Presidencialismo, parlamentarismo y sistema político

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puedan ostentar mayor poder a costa de los derechos fundamentales y de la propia democracia. Por mi parte, yo prefiero atenerme a la evidencia histórica y comparada y propiciar una gobernabilidad democrática y liberal, que permita sí la gobernabilidad (la posibilidad de ejecutar los mandatos de la mayoría y de sus representantes), pero que no menoscabe los derechos fundamentales y la libertad de todos los habitantes (pertenezcan o no a mayorías o minorías). La gobernabilidad democrática es un requisito indispensable para la propia democracia y para la vigencia de la libertad. Para garantizar lo anterior, es menester que cualquier ajuste al modelo democrático (y a la relación entre los poderes legislativo y ejecutivo), se haga sin alterar ni menoscabar los mecanismos de protección de los derechos fundamentales y de la libertad (la justicia constitucional, los sistemas independientes de control de legalidad, etc.) Otros comparten el diagnóstico, pero no la receta: es decir, reconocen los problemas de ingobernabilidad democrática en nuestro país, pero creen que puede solucionarse con mejorar la operación del presidencialismo y de la Administración Pública y, a lo sumo, ajustar el Reglamento Legislativo. Estos críticos sostienen que el problema no está en el diseño institucional presidencialista, sino en otros problemas diferentes o paralelos. De ahí que se contenten con ajustar o avanzar únicamente en:  El financiamiento de los partidos. Como si el cambio de modelo de financiamiento arreglara los problemas de funcionamiento de una democracia y evitaran la influencia indebida del mismo en las campañas políticas. No se malinterprete lo que quiero decir, la reforma del sistema electoral y del financiamiento de las campañas y de los partidos, me parece útil para aumentar la transparencia y la honestidad en las campañas, aunque la experiencia comparada no me hacen especialmente optimista al respecto.  El sistema electoral: mayoritario, proporcional, mixto. Admito que el modelo de elección de los diputados también es importante y tiene relación con la gobernabilidad posible, pero no estoy convencido de la bondad democrática de pasar a un sistema mayoritario (el primero se lleva todo), en lugar de uno proporcional (de cocientes y subcocientes, como tenemos actualmente). Admito, en cambio, la bondad teórica de algunas fórmulas mixtas, según las propuestas de José Miguel Corrales, de Rodolfo Piza Escalante (ambas de los años 70) o de Miguel Angel Rodríguez (a principios de los 90), las que podrían servir de base a un modelo de elección más representativo en lo poblacional y territorial; pero me temo que aisladas de


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