresa empujó con fuerza la carretilla, apresuró el paso y casi corriendo se quiso pasar el tope, Adriel al sentir los movimientos cada vez más veloces de su hermana y se sujetó nervioso de la carretilla, cerró los ojos al verse cerca del tope. Esperó Adriel el momento de sentir el choque de la llanta con el

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concreto estorboso. Cuando sucedió el impacto de la rueda con el tope, Adriel primero soltó un grito de espanto, luego cuando el movimiento de la carretilla lo hizo levantarse unos centímetros de su lugar, apretó los dientes para al final soltar un grito espantoso porque cuatro de sus dedos de la mano izquierda fueron aplastados por el peso del tanque de gas que le cayó en la mano. Su hermana, al escucharlo llorar, olvidó que tenía que apresurarse a regresar con el tanque de gas a su casa y plantó al instante la carretilla en el suelo, dio un paso y medio para acercase a su hermano, al tenerlo a su alcance lo abrazó con todo el cariño que le tenía. Después le sostuvo su mano lastimada entre las suyas, le besó la frente y las mejillas, lo abrazó conmovida para decirle que ya no llorara, que estaría bien, que lo quería mucho, que no fuera a decirle nada a su mamá porque los iban a regañar a los dos. Adriel, después de recibir caricias y lindas palabras, comenzó poco a poco a tranquilizarse. Cuando Adriel se pudo calmar y mirar su mano, se dio cuenta de que tenía sus dedos amoratados. Teresa, al ver la mano hinchada de su hermano, le besó la frente, le limpió los mocos que habían fluido de su nariz con el reverso de su playera y esperó a que dejara de llorar. —¿Quieres ir por un tepache? Adriel guardó silencio, luego levantó la vista y observó el inicio del tianguis de los sábados. Teresa esperó un instante la respuesta de su hermano, pero al no escuchar nada tomó las horquillas para levantar despacio el peso de su hermano junto con el del tanque de gas. Comenzó a empujar. Dio varios pasos con lentitud para no incomodar a su hermano. Después empezó a caminar normalmente. Pasó por una calle paralela al tianguis y cuando estuvo a punto de dar la vuelta para entrar a la calle de la iglesia escuchó decir a su hermano. —Espérate. Sí quiero un tepache. Teresa acomodó la carretilla en el suelo para que su hermano bajara, metió la mano en el bolsillo donde traía el dinero para darle cuatro pesos, pero antes de que pudiera sacar las primeras monedas Adriel salió corriendo rumbo al tianguis. Teresa lo miró alejarse y

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perderse entre los puestos de lonas naranjas sujetadas con mecates a estructuras de metal oxidado que eran los postes de luz de colonia. Su hermanito regresó después de tres minutos corriendo con dos bolsitas de líquido anaranjado y con un trozo grande de hielo en el interior. Cuando le estiró la mano para darle su tepache, Teresa, extrañada, le preguntó cómo lo había pagado. —Me los robé. Teresa comenzó a reír en silencio, mientras veía con cariño a su hermano, tomó la bolsita de tepache con hielo y le dio un trago con el popote, estiró su mano para sujetar la mano herida de Adriel y se la llevó a sus labios para darle varios besos. —Vámonos ya, súbete a la carretilla. —Mira un pinacate. —No lo vayas a pisar… Muy tarde dijo esto Teresa. El pie de Adriel aplastó el escarabajo. —Límpiate el zapato en el pasto —gritó Teresa. Adriel corrió hacia un camellón por el que pasaban, alzó un poco su pie y lo frotó contra el tronco de un árbol. Su hermana lo estaba viendo y sólo negaba con la cabeza. —Te dije en el pasto —le gritó Teresa. —No hay pasto —le respondió Adriel. Luego frotó su zapato en la tierra. Regresó arrastrando el pie hasta donde estaba su hermana como queriendo acabarse la suela del zapato y a la vez terminar con los restos del escarabajo. Adriel se trepó de nuevo alegre a la carretilla y Teresa, ya más despejada pero acalorada, comenzó a empujarla. Avanzaron hasta el final de la calle de la iglesia y justo en la esquina, antes de dar vuelta, Teresa se acordó de algo y tuvo una idea. —Espérame aquí. Cuida la carretilla. Ahorita regreso. Teresa volvió hasta la barda de la iglesia por donde habían pasado, se paró frente a ella y miró en ambos sentidos de la calle, se dio cuenta de que nadie la observaba y estiró las manos para sujetarse del filo superior de la barda e hizo fuerza con sus brazos para cargar

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su propio peso. Se fue levantando con trabajo hasta que de un jalón logró sentarse sobre la barda. Luego dio un pequeño salto y se dejó caer adentro de la iglesia, observó que nadie la miraba, se fijó en un bote grande de pintura que agarró y recargó boca abajo sobre la barda. Después fue corriendo a hurtadillas hasta colocarse debajo de una estructura de metal que era alta, oxidada y rectangular, parecida a una torre eléctrica. Tomó con sus dos manos una soga gruesa que ahí se encontraba y comenzó a moverla. La campana de la iglesia empezó a sonar. El badajo golpeó con fuerza el metal tantas veces como le fue posible a Teresa ponerse a jugar con el humilde campanario de la pequeña iglesia de aquella cuadra en Coacalco. Sólo dejó de mover la soga cuando el párroco salió asustado de la iglesia por el ruido de la campana al darse cuenta de qué era lo que estaba pasando. Teresa se sintió reconocida al ver al párroco porque él le había dado clases de catecismo hacía apenas dos meses, antes de que ella dejara de ir por flojera. Corrió rumbo a la barda lo más rápido que pudo, recargó un pie en el bote de pintura para impulsarse con potencia y brincar la barda. Cayó un poco de lado por la inercia, pero recuperó de inmediato el equilibrio, comenzó a correr hasta donde la esperaba su hermano y al llegar con él lo abrazó y ambos rieron a carcajadas por la travesura. Años después, varios vecinos de la iglesia recordarían aquella tarde cuando las campanas sonaron a destiempo sin explicarse el por qué. Después cruzaron con tranquilidad en sus almas las otras dos calles que les faltaban para llegar a donde vendían el gas. Al encontrarse en la calle indicada se detuvieron frente a un inmenso zaguán verde para tocar la puerta con los nudillos de la mano. Unos minutos después les abrió un tipo con pantalón de mezclilla embarrado de aceite y grasa. Usaba una playera blanca sin mangas, sucia como sus manos. Un rostro feo resaltaba de un cuerpo obeso, tenía el cabello largo hasta los hombros y lacio. —¿Sí? —Un tanque de a veinte por favor —dijo Teresa. El señor sin responder dio la vuelta para entrar en busca del tanque que le habían pedido. Al hacerlo, les dejó ver a los hermanos el enorme terreno donde

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vivía. Más tierra que casa, eso sí. Al parecer sólo había tres cuartos en aquel recóndito lugar del Estado de México, Lo demás era pura tierra enlodada. El señor regresó cargando el tanque en su hombro izquierdo para dejarlo caer de un solo movimiento y de golpe entre la carretilla y Adriel. Luego, el señor tomó el otro tanque y lo colocó a un costado de la puerta, puso el lleno sobre la carretilla y les dijo que eran ciento veinte pesos. Teresa contó el dinero qu llevaba para pagar y se dio cuenta de que su mamá le había dado unas monedas de más. Le sobraban veinte pesos. Volvió a contar el dinero para confirmar lo de los veinte pesos. Guardó el cambio y pagó lo que el señor le dijo. Este tomó el tanque vacío y se lo echó al hombro derecho. Entró a su casa y cerró la puerta sin despedirse o contar el dinero que le habían dado. Teresa giró a ver a su hermano llena de alegría. —Ten diez pesos para que te compres algo. Adriel agarró la moneda y se la llevó a la boca. Después de morderla y saborearla, la escupió en su mano izquierda —ya no le dolía— y la limpió de su saliva con su playera para guardársela en el bolsillo izquierdo. —Me voy a comprar unas paletas. —Pero me das una, ¿eh? Para ese momento, ya se habían terminado el tepache y habían tirado las bolsas en una jardinera por la que pasaron los dos enérgicos y briosos hermanos. Para cuando el señor les colocó el tanque de gas en la carretilla ya se habían tardado en regresar a casa. Comenzaron el camino de regreso de una manera más calmada. El tanque pesaba demasiado como para ir aprisa, aun así Teresa tenía ánimos y podía empujar la carretilla sin hacer un esfuerzo excesivo. Ahora Adriel iba caminando a un costado de la carretilla, siguiendo el ritmo de su hermana, sosteniendo con su mano derecha el tanque para que no se les llegara a caer.

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Otra vez frente al tianguis, Adriel le dijo a su hermana que lo esperara. Teresa se quedó parada mirando cómo se alejaba su hermano. Fue entonces cuando vio a Emilio pasar por ahí. Se le notaba muy entretenido platicando con otros chicos, uno de ellos llevaba un balón de futbol en las manos. Emilio ya estaba en tercero de secundaria, era el amor platónico de su amiga Pamela y llevaba puesto el uniforme negro de su equipo. Se veía seguro y entusiasta por colocarse en la portería de la cancha. Seguro pierden, pensó Teresa. Su hermano regresó rápido con una bolsita de paletas de a peso en la mano. Todas de diferentes colores; verde, azul, amarillo, naranja, etc. —Mira, me robé un mango. Adriel le enseñó a su hermana la deliciosa fruta del este del Bajío. Teresa sonrió pero al mismo tiempo negó con la cabeza. Continuaron empujando ya con una marcada pesadumbre, la carretilla con el tanque de gas hasta llegar por fin a la calle donde vivían. Para ese momento, el sol de marzo se dejaba sentir sobre su piel de una forma abrazadora. —Ayúdame a pasar el tope, pon el mango y la bolsita de las paletas sobre la carretilla y toma con las dos manos el tanque. Adriel obedeció a su hermana. Ya estaban a punto de llegar a su casa. Intentaron cruzar con cuidado el tope pero el desnivel, junto con el peso del tanque de gas y el sol de marzo, los venció. Se les fue de lado la carretilla. Alzaron los hombros y encogieron la cabeza pensando en el ruido que haría el tanque al golpear el suelo, pero la puerta de un Ibiza amarillo que estaba junto a la carretilla hizo lenta y menos escandalosa la caída del metal hacia el pavimento. Teresa y Adriel se quedaron como sujetados cuando les pasó eso. No se movían, una puerta del coche se había abollado muchísimo. La pintura del tanque se marcó en la pintura del Ibiza, tenían que irse de ahí rápido. Se apresuraron a colocar el tanque sobre la carretilla con todas sus fuerzas y sus nervios. Y aunque les costó trabajo, lograron

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colocarlo en la carretilla, consiguieron ponerlo de nuevo sobre ella con cierta dificultad y facilidad a la vez. Se marcharon dejando tiradas en la calle las paletas y el mango. Empujaron la carretilla lo más rápido que pudieron hasta su casa, frenéticos de que alguien los estuviera siguiendo o los hubiera visto rallar con el accidente al Ibiza: no miraron ni una sola vez hacia atrás. Llegaron a tocar el timbre de su casa como chiflados. Les abrió su padre que había regresado temprano pero ni se inmutaron al verlo, se metieron corriendo a la sala y prendieron la televisión. —Tere, me trajiste el cambio, porque te di veinte pesos de más. Tere cerró los ojos por un segundo y fingió que no había escuchado a su mamá. Raquel se dio cuenta y enojada fue de la cocina a la sala a preguntarle de nuevo a su hija por los veinte pesos. Se parófrente a ella y le repitió la pregunta. Tere comenzó a llorar. Su papá, extrañado de ver a sus hijos entrar corriendo sin saludarlo después de haber metido la carretilla a la casa, fue a la sala y vio la escena de lo que estaba pasando. —¿Ahora qué te pasa? —le preguntó con voz firme a Tere. Adriel sintió la misma presión que su hermana y comenzó a llorar. Sus papás desconcertados guardaron silencio. —Cálmate Tere. ¿Qué te pasa? Cuéntame, ¿por qué lloran? Tere entre balbuceos le dijo a su mamá que se había gastado el dinero en unas paletas de hielo. —Está bien, no te voy a regañar por eso —le contestó Raquel—. ¿Pero dónde están las paletas? —Se me cayeron. Adriel no decía nada, no podía dejar de llorar. —Bueno, basta de lágrimas. Raquel, sírveme un vaso de agua. Tere, Adriel, ayúdenme a poner el tanque de gas. Tere y Adriel se levantaron entre suspiros y sollozos para obedecer a su papá.

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LA SEMEJANZA

20/02/2017 Lloró muchas veces tendida sobre su cama, en brazos de algunos de ellos y sola. Culpó y odió a los hombres por no poder alcanzar un orgasmo que había escuchado era como una enérgica dilatación, como una tensión arraigada en el centro de una violenta mirada o en las fauces amarillas, rojas y azules de las explosiones del sol. Cuando Andrea lograba abandonar la depresión que la enterraba en su cuarto, solía abordar el metro en la estación de Ciudad Azteca para ir a contemplar el hermoso Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México. Se quedaba sentada en una jardinera frente a él y se deleitaba contemplando la sutil y enorme arquitectura, miraba con encanto al hermoso edificio que con acierto fue apodado como el Elefante de Mármol. Andrea se sabía negada e incapaz de escurrirse suave, dócil y transparente como el agua de un pozo o de una cañada. Y a pesar de que comprendía que otras mujeres antes que ella habían sufrido la vergüenza y la incertidumbre de no poder tener entre sus piernas el coito anhelado, eso nunca fue un consuelo que le ayudara a entender y aceptar el abandono de sus dos grandes amores que le reclamaron la razón de su impotencia hasta el hartazgo. Con su primer novio por ejemplo; fingió orgasmos durante nueve largos años ya que nunca se atrevió a confesárselo; con el segundo, que idealizo como el elegido para derramarse, lo intentó durante cuatro años sin conseguir una gota. En sus años de juventud, Andrea sufrió mucho esos gritos de reclamo y comenzó a buscar en lugares vacíos y con personas ordinarias el flujo anhelado. Empezó a desnudarse sin interés, a entregar su cuerpo y su espíritu a cada rato. Se la pasaba dando señales por todos lados de que se había abandonado. Los hombres a su alrededor


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notaban que era fácil acercarse a ella, hacerla reír, llamar su atención, y que ella estaba dispuesta a recibirlos a todos sin demasiadas preguntas. Dejó de exigir y de exigirse, se obsesiono con una idea que a mí me pareció absurda cuando la noté. Su incapacidad física se convirtió en pretexto, le daba casi lo mismo unas manos duras que unos ojos serenos, era casi igual para ella la curiosidad de acostarse con una persona obesa o con un cuerpo muy alto. Pasó muchos años de su vida entregándose sin cuidar su corazón, fingiendo tener orgasmos, agotando posibilidades, concluyendo poco a poco una idea falsa. Creyó encontrar una felicidad plena en presumir y alardear sus aventuras no amorosas, sino sexuales, no con orgasmos, sino con especulaciones. Aprendió a venderse a bajo costo y se comenzó a confortar sintiendo en su boca los orgasmos de los demás, perdiéndose en la absurda idea de realizar una estadística de tamaños, tiempos, sabores y pesos. Fue entonces cuando yo la conocí, cuando reconocí en ella muchos de los hábitos que me llevaron a separarme de mi esposa y mi hijo de cuatro años. Mañana continúo apuntando en este diario lo que recuerdo. 21/2/2017 —Tú fuiste la que se presentó así. Yo no te conocía. Me diste a elegir. Dijiste con claridad: “Esto soy, lo tomas o lo dejas”. Decidí dejarlo, y tú también decidiste alejarte. ¿No te fuiste con alguien más? ¿Por qué vienes ahora a insinuarme que quieres tener una relación “decente” conmigo? —Porque estoy cansada de ir de un lugar a otro, de estar sola, de buscar gente, de prostituirme por internet y en mi trabajo. Creo que podemos tener algo honesto, estoy dispuesta a ello. Discúlpame, me pasé de pendeja, me creí muy lista, fui engreída, soberbia y vanidosa. Me acosté con muchos en mi pasado, es cierto. No me arrepiento. Te garantizo que hubo personas de una noche, de semanas, de meses... En fin, ni modo, así pasó. Contigo fui sincera, no soy una santa, pura, tierna. Contigo quería algo más, quería empezar sin mentirte, diciéndote las cosas. Más allá de eso me la jugué, te puse mi corazoncito para que lo tomaras, pero tampoco lo quisiste ¿recuerdas? Ofreciste

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ser mi amigonovio, y lo acepte porque yo sé jugar todos los juegos. —Cálmate, esto no es una competencia. Vi su hermoso rostro guardar silencio por un segundo. —Pero también es cierto que te tomé en serio, no sólo como uno más de la lista, te di mi tiempo y puse mi mejor esfuerzo, no me arrepiento. Al final no lo quisiste. Pues que me queda, seguir, por eso me fui con él. Pero mírame, aquí estoy. No me juzgues por mis experiencias pasadas. ¿El que haya estado con otras personas me impide que lo que siento por ti sea sincero? Yo nunca te he criticado por las cosas que hayas hecho bien o mal con tu ex-esposa. No me importa en realidad si soy una más en tu lista, eso sólo tú lo sabes. Si te importo o no, eso sólo tú lo sabes. Pero tú tampoco me has dejado pasar más allá de lo que sea que teníamos, ¿qué querías que hiciera? No puedo dar más de lo que me permites, me haces pensar que no te importo. Sé que tienes miedo, que acabas de perder a tu familia, que así como soy no te agrado, que no soy suficiente para ti. Pero es que no tengo más, esto es lo que hay, esto es lo que soy y así quiero entregarme a ti. Yo te acepto como eres. Cada que intenté acercarme, tú me bloqueaste el paso. ¿Cómo crees que se siente eso? ¿Saber que no llenas las expectativas de alguien? Que sólo quiere coger contigo y ya, sin comprometerse. Tampoco es un aliciente para estar contigo, pero aun así te acepté. —No fue así, yo quise conocerte, pero tú te presentaste de mala manera, diciendo toda esa basura cuando desayunábamos, después de pasar nuestra primera noche juntos. —Lo siento, ¿querías una niña virgen, pura, que sólo ha tenido un novio, una niña frágil? No soy esa. —Qué tonta eres, eres patética, no se trata de eso. —¿Entonces de qué se trata? —De que no te das cuenta de tu comportamiento, de tu forma de ser, de decir las cosas. La manera en que te acercas a todos los hombres es la de una golfa amigable. Has permitido que ellos se acerquen a ti sólo para usarte. Tu idea no es la realidad. Me dices una cosa pero

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te comportas de otra. Adoptaste un concepto estúpido en la mente desde hace años y eso es lo que me enoja. Tu psique tonta hace que actúes como una perra sociable y sosa, como una golfa desamparada que busca que la rescaten. Lamento decirte que yo no voy a ser tu bastón. No me interesa pasar ese viacrucis junto a ti. Voy a buscar a alguien más y se acabó. —Quiero mi despedida. —¿Tu qué? —Mi despedida sexual. No pude hacer más que recordar una canción de la Sonora Santanera y sentir lástima por ella cuando escuché lo que me dijo.

Vuelve ahí cabaretera vuelve a ser lo que antes eras en aquel pobre rincón, ahí quemaron tus alas mariposa equivocada las luces de New York. —No me interesa jugar a eso. —¿Por qué eres tan dramático?, vamos a coger y ya. Tú necesitas tener sexo, yo también. Vamos a tenerlo y ya. —No lo quiero, no quiero que me arrastres contigo, no me interesa, así que mejor ya vete, yo pago el café no te preocupes. —Eres un sentimental Alfredo. Adiós. 21/03/2017 Hace un mes que no platico con Andrea, no creo volver a verla.

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ANOTHER BRICK IN THE WALL A la Familia Solórzano

Misael Bautista, el Lince, de constitución robusta y piel morena curtida por el sol, ex militante Leninista que siempre anheló y luchó por la construcción del hombre libre que el pueblo mestizo de México no ha terminado de vislumbrar y alcanzar en los difíciles albores del siglo XXI, volvió a pensar en aquella alegórica noche a sus cincuenta y dos años de edad, en lo escasos que son los seres humanos modernos, porque para él, quienes formaban ese gran grupo de más de doscientas mil personas del que se encontraba rodeado, las cuales asistieron para llenar el extenso cuadro del zócalo en el corazón de Anáhuac con la intención de presenciar bajo el velo de la noche el concierto gratuito del ex vocalista de Pink Floyd, Roger Waters, no vivían en la modernidad descrita por Carl Gustav Jung, el mejor opositor y alumno del maestro Sigmund Freud. Recordó que en un país de más de ciento veinte millones de individuos sólo un puñado de unos cuantos cientos, no más, viven en la modernidad, pues para existir en el presente se requiere no sólo de un grado de conciencia histórica elevada con miras al futuro, sino además, contar con la apropiación de los recursos tecnológicos y disponer del tiempo libre para usarlos. El hombre del presente, tal como lo concebía Misael, era un trabajador con miras al desarrollo multicultural del ser humano, a su desarrollo integral en sus capacidades físicas, intelectuales y artísticas. El Lince se desprendió de su estado inconsciente por unas horas para ver lo que estaba pasando frente a sus ojos, para ser consciente de las luces y la música, del producto histórico del que es representante Roger Waters, de la lejana Inglaterra que jamás visitaría, del Palacio Nacional y de la Catedral Mexicana, símbolos de un pasado


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aun apremiante, del comerciante ambulante que caminaba junto a él demasiado preocupado por vender unos llaveros, demasiado preocupado para disfrutar de las notas del saxofón, la guitara eléctrica o la batería que hacían feliz y reflexivo al Lince, porque Misael volvió a pensar, en aquella noche lluviosa, que no es moderna una persona por el solo hecho de vivir en esta época, sino aquella que es consciente del presente económico, político y cultural de su nación y de las demás naciones del planeta, la que es consciente en su forma de convivir con la sociedad. Que utópico pensamiento tuvo el Lince mientras veía la nitidez de una pantalla gigantesca que se levantaba frente a él de una forma casi futurista, acaparando su visión como los símbolos místicos de la piedra del Sol. El hombre libre, moderno, consciente, por el que el luchó durante más de treinta años en los sindicatos y partidos de oposición, aún estaba lejos de acercarse a las masas del pueblo, o de siquiera estar en el propio vivir del Lince. Pero para Misael parecía ser que Roger Waters sí lo era. Roger no era el hombre arcaico desgastado por la historia, sino el que se había montado sobre ella a un nivel tan alto, que no sólo viajaba por el mundo a cantarle a otros pueblos de montañas y lagos distintos, su percepción de la vida con una producción tecnológica con la que él ni creció ni soñó.

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LA CONTRARREFORMA Con cariño para Alejandra Rosete

—Oh le pones en la madre a los maestros o estás con ellos, no hay de otra. Exhalé un par de carcajadas ante su abierto cinismo. —Esto es una mafia, igualito que en Petróleos Mexicanos o la Comisión Federal. Aquí los maestros y administrativos o son parientes o son amigos. La directora anterior trajo a su sobrino y lo puso como jefe de docentes. Cuando nos lo presentaron, ¿sabes que le dije yo?, porque ningún otro maestro fue para decir algo, todos se quedaron calladitos. —No, ni idea, ¿qué? —Escuche directora, me parece muy bien el currículo que dice que tiene su sobrino, sus grandes ideas para mejorar la educación y dar a conocer el plantel a nivel nacional, pero yo le quiero recordar algo. Aquí tenemos maestros con más de treinta años de experiencia frente a un grupo, que han visto pasar a muchos directores, que conocen la ley orgánica de la coordinación central de la DGETI y a la gente del sindicato, que se saben de memoria los problemas que hay en la administración, en las instalaciones de la escuela y en el “saber” de los alumnos, y que muy bien merecen ese puesto, porque además ese cargo viene con un dinero extra, que no se nos olvide. Así que yo sólo le quiero mencionar que no conozco a esa persona que usted nos presenta, pero que aquí tenemos gente muy bien capacitada para ese puesto, personal que debió de tomar en cuenta antes de traer a su sobrino. Nosotros no esperamos milagros directora, y ojalá que trabaje como dice.


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—Bien maestro, las asignaciones deben ser por escalafón y no por nepotismo. —Pero así está la cosa, aquí y en todos lados. O familiares o amigos, no te miento. En serio, ¿cómo crees que vas terminar con ellos? Mañana en las votaciones para la nueva plantilla del sindicato te vas a dar cuenta de quién se junta con quién. Fíjate, para que te vayas educando, reflexiona esto que te digo. ¿Cierto o no?, lo primero que hizo Héctor cuando llegaste a la academia de matemáticas fue preguntarte cómo entraste aquí, ¿sí o no? Asentí con la cabeza, me supe atrapado por la lógica del maestro, como para decir algo. —Lo primero que quiso saber Héctor fue quién te ayudó a entrar al plantel, porque aquí todo se maneja así. No puedes cambiar nada. A la primera que digas algo, te van a echar a patadas. Aquí cada quien se rasca con sus uñas y sus contactos. El examen Profesional Docente es una pantomima. ¿No escuchaste lo que estaban hablando en el pasillo? —No, ni idea. —Pero si estabas ahí parado. —Estaba revisando mi horario en la pizarra, no conozco el plantel, me estaba fijando en donde están colocados los salones. —Bueno, te cuento. Al director le están pidiendo su mochada los de más arriba para que le den su bono de treinta años de labor en la DGETI. —¿Al director? No la chingue, maestro. Suspiró un poco el maestro y dejó ese tema. —Tú porque llegaste de fuera, pero que no se te olvide que estas en México; en esta tierra la ética no aplica, nadie a leído la cartilla moral de Alfonso Reyes. Dime, si los corres a todos ¿quién va a trabajar?, ¿quién se va hacer cargo de las cosas? Esa idea me suena a Stalin. Eso de acabar con todos ellos. “Uno es una tragedia, pero un millón es una estadística”.

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—Sí y no, pero la lucha que yo le menciono es una lucha necesaria, la transformación orientada a liberar a las masas populares de los grilletes de la vieja mentalidad caduca, de esa enmohecida cultura económico-política que nos enajena y ensordece, para garantizarles a las personas condiciones ideológico-culturales de una vida independiente. Sólo bajo el socialismo las masas del pueblo trabajador se convierten en dueñas de la sociedad, se emancipan. El socialismo está encaminado a poner fin de una vez por todas a la explotación del hombre por el hombre, a la opresión de una clase por otra, y a la dominación de un país por otro, así como liquidar todos los vestigios de la vieja sociedad que viene persistiendo a lo largo de la historia para liberar de sus grilletes a la humanidad. En la sociedad comunista, el pueblo es el verdadero dueño de todos los medios de producción, de la naturaleza y más importante aún, de su propio destino, disfruta de una vida consciente e independiente. Claro que hay que barrer con ellos desde abajo, son ellos contra nosotros. —¿Desde abajo? Si los de abajo son sus parientes, ya te lo dije. ¿Qué te acabo de explicar?, ¿no pones atención? Aquí el más pequeño entró por el más alto. ¿Tú crees que los van a querer quitar? ¿Crees que van a querer encerrar a su primo, a su tía, a su hermano, a su cuñado si ellos fueron los que les dieron trabajo? Aquí hay maestros que tienen cuarenta horas y nada más le dan clase a un grupo. Son de tiempo completo y casi nunca se aparecen, ¿tú por qué crees?, ¿no eres tan ingenuo verdad? —La teoría revolucionaria tiene demasiados huecos, pero ¿quizá trabajando en la Escuela de Administración y Diseño encuentre la respuesta histórica al por qué de la traición a las masas que se levantan para luchar? Pensé —continúo su discurso el maestro Casillas. —Yo también leí en la universidad libros sobre la guerrilla, sobre cómo hacer cuarteles y cavar fosas. Mira, cuando yo trabajaba en Pemex, veía cómo los obreros se robaban lo que podían, tanto de la empresa como de sus compañeros. Si les cabía algo en los bolsillos se lo guardaban, así no les sirviera pa’nimadre, te juro que se lo robaban. Todos son corruptos, todos los obreros están perdidos. Es lo mismo de arriba para abajo que de abajo para arriba.

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—No lo niego. Cuando estaba haciendo mis prácticas profesionales en Canal 22, un día estábamos en la bodega registrando los equipos, y nos encontramos un telescopio nuevecito, grande, en su caja. Y lo primero que hizo uno de los trabajadores fue ver que no estaba en el inventario para después llevárselo a su casa. Ni lo pensó, cuando vio que no estaba en lista, se lo echó al lomo y se lo llevó a la cajuela de su coche. Era priista y ecatepense, ¿que se podía esperar de él? Sin embargo, maestro, a pesar de que el acto es el mismo, el impacto es diferente. Robarse una computadora de las instalaciones del sistema de transporte colectivo, no es igual que generar una cuenta personal con doscientos millones de dólares con las cuotas de los trabajadores y gastárselo en comprar casas y coches para ti y tus cómplices. No es lo mismo comprarse una mansión en Miami con los impuestos de la gente, que agarrar dos plumines para dar clase. Además, no exageremos, la gran mayoría de los trabajadores son honrados, por no decirles sumisos o pendejos. Casillas guardó silencio por un segundo. —Dime un mexicano que no sea corrupto, uno. Te aseguro que si tú alcanzaras el poder serías igualito a ellos. Controlar tantos millones, las viejas bien buenas, el dinero... El antiguo jefe de docentes, el que te digo que era sobrino de la directora anterior, tenía un doctorado en administración, y ¿sabes qué administraba? Respondí alzando los hombros. —No, no sé. —Un Table Dance. Reí de nuevo al ver la cara de pillo que puso el profesor Casillas. —Así se ganó a los maestros. Nos invitaba al table. Llegábamos y nos ponía una botella en la mejor mesa. Nos sentaba en las piernas a unas mujerzuelas de lo más amables y sabrosas. No pude evitarlo y comencé a reír de la forma más alegre y abochornada que uno puede imaginarse.

—No te rías, te estoy contando.

Regresó el profesor Casillas al tema anterior después de

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notar que sólo me daba risa lo que estaba platicando. —Tú serías igual. A ver, respóndeme, dime un mexicano que no se corrompería estando en el poder. Silencio de parte de Casillas y de mi parte. Me quedé pensando unos segundos. Sentí que me tardé más tiempo del que debía en contestar esa pregunta. Estaba en juego mi ética, mi postura ideológica, mi actitud ante los maestros, los alumnos, la administración, mi familia y amigos. Si no encontraba un personaje de impoluta trayectoria, habría perdido el debate y mi credibilidad ante el profesor Casillas para siempre. —Benito Juárez. Casi gritó el profesor Casillas, con su moreno y robusto cuerpo, su respuesta a mi pregunta. —Benito Juárez era masón. —¿Y eso qué? También era indígena, moreno, feo, duro, mexicano y un montón de cosas. —¿A poco crees en lo que dicen los libros de primaria? —No, yo tengo como referencia de su vida, la biografía que escribió Justo Sierra sobre Benito Juárez, no la monografía que venden en la papelería, sino además, la mejor novela histórica de México, Noticias del Imperio, de Fernando del Paso. —Le decían qué hacer. Sus asesores le llegaban con el chisme para que supiera cómo actuar, la logia lo aconsejaba. —Pues yo creo que sí, algo tenían que decirle; digo, era el presidente de la república. Además él es la muestra histórica de que se puede transformar la sociedad y sus instituciones en un periodo, punto claro. Después recordé otra cosa y dije con emoción: —Era indígena, no hablaba español. Él hablaba náhuatl y era pastor. —En esa época todos hablaban náhuatl y eran pastores.

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Volví a reír ante la lógica de Casillas. —Sí, pero no todos llegaron a la presidencia de la república, ni corrieron al poderoso imperio francés del Valle de México. —Había guerra en Europa, se tenían que llevar sus tropas para mantenerse respirando allá. Era más importante tener el control en Europa que en México, sólo porque abandonaron a Maximiliano logró Benito Juárez expulsar a los franceses. —Ahí está el ejemplo, uno tiene que resistir hasta que las circunstancias lo favorezcan. Tenemos que resistir hasta que las condiciones se den para que nosotros triunfemos ante los explotadores. No podemos dejar de dar la lucha y para eso necesitamos una ideología firme y clara. La ideología que uno posee le da cualidades, el socialismo como filosofía dota al hombre de la entereza de luchar de manera consciente por la revolución, sin vacilación ni titubeo ante las circunstancias adversas, y esa ideología se prueba en la práctica revolucionaria. La práctica revolucionaria de los socialistas es su entereza por materializar sus ideas. Benito Juárez tenía nociones sobre la economía planificada, por algo era liberal. —Es que tú no sabes cómo son las cosas aquí. Esto no va a pasar en la educación pública. Ya te dije, ¿cómo crees que los vas a quitar si aquí todos son parientes? Créeme, aquí la gente nace, se conoce, se reproduce y muere en la DGETI. Una nueva y alegre carcajada ante tan agudo y acertado comentario se expresó en mi persona. —En serio, la escuela es una madriguera, ten cuidado con quién hablas, porque lo primero que van hacer es salir corriendo a contar el chisme. —Pero siempre está la excepción que confirma la regla. ¿No se enteró de que Fernández de Ceballos acaba de celebrar su cumpleaños número setenta y cinco rodeado de puro malandrín? Pero fue la escoria grande del país, eh. Estaban en el rancho del jefe de jefes, Salinas de Gortari, Felipe Calderón, la escoria de Carlos Slim, la crema y nata de la delincuencia nacional. Se les veía muy ufanos y alegres, como si la historia no fuera a reclamarles su prepotente y

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asquerosa vida. Y el único que dijo algo fue López Obrador. —Ese también es igual que todos ellos. ¿A poco es santo de tu devoción? —¿Y por qué no lo invitaron a la fiesta? No lo creo santo, pero de los males el menor. —Pero si no hay político sin rayas, en todos lados se las gastan igual. Tú trabajaste en la PGR, antes de que fuera las Fiscalía ¿a poco no te diste cuenta de cómo está el país? Recordé. —Los sábados me tocaba hacer guardia. ¿Sabe lo que es eso, maestro? Es la idea más pendeja que pueden tener los pinches administrativos neófitos, burócratas imbéciles. Es estar aplastado en tu lugar de trabajo el día de tu descanso sin hacer nada. Con todo el equipo apagado y sin mover una hoja de papel. Es estar ahí nada más haciéndose pendejo. Rolan las llamadas guardias entre los trabajadores rasos, mientras los licenciaditos de la Procuraduria se toman el día. —Cállate, que esas son las horas nalga que la nación necesita para que el país se desarrolle. Eso es lo que requiere la nación para que alcance el nivel económico-cultural de los rusos o los alemanes. Horas nalga bien comprometidas con el bienestar nacional. La ironía de Casillas me comenzaba a agradar. —Es una pendejada, maestro. ¿A quién se le ocurrió semejante estupidez de hacer “guardia”? Pero déjeme le cuento lo que veía los sábados en las oficinas centrales de la ahora Fiscalía General de la República, en el piso nueve, en la Secretaria de Procedimientos Penales y Amparos. ¿Sabe quiénes llegaban los fines de semana cuando casi todo el personal descansa, con excepción de los pendejos como yo que nos mandaban para hacer sus queridas “guardias”? A mí varias veces me tocó ver llegar a los gringos al edificio. Ya sabe, muy amables, muy encantados de estar en México, gente muy cálida, país muy bonito y todas esas pendejadas. Pero la vedad es que aunque te saludaban con formalidad y eran amistosos, llegaban a controlar lo

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que estaba pasando en el país, a darle órdenes a todos los mandos de la PGR, a decirles cómo actuar en tal o cual caso. Los gringos mandan, o mandaban en el sexenio del estúpido de Peña Nieta, y en todos los sexenios anteriores también, Ellos movían esta nación que se subordinaba, y le digo algo, a los gobernantes les salia muy bien ser obedientes, se empinan con un gusto que daba temor. La soberanía nacional no existía hasta la llegada de morena al poder. Pero la verdad es que hace falta una revolución del pueblo y para el pueblo, aun más grande que la cuarta transformación. La emancipación del ser humano es de lo que yo le hablo maestro. —No hay remedio, este es México, eres muy fantasioso. —La historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases, es la aguda lucha entre los creadores y los reaccionarios, entre los protagonistas y los blancos de la revolución; es decir, entre las masas del pueblo trabajador y las clases explotadoras reaccionarias. La sociedad ha venido avanzando y progresando a través de esta lucha. Si el periodo de una nación es reaccionario, va a sesgar al hombre en su creatividad, en sus movimientos, pensamientos y desarrollo; claro ejemplo, México. Nos han quitado hasta la esperanza de mejorar, por eso es importante la ideología, por eso es importante la historia; el renacimiento italiano es un buen ejemplo de un periodo de libertad humana. —No te quiero quitar tu ilusión porque estas chavo, tus veintiocho años aún te dan muchas ilusiones. La Revolución Francesa ya pasó. Se levantó el maestro de su asiento. —Al rato platicamos, ya me toca clase. —Me despido, maestro, yo ya voy de salida, me está esperando mi novia. Nos vemos mañana, que esté bien. —Que descanses, mañana platicamos. Caminando sobre Eje Central rumbo al Palacio de Bellas Artes, le fui platicando a mi novia un par de inquietudes. —Sabes, el que mueve ahí la escuela es Casillas, o por lo menos eso parece. Todos los maestros se acercan a preguntarle qué acordó

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con el director sobre tal o cual tema. Pero es bien raro el tipo. Está como resignado a que México no tiene salvación y sin embargo se preocupa por mejorar los planes de estudio de la escuela, por defender el contrato colectivo de trabajo y mantener a raya, en la medida de lo posible, a la dirección, cuando se quiere pasar de lanza. No sé si lo único que quiere es quebrar mi voluntad por puro y mero gusto, o si sólo le gusta llevar la contra, o si está medio tocado. Los otros maestros dicen que cuando habla son: “las locuras de Casillas”. Lo cierto es que tiene una fuerza de voluntad terca y más o menos bien definida en lo que parece su contradicción, pero definida. —¿Y cómo te llevas con él? —Bien, los dos enseñamos matemáticas, nos gusta la política y tenemos cierta preocupación social, sólo que yo creo que la nación se puede transformar de raíz, y él piensa que no. Pero todo en el Cetis es de una locura surrealista como no te das idea. Buñuel y Remedios Varo nunca se habrían imaginado algo así. Todo ahí es un capítulo de la Dimensión Desconocida; Alfred Hitchcock jamás habría logrado tan alto nivel de irrealidad cotidiana, Casillas es sólo el producto más elevado. Otra cosa, por ejemplo, es que la secretaria del director que se ve tan inocente y está quieta y callada toda la tarde en su lugar,es como un alfil protegiendo al rey. ¿Sabes de qué me di cuenta hoy antes de salir? —¿De qué, corazón? —Ella es quien se encarga de hacer firmar a los maestros hasta su renuncia sin que lo piensen demasiado. —No chinges. —En serio. Te cuento lo que hacen. Al final del día, cuando ya tuviste un desgaste natural por el trabajo y vas y checas tu tarjeta para poder regresar a tu casa, ahí, en ese último instante cuando te estás despidiendo de quien te encuentre y cuando ya sólo quieres ir a descansar, en ese momento preciso en el que no te quieres detener más y sólo piensas en llegar a tu hogar a bañarte, en ese último momento, ella te dice: “Maestro, ¿puede firmar esto?, maestro, ¿puede firmar aquello?, es sólo un aviso, es sólo una notificación”, y a veces así es,

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pero el otro día era un documento que convocaba a los maestros a una reunión para la autonomía de la institución. Era algo como un llamado a la organización docente de todos los planteles de la zona para conocer nuestros derechos, para organizarnos y luchar. —Lo leíste completo, ¿no? —No me dejó, cuando quise alzar el documento del escritorio para revisarlo con calma no me dejó. Puso sus dedos sobre las hojas oprimiéndolas contra el escritorio. Me dijo que el director asistiría y que sólo era un aviso. Hasta puso cara de enojada cuando quise leerlo. Y como la verdad ya me quería ir, me di por satisfecho con que, según dijo ella el director iría, y firme. —Ay corazón, qué tal si decía que renunciabas a tu seguro médico y tú firmaste como menso. —Sí, la neta es que sí... Es que ya estaba cansado, ya quería salir. Pero no me lo vuelven a hacer. Ya aprendí, por muy cansado que esté, no firmo nada sin leerlo. —¿Entonces la secretaria se encarga de hacer esas cosas? —Sí, y si la vieras, tiene una cara de mustia, de que no sabe ni hace nada, pero ella en su “pasividad” es la que se encarga de hacer firmar a los maestros todo lo que el director quiere que firmen. Como que ahí todos son bien hipócritas, mentirosos, doble cara y cínicos. Así están acostumbrados a convivir. Son chidos y a la vez no lo son, por lo menos varios de ellos. —¿Y ya te pagaron? —No, esa es otra, la administración es un desorden. Se equivocan un montón y a cada rato. ¿Sabes qué pendejadas dicen? —¿Qué se les perdieron los papeles? —Casi, que ellos mandaron todos los documentos y que en la coordinación se perdió uno. Pero que no fueron ellos, que fueron allá en la coordinación. Y la misma pendejada le dicen a todos los maestros, pero neta, a todos. Que les urge que se los de en las próximas horas, que me mueva como pueda porque hoy es el último día para

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hacer el trámite. Puras pendejadas y mentiras. Y nada mas lo hacen para chingar, como si uno no se diera cuenta. Dan hasta lastima. Como que están traumados. Y neta, si les vieras la cara, creen que eso los hace mejores, son un asco. —¿Entonces cuando te pagan? —No sé. No hay para cuándo y ya casi termina el semestre. —Ay corazón, pues ya vete a tu casa a descansar. —Sí, ahorita tomo el metro y me voy; en fin, ya llegamos a Bellas Artes. —Me marcas antes de que te duermas, ok. Le di un beso y una nalgada a mi novia antes de entrar al subterráneo. Me acomodé como pude entre esa enorme masa de gente que a esa hora va de regreso a su casa, para llegar a mi hogar de manera mecánica, cenar sin saborear los alimentos, bañarme y dormir sin poder descansar. Al siguiente día, ya en la galería de la escuela dedicada al pintor Rafael Coronel, donde los cuarenta y seis maestros estábamos reunidos para realizar el escrutinio que designaría al nuevo secretario de la sección nueve pude observar que algunos de los presentes, los menos, a pesar de tener plaza de maestro (por eso se encontraban ahí para la votación), realizaban funciones administrativas. Vi llegar, de la manera más puntual y escalonada, a los docentes frente a grupo, mientras que los que realizan labores administrativas llegaron de forma dispersa y hasta el final. Dos representaciones se disputaron la dirección del sindicato; Unidos, era la plantilla formada por maestros; y Podemos, la plantilla formada por los administrativos y los maestros parientes de los administrativos. Poco a poco, fue concluyente el protocolo ceremonial que constó de leer la orden del día, presentar a los representantes de cada plantilla, dejarlos dar un pequeño discurso para después dar lugar a la instalación de las urnas junto con la entrega de las papeletas.

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Unidos, ¿qué otra palabra podía haber escrito en la papeleta? Una vez que deposité en la urna mi apoyo y convicción, comencé a caminar de regreso al asiento donde estaba para ir observando a mis compañeros depositar su papeleta. Después de unos momentos de actividad, cuando ya todos estábamos en nuestra silla, comenzó el conteo de las papeletas por parte del escudriñador, en presencia de los dos representantes y frente a los trabajadores. Se fueron anotando en un pizarrón los votos emitidos para ambas plantillas, del lado izquierdo se encontraba la columna de Unidos, y del lado derecho la de Podemos. El conteo no sufrió ningún contratiempo, fue evidente que Unidos ganaría la votación. Papeleta tras papeleta fue sumando votos la platilla de los maestros, Podemos estaba a punto de perder la dirección del sindicado que durante cuatro periodos consecutivos había mantenido. Y así se dio, los maestros retomaron el control del sindicato, al menos de la sección nueve. Me alegró mucho participar en la elección, pero me alegré más cuando vi mi oportunidad de involucrarme en el movimiento magisterial. Cuando escuché que se realizaría una votación adicional, una de la cual yo no tenía conocimiento y que era para asistir al congreso del sindicato más grande de América, no dudé en pedir la palabra. Cualquier maestro que lo desease tenía permitido asistir al congreso, al menos eso dijo el presidente de la mesa de aquel día. Podría ser postulado cualquiera que estuviera presente sin ninguna restricción, o si a alguien le interesaba, podía postularse a sí mismo. — Maestros, ¿puedo tomar la palabra? Giraron a verme un poco más de la mitad de los presentes. —Hable maestro, lo escuchamos —dijo Casillas sonriendo. —Yo sé que apenas ingresé este semestre al plantel, que no he tenido la oportunidad de conocer a la mayoría de ustedes, pero, para mí la oportunidad de asistir al congreso del sindicato de maestros es muy importante. Una pausa, un silencio general.

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—Durante mis años en la universidad tuve la oportunidad de militar en el comité de lucha estudiantil del Instituto Politécnico Nacional, donde asistí de forma periódica a grupos de discusión política en los cuales se debatían diversos temas de interés nacional, consecuencias desfavorables para la población de las reformas estructurales del gobierno, de la venta abierta y cínica de los pozos petroleros, las minas, los litorales, privatización de las playas, carreteras, comunicaciones y desde luego, la destrucción de los contratos colectivos de trabajo que sólo tienen como finalidad precarizar la vida. Entre ellos está, desde luego, el contrato colectivo de trabajo de los maestros, desde nivel primaria hasta la educación superior. Y en ese debatir y discutir, planeábamos la mejor manera de intervenir, dadas nuestras condiciones, para defender nuestro futuro laboral. Participamos en las marchas, hacíamos pancartas, repartíamos folletos, organizábamos congresos estudiantiles, formábamos cuadros políticos en cuanta universidad podíamos contactar con los alumnos, maestros y personal administrativo, cerrábamos si era necesario; para ser escuchados en las facultades. Otra breve pausa en la que miré unos instantes al suelo para después reacomodar mi postura. Además, yo le tengo un especial cariño a la sección nueve del sindicato de maestros, porque en su edificio, ubicado aquí en el centro de la república, yo junto con otros amigos tuve la oportunidad de asistir, una vez superada la etapa estudiantil, a los grupos de base de la Internacional Socialista. El sindicado nos prestaba un espacio para tener donde formarnos en la historia política económica. Es por eso que ahora que estoy aquí con ustedes me siento muy feliz, porque yo he marchado desde hace muchos años junto con los maestros de este sindicado, quizá de una forma secundaria, pero codo a codo, siempre en defensa de la educación pública, científica y de calidad. —Démosle una oportunidad al muchacho —dijo Casillas. —Sé que mi participación en el congreso no va a representar ningún cambio en la estructura y en los vicios del sistema, pero me gustaría ir para aprender; si me permiten aprender de ustedes, yo nunca dejaré de agradéceselo.

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—Ya, que vaya el muchacho, de cualquier forma, ninguno de nosotros quiere ir —fijó Casillas—. Una risa general invadió el salón. —Pues entonces votemos. Alcen la mano los que quieran que Enrique nos represente en el congreso. Una amplia mayoría alzó la mano. —Listo Cabañas, usted irá —dijo Casillas. —Gracias maestros, de verdad gracias. Me permito decir una consigna con el puño izquierdo en alto. “Educación primero al hijo del obrero”.

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AULLIDO DE PERRO Con cariño para Demetrio, Arturo y Jesús Velázquez

—Proyección al infinito del punto. Perspectiva caballera. Amarillo. Los pintores orientales han empleado la axonometría. ¿La ausencia del efecto de fuga da la impresión de que las líneas paralelas divergen?, sí. En especial en la arquitectura. Hay que definir con precisión el término primitivo. Se escucha a cuatro golondrinas cantar cerca del estudio del pintor, entra su sonido por las ventanas abiertas por donde también entran los rayos del sol. Una ligera ráfaga de viento proveniente del verde de los cerros toca el vaso de cristal que contiene al color ámbar del coñac. —El constructor era tallista de piedra y grabador, con conocimientos prácticos del dibujo y el sonido. En la Edad Media yo habría tenido que saber de música. La geometría toca incluso la luz. La moda decorativa. Son las figuras oblicuas las que otorgan a este tipo de construcción el aspecto de una invención plástica de fuerte dinamismo en las paredes de la casa. Una casa con las paredes pintadas de blanco. El minimalismo que lo tranquiliza. —¿Qué te impide estudiar y practicar las escalas de un instrumento? La especialización, la edad. Aparecen dos planos superpuestos, se observa en el plano inferior la abstracción de una mesa de centro como la que tengo enfrente cuyos bordes laterales convergen hacia arriba. El plano superior se encuadra con la abstracción de una repisa al que conducen tres semiparalelas. Las dos convergen con las


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tres. Si la música es tu interés, debe de ser la herramienta auxiliar para tus pinturas. Con frecuencia se da un juicio de valor. —Después del mito del buen salvaje de los siglos XVIII y XIX, se recurrió a un esquema mecanicista, pretendiendo que toda sociedad pasaba de lo simple a lo complejo, y de lo primitivo a lo civilizado. Rufino estiró su mano derecha para sujetar el vaso de coñac que acercaría a los labios y del cual bebería dos tragos largos hasta vaciarlo. Después continuó mirando el lienzo en blanco colgado frente a él. —Esquema basado en los niveles tecnológicos. El desarrollo de una economía monetaria ha trastocado a la sociedad. El arte y la pintura primitiva están desapareciendo. Apps. Las relaciones sociales no se expresan como antaño. Esto no se manifiesta de la misma manera en todos los países. Lo que no impide que la producción pictórica con la que tienen una íntima relación, pierda su sentido y su eficacia. Dar una explicación a esta diferencia. —Mentalidad pre lógica que impide la evolución y el progreso. En esa época atrajeron la atención de los artistas, críticos y coleccionistas europeos, las obras de arte de los pueblos de Oceanía, América y África. En su opinión, estas obras expresaban sólo las tendencias instintivas del inconsciente y del sueño. Se ratificaba la doctrina. G. Pérez usa el barro porque viene de un país tercermundista; en Holanda ya están en el arte conceptual. Término que se designa. Darwin ofreció la posibilidad de una explicación al devenir humano. Esa es la razón por la que los primeros “especialistas” se dedicaron a lo que llamaban formas primitivas del arte. ¿Qué es mi trabajo? Las obras de los niños, los enfermos mentales, los hombres prehistóricos y los pueblos llamados primitivos. Ella antes sentada frente a mí. Galería en la Ciudad de México. Esta intensa actividad es desconocida en otros lugares. Bóvedas. Una inscripción en la puerta de su casa, la ilustración de un himno. —Cubismo, Realismos, Abstracción, Minimalismo, Surrealismo,

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Decantación. Volver a llenar el vaso. Museo Nacional. Coñac. Rufino se pone de pie. Mueve sus hombros en dirección opuesta a su mirada. Le cuesta trabajo erguir su cuerpo. La degradación del cuerpo no es la misma para todos. —Cuando llegaron los etnólogos situaron el tiempo y el espacio. Himno ilustrado por el contexto social. Salir, oler la fauna de la región. No prestar atención al reloj. Sociedad primitiva, arcaica, Tierra y Alma. Sea cual fuera la expresión empleada esas sociedades son contemporáneas de quienes las estudiaron. Vivir en el corazón de las mismas para describirlas. Cinco familias de Oscar Lewis. Alma constituida por causas. Explorarse a partir de efectos. Cabello, color, pincel, lienzo, una D. El arquetipo y su función, ser consciente del trabajo que tengo que entregar. El sabor del cítrico en el paladar. Líquido. Disfrutar su aroma, el efecto en el cuerpo. Erik pasa conduciendo su cuatrimoto sobre el suelo empedrado. Usa un short de color durazno con una playera blanca. Hace calor en Valle de Bravo. El ruido del motor se detiene. Rufino vuelve su mirada al coñac. No deja de sostener su interés. —Edificio construido por diferentes siglos. Desde antes del pedernal viene el alma. La investigación más detallada de sus cimientos nos demuestra maleza y agua. Lejos de ser uniformes las características religiosas, de vivienda y educativas, son la razón de algunos puntos en común. Se desprende cierta unidad entre recolectores y cazadores. Todas las sociedades tienen tradiciones orales y culturales. Pigmeos del Congo, Aborígenes de África. Pero en el alma no hay restos muertos, todo está vivo. La conciencia está influenciada por los fundamentos. La producción de lo que llamamos objetos artísticos se tiene que comprender bajo la técnica, la sociedad, la religión, la economía, el clima soleado o lluvioso que los vio nacer, ya que dichas estructuras significan los objetos, su existencia, el hermoso Valle. Suena el celular.

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Call up, ring once, hang up the phone to let me know you made it home don’t want nothing to be wrong with part-time lover If she’s with me I’ll blink the lights to let you know tonight’s the night for me and you my part-time lover. Apretó un botón lateral para rechazar la llamada. Decidió reproducir algo para escuchar.

Cuando usted cree en las cosas que no entiende entonces sufre. La superstición no es el camino. Comenzó a mover su cuerpo con dificultad. Setenta y dos años. Alegría de los decibeles en el aire. Negación de lo que extraña. Hace un movimiento repetido que genera una sonrisa en su boca. Golpea con las palmas de su mano su estómago inflamado. Se reproduce otra canción.

De hecho, este es sólo otro día común. No hay lluvia de abril... Hice estas tres palabras que tengo que decirte. ...sólo llamé para decir lo mucho que me importas. Termina. Continúa. Un silbido.

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Dm

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E|—-1—————0————————————| B|———3—————1————-3—0————| G|—————2————-—0——————-0—| D|-0————————-——————————| A|——————0———-————————-—| E|——————————-—3———————-| Dm

Am7

G5

E|—1—————0———————————-——| B|———3—————1————3—0——-———| G|————2—————0——————0——--—| D|—0—————————————————--—| A|——————0————————————--—| E|————————————3——————--—| G5 E|-3—3-3-3-3-3-3——————————————| B|-3—3-3-3-3-3-3——————————————| G|-0—0-0-0-0-0-0—————————--————-| D|-0—0-0-0-0-0-0——————————--———-| A|————————————————————| E|-3—3-3-3-3-3-3——————————————| Toma el pincel y la paleta de la mesa de centro. Comienza su trabajo.

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Conciencia por encima de la tierra Horizonte estrecho al descender Oscuridad de las cosas Lóbrego suelo de roca Prehistoria en los cazadores Ella Problemas vitales Atención Doblez Dolor Es la lucha y el arma la causa de todos los cambios favorables o dañinos El grabado de las fuerzas elementales según el caso pueblerino o cortesano Comprometido funcional Pintura irracional El arte de los pueblos son vestigios que recoger. Solo E|-5-5-7-8-5h7p5—————————————-——| B|—————8-8b10r8-5-8-6-6b8r6p5--5————--—| G|————————--———-7——7b9r7p5-7~——| D|—————————————————————| A|—————————————————————| E|————-12———-15b17r15-15-13-12h13p12——-| B|———-10-12b13rb12r13b12r13——13r12————-| G|—-7/9——————————————————-| D|—————————————————————| A|—————————————————————| Las escenas de la vida Difícil conversión Íconos pintados a la en cáustica Mi reputación que comenzó a circular El pedido Noches de penitencia Mis comienzos se hallaron en el realismo recio y monumental donde el fondo y la forma se diferencian con cautela Absorbe el color el lienzo Si la pintura consiste en dar colores a la superficie plana los ejemplos conocidos se pueden clasificar Culto Aborígenes Naturaleza de soporte Si seguimos a la naturaleza como guía jamás erraremos Sólo existe el modo de condición La imagen del mundo que se nos proporciona son dos iconografías sentimiento y razón Comida junto a ella de delgada tesitura, síntomas nerviosos ámbar_ _Calor de octubre Pigmento sobre el lienzo Gota El nombre de-

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signa al grupo El significado y el futuro de la pintura primitiva Rito ceremonia culto lago emblema turismo ceremonia del arte como elemento Un acorde que significa la difusión de los elementos de la cultura Pintor infatigable Fue viajero colmado de honores Praga Zacatecas Bolonia Nápoles Baja California Sur El brazo se cansa de sostener la paleta Las cualidades de este material son la luminosidad ejemplos ejemplos magistrales nos han sido dados por los toscanos La sanguina se ha convertido en la técnica más corriente para abordar el interés de la obra Arcaico significa inicial primigenio Tiene que residir en la abundancia servirse de los manuscritos La calidad de las fibras utilizadas en un pincel Se fabrica un nuevo arquetipo en el hombre el de la mujer en la mujer el del hombre tu libertad es la mía la relación del hombre con el hombre parece no terminar de alcanzar su apogeo Tengo que moverme continuar con los colores sin atender al reloj Arcaísmo en las capas profundas del hombre Carducho habría ido a visitarle y a contemplar sus obras Melodía su nombre de pila El penúltimo de una familia RH de oficio molinero quien añadió en su denominación las palabras Van Rijn Civilizado mamífero Penúltimo de una familia de nueve hijos Matriculado en la universidad por mil seiscientos cuarenta y uno sus biógrafos dicen que su aprendizaje inició en mil seiscientos veintiuno Jacob Van Swanenburgh marchó a Ámsterdam al taller de Lastman Mató una vez a un cocodrilo con dos ajorcas Casualidades perturban al primogénito Cuando el metal de la trompeta suena en el aire escucho el tono agudo mate y extenso que busco en las pinturas En su obra el mediterráneo la mystique que le aporta a uno desde el exterior de la vida en forma de motivaciones inconscientes Dejar de escuchar para pintar Una humanidad desposeída o marginal Golondrina Cantar Por qué leer Con el tiempo quise más al mundo y menos a la gente y preferí la soledad creativa a la comunión vana Dejar el pincel y tomar otro La expresión de lo inefable Es imprudente hablar de arte al referirse a cualquier objeto por el hecho de estar decorado Ellos argumentaron alma de jaguar En mil novecientos noventa y tres fue mi primera obra mural lagartija tabique Escuela música La loseta del piso Dicen que me consolidé en los cuarenta Coloreados de Cae piadosa consensada Sobre entendemos la practica el mármol del baño Fotosíntesis Desiste el cuerpo contra el que luchó Tamayo

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EL CENTRO DE SALUD Con cariño para la comunidad LGBT

—Se me quedan viendo, me gritan estupideces y me tratan con fastidio, como si yo sólo estuviera fornicando, embriagándome y según ellos siendo hipócrita. No puedo reproducirme, cosa inaceptable para el cónclave. Con una señal de su mano izquierda, le pidió a la señora que atiende el bar y que se encontraba a unos cuantos pasos, que le sirviera otro trago de Jack Daniels. —El año pasado, en la Conferencia Episcopal de Malawi decidieron emitir una carta en donde se da a conocer que la homosexualidad es uno de los principales problemas de los países creyentes y devotos. Que si bien el estado puede ser tolerante, más no aceptarnos, sería mejor para la sociedad detener el “fenómeno”, usaron la palabra, fenómeno; según ellos soy contra natura. Emití un chasquido con la boca al escuchar su acotación en señal de que dudaba con firmeza del antecedente mencionado por Javier. —México, siempre fiel, se tomó en serio el pronunciamiento del episcopado romano. La arquidiócesis condenó en una misa en la Villa al gobierno de México por no asumir con mayor énfasis la persecución contra nosotros. Giré un poco mi cuerpo a la derecha para verlo directo a los ojos y con una ceja levantada darle a entender que estaba exagerando, que desconfiaba de su discurso y de él. —No con la palabra persecución, pero sí diciendo que debían “cuidarnos” lo más posible. Que las familias debían de cuidarse para


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no ser influenciadas por nosotros. ¿Cuidarse de nosotros? ¿Crees eso? La iglesia bautista de Westboro celebró la masacre de Orlando. Dijo que Dios mando al tirador. Sesenta y seis muertos y alrededor de cincuenta heridos en un club gay que se supone era aceptado por la comunidad. —El Centro de Salud no está oculto. —No la parte que has visto Guardé silencio. La respuesta me paralizó un segundo. Decidí entonces esperar a que anocheciera más para ir a ver lo que mi amigo Javier me insinuaba. Los tragos de Jack Daniels comenzaban a hacer más fluida la conversación, que se rodeó por casualidad con la canción de Cardigans que mi amigo pondría en su Mac la primera vez que lo visité en su departamento, la canción de Lovefool. Un tierno detalle de Javier quien yo suponía estaba enamorado de mí. Fue el día en que conocí su lujoso departamento en la Colonia Roma, un día como casi todos en los que nos encontrábamos, platicamos de cine de arte, literatura, lucha de clases y música. —Ya te había dicho, cuando dices la palabra Punk viene a mi mente el hombre rudo, con botas, tatuado, con pantalones negros skin, rapados o con su moica, siempre dispuestos a madrearse contra los policías e inhalar monas. Para mí, los que escuchan Post Punk se ven así pero con tatuajes más finos. —Porque sólo has visto Cabezas Rapadas, animal. Comencé a reír por la certeza de su comentario.—Es que así yo veo al Pifas, esa imagen ruda no cuadra con la persona tierna que me dices que es, con el amor de unicornios que me cuentas que tienen. —El Post Punk nos mama a los homosexuales por la inclusión de géneros de forma masiva que se dio con ese movimiento: una transexualidad en la manera de vestir de los cantantes, movimientos afeminados en el escenario, aretes y collares en los “hombres”, algunas prendas de mujeres, por cierto muy fashion, letras apasionadas por la vida, maquillaje. Además de que los acordes suenan bien chingones, el uso de los sintetizadores está bien rifado. Por eso Joy Division, David Bowie, Blondie, The Cure, Bauhaus son la neta. Aprende in-

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glés, animal, escucha lo que dicen las letras y fíjate en su manera de vestir. Comencé a reírme de nuevo por lo amistoso de su insulto. Sonaba hasta tierno con esos ligeros y afeminados movimientos de su cuerpo. Después di un trago largo a mi bebida, me la terminé y pedí otro trago de Jack Daniels. —Aquí Caifanes, en sus primeras portadas y conciertos, tenían ese look hermafrodita, deberías fijarte. ¿Cómo no te has dado cuenta?, eso que te la pasas escuchando puro Rock en tu Idioma. —No me imagino al Pifas todo rudo regalándote una carta de amor. —¿Por qué no? Hasta las decoraba con márgenes y párrafos de diferente color en papel mache. Le quedaban bien bonitas. Luego les ponía hasta una figurita de origami. Comencé a reír de nuevo al imaginarme la escena, tomé mi vaso para de un trago beberme su contenido, luego pedí un trago más pero en esta ocasión de Hennessy. —Cuando lo conocí en la prepa nueve, mi novio y yo éramos de los únicos en la escuela que los viernes que podíamos ir vestidos de civil usábamos botas negras y mugrosas, digo unas botas de albañil y no unas Caterpillar. El Pifas y yo éramos los únicos en resolver completos y bien los exámenes de matemática. Y eso que para aquel entonces ya buscaba alentar mi cerebro tomándome en dosis bajas durante el día las pastillas de dormir de mi mamá. Ya había estado en el sicólogo durante seis años por decir en la primaria que yo no creía en Dios, que si la escuela era laica, ¿por qué celebrábamos fiestas religiosas? —A ti te dieron una de esas becas de niños talento, ¿no? —Mil pesos al mes mientras estuviera en escuela pública y hasta cumplir los dieciocho. Entre otras becas que me dieron. Pero a pesar de eso mi mamá no me apoyaba. Decía que yo estaba mal, que no podía opinar así. Miré con fijeza mi vaso con coñac mientras lo escuchaba.

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—Una vez en la oficina del director, mi mamá me colocó en una silla enfrente de él y de su escritorio, le dijo que yo era el que estaba mal por pensar así. Esa vez, no te miento, cuando llegué a la casa con mi mamá, lo primero que hice fue entrar al baño a rezar con todo y mochila. Antes de descubrir mi sexualidad y ser reprimido por ello, yo ya era reprimido por mi familia y la sociedad por ser inteligente. Pero es que yo ya comenzaba a creer en la ciencia, a dudar de la religión. —Tú tienes la culpa por ser gay e inteligente. Ahora comenzó a reír mi amigo por lo irónico de mi insulto. —Eso no funciona en esta sociedad, la cagas. Wey, eres inteligente, gay y anarquista, no mames. Debiste ser un buen guadalupano. Continúo riendo al escucharme pero con mayor ánimo. Después de unos segundos de risa, dio un breve suspiro y una exhalación larga antes de continuar su historia. —A los trece yo leí el manual del anarquista, lo compré en un puesto de libros de uso en el tianguis, entonces resultó que los hermanos mayores de mi galán eran anarquistas, así que se lo transmitieron a él desde chiquito. Entonces cuando lo veía con sus botas y sus playeras negras llamaba mi atención. Un día nos juntaron en un salón para presentar un examen de excelencia el cual incluía cinco o seis materias. Ese primor y yo fuimos los únicos en contestar bien todo el examen. De hecho, recuerdo que mi novio terminó antes que yo. A la semana siguiente, toda pendeja en la escuela hizo una ceremonia cívica para darnos un diploma, desde ahí nos hicimos amigos. Pero para ese entonces ya habíamos tenido, cada uno por separado, una o dos experiencias sexuales. Habíamos visto algo de pornografía en internet, reprimido nuestra forma natural de atracción, entendido el lenguaje misógino de la sociedad, tanto de hombres como de mujeres. —No, pues te ha ido de la chingada desde morro. ¿Y cómo supieron que cada uno era gay? Si ya los habían reprimido, me imagino que tenían miedo de acercarse el uno al otro. —Sí, pero la curiosidad era más grande. Además, es lo mismo cuando tú coqueteas con una mujer, si ella te da entrada tú continuas,

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y si no pues te retiras. Eso, o la hostigas hasta que te haga caso o te mande a la mierda. Comencé a reír de nuevo a carcajadas. —Pues coqueteamos. Poco a poco, con mucho cuidado. Hacíamos las clásicas señales de atracción, de entrega, él sonreía yo sonreía, yo rozaba un poco su cuerpo con el mío y él su cuerpo con el mío. Platicábamos un chingo, a si un montón, nos separábamos de lagente, buscábamos estar solos para platicar, así durante varios meses hasta que en una ocasión no me aguante más el impulso físico, tomé entre mis manos su rostro, cerré los ojos y le di un beso. —Qué puto eres. Pero cuéntame, ¿en la escuela, en su casa, en la calle, donde? —Como diría Polo Polo, Don puto para ti. —Buenas tardes, Señor Don puto, es un placer conocerlo. Comenzamos a reír los dos. —En un salón que se encontraba solo y como estudiábamos en la tarde, pues era medio de noche cuando pasó, y ahí en un rincón. —Va, va, está chido. Nos quedamos callados por varios segundos. —Termínate tu trago y vamos al Centro de Salud, ahí va a llegar mi picador. —Sí, pero espérate, vamos a tomarnos otro trago aquí. —Va, todavía es tempra. Pídete otros dos iguales en lo que voy a orinar. —Más de tres sacudidas es chaqueta, así que aguas. Me cae bien, el puñal me cae bien. Lástima que desperdició su mente supervisando los sistemas de seguridad informática de Aeroméxico y no componiendo música como debería. Cuando veo su cuerpo fuerte y moreno, su cabello negro y su nariz recta, pocas cosas lo hacen parecer afeminado. Tiene ese estilo elegante y casual en su forma de vestir,

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sus eternos pantalones Docker con sus camisas Zara y sus botas cafés, le dan un buen porte. Si no fuera por su manera de caminar y su desmedido interés y los gestos que hace cuando se trata de cocinar, no daría ni un indicio de ser gay. —¡Otros dos tragos por favor! Debió de ser difícil, y debe de ser difícil para él soportar los comentarios estúpidos de las débiles mentes de familiares y conocidos. —Ya están ahí los dos tragos. Salud. —Salud. —Y ya, para movernos a tu antro gay. ¿Qué fue peor, qué te causó más problemas, ser gay, o ser inteligente? —Lo malentiendes, animal. Ni ser gay, ni ser inteligente es un problema. Sino la construcción social de agresión, desprecio e ignorancia que se ufana por aislarme y burlarse de mí. —Pinche filosofo. Fondo y ya nos vamos. Javier bebió su coñac de un solo trago y dijo como en un trance que se notaba él entendía a la perfección: El hombre enajenado que cree haberse convertido en amo de la naturaleza, se ha convertido en esclavo de las cosas y las circunstancias. Una consecuencia directa de la enajenación del hombre con el producto de su trabajo, de su actividad vital y de su vida como especie, es que el hombre se enajena de los demás hombres. Cuando el hombre se confronta a sí mismo, también confronta a los otros hombres. Lo que es cierto de la relación del hombre con su trabajo, con el producto de su trabajo y consigo mismo, también lo es de su relación con los demás hombres, con el trabajo de estos, y con los objetos de su trabajo. En general, la afirmación de que el hombre se enajena de su vida como especie significa que cada hombre esta enajenado en relación con los otros y que cada uno de los otros está, a su vez, enajenado de la vida humana. El hombre enajenado no sólo está enajenado en relación con los demás hombres; está enajenado de la esencia de la humanidad, de su ser como especie.

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—Con razón los Ecos de Comala tienen éxito, eres bien verbo. —La radio por internet es el futuro. Tomé mi chamarra Pull and Bear de la silla y me abrigué con ella para salir al agradable frío de noviembre. Levanté un poco la mirada para ver los bellos edificios de Insurgentes Norte, la estación del Metrobús del Chopo; el hotel barato pintado de un rojo sangre donde tantas veces amé a Tania y a la teacher Rocío junto con la agradable oscuridad de las doce menos quince, llenaron de alegría mi espíritu, de interés por ir a beber al Centro de Salud. Después de pagar la cuenta, Javier con su imponente estatura de más de un metro ochenta y siete salió del bar, se acercó a mí y con un movimiento de su rostro me dijo que lo siguiera. Caminamos varios minutos sobre Insurgentes uno al lado del otro pero sin platicar, sólo sintiendo los efectos del alcohol y la densa noche en la bella Ciudad de México. Caminamosdespacio sobre Insurgentes hasta llegar a la calle de Niza que unos metros más adelante cambia de nombre a Orizaba, cruzamos por la Plaza Rio de Janeiro, atravesamos la avenida Álvaro Obregón, dimos vuelta en Chihuahua para llegar a la calle de Monterrey donde está el Centro de Salud en la burguesa Roma Sur. La entrada estaba rodeada de varias personas platicando y fumando, a un par de metros de ellos, varias motocicletas chopper aparcadas. —Son cuarenta pesos de cover. Le respondí que yo los pagaba y saqué el dinero de mi billetera Pindeda Covalin que compré en una butic junto al hotel Sheraton de Paseo de la Reforma. —Cómo me gusta tu billetera. —Lo sé. Vi a mi amigo a los ojos, porque lo que en verdad me quiso decir fue; como me gustas tú. Subimos por una escalera estrecha, demasiado pronunciada y larga al que sería un espacio oscuro, no muy grande, donde se proyectaba en la pared paralela a la entrada la película de culto Acrópolis. Fui, sin

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preguntarle nada a Javier, a un cuarto contiguo al que estábamos para comprar un par de cervezas. Al regresar le pregunte: —¿Por qué es tan genial Acrópolis? —La fotografía con la que se prepararon las escenas tiene un gusto surrealista digno del Perro Andaluz de Buñuel, la historia no es menos importante, Kurosawa no habría podido escribir un guión mejor. A pesar de que yo era sólo dos centímetros menos alto que Javier, por los elevados tonos de la música en el lugar, tenía que pronunciarle mis palabras casi gritando a su oído para que me escuchara. —¡Es la vida humana, por eso es genial, es el reflejo de nuestra vida bajo esta estructura social! —Ya bailen chiquitas, dejen de pensar, sólo se preocupan. Javier y yo reconocimos la voz del Pifas que provenía por detrás de nosotros. Ambos dimos un paso en direcciones opuestas para que el Pifas se colocara en medio de los dos y con su brazo derecho abrazara a Javier y con el izquierdo a mí, nos atrajo a ambos un poco hacia su pecho y luego nos soltó de él mientras comenzaba a mover su cuerpo al ritmo de la música de Bondie. Los tres, ya ebrios, comenzamos a bailar, a bailar y a beber una cerveza tras otra durante más de una hora, a bailar y a mezclarnos entre heterosexuales y homosexuales, bisexuales, mujeres, travestis, hombres, adultos y jovencitas. Nuestra estatura nos hacía sobresalir de los demás cuerpos a nuestro alrededor así como nuestros casi cincuenta años. Bailamos y bebimos más cerveza, comenzamos a rozar nuestros cuerpos con la gente a nuestro alrededor, los vimos y nos vieron con curiosidad, nos aceptamos hasta ser un conjunto, una mezcla homogénea y alegre. —Vamos al sótano, Javier, dile a tu compa que bajemos. Javier tocó mi hombro, gire a verlo y de nuevo, con un movimiento de su rostro, me indicó que lo siguiera. Caminé detrás de Javier y el Pifas por entre la gente. A cada paso evitábamos algún cuerpo que siempre terminábamos por rozar o tocar con la mano para pedirles que nos dejara continuar. Llegamos

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rápido a un pasillo aún más estrecho que las escaleras por donde subimos y que conectaba a otras escaleras, esta vez de caracol, unas escaleras colocadas a unos cuantos pasos junto al baño donde sólo podía subir y bajar una persona a la vez. Descendimos por ellas a lo que parecía ser sólo otro pasillo estrecho en el cual recargarnos a beber. Pero en ese pasillo había una pequeña entrada, no una puerta, sólo una entrada rectangular y oscura. Sin preguntarles, guiado por la curiosidad entré a ese cuarto. Me coloqué en medio del lugar de un solo impulso para detenerme al ver una escena que me impacto. Una oscuridad densa cobijaba a una pequeña masa de cuerpos bailando, todos varones. Lo primero que pensé es que así debían de ser las cabinas privadas de la zona Rosa donde seguro se ha derramado mucho semen. Me imaginé a homosexuales penetrándose mientras veían una película porno. El lugar era así pero extendido, grupal, parecía que con facilidad se podría dar una orgía de jóvenes a la menor provocación; me excité al estar ahí con ellos, al ver su juventud, al rozar sus cuerpos. Sólo había una lámpara emitiendo una muy leve luz neón roja que iluminaba sus cuerpos en movimiento. Logré distinguir a Javier cuando se colocó junto a mí, no por su constitución sino por su estatura. —Esto es hermoso. Fue lo que le grité al oído a Javier. Fue lo que escuchó la gente a mi alrededor porque no alcance a medir el tono de mi voz. Javier me miró con extrañeza y me respondió: —Claro, es la primera vez que vez algo así. Sin medir otra vez mi tono de voz volví a gritar al oído de Javier. De nuevo toda la gente alrededor me escuchó. —Esto es un mundo, es hermoso. Sólo que las palabras que escuchó la gente a mí alrededor las asustó. Los vi separarse de mí y de Javier. El Pifas se había quedado afuera en el pasillo. Pero a diferencia de las personas que se alejaron de nosotros, un ser diminuto y delgado se acercó a mí. Su pequeño rostro hermoso y blanco resaltaba de la ropa negra y ajustada que usaba. Se acercó a mí y comenzó a bailar para mí, contoneaba su

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cuerpo con agilidad y delicadeza, rozaba mi estómago, que era un poco abultado, con las yemas de sus dedos, se empinó ante mí hasta casi tocar el suelo con su rostro en varias ocasiones. Sentí cómo la sangre de mi cuerpo comenzaba a ir hacia mi pene. Después de quizá dos o tres minutos de apreciar su baile que me dejó paralizado, me sujetó de la hebilla del cinturón y vi como un ser que apenas rebasaba un poco más de la mitad de mi estatura me guiaba a una esquina de la habitación para recargarme contra la pared y comenzar a desabrochar mi cinturón y el pantalón sólo lo suficiente para sacar de la ropa mi miembro erecto, que al irlo tocando noté que pudo sentir sus enormes dimensiones. Era un niño de quizá sólo diecinueve años el que colocó mi pene adentro de su boca, y desde el primer segundo succionó con fuerza mi miembro para hacerme gemir de placer. Sujetó con su mano izquierda mis dos testículos mientras buscaba introducir lo más que podía mi pene en su boca, mi dura, gruesa y prolongada erección lo ahogaba; volteé a ver su rostro para notar que un hilo de baba le escurría por un costado de sus labios. Intentó varias veces introducir todo mi pene en su garganta, cerró lo más que pudo su boca, exhaló el aire de su garganta para hacer un vacío, comenzó a respirar por la nariz para chuparme el pene de una manera deliciosa durante un par de segundos. Después de no poder comerse todo mi miembro, comenzó sólo a lamer y chupar la cabeza de mi pene, lo hizo con gusto y fuerza hasta hacerme terminar en su boca, una boca que no dejó derramar ni una gota de mi semen en el suelo.

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LA FUERZA DE RESERVA Con cariño para Andy Rockz

Tendría que haberle entusiasmado la idea de ir a Cuernavaca después de estar varios meses sin hacer nada más que dar vueltas recostado en su cama. A Rodrigo no le interesaba trabajar enajenado como lo hizo durante algún tiempo en una oficina de la extinta Procuraduría General de la República en donde se la pasaba ordenando papeles burocráticos, poniendo sellos a los documentos de la Secretaria de Procedimientos Penales y Amparos, la subdirección donde tenía un horario de trabajo inhumano, de nueve de la mañana a nueve de la noche. Por eso prefería y soportaba la ociosidad del hogar. No quería venderse a la rutina mecánica, optaba por esperar el momento de poder dedicarse a una actividad que le permitiera continuar estudiando y aprendiendo. Así que durante mucho tiempo Rodrigo se la pasaba en su cuarto aburrido y hastiado, pensando en todo lo que no quería ser, pero sin lograr entrar en lo que deseaba ser. Leía a intervalos la Psicología de la vida cotidiana, los cuentos de Cortázar, los poemas de Borges, las narraciones de Rulfo y de Márquez, la historia del Islam y del judaísmo de Hans Küng. Salía de vez en cuando a caminar por el centro histórico de la Ciudad de México para visitar las ruinas del Templo Mayor, visitar el museo interactivo de economía y el centro cultural de españa. Se distraía en las conferencias de arte en Ciudad Universitaria tomando apuntes y redactando alguna que otra frase que se le hacía ingeniosa o brillante. Le pedía prestada la cámara fotográfica a su hermano para retratar las estructuras del Metro o la morfología de los caracoles que se encontraba en la biblioteca Vasconcelos, se la pasaba buscando la libertad de su mente y de su espíritu, pero raras y esporádicas veces la encontraba.


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Con la invitación a Cuernavaca tenía la oportunidad de emerger del tedio de su cuarto donde se la pasaba encendiendo y apagando el televisor sin lograr enfocarse en ningún programa, sin poder decidirse por alguna película o serie en Netflix. Llegaron días en que realizaba una rutina miserable de acomodarse en el sillón de la sala para sólo mirar por la ventana, después se conectaba con su celular a internet para fijarse si alguien había puesto algún comentario en su perfil de Facebook, o le habían dado un like, y después iba a la computadora a buscar alguna canción, algún documental alemán en youtobe que le diera un tema de qué platicar cuando tuviera la oportunidad. A ratos, se ponía a escribir y a ratos salía al patio de su casa para admirar las cosas desde otra perspectiva, especulaba en porqué no logró hacer amigos en su Diplomado de Literatura. Cuando encontraba alguna melancolía por la cual salir de su ociosidad para meterse a medio caber a una de esas combis pequeñas y mugrientas que circulan en el Estado de México, sentía un poco de calma; la sensación de trasladarse de un lugar a otro lo tranquilizaba. Por eso ir a ochenta y cinco kilómetros al sur del Palacio de Bellas Artes, hacia el segundo lugar del mundo con más piscinas privadas después de la exuberante ciudad de Miami, a la capital de Morelos que gracias a su excelente clima fue nombrado por el barón Alexander Von como la ciudad de la eterna primavera, a Cuernavaca, se supondría que debería haberlo entusiasmado. Ese fin de semana con sus amigos le podría dar algo de qué escribir con anhelo y entusiasmo. Ya tenía Rodrigo un buen rato sin redactar nada. El último borrador que Rodrigo estaba subrayando terminó por fastidiarle. Le comenzó a dar pereza hacer las correcciones ortografías y de estilo, cuadrar bien los diálogos, el conflicto entre los militares y los federales, poner en claro quién era pariente de quién, cuáles personajes sólo eran espejos de los otros y cuáles los principales. Así que saber que por la tarde pasarían por él, era un respiro hasta para su novia que ya estaba cansada de escucharle decir lo maravilloso que era leer y escribir, ir a los museos y ver películas de arte. La tenía aburridísima de escucharle hablar sobre la vida de los afroamericanos en la ciudad de Denver que ya nada tenían que ver con los esclavos negros del Misisipi. Era claro que su novia ya no deseaba platicar con

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él, o por lo menos escucharle hablar sobre tal o cual autor extraordinario que lograba reflejar el espíritu de su época y de sus contemporáneos inmigrantes. Ya la había hartado de repetirle que los negros en Estados Unidos ya no tienen nada que ver con los negros que araban el campo en ese país. Que ahora la literatura que refleja la vida afroamericana es dinámica y subversiva y mejor todavía que eso, ya no está escrita por los blancos, es una literatura sin tapujos, cruda, rigurosa, incidente en el racismo que a veces ellos mismos provocan y mantienen, que las nuevas letras afroamericanas poseen un claro tono de falsa alegría y superación económica. La verdad es que los negros, los italianos, los ucranianos y todos los extranjeros que llegan con los gringos buscan imitarlos y adaptarse a ellos. Se desgastan por parecerse a los blancos. Por eso salir a Cuernavaca figuraba como un gran acontecimiento en la vida de Rodrigo y de su novia Isabel. Porque en su buen tiempo, mucho antes de que comenzara Rodrigo a desinteresarse por las cosas y ver todo acto de expresión humana como algo repetido y por él conocido. Rodrigo y su novia se la pasaban riéndose y disfrutando de cualquier nimiedad que les ofreciera la vida, desde ir a los bares a embriagarse, hasta jugar en los columpios. Isabel y Rodrigo ya conocían Cuernavaca. Fueron un octubre a quedarse un fin de semana. Se la pasaron, según recuerda Rodrigo, platicando y bebiendo, visitando museos y fumando marihuana. Fueron en parte para escaparse de forma alegre y entusiasta del ruido y el tránsito de la ciudad, y en parte para reavivar un poco su relación dañada. Así que volver ahí traía luz y buenos recuerdos a la apática vida de Rodrigo, que ya ni a su novia le interesaba en realidad. Por fin podría platicarle Rodrigo a su novia algo que no fuera su estancia en la Biblioteca Vasconcelos. Algo que no tuviera que ver con su estúpido diplomado de literatura donde no logró hacer ningún amigo. Porque a criterio de Rodrigo, la actitud de todos los de su grupo era pedante e insolente. Eran seudo intelectuales de café. Escritores mediocres que para haber estudiado en la Facultad de Filosofía y Letras o en la Superior de Teatro eran pésimos narradores, personas más preocupadas por la forma que por el contenido, gente

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que no poseía una formación política y que nunca había leído a Hipólito Taine. Mentes demasiado sencillas y superficiales para él, “cómo interesarme por su mísera existencia”, pensaba Rodrigo. No le importó a este joven escritor ver cómo el grupo se fue cohesionando para convertirse en amigos. Él se sentía seguro y claro de lo que ahí estaba buscando y alcanzando. Amigos, según él, ya tenía de sobra, cuates de la infancia y hermanos de la carrera, y a pesar de que dejó de frecuentar a Enrique y a Javier, a Edgar, a este Armando y a Rocío por lo del diplomado, se sabía seguro y satisfecho de su amistad, no necesitaba de los demás. Lo que hacía que Rodrigo se levantara ansioso todos los días durante su viejo y pasado diplomado, era ir a escuchar a los maestros. En especial al hijo de Ali Chumacero que le dio clases de ensayo, pero que siempre se la pasaba hablando de las mañaneras de López Obrador, de pintura, países, paisajes, escultura, ciencia y cuanta cosa se le ocurriera relacionar con sus clases. A temprana hora dejó de hablarles a los del diplomado. Tanto fue así, que el último día de clases él se fue a Cuernavaca con su novia en vez de quedarse a convivir con aquellas personas. Se fue a la ciudad de la eterna primavera donde los árboles y los arbustos siempre están verdes y rebosantes de flores e insectos. Al terminar el primer mes, ya no le dirigía la palabra a ninguno de ellos. Por eso regresar a Cuernavaca con sus verdaderos amigos era un enorme respiro para su tedio de desempleado, de supuesto escritor de poesía, cuento y teatro. Pasarían por él a las seis de la tarde. A pesar de que estaba seguro de que no tendría que poner un peso para la gasolina o las casetas, saberse sin dinero no dejaba de deprimirlo. Se sentía abatido en su moral, falto de opinión o de entusiasmo, flojo y guango en su sentir, cabizbajo al momento de salir a la calle. Todos sus amigos trabajaban en algo que los remuneraba, menos él, él era poeta. Lo peor para Rodrigo era que le fueran a preguntar sobre su vida, esa idea lo incomodaba, que no tuviera una verdadera respuesta in-

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teresante para ellos, una actividad que platicarles. Decirles que había leído más libros en los nueve meses que estuvo en Bellas Artes que en los últimos dos años, no sonaba nada entusiasta. No le llevaría más de veinte segundos de mover los labios para decirles eso. Y es que el entusiasmo en las conversaciones se manifiesta en los actos. Por ejemplo; la vez que se cayó de borracho en una fiesta y lo llevaron a una cama donde lo fue a alcanzar una joven hermosa seis años menor que él para bajarle los pantalones y violarlo con muy buen gusto y agrado para Rodrigo. Qué problema para su psique era el tener que platicar últimamente con las personas. Deseaba hacerlo, anhelaba en ocasiones olvidarse del abecedario para poder sólo contar una anécdota graciosa. No pocas veces se deprimió y estuvo a punto de disolverse en cualquier trabajo habitual que le diera su dinerito cada quince días. Le preocupaba hablar de la forma, la técnica, el uso y dominio del lenguaje en el Ulises de Joyce, un libro del que tuvo que releer en más de cuatro ocasiones las primeras doscientas hojas para poder comenzar a entenderlo y disfrutarlo. No sabía si podía sacar a plática la poesía coral de los griegos en una fiesta en Cuernavaca. Lo acometía la culpa y la vergüenza de querer conversar sobre la grafología en Venezuela. Prefirió erróneamente “la soledad creativa a la comunión vana” aunque tenía bien claro que “la soledad sabe a fruta seca, a tierra seca, es flor sin tallo”. Como bien escribe Marco Antonio Campos en uno de sus poemas, un escritor ganador de la medalla Pablo Neruda que Rodrigo entrevistó. Qué complicado sería para Rodrigo estar ahí en Cuernavaca dentro de un par de horas, tener que beber con moderación para poder analizar de forma constante el comportamiento de su generación. Su escritura necesita de bastante reflexión. Pero esa reflexión lo aleja, le quita el entusiasmo de perderse con sus amigos sin reparos en el alcohol. Qué buen ejemplo de un torpe retraído puede llegar a ser Rodrigo. De qué le sirve la ingeniería y la apreciación de la lengua si ha ido a no sabe cuántas entrevistas de trabajo y no ha logrado nada, no hay

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trabajo para él, no uno que se lleve con su espíritu. Porque la verdad es que si quisiera, ya estaría contestando teléfonos todo el día frente a una computadora por diez horas consecutivas, pero no quiere vivir así, esa es su verdad. Es un haragán que aún carga una pluma en su bolsillo por si al pasar del día en su ociosidad de desempleado se le ocurre alguna idea para escribir. Así que Rodrigo piensa bien cuál va a ser su comportamiento en la fiesta. Medita sobre ello de forma entusiasta y hasta innecesaria. Medita sobre su comportamiento en una futura fiesta, sobre qué es lo que hará cuando regrese de Cuernavaca a su tedio, a su desempleo de mierda.

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RODRIGO VELÁZQUEZ SOLÓRZANO MEXICANO (1986) Con cariño para la Facultad de Filosofía y Letras y la Universidad de Aguascalientes

El rotundo fracaso de la narrativa de Rodrigo Velázquez Solórzano ha sido uno de los fenómenos más impresionantes de este siglo. Leer a Rodrigo Velázquez es una experiencia molesta y detestable. Su prosa ha sido repelida por miles de lectores en el Oriente Medio y el sur de Australia, en Centro América y en toda Europa. La crítica internacional le ha dedicado cientos de estudios en diversos periódicos como el New York Times y el Círculo de Poesía. Se habla de su alejamiento con las potencialidades expresivas del lenguaje: la plástica de los colores, los tonos musicales, la distribución de la arquitectura o la maravillosa luz de los paisajes. Recordemos que las ediciones de sus libros se han agotado rápidamente, las traducciones de su obra más sobresaliente Los Murales de Anáhuac ha podido alcanzar unos treinta o treinta y seis idiomas, pero el impacto e influencia que ejerce su narrativa han sido nulos en las ciencias y en las artes académicas. Su prosa es un ejercicio de languidez y opacidad; con cinco a seis palabras del autor, la imagen que buscaba transmitir está pérdida. Sus letras representan una contribución sin precursores en lo que atañe al funesto tratamiento de sectores marginados con transfundo urbano y de las repercusiones sociales que estos sufren todos los días a causa de las políticas económicas globales. La asombrosa difusión nacional e internacional de los cuentos de Rodrigo Velázquez no habla más que de la decadencia cultural e inte-


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lectual en la que se encontraba sumido el ser humano de Estocolmo y de Brasil, de India y Japón, de México y Nueva York, de Roma e Irak. Enfaticemos que no sólo es el fracaso del autor, sino del país que lo engendró, de toda la prosa hispanoamericana de principios del siglo XXI y de la historia de la literatura universal. Los Murales de Anáhuac es la obra de referencia de un siglo destruido, maltrecho, ignorante, torpe, incapaz, soso, débil, ingenuo, medieval, pobre, lento, miserable y mecanizado. En los cuentos de Rodrigo Velázquez la ubicuidad de las imágenes no es poética, ha sido extraordinario el unísono rechazo de la Fundación para las Letras Mexicanas con respecto a sus cuentos, entrevistas, obras de teatro, proyectos académicos y poemas:

Señores y Señoras, nuestra honrada organización ha determinado después de cuarenta y tres procesos de asambleas consecutivas a puerta abierta con la prensa internacional, a lo largo de estos últimos cuatro años, la firma del nombrado Postulado Superlativo, en el cual la inequívoca Fundación para las Letras Mexicanas hace el compromiso de comenzar a elaborar a partir de la publicación de este pronunciamiento en la Gaceta Oficial de la Federación, un programa de estudios que se implementará en la Secretaria de Educación Pública para enseñar desde la educación básica hasta el posdoctorado en todo México y con miras hacia el extranjero, que la obra de Rodrigo Velázquez Solórzano es indigna de ser aprendida. El departamento de español y portugués de la prestigiosa Universidad de Moscú ha dictaminado que la fama del autor es real entre el proletariado pobre y mal educado, pero insustancial para los profesores. Recordemos que alguna vez el embajador de Rusia en México, Eduard Malayán, amenazó con demandarlo por su pésima narrativa que nunca ha dejado de ofender a sus millones de lectores en todo el mundo. La fuente creativa de su trabajo proviene de su pésima labor como sociólogo, trabajo al que tristemente le dedicó toda su vida, y en el cual realizó fracasados estudios de investigación para la comprensión del fenómeno del sincretismo cultural. Kazuo Ishiguro afirmó: “He leído su obra completa en tres oca-

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siones, en cinco idiomas diferentes sin llegar a sentir nada por ella”. El líder de Corea del Norte, Kim Jong-un declaró ante las Naciones Unidas: “Es el peor escritor del idioma español desde la muerte de Antonio Ribeyro”. El reconocimiento de la vulgaridad de la obra de Rodrigo Velázquez, no ha sido sólo literario; pensadores e intelectuales de distintas latitudes comentan su pésima creación y la extensión de sus errores en el mundo de la pintura, la música, la cerámica y la pedagogía en donde se entrometió para participar. Los aspectos “vanguardistas” en la obra del escritor están vinculados con la prosa poética fallida. La visión metafísica proyectada por sus personajes en espacios inconsistentes, ha derivado en diversas películas de directores checoslovacos, alemanes, mongoles, chilenos, estadounidenses, chinos, peruanos, griegos, turcos, palestinos, árabes y con especial énfasis en directores cubanos. Con un estilo surrealista bastante difundido y mediocre, los estudios de su influencia en la cinematografía mundial difundida por internet, han destacado la baja calidad y el nulo aporte de estas a las verdaderas generaciones de guionistas. Entre los premios que con justificación le fueron negados, destaca el premio Carlos Pellicer, el premio de Relatos de Ficción de la Universidad de España, el premio Aztarnak, el XXVI premio de Mujerarte, el tercer premio Bienal de novela Mario Vargas Llosa 2019, el quinto premio de Relatos Breves sobre La Igualdad como valor de la sociedad, el III premio de relato breve The Art Factory, el premio de Poesía Pablo Neruda, y el premio Planeta de Novela. En una investigación bibliográfica de Rodrigo Velázquez Solórzano, realizada por la ganadora premio nobel de literatura, Svetlana Aleksiévich, se recuenta, por ejemplo, que el fracasado escritor mal educó por cuatro años a sus alumnos del Tecnológico Gustavo A. Madero, empleo que en realidad utilizó para poder acostarse con las maestras solteronas y con las empleadas administrativas divorciadas con la finalidad de robarles las historias que ellas le contaban de sus trágicas vidas, actos que cometió de manera constante para inspirarse a escribir varias obras de teatro mediocres y desdeñables; esto antes de ser despedido por consumo de cocaína y heroína en los salones de

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la escuela. En conclusión, los hombres modernos de hoy en día necesitamos distanciarnos de él por muchos siglos para lograr comenzar a olvidarlo.

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LA ENCRUCIJADA Para el Ingeniero Velázquez Solórzano Rodrigo

Conocí a Isabel, a Mallorie Zuka Gala Dalí, y supe de sus maravillosas intenciones de trabajar como maquillista profesional en el Cirque du Solei cuando mi prima Anahí y yo estábamos terminando nuestra relación de noviazgo. La pasión que desprendía la dulce voz de Mallorie al contarme sobre sus anhelos de ir a tomar fotografías a la encantadora Riviera Maya en Cancún, o sobre sus sueños de estudiar Arte y Diseño en la Antigua Academia de San Carlos, fueron algunas de las esencias que me llevaron a separarme de Anahí, y a enamorarme de Isabel. Llegué temprano a la entrada principal del Palacio de Bellas Artes el 14 de marzo del 2019, día en que invité a Zuka a salir conmigo. Quería además de darle una buena impresión de mí, tomarme una cerveza con ella en algún bar del Centro Histórico de la Ciudad de México, así que esa tarde usé mis botas pull and bear color arena, mi pantalón de mezclilla Levi’s y mi playera negra para transmitirle a ella una imagen de juventud, poesía y barbarie. Tenía ganas de platicar con Mallorie sobre el multimillonario racista Donald Trump, quien por esos días estaba allanando con mayor fuerza el camino de su reelección a la presidencia de Estados Unidos. Quería conversar con Isabel sobre la histórica lucha de clases que han vivido sin saberlo todos los pueblos del mundo; quería leerle algunos de mis poemas y explicarle por qué me molestaba tanto la adicción de las personas al celular. Quería gastar parte del dinero de una beca que me habían depositado por parte de la escuela con esa alegre mujer que era Gala Dalí. Mientras esperaba el comienzo de nuestra primera cita comencé a redactar en una libreta que siempre llevaba conmigo la letra de una


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balada de Raquel Olmedo. Después comencé a escribir un borrador, un recuerdo que esperaba me sirviera más adelante para poder escribir un poema, ya que por aquellos años en los que estaba estudiando el cuarto semestre de ingeniería, yo soñaba con intensidad, no sólo con ser un excelente programador de Arduino y ciclos Brayton, sino además, en llegar a ser el mejor escritor de principios del siglo XXI en este continente.

“En la angustia del último  momento. En la soledad que antes de salir al escenario  se rompe, he dejado todo mi temor, ahora ya no soy mía,  les pertenezco LES PERTENEZCO…  Cuando salgo al escenario. A cantar nuevas canciones, voy haciendo el inventario de mis propias emociones, y la gente  que me mira pensará, que buena Artista, que contando una  mentira puede llorar en la pista.  CUANDO SALGO AL ESCENARIO, NINGÚN DOLOR SE ME OLVIDA, porque estoy narrando a diario episodios de mi vida, y la gente  con su aplauso premia bien mi sufrimientos, creyendo que  todo es falso que soy un buen cuenta cuentos”. La recamara alcoba principal de la casa de mi abuelita Elisa, que se encuentra está ubicada en la calle colonia Barrientos, fue donde por primera vez vi a mi prima hermana quien me invitó ofreció sentir a su cuerpo a sus jóvenes dieciocho años. A pesar de que ella Aunque ella prefería mentir negarlo cada vez que salía el tema a conversación. Yo nunca negué siempre afirmé con sinceridad, alegría y en-

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tusiasmo frenesí satisfacción que fue Anahí, quien al notar que fui yo quien se acostó recostó sobre en la misma cama donde Karla Anahí ella fingía dormir, en la alcoba recamara donde en otras dos camas cercanas había estaban por lo menos cuatro miembros más de nuestra familia, quien empujó con sus manos mi cuerpo para que yo voltease verla, y Gire medio desconcertado por lo que ella me empujara, pensé que le estorbaba, Putos los del América, viva el rebaño sagrado cuando lo hice, vi observe en sus ojos cafés claros como los míos en su mirada unos hermosos ojos que me incitaron invitaron con deseo a sentir su cuerpo. No escuche nada proveniente de sus labios No dijo nada con el sonido del aire que podría haber salido del movimiento de sus magníficos labios, sólo me miró con intensidad y con la intención de que notara que tenía que aprovechar mi oportunidad junto a ella. Yo, que había visto un par de minutos antes su hermoso cuerpo en la sala de la casa familiar por excelencia, que era la casa de la abuela, no dudé en hacerle caso a la petición que me ofreció y que jamás le pedí. Se acomodó entonces en una posición en la que yo quería tocar podía sentir su espalda en mi pecho. Entonces, debajo de las cobijas sabanas empecé comencé muy despacio a tocar su cadera, un acto que me tomó por lo menos cuatro minutos concretar, después, lentamente, muy, muy suave y con calma, fui subiendo mi mano, primero acaricie la firmeza de su estómago, me detuve en esa dulce parte de su cuerpo por varios minutos, luego comencé a mover mi mano hacia la blandura de sus hermosos y redondos pechos senos. Entendí en ese momento Comprendí entonces que podía tocar con intimidad y a mi gusto cualquier parte de su cuerpo. Introduje entonces mi mano por debajo de su sostén para sentir por completo la calidez de su carne, acerqué por completo mi ser hacia el suyo, coloqué mi pene lo más próximo que puede a sus glúteos, presioné con mi mano su pezón izquierdo para sentir una milésima de segundo después la vi-

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bración de su cuerpo. Empecé a besar su cuello con cariño y ternura, paso por mi mente hacerle un Comencé entonces a besar su cuello. Ya no senprima pena por tocarla El temor de tocarla había desaparecido, pero el temor de que algún familiar despertara y nos viera comenzó a incrementarse. Excitado porque Anahí no decía nada y se dejaba hacer todo, llevé mi mano hasta su vientre, sentí la suavidad de su vello púbico el cual acaricié por varios minutos. Le desabotoné el pantalón, bajé su cierre, toqué su vagina húmeda y caliente con movimientos suaves y tiernos, después introduje mi dedo medio en el orificio de su vagina, empecé a masturbarla con mucha delicadeza y muy despacio mientras besaba con dulzura su cuello. La amé desde el primer segundo en que besé su cuello.

Cuando llegó Mallorie Zuka Gala Dalí al Palacio Bellas Artes, yo no sabía lo mucho que me enamoraría de su interés por el cine de arte y las exposiciones de pintura y cerámica en los museos, o de la felicidad que me daría caminar junto a ella por las calles de Coyoacán tomados de la mano. Nunca planeé sentir una inmensa alegría al estar con Isabel viendo en la televisión del departamento de su mamá, el Castillo Vagabundo o el Viaje de Chihiro. Jamás imaginé que derramaría enormes cantidades de lágrimas recordando su alegría al notarme llegar al metro Garibaldi donde casi siempre quedábamos de vernos. No podía yo saber los cuentos y poemas que le escribiría sintiendo una opresión en mi corazón cada vez que pensara en algún detalle de su carácter, o la manera en que después de siete años se degradaría nuestra relación. ¿Cómo podía yo saber que entraría a un grupo de escorts en Whatsapp donde se prostituiría por mil pesos la hora? Nunca pensé que llegaría a decir tantas mentiras de mí en un grupo de Facebook, o lo hipócritas que serían sus palabras al hablarle de mi persona a Violeta, su mejor amiga. En aquel entonces sólo habíamos platicado un par de ocasiones en el salón de clases en donde yo impartía la materia de ciencias so-

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ciales, o sea; historia económica, Marxismo-Leninismo, conciencia social y derechos de los trabajadores. Porqué siempre que daba clase, ya sea en el área de humanidades o en la de físico-matemáticas, dedicaba un tiempo de mi materia a la formación de cuadros políticos de izquierda. Buscaba preparar a mis alumnos respecto a los futuros procesos de lucha social que México tendría que enfrentar durante y después de la cuarta transformación. Isabel nunca dejó de poner atención y participar de muy buena gana en mi clase. Gala Dalí con intervenciones inteligentes, puntuales y acertadas, logró llamar mi atención más que otras de mis alumnas que también buscaban que me fijara en ellas, por eso la invité a salir. Observé en Mallorie una preocupación social que Anahí no poseía. Razonaba muy bien los textos políticos que yo pedía al grupo que leyera. Tenía un hermoso cabello ondulado color castaño y, una piel blanca preciosa, un cuerpo esbelto y torneado, se vestía con cierta ponderosidad que me fascinaba, usaba converse rotos, pantalones que le quedaban un poco grandes y pashminas de colores. Tenía un carácter alegre, una mente llena de ilusiones sobre la vida y la forma de vivir en ella. Tenía enormes ansias por aprender historia e ir a conciertos, le fascinaba escuchar a ska-p, los Fabulosos Cadillacs, Joy Division, Stoner Love, Rude Boys, Calle 13, The Clahs, los Red Hot, Jessy Bulbo, Gondwana, Los Ángeles Azules, Jumbo, Bengala y hasta Human Drama. Era una hermosa soñadora, no se preocupaba demasiado por el qué dirán, sabía ser ella misma más que un estereotipo de niña bonita, utilitaria y tierna que sí era Anahí. Entonces, me sentí alegre cuando la vi llegar caminando hacia el Palacio de Bellas Artes donde la estaba esperando. —¿Es tarde? —Vengo del Estado. Fueron más de dos horas, pero ya estoy aquí para ti. —Te traje el disco que te había dicho, el que tiene los cuentos narrados por el mismo Rulfo. Lo traigo en la mochila, te lo presto al ratito, va. —Yo ya pensé a donde podemos ir. Vamos a las escaleras.

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—No las conozco. —Tú sígueme bebé, te van a gustar. Comenzamos a caminar rumbo a la inmensa explanada que es el zócalo de la ciudad de México, cruzamos el Eje Central dejando atrás la bella estética de líneas verticales en color azul marino que es la Torre Latinoamericana y continuamos avanzando sobre la calle de Madero. —No te he preguntado, ¿cuántos años tienes? —Tranquilo, no te van a meter a la cárcel. Comencé a reír. —Veintiuno, ¿y tú? —Veintitrés. Un breve silencio nos invadió mientras continuábamos caminando entre un enorme mar de gente en una de las calles más hermosas de nuestro país. —¿Y cuando terminé el curso de preparación para que carrera vas a presentar el examen? —Diseño gráfico. —Sabes, a mí, aparte de interpretar las formulas y los logaritmos para usarlos en lenguaje de Estructuras Dinámicas de Datos, me interesan mucho las Ciencias Humanas y las Artes Visuales. Estoy escribiendo mi tercer libro de poemas. Igual y tú podrías diseñar la portada de uno de mis libros algún día. —¿En serio, escribes poesía? —¿Qué me lo impide? —Estudias ingeniería. —Sí, y ahorita estoy trabajando en un prototipo de Red Neuronal Dialéctica, trabajo real en función del trabajo ideal. ¿Y por eso no puedo ser poeta? —A mí me gusta mucho Mario Benedetti.

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—“No te quedes inmóvil al borde del camino, no congeles el júbilo, no quieras con desgana, no te salves ahora ni nunca, no te salves, no te llenes de calma, no reserves del mundo sólo un rincón tranquilo, no dejes caer los párpados pesados como juicios, no te quedes sin labios, no te duermas sin sueño, no te pienses sin sangre, no te juzgues sin tiempo...” Ese poema me inspira a vivir de esa manera, me hizo comprender que para que mi literatura se eleve, yo tengo que vivir a ras de suelo. Ese es el único poema que me gusta de él, soy más fan de Borges o Neruda. —Yo quiero conocer a músicos y pintores, acostarme con Vicentico. Giré mi rostro para verla, y noté en su sonrisa una real convicción de lo que me decía. —¿Escribes cuentos? —No, desde los diecisiete años que comencé a escribir, sólo he escrito poesía. Ni crónicas, ni novela, ni entrevistas. La poesía es el género que más me apasiona. Pero sí leo de todo; realismo mágico, cuentos de terror, ensayos de psicología, historia prehispánica, filosofía del arte, ciencia, economía, política, etcétera. —¿Por qué poesía? —Cuando me dieron de baja en el CECyTEM21 número 1, donde estudiaba, y tuve que irme a estudiar la Prepa Abierta, yo tenía una novia a la que quería mucho, con un nombre genial, se llamaba Lusiana Rusu, bueno se llama Lusiana Rusu. Entonces, para despedirme de esa hermosa morena le escribí un poema, todo cursi y chafa, pero pues fue lo que me nació hacer. Porque también me gustaba dibujar, pero al final me incliné por regalarle un poema a esa guapa mujer de piel canela, a la que alguna vez le tomé unas fotografías en Tlatelolco. Aunque a Gaby, una novia antes que Lusiana, sí le regalé un dibujo de los que hacía. —Yo nunca he reprobado una materia. Tengo promedio de nueve punto cuatro en la prepa. —Yo reprobé cinco y me dieron de baja. Pero eso me sirvió.

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Me dio tiempo libre para asistir a un diplomado de literatura a en el Centro Cultural Xavier Villaurrutia en la Colonia Condesa. Mis maestros fueron el Poeta Raúl Renán, Dionisio Morales, el hijo de Alí Chumacero, el vocalista de Botellita de Jerez, ¿sí, sí sabes quién es, no?, el que se suicidó colgándose de un árbol, este Armando Vega Gil, que fue acusado en las redes sociales por el movimiento metoo22. En la prepa abierta aprendí a sentarme a estudiar por mi cuenta. Como en esa modalidad de estudio sólo presentas exámenes, no hay clases ni maestros, me la pasaba en la biblioteca aprendiendo de los libros para pasar los exámenes, así me hice autodidacta, algo que agradezco horrores. Isabel giró para verme con cierto encanto en sus ojos mientras caminábamos a un costado de las tiendas comerciales del andador. —Mi mamá tiene un departamento aquí en Regina, enfrente de un edificio del INBA, ¿quieres ir? Sonreí. —Claro, pero pasamos primero al Oxxo a comprar unas cervezas y nos las tomamos en el departamento, ¿va? —Sí, y un jugo de manzana, yo tengo en mi cuarto un Reyes que compré hace como un año. —Entonces también vamos a comprar una bolsa de hielos. Volví a sonreír, su simplicidad me fascinaba. Continuamos caminando, fuimos al Oxxo a comprar dos six de modelo especial y un Sidral Mundet de dos litros. Ya frente al departamento de su mamá, Isabel sacó de su bolsillo derecho del pantalón una tarjeta del metro bus, la colocó en una milimétrica ranura entre la puerta y la pared, realizó varios movimientos con la tarjeta en mano para después de unos segundos abrir la puerta del departamento de un empujón. Reí a carcajadas al observar que la puerta se abría con aquella maniobra. Supe entonces, que no era ni por mucho, la primera persona que ingresaba así de contrabando al departamento de su mamá. Después de eso no me fue difícil entender que Gala Dalí estaba habituada a entregar su cuerpo con facilidad, pero por qué habría de importarme darme cuenta de eso en aquel momento. A pesar de todos los

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problemas que tenía con Anahí aún la seguía viendo y aún estaba enamorado de ella. Isabel, a pesar de que me gustaba y me parecía inteligente y agradable, hasta ese día no tenía un significado especial en mi espíritu. Al principio sólo quería acostarme con ella, y supuse, que ella sólo quería acostarme conmigo. Qué equivocado estaba en ese momento en el que pensé que Isabel no sentía nada por mí. Ella lo sabría después, ya había comenzado a generar una fantasía, una idea sobre mí en cada clase que le había dado. El departamento de su mamá era pequeño, estaba muy desordenado y sucio, ropa aventada por todas partes, bolsas de chicharrones y cajitas de medicinas sobre la mesa, muchos trastes sucios en el lavadero y mucho polvo en todos los muebles. Ese departamento era en parte la explicación de la forma de vestir de Mallorie Zuka Gala Dalí; ella, sin lugar a dudas, correspondía bien a ese espacio desordenado y descuidado. En un pequeño comedor que parecía comprado en Michoacán, nos sentamos en un par de sillas de madera a tomar unas cervezas. Comencé a platicar, como era mi costumbre, sobre temas filosóficos y sociales. —La conciencia no determina la existencia, pero las condiciones materiales si la determinan. Por eso, la adicción de la gente al celular me enfada mucho. La era digital hace creer a las personas algo que no son, desvía su mente y no les permite observarse a sí mismos en sus actos y sus palabras, en sus necesidades a desarrollar; la época de la auto-reflexión está muerta. El disco de Juan Rulfo que te voy a prestar, tiene en toda su narrativa una humanidad que se ha extinguido hasta en los pueblos, porque ahora es más importante tener un celular, el que sea, que comprarse un libro. Veo a mi generación desperdiciar su inteligencia observando una pantalla durante horas sin razonar, sin buscar transformar su realidad, sin siquiera comprender la realidad que en gran medida ha forjado sus hábitos de platicar, beber, reír, pensar, criticar, saludar, dormir, trabajar o relacionarse; están más preocupados por subir una foto a Instagram que por conversar. Yo no quiero perderme en esa forma de no vivir, de no existir, la tecnología es una herramienta no una cadena. Quiero salvarme de esa mísera existencia con la ayuda de la literatura. Quiero escribir y que mis libros se vendan junto con los de William Shakespeare, porque

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no mienten cuando dicen que todos los poetas queremos sonar a Shakespeare. Él es el gran poeta, el gran maestro de la vida humana. —Léeme un poema de tu autoría. Tomé un trago de cerveza, saqué la libreta que guardé en mi mochila color amarillo canario cuando vi llegar a Zuka al Palacio de Bellas Artes y le recité.

I La palma mano del hombre creó construyó engendró la herramienta y le dio sus propiedades. Le indicó con qué objetos relacionarse comunicarse y con qué cuales otras herramientas trabajar. Entonces Fue dándole forma y quitándole aditamentos. Combinando y desechando minerales formó otras piezas para compensar el desgaste del hombre ser humano. Intentó Buscó tomar de la naturaleza el impulso que antes sólo daban los tendones con sus músculos. Utilizando fuego y aire penetró el suelo la tierra, moldeó las rocas para satisfacer sus necesidades.

II Millones de hombres y herramientas fueron evolucionando junto a diversos volcanes y selvas.

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La herramienta básica permitió al hombre crear la herramienta compuesta y a su vez, hombre y herramienta darían a conocer a al mundo la máquina y las fabricas la industria del hombre. Juntos y equidistantes, hombre y herramienta generaron el Pincel y la Palestra. Los diferentes productos por los que el hombre se comenzaría a enajenar desgastar.

—El poema explica que los productos que produce el hombre se vuelven en los dueños del hombre. Por eso te hablaba de los celulares, estoy pensando en eso desde hace varios días. —¿Cómo se titula tu libro? —Este es el tercero, y se titula Descalzos por el Mundo. —¿Por qué? —La palabra descalzos da la plena sensación de que uno siente lo que está pisando, recorriendo, viviendo por la tierra. Llevo un par de años trabajándolo, y aun no sé cuándo pueda llegar a publicarlo ni con qué editorial, ni si saldrá en forma física o electrónica. —¿Y si nunca lo publicas? —No seré el primer poeta en la historia de la humanidad que se muera de hambre y sea reconocido postmortem. —Sí vas a publicar, vas a ver, sabes lo que escribes. —Saberlo yo no sirve de nada si la gente no lo hace suyo, no lo disfruta, no lo entiende. No escribo para mí, sino para los demás. —¿En serio? —Te explico, pero primero nos tomamos una cerveza, ¿va?

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—Ok, pásame una. Tomé varios tragos de cerveza junto a mi futuro gran amor y después le dije: —Escribo por una necesidad personal, para mí es algo casi biológico, tan habitual como oler un mango o tomar agua de tamarindo, pero siempre escribo pensando en el lector. Si no lo hiciera de esa manera, no ordenaría mi trabajo, ni le daría una estructura implícita, dejaría de preocuparme por crear un tono distinto en cada poema, abandonaría la estética dialéctica en mis versos, no me agitaría por jugar con el lenguaje como lo hago, por describirme como soy, alto moreno y guapo, por cuidar cada palabra e idea que quiero que el lector asimile. Yo he aprendido de otros autores y espero que mis experiencias les sirvan a otros para guiar su manera de vivir. No se trata sólo de la interpretación intelectual, sino de la forma cotidiana de existir. —Cuando hablas enamoras, ¿sabes? —Creo que es algo que me han dicho un par de veces. —Ingeniero y poeta, no hay muchos. —Y de talla internacional, menos. Comenzamos a reír. Nos terminamos nuestra cerveza y destapamos otras dos, una para cada quien. —¿Quieres ir a mi cuarto? Ahí nos tomamos estas. Nos levantamos de las sillas y fuimos a la habitación de Zuka. Un espacio desordenado, igual que el resto de su casa. Ropa por todas partes, zapatos aventados, un par de dibujos en hojas blancas pegadas en la pared, una pequeña Luna de peluche morado colgada junto al foco, y una cortina sencilla de tela azul cubriendo una pequeña ventana. Para subirnos a la cama me quité lo zapatos y ella los suyos, nos recargamos en la pared pintada de color vino, dijimos salud, y tomamos un par de tragos de cerveza. —¿Quieres que te lea otro poema o te digo mi teoría sobre el racismo de Donald Trump?

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—Un poema.

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—Ok, este ya está completo, aunque aún no le pongo título. —Te escucho.

Hebra de luz, el impacto de dos piedras de pedernal te dieron vida. Fuiste esculpida, lucida y transparente. Celebraste tus quince años en una calle recién barrida. Te apropiaste del verde y del violeta en tu vestido. Los griegos declararon tu nombre y jamás realizaron una celebración como la tuya. Eres joya, gema de lirio, posees los destellos del agua, la ondulación del magenta. Los colores violetas de los reflectores te dan prestigio. Es más nítido en ti el verde y azul, los adornos de plástico parecen cálidos. Tu brillo es de cuarzo, no te ensucias, no anocheces, eres joven, curiosa. El oro y la plata buscan imitarte, tu luz es innata, naces ámbar.


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Esta madrugada te pertenece en su frágil deseo Elástica, cautelosa y sutil, no posees líneas rectas, tu recipiente es el aire, el aliento de la noche. En ti son las raíces largas y delgadas, de ti se desprende el viento, generas olas, delimitas causas. Tu textura es dulce como un higo, la alegría de tus padres es clara. Posees el suave encanto del sonido, hay estética en tu inquietud, ala, incienso, estirpe. Eres cálida… vidrio tallado, Mariposa, hilos de lava. Existes con entusiasmo, tu luz no lastima, vives fértil. Te sumergiste en este mundo para opacar sus crisantemos,

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para bailar rodeada de chambelanes para dar alegría a esta cuadra. —¡Una fiesta en la calle! —Ahí en mi colonia, en Santa María la Rivera. Comenzamos a reír de nuevo. Después Zuka Gala Dalí, se recargó en mi hombro. —Lee un poema más. INCERTIDUMBRE LA SEMEJANZA

Por la tarde. cuando los niños de la primaria aún salían a las doce y media de la tarde y llegaban a su hogar casa para después ir al mandado… Sus primas madres les pedían encargaban la recaudería, perejil o plátano, trigo de alfalfa, nopales, naranjas o apio. Estos niños, aún temerosos del dinero en mano y de que fueran a equivocarse al elegir entre epazote y cilantro, corrían entusiasmados caminaban repitiendo en voz alta si eran cinco pesos de aguacate o seis de tierno jengibre. Llegaban cautelosos y pedían dos aguacates, pero después tenían que regresar porque era té de limón no de manzanilla lo que les habían encargado

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—Qué tierno. —Es que yo siempre me equivocaba cuando me mandaban a comprar el mandado. No dejábamos de reír cuando estábamos juntos. Isabel se acercó a mí despacio y me dio un beso. Fue, puedo decirlo, primero la atracción física la que me llevó a ella; después, mucho después, llegó el amor, un amor que sin duda, comenzó esa noche. Dormimos abrazados hasta que desperté un par de horas después, serían las tres o cuatro de la madrugada cuando vi el esbelto cuerpo de Gala Dalí durmiendo junto a mí; por lo tanto, no pude evitar pensar en mi prima, así que me levanté de la cama con cuidado para ir a la sala a escribir un poco.

¿Es que vamos a amarnos siempre así? con prisa y escondiéndonos o nada de todos. Amor Anahí, esto es hacer a un pájaro enamorado volar, con las alas atadas. ¿Por qué no olvidar el qué dirán, y lucir nuestro Amor por todo el mundo? Amantes de verdad…y si se han de enterar, QUE SE ENTEREN Y PUNTO. ¿Y qué si nos llaman de todo, y qué? Si nos juzgan o no ¿y qué? Aquí sólo contamos TÚ y YO ¿Y qué?, si nos cierran las puertas, y que si nos culpan o no, ¿y qué? Si vivimos Felices tú y yo. Piensas que exagero, ¿no es verdad? que con hacer el AMOR estoy servido… pues créeme que NO, que me siento gorrión, con el nido vacío... Porque tenerle miedo a los de mas la Familia, vayámonos besando por las calles, que sepan la verdad

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y si es que van hablar… ADELATE, QUE HABLEN…

Es más fácil desarrollar mi proyecto de Inteligencia Artificial que escribir un buen poema. Diseñaré. Isabel despertó cuando estaba terminando de dibujar mi modelo dialéctico con aplicación a las redes neuronales, se acercó a mí y me dijo: —¿Qué es? —El futuro. —¿En serio? —Vi que la lógica, el razonamiento, la matemática y la programación es lineal en los procesos que presenta un libro sobre inteligencia artificial, un modelo en base a silogismos aristotélicos y conceptos capitalistas de retro-propagación25; yo lo voy a reinventar, un modelo marxista que desde hace varias semanas he podido pensar, como diría Rilke26, en una noche de inspiración; la dialéctica de la natura-

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leza y no sólo el conductismo mecánico. Compuertas AND y OR basadas en la tesis, antítesis y síntesis de un espiral ascendente. El pensamiento lineal y mecanicista que permea en la sociedad, se ve reflejado en los sistemas de programación, esta educación conductual bajo la que se ha desarrollado la Inteligencia Artificial, es un sistema muy limitado, por eso voy a darles un enfoque dialectico a los modelos de programación de las Redes Neuronales. De forma técnica lo que quiero plantear es lo siguiente: la determinación de una base de datos fija a consecuencia de un algoritmo de retro-propagación mecánico, el cual a sido elaborado por los programadores de redes neuronales bajo la concepción de la lógica formal, es equivalente a decir que la materia esta estática y no en movimiento, lo cual conlleva a una serie de limitaciones en la respuesta de trabajo del sistema que se buscara implementar. Desarrollar una red neuronal que solo tiene información finita de un determinado fenómeno o proceso impide el mejoramiento constante del sistema. Pero bajo el enfoque dialéctico el comportamiento de todo proceso es dinámico y no estático, ósea su base de datos (acontecimientos) nunca deja de incrementarse, y por lo tanto, interpretarlo de forma lineal es una limitate de las capacidades de respuesta de las redes neuronales. Entonces lo que quiero hacer es disminuir la paradoja existente de la retro-propagación que está determinada por una concepción lineal y fija. El funcionamiento de la retro-propagación solo tiende a ser una auto mecanización de repuestas preestablecidas, lo cual se tiene que mejorar para el desarrollo de la inteligencia artificial. Un breve silencio se dio entre los dos. —Pero el futuro puede esperar. Tomé a Zuka Gala Dalí de la cintura, estaba de pie junto a mí; vi su hermoso cuerpo desnudo. Me puse de pie y dejé que ella tomara mi lugar en la silla, de nuevo comenzamos las caricias, sólo que en esa ocasión pasó algo diferente en mi vida. Cuando Zuka Gala Dalí comenzó por primera vez a realizarme sexo oral, sentí un enorme cariño en su acto. Aun ahora, pasados más de treinta años, llega a mí la sensación de ese sentimiento. Fue tan distinto, tan suave… con una gran calma besaba y lamia mi pene, me hizo sentir placer físico,

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pero la sensación de cariño era mucho mayor, una sensación sentimental que fue nueva para mí, al estar ella realizando ese acto que yo sólo tenía registrado en mi mente como algo placentero al cuerpo y no al espíritu, trastocó mi alma. Fue una caricia a mi cuerpo que se trasladó de inmediato al sentimiento. Muchas veces me habían hecho sexo oral con la intención de hacerme tener un orgasmo, llevarme a él desde el primer segundo que tocaban mi pene con sus labios, a eso estaba acostumbrado, a sentir y ver a una chica esforzarse con ansias para llevar mi cuerpo al orgasmo, sólo había sido eso durante años, y creía que eso era lo único y lo correcto; esa era la magnífica intención de las chicas que tocaban mi pene con su lengua y su paladar. Pero las caricias de Gala fueron diferentes. Noté que era capaz de llevarme al orgasmo con sus labios, pero que en lugar de sólo buscar hacer eso, quería decirme lo mucho que le gusta, que estaba dispuesta a tratarme con cariño, con amor… sentimientos que Anahí y yo habíamos estado perdiendo desde meses atrás. Supe entonces lo que tenía que hacer, terminar mi relación con mi prima hermana e intentar una nueva relación de pareja con Isabel, con la maravillosa Mallorie Zuka Gala Dalí.

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CAMINO HACIA EL MICTLÁN

A partir de los movimientos que genera el corazón, dador de vida, fuego interior, calor que impulsa la traslación del cuerpo, es que Issac logra sentir y entender el cariño que Edith le tiene y que ambos saben se extinguirá de golpe a causa del virus que circula por la sangre de Edith. El día de la primera entrevista nacional programada para Issac, como bañada por el rocío de la mañana, una fiebre repentina ha empapado la piel de Edith. El esbelto cuerpo de Edith que apenas alcanza el metro sesenta y dos de estatura y los cincuenta y seis kilos de peso, está sufriendo unos escalofríos inmensos que no la dejan respirar con normalidad. Edith no puede descansar a causa del calor acumulado en su cuerpo que la tiene sometida y postrada en la cama; es una fiebre que va secando y adelgazando su alegre espíritu, que hace sudar su piel de nácar como si estuviera encerrada en un temazcal. Edith está soportando desde hace semanas una constante migraña que dice se siente como miles de cinceles raspando y pinchando cada uno al mismo tiempo su cerebro durante horas; llora, no hay medicamentos para ella en el Hospital General, se vuelve histérica por no poder levantarse de la cama. Issac, que ha permanecido durante siete semanas a su lado, se da cuenta de que Edith comienza su calvario dando gritos insoportables en su interior, gritos que su espíritu no puede tolerar y que termina por hacerle escuchar a Issac y a los pacientes que están a su lado y en los cuartos cercanos, hasta volverlos histéricos a todos. Edith fue la segunda novia de Issac, a quien conoció a sus veinticuatro años y con la que fue, por ejemplo; a tomarle fotografías a la Piedra del Sol en el museo de Historia Natural, a escuchar a Sir Paul McCartney una noche lluviosa en el recién remodelado Foro Sol de


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la Ciudad de México, a ver la escueta película sobre la vida de Queen en el Cinépolis de Forum Buenavista, a tomar pulque de mango a las Duelistas, y entre otras cosas, a beber cerveza y mentar madres mientras veían pelear a Dr. Wagner contra Blue Demon en la Arena Coliseo. Edith creció sola. Randa y Pamela ya se habían mudado con sus novios cuando Edith apenas estaba terminando el sexto año de primaria. Edith, al igual que sus hermanas, comenzó a tener relaciones sexuales desde muy pequeña, aunque a diferencia de ellas, nunca quedó premiada ni por su primer novio con quien se acostó a los trece años cuando él ya tenía veintidós, ni por el esposo de su hermana Randa con quien fornicó a escondidas en la casa de él por más de un año antes de cumplir los dieciséis, o sea, todo el tercer año de secundaria. Tampoco la embarazó ningún vecino de los departamentos de la unidad habitacional en colonia Balbuena donde vivía, y por quienes llegó a empinar su cuerpo para que la penetraran con tal de no estar sola todas las tardes después de la escuela. Tampoco se embarazó de sus novios Ricardo y Emmanuel a quienes conoció en la preparatoria, o de tres de sus maestros de la universidad a quienes se entregó al mismo tiempo que le pedía con amor a Issac que nunca la dejara, ni por el novio de África, su mejor amiga, o por Alberto a quien conoció en un grupo de ventas e intercambios de ropa en Facebook, ni por ningún otro ser humano que la poseyó por una sola noche después de salir de alguno de los bares ubicados en Insurgentes Sur, logro que la hacía sentir muy orgullosa. Y es que Edith aprendió muy bien a conocer sus días fértiles, había visto a sus hermanas, tanto a Randa como a Pamela, sufrir mucho por ser madres a los catorce y quince años, así que ella buscó evitar a toda costa que le pasara lo mismo. Desde niña fue hermosa, de ojos grandes, cejas bien delineadas, un rostro delgado, senos pequeños pero hermosos, bonitas y delineadas piernas, pezones rosados. Era casi lampiña, cuando se teñía el pelo de rojo era imposible no girar el rostro para verla; así que a Edith nunca le costó trabajo atraer a los hombres. Le encantaba tener relaciones sexuales con quien fuera posible; era, decía ella, una ninfómana, pero en realidad tener relaciones sexuales sin control era su triste manera de obtener compañía, de llenar el vacío

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de una infancia de descuido y abandono en la que desde la primaria llegó a ver y a escuchar a sus hermanas fornicar con sus novios. Su mamá trabajaba tiempo completo mucho antes de que Edith naciera, por eso nunca pudo cuidarla demasiado, ni a ella, ni a sus hermanas, por eso Edith aprendió a cocinar desde pequeña. Sin proponérselo, generó un fino gusto por el sabor de los alimentos, quizá porque no tenía otra opción; si quería comer algo diferente a los paquetes de Sopas Maruchan que le compraba su mamá para que ella sólita se las preparara, debía aprender a cocinar. Su papá jamás estuvo presente en su vida, se había divorciado de su mamá cuando ella apenas tenía dos años y casi nunca sabía nada de él. Así que Edith se acostumbró a cocinar para ella y a entregar su cuerpo por algo de compañía, circunstancia que la llevaría a contagiarse de VIH. Issac, al igual que Edith, creció en cierta marginalidad económica, y también vio, al igual que Edith, a su hermano y a su hermana partir de la casa cuando él aún era un niño. Víctor, el hermano de Issac que siempre le gritaba y le decía que era un imbécil, era muy atractivo y activo; todo lo contrario a Issac que desde niño siempre fue una persona tímida y muy sensible. Víctor era un borracho parrandero y mujeriego que no terminó de estudiar su carrera de Contaduría en la Facultad de Economía en Ciudad Universitaria, escuela a la que asistió durante más de ocho años, tiempo en el que él papá de Issac se desesperó de mantenerlo y terminó por correrlo de la casa cuando Issac aún iba en cuarto año de primaria. En lo alcohólico y escandaloso se puede afirmar que el hermano de Issac era igual a su padre. Berenice, la hermana de Issac que siempre lo despreció por no haber sido niña, se iría a vivir a San Luis Potosí un año antes de que su papá corriera a su hermano mayor. Berenice, cinco años más joven que Víctor, estaba cansada pues además de asistir a la escuela, tenía que ayudarle a su mamá a barrer y trapear la casa, a preparar la comida y la cena, a lavar la ropa de todos y llevar a Issac a la escuela primaria por las mañanas. Aunque ella, por asistir a la escuela en el turno vespertino, se podía levantar de la cama mucho después que Issac. Así que Berenice se hartó de estar en su casa; su espíritu era otro, entonces decidió partir al departamento de su prima Amelia en la Huasteca Potosina. Issac creció al igual que Edith, con la ausencia de sus hermanos y con pro-

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blemas familiares, pero a diferencia de ella, Issac terminó la primaria, la secundaria, y la preparatoria siendo sumiso, obediente y servicial, leyendo periódicos, revistas sobre culturas prehispánicas, teniendo muy pocos amigos y conociendo a sólo una pareja sexual. Fue en el Centro Nacional de las Artes donde Issac conoció a Edith cuando él ya cursaba el último semestre de la carrera en grabado y pintura y ella apenas el segundo semestre de tronco común. Se encontraron y se enamoraron; su inconsciente los unió, no les hizo falta platicar más de cuatro veces en la cafetería de la escuela para saber que se necesitaban el uno al otro. Para Issac la pintura era su refugio en una sociedad que siempre lo menospreció, y para Edith el grabado fue el refugio del abandono familiar. El día de hoy, Issac salió del ruinoso Hospital General que se encuentra ubicado en el antiguo señorío de Acolhuacán, en la ahora Colonia Doctores. Va a dar una entrevista para el noticiero de Canal 22, lo citaron en la galería de Arte Nezahualcóyotl ubicada en las glamorosas calles del sur de la Ciudad de México, ahí en el bien decorado y elegante Pabellón Altavista. Cuando comienza la entrevista para dar a conocer la obra de Issac a nivel nacional, Issac empieza a recibir más que preguntas sobre la vivacidad de su obra, los tiernos coqueteos de una hermosa chica, de la joven Ariana Viasco, la conductora de la sección cultural del noticiero, que nada sabe del virus del que Issac es portador, o del mísero lugar donde Edith está muriendo. Issac de pronto se siente muy emocionado de estar ahí, entre personas ajenas a la pobreza que padece, entre personas que en ese momento sólo se interesan en hablar de lienzos y acuarelas, de lo elegante de los vestidos de sus esposas o lo súper cómodo de sus pantalones persas de corte inglés. Esta es la entrevista que Issac siempre soñó tener, en la que él fuera el centro de atención en el mundo del arte. Le parece hermoso lo que ha conseguido, está respondiendo a las preguntas y al trato de las demás personas en la galería de forma alegre y entusiasta. Pero, ¿cómo podría él decirle a la hermosa Ariana lo mucho que ama a Edith, cuando lo que Ariana busca es llamar la atención de Issac con su hermoso cabello negro y ondulado, sus

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ojos de color avellana, su piel de durazno y sus grandes y atractivas pestañas negras? Ariana sólo espera de Issac emoción y alegría por su futura gran exposición de pinturas en el Museo Nacional de Arte, exposición que él, sus amigos, su familia y las personas del mundo del arte saben, será el comienzo de su trayectoria internacional. La preocupación que tiene Issac en su interior por la fragilidad de la salud de su amada no es del conocimiento de Ariana. Sin embargo, Issac, que oculta su malestar, también quiere gritarle a ella y al mundo la injusta miseria en la que está muriendo Edith. Le preguntó Ariana con buen ánimo y entusiasmo al alegre y preocupado Issac: —¿Qué técnica utilizas para pintar, para generar tus abstracciones? Issac le responde hablando del manejo práctico de los pinceles, los bocetos que traza antes de llevar su trabajo al lienzo, la distribución geométrica que maneja, el uso de las pastas para crear colores, el dialogo entre el espíritu y la materia, en que a veces es más lo que quita él de sus cuadros que lo que pone, etc... Pero en realidad, la preocupación por la salud de Edith no permite que Issac se concentre en su totalidad en el lugar donde está, ni en lo que está diciendo. Su mente se debate entre describir los pigmentos que utiliza para crear sus cuadros y el alto costo de los medicamentos para el tratamiento del sida. Issac recuerda que ya no puede pedir más dinero prestado, ni a sus amigos, ni a sus familiares, ni al banco. Sabe que necesita vender sus obras lo más rápido posible para pagar sus deudas, y además poder comprar las medicinas que tanto necesita el amor de su vida. Issac ahora sólo puede pensar en la farsa que es la atención medica del seguro público, y no por todos los doctores y enfermeras que laboran a diario en los hospitales, sino por el abandono en que están los cuartos, las camillas, las sillas, los pisos y ventanas, las paredes que literalmente se están cayendo en algunas partes del hospital y que en otras la humedad las empieza a derribar. No puede olvidar los alimentos de mala calidad que les sirven a los pacientes, o la falta de medicamentos básicos y especializados. Issac sólo piensa en que el nuevo gobierno de Morena aun no cumple su promesa de mejorar al cien por ciento los servicios de salud, y dar medicamentos gratuitos,

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pues él no puede comprar los que necesita Edith. Issac sólo piensa en el inmenso desinterés que han mostrado todos los gobernantes del país por la gente y por los servicios públicos que necesitan. Esto se dio a conocer en la publicación del periódico la Jornada que hace dos días, que reveló el desvío de 5 mil 251 millones de pesos, cuyos orquestadores fueron Rosario Robles y Emilio Zebadúa, los ex titulares de la Secretaria de Desarrollo Social. Al parecer jamás le devolverán al pueblo lo robado. Issac ahora se siente deprimido, ha perdido el interés en hablar de sus hermosas pinturas. Y es que afuera del pequeño cuarto donde Edith está muriendo nadie parece darse cuenta de eso. Allí en la galería de Arte, con sus enormes ventanas y decoración minimalista, donde están algunos cuadros de Diego Rivera y se ven claras y hermosas las esculturas de Andy Rockz, el padecimiento de Edith y las condiciones de su padecimiento no importan. Ariana le hace una pregunta más. —¿Sobre qué tratan tus pinturas? En ese momento Issac se imagina a Edith. —Dice Borges que el arte debe ser como ese espejo que nos revela nuestra propia cara. Porque la próxima pintura de Issac será de Edith, una abstracción de ella postrada en la cama del hospital. En ese momento, Issac recordó un par de estrofas que siempre lo han conmovido:

Qué bonito es caminar cuando tienes arena en los pies, qué bonito es soñar, y soñar que puedes volar, pero cuando te duermes entre muertos, la vida no es igual.

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Al final del día, la entrevista de Issac pasa desapercibida para su mente y su espíritu. Cuando termina de responder las preguntas de Ariana, se despide de todos los presentes con falso entusiasmo, les agradece con sinceridad su tiempo y atención para partir de ahí con apresurada calma. Nervioso y enfadado consigo mismo, Issac siente la necesidad de caminar hasta el hospital. Avanza durante más de una hora y media hasta que pasa a un costado de la tienda departamental Liverpool; el centro comercial diseñado por el glamoroso despacho de Rojkind Arquitectos. Después pasa por la agencia de Mercedes Benz, por el Pujol; restaurante clasificado como el número 16 dentro de la lista de los mejores restaurantes del mundo, donde alguna vez Edith lo llevó a comer, y por docenas de enormes edificios y empresas trasnacionales, hasta llegar al Hospital General. Ya junto a Edith, que se encuentra dormida por el cansancio de una fiebre a causa de la cual no deja de sudar aun cuando está durmiendo, Issac comienza a pensar en la elaboración de un cuadro, el Dios del inframundo y de los muertos, Popocatzin, soberano de los nueve ríos, antagónico a Tonatiuh, y Tláloc, el Dios que espera recibir a Edith, el Dios que trazó la Calzada de los Muertos, quien espera que Edith llegue a él ataviada con collares y anillos, piedras de obsidiana y turquesas, adornos que Issac pondrá en el cuerpo de Edith el próximo día de su entierro.

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LA PIEDAD Con cariño para Gerardo Noroña y Gabriel Encinas

—Os habéis comido la viña, ¿con que derecho pisotean al pueblo de México? Pero les confirmo que ahora sí, la última y se van, porque esta será la última comparecencia de usted ante esta Legislatura en el Senado de la República. El pueblo de México ya está tirando los ídolos de plata y oro que ustedes construyeron para que les rindieran culto, ya el año que entra será otra la situación política del país. Ustedes han esparcido el hedor a podre en lugar de perfume, esta, su administración de espurios tecnócratas neoliberales, tiene la marca de los escándalos políticos, relojes lujosos, trajes de fiesta, mansiones en las praderas. Sus incompetencias gubernamentales se han visto acompañadas de la corrupción que se dedicaron a esparcir en las instituciones públicas. Ustedes tienen la culpa de que 67.4 millones de mexicanos estén en situación de pobreza y de que 9.3 millones padezcan pobreza extrema. Ustedes modificaron las leyes para que el 1% de la población mexicana acumulara el 82% de la riqueza del país, crearon un círculo vicioso de pobreza y desigualdad. Ahora están orgullosos, pero su mirada altanera se bajará, irán a esconderse junto a las ratas y los murciélagos, llevarán cuerdas en lugar de cinturones, cilicio27 en vez de pantalones de casimir, marcharan al destierro porque han demostrado su desinterés por la sociedad, una gran incapacidad e incompetencia para enfrentar los profundos problemas que vive nuestra nación. »¡Silencio, dejen de vociferar porque apenas comienzo! »Se les nota mareados por el vino; las fuertes bebidas y las drogas los han vuelto locos, vienen aquí perturbados, pero aun así les voy a dar el listado de hechos puntuales y concretos que ustedes provo-


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caron; están, por ejemplo, las ejecuciones extra judiciales de Tlatlaya y Tanhuato donde asesinaron por lo menos, a treinta y ocho personas, en Torreón tres seres humanos fueron detenidos por personal de la Dirección de Seguridad Pública Municipal sin motivo ni orden de aprehensión alguna, una de esas víctimas fue violada en diversas ocasiones por los agentes, mientras que otro de los detenidos fue torturado por policías municipales y elementos del Ejército, los cuales le causaron la muerte. Están ustedes vinculados a los grupos de secuestradores del cartel de Sinaloa, a las desapariciones forzadas de los 43 estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa. Son una cosa infame, vergonzosa para la nación, por eso sus hijos irán marcados el resto de su vida, lanzaremos castigos sobre ustedes; tan cierto como vivimos y tan cierto como que han emporcado el Congreso de la Unión con todas sus prácticas detestables; la impunidad como norma, la injusticia como regla, y la barbarie como costumbre. Sufrirán hambre y la peste alcanzara su piel. No recibirán una mirada de lastima, sus órganos se deteriorarán por la falta de luz y por el aire húmedo que los rodeará. »Ustedes colaboraron con la fuga del Chapo Guzmán del Altiplano. Nunca olvidaremos el asesinato de periodistas, de alcaldes y de activistas sociales que han quedado impunes por su desidia. El caso de Chilapa, Guerrero, donde ayer fue victimada una niña, uno más de los feminicidios que se viven en México, es producto de sus perversos actos y omisiones. Las torturas sexuales en Atenco, la violencia que ustedes solapan por parte de agentes de la policía federal contra la sociedad civil, contra la población civil en Nochistlán, o en Apatzingán, nunca serán olvidadas. Ustedes aprobaron la nueva Ley Federal del Trabajo, no para mejorar los derechos de los obreros, no para aumentar el miserable salario mínimo, no para fortalecer contratos colectivos, no para vigorizar sindicatos, sino para empobrecer más a los trabajadores, para precarizar28 sus condiciones de vida, para sumirlos en una miseria y en una desesperanza mayor. »¡Cállense, voy a seguir reclamándoles que tomen decisiones contrarias al interés nacional, porque los ciudadanos son tratados como delincuentes y los delincuentes gobiernan este país! ¡Han institucionalizado la tortura, la violación a los derechos humanos en los orga-

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nismos encargados de garantizar la seguridad y la protección de los mexicanos! »Hago una pausa para decirles desde esta tribuna, que sus gritos y chiflidos en este Senado sólo los denigran a ustedes y ensalzan al pueblo de México. »Nosotros recordaremos a las personas desplazadas por la violencia en Oaxaca, Michoacán, Estado de México y Guerrero. La censura a la información y la libertad de expresión. La existencia del espionaje político con el software pegasus por parte de la Secretaría de Gobernación contra los disidentes de su sistema, es su legado. Y fundamentalmente el problema de fondo, que es la corrupción, no sólo impregnó la casa multimillonaria del presidente, sino también la estafa maestra; ustedes que siempre han votado en contra del interés nacional para acabar con la salud, la vivienda, el empleo, la educación y las mejores condiciones de vida la gente, son la generación de gobernantes más corrupta que ha tenido este país, pero les aseguro que se irán a refugiar bajo la sombra de las rocas, El azote del látigo llegará a sus espaldas, tomaremos una navaja filosa, una navaja de barbero y les raparemos la cabeza, comerán carne podrida de animal, serán motivo de risas y de burlas, se arruinará su paladar y su tacto, los llevaremos cual ovejas al degüello, inclinaremos la balanza, lanzaremos castigos sobre ustedes que servirán de ejemplo a otros pueblos para que nuestros semejantes tomen el control de la industria y de sus vidas en sus propias manos, para que la transformación del mundo tenga como eje la transformación de México.

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LA DEVOCIÓN “Raza de Caín, ¡sube al cielo, y arroja a Dios sobre la tierra!” Charles Baudelaire

—Conocemos sus perseverantes acciones, el incremento de su fe, su histórica constancia, sus representantes locales y nacionales, la trayectoria política e ideología de su máximo líder, las numerosas e impresionantes faenas que han consolidado, su nueva organización, más profunda y colosal que la primera, pero a pesar de sus grandiosos esfuerzos individuales y colectivos, nosotros, los menos, daremos muerte a sus intenciones. Les aseguramos que la Reforma Laboral, la Reforma Energética, la Reforma de Telecomunicaciones, el Fobaproa29, la Ley del IMSS y la Ley ISSSTE mantienen su esencia a pesar de los artículos que el Congreso de la Unión ha modificado de ellas. Los conservaremos distanciados del alfabeto con la Reforma Educativa que hemos implementado desde hace ya cuatro décadas. Nunca han comprendido la esencia de la novela y el teatro, de las crónicas y los ensayos, de los poemas de Jaime Sabines o los cuentos de Juan Rulfo. Para que se mantengan sin razonar o reflexionen sobre sus propias vidas, continuarán separados de la escritura que es la forma material del pensamiento; les aseguro que nunca sabrán expresarse en nuestra contra. Porque nosotros, el honorable Consejo de Negocios, no hemos dejado de dominar esta tierra, de mandarnos regalos unos a los otros, de almorzar en nuestras residencias, o de ser los dueños de los medios de producción en donde ustedes anhelan trabajar. »Su nuevo partido político no ha cambiado nada, ni la Guardia Nacional, ni su Fiscal General. Para poder vestir y alimentarse, seguirán aceptando los horarios de adeudo que les impongamos, y estos serán cada vez más extensos y extenuantes a medida que con-


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solidemos nuestro poderío económico en este nuevo periodo legislativo. No tienen alternativa, siempre irán dormitando en el ruinoso transporte público. Continuarán comiendo en un pequeño plato de plástico sólo lo indispensable para no desfallecer. Los obligaremos a distanciarse aún más de sus hijos, y en el mísero tiempo que estén con ellos, estarán tan preocupados por la necesidad de una vivienda y de tener algo para vestir, que nunca lograrán apreciar la infancia de sus críos. »Nos agradecerán por las monedas de aluminio y las piscas de sal que les daremos. La lluvia ácida será la única agua que tocará su piel. Su hedor atraerá a las langostas y a los mosquitos que nunca los dejaran descansar. »Desde el Valle de México, les recordaremos a todos los pueblos de la tierra que hace más de un siglo nosotros creamos con nuestra visión y misión, un sistema económico y político a nuestra imagen y semejanza; porque lo que conseguimos con la represión y la corrupción nunca caerá por la vía del voto electoral. Haremos penetrar en sus lánguidos cuerpos aún con algo de vida y esperanza, el infecto espíritu de los cadáveres, los confundiremos a tal grado que terminarán por hablar mal de sus delegados y de ustedes mismos. Los pondremos a pelear por media hogaza de pan podrido, los encerraremos en un laberinto circular de compra y venta de bienes y servicios. »Repetirán entusiasmados dictaminamos.

las

opiniones

que

nosotros

»Dejaran de protestar. Sus marchas se disolverán en el fango de sus calles y sus colonias putrefactas e infestadas de hierba, cuarteaduras, baches, nopales y serpientes. Nunca terminará el suplicio del pueblo de México mientras nosotros y nuestra descendencia seamos los propietarios de las industrias y la economía. »Cada vez que intenten cambiar al país, nosotros corromperemos hasta al más honesto de sus dirigentes, los tentaremos con dulces vinos y manjares frutales del Líbano, endulzaremos sus oídos, les daremos mirra, seda y centenarios de oro hasta que los traicionen. Crearemos una falsa y fraternal reconciliación que divulgaremos en todos los noticieros desde el amanecer hasta el ocaso, un espectá-

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culo que ustedes creerán sin cuestionarlo. Procuraremos que todos los días regresen tristes y cansados de nuestras fábricas y haciendas a sus jacales. No tendrán fuerza ni conocimientos para intervenir en nuestros intereses económicos, y agradecidos por ser explotados y vendidos bajo nuestra dictadura, vivirán enajenados. Sedientos y con hambre, verán de lejos cómo crecen nuestras fortunas, la abundancia en que se multiplican nuestros becerros y mazorcas, nuestras casas y jardines.

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EL CAPITAL Con cariño para Juan Hernández y Alfredo Solórzano

—Si dejo de pagar los ochenta y cuatro mil pesos que aún le debo a HSBC, todavía tengo que pagar lo siguiente: lo primero, lo más importante, es la escuela de Tonatiuh. No puedo, no quiero inscribirlo en un kínder del gobierno, él debe de aprender bien y desde pequeño a leer y escribir, a sumar y multiplicar, a conversar con fluidez en inglés. El dinero para la próxima inscripción, los útiles, el uniforme y los materiales que le vayan pidiendo en el año, es más que sagrados, ese dinero lo debo tener siempre a la mano, ok. Lo segundo: el préstamo de sesenta mil pesos que mis papás solicitaron a BANAMEX y que me dieron a mí cuando se los pedí. Para terminar de pagar esa deuda con puntualidad, tengo que depositarle a ese banco mil doscientos pesos mensuales durante los próximos tres años. Esos depósitos también tienen que ser puntuales, si no los intereses van a ir aumentando y después nunca voy a poder terminar de pagar, y mis papás no tienen por qué cargar esa deuda por mí, ya tienen suficiente con lo que ellos le deben a BANCO AZTECA y los gastos de sus medicinas. El tercer desfalco es el gasto de la casa; cuatrocientos veinte pesos mensuales para la renta del teléfono, eso no es mucho, los de TELMEX me cobraban más y con un internet mucho más lento; los doscientos pesos del NETFLIX todavía los puedo gastar sin molestarme; además uno tiene que distraerse viendo alguna serie, no todo es trabajo. El dinero para pagar el gas y la luz va junto, de ahí son seiscientos setenta pesos bimestrales, más otros dos mil pesos de la despensa que compramos en SORIANA; esos serían, creo, todos nuestros gastos. Entonces, igual y si ordeno bien en mi libreta lo que gano y lo que gasto, lo que voy abonando a cada deuda durante el mes, y lo que voy comprando día a día, y no me tomo ni un refresco de más, en unos tres años ya


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puedo pensar en comprarme el Mustang rojo que quiero. Jonatán comenzó a reír para sí mismo. »Sí, como no, pero igual y sí me alcanza para un Renault Sandero o un Focus. Y si con lo de mi fondo de ahorro y el aguinaldo adelanto un poco el pago de mis deudas, salgo bien librado hasta en dos años. Jonatán chasquea los dedos de su mano derecha y hace una mueca con sus labios en clara señal de recordar algo. »Pero todavía me hace falta anotar los gastos del pasaje para ir al trabajo, o sea; diez pesos de dos boletos del metro, y los siete-cincuenta del camión que tomo saliendo del paradero de Cuatro Caminos. —¿No estás olvidando algo más, corazón? —¿Qué? —¿Los gastos que vienen por el nacimiento de nuestro segundo hijo? —En tres años, cuando ya no debamos nada, pero nada, ¿va? —Tonatiuh ya necesita un hermanito, o una hermanita. Tiene que jugar con alguien más o menos de su edad aquí en el departamento, no sólo con nosotros, deja que me embarace. Con el dinero que yo tengo ahorrado y con los zapatos que vendo por catálogo puedo comprarle lo que necesite. —Ya te dije que no debemos gastar ese dinero. En lugar de discutir, mejor prepárame el desayuno que ya casi me tengo que ir a trabajar. —¿Vas a querer que te caliente tortillas? —Sí, unas tres. —Bueno, espérame aquí en la mesa, ordena tus cuentas y piensa en nuestro próximo baby, y que a él o a ella también le vamos a enseñar a jugar futbol en el parque.

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Jonatán acompañó su desayuno con un aguacate, un vaso grande de agua de tamarindo y un chile habanero que le llevó su esposa a la mesa. Mientras él comía los tacos de bistec que se preparaba con frijoles refritos, escuchaba a Irene hablar sobre la vida de su hermana menor. —¿Sabes que el novio de Berenice tuvo un accidente en su auto? Venía de regreso a la ciudad de una boda en Tepoztlán cuando se quedó dormido; dice él que fueron sólo unos segundos, que se sintió cansado, cerró los ojos, dio sin querer un pequeño volantazo, y terminó en medio de un camellón. —¿Se lastimó? —No, se disparó la bolsa de aire y eso lo protegió. —¿Quién fue por él? —La Guardia Nacional, se lo querían llevar al ministerio porque alcanzó a golpear un poste de luz; le dijeron que eran daños a la nación, no tiró el poste, pero como sea, lo querían subir esposado a la patrulla. —¿Cuánto dinero le quitaron? —Le dijeron que hasta podía entrar a la cárcel. Pero lo chistoso es que Omar les reclamó: “Espérense, primero pregúntenme si estoy bien, no sean cabrones, que me revise un doctor, a ver si no tengo ninguna hemorragia interna, y ya después me pueden llevar a la cárcel”. “No le pasó nada joven, ya está fumando”. “Fumo para calmar los nervios, ¿que no ven que estoy temblando?”. “Tiembla por que hace frío, el aire de la madrugada esta húmedo y usted no trae chamarra. ¿Dónde dejó el saco de su traje?”. —A esos weyes sólo les importa sacarle billetes a la gente para su cocaína. —Pues le salió barato, por quinientos pesos que les dio lo dejaron ir. Dice mi hermana que pidió una grúa a su seguro, al que tiene contratado con Liverpool para que lo llevaran a él y al coche hasta su casa.

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—No le fue tan mal; bueno ya me tengo que ir, te veo en la noche, dame un beso. Jonatán se despidió de Irene de forma cariñosa y salió de su casa rumbo a su trabajo. Una hora y media después de haberse despedido de su esposa, mientras Jonatán iba sentado en la parte trasera de un camión que para las ocho de la mañana ya se encontraba atestado de gente, recordó las fotografías que se había tomado con su hijo hacía un par de años. Sacó del bolsillo derecho de su pantalón de mezclilla su SAMSUNG W9, lo desbloqueó y observó varias imágenes donde estaba él con Tonatiuh y su esposa usando la playera verde de la selección mexicana, fotografías que lo hicieron recordar que hoy era dieciocho de junio, y que aún faltaban muchos días para que volvieran a depositarle el dinero de la quincena. A Jonatán le gusta mucho ser papá, tomarse fotografías con su familia para recordar momentos especiales, como el día en que coincidió la victoria de la selección mexicana sobre la selección campeona del mundo en el mundial de Rusia, dichosa victoria de México sobre Alemania que armonizó con el día del padre, y que Jonatán aprovechó para tomarse muchas fotos con su familia y subirlas a Instagram y a su cuenta de Facebook. Jonatán siempre estaba pensando en las necesidades del pequeño Tonatiuh, Jonatán ama a su familia pero sabe bien que no pude tener otro hijo en este momento, sus deudas ya son demasiadas. Su esposa no sabe, pero él está pagando un préstamo de cuarenta mil pesos que le había pedido a su prima Ariadna, mujer encantadora a la cual le tenía mucha confianza y a quien le había rogado con algo de vergüenza que no le dijera a nadie sobre el préstamo que él prometía pagarle con puntualidad para diciembre, cuando le depositaban su fondo de ahorro. A Jonatán le gustaría pasar a Vicky Form para comprarle un poco de lencería a su hermosa y aun joven esposa de cabello negro y piel de un suave color canela. Jonatán quiere comprarse un par de tenis Adidas para salir a correr los domingos al Bosque de Chapultepec, pero con el dinero que le pagan y los gastos que tiene, no le alcanza para poder comprárselos, y menos ahora que tiene tantas deudas. Jonatán se ve preocupado, tiene una expresión seria en el rostro, y mientras va en el transporte público viendo las fotos de él con su hijo piensa que hoy por la noche, al hacerle el amor a su mujer, será cuidadoso y tratará de

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eyacular fuera de su vagina, sí, de ahora en adelante Jonatán siempre va a eyacular a fuera de la vagina de su esposa, porque piensa que ella es capaz de embarazarse a propósito de él.

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EL CONCEPTO

Galardonada con el Premio Nacional de Ciencias y Artes por el duodécimo Califa de todas las Arabias, e incondicional campeona infantil de la olimpiada mundial de matemáticas avanzadas donde el mínimo ejercicio correspondía a la ecuación para describir la expansión métrica del espacio, o sea la ecuación de Friedmann, Zaida Amín ya tenía treinta y dos años bien cumplidos y deseaba tener una boda enorme y elegante en un hermoso jardín de Bagdad. Sólo que Adham creía que había nacido para ser un ferviente comunista, profesor de física en preparatoria y poeta árabe. Adham se ufanaba de haber leído y releído el que él consideraba el mejor libro del mundo: Los Manuscritos económicos y filosóficos de Marx, y le respondía a Zaida que él no se quería casar, que este mundo era demasiado desigual para procrear hijos, y que él no tenía ninguna necesidad de hacer ningún evento frívolo y superficial para demostrarle nada a nadie, la quería, y esperaba que eso le bastara también a ella. Claro que esto no era así. Zaida en verdad deseaba una boda y estaba dispuesta a continuar esta discusión durante otros tres largos años hasta que Adham aceptara. Lo amaba y lo convencería para que se casara con ella, por Alá que lo haría.



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LA GRAN DEPRESIÓN

Diana contempla el periódico que compró el día de ayer: Editorial Trota solicita Diseñador Gráfico. $5,000 MN mensuales. Lunes-Viernes de 9:00-14:00 Hrs, 25-34 años, con experiencia. Enviar CV a editoriatrota@yahoo.com.mx/ Instituto San Agustín solicita docentes para impartir clases en la licenciatura de pedagogía. Viviendo cerca de la estación del metro Hidalgo. Experiencia frente a grupos. Tel: 5523-3776/ Chofer-taxi-viva-cerca-Jamaica, 40 años, licencia, tarjetón, fianza/ avisooportuno.mx 00221179/ Solicito vendedora para perfumería, presentable/Solicito técnico para mantenimiento de elevadores/ Empresa líder en su ramo solicita ejecutivo de ventas/ Ahora Diana lee en su celular/Bandeja de entrada: Buenas tardes, gracias por la información que nos envió. Como usted sabe, Editorial Trota es una empresa encaminada a elaborar libros de ensayo, filosofía y sociología. Por ser final del ciclo anual, requerimos personal para renovar el diseño de ediciones pasadas que se pondrán a la venta en la modalidad digital en el primer trimestre del siguiente año. ¿Puede usted asistir a una entrevista mañana antes de la 2:00 pm?/ Diana se mentaliza/ Puede tolerarlo…/ Hora y media…/ de 7:30 a 9:00 dentro del metro está bien para mí. Despertarme a las seis de la mañana/Bañarme, desayunar, despedirme de mis hijos/ Empujar a quien sea para lograr entrar a un vagón/ Sólo dos transbordes y cinco pesos de mi boleto del metro/ No gastaré mucho dinero en mis pasajes/ También me parece fácil el diseño editorial que quieren que haga…/ Dinero… / ¿Cuánto dinero puedo llegar a ganar?/ No será mucho/ Apenas para comprar ropa, carne, verduras, o pagar la luz/ Quiero llevarme de aquí a mis hijos, aunque sea a dos pequeños cuartitos por Indios Verdes. Por algún trabajo tengo que empezar/ Tengo la esperanza de que cuando termine ese proyecto me den un horario de tiempo completo, fijo, con un mayor salario y prestaciones.


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Entonces podré hacer maletas y mudarme de la casa de mi abuelita y/ llorar. Estoy sola/ Mis hermanos están lejos/ Mi papá siempre me grita. Habría querido no embarazarme a los dieciséis años de mi hija Yaret/ pero gracias a Dios todo salió bien/ Yaret pesó 2840 gramos, midió 48 centímetros/ es bellísima/ ¿Que si me dolió tenerla?/ Me abrieron la panza/ Claro que me dolió/ Muchísimo/ No grité/ Como la cesárea es una intervención quirúrgica/ te anestesian del pecho para abajo/ Te das cuenta de todo/ En ese momento no duele/ pero sí cuando se termina la anestesia/ entonces sí. Ahí te acuerdas de todos los santos. Mi hijo Axel también nació por cesárea./ Ambos me dolieron hasta el alma./ Los amo/ Pero qué difícil es mantenerlos. Ella llora en su cuarto y piensa: “Mi mamá murió de cáncer cuando yo tenía diez años./ Seré linda y amable con mis compañeros de trabajo/ Haré todo lo que me pidan/ Quedarme a trabajar una o dos horas más es algo que puedo hacer/ Los sábados lavaré la ropa/ Los domingos prepararé la comida de toda la semana para mí y para mis hijos/ Cada esfuerzo mío es una condena dictada/ Nunca me dan el trabajo/ Mi corazón está como muerto. Su recamara es pobre y mezquina, sucia y estrecha/ Ella llora: “Siento que me hago vieja, estoy subiendo de peso/ Mi piel se afloja, ya tengo 28 años/ Espero quedarme a trabajar para la Editorial/ Es una empresa grande, muy conocida/ Quizá me salve/ Tengo que escalar/ Crecer poco a poco”. / Intenta mantenerse entusiasta mientras se siente deprimida:/ “No puedo detenerme ahora/ Pero no sé si podré enfrentar sola todos los gastos del fin de año/ Mi abuelita me ayuda a cuidar a mis hijos/ quiero que Yaret y Axel logren terminar la primaria”./ Continua llorando sobre su cama: “Hace años me dejó/ Él nunca me da dinero para alimentarlos o vestirlos/ Seré discreta, para mi entrevista usaré un vestido largo, de color azul marino, limpio, sin mangas, un poco entallado/ Me voy a teñir el pelo de color castaño claro. Mi maquillaje será sencillo, sutil, pero usaré labial rojo./ Mi piel clara me puede ayudar a conseguir el trabajo, aunque ya no soy tan bonita. Mañana usaré los aretes que me regaló mi prima/ Katy murió hace un año/ Voy a ser respetuosa en el trabajo/ Puedo

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esperar dos o tres meses a que me paguen/ No importa que no me paguen desde la primera quincena/ Puedo esperar dos o tres meses a que me paguen todo completo/ No importa si algunos de mis compañeros me tratan mal/ Yo no voy a decir nada/ No voy a ser sumisa pero voy a quedarme calladita lo más que pueda/ Si no me dan el trabajo, siempre puedo seguir vendiendo ropa/ Puedo seguir en el puesto/ La gente del tianguis ya me conoce/ Tengo buena salud/ Puedo trabajar mucho/ Ya no quiero estar triste/ Quiero conocer a alguien, tener un novio… Quiero un novio/ Quiero vivir/ Ir al cine/ Al parque con mis hijos. Quiero dejar de estar triste, de llorar.//

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CONFESIONES PERSONALES “Qué terrible es dedicarse a escribir, a pesar de todos mis esfuerzos, la hoja en blanco sigue ahí”. Coronel Acuña

Yo soy Lucero Vanessa Pérez Villegas/ Nací en Naucalpan de Juárez el veintiuno de marzo de 1996/ Ese día mi mamá fue a una consulta médica/ Ella dice que se sentía estable cuando el doctor la estaba examinando/ Pero obedeció cuando el médico decidió detenerla en el hospital/ Nací a las 4:30 p.m./ El día del parto, mi mamá vio la luz que lleva hacia la otra vida, estuvo a punto de morir en el hospital/ Yo soy sietemesina/ Delgada, pálida y tímida/ Quizá por eso me ha ido mal en la vida. Afuera del cuarto donde estaba mi mamá pariéndome/ En el pasillo del hospital/ Estaban mis hermanos junto a mi papá/ Víctor Pérez Villegas y Josué Pérez Villegas son mis hermanos/ Ellos dicen que se le iluminó la cara a mi papá cuando los doctores le avisaron que yo era una niña/ Que regresó con ellos a la casa a pintar el cuarto donde yo dormiría/ Que al otro día de mi nacimiento mi papá despertó muy temprano y salió de la casa a comprar mi cuna y mucha ropa para mí, y que a los doce días, cuando salimos mi mamá y yo del hospital, él nos estaba esperando con una pañalera/ Pero cuando mi papá le quiso hablar a mi mamá, ella le recordó que aún estaba enojada con él/ Él no me quería tener/ Así que mi mamá le dijo que se fuera de la casa/ Que dejara de buscarla/ Pero después mi papá le pidió perdón y ella lo perdonó. Después de cuarenta días de nacida, mi mamá me dejó con mi prima, ya que ella y mi papá trabajaban/ Al cumplir mis tres años tuve una misa/ Mi madrina de tres años fue Selene Esmeralda/ Ese día,


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después de la misa, fuimos a un salón que mis papás habían apartado para festejar mi cumpleaños/ Me disfrazaron de princesa/ Mi vestido era azul como el de Blanca Nieves/ Durante cuatro años me crié con mi segunda mamá, mi prima Alondra. Lo segundo que recuerdo con claridad en mi vida es que tuve una pequeña fiesta cuando salí del kínder/ Bailé, lo cual fue muy chistoso porque yo era una puchicaca30 y mis compañeros también./ :D / Todo el vals lo bailamos bien hasta que se me cayeron los guantes/ Y bueno/ En lo que me los volví a poner pasaron como dos minutos/ Todos se rieron porque no me importó el vals, sino ponerme los guantes/ En esa fiesta estuvieron mis abuelitos paternos/ Pues a los maternos nunca los conocí/ Habían fallecido antes de que yo naciera. En esa fiesta,/ :´( /Mi abuelita paterna dijo: —Esta será mi última fiesta porque me moriré pronto. Nos dio mucho miedo/ Pues lo que ella decía se cumplía… Eso nos asustó. Por alguna extraña razón mi fiesta del kínder fue a principios de mayo/ Y lo que dijo mi abuelita… dicho y hecho, se cumplió/ A la semana se fue al hospital/ Y un 22 de mayo llamó a todos sus nietos/ Se despidió de nosotros/ Y el 1 de junio de 2001 se murió/ No pudieron hacer nada por salvarla/ A todos nos dolió mucho y a mí más… Yo sólo la tuve 5 años y nunca más iba a tener una abuelita. El velorio fue en mi casa; no me dejaron verla/ Ni durante el rosario, ni en el entierro, pero lloré junto con todos. Fui por primera vez a Michoacán cuando salí del Kínder. Me llevaron a visitar a unos primos y a mis abuelitos/ Aunque no son mis abuelitos, siempre me dijeron que lo eran/ Aun así los quiero como si en verdad lo fueran, a mis primos también los quiero mucho/ Aunque ellos tampoco son mis primos/ Mis verdaderos primos viven en Estados Unidos, en California/ Recuerdo que fui con mis abuelitos a un balneario en Morelia/ Yo no sabía nadar bien en ese tiempo/ Así que casi me ahogo/ Estaba hundiéndome en el agua de la alberca hasta que mi primo Brayan se dio cuenta y me salvó/ ¡Ohhh!/ Ese día me asusté mucho/ Regresé a la casa de mis abuelitos toda calladita/ Pero

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mi papá fue a comprarme unos ricos panes rellenos de crema pastelera y cubiertos de azúcar glas para animarme/ Mmmmm/ n_n /Aún existe la panadería donde los venden/ Pero bueno/ Otro recuerdo que tengo /Es que me gustaba correr por todo el campo que tenían mis abuelos como patio/ Era genial sentir la brisa en la cara/ También me gustaba montar las vacas y ordeñarlas, y amo a los caballos. Ahora regresemos de Michoacán a México/ Mi Primaria fue hermosa/ Quizá fue mi mejor época. En ese tiempo, cada año me hacían fiesta de cumpleaños/ Mis misses me querían mucho/ Era la mejor en inglés y computación/ También era la consentida de la maestra de español/ La maestra que me recomendó la secundaria donde después estudie, pero de la secundaria hablaré más adelante/ Mi Primaria era pequeña pero acogedora, en la época de calor nos ponían una alberca inflable… ¡Wiiii, era genial!/ En Halloween nos disfrazábamos y hacían una kermesse muy divertida/ En navidad nos daban un calendario en el que nosotros éramos la portada disfrazados de duendes… Jijijijijiji. Es un recuerdo que me da mucha risa, Jajajajajaja. Cada fin de año nos hacían bailar/ En el cuarto año hicimos el baile del ratón con botas, en el segundo año, una canción de los Beatles que se llama Imagine/ En el quinto año bailé una pieza de los Backstreet Boys y otra de Chayane/ Me tocó de pareja Fernando/ Con él también baile cómplices al rescate/ Al final del año me dieron un anillo que mi hermanito Jesús perdió/ Quién sabe dónde/ ¬¬ / Estaba hermoso el anillo/ Estuve triste en la fiesta de salida de la primaria pues ya no iba a ver a mis maestros y compañeros… ya no nos íbamos a pegar cera en el pelo, ni haríamos muchas otras travesuras. Ese día mi mamá hizo pozole en la casa… Yummmi. Cuando salí de la primaria hice mi primera comunión./ Mis padrinos fueron Patricia Sierra y Juan Aguilar/ Ese día habría sido perfecto pero mi primera enemiga/ Mi prima Adriana/ usó un vestido más bonito que el mío. Mi secundaria fue la escuela Técnica No 56/ Que está en Arboledas de Aragón, tercera sección/ Ahí, Lupita y Doña Inés estaban a cargo de la Cafetería/ Don López era el perfecto y la directora era María no sé qué… Era muy buena directora/ El Sr. López me

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quería mucho/ Las de la cafetería y la directora también/ Pero por ese tiempo mi felicidad poco a poco se fue acabando/ Todo empezó a mediados de segundo año cuando mi hermano Víctor se fue de la casa, y eso me puso muy mal, pues él convivía mucho conmigo/ Me puse muy mal/ Todo el tiempo lloraba, lloraba, lloraba y lloraba…/ :´( / Me estaba enfermando/ Y un día él apareció en la escuela/ Me puse muy feliz/ Le pedí que se regresara a la casa/ Le dije que me estaba enfermando/ Que regresara por favor… le rogué y entonces me prometió que iba a regresar a la casa/ Y regresó una semana después/ Luego, a finales de segundo a mi papá le dijeron… no, más bien le propusieron que pusiera una panadería en Tijuana/ Porque aquí en el D.F. no podían competir con los precios/ En fin/ Se fue y yo me puse muy triste otra vez. Mi papá era toda mi vida/ Mi adoración/ Mi corazón/ Mi todo/ Saber que se iba a ir tan lejos… digo, no a Guadalajara, no a Toluca… sino a Tijuana/ A tres días de distancia en camión o en carro/ A cuatro horas de distancia en avión/ Se fue y sufrí mucho/ Además de eso/ Mi papá también había decidido que Josué se fuera a Estados Unidos./ O sea, el destino se iba a llevar muy lejos de mí a dos personas muy importantes en mi corta vida. Cuando se fueron, mi mamá no me dejaba ver sus fotos porque lloraba/ Pero yo las veía a escondidas/ Cuando las veía me ponía muy mal/ Me encerraba en el closet y de ahí nadie me sacaba hasta que alguien me hablara/ Luego/ Para mi desgracia/ Mi mamá se enfermó/ Comenzó a bajar de peso/ Se enfermó de depresión/ Yo despertaba llorando/ Desayunaba, estudiaba, cenaba, me dormía llorando/ Me dio una enfermedad llamada “Dermatitis Nerviosa”, se presenta estás muy nerviosa por alguna razón/ Te salen manchas rojas y enormes en todo el cuerpo/ Te da mucha comezón. En tercero de secundaria me tocó la mejor maestra de inglés que me pudo haber tocado en la secundaria/ Era exigente pero enseñaba demasiado bien… era demasiado buena. La maestra de Geografía era una miss equis/ No enseñaba bien pero me ponía diez/ Entonces, equis. En ese año sentí más la soledad. Mi madre trabajaba todo el día y mi padre pues seguía en Tijuana/ Y aunque en ese entonces venía más seguido a visitarnos, aun así se sentía su ausencia/ En las vacaciones de Semana Santa de ese

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año yo fui a Tijuana/ Un día como cualquiera mi papá me dijo: —Agarra juguetes que vamos a la panadería. Yo no agarré ninguno porque con los trabajadores de mi papá/ me divertía mucho/ Íbamos en el coche cuando vi que mi papá no se fue por el camino de siempre/ Sino que se dio vuelta unas cuadras antes/ Se me hizo súper raro/ En eso/ Nos detuvimos para recoger a una señora y a una niña/ Después fuimos a la casa de esa señora/ Ahí estaban otros dos niños y una niña que le dijeron papá a mi papá/ O sea/ Yo me quede con cara de/ “¿Qué?”. En cuanto llegué a mi casa después de esas vacaciones tan horribles/ Mi mamá me dio una noticia espantosa/ Me cambió de escuela a una más fresa/ Al Colegio Alfaomega/ Una escuela que después amé/ Me fue muy bien/ Ahí conocí a Paola/ La cual ha sido muy importante en mi vida/ En serio/ Conocí a Erik, a Efrén, a Karla, a Montse y a muchos más/ Ellos siempre me apoyaron/ Porque yo me la pasaba muy mal con mi familia y con ellos sentía el apoyo que no tenía en casa/ Montse y Paola hasta la fecha siguen siendo mis mejores amigas. Otra muerte/ Fue la de mi primo Erik/ Fue uno de los días más tristes que he vivido/El 2 de diciembre de 2011/ Ese día mi primo Erik falleció a causa de un paro/ Ese día no dormí nada/ Al día siguiente fue su ceremonia/ Fue muy linda/ Él era policía, pertenecía a la Guardia Nacional/ Sus compañeros le hicieron una caravana con las patrullas/ Desde su casa hasta el panteón/ Después, en el panteón/ Hicieron una ceremonia con banda de guerra/ Después les pasaron lista a todos los policías/ Y cuando mencionaron su nombre/ Todos gritaron:/ “¡Presente! ¡Siempre presente!”./ En ese momento mis lágrimas no dejaron de caer/ Comprendí que era cierto/ Siempre iba a estar en mi corazón/ Y yo siempre lo iba a recordar. Mi hermano Víctor se casó ese mismo mes, pero el día diecinueve/ Él tuvo una hija muy linda/ Mi sobrina Ximena/ Extraño a esa niña que me alegraba los fines de semana/ Me decía: “Prima Tito, quiero jugar”. /Pero bueno/ Por cosas de la vida ya no la puedo ver/ Más que nada por problemas de mi hermano Víctor y su ex esposa/ Hay madres que usan a sus hijos para vengarse de sus esposos/ Odio

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a ese tipo de personas. A veces extraño ser esa niña a la que no le importaba nada/ Sólo vivir el presente/ Vivirlo como si no hubiera futuro/ Pero la vida me ha dado muchos golpes y no puedo seguir por la vida pensando de esa manera/ Debo esforzarme por mi futuro/ Aunque no sé si habrá un futuro/ Pero si lo hay/ Tengo que estar preparada para él/ Por eso este año voy a subir mi promedio/ Para que cuando salga de bachilleres pueda entrar a una buena universidad/ ¿Águila o Sol?//

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SOBRE LA EXISTENCIA

El Arte es la vida cotidiana. Lo cierto es que después de cumplir los veintiún años, Coronel Acuña no volvería a reconocerse a sí mismo al estar analizando en su casa de estilo minimalista la mejor película mexicana del siglo XX, la poética cinematográfica de Buñuel titulada, “Los Olvidados”, ni en ningún otro largometraje que no fuera dirigido y escrito por su propio espíritu. Coronel Acuña sabe que todo ser humano que no se reconoce como persona en su trabajo diario, está condenado a la infelicidad, la tristeza, las apariencias, la desazón, y en buscar en otra actividad lo que a él realmente le interesara ser. Por eso, Coronel Acuña comprende que en esta etapa de su vida, a los sesenta y siete años de edad y después de haber pasado por dos divorcios, él debe continuar haciendo stop motion31, porque es la única manera que él posee para entenderse a sí mismo y a la sociedad. El poeta Coronel Acuña entiende que hacer stop motion es el mejor modo para razonar el comportamiento esquizofrénico de su queridísimo hermano Tepayol, que es una persona retraída y sobre educada. En este momento, Coronel Acuña está soñando en un cuarto del hotel Macondo en San Miguel de Allende. Está intentando descansar de los demonios personales que lo acompañan. Para el viejo Coronel Acuña escribir guiones es la única forma de sentirse en paz, feliz, fuerte y productivo con la sociedad. Pero algo no anda bien en la mente del alto y moreno Coronel Acuña. En estos últimos meses no ha podido hilar las frases adecuadas que sean capaces de expresar sus ideas. Escucha sin claridad el suave tono y el arisco timbre de las voces que pretende evocar pero no le parece conveniente enunciar las siguientes palabras en sus guiones: —¿Ya sabes que mi hermano está pensando ir a New York?


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Quiere buscar al renombrado ingeniero civil Émile Durkheim para platicar con él y convencerlo de que lo acepte como su aprendiz. Tampoco le parece bien el uso de las siguientes vocales que resuenan en sus sueños: —Papá, sé honesto conmigo. ¿Por qué te preocupa más quedar bien con personas que ni conoces que con tu propio hijo? Hay una resistencia psicológica en su interior que no le permite crear un nuevo cortometraje. Teme sentarse a preparar una escaleta32, cree que lo mejor sería abandonar la dirección cinematográfica, su diario esfuerzo por crear y no sólo reproducir. La mente de Coronel Acuña se encuentra dispersa a causa de todos los problemas que le ha traído convertirse en el mejor director del Festival de Canes por cinco años consecutivos. No puede salir de su casa ubicada en la distinguida colonia Roma en la ciudad de México sin ser visto y señalado, no puede escribir nada en su cuenta de Facebook sin que la gente lo lea y lo malinterprete, no puede darle like a ninguna publicación de otra persona sin que esto explote a la vista de los demás, no puedo tomar una cerveza en un bar del Centro de Japón33 o en una cantina en Celaya sin ser observado constantemente por las personas a su alrededor, no puede decir una sola palabra sin que esta sea repetida, no puede quedarse dormido en un avión de Aeroméxico sin que se le tomen fotografías, no puede buscar un trabajo como profesor en la Universidad de Yale sin que esto genere expectativas, no puede mirar a una chica alta y bellísima en Bogotá sin que se le inquiera por hacerlo, no puede mover su mano derecha para saludar sin que esto genere un himno, no puede hacer una crítica política sin que esta sea popularizada por CNN, no puede usar un reloj con una imagen de calavera sin que este sea hurgado, no puede caminar por la calle con sus botas sucias sin que estas sean señaladas, no puede reír cuando escucha un chiste sin que los demás se sorprendan de ello, no puede probar una sopa de medula sin que el cocinero lo observe atento cuando él comienza a saborearla, no puede pedirle a un ranchero en Monterrey que le consiga una entrevista con un capo del narco sin que esto genere un escándalo, no puede mandar un mensaje por Whatsapp sin que alguien mire por su espalda lo que está escribiendo,

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no puede entrar a un hotel para hacerle el amor a una mujer sin que se rumore que es un macho semental, no puede escribir en la computadora de su sobrina Monserrat de doce años sin que sus parcos padres le ordenen a su hija que en cuanto pueda, averigüe que es lo que está escribiendo y lo den a conocer en internet, no puede estar escribiendo un guión durante días en su casa de campo en Croacia sin que la gente se haga la estúpida idea que está deprimido, no puede vivir la vida con sus altibajos familiares y sociales sin que esto les parezca la peor de las tragedias existenciales a los demás, no puede huir de su nueva vida. Al despertar de su descanso, Coronel Acuña se da cuenta de que está solo.

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LA TRAGEDIA

—¡Amor, sé que casi no platico contigo de mi familia, y menos de mi hermano! ¡Pero ya me enteré que Ulises viene para la casa, y tú no lo sabes, pero mi prima Patricia conoce al hijo del Chapo Guzmán y al Mayo Zambada! Está aliada con el narco desde hace siete años, desde que fue la Secretaria de Gobernación en el sexenio de Peña Nieto. »Amor, de verdad, te estoy diciendo, y te voy a confesar lo siguiente porque lo que tengo que platicar hoy con mi hermano. Es muy importante y necesito que estés preparada para lo que vas a oír. Sólo que pasa algo; de lo que ahorita me vas a escuchar hablar, mi hermano aún no sabe nada, y yo no quiero que tú le vayas a decir algo cuando él esté aquí, se lo tengo que decir yo, pero tú corazón ya necesitas saberlo. Es una tema tan importante que no puedo decírselo a mi hermano en la calle, o en ningún lugar público, tiene que ser aquí en la casa. El rostro y el cuerpo de Estéfani se tensan para después preguntar casi murmurando: —¿Qué es? —¡Mi primo Gabriel le va a presentar al Mayo Zambada en su casa de Michoacán! Estéfani inclina su cuerpo un poco hacia atrás en señal de sorpresa e incredulidad. —Calma, déjame te explico. ¡No te lo iba a decir, pero ya no te lo puedo ocultar! Mi hermano viene para la casa un poco alterado porque él sospecha algo de lo que te voy a platicar pero no tiene pruebas de nada.


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La verdad es que estoy emocionado por mi hermano. Hace como tres horas mi prima Patricia me comentó por teléfono que su esposo, Gabriel, va a llevar a mi hermano a Michoacán el miércoles de la siguiente semana para que le haga una entrevista al Mayo Zambada, al capo de capos. ¡Es la entrevista que mi hermano ha estado buscando desde hace meses! Sí recuerdas que mi hermano se ha entrevistado con la reportera Anabel Hernández, el politólogo Alfredo Jalife, la bailarina Elisa Carrillo, el flautista Horacio Franco, con el ganador del premio Nobel de química Mario Molina y no sé con cuántas personas más. Pues, ahora, el muy cabrón, se va entrevistar con el gran capo, con el líder del Cartel de Sinaloa. El rostro de Abraham, de tez blanca y suave, de facciones delineadas y maduras expresa una gran emoción y alegría al decirle a su esposa Estéfani lo siguiente: —Cuando mi prima Patricia me habló por teléfono, me dijo que a través de su celular escuchó decir a Ulises que está buscando un lugar dónde descansar de la paranoia, de la psicosis, de la “esquizofrenia” que no lo deja pensar de forma natural; al parecer, mi hermano ya no puede distinguir bien la realidad de sus programas de radio en el IMER. »Mi prima Patricia me dijo que cuando mi primo Gabriel escuchó llorar a mi hermano en su cuarto, él también comenzó a llorar. Pero me estoy adelantando, espérame, te voy a decir lo que pasa. Sé que lo que te voy a platicar es sorprendente, pero escúchame con calma, ¿va? »Ulises no sabe, o no está seguro, de que su nuevo celular también está intervenido, el micrófono de su celular está transmitiendo todo lo que él dice. Me llegó a mí, a la familia, a sus amigos, y al parecer también a varios desconocidos, un mensaje de texto al celular que nos explicaba como podíamos, a través de una app oír las conversaciones personales de mi hermano. Yo al principio pensaba que era un juego de mi hermano, así que instalé la app, al igual que varios de nuestros conocidos. Así fue como la gente logra escuchar a mi hermano cuando habla cerca de su celular, así que anoche mi primo Gabriel la noche escuchó llorar a mi hermano, lo escuchó balbucear que él quería usar el nombre de mi prima Patricia y el de su esposo en uno

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de sus programas de radio aunque le dejaran de hablar, porque para mi hermano mis primos son muy importantes, y él quiere que estén en las capsulas políticas que hace en el IMER. Cuando mi carnal textualmente dijo: “Voy hacer historia primo, yo te quiero mucho, a ti y mi prima Patricia, ustedes siempre fueron buenos conmigo cuando yo era un niño, yo quiero que sus nombres queden en la historia. ¿Cómo los voy a dejar fuera de mis capsulas políticas si son los primos a los que más quiero?”. Eso lo estaban escuchando mis primos, a través de la aplicación espía que le instalaron a mi hermano en su celular. Y me dijo mi prima que cuando Gabriel escuchó a mi hermano decir eso, él también comenzó a llorar, por eso lo van a ayudar a que se entreviste con el Mayo Zambada. »Mi hermano no sabe, sólo sospecha que desde hace varios meses su celular esta intervenido por esta aplicación que se llama XN-SPY. Su celular transmite por internet a otros celulares; se sabe todo sobre él, todo se transmite, sus mensajes, lo que graba con la cámara, lo que platica con mis papás, cada tecla que oprime, todo. Con el cuerpo tenso y preocupado Estéfani le dice a su marido a medio tono de voz. —¿Abraham, es verdad lo que me dices? ¿Abraham, quiero saber por qué no le has dicho nada a tu hermano? Ya no tiene intimidad. Eso lo puede dañar mucho. Eres su hermano mayor, deberías cuidarlo. —Lo sé, sé que se lo tengo que decir, pero con calma, el daño ya está hecho. Me equivoqué, lo sé; no sabes cuánto lo lamento, porque también le han pasado cosas muy malas desde que se volvió un hit en redes y la gente escucha hasta cada bostezo que sale de su boca. Yo no he sido capaz de ser honesto con él para decírselo. Te confieso otra cosa, ya le dejó de hablar a su mejor amigo Moisés y a su mejor amiga Rocío, porque a ellos les pidió ayuda y se la negaron, prefirieron fingir que tampoco sabían nada, y yo tengo miedo de que me deje de hablar. A mí también me pidió ayuda y lo único que hice fue lo mismo que todos, fingir que no sabía nada. Es mi hermano y lo amo, y no lo cuidé, no le avisé desde un principio lo que estaba pasando a su alrededor, por eso temo que si se lo digo ahora me deje de hablar para siempre, eso no lo soportaría. Siento culpa por no ha-

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berle avisado que lo estaban espiando. A ti no te lo quería decir para que estuvieras tranquila, pero mi hermano se está volviendo histérico, suspicaz, habla dormido. Estéfani se queda callada por unos momentos, se recarga en el sillón de la sala donde está escuchando a su esposo y después le pregunta. —¿Y quién lo puede estar hackeando? —No creo que alguien sepa, puede ser el gobierno, o quizá el narcotráfico, lo más seguro es que sea el narcotráfico, o eso dicen las conversaciones en la red, porque también hay una plataforma donde se habla de él en tiempo real, por eso el Mayo Zambada se quiere entrevistar con él y usó como enlace a mi prima y a mí. Al parecer el narco lo sigue, le interesa saber qué es lo que piensa y escribe, de dónde saca su información; creo que les llaman la atención sus programas de radio en el IMER. Esto se convirtió en algo demasiado grande, tanto que ha afectado la salud mental de mi hermano. Abraham guarda un silencio prolongado. »Yo no cuidé a mi hermano, y él al final no fue capaz de mantenerse centrado, la presión lo rebasó, parece que comienza a tener lagunas mentales cuando está conversando, eso es lo que dice la gente cercana a él en la red. Pero él es fuerte, yo sé que lo va a superar, sólo necesita escribir esta historia, convertir esta tragedia en una obra de arte, en otra historia para grupo IMER, en la Jornada o en el Fondo de Cultura Económica. —¿Pero entonces tu hermano sí sospecha algo de lo que me estás diciendo? —Sí, pero no está seguro de nada. Y creo que eso es lo que lo está volviendo paranoico. —Como sospecha algo de lo que te estoy contando, hasta tiró su celular a la basura y se fue a comparar otro al Liverpool que está en Coyoacán, pero el narco no deja de seguirlo, lo escuchó decir por el micrófono que se compraría un nuevo celular, y cuando fue a com-

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parárselo a Liverpool, los vendedores lo engañaron, fingieron no conocerlo y le vendieron otro celular intervenido. Todas sus conversaciones por Whatsapp están terciadas, el narco ya sabía a donde iba a ir a comprarse el celular que ahorita trae mi hermano. —¿Y cómo intervinieron su primer celular y sabían que iba a ir a las Américas? —No lo sé, yo sospecho que fue en su trabajo, porque mi hermano guarda ahí su lap, o deja cargando su celular mientras sale a comer afuera de la cabina, pero la verdad no lo sé. »También cambió su laptop por su computadora de escritorio. La computadora de escritorio que ya no servía la mandó reparar, le mandó cambiar la fuente con un amigo suyo, pero el narco igual se enteró de eso y fueron a buscar a su amigo Juan para también intervenir esa computadora. El narco no lo quiere dejar. Nadie lo quiere dejar descansar. »Quizá por eso viene a verme, para que yo le diga la verdad, para que yo le demuestre que lo que él sospecha es real, porque nadie le quiere mostrar las conversaciones que hay en la red sobre él, ni las fotos ni los videos que han subido sobre él. Ni su amigo Emmanuel, ni su amigo Fabián, ni mis papás, ni mi hermana Anabel, a la que fue a pedirle ayuda hasta Los Cabos, nadie; en verdad nadie lo ha querido ayudar. Todos lo traicionamos. Ni yo que soy su hermano fui para avisarle. Por eso tengo tanto miedo de que si le digo todo lo que se dice sobre él y yo sabía desde un principio, me deje de hablar para siempre. El semblante de Abraham se entristece, guarda silencio al pensar en que su hermano le puede tener un gran rencor por no haber sabido ser honesto con él. —¿Y cuáles han sido las cosas malas que le han pasado? Abraham se queda callado por varios segundos, se recarga en el sillón donde está sentado junto a su esposa, después mira a Estéfani a los ojos y le dice con un tono de voz lento y más bajo: —Como habla dormido, y se queda dormido junto a su celular,

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la gente lo escuchó decir que él ya se enteró que mi papá se acuesta con Jimena. —¿Su ex novia? ¿La lunática que no quería dejarlo? —Sí, y sí es verdad. Mi papá la embarazó, pero él aún no lo sabe, eso mi mamá me lo dijo sólo a mí. —¿Y tú mama permitió que la engañara? —Ella se enteró mucho después. ¿Y cómo le iba a decir eso a mi hermano? —¿Y por qué Jimena no interrumpe el embarazo? —Quiere tener un hijo que se parezca a Ulises. —¿De verdad? —Eso fue lo que me dijo mi mamá. Dice que ella aún lo ama. —¿Y cómo se enteró tu hermano de lo de tu papá y su ex novia si nadie le da pruebas de nada de lo que me dices? —Su fama es tan grande en la sociedad, que cuando la gente lo ve en la calle y en su trabajo , le dan indirectas de lo que se habla sobre él en la red. Lo reconocen a donde quiera que vaya. Abraham y Estéfani guardan un gran silencio mientras sus rostros se llenan de desconcierto. Se escucha un coche pasar por la calle. Abraham comienza a platicar. —Te sigo contando, todo lo dijo como si hubiese estado en un trance. Mi hermano dijo que entendía por qué Jimena era así, porque ella le confesó que su papá la violaba frente a su mamá, mientras su mamá se masturbaba con un dildo, y que sus hermanas Raquel y Dolores también abusaban de ella, la obligaban a que les hiciera sexo oral a las dos, por eso mi hermano entendía por qué ella es así en sus relaciones personales, por qué siempre está buscando con quién acostarse. —¿Por eso terminó en la cama con tu papá?

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—Sí. Abraham agacha la cabeza, mira el color crema del piso de su casa y se queda callado. Abraham comienza a llorar y a decir con la voz entrecortada. —Déjame intentar componer hoy las cosas con mi hermano. —Estoy segura que tu hermano jamás te va a perdonar el no haberlo cuidado, ni a ti, ni a tu hermana, ni a tus papás. Cuando se entere del embarazo de Jimena se le va a romper el corazón, él ama a tu papá y me parece que igual aún ama a Jimena. Tu hermano es muy sentimental, de verdad, se le va a romper el corazón. Abraham contiene un poco sus lágrimas y continúa diciendo: —Déjame terminar de explicarte. —Te escucho. Abraham se limpia la nariz con la manga de su playera negra mientras Estéfani mira por la ventana de la sala. —Mi hermano también confesó que su amigo Emmanuel se había acostado con la esposa de su hermano, pero esas palabras las dijo enojado, en reclamo, diciendo que Emmanuel era una mala persona, que su hermano Omar es bien buena gente, que no comprendía por qué le hizo algo así a su propio hermano. —¿Pero sí tu papá? —Déjame te digo otra cosa más. Mi hermano, que estaba como en un trance, comenzó a repetir por más de una hora, una y otra vez que a Carmen Aristegui le pasó lo mismo que a él cuando el gobierno de Peña Nieto no quería que ella siguiera en la radio. —¿Prohibir su programa? Pero si los programas de tu hermano son sólo capsulas de veinte minutos. —Sí, pero sus historias son más que eso, hace reflexionar a la gente; mi hermano se volvió popular en la red porque sus capsulas se difundieron e hicieron reflexionar a la gente sobre las desigualdades sociales, políticas y económicas del país. Él acusa directamente

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al Consejo Mexicano de Negocios de manipular al Congreso de la Unión para modificar las leyes en favor de sus intereses, y revela las relaciones de las multinacionales y los partidos políticos con el narcotráfico. —¿De verdad tan lejos llegó tú hermano? —Sí, todo lo que te estoy diciendo es verdad, pero no sólo confesó eso mi hermano esa noche, también dijo que fue él quien desquitó a mi prima Valeria, que fue él quien hizo el amor con ella por primera vez. —Tu hermano es impresionante. —…Y también dijo que el único que lo ha apoyado en todo este proceso que te cuento es el director del IMER, porque mi hermano no es tonto, sospecha algo de lo que le está pasando. El director de IMER no lo despidió de la radio, aun a sabiendas de todas las mentiras que se dicen sobre el estado de salud mental y físico de mi hermano, porque han inventado que hasta tiene sida, o que se acuesta con menores de edad, o que es homosexual, o que tiene depresión y ataques de ansiedad. Tú no sabes todo lo que se dice y se piensa alrededor de mi hermano. Hasta yo pienso a veces que quizá varias de esas cosas que dicen de él sean verdad, porque lo dicen personas cercanas a él en su trabajo. Se escucha el sonido del timbre de la casa de Abraham. »Tiene que ser mi hermano. Ve al cuarto y después de unos minutos sales tranquila a saludarlo, yo le abro la puerta. —No, mejor yo le abro la puerta y tú ve al cuarto. Abraham inhala y exhala aire de sus pulmones para después hacer con cierta calma lo que su esposa le dice. —Hola Estéfani, ¿está Abraham? —Hola Ulises, pasa. Sí, está en el cuarto, ahorita le hablo para que venga. Siempre que te veo, me doy cuenta de que tú y tu hermano son igualitos, delgados altos y con las mismas cejas tupidas. ¿Gustas algo de beber?, hay agua de sandía, te veo sediento.

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—Y tú siempre con tu pelo negro y corto. Sí, por favor, agua está bien. —Siéntate en el sillón, ahorita le hablo a tu hermano. —Estéfani, tú sabes lo que está pasando, ¿verdad? —¿Sobre qué? —¡Mira Estéfani, no me mientas! Abraham sale de la habitación al escuchar la voz alterada de su hermano y camina hasta colocarse enfrente de él. »Abraham, ya estoy harto, vengo a que me digas la verdad, a que me enseñes una prueba. —¿La verdad de qué? —Sobre que mi teléfono está intervenido. —Hermano, no sé de qué me hablas. —De que mi laptop esta intervenida y la gente en la calle me reconoce y me toma fotografías con sus celulares. —¿De qué hablas hermano?, tranquilízate —No finjas, Abraham; tú sabes todo. —Hermano, vienes muy alterado, tranquilízate. —No finjas, Abraham, ya estoy harto de mentiras. —¿Cuáles mentiras, si no hemos platicado como en cinco semanas? Hermano, ¿de qué hablas? Date cuenta de que vienes alterado, de que estás hablando de algo de lo que yo no estoy enterado. ¿Qué te pasa? ¿Intervenido tu teléfono? ¿De qué hablas? Hasta parece que estas inventando una fantasía. —¿Cómo me dices eso? —Cálmate, hermano. —Sólo dime la verdad y punto. —¿Cuál verdad? A ver, espérame, por lo que entiendo, estás pi-

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diéndome una respuesta que yo no tengo. Como una persona inteligente y racional que eres, hermano, veo que estas tratando de entender algo que te sucede. ¿Tú crees que te oculto cosas? ¿Respuestas que tú quieres? —No creo, las ocultas. —No Ulises. Te voy a explicar una cosa importantísima, ¿sí?, razónalo y entiéndelo, —Razono todo. —Bueno escucha, si yo me tentara el corazón para no decirte las cosas, para ocultarte algo, para no serte sincero, para decir: No mejor no le digo esto a mi hermano porque pobrecito de mi carnal…, entonces sería un mal hermano. —Lo estás haciendo ahorita. —No lo hago. —Sí lo haces. —Te voy a decir una cosa para que te des cuenta que no te miento. Yo sé lo mucho que te importa tu programa en el IMER, y lo que significa para ti, y he ido a tu casa a criticártelo, ¿sí o no? —Sí, ese no es el conflicto. —Espérame, Ulises, piensa en lo que te estoy diciendo. —Te estas desviando de la realidad, no se trata del programa, se trata de la relación familiar. —Exacto, no se trata del programa, se trata de que no importa el peso que tiene tu programa para ti, yo voy a la casa y te lo critico, y no me tiento el corazón contigo, te soy honesto. —Está bien, pero una cosa es el programa, algo diseñado, y otra cosa más importante es el ser humano, el ser humano es más complejo, esto no se trata de una corrección de guión, escúchame, guarda silencio. Una corrección ortográfica o de redacción no es el conflicto de ahorita, el conflicto es que desvías el tema de lo que te estaba preguntando sobre que tienen intervenidos mis aparatos electrónicos, yo

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estaba en eso, tú te fuiste al programa, yo quiero hablar de la realidad y tú te estás desviando del tema. —Es que estoy empezando con eso, para decirte que soy honesto contigo para criticarte cualquier cosa que tú me digas. —Pero ahora se trata de algo que va más allá del programa. —Pues como el programa, estoy respondiendo a lo que tú estás diciendo. —No es cierto, estas desviando el tema. —Por lo que me doy cuenta vienes alterado, en una paranoia porque la gente escucha tu programa. De verdad me parece que me estás contando una historia. —¡Que no! No se trata de mis guiones. —Calma hermano, según yo te voy entendiendo ahorita, tienes una obsesión de que te rastreen, sientes que te espían, pero eso no pasa, esa idea tú te la has creado, yo de eso no sé nada. —No me he creado ninguna idea, estoy cuadrando lo que me sucede en la casa en la calle y en el trabajo. —Pero estás cuadrando ideas que tú has inventado. Grita Ulises: —¡No! —Desde que empezaste a escribir los guiones de tu programa y quieres dejar una capsula para la historia de la humanidad, estás obsesionado. Eso tiene bloqueada tu mente, te impide ver la realidad, y te hace crear historias. Yo creo que eso es lo que te está pasando. —Pues piensas mal. Así que regreso al asunto que te estaba preguntando. Todo lo que te pregunto es verdad, aunque tú lo estés negando todo este tiempo. Escúchame, sabes que lo que te digo es verdad, así que por favor sé honesto conmigo, dame una prueba de realidad. —Hermano, vienes enfermo; date cuenta, estás diciendo puras incoherencias, tienes una alteración y no te das cuenta. Ulises, nadie te está escuchando por el celular ni te ven por la cámara de tu laptop.

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—¿Cómo sabes que me ven por la cámara de mi laptop? Yo no he dicho eso. —Mira carnal, no sé de qué estás hablando, ¿yo a qué hora mencione tu laptop? Estás escuchando lo que quieres escuchar, no te voy a decir la verdad que tú quieres oír porque no la conozco. El asunto es que tú te des cuenta y aceptes que al parecer ya estás inventando cosas, siempre has tenido esa obsesión por ser reconocido en base a los programas que haces. Date cuenta de que si yo quisiera decirte una mentira te diría que tienes razón, que es cierto que te espían y te ocultaría tu enfermedad. Entiéndelo Ulises, yo que soy tu hermano no te puedo mentir. —No sé por qué me haces esto. ¿Crees que me proteges? Protegerme no es mentirme. —No te estoy mintiendo para cuidarte. —Protegerme es decirme la verdad. —Hermano te estoy hablando con la verdad. —Mencionaste la cámara de la laptop tú sólo, sin que yo dijera nada de sobre eso. —Yo no dije nada de la cámara de tu laptop. Aquí está Estéfani, si no me crees, pregúntale a ella. —¿Deliro, Estéfani? —Sí Ulises, Abraham no ha dicho nada de la cámara de tu laptop. —Entonces ya me estoy volviendo loco. —Sí carnal, mejor descansa, duérmete en el sillón, vienes de la radio, estás agotado, mañana platicamos.

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“Los Murales de Anáhuac” es una representación de la vida arcaica y moderna que la población mexicana siente y reflexiona a principios del siglo XXI. Es una abstracción antropológica de los usos y costumbres que permean nuestro carácter y comportamiento como especie huma­na. “Los Murales de Anáhuac” expresa las dificultades económicas y educativas en las que vivimos, las relaciones personales que marcan el espíritu, la lucha de clases, la flora y la fauna, lo animal y humano que nos acompaña día a día.


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