Presidencialismo, parlamentarismo y sistema político

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bien posibilitan más y mejores mecanismos de decisión popular, y más y mejores instrumentos de control, de responsabilidad y de rendición de cuentas. Las propuestas deben ser coherentes y equilibradas con el modelo que se pretende instaurar. No debe darse más poder a la Asamblea Legislativa sin exigirle mayores responsabilidades políticas y constitucionales y asegurar las contrapartidas necesarias en el Ejecutivo, para garantizar la gobernabilidad democrática. No debe darse más poder al Presidente, al Primer Ministro y a su gabinete, sin establecer las contrapartidas necesarias de control y de responsabilidad políticas ante el Parlamento. Deben adoptarse medios de democracia directa, pero sin poner en juego el sistema y la democracia representativa. Las propuestas deben buscar la mayor gobernabilidad democrática del sistema y del país. No deben adoptarse reformas que aumenten previsiblemente la ingobernabilidad o que rompan los equilibrios necesarios entre los poderes del Estado. ¿Se fortalece al Ejecutivo? Algunos autores sostienen, paradójicamente, que al pasar a un modelo semiparlamentario, parlamentario (y aun semipresidencial) se estaría fortaleciendo al Presidente de la República o al Poder Ejecutivo en general. Convengo en que el poder ejecutivo en un sistema parlamentario se fortalece, pero no a costa del parlamento, sino al contrario, por la propia fortaleza del parlamento. Un gobierno con aprobación y mayoría legislativa se vería fortalecido, pero sí y solo sí, cuenta con esa aprobación y con una mayoría legislativa que avale su política de gobierno. En cuanto a la figura del Presidente de la República, el modelo semiparlamentario y más aun el parlamentario, lo debilitarían al quitarle el poder de nombrar a su antojo a sus ministros y al tener que compartir algunas funciones, no solo con los ministros individualmente, sino con el gabinete en pleno y con el Primer Ministro en primer lugar. El Primer Ministro, más que el Presidente, en tal tesitura, se convertiría en el centro del quehacer político al dirigir la acción del gobierno, al menos en política interna y en relación con el parlamento. El Presidente, por su parte, pasaría a jugar un papel moderador o tutelar del ejercicio del poder. En un sistema parlamentario o semiparlamentario, no solo se requiere la aprobación del Gobierno por parte del parlamento, sino que el parlamento mismo podría censurar al gabinete como tal (por mayoría absoluta) o a cada ministro en particular (por mayoría calificada). En tales casos, el Presidente (jefe de Estado) deberá proponer un nuevo Primer Ministro y gabinete que cuente con la aprobación legislativa o llamar a elecciones anticipadas del legislativo, para esperar que un nuevo parlamento apruebe a un Primer Ministro y a su gabinete.


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