Revista spes unica nº 42 abril 2014

Page 1


Pá gin a

2

S pe s

Un ica

Consultorio Astrológico Spesunica

Regale y regálese su propia carta natal astrológica (nuestro informe es elaborado de manera completamente artesanal y personalizada); NO ES PRODUCTO DE PROGRAMAS DE COMPUTADORA. Incluye: Análisis de la carta natal propiamente dicho, análisis del horóscopo personal anual, informe sobre vidas pasadas, lista de heráldicas, mapas astrales a todo color. Obtenga gratis un ejemplo de nuestro producto en nuestro sitio de descargas, y comprobará la calidad del tratamiento y presentación. Con el encargo de dos cartas natales (parejas, padres e hijos, etc.) REGALAMOS un informe sinástrico (comparación de cartas, para evaluar compatibilidades e incompatibilidades de la relación). Los primeros 15 consultantes de cada mes recibirán un informe numerológico (personalidad y destino) GRATIS. Descargue gratis desde nuestra sección de links el programa de Videoconferencias Skype, para que podamos atender on line las lecturas de Tarot y runas celtas; nosotros le diremos cómo instalarlo y configurarlo. Escríbanos para que podamos brindarle mayor información sobre nuestros servicios y formas de pago. Tómese unos segundos para visitar todas nuestras secciones, donde hallará más detalles. Visite nuestra web y vea más detalles, listas de precios, y encuentre en nuestros blogs artículos interesantes sobre astrología y otros temas; ¡los esperamos!.

www.spesunicastrologia.com.ar


Pá gin a

3

S pe s

Un ica

Sumario Editorial

4

Decálogo del artista, por Gabriela Mistral

5

El tercero en discordia, por Silvina Bullrich

6

Hacer el bien (1º parte), por Eli Serebrenik

8

¡Gracias Gabriel!, por Carlos Mollá

10

Omnipresencia, por Elisa Pérez

14

La muerte es otra cosa, por Horacio Otheguy Riveira

17

¡Maniático del control!, por Gisela Courtois

20

London River: Los hijos perdidos en medio de las bombas, por Guillem de Rubenhor

22

Otra vez Gricel (4º parte), por Roberto Langella

24

La vecina de enfrente, por Ana Riera

26

La mujer en llamas (capítulo 6), por Horacio Otheguy Riveira

28

Canelita o el paso de azúcar amargo (última entrega), por Chabela Ximénez

31

Se me cayeron las alas

34

Micromachismos: El poder masculino en la pareja “moderna” (3º parte), por Luis Bonino

36

¿Quimicontás?, por Mariano Liébana

39

Prácticas adivinatorias extrañas: La quiromancia (última parte)

41

Misceláneas interrumpidas, por Horacio Otheguy Riveira y Roberto Langella

46

Bellezas del mundo

48

Horóscopo

51

Sumario de números anteriores

52


Pá gin a

4

Defensa del error

G

astón Bachelard (1884-1962), filósofo, poeta, crítico literario y profesor de física, definía al desarrollo del pensamiento como a un sistema de rectificaciones incesantes, continuas, oponiéndose a las ideas epistemológicas contemporáneas a él, en el sentido de que las teorías más complejas estarían ya prefiguradas de modo incipiente en teorías anteriores, más simples. Sostiene así que el conocimiento parte de errores primarios: Todo conocimiento científico es la rectificación de un conocimiento primario que después resulta ser solo un error primario, dice. En esta visión el error no es tomado como una fatalidad o una torpeza, sino como constitutivo del conocimiento. Todo conocimiento debe esperar ser un día, a su vez, rectificado. El ser humano es un ser simbólico (a diferencia de otros animales), dijo Cassirer, es decir que no reacciona de manera automática a los estímulos que le afectan, sino que se retarda en su acción, filtrando la información del estímulo, interpretándola, sufriéndola. Bachelard define al obstáculo epistemológico como la relación imaginaria que mantiene el investigador con su objeto de estudio, es decir, lo idealiza, lo simboliza.

P

robablemente, Bachelard estuviera afectado por el positivismo imperante en sus comienzos, parece obviar ―errores‖ que parecieran inherentes a la naturaleza humana, señalados con anterioridad por Lévy-Strauss o por Freud, como ser la prohibición del incesto en prácticamente toda cultura humana a lo largo de la historia o el tipo de represión de deseos o emociones conducentes a tipos de enfermedad, como la histeria o la neurosis. No obstante, y quizá a mitad de camino entre lo naif y lo zen (o alguna otra corriente oriental) no deja de ser tentadora esta visión, esta posición, parecería, de ―defensa del error‖. Algo de eso se des-

S pe s

Un ica

prende del ―solo sé que no sé nada, y ya sé algo‖ de Sócrates. Vivimos en un mundo propugnador de estrés, a causa de sistemas de pensamiento donde al error se lo emparenta directamente con la fatalidad, y a ésta con la tragedia. La palabra ―fatalidad‖ proviene de la voz latina (poética) fatum, destino, no necesariamente determinado en un cariz negativo; la fatalidad es apenas un desprendimiento, un producto del destino. Un terremoto es tanto una fatalidad, como que el sol inaugure cada día. Sin embargo, un solo error, en un puesto específico, puede hacer que una persona pierda su puesto de trabajo—y su reputación—luego de una trayectoria incluso prolongadamente destacada, quizás excepcionalmente destacada. Con la mejor predisposición, en el mejor de los casos, solemos ―perdonar‖ errores ajenos (como a culpas) o ―perdonarnos‖ los que nos son propios (también como a “culpas”). No estamos acostumbrados a pensar en función de capitalizar errores, a pensar en que asumir errores puede llegar a mejorarnos. A pensar que, quizás, esta condición cultural que tenemos los humanos, que aparentemente nos vuelve únicos, tal vez digo, no se trate nada más que de un error, un error de la naturaleza, un error de cálculos de parte del destino. Pero pienso ahora en una naturaleza, como en un cosmos creador, lúdico, que festeje y se alegre de sus propios errores. Roberto Langella, abril, 2014.


Pá gin a

5

S pe s

Un ica

Decálogo del artista artista, por Gabriela Mistral I. II.

Amarás la belleza, que es la sombra de Dios sobre el Universo. No hay arte ateo. Aunque no ames al Creador, lo afirmarás creando a su semejanza. III. No darás la belleza como cebo para los sentidos, sino como el natural alimento del alma. IV. No te será pretexto para la lujuria ni para la vanidad, sino ejercicio divino. V. No la buscarás en las ferias ni llevarás tu obra a ellas, porque la Belleza es virgen, y la que está en las ferias no es Ella. VI. Subirá de tu corazón a tu canto y te habrá purificado a ti el primero. VII. Tu belleza se llamará también misericordia, y consolará el corazón de los hombres. VIII. Darás tu obra como se da un hijo: restando sangre de tu corazón. IX. No te será la belleza opio adormecedor, sino vino generoso que te encienda para la acción, pues si dejas de ser hombre o mujer, dejarás de ser artista. X. De toda creación saldrás con vergüenza, porque fue inferior a tu sueño, e inferior a ese sueño maravilloso de Dios, que es la Naturaleza.


Pá gin a

6

S pe s

Un ica

El tercero en discordia discordia, por Silvina Bullrich

M

i abuela me decía: ―Cuando te cases no dejes entrar a ningún amigo con intimidad a tu casa. Sobre Cuidado con el tercero en discordia‖. Mi abuela tenía opiniones inquebrantables sobre el matrimonio. A lo largo de las conversaciones nos las asestaba en forma de axiomas y yo creía en ellas a pies juntillas, sobre todo porque era la única materia sobre la cual tenía ideas hechas. Todo lo demás la dejaba indiferente; nunca conocí sus ideas políticas, ni artísticas, ni literarias; hablaba poco de modas, nada de cocina, desconfiaba del teléfono, del gas, de la electricidad y del automóvil, ignoraba los deportes y los viajes. Su tema, su único tema era el matrimonio. Cuando alguna de sus amigas protestaba por el carácter irascible de su marido mi abuela decía: ―Te casaste, te embromaste‖. El matrimonio para ella era un estado total, se entraba a él como al convento. Supongo que mi madre no habrá compartido esa opinión con ella, pero no lo sé a ciencia cierta porque murió cuando yo tenía apenas tres años; mi padre se volvió a casar, yo viví casi siempre con mi abuela, oyendo sin cesar sus máximas conyugales. Temo que mi larga soltería se haya debido al temor de no estar a la altura de esa severa institución llamada matrimonio. Me casé a los treintaicuatro años con una muchacha encantadora de veintitrés, que durante el primer año hizo de mí el hombre más feliz de la tierra. El ―te casaste, te embromaste‖ de mi abuela no cabía en nuestra pareja colmada de todas las dichas del amor, del placer, del

entendimiento, de la sensualidad. Alejandra, como mi abuela, y en eso se parecían sin duda, tenía una vocación definida: el amor; en este caso el amor conyugal. Confieso que pese al deseo que su atracción despertaba en mí me costaba seguir sus renovados impulsos, aplacar sus urgencias, cumplir con los refinados ritos de su sensualidad imaginativa e insaciable. Este estado de exaltación duró un año y medio o dos. Un día advertí que nuestros ademanes eran menos armónicos, nuestra unión más forzada y que ya el amor no nos transportaba como una alfombra mágica por los aires en medio de regiones encantadas, sino que era un acto preciso, un poco monótono, pese a mis esfuerzos de imaginación. Para esos casos existe la vida mundana o sea los demás. Hasta entonces habíamos vivido muy aislados. En mis oídos repercutían siempre los axiomas de mi abuela: ―No permitas que nadie entre en tu casa con intimidad; los amigos íntimos destruyen los matrimonios‖. Pero las cosas ocurren pese a los axiomas y, después de salir durante varios meses con grupos animados de gente vacía, los dos, empujados por una inclinación bastante semejante, fuimos estrechando nuestro círculo hasta convertirnos en tres. Ya sé, todo esto parece muy sencillo, muy evidente, la estúpida historia del eterno triángulo. La gente tiene una tendencia infantil a simplificar ese mecanismo tan complejo que se llama ser humano. Ricardo era un hombre incapaz de acostarse con la mujer de su mejor amigo. Tenía principios tan sólidos como los de mi abuela, era profundamente religioso, con-

sideraba el matrimonio como una institución sagrada y sentía un leve desdén, casi un poco de asco, por el placer de los sentidos. Había sido seminarista durante un año y su mala salud le impidió cumplir con lo que consideraba su misión en este mundo. Inteligente, brillante, gran lector, cultivaba con esmero el arte de la conversación. Aquí me detengo. ¿Cómo contar esta historia inasible, sutil, donde no ocurrió nada visible y los tres, sin embargo, vivimos la más ardiente aventura interior? No lo sé, pero lo intentaré. Era un invierno frío de esos que nos gustaban a Alejandra y a mí, enamorados de la vida entre obras de arte, libros, delicias culinarias y grandes troncos en la chimenea. Ricardo venía a comer a casa casi todas las noches. No llegaba nunca con las manos vacías, pero al entrar había que adivinar lo que traía. Siempre era algo chico, apenas visible: una lata de caviar, un ramo de violetas, la edición príncipe de un soneto de Shakespeare, y a veces, cuando creíamos que había llegado sin nada, nos servían un champagne o un vino francés que había entregado a la criada junto con su abrigo. Alejandra, a su vez, se esmeraba en la cocina, descubría perdices aun cuando la caza estaba vedada, frambuesas, estragón, endivias, champignons, todo lo difícil de obtener para probar refinamiento. Había siempre entre nosotros un cuarto invitado; alguna mujer amiga de Alejandra a quien el novio había plantado, o recién viuda, o recién divorciada que miraba a Ricardo con ojos cargados de esperanzas. Hay tan pocos hombres que valen la pena,


Pá gin a

7

suspiraba, lo único que quieren es una aventura pasajera, yo creo en el gran amor, es lo único que vale, la plata no me importa… y los lugares comunes se sucedían hasta el segundo plato, en que Ricardo con una brutalidad inesperada, los derrumbaba con dos o tres frases irónicas como hubiera derrumbado de un manotón un castillo de naipes. Sin el menor miramiento solía explicarle a la solitaria y romántica admiradora que ella había nacido para el dinero y para el placer, pero no para el amor: todo esto en forma matemática como quien dice que dos y dos son cuatro sirviéndose de las espontáneas confidencias que había dejado escapar para consultarlo. Algunas volvían a la carga, otras preferían eliminarlo y se contentaban con un hombre que valiera menos, pero las deseara más. Alejandra, Ricardo y yo éramos tres cómplices malditos. ¡Con qué crueldad disecábamos al día siguiente los apremios sexuales de nuestra invitada, sus románticas ilusiones, sus suspiros de pueblerina! Nada nos permitía considerarnos superiores al resto de la humanidad y, sin embargo, el solo hecho de ser tres, de formar un todo solidario nos realzaba en nuestra estima. Yo sentía que había tocado el cielo con la mano. El momento de frialdad había terminado entre Alejandra y yo. Éramos de nuevo la pareja más ardiente de la tierra, la más unida, el ejemplo de que el matrimonio no es una institución tediosa, sino una larga y exaltada aventura. Ricardo nos unía. Ricardo leía y nosotros le escuchábamos abrazados. Ricardo se burlaba de la joven señora

S pe s

romántica y nosotros aprobábamos, sonriendo, de la mano. Cuando volvió el buen tiempo fuimos a pasar un fin de semana al borde del mar con Ricardo y una amiga de Alejandra recién llegada de San Pablo. Recuerdo aquella noche cálida, los cuatro tirados sobre la arena recitando versos de amor, cantando canciones picarescas, discutiendo sobre el poder de la carne. Un hálito endemoniado nos envolvía; de haber sido más ―civilizados‖ hubieran pasado entre nosotros cosas tremendas. Pero éramos personas de bien, argentinos, clase media para arriba, imbuidas de sanos principios, incapaces de contemplar siquiera la posibilidad de actos degenerados.

Volvimos al hotel muy entrada la noche. Nuestro cuarto y el de Ricardo eran contiguos. Apagamos la luz y nos quedamos unos instantes extendidos, en silencio, desnudos, mirando como hipnotizados la raya de la luz que se filtraba por debajo de la puerta del cuarto de Ricardo. Lo oímos ir y venir por la habitación. Un zapato cayó, luego el otro, una silla desplazada evocaba la ropa que ponían sobre ella, los caños semitapados de los hoteles de campo acusaban con grosería que acababan de abrir una canilla, un cortapapel cayó al suelo, los pliegues de un manuscrito crujieron. Luego hubo un silencio y Alejandra lo rompió con un largo gemido apasionado,

Un ica

sentí su cuerpo tibio y elástico enroscado sobre el mío, sus labios recorrían mi pecho, su cabeza pesó sobre mi vientre. Gemía, temblaba. Nunca la vi tan apasionada, nunca se me entregó con menos reservas, nunca la sentí caer a mi lado tan cansada y tan poco saciada. A la mañana siguiente, a la hora del desayuno, sus ojos y los de Ricardo se cruzaron con una expresión extraña, casi culpable y luego ambos bajaron los párpados, con pudor, como una pareja que vuelve a encontrarse en público después de su noche de bodas. Si hablara más falsearía una situación donde jamás nada fue hablado. Si quisiera echar una luz cruda sobre lo que siempre permaneció en la penumbra me cegaría y cegaría a los demás. Hay cosas que solo se ven a oscuras: las luciérnagas, las exhalaciones. Lentamente, como se abren los rieles en un desvío, Ricardo fue alejándose de nuestra ruta aunque durante un tiempo aun parecíamos andar por vías paralelas. Nuestro matrimonio comenzó a volverse opaco, a parecerse a la mayoría de los matrimonios que pueblan el mundo. El acto de amor fue un acto de amor en vez de ser un himno; luego fue un acto sexual, luego fue solo un acto, luego fue un acto forzado, luego preferimos evitar el acto. Un año más tarde me dijo: ―Es preciso admitir que ya no nos queremos. Yo me di cuenta de eso en la Navidad pasada en el Hotel del Faro‖. ―Yo también‖, le dije. Los dos mentíamos, los dos sabíamos que mentíamos. No nombramos a Ricardo. (Continúa en la página 12)


Pá gin a

8

S pe s

Un ica

Hacer el bien (1º parte), por Eli Serebrenik

E

stoy mirando la arena seca y esculpida por los pies de los veraneantes. Hay un angosto sendero de tablas, conmovedor en su precaria comodidad. Los mejores sueños, los más ardientes, tienen desde mi infancia su escenario en los médanos de esta playa. Creo que la vida me está abandonando de a poco, un llanto que no surge, un niño que me remite a cachorro de humano en crecimiento, dándome una suave ternura como los gatos o los pollitos, nada personal. Las plantas, afortunadamente, siguen generándome devoción. No sé por dónde ni hacia qué lugar se está retirando mi energía vital, ni hasta qué punto llegaremos, si es que llega a detenerse, o acaso si es posible un retorno. Todo transcurre de dos maneras claramente diferentes: Una es como si ―Yo‖ fuera no mayor que una lenteja y viera todo a través de los ojos, pero desde tan adentro que no siento nada. La otra es como si ―Yo‖ fuera el horizonte, así de enorme e intangible y las cosas cotidianas ocurrieran allá lejos, en lo que parece ser la costa llena de puntitos que se mueven. Me mantengo viva, con todo lo que esto supone, pero nada más. Siento placer cuando me quedo echada, acurrucada en la cama con los ojos cerrados mirando luces y formas sin sentido, o con los ojos abiertos que miran la habitación desconcertante y a veces temible, desde el fondo de esa extraordinaria función

que es ―La Lenteja‖. No tengo entusiasmo ni lo necesito. En ocasiones consigo llevar adelante algún proyecto que no quita ni agrega nada verdaderamente importante a mi entorno. ¿La muerte es contagiosa? Me estoy muriendo, algunas veces más que otras. Me muero con dedicación, con miedo, con bronca. Remonto mi atención atenta como si fuera un barrilete y voy subiendo despacio y tambaleante llevada por el viento. Una vez arriba miro hacia abajo y me da una arcada, pero, para mi sorpresa, el espasmo le ocurre a la garganta que está ubicada en mi cuerpo. ―Yo Lenteja‖ salió por la coronilla y ni se entera. Si abro los ojos en ese momento la sensación es horrible: la lenteja flota con toda mi intención expectante ahí arriba, y los ojos del cuerpo miran dónde se encuentra, y eso es impredecible: puede ser en un teatro en tercera fila, en una celebración familiar en la que justo alguien me pregunta -¿por qué me miras así?, trae mas pollo. o verdaderamente aterrador es volver a meter a la lenteja dentro del cráneo. Es lenta y empieza a bajar de la misma manera en que subió, despacio y vacilante; se acomoda entre mis cabellos, pareciera que se fuera a quedar allí, lo cual me desespera porque jamás puedo prestar atención a nada si no tengo esa integradora función adentro; hasta que por fin atraviesa mi cabeza, recupero la sensación de confortable encajonamiento que me produce la civilización y voy a buscar más pollo o miro las gaviotas o lo que corresponda…

L

A veces me impresiona darme cuenta de que estoy viva, pero no en el sentido dramático o poético, ni siquiera heroico; miro con la lenteja, que sólo es consciente de una gran perplejidad, y noto que todo el envoltorio biológico está tendido sobre la arena, bajo una sombrilla. Entonces entre la admiración y el terror a lo desconocido, miro las aves, que a esta hora caminan por la playa, y las envidio porque están tan vivas como yo, pero tranquilas, allá van. Muchas personas que conozco, incluso de mi amistad, viven convencidas de que están en el lugar correcto, del que, además, nunca se irán.

V

olvía de la playa hacia la hostería, tratando de sosegar a la masa encefálica que rodeaba a la lenteja, quiero decir, trataba de sosegarme entera, poder parar de temblar o parar de pensar y hacer algo simple como si estuviera en el lugar correcto. Recuerdo épocas en las que podía hacer una torta, coser algo roto, pintar un cuadro. Digo recuerdo, pero no es verdad, lo que hacía casi la mayor parte del día era morir con la boca abierta y mirar el cielo anonadada. Envidio, reitero, a los seres que tienen cerebros pequeños. Ya en mi cuarto, escuche un ruido, golpeaban la puerta. -¿Sí?...-. Dije. -Vengo a traerle toallas, señora. Abrí obnubilada por mis pensamientos, cuando entró esa bestia apuntándome con un revólver, me apretó la garganta haciéndome doler la tráquea. Lo miré espantada y él dijo:


Pá gin a

9

-Callate y dame toda la guita concheta de mierda. Concheta yo. Sentí que la orina descendía por mis piernas con olor fuerte. Transpirando y temblando le señalé un cajón y él, sin dejar de apuntarme, lo abrió introduciendo en el bolsillo mis cuatrocientos dólares, mi cadena de oro con su cruz y el reloj. Recordaba ese rostro, lo había visto aquella mañana, cuando me dirigía a la playa. Vestía un mameluco de jean y pintaba de verde una reja. Me había llamado la atención el mameluco en su cuerpo gordo, amarronado y con marcas de granos en el rostro. Percibía su odio hacia mi existencia acomodada y me puse de su parte inmediatamente. El revólver apuntaba a mi garganta, pero yo, movida por su justa causa, levanté la mano para palmear su hombro y decirle que estaba bien, que se llevara lo que quisiera, que no lo iba a denunciar. El siguiente paso fue abrir los ojos en un cuarto de hospital. El respirador me molestaba mucho, no quería un aparato que me respirara adentro. Luego la nada. Otra vez los ojos abiertos, una enfermera me inyectaba algo y pasaba el dolor. Volví a abrí los ojos, sentí la cabeza vendada, recordaba el robo. Dormir.

E

l disparo me rompió la oreja y no se pudo arreglar, además quedé sorda de ese lado pero no me importaba, a la mañana siguiente me volvía a casa.

S

entada frente a la ventana de mi dormitorio reflexioné acerca de todo lo que me había ocurrido. Había vivido algo concreto e interesan-

S pe s

te, como cualquier otro animal en su hábitat. El tipo no me había violado, sólo quería la plata, disparó y me voló una oreja porque no entendió mi gesto amistoso. Reconstruí la escena milimétricamente y de repente algo se aclaró en mis pensamientos: antes del robo, yo no me estaba muriendo, sólo había dejado de vivir.

Compré un arma pequeña, me acostumbré a llevarla en la cartera, mirarla a cada rato, imaginar mi puntería amateur. Pasé tardes enteras observando mi imagen en el espejo apuntando con el revólver hasta que me pareció natural.

E

l verano siguiente fui al mismo lugar donde había ocurrido el robo, tomé una habitación con vista al mar, practiqué posturas de tiro que había visto en películas buscando sentirme integrada y coherente con el arma y luego salí a la calle. Di varias vueltas al pueblo costero hasta que lo vi. El grandote que me había dejado sin oreja estaba dentro de una casa tomando mate, de espaldas a una ventana. Me acerqué lentamente, la ventana estaba abierta, metí la mano con el arma hasta tocar su nuca, él se dio vuelta despacio al sentir la fría dureza sobre su piel, yo ya estaba adentro, presa de una velocidad de

Un ica

acción desconocida. Mi mano libre lo apuntaba con el dedo en un gesto admonitorio. Era consciente de mis cejas levantadas, de la media sonrisa irónica que me salía como una luz que le diera claridad a un cuarto oscuro. -¿Y ahora? ¿Eh, boludo? -¿Qué querés?-. dijo, no pudiendo creer lo que veía. -Todo-. le dije -todo lo que hay. Me dio la billetera sucia pero con algo de plata, un discman, su linterna y un reloj, el mío. Su lengua sacó un bulto en la mejilla izquierda y achicó los ojos. Mi arma apuntaba a su entrecejo. -No tires, loca. Me sentía brillante de excitación, con las cejas cada vez más levantadas y una sonrisa extática, atenta al gatillo, a sus palabras y mínimos gestos o intenciones: -Si jodes tiro. -Dale loca, seamos socios-. dijo, y me pareció que quiso dar un paso, disparé. Los dos miramos el agujero en la pared y la caída del almanaque. Me empecé a reír y reír sin poder parar. El sonreía poco, medio como un idiota y me miraba con los ojos vidriosos mientras se pasaba una mano por la frente.

CONTINÚA EN EL PRÓXIMO NÚMERO


Pá gin a

10

S pe s

Un ica

¡Gracias Gabriel!, por Carlos Mollá

¡

Qué raro me pareció ver un libro de García Márquez tan delgadito! No me imaginaba que un escritor tan denso como este colombiano pudiera dar por finalizado un libro en tan pocas páginas. Aun así inicié su lectura con ganas pues “El amor en los tiempos del cólera”, que había terminado hacía poco tiempo, me había gustado muchísimo. Deseaba volver a leer las construcciones literarias tan elegantes del castellano de finales del diecinueve y principios del veinte. El título “Memoria de mis putas tristes” no dejaba adivinar ni el estilo ni el objetivo de la pequeña obra de este genio. Sospechaba que ese libro tan corto me iba a saber a poco. Nada más comenzarlo me sentí muy satisfecho por encontrarme otra vez con esas palabras antiguas y específicas de los mobiliarios, ropajes y costumbres de esa época. La fresca y dinámica narrativa de la historia así como la perfecta descriptiva de las escenas, me enganchó enseguida. El año de mis noventa años quise regalarme una noche de amor loco con una adolescente virgen. Me acordé de Rosa Cabarcas, la dueña de una casa clandestina que solía avisar a sus buenos clientes cuando tenía una novedad disponible.

M

e dio por pensar si la belleza de esta literatura se encontraba en las palabras que usaba, en la combinación que con ellas hacía o en el contenido de su mensaje. ¿En las traducciones a otros idiomas serán los textos tan bellos? ¿Sonarán las frases tan musicales? ¿Los matices tan exquisitos conse-

guirán también emocionar como lo hacen conmigo? En la quinta década había empezado a imaginarme lo que era la vejez cuando noté los primeros huecos de la memoria. Sabaneaba la casa buscando los espejuelos hasta que descubría que los llevaba puestos, o me metía con ellos en la regadera, o me ponía los de leer sin quitarme los de larga vista. Un día desayuné dos veces porque olvidé la primera, y aprendí a reconocer la alarma de mis amigos cuando no se atrevían a advertirme que les estaba contando el mismo cuento que les conté la semana anterior.

A

sí es, por primera vez en mi vida un párrafo arrancó de mí una emoción extraordinaria. Nada que ver con aquella referida a alegrías, tristezas, odios y todos aquellos sentimientos clásicos. No estaba provocado por la ternura del personaje ni por la angustia que generaba la mala vida que llevó el nonagenario. Ni por su mezquindad. Tampoco por la sabiduría que desprendía la Madame en sus contestaciones y diálogos. Ayudaba, eso sí, la verosimilitud del mundo premoderno que se describía. Pero no completaba la razón total de mis ganas de llorar con el estómago apretado y la presión en el pecho, clásicos síntomas del amor y de la exaltación de la obra de arte. Una de las secretarias terció. A lo mejor es un secreto delicioso, dijo, y me miró con malicia: ¿O no? Una ráfaga ardiente me abrasó la cara. Maldita sea, pensé, qué desleal es el rubor. Otra, radiante, me señaló con el dedo. ¡Qué ma-

ravilla! Todavía le queda la elegancia de ruborizarse. Su impertinencia me provocó otro rubor encima del rubor. Debió ser una noche de ataque, dijo la primera secretaria: ¡Qué envidia! Y me dio un beso que me quedó pintado en la cara.

P

ero no me quiero engañar. Quizás yo no sea capaz de ser tan sensible a lo sublime y simplemente me esté dejando llevar por la empatía con un hombre sin futuro que por causa de un amor encontrado de casualidad y perennemente contrariado, se le aparece un nuevo y sorprendente deseo de vivir otros noventa años más. El cambio producido en una persona que se empeñó en no ser amado nunca y eligió una tonalidad gris en su alma para, aunque parezca tarde, iluminarse como un amanecer, enternece a cualquiera. ¿Sería esa mi emoción? Quiero creer que no haya sido así. El éxtasis lo recuerdo en un texto anodino, un párrafo que describía un lugar. Prefiero pensar que por fin me he rendido ante la belleza “per se”. ¿Por qué no? Claro. En sí misma, la belleza merece un lugar de honor en el conjunto de mis emociones. Por supuesto que alguna vez sentí alegría al ver


Pá gin a

11

una hermosa fotografía o preciosa música, pero la excelencia te lleva un punto más en la alteración de la conciencia. Punto en el que te sientes especialmente aturdido. Deben segregarse hormonas fuertemente adictivas porque una vez vivido deseas que se repita cuantas más veces mejor. Cuando dieron las siete en la catedral, había una estrella sola y límpida en el cielo color de rosas, un buque lanzó un adiós desconsolado, y sentí en la garganta el nudo gordiano de todos los amores que pudieron haber sido y no fueron.

T

ambién es posible que ninguna novela que no fuera de amor, pudiera generar estos estertores en las entrañas. Imagino que un libro sobre la vida y obra de un libertador sudamericano, por muy emocionante que sea y muy bien escrito que haya sido, no emocionará tanto como el que habla de amor, soledad y muerte, tres sostenes críticos en la vida de todos nosotros. —Yo soy la que no buscas. Sólo entonces recordé que era allí donde vivían en libertad los internos mansos del manicomio municipal.

T

ambién es cierto, que estos temas han sido muy manidos por innumerables escritores y en todas las culturas y la mayoría no consiguen el nivel espiritual de la obra de arte. Como mucho algunos mocos de lloriqueos contenidos por la pena que nos da el relato del conflicto. Pero poco más. Pero eso sí, sin romanticismos de abuelo. Despiértala, tíratela hasta por las orejas con esa pinga de burro con que te premió el diablo por tu cobardía y tu mezquindad. En serio, terminó con el alma: no te vayas a morir sin

S pe s

probar la maravilla de tirar con amor.

E

xtraordinariamente pavoroso resulta, cuando a la tragedia de nuestra propia muerte se añade el pánico a no rozar el amor en ningún momento de esta corta y difícil existencia

Un ica


Pá gin a

12

(Viene de la página 7)

En medio de esas evoluciones fuimos a pasar unos días al mismo hotel al borde del mar. No nos dieron el mismo cuarto porque estaba ocupado, pero lo pedimos; Alejandra lo pidió. Aquella noche quise poseerla, parecía una muerta bien educada entre mis brazos. Aunque era un día radiante de sol, la playa nos pareció siniestra, el agua helada, la gente fea, gorda, vulgar. Nuestros cuerpos tostados, todavía jóvenes estampados en la arena parecían cuerpos de leprosos: emanaba de ellos un rechazo glacial. No nos acercábamos, no nos tocábamos. Alejandra se puso de pie, la imité, caminamos a orillas del mar, siempre sin tocarnos. De pronto oí gritar mi nombre. Era Carlos Alberto, el arquitecto de mi repartición. Nos abrazamos. ¿Desde cuándo aquí? Esta es mi mujer. Yo estoy solo. ¿Almorzás con nosotros? Por supuesto, odio la soledad. Nosotros también, dijo Alejandra. Claro, nos llevamos tan bien que juntos estábamos solos, como una sola persona. ¿Para qué voy a repetirme? Los hechos se repitieron. Carlos Alberto contaba historias de viajes, bailaba, tocaba la guitarra. Salía a cazar, traía perdices. Nosotros nos quedábamos leyendo en la casa abrigada o hacíamos el amor, y cuando él llegaba con una martineta en una mano y una liebre en la otra nos encontraba serenos y sonrientes. Alejandra le hacía confidencias sobre nuestra vida privada. Carlos Alberto la escuchaba con ojos cargados de imaginación. Éramos a la vez sus protegidos, sos protectores y su espectáculo. Y él era nuestra mascota, como lo fue Ricardo, él, cuya presencia nos era necesaria

S pe s

para representar una comedia difícil y resbaladiza que se llama el amor conyugal.

Un ica


Pá gin a

13

S pe s

Un ica

Consultorio Astrológico Spesunica

Informe de vidas pasadas: Nuevo servicio de Spesunica Los eclipses solares y lunares prenatales nos brindan información acerca del karma de un individuo, las características en conjunto de sus vidas pasadas y el correlato que de ello puede deducirse respecto de su vida actual. Esquemáticamente, podemos decir que por el signo zodiacal de su eclipse solar es que se indica las lecciones que ha venido el individuo a impartir a sus semejantes, mientras que el signo de su eclipse lunar es la guía de lecciones que necesita aprender para una ulterior evolución del karma. Un resumen de esto se agrega en el informe convencional de carta natal que nosotros brindamos desde nuestros inicios. Ahora ofrecemos una versión extendida, con una información realmente profunda, detallada, y lo más importante, de uso práctico, complementaria a la de la carta natal, por lo que, podemos agregar, ni siquiera es necesario para el consultante creer en la reencarnación ni en la teoría del karma. El informe se divide en dos partes: la referida al eclipse solar y la respectiva al eclipse lunar, ambos según el signo en que hubieran ocurrido. Por cada parte se detallan las expresiones consciente, inconscientes y transpersonales de sus influencias, y una valorable información acerca de la integración física, que brinda un pormenorizado detalle de la forma que tenemos de somatizar nuestras cuestiones kármicas, es decir, una valorable información acerca de las causas de nuestros problemas de salud, física y psicológica. Para la adquisición de este servicio no es necesaria la realización de la carta natal, pero insistimos que en absoluto esta información reemplaza a la de la carta astral, sino que la complementa y profundiza. Se trata de un informe de entre 15 y 20 páginas en formato A4, tipo de letra tamaño 11. Para ver un modelo de este informe, hacer click aquí. Para mayor información acerca de este servicio, por favor comunicarse a robertolangella@spesunicastrologia.com.ar.

www.spesunicastrologia.com.ar


Pá gin a

14

C

S pe s

Un ica

é uando

Al-

vertido en una retahíla de

¡No te olvides de traerme

berto volvió

tonos de sms. “¿Ya has lle-

lo que te encargué!, le es-

la

gado? ¿Te has instalado en

cribió tan sólo tres horas

tu hotel?

después de emprender el

vista

hacía atrás, por fin, estaba solo. En aquel barrio nadie

Cuando decidió op-

le conocía. La calle, llena

tar por unos días de descan-

de silencio, se encontraba

so en solitario alejado de su

vacía a esas horas. El as-

familia y de su trabajo, se le

falto mojado, las paredes

ocurrieron miles de opcio-

tapadas por los cientos de

nes: la playa exótica de Ba-

grafitos que se superpon-

una obsesión para él desde

li, los fiordos nórdicos, la

ían unos con otros. Sólo su

que comenzó a programar-

Toscana francesa… Al final

sombra le acompañaba.

lo. Tenía que descansar.

se decantó por la gran urbe,

Las últimas semanas hab-

Alberto, un hombre

por Nueva York. Nadie le

ían resultado muy duras.

maduro, de enorme esta-

acompañaba porque nadie

Los

tura, casi dos metros, se

le seguía. Sólo el móvil le

tras el incendio, los análisis

movía con calma. No tenía

unía a su mundo. Desde la

financieros, las noches sin

miedo. Con la mano en el

oficina; su madre; su amigo

dormir le habían hecho ca-

bolsillo de su pantalón de

Roberto; todos le intenta-

er en un estado de fatiga

rayas

notó

ban contactar por el omni-

próxima a la extenuación.

cómo el móvil se hacía

presente medio electrónico

Tenía que descansar y es-

presente de nuevo. Vibra-

que había llegado a ser in-

taba convencido de que lo

ba y sonaba, primero baji-

sustituible. Ese aparato re-

iba hacer en esa gran ciu-

to, luego cada vez más

sultaba tan atrayente para

dad. Actividad, movimiento

alto. El tono no era de lla-

él que, en alguna ocasión,

constante con calles reple-

mada, alguien le había de-

llegó a contemplarlo como

tas de gente, que andaban

jado

la pareja que no tenía.

inmersas en su mundo, en-

diplomáticas,

un

mensaje.

Otro

mensaje. Estaba un poco

Hasta

su

madre

viaje.

E

tre

informes

edificios

se viaje tan buscado se convirtió en

del

seguro

gigantes

de

saturado de tantos. Desde

había descubierto ese apa-

hormigón y cristal. Alberto

su llegada a Nueva York,

rato

con

notó una enorme conexión

hacía algo más de tres

mensajes: muchos vacíos,

con ella. Era perfecta para

días, no había parado de

algunos inútiles y pocos ne-

perderse; y sobre todo pa-

recibirlos.

de

cesarios. “¡Ten cuidado, que

ra encontrarse, pensó. Al

descanso se habían con-

en esta época aún hace frío!

principio la distancia le pa-

Unos

días

y

le

perseguía


Pá gin a

15

S pe s

Un ica

reció un obstáculo, ahora sentía que era una ventaja. Dejar atrás la rutina de su vida, la cercanía de su familia, la lejanía de la felicidad habían sido los motivos pretendidos con este viaje que tomó por sorpresa a todos en la fábrica.

menos desde que decidió

cisión inútil; Roberto había

Horas interminables de tra-

casarse con aquella rubia

tomado como suyo aquel

bajo, dedicación exclusiva

insípida.

negocio y había luchado

y vacaciones sin descanso

del

para progresar. Una vez

componían su diario de ru-

móvil no se hizo esperar

muerto el patriarca y to-

ta cada día. Le costó un

“Llámame. Es muy urgen-

mada la decisión de que

esfuerzo, pero al tercer día

te. Roberto”.

fuera Alberto el gerente,

La

comenzó a romper con las ligaduras de la sinrazón en la que vivía inmerso. Andando

respuesta

Cuando

conoció

a

Roberto ambos eran estudiantes en la facultad de

tagonismo. Una amiga de la familia pasó a ser su esposa, y una mansión en

la

Económicas; procedían de

Quinta Avenida, notó de

mundos distintos, pero en-

nuevo la vibración del apa-

cajaron bien como amigos.

Además, el herma-

rato electrónico en el bolsi-

La amistad tiene como vir-

no de Alberto se llevaba

llo de su pantalón informal.

tud principal su capacidad

fenomenal

Otro

la

para unir vidas y personas

mientras éste trabajaba, el

fábrica. Urgente. Roberto”.

dispares. Tan lejos llegó su

otro optó por mantenerse

Contestó

unión

Alberto luchó

en la sombra, cual ciprés

“Ahora no puedo. Si es tan

frente a su padre para que

de plastilina, moldeado a

urgente, habla con mi her-

contratara a su amigo en

su antojo por la rubia de

mano”.

hermano,

algún puesto del negocio

turno. Sólo la fortuna del

¿para qué estaba en la

familiar. El padre era ta-

vínculo familiar le hacía

fábrica? Se preguntó inme-

jante con sus ideas y tenía

mantenerse en un lugar

diatamente entre enfadado

una máxima que llevaba

que otro debería ocupar

y escéptico.

hasta el final: fuera de la

por méritos propios.

sms:

por

Roberto cobró mayor pro-

“Llama de

Su

a

inmediato

Nunca se ha ocupa-

familia,

que

ningún

la sierra su hogar.

conocido

En

con

su

Roberto;

deambular

do de nada, ni desde que

debe formar parte del ne-

neoyorquino

por

murió su padre, ni cuando

gocio. Pero Roberto resultó

Park,

se incendió la fábrica de

ser inteligente, trabajador

móvil no sin sentir el arre-

forma repentina, y mucho

y muy leal. No fue una de-

pentimiento

Alberto de

Hayde

tomó

el

haberlo


Pá gin a

traído

16

S pe s

Escribió

que deja el negocio familiar,

móvil tras cruzar las líneas

con dedo firme: “En cuan-

que tiene otro proyecto de

de control del aeropuerto.

to regrese al hotel te lla-

vida. No entiendo como es-

Varios

mensajes

saltaron

mo, será aproximadamen-

pera a que tú no estés para

precipitadamente.

Había

te en una hora. Déjame

anunciarlo pero me lo ha

adelantado el regreso. Na-

respirar un poco, lo nece-

contado de forma oficiosa.

die

sito. Lo del incendio y los

Me ha dicho que quizás se

Había decidido no acudir

resultados económicos han

haya marchado cuando ven-

hoy al trabajo, ni mañana,

rebasado mi límite. Es vi-

gas. No sé qué le ha cruza-

quizás pasado que era vier-

tal que desconecte duran-

do por su cabeza pero pare-

nes. De todos los mensa-

te unos días... Estoy muy

ce muy convencido de la

jes, cinco eran de su ma-

bien aquí, esto es fasci-

decisión tomada. Creo que

dre, de su amigo Roberto y

nante”. No podría exten-

lo del incendio tiene algo

de su secretaría. Todos co-

derse lo deseado, pero al

que ver. No te preocupes,

incidían

menos se daba tiempo pa-

en cualquier caso hablé con

básico: “Vuelve lo antes

ra terminar el paseo.

el abogado para poner en

posible. Hay problemas se-

En el hotel elegido,

marcha los temas legales y

rios que resolver.” Pero se

eran

y

cuando regreses, hablare-

diferenciaban entre sí. Su

La

mos con él y formalizamos

madre, transmitía desga-

habitación estaba rendida

todo. Un abrazo amigo. Cuí-

na; su amigo, angustia y

al confort del ocupante.

date. Roberto”.

su secretaría, organización,

todo

consigo.

Un ica

sonrisas

atenciones

estudiadas.

conocía

en

este

el

hecho.

contenido

le conocía muy bien.

Era costosa pero a Alberto

Quizás por lo ines-

no le importaba, la medio-

perado de la noticia o tal

No sabía qué iba a

cridad de su padre debía

vez por la distancia geográ-

pasar ahora que se habían

terminar. A él no le gusta-

fica, el mensaje provocó es-

precipitado los hechos. Su

ba la ostentosidad pero se

casas emociones en Alberto.

hermano se había marcha-

merecía aquello. Antes de

Decidió permanecer en la

do del negocio, de la fami-

salir a cenar, no pudo re-

gran ciudad, según lo pla-

lia y de la ciudad sin más

sistirse a abrir el portátil

neado, implorando no saber

explicaciones. Las acusa-

para leer los correos reci-

nada de lo que sucedía en

ciones, los reproches en

bidos.

cuando

su ciudad y pidiendo que el

silencio y las miradas cru-

leas esto, habré intentan-

reloj se detuviera al menos

zadas no volverían a pro-

do contactar contigo ante-

esta vez, para dar tiempo a

ducirse pero ahora la deci-

s, sin conseguirlo. Estas

su bienestar.

sión

“Alberto,

demasiado lejos para explicarte con detalle lo que ocurre y no quiero alarmarte.

Te

adelanto:

tu

hermano me ha anunciado

que

había

tomado

debía esperar. Su regreso a

C

inco

días

después, encendía

el

Nueva York para quedarse se tendría que posponer. Su hermano se había adelantado.


Pá gin a

17

S pe s

prevista. El día era duro, la

“Besos

ras las len-

agenda apretada; no podía

mamá. No ha sido fácil pe-

tes de con-

demorarse. Abrió el portátil

ro he encontrado lo que

tacto Alber-

para leer los correos atra-

buscaba. Ya sabréis de mí”

to repasaba el orden de la

sados. El primero, de su

convocatoria de la reunión

hermano desde algún sitio:

T

para

ti

Un ica

y

para

La muerte es otra cosa cosa,

por Horacio Otheguy Riveira 1. Observadores privilegiados

— Un muchacho algo extravia-

león.

do.

— Debe ser divertido provo-

— Algo extraviado y provoca-

car a un inspector de policía,

dor de circunstancias que a algu-

seguro que sí.

nos les molestan. Me parece que

— ¿Ahora me va a decir que

voy a llamar a mi abogado.

soy valiente?

— No se lo voy a permitir. Us-

— No, para nada, no se nece-

ted es una calaña sin derechos

— ¿Seguro?

sita más que cierto sentido de

de ninguna especie.

la irresponsabilidad, eso es

— Por supuesto, siga, siga, diga

— Le obliga la ley. El Código

todo. Llevarse una hostia tam-

todo lo que tenga que decirme.

Penal lo dice bien clarito: el de-

poco es nada del otro mundo.

— Pues ya no.

tenido tiene derecho de defensa,

— Es usted discreto. Ya me ha

— Cómo que ya no.

es un derecho sagrado según

dado dos.

Sí, por supuesto que me inter-

esa ese aspecto de la cuestión…

— Ya no me interesa hablar sobre eso. — ¿Se está quedando conmigo? — Nada más lejos de mi imaginación, mi criterio y mi solapamiento jurisconsulto. Y no me estoy riendo, aunque lo parezca.

varias sentencias de los años 90 y confirmado por la reforma parcial de la Ley de Enjuiciamiento Criminal… — Es usted un insolente que se la está buscando bien buena. Es de esa clase de insolente que pide a gritos que le hagan pica-

— Lo parece.

dillo a base de bien, un cretino

— Es que tengo una mueca de

que disfruta jugando al gato y al

nacimiento que me hace muy

ratón.

cínico, pero no. Sólo soy un

— ¿Y usted qué es, gato o

buen muchacho.

ratón? Me parece que se cree un

— Si dejara de marear la perdiz y contestara mis preguntas dejaría de pegarle. — No creo. Es usted la clase de sádico que se cree dueño de la verdad y de la Ley de Enjuiciamiento Criminal pasada por sus huevos. — Le soy sincero: me reiría si no tuviera la risa prohibida. — ¿Por prescripción médica? — Prescripción policial: reír las gracias de un hijo de puta


Pá gin a

18

es de gilipollas. — Y usted será cualquier cosa menos un gilipollas. — Exacto.

S pe s

— Claro que la he

ver, Daniel, qué carajo quieres,

leído, joder, la ha leí-

mierda! ¿Es que no dije que na-

do todo dios en la

die me molestara hasta que aca-

Policía española, esa

be con esta rata de alcantarilla,

basura escrita por un

este perseguidor de inofensivas

puto catalán. Y no me

putas, de menores que se abren

compare, que yo no

de piernas al mejor postor y al

soy ningún maricón

más listo de los impostores?

reprimido o lo que

¡¿No os he dicho que nada ni

sea ese policía en esa

nadie por ningún concepto me

esa hijoputa novela y

molestase, me interrumpiese, me

deje de marearme, ¿o

dislocase y ni siquiera me pesta-

es puro masoquismo

ñease, la gran puta carajo?!

el suyo?

— Por montar el número no te

— Me parece que sí. La verdad es

iba a castigar, pero por llenarte

que lo estoy descubriendo. Toda

la boca de tacos sí te voy a casti-

esta sangre que mancha mi cami-

gar.

sa me sabe a gloria, ¿sabe usted?

— ¡Pero Daniel, qué me dices, si

— —

tú eres un subalterno de mierda,

— Un poco creído es usted. Un tipo sobrado de vivencias ilustradas.

Pausa ruidosa y gritada.

¿Y ahora qué soy?

— Esta hostia ha sido hermosa, me bailan dos dientes y al caer de la silla me debo haber roto un hombro. Fantástico. Usted me está recordando las sesiones de Prótesis de Andreu Martín. Aunque dudo que usted lea novelas.

Un ica

Otra pausa con ruido de puertas y

qué vas a castigarme a mí, deja

andares de gente.

que enseguida acabo con este cerdo y ya me ocupo de ti, me¡A

nudo fin de semana te espera limpiando letrinas! — Ni soy Daniel ni hay ningún


Pá gin a

19

S pe s

Un ica

cerdo bajo tus puños ni eres

Esta monja seguro que era vir-

ción científica con ambición de

inspector de policía. Y no te

gen, un bocatto di cardinale.

novela.

pases de listo. Bueno, así mejor,

— Ah, como el chiste: Il Papa

Una madrugada, al acabar la

con chaleco de fuerza todo va

non e possibile, ma c’e un certo cardi-

botella de exquisito vino del

mejor y también bozal, sí señor,

nale…

Rhin al mismo tiempo que ce-

— Es usted un degenerado,

rraba un nuevo capítulo, recibió

señor, si me permite la expre-

un sorprendente golpe de mano

sión.

sobre toda la cara, aunque no

pónganle bozal. Encerradlo unos cuantos días aplicando el tratamiento de costumbre. El amansador. — Espera, por favor, nada de bozal. Dame un minuto, por Dios, un minuto, tú eres monja, no puedes negarme ese deseo, te lo pido por lo más sagrado. — Vale, vamos, habla. — ¿De verdad no hay nadie aquí, quiero decir conmigo? ¿No está el detenido, el perseguidor de prostitutas mirándome con sonrisa cínica, la boca chorreando sangre, un ojo hinchado?

— No se la permito. Y aquí tiene otra hostia por pasarse de listo.

L

a sesión duró varios días, mientras a través de una ventana opaca

cuatro psiquiatras, dos mujeres y dos hombres, decidieron seguir observando para comprender lo que podía suceder en esa habitación con un solo hombre hablando por varios; una situa-

tu imaginación. Llevas así mu-

mos llegaron a ver los persona-

chos años, ya no sé cómo decír-

jes inventados por el paciente. La doctora Spielbergen se obse-

— Entonces no te preocupará

sionó de tal manera que empezó

para nada que él te dé este golpe

a escribir un libro de divulga-

te y ahora te estrangule con sus manos que se tiñen de sangre al mero contacto con tu piel. Qué cosa, chaleco de fuerza, y el detenido, el acusado, el sinvergüenza, el criminal… como pancho por su casa. ¿Tú sabes que este regalo no tiene precio? — Muchas gracias, inspector.

nada, pero todo lo que había la papelera.

ción tan peculiar que ellos mis-

en la cabeza, te voltee lindamen-

tar por la mañana no recordaba escrito ya no existía; cenizas en

— No hay nadie. Todo está en

telo, imbécil.

había nadie con ella. Al desper-


Pá gin a

20

¿

Es usted de los que sostiene alguna de estas afirmaciones? -Me gusta controlar yo mismo mi destino. -No me gusta que lo que me pase dependa de otras personas o circunstancias. -Quiero llevar las riendas de mi vida. -Cuando siento que algo escapa de mi control me siento impotente y tenso.

¿Soy obsesivo?

U

no de los rasgos característicos del neurótico obsesivo, es la importancia que éste le da al hecho de controlar o perder el control de cada uno de los hechos de su vida. El obsesivo busca siempre una explicación lógica para todo, motivado por aquella ilusión de que un hecho explicable es un hecho manejable, predecible. Y como la lógica es sólo un intento de explicación, puede no ajustarse a hechos reales; existe también el uso de una lógica mágico-animista. No es raro encontrar a estos sujetos activando la perilla de encendido cinco veces (lo números impares suelen ser los favoritos de los neuróticos), evitando tocar determinado objeto o impidiendo el contacto entre dos o más objetos, obligándose a completar series fatigosas y arbitrarias en el gimnasio o mientras realiza actividades lúdicas, que deberían generarle placer y no nuevas obligaciones. El neurótico obsesivo, señores, sufre hasta cuando disfruta, porque el guardián interno que le obliga a realizar todas esas tareas y cumplir con una serie

S pe s

Un ica

infinita de obligaciones nunca duerme.

La realidad es un boomerang de nuestras acciones

Y los “normales"… ¿somos muy distintos?

uizás ya han notado que muchas de las cosas que hacemos pensando que vamos a controlar nuestra vida, terminan resultando como un boomerang, de tal modo que, según nuestra percepción, parece que vinieran ―del mundo‖ o ―de afuera‖ cosas que en realidad pertenecen a nosotros mismos.

A

hora pasemos a la vida del hombre normal. ¿Acaso no existen, en todos nosotros, estos mismos rasgos de los que acusamos al enfermo obsesivo? Casi todos buscamos controlar nuestros asuntos; tendemos a preferir tareas en las que no existan riesgos, a no ser que el riesgo se nos presente como un desafío a controlar. Cuando pensamos en nuestro futuro nos organizamos con proyectos tediosos y larguísimos sin saber si el resultado nos traerá felicidad o no. De hecho casi todas las quejas de las personas ―normales‖ se refieren a elementos que en su vida no han sido incorporados por nada ni nadie que no sean ellas mismas. Veamos ejemplos: El ama de casa que defiende la monogamia y el matrimonio para toda la vida se queja de su frustrante vida conyugal El profesional se queja de su trabajo El anciano que desconfía de todos se queja de su soledad El hombre que conquista a las mujeres con dinero se queja de que ellas son materialistas El tirano se queja de ―la falta de temperamento‖ de sus allegados, y así sigue la lista.

Q

Es decir, el profesional que dice sentirse estresado por el trabajo se impuso, previamente, un régimen de horarios en el que se autoexplota y luego entiende que es a profesión lo que lo estresa y no su manera esclavizante de organizar su tiempo. El hombre que seduce a las mujeres con el dinero se asegura de acercarse a mujeres que podrán ser atraídas con este recurso, ya que de lo contrario podría recibir un ―no‖ como respuesta (el no es algo que aterroriza al neurótico, porque es la prueba de que su control no llega a todos lados); luego de que escogió a una materialista como compañera se queja de ―sentirse usado‖, como si fueran las mujeres quienes padecen este karma moral y no él quien se trata a sí mismo como objeto proveedor a la hora de elegir pareja. Defendemos hasta el último minuto el sistema de vida que


Pá gin a

21

nos llevó a una encrucijada. Es más, el hecho de sostener toda la vida los mismos valores y principios morales resulta motivo de jactancia a todos aquellos que viven en función de controlar su vida. Admitámoslo: cambiar es difícil. Y esto responde al principio de constancia que Freud mencionara en uno de sus artículos (específicamente en “Más allá del principio de placer‖). Los cambios indican que nuestra fórmula de vida no es la única posible, y por lo tanto vuelven más incierto nuestro futuro, al que siempre queremos controlar.

¿Cómo salir de esta encrucijada?

¿

Pero qué hacer con nuestra compulsión al control? Porque parece que, si bien la capacidad de planeamiento nos ayuda a organizar aquello que requiere ser organizado, el querer controlarlo todo se convierte en nuestro mayor y peor obstáculo a la hora de desarrollarnos y encontrar modos más parecidos a la felicidad. Pensando en todo esto me acuerdo del Aikido. En Aikido, las formas de ataque y defensa se caracterizan por la búsqueda de la armonización de situaciones de conflicto, en vez de la destrucción o derrota del oponente. ¿Podría decirse que el objetivo no es controlar al otro sino entrar en armonía con el otro? En parte, se trata de derivar la energía de su ataque hacia donde se resuelve el conflicto y nos liberamos del daño. La energía del ataque se desvía y la agresión queda inoculada por nuestro movimiento, pero para ello hace falta entrar en armonía con el oponente, ingresar en la misma ola en la que él se encuentra en lugar de querer imponer la nuestra.

S pe s

Un ejercicio para hacer

E

xiste un ejercicio de conciencia que se hace junto al mar. La tarea consiste en lo siguiente: frente al mar, elegir una ola en la orilla y pararnos justo delante de ella. Empezar inspirando cuando la ola se acerca y expulsar el aire cuando retrocede hacia el mar. Una vez, dos veces, tres, las que sean necesarias hasta que finalmente respiramos a nuestro ritmo. Entonces veremos cómo el mar ―nos hace caso‖, obedece a nuestra orden de avanzar o retroceder, lo ―controlamos‖. Inspiramos, se acerca la ola, expiramos, se aleja. O al menos la sensación será de controlar el mar. Parece magia, pero no lo es. Porque cuando nos ponemos en armonía con el entorno naturalmente adquirimos los ritmos del mundo. Cuando estamos en armonía con el entorno, con la naturaleza, la sociedad, el clima, el ritmo de las cosas y de nuestro cuerpo, ocurrirá lo mismo que ocurre con todas nuestras acciones: habremos creado una situación que nos parece que viene desde afuera cuando en realidad fuimos nosotros quienes creamos esa situación. Nos parecerá que el mar nos hace caso, en realidad nosotros adquirimos el ritmo del mar y ahora andamos de la mano. Si nos entregamos al ritmo de nuestro entorno podremos comprender su energía y no sentiremos la ansiedad que nos da la obligación de controlarlo. Con esto no quiero decir que no tenemos ninguna incidencia sobre nuestro entorno o nuestro destino. Por el contrario, estoy diciendo que podemos accionar de acuerdo al mundo o en contra del mundo. En contra del mundo sería accionar de acuerdo a nuestro capricho interno acerca de cómo debe ser el mundo según nos enseñaron,

Un ica

cómo debemos ser nosotros mismos, qué debemos lograr, qué hay que tener, etc.

Si me permite un consejo…

E

n definitiva ¿cuál es la sugerencia de esta humilde pensadora, como cualquiera de ustedes? Por un lado, desconfiar más de la razón, de los principios, de la opinión ajena, de los refranes, de las notas de los exámenes, de los títulos, de los uniformes y de los nombres. Por otro: confiar cada vez más en nuestro ritmo, en nuestra inspiración, en el clima, en las señales, en lo que nos dice la empatía, en la casualidad y hasta en la locura. Lo que parece ser un obstáculo puede ser una señal de ―PARE‖. Lo que parece ser una desgracia puede ser un aprendizaje, como un nuevo libro para leer (si nos obcecamos en querer controlar la desgracia para que deje de existir no sólo nos perderemos de un aprendizaje sino que nos generará cada vez más angustia por estar en desacuerdo con el ritmo del mundo). Lo que parece ser una enfermedad puede ser una oportunidad para conocer nuestro ritmo corporal. Lo que parece ser un fracaso, puede ser nuestra salvación al evitarnos ingresar en un espacio que no era para nuestra felicidad. Y cuando vean el mar, prueben tratar de comprender cuál es su ritmo antes de salir a nadar sobre sus olas. Gisela Courtois - Psicóloga www.giselacourtois.com.ar


Pá gin a

22

S pe s

Un ica

London River: los hijos perdidos en medio de las bombas bombas, por Guillem de Rubenhor

U

n año después del 11M madrileño, la matanza de estudiantes y trabajadores en trenes matutinos por un atentado de grupos de un sector que defiende la guerra santa según el Corán, otra masacre llegó a Europa: Londres, 2005. En hora punta es atacada un área del metro y un autobús. Desesperación ante la dificultad de poner en orden la información, de acudir con rapidez y eficacia. Nada estaba preparado para semejante atropello. Se repite el acoso a ciudadanos corrientes: ningún militar, ningún político entre las víctimas. En realidad es la misma política que han llevado a cabo en Irak y muchos otros sitios Estados Unidos y Reino Unido, aliados en su lejana lucha contra el comunismo internacional, y en su cercana —y ya decadente, aunque no menos sangrienta— lucha contra cualquier oposición que les justifique poner en circulación su industria militar.

A

sí las cosas, la clase dirigente mata civiles y a veces pide disculpas: se

bombardean bodas multitudinarias, poblaciones sobre las que ―se tenía‖ cierta información. La excusa es grande y es mucha, la misma que acomete Israel sobre los palestinos a los que no cesa de empujar a centros de refugiados de cada vez más difícil supervivencia, mientras destruye sus viviendas, aniquila el presente y el futuro, mata de sed, mata con bombardeos, mata con la indiferencia del mundo hacia los más débiles, los que nada tienen de valor para negociar, pues sólo cuentan con su doliente e impotente humanidad.

Un hombre y una mujer, una inglesa, un africano

L

os coléricos musulmanes aúpan el ojo por ojo y el círculo se llena de un fuego imparable de rencores insaciables. Muchos lugares del mundo continúan castigados por los permanentes atentados de unos y otros. La película London River, del director argelino Rachid Bouchareb plantea el conflicto a través de la gente corriente que se ve atrapada

por una situación incomprensible. Una película donde los sentimientos van bien graduados en un contexto de maravilla y miseria moral. Maravilla porque se ve el Londres más multiétnico donde nativos y extranjeros — muchos de los cuales también son británicos— conviven con una poderosa capacidad para aunar culturas y emociones.

U

na señora que vive sola de su propia huerta sale disparada en busca de su hija el día del atentado, pues la llama al móvil y no obtiene ninguna respuesta. No tiene una comunicación muy intensa con ella, más bien cariñosamente distante. Así que toma un ferry y luego un taxi, y cuando llega a su apartamento y descubre que vive en un barrio lleno de árabes, se asusta al borde del pánico. Todo el barrio tiene gente de diferentes procedencias con el común denominador de ser musulmanes, de asistir a la mezquita, de convivir en paz con propios y extraños. Pronto descubre que ha de bregar por descubrir a su preciosa hija, dada por desaparecida en la gran ciudad.

O

Brenda Blethyn y Sotigui Kouyati en el estreno de la película

tra persona, un hombre mayor, africano, residente en París, ha venido a buscar a su hijo por el mismo motivo, sólo que él no lo ve desde los 6 años en que salió del hogar en busca de trabajo en Francia. El hombre es silencioso y cálido. La mujer es arisca, culpabiliza a esta gente tan rara que al principio la espanta: árabes y negros a la vez, pues su hija es la amante del guapo chico africano con el que estudia árabe, comparten interés por el Corán y


Pá gin a

23

además viven juntos en plena libertad sexual.

un negocio probablemente más oscuro y desde luego más impactante. Todos corremos el mismo peligro. No basta con saber que en cualquier momento podemos morir, quienes tampoco decidimos nacer, además debemos mantenernos con vida con la conciencia de que en Buscar a los hijos, los seres queridos, en la sole- cualquier momento nos pueden madad de la gran ciudad tar sin siquiera conocernos, con una rara espeoco a poco la viuda precie de masivo odio juiciosa y el hombre en ―involuntario‖, por el mero constante estado de hecho de estar en pie. asombro, separado de su esposa desde hace años, se acercan, unidos por el mismo objetivo, encontrar a sus hijos… que parece que se han salvado… aunque quizás también resulten devorados por el fatal atentado.

P

U

na Dos culturas que se recelan hasta que aprenden a hergustarse mosa película que nos exhibe a todos los que no tenemos una participación directa en los conflictos mundiales, a todos los que vivimos lo mejor que podemos con nuestros prejuicios y nuestras bondades, todos alelados ante el grado de monstruosidad internacional que se está expandiendo. Mientras el capitalismo salvaje no encuentra límites de ―guerra fría‖, de cuando los buenos tiempos en que el terror rojo frenaba el sadismo del mundo financiero, ahora se añade este otro negocio del tráfico de armas y la voracidad a mansalva,

S pe s

Un ica


Pá gin a

24

S pe s

Un ica

Otra vez Gricel (cuarta entrega), por Roberto Langella Esta novela está inspirada en la historia real de amor que vivieron José María Contursi (1911—1972) y Susana Gricel Viganó (1920—1994). Contursi fue uno de los poetas de la era de oro del tango, quien entre otras canciones, compuso Gricel, el tema central que le dedicara a su musa. Gricel pertenece al repertorio clásico del tango argentino. Esta historia no pretende ser más que un homenaje a esta historia de amor, por lo que no se deberían buscar precisiones históricas demasiado exactas. Del mismo modo, los nombres de los personajes reales fueron cambiados. También, deseo agradecerle a mi amigo Horacio Otheguy Riveira, por el tiempo dedicado a la corrección de este trabajo, y por sus observaciones siempre oportunas. R. L.

9

E

l viernes por la noche, Isabel preparó la bañera con sales y espumas. Al hogar de la familia Begancio podía faltarle lo más elemental para paliar las urgencias más básicas, pero no aquello que alegrara el espíritu. Metió allí a su hija y le refregó el cuerpo, hasta que la piel se le puso roja y todos los poros se le abrieron, soltando hasta la menor impureza. Luego la mandó tempranamente a la cama, para que estuviera bien descansada al día siguiente. Por la mañana la dejó dormir más de lo acostumbrado, para que al despertar se la viera bien descansada. No le permitió trabajar en todo el día y le sugirió que se pasara las horas leyendo en su cuarto. Después del mediodía, Isabel tomó las tijeras, limas y barnices, y trabajó sobre las uñas de su hija hasta dejarlas parejas, suaves y brillantes. Un arduo trabajo, como el de humectar y revitalizar la piel de sus manos, puesto que Gricel se la pasaba todo el tiempo tocando nafta, aceite y grasa de motores. El vestido de flores estampadas había sido remodelado también

por Isabel, con mangas abullonadas, de gasa, que ahora bajaban hasta los codos. El escote había sido sutilmente pronunciado, en punta, y un lazo a la cintura iba a terminar por realzar la hermosa figura de la chica. Por la mañana Isabel le había comprado medias de seda y le dio sus mejores zapatos para usar por la noche. El arreglo del peinado le iba a demandar un par de horas. La noche anterior le había hecho varios lavados con aceites y agua de lluvia. Le haría un detalle con un ramito de nomeolvides, de los que había en el jardín. Con el maquillaje también se esmeró en destacar delicadamente solo matices. Apenas le realzó un poco los pómulos, y le dio color a los labios. Después tomó el frasco de su mejor extracto, y dejó solo unas gotas detrás de cada oreja de la adolescente, y en el pulso de sus muñecas. Le puso una gargantilla de oro al cuello, y una pulsera del mismo juego. Recién cuando terminó con toda su labor, Isabel enfrentó a su hija al espejo. —¿Qué tal te ves?—. Le preguntó, ella misma satisfecha y orgullosa de su obra. Gricel se contempló detenidamente, después se ruborizó, —No sé… ¿Estoy linda?

—Hermosa. Pero dejemos que decidan los expertos. Isabel tomó a su hija de la mano, y la llevó hasta el bar de la hostería. Un silencio reverencial se hizo entre los parroquianos habituales, que se quedaron sin aliento ante la belleza de la quinceañera. Don Américo comenzó a sollozar, emocionado. —E un mirácolo… Mi hica e un mirácolo… Un muchachito de un par de años más que Gricel, entró al lugar. Se detuvo en seco ante su presencia, boquiabierto. —Es un diamante pulido—. Dijo uno de los parroquianos. —Permítame que le bese la mano. —¡Quieto!—. Exclamó Isabel. —No me la toque, que me la va a ensuciar. Vamos a ganar ese concurso y volvemos, luego todos la podrán felicitar; volvemos temprano—. Dijo sacando las llaves del auto del cajón del mostrador. Todos las vieron salir. El chico que recién había entrado se fue hasta la puerta. —¿E osté que mira, pelandrune? —. Le preguntó Américo, severo. El chico se volteó y lo miró ahora a él. De pronto pareció recordar a qué había ido.


Pá gin a

25

—Usted es Américo, ¿no? —Mesmamente. —Yo soy Carlos Hernández, el nuevo cartero. Desde mañana voy a venir a retirar la correspondencia que llega en el ómnibus. —Ah, me parece bene. Pero fai tu laburo pronto, e no me ande rivoliando lue ochi a la mia figlia, porque te rompo il culo a patada, ¿siamo? —¡Eh!, ¿pero qué dice Don Américo?, ¡me ofende! —Ma, meno scrúpulo e ma concentrazione. Va, va vía. Isabel conducía lentamente el viejo Ford ―T‖, disfrutando del acontecimiento, el cambio de rutina que había optado su hija. —No sé qué te hizo decidirte a inscribirte para ese concurso, pero me parece que es una idea muy buena—. Dijo encendiendo un cigarrillo. —No es bueno vivir permanentemente rechazando al mundo, a veces hay que experimentar convivir con él, prestarse a sus reglas… Eso da sabiduría. Arrojó el cigarrillo por la ventanilla, antes de estacionar frente al club. Isabel se había vestido sobriamente, no queriendo llegar a interferir en el ánimo de los presentes, organizadores y jurado, ante las posibilidades de vencer de su hija. Las concursantes y sus madres fueron ingresando al club por

S pe s

una puerta de servicio, para que el jurado y el público en general no pudieran ver a las chicas antes de tiempo. La esposa del boticario luchaba esforzadamente por conseguir que una diadema plateada no se desmoronara estrepitosamente de la cabeza de su hija, cuando la chica vio entrar a Gricel. Pestañeó varias veces, no pudiendo creer lo que veía. Aquella ―loca del mameluco‖ estaba convertida en una verdadera princesa. Gricel pasó por delante de ella. La miró de arriba abajo, apenas deteniéndose, para enseguida continuar su camino. La hija del boticario se arrancó la diadema, y la tiró lejos, ante el infructuoso esfuerzo de su madre, y la miró con furia. —No te olvides de caminar como por una línea—. Le indicaba Isabel a su hija. —Como si fueras una acróbata de circo, y anduvieras por la cuerda floja. —¿Cómo creés que me siento? —. Preguntó Gricel. —No estés nerviosa… No mires a la cara de la gente, no levantes mucho el mentón; y antes de sonreír como una boba, quedate seria. —Bueno, basta, mamá. Lo que parecía iba a durar una eternidad, en realidad, se resolvió rápidamente. Todas las chicas desfilaron por el corredor que se había formado entre las mesas, donde las damas del pueblo tomaban el té y departían. Gricel causó una gran impresión enseguida que comenzó a desfilar, y una gran conmoción, más tarde, cuando el animador de la velada anunciara que unánimemente el jurado la elegía ―Miss Capilla del Monte‖. Varias chicas, entre las que se encontraba la hija del boticario, abandonaron el escenario, indignadas, renunciando incluso a la

Un ica

posibilidad de ser escoltas princesas de ―la loca del mameluco‖. Gricel corrió a abrazarse a su madre, y luego se dejó saludar y felicitar por todos los que quisieran hacerlo, que tampoco fueron pocos, rápidamente, procurando salir lo más pronto posible de aquel lugar tan convulsionado y escandalizado. Ni bien entrar al auto, Gricel arrojó corona, cetro y banda en el asiento trasero, riendo feliz, con sus diez pesos en la cartera. Se quitó los zapatos y apoyó los pies doloridos bajo el vidrio del parabrisas, desarmándose eufóricamente el peinado, con ambas manos. Isabel también se quitó los zapatos, y se quitó el broche del cuello de la blusa, el que luego abrió, riendo también. Después sacó el paquete de cigarrillos de la cartera y le convidó uno a su hija. Gricel la miró extrañada, era la primera vez que lo hacía. —Es solo para brindar—. Le dijo su madre. —Para mañana otra vez no sabré que fumás. La adolescente se sonrió y tomó un cigarrillo. Hicieron el resto del camino en silencio. Cuando llegaron a la casa y dieron la buena nueva, Américo abrió una botella de champán, para festejar, y Gricel bailó con él, y con todos y cada uno de los parroquianos, los tangos y milongas que se dejaban oír desde la radio-capilla. Vuelvo cansado de todo y en mi corazón lloran los años… Mi vida busca tan solo la tranquilidad del viejo barrio… Y encuentro todo cambiado menos tu canción, milonga mía… El progreso ha destrozado toda la emoción de mi arrabal. Quiero olvidar y tus notas van llenando de tristeza el alma mía…


Pá gin a

S pe s

26

He cruzado tantas veces ese callejón, llevando entre los labios un silbido alegre y tu cantar emborrachando el corazón1.

Un ica

1. Milonga de mis Amores (fragmento), de José María Contursi y Pedro Laurenz.

La vecina de enfrente enfrente, por Ana Riera

¡

Qué rabia! Con lo que me apetecía hoy la clase de pilates. ¿Por qué habrá caído esta mañana esa tromba de agua? Madre mía, la verdad es que parecía que se iba a acabar el mundo. Y claro, es lo malo de los bajos, que si llueve mucho y no están muy bien acondicionados, pues se inundan. En fin, qué se le va a hacer. Pero es que justo hoy el cuerpo me pedía una buena clase de pilates. Hacer un poco de ejercicio y estirar la musculatura para llegar bien relajadita a casa. Pero vamos, que el profesor tenía razón, el gimnasio estaba impracticable, el suelo empapado, las colchonetas hechas una pena y restos de porquería por todas partes. Que digo yo, ¿de dónde sale tanta porquería?, si el gimnasio siempre está impoluto, que fue una de las cosas que más me gustaron de él. Ya se sabe, el agua, que cuando se descontrola, arrasa con todo lo que encuentra a su paso. No quedaba otra, había que suspender las clases y punto. No vale la pena darle más vueltas. Habrá que verle el lado positivo. Gracias a la maldita tromba hoy llegaré pronto a casa. Así podré darle una sorpresa a Toni. Seguro que se lleva una alegría. Nunca me ha dicho nada, pero yo creo que no le hace mucha gracia lo de que vaya a pilates dos veces por semana. Pero es tan bueno, tan comprensivo…La verdad es que tengo mucha suerte. Porque mira mi amiga Susana. Su marido no le deja hacer nada.

Le dijo que quería apuntarse conmigo a pilates, para hacer algo de ejercicio y porque a veces le duele la espalda, y el muy carcamal le empezó con que para qué vas a ir, que si eso es un sacacuartos, que si no te hace falta, que qué voy a hacer yo esos días, que si patatín, que si patatán, total, que Susana se rajó y no se apuntó. Pero mi Toni no es así. Estoy casi segura de que no le hace mucha gracia, pero no me dice nada. Porque entiende que si a mí me apetece, pues que tengo todo el derecho del mundo, faltaría más, vamos, hasta ahí podíamos llegar. ¡Buf! Por fin en casita. Ya empieza a llover otra vez. Voy a recoger la ropa, que seguro que ya está seca. Anda mira la vecinita, qué sexy se ha puesto. Bueno, sexy por decir algo, porque parece un putón verbenero. Va tan apretada que se va a asfixiar. Con lo modosita que parece cuando coincido con ella en el ascensor. Está claro que esta noche va a por todas, vamos. Si ha puesto velitas y todo. Y desde aquí no lo distingo bien, pero me juego lo que quieras a que se ha pintado los labios con un carmín rojo pasión. Y ahora se echa unas gotitas de perfume en el escote, es de libro, vaya. Seguro que

huele que marea. Qué fuerte, yo no me lo pierdo. El maromo tiene que estar al caer. Ya verás cuando se lo cuente a Toni, se va a mear de la risa. Uy, que va hacia la puerta, alguien debe haber llamado. Seguro que es él, qué morbo, a ver qué pinta tiene, ya vienen, venga, deja que te vea la cara, no seas tímido, acércate un poquito más hacia la luz, fíjate, trae champán y flores, aquí van a saltar chispas, vamos, un poquito más, vamos…¿Toni?¡Toni!


Pรก gin a

27

S pe s

Un ica


Pá gin a

28

E

l ambiente está cargado de extrañas emociones que nadie quiere compartir. El Steinway en el salón, Eloísa concentrada en partituras que irán surgiendo de sus manos sin motivo aparente. Legaré menos embobado de lo que querría, y Enrique esperando una pausa para salir corriendo y dar un respiro a sus deudas de jugador: esas ruletas que últimamente le excitan mucho más porque giran alrededor de las curvas de Lisa Kreutzer, su hermosa Muñeca, la actriz-testigo de la boda de Eloísa y Marcial. Ebe interpreta una pieza de Brahms: ensueño romántico montado a media luz por su marido para reducir la exposición de sus manos. Toca el piano con la certeza de que empieza una nueva vida, que nadie más llamará a su puerta para volver a un quirófano, ignorante de que el especialista toca el timbre sin que nadie lo escuche mientras la música invade la casa y la calle en un impetuoso recital que parece no acabar nunca, pasando de un género a otro completamente distinto, y de pronto un breve popurrí de tangos y cuplés tan agobiante que el abogado aprovecha para escapar de puntillas y correr a los brazos de su morena de ojos grandes, bella durmiente a la que ya le mandó un mensaje: ―Nada de baño de espuma, mejor desnuda bajo las sábanas‖. Y hacia ella marcha Enrique Lamartín Luna. Se aferra al volante preocupado por Marcial, pero sobre todo preocupado por sí mismo. Estuvo durante horas aguantando la proyección de la película sin atreverse a poner límites. Cuan-

S pe s

do escapó de la sesión de piano lo hizo como si se fugara de un psiquiátrico, con la precisa sensación de que todo lo que allí sucediera le podría destrozar la vida. Pero al mismo tiempo necesitaba confiar en un buen plan para sacar provecho de lo que quedara de la fortuna del médico, ahora alguien irreconocible, fumador y bebedor con tics de todo tipo: mueve los dedos como si hiciera cálculos, parpadea deprisa, mueve los labios sin emitir sonido, guiña los ojos... Imposible imaginarlo como jefe de cirugía.

E

nrique está a solo media hora del hotel donde le espera Muñeca. Le asalta una taquicardia que le obliga a parar en el arcén, tomar un botellín de agua e imaginarse que la acaricia sobre las sábanas de seda, y sin embargo tiene miedo. La taquicardia se hace más intensa, todavía escucha el histérico sonido del piano que pasa de un ritmo a otro con violentas transiciones. Recibe una avalancha de imágenes de quirófano con la reconstrucción de cada tramo, sangre, despojos, pechos abiertos, piernas descoyuntadas que se rearman como en un puzzle terrorífico, y él allí, con cara de pavo, entre documentos que se juegan la riqueza y la miseria en las decisiones de un loco por una mujer que a él siempre le pareció sospechosa. De la que siempre se mantuvo a distancia. Con un temor inexplicable. Nunca la besó ni le tendió la mano. Y se dice que mejor que se concentre en Lisa si quiere cambiar de registro mental, que empiece a saborear las braguitas que arrancará con sus dientes. Arranca el coche de nuevo, pasa de los 120, y se deja envolver por imágenes espléndidas

Un ica

para una noche perfecta. Se aferra a la suerte acariciando la pequeña bola azul de mármol de carrara que lleva en el bolsillo desde que se la regaló Lisa la semana pasada: ―No será inmediata la suerte, pero vendrá en cascada‖, y después abrió muy lentamente su camisola sin sostén, obsequiándole con su envolvente aroma, el sabor de su piel, rubios los vellos suaves, acaramelado el ombligo, ensoñado el pubis como si nadie nunca lo hubiera probado. Tiene que volver a detener el coche. Una erección intensa y una imagen nueva: tras la encendida pasión de la muchacha, se asoma la ansiada buena suerte por todo su cuerpo, como si ella estuviera tatuada de números y mesas de juego. Se sofoca. Es una sensación brutal. Echa la cabeza hacia atrás, cierra los ojos, envuelve su sexo en un pañuelo de tela y giran varias ruletas por encima de la chica, en su interior, entre sus gemidos; el placer y la suerte nunca estuvieron juntos de semejante manera, huele su pañuelo y no le extasía el olor de su semen aún caliente sino el aroma fascinante de su Muñeca, y la suavidad de un escote seductor que flota sin rostro en el espacio.

E

n Casa Legaré Ebe detiene el frenético concierto. Marcial aplaude sin entusiasmo, pendiente de que aún no haya venido el genio de las manos de oro; no ve la hora de meterle cloroformo por un tubo y llevársela de allí para corregir la decadencia de esos dedos largos que antes le enamoraban y ahora le repugnan. Maximilia-


Pá gin a

29

S pe s

También pasaré por el hospital, parece que lo he descuidado. Volveré más tarde, comeré algo por ahí, no te preocupes por nada. — Aquí estaré esperándote. Pero Ebe calla lo que le ha sugerido su propio concierto. Se retira al dormitorio. Piensa en la mañana siguiente y en sus ágiles dedos sobre otra clase de música: los delicados cerrojos de las cajas fuertes de su marido, un hombre que la hace temblar en cuanto se acerca, como si llevara encima el olor de los quirófanos y las sesiones de rehabilitación. no Pérez-Moriega le aseguró que hace maravillas, que es capaz de lograr unas prótesis con movilidad francamente únicas, mejores que las extremidades verdaderas. Marcial espera al sabio con ilusión, no puede mirar las manos de Ebe, y desde hoy tampoco soporta su cara. Le molesta su presencia. En realidad prefiere seguir viendo la película de su transformación. A ella le molesta la cantidad de cigarrillos que fuma, toda la casa con olor a tabaco cuando hasta el día anterior estaba prohibidísimo. Un ambiente cada vez más incómodo. Como si nunca se hubieran atraído. Hay una mesa con un servicio exquisito de bebidas y lunch, pero ninguno de los dos hace caso. Ella le asegura que se siente muy fatigada. Él se ilusiona con perderla de vista. — Muchas gracias por todo. Es un piano magnífico. — Me alegro que te guste. Mañana me iré temprano con Enrique a resolver un papeleo.

A

la mañana siguiente Legaré llama por teléfono al cirujano. — Pero, bueno, ¿qué me dices?, ¿cómo que estuviste en casa tocando el timbre mientras escuchabas un piano a todo dar? ¿Cómo es posible que no te hayamos oído…? Le cita para el día siguiente, hoy toca firmar con el notario todos los poderes para que Enrique saque partido a sus propiedades. Eloísa no sabe nada de esto ni le importa porque ha pasado la noche despierta preparando una y otra vez la adecuada maleta para viajar no sabe dónde, pero lejos. Lo más lejos posible. En cuanto su marido sale de casa revuelve el despacho, excitadísima ante el primer día sola, la casa vacía, sin personal médico ni asistenta. Deja de nevar y sale el sol, tararea como una niña a punto de su primer

Un ica

viaje; su voz es deliciosa cuando interpreta boleros lo mismo que cuando se sumerge en arias de óperas. Está muy excitada intentando averiguar quién fue, le horroriza la posibilidad de que Marcial regrese y la sorprenda, así que sigue abriendo cajones con imperdibles y horquillas, necesita las claves de las dos cajas fuertes que conoce, la del cuarto de baño y la del despacho. Mientras tanto, Legaré firma todo lo que Enrique pone sobre la mesa, luego intenta negociar con el hospital, donde reaccionan muy mal, creen que necesita tratamiento psiquiátrico, que no es posible que haya abandonado sus consultas y obligaciones docentes. Eloísa desmonta los cajones, encuentra una clave, luego otra. Abre una caja fuerte. Legaré se siente abrumado, ya está resuelto su despido y no lo soporta, gesticula y grita; están a punto de reírsele en la cara: — Son ustedes imbéciles al despedirme, aún soy una celebridad, veréis cómo me acosarán a ofertas, pero aunque os arrepintáis no volveré, jamás, por mucho que me supliquéis no os haré ni caso. loísa encuentra mucho dinero y documentos con sus fotos mucho más joven; documentos que dejan constancia de otros nombres, lugares de nacimiento, edad, cuatro pasaportes de diferentes países. Legaré no tolera el tono en que le hablan ni el despido, se irrita como nadie lo vio nunca, pone contra la pared al jefe de Recursos Humanos empujando la mesa que se interpone entre ellos, arroja al suelo todo lo que encuentra, rompe en mil pedazos el cheque que le dio como finiquito, y cuando llegan los de seguridad está a punto de matarle golpeándole la cabeza en

E


Pá gin a

30

el suelo. Eloísa coge casi todos los billetes, se arrepiente, deja algunos: ―Seguro que tiene más recursos por ahí, pero no sé, déjale algo más‖, y luego se vuelve a la otra caja donde hay una agenda y más dinero; improvisa otra maleta, pide un taxi, se remira en los espejos, se ve espléndida, pinta de fucsia sus labios carnosos, se deja acariciar por sus bellos ojos verdes, coquetea con su imagen. Llora y ríe. Sube al taxi. — A Barajas, por favor. Salidas internacionales.

E

nrique está especialmente nervioso. No pudo jugar como deseaba y el placer que le provocó Muñeca fue algo que jamás había vivido. De entrada no le recibió desnuda bajo las sábanas como le había pedido. Le estaba esperando cubierta por completo con el albornoz, muy pálida, y no más verle le habló con una voz extraña. — Tienes que cuidarte de Legaré y su madre muerta. — Pero, bueno, qué me dices… — Hoy la ha invocado, ¿sabes por qué? — No sé, fue una cosa breve, de paso, lo que dijo no tenía importancia… — Dijo que tendría que serenarla con rituales. — Sí, algo así, ese hombre está loco, pero, bueno, ¿cómo sabes todo eso? — Y además hoy no vas a jugar. Jugarás pasado mañana, cuando convenga. Y no preguntes nada. Quedan días muy difíciles por delante. Ven, acuéstate, que te haré dormir. Se tumbó vestido, ella pasó sus manos por sus muslos y su sexo, de inmediato los dos cayeron rendidos: su hombre y su pene, pareja de gladiadores convertidos en muertos pasaje-

S pe s

ros. Luego le desnudó, le arropó como a un niño, y salió del hotel sumergiéndose en una noche oscura, emocionada por volver a las tinieblas.

Continuará

Un ica


Pá gin a

31

S pe s

Un ica

Canelita o el paso de azúcar amarga ENTREGA QUINCE: Las cartas sobre la mesa

L

os ojos del chico de los botines negros son también negros. Tienen una profundidad como de pozo, de forma que te quedas mirando para encontrar el agua y te entra el vértigo al peligro de caerte y nunca más salir. El pelo que le sombrea los ojos tiene un negro más azul, como de lomo de caballo jerezano, brillante y suave, aunque indomable. Debe tener algún secreto modo de peinarse para que la electricidad estática no lo extienda como un sombrajo de paja, porque al moverse caminando vuelve siempre a su sitio y en la misma forma. Es otra de las razones por las que Canelita piensa que el chico de los botines negros es un ser mágico, que en cualquier momento puede desaparecer. Dicen que las mujeres en lo primero que se fijan cuando conocen a un hombre es en la boca. A veces los estudios parecen ejercicios absurdos, de gente que de estudiar se aburre tanto, que empieza a desvariar. ¿A quién puede importarle que la mujer se fije pri-

mero en la boca o en la barbilla, al conocer a un hombre? No hay problema, el que inventa la tontería le busca luego utilidad. Seguramente a la hora de hacer un spot publicitario será de vital importancia poner el producto a vender cerquita de la boca del hombre, para que los ojos del público objetivo femenino sean lo primero en lo que se fijen. Canelita tumbada en la cama, después de una tarde extraña y maravillosa en compañía del chico de los botines negros, pensaba y se devanaba la memoria y seguía sin ser capaz de recordar cómo tenía la boca el chico de los botines, los ojos y el pelo negro. Los acontecimientos se vinieron sucediendo aquella mañana con una sincronía pasmosa. Después de la visita de los guardias civiles para llevar la noticia de la muerte de Romero, María Antonia colocó un cartel de cerrado por defunción en la venta y mandó a todos a casa por dos días. Daniela le pidió a Canelita que hiciera el favor de llevarla a casa en su motocicleta, ya que no volvían a pasar autobuses por la venta hasta las tres de la tarde, por el horario festivo. Estaba esperando a su compañera frente a la puerta trasera de la venta, cuando aparecieron los primeros clientes de la maña-

na que, como en un pésame de pueblo, llegaban hasta el cartel, bajaban la cabeza y se volvían. Absorta contemplaba el reguero cabizbajo de hombretones que se paraban a unos metros de la venta, a comentar y elucubrar razones y consecuencias del cierre. Daniela tardaba en recoger lo que quiera que fuera que estaba recogiendo y el sol de agosto amenazaba con llenarle su blanca cara de pecas. Canelita dudaba entre hacer sonar el timbre de su motocicleta y marcharse. De buenas a primeras se le había instalado una prisa absurda por marcharse, cuando lo cierto es que no tenía otra cosa que hacer en todo el día. - Me he enterado en el pueblo- oyó a sus espaldas. El chico de los botines negros la miraba con tristeza. - Era un buen hombre – dijo escueta-. La jefa nos ha dado dos días libres. - Dicen que eran prácticamente familia. - Sí. Prácticamente. - No sé si está bien por tu parte que salgamos hoy a dar una vuelta por la feria. Si dices que no, lo comprenderé –la miraba con sus ojos negros expectantes-.


Pá gin a

32

- No hay problema. Nos veremos ésta tarde como quedamos. Estaré en la plaza sobre las siete. Daniela se acercaba con una sonrisa pícara y el rímel totalmente recompuesto tras el llanto. La mirada de Canelita le frenó en seco la sonrisa y se limitó a dar los buenos días, mientras se montaba en la parte trasera de la motocicleta. Durante todo el trayecto intentó por todos los medios conocidos que su compañera le dijera si se vería o no con el chico de los botines negros, pero la pastelera se limitó a sugerirle que cerrara la boca para no tragarse ningún mosquito en el camino. Dejó a Daniela en una parte del pueblo que apenas conocía, unas casas adosadas de protección oficial que no tenía muy buena fama entre los habitantes. Se decía que el trapicheo de droga y los mangantes habían tomado aquella urbanización como zona de acción y territorio privado. Sin embargo la chica no dio muestras de avergonzarse o darse prisa porque Canelita se marchara, incluso la invitó a entrar a tomar un café, que ella rechazó amablemente. La vio adentrarse en el pequeño porche lleno de plantas y decir adiós a la manera de los conejitos de los dibujos animados. En la casa de al lado una chica en pijama le entregaba alguna cosa desco-

S pe s

nocida a dos muchachos y se escondía el dinero en la pechera. Arrancó y

dio media vuelta. Mientras menos tiempo permaneciera por allí, mejor. No quería ver, no quería saber. Su vida era ya lo suficientemente complicada como para añadirle otras materias. Además tenía prisa. Quería aprovechar la mañana para limpiar la casa y arreglarse para su cita. Sentía un nerviosismo propio de las horas previas al examen de conducir. Aparcó de cualquier forma la moto en el jardincillo de la casa y subió de dos en dos las escaleras. Su padre estaba aún dormido, al parecer, porque no escuchó la radio al abrir la puerta. Su madre estaba siendo atendida por la enfermera, porque la oía hablarle y pedirle que se volviera hacia un lado. Las ventanas estaban cerradas y todo a os-

Un ica

curas. Canelita empezó por abrirlas para que toda la casa se ventilara y apiló sobre la mesa los diferentes productos que pensaba utilizar. En dos o tres horas tendría todo listo y bajaría por el almuerzo para sus padres al bar. En teoría debía traerlo su hermana, pero no quería avisarla de que estaba en casa. No tenía tiempo para explicaciones. La enfermera la asaltó cuando terminaba de limpiar la cocina. Feliz de tener a alguien con quien hablar de temas que no fueran dolencias y quejas, se pasó casi media hora parloteando, en un monólogo cansino, sobre el tiempo, la programación de festejos del ayuntamiento, los vecinos de su bloque y las pruebas que su hermana tenía que hacerse en la mañana. Esto último fue lo único que levantó el interés de Canelita. No sabía que Sara tuviera que ir al médico. La sorprendió el abismo que se había abierto entre ella, pero asintió como si tuviera pleno conocimiento de todo lo que ocurría bajo su techo. A la una y media de la tarde dio por concluida la limpieza y bajó por la escalera interior a la cafetería. Había sido una buena idea separar las dos entradas en su tiempo. Aún recordaba cuando debían entrar por el obrador hasta la casa, sin po-


Pá gin a

33

derse librar de los saludos y preguntas de todos los clientes. La privacidad era un concepto desconocido en aquel pueblo. Le pareció raro aquel silencio. No esperaba encontrarse la cafetería llena, siendo las fiestas del pueblo. Todo el mundo andaría ocupado en preparativos o disfrutando de un vino en el recinto, con los amigos. Pero siempre había una clientela de costumbres que querría comenzar la fiesta donde siempre o que quedaría en el local para ir juntos. Las persianas estaban a medio subir y no había nadie en la barra. Canelita se dirigió hasta la cocina esperando encontrar allí a su hermana y a su futuro cuñado preparando algunas tapas para el medio día, pero lo que vio distaba mucho de ser una actividad propia del gremio, por mucho que tuviera la sincronía de un buen trabajo en equipo. Sobre la mesa del antiguo obrador, en el extremo opuesto al bodegón compuesto por una botella de whisky y dos rayas de cocaína, el futuro marido de su hermana y padre de su sobrino, montaba en plena carrera a la que Canelita reconoció sorprendida como la chica del pijama vecina de Daniela. Paralizada por el espectáculo, se llevó las manos a los bolsillos en

S pe s

un acto reflejo, como cuando quería desaparecer, y los notó ocupados. El manojo de llaves y el teléfono móvil le impidieron la entrada. Sin pensarlo sacó el segundo y activó la cámara fotográfica. Disparó varias fotos silenciosas, a la pareja, a la mesa, a la droga, a sus caras, a sus cuerpos, no podía dejar de pulsar el botón, no podía explicarse cómo no se daban cuenta. Reaccionó y se dio la vuelta. Regresó sobre sus pasos a la escalera y subió a su casa. La enfermera la esperaba en la cocina, con los platos preparados en dos bandejas. - ¿No está aún la comida? –preguntó extrañada. - Aún no. Voy a prepararles yo algo –le contestó en un susurro-. Con esto de las fiestas, todo está un poco descontrolado. Una hora después se subía al autobús de línea camino a la ciudad. Las horas del medio día eran las más idóneas para acceder al centro comercial sin ser vista. Con un sobre en la mano regresó a su casa, subió hasta su dormitorio y redactó en su ordenador una escueta carta con enormes letras tipo arial. - TIENES DOS OPCIONES: TE VAS DEL PUEBLO SIN DECIR NI ADIOS, O LO VES EMPAPELADO MAÑANA MISMO CON ESTAS FOTOGRAFÍAS. Cabía la posibilidad de que supiera que había sido ella, aunque también cabía la posibilidad de que no lo

Un ica

supiera. En última instancia ya estaba hecho: Había dejado el sobre dentro de su camioneta de reparto, aprovechando que el cristal del conductor no subía. Tendría alguna noticia al volver de su cita. Ahora lo más urgente era darse un baño relajante y prepararse para el esperado primer encuentro con el chico de los botines negros. Todo lo demás tendría que ocurrir sin su supervisión. No es que le gustara dejar las cosas al azar, pero estaba convencida de que, alguna vez, las estrellas se alinearían para que algo bueno acabara de ocurrirle a esa familia.

También pueden leer esta historia en el blog de la autora.


Pá gin a

34

S pe s

Un ica

Se me cayeron las alas (parte 27) A la memoria de Eduardo Daniel Melgar

#492 05-dic-2010 15:09 Alma Delia Chávez Rojas ¡Maldita dislexia! Nuevamente pido disculpas públicas al gran maese señor de humberland- Melgar por hacerle dicho, infinitas veces, "sureño" en vez de "sueñero" pero sufro de garrafal dislexia ocasional que me impide en ocasiones ver la realidad. Espero no haber desatado su ira infernal y me persiga con pesadillas de que glee y smallville terminaron sus temporadas, porque eso si me ocasionaría histeria, ya que ahora si ¿quien me visitaría? En fin, maese -y fíjese que siempre le antepongo su maese- espero que me vuelva acoger en las filas de la humbertología. Un saludo, yo. Pdta.: ahora sí que no voy a comer, es muy temprano. #493 05-dic-2010 15:13 Alma Delia Chávez Rojas Cap. Beto, Empezaba mi día, como siempre haciendo mejoritas a mis artis, cuando leo su post acerca de la intervención de la cofradía en smallville y no pude menos que doblarme de risa, es más sigo riéndome. quiero preguntarle ¿¿¿de dónde saca tanta ocurrencia??? ¿¿¿en la vida real es igual??? Porque si es así ha de tener

doblada de risa a su mujercita querida. Y lo del decálogo... propongo que los integrantes de la humbertología empiecen a trabajar para presentar al mundo antes de que se termine el mes- las reglas y principio sobre la cual se basa esta nueva corriente ideológica. #494 05-dic-2010 15:25 Eduardo Daniel Melgar No necesita disculparse, soy sureño igualmente. Lo demás son apodos simplemente, debidos a la febril imaginación del capitán Beto, amigo, y por mis ocupaciones de la noche. Esmolviye la he conocido un poco, de gli ni noticias y no sé si se da en Argentina. Me quedé en la dimensión desconocida y la patrulla de caminos 20-50 llamando a jefatura. ¿Ya han inventado la tevé color? Nada de iras y menos infernales. Usté tome asiento donde quiera, siempre es bienvenida. Fíjese que ha vuelto Piñón Fijo a la tevé y las novelas mejicanas, de las cuales debería ocuparse porque no las entiendo, sobre todo por qué los tipos ricos tienen tantos problemas con las mujeres. Pobres. Yo sí que me voy a almorzar, ya es horita de tomar la sopa.

#495 05-dic-2010 15:34 Eduardo Daniel Melgar Un aporte al decálogo: Si la banana viene vestida, un forista humber debe mirar para el lado de los carozos. Si alguien te critica un escrito fundamental, uno debe negar con la cabeza y afirmar con el ombligo. No cambiar nada de lo hecho, aunque aparezca en tu puerta el mismo Manuel disfrazado de seo. #496 05-dic-2010 17:14 Roberto Langella En la vida real soy francamente insoportable, misia Alma. Y mi mujer es peor que yo, por lo que pronto saldremos de gira por los pueblos, como dúo cómico. Está muy ocupada y por eso no participa mucho, pero quizás pronto empiece a ser sus apariciones. Ah, mi amigo Sueñero, no sé si es imaginación, pero que es febril, es febril. A mí me encanta su prudencia infinita para retrotraernos al camino de la verdá y llamarnos a escribir inglé esotérico con propiedá. Esmolviye, qué serie. No se deshaga de su TV, que en invierno además lo mantiene calentito mientras la ve, hágame caso. Además, la señal es en colores, así que algo de color no me diga que no ve.


Pá gin a

35

#497 05-dic-2010 17:16 Roberto Langella Usté no será agente infiltrado de los japoneses, ¿no?; ¿qué tiene la cultura oriental que la occidental no tenga?, ¿y la de arriba y la de abajo, eh? #498 05-dic-2010 17:28 Simón Domínguez Barahona Nada de mejor ni de peor, toda cultura tiene su nosequéquequéseyo. Solo que últimamente se les ha dado por jugar ese juego japonés en mi grupo de teatro entonces estoy hasta el cuello de ataris y esas vainas; el caso es que eso se parece más a asociación de go que de teatro jaja. Y por lo tanto uno se queda con el pensamiento japonés, por ratitos nomas, y sin darse cuenta uno se ve diciendo takidakimasu antes de comer, agradeciendo con domo arigato y saludando con ¡ohaio! ¡ja!... pero no soy infiltrado japonés, quizás gales o escocés, por las cuestiones del druidismo... Y en ese caso me da la impresión que usté, capi, es un infiltrado comprado por los aztecas y su contacto es su mujer, jeje; y les supervisa Alma. Mmmm... paranoia colectivaaa, wujuuuuuu. #499 05-dic-2010 17:35 Roberto Langella Parece que me descubrió, maese Simón el mago; sí, después del uiquilics creo que quedamos todos infiltrados. Así que estudiante de

S pe s

teatro y hacedor de origamis electrónicos, además de hacerse tiempo para las fiestas quitenses, por lo que leí en otro hilo. Si no es abuso de confianza, ¿qué festejaban? #500 05-dic-2010 17:49 Simón Domínguez Barahona Valga aclarar que yo no las festejaba, solo me veía atrapado por el tráfico que generaban, porque venía de clases de actuación, jeje... Y en teoría es la fundación de Quito; pero cabe recalcar también, que es la fundación española, y por ende (y sin irrespetar a nadie) una matanza de colonización; y aunque suene extraño esa fundación es a manera de la de el adelantado don Rodrigo Díaz de Carreras de los argentinísimos Les Luthiers; porque los españoles fundaron Quito justamente y coincidencialmente en Quito, que ya estaba fundada hace mucho tiempo por los Quitus, aun antes de los Incas. Y bueeeno, por esa matanza colonizadora se hacen comparsas, bailes, uno se encuentra con borrachos y sus subproductos (léase deglutaciones y cochinadas) repartidas en cada acera, y además y por si fuera poco, la espeluznante feria de Jesús del gran poder, de la que conversábamos anteriormente donde unos tipos vestidos de payasos en mallas torturan a un toro bravo antes de matarlo. Y mire pues, hemos llegado a los 500 post y sin darnos cuenta, (debería haber un

Un ica

premio de el que escribe mas post).


Pá gin a

36

S pe s

Un ica

Micromachismos: El poder masculino en la pareja “moderna” (3º parte), por Luis Bonino

E

ste artículo está dedicado especialmente a los varones que están intentando revisar, rebelarse y denunciar los códigos machistas en los que fueron entrenados y que se están esforzando para lograr igualdad con las mujeres. Pretende ser un llamado a seguir profundizando en la reflexión y autocrítica sobre los propios comportamientos, aplaudiendo los propios logros en el camino hacia la igualdad, pero sin olvidar que queda aún mucho por recorrer. Es un aporte realizado desde la convicción que los varones no debemos anclarnos en lo ya conseguido ni sobrevalorarlo, que junto a nuestros deseos de cambio también hay resistencias, que la autocomplacencia es mala consejera, que es necesario ver los nocambios que existen dentro del proceso de cambio. Y que la igualdad real solo es posible si los varones detectamos y desactivamos todos los obstáculos y resistencias—grandes y pequeños, propios y sociales, cotidianos o no—que se oponen a ella. Luis Bonino. Psicoterapeuta y Director del Centro de Estudios de la Condición Masculina, de Madrid. www.luisbonino.com luisbonino@luisbonino.com (Tomado de Voces de Hombres por la Igualdad, compilado por José Ángel Lozoya y José María Bedoya. Editado por Chema Espada).

S

e ejercen intentando mantener y conservar las mayores ventajas, comodidades y derechos que lo social adjudica a los varones, socavando la autonomía personal y la libertad de pensamiento y comportamiento femeninos. Por eso, desde una posición de lucha contra la desigualdad de género, hay que contribuir para que los mM sean erradicados del repertorio de actitudes masculinas. Ponerlos en evidencia, nombrarlos, deslegitimarlos y cuestionar la posición desde arriba que origina su ejercicio, son buenos primeros pasos en este camino. Machismo puro y duro y micromachismos se basan ambos en una creencia masculina procedente del modelo de masculinidad tradicional con el que se socializa a los varones. Esta creencia es la que supone que los varones tienen

mayor valor que las mujeres, dando por sentado que ellas deben estar disponibles y al servicio de los propios deseos, placeres y razones. Y desde esa posición y para asegurarla, es lícito utilizar diversos procedimientos “grandes” o “pequeños” de control, imposición y boicot a la autonomía femenina. El sentirse superior implica sentirse con derecho a hacer la propia voluntad sin rendir cuenta, a tener razón sin demostrarlo, a no ser opacado por una mujer, a ser reconocido en todo lo que hacen, a que lo propio no quede invisibilizado, a ser escuchado y cuidado, a aprovecharse del tiempo de trabajo doméstico femenino y por supuesto a forzar e imponerse para conseguir los propios objetivos. Los avances de las mujeres cuestionan este derecho, y los mM son uno de los modos masculinos más frecuentes de ejercer la defensa de estos privilegios de género, y

de oponerse al cambio de las mujeres que procuran ser tan autónomas como ellos. Al comenzar a reflexionar hace ya doce años sobre los mM, los definía fundamentalmente como maniobras más o menos puntuales en lo cotidiano, enfatizando como básico su carácter de imperceptible, en este caso dado su “pequeñez” -micro-. Sin embargo, en los últimos años he incluido también en esta definición a otros comportamientos que he ido observando y que también son imperceptibles o invisibles micro-, aunque no por ser “pequeños” sino debido fundamentalmente a que se ven como naturales, aun para los mismos varones y por ello se hacen invisibles aunque no sean “pequeños”. Ya no son puntuales y suelen ser la estructura que sostiene las maniobras puntuales. Se trata aquí de maniobras múltiples


Pá gin a

37

simultaneas, estrategias más o menos globales de comportamiento, o permanencia “natural” en situaciones de comodidad que sobrecargan a las mujeres. Muchos de estos comportamientos no suponen intencionalidad, mala voluntad ni planificación deliberada, sino que son hábitos de funcionamiento frente a las mujeres que se realizan de modo automático, sin reflexión alguna. Otros en cambio sí son conscientes, pero en uno u otro caso, los varones son expertos en su ejercicio por efecto de su aprendizaje durante su proceso de “hacerse hombres”. Dada su invisibilidad, los mM se ejercen generalmente con total impunidad, produciendo diversos grados de malestar y daño a las mujeres especialmente sobre su autonomía- que no son evidentes al comienzo de una relación de pareja y que se van haciendo visibles a largo plazo, y favoreciendo el mantenimiento de la posición ventajosa masculina.

P

ara intentar mantener esta posición, los varones se sirven de diferentes modalidades de mM, a las que me he permitido agruparlas provisionalmente en cuatro categorías que pueden ayudar a hacerlos más visibles en su complejidad. Estas categorías, que más o menos están entrelazadas son: Los mM utilitarios, que tratan de forzar la disponibilidad femenina aprovechándose de

S pe s

ciertos aspectos “domésticos y cuidadores” del comportamiento femenino tradicional. Se realizan especialmente en el ámbito de las responsabilidades domésticas. Los mM encubiertos, que intentan ocultar su objetivo de imponer las propias razones, abusando de la confianza y credibilidad femeninas. Los mM de crisis, que intentan forzar la per-

manencia en el statu quo desigualitario cuando éste se desequilibra, ya sea por el aumento del poder personal de la mujer o por la disminución del poder de dominio del varón. Los mM coercitivos, que sirven para retener poder a través de utilizar la fuerza psicológica o moral masculina.

U

na característica común a todos estos mM es que se rigen por la lógica machista del doble rasero: “lo que vale para mí no vale para ti”, situación que muestra

Un ica

claramente quién decide el juego y los privilegios que se adjudica. Lógica por otra parte opuesta a la democracia, donde la consigna “una voz, un voto” refleja la propuesta de un rasero igual para todos, con iguales posibilidades de elegir. Ningún varón ejerce todos estos mM pero casi todos son expertos en el uso de varios de ellos. En las descripciones que haré a continuación mostraré ejemplos muy típicos, y dejaré fuera otros más sutiles que cada día sigo descubriendo, que los varones crean para seguir con sus propósitos. Espero que dichas descripciones contribuyan a que las personas lectoras puedan ir descubriendo su propio catálogo de mM ejercidos (ellos) o sufridos (ellas), ampliar el siempre inacabado descubrimiento de las manipulaciones masculinas y establecer actitudes de resistencia (ellas) o autocríticas (ellos) a estos comportamientos. El objetivo masculino de conservar la posición ventajosa, diferencia claramente a los mM de las manipulaciones “femeninas” que muchas mujeres realizan. Ellas, a diferencia de los varones, muchas veces se comportan de forma manipulativa, pero especialmente para romper una posición de subordinación, o para dentro de ella conseguir más influencia, poder, o ejercer derechos que les son negados o que no creen tener derecho a tener, y no como los varones que, en los mM manipulan para conservar su posición


Pá gin a

38

(como alguien me decía: usan la “mano izquierda” porque no se sienten autorizadas socialmente para usar la derecha).

De los utilitarismos a las manipulaciones encubiertas

L

a primera categoría de mM es la de los utilitarios. Dos elementos los caracterizan, uno, su índole utilitaria y el otro que lo son generalmente por delegación o por apartamiento de los varones de situaciones de responsabilidad compartida. Son estrategias de imposición de sobrecarga por evitación de responsabilidades, y su efectividad está dada no por lo que se hace sino por lo que se deja de hacer y que se delega en la mujer, que así pierde energía vital para sí misma. Son probablemente los mM más naturalizados e invisibilizados por mujeres y varones, y en lo cotidiano una de las fórmulas más eficaces de resistencia masculina al cambio. Se realizan especialmente en el ámbito de las responsabilidades domésticas, provocando eficazmente en las mujeres un forzamiento de disponibilidad. Derivan de la obediencia interesada y sin crítica a uno de los mandatos de la masculinidad tradicional, el que prescribe que e hombre debe ocuparse de lo público (“lo importante”) y no de lo doméstico, tanto si se ocupa de la provisión de dinero y protección, como si no lo hace.

S pe s

Como hábito o como actitudes conscientes, este tipo de mM son probablemente los que más contribuyen a sostener la desigualdad en las parejas de los países desarrollados donde las mujeres han logrado la conquista de amplios espacios de libertad. Pueden consistir tanto en maniobras puntuales o estrategias globales que permiten a los varones naturalizar y aprovechar abusivamente y sin culpa alguna el poder que anteriormente definimos como heteroafirmativo femenino. Las mujeres -sometidas a los roles asignados- también naturalizan ese poder como propio por “naturaleza”, y lo defienden para sí -con toda la sobrecarga que implica-. Es interesante saber que el sociólogo Bourdieu llama “patriarcado suave” o por consenso al sistema que logra dominar al subordinado no ya por la fuerza sino logrando hacerle creer que elige lo que el dominante espera de él. En esta categoría podemos distinguir al menos dos grupos de mM, que corresponden a dos aspectos de lo doméstico. Cada uno incluye comportamientos específicos, algunos de los cuales describiré a continuación:

(continúa en el número que viene).

Un ica


Pá gin a

39

S pe s

Un ica

¿ NI POCO NI DEMASIADO

P

ero todo tiene un límite, señor. Y si el aquelarre es muy grande, cualquier material -sea de agua o de fierro - se calienta tanto que empieza a romper filas. ¿De qué dependerá que algunos materiales lo hagan ya a unos pocos grados Kelvin y otros aguanten hasta los 1000 ó 2000? Y, en principio, dependerá de las uniones que han hecho. Si en un material determinado sus moléculas se quieren mucho, porque son muy afines, va a ser difícil separarlas. Si se quieren poquito, cualquier pachanga se las lleva. Es como en los matrimonios. En los bien constituidos, te unen un montón de

fuerzas: no sólo el amor, sino los hijos, la plata, los amigos, el perro. Y aunque ni te aguantes seguís junto contra viento y marea. En cambio los pibes de hoy tienen un comportamiento mucho más gaseoso, diría. Si en las primeras de cambio el entorno empieza a cimbrar, chau. Cada uno por su lado. Son estilos, decía un vecino. Y él no la dejaba salir a la mujer ni a comprar el pan. Bueno, ¿dónde colocaríamos al agua en esa lista de matrimonios estables o alocados? Fijate: funde, se derrite, a 0 ºC (ó 273 ºK). Seguramente será mucho más parco y ceremonioso que el aire, que a unos pocos grados Kelvin ya se manda de joda. Pero, a la vez, será mucho más divertido que una tosca. Que aunque la calientes con un cuartetazo de la Mona Jiménez sigue ahí clavada con su cara de orto. Perdón, de piedra. (Orto, en química, es otra cosa). El agua, como buen argentino típico, no es ni muy muy, ni tan tan. Muy modosito los primeros 273 grados, todo buena letra, pero, si pinta, se va de joda como cualquiera. Cuando llega a 273 grados Kelvin (0 ºC), el bailongo solitario, que hacía cada partícula en su lugar, a lo Capusoto, se va animando. Cada molécula de agua va pasando, no a gas

-que sería el divorcio completosino a líquido, que es un estado intermedio que muchos casados entenderán. (Aunque nunca los he visto, me contaron). Se llama el voy-vengo, vengovoy. Ni te quiero demasiado, ni tan poquito. Desde afuera le siguen agregando calor a la fiesta, pero la temperatura del agua no sube. Ya ves que calor y temperatura no son lo mismo. Como dicen los que saben. ¿En qué se gasta la energía calórica que viene de afuera?: en ir rompiendo todas las uniones que forman entre sí las moléculas en el hielo. O sea, en liberar su movimiento de traslación por toda la pista de baile. Y como dijimos que todo movimiento es energía, la van consumiendo de afuera. Del mechero que está calentando el agua. O del aire caliente que la golpea. O directamente de las ondas luminosas del sol. Cuando se termina de derretir el último cubito, recién ahí vuelve a aumentar la temperatura si seguimos calentando la pava. Como conjeturó Celsius cuando eligió como punto fijo el Punto de fusión del agua, ¿cierto? CURIOSIDADES DEL AGUA

T

e aclaro que el agua no es voluble. Sólo sale a divertirse a 0 grado Celsius (o Centígrados, que es lo mismo) cuando la presión exterior es NORMAL (es decir: 1 atmósfera, o 760 mm). Si hay alta presión se queda en el molde un poco más. Y es lógico.


Pá gin a

40

Qué van a andar saliendo, con el tiempo que hace. Si desde afuera las bombardean las moléculas de aire tan comprimido que parece un rifle Mahely. No sé si quedará alguno, los usábamos para tirarles a las palomas y los gatos. Animalitos de Dios. Las moléculas de aire comprimido por la alta presión son como perros, vea. Que mantienen ahí a raya a las ovejas de sólido desacatadas para que no se manden de joda antes de tiempo. Y cuanto más presión, más perros. Y las moleculitas de agua, juntitas como ovejas, las muy cobardes. Así, puedo tener agua sólida, hielo, a 6-7-8 grados centígrados, si la presión exterior es lo suficientemente alta. Si en cambio la presión es de menos de 760 mm, el hielo se fundirá a temperaturas menores a los cero grados centígrados. Ya ves que todo tiene que ver con todo, como dicen los psicólogos. Y los García Belsunce. Bueno, ¿te lo creíste? Pues NO. El agua es una excepción respecto de los demás líquidos, porque se ACHICA al pasar al estado líquido. (¿Te acordás que dijimos que todos los cuerpos se AGRANDABAN con el calor?) Y, como consecuencia de esa rarísima anomalía, que ocurre entre los 0ºC y los 4 ºC, el aumento de presión la licua más fácil, no más difícil. Por eso los patinadores sobre hielo se desplazan casi sin fricción sobre una capita de agua… líquida. O por eso se te pegotean los cubitos en el re-hielo. Pero para los demás líquidos es cierto. Ya ves lo que es la Química: a cada paso que das tienes que ponerte a pensar para no decir una mentira. Y no la saco porque lo de 6-7-8 grados centígrados no sabría dónde ponerlo… En el líquido las moléculas entran a viajar por su cuenta. Como los hijos que se te hacen mochileros. Y no te dan más

S pe s

bola. O es como en esos bailongos donde los dueños, inescrupulosos, vendieron más entradas que el lugar que hay. Y se empiezan a formar mareas humanas. Una que va para el guarda ropas, otra para el baño. Y terminás yendo para cualquier lado, según la presión del lugar en donde estás parado. Si le metés un dedo al agua líquida se corre toda, como cuando se arma una pelea en el boliche. Y como no tienen adonde ir, se van subiendo unas arriba de las demás. Hay que entender que la movilidad de las moléculas de agua líquida es un poco engañosa. Porque, si bien están sueltas y liberadas, no tienen a dónde ir. Como le pasaba -pobre- a la Shakira. Sólo hay algunos huequitos momentáneos, que en seguida cualquiera los quiere ocupar, a lo Piqué. Los que están arriba, para bajarse, y así obedecer a la Ley de la Gravedad. Gravísima Ley que tenemos que obedecer TODOS. Seas Cana, Juez o simple molécula. Los que están abajo se quieren quedar abajo, siguiendo a esa mismísima ley. Pero, como no hay lugar, a veces te hacen saltar para arriba. Como en los Ministerios.

PARA COMUNICARSE CON EL AUTOR ESCRIBIR A mariano-

liebanabiog@hotmail.com.

Un ica


Pá gin a

41

S pe s

Un ica

ñ ú ( T o m a d o d e “ A s t r o l o g í a y C i e n c i a s A d i v i n a t o r i a s ” . B i b l i o t e c a B á s i c a M u l t i m e d i a . F . G . E d i t o r e s . M a d r i d , 1 9 9 8 ) .

LÍNEAS DE LA MANO

L

a palma de la mano aparece surcada por diversas líneas, unas están más marcadas que otras y, por lo mismo, su significación varía sensiblemente en relación a las demás. De manera especial, en toda mano se distinguen tres líneas, las cuales son conocidas por los siguientes nombres: "Línea de la Vida", "Línea de la Cabeza" y "Línea del Corazón". 1- La Línea de la Vida aparece rodeando al Monte de Venus y al Monte Inferior de Marte, y delimita la base natural del dedo pulgar. Las principales características que se le atribuyen son: Cuando esta línea comienza en el Monte de Júpiter es señal de ambición y revela ansias de poder y la casi seguridad de conseguir los objetivos propuestos. Si la nace unida a la Línea de la Cabeza, entonces indica la existencia de un carácter calculador e interesado. En cambio, si está por debajo de ella y no la llega a rozar, será signo de un carácter atrevido y desinhibido. Cuando aparece con ramificaciones tangenciales, dirigidas hacia el Monte de Apolo, es señal de que existen posibilidades de que le sean reconocidas al sujeto sus cualidades. Si, en cambio, las ramificaciones tangenciales aparecen dirigidas hacia el Monte de Saturno, avisa sobre el talante celoso y acaparador del individuo.

Cuando la Línea de la Vida es alargada y perfectamente curvada, indica vitalidad y salud. En cambio, si aparece interrumpida en su camino, o ligeramente ovalada está avisando de una enfermedad o de alguna desgracia relacionada con la salud. Si el extremo superior de esta línea aparece ahorquillado, entonces es señal de que se avecina algún acontecimiento positivo: por ejemplo la percepción de una herencia. Si las ramificaciones aparecen en el extremo inferior se está advirtiendo que la vejez no se presentará tan apacible como se esperaba. Por su parte, una línea corta que aparece formando un surco discontinuo, es señal de la carencia de energía del sujeto, de su apocamiento y falta de espíritu. Puede ocurrir, también, que aparezca surcada por numerosas ramificaciones que se dirigen hacia la parte inferior, hasta adentrarse en la zona delimitada por la muñeca, lo cual es un indicio de que al sujeto le acompañarán, a lo largo de su vida, la desgracia y las dificultades económicas. 2- La Línea de la Cabeza es la que atraviesa oblicuamente la palma de la mano y divide a ésta en dos sectores o mitades de casi similar proporción. Arranca del borde del Monte de Júpiter y llega hasta los aledaños del Monte de la Luna, en el extremo opuesto de la palma; por lo general, tiene un trazo muy marcado que la hace visible con facilidad.

La longitud de la Línea de la Cabeza muestra la importancia del conocimiento y la intuición; y cuanto más larga sea, mayor protagonismo cobrarán la inteligencia y el saber, y más importancia se conceder a los temas intelectuales En consecuencia, también la longitud incide sobre el talante negociador y sobre la mayor comprensión de las personas, especialmente cuando se trata de dilucidar un asunto delicado y complejo. Si es larga, pero tiene ondulaciones o sinuosidades, entonces es señal de que el individuo se preocupa por la opinión de los demás y ésta puede llegar a condicionarle e influirle de tal modo que, en ocasiones, hará lo que quieran sus colaboradores y no lo que le dicte su propia voluntad. Cuando la Línea de la Cabeza es larga y recta será señal de buena memoria; también revela la existencia de una personalidad desconfiada, tras la que se esconde un talante calculador y pleno de astucia. Una Línea de la Cabeza larga, pero que termina en una especie de horquilla - lo que se denomina por los quirománticos "terminación bífida" pues está formada por dos hendiduras -, es señal de las buenas capacidades del sujeto, especialmente mostradas en su trato exquisito y en su diplomacia y buenos modos. Si la terminación en horquilla está formada por tres estrías, entonces es señal de imaginación e iniciativa, sobre


Pá gin a

42

todo en campo empresarial o comercial. Cuando la marca de la Línea de la Cabeza aparece nítida y clara, con su relieve limpiamente grabado, entonces es señal de una perfecta sincronización, y de una total concentración, a la hora de abordar determinado asuntos relacionados, por lo general, con el saber o la cultura. Si está arqueada hacia arriba, cóncava en relación con la Línea del Corazón y la base de los dedos, es señal de una mente práctica y llena de proyectos, aunque excesivamente materialista y apegada al dinero. Por su parte, cuando está arqueada hacia abajo, revela una personalidad que se rige más por el sentimiento que por la razón. Si la Línea de la Cabeza arranca junto a la de la Vida hasta confundirse, entonces es señal de una sensibilidad poco común y de una gran susceptibilidad. Si se presenta con forma discontinua, indica reformas o cambios, ya sea en el campo familiar, profesional o empresarial. Si aparece con ramificaciones en sus extremos, entonces indica ambición y deseos de lograr éxito social. Por último, una línea en forma de cadeneta indica falta de tacto y personalidad desorientada.

O

tra de las grandes líneas es la conocida como Línea del Corazón. Ésta, sale como un surco entre el Monte de Júpiter y el Monte de Saturno y avanza por los aledaños de la base de los dedos anular y meñique, hasta sobrepasar el Monte de Mercurio. Dentro de las tres líneas principales de la mano, es una de las más marcadas y de las de mayor

S pe s

riqueza precognitiva; no es necesario esfuerzo alguno para conocer esta línea, puesto que su profunda marca la hace visible a cualquier observador. Según los quirománticos más prestigiosos, la Línea del Corazón goza de una gran significación predictiva. No existe punto de contacto alguno entre la Línea del Corazón y las restantes líneas principales de la mano; de aquí la importancia decisiva de sus peculiaridades y el valor de sus

Un ica

augurios. Una línea larga y recta, más marcada que la de la Cabeza, denota temperamento calculador, frialdad de carácter y personalidad interesada. Por lo general, revela la preponderancia de lo pasional sobre lo racional. Cuando la aparece curvada en exceso, con el hueco de su concavidad del lado en el que se encuentra la Línea de la Cabeza, entonces es señal de altruismo, tolerancia y consideración


Pá gin a

43

hacia los demás. Pero, si su concavidad está orientada hacia la base del nacimiento de los dedos, entonces revela una gran capacidad afectiva y acusada sensualidad. Una Línea del Corazón poco marcada o borrosa, indica dificultades o problemas amorosos. Relaciones afectivas complicadas. Y si se encuentra demasiado cercana a la base del nacimiento de los dedos, entonces revela la existencia de un carácter celoso, acaparador y posesivo. Si su trazo es discontinuo es señal de infidelidad y de engaño. También indica inconstancia y apatía, especialmente en el campo afectivo y profesional. Por su parte, cuando aparece por una línea de cadeneta, entonces revela una personalidad abierta y plena de romanticismo. Una Línea del Corazón que coincide en su origen con la Línea de la Cabeza (fenómeno que los quirománticos denominan "línea simiesca"), es señal de intensos temores anímicos, de lucha interior y de tortura psicológica, todo lo cual puede hacer peligrar el equilibrio mental de una persona. Cuando esta tercera línea tiene su origen en el Monte de Júpiter, pero no llega a sobrepasarlo, revela excesiva meticulosidad de acción, especialmente a la hora de elegir la compañía adecuada o de seleccionar las amistades. Por su parte, cuando aparece estriada por varias partes, es señal de que se han recibido muchos desengaños amorosos y demasiados desplantes afectivos. Por último, decir que cuando tiene ramificaciones en sus extremos indica las posibilidades que se presenta tanto de

S pe s

fracasar como de triunfar. Si las ramificaciones están dirigidas hacia la Línea de la Cabeza, entonces es señal de que pronto se alcanzarán resultados favorables, especialmente en el terreno familiar y en el campo profesional. Si las ramificaciones apuntan hacia la Línea del Destino existe la posibilidad de un romance duradero.

A

demás de estas líneas principales, hay otras que ayudan a matizar y ahondar en el carácter de la persona que se somete al arte quiromántico. Estas líneas secundarias se localizan tanto en los dedos como en la palma de la mano; e, incluso, ciertas líneas aparecen grabadas en la zona de la muñeca. Las rayas grabadas en los dedos, así como la correspondencia con su peculiar sentido, son las siguientes: · De separación entre falanges del dedo pulgar: representan la voluntad. · De la base del dedo pulgar: representan la lógica. · De separación entre las falanges del dedo índice: representan las creencias y la ambición. · De la base del dedo índice: representan la sensualidad. · De separación entre las falanges del dedo corazón: representan la moderación y la ejemplaridad. · De la base del dedo corazón: representan la atención. · De separación entre las falanges del dedo anular: representan la estética y la crítica. · De la base del dedo anular: representan el triunfo. · De separación entre las falanges del dedo meñique: representan el estudio y el saber. · De la base del dedo meñique:

Un ica

representan la astucia. · Del "Monte de Júpiter": representan la ambición. . Del "Monte de Saturno": representan la emancipación. · Del "Monte del Sol": representan el gusto artístico. · Del "Monte de Mercurio": representan las transacciones comerciales y las uniones matrimoniales. · En el "Monte Superior de Marte": representan la fuerza y la resistencia físicas. . En el "Monte de Venus": representan el amor y el afecto. · En el "Monte de Luna": representan la imaginación y la fantasía. Se las conoce con el nombre de "líneas de los viajes". LÍNEA DEL DESTINO Y LA INTUICIÓN

D

e entre todas las líneas secundarias, merece especial atención la llamada Línea del Destino. Esta se caracteriza por su variabilidad y sufre cambios y transformaciones a medida que una determinada persona va creciendo y formándose. La Línea del Destino, tal y como indica su nombre, representa el porvenir y el futuro de una persona y, por lo mismo, puede suceder que cuando se es niño o joven, apenas aparezca marcada y, en cambio, cuando se llega a la edad adulta, tenga unos relieves bien definidos y grabados. Se la identifica fácilmente porque atraviesa verticalmente la palma de la mano; dividiéndola en dos hemisferios de parecida superficie. A su paso por la palma de la mano se cruza con dos de las


Pá gin a

44

líneas principales - la Línea de la Cabeza y la del Corazón -, lo cual incrementa aún más su importancia. Si esta línea es larga y recta, se interpreta como una señal cierta del advenimiento de una vida tranquila y monótona, sin grandes cambios. Cuando es larga y arqueada indica la necesidad de apoyarse en los demás y, por lo mismo, el valor que se confiere a la solidaridad y al plano de lo social. Cuando la Línea del Destino coincide en sus inicios con la de la Vida, entonces indica que se valoran en gran medida las relaciones familiares, y que se necesita el apoyo de las personas más queridas y cercanas. Si va más allá de la Línea de la Cabeza, indica falta de juicio, pobreza argumental e inconsistencia de los razonamientos. En cambio, si termina antes y no llega a tocarla, es señal de la realización de sacrificios para satisfacer a las personas queridas. Cuando llega hasta la misma base del Monte de Júpiter, revela un talante ambicioso y arribista; además de una predisposición a la intriga y a la manipulación ideológica. Por último, si se presenta con ramificaciones en dirección al Monte de Mercurio indica que la consecución de determinados proyectos producirá riqueza y bienestar material.

L

a última Línea a analizar es la que corresponde a la Intuición. Esta, parte casi del centro de la palma de la mano y se dirige, oblicuamente, hacia la base del dedo meñique. Una Línea de la Intuición poco marcada advierte sobre la existencia de inconvenien-

S pe s

tes, desengaños y conflictos. Cuando aparece clara y recta es señal de buena suerte y unos modos amables y afectuosos. Si una persona tiene su Línea de la Intuición pegada al Monte de la Luna, gozará de gran consideración por parte de sus semejantes. En cambio, si tiene su origen en el de Venus, revela la existencia de una gran capacidad artística y creativa. Una Línea de la Intuición que termina en forma de ramificaciones es señal, por lo general, de éxito y de logros estables; especialmente en el plano profesional y social.

Un ica


Pรก gin a

45

S pe s

Un ica


Pá gin a

46

S pe s

Un ica

, Por Horacio Otheguy Riveira y Roberto Langella

J

oder, qué fuerte lo de vuestras tormentas, hay varias al año: esto tiene que ver con el puto cambio climático de los cojones que aquí en Madrid nos depara un clima seco agobiante, y cuando llueve parece que pide por favor si no es mucha molestia. Anoche fue una gozada. Salíamos de un teatro bastante pesado de autor-director argentino, Claudio Tolcachir, un tipo que puso un teatro en su casa, Timbre 4, y le han dado gran reconocimiento internacional (y también nacional, pues además de sus obras ha dirigido a Norma Aleandro en una función que da la vuelta al mundo y que ahora la ha hecho en cine Meryl Streep). Bueno, resulta que en algunos países como España han descubierto el coñazo del psicodrama argentino con sus familias disfuncionales, meta grito y llanto que en salas pequeñas escupen al espectador que también llora desconsolado, pero que en estos teatros más grandes se convierte en otra cosa, para mí igual de plomizo: siempre con lo mismo. Así era la obra que vi al despedirme de la city. Hay un solo autor que me gusta mucho que da variantes sobre estos asuntos. Se llama Rafael Spregelburd. Bueno, el Tolcachir es un tocapelotas monótono que por aquí le adoran la novedad. Y resulta que lo mejor de la noche fue salir a la calle y encontrarnos con una lluvia fuerte que a mi pelada le sentaba de maravilla, porque tampoco hace mucho frío... A Marcela le horroriza mojarse así que me duró poco, pero mientras esperábamos el bus, ella bajo techo y yo recibiendo las divinas bendiciones...

Pero de ahí no pasa. Poco duró, unos charcos, y ahora ya estamos otra vez con sol… H. O. R. *

J

ajajajaja, me hiciste reír con tu descripción del psicodrama y la de Tolcachir, a quien lo tengo oído de nombre, nomás. Sí, acá es parte de la "intelligentzia" y también está de moda que estos tipos monten teatro en sus propias casas; nomás de 50 tipos apiñados, sentados en el suelo, sintiéndose muy "selectos", imagino, y pagando el precio de la exclusividad y del esnobismo. Bueno, pasa acá también, aparte de las tormentas, que sí, se están volviendo cada vez más jodidas (este verano cayeron rayos en Gesell y en Mar del Plata, en plenas playas, con muertos, heridos y todo), bueno, ocurre también que los tendidos de cables, transformadores y demás tienen poco y nada de mantenimiento. Sopla un poco de viento fuerte y arranca todo, caen cuatro gotas y algo explota. El estado sanciona con multas fuertes, pero a las empresas parece todavía les es más negocio pagar esto que hacer inversiones. O no, es simplemente la cultura de la no-inversión. R. L.

libro de Saccomanno, Cámara Gesell. Es interesante, pero pesadísimo y reiterativo, una novela de párrafos espaciados con historias cruzadas. Es muy negra, con ráfagas de humor. Reconozco que es interesante, pero la abandoné porque me tenía harto con el vaivén, pero la retomaré de la misma biblioteca. Es de 700 páginas por eso invita amablemente a hartarse, jajaja, pero sí, la retomaré, ya sé dónde la dejé, o no, me parece que da igual, junto a situaciones brillantes o poéticas o criminales da una visión muy completa de Villa Gesell, y el título viene por un Gesell, no sé si el descubridor del pueblo, inventó la primera Cámara característica de la policía en la que a través del cristal se ve el interior, pero desde dentro el interrogado no ve a nadie más allá del espejo o la ventana... H. O. R. *

S

í, levantó mucha polvareda ese libro acá también, parece que los geselinos pusieron el grito en el cielo, porque los muestra como a una especie de caldera del diablo. Actualmente en la Cámara Gesell se trabaja con casos de abuso infantil, creo que a nivel nacional, no sé si la novela tendrá algo que ver con eso.

*

S

í, como cada tanto me doy un garbeo por Página 12 me enteré de los rayos. Precisamente estaba leyendo un

R. L. *


Pá gin a

S

47

S pe s

í tiene que ver, no sé hasta dónde porque la abandoné. Una caldera del diablo, sí, y te vuelvo a decir que tiene un estilo muy peculiar y sin duda interesante, pero que ha sido aplaudido en exceso por quienes comparten con él un concepto de la literatura muy parecido a Ripstein, el gran director de cine mexicano, un tipo realmente muy bueno, pero que como Saccomanno y tantos otros, su mirada es siempre revolcándose en un estercolero muy bien contado y planteado pero donde si aparece alguien moderadamente bueno — ¡hombre no digo como Lassie! (qué brillante estuviste con eso de "Más bueno que Lassie")—, ligeramente generoso o sencillamente romántico, le rompen la cara a bastonazos. Algo así. Cámara Gesell desborda un grado de miseria humana a veces formidablemente planteado pero a medida que vas pasando las páginas llegas a la conclusión de que este tipo lo descabeza todo y se come las espinas tan campante. Y harta. H. O. R. *

A

ver, un golpe de estado hoy en día se daría de una forma similar a lo de Paraguay con Lugo, y hay miles de intereses particulares y diferenciados para que ocurriera, y se necesitaría a un Osvaldo Soriano para que los imbrique y los ponga a todos en escena. No es lo mismo hablar de Duhalde, que de Macri o Scioli, que de los terratenientes del campo, o el empresariado o la banca. Ni los grupos de tareas, barrabravas, rompe-columnas o policías que se creen Rambo. Los políticos empiezan a darse cuenta de que transar con esto

más tarde o temprano se les vuelve en contra. Pero decile a Macri que el mes que viene es Presidente de la República, y no sé si no agarra viaje. Si el poder se lo das a Duhalde te mexicaniza Argentina en 24 hs, si se lo das a Macri, te la miamiza. Cada cual tiene su perfil, sus personalidades y sus gustos, y sus intereses y sus amiguismos allá o acá. Macri se pronunció a favor de la seguridad democrática y blablablabla, pero anoche taponó todas las salidas de la Plaza de Mayo. Si hubiera habido un desmadre no había para dónde escapar (sino por pasillitos de uno en fila) y la responsabilidad hubiera sido enteramente de él. Pero estaba arreglando calles, diría él. Pero se le ocurre arreglarlas cada vez que hay una manifestación popular y en los alrededores, vaya coincidencia. R. L. *

E

s un panorama de lo más jodido por lo dramático y entrelazado. Claro, en los análisis periodísticos estos tipos parece que no existen.

L

eyendo Tiempo Argentina me impactó descubrir a Andrea del Boca con la misma sonrisa de cuando tenía 8 años en Papá corazón, aquella infame telenovela que no se perdía nadie donde una niña hablaba con su madre muerta. Hubo una gran movida. Era 1973, después llegaría Perón, después el golpe, y la mina se hizo grande, cada vez más preciosa, y nunca más la vi. Recuerdo haber visto un solo capítulo de aquellas sesiones medio espiritistas muy creativas (no había

Un ica

médium), y claro en el edulcoramiento siniestro de las telenovelas, sobrecargadas de prejuicios, que una niña tan pequeña hable con la madre muerta no eran tan original: todo Disney tiene huérfanos y mucho son guiados por el fantasma de la madre o el padre... La cuestión es que ahora me impactó verla con semejantes tetas. Tremendo. He visto un rosario de fotos y de un cuerpo bastante estilizado se convirtió en esto. ¿Se operó, lo hizo adrede? Por otra parte leí la entrevista y es una buena cristinista y dice cosas interesantes y el argumento tiene buen color. Claro, a las 14 horas no sé si tendré estómago para esos diálogos noveleros tan impostados que gustan a millones de espectadores. ¿Vos sabés algo de Andreíta? Otra cosa que me impactó muchísimo es que la ya centenaria yegua de la Legrand siga jodiendo con los almuerzos y la invitó tratándola de Andreíta, después de 8 años sin hablarse? ¿Es posible que a nadie se le haya ocurrido una parodia sangrante de semejante monumento a la cursilería clasemediera forrada de millones? Cuando estuve en 2009, una noche íbamos andando por la calle y un hombre bajito, currante del Subterráneo venía a toda prisa, pero redujo la marcha para pedirnos dinero, le dijimos que no teníamos y enganchó hablando no me acuerdo de qué asunto que estaba en boga, en realidad hablaba solo, y terminó diciendo: "Y tiene que ser así porque lo dijo Mirtha Legrand". H. O. R.


PĂĄ gin a

48

S pe s

Un ica

Bellezas del mundo

Bavaria, Alemania

San Miguel de Allende, MĂŠxico

Ucrania

Colinas de Coorg, India


Pá gin a

49

S pe s

Un ica

País Vasco, España

Bosque Crimson, Hungría


Pá gin a

50

S pe s

Un ica

Consultorio Astrológico Spesunica Curso Práctico de Tarot a distancia Inauguramos nuestro Curso Práctico de Tarot a distancia, el cual tiene una duración de seis meses, de cuatro clases por mes, de modalidad intensiva, racional y psicológica. Por medio de este curso, el estudiante adquirirá los conocimientos específicos y completos acerca de tiradas y lecturas y sobre todas las nociones relativas a nuestra materia. La estructura del curso es modular, mensual y correlativa; esto significa que el alumno adquirirá por adelantado su vacante mensual, la que consta de un módulo de cuatro clases, por cada una que irá recibiendo un apunte de contenidos. La correlatividad de nuestras clases apunta a que nadie podrá "saltearse" módulos, ni obviar algunos de los primeros, aunque se contara con conocimientos previos. Sin embargo, las clases serán individuales y el alumno sí podrá "saltearse" meses de asistencia, sin perder la correlatividad; es decir, al regresar al curso, hubiera pasado el tiempo que fuere, retomará desde el mismo punto donde lo dejó. Se evaluarán exámenes mensualmente, y al final del curso habrá un examen integrador. Se otorgará entonces el certificado de asistencia al curso, y de reconocimiento del egresado como tarotista. Todos los inscriptos al curso recibirán el kit de estudio, el cual consta de todas las herramientas y contenidos necesarios, absolutamente, para la realización de este curso, tales como: Todas las clases serán dictadas por Roberto Langella. Mazo de cartas de Tarot Marsellés, de Botta (para imprimir). Mazo de cartas Zenner (para imprimir). Presentación del curso y apuntes nº 1, 2, 3 y 4 Carátula personalizada para ir encarpetando los apuntes Fuentes tipográficas para la computadora Todos los alumnos tendrán una clase de dos horas en un día de la semana a convenir, por el programa de videoconferencias Skype Siempre y en todos los casos los alumnos podrán resolver sus dudas y cuestionamientos vía e-mail. Los alumnos egresados encontrarán en Spesunica una fuente de consulta personalizada, para toda la vida. Téngase presente que la suma de los apuntes irán conformando un verdadero libro, manual de Tarot. La cuota mensual es de U$S 40.- ($ 150.– de Argentina) por adelantado, mientras que quien desee pagar el curso completo, en una o dos cuotas trimestrales, el precio final es de U$S 200.- ($ 800.– de Argentina). Para una mayor información acerca de las características de este curso, descargue libremente el artículo "Presentación, Estructura y Temario", en nuestra sección de descargas. www.spesunicastrologia.com.ar


Pá gin a

51

S pe s

Un ica

Horóscopo de abril abril, por Roberto Langella

a

Aries El mes de cumpleaños para la mayoría de los de este signo. Los encontrará muy comunicativos y mentales entre los días 8 y 23, aunque algo emocionalmente distantes todo el mes. Un tiempo para resolver problemas de pareja, pero eviten las discusiones.

b

Tauro Mes de cumpleaños para los del primer decanato. Un tanto ensimismados, aunque con una particular relación con el círculo de amistades. Cuídense de los accidentes domésticos y en el lugar de trabajo.

c

Géminis El foco puesto en las amistades y en los proyectos. Un gran mes para aquellos que tengan actividades artísticas o estéticas. Practiquen deportes.

d

Cáncer La atención puesta en el ejercicio de la profesión, mucho intercambio al respecto. Experimentarán sentimientos y emociones religiosas o muy elevadas. Posibles discusiones o desperfectos en el hogar.

e

Leo Pensamiento abstracto original, una gran iniciativa en puntos de vista filosóficos. Mucha comunicación con lo extranjero. Sexualidad emocional y refinada. Posible irritabilidad con el entorno. Un gran período

también para el aprendizaje técnico y la escritura.

f

Virgo Introversión, que puede ser sublimada a través de la sexualidad. Mucha pasión en la relación de pareja, se sienten como inspirados. Asociaciones productivas, posibilidad grande de ganancias, pero eviten el derroche.

g

Libra Practiquen deportes, intenten canalizar la energía y la agresividad. La atención puesta en el diálogo con la pareja, se sentirán generosos y útiles.

h

Escorpio La atención puesta en el lugar y las formas de trabajo, cuiden de no estresarse. Mucha creatividad artística, no faltarán los momentos de distracción y placer. El estrés podría provenir de cierta agresividad reprimida, practiquen deportes.

i

Sagitario Un mes de mucha creatividad, de mucho placer, suerte en el juego y con los deportes. Ambiente hogareño artístico y embellecido de manera muy refinada. Mucha actividad con los amigos, también posibles peleas con estos.

j

Capricornio La atención puesta en el hogar. Muy buena relación con el entorno inmediato. Mucha actividad

relacionada con el extranjero o los estudios superiores.

Acuario

k

El foco puesto en el entorno inmediato, hermanos, parientes y vecinos; en el comercio o el aprendizaje. Cuidado con no hacer demasiado derroche.

Piscis

l

La atención puesta en las ganancias y las pérdidas; muy buen mes para el comercio, habiendo una gran iniciativa. Se sentirán muy emocionales y enamoradizos, la vida sexual se verá acrecentada.


Pá gin a

52

S pe s

Un ica

Sumario de los números anteriores (La lista completa de números anteriores la hallarán aquí). . Revista Spes Unica nº 18 - Abril 2012 (Comprar versión impresa) Contenido: 29 de febrero, perdón y después (Roberto Langella); Noticias del mundillo literario; La juventud (Yoselem Divincenzo); El huésped de Drácula (Bram Stoker); Ideas y bosquejos para una filosofía y una hermenéutica de la astrología (Armando Rey); Se me cayeron las alas; Divagaciones pelotudas (Mary Paz Reyes Peña); Las acólitas de Carrie Bradshaw (Roberto Langella); El Astrólogo y la Tarotista (Ñapi); Los signos del zodiaco en la historia: Cáncer; De la musa al poeta / Pecado / Desterrada / La muerte le sienta bien (María Ester Rinaldi); Misceláneas interrumpidas (Otheguy Riveira-Langella); El arte de Pilar Giménez Bret; Onomancia; Horóscopo. Revista Spes Unica nº 19 . Mayo 2012 (Comprar versión impresa) Contenido: De atenuantes y agravantes (Reyes Peña-Langella); Noticias del mundillo literario; La madurez (Yoselem Divincenzo); El huésped de Drácula (Bram Stoker); Malvinas en Madrid (Guillem de Rubenhor); Ideas y bosquejos para una filosofía y una hermenéutica de la astrología (Armando Rey); Se me cayeron las alas; Divagaciones pelotudas (Mary Paz Reyes Peña); Los poetas malditos (Roberto Langella); El Astrólogo y la Tarotista (Ñapi); Grandes poemas muy breves en español del siglo XX (Jorge David Alonso Curiel); Los signos del zodiaco en la historia: Leo; Compumanía (Mary Paz Reyes Peña); Misceláneas interrumpidas (Otheguy Riveira-Langella); El arte de Eva Besnyö; Onomancia; Horóscopo. Revista Spes Unica nº 20 - Junio 2012 (Comprar versión impresa) Contenido: Las flechas del tiempo, la aljaba de la edad (Reyes Peña-Langella); Noticias del mundillo literario; El huésped de Drácula (3º parte), por Bram Stoker; Norman Cousins, la risa es cosa seria, por Guillem de Rubenhor; El suicida, por Enrique Anderson Imbert; Ideas y bosquejos para una filosofía y una hermenéutica de la astrología (8º parte), por Armando Rey; Se me cayeron las alas; Divagaciones pelotudas, por María de la Paz Reyes Peña; Acerca de las naturalizaciones, por Roberto Langella; La poesía de Charles Bukowski, por Jorge David Alonso Curiel; Admirable, por Fabiana Villafañe; El Astrólogo y la Tarotista; Los signos del Zodíaco en la Historia (Virgo); Golpes bajos, por María de la Paz Reyes Peña; Garganta de sombras, por María Ester Rinaldi; Tom Traubert’s Blues, por Tom Waits; Misceláneas interrumpidas, por Horacio Otheguy Riveira y Roberto Langella; El arte de Edward Hooper; Onomancia; Horóscopo. Revista Spes Unica nº 21 - Julio 2012 (Comprar versión impresa) Contenido: Noche de horror (Reyes Peña-Langella); Noticias del mundillo literario; El huésped de Drácula (última parte), por Bram Stoker; Margarita Landi, señora del crimen, por Guillem de Rubenhor; Ideas y bosquejos para una filosofía y una hermenéutica de la astrología (9º parte), por Armando Rey; Se me cayeron las alas; Divagaciones pelotudas, por María de la Paz Reyes Peña; Escuchame, por Horacio Otheguy Riveira; Tres poetas españoles que apuestan por la claridad, por Jorge David Alonso Curiel; El Astrólogo y la Tarotista; Misceláneas interrumpidas, por Horacio Otheguy Riveira y Roberto Langella; Princesitas muertas, por Thomas Czarnecki; Los signos del zodiaco en la historia (Libra); Los viejos de mierda, por Roberto Langella; Onomancia; Horóscopo. Revista Spes Unica nº 22 - Agosto 2012 (Comprar versión impresa) Contenido: Cortinas de humo (Reyes Peña-Langella); Noticias del mundillo literario; El marciano (1º parte), por Ray Bradbury; No está escrito en ninguna parte, por Horacio Otheguy Riveira; La voz de un pueblo dormido, por Fabián Gutiérrez Reyes; Divagaciones pelotudas, por María de la Paz Reyes Peña; Damas del crimen en primera línea de fuego,


Pá gin a

53

S pe s

Un ica

por Guillem de Rubenhor; Ideas y bosquejos para una filosofía y una hermenéutica de la astrología (10º parte), por Armando Rey; Se me cayeron las alas; El Astrólogo y la Tarotista; Recordando “Nueve Reinas”, de Fabián Bielinsky, por Jorge Alonso Curiel; Los signos del zodiaco en la historia (Escorpio); Misceláneas interrumpidas, por Horacio Otheguy Riveira y Roberto Langella; Pablo Scalise, de Llavallol para el mundo; Lo mejor (y lo peor) de Facebook; Onomancia; Horóscopo. Revista Spes Unica nº 23 - Septiembre 2012 (Comprar versión impresa) Contenido: Vamos por todo, por Mary Paz Reyes Peña; Noticias del mundillo literario; El marciano (2º parte), por Ray Bradbury; Suzanne Leperrier, la trapèziste, por Horacio Otheguy Riveira; Ideas y bosquejos para una filosofía y una hermenéutica de la astrología (11º parte), por Armando Rey; La pareja perfecta del siglo XXI (1º parte), por Simón Domínguez Barahona; Se me cayeron las alas; Poesía (El descubrimiento / De Dios / Él (Yo) / Resurgir primario / Miserando), por Daniel Grustán Isabela; Divagaciones pelotudas, por Mary Paz Reyes Peña; Lesiones del buen escribir, por Roberto Langella; El astrólogo y la tarotista, por Ñapi; Súbitos (El último suspiro de Narciso Ibáñez Menta), por Guillem de Rubenhor; Los signos del zodiaco en la historia (Sagitario); Tumbas de la gloria, por Fito Páez; Misceláneas interrumpidas, por Horacio Otheguy Riveira y Roberto Langella; La escultura hiperrealista de Ron Mueck; Lo mejor de Facebook; Lo peor de Facebook ; Onomancia; Horóscopo Revista Spes Unica nº 24 - Octubre 2012 (Comprar versión impresa) Editorial, por María de la Paz Reyes Peña; Dos años, por Roberto Langella; Noticias del mundillo literario; El marciano (última parte), por Ray Bradbury; Súbitos (Cuando ellas se desnudan), por Guillem de Rubenhor; La pareja perfecta del siglo XXI (última parte), por Simón Domínguez Barahona; Ideas y bosquejos para una filosofía y una hermenéutica de la astrología (última parte), por Armando Rey; Se me cayeron las alas; La Pastora / Florencio: el maquis hermafrodita, por Horacio Otheguy Riveira; Poesía, por Daniel Grustán Isabela (El ayeante primigenio, En menos de un millón de años, Tú que me lees); Lesiones del buen escribir, por Mary Paz Reyes Peña; Lesiones del buen escribir 2, por Roberto Langella; Divagaciones pelotudas, por Mary Paz Reyes Peña; Divagaciones pelotudas 2, por Roberto Langella; El Tarot de la Tarotista, por Ñapi; Los signos del zodiaco en la historia (Capricornio); Misceláneas interrumpidas, por Horacio Otheguy Riveira y Roberto Langella; El arte de Scott Davidson; Lo Mejor de Facebook; Lo peor de Facebook; Onomancia; Horóscopo; Sumario de números anteriores. Revista Spes Unica nº 25 - Noviembre 2012 (Comprar versión impresa) Editorial, por Roberto Langella; Calaverita para mi flaco, por María de la Paz Reyes Peña; Introducción a Gritos desde el Hades, por María de la Paz Reyes Peña; Semillas, por Jorge Dossi; Aventuras de una tarotista alocada (Los trabajos negros de Gina), por María de la Paz Reyes Peña; María de la Paz en Veracruz, por Horacio Otheguy Riveira; Poesía (Qué dirías / Vivir / Descubrimiento / Lo gris / Los villanos / Una promesa), por María de la Paz Reyes Peña; Poesía (Canción de amor para Mary Paz / A Mary Paz / Ouroboros consumada / Inventario / Escribir tu nombre con sangre), por Roberto Langella; Divagaciones pelotudas, por María de la Paz Reyes Peña; La galería de arte del Astrólogo y la Tarotista, por Ñapi; El Facebook de Mary Paz; Lo efímero y lo perdurable, por Roberto Langella y María de la Paz Reyes Peña; Los signos del zodiaco en la historia (Acuario); Onomancia ; Horóscopo ; Sumario de los números anteriores. Revista Spes Unica nº 26 - Diciembre 2012 (Comprar versión impresa) Seguir viviendo sin tu amor, por Roberto Langella; Noticias del mundillo literario; Los amantes, por Julio Cortázar; Tlön, Uqbar, Orbis Tertius (1º parte), por Jorge Luis Borges; El fantasma de la tía Guillermina, por Horacio Otheguy Riveira; Canelita o el paso de azúcar amargo (1º parte), por Chabela Ximénez; Divagaciones pelotudas, por María de la Paz Reyes Peña; Poesía, por Daniel Grustán Isabela; Se me cayeron las alas (parte 11); Sobre la astrología predictiva, por Eloy R. Dumond; Lesiones del buen escribir, por Roberto Langella; El Elegido, por María de la Paz Reyes Peña (1962-2012), por Guillem de Rubenhor; Esperando a Godot, por Ñapi; Misceláneas interrumpidas, por Horacio Otheguy Riveira y Roberto Langella; El arte de Bruno Torfs; Lo mejor de Facebook; Los signos del zodiaco en la historia (Piscis); Onomancia; Horóscopo; Sumario de los números anteriores.


Pá gin a

54

S pe s

Un ica

Revista Spes Unica nº 27 - Enero 2013 (Comprar versión impresa) Editorial; La soledad, por Bersuit Vergarabat; Tlön, Uqbar, Orbis Tertius (2º parte), por Jorge Luis Borges; Tres cervezas, dos tintos y un vermouth con ginebra, por Horacio Otheguy Riveira; Canelita o el paso de azúcar amarga (2º parte), por Chabela Ximénez; Divagaciones pelotudas, por María de la Paz Reyes Peña; Poesía, por Daniel Grustán Isabela; Se me cayeron las alas; Lesiones del buen vivir, por Roberto Langella; Valientes mujeres con pene, por Guillem de Rubenhor; Los signos del horóscopo chino (Rata); Misceláneas interrumpidas, por Horacio Otheguy Riveira y Roberto Langella; El arte de Winsor McCay; Escritoras; Esperando a Godot, por Ñapi; Onomancia; Horóscopo; Sumario de números anteriores. Revista Spes Unica nº 28 - Febrero 2013 (Comprar versión impresa) Contenido: Editorial; Hic et Nunc, por Julio Cortázar; Tlön, Uqbar, Orbis Tertius (3º parte), por Jorge Luis Borges; Deja que te enseñe, por Horacio Otheguy Riveira; Canelita o el paso de azúcar amarga (3º parte), por Chabela Ximénez; Divagaciones pelotudas, por María de la Paz Reyes Peña; Poesía, por Daniel Grustán Isabela; Se me cayeron las alas; Lesiones del buen vivir, por Roberto Langella; El silencio de Lorna, por Guillem de Rubenhor; Los signos del horóscopo chino (Búfalo); Misceláneas interrumpidas, por Horacio Otheguy Riveira y Roberto Langella; El arte de Cristian Kocak; Esperando a Godot, por Ñapi; Onomancia; Horóscopo; Sumario de los números anteriores. Revista Spes Unica nº 29 - Marzo 2013 (Comprar versión impresa) Contenido: Editorial; Se apaga la vista, por Arseni Tarkovski; Tlön, Uqbar, Orbis Tertius (4º parte), por Jorge Luis Borges; Laureano y Eleonora, por Horacio Otheguy Riveira; Canelita o el paso de azúcar amarga (4º entrega), por Chabela Ximénez; Divagaciones pelotudas, por María de la Paz Reyes Peña; Poesía, por Daniel Grustán Isabela; Se me cayeron las alas; Lesiones de astrología, por Roberto Langella; Médicos, enfermos y payasos, por Guillem de Rubenhor; El arte como ansia de lo ideal (1º parte), por Andrei Tarkovski; ¿Quimecontás?, por Mariano Liebana; Los signos del horóscopo chino (Tigre); Batman desencadenado (1º entrega), por Oscar Ramentev; Misceláneas interrumpidas, por Horacio Otheguy Riveira y Roberto Langella; El arte de Erwin Olaf; Esperando a Godot, por Ñapi; Onomancia; Horóscopo; Sumario de números anteriores. Revista Spes Unica nº 30 - Abril 2013 (Comprar versión impresa) Contenido: Editorial; Soneto 126, por Lope de Vega; Tlön, Uqbar, Orbis Tertius (última parte), por Jorge Luis Borges; La visitante, por Horacio Otheguy Riveira; Canelita o el paso de azúcar amarga (5º parte), por Chabela Ximénez; Divagaciones pelotudas, por María de la Paz Reyes Peña; Se me cayeron las alas; Lesiones del buen vivir, por Roberto Langella; Magníficos borrachos con su placentera amargura, por Guillem de Rubenhor; El arte como ansia de lo ideal (2º parte), por Andrei Tarkovski; Las Horaciones de Horacio, por Horacio Otheguy Riveira; ¿Quimecontás?, por Mariano Liebana; Los signos del horóscopo chino (Gato); Batman desencadenado (2º parte), por Oscar Ramentev; Misceláneas interrumpidas, por Horacio Otheguy Riveira y Roberto Langella; El arte de Sven Fennema; Onomancia; Horóscopo; Sumario de los números anteriores. Revista Spes Unica nº 31 - Mayo 2013 (Comprar versión impresa) Contenido: Editorial; Parad los relojes, por W. H. Auden; Seco estudio de caballos, por Clarice Lispector; No escaparás de ésta, por Horacio Otheguy Riveira; Canelita o el paso de azúcar amarga (6º entrega), por Chabela Ximénez; Marie Mollins, funámbula, por Guillem de Rubenhor; Se me cayeron las alas; El arte como ansia de lo ideal (3º parte), por Andrei Tarkovski; Las horaciones de Horacio, por Horacio Otheguy Riveira; ¿Quimecontás?, por Mariano Liebana; Los signos del horóscopo chino (Dragón); Batman desencadenado (3º entrega), por Oscar Ramentev; Misceláneas interrumpidas, por Horacio Otheguy Riveira y Roberto Langella; El arte de Dan Mountford; Horóscopo; Sumario de números anteriores. Revista Spes Unica nº 32 - Junio 2013 Contenido: Editorial; El murciélago rubio, por Spencer Holst; Serafín y sus mujeres, por Horacio Otheguy Riveira; La euforia, por Roberto Langella; Canelita o el paso de azúcar amargo (7º entrega), por Chabela Ximénez; Una historia de amor que viaja en tren, por Guillem de Rubenhor; Se me cayeron las alas; El arte como ansia de lo ideal (última parte),


Pá gin a

55

S pe s

Un ica

por Andrei Tarkovski; Las horaciones de Horacio, por Horacio Otheguy Riveira; ¿Quimecontás?, por Mariano Liebana; Los signos del horóscopo chino (Serpiente); Batman desencadenado (4º parte), por Oscar Ramentev; Misceláneas interrumpidas, por Horacio Otheguy Riveira y Roberto Langella; El arte de Maya Kulenovic; Horóscopo; Sumario de números anteriores. Revista Spes Unica nº 33 - Julio 2013 Contenido: Editorial; No es fácil enamorarse de una mujer que tiene freezer, por Juan Sasturain; La noche de los feos, por Mario Benedetti; El hombre del traje gris, por Horacio Otheguy Riveira; ―Tom Waits. Conversaciones, entrevistas y opiniones‖, de Mac Montandon, por Roberto Langella; Canelita o el paso de azúcar amargo (8º entrega), por Chabela Ximénez; Por qué no soy vegetariano (1º parte), por William T. Jarvis; Se me cayeron las alas; Las horaciones de Horacio, por Horacio Otheguy Riveira; ¿Quimecontás?, por Mariano Liebana; Los signos del horóscopo chino (Caballo); El otro lado (1º parte), por José Luis García Ortego; Batman desencadenado (4º parte), por Oscar Ramentev; Misceláneas interrumpidas, por Horacio Otheguy Riveira y Roberto Langella; El arte de Antonio Berni; Horóscopo; Sumario de números anteriores. Revista Spes Unica nº 34 - Agosto 2013 Contenido: Editorial; La mala, por María de la Paz Reyes Peña; Aroma, sabor y sonrisa, por Horacio Otheguy Riveira; Facepopular, la nueva red social latinoamericana, por Roberto Langella; El alacrán, por Elisa Pérez; Por qué no soy vegetariano (2º parte), por William T. Jarvis; Canelita o el paso de azúcar amarga (9º parte), por Chabela Ximénez; Una mujer fatal, por Guillem de Rubenhor; Amaría viajar en tren, por Roberto Langella; Traición inesperada, por Ana Riera; La ceremonia de los peces, por Ana Riera; Se me cayeron las alas; El elegido, de María de la Paz Reyes Peña (19622012), por Horacio Otheguy Riveira; El otro lado (2º parte), por José Luis García Ortego; ¿Quimecontás?, por Mariano Liebana; Los signos del horóscopo chino (Cabra); Batman desencadenado (6º parte), por Oscar Ramentev; Misceláneas interrumpidas, por Horacio Otheguy Riveira y Roberto Langella; El arte de Paolo Roversi; Horóscopo; Sumario de los números anteriores Revista Spes Unica nº 35 - Septiembre 2013 Editorial; La decadencia de la amistad, por Alejandro Dolina; Una visión extraordinaria, por Horacio Otheguy Riveira; Sobre el feminismo y otras militancias, por Roberto Langella; Por qué no soy vegetariano (3º parte), por William T. Jarvis; Mancha de vino rojo, por Chabela Ximénez; Tom Ripley, el gran amor de Patricia Highsmith, por Guillem de Rubenhor; Se me cayeron las alas; Las horaciones de Horacio, por Horacio Otheguy Riveira; El otro lado (última parte), por José Luis García Ortego; Apareció María Teresa, la protagonista (real) de un corto de ficción, por Roberto Langella; Textuales; Prohibido fumar, por Chabela Ximénez; ¿Quimicontás?, por Mariano Liebana; Los signos del horóscopo chino (mono); Batman desencadenado (6º entrega), por Oscar Ramentev; Misceláneas interrumpidas, por Horacio Otheguy Riveira y Roberto Langella; El arte de Otto Dix; Horóscopo; Sumario de números anteriores Revista Spes Unica nº 36 - Octubre 2013 Editorial; Llorar a lágrima viva, por Oliverio Girondo; El misterio de Guadalupe Cisneros, por Horacio Otheguy Riveira; El duelo, por Roberto Langella; Viscosa realidad, por Elisa Pérez; Por qué no soy vegetariano (4º parte), por William T. Jarvis; Canelita o el paso de azúcar amarga (10º entrega), por Chabela Ximénez; Una Málaga entre velas, por Paula Alfonso; Se me cayeron las alas; Francisco González Ledesma: novela negra en las calles de Barcelona, por Guillem de Rubenhor; El hombre evidente, por José Luis García Ortego; Los libros, por María de la Paz Reyes Peña; Bienvenidos al paisaje de mar con olivos, por Horacio Otheguy Riveira; ¿Quimicontás?, por Mariano Liébana; Los signos del horóscopo chino (Gallo); Batman desencadenado (7º entrega), por Oscar Ramentev; Misceláneas interrumpidas, por Horacio Otheguy Riveira y Roberto Langella; El arte de Alexander Bolotov; Horóscopo ; Sumario de números anteriores Revista Spes Unica nº 37 - Noviembre 2013 Editorial; La hormiga, por Marco Denevi; Paciencia limitada, por Guillem de Rubenhor; La cabina número cuatro, por Ana Riera; 3 breves, por Roberto Langella; Viaje en autobús, por Paula Alfonso; Por qué no soy vegetariano (última parte), por William T. Jarvis; Canelita o el paso de azúcar amarga (11º entrega), por Chabela Ximénez; La mujer en llamas, por Horacio Otheguy Riveira; Se me cayeron las alas; La religión, por María de la Paz Reyes Peña; La prueba, por Elisa


Pá gin a

56

S pe s

Un ica

Pérez; ¿Quimicontás?, por Mariano Liébana; Los signos del horóscopo chino (Perro); Batman desencadenado (8º parte), por Oscar Ramentev; Misceláneas interrumpidas, por Horacio Otheguy Riveira y Roberto Langella; El arte de Juha Helminet; Horóscopo; Sumario de números anteriores. Revista Spes Unica nº 38 - Diciembre 2013 Editorial; ¿Así que quieres ser escritor?, por Charles Bukowski; Doble vida, por Gisela Courtois; Al doblar una esquina, por Roberto Langella; Los novios, por María de la Paz Reyes Peña; Personas sin sentimientos, por José Luis García Ortego; La mujer en llamas (capitulo 2), por Horacio Otheguy Riveira; Canelita o el paso de azúcar amarga (12º entrega), por Chabela Ximénez; Se me cayeron las alas; Elena Poniatowska, Premio Cervantes 2013, por Guillem de Rubenhor; Textuales; Coquetería fingida, por Elisa Pérez; ¿Quimicontás?, por Mariano Liébana; Los signos del horóscopo chino (Jabalí); Batman desencadenado (última parte), por Oscar Ramentev; Misceláneas interrumpidas, por Horacio Otheguy Riveira y Roberto Langella; El arte de Kai Fagerström; Horóscopo; Sumario de números anteriores. Spes Unica nº 39 - Enero 2014 Editorial; Cuestión de tiempo, por Gisela Courtois; El asesino, por Oscar Ramentev; La mujer en llamas (capítulo 3), por Horacio Otheguy Riveira; El misterio de la cama de las rosas talladas, por Chabela Ximénez; Se me cayeron las alas; Festín de señorita, por Guillem de Rubenhor; Silencio roto, por Elisa Pérez; Otra vez Gricel (1º entrega), por Roberto Langella; ¿Quimicontás?, por Mariano Liébana; Prácticas adivinatorias extrañas: La frenología; La astrología, eso en lo que (no) todos creen, por Roberto Langella; Misceláneas interrumpidas, por Horacio Otheguy Riveira y Roberto Langella; El arte de Alessandro Bavari; Horóscopo; Sumario de números anteriores Spes Unica nº 40 - Febrero 2014 Editorial; Al oído, por Alfonsina Storni; Los sabios, por Oscar Ramentev; Hasta siempre, Juan Gelman, por Horacio Otheguy Riveira; Poesía de Juan Gelman (1930-2014); Funciones yoicas, por Gisela Courtois; Otra vez Gricel (2º parte), por Roberto Langella; El hombre del anorak, por Paula Alfonso; La mujer en llamas (capítulo 4), por Horacio Otheguy Riveira; Canelita o el paso de azúcar amarga (13º entrega), por Chabela Ximénez; Se me cayeron las alas; Micromachismos: El poder masculino en la pareja ―moderna‖ (1º parte), por Luis Bonino; ¿Quimicontás?, por Mariano Liébana; Romance de la mujer bella y el escultor, por Roberto Langella; Prácticas adivinatorias extrañas: La quiromancia (1º parte); Misceláneas interrumpidas, por Horacio Otheguy Riveira y Roberto Langella; El arte de Gustav Doré; Horóscopo; Sumario de números anteriores Spes Unica nº 41 - Marzo 2014 Editorial; Amor a primera vista, por Wislowa Szymborska; El fulgor de esos ojos, por Eli Serebrenik; La perla más bella, por Oscar Ramentev; El encargo, por Carlos Mollá; La palabra no es un dato, por Gisela Courtois; Otra vez Gricel (3º parte), por Roberto Langella; No me pidas eso, por Guillem de Rubenhor; Humedad interior, por Elisa Pérez; La mujer en llamas (capítulo 5), por Horacio Otheguy Riveira; Canelita o el paso de azúcar amarga (14º entrega), por Chabela Ximénez; Textuales; Se me cayeron las alas; Micromachismos: El poder masculino en la pareja “moderna” (2º parte), por Luis Bonino; ¿Quimicontás?, por Mariano Liébana; El último viaje del ingeniero Flanderk, por José Luis García Ortego; Prácticas adivinatorias extrañas: La quiromancia (2º parte); Misceláneas interrumpidas, por Horacio Otheguy Riveira y Roberto Langella; El arte de John William Waterhouse; Horóscopo; Sumario de números anteriores

El Astrólogo y la Tarotista (edición única y definitiva) (Comprar versión impresa)


Pá gin a

57

S pe s

Un ica

Consultorio Astrológico Spesunica Curso Integral de Astrología a distancia Inauguramos nuestro curso de astrología a distancia, el cual tiene una duración de seis meses, de cuatro clases por mes, de modalidad intensiva, racional y psicológica. Por medio de este curso, el estudiante adquirirá los conocimientos específicos y completos acerca de la confección e interpretación de la carta natal astrológica, Revoluciones Solares, cartas combinadas y sinastrías, y todas las técnicas complementarias que hacen al quehacer del oficio de astrólogo. La estructura del curso es modular, mensual y correlativa; esto significa que el alumno adquirirá por adelantado su vacante mensual, la que consta de un módulo de cuatro clases, por cada una que irá recibiendo un apunte de contenidos. La correlatividad de nuestras clases apunta a que nadie podrá "saltearse" módulos, ni obviar algunos de los primeros, aunque se contara con conocimientos previos. Sin embargo, las clases serán individuales y el alumno sí podrá "saltearse" meses de asistencia, sin perder la correlatividad; es decir, al regresar al curso, hubiera pasado el tiempo que fuere, retomará desde el mismo punto donde lo dejó. Se evaluarán exámenes mensualmente, y al final del curso habrá un examen integrador. Se otorgará entonces el certificado de asistencia al curso, y de reconocimiento del egresado como astrólogo. Todos los inscriptos al curso recibirán el kit de estudio, el cual consta de todas las herramientas y contenidos necesarios, absolutamente, para la realización de este curso, tales como: Todas las clases serán dictadas por Roberto Langella Tablas de Efemérides Planetarias para los siglos XX y XXI Tablas de Casas Otras diferentes tablas Plantilla para la confección de mapas astrales Presentación del curso y apuntes nº 1, 2, 3 y 4 Carátula personalizada para ir encarpetando los apuntes Fuentes tipográficas de astrología para la computadora Todos los alumnos tendrán una clase de dos horas en un día de la semana a convenir, por el programa de videoconferencias Skype Siempre y en todos los casos los alumnos podrán resolver sus dudas y cuestionamientos vía email. Los alumnos egresados encontrarán en Spesunica una fuente de consulta personalizada, para toda la vida. Téngase presente que la suma de los apuntes irán conformando un verdadero libro, tratado de Astrología. La cuota mensual es de U$S 40.- ($ 150.– de Argentina) por adelantado, mientras que quien desee pagar el curso completo, en una o dos cuotas trimestrales, el precio final es de U$S 200.- ($ 800.– de Argentina). Para una mayor información acerca de las características de este curso, descargue libremente el artículo "Presentación, Estructura y Temario", en nuestra sección de descargas.

www.spesunicastrologia.com.ar


A la memoria de María de la Paz Reyes Peña (1962-2012) co-fundadora de esta revista y del consultorio astrológico Spesunica. Por siempre.

Consultorio Astro lógico Spesunica

A S T R O L T A R O T , P C U E N T O S C U E N T

O G Í A , O E M A S , Y O T R O S O S . . .

www.spesunicastrologia.com.ar robertolangella@spesunicastrologia.com.ar Página de la revista en Facebook, aquí. Otros sitios de interés: Roberto Langella Faquin Blog Roberto Langella Faquin Poesía

Un lugar de encuentro.

Spes Unica. Año 5 nº 42. Abril de 2014 Editada por el Consultorio Astrológico Spesunica Dirección: Roberto Langella Registro de Propiedad Intelectual: En trámite. Impreso por Peecho B. V., Amsterdam, Netherlands Diseño de tapa: Cristian Kocak Colaboran en este número: Horacio Otheguy Riveira; Ana Riera; Elisa Pérez; Carlos Mollá; Eli Serebrenik; Mariano Liébana; Chabela Ximénez; Guillem de Rubenhor. Las afirmaciones y opiniones vertidas en los artículos y textos son de exclusiva responsabilidad de quienes los escriben. Se prohíbe la reproducción total o parcial por cualquier medio de esta publicación, sin previa autorización de la editorial. Contenidos registrados en www.safecreative.org Los números atrasados pueden ser obtenidos siguiendo este vínculo: http://issuu.com/robertolangella

¡Esperamos sus colaboraciones!


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.